Reflexión 107

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Compendio Doctrina Social de la Iglesia N° 75-76

Naturaleza de la Doctrina Social

Un conocimiento iluminado por la Fe (III)

Continuemos nuestra reflexión sobre la naturaleza de la Doctrina Social.

Hemos aprendido ya que la D.S.I. es un conocimiento iluminado por la fe; que por lo tanto, por estar en ella implicada la fe, por el papel indispensable de Dios en la D.S.I., ésta es de naturaleza teológica. Como se trata de conocer cómo quiere Dios que funcionen la sociedad y el mundo, el contenido de la D.S.I. se tiene que basar ante todo, en su Palabra, que es el medio que Él nos ha dado de conocer sus proyectos para la humanidad. La Doctrina Social no puede prescindir de Dios, porque trata precisamente de buscar cómo debe ser nuestro comportamiento con los demás y con la naturaleza de acuerdo con los planes de Dios. Y porque la D.S.I. es una doctrina para orientar nuestra conducta con los demás, pertenece específicamente al campo de la teología moral.

La D.S.I. pertenece al campo de la teología moral porque la teología moral es el campo de la teología que estudia y enseña cómo debemos vivir, de acuerdo con los designios de Dios; la teología moral es una reflexión sistemática sobre la conducta cristiana, a partir de la Sagrada Escritura. La doctrina social halla su fundamento en la Revelación bíblica y en la Tradición de la Iglesia.

Objetivo de la Doctrina Social de la Iglesia

Juan Pablo II precisó el concepto sobre lo que es la D.S.I., especialmente en la encíclica Sollicitudo rei socialis, en el N° 41, cuando nos dice sobre el objetivo principal de la D.S.I., que

es interpretar las realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial…examinando su conformidad o diferencia / con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana.

De manera que nuestro estudio de la D.S.I. no tendría sentido si nos redujéramos sólo a lo teórico, sin descender a su aplicación en nuestra vida, porque su objetivo es orientar nuestra conducta.

En el centenario de la encíclica Rerum novarum, – el año 1991, – la Conferencia Episcopal de Colombia, ofreció un curso sobre la Doctrina Social de la Iglesia para los obispos y sacerdotes. Los trabajos presentados en ese curso fueron publicados en forma de libro, por el Seminario de Bogotá. Ese libro se consigue en la Conferencia Episcopal. De la conferencia del jesuita P. Sergio Bernal, quien es profesor emérito de la Pontificia Universidad Gregoriana y actualmente Consultor del Pontificio Consejo Justicia y Paz, tomo las siguientes palabras que nos ilustran muy bien el punto de la D.S. como orientadora de la conducta cristiana:

Descubrir la distancia del ideal evangélico

1. 2 El objeto principal de la DSI es interpretar la realidad para descubrir la distancia del ideal evangélico. En este sentido se entienden las palabras de Juan Pablo II cuando nos dice que la DSI tiene el carácter de aplicación de la palabra de Dios a la vida de los hombres y de la sociedad así como a las realidades terrenas (SRS 8). Podemos decir que manifiesta (la D.S.) la preocupación de la Iglesia por proyectar la fe (la vida cristiana) sobre la vida, especialmente la vida social. [1]

Un juicio crítico de la realidad desde la visión cristiana del hombre y del mundo

Qué interesante esta observación del P. Sergio Bernal: la Iglesia quiere proyectar la vida cristiana sobre la vida, especialmente la vida social. El interés de la Iglesia al presentar la D.S. no es quedarse en la teoría, no es presentar una fe etérea, que se quede allá, en el nivel intelectual, sin penetrar el corazón. Sigue así el P. Bernal:

La DSI hace un juicio crítico de la realidad desde su propia visión del hombre y del mundo. Como parte de la evangelización / centra su atención en los misterios de la Creación y de la Redención. De Dios ha recibido la verdad sobre el hombre y el mundo y desde ella ha elaborado su propia antropología. La Iglesia quiere iluminar el camino del hombre en el mundo, haciendo ver su doble dimensión / que exige un compromiso único y coherente.

La fuente de la antropología cristiana

De Dios, a través de su Palabra, ha recibido la Iglesia su comprensión del hombre y del mundo. De esa verdad, recibida de Dios, la Iglesia ha elaborado su propia antropología, su comprensión de la realidad del ser humano. Nosotros no podemos comprender a la persona humana por fuera de la concepción cristiana, con su doble dimensión: terrena y celestial, material y espiritual, temporal y eterna. Nuestra comprensión de la persona humana en su doble dimensión exige de nosotros un compromiso único y coherente. Nos comprometemos con la persona humana como un ser con necesidades materiales y espirituales; con ambas. Sigue así el P. Bernal:

4.3 El fin que pretende la DSI es el de orientar la conducta cristiana. La DSI es eminentemente práctica (SRS 8)[2]. No es, como ya lo hemos insinuado, un discurso metafísico ni abstracto. Es un discurso moral, es decir, quiere incidir en el comportamiento de la persona humana real, orientando su acción a la transformación de la sociedad, para que los cambios en profundidad que exigen las situaciones de miseria y de injusticia / sean llevados a cabo de una manera tal / que sirva al verdadero bien de los hombres (LC 72[3]). Y ello se ha ido haciendo cada vez más evidente, especialmente, desde el Concilio Vaticano II, comienzo del paso / de una impostación de la filosofía cristiana a la teología moral.

El P. Bernal utiliza una figura: habla de una impostación de la filosofía cristiana a la teología moral. La impostación es una técnica que utilizan los cantores y también algunos locutores, para fijar la voz en las cuerdas vocales y así emitir un sonido pleno, sin vacilación ni temblor. Se dice que los cantantes líricos, al impostar la voz la robustecen, la gradúan, le dan vida.

Creo que podemos comprender esta figura de la impostación de la filosofía cristiana a la teología moral, en el sentido de que, desde el Concilio Vaticano II se dio un paso adelante en la comprensión más completa de la persona humana, al recibir la teología moral los aportes de la filosofía cristiana, de la antropología cristiana. La imagen de la persona humana que nos ofrece la Iglesia, con la ayuda de la filosofía y de la teología, integra lo terrenal y lo trascendente, porque el ser humano vive en el mundo pero fue creado con destino a la eternidad. La imagen del hombre que nos presenta la Iglesia aparece completa, diáfana, clara, íntegra, con su naturaleza humana creada a imagen de Dios, gracias a la integración de los conceptos de la filosofía cristiana y la teología moral.

Hemos aprendido que en el conocimiento de la D.S.I. intervienen la fe y la razón. Al final de la reflexión anterior vimos que, aunque la doctrina social sea un conocimiento iluminado por la fe, está destinada a todos y puede hallar acogida y ser compartida por todos, inclusive por los no creyentes, porque es una doctrina razonable.

Cuando la Iglesia propone su Doctrina Social a cuantos hombres y mujeres de buena voluntad están comprometidos en el servicio del bien común, incluye allí también como destinatarios de su mensaje a los no católicos, y aun a los no creyentes. En esa forma La Iglesia no hace otra cosa que comunicar el mensaje, la Buena Nueva, que es su patrimonio, a todos los hombres, según el mandato del Señor: Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes... enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.[4]

En diálogo cordial con todos los saberes

Vamos ahora a continuar nuestro estudio sobre la naturaleza de la D.S.I. con los N° 76 a 78. Esta parte lleva por título En diálogo cordial con todos los saberes. Dice así el N° 76:

La doctrina social de la Iglesia se sirve de todas las aportaciones cognoscitivas, provenientes de cualquier saber, y tiene una importante dimensión interdisciplinar: « Para encarnar cada vez mejor, en contextos sociales económicos y políticos distintos, y continuamente cambiantes, la única verdad sobre el hombre, esta doctrina entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, [e] incorpora sus aportaciones ».[5] La doctrina social se vale de las contribuciones de significado de la filosofía / e igualmente de las aportaciones descriptivas de las ciencias humanas.

Hasta allí el N° 76. Entonces, como el interés de la Iglesia es la persona humana, entra en diálogo con las diversas áreas del conocimiento que se ocupan del ser humano, y se vale de los aportes significativos que hagan las ciencias humanas para acertar cuando interviene en defensa del hombre en los distintos contextos sociales, económicos y políticos. En esta forma la Iglesia pretende conocer mejor y de manera integral la verdad sobre el hombre.

Las orientaciones que nos da la Iglesia en lo social son congruentes con la característica de la D.S.I. de estar siempre en desarrollo, abierta a este mundo en permanente cambio. La Iglesia debe tener en cuenta los muy diversos contextos o situaciones en que se encuentra la humanidad, dependiendo de los países, de sus gobiernos, de su cultura, de su historia. No puede cambiar los principios no negociables; eso no lo hace, – pero así como tiene que utilizar la firmeza para defender los principios, también, cuando interviene, tiene que hacer gala de la prudencia y la discreción, teniendo en cuenta las circunstancias y el bien común.

Expertos en humanidad

Para acertar, la Iglesia debe ser abierta a las ciencias humanas y conocerlas. Con su doctrina social la Iglesia no ofrece soluciones económicas técnicas, ni soluciones médicas, pero tiene que conocer de economía, de política y de biología, para responder de modo acertado a las inquietudes de la humanidad en materia económica, política y biológica. La Iglesia, como lo han repetido sus Pastores tiene que ser experta en humanidad. En ese campo no puede fallar. Los cristianos tenemos que ser expertos en humanidad. En eso no podemos fallar. ¡Y cómo fallamos! Por ejemplo, no nos toleramos. Castigamos, a veces con fiereza. Cuando nos sentimos ofendidos, se nos olvida el ejemplo del Dios compasivo y misericordioso. Esperamos que Dios nos perdone, pero no estamos siempre dispuestos a perdonar.

Antes de ver un caso práctico, sobre el papel de la Iglesia en un mundo concreto, en que se debe actuar con sabiduría y prudencia, – lo que haremos enseguida, – vamos a leer unas líneas más de la conferencia del P. Sergio Bernal, que citamos antes. Sobre la naturaleza y límites de la Doctrina Social de la Iglesia dice el P. Bernal:

Para comprender plenamente la naturaleza de la DSI hay que decir, una vez más, que no se trata de un discurso filosófico, con lo cual no se quiere decir que carezca de elementos propios de la filosofía. Tampoco es simple teología, sino, como hemos visto, el fruto de una reflexión sobre la realidad, a la luz de la Palabra, para ayudar a los cristianos a comprender esa misma realidad / y a transformarla / buscando siempre una mayor conformidad con los valores evangélicos. Hoy día se insiste en que la Iglesia no debe considerar el mensaje social del Evangelio como una teoría, sino como un fundamento, un estímulo para la acción. (CA 57)

El Señor Lugo Presidente de Paraguay

Vamos al caso práctico. En la reflexión 83, del 17 de enero de este año 2008, comentamos la situación del obispo paraguayo Fernando Lugo Méndez. Monseñor Lugo Méndez solicitó al Santo Padre la dispensa del estado clerical para aceptar la candidatura presidencial del país, que le había sido ofrecida. La Santa Sede le negó esa solicitud porque, como le expuso en carta el Cardenal Giovanni Battista Re, Prefecto de la Congregación para los Obispos, La tarea de un Obispo es estar al lado de los fieles siguiendo en todo la suprema ley de la Iglesia que es efectivamente la salvación de las almas y no el gobierno de la comunidad política. La colaboración del Obispo en procurar el bien de la sociedad civil debe ser desempeñada siempre en modo pastoral, actuando como padre, hermano y amigo y ayudando con su ministerio a construir caminos de justicia y de reconciliación, como está justamente subrayado por la Exhortación Apostólica “Pastores gregis” (Pastores de la grey)

Monseñor Lugo, contrariando el deseo de la Iglesia, aceptó la candidatura y fue elegido presidente del Paraguay. Su posesión fue el pasado 15 de agosto (2008). Las razones de la Iglesia para suspender ‘a divinis’ a Monseñor Lugo, como lo hizo cuando no aceptó retirarse de la contienda política, eran claras; las expuso el Cardenal Giovanni Battista Re, como acabamos de leer: la Iglesia «se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación»: se trata de su fin primordial y único. No existen otras finalidades que intenten arrogarse o invadir competencias ajenas, descuidando las propias, o perseguir objetivos extraños a su misión. El obispo Lugo estaba invadiendo las competencias de los laicos. Y el daño se hizo; la Iglesia perdió un Obispo, que prefirió la política a la labor pastoral; pero la Iglesia es Madre y Maestra, y como su Fundador, es misericordiosa y se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación. Por eso, comentamos en otro programa, que ante los hechos cumplidos se creó una situación no sencilla, que la Santa Sede sabría manejar oportunamente con sabiduría. Así acaba de suceder. Teniendo en cuenta el bien del pueblo paraguayo y de Monseñor Lugo, la agencia Zenit informó el 30 de julio que

El nuncio apostólico en Paraguay anunció…la decisión de Benedicto XVI de conceder la reducción al estado laical al presidente electo de Paraguay, Fernando Lugo, obispo ordenado en la Iglesia católica, que hasta ahora estaba suspendido “a divinis”.

“El Santo Padre le concede la pérdida del estado clerical, con todas las obligaciones, como sacerdote y obispo del Verbo Divino”, explicó en una rueda de prensa en Asunción el arzobispo Orlando Antonini.

“Se aceptó porque el pueblo lo ha elegido y se ha reconsiderado su petición porque no es compatible su estado clerical con la presidencia de la República”, aclaró el nuncio apostólico en el país…

“Habiendo examinado cuidadosamente todas las circunstancias, Su Santidad Benedicto XVI ha concedido para él la pérdida del estado clerical con la consiguiente pérdida de los derechos inherentes al mismo”, subrayó el nuncio apostólico…

Al día siguiente de su elección, el 20 de abril de 2008, Lugo pidió perdón a la Iglesia católica, y en particular a Benedicto XVI, por el “dolor” que causó su desobediencia a las leyes canónicas, al haberse lanzado a la carrera presidencial.

“El Sumo Pontífice exhorta al señor Fernando Lugo Méndez a ser fiel a la fe católica, en la que fue bautizado y a llevar una vida coherente con el evangelio”, concluye el comunicado leído por el nuncio.

En su discurso de posesión, atendió la exhortación de la Santa Sede y afirmó que será fiel a su fe católica. Los invito a que encomendemos al Presidente Lugo para que realice una buena labor por el pueblo paraguayo y para que su vida en la política sea coherente con su fe.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Memorias, Curso de Doctrina Social de la Iglesia, Seminario Mayor de Bogotá, Julio 8 al 12 de 1991, Visión de conjunto de la Doctrina Social de la Iglesia por Sergio Bernal, S.J., Pgs. 6ss El P. Sergio Bernal es Doctor en Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y Master en Sociología de la Brown University de Estados Unidos. Es Licenciado en Teología y en Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Gregoriana y Licenciado en Filosofía y Letras de la Pontificia Universidad Javeriana. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma durante 13 años. Ha sido profesor de la misma Facultad entre 1983 y 2006. Actualmente es profesor emérito de dicha Facultad, y Consultor del Pontificio Consejo Justicia y Paz del Vaticano.

[2] Cf Encíclica Sollicitudo rei socialis, 8

[3] Cf Instrucción sobre libertad cristiana y liberación – Libertatis conscientia (Instructio de libertate christiana et liberatione), 22 de marzo de 1986, AAS 79 (1987) 554-599: 72.2. La Iglesia, experta en humanidad, ofrece en su doctrina social un conjunto de principios de reflexión, de criterios de juicio y de directrices de acción para que los cambios en profundidad que exigen las situaciones de miseria y de injusticia sean llevados a cabo, de una manera tal que sirva al verdadero bien de los hombres.”

[4] Cf Mt. 28,19

[5] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 59: AAS 83 (1991) 864.