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Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana
Desarrollo Económico y Solidaridad
Vamos a seguir estudiando la doctrina de la Iglesia sobre el desarrollo económico. Como hemos visto antes, Pablo VI dedicó su encíclica Populorum progressio a este tema y nos enseñó que el desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión humana, Integral; es decir que debe abarcar todas las dimensiones del hombre y no sólo su dimensión material. Ya hemos aprendido que la D.S.I. no pretende dar soluciones técnicas a los problemas del desarrollo económico, sino juzgar si el desarrollo o los planes de desarrollo son buenos o no para la persona humana, en la misión que Dios le confió en la tierra.
Recordábamos que el hombre, considerado integralmente, tiene necesidades que no son sólo materiales, sino que pueden ser además de materiales, necesidades intelectuales, morales y espirituales. Y se debe trabajar por lograr un desarrollo que, además de tener en cuenta todas esas necesidades, – es decir que abarque a todo el hombre, – sea también un desarrollo solidario, es decir que abarque a todos los hombres, de todas las razas, de todos los continentes; en resumen, se debe trabajar por conseguir un desarrollo de todo el ser humano y para todos los seres humanos.
No es suficiente que haya crecimiento económico, en el sentido de que haya más dinero, más bienes y servicios en el mercado, si esos bienes y servicios solo están disponibles para quien tenga ese dinero. Si el crecimiento no es armónico, en bienes y servicios materiales y además en bienes intelectuales, morales y espirituales, y si esos bienes no llegan a todos los seres humanos, no se debería hablar de desarrollo. Se podría hablar de crecimiento económico, pero no de desarrollo. Y está bien que haya crecimiento económico, pero si no se trabaja porque beneficie de manera equitativa, a todos, ese crecimiento no es suficiente.
Como analogía del desarrollo económico con el desarrollo de la persona, decíamos en otra reflexión, que el cuerpo humano puede crecer de manera no armónica; por ejemplo puede crecer por un tumor o puede sufrir de sobrepeso, y en ese caso no se podría afirmar que se trate de un desarrollo sano del cuerpo. Algo parecido podría decirse de un crecimiento económico solo material.
En nuestro estudio hemos seguido la ponencia del P. Sergio Bernal Restrepo, S.J. en el en el IV Congreso Nacional de la Reconciliación, organizado por la Conferencia Episcopal. El título de la conferencia del P. Bernal fue Ética y Desarrollo: La Dimensión Humana.
Europa se reconstruyó gracias a la solidaridad
Sobre el tema del desarrollo solidario, un desarrollo para todos, el P. Bernal decía que El desigual crecimiento de los pueblos pone sobre la mesa el problema de la colaboración entre ellos, sobre todo el deber de solidaridad de los más desarrollados para con los que están todavía en vías de desarrollo. Pío XII veía en esta colaboración un elemento esencial para la reconstrucción de la Europa devastada por la guerra y adquiere hoy en el mundo globalizado un relieve aún mayor.
Por cierto en estos días se conmemoró el quincuagésimo aniversario del fallecimiento de ese gran Pontífice, el Papa Pío XII. A él le correspondió enfrentar al nazismo, primero como Nuncio Apostólico en Berlín y luego como Papa. Le tocaron las preocupaciones de la guerra y las preocupaciones por afianzar la paz.
Sobre la solidaridad con las naciones que sufren crisis económicas, como las sufridas por los países de Europa, – consecuencia de las dos guerras mundiales, – podemos considerar que su recuperación se debió en buena parte a la solidaridad de otras partes del mundo, en particular a la ayuda de los EE.UU., con el llamado Plan Marshall y al apoyo de las Naciones Unidas. El plan norteamericano llevó el nombre del entonces secretario de estado de ese país, quien anunció el plan en la universidad de Harvard el 5 de junio de 1947. El secretario de estado era el General George Marshall, el mismo que presidía la Conferencia Panamericana, en Bogotá, el 9 de abril de 1948. El nombre oficial del plan era Programa de Reconstrucción Europeo o ERP (European Recovery Program).
Las razones políticas no son necesariamente malas
Como suele suceder, la motivación de este tipo de ayuda, como el prestado a los países europeos después de la guerra, no es siempre desinteresada. Las razones políticas suelen estar presentes. Eso no quiere decir que las razones políticas sean necesariamente malas. En el caso de la ayuda a Europa, se pretendían tres objetivos: ayudar a la economía de los países empobrecidos por la guerra que, sin el auxilio externo habrían sufrido un estancamiento de enormes consecuencias para la economía de todo el mundo y en particular de los EE.UU., que ya entonces era la gran tienda exportadora para Europa. Se pretendía también contener la expansión del comunismo por el antiguo continente y favorecer la implantación y mantenimiento de regímenes democráticos. Eso fue posible en parte, porque la Unión Soviética no aceptó el ofrecimiento de ayuda, con el argumento de que se trataba de un instrumento del imperialismo, que buscaba la hegemonía norteamericana. Quizás sea esa una de las razones del retraso sufrido por los países que quedaron dominados muchos años por Moscú.
El plan de reconstrucción de Europa tuvo una vigencia de 4 años. Los países que participaron en el plan recibieron en total 13 mil millones de dólares de esa época, lo mismo que asistencia técnica.
Una vez completado el Plan, la economía de todos los países participantes, excepto la República Federal Alemana, había superado los niveles de previos a la guerra y en las dos décadas siguientes, Europa Occidental alcanzó un crecimiento y una prosperidad sin precedentes (…) También hay que considerar la importancia del Plan de las Naciones Unidas, de Ayuda y Rehabilitación de Europa, que ayudó a millones de refugiados entre 1944 y 1947, y constituyó otro factor determinante en la fundación de las bases de la recuperación europea en la posguerra. Las valoraciones sobre el resultado del Plan Marshall suelen ser positivas, aunque también existen críticas negativas (…)[1]
¿Por qué no se hace hoy, para los países pobres, un esfuerzo semejante al de la reconstrucción de Europa?
¿Por qué, al hablar de la necesidad del desarrollo solidario, hacemos estos comentarios? Porque está muy bien que se unan fuerzas para ayudar a los países que sufren desastres como los que padeció Europa en las dos guerras mundiales del siglo XX. Basta ver los documentales sobre la II Guerra, para darnos cuenta de la inmensa destrucción del campo y de las ciudades. Nosotros, gracias a Dios no hemos tenido que sufrir una destrucción masiva, como los europeos, pero sí consecuencias graves como el desplazamiento forzado por la violencia guerrillera y paramilitar, con el consiguiente abandono del campo, y la destrucción de poblaciones por la guerrilla. Ante la situación mundial actual, el nivel de pobreza, no sólo de África, sino de países de nuestro continente, sin excluirnos nosotros, uno se pregunta: ¿Por qué no se hace hoy un esfuerzo semejante al de la reconstrucción de Europa?
Está bien que hoy inviertan mucho dinero los países de Europa y los EE.UU. para solucionar la crisis financiera actual, porque la crisis lleva más sufrimiento a las clases pobres y a la clase media, pero ¿por qué no se reacciona con la misma rapidez y efectividad, que se ha reaccionado en estas semanas en Europa y en los EE.UU., para aliviar el hambre en el mundo, en África, en Asia y en América?
Después de la crisis de la UPAC
Algo parecido se podría afirmar sobre la situación de nuestro país, cuando en la crisis del UPAC se inyectó dinero al sistema financiero, con el famoso impuesto del 2 x 1.000 que fueron aumentando hasta convertirse en el 4 x 1.000. ¿Por qué esa contribución, que se convirtió en permanente, pasada la crisis no se utiliza en programas sociales específicos? En proyectos productivos en el campo, en vivienda, en salud, en educación?
El Cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Québec y primado del Canadá, hacía algunas reflexiones interesantes sobre la situación de nuestro continente, en cuanto a solidaridad, en la presentación del Compendio de la D.S.I.[2] Y es que la Iglesia, nosotros los católicos, deberíamos dar ejemplo en la práctica de la solidaridad. Nuestros países son solidarios de palabra, pero no tanto en la práctica. Cada uno, anda tras lo suyo, quizás porque todos tienen muchas necesidades, pero unidos podrían lograr más.
¿Una sola AMÉRICA?
Notaba el Cardenal Ouellet que no todos reconocen la unidad geográfica de nuestro continente, pues para los estadounidenses América es su país y hablan de las Américas cuando se refieren a norte, centro y sur América. Añadía el Cardenal Ouellet que Juan Pablo II puso de presente el papel que la Iglesia debe desempeñar en la solidaridad continental:
el papa Juan Pablo II tomó una opción razonada / al convocar un sínodo de obispos de toda la América y al escribir una exhortación apostólica que utiliza la palabra “América” en singular.[3] Esa exhortación apostólica de Juan Pablo II, tiene como título “Ecclesia in America”, “La Iglesia en América” y dice: «…la elección de utilizar la palabra en singular / deseaba expresar no solamente la unidad ya existente bajo ciertos aspectos / sino también el nexo más estrecho al cual aspiran los pueblos del continente / y que la Iglesia quiere fortalecer dentro del marco de su misión, lo cual tiende a promover la comunión de todos en el Señor» (EA 5).
América es ahora el continente que cuenta con el mas alto número de bautizados católicos y ese número debería continuar aumentando rápidamente. Existe en consecuencia un llamado particular y la responsabilidad de poner en práctica, sobre nuestro propio territorio, el Evangelio del amor y de la solidaridad al cual nosotros nos adherimos.
Juan Pablo II inauguró la IV Conferencia del Episcopado de América Latina el 12 de octubre de 1992, cuando se celebraban los 500 años de la evangelización en América y propuso entonces un encuentro sinodal « en orden a incrementar la cooperación entre las diversas Iglesias particulares para afrontar juntas, dentro del marco de la nueva evangelización y como expresión de comunión episcopal, « los problemas relativos a la justicia y la solidaridad entre todas las Naciones de América. Añadió el Papa en su exhortación apostólica, que el sínodo de los obispos de América, que anunció en la Carta apostólica Tertio millennio adveniente tenía como propósito tratar « sobre la problemática de la nueva evangelización en las dos partes del mismo Continente, tan diversas entre sí por su origen y su historia, y sobre la cuestión de la justicia y de las relaciones económicas internacionales, considerando la enorme desigualdad entre el Norte y el Sur »
Jesucristo inspirador de nuestras leyes y regulador de las políticas internas y externas
Menciono las palabras del Cardenal Ouellet y de Juan Pablo II, porque también nosotros los católicos pensamos en los tratados de libre comercio sólo como una solidaridad comercial y no vemos más allá, el significado de una globalización que en sentido cristiano, debería significar la unidad del mundo como la casa de todos, de distintas razas y culturas, pero todos llamados a ser ciudadanos del Reino. Un Reino de justicia, de amor y de paz.
El papel de la evangelización en la globalización, debería ser un punto irrenunciable para nosotros, si tratamos de considerar el desarrollo económico con ojos cristianos. Las negociaciones comerciales, si se hiciera con espíritu de solidaridad, no tendrían los problemas de imposición de los más fuertes sobre los más débiles. No en vano, en la consagración de nuestra república al Sagrado Corazón, se pide al Señor: sed el inspirador de sus leyes, el regulador de su política y el sostenedor de sus cristianas instituciones, para disfrutar del don precioso de la paz.
Volviendo a las palabras del Cardenal Ouellet en su presentación del Compendio de la D.S.I., comentó sobre los tratados comerciales vigentes o en negociación en nuestro continente, que aunque estos tratados estimulen los intercambios comerciales y aumenten la prosperidad económica de los países miembros, los lazos “que la Iglesia quiere fortalecer” son mucho más profundos que los económicos. Ellos se refieren más que todo a la ayuda mutua y a la solidaridad. Y continuó el Cardenal Ouellet con estas palabras, sobre el papel de los países ricos en nuestro continente:
Pobrezas menos visibles pero reales
De hecho, es un verdadero desafío que el Papa propone a los dos países ricos del norte, (Canadá y los EE.UU.) siempre tentados a replegarse sobre su confort o a preocuparse solamente de sus propios problemas sociales, bien reales pero relativos si se considera el conjunto del continente. Como hacía poco la ciudad de Nueva Orleans había sufrido la catástrofe, producida por un huracán, el cardenal canadiense añadió: El desastre reciente de Nueva Orleans ha mostrado de manera cruda que la pobreza existe aún en los Estados Unidos; aquella de Canadá, menos visible, es así mismo real. Sin embargo, la lucha contra la pobreza interna no debería distraer a estos dos países de su deber de solidaridad con los países vecinos.
Riesgos de la Globalización
Sobre los tratados de libre comercio, decía el Cardenal Ouellet y con esto termino su cita:
Durante el curso de los últimos decenios, la enseñanza social de la Iglesia ha reflexionado frecuentemente acerca de los desafíos particulares propuestos por la globalización de los intercambios entre los pueblos, intercambios comerciales ante todo, pero que tienen necesariamente efectos sobre las mentalidades, las culturas y las políticas sociales. El juicio efectuado sobre este fenómeno es matizado, puesto que se reconocen sus efectos positivos sobre el crecimiento económico y sobre la interdependencia de las naciones. Sin embargo, la globalización comporta también riesgos como la pérdida de soberanía real, la toma de decisiones únicamente en términos económicos y burocráticos y últimamente, la ampliación de la brecha entre los ricos y los pobres.
América está en el corazón de este proceso, con sus efectos positivos y negativos. Los cristianos deben ser cuidadosos y aportar su reflexión, su toma de posición y su influencia. La cuestión fundamental es aquella ya mencionada: guardar la persona humana concreta en el centro de las decisiones que favorecen el bien común de todos y no simplemente el enriquecimiento de una minoría. Los cristianos convencidos que tienen puestos de responsabilidad política y económica pueden jugar un rol importante dentro de esas cuestiones. Este es por demás, un aspecto particularmente significativo del compromiso de los laicos en el mundo.
¿Disminuye la Pobreza?
Actualicemos algunos datos del Banco Mundial, sobre la pobreza en el mundo, datos que ofreció la prensa el 15 de octubre, 2008[4]:
El porcentaje de personas en la miseria o pobreza extrema -gente que vive con menos de 1,25 dólares al día- ha disminuido en América Latina y el Caribe en los últimos 24 años.
De acuerdo con el estudio, en la región el número de pobres extremos pasó del 12,3 por ciento en 1981, al 8,2 por ciento en el 2005. Aunque en cifras absolutas aumentó, de 44,9 a 45,1 millones de personas, dado el incremento de la población.
El Banco Mundial revisó las cifras que había hasta ahora sobre el nivel de pobreza extrema en cada región del mundo en desarrollo entre 1981 y 2005, y fijó en 1,25 dólares al día el nuevo umbral para considerar que una persona está en condición de miseria. (En nuestro medio eso equivale a Col $ 2.500 diarios).
El nuevo cálculo reveló que en el 2005 la pobreza extrema afectaba a 1.400 millones de personas en todo el mundo. Cifra que, no obstante, supone una mejora si se compara con los 1.900 millones que había en 1981. (Fijémonos en eso, en 2005, 1.400 millones de personas vivían con 2.500 pesos diarios. Era peor todavía en 1981, cuando eran 1.900 millones, las personas las que se sostenían con 2.500 pesos diarios)
Los datos disponibles hasta ahora mostraban que 985 millones de personas vivían por debajo del umbral de 1 dólar al día en el 2004, frente a los 1.500 millones de 1981.
Los 1,25 dólares (Col $ 2.500 pesos) representan la media nacional del umbral de pobreza en los 10 a 20 países más pobres.
Las diferencias entre región y región siguen siendo abismales. En el este asiático, la pobreza extrema disminuyó de casi un 80 por ciento en 1981 al 18 por ciento en 2005. Pero en el África subsahariana el porcentaje se ha mantenido en el 50 por ciento. WASHINGTON (Efe)
La Buena y la Mala Noticia…
No podemos seguir tranquilos ni menos ser indiferentes frente a esas cifras. Si hablamos de solidaridad, tenemos que detenernos unos minutos y pensar en nuestros hermanos que pasan hambre, y ver qué podemos hacer por ellos, así sea sólo orar. Los datos que acabamos de ver se refieren al mundo. El informe del Banco Mundial dice que la pobreza extrema retrocede en América Latina. Sin embargo, otro informe, éste de la FAO, nos desalienta sobre la pobreza en América Latina, pues dice que aunque “La buena noticia era que América Latina había bajado en ocho millones el numero de hambrientos (entre 1990-2005), (…) la mala noticia es que se perdió casi todo lo que había avanzado en 15 años”… y que de continuar la tendencia al alza en los precios de los alimentos, empujada por los efectos del cambio climático, el 2008 cerraría con las mismas cifras de 1990.[5]
No podemos dejar de presente que somos católicos, y que nos debemos distinguir por el amor a nuestros hermanos. ¿No debe influir algo en el alivio de la situación de pobreza, el que Colombia y nuestro continente latinoamericano, sean en su mayoría un país y un continente católicos?
Hablamos de evangelización. ¿Cuál es el significado práctico de la evangelización, en lo que se refiere a la pobreza de nuestros hermanos?
La figura del catolicismo en América
El cardenal Ouellet en su presentación del Compendio de la D.S.I. dijo esto:
América se ha convertido en el continente donde el número de católicos es el más grande; en consecuencia, es muy probable que los miembros de nuestra Iglesia, en particular los jóvenes, tendrán una influencia creciente sobre el perfil del catolicismo / frente al mundo contemporáneo. ¿Cuál será la figura del catolicismo en América? ¿La imagen de los católicos será entonces la de personas vibrantes de fe en Dios encarnado, implicadas en comunidades vivas, comprometidas por la justicia social y conscientes de dar testimonio de Cristo resucitado?
(…)
Por tanto, se siente la necesidad de «recomenzar desde Cristo» o «volver a fundarse en Cristo», de tomar aún más conciencia de la identidad católica, que no consiste en un vago sentimiento religioso, ni en la relación con un Dios lejano / al cual se le reza ocasionalmente, sino en una vida de discípulo, dirigida vitalmente hacia su Maestro y centrada especialmente en la Eucaristía que hace a la Iglesia.
Que no se nos olvide “Aparecida”
Hablamos de la Misión Continental, nombramos a Aparecida, pero qué significan estas palabras en nuestras vidas? Preguntémonos con sinceridad, si fuera de nombrar a Aparecida, ha significado algún cambio en nosotros.
En el capítulo 2, con el título Mirada de los Discípulos Misioneros sobre la realidad, el documento conclusivo de la V Conferencia del Episcopado de América Latina y del Caribe, después de examinar la situación de nuestros pueblos, nos habla de la hora histórica de desafíos para nuestra Iglesia.[6] Reconoce que entre los fieles católicos ha habido deficiencias y ambigüedades, pero afirma que la Iglesia ha dado testimonio de Cristo, anunciando el Evangelio y brindando su servicio de caridad particularmente a los más pobres, en el esfuerzo por promover su dignidad, y también en el empeño de promoción humana en los campos de la salud, economía solidaria, educación, trabajo, acceso a la tierra, cultura, vivienda y asistencia entre otros.
Afirma el mismo documento de Aparecida que El empeño de la Iglesia a favor de los más pobres y su lucha por la dignidad de cada ser humano ha ocasionado, en muchos casos, la persecución y aun la muerte de algunos de sus miembros, a los que consideramos testigos de la fe.
En el capítulo 8, – Reino de Dios y Promoción de la Dignidad Humana, los obispos reunidos en Aparecida, – nos dicen las prioridades y tareas para la misión de los discípulos de Jesucristo hoy en América Latina y del Caribe, tareas que debemos asumir desde las perspectivas del Reino, tareas que contribuyan a la dignificación de todo ser humano.[7]
Tendríamos que leer muchas páginas del documento de Aparecida, y no tenemos tiempo, pero recordemos por lo menos, que si queremos ser discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros pueblos tengan vida, como dice el N° 390:
Nuestra fidelidad al Evangelio nos exige proclamar en todos los areópagos públicos y privados del mundo de hoy, y desde todas las instancias de la vida y misión de la Iglesia, la verdad sobre el ser humano y la dignidad de toda persona humana.
No pregonemos estas verdades sólo para que los demás las vivan
La verdad del ser humano y la dignidad de toda persona humana. Pero no pregonemos estas verdades sólo para que los demás las vivan. Empecemos por vivirlas nosotros.
Hay algunos pensamientos de nuestra fe, que no podemos dejar pasar sin que nos hagamos un examen de conciencia. Uno de ellos es la opción preferencial por los pobres. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf Hb 2,11-12).
El N° 393 del documento de Aparecida, dice: (…) los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo.”
Cuando en la intimidad hagamos nuestro examen de conciencia, preguntémonos si en nuestra vida real servimos en alguna forma a Cristo en los pobres y en los que sufren. No nos quedemos en teorías.
Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com
[1] Datos tomados de http://www.historiasiglo20.org/GLOS/planmarshall.htm También de Wikipedia, Plan Marshall.
[2] Cf ZENIT, – El mundo visto desde Roma, 2005-11-23
117 Cf Juan Pablo II, exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America, (Dado en Ciudad de México, el 22 de enero del año 1999, vigésimo primero de mi Pontificado), que comienza así: La Iglesia en América, llena de gozo por la fe recibida y dando gracias a Cristo por este inmenso don, ha celebrado hace poco el quinto centenario del comienzo de la predicación del Evangelio en sus tierras. Esta conmemoración ayudó a los católicos americanos a ser más conscientes del deseo de Cristo de encontrarse con los habitantes del llamado Nuevo Mundo para incorporarlos a su Iglesia y hacerse presente de este modo en la historia del Continente. La evangelización de América no es sólo un don del Señor, sino también fuente de nuevas responsabilidades. Gracias a la acción de los evangelizadores a lo largo y ancho de todo el Continente han nacido de la Iglesia y del Espíritu innumerables hijos.(1) En sus corazones, tanto en el pasado como en el presente, continúan resonando las palabras del Apóstol: « Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! » (1 Co 9, 16). Este deber se funda en el mandato del Señor resucitado a los Apóstoles antes de su Ascensión al cielo: « Proclamad la Buena Nueva a toda la creación » (Mc 16, 15). En el N° 2 dice: Precisamente el mismo día en que se cumplían los quinientos años del comienzo de la evangelización de América, el 12 de octubre de 1992, con el deseo de abrir nuevos horizontes y dar renovado impulso a la evangelización, en la alocución con la que inauguré los trabajos de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo, hice la propuesta de un encuentro sinodal « en orden a incrementar la cooperación entre las diversas Iglesias particulares » para afrontar juntas, dentro del marco de la nueva evangelización y como expresión de comunión episcopal, « los problemas relativos a la justicia y la solidaridad entre todas las Naciones de América ».(3) La acogida positiva que los Episcopados de América dieron a esta propuesta, me permitió anunciar en la Carta apostólica Tertio millennio adveniente el propósito de convocar una asamblea sinodal « sobre la problemática de la nueva evangelización en las dos partes del mismo Continente, tan diversas entre sí por su origen y su historia, y sobre la cuestión de la justicia y de las relaciones económicas internacionales, considerando la enorme desigualdad entre el Norte y el Sur ».(4) Entonces se iniciaron los trabajos preparatorios propiamente dichos, hasta llegar a la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para América, celebrada en el Vaticano del 16 de noviembre al 12 de diciembre de 1997.
[4] El Tiempo en Internet, octubre 17, 2008. Véase también http://www.brettonwoodsproject.org/art-562620, Nuevos estimativos de la pobreza del Banco Mundial: Es más confuso que nunca, Noticia, Nicolo Tomaselli, EURODAD 7 October, 2008, Boletín 62
[5] El Tiempo, miércoles 15 de octubre 2008, 1-8
[6] Aparecida 98ss
[7] Aparecida, 380ss