Reflexión 84, Compendio de la DSI N° 69 (II)

Compendio de la D.S.I. N° 69 (II)

Doctrina Social Católica: Deber y Derecho de la Iglesia

Enero 24 2008

Estamos estudiando el capítulo 2° del Compendio de la D.S.I., que trata sobre la Misión de la Iglesia y la Doctrina Social. Vamos a continuar el estudio del N° 69 del Compendio, que nos explica cómo la Iglesia tiene el derecho y el deber de ofrecernos su propia doctrina social. Leamos el N° 69:

d) Derecho y deber de la Iglesia

 

 Con su doctrina social  la Iglesia « se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación »:[1] se trata de su fin primordial y único. No existen otras finalidades que intenten arrogarse o invadir competencias ajenas, descuidando las propias, o perseguir objetivos extraños a su misión. Esta misión configura el derecho y el deber de la Iglesia a elaborar una doctrina social propia  y a renovar con ella la sociedad y sus estructuras, mediante las responsabilidades y las tareas que esta doctrina suscita.

Política y Economía desde la perspectiva del Evangelio

La reflexión anterior la dedicamos a la primera parte de este número. Comprendimos que la razón por la cual la Iglesia propone su propia doctrina social no es de índole política ni económica, sino que tiene que ver con su misión esencial que es ayudar al hombre en el camino de la salvación. Al proponer la Iglesia su doctrina social no invade competencias ajenas ni persigue objetivos extraños a su misión, que es anunciar el Evangelio. Hemos visto que, cuando la Iglesia presenta sus puntos de vista sobre asuntos que tienen que ver con la política o la economía, no lo hace desde el punto de vista técnico, sino desde la perspectiva del Evangelio.

Como el fin primordial y único de la Iglesia es ayudar al hombre en el camino de la salvación, no es de la competencia de la Iglesia ofrecer soluciones técnicas, económicas o políticas, y cuando ofrece su orientación en estos campos, no pretende un dominio político ni económico. Cuando la Iglesia habla sobre economía o sobre política, lo hace porque son necesarios sus principios de reflexión, sus criterios de juicio, sus directrices de acción, para que en la economía o la política la sociedad sea conducida según la sabiduría divina, y por lo tanto, en bien del hombre y de la sociedad, en su camino hacia la salvación. La Iglesia habla desde la perspectiva del Evangelio y también, cuando es el caso, de la ética natural.

El Catecismo, citando la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, dice en el N° 2419, que la Iglesia expresa un juicio moral, en materia económica y social, «cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas.»[2]La Iglesia no emite juicios técnicos, sino desde la perspectiva de la dignidad del hombre que es imagen de Dios, que vive en la tierra, pero tiene un destino eterno.

 

 

Comunidad política e Iglesia

 

Es importante aclarar que, cuando se dice que la Iglesia no ofrece soluciones técnicas, se refiere al Magisterio de la Iglesia, porque los laicos, que somos también Iglesia, tenemos unos deberes distintos. Nosotros, los laicos, no sólo podemos, sino que debemos intervenir en política. A este respecto, citamos en el programa pasado, algunos de los documentos que tratan sobre el papel de los católicos en la política. Recordémoslos:

Citamos en primer lugar el Catecismo en el N° 2240, la Constitución Pastoral Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II[3] y la Exhortación apostólica Christifideles laici,[4] de Juan Pablo II. Citamos unas líneas de la Gaudium et spes, en el N° 76, sobre la comunidad política y la Iglesia, donde dice:

La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana. La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre.

Sobre el papel de los laicos en la política, citamos en la reflexión anterior la NOTA DOCTRINAL sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitida el 24 de noviembre de 2002, Solemnidad de N. S. Jesucristo, Rey del universo, que comienza explicando que

La Nota se dirige a los Obispos de la Iglesia Católica y, de especial modo, a los políticos católicos y a todos los fieles laicos llamados a la participación en la vida pública y política en las sociedades democráticas.

Y continuamos con esta parte, que se refiere específicamente a la obligación de los laicos católicos, y que dice:

 

El compromiso del cristiano en el mundo, en dos mil años de historia, se ha expresado en diferentes modos. Uno de ellos ha sido el de la participación en la acción política: Los cristianos, afirmaba un escritor eclesiástico de los primeros siglos, «cumplen todos sus deberes de ciudadanos». [5]

La acción política como expresión del compromiso cristiano

 

De manera que la participación en la acción política, puede ser una expresión del compromiso cristiano. Depende, claro, de la intención con la que se participe en política.

A este propósito, el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, recuerda que La Iglesia venera entre sus Santos a numerosos hombres y mujeres que han servido a Dios a través de su generoso compromiso en las actividades políticas y de gobierno. Entre ellos, Santo Tomás Moro, proclamado Patrono de los Gobernantes y Políticos, que supo testimoniar hasta el martirio la «inalienable dignidad de la conciencia»[6]. Aunque sometido a diversas formas de presión psicológica, rechazó toda componenda, y sin abandonar «la constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones» que lo distinguía, afirmó con su vida y su muerte que «el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral» [7].

Más adelante este documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe nos recuerda las enseñanzas del Concilio Vaticano II en la Constitución Gaudium et spes, con estas palabras:

(…) «los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común»,[8] que comprende la promoción y defensa de bienes tales como el orden público y la paz, la libertad y la igualdad, el respeto de la vida humana y el ambiente, la justicia, la solidaridad, etc.

Estas enseñanzas sobre la participación de los laicos en la política las debemos tener muy presentes: nos enseña la Iglesia que de ningún modo podemos abdicar de la participación en la política. No podemos renunciar a esa obligación, ni delegarla en los demás, por lo menos la obligación ciudadana de votar. Ahora bien, los católicos que participan directamente en política, sobre todo en cargos en los que se toman decisiones que afectan a la sociedad, deben tener muy presentes las enseñanzas de la Iglesia, porque algunos prescinden de Ella y se guían solamente por las orientaciones de sus jefes de partido, así los comprometan en decisiones contrarias a la ética. Esos políticos que se dicen católicos, llevan una doble vida en esos casos. No tienen en cuenta la coherencia entre fe y vida, que permanentemente nos reclama la Iglesia. Se sienten más obligados con sus jefes políticos de turno, que con Dios.

Sobre este asunto se encuentran reflexiones y directrices muy sabias, en los documentos que hemos citado: la Constitución Pastoral Gaudium et spes, la Exhortación apostólica Christifideles laici y la NOTA DOCTRINAL de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política (Los pueden encontraren las citas al final de las reflexiones).


El Voto y principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno

 

Defender la posición de la Iglesia en el parlamento no es ahora fácil en Colombia, cuando por la ley de bancadas, los parlamentarios tienen la obligación de votar según las orientaciones de su partido; pero deben oportunamente plantear su derecho a votar en conciencia, cuando la naturaleza del asunto así lo requiera. Todo el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que hemos citado, es importante, y por eso invito a los interesados por sus actividades, que lo lean completo; leamos un párrafo que nos ilustra mucho. Dice:

(…) la conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral. Ya que las verdades de fe constituyen una unidad inseparable, no es lógico el aislamiento de uno solo de sus contenidos en detrimento de la totalidad de la doctrina católica. El compromiso político a favor de un aspecto aislado de la doctrina social de la Iglesia no basta para satisfacer la responsabilidad  de la búsqueda del bien común en su totalidad. Ni tampoco el católico puede delegar en otros el compromiso cristiano que proviene del evangelio de Jesucristo, para que la verdad sobre el hombre y el mundo pueda ser anunciada y realizada.[9]

El párrafo que sigue es también muy importante. Leamos las primeras líneas:

Cuando la acción política tiene que ver con principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno, es cuando el empeño de los católicos se hace más evidente y cargado de responsabilidad. Ante estas exigencias éticas fundamentales e irrenunciables, en efecto, los creyentes deben saber que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona.

Señala a continuación la Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe, algunas leyes civiles que tienen que ver con principios morales que no admiten derogaciones, excepciones ni compromisos. Entre ellas enumera: las leyes en materia de aborto y eutanasia, que deben tutelar el derecho primario a la vida  desde su concepción hasta el término natural, las que deben salvaguardar la tutela y la promoción de la familia, la libertad de los padres en la educación de los hijos, la tutela social de los menores, la liberación de las víctimas de las modernas formas de esclavitud como la droga y la explotación de la prostitución. Acaba esta cita de temas ineludibles con estas palabras:

No puede quedar fuera de este elenco el derecho a la libertad religiosa y el desarrollo de una economía que esté al servicio de la persona y del bien común, en el respeto de la justicia social, del principio de solidaridad humana y de subsidiariedad, según el cual deben ser reconocidos, respetados y promovidos «los derechos de las personas, de las familias y de las asociaciones, así como su ejercicio».[10] Finalmente, cómo no contemplar entre los citados ejemplos el gran tema de la paz.

Los Obispos no, los laicos sí

 

Hemos comprendido que, si la Iglesia jerárquica no interviene en política, los laicos católicos en cambio, no podemos renunciar a la participación en política. Tenemos que cumplir nuestros deberes ciudadanos, y nuestra vida en la sociedad debe ser coherente con nuestra fe. Así por ejemplo, como leímos hace un momento, de la Nota Doctrinal de la Congregación para la Doctrina de la Fe:

(…) la conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral.[11]

Continuemos ahora con las siguientes líneas del N° 69, que dicen:

Esta misión configura el derecho y el deber de la Iglesia  a elaborar una doctrina social propia  y a renovar con ella la sociedad y sus estructuras, mediante las responsabilidades y las tareas que esta doctrina suscita.

Hemos visto antes cómo la Iglesia, al llevar el Evangelio al mundo, hace un valioso aporte a la renovación y el progreso de la sociedad y sus estructuras. Es oportuno aquí traer algo del pensamiento de la V Conferencia Episcopal de Aparecida y su aporte a la renovación y progreso de nuestro continente.

También en esto, Aparecida

¿En qué forma trata la Iglesia los problemas de nuestra sociedad que tienen que ver con lo social y lo político? Tenemos frescos los documentos de Aparecida que son un magnífico ejemplo. Veamos.

Hay que empezar por el discurso inaugural de Benedicto XVI, que orientó el camino de la Conferencia. Es muy interesante observar que desde el inicio, el Papa enfoca la situación de América Latina desde la fe. No podía ser de otra manera. El método VER-JUZGAR-ACTUAR, ideado por el P. José Cardijn, – quien años después fue nombrado cardenal; – para su trabajo pastoral con la Juventud Obrera Católica, que fundó en Bélgica en 1927, sería el camino que seguiría la V Conferencia de Aparecida y Benedicto XVI en su discurso inaugural dio el primer paso en esa dirección.[12] Había sido también el método de las Conferencias de Medellín y de Puebla, no de la de Santo Domingo.

Observemos que la realidad de la sociedad la ve la Iglesia con ojos de fe, no de política. El primer punto: VER, es ver desde la perspectiva de la fe. Por eso el primer punto del discurso del Papa fue La Fe Cristiana en América Latina. Como se trata de VER la realidad que enfrenta la fe, el Papa dice que La fe en Dios que ha animado la vida y la cultura de estos pueblos durante más de cinco siglos…En la actualidad, (…) ha de afrontar serios retos, pues están en juego el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad católica de sus pueblos.[13]

¿Fe y Desarrollo?

 

De manera que la fe está en medio del desarrollo armónico de la sociedad. En el camino del desarrollo de nuestra sociedad está en juego nuestra identidad católica. Por eso, adelanta el Papa, la V Conferencia General va a reflexionar sobre esta situación para ayudar a los fieles cristianos a vivir su fe con alegría y coherencia, a tomar conciencia de ser discípulos y misioneros de Cristo, enviados por Él al mundo para anunciar y dar testimonio de nuestra fe y amor.

No se trataría pues de un examen sociopolítico más, ni de un diagnóstico más, sólo sobre la práctica de la religión en nuestro continente; un diagnóstico que se quede en los documentos. Como la V Conferencia nos va a ayudar a vivir nuestra fe con alegría y coherencia, tiene que reflexionar sobre la realidad de América Latina vista desde el Evangelio, porque sólo así a esa reflexión seguirá la conciencia de que somos discípulos y misioneros, – no sólo contemplativos, – discípulos y misioneros enviados a anunciar y a dar testimonio. ¿Dar testimonio de qué? A dar testimonio de nuestra fe y amor.

De modo que el Papa dejó claro desde el principio, que la V Conferencia iba a VER, a examinar, a la luz del Evangelio, la realidad de nuestro continente. Y que la Conferencia avanzaría en un segundo paso, a JUZGAR esa realidad con los criterios del Evangelio, para plantear la acción pastoral – tercer paso: ACTUAR – que nos conducirá a que nuestra sociedad se conduzca en su desarrollo por los caminos rectos señalados por Cristo.

Juan XXIII en la encíclica Mater et Magistra, refiriéndose a los jóvenes, había observado que el método VER-JUZGAR-ACTUAR ayuda a no quedarnos sólo en la contemplación, sin actuar. En el N° 237 observa

La suma conveniencia de que los jóvenes no sólo reflexionen sobre este orden de actividades, sino que, además, en lo posible, lo practiquen en la realidad. Así evitarán creer que los conocimientos aprendidos deben ser objeto exclusivo de contemplación, sin desarrollo simultáneo en la práctica.

Por cierto, recuerdo que allá en mis años jóvenes, en la Congregación Mariana a la que pertenecí, seguíamos el método VER-JUZGAR-ACTUAR. El método nos llevaba a que la lectura del Evangelio no se quedara sólo en consideraciones piadosas; nos hacía pensar en cómo aplicar el Evangelio que se leía en la reunión a nuestra situación de grupo apostólico o del colegio, y a comprometernos a actividades cuya realización se examinaba en la siguiente sesión. El método lleva a vivir el Evangelio y no sólo a quedarnos en la contemplación de sus maravillas.

El Verbo de Dios, haciéndose persona humana en Jesucristo, se hizo también historia y cultura

El primer paso del método: VER, tiene toda la lógica; para actuar en una situación hay que conocerla bien. Es el caso de la situación de nuestro continente. Y el que se vea, se examine la situación desde la fe y no sólo desde las ciencias humanas como la sociología, la economía o la política, tiene un fundamento poderoso: la historia cambió, cuando el Verbo se hizo carne. El Papa en su discurso inaugural nos lo hizo notar, cuando en el N° 1 afirmó: El Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también historia y cultura. ¿Cómo ignorar, entonces, las consecuencias que para la sociedad tiene el que Dios se haya hecho uno de nosotros? La historia cambió, el significado de progreso se enriqueció, y cambió también, con el mensaje del Evangelio.[14]

En el N° 3 de su discurso inaugural, el Santo Padre avanza en este pensamiento profundo, cuando nos dijo: Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad.

Estamos reflexionando sobre el enfoque desde el cual la Iglesia mira el mundo, mira a nuestra sociedad, para comprender que cuando la Iglesia presenta su Doctrina Social, en la cual necesariamente se tratan temas que tienen que ver con la economía y la política, lo hace por el deber y el derecho que tiene, de iluminar al mundo con la luz del Evangelio. Sigamos con Aparecida.

En su discurso inaugural, Benedicto XVI dice, en el N° 2:

La Iglesia, que participa de los gozos y esperanzas, de las penas y alegrías de sus hijos, quiere caminar a su lado en este período de tantos desafíos, para infundirles siempre esperanza y consuelo (cf Gaudium et spes, 1).

Globalización, marxismo, economía neoliberal, identidad católica de nuestros pueblos

Y este período de tantos desafíos, tiene que ver con la realidad que vivimos, en la cual se entrelazan fenómenos políticos, económicos y religiosos. El Papa enumera algunos: el fenómeno de la globalización, que, en sus palabras: Aunque en ciertos aspectos es un logro de la gran familia humana y una señal de su profunda aspiración a la unidad, sin embargo comporta también el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo. Como en todos los campos de la actividad humana, la globalización debe regirse también por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.[15]

Continúa luego Benedicto XVI con la presentación de problemas de índole político y social: la preocupación por la presencia de formas de gobierno autoritarias o sujetas a ideologías que se creían superadas y que no corresponden con la visión cristiana del hombre y de la sociedad; la economía neoliberal de algunos países latinoamericanos que debe tener en cuenta la equidad, pues, dice el Papa: siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez más por una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales.[16]

Recordemos que al comienzo de su discurso inaugural en Aparecida, el Santo Padre nos había advertido que, En la actualidad, nuestra fe ha de afrontar serios retos, pues están en juego el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad católica de sus pueblos. Por eso, después de plantear las situaciones económicas y políticas, se refiere a la situación de debilidad de la vida de fe en nuestro continente, luego de afirmar que es notable la madurez en la fe de muchos laicos y laicas activos y entregados al Señor, junto con la presencia de nuevos movimientos eclesiales, entre otras señales de una fe viva. Estas fueron sus palabras:

Se percibe, sin embargo, un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica debido al secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de numerosas sectas, de religiones animistas[17] y de nuevas expresiones seudorreligiosas.

El Santo Padre terminó esta parte de su discurso diciendo que todo eso, lo sociopolítico, lo económico, lo concerniente a la vida de fe, configura una situación nueva que sería analizada por la V Conferencia de Aparecida. Y ¿cómo sería analizada? Desde la perspectiva de la fe en Cristo. Y nos dice que los fieles podíamos esperar que de esa fuente, – la fe en Cristo, – surjan nuevos caminos y proyectos pastorales creativos, que infundan una firme esperanza para vivir de manera responsable y gozosa la fe e irradiarla así en el propio ambiente.

Si estudiamos el documento conclusivo de Aparecida, podemos corroborar que fue eso lo que la Conferencia hizo. Lo que sigue ahora es la responsabilidad de nuestros Pastores, y de nuestra respuesta como fieles.

El conocido teólogo P. Gustavo Gutiérrez, termina un artículo sobre Aparecida, con estas palabras que creo podemos tomar como nuestras:

el acontecimiento y el Documento de Aparecida marcarán la vida de la iglesia de América Latina y el Caribe  en el tiempo que sigue, pero es necesario completar esa afirmación. Esto dependerá de la recepción que le demos a Aparecida, es algo que está en nuestras manos. En las manos de las iglesias locales, de las comunidades cristianas y de diferentes instancias eclesiales. La exégesis, la interpretación de textos como éste, se hace en los hechos, en la práctica.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com

Nos interesa mucho conocer sus comentarios y sugerencias sobre cómo mejorar esta página. Gracias de antemano.

 


 

[1] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 54: AAS 83 (1991) 860

 [2]Gaudium et spes, 75

 [3] En la Gaudium et spes, en particular N°: 25, 36, 43,75, 76

 [4] Cf en particular N° 42, 59, 69

 5] CARTA A DIOGNETO, 5, 5. Ver también Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2240.

[6] JUAN PABLO II, Carta Apostólica en forma de Motu Proprio para la proclamación de Santo Tomás Moro como Patrono de los Gobernantes y Políticos, el 31 de octubre de 2000, N° 1

[7] Ibidem, 4

[8] JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 42.

[9] NOTA DOCTRINAL sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitida el 24 de noviembre de 2002, Solemnidad de N. S. Jesús Cristo, Rey del universo, N° 4.

[10]Gaudium et spes, 75

 [11] NOTA DOCTRINAL sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, universo, N° 4.

12] Este método que la Acción Católica tradicionalmenteha seguido, lo menciona ya Juan XXIII en su encíclica Mater et Magistra, N° 236.

 13] Benedicto XVI, Discurso inaugural en Aparecida, N° 1

 [14]El P. Gustavo Gutiérrez dice: Al inicio de su discurso, con un lenguaje que, en el pasado, algunos veían con desconfianza, el Papa afirma, incluso, que “el Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también historia y cultura” (DI n.1) Al hacerse hombre entra en la historia humana y se sitúa en una cultura; son dimensiones necesarias y cargadas de consecuencias para una comprensión apropiada del mensaje cristiano. Un mensaje que se da en la historia, y que al mismo tiempo la transciende. Véase el artículo “Aparecida: La Opción por el Pobre, en la página del Centro Teológico Manuel Larraín, www.centromanuellarrain.cl/celam2007/aparecidagutierrez.html

 [15] Benedicto XVI Discurso inaugural, Aparecida, N° 2

 [16] Ibidem

 [17]Animismo: Del latín anima, “alma”, “espíritu”. El término fue ampliamente utilizado antaño para designar la creencia, frecuente en pueblos menos desarrollados, de que ciertas plantas y objetos materiales están dotados de espíritu o alma. Diccionario abreviado de teología, por Gerald O’Collins, S.J. y Edgard G. Farrugia, S.J., Editorial Verbo Divino, 2002

Reflexión 83 Enero 17, 2008

Compendio de la D.S.I. N° 69

 

Iglesia, Doctrina Social y Política

 

Estamos estudiando el capítulo 2° del Compendio de la D.S.I., que trata sobre la Misión de la Iglesia y la Doctrina Social. En diciembre estudiamos la parte que se titula Doctrina Social, evangelización y promoción humana, que ocupa los números 66 a 68. Vamos ahora a emprender la sección que se llama: Derecho y deber de la Iglesia, en los N° 69, 70 y 71 y nos explica cómo la Iglesia tiene el derecho y el deber de ofrecernos su propia doctrina social. Leamos el N° 69:

d) Derecho y deber de la Iglesia

 Con su doctrina social la Iglesia « se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación »:[1] se trata de su fin primordial y único. No existen otras finalidades que intenten arrogarse o invadir competencias ajenas, descuidando las propias, o perseguir objetivos extraños a su misión. Esta misión configura el derecho y el deber de la Iglesia a elaborar una doctrina social propia y a renovar con ella la sociedad y sus estructuras, mediante las responsabilidades y las tareas que esta doctrina suscita.

Veamos este número sin prisa. Cada frase es importante. Como hemos repetido varias veces, la D.S.I. no tiene los fines de la política, de la sociología ni de la economía. Es muy claro lo que pretende la Iglesia con su D.S.: «se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación». Con estas palabras empieza el N° 69 del Compendio: Con su doctrina social la Iglesia « se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación ». Parece sencillo; si alguien nos pregunta qué fin persigue la Iglesia con su Doctrina Social, podemos responder: «se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación».

Ni dominio político ni económico

El fin primordial y único de la Iglesia es: ayudar al hombre en el camino de la salvación. No pretende un dominio político ni económico. Cuando la Iglesia habla sobre economía o sobre política lo hace porque son necesarios sus principios de reflexión, sus criterios de juicio, sus directrices de acción, para que la sociedad sea conducida según la sabiduría divina, y por lo tanto en bien del hombre y de la sociedad, en su camino de la salvación. El Catecismo, citando la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, dice en el N° 2419, que la Iglesia expresa un juicio moral, en materia económica y social, «cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas.»[2]La Iglesia no emite juicios técnicos, sino desde la perspectiva de la dignidad del hombre que es imagen de Dios, que vive en la tierra pero tiene un destino eterno.

La frase que sigue, que también acabamos de leer, es muy clara: No existen (en la Iglesia) otras finalidades que intenten arrogarse o invadir competencias ajenas, descuidando las propias, o perseguir objetivos extraños a su misión.

¿Pastores y Políticos?

La Iglesia Jerárquica, cuando predica su Doctrina Social, no pretende arrogarse ni invadir competencias ajenas, descuidando las propias. Por eso la Iglesia no acepta que los sacerdotes mezclen su actividad pastoral con la actividad política, proselitista ni se presenten como candidatos para desempeñar cargos políticos. En Colombia más de un sacerdote ha sido elegido alcalde, pero ha dejado su ejercicio pastoral para dedicarse a la política y en ninguna forma porque su obispo lo haya designado para ese trabajo; más bien, – podemos suponer, – que quienes han optado por ese camino, lo han hecho a pesar de sus superiores.

En el caso de los obispos, la Iglesia es más exigente. Para comprender este pensamiento de la Iglesia nos puede ayudar enterarnos del caso del obispo paraguayo Fernando Lugo Méndez, quien aceptó la candidatura presidencial para las elecciones que se llevaron a cabo en abril de 2008.

Con el fin de dedicarse a la política, Monseñor Lugo había presentado al Santo Padre la “renuncia al ministerio eclesial”, “a los derechos, deberes y privilegios del estado clerical”, “para retornar a la condición de laico en la Iglesia”.[3] El criterio de la Iglesia, como puede verse en la respuesta de la Congregación para los Obispos al obispo paraguayo, es que un Obispo no puede renunciar al episcopado para dedicarse a la política. El 4 de enero de 2007, la citada Congregación para los Obispos escribió a Monseñor Lugo Méndez:

El Santo Padre ha recibido su carta del 18 de diciembre de 2006, con la cual Usted exponía su intención de aceptar la candidatura a Presidente de la República de esa Nación, que le ha sido ofrecida por un movimiento formado por varios partidos políticos.

Con el fin de superar la disposición de la Constitución Republicana  que inhabilita los ministros de cualquier culto a ser Presidente o Vicepresidentes de Paraguay, Vuestra Excelencia ha presentado al Santo Padre la “renuncia al ministerio eclesial”, “a los derechos, deberes y privilegios del estado clerical”, “para retornar a la condición de laico en la Iglesia”.
…..

La tarea de un Obispo es estar al lado de los fieles siguiendo en todo la suprema ley de la Iglesia  que es efectivamente la salvación de las almas y no el gobierno de la comunidad política. La colaboración del Obispo en procurar el bien de la sociedad civil debe ser desempeñada siempre en modo pastoral, actuando como padre, hermano y amigo  y ayudando con su ministerio a construir caminos de justicia y de reconciliación, como está justamente subrayado por la Exhortación Apostólica “Pastores gregis”.[4]

 

A la luz de tales consideraciones, usted comprende cuánto el servicio de un Obispo sea diverso de aquel de quien desempeña funciones políticas. Usted justamente observa que también la política es una forma de caridad, pero ella tiene un rol, leyes y finalidades propias, bien distintas de la misión de un Obispo, llamado a iluminar con el Evangelio todos los ámbitos de la sociedad y a formar las conciencias. Tarea del Obispo es la de anunciar la esperanza cristiana, para defender la dignidad de cada hombre, para tutelar y proclamar con firmeza aquellos valores, que el Santo Padre ha definido “no negociables”.



Durante la historia, y también hoy, numerosos Obispos han debido luchar y sufrir para conservar la propia libertad de Pastores ante toda forma de poder, para ser únicamente al servicio de Jesucristo y de su Evangelio.

Un laicado comprometido, serio y motivado

Una “clericalización” de la misión específica de los laicos

 

Paraguay de hecho es una nación libre y democrática y la Iglesia – cuyos derechos se respetan – está presente con un laicado comprometido, serio y motivado, capaz de asumir las propias responsabilidades en cada sector social, incluido el de la política. La candidatura política de un Obispo sería un motivo de confusión y de división entre los fieles, una ofensa al laicado y una “clericalización” de la misión específica de los laicos y de la misma vida política.



La Santa Sede por lo tanto no ve la existencia de una justa y razonable causa, exigida por el canon 90 [5] para conceder la dispensa por Usted solicitada.

En su carta, citando el canon 187, Vuestra Excelencia “renuncia al ministerio eclesial” para “retornar a la condición de laico en la Iglesia”…[6]

Vuestra Excelencia en su carta afirma (de) haber sopesado sus decisiones a la luz de su conciencia. Precisamente a ella quiero apelar recordando que la conciencia debe ser recta e iluminada. Una decisión tan grave, que se refiere a su ser como Obispo en la Iglesia Católica no puede prescindir de las razones anteriormente expuestas.

Cumplo el deber de comunicarle que el Santo Padre no ve posible acoger la solicitud de dimisión del estado clerical presentada por Vuestra Excelencia.

 

Recurriendo a su sentido de responsabilidad y de obediencia al Papa, ruego por Usted, confiado en la intercesión de la Santísima Virgen María y espero que Cristo Buen Pastor lo ilumine para que pueda permanecer fiel a su vocación divina y a su misión apostólica.

Giovanni Battista Re, Prefecto

Pena canónica de suspensión “a divinis”

 

Para tristeza de la Iglesia, el obispo Lugo no atendió la amonestación de la Congregación para los Obispos y por eso recibió la siguiente comunicación:[7]

El 21 de diciembre de 2006 el Nuncio Apostólico en Paraguay le ha consignado el texto de la Amonestación canónica que lo invitaba a no aceptar la candidatura a Presidente de la República de Paraguay, advirtiéndole que en caso contrario le sería impuesta –como primer paso- la pena canónica de la suspensión, que prohíbe a los ministros sagrados todos los actos de potestad de orden y de jurisdicción (can. 1333 & 1).[8]

Considerando que el 25 de diciembre de 2006, solemnidad de la Natividad del Señor, Vuestra Excelencia ha declarado públicamente ponerse a disposición de encargos políticos o institucionales y hasta ahora no ha cambiado su decisión, con sincero dolor cumplo el deber de infligir a Vuestra Excelencia, mediante el presente Decreto, la pena de la suspensión a divinis, a norma del canon 1333 & 1, con la prohibición de poner en ejecución todos los actos de potestad de orden y de gobierno y el ejercicio de todas las funciones y derechos inherentes al oficio episcopal.

 

Con esta sanción penal Usted permanece en el estado clerical y continúa estando obligado a los deberes a él inherentes, aunque suspendido en el ejercicio del ministerio sagrado.

 

Confío en que Vuestra Excelencia retirará su decisión en fidelidad a las obligaciones libremente asumidas con la consagración episcopal.

 

Dado en la Ciudad del Vaticano, en la sede de la Congregación para los Obispos, el 20 de enero de 2007.

+ Giovanni Battista Card. Re
Prefecto

+ Francisco Monterisi
Secretario

 

Cuando actualizo esta reflexión, el año 2012, el obispo Lugo, quien fuera elegido presidente del Paraguay, este año fue depuesto por las máximas autortidades jurisdiccionales de su país. Creo que hubiera sido sabia la decisión de Lugo, si no hubierta insistido en su decisión de presentarse de candidato presidencial como se lo pidió la Santa Sede.

 

Invadir competencias ajenas

 

Volvamos a leer las primeras líneas del N° 69 del Compendio de la D.S.I.y veamos que el obispo Lugo no fue coherente con su vocación episcopal al aceptar la candidatura presidencial en el Paraguay. Se arrogó otros fines distintos a ayudar a sus fieles en el camino de la salvación e invadió competencias ajenas, competencias de los laicos. La comunicación de la Congregación para los obispos, como leímos hace un momento, decía a ese respecto, que en el Paraguay … la Iglesia … está presente con un laicado comprometido, serio y motivado, capaz de asumir las propias responsabilidades en cada sector social, incluido el de la política.El citado N° 69 del Compendio de la D.S.I. dice:

Con su doctrina social la Iglesia «se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación»: se trata de su fin primordial y único. No existen otras finalidades que intenten arrogarse o invadir competencias ajenas, descuidando las propias, o perseguir objetivos extraños a su misión.

Participación política de los católicos

 

Hay muchos documentos de la Iglesia sobre la participación política de los católicos. Tengamos en cuenta en primer lugar el Catecismo en el N° 2240, naturalmente la Constitución Pastoral Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II[9] y la Exhortación apostólica Christifideles laici,[10] de Juan Pablo II. Citemos sólo unas líneas de la Gaudium et spes, en el N° 76, sobre la comunidad política y la Iglesia. Dice allí:

La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana. La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre.

Además de ese texto de la Gaudium et spes, citemos la NOTA DOCTRINAL sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitida el 24 de noviembre de 2002, Solemnidad de N. S. Jesucristo, Rey del universo, que comienza con esta explicación:

La Congregación para la Doctrina de la Fe, oído el parecer del Pontificio Consejo para los Laicos, ha estimado oportuno publicar la presente Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política. La Nota se dirige a los Obispos de la Iglesia Católica y, de especial modo, a los políticos católicos y a todos los fieles laicos llamados a la participación en la vida pública y política en las sociedades democráticas.



¿Políticos canonizados?

 

Leamos el N° 1 de este importante documento, que dice:

El compromiso del cristiano en el mundo, en dos mil años de historia, se ha expresado en diferentes modos. Uno de ellos ha sido el de la participación en la acción política: Los cristianos, afirmaba un escritor eclesiástico de los primeros siglos, «cumplen todos sus deberes de ciudadanos». [11] La Iglesia venera entre sus Santos a numerosos hombres y mujeres que han servido a Dios a través de su generoso compromiso en las actividades políticas y de gobierno. Entre ellos, Santo Tomás Moro, proclamado Patrono de los Gobernantes y Políticos, que supo testimoniar hasta el martirio la «inalienable dignidad de la conciencia» [12]. Aunque sometido a diversas formas de presión psicológica, rechazó toda componenda, y sin abandonar «la constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones» que lo distinguía, afirmó con su vida y su muerte que «el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral» [13].

….

Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política

 

Mediante el cumplimiento de los deberes civiles comunes, «de acuerdo con su conciencia cristiana»,[14] en conformidad con los valores que son congruentes con ella, los fieles laicos desarrollan también sus tareas propias de animar cristianamente el orden temporal, respetando su naturaleza y legítima autonomía,[15] y cooperando con los demás, ciudadanos según la competencia específica y bajo la propia responsabilidad.[16] Consecuencia de esta fundamental enseñanza del Concilio Vaticano II es que «los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común»,[17] que comprende la promoción y defensa de bienes tales como el orden público y la paz, la libertad y la igualdad, el respeto de la vida humana y el ambiente, la justicia, la solidaridad, etc.

Según esto, así como los laicos no podemos renunciar a la participación en la política, los obispos no pueden abandonar su misión pastoral para dedicarse a la política, pues le advirtió la Santa Sede al obispo Lugo: La candidatura política de un Obispo sería un motivo de confusión y de división entre los fieles, una ofensa al laicado y una “clericalización” de la misión específica de los laicos y de la misma vida política.

Terminemos leyendo de nuevo estas líneas del N° 69, que resumen nuestro estudio de hoy: Con su doctrina social la Iglesia « se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación »: se trata de su fin primordial y único. No existen otras finalidades que intenten arrogarse o invadir competencias ajenas, descuidando las propias, o perseguir objetivos extraños a su misión.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com

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 [1] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 54: AAS 83 (1991) 860

 [2]Gaudium et spes, 75

[3] Información sobre este caso y la nota y el decreto de la suspensión “a divinis”, del obispo Lugo, puede leerse en ZS07020107 – 01-02-2007 Permalink: http://www.zenit.org/article-22557?l=spanish

[4] Véase la Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores gregis,, de Juan Pablo II, sobre el Obispo servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo. ww.vatican.va/…/john_paul_ii/apost_exhortations/

[5] El Canon 90 reza: reza: § 1 No se dispense de la ley eclesiástica sin causa justa y razonable, teniendo en cuenta las circunstancias del caso y la gravedad de la ley de la que se dispensa; de otro modo, la dispensa es ilícita y si no ha sido concedida por el mismo legislador o por su superior, es también inválida.

§ 2. Cuando hay duda sobre la suficiencia de la causa, la dispensa se concede válida y lícitamente.

[6] El Canon 187 dice: El que se halla en su sano juicio puede, con causa justa, renunciar a un oficio eclesiástico.

[7]ZS07111002 – 10-11-2007 Permalink: http://www.zenit.org/article-25400?l=spanish

[8] Canon 1333: 1333 § 1. La suspensión, que sólo puede afectar a los clérigos, prohíbe: 1 todos o algunos de los actos de la potestad de orden; 2 todos o algunos de los actos de la potestad de régimen; 3 el ejercicio de todos o de algunos derechos o funciones inherentes a un oficio.

[9] En la Gaudium et spes, en particular N°: 25, 36, 43,75, 76

[10] Cf en particular N° 42, 59, 69

 [11] CARTA A DIOGNETO, 5, 5. Ver también Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2240.

[12] JUAN PABLO II, Carta Apostólica en forma de Motu Proprio para la proclamación de Santo Tomás Moro como Patrono de los Gobernantes y Políticos, el 31 de octubre de 2000, N° 1

[13] Ibidem, 4

 [14] Cf Gaudium et spes, 76

 [15] Cf Gaudium et spes, 36

[16] Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Apostolicam actuositatem, 7; Constitución Dogmática Lumen gentium, n. 36 y Constitución Pastoral Gaudium et spes, nn. 31 y 43.

[17] JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 42.