Reflexión 113 Desarrollo: la dimensión humana


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El Desarrollo es el Nuevo Nombre de la Paz (VI) Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana

La Crisis Financiera Mundial: ¿Un capitalismo sin contradictores?

Vamos a seguir ahora comentando el tema del desarrollo económico. Hemos querido seguir la conferencia del P. Sergio Bernal, S.J. en el en el IV Congreso Nacional de Reconciliación, organizado por el Secretariado de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal. Recordemos que el P. Bernal trató los aspectos éticos, los aspectos humanos, del desarrollo económico. Hoy, debido a la situación de la crisis financiera mundial, que todavía no se ha superado, vamos a seguir también considerando sus implicaciones, como lo hicimos en el programa anterior. Estas reflexiones no nos desvían del tema que nos ocupa sobre el desarrollo económico, visto con los ojos del Evangelio. Más bien nos aclaran, qué significa en la práctica la visión cristiana del desarrollo.

Decíamos que no se puede juzgar si el desarrollo económico es bueno o malo, considerándolo solamente desde el punto de vista técnico. Hay que evaluar si el desarrollo económico de que se trate favorece o afecta negativamente a las personas. Lo que pasa en estos días es un ejemplo claro de lo que puede ser el desarrollo que se deja suelto, sin orientación del Estado, sin controles adecuados y oportunos.

Resumamos el pensamiento de Pablo VI, como lo expuso en su encíclica, sobre el desarrollo de los pueblos.

La D.S.I. ve y juzga al desarrollo económico con ojos cristianos; fue así como lo propuso Pablo VI en su encíclica Populorum progressio. El Santo Padre, siguiendo las líneas trazadas por el Concilio Vaticano II, en particular en la Constitución pastoral Gaudium et spes, propone un desarrollo que se identifique por dos características esenciales: por ser un desarrollo integral y solidario. Integral, porque debe abarcar todas las dimensiones del hombre y no sólo su dimensión material.

Un desarrollo de todo el ser humano y para todos los seres humanos

El hombre, considerado integralmente, tiene necesidades que no son sólo materiales, sino que pueden ser además, necesidades intelectuales, morales y espirituales. Y se debe trabajar por lograr un desarrollo, que además de integral, – que abarque a todo el hombre, – sea también un desarrollo solidario, es decir que abarque a todos los hombres, de todas las razas, de todos los continentes; en resumen, se debe trabajar por conseguir un desarrollo de todo el ser humano y para todos los seres humanos.

Pablo VI, en su encíclica Populorum progressio, describe el proceso de desarrollo desde una visión cristiana, como el paso de las condiciones menos humanas, en que muchas personas viven en el mundo, a unas condiciones más humanas. No es suficiente que haya crecimiento económico, en el sentido de que haya más dinero, más bienes y servicios, pero solo disponibles para quien tenga ese dinero. Si ese crecimiento no es armónico, en bienes y servicios materiales, pero además en bienes intelectuales, morales y espirituales, y que lleguen a todos los seres humanos, no se debería hablar de desarrollo. Puede ser crecimiento económico, pero nada más.

Sin posibilidad de vivir dignamente

La primera condición poco humana señalada por Pablo VI, en que viven hoy muchos seres humanos, es la de los que están privados de lo necesario para vivir dignamente.

El martes pasado 7 de octubre (2008), publicó El Tiempo algunos datos sobre la pobreza en Colombia. Son datos que no nos pueden dejar tranquilos. Según esa información, tomada de un trabajo de los investigadores Luis Jorge Garay, Carlos Betancourt y Adriana Rodríguez, con datos de los años 2004 y 2006, el 45% de nuestra población es pobre y el 12% está en la indigencia.[1] No se puede hablar de un desarrollo justo ni equitativo, con esas cifras de personas que no tienen lo suficiente para vivir con dignidad; por lo menos el 12% que está en la indigencia. Es verdad que los índices de pobreza y de indigencia han descendido desde el año 2002, cuando según el Departamento Nacional de Planeación, la pobreza se encontraba en el 57% (ahora en 45%) y la indigencia el año 2002 se encontraba en el 20,7%, (ahora en el 12%),[2] pero el esfuerzo, que parecería muy bueno, no es suficiente, si se tiene en cuenta que, como en Colombia somos aproximadamente 45 millones de habitantes, el 12% son 5.400.000 personas, hermanos nuestros, que viven en estado de indigencia; – que no tienen lo necesario para vivir con dignidad, pues deben vivir con Col $ 3.023 diarios -, y los pobres, el 45%, que suman 20.250.000 personas, viven con un ingreso diario de alrededor de Col $ 7.500. Esto pasa en nuestro país. ¿No estamos dispuestos a ceder algo de lo nuestro para los pobres? No somos dueños absolutos de lo que tenemos; somos sólo administradores.

Indigencia moral, pobreza moral

Pablo VI en la Populorum progressio proponía que un desarrollo económico, visto con ojos cristianos, debía consistir, primero, en el paso de las condiciones menos humanas en que muchas personas viven en el mundo, a unas condiciones más humanas. Luego, junto a los que carecen de lo material, cita el Papa a los que podríamos llamar “pobres morales”, los que están mutilados por el egoísmo. Los que viven en una postración moral, muy poco humana, de la que hay que ayudarles a salir. Son los egoístas que sólo piensan en su propio bienestar, en sus ganancias, en su bienestar y son ciegos ante las necesidades de los demás. El egoísmo es una carencia moral. Hay necesidades materiales y también necesidades morales. Y hablando de pobreza y de indigencia, también hay personas en indigencia moral y otros en pobreza moral.

Pablo VI menciona además, como condiciones poco humanas, las estructuras opresoras que se originan en el abuso del poder y del tener, con el consiguiente maltrato a las personas, en particular con la explotación de los trabajadores o la injusticia en los negocios. Todo eso se produce por el abuso de los que detentan el poder, bien sea político o económico.

La opresión del poder y del tener

El desarrollo, visto con ojos cristianos, tiene que superar esas condiciones menos humanas, como la miseria y la opresión del poder y del tener; además debe superar calamidades sociales como la enfermedad del sida, el paludismo, la tuberculosis. Desastres como el desplazamiento forzado, las calamidades que padecen las víctimas de la violencia, de las guerras y de las catástrofes naturales. Pablo VI en su descripción del proceso de desarrollo integral y solidario, por el que se debe trabajar, incluye la ampliación de los conocimientos y la adquisición de la cultura. Hay que hacer un gran esfuerzo en educación. No se resuelve el problema de la pobreza sólo con comedores comunitarios, con políticas asistencialistas. Es admirable en ese sentido la labor de la Iglesia con los desplazados, a quienes no solo acoge y socorre en las necesidades inmediatas, sino que les ayuda a desarrollar actividades que les permitan sostenerse de manera autónoma.

La visión cristiana del desarrollo que propone Pablo VI es la visión del Evangelio. Para que el mundo busque ese desarrollo económico, que respeta ante todo la dignidad de la persona humana, se requiere el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Y añade todavía más el Papa; deberíamos llegar a condiciones más humanas como la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres (PP 21)

El sueño del milenio para el 2015

Comentamos la semana pasada, que como lo exponen los editores de la revista católica AMERICA, en la actual crisis financiera de los Estados Unidos y de Europa, dada la globalización de la deuda en las redes financieras mundiales, que los gobiernos inyecten dinero al sistema es necesario, para evitar que se funda la economía, aunque, a pesar de ese rescate del sistema financiero el futuro es todavía incierto. Lo negativo de ese rescate financiero, en el caso de los EE.UU. es que, según la misma revista AMERICA, ese enorme desembolso hace también que el gobierno sea menos capaz de ayudar a los necesitados tanto en el propio país como en el extranjero por un largo tiempo (…). Salvar a las instituciones financieras suavizará sólo un poco la situación de los que son siempre los más vulnerables – los pobres y la clase media. En los E.UU. ellos encontrarán más difícil obtener préstamos hipotecarios. En el mundo global, la esperanza del milenio de bajar la pobreza mundial a la mitad en el año 2015 se convertirá casi con certeza, en un sueño.[3]

La visión cristiana del mundo es grandiosa, es la de Dios, que es Amor. Si el mundo tratara de regirse por el Evangelio, se iría convirtiendo en el Reino que Jesús predicó y nos encargó construir. No se ve de qué otra manera el mundo se pueda encaminar por la paz y la justicia, si no es aceptando que todos somos hermanos, que la ley que tiene que estar por encima de las técnicas de la economía es la de la solidaridad con nuestros semejantes, que tienen derecho, como todos nosotros, a una vida digna.

Además de las ideas de Pablo VI en su encíclica Populorum progressio, es oportuno citar a Juan Pablo II en Centesimus annus, donde dice en N° 29:

Buscar a Dios, conocerlo y vivir según tal conocimiento

(…) el desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión humana integral[4]. No se trata solamente de elevar a todos los pueblos al nivel del que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo solidario una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad de responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios. El punto culminante del desarrollo conlleva el ejercicio del derecho-deber de buscar a Dios, conocerlo y vivir según tal conocimiento. En los regímenes totalitarios y autoritarios se ha extremado el principio de la primacía de la fuerza sobre la razón.

En la Populorum progressio ya Pablo VI había advertido sobre la urgencia de emprender acciones audaces por un verdadero desarrollo, acciones que no debemos esperar que otros emprendan, pues tenemos nuestra parte, aunque no es suficiente lo que personalmente podamos realizar, sin una acción del Estado. Dice así Pablo VI en los N° 32 y 33:

Cada uno debe aceptar generosamente su papel

Entiéndasenos bien: la situación presente tiene que afrontarse valerosamente y combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo. El desarrollo exige transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender, sin esperar más, reformas urgentes. Cada uno debe aceptar generosamente su papel, sobre todo los que por su educación, su situación y su poder tienen grandes posibilidades de acción. Que, dando ejemplo, empiecen con sus propios haberes, como ya lo han hecho muchos hermanos nuestros en el Episcopado.[5] Responderán así a la expectación de los hombres y serán fieles al Espíritu de Dios, porque es «el fermento evangélico el que ha suscitado y suscita en el corazón del hombre / una exigencia incoercible de dignidad»

33. La sola iniciativa individual y el simple juego de la competencia no serían suficientes para asegurar el éxito del desarrollo. No hay que arriesgarse a aumentar todavía más las riquezas de los ricos y la potencia de los fuertes, confirmando así la miseria de los pobres y añadiéndola a la servidumbre de los oprimidos. Los programas son necesarios para «animar, estimular, coordinar, suplir e integrar»[6]la acción de los individuos y de los cuerpos intermedios. Toca a los poderes públicos escoger y ver el modo de imponer los objetivos que proponerse, las metas que hay que fijar, los medios para llegar a ella, estimulando al mismo tiempo todas las fuerzas, agrupadas en esta acción común. Pero ellas han de tener cuidado de asociar a esta empresa las iniciativas privadas / y los cuerpos intermedios. Evitarán así el riesgo de una colectivización integral o de una planificación arbitraria que, al negar la libertad, excluiría el ejercicio de los derechos fundamentales de la persona humana.

No tratar de resucitar al comunismo

Las últimas palabras, sobre el riesgo de una colectivización integral o de una planificación arbitraria que, al negar la libertad, excluiría el ejercicio de los derechos fundamentales de la persona humana son una clara advertencia que deberían tener en cuenta los que quieren resucitar el comunismo.

El cambio de mentalidad que necesitamos, para que el ideal cristiano del desarrollo se realice, no es otra cosa que una conversión hacia el ideal evangélico. No es que nos inviten a todos a optar por la pobreza. Algunos tienen la vocación a la pobreza evangélica, para consagrarse a los demás, pero no todos estamos llamados a la pobreza de San Francisco de Asís o de la Beata Madre Teresa. Juan Pablo II en la encíclica Centesimus annus, en el N° 36, nos aclara este pensamiento, al tratar sobre el consumismo. Dice:

Estilo de vida equivocado: orientado a tener y no a ser

No es malo el deseo de vivir mejor, pero es equivocado el estilo de vida que se presume como mejor, cuando está orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir la existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo[7]. Por esto, es necesario esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres / para un crecimiento común / sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones. A este respecto, no puedo limitarme a recordar el deber de la caridad, esto es, el deber de ayudar con lo propio «superfluo» y, a veces, incluso con lo propio «necesario», para dar al pobre lo indispensable para vivir. Enseguida Juan Pablo II menciona la actitud de querer ayudar y (…) la confianza en la Providencia, lo cual muestra las cualidades humanas de quien ayuda.

No olvidemos que, como dice el mismo Papa Juan Pablo II en la Centesimus annus, en el N° 42:

Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en consideración, (los problemas de miseria material y moral), porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, (…) confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado.

La solución capitalista vive ahora el fracaso que vivieron antes los países de la órbita comunista

Nos está enseñando la actual crisis financiera mundial, que la solución a los problemas de miseria no se puede confiar al libre desarrollo de las fuerzas del mercado, como lo pretende el capitalismo liberal, ni tampoco confiarla a la dictadura, como antes, desde la otra orilla ideológica, los países que cayeron en la órbita comunista, que sufrieron ya el desastre económico, moral, y la pérdida de la libertad.

¿Por qué no jugar con las mismas reglas?

Como nos han comentado en todos los medios de comunicación, los países poderosos de Europa, los de Asia y los EE.UU. se han visto obligados a inyectar enormes sumas de dinero al sistema financiero para evitar peores males. Vimos que esa inyección de dinero de los países desarrolladoses necesaria para que la economía mundial no colapse completamente, con un mayor sufrimiento para las clases media y pobre; sin embargo llama la atención la manera diferente de jugar cuando se trata de salvar a los bancos, y cómo se responde a la crisis de hambre en el mundo. Los EE.UU. aprobaron una inyección de 700 mil millones de dólares al sistema financiero. Cuando la economía estaba boyante, ¿por qué los países desarrollados no inyectaron sumas parecidas, a los programas para disminuir la pobreza en el mundo? Resulta que ahora, porque hay que invertir dinero en la crisis, la esperanza del milenio de bajar la pobreza mundial a la mitad en el año 2015, se convertirá casi con certeza, en un sueño.[8]

Algunas consideraciones muy interesantes, sobre la crisis financiera actual, nos ofrece en un artículo, el jesuita irlandés P. Tony O’ Riordan, Director del Centro Jesuita por la Fe y la Justicia, que nos ayudan a enfocar esta crisis desde el punto de vista de la moral, y nos pone a preguntarnos si el Evangelio puede iluminar al mundo en esta situación sin precedentes.[9] Según el P. O’Riordan, el gobierno obró de buena fe al tomar la decisión de inyectar dinero al sistema financiero, pero su decisiva respuesta a la crisis que enfrenta el sector de los bancos es notoriamente diferente en calidad y convencimiento, a su respuesta a la crisis de la salud y de la vivienda que soportan los menos favorecidos. Se refiere a la situación en Irlanda.

Añade el P. O’Riordan que esa decisión demuestra también, que frente a una crisis, los políticos pueden estar dispuestos a tomar las medidas más extraordinarias, aun aquellas que desafían todas las reglas normales y las ideologías. Y dice que lo que enfurece a mucha gente, especialmente a los sin techo, a aquellos que sufren de un mal sistema de salud, es que sus situaciones también son críticas, pero no parecen provocar la voluntad política para tomar medidas extraordinarias.

Más de 20 años sin contradictores

Refiriéndose a la crisis mundial, no sólo al impacto en su país, el P. O’Riordan opina que esta crisis pone de manifiesto la insuficiencia y el fracaso de una forma de capitalismo, al que se ha permitido avanzar por más de 20 años, sin que se lo haya puesto en duda seriamente.

La Iglesia, ante esta situación de crisis de la economía mundial, tiene que reflexionar sobre cómo la codicia y la competencia, que son tan prominentes en nuestro tiempo, se pueden transformar en solidaridad y consideración del bien común. Mientras el capitalismo no se llene de estos valores, nos llevará a más y más crisis, en las cuales toda la humanidad va a pagar el precio.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] El Tiempo, Bogotá, martes 7 de octubre de 2008, 1-4

[2] Según el DNP (Departamento Nacional de Planeación), el tercer trimestre de 2005, (metodología DANE), los ingresos por persona/mes eran: para la Indigencia: Col $ 90.710; Pobreza: $ 224.307 . Por hogar/mes: Indigencia: $ 360.444; Pobreza: $ 891.299 (Hogares compuestos por 4 personas).

[3] Cf http://www.americamagazine.org, Bailout and Equity, by THE EDITORS/ October 6, 2008

[4] Cf enc. Sollicitudo rei socialis, 27-28: l.c. 547-550; Pablo VI, enc. Populorum progressio : 43-44: l.c., 278

[5] Cf., p. e., Mons. M. Larrain Errázuriz, obispo de Talca (Chile), presidente del Celam, Carta pastoral. Desarrollo : Éxito o fracaso en América Latina (1965).

[6] Mater et magistra l. c. 414.

[7] Cf Gaudium et spes, 35; Populorum progressio 19

[8] Revista AMERICA, editorial citado en la Reflexión anterior, nota 102

[9] Puede encontrarse el artículo del P. Tony O’Riordan en AMDG Express Newsletter, 07 October 2008, en Internet. La organización de los jesuitas lleva el nombre en inglés Jesuit Centre for Faith and Justice