Reflexión 114 Desarrollo y Solidaridad


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Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana

Desarrollo Económico y Solidaridad

Vamos a seguir estudiando la doctrina de la Iglesia sobre el desarrollo económico. Como hemos visto antes, Pablo VI dedicó su encíclica Populorum progressio a este tema y nos enseñó que el desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión humana, Integral; es decir que debe abarcar todas las dimensiones del hombre y no sólo su dimensión material. Ya hemos aprendido que la D.S.I. no pretende dar soluciones técnicas a los problemas del desarrollo económico, sino juzgar si el desarrollo o los planes de desarrollo son buenos o no para la persona humana, en la misión que Dios le confió en la tierra.

Recordábamos que el hombre, considerado integralmente, tiene necesidades que no son sólo materiales, sino que pueden ser además de materiales, necesidades intelectuales, morales y espirituales. Y se debe trabajar por lograr un desarrollo que, además de tener en cuenta todas esas necesidades, – es decir que abarque a todo el hombre, – sea también un desarrollo solidario, es decir que abarque a todos los hombres, de todas las razas, de todos los continentes; en resumen, se debe trabajar por conseguir un desarrollo de todo el ser humano y para todos los seres humanos.

No es suficiente que haya crecimiento económico, en el sentido de que haya más dinero, más bienes y servicios en el mercado, si esos bienes y servicios solo están disponibles para quien tenga ese dinero. Si el crecimiento no es armónico, en bienes y servicios materiales y además en bienes intelectuales, morales y espirituales, y si esos bienes no llegan a todos los seres humanos, no se debería hablar de desarrollo. Se podría hablar de crecimiento económico, pero no de desarrollo. Y está bien que haya crecimiento económico, pero si no se trabaja porque beneficie de manera equitativa, a todos, ese crecimiento no es suficiente.

Como analogía del desarrollo económico con el desarrollo de la persona, decíamos en otra reflexión, que el cuerpo humano puede crecer de manera no armónica; por ejemplo puede crecer por un tumor o puede sufrir de sobrepeso, y en ese caso no se podría afirmar que se trate de un desarrollo sano del cuerpo. Algo parecido podría decirse de un crecimiento económico solo material.

En nuestro estudio hemos seguido la ponencia del P. Sergio Bernal Restrepo, S.J. en el en el IV Congreso Nacional de la Reconciliación, organizado por la Conferencia Episcopal. El título de la conferencia del P. Bernal fue Ética y Desarrollo: La Dimensión Humana.

Europa se reconstruyó gracias a la solidaridad

Sobre el tema del desarrollo solidario, un desarrollo para todos, el P. Bernal decía que El desigual crecimiento de los pueblos pone sobre la mesa el problema de la colaboración entre ellos, sobre todo el deber de solidaridad de los más desarrollados para con los que están todavía en vías de desarrollo. Pío XII veía en esta colaboración un elemento esencial para la reconstrucción de la Europa devastada por la guerra y adquiere hoy en el mundo globalizado un relieve aún mayor.

Por cierto en estos días se conmemoró el quincuagésimo aniversario del fallecimiento de ese gran Pontífice, el Papa Pío XII. A él le correspondió enfrentar al nazismo, primero como Nuncio Apostólico en Berlín y luego como Papa. Le tocaron las preocupaciones de la guerra y las preocupaciones por afianzar la paz.

Sobre la solidaridad con las naciones que sufren crisis económicas, como las sufridas por los países de Europa, – consecuencia de las dos guerras mundiales, – podemos considerar que su recuperación se debió en buena parte a la solidaridad de otras partes del mundo, en particular a la ayuda de los EE.UU., con el llamado Plan Marshall y al apoyo de las Naciones Unidas. El plan norteamericano llevó el nombre del entonces secretario de estado de ese país, quien anunció el plan en la universidad de Harvard el 5 de junio de 1947. El secretario de estado era el General George Marshall, el mismo que presidía la Conferencia Panamericana, en Bogotá, el 9 de abril de 1948. El nombre oficial del plan era Programa de Reconstrucción Europeo o ERP (European Recovery Program).

Las razones políticas no son necesariamente malas

Como suele suceder, la motivación de este tipo de ayuda, como el prestado a los países europeos después de la guerra, no es siempre desinteresada. Las razones políticas suelen estar presentes. Eso no quiere decir que las razones políticas sean necesariamente malas. En el caso de la ayuda a Europa, se pretendían tres objetivos: ayudar a la economía de los países empobrecidos por la guerra que, sin el auxilio externo habrían sufrido un estancamiento de enormes consecuencias para la economía de todo el mundo y en particular de los EE.UU., que ya entonces era la gran tienda exportadora para Europa. Se pretendía también contener la expansión del comunismo por el antiguo continente y favorecer la implantación y mantenimiento de regímenes democráticos. Eso fue posible en parte, porque la Unión Soviética no aceptó el ofrecimiento de ayuda, con el argumento de que se trataba de un instrumento del imperialismo, que buscaba la hegemonía norteamericana. Quizás sea esa una de las razones del retraso sufrido por los países que quedaron dominados muchos años por Moscú.

El plan de reconstrucción de Europa tuvo una vigencia de 4 años. Los países que participaron en el plan recibieron en total 13 mil millones de dólares de esa época, lo mismo que asistencia técnica.

Una vez completado el Plan, la economía de todos los países participantes, excepto la República Federal Alemana, había superado los niveles de previos a la guerra y en las dos décadas siguientes, Europa Occidental alcanzó un crecimiento y una prosperidad sin precedentes (…) También hay que considerar la importancia del Plan de las Naciones Unidas, de Ayuda y Rehabilitación de Europa, que ayudó a millones de refugiados entre 1944 y 1947, y constituyó otro factor determinante en la fundación de las bases de la recuperación europea en la posguerra. Las valoraciones sobre el resultado del Plan Marshall suelen ser positivas, aunque también existen críticas negativas (…)[1]

¿Por qué no se hace hoy, para los países pobres, un esfuerzo semejante al de la reconstrucción de Europa?

¿Por qué, al hablar de la necesidad del desarrollo solidario, hacemos estos comentarios? Porque está muy bien que se unan fuerzas para ayudar a los países que sufren desastres como los que padeció Europa en las dos guerras mundiales del siglo XX. Basta ver los documentales sobre la II Guerra, para darnos cuenta de la inmensa destrucción del campo y de las ciudades. Nosotros, gracias a Dios no hemos tenido que sufrir una destrucción masiva, como los europeos, pero sí consecuencias graves como el desplazamiento forzado por la violencia guerrillera y paramilitar, con el consiguiente abandono del campo, y la destrucción de poblaciones por la guerrilla. Ante la situación mundial actual, el nivel de pobreza, no sólo de África, sino de países de nuestro continente, sin excluirnos nosotros, uno se pregunta: ¿Por qué no se hace hoy un esfuerzo semejante al de la reconstrucción de Europa?

Está bien que hoy inviertan mucho dinero los países de Europa y los EE.UU. para solucionar la crisis financiera actual, porque la crisis lleva más sufrimiento a las clases pobres y a la clase media, pero ¿por qué no se reacciona con la misma rapidez y efectividad, que se ha reaccionado en estas semanas en Europa y en los EE.UU., para aliviar el hambre en el mundo, en África, en Asia y en América?

Después de la crisis de la UPAC

Algo parecido se podría afirmar sobre la situación de nuestro país, cuando en la crisis del UPAC se inyectó dinero al sistema financiero, con el famoso impuesto del 2 x 1.000 que fueron aumentando hasta convertirse en el 4 x 1.000. ¿Por qué esa contribución, que se convirtió en permanente, pasada la crisis no se utiliza en programas sociales específicos? En proyectos productivos en el campo, en vivienda, en salud, en educación?

El Cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Québec y primado del Canadá, hacía algunas reflexiones interesantes sobre la situación de nuestro continente, en cuanto a solidaridad, en la presentación del Compendio de la D.S.I.[2] Y es que la Iglesia, nosotros los católicos, deberíamos dar ejemplo en la práctica de la solidaridad. Nuestros países son solidarios de palabra, pero no tanto en la práctica. Cada uno, anda tras lo suyo, quizás porque todos tienen muchas necesidades, pero unidos podrían lograr más.

¿Una sola AMÉRICA?

Notaba el Cardenal Ouellet que no todos reconocen la unidad geográfica de nuestro continente, pues para los estadounidenses América es su país y hablan de las Américas cuando se refieren a norte, centro y sur América. Añadía el Cardenal Ouellet que Juan Pablo II puso de presente el papel que la Iglesia debe desempeñar en la solidaridad continental:

el papa Juan Pablo II tomó una opción razonada / al convocar un sínodo de obispos de toda la América y al escribir una exhortación apostólica que utiliza la palabra “América” en singular.[3] Esa exhortación apostólica de Juan Pablo II, tiene como título “Ecclesia in America”, “La Iglesia en América” y dice: «…la elección de utilizar la palabra en singular / deseaba expresar no solamente la unidad ya existente bajo ciertos aspectos / sino también el nexo más estrecho al cual aspiran los pueblos del continente / y que la Iglesia quiere fortalecer dentro del marco de su misión, lo cual tiende a promover la comunión de todos en el Señor» (EA 5).

América es ahora el continente que cuenta con el mas alto número de bautizados católicos y ese número debería continuar aumentando rápidamente. Existe en consecuencia un llamado particular y la responsabilidad de poner en práctica, sobre nuestro propio territorio, el Evangelio del amor y de la solidaridad al cual nosotros nos adherimos.

Juan Pablo II inauguró la IV Conferencia del Episcopado de América Latina el 12 de octubre de 1992, cuando se celebraban los 500 años de la evangelización en América y propuso entonces un encuentro sinodal « en orden a incrementar la cooperación entre las diversas Iglesias particulares para afrontar juntas, dentro del marco de la nueva evangelización y como expresión de comunión episcopal, « los problemas relativos a la justicia y la solidaridad entre todas las Naciones de América. Añadió el Papa en su exhortación apostólica, que el sínodo de los obispos de América, que anunció en la Carta apostólica Tertio millennio adveniente tenía como propósito tratar « sobre la problemática de la nueva evangelización en las dos partes del mismo Continente, tan diversas entre sí por su origen y su historia, y sobre la cuestión de la justicia y de las relaciones económicas internacionales, considerando la enorme desigualdad entre el Norte y el Sur »

Jesucristo inspirador de nuestras leyes y regulador de las políticas internas y externas

Menciono las palabras del Cardenal Ouellet y de Juan Pablo II, porque también nosotros los católicos pensamos en los tratados de libre comercio sólo como una solidaridad comercial y no vemos más allá, el significado de una globalización que en sentido cristiano, debería significar la unidad del mundo como la casa de todos, de distintas razas y culturas, pero todos llamados a ser ciudadanos del Reino. Un Reino de justicia, de amor y de paz.

El papel de la evangelización en la globalización, debería ser un punto irrenunciable para nosotros, si tratamos de considerar el desarrollo económico con ojos cristianos. Las negociaciones comerciales, si se hiciera con espíritu de solidaridad, no tendrían los problemas de imposición de los más fuertes sobre los más débiles. No en vano, en la consagración de nuestra república al Sagrado Corazón, se pide al Señor: sed el inspirador de sus leyes, el regulador de su política y el sostenedor de sus cristianas instituciones, para disfrutar del don precioso de la paz.

Volviendo a las palabras del Cardenal Ouellet en su presentación del Compendio de la D.S.I., comentó sobre los tratados comerciales vigentes o en negociación en nuestro continente, que aunque estos tratados estimulen los intercambios comerciales y aumenten la prosperidad económica de los países miembros, los lazos “que la Iglesia quiere fortalecer” son mucho más profundos que los económicos. Ellos se refieren más que todo a la ayuda mutua y a la solidaridad. Y continuó el Cardenal Ouellet con estas palabras, sobre el papel de los países ricos en nuestro continente:

Pobrezas menos visibles pero reales

De hecho, es un verdadero desafío que el Papa propone a los dos países ricos del norte, (Canadá y los EE.UU.) siempre tentados a replegarse sobre su confort o a preocuparse solamente de sus propios problemas sociales, bien reales pero relativos si se considera el conjunto del continente. Como hacía poco la ciudad de Nueva Orleans había sufrido la catástrofe, producida por un huracán, el cardenal canadiense añadió: El desastre reciente de Nueva Orleans ha mostrado de manera cruda que la pobreza existe aún en los Estados Unidos; aquella de Canadá, menos visible, es así mismo real. Sin embargo, la lucha contra la pobreza interna no debería distraer a estos dos países de su deber de solidaridad con los países vecinos.

Riesgos de la Globalización

Sobre los tratados de libre comercio, decía el Cardenal Ouellet y con esto termino su cita:

Durante el curso de los últimos decenios, la enseñanza social de la Iglesia ha reflexionado frecuentemente acerca de los desafíos particulares propuestos por la globalización de los intercambios entre los pueblos, intercambios comerciales ante todo, pero que tienen necesariamente efectos sobre las mentalidades, las culturas y las políticas sociales. El juicio efectuado sobre este fenómeno es matizado, puesto que se reconocen sus efectos positivos sobre el crecimiento económico y sobre la interdependencia de las naciones. Sin embargo, la globalización comporta también riesgos como la pérdida de soberanía real, la toma de decisiones únicamente en términos económicos y burocráticos y últimamente, la ampliación de la brecha entre los ricos y los pobres.

América está en el corazón de este proceso, con sus efectos positivos y negativos. Los cristianos deben ser cuidadosos y aportar su reflexión, su toma de posición y su influencia. La cuestión fundamental es aquella ya mencionada: guardar la persona humana concreta en el centro de las decisiones que favorecen el bien común de todos y no simplemente el enriquecimiento de una minoría. Los cristianos convencidos que tienen puestos de responsabilidad política y económica pueden jugar un rol importante dentro de esas cuestiones. Este es por demás, un aspecto particularmente significativo del compromiso de los laicos en el mundo.

¿Disminuye la Pobreza?

Actualicemos algunos datos del Banco Mundial, sobre la pobreza en el mundo, datos que ofreció la prensa el 15 de octubre, 2008[4]:

El porcentaje de personas en la miseria o pobreza extrema -gente que vive con menos de 1,25 dólares al día- ha disminuido en América Latina y el Caribe en los últimos 24 años.

De acuerdo con el estudio, en la región el número de pobres extremos pasó del 12,3 por ciento en 1981, al 8,2 por ciento en el 2005. Aunque en cifras absolutas aumentó, de 44,9 a 45,1 millones de personas, dado el incremento de la población.

El Banco Mundial revisó las cifras que había hasta ahora sobre el nivel de pobreza extrema en cada región del mundo en desarrollo entre 1981 y 2005, y fijó en 1,25 dólares al día el nuevo umbral para considerar que una persona está en condición de miseria. (En nuestro medio eso equivale a Col $ 2.500 diarios).

El nuevo cálculo reveló que en el 2005 la pobreza extrema afectaba a 1.400 millones de personas en todo el mundo. Cifra que, no obstante, supone una mejora si se compara con los 1.900 millones que había en 1981. (Fijémonos en eso, en 2005, 1.400 millones de personas vivían con 2.500 pesos diarios. Era peor todavía en 1981, cuando eran 1.900 millones, las personas las que se sostenían con 2.500 pesos diarios)

Los datos disponibles hasta ahora mostraban que 985 millones de personas vivían por debajo del umbral de 1 dólar al día en el 2004, frente a los 1.500 millones de 1981.

Los 1,25 dólares (Col $ 2.500 pesos) representan la media nacional del umbral de pobreza en los 10 a 20 países más pobres.

Las diferencias entre región y región siguen siendo abismales. En el este asiático, la pobreza extrema disminuyó de casi un 80 por ciento en 1981 al 18 por ciento en 2005. Pero en el África subsahariana el porcentaje se ha mantenido en el 50 por ciento. WASHINGTON (Efe)

La Buena y la Mala Noticia…

No podemos seguir tranquilos ni menos ser indiferentes frente a esas cifras. Si hablamos de solidaridad, tenemos que detenernos unos minutos y pensar en nuestros hermanos que pasan hambre, y ver qué podemos hacer por ellos, así sea sólo orar. Los datos que acabamos de ver se refieren al mundo. El informe del Banco Mundial dice que la pobreza extrema retrocede en América Latina. Sin embargo, otro informe, éste de la FAO, nos desalienta sobre la pobreza en América Latina, pues dice que aunque “La buena noticia era que América Latina había bajado en ocho millones el numero de hambrientos (entre 1990-2005), (…) la mala noticia es que se perdió casi todo lo que había avanzado en 15 años”… y que de continuar la tendencia al alza en los precios de los alimentos, empujada por los efectos del cambio climático, el 2008 cerraría con las mismas cifras de 1990.[5]

No podemos dejar de presente que somos católicos, y que nos debemos distinguir por el amor a nuestros hermanos. ¿No debe influir algo en el alivio de la situación de pobreza, el que Colombia y nuestro continente latinoamericano, sean en su mayoría un país y un continente católicos?

Hablamos de evangelización. ¿Cuál es el significado práctico de la evangelización, en lo que se refiere a la pobreza de nuestros hermanos?

La figura del catolicismo en América

El cardenal Ouellet en su presentación del Compendio de la D.S.I. dijo esto:


América se ha convertido en el continente donde el número de católicos es el más grande; en consecuencia, es muy probable que los miembros de nuestra Iglesia, en particular los jóvenes, tendrán una influencia creciente sobre el perfil del catolicismo / frente al mundo contemporáneo. ¿Cuál será la figura del catolicismo en América? ¿La imagen de los católicos será entonces la de personas vibrantes de fe en Dios encarnado, implicadas en comunidades vivas, comprometidas por la justicia social y conscientes de dar testimonio de Cristo resucitado?


(…)


Por tanto, se siente la necesidad de «recomenzar desde Cristo» o «volver a fundarse en Cristo», de tomar aún más conciencia de la identidad católica, que no consiste en un vago sentimiento religioso, ni en la relación con un Dios lejano / al cual se le reza ocasionalmente, sino en una vida de discípulo, dirigida vitalmente hacia su Maestro y centrada especialmente en la Eucaristía que hace a la Iglesia.

Que no se nos olvide “Aparecida”

Hablamos de la Misión Continental, nombramos a Aparecida, pero qué significan estas palabras en nuestras vidas? Preguntémonos con sinceridad, si fuera de nombrar a Aparecida, ha significado algún cambio en nosotros.

En el capítulo 2, con el título Mirada de los Discípulos Misioneros sobre la realidad, el documento conclusivo de la V Conferencia del Episcopado de América Latina y del Caribe, después de examinar la situación de nuestros pueblos, nos habla de la hora histórica de desafíos para nuestra Iglesia.[6] Reconoce que entre los fieles católicos ha habido deficiencias y ambigüedades, pero afirma que la Iglesia ha dado testimonio de Cristo, anunciando el Evangelio y brindando su servicio de caridad particularmente a los más pobres, en el esfuerzo por promover su dignidad, y también en el empeño de promoción humana en los campos de la salud, economía solidaria, educación, trabajo, acceso a la tierra, cultura, vivienda y asistencia entre otros.

Afirma el mismo documento de Aparecida que El empeño de la Iglesia a favor de los más pobres y su lucha por la dignidad de cada ser humano ha ocasionado, en muchos casos, la persecución y aun la muerte de algunos de sus miembros, a los que consideramos testigos de la fe.

En el capítulo 8, – Reino de Dios y Promoción de la Dignidad Humana, los obispos reunidos en Aparecida, – nos dicen las prioridades y tareas para la misión de los discípulos de Jesucristo hoy en América Latina y del Caribe, tareas que debemos asumir desde las perspectivas del Reino, tareas que contribuyan a la dignificación de todo ser humano.[7]

Tendríamos que leer muchas páginas del documento de Aparecida, y no tenemos tiempo, pero recordemos por lo menos, que si queremos ser discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros pueblos tengan vida, como dice el N° 390:

Nuestra fidelidad al Evangelio nos exige proclamar en todos los areópagos públicos y privados del mundo de hoy, y desde todas las instancias de la vida y misión de la Iglesia, la verdad sobre el ser humano y la dignidad de toda persona humana.

No pregonemos estas verdades sólo para que los demás las vivan

La verdad del ser humano y la dignidad de toda persona humana. Pero no pregonemos estas verdades sólo para que los demás las vivan. Empecemos por vivirlas nosotros.

Hay algunos pensamientos de nuestra fe, que no podemos dejar pasar sin que nos hagamos un examen de conciencia. Uno de ellos es la opción preferencial por los pobres. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf Hb 2,11-12).

El N° 393 del documento de Aparecida, dice: (…) los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo.”

Cuando en la intimidad hagamos nuestro examen de conciencia, preguntémonos si en nuestra vida real servimos en alguna forma a Cristo en los pobres y en los que sufren. No nos quedemos en teorías.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Datos tomados de http://www.historiasiglo20.org/GLOS/planmarshall.htm También de Wikipedia, Plan Marshall.

[2] Cf ZENIT, – El mundo visto desde Roma, 2005-11-23

117 Cf Juan Pablo II, exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America, (Dado en Ciudad de México, el 22 de enero del año 1999, vigésimo primero de mi Pontificado), que comienza así: La Iglesia en América, llena de gozo por la fe recibida y dando gracias a Cristo por este inmenso don, ha celebrado hace poco el quinto centenario del comienzo de la predicación del Evangelio en sus tierras. Esta conmemoración ayudó a los católicos americanos a ser más conscientes del deseo de Cristo de encontrarse con los habitantes del llamado Nuevo Mundo para incorporarlos a su Iglesia y hacerse presente de este modo en la historia del Continente. La evangelización de América no es sólo un don del Señor, sino también fuente de nuevas responsabilidades. Gracias a la acción de los evangelizadores a lo largo y ancho de todo el Continente han nacido de la Iglesia y del Espíritu innumerables hijos.(1) En sus corazones, tanto en el pasado como en el presente, continúan resonando las palabras del Apóstol: « Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! » (1 Co 9, 16). Este deber se funda en el mandato del Señor resucitado a los Apóstoles antes de su Ascensión al cielo: « Proclamad la Buena Nueva a toda la creación » (Mc 16, 15). En el N° 2 dice: Precisamente el mismo día en que se cumplían los quinientos años del comienzo de la evangelización de América, el 12 de octubre de 1992, con el deseo de abrir nuevos horizontes y dar renovado impulso a la evangelización, en la alocución con la que inauguré los trabajos de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo, hice la propuesta de un encuentro sinodal « en orden a incrementar la cooperación entre las diversas Iglesias particulares » para afrontar juntas, dentro del marco de la nueva evangelización y como expresión de comunión episcopal, « los problemas relativos a la justicia y la solidaridad entre todas las Naciones de América ».(3) La acogida positiva que los Episcopados de América dieron a esta propuesta, me permitió anunciar en la Carta apostólica Tertio millennio adveniente el propósito de convocar una asamblea sinodal « sobre la problemática de la nueva evangelización en las dos partes del mismo Continente, tan diversas entre sí por su origen y su historia, y sobre la cuestión de la justicia y de las relaciones económicas internacionales, considerando la enorme desigualdad entre el Norte y el Sur ».(4) Entonces se iniciaron los trabajos preparatorios propiamente dichos, hasta llegar a la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para América, celebrada en el Vaticano del 16 de noviembre al 12 de diciembre de 1997.

[4] El Tiempo en Internet, octubre 17, 2008. Véase también http://www.brettonwoodsproject.org/art-562620, Nuevos estimativos de la pobreza del Banco Mundial: Es más confuso que nunca, Noticia, Nicolo Tomaselli, EURODAD 7 October, 2008, Boletín 62

[5] El Tiempo, miércoles 15 de octubre 2008, 1-8

[6] Aparecida 98ss

[7] Aparecida, 380ss

Reflexión 113 Desarrollo: la dimensión humana


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El Desarrollo es el Nuevo Nombre de la Paz (VI) Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana

La Crisis Financiera Mundial: ¿Un capitalismo sin contradictores?

Vamos a seguir ahora comentando el tema del desarrollo económico. Hemos querido seguir la conferencia del P. Sergio Bernal, S.J. en el en el IV Congreso Nacional de Reconciliación, organizado por el Secretariado de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal. Recordemos que el P. Bernal trató los aspectos éticos, los aspectos humanos, del desarrollo económico. Hoy, debido a la situación de la crisis financiera mundial, que todavía no se ha superado, vamos a seguir también considerando sus implicaciones, como lo hicimos en el programa anterior. Estas reflexiones no nos desvían del tema que nos ocupa sobre el desarrollo económico, visto con los ojos del Evangelio. Más bien nos aclaran, qué significa en la práctica la visión cristiana del desarrollo.

Decíamos que no se puede juzgar si el desarrollo económico es bueno o malo, considerándolo solamente desde el punto de vista técnico. Hay que evaluar si el desarrollo económico de que se trate favorece o afecta negativamente a las personas. Lo que pasa en estos días es un ejemplo claro de lo que puede ser el desarrollo que se deja suelto, sin orientación del Estado, sin controles adecuados y oportunos.

Resumamos el pensamiento de Pablo VI, como lo expuso en su encíclica, sobre el desarrollo de los pueblos.

La D.S.I. ve y juzga al desarrollo económico con ojos cristianos; fue así como lo propuso Pablo VI en su encíclica Populorum progressio. El Santo Padre, siguiendo las líneas trazadas por el Concilio Vaticano II, en particular en la Constitución pastoral Gaudium et spes, propone un desarrollo que se identifique por dos características esenciales: por ser un desarrollo integral y solidario. Integral, porque debe abarcar todas las dimensiones del hombre y no sólo su dimensión material.

Un desarrollo de todo el ser humano y para todos los seres humanos

El hombre, considerado integralmente, tiene necesidades que no son sólo materiales, sino que pueden ser además, necesidades intelectuales, morales y espirituales. Y se debe trabajar por lograr un desarrollo, que además de integral, – que abarque a todo el hombre, – sea también un desarrollo solidario, es decir que abarque a todos los hombres, de todas las razas, de todos los continentes; en resumen, se debe trabajar por conseguir un desarrollo de todo el ser humano y para todos los seres humanos.

Pablo VI, en su encíclica Populorum progressio, describe el proceso de desarrollo desde una visión cristiana, como el paso de las condiciones menos humanas, en que muchas personas viven en el mundo, a unas condiciones más humanas. No es suficiente que haya crecimiento económico, en el sentido de que haya más dinero, más bienes y servicios, pero solo disponibles para quien tenga ese dinero. Si ese crecimiento no es armónico, en bienes y servicios materiales, pero además en bienes intelectuales, morales y espirituales, y que lleguen a todos los seres humanos, no se debería hablar de desarrollo. Puede ser crecimiento económico, pero nada más.

Sin posibilidad de vivir dignamente

La primera condición poco humana señalada por Pablo VI, en que viven hoy muchos seres humanos, es la de los que están privados de lo necesario para vivir dignamente.

El martes pasado 7 de octubre (2008), publicó El Tiempo algunos datos sobre la pobreza en Colombia. Son datos que no nos pueden dejar tranquilos. Según esa información, tomada de un trabajo de los investigadores Luis Jorge Garay, Carlos Betancourt y Adriana Rodríguez, con datos de los años 2004 y 2006, el 45% de nuestra población es pobre y el 12% está en la indigencia.[1] No se puede hablar de un desarrollo justo ni equitativo, con esas cifras de personas que no tienen lo suficiente para vivir con dignidad; por lo menos el 12% que está en la indigencia. Es verdad que los índices de pobreza y de indigencia han descendido desde el año 2002, cuando según el Departamento Nacional de Planeación, la pobreza se encontraba en el 57% (ahora en 45%) y la indigencia el año 2002 se encontraba en el 20,7%, (ahora en el 12%),[2] pero el esfuerzo, que parecería muy bueno, no es suficiente, si se tiene en cuenta que, como en Colombia somos aproximadamente 45 millones de habitantes, el 12% son 5.400.000 personas, hermanos nuestros, que viven en estado de indigencia; – que no tienen lo necesario para vivir con dignidad, pues deben vivir con Col $ 3.023 diarios -, y los pobres, el 45%, que suman 20.250.000 personas, viven con un ingreso diario de alrededor de Col $ 7.500. Esto pasa en nuestro país. ¿No estamos dispuestos a ceder algo de lo nuestro para los pobres? No somos dueños absolutos de lo que tenemos; somos sólo administradores.

Indigencia moral, pobreza moral

Pablo VI en la Populorum progressio proponía que un desarrollo económico, visto con ojos cristianos, debía consistir, primero, en el paso de las condiciones menos humanas en que muchas personas viven en el mundo, a unas condiciones más humanas. Luego, junto a los que carecen de lo material, cita el Papa a los que podríamos llamar “pobres morales”, los que están mutilados por el egoísmo. Los que viven en una postración moral, muy poco humana, de la que hay que ayudarles a salir. Son los egoístas que sólo piensan en su propio bienestar, en sus ganancias, en su bienestar y son ciegos ante las necesidades de los demás. El egoísmo es una carencia moral. Hay necesidades materiales y también necesidades morales. Y hablando de pobreza y de indigencia, también hay personas en indigencia moral y otros en pobreza moral.

Pablo VI menciona además, como condiciones poco humanas, las estructuras opresoras que se originan en el abuso del poder y del tener, con el consiguiente maltrato a las personas, en particular con la explotación de los trabajadores o la injusticia en los negocios. Todo eso se produce por el abuso de los que detentan el poder, bien sea político o económico.

La opresión del poder y del tener

El desarrollo, visto con ojos cristianos, tiene que superar esas condiciones menos humanas, como la miseria y la opresión del poder y del tener; además debe superar calamidades sociales como la enfermedad del sida, el paludismo, la tuberculosis. Desastres como el desplazamiento forzado, las calamidades que padecen las víctimas de la violencia, de las guerras y de las catástrofes naturales. Pablo VI en su descripción del proceso de desarrollo integral y solidario, por el que se debe trabajar, incluye la ampliación de los conocimientos y la adquisición de la cultura. Hay que hacer un gran esfuerzo en educación. No se resuelve el problema de la pobreza sólo con comedores comunitarios, con políticas asistencialistas. Es admirable en ese sentido la labor de la Iglesia con los desplazados, a quienes no solo acoge y socorre en las necesidades inmediatas, sino que les ayuda a desarrollar actividades que les permitan sostenerse de manera autónoma.

La visión cristiana del desarrollo que propone Pablo VI es la visión del Evangelio. Para que el mundo busque ese desarrollo económico, que respeta ante todo la dignidad de la persona humana, se requiere el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Y añade todavía más el Papa; deberíamos llegar a condiciones más humanas como la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres (PP 21)

El sueño del milenio para el 2015

Comentamos la semana pasada, que como lo exponen los editores de la revista católica AMERICA, en la actual crisis financiera de los Estados Unidos y de Europa, dada la globalización de la deuda en las redes financieras mundiales, que los gobiernos inyecten dinero al sistema es necesario, para evitar que se funda la economía, aunque, a pesar de ese rescate del sistema financiero el futuro es todavía incierto. Lo negativo de ese rescate financiero, en el caso de los EE.UU. es que, según la misma revista AMERICA, ese enorme desembolso hace también que el gobierno sea menos capaz de ayudar a los necesitados tanto en el propio país como en el extranjero por un largo tiempo (…). Salvar a las instituciones financieras suavizará sólo un poco la situación de los que son siempre los más vulnerables – los pobres y la clase media. En los E.UU. ellos encontrarán más difícil obtener préstamos hipotecarios. En el mundo global, la esperanza del milenio de bajar la pobreza mundial a la mitad en el año 2015 se convertirá casi con certeza, en un sueño.[3]

La visión cristiana del mundo es grandiosa, es la de Dios, que es Amor. Si el mundo tratara de regirse por el Evangelio, se iría convirtiendo en el Reino que Jesús predicó y nos encargó construir. No se ve de qué otra manera el mundo se pueda encaminar por la paz y la justicia, si no es aceptando que todos somos hermanos, que la ley que tiene que estar por encima de las técnicas de la economía es la de la solidaridad con nuestros semejantes, que tienen derecho, como todos nosotros, a una vida digna.

Además de las ideas de Pablo VI en su encíclica Populorum progressio, es oportuno citar a Juan Pablo II en Centesimus annus, donde dice en N° 29:

Buscar a Dios, conocerlo y vivir según tal conocimiento

(…) el desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión humana integral[4]. No se trata solamente de elevar a todos los pueblos al nivel del que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo solidario una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad de responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios. El punto culminante del desarrollo conlleva el ejercicio del derecho-deber de buscar a Dios, conocerlo y vivir según tal conocimiento. En los regímenes totalitarios y autoritarios se ha extremado el principio de la primacía de la fuerza sobre la razón.

En la Populorum progressio ya Pablo VI había advertido sobre la urgencia de emprender acciones audaces por un verdadero desarrollo, acciones que no debemos esperar que otros emprendan, pues tenemos nuestra parte, aunque no es suficiente lo que personalmente podamos realizar, sin una acción del Estado. Dice así Pablo VI en los N° 32 y 33:

Cada uno debe aceptar generosamente su papel

Entiéndasenos bien: la situación presente tiene que afrontarse valerosamente y combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo. El desarrollo exige transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender, sin esperar más, reformas urgentes. Cada uno debe aceptar generosamente su papel, sobre todo los que por su educación, su situación y su poder tienen grandes posibilidades de acción. Que, dando ejemplo, empiecen con sus propios haberes, como ya lo han hecho muchos hermanos nuestros en el Episcopado.[5] Responderán así a la expectación de los hombres y serán fieles al Espíritu de Dios, porque es «el fermento evangélico el que ha suscitado y suscita en el corazón del hombre / una exigencia incoercible de dignidad»

33. La sola iniciativa individual y el simple juego de la competencia no serían suficientes para asegurar el éxito del desarrollo. No hay que arriesgarse a aumentar todavía más las riquezas de los ricos y la potencia de los fuertes, confirmando así la miseria de los pobres y añadiéndola a la servidumbre de los oprimidos. Los programas son necesarios para «animar, estimular, coordinar, suplir e integrar»[6]la acción de los individuos y de los cuerpos intermedios. Toca a los poderes públicos escoger y ver el modo de imponer los objetivos que proponerse, las metas que hay que fijar, los medios para llegar a ella, estimulando al mismo tiempo todas las fuerzas, agrupadas en esta acción común. Pero ellas han de tener cuidado de asociar a esta empresa las iniciativas privadas / y los cuerpos intermedios. Evitarán así el riesgo de una colectivización integral o de una planificación arbitraria que, al negar la libertad, excluiría el ejercicio de los derechos fundamentales de la persona humana.

No tratar de resucitar al comunismo

Las últimas palabras, sobre el riesgo de una colectivización integral o de una planificación arbitraria que, al negar la libertad, excluiría el ejercicio de los derechos fundamentales de la persona humana son una clara advertencia que deberían tener en cuenta los que quieren resucitar el comunismo.

El cambio de mentalidad que necesitamos, para que el ideal cristiano del desarrollo se realice, no es otra cosa que una conversión hacia el ideal evangélico. No es que nos inviten a todos a optar por la pobreza. Algunos tienen la vocación a la pobreza evangélica, para consagrarse a los demás, pero no todos estamos llamados a la pobreza de San Francisco de Asís o de la Beata Madre Teresa. Juan Pablo II en la encíclica Centesimus annus, en el N° 36, nos aclara este pensamiento, al tratar sobre el consumismo. Dice:

Estilo de vida equivocado: orientado a tener y no a ser

No es malo el deseo de vivir mejor, pero es equivocado el estilo de vida que se presume como mejor, cuando está orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir la existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo[7]. Por esto, es necesario esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres / para un crecimiento común / sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones. A este respecto, no puedo limitarme a recordar el deber de la caridad, esto es, el deber de ayudar con lo propio «superfluo» y, a veces, incluso con lo propio «necesario», para dar al pobre lo indispensable para vivir. Enseguida Juan Pablo II menciona la actitud de querer ayudar y (…) la confianza en la Providencia, lo cual muestra las cualidades humanas de quien ayuda.

No olvidemos que, como dice el mismo Papa Juan Pablo II en la Centesimus annus, en el N° 42:

Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en consideración, (los problemas de miseria material y moral), porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, (…) confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado.

La solución capitalista vive ahora el fracaso que vivieron antes los países de la órbita comunista

Nos está enseñando la actual crisis financiera mundial, que la solución a los problemas de miseria no se puede confiar al libre desarrollo de las fuerzas del mercado, como lo pretende el capitalismo liberal, ni tampoco confiarla a la dictadura, como antes, desde la otra orilla ideológica, los países que cayeron en la órbita comunista, que sufrieron ya el desastre económico, moral, y la pérdida de la libertad.

¿Por qué no jugar con las mismas reglas?

Como nos han comentado en todos los medios de comunicación, los países poderosos de Europa, los de Asia y los EE.UU. se han visto obligados a inyectar enormes sumas de dinero al sistema financiero para evitar peores males. Vimos que esa inyección de dinero de los países desarrolladoses necesaria para que la economía mundial no colapse completamente, con un mayor sufrimiento para las clases media y pobre; sin embargo llama la atención la manera diferente de jugar cuando se trata de salvar a los bancos, y cómo se responde a la crisis de hambre en el mundo. Los EE.UU. aprobaron una inyección de 700 mil millones de dólares al sistema financiero. Cuando la economía estaba boyante, ¿por qué los países desarrollados no inyectaron sumas parecidas, a los programas para disminuir la pobreza en el mundo? Resulta que ahora, porque hay que invertir dinero en la crisis, la esperanza del milenio de bajar la pobreza mundial a la mitad en el año 2015, se convertirá casi con certeza, en un sueño.[8]

Algunas consideraciones muy interesantes, sobre la crisis financiera actual, nos ofrece en un artículo, el jesuita irlandés P. Tony O’ Riordan, Director del Centro Jesuita por la Fe y la Justicia, que nos ayudan a enfocar esta crisis desde el punto de vista de la moral, y nos pone a preguntarnos si el Evangelio puede iluminar al mundo en esta situación sin precedentes.[9] Según el P. O’Riordan, el gobierno obró de buena fe al tomar la decisión de inyectar dinero al sistema financiero, pero su decisiva respuesta a la crisis que enfrenta el sector de los bancos es notoriamente diferente en calidad y convencimiento, a su respuesta a la crisis de la salud y de la vivienda que soportan los menos favorecidos. Se refiere a la situación en Irlanda.

Añade el P. O’Riordan que esa decisión demuestra también, que frente a una crisis, los políticos pueden estar dispuestos a tomar las medidas más extraordinarias, aun aquellas que desafían todas las reglas normales y las ideologías. Y dice que lo que enfurece a mucha gente, especialmente a los sin techo, a aquellos que sufren de un mal sistema de salud, es que sus situaciones también son críticas, pero no parecen provocar la voluntad política para tomar medidas extraordinarias.

Más de 20 años sin contradictores

Refiriéndose a la crisis mundial, no sólo al impacto en su país, el P. O’Riordan opina que esta crisis pone de manifiesto la insuficiencia y el fracaso de una forma de capitalismo, al que se ha permitido avanzar por más de 20 años, sin que se lo haya puesto en duda seriamente.

La Iglesia, ante esta situación de crisis de la economía mundial, tiene que reflexionar sobre cómo la codicia y la competencia, que son tan prominentes en nuestro tiempo, se pueden transformar en solidaridad y consideración del bien común. Mientras el capitalismo no se llene de estos valores, nos llevará a más y más crisis, en las cuales toda la humanidad va a pagar el precio.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] El Tiempo, Bogotá, martes 7 de octubre de 2008, 1-4

[2] Según el DNP (Departamento Nacional de Planeación), el tercer trimestre de 2005, (metodología DANE), los ingresos por persona/mes eran: para la Indigencia: Col $ 90.710; Pobreza: $ 224.307 . Por hogar/mes: Indigencia: $ 360.444; Pobreza: $ 891.299 (Hogares compuestos por 4 personas).

[3] Cf http://www.americamagazine.org, Bailout and Equity, by THE EDITORS/ October 6, 2008

[4] Cf enc. Sollicitudo rei socialis, 27-28: l.c. 547-550; Pablo VI, enc. Populorum progressio : 43-44: l.c., 278

[5] Cf., p. e., Mons. M. Larrain Errázuriz, obispo de Talca (Chile), presidente del Celam, Carta pastoral. Desarrollo : Éxito o fracaso en América Latina (1965).

[6] Mater et magistra l. c. 414.

[7] Cf Gaudium et spes, 35; Populorum progressio 19

[8] Revista AMERICA, editorial citado en la Reflexión anterior, nota 102

[9] Puede encontrarse el artículo del P. Tony O’Riordan en AMDG Express Newsletter, 07 October 2008, en Internet. La organización de los jesuitas lleva el nombre en inglés Jesuit Centre for Faith and Justice


Reflexión 112 Desarrollo nuevo nombre de la paz (V)

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El Desarrollo es el Nuevo Nombre de la Paz (V)

Vamos a continuar hoy nuestra reflexión sobre el desarrollo económico, con base en la ponencia del P. Sergio Bernal, S.J. en el IV Congreso Nacional de Reconciliación organizado por el Secretariado de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal. El P. Bernal trató los aspectos éticos, es decir, los aspectos humanos, del desarrollo económico. El desarrollo económico no se puede juzgar bueno o malo, considerándolo solamente desde el punto de vista técnico. Es necesario evaluar la incidencia del desarrollo económico en las personas; si las favorece o las afecta negativamente. Brevemente anotaremos también algo, al final, sobre la crisis financiera en los EE.UU., que, por el volumen enorme de sus negocios en todo el mundo, va a afectar no sólo a su población, sino que nos va a tocar a todos de alguna manera, en algún momento.

Un desarrollo de todo el ser humano y para todos los seres humanos

La D.S.I. ve y juzga al desarrollo económico con ojos cristianos; así lo propuso Pablo VI en su encíclica Populorum progressio, la encíclica que dedicó precisamente al tema del desarrollo de los pueblos. El Santo Padre, siguiendo las líneas trazadas por el Concilio Vaticano II, en particular en la Constitución pastoral Gaudium et spes, propone en su encíclica un desarrollo que se caracterice por ser integral y solidario. Integral, porque debe abarcar todas las dimensiones del hombre y no sólo su dimensión material. El hombre, considerado integralmente, tiene necesidades que no son sólo materiales sino que pueden ser necesidades intelectuales, morales y espirituales. Y se debe trabajar por lograr un desarrollo, que además de integral, – o sea que abarque a todo el hombre, – sea también un desarrollo solidario, es decir que abarque a todos los hombres, de todas las razas, de todos los continentes; en resumen, se debe trabajar por conseguir un desarrollo de todo el ser humano y para todos los seres humanos.

Vimos en la reflexión anterior que Pablo VI, en su encíclica Populorum progressio, describe el proceso de desarrollo desde una visión cristiana, como el paso de las condiciones menos humanas en que muchas personas viven en el mundo, a unas condiciones más humanas. Empieza por mencionar la condición muy poco humana de los que están privados de lo necesario para vivir dignamente.

Los pobres morales

Junto a ellos, que carecen de lo material, cita el Papa a los que podríamos llamar “pobres morales”, los que están mutilados por el egoísmo. Los que viven en una postración moral, muy poco humana, de la que hay que ayudarles a salir. Son los egoístas que sólo piensan en su propio bienestar, en sus ganancias, en su bienestar y son ciegos ante las necesidades de los demás. El egoísmo es una carencia moral. Hay necesidades materiales y también necesidades morales.

Pablo VI menciona además, como condiciones poco humanas, las estructuras opresoras que se originan en el abuso del poder y del tener, con el consiguiente maltrato a las personas, en particular con la explotación de los trabajadores o la injusticia en los negocios. Todo eso se produce por el abuso de los que detentan el poder, bien sea político o económico.

El abuso del poder o del tener en los negocios

Cuando hay lagunas en la legislación o la justicia es ineficiente

Hay muchos abusos en los negocios. Los vivos, que con un nombre más apropiado se podrían llamar los ”pícaros”, aprovechan las lagunas en la legislación o la ineficiencia de la justicia para beneficiarse de lo que no les pertenece y crecen económicamente a costa de los demás. La justicia humana es imperfecta, pero a la justicia de Dios nadie la puede engañar y algún día les llegará a los que aquí escaparon de la justicia humana.

Las calamidades sociales

El desarrollo, visto con ojos cristianos, tiene que superar esas condiciones menos humanas, como la miseria y la opresión del poder y del tener, y además debe superar las calamidades sociales; mencionábamos calamidades como las de las enfermedades, por ejemplo el sida, el paludismo, la tuberculosis. Calamidades como el desplazamiento forzado, las calamidades que padecen las víctimas de la violencia, de las guerras y de los desastres naturales. Y Pablo VI va más lejos en su descripción del proceso de desarrollo integral y solidario, por el que se debe trabajar; incluye en él la ampliación de los conocimientos y la adquisición de la cultura.

El espíritu de pobreza como algo posible y deseable

La visión cristiana del desarrollo, que es la visión del Evangelio, nos dice que no se puede lograr el auténtico desarrollo, a no ser que se tenga en cuenta la dignidad de los demás. Y veíamos la semana pasada, que los que mucho tienen, deben pensar en dejar el egoísmo y considerar en su vida, como algo posible y deseable, el espíritu de pobreza y la cooperación con el bien común. Tenemos que estar dispuestos a ceder algo de lo nuestro, en beneficio de los que no tienen ni siquiera el mínimo vital. Y los violentos tienen que aceptar la necesidad de cambiar y tener voluntad de paz.

Reconocer los valores supremos y a Dios su fuente y su fin

Y la visión cristiana que presenta Pablo VI es aún más elevada, cuando añade que el desarrollo integral supone el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Y añade más todavía; deberíamos llegar a condiciones más humanas como la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres (PP 21).

La defensa de la vida, un reconocimiento de nuestra dependencia amorosa del Creador

La visión cristiana del mundo es grandiosa, es la de Dios, que es Amor. Algunos, cuando se refieren a la Iglesia, hablan sólo de su posición frente a temas que sí son muy importantes, como la educación en valores, pero con una óptica miope, reducen el pensamiento de la Iglesia a un moralismo limitado a lo que tiene que ver con la sexualidad. Se les olvida que el mandamiento cristiano por excelencia es el amor; que de él se deriva todo lo demás, que el fundamento de la dignidad humana es el haber sido creada a imagen de Dios. No tienen en cuenta que la defensa de la vida en todas sus fases, desde la concepción hasta la muerte natural es un reconocimiento de nuestra dependencia amorosa del Creador. Nuestra religión es de una grandeza infinita y a veces ser pretende reducirla a nuestra limitada dimensión humana, a nuestra pequeñez. Si el mundo tratara por lo menos de regirse por el Evangelio, sin recortarlo, se iría convirtiendo en el Reino que Jesús predicó y nos encargó construir.

CONVIVIO: para reflexionar sobre la realidad actual y plantear respuestas a los problemas que vivimos y vemos cotidianamente

Me pareció triste escuchar en estos días el comentario de una persona a quien quiero mucho, sobre una reunión de jóvenes católicos de distintos colegios, que se iba a celebrar en estos días en Bogotá. Su comentario fue: “Seguramente se reunirán a hablar del aborto”. Fue un comentario que me pareció pretendía minimizar la importancia de esa reunión. Yo le dije: “puede ser que traten sobre el aborto que es un tema importante, pero el aborto no es el único tema del catolicismo”. Quise saber más sobre esa reunión y busqué en Internet. Lo que encontré lo quiero compartir con ustedes porque es muy consolador. Lo primero que encontré fue que esas reuniones tienen el nombre de CONVIVIO, que significa CONVITE, y es un Congreso Internacional de Estudiantes Católicos que se celebra en distintos lugares de Latinoamérica. Durante un fin de semana jóvenes de los últimos años de colegio se reúnen para reflexionar sobre la realidad actual y plantear respuestas a los problemas que vivimos y vemos cotidianamente. En el ‘blog’ del colegio donde se celebró el CONVIVIO de este año 2008, uno de los alumnos escribió sus impresiones de esa reunión. Voy a leer algunas frases de su escrito porque jóvenes así nos devuelven el optimismo. Podemos tener esperanza, porque nuestra sociedad tiene reservas que la van a sacar adelante. Dice ese joven en su escrito:

Como muchos deben saber, este fin de semana, en nuestro colegio, se hizo el Congreso de Jóvenes Católicos, CONVIVIO, el cual me ayudó a mi a ver como estaba yo con respecto a mi religión…y más que todo con Dios.

Más adelante, de la reunión del primer día en la que tuvieron charlas, les presentaron videos y compartieron sus ideas en grupos pequeños, destaco estos comentarios del autor:

Yo decía que a mi siempre me ha encantado ayudar a los demás…y que es mi mision en la vida.

(…) nos dio una charla un muchacho con Leucemia (Cáncer en la sangre), en la cual él preguntó: ¿Quiénes estarían dispuestos a dar la vida por un amigo o por un familiar? Y muchos levantaron la mano, incluyéndome… Después preguntó: ¿Quiénes estarían dispuestos a dar la vida por un conocido? Menos personas levantaron la mano, incluyéndome. Luego preguntó: ¿Quiénes estarían dispuestos a dar la vida por un desconocido? Y ahora eran como 20 manos levantadas, incluyéndome. Y la última pregunta fue: ¿Quiénes estarían dispuestos a dar la vida por un enemigo? Y levantamos la mano como 10, y me quedé pensando: ¿Por que los demás no alzaron la mano esta vez y yo sí?

El más grande amor

Después tuvimos una actividad de mini-grupos en la cual hablamos acerca de lo que pensábamos acerca de esa charla y yo ratifiqué de nuevo, que yo daría la vida por un enemigo, porque Cristo también lo hizo…pudiéndolo evitar, pero también lo hizo, y expliqué que me encanta enseñar, no solo conocimientos sino cosas que he aprendido con mi experiencia, (de Moral, virtudes, entre otras) y que yo daría la vida por mis amigos en cualquier momento, y por un enemigo, aún más, porque por mi experiencia, tener padres separados…maldad en mi familia, canalicé todo lo que pasaba a mi alrededor en algo bueno…y me volví un instrumento del bien, y más aún, de Dios. Después en el mismo mini-grupo, cada persona tenía que sacar una oración de una canasta y leerla con la luz de una vela, al lado de una foto de Jesús, y me salió una Cita Biblica, porque así Dios lo mandó, que dice asi:

Jn 15: 13-14: “No hay mayor amor que el que puede dar su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si (…) hacen lo que yo les mando”. (El autor del blog no pone en español la cita completa, pero si en inglés):

“Greater love has no one than this, that he lay down his life for his friends. You are my friends if you do what I command.”

Y me di cuenta de que estaba por buen camino, y que estaba haciendo lo que Dios pedía de mí…enseñar y dar mi vida todos los días por mis amigos, y por los demás, mi camino a la felicidad, y no una efímera sino una de salvación. (…)

(Me preguntaron) si quería dar un testimonio de lo que viví en esos tres días, y (…) les conté que fue una de las mejores, si no, la mejor experiencia de fe en mi vida entera, y que me ratifiqué en que mi camino debe ser el de la educación…y más general aún, el de hacer el bien.

Solo que me resta agradecer (…), a la gente que organizó esto, y que lo ha venido organizando por mas de 30 años, que sigan con esto, y que tienen a alguien más que los va a ayudar con lo que necesiten, porque CONVIVIO, no es como lo pintan a veces algunas personas, sino un momento más en la vida para poder trascender…hacia Cristo, y hacia Dios.

No todo se ha perdido

En situaciones como las que estamos viviendo, que no animan, porque pareciera, a veces, que nuestro país, que el mundo, estuvieran desahuciados espiritualmente, es consolador encontrar que no debemos ser pesimistas, que hay gente que quiere vivir en un mundo como Dios en su mente creadora lo ideó: un mundo de paz, de amor y por lo tanto de alegría. Jóvenes con esas ideas así, nos ayudan a confirmarnos en la esperanza cristiana.

Veníamos diciendo que, si se realizara el pensamiento cristiano sobre lo que el mundo debería ser, que es el pensamiento del Evangelio, viviríamos en el Reino que Jesús predicó y del cual nos encargó su construcción.

La crisis financiera de los EE.UU. nos llega

Sigamos ahora con el tema del desarrollo económico. No podemos dejar de mencionar la crisis financiera que agobia en estos días a los Estados Unidos y que en alguna forma alcanza al mundo entero, y va a tener alguna incidencia en los países pobres. En la raíz de todos estos males está el desenfoque con que se plantea el desarrollo, y en últimas el desenfoque en los fines que el ser humano se plantea para su vida en la tierra. No ven su oficio, los que gobiernan el mundo político y económico, como el de administradores de los bienes que Dios les encargó. Infortunadamente, los que más sufren ese mal gobierno económico y político son los pobres.

Las multinacionales farmacéuticas y la pobreza en el tercer mundo

Sobre la incidencia, especialmente en los países pobres, del desarrollo económico mal entendido, en el Catolicismo.com.co, – la edición del periódico de la arquidiócesis de Bogotá en Internet, – publicaron el artículo Las multinacionales farmacéuticas y la pobreza en el tercer mundo”. Nos ofrecen allí algunos datos que estremecen, sobre la situación de miseria de algunos países africanos. Conocemos más de la pobreza en nuestro país, en el cual, como vimos la semana pasada, la taza de pobreza está en 45.1%. Es peor aún la situación de nuestros hermanos de África. No dejan de ser nuestros hermanos porque vivan lejos… Veamos:

Según el Reporte 2008 de Médicos sin fronteras sobre las crisis humanitarias olvidadas, cuatro tienen que ver con África, el África que continúa sufriendo a causa de la falta de medios, víveres, medicinas: Somalia, Zimbabue, República Democrática del Congo y República Centroafricana. Los conflictos traen muerte, enfermos que atender y curar, e intensifican la crisis económica, ya que destruyen el ya débil sistema de sustento de los países pobres. Las guerras son una terrible arma de propagación de las enfermedades, como está sucediendo en Kenia, durante la crisis post-electoral, en la que el número de enfermos de Sida está creciendo descontroladamente (uno de los motivos es el aumento de la prostitución, por medio de la cual muchas mujeres hacen frente a la crisis económica).

El 97% de los decesos por enfermedades infecciosas, que cada año en el mundo llegan a 15 millones de casos, ocurre en los países en vías de desarrollo. El Sida es la primera causa de muerte en el África subsahariana (2,8 millones de muertos); por lo general la pulmonía y las infecciones respiratorias son culpables de 4 millones de muertos, la malaria de 1,3 millones, la tuberculosis de 1,6 millones, la diarrea de 1,8 millones de decesos cada año. En los países en vías de desarrollo las mujeres mueren todavía por consecuencias vinculadas al embarazo o al parto: son más de 500 mil cada año. Alrededor de 2 mil millones de personas son afectadas por enfermedades que derivan del uso del agua no potable, y cada año mueren 2 millones de estas personas.

¿Pretende suicidarse el capitalismo?

Ahora la crisis económica ha llegado también a los países desarrollados: los EE.UU. y también Europa sienten sus consecuencias. Para salvar a esos países de la crisis, que por ahora afecta a las entidades financieras, pero que necesariamente repercutirá en los ciudadanos comunes y corrientes, el gobierno de los EE.UU. tiene que intervenir, pues no lo hizo a tiempo. Según el economista Carlos Caballero Argáez tiene que intervenir para salvar al capitalismo que, una vez más, intentó suicidarse y hasta ahora no ha tenido bastante éxito en su empeño. Cuando escuchamos a los especialistas en estos temas, vemos que no están todos de acuerdo en el diagnóstico ni el remedio de la crisis. El análisis depende de la orientación política de quienes hablan, y dan sus conceptos influenciados por su ideología. Lo que sí podemos ver con claridad es que el sistema capitalista no es la panacea, que los mercados no controlados no corrigen solos sus errores.

La Doctrina católica de siempre

Es bueno recordar ahora que la D.S.I. lo había dicho desde siempre: que ni el socialismo marxista ni el capitalismo liberal son la solución para el manejo justo de la economía. Hemos estado estudiando el pensamiento de Pablo VI sobre el desarrollo, en particular en su encíclica sobre el Desarrollo de los pueblos, escrita hace 40 años. El mismo Pablo VI en Octogesima adveniens, en los 80 años de la Rerum novarum, decía en 1971, en el N° 2:

Siguen existiendo diferencias flagrantes en el desarrollo económico, cultural y político de las naciones: al lado de regiones altamente industrializadas, hay otras que están todavía en estadio agrario; al lado de países que conocen el bienestar, otros luchan contra el hambre; al lado de pueblos de alto nivel cultural, otros siguen esforzándose por eliminar el analfabetismo. Por todas partes se aspira a una justicia mayor, se desea una paz mejor asegurada en un ambiente de respeto mutuo entre las personas y entre los pueblos.

En el N° 26 Pablo VI se refiere específicamente a las dos ideologías, la marxista y la liberal, con estas palabras:

El hombre o la mujer cristiana que quieren vivir su fe en una acción política concebida como servicio, no pueden adherirse, sin contradecirse a sí mismos, a sistemas ideológicos que se oponen, radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción de la persona humana. No es lícito, por tanto, favorecer a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y a la manera como ella entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al ser humano y a su historia personal y colectiva. Tampoco apoya la comunidad cristiana la ideología liberal, que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales y no ya como fin y motivo primario del valor de la organización social.

 

¿Confiar la solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado?

 

En esta crisis se ha visto que en los negocios no se puede sustraer la libertad a toda limitación, como lo pretende el capitalismo liberal; que las iniciativas individuales no van a actuar solidariamente de manera automática, si no hay una autoridad que las regule con sabiduría y de manera oportuna.

Y cómo no citar las palabras del Gran Juan Pablo II sobre el desarrollo, en la encíclica Centesimus annus, quien decía en 1991, en el centenario de la Rerum novarum, en el N° 42:

Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en consideración, porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma fideísta, confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado.

Y la revista AMERICA dice

Estamos viendo que la solución de los problemas económicos no se puede dejar al libre desarrollo de las fuerzas del mercado. Terminemos nuestra reflexión de hoy con algunas ideas sobre la crisis financiera, publicadas en Nueva York en el semanario católico AMERICA. Están tomadas del editorial, en su edición del 6 de octubre, 2008 (El original en inglés, de la primera cita, se puede leer en las notas al pie de página. Allí se ofrece la dirección de AMERICA en internet. Si desea leer el artículo completo haga clic allí). Nos puede venir bien tener en cuenta estas explicaciones de lo que sucedió en los EE.UU., ahora que se ha vuelto común también en nuestro medio, invertir en negocios que ofrecen altos intereses y garantizan, por lo menos al principio, altísimas ganancias.

Dicen los editores de la revista AMERICA:

Los presidentes de las compañías (C.E.O.’s) no fueron los únicos que se beneficiaron de la llamada ‘cultura del crédito’. La gente común y corriente se volvió complaciente con el creciente valor de su único activo importante, su casa, y la refinanciación se convirtió en algo corriente en la clase media. Los asesores de crédito ofrecieron financiar hipotecas a clientes que no tenían capacidad de crédito. Esta práctica encontró una presa fácil en los pobres, pero para otros, fomentó una cultura del crédito en la cual especular en bienes raíces era tan fácil como visitar al banco del bario. Programas populares de televisión como A&E’s “Flip the House”, promovieron esquemas de cómo volverse rico con facilidad, para las clases media y alta.

Más adelante la revista América advierte:

El desastre previene a aquellos que ponen su fe en el sistema de mercado libre de regulación. La “hipótesis del mercado eficiente” – la noción de que el mercado coloca los recursos de manera óptima – supone que si se proporciona información completa, los inversionistas quedarán capacitados para medir con cuidado los riesgos cuando toman las decisiones de inversión. Con base en esta suposición, se debería sancionar a los presidentes de compañías de pobre desempeño y a los tesoreros por la caída de las acciones y por malos informes financieros. Sin embargo, cuando la información es tan complicada que pocos,- aun los miembros de la Juntas Directivas –pueden entender lo que se está negociando, vemos lo que los economistas llaman “market failure” ( un concepto de los economistas para indicar que el mercado no fue eficiente). En esas circunstancias, los gobiernos deben intervenir.

Que no se funda la economía mundial

La crisis financiera y los más vulnerables: los pobres y la clase media

Para que comprendamos la importancia que tiene para el mundo, no solo para los EE.UU., la solución de esta crisis financiera, termino con este comentario de la revista AMERICA:

Dada la globalización de la deuda en las redes financieras mundiales, la propuesta del Secretario Paulson de dar una inyección de liquidez al sistema es necesaria, para evitar que se funda la economía mundial. La quiebra de los agentes hipotecarios, inversionistas y de A.I.G. (American Internacional Group, que es una organización mundial con operaciones en más de 130 países), predice un futuro todavía más incierto. El costo de la inyección financiera hace también que el gobierno sea menos capaz de ayudar a los necesitados tanto en el propio país como en el extranjero por un largo tiempo. Aun antes de la presente crisis, las alzas en el precio de los alimentos y de la gasolina habían precipitado disturbios alrededor del mundo. Salvar a las instituciones financieras suavizará sólo un poco la situación de los que son siempre los más vulnerables –los pobres y la clase media. En los E.UU. ellos encontrarán más difícil obtener préstamos hipotecarios. En el mundo global, la esperanza del milenio de bajar la pobreza mundial a la mitad en el año 2015 se convertirá casi con certeza, en un sueño.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com

 


 

El blog del colegio se encuentra en la siguiente dirección: http://www.glm.edu.co/index.php?q=node/130

La información que ofrece este artículo está tomado de varias fuentes. Algunas de ellas son: Página Web del Vaticano, www.vatican.va , Agencia FIDES, www.fides.org, Amnistía Internacional – Reporte Anual 2008, www.amnesty.it, Comunidad de S. Egidio, www.santegidio.org, “Global Fund”, .theglobalfund.org, Médicos sin Fronteras, www.medicisenzafrontiere.it, Organización Mundial de la Salud, http://www.who.int/en/index.html

El Tiempo, Bogotá, sábado 27 de septiembre de 2008, 1-21, Nace una nueva era: ¿vuelta al sentido común?

Cf Wikipedia, Flip This House is a television series which airs on the A&E (Arts and Entertainment) television network. Each episode spotlights the purchase and renovation of a single unit. All episodes included listing the price of the purchase, the cost of renovation, and the market value (including potential profit) of the “flipped” property.

Cf http://www.americamagazine.org, Bailout and Equity, by THE EDITORS/ October 6, 2008, C.E.O.’s were not the only ones who profited from the “credit culture.” Ordinary people grew complacent in the growing value of their single major asset, their homes, and refinancing became commonplace across the middle class. Loan officers offered mortgages to customers who were not credit-worthy. This practice preyed on the poor, but for others it fostered a credit culture in which speculating in real estate was as easy as visiting the nearest bank. Popular television shows, like A&E’s “Flip This House,” promoted get-rich-quick schemes for the middle and upper classes.

From Wikipedia, the free encyclopedia, ”Market failure is a concept within economic theory wherein the allocation of goods and services by a free market is not efficient. Market failure can be viewed as a scenario in which individuals’ pursuit of self-interest leads to bad results for society as a whole. The first known use of the term by economists was in 1958,[2] but the concept has been traced back to the Victorian philosopher Henry Sidgwick.”

Cf Wikipedia: Bail out in economics and finance is a term used to describe a situation where a bankrupt or nearly bankrupt entity, such as a corporation or a bank, is given a fresh injection of liquidity, in order to meet its short term obligations. Often bailouts are by governments, or by consortia of investors who demand control over the entity as the price for injecting funds.

Según la página de A.I.G. en internet, esta compañía es: a world leader in insurance and financial services, is the leading international insurance organization with operations in more than 130 countries and jurisdictions.

Reflexión 111 Desarrollo nuevo nombre de la paz (IV)

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El Desarrollo es el Nuevo Nombre de la Paz (IV)

En las reflexiones anteriores hemos estado comentando la interesante conferencia sobre la dimensión humana del desarrollo, es decir sobre los aspectos éticos que se deben tener en cuenta en el desarrollo económico, que el P. Sergio Bernal, S.J., presentó en el IV Congreso Nacional de Reconciliación, organizado por el Secretariado de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal. Como hemos ido viendo, el desarrollo económico no se puede considerar bueno o malo sólo por sus aspectos técnicos; es necesario tener en cuenta su incidencia en las personas. Esa es la dimensión humana del desarrollo: la forma en que afecta negativamente o favorece a las personas.

Recordemos que esa idea sobre el Desarrollo como nuevo nombre de la paz, está tomada de Pablo VI en la encíclica Populorum progressio[1]. Juan Pablo II la consagró al utilizarla en sus mensajes.[2]

Como la ponencia del P. Sergio Bernal contribuye en gran manera a nuestro conocimiento de la D.S.I. vamos a continuar su presentación.

No confundamos el crecimiento económico con el desarrollo

Hemos aprendido que no se debe confundir el desarrollo con el crecimiento económico; se puede producir un crecimiento económico que se manifieste en el aumento de la producción de bienes y servicios, pero que beneficie sólo a algunos, como está pasando actualmente, cuando, a pesar de los progresos materiales, según los últimos datos de la FAO, La población que sufre desnutrición en el mundo aumentó el año pasado (2007), a 923 millones de personas como consecuencia del alza de precios de los alimentos.[3] El verdadero desarrollo debe ser armónico, equitativo. En una palabra, el manejo de la economía debe conducir a un desarrollo al servicio de la humanidad y no utilizar al hombre en servicio de la economía, como cuando del crecimiento de los bienes y servicios se aprovechan solo unos pocos.

Sobre el desarrollo económico al servicio del hombre, como nos lo enseñó el Concilio Vaticano II en la Gaudium et spes, comentó en su conferencia el P. Sergio Bernal:

El hombre es el autor, el centro y el fin de toda actividad social

El Concilio proclama que la ley fundamental del desarrollo es el servicio del hombre que es el autor, el centro y el fin de toda actividad social. Es necesario estimular la producción de bienes y servicios y el progreso de la ciencia y la tecnología, pero teniendo en cuenta que, [l]a finalidad fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales[4] y religiosas; de todo hombre, decimos, de todo grupo de hombres, sin distinción de raza o continente. De esta forma, la actividad económica debe ejercerse siguiendo sus métodos y leyes propias, dentro del ámbito del orden moral, para que se cumplan así los designios de Dios sobre el hombre (GS 64).

El desarrollo visto con ojos cristianos

En la reflexión anterior vimos en qué consiste el desarrollo visto con ojos cristianos, el desarrollo integral y solidario, que proponen el Concilio en la Gaudium et spes y Pablo VI en su encíclica Populorum progressio (El Desarrollo de los pueblos), un desarrollo diferente al que propone la teoría liberal capitalista. Volvamos a leer las palabras del P. Sergio Bernal, quien nos explicó que en la década dedicada por las Naciones Unidas al desarrollo, por allá por 1967:

(…) se imponía la teoría llamada por algunos “desarrollista”, dominada por la ideología liberal capitalista con su concepción errada de la persona humana reducida (a) la dimensión económica. Como respuesta y siguiendo las líneas trazadas por el Concilio, Pablo VI lanza la propuesta de un desarrollo integral y solidario. Nos recordaba en su conferencia el P. Bernal, que de acuerdo con la Sagrada Escritura, Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad.

Dios sometió al hombre la tierra y cuanto en ella se contiene, y al mismo tiempo le dio el mandato de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo.

En cuanto tiene que ver con la ecología, el hombre no haría admirable el nombre de Dios destruyendo la naturaleza, – su obra, – y por otra el Concilio Vaticano II, también en la Gaudium et spes, nos explica nuestra responsabilidad en el desarrollo del mundo, cuando dice que […] el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo. (GS 34).

Evidentemente la voluntad de Dios al crear a un ser a su imagen y semejanza era la de un ser multidimensional cuyo crecimiento debería corresponder a todas las dimensiones del ser. Pero no se trataba de un crecimiento egoísta, sino que tenía que ser compartido con la humanidad en continuo crecimiento. De ahí, que no podía el Papa no proponer estas características del desarrollo en coherencia con la voluntad de Dios.

Una respuesta multidimensional para un ser multidimensional

Las características del desarrollo que Pablo VI propuso, para que se consiga un desarrollo de acuerdo con la voluntad de Dios, son que se busque un desarrollo integral, es decir que contemple al hombre íntegro, no sólo con necesidades materiales sino también con necesidades intelectuales, morales, espirituales. El ser multidimensional, creado a imagen y semejanza de Dios, es el ser humano que no tiene sólo una dimensión material, sino que es también espiritual, inteligente, libre, capaz de amar y de crecer en todas esas dimensiones, con la gracia de Dios.

Pablo VI (… ) – comenta el P. Bernal, – nos ofrece una encíclica dedicada al desarrollo en la cual invita a los responsables de la economía a humanizar el proceso. El llamado del Papa está en perfecta coherencia con aquello que la Iglesia tiene para ofrecer al mundo: su visión del hombre y de la humanidad (PP 13).

El desarrollo económico no es completamente humano si se enfoca a satisfacer sólo sus necesidades materiales. Como tiene especial importancia comprender el desarrollo desde la visión cristiana, como lo plantea Pablo VI, vamos a repetir la descripción que el Papa Pablo VI hace en su encíclica Populorum progressio, del desarrollo que llevaría a la humanidad a pasar, de manera ascendente, de condiciones menos humanas a condiciones más humanas.

No aceptamos la separación de la economía de lo humano

Como introducción leamos antes algunas líneas del N° 14 de la Populorum progressio, que nos ayudan a comprender mejor el planteamiento de la D.S.I. sobre el desarrollo:

El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto (cita el Papa al dominico P. Lebret): «Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera»

Veamos ahora la descripción del proceso de desarrollo, como se ve con visión cristiana. El desarrollo auténtico es el paso de condiciones menos humanas a otras condiciones más humanas, como aparecen en el N° 21 de la encíclica Populorum progressio:

(Son condiciones) Menos humanas: Las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital / y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo.

Esta primera afirmación nos dice, que el auténtico desarrollo debe ayudar a dos grupos humanos a salir de las condiciones menos humanas en que se encuentran: Los que pasan hambre tienen salir de esas condiciones que no son humanas. Los que sufren de desnutrición, que son 923 millones, en este año 2008.[5] ¿El mundo que se llama desarrollado puede estar tranquilo mientras presenten esas cifras? ¿Puede seguir indiferente, satisfecho con su propio desarrollo, gastando sus riquezas sin tener en cuenta que 923 millones de personas sufren de desnutrición? ¿Y qué pasa en Colombia? Según información publicada ayer (septiembre 24, 2008) en El Tiempo, la taza de pobreza en nuestro país, según datos de 2006, – no hay datos actualizados, – está en 45.1%. ¿Podemos seguir indiferentes, cuando casi la mitad de nuestra gente padece de pobreza?

Los mutilados por el egoísmo

Bien anota Pablo VI, que el auténtico desarrollo debe conducir a que los que carecen del mínimo vital, -de lo que necesitan para vivir, – salgan de esas condiciones, que no responden a la dignidad de los seres humanos. También hay otros que se encuentran en condiciones poco humanas; son los que sufren de carencias morales, mutilados por el egoísmo, y tienen que salir de esa condición a una condición más humana. Nos horrorizamos, y con razón, de nuestros mutilados por las minas antipersona. Hay otros que tienen intactos sus brazos y sus piernas materiales, pero que son mutilados morales; mutilados por el egoísmo… Hay que ayudarles a salir de esa postración moral, de la que quizás no son conscientes. El egoísta es bastante corto de vista; no ve más allá de sus propios intereses. Como él nunca siente hambre, ni siquiera se le ocurre que puede hacer algo por los que son sus hermanos hambrientos.

Repitamos entonces el primer grupo de personas que tiene que salir de las condiciones menos humanas en que se encuentran: Los que padecen Las carencias materiales, los que están privados del mínimo necesario para vivir y el grupo de los que sufren las carencias morales, mutilados por el egoísmo.

Y continuemos con las palabras de Pablo VI en la Populorum progressio:

Menos humanas: (son) las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones.

El abuso del tener y del poder

Nos dice Pablo VI que para que se produzca el desarrollo auténtico, hay que salir de las estructuras opresoras que tienen su origen en el abuso del tener o del poder. Las dictaduras abusan del poder, quitan la libertad, deciden sin tener en cuenta el bien común, sin escuchar lo que los demás tienen que decir. Es su ideología, su capricho lo que manda. También se oprime a los demás basándose en el tener. Las injusticias con los trabajadores se suelen originar en la soberbia del tener. Hay que obedecer a quien tiene la sartén por el mango… Lo mismo hacen las entidades financieras con sus usuarios o clientes cuando abusan de ellos. Ellas tienen el dinero y el poder que les dan las reglas que los favorecen. Igual pasa en otros frentes: el más débil es siempre el perjudicado; se gana a costa del otro.

Y Pablo VI describe luego condiciones más humanas a las que se debería llegar con el auténtico desarrollo. Dice:

(Son condiciones) Más humanas: el remontarse de la miseria / a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura.

Lo mínimo necesario para vivir con dignidad

No parece exagerado lo que se reclama: remontarse de la miseria a lo posesión de lo necesario; que todos tengamos por lo menos el mínimo necesario para vivir con dignidad. Y hay que avanzar más; hay que vencer a las calamidades sociales. Podemos pensar en muchas calamidades: en enfermedades como el Sida, el paludismo, la tuberculosis, que no se ha logrado erradicar. Calamidades como el desplazamiento forzado, las víctimas de las guerras, de los desastres naturales… Y añade Pablo VI otros pasos que elevan más el espíritu: la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Y el pensamiento de Pablo VI se sigue elevando, cuado se expresa sobre el desarrollo integral, que debe asumir al hombre completo. Por eso continúa su descripción del desarrollo integral y dice:

(Condiciones) Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza (cf. Mt 5, 3), la cooperación en el bien común, la voluntad de paz.

El espíritu evangélico de pobreza

Es exigente el pensamiento cristiano. No se puede lograr el auténtico desarrollo, a no ser que se tenga en cuenta la dignidad de los demás. Y los que mucho tienen, deben pensar en dejar el egoísmo y considerar en su vida, como algo posible y deseable, el espíritu de pobreza y la cooperación con el bien común. Tenemos que estar dispuestos a ceder algo de lo nuestro, en beneficio de los que no tienen ni siquiera el mínimo vital. Y los violentos tienen que aceptar la necesidad de cambiar y tener voluntad de paz. Y se sigue elevando la visión cristiana que presenta Pablo VI, cuando añade que el desarrollo integral supone condiciones

Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin.

Más humanas, por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres (PP 21).

El Reino de Dios no llegará a quien no trabaje para que llegue

De lo que habla Pablo VI no es otra realidad que el Reino de Dios, que tenemos que ayudar a construir. Es verdad que el Reino de Dios solo llegará a la perfección al finan de los tiempos, pero no llegará para quien no trabaje porque llegue…

Decíamos la semana pasada, que después de leer la lista de las condiciones menos humanas que se deben cambiar, por condiciones más humanas, se comprende la clase de personas que el mundo necesita, para que se produzca el auténtico desarrollo, como lo debemos entender, iluminados por la fe. A este respecto leímos las palabras de Pablo VI en el N° 20 de la Populorum progressio, donde dice:

Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada vez en mayor número, para este mismo desarrollo se exige más todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación.[6] Así se podrá realizar, en toda su plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas.

Después de reflexionar sobre el proceso de cambio, de condiciones menos humanas a condiciones más humanas, para que se produzca un auténtico desarrollo, recordemos la reflexión que hacíamos la semana pasada: según Pablo VI, para conseguir un desarrollo integral, los que manejen el desarrollo de los pueblos, deberían ser personas de reflexión profunda, que asuman los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación.

Es necesaria la conversión de los políticos

Definitivamente se necesita la conversión de los políticos y economistas, del egoísmo a la solidaridad, del odio al amor, para que nuestro país, para que el mundo, lleguen al verdadero desarrollo con el que se logre vivir en condiciones humanas. Tienen que cambiar los que piensan sólo en el dinero como su último fin. Pero no sólo los políticos y los economistas tienen que cambiar. Todos tenemos algo que ver, poco o mucho, pero algo tenemos que ver en nuestra propia vida con el desarrollo, porque en alguna forma estamos involucrados en la vida de los demás. No pensemos sólo en lo que los demás deben hacer. Empecemos por nuestro propio examen de conciencia. Sobre ese párrafo maravilloso de la Populorum progressio (El desarrollo de los pueblos), dice el P. Sergio Bernal en su conferencia:

En este párrafo admirable, encontramos un pequeño tratado sobre el concepto de desarrollo aceptable desde la óptica cristiana. Se abre con la mención a dos tipos de subdesarrollo. El económico de aquellos que carecen del mínimo vital y el cultural de los que están mutilados por el egoísmo. Estos son dos grandes desafíos a los que tenemos que hacer frente. Empeñarnos en lograr esos objetivos del milenio superando la marginación y la pobreza de millones de seres humanos y liberar, tarea casi imposible, a otros tantos millones de los que ni siquiera escapan los marginados económicos, del egoísmo consagrado como valor por la ideología neoliberal (…)

El mundo no va a mejorar si se sigue alejando de Jesucristo

Es importante repetir, para que lo volvamos a meditar, la necesidad del encuentro con Jesucristo, para que el mundo cambie. Nuestro país no va a cambiar, el mundo no va a cambiar, si se sigue alejando de Jesucristo. Cada vez se ven y oyen más muestras de inconsistencia entre la fe que se dice profesar y la vida pública o la vida privada.

Una elección equivocada

Me pareció increíble escuchar en la TV a algunos de los senadores que aprobaron la reglamentación de la eutanasia, en la Comisión Primera del Senado. Algunos repitieron más de una vez, que son católicos, pero se sentían más obligados con la decisión inmoral de su partido, de apoyar la reglamentación de la eutanasia, que con la orientación de su religión. El senador Héctor Helí Rojas, utilizando un lenguaje pasado de moda, contra los defensores de la posición de la Iglesia, – lenguaje más propio de los políticos antirreligiosos del siglo XIX, – se preguntó irónicamente en su defensa del proyecto, si por hundir el proyecto irían al cielo y añadió que él prefería “seguir peleando en la tierra así le toque el infierno”. Supongo que no pensó lo que decía, porque es tan grande el disparate… Le pido al Señor que no le tenga en cuenta semejante elección, porque de seguro no sabía lo que decía.

La Iglesia católica tiene sus opiniones…

El senador Alfonso Valdivieso Sarmiento, defendió su voto aprobatorio de la reglamentación de la eutanasia, argumentando que se trataba de un asunto político. Según su pensamiento, reglamentar la autorización a los médicos para practicar la eutanasia, – para producir directamente la muerte a un paciente, – no tiene que ver con la moral sino con la política. Y añadió estas palabras textuales: “La Iglesia católica tiene sus opiniones. Nosotros debemos tener nuestras opiniones. Tengo una responsabilidad política, – dijo, – que no puede ser condicionada por la postura religiosa de quienes ejercen la vocería de la religión católica en este momento.”

Acerca de nuestros políticos, que se confiesan católicos de palabra, pero hablan y actúan en contra de lo que dicen creer, voy a volver enseguida, brevemente.

Una pastoral que no se quede en lo conceptual

Refiriéndose a la enumeración que hace Pablo VI, de las condiciones menos humanas de las que hay pasar, a condiciones más humanas, para que se produzca el auténtico desarrollo, dijo el P. Sergio Bernal en su conferencia:

En esta enumeración encontramos una cierta gradualidad que debería servir de inspiración para los programas de pastoral, pues responde a la concepción adecuada de la persona humana aceptada integralmente. Existe una división operativa de las dimensiones de la acción pastoral que es válida conceptualmente, pero que corre el riesgo de pasar del plano epistemológico al práctico con detrimento de los resultados pretendidos.

Revisar los planes de pastoral

Entendamos esas palabras, como una crítica a una pastoral puramente conceptual, que al quedarse en lo teórico no llega a la vida real, a la práctica. Se divide la acción pastoral, el trabajo con los fieles, como si no necesitáramos todos, de la evangelización. Continuó así el P. Sergio Bernal:

Pablo VI nos invita a pensar que la acción es una y que los destinatarios de la misma lo son también: personas con necesidades materiales y espirituales que tienen que ser atendidas y resueltas integralmente. Cada día se hace más evidente la necesidad de revisar los planes de pastoral integrando todas las dimensiones del crecimiento humano / y que van de la satisfacción de las necesidades materiales / hasta la apertura a la fe que, como enseña Benedicto XVI, debe expresarse en el encuentro personal, vivencial, con Jesucristo. De otra manera la llamada pastoral social / continuará ocupando el último grado en la escala de prioridades. Peor aún, seguiremos dividiendo a las personas de manera inaceptable.

Nuestros políticos católicos también necesitan catequesis

La religión y la formación de las conciencias

Nuestros gobernantes, legisladores y jueces que se dicen católicos, necesitan profundizar en el conocimiento de su fe, para que comprendan y acepten el papel que la Iglesia debe ocupar en la formación de su conciencia, y no se escuden en la laicidad del Estado para defender su incoherencia. Voy a terminar con unas líneas de Benedicto XVI al presidente Sarkozy, en su reciente viaje a Francia. Dijo el Santo Padre:

“En este momento histórico en que las culturas se entrecruzan cada vez más, estoy profundamente convencido de que es cada vez más necesaria una nueva reflexión sobre el significado auténtico y sobre la importancia de la laicidad. Es fundamental, por una parte, insistir en la distinción entre el ámbito político y religioso para tutelar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos como la responsabilidad del Estado hacia ellos, y por otra parte, adquirir una conciencia más clara de las funciones insustituibles de la religión para la formación de las conciencias y de la contribución que puede aportar, junto a otras instancias, para la creación de un consenso ético fundamental en la sociedad”.

Algunos de nuestros políticos, legisladores, gobernantes y no pocos comunicadores sociales, no parecen tener claridad sobre las funciones insustituibles de la religión para la formación de las conciencias y de la contribución que puede aportar, (…), para la creación de un consenso ético fundamental en la sociedad. Hace falta una acción pastoral bien pensada, creativa, en profundidad, para llegar a los que deciden y desempeñan un papel importante como formadores de opinión en la vida del país. A algunos seguramente no les interesan estos temas, pero para otros Dios es importante de verdad, y no sólo cuando se encuentran en dificultades.

Tomo el siguiente párrafo de la Reflexión anterior:

No puede la pastoral dedicarse sólo a una clase social, así lo haga, con muy buena intención, por una opción preferencial por los pobres, a lo cual nos insta Aparecida, como puede verse en particular en los números 391 y siguientes. Todos somos destinatarios del Evangelio. Aparecida tuvo cuidado de exhortar a nuestros pastores no sólo a trabajar por los pobres, en cuyo caso debemos cuidarnos de no quedarnos sólo en lo teórico o meramente emotivo (397), sino que sin abandonar la opción preferencial por los pobres (491), debemos considerar que Una tarea de gran importancia es la formación de pensadores y personas que estén en los niveles de decisión. Por eso, debemos emplear esfuerzo y creatividad en la evangelización de empresarios, políticos y formadores de opinión, el mundo del trabajo, dirigentes sindicales, cooperativos y comunitarios (492)

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[1] Cf Pablo VI, Populorum progressio 76-77

[2] Véase por ejemplo: Juan Pablo II: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, Mensaje a la XXXI Conferencia de la FAO, celebrado en Roma del 2 al 13 de noviembre 2001.

[3] Dato tomado el 18 de septiembre, 2008, de la página oficial de la ONU en internet.

[4] Según esto, se debe respetar la necesidad del ser humano de practicar una vida piadosa, disciplinada, reflexiva, de acuerdo con su religión, que en eso consiste la espiritualidad.

[5] Dato de la FAO, tomado de la página oficial de la ONU en Internet.

[6]Cf., p. e., J. Maritain, Les conditions spirituelles du progrès et de la paix, en Rencontre de cultures à l’UNESCO sous le signe du Concile oecuménique Vatican II, París, Mame, 1966, 66

Reflexión 110 Desarrollo Nuevo Nombre de la Paz (III)

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El Desarrollo es el Nuevo Nombre de la Paz (III)

Las dos reflexiones anteriores las dedicamos a comentar la interesante conferencia sobre Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana, que el P. Sergio Bernal, S.J., presentó en el IV Congreso Nacional de Reconciliación, organizado por el Secretariado de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal. Ese congreso se dedicó en buena parte al tema del Desarrollo, nuevo nombre de la Paz, como parte de la conmemoración de los 40 años de la encíclica Populorum progressio, el Desarrollo de los pueblos, del Papa Pablo VI. Esa afirmación: Desarrollo es el nuevo nombre de la paz, está tomado precisamente de Pablo VI en la encíclica Populorum progressio.[1] Como es muy importante esta ponencia del P. Sergio Bernal, y contribuye en gran manera a nuestro conocimiento de la D.S.I. vamos a continuar su presentación. Repasemos lo que hemos visto ya:

Nos explicó el P. Bernal que la preocupación de la Iglesia por el desarrollo está presente desde los primeros documentos que constituyen el patrimonio de la Doctrina Social católica y que comienzan con la Rerum novarum, de León XIII (15 de mayo de 1891).

Aprendimos también, que si es verdad que la encíclica Rerum novarum abrió el camino para que desde entonces se presente la D.S.I. de manera sistemática en los documentos del magisterio, los fundamentos de la D.S.I. están arraigados en la Revelación, desde el mismo libro del Génesis.

Lo que quiere decir esto de la presentación de la doctrina de manera sistemática, en la Rerum novarum, es que el Santo Padre León XIII fue innovador al dedicar toda esta encíclica a presentar de manera organizada la doctrina de la Iglesia sobre la cuestión social, como se vivía en la época de la revolución industrial, y no tocó estos asuntos junto con otros temas, por importantes que fueran. Se puede afirmar que la D.S., expuesta así, surge históricamente entonces, como respuesta a los problemas específicos de la naciente sociedad industrial, en concreto el conflicto capital-trabajo. [2]

Antes de la Rerum novarum la D.S.I. se fue presentando como parte de la reflexión moral acerca de las situaciones que vivía la sociedad. La Iglesia se basa en principios siempre válidos, extraídos de la Sagrada Escritura, para juzgar si la realidad que vivimos cumple con las exigencias del Evangelio, y nos anima a vivir según los compromisos de nuestra fe. Así se ha ido consolidando un verdadero patrimonio doctrinal social.

La Rerum novarum abrió el camino para tratar lo social como una situación que necesita y tiene respuestas en el Evangelio y no sólo en la ley natural. La Rerum novarum pretendió responder a la situación creada por la revolución industrial, y expresó su preocupación, sobre todo, por la ínfima condición a que habían sido reducidos los proletarios implicados en los procesos de producción capitalista, afirmó el P. Bernal.

La Iglesia en sus enseñazas sociales nos ofrece el modelo de sociedad como Dios la quiere, el Reino de Dios que los cristianos tenemos que ayudar a construir. Un reino de justicia, de amor y de paz.

Se nos ha repetido que los fundamentos mismos de la D.S.I. se encuentran desde el Libro del Génesis, en los albores de la creación, cuando se manifiesta la voluntad del Creador sobre el progreso continuo de la creación y nos enseña que Dios confió la responsabilidad de administrar el proceso de desarrollo de la creación a todos los hombres y mujeres. Nos quedó por eso muy claro también, la semana pasada, que Dios no nos entregó la naturaleza para que la manejemos a nuestro capricho, sino, como dice el libro de la Sabiduría en el capítulo 9, – en la oración para alcanzar la Sabiduría, – Dios creó al hombre para que gobierne al mundo con santidad y justicia. Ese es el encargo que Dios nos dio: gobernar el mundo con santidad y justicia.

Juan Pablo II, en un mensaje a la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación, FAO, el año 2001, dijo a este propósito:

Las primeras páginas de la Biblia describen la abundancia desbordante del mundo creado y afirman que todo lo que puede necesitar el hombre le ha sido dado para que pueda llevar una vida digna de una criatura hecha a imagen y semejanza de Dios (cf. Génesis 1, 26). Por tanto, no es posible que millones de persones/ estén subalimentadas o hambrientas en el mundo. La tierra es capaz de procurarles lo necesario y, por tanto, la causa de la falta de alimentación hay que buscarla en otra parte.

En el Libro del Génesis, Dios pone la creación en manos del hombre (cf. Génesis 1, 26. 28) y tenemos que mirar hacia esta dirección si queremos comprender los desórdenes actuales. Ha faltado una gestión equitativa de los bienes de la creación / con una evidente desigualdad en la repartición de los recursos.[3]

Malas noticias de la FAO sobre el hambre

Por cierto, hoy tenemos malas noticias de la FAO sobre el hambre. Esta es la información, tomada de la página de la ONU en Internet:

18 de septiembre, 2008 La población que sufre desnutrición en el mundo aumentó el año pasado a 923 millones de personas como consecuencia del alza de precios de los alimentos, afirmó hoy la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Y las perspectivas son igualmente malas, pues para cumplir los objetivos del milenio habría que reducir el número de personas hambrientas en 500 millones en los siete años que quedan para 2015 y no se ve el necesario interés en los países que podrían hacerlo.

Otro punto muy importante que trató el P. Sergio Bernal fue el papel de Pío XII en aclarar la doctrina de la Iglesia sobre el derecho a la propiedad privada. En el N° 12 de su mensaje de Pentecostés de 1941, con ocasión del cincuentenario de la Rerum novarum, Pío XII aclaró en qué consiste el derecho a la propiedad privada y precisó el papel de los bienes materiales como derecho universal. Nos enseñó Pío XII que el derecho fundamental y primero es el de acceder todos al uso de los bienes, como “derecho originario” sobre el uso de los bienes materiales, de manera que la propiedad privada no puede ser obstáculo para cumplir el que es “derecho fundamental y primero”. Nos enseñó así que el derecho a la propiedad no es absoluto. Al dar prioridad al destino común de los bienes, con Pío XII se supera el individualismo y la DSI experimenta un avance.

No es suficiente la cantidad si no hay calidad en la distribución

La doctrina de Pío XII sobre el uso de los bienes materiales combate la visión de la economía que pone todo el énfasis en el crecimiento cuantitativo, es decir el que se revela en los números, en las estadísticas, que son engañosas, y descuida los aspectos distributivos.

Continuando el recorrido por los aportes de los Pontífices que siguieron a León XIII, vimos que Juan XXIII en su encíclica Mater et magistra nos ofrece un criterio fundamental para evaluar los modelos económicos, que entonces como ahora, estaban dominados por el parámetro de la eficiencia en la producción de bienes y servicios. La economía capitalista, igual que la colectivista del marxismo, no se valoraban, ni se valoran, por sus aportes al desarrollo humano, sino por su eficiencia en la producción de bienes y servicios. Por su parte Juan XXIII añade que, “si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económico es injusto, aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él alcance un alto nivel y se distribuya según criterios de justicia y equidad (MM 83). Esta calificación de injustos, se puede aplicar hoy a los regímenes totalitarios que pueden producir y vender mucho, pero no respetan la dignidad humana.

Decíamos en la reflexión anterior que, como nos demuestran las enseñanzas de Juan XXIII en la encíclica Mater et magistra, la Iglesia no pretende ofrecer soluciones técnicas en lo económico o en lo político, y cuando juzga la bondad o no de un sistema, lo hace desde el punto de vista moral, del respeto a la persona.

Entonces, el enfoque de las enseñanzas de la Iglesia, como aparece muy claro en Juan XXIII y en los documentos sobre la D.S.I., pone en el centro a la persona humana. Nos dice el P. Bernal que aparece cada vez con mayor claridad la centralidad de la persona en la reflexión sobre cualquier realidad y, concretamente, sobre el desarrollo y los modelos económicos, como también el motivo de esta preocupación.

(…) la santa Iglesia, aunque tiene como misión principal santificar las almas y hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo, de las necesidades que la vida diaria plantea a los hombres, no sólo de las que afectan a su decoroso sustento, sino de las relativas a su interés y prosperidad, sin exceptuar bien alguno y a lo largo de las diferentes épocas (MM 3).

Para terminar este rápido repaso, leamos las palabras de la Constitución Pastoral Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II, en el N° 34, que nos traen un resumen de la doctrina de Juan XXIII sobre el desarrollo, y quien a su vez, hizo una gran síntesis del magisterio de Pío XII en materia económica, como afirma el P. Bernal.

Un esfuerzo humano que responde a la voluntad de Dios

Una cosa hay cierta para los creyentes: la actividad humana individual y colectiva o el conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a la voluntad de Dios. Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre / sea admirable el nombre de Dios en el mundo. […] el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo. (GS 34).

Desarrollo al servicio del hombre

Sobre el desarrollo económico al servicio del hombre en la Gaudium et spes, dijo el P. Sergio Bernal:

El Concilio proclama que la ley fundamental del desarrollo es el servicio del hombre que es el autor, el centro y el fin de toda actividad social. Es necesario estimular la producción de bienes y servicios y el progreso de la ciencia y la tecnología, pero teniendo en cuenta que,[l]a finalidad fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales[4] y religiosas; de todo hombre, decimos, de todo grupo de hombres, sin distinción de raza o continente. De esta forma, la actividad económica debe ejercerse siguiendo sus métodos y leyes propias, dentro del ámbito del orden moral, para que se cumplan así los designios de Dios sobre el hombre (GS 64).

Estas ideas rematan muy bien la explicación de la visión de la Iglesia sobre la economía, que debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la economía. No es suficiente que haya abundancia de productos si no están al alcance de la gente. Veamos en qué consiste el desarrollo como lo propuso Pablo VI, un desarrollo diferente al que propone la teoría liberal capitalista. Estas son las palabras del P. Bernal:

Y así llegamos al año 1967, uno de los años de la década dedicada al desarrollo por las Naciones Unidas, cuando se imponía la teoría llamada por algunos “desarrollista”, dominada por la ideología liberal capitalista con su concepción errada de la persona humana reducida (a) la dimensión económica. Como respuesta y siguiendo las líneas trazadas por el Concilio, Pablo VI lanza la propuesta de un desarrollo integral y solidario.

Desarrollo integral y solidario

Aunque no aparece así en la encíclica, me atrevería – dice el P.Bernal – a hacer una lectura de estas dos dimensiones a partir de la Revelación y en línea con el nuevo modo de utilizar la Sagrada Escritura iniciado por el Vaticano II. Creo que podemos ver en esas dos dimensiones del auténtico desarrollo (es decir un desarrollo integral y solidario) la expresión del mandato del Creador: “creced y multiplicaos”. Evidentemente la voluntad de Dios al crear a un ser a su imagen y semejanza / era la de un ser multidimensional cuyo crecimiento debería corresponder a todas las dimensiones del ser. Pero no se trataba de un crecimiento egoísta, sino que tenía que ser compartido con la humanidad en continuo crecimiento. De ahí, que no podía el Papa NO proponer estas características del desarrollo en coherencia con la voluntad de Dios.

Pero, además, estas dos dimensiones (del desarrollo integral y solidario) quieren ser una respuesta a la problemática que el modelo económico presentaba y a las cuales ya se habían referido explícitamente Juan XXIII y el Concilio. Con el magisterio de Juan XXIII el discurso social de la Iglesia asume una actitud nueva renunciando a la apologética y al ataque y condenación del adversario. Comienza un lenguaje propositivo que, además, busca comprender y potenciar los aspectos positivos de la realidad. Pablo VI sigue fiel a esta actitud y así nos ofrece una encíclica dedicada al desarrollo en la cual invita a los responsables de la economía a humanizar el proceso. El llamado del Papa está en perfecta coherencia con aquello que la Iglesia tiene para ofrecer al mundo: su visión del hombre y de la humanidad (PP 13).

Pablo VI compartía con León XIII el temor a la tentación de la violencia en las personas marginadas de los bienes del progreso. De ahí que considere el desarrollo como el proceso que debe ayudar a superar la pobreza de millones y millones de seres humanos. Pero no se pretende solamente la eliminación de la pobreza, sino que se afirma que “[l]a presente situación del mundo exige una acción de conjunto, que tenga como punto de partida una clara visión de todos los aspectos económicos, sociales, culturales y espirituales” (PP 13).

Coherentemente con esta visión y con una expresión inspiradora que sintetiza las tensiones entre la dura realidad y los ideales cristianos, el Papa describe el proceso del desarrollo como el paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas

Vamos a seguir ahora, con especial cuidado, la descripción que Pablo VI hace en su encíclica Populorum progressio de un desarrollo con visión cristiana, un desarrollo que llevaría a la humanidad a pasar de manera ascendente, de condiciones menos humanas a condiciones más humanas. Veamos entonces, cuál es la visión cristiana del desarrollo. Antes de esa descripción, es conveniente que leamos algunas líneas del N° 14 de la Populorum progressio, en donde por cierto el Papa cita al dominico P. Lebret, en su obra Dinámica concreta del desarrollo. Dice el Papa:

El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto: «Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera»

Visión cristiana del proceso de desarrollo

Y veamos ahora sí, la descripción del proceso de desarrollo, el paso de condiciones menos humanas a otras más humanas, como aparecen en el N° 21 de la encíclica Populorum progressio ( El Desarrollo de los pueblos):

(Condiciones) Menos humanas: Las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo.

Menos humanas: las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones.

Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura.

Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza (cf. Mt 5, 3), la cooperación en el bien común, la voluntad de paz.

Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin.

Más humanas, por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres (PP 21).

Condiciones para dirigir el proceso cristiano de desarrollo

Después de leer la lista de las condiciones menos humanas que se deben cambiar por condiciones más humanas, se comprende la clase de personas que el mundo necesita para que se produzca ese desarrollo. El mismo Papa Pablo VI lo dice en el N° 20 de la Populorum progressio:

Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada vez en mayor número, para este mismo desarrollo se exige más todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación.[5] Así se podrá realizar, en toda su plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas.

¿Cómo les parece? Según Pablo VI, para conseguir un desarrollo integral, los técnicos que manejen el desarrollo de los pueblos, deberían ser personas de reflexión profunda, que asuman los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación. Definitivamente se necesita la conversión de los políticos y economistas, del egoísmo a la solidaridad, del odio al amor, para que nuestro país, para que el mundo, lleguen al verdadero desarrollo con el que se logre vivir en condiciones humanas. Tienen que cambiar los que piensan sólo en el dinero como su último fin. Sobre ese párrafo maravilloso de la Populorum progressio (El desarrollo de los pueblos), dice el P. Sergio Bernal en su conferencia:

Liberarnos del egoísmo consagrado como valor

En este párrafo admirable, encontramos un pequeño tratado sobre el concepto de desarrollo aceptable desde la óptica cristiana. Se abre con la mención a dos tipos de subdesarrollo. El económico de aquellos que carecen del mínimo vital y el cultural de los que están mutilados por el egoísmo. Estos son dos grandes desafíos a los que tenemos que hacer frente. Empeñarnos en lograr esos objetivos del milenio superando la marginación y la pobreza de millones de seres humanos y liberar, tarea casi imposible, a otros tantos millones de los que ni siquiera escapan los marginados económicos, del egoísmo consagrado como valor por la ideología neoliberal que ha tergiversado el pensamiento de Adam Smith y que se convierte en el motor del progreso.

En esta enumeración encontramos una cierta gradualidad que debería servir de inspiración para los programas de pastoral, pues responde a la concepción adecuada de la persona humana aceptada integralmente. Existe una división operativa de las dimensiones de la acción pastoral que es válida conceptualmente, pero que corre el riesgo de pasar del plano epistemológico al práctico con detrimento de los resultados pretendidos.

¿No es un contrasentido una pastoral sólo conceptual?

Entendamos esto como una crítica a una pastoral puramente conceptual, que al quedarse en lo teórico no llega a la vida real, a la práctica.

Pablo VI nos invita a pensar que la acción es una y que los destinatarios de la misma lo son también: personas con necesidades materiales y espirituales que tienen que ser atendidas y resueltas integralmente. Cada día se hace más evidente la necesidad de revisar los planes de pastoral integrando todas las dimensiones del crecimiento humano y que van de la satisfacción de las necesidades materiales hasta la apertura a la fe que, como enseña Benedicto XVI, debe expresarse en el encuentro personal, vivencial, con Jesucristo. De otra manera la llamada pastoral social continuará ocupando el último grado en la escala de prioridades. Peor aún, seguiremos dividiendo a las personas de manera inaceptable.

No puede la pastoral dedicarse sólo a una clase social, así lo haga, con muy buena intención, por una opción preferencial por los pobres, a lo cual nos insta Aparecida, como puede verse en particular en los números 391 y siguientes. Todos somos destinatarios del Evangelio. Aparecida tuvo cuidado de exhortar a nuestros pastores no sólo a trabajar por los pobres, en cuyo caso debemos cuidarnos de no quedarnos sólo en lo teórico o meramente emotivo (397), sino que sin abandonar la opción preferencial por los pobres (491), debemos considerar que Una tarea de gran importancia es la formación de pensadores y personas que estén en los niveles de decisión. Por eso, debemos emplear esfuerzo y creatividad en la evangelización de empresarios, políticos y formadores de opinión, el mundo del trabajo, dirigentes sindicales, cooperativos y comunitarios (492)

Un esfuerzo pastoral para acercar a Jesucristo a los formadores de opinión y a los que toman las decisiones

¿Cómo podemos esperar conseguir esas personas excepcionales que propone Pablo VI, pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación, si la pastoral no les dedica un esfuerzo creativo para acercarlos a Jesucristo?

Se nos insiste en la apertura a la fe que debe expresarse en el encuentro personal con Jesucristo. Es que ese encuentro se traduce en un cambio de vida. El encuentro con Cristo nos debe mostrar una nueva manera de entender el mundo y una nueva manera de vivir. Una manera de vivir que se debe expresar en el amor práctico al prójimo. Benedicto XVI lo enunció en su encíclica “Deus caritas est”: No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva. [6]

Esas profundas palabras del Papa Benedicto XVI sobre la fe, que no es algo intelectual, sino que consiste en el encuentro personal con Jesucristo, encuentro que cambia la vida, lo tomó Aparecida cuando al discípulo misionero le señala que es el encuentro con Jesucristo el camino para cumplir con la misión.[7] Y nos enseña dónde encontrarlo: en nuestra Madre la Iglesia, en la Sagrada Escritura, en la Sagrada Liturgia, en la Eucaristía, en el sacramento de la reconciliación, en la oración personal y comunitaria, en la comunidad, de modo particular en los pobres, en los afligidos y en los enfermos.[8]

Necesitamos encontrarnos con Jesucristo

El Santo Padre tiene muy claro que necesitamos encontrarnos con Jesucristo. Este pensamiento lo repite de diversas maneras, en distintas oportunidades. Todo lo demás se dará si nos encontramos con Jesucristo. El miércoles 3 de septiembre (2008), -hace 15 días – Benedicto XVI en su catequesis de los miércoles nos habló del encuentro de San Pablo con Jesús en el camino de Damasco.[9] Y dijo que ese encuentro fue un auténtico giro en la vida de Saulo; que el Cristo resucitado se apareció a Saulo como una luz espléndida, que transformó su pensamiento y su misma vida. Y aclaró el Papa, que la transformación de Saulo no fue un proceso psicológico, de una maduración o evolución intelectual y moral, sino que vino desde fuera: no fue el fruto de su pensamiento, sino del encuentro con Jesucristo. Dijo el Papa:

“No fue sencillamente una conversión, una maduración de su ‘yo’, sino que fue muerte y resurrección para él mismo: murió una existencia suya y nació otra nueva con Cristo Resucitado. De ninguna otra forma se puede explicar esta renovación de Pablo”.

“Todos los análisis psicológicos no pueden aclarar ni resolver el problema. Solo el acontecimiento, el encuentro fuerte con Cristo, es la llave para entender qué había sucedido: muerte y resurrección, renovación por parte de Aquél que se había revelado y había hablado con él”, añadió el Papa.

Esto significa que para los creyentes, “el cristianismo no es una filosofía nueva o una nueva moral. Sólo somos cristianos si encontramos a Cristo”, explicó el pontífice.

Basándose en la Sagrada Escritura, en los Hechos y Cartas de San Pablo), explicó el Santo Padre lo que significó en la vida de San Pablo su encuentro con Jesucristo:

“El esplendor del Resucitado lo deja ciego: aparece también exteriormente lo que era la realidad interior, su ceguera respecto de la verdad, de la luz que es Cristo. Y después su definitivo ‘sí’ a Cristo en el bautismo reabre de nuevo sus ojos, le hace ver realmente”.

Terminamos aquí hoy. Dios mediante continuaremos la semana entrante con la presentación del P. Sergio Bernal sobre Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Pablo VI, Populorum progressio 76-77

[2] Cf Ildefonso Camacho, doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Pg. 30

[3] Roma. Zenit, 5-11-2001 “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, afirma Juan Pablo II

[4] Según esto, se debe respetar la necesidad del ser humano de practicar una vida piadosa, disciplinada, reflexiva, de acuerdo con su religión; que en eso consiste la espiritualidad.

[5] Cf., p. e., J. Maritain, Les conditions spirituelles du progrès et de la paix, en Rencontre de cultures à l’UNESCO sous le signe du Concile oecuménique Vatican II, París, Mame, 1966, 66

[6] Deus caritas est, 1

[7] Aparecida, 6,1,1ss

[8] Aparecida, 246-266: Lugares de encuentro con Jesucristo

[9] Cfr ZS08090309, 03-09-2008

Reflexión 109 Desarrollo y Paz (II)

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El Desarrollo es el Nuevo Nombre de la Paz (II)

En la reflexión anterior empezamos a comentar la interesante ponencia que el P. Sergio Bernal, S.J. presentó sobre Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana en el IV Congreso Nacional de Reconciliación, que se dedicó en una buena parte al tema del Desarrollo, nuevo nombre de la Paz. Como esta ponencia contribuye en gran manera a nuestro conocimiento de la D.S.I. continuaremos hoy su presentación.

Repasemos lo que alcanzamos a ver en la reflexión anterior. Comentó el P.Bernal al comienzo de su intervención que, comúnmente se piensa, que la Iglesia se ocupó del desarrollo por primera vez en la encíclica Populorum progressio de Pablo VI, pero la preocupación por el desarrollo está presente desde los primeros documentos que constituyen el patrimonio de la Doctrina Social de la Iglesia y que comienzan propiamente con la Rerum novarum de León XIII (15 de mayo de 1891). Como afirma Juan XXIII en el N° 15 de la Mater et magistra, fue la Rerum novarum “la que formuló, por primera vez, una construcción sistemática de los principios y una perspectiva de aplicaciones de la doctrina social para el futuro.”

Claro que la Rerum novarum no fue el primer documento en que se trataron los principios de la doctrina social católica, y para encontrar sus fundamentos tenemos que retroceder hasta mucho antes de 1891. La D.S.I. está arraigada en el comienzo de los tiempos, pues tiene sus fundamentos en la Revelación, nada menos que en Libro del Génesis, cuando, como dijo el P. Bernal, se manifiesta la voluntad de Dios sobre el

el progreso continuo de la creación y que, a hombres y mujeres se confió la responsabilidad de administrar ese proceso (del desarrollo de le creación) como colaboradores de un Dios quien, terminada su tarea creadora, con la imagen del descanso del séptimo día, descarga, por así decir, la responsabilidad del desarrollo sobre los hombros de los seres creados a su imagen y semejanza. Leamos las palabras que siguen, de la conferencia del P. Bernal, quien dice que en el Génesis: Dios se presenta a sí mismo trabajando: “en el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gen. 1,1) y crea al hombre y la mujer a su imagen y semejanza, estableciendo desde el comienzo una relación del hombre y la mujer entre sí y con el mundo, mediante el trabajo. El libro de la Sabiduría nos recuerda que el Creador formó al hombre para que dominase sobre los seres por Él creados, y administrase el mundo con santidad y justicia (Sab, 9, 2-3).

La preocupación social aparece en nuestra fe desde el Génesis

De manera que la preocupación social aparece en nuestra fe desde el Génesis, desde los albores del universo. Es que los fundamentos de la D.S.I. se afianzan en la Sagrada Escritura. Allí, en el Génesis, desde el principio de la creación, aparece que la voluntad de Dios es el progreso continuo de la creación. Y ya allí aparece cuál es nuestra responsabilidad en ese progreso: administrar el mundo en santidad y justicia.

Como algunas personas pretenden que el maltrato que sufre la naturaleza de parte de la humanidad se debe a que la Biblia presenta a la persona humana como centro de la creación y con poderes para dominarla, comentábamos que la voluntad del Creador, como aparece en la Revelación, es muy distinta; no es que el ser humano disponga de la naturaleza según su capricho. Dios entrega a los seres humanos la responsabilidad del desarrollo de la creación. Parece que el séptimo día, cuando Dios terminó su obra, hubiera dicho: bueno, ya hice mi parte, ahora les toca a ustedes. Trabajen como lo hice yo; las cosas me quedaron bien. Y recordábamos la semana pasada las palabras del Génesis: 1,31: Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. El Señor entregó el jardín del Edén a los seres humanos, no para que lo destruyeran, sino para que fueran sus jardineros. La interpretación correcta de la Escritura es que debemos ser los jardineros, no los destructores de la naturaleza. Y leímos las palabras del Libro de la Sabiduría, en el capítulo 9°, en la oración para alcanzar la Sabiduría, donde nos dice que Dios creó al hombre para que gobierne al mundo con santidad y justicia:

1 “Dios de los Padres y Señor misericordioso, que hiciste todas las cosas con tu palabra,
2 y con tu Sabiduría formaste al hombre,
para que dominara a los seres que tú creaste,
3 para que gobernara el mundo con santidad y justicia
e hiciera justicia con rectitud de espíritu:
4 dame la Sabiduría, que comparte tu trono,
y no me excluyas del número de tus hijos.

Dios trabajador. Nosotros, su imagen

De manera que Dios aparece en la Sagrada Escritura como trabajador, como creador. Por medio del trabajo nos relacionamos entre nosotros y con Dios. El P. Bernal, trata luego, el tema del destino universal de los bienes, que sigue siendo un asunto crucial hoy día:

La obra maravillosa del Creador era destinada a todos y, por tanto, todos tienen el derecho de acceder a esos bienes, estando ya implícito el problema fundamental de la economía: la distribución racional de recursos escasos. El trabajo aparecía desde el comienzo como el medio normal para lograr el acceso a esos bienes.

Siguiendo con el tema del desarrollo, nos explicó el P. Bernal que en la D.S.I. aparece ya tratado ese asunto desde Juan XXIII. A este respecto dice el P. Bernal:

Conviene aclarar que el concepto de “desarrollo”, como lo entendemos hoy, aparece por primera vez en la encíclica Mater et magistra del beato Juan XXIII y ello se explica porque ya para la fecha de esta encíclica la teoría económica se ocupaba del tema como tal, pero concibiéndolo como un proceso que procede por etapas casi mecánicamente y que consiste en el crecimiento del producto nacional bruto que influye automáticamente en la elevación de los niveles de vida de toda la población de un país.

No siempre que hay crecimiento hay desarrollo

Entonces, para la teoría económica, el desarrollo se entendía como un proceso que sucede automáticamente, con el crecimiento de la economía; se suponía que si hay crecimiento hay desarrollo: se confundía, y todavía algunos confunden, el desarrollo con el crecimiento de los bienes y servicios. Se identificaba el crecimiento con el desarrollo. Decíamos la semana pasada que la experiencia nos muestra que puede haber crecimiento sin verdadero desarrollo, que depende de lo que se entienda por desarrollo. Sabemos que así como el crecimiento de los bienes y servicios puede ayudar al desarrollo, también puede ser inequitativo, desigual, y en ese caso no parece adecuado pretender que si hay crecimiento de la economía necesariamente hay desarrollo.

Para el pensamiento liberal, la economía funciona bien sola, sin intervención del estado. Como piensan que sucede con el mercado: que sus errores se corrigen automáticamente. La práctica nos dice que sí hay que orientar la economía, hay que corregir los errores del mercado con normas que no le permitan tomar rumbos equivocados en relación con la equidad y la justicia. No faltan quienes piensan que los negocios lo permiten todo.

Utilizamos la semana pasada una comparación para que nos entendamos sobre el concepto de desarrollo: en el cuerpo humano, puede haber crecimiento armónico y también crecimiento deforme; el sobrepeso, un tumor, pueden ser crecimiento, pero no desarrollo saludable, armónico… No se puede decir que un niño se está desarrollando bien si alguno de sus miembros crece más de lo debido. De manera parecida, la economía puede crecer: puede haber muchos negocios, muchos bienes en el mercado, pero quedarse en las manos de unos pocos… Si es necesario, hay que utilizar medicinas para racionalizar el mercado.

Vamos para atrás, pasó ya la edad dorada del cliente

Algo triste sucede ahora. Parece que ya pasó la época en que se dio mucha importancia al servicio al cliente; cuando la calidad total incluía entre sus características la atención al cliente. Ahora parece imperar la ley del más fuerte. El cliente es el más débil.

Continuó el P. Sergio Bernal en su conferencia, tratando sobre el pensamiento de la Iglesia como apareció en León XIII, autor de la Rerum novarum, y luego en Pío XI, Pío XII y sus sucesores, para ver en qué forma se considera el tema del desarrollo en el magisterio de la Iglesia. Así explica el P. Bernal la situación que vivía el mundo con la revolución industrial y que inspiró a León XIII:

León XIII sintió la necesidad de responder a la situación creada por la revolución industrial, y expresó su preocupación, sobre todo, por la ínfima condición a que habían sido reducidos los proletarios implicados en los procesos de producción capitalista. Se vivían los años de un capitalismo salvaje sin reglas de juego, resultado de la ideología liberal que proclamaba como dogma infalible la no intervención del Estado en materia económica. Dominaba, como parte de esa ideología, la idea de un progreso indefinido, casi automático, producido por el súper hombre absolutamente autónomo y libre sin alguna constricción moral. Como respuesta a esta ideología, el Papa había publicado anteriormente una encíclica, Libertas praestantissimum (1888), en la que refutaba el falso concepto de libertad que pretendía inspirar todos los procesos sociales y hasta el progreso mismo. Al escribir la Rerum novarum / el Papa era motivado no por razones de orden técnico, sino moral, como era el riesgo de la salvación del proletariado. Dominaba entonces una concepción orgánica de la sociedad, que ignoraba el conflicto como elemento inherente a la convivencia, y más bien proponía como ideal la perfecta armonía entre las clases sociales.

Capital, riqueza, distribución, acaparamiento

Ya entonces comenzaba a aparecer un modelo de producción cuyos efectos sobre una gran parte de la población eran francamente funestos. Se ponía, entonces, el problema del crecimiento económico, de la creación del capital y de la riqueza y de su distribución o acaparamiento, elementos inherentes al que hoy llamamos desarrollo.

Y llegó la Gran Depresión

Cuarenta años más tarde el modelo se había robustecido y mostraba sus fortalezas y debilidades, como la gran depresión de los años treinta que arrastró consigo millones de fortunas, reduciendo a muchos a la pobreza. Se trataba de un modelo que el Papa calificó de “horrendamente duro, cruel, atroz” (cfr. Quadragesimo anno, 109). Pio XI ya entonces percibía la estrecha relación que se crea entre el poder económico y el político.

Papel del trabajo para acceder a los bienes escasos

Un poco antes el P. Bernal nos había dicho que desde el Génesis, al manifestar Dios que su obra maravillosa de la creación estaba destinada a todos y, por tanto, todos tienen el derecho de acceder a esos bienes, – ya aparecía implícito el problema fundamental de la economía: la distribución racional de recursos escasos. El trabajo aparecía desde el comienzo como el medio normal para lograr el acceso a esos bienes.

El problema fue que el mundo se preocupó casi exclusivamente de desarrollar el modelo económico desde el punto de vista técnico y no se detuvo a considerar las consecuencias negativas que podría tener ese desarrollo técnico en las personas. La Iglesia, en cambio, afirma el P. Bernal,

tomaba conciencia de la importancia de evaluarlo (se refiere al desarrollo,) desde la perspectiva de la destinación universal de los bienes y de la vocación humana a la plena realización como imagen y semejanza del Creador, lo cual supone la íntima relación con esos bienes confiados a la responsable administración de hombres y mujeres. Pío XII en su famoso Radiomensaje de Pentecostés de 1941 ofrecía el fundamento de la preocupación de la Iglesia por la dimensión económica de la vida humana, que es fundamental, pero no la única dimensión de la persona y que dice una íntima relación a su realización trascendente

Igual seguimos en el siglo XXI: el capitalismo piensa sólo en el crecimiento de los negocios, así sea a costa de un trabajo de baja calidad y mal remunerado. Inventaron el trabajo sin vinculación laboral para evadir los pagos de la seguridad social y la ley de flexibilización laboral, con la excusa de que así las empresas contratarían a más personas. La técnica económica se lleva por delante el trabajo digno a que tiene derecho la persona humana.

Pío XII y el derecho a la propiedad privada

El aporte de Pío XII para comprender el verdadero sentido del derecho a la propiedad privada fue muy importante. En el N° 12 de su mensaje de Pentecostés de 1941, con ocasión del cincuentenario de la Rerum novarum, aclara en qué consiste el derecho a la propiedad privada, puntualizando el papel de los bienes materiales como derecho universal. Nos enseñó Pío XII que la propiedad privada no puede ser obstáculo para cumplir el que es “derecho fundamental y primero”; el de acceder todos al uso de los bienes, como “derecho originario sobre el uso de los bienes materiales.” Nos enseñó que el derecho a la propiedad no es absoluto. Al dar prioridad al destino común de los bienes, se supera el individualismo y la DSI experimenta un avance.[1] Volvamos a leer algunas líneas de la conferencia del P. Bernal que nos aclaran algunas ideas equivocadas sobre el cristianismo, que leímos en la reflexión anterior

Vale la pena notar cómo Pío XII ya había superado ciertas concepciones ancestrales que, interpretando de manera impropia el Evangelio, terminaban casi condenando al cristiano a la pobreza material como signo del seguimiento de Cristo y al mismo tiempo manifestaban un desprecio por los bienes de este mundo. Aquí, en cambio, ya es claro que la dignidad y la vocación de la persona, exigen un mínimo de bienestar material. Gracias a la colaboración de expertos encargados de redactar los proyectos de intervenciones de los Papas, las ciencias sociales fueron contribuyendo a un discurso cada vez más objetivo.

Un mínimo necesario de bienestar material

Sobre el uso de los bienes materiales, o mejor sobre su necesidad, tengamos en cuenta esa enseñanza de Pío XII: que la dignidad y la vocación de la persona, exigen un mínimo de bienestar material. Pensemos en lo que esto significa: ¡cuánta gente en el mundo, en nuestro país, no alcanza a tener ese mínimo de bienestar material que exige la dignidad de la persona humana! La mitad de nuestra gente vive en pobreza… Cuántos no tienen ese mínimo de bienestar material que exige la dignidad humana.

El desarrollo progresivo de la D.S.I. siguió con Pío XI, Pío XII y sus sucesores. Juan XXIII y Pablo VI le dieron un gran impulso. Ni qué decir de Juan Pablo II. A este respecto dice el P. Bernal:

Como hemos notado más arriba, la encíclica Mater et magistra se escribió en un contexto nuevo y recibió la colaboración de expertos varios del campo de las ciencias sociales. Encontramos en esto la explicación del lenguaje y de la temática del documento que introduce en el discurso social católico el método inductivo que parte del fenómeno para luego dar un juicio sobre el mismo.

El nuevo lenguaje de la Mater et magistra

Es interesante esta observación sobre la Mater et magistra, que introduce un nuevo lenguaje y temas nuevos, que deben entender mejor los técnicos de la economía. El método inductivo que menciona el P. Segio Bernal, es el que utilizan las ciencias: consiste en que, de la observación de lo que sucede en muchos casos particulares, los científicos extraen lo que es común en todos ellos y formulan una ley general aplicable a todos.[2] Dice el P. Bernal que Juan XXIII en su encíclica Mater et magistra introduce ese método en la manera de tratar la D.S. Dice el P. Sergio Bernal:

Así encontramos una serie de temas que no aparecían en la tradición anterior y una apertura también nueva, hacia los cambios que se operaban en la sociedad a todos los niveles, como también la necesidad del discernimiento. El modelo de desarrollo estaba caracterizado por los contrastes entre los diversos sectores de la economía, entre las zonas de un mismo país y entre los mismos países. Mientras en algunos se daba un progreso admirable, otros quedaban rezagados en situaciones muchas veces infrahumanas. Las zonas urbanas progresaban velozmente, mientras el campo seguía un ritmo lento quedando marginado del progreso de la nación. Ante este fenómeno el Papa proponía un desarrollo económico y social, anticipando así la contribución de Pablo VI.

Principio fundamental en el orden económico es la libre iniciativa, siempre dentro del respeto de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. No se trata de la consagración del principio liberal capitalista, y por ello se requiere el sano equilibrio entre el respeto a la iniciativa personal y la necesaria intervención del Estado como institución que debe garantizar la convivencia pacífica y el logro del bien común. Se proclama, como conclusión / la subjetividad de la persona a la que corresponde, normalmente, la obligación de ser “el primer responsable de su propia manutención y de la de su familia” (MM 55).

Lo anterior tiene su fundamento en (…) que “en la naturaleza humana está arraigada la exigencia de que, en el ejercicio de la actividad económica, le sea posible al hombre asumir la responsabilidad de lo que hace y perfeccionarse a sí mismo” (MM 82).

Antes fue el método deductivo

Sobre el cambio de método de presentación de la D.S.I. del deductivo al inductivo, nos aclara el P. Ildefonso Camacho:

En su primera época la Doctrina Social de la Iglesia tiene un marcado carácter deductivo. La continua referencia al derecho natural propone que es ése el punto de partida para la elaboración doctrinal: de ahí irán desgranándosel los criterios morales aplicables a los problemas que se consideren en cada momento. No quiere ello decir que no se preste atención a la realidad; pero pesan más los principios abstractos y el método deductivo. Es precisamente una de las mayores cíticas que se han dirigido contra la Doctrina Social de la Iglesia de esa época, ya que se atribuye a ese método gran parte de su inoperancia.

La nueva sensibilidad de Juan XXIII hacia el mundo contemporáneo coincide con un cambio metodológico, que busca más la realidad como punto de partida de la reflexión moral. El interés por detectar cuáles so las grandes aspiraciones del hombre moderno (Gaudium et spes, Octogesima adveniens, por ejemplo) adquiere aquí todo su valor. Juan Pablo II, sobre todo en Sollicitudo rei socialis, sigue también este método inductivo, que no supone, como a veces se le achaca, un mero análisis sicológico no tampoco convertir en principios morales los resultados de ese análisis. (Ildefonso Camacho, doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Pg. 28ss)  Veáse  también lo que sigue a continuación: Desde el derecho natural hacia lo específico cristiano.

Un orden económico injusto si pone en peligro la dignidad humana

Se nos ofrece así un criterio fundamental para evaluar los modelos económicos dominados por el parámetro de la eficiencia en la producción de bienes y servicios. Dice el Papa que “si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económico es injusto, aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él alcance un alto nivel y se distribuya según criterios de justicia y equidad (MM 83).

Como hemos observado en otras oportunidades, la Iglesia no ofrece soluciones técnicas y cuando juzga la bondad o no de un sistema, lo hace desde el punto de vista moral, de respeto de la persona. Veamos la verdad de esa afirmación en las palabras de Juan XXIII en la Mater et magistra: que “si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económico es injusto, aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él alcance un alto nivel y se distribuya según criterios de justicia y equidad (MM 83).

De manera que, aunque técnicamente sea correcto el funcionamiento de un sistema económico, se puede calificar de injusto, si pone en peligro la dignidad de la persona humana.

Centralidad de la persona humana

Sobre el enfoque de la D.S., como aparece en Juan XXIII, que pone en el centro a la persona humana, continúa así en su conferencia el P. Sergio Bernal:

Y así aparece cada vez con mayor claridad la centralidad de la persona en la reflexión sobre cualquier realidad y, concretamente, sobre el desarrollo y los modelos económicos, como también el motivo de esta preocupación.

La doctrina de Cristo une, en efecto, la tierra con el cielo, ya que considera al hombre completo, alma y cuerpo, inteligencia y voluntad, y le ordena elevar su mente desde las condiciones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde un día ha de gozar de felicidad y de paz imperecederas (MM 2).

Por tanto, la santa Iglesia, aunque tiene como misión principal santificar las almas y hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo, de las necesidades que la vida diaria plantea a los hombres, no sólo de las que afectan a su decoroso sustento, sino de las relativas a su interés y prosperidad, sin exceptuar bien alguno y a lo largo de las diferentes épocas (MM 3).

Sobre la visión de Juan XXIII continúa el P. Bernal:

Juan XXIII era muy consciente de la gravedad del problema de las relaciones entre los países altamente desarrollados y los que apenas entraban en el proceso de crecimiento, de industrialización y de participación en el mercado mundial. Sentía así la necesidad del progreso y de las relaciones equitativas entre los pueblos, las cuales deberían estar caracterizadas por el respeto a las características de cada pueblo, el rechazo a cualquier forma de neocolonialismo resultante de las relaciones de cooperación y ayuda. Advertía también el Papa con una fina intuición profética, el riesgo de que, paralelamente al crecimiento de la economía, de la ciencia y de la técnica se diera una especie de trasvase cultural que en nuestros días se ha hecho evidente. Se trata del materialismo propio de la ideología neoliberal para la cual los bienes supremos son los económicos, con detrimento y aun desaparición de los valores del espíritu.

Una síntesis del magisterio de Pío XII

El Concilio Vaticano II se ocupó del desarrollo, pero tenemos que admitir que, prácticamente, se limitó a sintetizar cuanto había dicho Juan XXIII, quien, a su vez, hizo una gran síntesis del magisterio de Pío XII en materia económica. Con la autoridad propia de un Concilio se ratifica claramente la visión positiva de la realidad, reconociendo la contribución de la ciencia y de la técnica al esfuerzo humano por la transformación del mundo. Considera, además, que las relaciones entre las naciones contribuyen a la formación de una comunidad mundial.

La contribución propia del Concilio fue el énfasis en el mensaje de la Revelación en el que podemos encontrar los elementos necesarios para una lectura integral de la actividad humana, resaltando así la dimensión teológica del discurso social de la Iglesia y proponiendo una visión integral de la realidad, libre ya de la visión dicotómica de la misma: (Lo que leo a continuación es una cita del N° 34 de la Constitución Pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo e hoy, contribución esencial del oncilio Vaticano II):

Una cosa hay cierta para los creyentes: la actividad humana individual y colectiva o el conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a la voluntad de Dios. Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo. […] el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo. (GS 34).

Dios mediante, la semana entrante continuaremos comentando la conferencia del P. Sergio Bernal en el IV Congreso Nacional de Reconciliación.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cfr Juan Souto Coelho (coord.), Doctrina Social de la Iglesia, manual abreviado, BAC, Fundación Pablo VI, Madrid, Pg. 63; Ildefonso Camacho, doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Pg 192ss

[2] En el método deductivo, una ley general, por razonamiento se aplica a muchos. Es la aplicación que se utiliza en el silogismo: se afirma una ley general en la premisa mayor y por razonamiento se aplica a otras. (Un ejemplo sencillo: Todo ser humano es racional. Juan es un ser humano, luego es racional).

Reflexión 108 Desarrollo y Paz

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El Desarrollo es el Nuevo Nombre de la Paz

Tuve la gracia de asistir al IV Congreso Nacional de Reconciliación, celebrado los días 25,26 y 27 de agosto, organizado por la Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de Colombia. Fue un congreso extraordinario por la calidad de los conferencistas, la presencia de apóstoles de las pastoral social de todas las diócesis, -obispos, sacerdotes y laicos comprometidos de manera particular en el trabajo por las víctimas de la violencia, – representantes de las Naciones Unidas, de la Unión Europea, de otras entidades internacionales que colaboran con Colombia en programas de desarrollo y paz, representantes de Caritas de Alemania, Irlanda, Gales, y de los Estados Unidos.

Participaron en el congreso personajes del gobierno, del congreso de nuestro país y de la diplomacia, como el Presidente de la República, – en la inauguración, – el Nuncio Apostólico, el embajador del Japón, un representante de la embajada de Suecia, la directora del Departamento Nacional de Planeación y el Director de Acción Social de la Presidencia. Por el Congreso se puede destacar la presentación que hizo el senador Juan Fernando Cristo del proyecto de ley en defensa de las víctimas de la violencia, proyecto que fue aprobado ya en la Comisión Primera y la Plenaria del Senado. Ahora pasa a la Cámara. Será una ley que en alguna forma reparará a las víctimas del daño que les ha hecho la violencia en sus personas y en sus bienes.

El Congreso de Reconciliación merece que le dediquemos tiempo y por eso le vamos a dedicar la reflexión de hoy. Es una muestra de la D.S.I. puesta en práctica.

El Congreso Misionero de Quito

Sobre el Congreso misionero, celebrado el mes de agosto en Quito, podemos decir que la Misión Continental que se anunció en Aparecida, está en marcha. Ahora tenemos que estar atentos a las orientaciones de nuestros Obispos, pues en cada diócesis se decidirá el camino que debemos tomar. Tengamos presente que esta es una Misión permanente. No será una Misión como se estilaban antes, con predicadores que recorrían nuestras ciudades y campos por algunos días. Sin duda esas Misiones producían muchos frutos, muchas conversiones y se fortalecía la fe. Nuestros Obispos nos dirán ahora cómo llevar adelante la Misión Continental, a la que estamos llamados todos: sacerdotes, religiosos y laicos.

Coherencia, concreción, hablar clarito… Alumbrar y no deslumbrar

Sobre nuestro trabajo en la evangelización, el cardenal Rodríguez Maradiaga nos dio un consejo muy importante en su conferencia en Quito: nos dijo que no debemos ser sólo micrófonos sino testigos. Hace unos días escuché en el noticiero de Radio María los consejos que un sacerdote experto en comunicación, el P. Edoardo Vigano, escribió en L’Osservatore Romano, el periódico del Vaticano. Sus consejos para la evangelización se resumen en dos: coherencia con la propia vida y concreción en el mensaje. Ser concretos en el mensaje, es decir no andar por las ramas. Como parte de la concreción del mensaje incluye también el autor la claridad en la predicación. Recordando una frase de San Bernardino de Siena, patrono de los publicistas, dice “Que el predicador hable muy, muy clarito, para que el que escucha se vaya contento e iluminado, y no deslumbrado”.[1] Lo que importa es alumbrar, no deslumbrar. La gente puede quedar deslumbrada, y al llegar a casa seguir en la sombra, en la oscuridad, sin saber de qué habló el predicador o el conferencista.

Kierkegaard y la diferencia entre un actor y un pastor

En relación con la coherencia, el autor recuerda una frase del filósofo danés Søren Kierkegaard, quien advertía que “la diferencia entre un pastor y un actor (…) consiste en que Mientras que el actor tiene la tarea de engañar eliminando el momento existencial, (es decir su propia experiencia) el predicador tiene precisamente el deber, en el sentido más profundo, de predicar con su propia vida”. El testimonio es la mejor manera de dar a conocer la Buena Noticia de Jesucristo.

Perspectivas y Dimensiones del Desarrollo

Vamos ahora a ampliar la información sobre el Congreso Nacional de Reconciliación, una actividad del Secretariado de Pastoral Social. El tema general estuvo inspirado en la Encíclica Populorum Progressio, de Pablo VI. Por eso el tema del Congreso fue Perspectivas y Dimensiones del Desarrolloy su título:El Desarrollo es el Nuevo Nombre de la Paz.” También en el marco del Congreso, Monseñor Héctor Fabio Henao, Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social, presentó su libro “Caminar en la Esperanza”.

Entre las ponencias que presentaron los expertos, debo destacar la del P. Sergio Bernal, que fue la ponencia central y lleva por título “Ética y Desarrollo: La orientación humana”. Sobre el desarrollo en Colombia expusieron sendas ponencias, la Directora de Planeación Nacional Carolina Rentería y el investigador y autor del estudio Repensar a Colombia, doctor Luis Jorge Garay. El Padre Francisco de Roux, S.J., Director del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, expuso una profunda y muy esclarecedora ponencia sobre La Reconciliación y el Desarrollo. Esas ponencias fueron complementadas por paneles que consideraron, el primer día, el contexto del desarrollo, (qué entender por desarrollo, en particular en nuestro medio colombiano de violencia), el segundo la realidad del desarrollo en Colombia, teniendo en cuenta las dimensiones política, socio-económica, de la cultura y medio ambiente. El tercer día se dedicó específicamente a la reconciliación y el desarrollo, y a la cooperación internacional con nuestro país y el desarrollo.

Debo recalcar algo muy consolador: siendo todas las ponencias de altísima calidad, se destacaron las presentadas por los obispos y sacerdotes, por su profundo contenido, por su claridad y porque reflejaron el decidido compromiso de la Iglesia y de cada uno de ellos, en el trabajo social que se realiza, en particular en beneficio de las víctimas de la violencia.

“Ética y Desarrollo: La orientación humana”.

Como no es posible presentar un resumen de todas las ponencias del Congreso de Reconciliación, voy a comentar la ponencia del P. Sergio Bernal, “Ética y Desarrollo: La orientación humana”. La ponencia del P. Francisco de Roux, S.J., tuvo como tema:  “Corresponsabilidad en el Desarrollo. La Reconciliación y el Desarrollo.”

La ponencia del P. Segio Bernal, representa un excelente resumen de los aportes de la D.S.I. al tema del desarrollo. A las personas especialmente interesadas en profundizar en la D.S. les sugiero que lean la ponencia completa, que se puede conseguir en el Secretariado de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de Colombia.[2] En varias reflexiones, en este blog, comentaremos toda la conferencia. El P. Bernal es profesor emérito de la Pontificia Universidad Gregoriana, de Roma. Actualmente presta sus servicios a la Universidad Javeriana, en Bogotá.

Observa el P.Bernal al comienzo de su intervención, que se piensa comúnmente, que la Iglesia se ocupa del desarrollo por primera vez en la encíclica Populorum progressio de Pablo VI, pero la preocupación por el desarrollo está presente desde los primeros documentos que constituyen el patrimonio de la Doctrina Social de la Iglesia y que comienzan propiamente con la Rerum novarum de León XIII (15 de mayo de 1891). Como afirma Juan XXIII en el N° 15 de la Mater et magistra, fue la Rerum novarum “la que formuló, por primera vez, una construcción sistemática de los principios y una perspectiva de aplicaciones de la doctrina social para el futuro.”

La Doctrina Social de la Iglesia empieza en el Génesis

Las palabras del P. Sergio Bernal nos aclaran dónde están los comienzos o mejor, los fundamentos de la doctrina social. Dice:

(…) no se puede hablar de un comienzo absoluto de la preocupación social con el magisterio pontificio, pues en realidad, éste tiene sus fuentes en la Revelación cristiana / en la que descubrimos que la voluntad de Dios es el progreso continuo de la creación / y que a hombres y mujeres es confiada la responsabilidad de administrar ese proceso como colaboradores de un Dios quien, terminada su tarea creadora, con la imagen del descanso del séptimo día, descarga, / por así decir, / la responsabilidad del desarrollo sobre los hombros de los seres creados a su imagen y semejanza. Dios se presenta a sí mismo trabajando: “en el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gen. 1,1) y crea al hombre y la mujer a su imagen y semejanza, estableciendo desde el comienzo una relación de éstos entre sí y con el mundo, mediante el trabajo. El libro de la Sabiduría nos recuerda que el Creador formó al hombre para que dominase sobre los seres por Él creados, y administrase el mundo con santidad y justicia (Sab, 9, 2-3).

Volvamos sobre esas ideas: la preocupación social aparece desde el Génesis, desde el comienzo. Los fundamentos de la D.S.I. se arraigan en la Sagrada Escritura. Allí, en el Génesis, desde el principio de la creación, aparece que la voluntad de Dios es el progreso continuo de la creación. Y ya allí aparece cuál es nuestra responsabilidad en ese progreso. En palabras del P. Sergio Bernal: a hombres y mujeres es confiada la responsabilidad de administrar ese proceso como colaboradores de un Dios quien, terminada su tarea creadora, con la imagen del descanso del séptimo día, descarga, por así decir, la responsabilidad del desarrollo sobre los hombros de los seres creados a su imagen y semejanza. Dios se presenta a sí mismo trabajando: “en el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gen. 1,1) y crea al hombre y la mujer a su imagen y semejanza, estableciendo desde el comienzo una relación de éstos entre sí y con el mundo, mediante el trabajo.

Dios nos encargó del desarrollo de la creación en santidad y justicia

Algunos pretenden que los escrituristas son culpables de que el ser humano maltrate la naturaleza, porque presentan a la persona humana como centro de la creación y con poderes para dominarla a su antojo, pero la explicación de la verdadera de la voluntad de Dios es muy distinta: Dios entrega a los seres humanos la responsabilidad del desarrollo de la creación. Parece que el séptimo día dijera Dios: bueno, ya hice mi parte; ahora sigue lo de ustedes. Trabajen como lo hice yo, las cosas me quedaron bien. Recordemos las palabras del Génesis: 1,31: Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Entrega el Señor el jardín del Edén a los seres humanos, no para que lo destruyan, sino para que lo cuiden. Debemos ser los jardineros, no los destructores de la naturaleza.

Leamos las palabras del Libro de la Sabiduría, 9, 1-4, en la oración para alcanzar la Sabiduría. Nos dice que Dios creó al hombre para que gobierne al mundo con santidad y justicia. Estas son las palabras del Libro de la Sabiduría:

1 “Dios de los Padres y Señor misericordioso, que hiciste todas las cosas con tu palabra,
2 y con tu Sabiduría formaste al hombre,
para que dominara a los seres que tú creaste,
3 para que gobernara el mundo con santidad y justicia
e hiciera justicia con rectitud de espíritu:
4 dame la Sabiduría, que comparte tu trono,
y no me excluyas del número de tus hijos.

Trabajadores a imagen y semejanza de Dios trabajador

De manera que Dios aparece en la Sagrada Escritura como trabajador, como creador. Aparece haciendo el mundo. Y, el trabajo que realizamos los seres humanos es digno, es sagrado; es natural que trabajemos porque somos imagen y semejanza de Dios, que es trabajador. Por medio del trabajo nos relacionamos entre nosotros y con Dios. Es una bella explicación, ésta del P. Bernal, quien continúa luego con el tema del destino universal de los bienes:

La obra maravillosa del Creador era destinada a todos y, por tanto, todos tienen el derecho de acceder a esos bienes, estando ya implícito el problema fundamental de la economía: la distribución racional de recursos escasos. El trabajo aparecía desde el comienzo como el medio normal para lograr el acceso a esos bienes.

Es muy importante que nos grabemos estas ideas: la creación está destinada a todos, todos tenemos derecho a acceder a esos bienes, que son escasos…y el trabajo es el medio normal para lograr el acceso a esos bienes. Cuántas consecuencias se siguen a este planteamiento. Consecuencias sobre el derecho al trabajo, sobre la calidad del trabajo, sobre la remuneración por el trabajo…

¿De qué desarrollo económico se habla?

Es natural que el asunto del desarrollo económico no se tratara desde antiguo con la terminología de la economía moderna. La economía es una ciencia bastante nueva, pero en la D.S.I. aparece ya tratado desde Juan XXIII. A este respecto dice el P. Bernal:

Conviene aclarar que el concepto de “desarrollo”, como lo entendemos hoy, aparece por primera vez en la encíclica Mater et magistra del beato Juan XXIII y ello se explica porque ya para la fecha de esta encíclica la teoría económica se ocupaba del tema como tal, pero concibiéndolo como un proceso que procede por etapas casi mecánicamente y que consiste en el crecimiento del producto nacional bruto que influye automáticamente en la elevación de los niveles de vida de toda la población de un país.

Más adelante entraremos a comprender el concepto de desarrollo, que para la D.S.I. no es necesariamente el mismo de la economía neoliberal. Como acabamos de ver, para la teoría económica, el desarrollo se entendía como un proceso que sucede automáticamente, con el crecimiento de la economía. Se confundía el desarrollo con el crecimiento de los bienes y servicios. Se identificaba el crecimiento con el desarrollo. La experiencia nos muestra que puede haber crecimiento sin verdadero desarrollo. Depende de lo que se entienda por desarrollo. Sabemos que el crecimiento de los bienes y servicios puede ser inequitativo, desigual.

¿Se pueden llamar desarrollo corporal al sobrepeso o a un tumor?

Una comparación para que nos entendamos: en el cuerpo humano, puede haber crecimiento armónico y también crecimiento deforme; el sobrepeso, un tumor, pueden ser crecimiento, pero no desarrollo saludable, armónico… La economía puede crecer: puede haber muchos negocios, muchos bienes en el mercado, pero quedarse en las manos de unos pocos…

Sobre el pensamiento de la Iglesia, empezando por León XIII, autor de la Rerum novarum, siguiendo con Pío XI, Pío XII y sus sucesores continuó el P. Sergio Bernal:

León XIII y la revolución industrial

Podemos hacer un recorrido de los principales documentos de la Doctrina social católica para ver de qué manera el tema entra en la reflexión del magisterio. León XIII sintió la necesidad de responder a la situación creada por la revolución industrial, y expresó su preocupación, sobre todo, por la ínfima condición a que habían sido reducidos los proletarios implicados en los procesos de producción capitalista. Se vivían los años de un capitalismo salvaje sin reglas de juego, resultado de la ideología liberal que proclamaba como dogma infalible la no intervención del Estado en materia económica. Dominaba, como parte de esa ideología, la idea de un progreso indefinido, casi automático, producido por el súper hombre absolutamente autónomo y libre sin alguna constricción moral. Como respuesta a esta ideología, el Papa había publicado anteriormente una encíclica, Libertas praestantissimum (1888), en la que refutaba el falso concepto de libertad que pretendía inspirar todos los procesos sociales y hasta el progreso mismo. Al escribir la Rerum novarum el Papa era motivado no por razones de orden técnico, sino moral, como era el riesgo de la salvación del proletariado. Dominaba entonces una concepción orgánica de la sociedad, que ignoraba el conflicto como elemento inherente a la convivencia, y más bien proponía como ideal la perfecta armonía entre las clases sociales.

Ya entonces comenzaba a aparecer un modelo de producción cuyos efectos sobre una gran parte de la población eran francamente funestos. Se ponía, entonces, el problema del crecimiento económico, de la creación del capital y de la riqueza y de su distribución o acaparamiento, elementos inherentes al que hoy llamamos desarrollo.

Un modelo económico horrendamente duro, cruel, atroz

Cuarenta años más tarde el modelo se había robustecido y mostraba sus fortalezas y debilidades, como la gran depresión de los años treinta que arrastró consigo millones de fortunas, reduciendo a muchos a la pobreza. Se trataba de un modelo que el Papa calificó de “horrendamente duro, cruel, atroz” (cfr. Quadragesimo anno, 109). Pio XI ya entonces percibía la estrecha relación que se crea entre el poder económico y el político.

Pío XII y el destino universal de los bienes

A medida que el modelo económico se desarrollaba y perfeccionaba desde el punto de vista técnico, se alejaba de cualquier otra consideración. La Iglesia, por su parte, tomaba conciencia de la importancia de evaluarlo desde la perspectiva de la destinación universal de los bienes y de la vocación humana a la plena realización como imagen y semejanza del Creador, lo cual supone la íntima relación con esos bienes confiados a la responsable administración de hombres y mujeres. Pío XII en su famoso Radiomensaje de Pentecostés de 1941 ofrecía el fundamento de la preocupación de la Iglesia por la dimensión económica de la vida humana, que es fundamental, pero no la única dimensión de la persona y que dice una íntima relación a su realización trascendente:

Cita a continuación el P. Bernal las palabras de Pío XII en el N° 12 de su mensaje de Pentecostés de 1941, con ocasión del cincuentenario de la Rerum novarum. Aclara allí el Santo Padre el derecho a la propiedad privada, puntualizando al mismo tiempo el papel de los bienes materiales como derecho universal. Nos enseñó Pío XII que la propiedad privada no puede ser obstáculo para cumplir el “derecho fundamental y primero” de acceder todos al uso de los bienes, como “derecho originario sobre el uso de los bienes materiales.” Nos enseñó que el derecho a la propiedad no es absoluto. Al dar prioridad al destino común de los bienes, se supera el individualismo y la DSI experimenta un avance.[3]

El derecho originario sobre el uso de los bienes materiales, por estar en íntima unión con la dignidad y con los demás derechos de la persona humana, ofrece a ésta, (…) base material segura y de suma importancia para elevarse al cumplimiento de sus deberes morales. La tutela de este derecho asegurará la dignidad personal del hombre y le aliviará el atender y satisfacer con justa libertad a aquel conjunto de obligaciones y decisiones estables de que directamente es responsable para con el Creador. Ciertamente es deber absolutamente personal del hombre conservar y enderezar a la perfección su vida material y espiritual, para conseguir el fin religioso y moral que Dios ha señalado a todos los hombres y dándoles como norma suprema, siempre y en todo caso obligatoria, con preferencia a todo otro deber (12).

¿El cristiano condenado a la pobreza?

La siguiente explicación del P. Bernal la debemos tener presente:

Vale la pena notar cómo Pío XII ya había superado ciertas concepciones ancestrales que, interpretando de manera impropia el Evangelio, terminaban casi condenando al cristiano a la pobreza material como signo del seguimiento de Cristo y al mismo tiempo manifestaban un desprecio por los bienes de este mundo. Aquí, en cambio, ya es claro que la dignidad y la vocación de la persona, exigen un mínimo de bienestar material. Gracias a la colaboración de expertos encargados de redactar los proyectos de intervenciones de los Papas, las ciencias sociales fueron contribuyendo a un discurso cada vez más objetivo.

Hasta aquí alcanzamos hoy a presentar la ponencia Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana, presentada por el P. Sergio Bernal en el IV Congreso de Reconciliación, que se dedicó en una buena parte al tema del Desarrollo nuevo nombre de la Paz. Es tan importante esta ponencia y contribuye tanto a nuestro conocimiento de la D.S.I. que continuaremos su presentación en la próxima entrada, si Dios quiere.

Los invito a pedir por la Misión Continental, con la oración preparada por nuestros obispos:

Plegaria de la Misión Continental

(Tomada del magisterio de Benedicto XVI en Aparecida)

Quédate con nosotros, Señor,

acompáñanos, aunque no siempre

hayamos sabido reconocerte.

Tú eres la Luz en nuestros corazones,

y nos das tu ardor con la certeza de la Pascua.

Tú nos confortas en la fracción del pan,

para anunciar a nuestros hermanos

que en verdad Tú has resucitado

y nos has dado la misión de ser testigos

de tu victoria.

Quédate con nosotros, Señor,

Tú eres la Verdad misma,

eres el revelador del Padre,

ilumina Tú nuestras mentes con tu Palabra;

ayúdanos a sentir la belleza

de creer en ti.

Tú que eres la Vida,

quédate en nuestros hogares

para que caminen unidos,

y en ellos nazca la vida humana generosamente;

quédate, Jesús, con nuestros niños

y convoca a nuestros jóvenes

para construir contigo el mundo nuevo.

Quédate, Señor, con aquellos

a quienes en nuestras sociedades

se les niega justicia y libertad;

quédate con los pobres y humildes,

con los ancianos y enfermos.

Fortalece nuestra fe de discípulos

siempre atentos a tu voz de Buen Pastor.

Envíanos como tus alegres misioneros,

para que nuestros pueblos,

en ti adoren al Padre, por el Espíritu Santo.

A María, tu Madre y nuestra Madre,

Señora de Guadalupe, Mujer vestida de Sol,

confiamos el Pueblo de Dios peregrino

en este inicio del tercer milenio cristiano.

Amén.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf http://www.zenit.org/article-28163?l=spanish

[2] Entre los Enlaces de este blog ese encuentra el del Secretariado de Pastoral Social

[3] Cfr Juan Souto Coelho (coord.), Doctrina Social de la Iglesia, manual abreviado, BAC, Fundación Pablo VI, Madrid, Pg. 63; Ildefonso Camacho, Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Pg 192ss

Reflexión 107

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Compendio Doctrina Social de la Iglesia N° 75-76

Naturaleza de la Doctrina Social

Un conocimiento iluminado por la Fe (III)

Continuemos nuestra reflexión sobre la naturaleza de la Doctrina Social.

Hemos aprendido ya que la D.S.I. es un conocimiento iluminado por la fe; que por lo tanto, por estar en ella implicada la fe, por el papel indispensable de Dios en la D.S.I., ésta es de naturaleza teológica. Como se trata de conocer cómo quiere Dios que funcionen la sociedad y el mundo, el contenido de la D.S.I. se tiene que basar ante todo, en su Palabra, que es el medio que Él nos ha dado de conocer sus proyectos para la humanidad. La Doctrina Social no puede prescindir de Dios, porque trata precisamente de buscar cómo debe ser nuestro comportamiento con los demás y con la naturaleza de acuerdo con los planes de Dios. Y porque la D.S.I. es una doctrina para orientar nuestra conducta con los demás, pertenece específicamente al campo de la teología moral.

La D.S.I. pertenece al campo de la teología moral porque la teología moral es el campo de la teología que estudia y enseña cómo debemos vivir, de acuerdo con los designios de Dios; la teología moral es una reflexión sistemática sobre la conducta cristiana, a partir de la Sagrada Escritura. La doctrina social halla su fundamento en la Revelación bíblica y en la Tradición de la Iglesia.

Objetivo de la Doctrina Social de la Iglesia

Juan Pablo II precisó el concepto sobre lo que es la D.S.I., especialmente en la encíclica Sollicitudo rei socialis, en el N° 41, cuando nos dice sobre el objetivo principal de la D.S.I., que

es interpretar las realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial…examinando su conformidad o diferencia / con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana.

De manera que nuestro estudio de la D.S.I. no tendría sentido si nos redujéramos sólo a lo teórico, sin descender a su aplicación en nuestra vida, porque su objetivo es orientar nuestra conducta.

En el centenario de la encíclica Rerum novarum, – el año 1991, – la Conferencia Episcopal de Colombia, ofreció un curso sobre la Doctrina Social de la Iglesia para los obispos y sacerdotes. Los trabajos presentados en ese curso fueron publicados en forma de libro, por el Seminario de Bogotá. Ese libro se consigue en la Conferencia Episcopal. De la conferencia del jesuita P. Sergio Bernal, quien es profesor emérito de la Pontificia Universidad Gregoriana y actualmente Consultor del Pontificio Consejo Justicia y Paz, tomo las siguientes palabras que nos ilustran muy bien el punto de la D.S. como orientadora de la conducta cristiana:

Descubrir la distancia del ideal evangélico

1. 2 El objeto principal de la DSI es interpretar la realidad para descubrir la distancia del ideal evangélico. En este sentido se entienden las palabras de Juan Pablo II cuando nos dice que la DSI tiene el carácter de aplicación de la palabra de Dios a la vida de los hombres y de la sociedad así como a las realidades terrenas (SRS 8). Podemos decir que manifiesta (la D.S.) la preocupación de la Iglesia por proyectar la fe (la vida cristiana) sobre la vida, especialmente la vida social. [1]

Un juicio crítico de la realidad desde la visión cristiana del hombre y del mundo

Qué interesante esta observación del P. Sergio Bernal: la Iglesia quiere proyectar la vida cristiana sobre la vida, especialmente la vida social. El interés de la Iglesia al presentar la D.S. no es quedarse en la teoría, no es presentar una fe etérea, que se quede allá, en el nivel intelectual, sin penetrar el corazón. Sigue así el P. Bernal:

La DSI hace un juicio crítico de la realidad desde su propia visión del hombre y del mundo. Como parte de la evangelización / centra su atención en los misterios de la Creación y de la Redención. De Dios ha recibido la verdad sobre el hombre y el mundo y desde ella ha elaborado su propia antropología. La Iglesia quiere iluminar el camino del hombre en el mundo, haciendo ver su doble dimensión / que exige un compromiso único y coherente.

La fuente de la antropología cristiana

De Dios, a través de su Palabra, ha recibido la Iglesia su comprensión del hombre y del mundo. De esa verdad, recibida de Dios, la Iglesia ha elaborado su propia antropología, su comprensión de la realidad del ser humano. Nosotros no podemos comprender a la persona humana por fuera de la concepción cristiana, con su doble dimensión: terrena y celestial, material y espiritual, temporal y eterna. Nuestra comprensión de la persona humana en su doble dimensión exige de nosotros un compromiso único y coherente. Nos comprometemos con la persona humana como un ser con necesidades materiales y espirituales; con ambas. Sigue así el P. Bernal:

4.3 El fin que pretende la DSI es el de orientar la conducta cristiana. La DSI es eminentemente práctica (SRS 8)[2]. No es, como ya lo hemos insinuado, un discurso metafísico ni abstracto. Es un discurso moral, es decir, quiere incidir en el comportamiento de la persona humana real, orientando su acción a la transformación de la sociedad, para que los cambios en profundidad que exigen las situaciones de miseria y de injusticia / sean llevados a cabo de una manera tal / que sirva al verdadero bien de los hombres (LC 72[3]). Y ello se ha ido haciendo cada vez más evidente, especialmente, desde el Concilio Vaticano II, comienzo del paso / de una impostación de la filosofía cristiana a la teología moral.

El P. Bernal utiliza una figura: habla de una impostación de la filosofía cristiana a la teología moral. La impostación es una técnica que utilizan los cantores y también algunos locutores, para fijar la voz en las cuerdas vocales y así emitir un sonido pleno, sin vacilación ni temblor. Se dice que los cantantes líricos, al impostar la voz la robustecen, la gradúan, le dan vida.

Creo que podemos comprender esta figura de la impostación de la filosofía cristiana a la teología moral, en el sentido de que, desde el Concilio Vaticano II se dio un paso adelante en la comprensión más completa de la persona humana, al recibir la teología moral los aportes de la filosofía cristiana, de la antropología cristiana. La imagen de la persona humana que nos ofrece la Iglesia, con la ayuda de la filosofía y de la teología, integra lo terrenal y lo trascendente, porque el ser humano vive en el mundo pero fue creado con destino a la eternidad. La imagen del hombre que nos presenta la Iglesia aparece completa, diáfana, clara, íntegra, con su naturaleza humana creada a imagen de Dios, gracias a la integración de los conceptos de la filosofía cristiana y la teología moral.

Hemos aprendido que en el conocimiento de la D.S.I. intervienen la fe y la razón. Al final de la reflexión anterior vimos que, aunque la doctrina social sea un conocimiento iluminado por la fe, está destinada a todos y puede hallar acogida y ser compartida por todos, inclusive por los no creyentes, porque es una doctrina razonable.

Cuando la Iglesia propone su Doctrina Social a cuantos hombres y mujeres de buena voluntad están comprometidos en el servicio del bien común, incluye allí también como destinatarios de su mensaje a los no católicos, y aun a los no creyentes. En esa forma La Iglesia no hace otra cosa que comunicar el mensaje, la Buena Nueva, que es su patrimonio, a todos los hombres, según el mandato del Señor: Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes... enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.[4]

En diálogo cordial con todos los saberes

Vamos ahora a continuar nuestro estudio sobre la naturaleza de la D.S.I. con los N° 76 a 78. Esta parte lleva por título En diálogo cordial con todos los saberes. Dice así el N° 76:

La doctrina social de la Iglesia se sirve de todas las aportaciones cognoscitivas, provenientes de cualquier saber, y tiene una importante dimensión interdisciplinar: « Para encarnar cada vez mejor, en contextos sociales económicos y políticos distintos, y continuamente cambiantes, la única verdad sobre el hombre, esta doctrina entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, [e] incorpora sus aportaciones ».[5] La doctrina social se vale de las contribuciones de significado de la filosofía / e igualmente de las aportaciones descriptivas de las ciencias humanas.

Hasta allí el N° 76. Entonces, como el interés de la Iglesia es la persona humana, entra en diálogo con las diversas áreas del conocimiento que se ocupan del ser humano, y se vale de los aportes significativos que hagan las ciencias humanas para acertar cuando interviene en defensa del hombre en los distintos contextos sociales, económicos y políticos. En esta forma la Iglesia pretende conocer mejor y de manera integral la verdad sobre el hombre.

Las orientaciones que nos da la Iglesia en lo social son congruentes con la característica de la D.S.I. de estar siempre en desarrollo, abierta a este mundo en permanente cambio. La Iglesia debe tener en cuenta los muy diversos contextos o situaciones en que se encuentra la humanidad, dependiendo de los países, de sus gobiernos, de su cultura, de su historia. No puede cambiar los principios no negociables; eso no lo hace, – pero así como tiene que utilizar la firmeza para defender los principios, también, cuando interviene, tiene que hacer gala de la prudencia y la discreción, teniendo en cuenta las circunstancias y el bien común.

Expertos en humanidad

Para acertar, la Iglesia debe ser abierta a las ciencias humanas y conocerlas. Con su doctrina social la Iglesia no ofrece soluciones económicas técnicas, ni soluciones médicas, pero tiene que conocer de economía, de política y de biología, para responder de modo acertado a las inquietudes de la humanidad en materia económica, política y biológica. La Iglesia, como lo han repetido sus Pastores tiene que ser experta en humanidad. En ese campo no puede fallar. Los cristianos tenemos que ser expertos en humanidad. En eso no podemos fallar. ¡Y cómo fallamos! Por ejemplo, no nos toleramos. Castigamos, a veces con fiereza. Cuando nos sentimos ofendidos, se nos olvida el ejemplo del Dios compasivo y misericordioso. Esperamos que Dios nos perdone, pero no estamos siempre dispuestos a perdonar.

Antes de ver un caso práctico, sobre el papel de la Iglesia en un mundo concreto, en que se debe actuar con sabiduría y prudencia, – lo que haremos enseguida, – vamos a leer unas líneas más de la conferencia del P. Sergio Bernal, que citamos antes. Sobre la naturaleza y límites de la Doctrina Social de la Iglesia dice el P. Bernal:

Para comprender plenamente la naturaleza de la DSI hay que decir, una vez más, que no se trata de un discurso filosófico, con lo cual no se quiere decir que carezca de elementos propios de la filosofía. Tampoco es simple teología, sino, como hemos visto, el fruto de una reflexión sobre la realidad, a la luz de la Palabra, para ayudar a los cristianos a comprender esa misma realidad / y a transformarla / buscando siempre una mayor conformidad con los valores evangélicos. Hoy día se insiste en que la Iglesia no debe considerar el mensaje social del Evangelio como una teoría, sino como un fundamento, un estímulo para la acción. (CA 57)

El Señor Lugo Presidente de Paraguay

Vamos al caso práctico. En la reflexión 83, del 17 de enero de este año 2008, comentamos la situación del obispo paraguayo Fernando Lugo Méndez. Monseñor Lugo Méndez solicitó al Santo Padre la dispensa del estado clerical para aceptar la candidatura presidencial del país, que le había sido ofrecida. La Santa Sede le negó esa solicitud porque, como le expuso en carta el Cardenal Giovanni Battista Re, Prefecto de la Congregación para los Obispos, La tarea de un Obispo es estar al lado de los fieles siguiendo en todo la suprema ley de la Iglesia que es efectivamente la salvación de las almas y no el gobierno de la comunidad política. La colaboración del Obispo en procurar el bien de la sociedad civil debe ser desempeñada siempre en modo pastoral, actuando como padre, hermano y amigo y ayudando con su ministerio a construir caminos de justicia y de reconciliación, como está justamente subrayado por la Exhortación Apostólica “Pastores gregis” (Pastores de la grey)

Monseñor Lugo, contrariando el deseo de la Iglesia, aceptó la candidatura y fue elegido presidente del Paraguay. Su posesión fue el pasado 15 de agosto (2008). Las razones de la Iglesia para suspender ‘a divinis’ a Monseñor Lugo, como lo hizo cuando no aceptó retirarse de la contienda política, eran claras; las expuso el Cardenal Giovanni Battista Re, como acabamos de leer: la Iglesia «se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación»: se trata de su fin primordial y único. No existen otras finalidades que intenten arrogarse o invadir competencias ajenas, descuidando las propias, o perseguir objetivos extraños a su misión. El obispo Lugo estaba invadiendo las competencias de los laicos. Y el daño se hizo; la Iglesia perdió un Obispo, que prefirió la política a la labor pastoral; pero la Iglesia es Madre y Maestra, y como su Fundador, es misericordiosa y se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación. Por eso, comentamos en otro programa, que ante los hechos cumplidos se creó una situación no sencilla, que la Santa Sede sabría manejar oportunamente con sabiduría. Así acaba de suceder. Teniendo en cuenta el bien del pueblo paraguayo y de Monseñor Lugo, la agencia Zenit informó el 30 de julio que

El nuncio apostólico en Paraguay anunció…la decisión de Benedicto XVI de conceder la reducción al estado laical al presidente electo de Paraguay, Fernando Lugo, obispo ordenado en la Iglesia católica, que hasta ahora estaba suspendido “a divinis”.

“El Santo Padre le concede la pérdida del estado clerical, con todas las obligaciones, como sacerdote y obispo del Verbo Divino”, explicó en una rueda de prensa en Asunción el arzobispo Orlando Antonini.

“Se aceptó porque el pueblo lo ha elegido y se ha reconsiderado su petición porque no es compatible su estado clerical con la presidencia de la República”, aclaró el nuncio apostólico en el país…

“Habiendo examinado cuidadosamente todas las circunstancias, Su Santidad Benedicto XVI ha concedido para él la pérdida del estado clerical con la consiguiente pérdida de los derechos inherentes al mismo”, subrayó el nuncio apostólico…

Al día siguiente de su elección, el 20 de abril de 2008, Lugo pidió perdón a la Iglesia católica, y en particular a Benedicto XVI, por el “dolor” que causó su desobediencia a las leyes canónicas, al haberse lanzado a la carrera presidencial.

“El Sumo Pontífice exhorta al señor Fernando Lugo Méndez a ser fiel a la fe católica, en la que fue bautizado y a llevar una vida coherente con el evangelio”, concluye el comunicado leído por el nuncio.

En su discurso de posesión, atendió la exhortación de la Santa Sede y afirmó que será fiel a su fe católica. Los invito a que encomendemos al Presidente Lugo para que realice una buena labor por el pueblo paraguayo y para que su vida en la política sea coherente con su fe.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Memorias, Curso de Doctrina Social de la Iglesia, Seminario Mayor de Bogotá, Julio 8 al 12 de 1991, Visión de conjunto de la Doctrina Social de la Iglesia por Sergio Bernal, S.J., Pgs. 6ss El P. Sergio Bernal es Doctor en Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y Master en Sociología de la Brown University de Estados Unidos. Es Licenciado en Teología y en Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Gregoriana y Licenciado en Filosofía y Letras de la Pontificia Universidad Javeriana. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma durante 13 años. Ha sido profesor de la misma Facultad entre 1983 y 2006. Actualmente es profesor emérito de dicha Facultad, y Consultor del Pontificio Consejo Justicia y Paz del Vaticano.

[2] Cf Encíclica Sollicitudo rei socialis, 8

[3] Cf Instrucción sobre libertad cristiana y liberación – Libertatis conscientia (Instructio de libertate christiana et liberatione), 22 de marzo de 1986, AAS 79 (1987) 554-599: 72.2. La Iglesia, experta en humanidad, ofrece en su doctrina social un conjunto de principios de reflexión, de criterios de juicio y de directrices de acción para que los cambios en profundidad que exigen las situaciones de miseria y de injusticia sean llevados a cabo, de una manera tal que sirva al verdadero bien de los hombres.”

[4] Cf Mt. 28,19

[5] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 59: AAS 83 (1991) 864.

Reflexión 106 – Julio 31 de 2008

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Compendio Doctrina Social de la Iglesia N° 75

Naturaleza de la Doctrina Social

Un conocimiento iluminado por la Fe

En nuestro estudio sobre la naturaleza de la Doctrina Social hemos visto que se trata de un conocimiento iluminado por la fe; que la D.S.I. pertenece al campo de la teología moral y que en ella se conjugan la fe y la razón. Hoy vamos a comenzar por estudiar el N° 75 del Compendio, que termina el tema de la fe y la razón en la Doctrina Social.

Leamos entonces el N° 75:

La fe y la razón constituyen las dos vías cognoscitivas de la doctrina social, siendo dos las fuentes de las que se nutre: la Revelación y la naturaleza humana. El conocimiento de fe comprende y dirige la vida del hombre / a la luz del misterio histórico-salvífico, del revelarse y donarse de Dios en Cristo por nosotros los hombres. La inteligencia de la fe incluye la razón, mediante la cual ésta, dentro de sus límites, explica y comprende la verdad revelada / y la integra con la verdad de la naturaleza humana, según el proyecto divino expresado por la creación,[1] / es–decir,–la verdad integral de la persona en cuanto ser espiritual y corpóreo, en relación con Dios, con los demás seres humanos y con las demás criaturas.[2]

La centralidad del misterio de Cristo, por tanto, no debilita ni excluye el papel de la razón / y por lo mismo / no priva a la doctrina social de la Iglesia de plausibilidad racional y, por tanto, de su destinación universal. Ya que el misterio de Cristo ilumina el misterio del hombre, la razón da plenitud de sentido a la comprensión de la dignidad humana / y de las exigencias morales que la tutelan. La doctrina social es un conocimiento iluminado por la fe, que —precisamente porque es tal— expresa una mayor capacidad de entendimiento. Da razón a todos de las verdades que afirma / y de los deberes que comporta: puede hallar acogida y ser compartida por todos.

Teología: la fe reflexiva

Cuando estudiamos el N° 72 del Compendio nos detuvimos a considerar la relación de la fe y de la teología con la Doctrina Social. Vimos entonces que la teología es la fe reflexiva, es un esfuerzo de la persona humana por penetrar con la razón en la experiencia de la fe. Por eso se habla de la reflexión teológica. Que hayamos recibido la fe como un regalo de Dios, que ha revelado las profundidades de su misterio de amor a los sencillos, no nos exime a los creyentes de la responsabilidad de profundizar en estas maravillas, en la medida de nuestras posibilidades. Por eso se dedica un esfuerzo grande a la evangelización.

Los que hemos recibido el don de la fe gozamos de dos caminos que nos conducen a la comprensión integral de la D.S.: tenemos la capacidad de interpretar la realidad con la razón, como todos los seres humanos, y somos ayudados, además, por la luz de la fe. La fe y la razón se complementan. No nos podemos cansar de agradecer a Dios que nos ha dado el don de la fe, que nadie puede adquirir por sus propias fuerzas. Y la tenemos que cuidar, porque la fe no la podemos conseguir solos, pero por nuestro descuido sí la podemos perder.

Elementos que superan la razón humana

El ser humano utiliza la razón, sus capacidades intelectuales, para comprender la realidad; con esos medios abarca el universo: el ser humano, la naturaleza toda. Se vale de su capacidad de discurrir, de pensar, y se apoya en disciplinas como la historia y la filosofía, la física, la química o las matemáticas, según sea el caso; pero resulta que en la realidad hay elementos que superan la capacidad limitada de la razón.

¿Cuáles son esos elementos de nuestra realidad que superan la capacidad de la inteligencia humana? Los que conocemos porque Dios nos los ha dado a conocer, los que nos ha revelado, y que podemos conocer sólo por el don de la fe. Podemos conocer esos datos, esos elementos, únicamente si Dios los ha puesto a nuestro alcance por la fe. Este es un regalo de Dios del que no siempre somos conscientes.

Por no comprender lo que está más allá de capacidad intelectual, algunos científicos del sistema nervioso se asombran de no encontrar el alma con su escalpelo, cuando exploran las circunvoluciones del cerebro. Es que trabajan sólo con sus capacidades humanas que no son suficientes. Usando esta comparación, – con las limitaciones obvias, – es como si un astrónomo quisiera ver las profundidades del espacio sólo con sus ojos, sin ayuda del telescopio. El neurocirujano no puede encontrar el alma en el cerebro, utilizando sólo su inteligencia, sin la ayuda de la fe.

La Fe no nos pide que creamos lo absurdo

Cuando conversamos sobre estos temas con no creyentes, nos damos cuenta de que para ellos hablar de Dios o interpretar los acontecimientos y las realidades del mundo a la luz de la fe no tiene sentido. A ellos, cuando escuchan hablar sobre las realidades del mundo iluminadas por la fe, les pasa como a los que no somos expertos en matemáticas, si escuchamos una disertación sobre temas de altas matemáticas, o quizás como si escuchamos una conversación en un idioma que desconocemos. Claro que si los no creyentes se despojan de prejuicios, se pueden aproximar a comprender, en alguna forma, con la sola razón, las verdades de la fe, porque el proyecto de Dios para el hombre, la naturaleza humana explicada por la fe, es perfectamente coherente y por eso comprensible y aceptable a la razón. La fe no nos pide que creamos cosas absurdas.

Es oportuno que recordemos la explicación que presentamos en un programa anterior sobre diversos campos del conocimiento. Así nos va a quedar claro que, para comprender y aceptar la Doctrina Social de la Iglesia y sus exigencias se requiere la ayuda de la fe.

Distintas clases de conocimiento

Nos preguntábamos qué significa que haya distintas clases de conocimiento, porque se habla del conocimiento con la razón y del conocimiento iluminado por la fe. Decíamos que hay distintas maneras de conocer las cosas. Usamos el ejemplo del modo como los seres humanos podemos conocer el color. El artista, el físico, el químico, conocen el color desde una especie de mundos distintos: el pintor artista conoce y utiliza el color con unas capacidades propias que le permiten descubrir la belleza en el color, en sus combinaciones, en sus tonalidades más suaves o más intensas. El artista está dotado de una capacidad especial para captar el color, como generador de belleza, -por eso es artista,- y lo utiliza, por ejemplo, para hacer realidad y darnos a conocer en un lienzo, lo que sólo él ha creado internamente. Los que no somos artistas, a veces no vemos tantas tonalidades en un color como las encuentra el artista, y no logramos descubrir la belleza en obras ante las cuales otros quedan cautivados.

Les cuento una experiencia personal. Hace años, cuando las Hermanas de la Presentación tenían un colegio en Bogotá, en la carrera 9ª con la Avenida de Chile, en una puerta metálica ancha, – la de entrada de vehículos, – había una pintura moderna cuyo significado yo no lograba descifrar. Algún día le comenté mi duda a un artista, que por cierto era chileno. Le dije que no entendía qué era lo que habían pintado allí. Él, muy extrañado, me dijo: ¡Pero si es bellísima. Es la Dolorosa transfixa! Es decir la Dolorosa traspasada. Él tenía una capacidad de ver lo que yo no veía. En el arte hay un campo del conocimiento que no es propiamente de la inteligencia, sino más bien del corazón, del sentimiento, de un sentido que no todos tenemos. Algo parecido sucede con la música. Por eso hay gustos tan distintos. Y hay personas que pueden aprender muy bien, mecánicamente, los pasos de un baile, pero no tienen la habilidad de llevar el ritmo… Eso se lleva adentro.

El mundo del físico es muy distinto al del artista; como científico, el físico puede abordar el tema del color desde el campo de la óptica, que es una parte de la física que estudia las leyes y los fenómenos de la luz. Como los colores que el ojo humano puede ver pertenecen a lo que llaman espectro electromagnético, – porque los colores son ondas de luz, – el físico estudia en el color el comportamiento de la luz como onda. Es un campo del conocimiento muy distinto al del arte. En el caso del color, el campo del conocimiento del físico tiene que ver con la interacción de los electrones con la materia; porque el color se produce cuando la luz interactúa con la materia. El físico puede conocer en profundidad el color como fenómeno físico, pero puede ser que no tenga la capacidad de disfrutar de la belleza de un atardecer o de un cuadro de un artista reconocido.

El conocimiento de la Doctrina Social requiere la ayuda de la Fe

De manera que hay diversos campos del conocimiento y se llega a ellos por diversos caminos. El campo en el cual se ubica la D.S.I. es un campo propio suyo; no se trata de un campo del conocimiento puramente humano, como el de la economía, la política o la filosofía, y para su comprensión se necesita la ayuda de la fe, que recibimos de Dios.

La Doctrina Social nos enseña a encontrar el proyecto de Dios para el hombre y el proyecto de Dios no lo podemos conocer solamente por medio de la razón ni de los sentidos; ese conocimiento necesita la fe.

Los científicos de la economía, de la sociología y de la política ven la sociedad como el campo donde aplicar sus teorías económicas y políticas. Los creyentes tratamos de encontrar en la doctrina social católica, lo que Dios nos dice sobre cómo deben ser nuestras relaciones con nuestros semejantes y con el universo, de acuerdo con su proyecto. Buscamos cuál es el proyecto divino de la sociedad, para colaborar en su realización. En nuestro estudio nos deberíamos preguntar: ¿cuál es el modelo de sociedad, como Dios la diseñó y cómo puedo contribuir en la ejecución de ese proyecto? Los no creyentes ignoran y no aceptan que exista un proyecto de Dios. Si son ateos, no aceptan la existencia de Dios, de manera que no pueden aceptar que el ser humano tenga que ver con un Ser Superior.

Luego del rápido repaso sobre el campo del conocimiento iluminado por la fe, que acabamos de hacer, podemos comprender mejor el N° 75 del Compendio que leímos hace un momento. Volvamos a leerlo:

La fe y la razón constituyen las dos vías cognoscitivas de la doctrina social, siendo dos las fuentes de las que se nutre: la Revelación y la naturaleza humana. El conocimiento de fe comprende y dirige la vida del hombre a la luz del misterio histórico-salvífico, del revelarse y donarse de Dios en Cristo por nosotros los hombres. La inteligencia de la fe incluye la razón, mediante la cual ésta, dentro de sus límites, explica y comprende la verdad revelada y la integra con la verdad de la naturaleza humana, según el proyecto divino expresado por la creación,[3] es–decir,–la verdad integral de la persona en cuanto ser espiritual y corpóreo, en relación con Dios, con los demás seres humanos y con las demás criaturas.

Las ciencias naturales se pueden conocer naturalmente…

De manera que para comprender la D.S.I. necesitamos la razón, la inteligencia de que ha dotado Dios a todos los seres humanos. La razón nos permite conocer a la persona humana y al universo en su nivel natural: nos ayudan en este conocimiento las leyes físicas y químicas que los constituyen y gobiernan. Un médico puede ser un sabio médico, perfecto conocedor del cuerpo humano en sus tejidos, desde una célula, que es visible sólo al ojo humano por medio del microscopio, hasta el funcionamiento del órgano más complicado. De todos modos, el organismo humano es tan complejo, encierra tantas maravillas, que todavía la ciencia no ha logrado descubrirlas ni comprenderlas todas. Pero el conocimiento que se requiere para abarcar todo el organismo humano no es un conocimiento sobrenatural. Lo mismo puede decirse de los demás campos de la ciencia.

Sucede, sin embargo, que la naturaleza humana tiene una conexión con Dios, su Creador y autor de todo un proyecto para su felicidad. Las implicaciones de esa relación del ser humano con Dios no se entienden sólo con la razón; se requiere conocerlas y aceptarlas por la fe. El conocimiento de fe comprende y dirige la vida del hombre a la luz del misterio histórico-salvífico, del revelarse y donarse de Dios en Cristo por nosotros los hombres, acabamos de leer en el Compendio de la D.S.

En Jesucristo podemos conocer a Dios y al hombre

La Encarnación del Hijo de Dios nos completó la revelación de los planes de Dios para el ser humano, – que se hacen realidad en la Historia de la Salvación, – la que el Señor había comenzado a darnos a conocer en la Sagrada Escritura, en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento se nos da la luz que nos permite conocer que Dios se nos entregó en su Hijo, se donó a la humanidad para redimirnos y mostrarnos el camino para llegar a nuestro destino final, el Reino de Dios. Sin Jesucristo no se puede conocer del todo al ser humano ni cómo debe ser su vida. Él es la conexión Dios-hombre. Con Jesucristo todo es claro; es que Él es la Luz. Él nos dio a conocer cómo es Dios, y su vida de amor. En Jesús podemos ver al Padre; lo dijo Jesús a Felipe, como leemos en San Juan en 14,9.[4] Jesucristo nos reveló al Espíritu Santo y nos anunció su venida. En Jesucristo podemos ver el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre.[5] Lo que tenemos de divino, lo conocemos por medio de Jesucristo.

Volvamos a leer las líneas siguientes del N° 75:

La inteligencia de la fe incluye la razón, mediante la cual ésta, – dentro de sus límites, – explica y comprende la verdad revelada y la integra con la verdad de la naturaleza humana, según el proyecto divino expresado por la creación, es decir, la verdad integral de la persona en cuanto ser espiritual y corpóreo, en relación con Dios, con los demás seres humanos y con las demás criaturas.

Necesitamos tanto de la fe como de la razón para comprender íntegramente al ser humano, como ser espiritual y corpóreo, que está en relación no sólo con los demás seres humanos y con todo el universo, sino con Dios. La fe nos descubre la relación que tenemos con Dios, nos da a conocer la historia de la salvación, nos permite encontrarnos con Jesucristo, el Dios hecho carne; Dios y Hombre.

Volvamos ahora al último párrafo del N° 75 del Compendio de la D.S.

La centralidad del misterio de Cristo, por tanto, no debilita ni excluye el papel de la razón y por lo mismo no priva a la doctrina social de la Iglesia de plausibilidad racional (es decir que por el papel central del misterio de Cristo en la vida del ser humano, la doctrina social no deja de ser admisible racionalmente) y, por tanto, de su destinación universal (la D.S.I. no está destinada sólo a los creyentes). Ya que el misterio de Cristo ilumina el misterio del hombre, la razón da plenitud de sentido a la comprensión de la dignidad humana y de las exigencias morales que la tutelan. La doctrina social es un conocimiento iluminado por la fe, que —precisamente porque es tal— expresa una mayor capacidad de entendimiento. Da razón a todos de las verdades que afirma y de los deberes que comporta: puede hallar acogida y ser compartida por todos.

La Doctrina Social de la Iglesia puede ser acogida por creyentes y no creyentes

El Compendio de la D.S.I. en su introducción, en el N° 13 y siguientes, expone que ese documento está al servicio de la verdad plena del hombre. Añade que la publicación de este libro es un acto de servicio de la Iglesia a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a quienes ofrece el patrimonio de su doctrina social, según el estilo de diálogo con que Dios mismo, en su Hijo unigénito hecho hombre, “habla a los hombres como amigos, y trata con ellos”.[6]

Con su doctrina social, la Iglesia entrega a la humanidad su reflexión sobre lo que nos enseña la revelación acerca del hombre y sobre su relación con Dios, con sus hermanos y con la naturaleza.

Les sugiero que vuelvan a leer la Reflexión 005, en este ‘blog’, donde se explica cómo la Iglesia entrega su doctrina social al servicio de la verdad plena del hombre. Y la entrega a todos, no sólo a los católicos. Volvamos sobre algunas de esas ideas.

La Iglesia propone su Doctrina Social a cuantos hombres y mujeres de buena voluntad están comprometidos en el servicio del bien común, e incluye allí también como destinatarios de su mensaje a los no católicos, y aun a los no creyentes. La Iglesia no hace otra cosa que comunicar el mensaje, la Buena Nueva, que es su patrimonio, a todos los hombres, según el mandato del Señor: Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes... enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.[7]

Ojalá escucharan la Palabra también los no creyentes. Dios nos habló a todos; amplió su pueblo escogido, al hacer extensivo su amor también a los gentiles. Si escuchan la palabra y la ponen por obra, se realizará en ellos el encuentro maravilloso con Jesucristo, por el milagro de la fe.

Inspirándose en la Constitución Gaudium et spes, en el N° 3, el Compendio de la D.S. dice que también este documento coloca como eje de toda la exposición al hombre “todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad”. En esta tarea, no impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido.

Las eternas preguntas del ser humano

En el N° 14, el Compendio nos ilustra bellamente cómo la doctrina de la Iglesia se orienta a la persona humana, reconociendo todo el valor que Dios ha puesto en ella. Nos dice que la Iglesia quiere ofrecer una contribución (…) a la cuestión del lugar que ocupa el hombre en la naturaleza y en la sociedad, (inquietud ésta) escrutada por las civilizaciones y culturas en las que se expresa la sabiduría de la humanidad.

Tiene en cuenta la Iglesia que la humanidad a través de la historia, como se manifiesta en la filosofía, en la literatura y en el arte, ha estado siempre preocupada por conocer más a fondo ¿quién es, para qué existe?, su papel en el universo. ¿Qué camino debe tomar en las mil encrucijadas que se le van presentando en su vida?

El ser humano se sigue preguntando ¿Quién soy yo? ¿Por qué la presencia del dolor, del mal, de la muerte, a pesar de tanto progreso? ¿De qué valen tantas conquistas si su precio es, no raras veces, insoportable? ¿Qué hay después de esta vida? Estas preguntas de fondo caracterizan el recorrido de la existencia humana.

El único ser sobre la tierra capaz de hacerse preguntas

Esas preguntas se las ha hecho siempre y se las sigue haciendo la humanidad. Y el hombre busca y busca y sigue buscando y preguntando. Es el único ser sobre la tierra capaz de reflexionar, de hacerse preguntas. Y nuestro corazón seguirá inquieto, mientras no descanse en Dios, en palabras de San Agustín.

Podríamos decir, que siempre estamos haciéndonos preguntas sobre nosotros, sobre la existencia, sobre lo que nos rodea. Es una de las características del ser humano desde niño, que precisamente muestra su inteligencia porque busca entenderlo todo: no sólo desbarata los juguetes, que es una manera de ir descubriendo el mundo, sino que pregunta: “Papá, o mamá, ¿por qué esto, por qué aquello”, hasta cuando llega a esa frase desconcertante: “Papá, y ¿por qué por qué?” Todos los niños lo dicen en algún momento.

Respuestas propias para preguntas propias

Parece que las únicas respuestas que nos satisfacen, son aquellas a las que llegamos por nosotros mismos. Necesitamos hacernos nuestras propias preguntas, y queremos encontrar respuestas propias, porque sólo ellas llegan hasta el fondo de lo que realmente buscamos. [8]

En las ciencias humanas no están todas las respuestas

Los que tenemos fe, – por regalo de Dios, – no buscamos respuestas a nuestras inquietudes sólo en la filosofía, ni sólo en las ciencias. Allí no están todas las respuestas. El campo de la filosofía y de las ciencias es limitado, porque abarca sólo hasta donde la razón alcanza a entender. Por el regalo de la fe, en cambio, tenemos la experiencia del encuentro con el Ser Trascendente, con Dios, con la persona de Jesucristo. Y nos sentimos amados por Él, orientados hacia Dios, como la brújula, siempre orientada hacia el Norte. Tenemos la vivencia de que por Él fuimos creados-, a su imagen-, nos dice la Escritura; y comprendemos que por Él seguimos existiendo, y que hacia Él vamos.

Terminemos hoy con la lectura de parte del N° 14 de la Declaración Dignitatis humanae, del Concilio Vaticano II, sobre la libertad religiosa, en lo que se refiere a la obligación de la Iglesia, – a nuestra obligación, – de dar a conocer la verdad que por la gracia de Dios hemos llegado a conocer. Dice así:

14. La Iglesia católica, para cumplir el mandato divino: “enseñad a todas las gentes” (Mt., 18, 19-20), debe emplearse denodadamente “para que la palabra de Dios sea difundida y glorificada” (2 Tes., 3, 1).

Ruega, pues, encarecidamente a todos sus hijos que ante todo eleven “peticiones, súplicas, plegarias y acciones de gracias por todos los hombres… Porque esto es bueno y grato a Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim., 2, 1-4).

Por su parte, los fieles, en la formación de su conciencia, deben prestar diligente atención a la doctrina sagrada y cierta de la Iglesia. Pues por voluntad de Cristo la Iglesia católica es la maestra de la verdad, y su misión consiste en anunciar y enseñar auténticamente la verdad, que es Cristo, y al mismo tiempo declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana. Procuren además los fieles cristianos, comportándose con sabiduría con los que no creen, difundir “en el Espíritu Santo, en caridad no fingida, en palabras de verdad” (2 Cor., 6, 6-7) la luz de la vida, con toda confianza y fortaleza apostólica, incluso hasta el derramamiento de sangre. )[9]

Se refiere el Concilio a la valentía con que los apóstoles predicaban a Jesucristo, a pesar de la persecución del Sanedrín, como puede leerse en Hch, capítulo 4.

Porque el discípulo tiene la obligación grave para con Cristo Maestro de conocer cada día mejor la verdad que de El ha recibido, de anunciarla fielmente y de defenderla con valentía, excluyendo los medios contrarios al espíritu evangélico. Al mismo tiempo, sin embargo, la caridad de Cristo le acucia para que trate con amor, prudencia y paciencia a los hombres que viven en el error o en la ignorancia de la fe. Deben, pues, tenerse en cuenta tanto los deberes para con Cristo, el Verbo vivificante que hay que predicar, como los derechos de la persona humana y la medida de la gracia que Dios por Cristo ha concedido al hombre, que es invitado a recibir y profesar voluntariamente la fe.

Con esto terminamos el estudio de la naturaleza de la D.S., en cuanto es un conocimiento iluminado por la fe. Dios mediante continuaremos con el tema de la doctrina social en diálogo con todos los saberes.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 14: AAS 58 (1966) 940

[2] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Veritatis splendor, 13.50.79: AAS 85 (1993) 1143-1144. 1173-1174. 1197

[3] Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 14: AAS 58 (1966) 940

[4] Jn 14,8s: Le dice Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.”
9 Le dice Jesús: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”?

[5] De la oración por la V Conferencia de Aparecida, compuesta por Benedicto XVI.

[6] Cf Reflexión 005, del 9 de febrero de 2006

[7] Cf Mt. 28,19

[8] Cf W. Luypen, Fenomenología existencial, Ediciones Carlos Lohlé, Pg. 10 y 14

[9] Cf Hch, 4, nos narra la predicación “con valentía”, de los apóstoles, a pesar de las amenazas del sanedrín:

Reflexión 105 – Julio 24 de 2008

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Compendio Doctrina Social de la Iglesia

Naturaleza de la Doctrina Social – N° 73-74 FE y RAZÓN

Hemos dedicado ya un buen espacio al estudio de la naturaleza de la D.S.I. Es muy importante comprender qué es, en qué consiste la doctrina social de la Iglesia, cuando decimos que nos enseña cómo deben ser nuestras relaciones con los demás, de acuerdo con el proyecto de Dios para la humanidad. Esto es parte de nuestra fe católica. Si nos queda claro en qué consiste la D.S.I. no la confundiremos con doctrinas sociopolíticas ni económicas.

Un conocimiento iluminado por la Fe

Hemos visto que la D.S. católica es un conocimiento iluminado por la fe; que la D.S.I. no pretende enseñarnos conocimientos técnicos, sino que es una materia religiosa, cuyas bases están en la Sagrada Escritura y la Tradición, con los aportes del Magisterio que nos la dan a entender y nos orientan para aplicarla en la vida práctica. Esto es fundamental; por eso necesitamos profundizar en esta materia y tenerla presente en nuestra memoria.

Como hemos visto, y nos seguirá aclarando la Iglesia, las soluciones técnicas no son propiamente de la competencia del Magisterio. Sí lo son de los economistas y políticos católicos, en cuanto economistas y políticos, que como católicos, deben estar atentos a la orientación de la Iglesia, para no ir contra los principios y criterios que nos enseña la fe. Veamos algunos ejemplos.

Es interesante fijarnos en la posición de Benedicto XVI en su viaje a Australia, a las Jornadas Mundiales de la Juventud, cuando respondió a una pregunta de los periodistas sobre el cambio climático que tanto preocupa hoy. Les dijo que afrontaría ese asunto con los jóvenes, en particular la cuestión de la responsabilidad ante la creación, ante el clima del planeta. Aclaró, eso sí, que no le corresponde entrar en detalles. Dijo el Papa que ésta es una tarea, más bien de los gobernantes o de los científicos.[1]

De manera que desde el punto de vista de la D.S.I., cuando se trata de temas como el cambio climático, la Iglesia nos orienta sobre nuestra responsabilidad con la creación; nos ofrece criterios, principios, que nos permitan actuar. Las soluciones técnicas las deben proponer los expertos en lo técnico, teniendo en cuenta que las soluciones que proponen no estén contra los principios y criterios que la fe nos enseña.

Otro ejemplo interesante es la posición de la Iglesia sobre temas que tienen que ver con leyes que se tramitan en el Congreso, y también sobre los tratados de libre comercio, como es el caso del TLC con los Estados Unidos y otros países. Veamos:

Monseñor Fabián Marulanda, Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia, participó el jueves 12 de junio (2008) en el debate sobre el proyecto de ley 157, de 2007 del Senado, en cual se contemplan importantes avances en materia de reivindicación de derechos de las víctimas de la violencia.

En la página de Internet del Secretariado Nacional de Pastoral Social nos informan al respecto que

la posición de la Iglesia Católica es que el proyecto responda a las necesidades de las víctimas, que si bien requiere de algunos ajustes que garanticen la integración, restablecimiento y goce efectivo de los derechos de las mismas, (de las víctimas) se configura en un gran avance hacia la reconciliación de todos los actores y la sociedad en general, y propende por una política de Estado a favor de las víctimas.

“Invitamos a todos los aquí presentes / y en general a todos los colombianos, a que se continúe en la construcción de este importante consenso / que debe ser producto de la concertación entre la población afectada por el conflicto, las organizaciones que trabajan por los derechos humanos, los líderes políticos y el Gobierno Nacional, siempre pensando y actuando bajo los principios de la solidaridad y la responsabilidad, en busca de la unión y la reconciliación, como medios para alcanzar la paz”, expresó Monseñor Fabián Marulanda en la Plenaria del Senado.

PRECIOS DE LOS MEDICAMENTOS Y LOS TLC

Veamos otro caso concreto, éste sobre el TLC, en lo que se refiere a los precios de los medicamentos. El periódico El Tiempo, del martes 22 de julio (2008), informa que la Iglesia Católica vigilará la negociación de los países del área andina. La razón para que la Iglesia se inmiscuya en este tema, que aparentemente es sólo de política comercial, es su interés por defender a los pobres. La Iglesia no dice que va a vigilar que las negociaciones estén bien hechas de acuerdo con las normas técnicas. Dice el citado periódico El Tiempo:

A los prelados católicos les preocupa que el capítulo de propiedad intelectual de los TLC aumente la protección más allá de lo establecido por la Organización Mundial del Comercio (OMC), y que se restrinja así la producción de drogas genéricas, generalmente más baratas.

Por eso, el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), celebró una alianza con organizaciones civiles de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) para vigilar las implicaciones de los TLC en el acceso a las medicinas.

Un documento del CELAM, que da cuenta de la alianza, afirma que los TLC entre países desarrollados y en vías de desarrollo han recibido múltiples críticas porque buscan consolidar las ventajas de “los inversionistas” de los países ricos a cambio de escasas concesiones a los países pobres para la venta de materias primas y algunos productos de regular valor agregado.”

La mayor protección a la propiedad intelectual (patentes, protección de datos, etc.,), advierte el CELAM, pueden significar restricciones al acceso a las medicinas, particularmente porque los precios tienden a ubicarse muy por encima de las posibilidades de las personas pobres y de los sistemas de seguridad social.”[2]

EQUIDAD Y SOLIDARIDAD EN LOS TLC

La posición de la Iglesia defiende la equidad en las negociaciones, de manera que los países ricos no abusen de su posición privilegiada en la negociación, – por una parte, – y pide, por otra, que se ponga en práctica la solidaridad con los pobres en el cuidado de su salud. Los laboratorios farmacéuticos defienden su derecho a poner precios a los medicamentos, – como lo hacen las demás industrias, – con los argumentos de que son un negocio privado con ánimo de lucro y que necesitan ingresos suficientes para continuar con las investigaciones que les permitirán ofrecer medicamentos nuevos.

Si eso fuera de verdad así, bien; pero se trata de una verdad a medias, pues, ¿cuántos años explotan comercialmente un producto? Un solo ejemplo: el Valium, tan conocido mundialmente, lleva en el mercado más de 40 años. ¿No habrá producido muchísimas veces el costo de su investigación? ¿Y, cuántos productos no ofrecen nada nuevo fuera del nombre o quizás una mayor concentración de la sustancia activa?

Al nombre de algunos de esos “nuevos” medicamentos les añaden la palabra Forte, y consisten simplemente en que cada tableta equivale a dos del medicamento anterior.

Los laboratorios generalmente no tienen en cuenta que sus productos no son bienes suntuarios, sino bienes necesarios. No le pasa nada a la persona que no puede comprar un producto suntuario, pero la imposibilidad de pagar el precio de un medicamento puede comprometer la calidad de vida, si no la vida misma.

EL EVANGELIO NO ES DE DERECHA NI DE IZQUIERDA

La Doctrina Social de la Iglesia no la inspiran los ideólogos de la derecha ni de la izquierda, sino el Evangelio. El Santo Padre en su mensaje al llegar a Australia reiteró que ante la pobreza y la injusticia, la negación de Dios y los daños al ambiente, debidos a la avidez humana, el Espíritu nos orienta hacia el camino que lleva a la vida, al amor y a la verdad, hacia Jesucristo.[3] Como vimos en los programas pasados sobre la compasión y el desprendimiento, los católicos recibimos del Evangelio, de Jesucristo, la orientación en cuanto a doctrina social. También en este campo de la doctrina social es Jesucristo el camino, la luz, la verdad, el amor.

El N° 72 del Compendio, el libro que seguimos en nuestro estudio, nos enseña que la doctrina social de la Iglesia « no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral ».[4] De manera que la D.S.I. no se puede definir según parámetros socioeconómicos ni políticos. No es un sistema ideológico o pragmático, que tiende a definir y componer las relaciones económicas, políticas y sociales por consideraciones técnicas, sino que tiene una categoría propia, pues la D.S.I. presenta desde la fe, la visión de las realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional. La D.S.I. interpreta, a la luz de la fe y de la tradición eclesial, esas realidades de la vida, las examina para verificar si vivimos en conformidad o no con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana ».[5]

ESO SE PUEDE LLAMAR LIBERTAD DE ESPÍRITU

En los programas pasados examinamos nuestra conducta con parámetros del Evangelio: tomamos un ejemplo muy importante: la compasión, como puerta de entrada en el Reino de Dios. Examinamos también el desprendimiento de lo material, – que podemos llamar libertad de espíritu, – como un requisito para practicar la compasión, que nos abrirá la puerta del Reino. Una de las causas por la que no somos compasivos, es el temor a perder lo que tenemos; es el estar atados a lo material o quizás a nuestras propias ideas, a nuestros gustos e intereses; en fin, la causa por la cual no somos compasivos puede ser, simplemente, el no querer salir de nuestra zona de comodidad. Nos cuesta dar la mano al otro, si ese dar la mano lo sentimos incómodo para la clase de vida o de actividad a la que nos dedicamos. La cruz que el Señor nos pide llevar puede ser de esa clase: la renuncia a lo que estamos acostumbrados, a lo que nos gusta.

Niveles Fundante, Directivo y Deliberativo

Vamos ahora a avanzar al N° 73 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que sigue desarrollando el tema de la naturaleza de la Doctrina Social. Los invito a leer todo el número y luego nos detendremos en las consideraciones que sean necesarias. Nos vamos a encontrar ahora con el vínculo que en la D.S.I. existe entre la fe y la razón. Dice el N° 73:

La doctrina social, por tanto, es de naturaleza teológica, y específicamente teológico-moral, ya que « se trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas ».[6] « Se sitúa en el cruce de la vida y de la conciencia cristiana con las situaciones del mundo y se manifiesta en los esfuerzos que realizan los individuos, las familias, operadores culturales y sociales, políticos y hombres de Estado, para darles forma y aplicación en la historia ».[7] La doctrina social refleja, de hecho, los tres niveles de la enseñanza teológico-moral: el nivel fundante de las motivaciones; el nivel directivo de las normas de la vida social; el nivel deliberativo de la conciencia, llamada a mediar las normas objetivas y generales / en las situaciones sociales concretas y particulares. Estos tres niveles definen implícitamente también / el método propio y la estructura epistemológica específica / de la doctrina social de la Iglesia.

Este número 73 es una excelente síntesis de lo que hemos venido estudiando, y se sigue desarrollando el tema en el N° 74; de manera que lo mejor es continuar su lectura. No olvidemos esta frase que nos aclara mucho la naturaleza de la Doctrina Social: La doctrina social es de naturaleza teológica, y específicamente teológico-moral, porque « se trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas.

También nos explica este N° 73 eso del nivel fundante, el nivel directivo y el nivel deliberativo de la enseñanza de la D.S. El nivel fundante es lo mismo que de los cimientos o fundamentos de la enseñanza de la Iglesia en lo social; dónde se basa la enseñanza de la Iglesia en lo social. El nivel directivo, o sea en el que encontramos la orientación, la dirección sobre cómo debe ser nuestra conducta, y el nivel deliberativo. Deliberar supone razonar, considerar con atención los pros y los contras. Para deliberar tenemos que utilizar la razón. De modo que nos explicará la Iglesia esa relación fe-razón, en la doctrina social.

Antes de continuar detengámonos un momento en algunas palabras que nos explican muy bien dónde se ubica la D.S.I.

Teología Moral: orientar la conducta cristiana, despertar nuestra conciencia

Dice que la doctrina social… es de naturaleza teológica, y que, específicamente pertenece a la teología moral. Explica el libro esto de la naturaleza teológico-moral, cuando añade que / « se trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas ». Eso es lo que pretende la teología moral: orientar la conducta de las personas de acuerdo con lo que Dios quiere.

Las palabras que siguen están también muy bien escogidas; dice que la D.S.I. Se sitúa en el cruce de la vida y de la conciencia cristiana con las situaciones del mundo. En la vida, nuestra conciencia se cruza con las más variadas situaciones del mundo. Los cristianos no podemos ser indiferentes con lo que pasa en el mundo. No podemos quedarnos mirando indiferentes, como si se tratara de una película de ficción. Ni tampoco nuestro interés se puede limitar al ámbito parroquial ni nacional. Nuestros hermanos son nuestros hermanos, así vivan a miles de kilómetros en Asia o en África. Nos deben doler las injusticias y el dolor de los que sufren en nuestro país y también debemos sentir las injusticias y el dolor que sufren todos los días nuestros hermanos en otras latitudes. Nuestra vida y nuestra conciencia se tienen que encontrar con las realidades del hombre. Y ese encuentro de nuestra conciencia, digamos que, ese despertar de nuestra conciencia, se tiene que manifestar en esfuerzos para dar a la D.S. forma y aplicación en la historia. Es el despertar de nuestra conciencia; si no hacemos nada es como si continuara dormida.

Quizás nos preguntemos qué podemos hacer por los hermanos de África, de Asia, de los demás países. A veces, por ejemplo, cuando ocurren desastres naturales, nos piden una ayuda económica, y se espera que seamos generosos, pero lo que nunca podemos dejar de hacer es orar por ellos. Cuánto puede ayudar la oración…

Llamados a la comunión trinitaria

Ahora continuemos con las palabras del N° 74 del Compendio de la D.S.I. Dice:

La doctrina social halla su fundamento esencial en la Revelación bíblica y en la Tradición de la Iglesia. De esta fuente, que viene de lo alto, obtiene la inspiración y la luz para comprender, juzgar y orientar la experiencia humana y la historia. En primer lugar y por encima de todo está el proyecto de Dios sobre la creación y, en particular, sobre la vida y el destino del hombre, llamado a la comunión trinitaria.

No son muy difíciles de entender las palabras que acabamos de leer, y cuando hablemos de la D.S.I. las debemos tener presentes, casi que a flor de labio: el fundamento esencial de la doctrina social se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia. No en Marx, ni en Lenin ni en Fidel Castro, como tampoco en Adam Smith ni Locke, padres del capitalismo. La D.S.I. se inspira en la Revelación y la Tradición y a su luz comprende y juzga la situaciones de la vida del hombre y lo orienta. La Iglesia VE-JUZGA y ACTÚA, según la luz y la inspiración de la Revelación bíblica.

¿Qué busca la Iglesia que se haga en el mundo? Que se siga el proyecto de Dios. Por sobre todas las cosas está el proyecto de Dios; un proyecto perfecto de la vida y el destino de la humanidad, que está llamada, según ese proyecto divino, a vivir una vida como la de la Trinidad, que es una vida de comunión, una vida de amor. De manera que la vida a la que estamos llamados no es a una vida de de egoísmo, de maltrato, de injusticia, de violencia. Si somos injustos con los demás, si los maltratamos, no estamos viviendo según la Doctrina Social de la Iglesia, que es inspirada en lo que Dios quiere que sea nuestra vida.

La fecunda relación de la fe y la razón

Continúa así el N° 74:

La fe, que acoge la palabra divina y la pone en práctica, interacciona eficazmente con la razón. La inteligencia de la fe, en particular de la fe orientada a la praxis, (a la práctica, a la conducta) es estructurada por la razón y se sirve de todas las aportaciones que ésta le ofrece. También la doctrina social, en cuanto saber aplicado a la contingencia y a la historicidad de la praxis, (aplicado a la contingencia, es decir a las cosas que pueden suceder, a la praxis, es decir a la vida práctica) conjuga a la vez « fides et ratio »[8] (fe y razón) y es expresión elocuente de su fecunda relación. La fecunda relación de la fe y la razón.

De manera que la fe acoge la palabra divina y la pone en práctica. No basta creer, sin actuar: no basta la fe sin obras. Entonces, primera cosa: la fe acoge la palabra divina. No hace falta insistir en que la fe nos llega por la gracia de Dios, no la podemos conseguir por nuestro esfuerzo humano, ni tampoco podemos actuar sin la gracia de Dios. Solos no podemos hacer nada. Y una vez más recordemos que la fe es un encuentro con Jesucristo, una experiencia radical, es decir profunda, hasta el fondo, que implica una adhesión absoluta a Dios. Esta adhesión a Dios no puede ser sólo de palabra, no se puede reducir a una declaración de nuestra creencia en Dios, en Jesucristo, en el Espíritu Santo.

Ya en el programa del 15 de mayo pasado, habíamos estudiado cómo, para entender la D.S.I. se requiere la fe. Si alguno desea repasar ese tema, que es muy importante e interesante, lo encuentra en la Reflexión 097, en este mismo ‘blog’.

Para comprender la Doctrina Social se necesita la luz de la Fe

Vimos allí que para comprender la D.S.I., como se trata de comprender el proyecto que Dios tiene para el ser humano y para el universo, y eso lo encontramos en la revelación, se necesita la luz de la fe. Decíamos entonces, que nos movemos en un campo del conocimiento, en el cual no es suficiente la razón, que por eso hay personas muy inteligentes, que no comprenden el mensaje de Jesucristo, porque no tienen fe, o porque para interpretar la realidad social dejan a un lado lo que conocen por la fe. Por eso asumen posiciones contra las enseñanzas de Jesucristo. Lo vemos en temas como la defensa de la vida frente al aborto y la eutanasia, y así sucede con principios y criterios de la D.S.I. sobre la familia, sobre el trabajo y sobre el uso de los bienes materiales.

Recordemos que los principios sobre los que se basa la D.S.I. representan la verdad sobre el hombre, como la conocemos por la fe y la razón, y tienen su origen en el encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias, con los problemas que surgen en la vida de la sociedad. Entonces, en la D.S.I. se encuentran la fe y la razón.

Si alguno quiere profundizar en esta materia, sobre la fe y la razón, encuentra el mejor material en la encíclica Fe y Razón, de Juan Pablo II. En esa encíclica el Santo Padre centra la atención sobre el tema de la verdad y su fundamento en relación con la fe. El tema sin duda merece un espacio para él solo. Aquí tratamos este punto únicamente en cuanto necesitamos comprender la D.S.I.

La teología: fe pensante y pensada que comprende de manera reflexiva

Como vimos en uno de los programas anteriores, una herramienta muy importante para comprender nuestra fe es la teología. En la teología se hace un esfuerzo racional para penetrar en las verdades de la fe. Se puede decir que la teología es la fe pensante y pensada, crítica y sistemática, es decir la fe que comprende de manera reflexiva, en palabras de los PP. Pierre Bigó y Fernando Bastos de Ávila, en el libro Fe Cristiana y Compromiso Social,[9] que hemos citado antes. La teología necesita ayudarse de la filosofía para aclarar de manera crítica sus conceptos, cuestiones y métodos. Juan Pablo II, en Fe y Razón explica esto de manera más clara aún. Dice en el N° 73:

…es decisivo que la razón del creyente emplee sus capacidades de reflexión en la búsqueda de la verdad dentro de un proceso en el que, partiendo de la palabra de Dios, se esfuerza por alcanzar su mejor comprensión.

Hemos visto que la D.S.I. pertenece al campo de la teología moral, porque se refiere a la conducta del cristiano en sus relaciones con los demás. Bien, Juan Pablo II en la misma carta encíclica Fe y Razón, en el N° 68, dice que

en la Nueva Alianza la vida humana está mucho menos reglamentada por prescripciones que en la Antigua. La vida en el Espíritu lleva a los creyentes a una libertad y responsabilidad que van más allá de la Ley misma. El Evangelio y los escritos apostólicos proponen tanto principios generales de conducta cristiana como enseñanzas y preceptos concretos. Para aplicarlos a las circunstancias particulares de la vida individual y social, el cristiano debe ser capaz de emplear a fondo su conciencia y la fuerza de su razonamiento. Con otras palabras, – esto significa que la teología moral debe acudir a una visión filosófica correcta tanto de la naturaleza humana y de la sociedad como de los principios generales de una decisión ética.

De manera que es necesario que nos ayudemos de la razón para comprender la naturaleza humana y la sociedad. La antropología teológica ve al hombre desde la visión de la fe; la antropología filosófica desde la pura filosofía natural. Las dos no se pueden contradecir, porque tienen finalmente el mismo origen: Dios Creador.

TRONO DE LA SABIDURÍA

Vamos a terminar hoy con algunas líneas más de la encíclica Fe y Razón de Juan Pablo II. Refiriéndose a la teología moral y por lo tanto a la conducta del creyente, en el N° 98, dice:

La recuperación de la filosofía es urgente asimismo para la comprensión de la fe, relativa a la actuación de los creyentes. Ante los retos contemporáneos en el campo social, económico, político y científico, la conciencia ética del hombre está desorientada.

……

En toda la Encíclica he subrayado claramente el papel fundamental que corresponde a la verdad en el campo moral. Esta verdad, respecto a la mayor parte de los problemas éticos más urgentes, exige, por parte de la teología moral, una atenta reflexión que ponga bien de relieve su arraigo en la palabra de Dios. Para cumplir esta misión propia, la teología moral debe recurrir a una ética filosófica orientada a la verdad del bien; a una ética, pues, que no sea subjetivista ni utilitarista. Esta ética implica y presupone una antropología filosófica y una metafísica del bien. Gracias a esta visión unitaria, vinculada necesariamente a la santidad cristiana y al ejercicio de las virtudes humanas y sobrenaturales, la teología moral será capaz de afrontar los diversos problemas de su competencia —como la paz, la justicia social, la familia, la defensa de la vida y del ambiente natural— del modo más adecuado y eficaz.

Al final, en las conclusiones de la encíclica, Juan Pablo II deja que salga su espíritu mariano y acude a la ayuda de quien mejor puede estar a nuestro lado. Dice en el N° 108:

Mi último pensamiento se dirige a Aquélla que la ORACIÓN de la Iglesia invoca como Trono de la Sabiduría. Su misma vida es una verdadera parábola capaz de iluminar las reflexiones que he expuesto. En efecto, se puede entrever una gran correlación entre la vocación de la Santísima Virgen y la de la auténtica filosofía. Igual que la Virgen fue llamada a ofrecer toda su humanidad y femineidad a fin de que el Verbo de Dios pudiera encarnarse y hacerse uno de nosotros, así la filosofía está llamada a prestar su aportación, racional y crítica, para que la teología, como comprensión de la fe, sea fecunda y eficaz. Al igual que María, en el consentimiento dado al anuncio de Gabriel, nada perdió de su verdadera humanidad y libertad, // así el pensamiento filosófico, cuando acoge el requerimiento que procede de la verdad del Evangelio, nada pierde de su autonomía, sino que siente cómo su búsqueda es impulsada hacia su más alta realización.

Que el Trono de la Sabiduría sea puerto seguro para quienes hacen de su vida la búsqueda de la sabiduría. Que el camino hacia ella, último y auténtico fin de todo verdadero saber, se vea libre de cualquier obstáculo por la intercesión de Aquella que, engendrando la Verdad y conservándola en su corazón, la ha compartido con toda la humanidad para siempre.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf ZENIT ZS08071307 – 13-07-2008

[2] El Tiempo, martes 22 de Julio, 2008, Pg. 1-11

[3] Cf Radio Vaticano, 13/07/2008 14.48.39

[4] Cf Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 41

[5] Ibidem

[6] Ibidem

[7] Cf Juan Pablo II Centesimus annus, 59

[8] Cf Juan Pablo II, FIDES et ratio, AAS 91 (1999) 5-88

[9] Fe Cristiana y compromiso social, editado bajo la supervisión de los Obispos de del departamento de Acción Social del CELAM y redactado por Pierre Bigó y Fernando Bastos de Ávila,, 2ª edición. Pgs. 167ss.