Reflexión 133 N° 85-86 Continuidad y Renovación (II)

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En la reflexión anterior avanzamos en nuestro estudio sobre la naturaleza de la D.S.I. Ya vamos comprendiendo mejor qué es y qué no es la D.S., que a veces se confunde con la política o con la sociología.

Recordemos las principales características de la D.S.

1. La D.S.I. pertenece al campo de la teología moral, porque trata de comprender y de interpretar lo que la Sagrada Escritura nos enseña sobre el ser humano y la sociedad. Por eso es teología, porque trata sobre Dios y la relación del ser humano en sociedad, con el Creador; y es del campo de la moral, porque reflexiona sobre la conducta del cristiano en la sociedad a partir de las enseñanzas de la Sagrada Escritura.

2. La D.S. necesita otras ciencias (la filosofía, la sociología, la política y otras) como ayuda para comprender mejor conceptos básicos, como la persona humana, la sociedad, la libertad, la justicia, el bien común, el Estado, la solidaridad, la subsidiaridad.

3. A la D. S. católica la llamamos de la Iglesia, porque la Iglesia, por medio de su Magisterio Universal, la ha ido elaborando a lo largo del tiempo.

4. El objeto de la D.S.I. es el ser humano llamado a la salvación, confiado por Cristo al cuidado y responsabilidad de la Iglesia. Como el objeto de la D.S.I. es el ser humano llamado a la salvación, es decir, que tiene en cuenta al ser humano como hijo de Dios y destinado a la vida eterna, no se puede confundir a la D.S.I. con otras ciencias puramente humanas, que solo tienen en cuenta la vida terrenal.

5. Sobre la finalidad de la D.S.I. aprendimos, que la D.S. pretende hacernos reflexionar sobre la sociedad y sobre nuestro papel en ella. La D.S. traza los caminos para edificar una sociedad, que anticipe en la historia el Reino de Dios. Nosotros tenemos la responsabilidad de colaborar en la construcción del Reino.

6. La D.S.I. está destinada, en primer lugar a todos los miembros de la comunidad eclesial, porque todos tenemos responsabilidades sociales que asumir.

7. La D.S. católica está destinada también a todos los hombres de buena voluntad, así sean seguidores de otras tradiciones religiosas y aunque no pertenezcan a ningún grupo religioso. La razón de este destino universal de la D.S.I. es que todas las conciencias e inteligencias están en condiciones de comprender y acoger la profundidad humana, los valores expresados en la D.S.I. y están también en capacidad de aceptar sus normas de acción.

8. La octava cacterísitica de la D.S.I., es su continuidad y al mismo tiempo su capacidad de renovación. El N° 85 del Compendio de la D.S.I. nos la enseña con estas palabras:

Orientada por la luz perenne del Evangelio y constantemente atenta a la evolución de la sociedad, la doctrina social de la Iglesia se caracteriza por la continuidad y por la renovación.

Es muy importante esta caracterítica de la continuidad y al mismo tiempo la renovación de la D.S.I. porque

Esta doctrina manifiesta ante todo la continuidad de una enseñanza que se fundamenta en los valores universales que derivan de la Revelación y de la naturaleza humana.

Pedimos más agilidad, pero no a costa de lo fundamental

Algunas personas critican a la Iglesia porque les parece que no avanza con la velocidad que piden los nuevos tiempos. Probablemente en algunos asuntos quisiéramos ver más agilidad, pero lo fundamental no se puede cambiar, ni tampoco el desarrollo de lo fundamental puede orientarse, solo por agradar a algunos. Por eso es importante en nuestro estudio, que tengamos claros los crtiterios que rigen al Magisterio de la Iglesia en la renovación de la D.S. Voy a repetir sobre este punto algunas de las ideas que vimos al final de la reflexión anterior y que nos presenta la Iglesia en el Compendio de la D.S.I. Vamos a ampliar un poco estas ideas.

Habíamos visto que las enseñanzas de la D.S. tienen como fundamento

los valores universales que derivan de la Revelación y de la naturaleza humana. Por tal motivo, la doctrina social no depende de las diversas culturas, de las diferentes ideologías, de las distintas opiniones: es una enseñanza constante, que « se mantiene idéntica en su inspiración de fondo, en sus “principios de reflexión”, en sus fundamentales “directrices de acción”, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del Señor ». (Compendio de la D.S.I., 85)

El párrafo anterior se inspiró en las enseñanzas de Juan Pablo II en su encíclica Sollicitudo rei socialis (N° 3) y nos ayuda a entender en qué forma la D.S. responde a las nuevas situaciones, sin dejarse contaminar por ellas.

¿Qué es lo que no cambia en las nuevas situaciones?

La doctrina social no depende de las diversas culturas, de las diferentes ideologías, de las distintas opiniones. ¿Qué es lo que no cambia? No cambia su inspiración de fondo ni sus principios de reflexión ni sus fundamentales directrices de acción, sobre todo, no renuncia a su unión vital con el Evangelio. Esto último nos explica por qué no podemos, por seguir una ideología, aceptar la violencia para superar la injusticia y construir una nueva sociedad; porque la violencia es anti evangélica, como nos enseña Puebla en el N° 532. Es una cotradicción afirmar que se trabaja por la paz utilizando la violencia.

Violencia y paz se contradicen

El documento de Puebla cita las siguientes palabras de Pablo VI, pronunciadas en Bogotá el 23 de agosto de 1968:

Debemos decir y reafirmar que la violencia no es cristiana ni evangélica y que los cambios bruscos y violentos de las estructuras serán engañosos, ineficaces en sí mismos y ciertamente no conformes con la dignidad del pueblo.

Si se aceptara la violencia como medio para conseguir la justicia y la paz, se iría en contra de algo fundamental del Evangelio, que nos enseña el respeto de la vida humana, aun la de nuestros enemigos y que el primer mandamiento para el cristiano es el amor.

La D.S.I. no está condicionada, en lo esencial, por los acontecimientos a lo largo de la historia

En el N° 85 del Compendio de la D.S. se afirma que la doctrina social de la Iglesia, firme en lo fundamental, recorre la historia sin sufrir sus condicionamientos ni correr el riesgo de la disolución.

La doctrina social no está condicionada en lo esencial, por los acontecimientos a lo largo de la historia; pero sí ofrece respuestas válidas, de acuerdo con el Evangelio, a las nuevas situaciones en la sociedad. Respuestas que pueden ser nuevas, pero fundadas en el Evangelio. En ese sentido se renueva, sin abandonar sus fundamentos. Sigue así, el mismo N° 85 del Compendio que nos aclara estas ideas:

Por otra parte, en su constante atención a la historia, dejándose interpelar por los eventos que en ella se producen, la doctrina social de la Iglesia manifiesta una capacidad de renovación continua. La firmeza en los principios no la convierte en un sistema rígido de enseñanzas, es, más bien, un Magisterio en condiciones de abrirse a las cosas nuevas, sin diluirse en ellas:[1] una enseñanza « sometida a las necesarias y oportunas adaptaciónes sugeridas por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades » (Sollicitudo rei socialis, 3).

La Doctrina Social un taller del conocimiento

Vamos a continuar ahora con el estudio del N° 86, del Compendio de la D.S.I., que profundiza en la característica de la renovación de la doctrina y la vamos a comprender mejor. Leamos el primer párrafo:

86 La doctrina social de la Iglesia se presenta como un « taller » siempre abierto, en el que la verdad perenne penetra y permea la novedad contingente, trazando caminos de justicia y de paz.

Es interesante esta figura de la doctrina social como un taller. ¿Cómo desmenuzar esta comparación de la D.S.I. con un taller? Ensayemos…

Pensemos en un taller del conocimiento, en donde se trabajan, se perfeccionan y se aprenden conocimientos y comportamientos. El taller de la D.S.I. está lleno de la luz del Evangelio, que es perenne, es decir no cambia, y enseña el camino correcto por donde debemos andar. Cuando llegan situaciones nuevas en la vida de la sociedad, la D.S.I. las recibe, las ilumina, las interpreta a la luz de la verdad del Evangelio y nos ofrece respuestas a las inquietudes y tranquilidad ante las angustias.

Cuando miembros de la sociedad se niegan a ver los acontecimientos a la luz del Evangelio, se confunden y toman caminos equivocados, como vemos que sucede con los planteamientos sobre la violencia como medio para consegur la justicia, sobre el aborto o sobre la eutanasia. Lo que debemos hacer en situaciones dolorosas sólo lo comprendemos a la luz del Evangelio. Para mayor claridad, pensemos por ejemplo, en el valor del sufrimiento, que sólo podemos entender a la luz de Jesús crucificado. Si llevamos nuestras dudas, nuestras angustias al pie de la cruz, la vida se ilumina.

Continuemos con el N° 86 del Compendio.

La fe es fermento de novedad y creatividad

La fe no pretende aprisionar en un esquema cerrado la cambiante realidad socio-política.[2] Más bien es verdad lo contrario: la fe es fermento de novedad y creatividad. La enseñanza que de ella continuamente surge «se desarrolla por medio de la reflexión madurada al contacto con situaciones cambiantes de este mundo, bajo el impulso del Evangelio como fuente de renovación ».[3]

Veamos algo más sobre la respuesta de la Iglesia en las situaciones cambiantes del mundo.

El tema del desarrollo de la D.S.I. se seguirá tratando más adelante, de manera que no vamos ahondar ahora en la parte histórica, pero para ilustración, – porque la historia, maestra de la vida, nos enseña mucho, – citemos a Pío XII, en su mensaje radiofónico del día de Pentecostés, el 1 de junio de 1941, en el cincuentenario de la Rerum novarum. Ese famoso mensaje se conoce con el nombre de La solemnidad, porque empieza con esas palabras y se refiere a la solemnidad de Pentecostés. Algunos entendidos opinan que este mensaje es el texto más importante publicado por Pío XII en materias sociales.[4]

Para comprender las circunstancias de ese famoso radiomensaje de Pío XII, recordemos que el mundo se encontraba en el furor de la Segunda Guerra Mundial. Por eso el Santo Padre dice estas palabras que nos pueden parecer curiosas:

De otras antenas parlantes vuelan acentos preñados de exasperación, de acrimonia, de escisión y de lucha.

¿De qué hablaba el Papa cuando mencionaba las antenas parlantes? Se refería a las antenas de la Radio Vaticano desde donde se dirigía a la Iglesia de todo el mundo. Es interesante dedicar un momento a estas circunstancias mencionadas por Pío XII. También aquí es aplicable lo que leímos en el N° 86 del Compendio, que la fe es fermento de novedad y creatividad.

La fe también ha llevado a la Iglesia a inventar nuevas maneras, para comunicar el mensaje perenne y siempre nuevo del Evangelio. Uno de esos modos es la radio. Resaltemos las palabras del Compendio, que acabamos de leer y que afirma que la fe es fermento de novedad y creatividad y que el Evangelio es fuente de renovación.

Misteriosas fuerzas de la naturaleza que Dios pone a disposición de la humanidad

Para hacer algo de historia, recordemos que Radio Vaticano fue instalada por el mismo Guillermo Marconi, inventor del telégrafo inalámbico, de la radio, y también de la antena.

El 12 de febrero de 1931 Pío XI pronunciaba el primer radiomensaje al mundo, en presencia de Guillermo Marconi, quien lo presentó con estas palabras:

“Tengo el altísimo honor de anunciar que dentro de pocos instantes el Sumo Pontífice Pío XI inaugurará la Estación de Radio del Estado de la Ciudad del Vaticano. Las ondas eléctricas transportarán a todo el mundo a través del espacio su palabra de paz y bendición. Con la ayuda de Dios, que tantas misteriosas fuerzas de la naturaleza pone a disposición de la humanidad, he podido preparar este instrumento que dará a los fieles de todo el mundo el consuelo de oír la voz del Santo Padre. La obra que Vuestra Santidad se dignó confiarme, hoy os la presento: dignaos Santo Padre hacer sentir vuestra Augusta palabra al mundo”.

Eran las 4 de la tarde y 49 minutos…

Eran las 4 de la tarde y 49 minutos del 12 de febrero de 1931, cuando, con el discurso del Papa Pío XI, presentado por el inventor de la radio y premio nobel de física Guillermo Marconi, nació Radio Vaticano.[5]

Diez años más tarde, en 1941, la radio seguía siendo una novedad y una necesidad. Tanto la BBC de Londres como la Voz de Alemania, transmitían las noticias de la guerra por sus estaciones de onda corta, cada una, claro está, desde sus puntos de vista políticos. Mientras esas estaciones transmitían noticias que estremecían, la voz de Pío XII, desde Radio Vaticano, dijo en su mensaje de Pentecostés:

Os hablamos en un momento en que todas las energías y fuerzas físicas e intelectuales de una porción de la humanidad, siempre creciente, están, en medida y ardor jamás conocidos hasta ahora, tirantes bajo la férrea e inexorable ley de la guerra. De otras antenas parlantes / vuelan acentos preñados de exasperación, de acrimonia, de escisión y de lucha.

2. Mas las antenas de la Colina del Vaticano, de la tierra consagrada a centro incontaminado de la Buena Nueva / y de su benéfica difusión en el mundo por el martirio y el sepulcro del primer Pedro, no pueden transmitir sino palabras informadas y animadas del espíritu consolador de la predicación, que en el primer día de Pentecostés a la voz de Pedro resonó en Jerusalén (…)

Estos comentarios, a propósito del uso de la radio en la evangelización, nos muestran a la Iglesia antigua, pero siempre nueva, en los medios que utiliza para llevar el Evangelio; pero en el contenido del mensaje de Pío XII, ¿qué hay que nos sirva de ejemplo de que en su constante atención a la historia, la doctrina social de la Iglesia manifiesta una capacidad de renovación continua? (Compendio de la D.S. en el N° 85)

Cuando el orden social toca el campo moral…

Empecemos por mencionar algunos aspectos permanentes de la D.S. tratados por Pío XII:

Es (…), a no dudarlo, competencia de la Iglesia, allí donde el orden social se aproxima y llega a tocar el campo moral, juzgar si las bases de un orden social existente están de acuerdo con el orden inmutable que Dios Creador y Redentor ha promulgado por medio del derecho natural de la revelación;

Como aún hoy se sigue cuestionando si la Iglesia puede dar sus orientaciones en el campo de la política, esa frase de Pío XII cobra especial actualidad.

La ley natural y las verdades reveladas nacen de la misma fuente: Dios

Pío XII explica por qué la Iglesia tiene competencia para juzgar si las bases del orden social están o no de acuerdo con los planes de Dios, como se manifiestan en la ley natural. Continuó así Pío XII:

(…) porque los dictámenes del derecho natural y las verdades de la revelación nacen, por diversa vía como dos arroyos de agua no contrarios, sino concordes, de la misma fuente divina; (de modo que la ley natural y las verdades de la Revelación, se originan en la misma fuente, en Dios) y porque la Iglesia, guardiana del orden sobrenatural cristiano, a que convergen naturaleza y gracia, tiene que formar las conciencias, aun las de aquellos que están llamados a buscar soluciones para los problemas y deberes impuestos por la vida social.

De la forma dada a la sociedad, conforme o no a las leyes divinas, depende y se insinúa también el bien o el mal en las almas, es decir, el que los hombres, llamados todos a ser vivificados por la gracia de ,Jesucristo, en los trances del curso de la vida terrena respiren el sano y vital aliento de la verdad y de la virtud moral o el bacilo morboso y muchas veces mortal del error y de la depravación. Ante tales consideraciones y previsiones, ¿cómo podría ser lícito a la Iglesia, Madre tan amorosa y solícita del bien de sus hijos, permanecer indiferente espectadora de sus peligros, callar o fingir que no ve condiciones sociales que, a sabiendas o no, hacen difícil o prácticamente imposible una conducta de vida cristiana, guiada por los preceptos del Sumo Legislador?

¿Qué asuntos nuevos presentará a la Iglesia la vida social después de la Guerra?

En el N° 11 de su mensaje de Pentecostés, se pregunta el Papa Pío XII:

¿Qué problemas y qué asuntos particulares, tal vez completamente nuevos, presentará a la solicitud de la Iglesia la vida social después del conflicto que pone de frente a tantos pueblos?, la hora actual hace difícil señalarlos y preverlos. Sin embargo, si el futuro tiene raíces en el pasado, si la experiencia de los últimos años nos es maestra para lo por venir, pensamos aprovecharnos de la conmemoración del día de hoy para dar ulteriores principios directivos morales sobre tres valores fundamentales de la vida social y económica; y esto lo haremos animados del mismo espíritu de León XIII y desarrollando sus puntos de vista, verdaderamente más que proféticos, presagios del proceso social de los nuevos tiempos. Estos tres valores fundamentales que se entrelazan, se aseguran y se ayudan mutuamente son: el uso de los bienes materiales, el trabajo, la familia.

Los Papas han tenido en cuenta la permanencia y la necesidad de actualización de la D.S. Nos dice Pío XII, que va a dar ulteriores principios directivos morales, desarrollando los puntos de vista de León XIII. Menciona los tres valores fundamentales sobre los que nos va a instruir: el uso de los bienes materiales, el trabajo y la familia.

No nos vamos a detener en estos tres principios porque más adelante deberemos tratarlos en profundidad, pero sí digamos que sobre el uso de los bienes materiales, Pío XII hizo progresar de manera notable la doctrina social de la Iglesia.

Es inviolable el derecho a la propiedad privada

En la Rerum novarum, León XIII expuso la doctrina de la Iglesia sobre la propiedad privada. El tema de la propiedad privada era central en la polémica con el socialismo. En la primera parte de la Rerum novarum León XIII defiende como inviolable el derecho a la propiedad privada. En la segunda parte trata sobre los deberes de la propiedad, de manera que ya desde León XIII se entendió el derecho a la propiedad privada como un derecho sujeto a limitaciones, no como un derecho absoluto. Parece que a esta segunda parte no se le puso mucha atención. El individualismo liberal tiene un concepto distinto al de la Iglesia sobre el derecho de propiedad. El individualista pretende que sobre los bienes materiales que ha conseguido tiene un dominio absoluto; León XIII en el N° 16 de la Rerum novarum afirma que los bienes han sido recibidos para perfeccionamiento propio y, al mismo tiempo, para que, como ministros de la providencia divina, los emplee en beneficio de los demás.[6]

Pero el destino universal de los bienes tiene prioridad absoluta

Pío XII, en el mensaje de Pentecostés que venimos comentando, va más alla. Se podría pensar que el deber de emplear los bienes en beneficio de los demás, se cumpliría con ayudar económicamente a alguna obra social o con dar algunas limosnas. El avance de Pío XII en la doctrina expuesta por León XIII, radica en que el Papa afirma de manera inequívoca, la prioridad absoluta del destino común de todos los bienes creados. Reconoce que la propiedad privada pertenece también al orden natural, pero de forma subordinada, ya que nunca puede erigirse en obstáculo para «el derecho primero y fundamental» de que todos puedan usar de los bienes (…) a éste lo llama, (Pío XII), a «el derecho originario de los bienes materiales» (…)[7]

La Madre y Maestra

Terminemos hoy con la lectura del último párrafo del N° 86 del Compendio, con el que se da por terminado el tema de la continuidad y renovación de la D.S.I.

Madre y Maestra, la Iglesia no se encierra ni se retrae en sí misma, sino que continuamente se manifiesta, tiende y se dirige hacia el hombre, cuyo destino de salvación es su razón de ser. La Iglesia es entre los hombres el icono viviente del Buen Pastor, que busca y encuentra al hombre allí donde está, en la condición existencial e histórica de su vida. Es ahí donde la Iglesia lo encuentra con el Evangelio, mensaje de liberación y de reconciliación, de justicia y de paz.

Si Dios quiere, en la próxima reflexión comenzaremos un nuevo tema, muy interesante: una presentación histórica de la D.S. Con esa parte termina el estudio de la Misión de la Iglesia y la Doctrina Social. Luego comenzaremos el tratado sobre la Persona Humana y sus Derechos.

Fernando Díaz del Castillo Z.


[1] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 72: AAS 79 (1987) 585-586.

[2] Cf Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 46

[3] Cf. Pío XI, Carta enc. Quadragesimo anno: AAS 23 (1931) 179; Pío XII, en el Radiomensaje por el 50º aniversario de la « Rerum novarum »: AAS 33 (1941) 197, habla de « doctrina social católica » y en la Exh. ap. Menti nostrae, del 23 de septiembre de 1950: AAS 42 (1950) 657, de « doctrina social de la Iglesia ». Juan XXIII conserva las expresiones « doctrina social de la Iglesia » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 453; Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 [1963] 300-301) « doctrina social cristiana » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 453), o « doctrina social católica » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 454).

[4] Cf Ildefonso Camacho, doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, 3ª ed. San Pablo, Pg.193

[5] WEB, Radio Vaticano, 12.02.2009, bajada de Internet el 28-04-2009

[6] En desarrollo de este tema sobre la propiedad privada véase Ildefonso Camacho, doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, 3ª edición, San Pablo

[7] Cf Ildefonso Camacho, opus cit., Pg 195

Reflexión 132 Continuidad y Renovación

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Repasemos las características de la D.S.I

En nuestro estudio seguimos el libro Compendio de la D.S.I., preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz. Este libro nos ofrece la doctrina social oficial, de la Iglesia. Hace una semana, en la Semana de Pascua, dedicamos este tiempo a reflexionar sobre la pasión, muerte y resurrección del Señor. Por eso un repaso nos viene bien a todos. Así dejamos más firmes los conocimientos que vamos adquiriendo.

Estamos estudiando la naturaleza de la D.S. Hemos visto ya que la D.S.I. es, un conocimiento iluminado por la fe; de manera que la D.S. católica no se basa solamente en las ciencias sociales, sino que pertenece al ámbito de la teología. La D.S.I. es, entonces, teología, y como tal, busca entender e interpretar lo que se nos ha revelado en la Sagrada Escritura, en este caso, sobre el ser humano y la sociedad. Aprendimos también que la D.S. además de teología, es moral, es teología / moral, y porque es teología moral reflexiona sobre la conducta del cristiano en la sociedad, a partir de las enseñanzas de la Sagrada Escritura.

En síntesis, a lo que nos ayuda la D.S.I. es a conocer cómo quiere Dios que seamos en nuestro trato con los demás y cómo es el proyecto de Dios para la sociedad, el cual tenemos que ayudar a construir.

La D.S.I. no es sociología ni ciencia política, pero…la teología sola no alcanza

Así pues, ya tenemos claro que la D.S.I. no está ubicada en el campo de la política o de la sociología, aunque la D.S.I. sí necesita de contribuciones de la filosofía, de la sociología, de la ciencia política, de la economía, y de ciencias humanas como la biología y la psicología. Esas ciencias nos ayudan a comprender mejor conceptos básicos de la doctrina social, tales como, la persona humana, la sociedad, la libertad, la ética, el derecho, la justicia, el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, el Estado. El Compendio de la D.S.I. en el N° 78, nos aclara esa idea, dice:

La Iglesia es consciente de que un conocimiento profundo del hombre no se alcanza sólo con la teología, sin las aportaciones de otros muchos saberes, a los cuales la teología hace referencia.

¿Por qué la Doctrina Social es de la Iglesia?

También hemos estudiado ya que a la D. S. católica la llamamos D.S. de la Iglesia, porque la elabora la Iglesia. La D.S.I. no es obra de un grupo de sabios que se reunieron a pensar en estos asuntos, sino que se ha ido elaborando en el tiempo, por el Magisterio Universal de la Iglesia: es decir el Papa, los Concilios, las conferencias episcopales, con los aportes de toda la comunidad eclesial: sacerdotes, religiosos y laicos, según la diversidad de las tareas, carismas y ministerios que a cada quien corresponden (Cf N° 79-80).

El Objeto de la Doctrina Social

Sobre el objeto de la D.S. vimos que su objeto es el ser humano llamado a la salvación, confiado por Cristo al cuidado y responsabilidad de la Iglesia. Llamamos objeto de una ciencia, de un estudio, a aquello de que trata ese estudio o esa ciencia. De modo que el objeto o centro del estudio de la D.S.I es el ser humano llamado a la salvación. Dicho de otra manera, la D.S.I. trata sobre el ser humano llamado a la salvación. Si el objeto de la D.S.I. es el ser humano llamado a la salvación, no la podemos confundir con una ciencia puramente humana, que solo tiene en cuenta la vida terrena transitoria.

Vimos ya que el ser humano y su vocación a la salvación van juntos. Al mismo tiempo que Dios creó al ser humano, lo llamó a la salvación. Creó al ser humano por pura bondad, para que comparta su vida.

Vimos también que salvación y Reino de Dios son lo mismo. El ser humano está destinado a la salvación, su fin es llegar al Reino de Dios; para eso nos creó Dios. La D.S.I., tiene que ver con la vida del hombre en sociedad, con su salvación, con el Reino al que está destinado y el cual debe ayudar a hacer realidad.

Finalidad de la D.S.I.

También hemos reflexionado ya sobre la finalidad de la D.S.I., es decir, ¿para qué es la D.S.?, ¿Qué pretende la D.S.? Lo que pretende la doctrina social es hacernos reflexionar sobre la sociedad y sobre nuestro papel en ella. ¿Es nuestra sociedad como Dios la quiere? Funciona nuestra sociedad según el diseño de Dios? ¿Qué podemos hacer al respecto?

Decíamos en un programa anterior, que si en nuestra vida en sociedad tratamos de realizar el proyecto divino, nuestro comportamiento será tal, que nuestra sociedad se irá convirtiendo en un preanuncio de lo que será el Reino cuando esté definitivamente instaurado: un reino de justicia, de amor y de paz.

La D.S.I. una invitación a la conversión

Vimos antes también, que la D.S.I. es una invitación a la conversión. Sin conversión no habrá nunca una sociedad como Dios la quiere. Y no dejemos la conversión sólo para los demás. Demos todos un vistazo a nuestro interior. Si examinamos cómo es nuestra justicia y nuestro amor con el prójimo, con seguridad vamos a encontrar que no estamos libres de culpa y que tenemos que cambiar, con ayuda de la gracia de Dios. Empecemos por pedir al Señor que nos abra los ojos, que veamos nuestras injusticias, nuestra indiferencia con las personas que nos necesitan. El pecado original está presente en todos nosotros y necesitamos, con la ayuda de la gracia, una profunda purificación interior. Para que ésta sea posible tenemos que empezar, no solo por aceptar nuestra miseria y nuestra necesidad de cambio, sino también decidirnos a trabajar efectivamente por ese cambio y empezar ya.

La sociedad es como nosotros somos

Las estructuras económicas injustas, que no respetan la dignidad de la persona humana, son producto de la soberbia, del egoísmo, de la avaricia, y esas estructuras no son producto de una sociedad abstracta, son construídas con el aporte mayor o menor de la soberbia y el egoísmo de cada uno de nosotros. En alguna forma la sociedad es como nosotros somos.

Para ser prácticos, empecemos por examinar nuestra justicia y nuestra caridad con los demás. Nuestra ética y caridad en nuestra vida familiar, en el medio donde trabajamos, en nuestra comunidad. ¿Nadie tiene de qué quejarse por nuestro comportamiento de palabra y de obra? Nuestros valores espirituales no pueden quedarse sólo en palabras; tienen que regir nuestra vida. ¿Cómo es nuestra solidaridad? ¿El dolor ajeno nos hace alguna mella? ¿Respondemos en alguna forma? O actuamos como si ese fuera un problema que tienen que atender los demás?

Destinatarios de la D.S.I.

También reflexionamos ya sobre los destinatarios de la D.S.I. ¿Para quiénes se pronuncia la Iglesia en asuntos que tienen que ver con el comportamiento social? Ante todo, la primera destinataria de la D.S. es la comunidad eclesial en todos sus miembros, porque todos tienen responsabilidades sociales que asumir, nos dice el Compendio en el N° 83. No hace falta decir que todos los miembros de la comunidad eclesial deberíamos dar ejemplo en el cumplimiento de nuestras responsabilidades sociales.

La D.S. interpela nuestra conciencia, le pregunta, cómo es el cumplimiento de nuestros deberes de justicia y caridad en la vida social, y nos anima a responder de manera apropiada, según la situación de cada uno.

Ayuda especial para los laicos

Los laicos tenemos en la D.S. una ayuda particular, para que comprendamos que tenemos, en relación con la sociedad, responsabilidades que se refieren a su organización, a su funcionamiento; como son las obligaciones en el campo de la política, de la economía, de la administración. Esos no son temas ajenos a nuestras obligaciones con la sociedad. Naturalmente el campo de acción es distinto según la situación de cada uno. Pero, pensemos en campos de acción que están al alcance de casi todos; por ejemplo, la Acción Comunal y entidades semejantes, las actividades por el bienestar y el desarrollo de la comunidad en que vivimos, no pueden ser indiferentes para el católico.

Y… ¿los no católicos, y los no creyentes?

Decíamos que la primera destinataria de la D.S. es la comunidad Eclesial, es decir, todos los miembros de la Iglesia, desde el Papa, los obispos, sacerdotes y religiosos hasta el último, humilde trabajador laico. También la D.S.I. está destinada a todos los hombres de buena voluntad, así sean seguidores de otras tradiciones religiosas y aunque no pertenezcan a ningún grupo religioso.

Se preguntan algunos por qué la D.S.I. está destinada también a los creyentes de otras religiones y aun a los no creyentes. La Respuesta nos la da el Compendio de la D.S.I. en el N° 84. Dice:

La luz del Evangelio, que la doctrina social reverbera en la sociedad, ilumina a todos los hombres, y todas las conciencias e inteligencias están en condiciones de acoger la profundidad humana/ de los significados y de los valores por ella expresados y la carga de humanidad y de humanización de sus normas de acción.

En pocas palabras, podemos decir que la D.S.I. está dirigida a todos los hombres de buena voluntad, porque todos los seres humanos, de todas las religiones y aun los no creyentes, están en capacidad de comprender su bondad, de acogerla y de ponerla en práctica. Todavía en menos palabras, se me ocurre que podríamos decir, que la D.S.I. está destinada a todos, porque el Señor quiere que se predique el Evangelio a todo el mundo y el corazón de la doctrina social es el Evangelio.

Antes de seguir con el nuevo tema, hagamos eln intento de resumir las 7 características que ya hemos visto sobre la naturaleza de la D.S.I.:

Siete características de la D.S.I.

1. La D.S.I. pertenece al campo de la teología moral, porque reflexiona sobre la conducta del cristiano en la sociedad a partir de las enseñanzas de la Sagrada Escritura.

2. La D.S. necesita las contribuciones de otras ciencias como la filosofía, la sociología, la ciencia política, la economía, y de ciencias humanas como la biología y la psicología. Esas ciencias nos ayudan a comprender mejor, conceptos básicos de la doctrina social, tales como, la persona humana, la sociedad, la libertad, la justicia, el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, el Estado.

3. A la D. S. católica la llamamos D.S. de la Iglesia, porque la elabora la Iglesia. Se ha ido elaborando en el tiempo, por el Magisterio Universal de la Iglesia.

4. La D.S.I. trata sobre el ser humano llamado a la salvación. El objeto de la D.S.I. es el ser humano llamado a la salvación, confiado por Cristo al cuidado y responsabilidad de la Iglesia.

5. Sobre la finalidad de la D.S.I. aprendimos, que es de orden religioso y moral. Lo que pretende la doctrina social es hacernos reflexionar sobre la sociedad y sobre nuestro papel en ella. ¿Es nuestra sociedad como Dios la quiere? La D.S. traza los caminos para edificar una sociedad que anticipe en la historia el Reino de Dios.

6. Vimos también que la primera destinataria de la D.S. es la comunidad eclesial con todos sus miembros, porque todos tienen responsabilidades sociales que asumir.

7. La D.S.I. está destinada a todos los hombres de buena voluntad, así sean seguidores de otras tradiciones religiosas y aunque no pertenezcan a ningún grupo religioso, porque todas las conciencias e inteligencias están en condiciones de acoger la profundidad humana, los valores expresados en la D.S.I. y aceptar sus normas de acción.

Continuidad y renovación

Vamos a continuar ahora con la reflexión sobre otra característica de la D.S. se trata de la continuidad y al mismo tiempo su capacidad de renovación. Su desarrllo lo econtramos en el N° 85 del Compendio:

Orientada por la luz perenne del Evangelio y constantemente atenta a la evolución de la sociedad, la doctrina social de la Iglesia se caracteriza por la continuidad y por la renovación.[1]

Esta característica de la continuidad y la renovación de la D.S.I. ha sido tratada por varios Papas, en particular por Juan Pablo II y Pío XII. Juan Pablo II en su encíclica Sollicitudo rei socialis, dedicada a la Populorum progressio de Pablo VI, nos explicó claramente esta idea de la continuidad y al mismo tiempo la renovación de la D.S. Dice el Papa:

La preocupación social de la Iglesia, orientada al desarrollo auténtico del hombre y de la sociedad, que respete y promueva en toda su dimensión la persona humana, se ha expresado siempre de modo muy diverso. Uno de los medios destacados de intervención ha sido, en los últimos tiempos, el Magisterio de los Romanos Pontífices, que, a partir de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII[2] como punto de referencia, ha tratado frecuentemente la cuestión, (…)[3]

Los Sumos Pontífices no han dejado de iluminar con tales intervenciones aspectos también nuevos de la doctrina social de la Iglesia. Por consiguiente, a partir de la aportación valiosísima de León XIII, enriquecida por las sucesivas aportaciones del Magisterio, se ha formado ya un « corpus » doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia, en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo[4] y mediante la asistencia del Espíritu Santo (cf. Jn 14, 16.26; 16, 13-15), lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia. Intenta guiar de este modo a los hombres para que ellos mismos den una respuesta, con la ayuda también de la razón y de las ciencias humanas, a su vocación de constructores responsables de la sociedad terrena.

“Populorum progressio” actual ayer y hoy

Las palabras que siguen van directamente al punto de actualidad y renovación de la D.S.I., aplicadas al ejemplo de la encíclica Populorum progressio, que sigue teniendo actualidad hoy, 42 años después de su publicación. Dijo así, Juan Pablo II en 1988 :

(…) me propongo alcanzar principalmente dos objetivos de no poca importancia: por un lado, rendir homenaje a este histórico documento de Pablo VI y a la importancia de su enseñanza; por el otro, manteniéndome en la línea trazada por mis venerados Prede-cesores en la Cátedra de Pedro, afirmar una vez más la continuidad de la doctrina social junto con su constante renovación. En efecto, continuidad y renovación son una prueba de la perenne validez de la enseñanza de la Iglesia.

Esta doble connotación es característica de su enseñanza en el ámbito social. Por un lado, es constante porque se mantiene idéntica en su inspiración de fondo, en sus « principios de reflexión », en sus fundamentales « directrices de acción »[5] y, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del Señor. Por el otro, es a la vez siempre nueva, dado que está sometida a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades.

No se puede olvidar el mensaje universal y eterno del Evangelio, anunciado, escrito y vivido en un contexto socio cultural diferente[6]

Juan Pablo II nos enseña cómo la Populorum progressio, dedicada a los hombres de la década de los sesenta, sigue teniendo actualidad al final de los ochenta y de allí en adelante. Lo mismo se podría ser en los primeros años del nuevo siglo. Leamos el N° 4 de Sollicitudo rei socialis, que es muy didáctica. Dice:

Convencido de que las enseñanzas de la Encíclica Populorum Progressio, dirigidas a los hombres y a la sociedad de la década de los sesenta, conservan toda su fuerza de llamado a la conciencia, ahora, en la recta final de los ochenta, en un esfuerzo por trazar las líneas maestras del mundo actual, —siempre bajo la óptica del motivo inspirador, « el desarrollo de los pueblos », bien lejos todavía de haberse alcanzado— me propongo prolongar su eco, uniéndolo con las posibles aplicaciones al actual momento histórico, tan dramático como el de hace veinte años.

El tiempo —lo sabemos bien— tiene siempre la misma cadencia; hoy, sin embargo, se tiene la impresión de que está sometido a un movimiento de continua aceleración, en razón sobre todo de la multiplicación y complejidad de los fenómenos que nos tocan vivir. En consecuencia, la configuración del mundo, en el curso de los últimos veinte años, aun manteniendo algunas constantes fundamentales, ha sufrido notables cambios y presenta aspectos totalmente nuevos.

En resumen, siguiendo a Juan Pablo II:

Podemos afirmar … la continuidad de la doctrina social junto con su constante renovación.(…) La continuidad y renovación son una prueba de la perenne validez de la enseñanza de la Iglesia.

Con la intervención del Magisterio se ha ido formando un cuerpo doctrinal que se va renovando de modo articulado, coherente, a medida que la Iglesia, con base en la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espíritu Santo, lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia.

La D.S.I. guía para responder a nuestra vocación de constructores de la sociedad terrena

Juan Pablo II explica allí la finalidad de la D.S.I., cuando dice que Intenta guiar de este modo a los hombres para que ellos mismos den una respuesta, con la ayuda también de la razón y de las ciencias humanas, a su vocación de constructores responsables de la sociedad terrena. Muchas de las ideas que hemos tratado hoy, las resume Juan Pablo II magistralmente, en unos pocos renglones.

También Juan Pablo II nos explica en qué consisten la continuidad y la renovación de la D.S.I. cuando dice que

es constante porque se mantiene idéntica en su inspiración de fondo, en sus « principios de reflexión », en sus fundamentales « directrices de acción » y, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del Señor. Por el otro, es a la vez siempre nueva, dado que está sometida a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades.

Es un excelente resumen sobre la continuidad y renovación de la D.S.I. el de Juan Pablo II en su encíclica Sollicitudo rei socialis: la D.S.I. no cambia en su inspiración de fondo, en sus principios de reflexión, en sus directrices fundamentales de acción y sobre todo en su unión con el Evangelio. Y la D.S.I. es al mismo tiempo siempre nueva, porque responde a las necesidades que presentan los cambios, las condiciones históricas y los acontecimientos en que se mueve nuestra sociedad. Que nos quede claro. La D.S. no cambia en su inspiración de fondo, en sus principios de reflexión, en sus directrices fundamentales de acción y sobre todo en su unión vital con el Evangelio.

La D.S.I. se fundamenta en los valores universales derivados de la Revelación y de la naturaleza humana

El Compendio continúa en el N° 85 ampliando estas ideas sobre la continuidad y la renovación de la D.S.I. Me parece que es suficiente leer lo que dice el libro. Con lo dicho hasta ahora no se requiere más explicación. Dice así:

Esta doctrina manifiesta ante todo la continuidad de una enseñanza que se fundamenta en los valores universales que derivan de la Revelación y de la naturaleza humana. Tengamos esto presente, que las enseñanzas de la D.S. tienen como fundamento los valores universales que derivan de la Revelación y de la naturaleza humana. Por tal motivo, la doctrina social no depende de las diversas culturas, de las diferentes ideologías, de las distintas opiniones: es una enseñanza constante, que « se mantiene idéntica en su inspiración de fondo, en sus “principios de reflexión”, en sus fundamentales “directrices de acción”, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del Señor ».

Como podemos darnos cuenta, este párrafo se inspiró en las enseñanzas de Juan Pablo II que leímos hace un momento.

Responde a las nuevas situaciones sin dejarse contaminar por ellas

Lo que sigue nos ayuda a entender en qué forma la D.S. responde a las nuevas situaciones, sin dejarse contaminar por ellas. Continúa así el Compendio de la D.S.:

En este núcleo portante y permanente, la doctrina social de la Iglesia recorre la historia sin sufrir sus condicionamientos, ni correr el riesgo de la disolución.

Por otra parte, en su constante atención a la historia, dejándose interpelar por los eventos que en ella se producen, la doctrina social de la Iglesia manifiesta una capacidad de renovación continua. La firmeza en los principios no la convierte en un sistema rígido de enseñanzas, es, más bien, un Magisterio en condiciones de abrirse a las cosas nuevas, sin diluirse en ellas: [7] una enseñanza « sometida a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades ».[8]

Hasta aquí llegamos hoy. Dios mediante la semana entrante terminaremos el estudio sobre la naturaleza de la D.S.I. Veremos que la fe no pretende aprisionar en un esquema cerrado la realidad socio-política, que es muy cambiante, sino que más bien, la fe es fermento de novedad y creatividad. (N° 86)


[1] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 3: AAS 80 (1988) 515; Pío XII, Discurso a los participantes en el Convenio de la Acción Católica (29 de abril de 1945): Discorsi e Radiomessaggi di Pío XII, VII, 37-38; Juan Pablo II, Discurso al Simposio internacional “De la Rerum novarum a la Laborem exercens: hacia el año 2000” (3 de abril de 1982): L’Osservatore Romano, edición española, 2 de mayo de 1982, pp. 17-18.

[2] León XIII, Carta Encíc. Rerum Novarum (15 de mayo de 1891): Leonis XIII P. M. Acta, XI, Romae 1892, pp. 97-144.

[3] Cf Nota 473

[4] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. sobre la divina Revelación, Dei Verbum, 4.

[5] Cf. Congr. para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre la libertad cristiana y liberación Libertatis Conscientia (22 de marzo de 1986), 72: AAS 79 (1987), p. 586; Pablo VI, Carta Apost. Octogesima Adveniens (14 de mayo de 1971), 4: AAS 63 (1971), pp. 403 s.

[6] Cf Pablo VI, Carta Apost. Octogesima Adveniens (14 de mayo de 1971), 4: AAS 63 (1971), pp. 403 s.

[7] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 72: AAS 79 (1987) 585-586.

[8] Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 3: AAS 80 (1988) 515.

Reflexión 131 PASCUA 2009

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Nada se entendería sin la Pascua

Estamos en la semana de Pascua. ¡Cómo no dedicar hoy nuestra reflexión a la Pascua! ¿Cómo no hablar de la Buena Noticia, la más importante noticia ocurrida en toda la historia? Nada se entendería sin la Pascua. Jesucristo resucitó, Jesucristo de verdad está vivo; nos acompaña hoy y hasta el fin de los tiempos. Cuando en momentos de consolación, como los llaman los místicos, sentimos a Jesucristo cerca, como los discípulos de Emaús, (Lc 24, 13-35), sentimos que nuestro corazón arde, que nuestras angustias se apaciguan, nos llenan la paz y la alegría, se aumentan nuestras ganas de vivir, miramos hacia delante con optimismo y con fe. Cuando nos olvidamos de que Él nos quiere, y nos alejamos, pronto nos invade la tristeza.

La Buena Noticia, que Jesucristo resucitó, no es una fábula; es historia verídica. Jesucristo está vivo, está con nosotros. Lo que vieron María, las mujeres que lo siguieron, los discípulos todos,no fue un fantasma. El que dio la mano a Pedro para que saliera del agua, cuando su duda lo hundía en el Mar de Galilea, no fue un fantasma. Las llagas que tocó la mano temblorosa de Tomás no eran de una aparición imaginaria. Era Jesús, el mismo que el Viernes Santo vieron colgado de la cruz y enterraron con tristeza. Es el mismo Jesús presente en la Eucaristía, que vemos con los ojos de la fe.

Aceptar a un Dios muerto en la cruz

No siempre es fácil aceptar a Jesús “clavado en esa cruz y escarnecido”. Quisiéramos verlo siempre con el resplandor de la Pascua. Eso sucedía también a Pedro; no entendía que Jesús pudiera sufrir la pasión. En la escena de la Transfiguración, en el Monte Tabor, cuando el rostro de Jesús se puso brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz, según la descripción de San Mateo en el capítulo 17, encontramos al Pedro fogoso e incapaz de esconder su entusiasmo: Señor, dijo a Jesús, es bueno estarnos aquí. Si quieres, haré tres tiendas….

Es que viendo al Señor glorioso, Pedro se sentíamuy bien.No era igual cuando Jesús les hablaba de su futura pasión. Pedro se atrevió a reprenderlo por pensar así: ¡Lejos de ti, Señor! De ningún modo te sucederá eso! (Mt 16, 22b). Y Pedro se llevó un buen regaño: ¡Quítate de mi vista, Satanás!, le dijo Jesús. ¡Tropiezo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!

El mismo evangelista San Mateo narra que los discípulos se entristecieron mucho, cuando en otra ocasión les volvió a anunciar que sería entregado en manos de los hombres, quienes lo matarían (Mt 17, 22s). San Lucas aclara que los discípulos no entendían cuando les hablaba de sus futuros sufrimientos. …ellos no entendían esto;- dice Lucas, – les estaba velado de modo que no entendían y temían preguntarle acerca de este asunto (Lc 9,45). Los discípulos cambiarán después de la Pascua, y lo entenderán todo después de recibir la sabiduría y la fortaleza del Espíritu Santo en Pentecostés. Serán fuertes y seguirán al Maestro hasta el martirio.

¿Por qué Jesús tenía que morir así?

Nosotros sí que somos débiles; tampoco nosotros podemos comprender ese misterio de la pasión del Señor, y sobre todo, cuánto trabajo nos cuesta aceptar que es necesario tomar nuestra cruz y seguirlo.[1] Y nos preguntamos, ¿por qué Jesús tenía que morir así? ¿Y, claro, cuando algún sufrimiento nos viene también nos preguntamos “¿por qué me pasa esto a mí?”

Es bueno que en medio de la alegría de la Pascua, – en la medida de nuestras cortas posibilidades, – reflexionemos también sobre la pasión.Todavía hoy, el Señor nos podría decir, también a nosotros, como a los discípulos de Emaús: ¡Oh insensatos y tardos de corazón…¿No era necesario que el Cristo padecieraeso y entrara así en la gloria?(Lc 24. 25s) Más de una vez les había enseñado a sus apóstoles, que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días;y les hablaba de esto con toda claridad, , dice Mc en 8, 31s. Necesitamos nosotros, como los discípulos de Emaús, que se nos abran los ojos y aprendamos a ver a Jesús, no sólo resucitado, sino que lo descubramos también en la cruzen nuestra vida.

Todo empezó con la Encarnación

Volvamos la mirada al camino que siguió Jesús. Su Pasión culminó en la muerte en la cruz, pero el camino hacia el Calvario empezó desde la Encarnación. Allí se manifestó el amor insondable de Dios; del Padre que nos dio al Hijo.

Lo que sucede con la Encarnación, no alcanzamos a abarcarlo con nuestra limitada capacidad de comprensión. Dios poderoso, en la persona de Jesús irrumpe en la vida de la humanidad, se hace débil como nosotros, pero no en el pecado. Se anonadó a sí mismo, cuando se hizo como uno de nosotros, hasta la muerte y muerte ignominiosa en la Cruz y así, cambió la historia.

La muerte de Jesús no fue gloriosa, no fue maravillosa. El Cardenal Martini en sus narraciones de la pasión dice: La muerte de Jesús no es gloriosa, no es extraordinaria. Hay por gracia de Dios muertes iluminadas, muertes de personas junto a las cuales se respira algo de serenidad, de la paz de Dios. Es la fuerza del Resucitado, que se vierte en la experiencia más trágica del hombre y a veces la transfigura. Pero la muerte de Jesús no fue así.[2]

 

Más allá del dolor físico

Esa afirmación sobre la pasión y muerte de Jesús, va más allá de los dolores físicos que sufrió en su cuerpo, porque fueron terribles los que tocaron su espíritu. Recordemos sus palabras en Getsemaní: “Mi alma siente una  tristeza de muerte”(…). “Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”(Mt 26, 36-39), y quizás las palabras más dolorosas, son las que nos indican la profundidad de su soledad: “Padre, por qué me has abandonado”.

Jesús se humilló participando de nuestra debilidad, desde la Encarnación hasta su muerte en la Cruz y participó del sufrimiento de tantos seres humanos, que lloran sus dolores físicos y el abandono. El Cardenal Martini dice más adelante en sus Meditaciones sobre la Pasión: La muerte de Jesús es dramática, no tiene la aureola de la serenidad, de la paz . Él cae en el abismo de la maldad humana que lo engulle.

Nos hace comprender Martini, que Juan y Marcos representan en la narración de la muerte de Jesús, su participación en tantas muertes sin grandeza, propias de la mayor parte de los hombresy de las mujeres de la tierra.

Pensemos en las muertes de los enfermos que no tienen la compañía de sus familias, olvidados en la cama de un hospital, a veces aun de los médicos y enfermeras, de sus parientes y amigos. Pensemos en la muerte de los asesinados en la selva, enterrados en tumbas desconocidas.

Para nosotros, una muerte serena y confiada

No sabemos cómo será nuestra experiencia de la muerte. Quisiéramos que llegara serena y confiada. Estas palabras de Martini nos ayudan en esta reflexión:

La muerte de Jesús participa de lo imprevisible de la experiencia humana de la muerte.

No hay sino que adorar el misterio del Señor que se asemejó a cada uno de nosotros. No sabemos cuál será nuestra experiencia, pero sabemos que el Señor, nos ha preparado el camino con amistady vendrá a nuestro encuentro.

Ese es nuestro máximo consuelo, nuestra seguridad, por la fe, de que en el momento definitivo, el Señor vendrá a nuestro encuentro.

Sí, el Hijo de Dios poderoso entró en la vida del ser humano, para vivir y morir como uno de nosotros y nos cambió la perspectiva de la vida y de la muerte. Cada uno de nosotros y la sociedad de todos, deberíamos mirar al Calvario y a la tumba vacía, para decidir el camino que debemos tomar.

En estos acontecimientos misteriosos, nos enseña Dios que su Reino es nuestro destino, -no sólo esta tierra, – y nos muestra el camino seguro por donde podemos llegar a él.

Dios se nos dio a conocer como Amor,- como es,- con profundidad insospechada, en su Encarnación, en su muerte y resurrección.

De modo misterioso, Dios escogió, no sólo hacerse como uno de nosotros por la Encarnación, sino sufrir como los que más sufren entre los seres humanos, y morir, no una muerte serena y sin dolores, sino una muerte trágica.

¿Qué puede dar sentido al sufrimiento y a la muerte?

¿Cómo cambia nuestro conocimiento de Dios, esta aceptación libre de su Hijo, de esa vida y muerte que parecerían sin sentido? Porque, la pasión y muerte fueron aceptadas libremente por Jesús: “No se haga lo que yo quiero sino lo que Tú”, le dijo al Padre. En Jn 10, 18 cuando se presenta como el Buen Pastor, dice que El da su vida por sus ovejas, que nadie se la quita sino que la da voluntariamente. La Pasión y muerte no ocurrieron de modo accidental; Jesús las aceptó con toda la hondura de la humillación, que ellas fueron.

La siguiente reflexión del Cardenal Martini nos ayuda a comprender este darse voluntario de Jesús:

Jesús fue al encuentro de la muerte, porque quiso venir a nuestro encuentro hasta el fondo, no quiso retroceder ante ninguna consecuencia de su estar con nosotros, abandonándose a nosotros completamente. Cumplió la misión de estar con los suyosaceptando las últimas consecuencias dramáticasdel abandonarse a los hombres con confianza, con buena voluntad, con el deseo de ayudarles.[3]

A nosotros nos cuesta mucho aceptar el sufrimiento: el dolor físico, la soledad, la incomprensión, la deslealtad. Martini dice que lo único capaz de dar sentido a nuestros sufrimientos, es llegar también nosotros a aceptarlos, como Jesús aceptó los suyos.

Mirar los sufrimientos cara a la cara

Y el mismo Cardenal Martini nos ofrece esta consideración sobre nuestra aceptación del sufrimiento:

A veces es fácil (la aceptación voluntaria de) los sufrimientos que logramos percibir como tales (por ejemplo, enfermedades no demasiado graves), y que podemos recibir de las manos de Dios con paciencia, ofreciéndolos por los demás. Pero cuando los sufrimientos se vuelven parte de nosotros mismos, cuando se vuelven dificultades que se identifican con nuestro ser, cuando terminamos encontrándonos en situaciones a las que es sumamente difícil dar un sentido, entonces la aceptación se vuelve siempre más problemática, porque no nos sentimos libres y despegados de ellas. Así podemos debatirnos durante años en un estado de incomodidad, de intolerancia tal vez inconsciente, de rebelión interior hacia situaciones que no somos capaces de aceptar. A veces, inclusive, lo más difícil de soportar es soportarnos a nosotros mismos.

Jesús nos enseña que mientras no lleguemos a una aceptación consciente y libre, nuestros sufrimientos realmente no tienen sentido; empiezan a tenerlo cuando de algún modo los miramos a la cara, como lo hizo Él, y los aceptamos con Él.

Remata esa consideración, el Cardenal Martini, sobre el sufrimiento voluntariamente aceptado por Jesús:

Creo que ésta sea una de las claves de comprensión del porqué de la Pasión de Jesús: “Quia ipse voluit” [4]porque Él lo quiso.

El que ama no hace solo lo necesario

No es fácil comprender por qué la Pasión y muerte de Jesús. Las aceptó libremente, pero ¿por qué? ¿Era necesario?

Se me ocurre responder, que el que ama no hace sólo lo necesario; el que ama comparte las alegrías y también las tristezas. Entra a sentir y conocer el dolor de la persona amada, como un dolor propio. Jesús nos amó y nos amó hasta el extremo. Por eso tenemos que pedirle que reconozcamos su bondad, su amor por nosotros, que nos dejemos conquistar por la cruz para conocerlo como Él es, el Dios que nos ama hasta el extremo.

Muchos llegaron a la santidad, a la perfecta unión con Dios, porque se dejaron conquistar por la cruz del Señor. El 15 de abril se celebra la fiesta del Beato Damián de Molokai, patrono de los leprosos.16 años pasó con sus leprosos y murió leproso como ellos. Había dicho:

Permaneceré con vosotros hasta la muerte. Mi vida será vuestra vida, mi pan será vuestro pan. Y si el buen Dios lo quiere, quizá vuestra enfermedad será un día la mía.[5]

Cristo crucificado y resucitadoes la clave para conocer la realidad de Dios

¿Cómo conocer a Dios como es, el Dios del amor?A Dios no lo podemos conocer directamente como es, en esta vida, pero, – escribió el escriturista P. Carlos Bravo:

Dios se nos manifiesta de modo perceptible (únicamente) en la figura del hombre Jesús (…) Cristo crucificado y resucitadoes la clave para conocer la realidad de Diosen su relación con nosotros y con el mundo. Jesús revela lo que Dios es para nosotros.

Solo la resurrección de Jesús crucificado manifiesta que el vivir para Dios y para los otros tiene un sentido indestructible, que la comunión de amor con Dios y con los semejantes y con todas las criaturas es el objetivo primero y último de Dios en el Universo y por tanto constituye el sentido de la vida.[6]

El vivir para Dios y para los otros. ¿Cómo debe ser el comportamiento de nosotros los cristianos, cómo debe ser nuestra sociedad, si es cristiana, si la comunión de amor con Dios y con nuestros semejantes y con todas las criaturas, es el objetivo primero y último de Dios en el Universo – y por tanto constituye el sentido de la vida? Volvamos a leer: la comunión de amor con Dios y con nuestros semejantes constituye el sentido de la vida.

La resurrección de Jesús crucificado

Sin la cruz y la muerte no podía haber resurrección. Resucitó Jesús que antes había muerto crucificado. Entendemos la muerte si la miramos desde la perspectiva de la resurrección. Benedicto XVI en su mensaje urbi et orbi, para la ciudad de Roma y para todo el orbe, el día de la Pascua dijo:

“Una de las preguntas que más angustian la existencia del hombre es precisamente ésta: ¿qué hay después de la muerte?  Esta solemnidad nos permite responder a este enigma afirmando que la muerte no tiene la última palabra, porque al final es la Vida la que triunfa. Nuestra certeza no se basa en simples razonamientos humanos, sino en un dato histórico de fe: Jesucristo, crucificado y sepultado, ha resucitado con su cuerpo glorioso. Jesús ha resucitado para que también nosotros, creyendo en Él, podamos tener la vida eterna. Este anuncio está en el corazón del mensaje evangélico.

Dediquemos la última parte de nuestra reflexión, a las palabras del Papa, cuando dice que la resurrección no se basa en simples razonamientos humanos, sino en un dato histórico de fe.

Un dato histórico de fe

En el mismo mensaje del día de Pascua, que ya citamos, Benedicto XVI añadió:

“La resurrección no es una teoría, sino una realidad histórica revelada por el Hombre Jesucristo mediante su “pascua”, su “paso”, que ha abierto una “nueva vía” entre la tierra y el Cielo. No es un mito ni un sueño, no es una visión ni una utopía, no es una fábula, sino un acontecimiento único e  irrepetible.

La importancia de la resurrección de Jesús, como fundamento de nuestra fe, tiene especial relieve hoy, cuando algunos teólogos, también algunos teólogos católicos, pretenden volver a traer teorías de teólogos no católicos, que negaban la resurrección física de Jesús.

El Credo del Pueblo de Dios

El 30 de junio de 1968, al terminar el llamado Año de la Fe, con motivo de los 19 siglos del martirio de San Pedro y San Pablo, el Papa Pablo VI pronunció el llamado Credo del Pueblo de Dios.Pareció necesario al Santo Padre, dar especial solemnidad a una pública profesión de fe, que, según aclaró,

aunque no haya que llamarla verdadera y propiamente definición dogmática, sin embargo repite sustancialmente, con algunas explicaciones postuladas por las condiciones espirituales de nuestra época, la fórmula nicena: (el Credo de Nicea)[7] es decir, la fórmula de la tradición inmortal de la santa Iglesia de Dios.

Para comprender la solemnidad de esa profesión de fe, voy a leer un párrafo más de las palabras de Pablo VI, antes de que él proclamara el Credo del Pueblo de Dios. Dijo:

(…) como en otro tiempo, en Cesarea de Filipo, Simón Pedro, fuera de las opiniones de los hombres, confesó verdaderamente, en nombre de los doce apóstoles, a Cristo, Hijo de Dios vivo, así hoy su humilde Sucesor y Pastor de la Iglesia universal, en nombre de todo el pueblo de Dios, alza su voz para dar un testimonio firmísimo a la Verdad divina, que ha sido confiada a la Iglesia para que la anuncie a todas las gentes.

Y, ¿qué fórmula utilizó Pablo VI para confesar que cree en Jesucristo Resucitado? Afirmó primero:

Creemos en Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Él es el Verbo eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial al Padre u homousios to Patri; por quien han sido hechas todas las cosas. Y se encarnó por obra del Espíritu Santo, de María la Virgen y se hizo hombre (…) etc.

En el N° 12 de ese documento, El Credo del Pueblo de Dios, continúa así Pablo VI su profesión de fe en Jesucristo, el Verbo hecho carne, en cuanto se refiere a su pasión, muerte y resurrección:

Él mismo habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Anunció y fundó el reino de Dios, manifestándonos en sí mismo al Padre. Nos dio su mandamiento nuevode que nos amáramos los unos a los otros como él nos amó. Nos enseñó el camino de las bienaventuranzas evangélicas, a saber: ser pobres en espíritu y mansos, tolerar los dolores con paciencia, tener sed de justicia, ser misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos, padecer persecución por la justicia. Padeció bajo Poncio Pilato; Cordero de Dios, que lleva los pecados del mundo, murió por nosotros clavado a la cruz, trayéndonos la salvación con la sangre de la redención. Fue sepultado, y resucitó por su propio poder al tercer día, elevándonos por su resurrección a la participación de la vida divina, que es la gracia. Subió al cielo, de donde ha de venir de nuevo, entonces con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, a cada uno según sus méritos (…).

Vamos a terminar con algunos párrafos de Benedicto XVI en esta Pascua. Nos vienen bien para nuestra meditación. En la Vigilia Pascual dijo el Papa:

“La creación de Dios (…)  comienza con la expresión: “Que exista la luz” Donde hay luz, nace la vida, el caos puede transformarse en  cosmos (…) La resurrección de Jesús es un estallido de luz. Se supera la   muerte,  el sepulcro se abre de par en par. El Resucitado mismoes Luz la luz del-mundo. (…) A partir de la resurrección, la luz de Dios se difunde en el mundo y en la historia”.

Benedicto XVI miró a todo el mundo que sufre y dijo en su mensaje de Pascua:

“En un tiempo de carestía global de alimentos, de desbarajuste financiero, de pobrezas antiguas y nuevas, de cambios climáticos preocupantes, de violencias y miserias que obligan a muchos a abandonar su tierra buscando una supervivencia menos incierta, de terrorismo siempre amenazante, de miedos crecientes ante un porvenir problemático, es urgente descubrir nuevamente perspectivas capaces de devolver la esperanza. Que nadie se arredre en esta batalla pacífica comenzada con la Pascua de Cristo, el cual lo repito, busca hombres y mujeres que lo ayuden a afianzar su victoria con sus mismas armas, las de la justicia y la verdad, la misericordia, el perdón y el amor”.

El P. José Luis Martín Descalzo, ese gran escritor español ya fallecido, nos dejó algunas páginas para el Vía Lucis, el Camino de la Luz. Leamos algunas líneas de su reflexión para la Séptima Estación: Jesús muestra a los suyos su carne herida y vencedora:

Gracias, Señor, porque resucitaste no sólo con tu alma,

mas también con tu carne.

Gracias porque quisiste regresar de la muerte

trayendo tus heridas.

Gracias porque dejaste a Tomás que pusiera

su mano en tu costado

y comprobaraque el Resucitado

es exactamente el mismo que murió en la cruz.

Gracias por explicarnos que el dolor nunca puede

amordazar el alma

y que cuando sufrimos estamos también resucitando.

Gracias por ser un Dios que ha aceptado la sangre,

gracias por no avergonzarte de tus manos heridas,

gracias por ser un hombre entero y verdadero.

Ahora sabemos que eres uno de nosotros sin dejar de ser Dios,

ahora entendemos que el dolor no es un fallo de tus manos creadoras,

ahora que lo has hecho tuyo

comprendemos que el llanto y las heridas

son compatibles con la resurrección.

Déjame que te diga que me siento orgulloso

de tus manos heridas de Dios y hermano nuestro.

Deja que entre tus manos crucificadas ponga estas manos maltrechas de mi oficio de hombre.


[1] Cf Mc 8, 34b

[2] Carlo María Martíni, Las narraciones de la Pasión, Meditaciones, San Pablo, Pg 69

[3] Carlo Maria Martini, opus cit. Pg. 93

[4] Martini, ibidem P. 94

[5] Cf en Internet: http://webcatolicodejavier.org/Damianbio.html, biografía del Beato Damián de Molokai

[6] Carlos Bravo L, S.J., El Fundamento de la Fe de Pascua, Centro Editorial Javeriano, 3ª edición, Pg 149

[7] El Catecismo de la Iglesia Católica nos ofrece las fórmulas del Credo, el Símbolo de los Apóstoles y el Credo de Nicea-Constantinopla, antes del N° 185, La Profesión de la Fe Cristiana, los Símbolos de la Fe.

Reflexión 130 abril 2 de 2009 N° 83

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La Doctrina Social de la Iglesia

Un mensaje para los hijos de la Iglesia y para toda la humanidad

En nuestro estudio seguimos el libro Compendio de la D.S.I., preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz. Este libro nos ofrece la doctrina social oficial, de la Iglesia.

Vamos a continuar el estudio de la naturaleza de la D.S.I. Estudiamos ya los números 81 y 82 del Compendio de la D.S. Aprendimos en ellos que la D.S.I. no es una ciencia social simplemente, como puede ser la sociología, sino que pertenece al campo de la teología moral; que es teología, quiere decir, que la D.S.I. busca entender e interpretar la verdad que nos enseña la revelación, la Sagrada Escritura, sobre el ser humano y la sociedad en que vive.

Que la D.S.I. es teología moral, significa que trata sobre el comportamiento del cristiano. La D.S.I. hace una reflexión sobre la conducta cristiana, – en nuestro caso sobre la conducta del cristiano en la sociedad, -a partir de las enseñanzas de la Sagrada Escritura. En otras palabras, la D.S.I. nos lleva a reflexionar sobre cómo debemos vivir en sociedad, de acuerdo con las enseñanzas del Evangelio.

No se trata de estudiar teorías, sino de examinar cómo es nuestro comportamiento con los demás y compararlo con lo que debería ser si siguiéramos el Evangelio. – Cómo es nuestro comportamiento y cómo debería ser. – Jesucristo no es teoría, Jesucristo es el VERBO, de manera que es acción. Jesucristo es verdad, es vida y es camino: si en nuestro modo de vida seguimos sus pasos, con la ayuda de su gracia estaremos siguiendo la verdad e iremos colaborando así, en la construcción del reino que un día gozaremos en toda su plenitud. Jesucristo es la VERDAD vivida, – no teórica. En el Evangelio nos enseña cómo vivirla.

La D.S.I. es de orden religioso…

Comprendimos también en nuestro estudio, que, como la D.S.I. pertenece al campo de la teología moral, es de orden religioso y moral. La D.S.I. es de orden religioso porque en sus enseñanzas Dios está necesariamente presente. En la D.S.I. se busca que el ser humano, llamado a la salvación, viva en la sociedad, – es decir en sus relaciones con los demás, – de manera que la persona humana y la sociedad se vayan desarrollando según los planes de Dios; no sólo según los expertos sociólogos, economistas o políticos. Los planteamientos de esos expertos casi siempre van mezclados con intereses políticos y personales. Por eso los expertos católicos que vivan la D.S.I., tienen que preguntarse si sus propuestas o teorías contribuyen o no a la realización de los planes de Dios para toda la persona humana, – considerada de manera integral, – y para todos los seres humanos, sin discriminación.

…y es de orden moral

Como vemos la D.S.I. es religiosa y es moral porque promueve el desarrollo humano integral. No sólo el desarrollo material, porque el ser humano no es sólo materia. La persona humana tiene también necesidades espirituales e intelectuales. El humanismo que promueve la D.S.I. está penetrado de los valores del espíritu, y de Dios, que es la fuente de ellos. Un humanismo sin Dios es un contrasentido. Un desarrollo social sin Dios, lo hemos visto y lo seguimos viendo, acaba destruyendo al ser humano y a la sociedad.

¿A quiénes va dirigida la D.S.I.?

Vamos ahora a avanzar en nuestro estudio del Compendio de la D.S.I., con los números 83 y 84, que se refieren a los destinatarios de la D.S.I., es decir, a quiénes va dirigida la D.S.I. Aprenderemos que la D.S. es un mensaje para los hijos de la Iglesia y para toda la humanidad.

Leamos el primer párrafo del N° 83. Veremos que la D.S.I. debe empezar por casa, por la comunidad de la Iglesia. Dice así:

La primera destinataria de la doctrina social es la comunidad eclesial en todos sus miembros, porque todos tienen responsabilidades sociales que asumir. La enseñanza social interpela[1] la conciencia en orden a reconocer y cumplir los deberes de justicia y de caridad en la vida social. Esta enseñanza es luz de verdad moral, que suscita respuestas apropiadas según la vocación y el ministerio de cada cristiano. En las tareas de evangelización, es decir, de enseñanza, de catequesis, de formación, que la doctrina social de la Iglesia promueve, ésta se destina a todo cristiano, según las competencias, los carismas, los oficios y la misión de anuncio propios de cada uno.[2]

Ningún católico puede pensar que esta doctrina no es para él

Empieza por ilustrarnos sobre quiénes son los primeros destinatarios de la D.S. y afirma que, en primer lugar, la D.S.I. está destinada a la comunidad eclesial, es decir a todos los miembros de la Iglesia. Más adelante nos explicará que la doctrina social de la Iglesia tiene un destino universal, pero ante todo está destinada a los miembros de la Iglesia.

Entonces, el N°83 del Compendio de la D.S. menciona primero, que todos los miembros de la comunidad eclesial somos destinatarios de la D.S., de manera que toda la comunidad, como comunidad, debe recibir la D.S.I. Todos sus miembros tenemos responsabilidades sociales que asumir. Ningún católico puede pensar que esta doctrina no es para él.

Ahora bien, si es verdad que la comunidad como comunidad, tiene responsabilidades sociales, sus miembros individualmente considerados tenemos también nuestras propias responsabilidades sociales. Más adelante veremos esto de nuestras responsabilidades sociales personales. Vayamos primero a las comunidades y sus responsabilidades en lo social.

En las comunidades y organizaciones ¿quién asume las responsabilidades sociales?

Los que tienen la representación oficial de la comunidad, deben tener presente que, como representantes oficiales, asumen las responsabilidades sociales de la comunidad que representan. La comunidad grande, universal, es la Iglesia, y la Jerarquía Eclesiástica asume la responsabilidades sociales que le corresponden; pero la gran comunidad eclesial está conformada por innumerables comunidades, que a su vez están también conformadas por personas, miembros de la Iglesia.

Las organizaciones, llámense diócesis, parroquias, obras apostólicas manejadas por miembros de la Iglesia, lo mismo que empresas comerciales, sindicatos y todas las demás cuya dirección esté a cargo de católicos, asumen el cumplimiento de las responsabilidades sociales de esas comunidades. Como se trata de responsabilidades de justicia y de caridad cristiana, no todo el mundo lo comprende, porque infortunadamente, no se es coherente. La vida cristiana se deja sólo para la Misa del domingo, los matrimonios religiosos y las exequias.

De todas las comunidades son responsables seres humanos. Las empresas, por ejemplo, no son los edificios ni las plantas industriales; las parroquias no son los templos, Radio María no es el conjunto de transmisores, consolas y micrófonos. Los medios materiales que requieren las organizaciones para su funcionamiento son eso: medios para poder cumplir sus objetivos. La comunidad eclesial, apostólica, empresarial tiene que dar cuenta del cumplimiento de sus responsabilidades sociales en sus cabezas: los propietarios y sus administradores.

Son responsables los que orientan, definen, deciden y ejecutan

Ante Dios, el cumplimiento de las responsabilidades sociales de esas organizaciones o comunidades, son las personas que deciden, son quienes definen y ejecutan sus objetivos, sus políticas, sus normas, su orientación.

¿Qué servicio presta la D.S. a esas personas, que son cabeza de su comunidad? El N° 83 del Compendio, que estamos estudiando, nos dice que La enseñanza social interpela la conciencia en orden a reconocer y cumplir los deberes de justicia y de caridad en la vida social.

Interpelar la conciencia

Los que tienen a su cargo las diversas comunidades deben permitir que la D.S. interpele, pregunte a su conciencia, si en su desempeño tienen en cuenta y cumplen sus deberes de justicia y caridad en la vida social. La justicia y caridad en las organizaciones, tienen que ver con la justicia y caridad, no sólo de las personas que las conforman o que trabajan con ellas, sino que tienen que ver con todas las personas que de alguna forma se relacionan con ellas.

Reconocer y cumplir los deberes de justicia y de caridad en la vida social

En el caso de las organizaciones de la Iglesia, no sólo deben interpelarse sobre la justicia y caridad con los trabajadores y colaboradores, sino con la comunidad a la que sirven. Los dueños, directivos y administradores de las organizaciones con ánimo de lucro, tienen que interpelar su conciencia sobre el cumplimiento de la justicia y caridad con sus trabajadores y además, con sus clientes, con sus accionistas, con la comunidad dentro de la cual están instaladas, con las entidades gubernamentales cuyas normas deben cumplir.

De manera que la primera destinataria de la doctrina social es la comunidad eclesial en todos sus miembros, porque todos tienen responsabilidades sociales que asumir. Y sobre el papel de la D.S., añade que La enseñanza social interpela la conciencia en orden a reconocer y cumplir los deberes de justicia y de caridad en la vida social.

Nos preguntamos cómo se puede interpelar la conciencia de la comunidad, en cuanto al cumplimiento de las responsabilidades sociales. Nos respondimos que las responsabilidades están en cabeza de quienes dirigen una comunidad, la administran y si es el caso, como en una comunidad empresarial con ánimo de lucro, las responsabilidades sociales están de modo particular en cabeza de los propietarios. Son, entonces, las cabezas de las comunidades quienes deben preguntarse, en conciencia, si están cumpliendo sus deberes de justicia y caridad.

Si se da lugar a que nuestra conciencia se interpele sobre el cumplimiento de nuestros deberes de justicia y caridad, ¿qué respuesta se puede esperar? Dice la doctrina de la Iglesia que la respuesta será el reconocimiento de, si estamos cumpliendo o no esas responsabilidades y claro, la decisión de cumplirlas.

Después de explicarnos que la comunidad eclesial es la primera destinataria de la doctrina social de la Iglesia, el Compendio nos insinúa que descendamos a reflexionar sobre las responsabilidades sociales particulares.

La Iglesia, todos sus miembros, empezando por la Jerarquía y sus comunidades apostólicas, deben servir de ejemplo a todas las demás comunidades, en el cumplimiento de los deberes de justicia y caridad

No pasemos adelante sin mencionar que, si la comunidad eclesial es la primera destinataria de la D.S., la Iglesia, todos sus miembros, empezando por la Jerarquía y sus comunidades apostólicas, deben servir de ejemplo a todas las demás comunidades, en el cumplimiento de los deberes de justicia y caridad. No siempre es así, pero no nos escandalicemos. Es que, como lo dijo el Papa en su reciente viaje a África, ante la observación de un periodista,

Naturalmente, el pecado original está presente también en la Iglesia; no existe una sociedad perfecta y por tanto existen pecados y deficiencias en la Iglesia (en África), y en este sentido un examen de conciencia, una purificación interior siempre es necesaria (…)[3]

No nos escandalicemos de las fallas de miembros de la comunidad eclesial, pero, como un examen de conciencia, una purificación interior siempre es necesaria, interpelemos nuestra conciencia sobre el cumplimiento de nuestros deberes de justicia y caridad y propongámonos cumplirlos, con ayuda de la gracia. Tenemos que interpelarnos todos. Nadie se puede considerar una excepción. La primera destinataria de la doctrina social es la comunidad eclesial en todos sus miembros, porque todos tienen responsabilidades sociales que asumir, nos advierte la Iglesia.

Después de considerar a la comunidad eclesial como primera destinataria de la D.S. y por lo tanto la primera que debe examinar el cumplimiento de sus deberes de justicia y caridad, continuemos examinando a quiénes en particular se dirige la D.S.I.

Este es un tema que el Compendio había tratado en otro contexto, cuando nos explicó, no el significado de la D.S., sino el significado del libro, en los N° 10 y siguientes.

Responsabilidad de los Obispos

Cuando se explica el destino de la D.S., nos dice la Iglesia que está destinada en primer lugar a la comunidad eclesial. El libro Compendio de la D.S.I. se preparó como una ayuda para conocer y aplicar la D.S. ¿Cómo puede llegar esta doctrina a los fieles, para que no se quede sólo para los expertos?

Al comienzo del Compendio, nos explica la Iglesia quiénes son los destinatarios de esta obra, y dice que los primeros destinatarios (…) son los Obispos, que deben encontrar las formas más apropiadas para su difusión y su correcta interpretación, porque es propio de su deber de maestros, enseñar que

según el designio de Dios Creador, las mismas cosas terrenas y las instituciones humanas se ordenan también a la salvación de los hombres, y por ende, pueden contribuir no poco a la edificación del Cuerpo de Cristo.

Estas últimas palabras están tomadas del Decreto Christus Dominus, del Concilio Vaticano II, sobre el oficio pastoral de los obispos en la Iglesia.[4]

El Concilio enumera allí asuntos que tienen que ver mucho con la D.S.I. y sobre los cuales los Obispos deben exponer la doctrina cristiana. [5]Los laicos no nos detenemos mucho a pensar en lo que dice el Concilio sobre los temas que debe cubrir la enseñanza de los Obispos, y por eso a veces los criticamos sin razón. En estos días han surgido críticas a algunas ideas que el señor arzobispo de Barranquilla y presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Rubén Salazar Gómez, expresó en una entrevista publicada en El Tiempo del domingo 29 de marzo (2009). Dedicaremos unos minutos a examinar si se justifican esas críticas.

En el Nº 12 del Decreto Christus Dominus, el Concilio dice a los Obispos:

Enseñen…hasta qué punto, según la doctrina de la Iglesia, haya de ser estimada la persona humana con su libertad y la vida misma del cuerpo; la familia y su unidad y estabilidad y la procreación y educación de la prole; la sociedad civil con sus leyes y profesiones; el trabajo y el descanso, las artes e inventos técnicos; la pobreza y la abundancia de riquezas; expongan, finalmente, los modos como hayan de resolverse los gravísimos problemas acerca de la posesión, incremento y recta distribución de los bienes materiales, sobre la guerra y la paz y la fraterna convivencia de todos los pueblos.

Nada que tenga que ver con la vida en sociedad escapa al Evangelio

Podemos darnos cuenta allí, de que nada que tenga que ver con la vida en sociedad escapa al Evangelio, pues como acabamos de oír al Concilio, las mismas cosas terrenas y las instituciones humanas se ordenan también a la salvación de los hombres.

San Ignacio de Loyola en el Principio y Fundamento, en sus Ejercicios Espirituales, afirma que “las demás cosas sobre la haz de la tierra, fueron criadas para que ayuden al hombre en la prosecución del fin para el que es criado”. Luego San Ignacio nos pone a meditar en la consecuencia de ese principio, es decir, en cómo usar las demás cosas, para que nos ayuden a nuestra salvación. Entonces, la sociedad civil con sus leyes, la guerra y la paz y la fraterna convivencia, son asuntos o instituciones que según el designio de Dios Creador, (…) se ordenan también a la salvación de los hombres.

De modo, mis queridos lectores, que una de las labores de los obispos, su deber propio, es enseñar, es formar, es la catequesis, y por lo tanto deben encontrar las formas más apropiadas para la difusión y correcta interpretación de la D.S.I.

La segunda parte del N° 83 del Compendio de la D.S.I. enumera más en detalle algunas de las instituciones y cosas terrenas que deben estar ordenadas a la vida eterna. Enseguida lo leeremos.

La misión de anuncio propia de cada uno…

Volviendo al papel de maestros, que por su cargo corresponde de manera particular a los obispos, el Compendio, como lo vimos hace un momento, nos indica el papel de los demás miembros de la comunidad eclesial en la misión de anuncio, cuando dice:

En las tareas de evangelización, es decir, de enseñanza, de catequesis, de formación, que la doctrina social de la Iglesia promueve, ésta se destina a todo cristiano, según las competencias, los carismas, los oficios y la misión de anuncio propios de cada uno.

Entonces, la doctrina social es para todos, pero su enseñanza corresponde a todo cristiano, según sus competencias, carismas, oficios y misión de anuncio de cada uno. Ya vimos que entre la misión, el carisma, el oficio de los obispos, la enseñanza de la doctrina ocupa un lugar esencial.

En la salvación se incluye también a este mundo, donde vive y se desarrolla el ser humano

Conviene recordar una vez más, – porque es fundamental, – que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres; y cuando se habla de la salvación integral del ser humano, en la salvación se incluye también a este mundo, donde vive y se desarrolla; es decir, incluye a los ámbitos de la economía y del trabajo, de la técnica y de la comunicación, de la sociedad y de la política, de la comunidad internacional y de las relaciones entre las culturas y los pueblos. Esta afirmación la vimos ya en el número 1 del Compendio. El mundo y sus instituciones deben conducir a la salvación.

Nada humano escapa a Cristo, Cabeza del Universo

Insisto en este punto, porque con frecuencia se oyen comentarios contra la injerencia de la Iglesia en asuntos que supuestamente corresponden sólo al mundo civil, al mundo secular. Y resulta que nada humano escapa a Cristo, Cabeza del Universo. Decíamos que se oyen críticas de algunos a las declaraciones del señor arzobispo de Barranquilla al periodista Yamid Amat, en que expone sus puntos de vista sobre la paz y sobre la reelección y sus efectos en la democracia. El señor arzobispo no interviene en política partidista, pero sí da una orientación moral, sobre temas que se refieren a la vida en nuestra sociedad, en asuntos tan importantes como la paz y el respeto a la Constitución.

Voy a citar sólo algunos apartes de la entrevista a Monseñor Salazar Gómez, que me parecen especialmente pertinentes, y hasta donde el tiempo nos lo permita:[6]

Monseñor Salazar Gómez preside la Comisión de Conciliación. Informa que esta comisión está armando un acuerdo mínimo con todos los estamentos del país, sobre la base de que se requieren principios fundamentales, que permitan que todo programa electoral parta del principio de la noviolencia.

Sobre la solución del conflicto que vive el país dijo:

Estamos convencidos de que el conflicto no tiene solución por la vía armada. Este tipo de conflictos jamás se solucionan militarmente. No ha ocurrido en ningún lugar del mundo, menos aquí en Colombia, donde existen elementos como la presencia del narcotráfico, que hacen que el conflicto sea inacabable.

(…)

Solución exclusivamente militar no habrá. Hay que abrir la puerta del diálogo político si se quiere realmente terminar el conflicto, y el objetivo de nuestra convocatoria va en ese sentido: queremos que se logre un acuerdo mínimo para que, a través de un gran diálogo, se busque la solución del conflicto armado.

(…)

A la pregunta, entre quiénes sería el diálogo, el arzobispo respondió:

No solamente entre la guerrilla y el Gobierno, sino también entre toda la sociedad y el Gobierno, es decir, lograr que construyamos una paz sólida, integral, porque el conflicto armado no es sino un aspecto del problema social de Colombia.

Seguramente lo que menos ha gustado a los políticos, es el parecer de Mons. Salazar Gómez, sobre la reelección. Esto fue lo que respondió a la pregunta: ¿Y si el presidente Uribe aspira a una nueva reelección?

Es mejor que él no aspire a una nueva reelección, porque a un país le conviene el relevo. No es bueno afectar la democracia. Tenemos un régimen presidencial muy fuerte y por lo tanto no es conveniente una reelección indefinida del Presidente. Menos con la mentalidad centralista y autoritaria que tenemos en Colombia.

(…)

Estas reformas a la Constitución para permitir reelecciones no son convenientes. La Constitución debe ser sagrada y no podemos jugar a modificarla de acuerdo con las conveniencias personales del gobernante. Eso es muy peligroso.

Buscar el bien común es uno de los objetivos fundamentales de la Iglesia

Terminemos con esta última respuesta, a la pregunta de si esas declaraciones suyas, no rompen el principio de que la Iglesia no intervenga en política:

No estoy interviniendo en política. Estoy, simplemente, defendiendo la razón de ser de la democracia y expresando que para la democracia de nuestro país no es conveniente una nueva reelección. No olvide que uno de los objetivos fundamentales de la Iglesia es buscar el bien común. Buscar siempre el bien común por encima de cualquier bien particular, personal, de grupo o partido.


[1] Interpelar, en el sentido de requerir o simplemente preguntar a alguien para que dé explicaciones o descargos sobre un hecho cualquiera. DRAE 2

[2] Catecismo de la Iglesia Católica, 2039

[3] El diálogo con los periodistas a bordo del avión que condujo al Santo Padre a África está tomado de la agencia Zenit, ZS090323, 23 de marzo 2009.

[4] Concilio Vaticano II, Decr. Christus Dominus, 12: AAS 58 (1966) 678.

[5] Estas ideas las repito de la Reflexión correspondiente a los N° 10ss

[6] El Tiempo, Bogotá, domingo 29 de marzo 2009, 1-6

Reflexión 129 Finalidad Religiosa y Moral, N° 82


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Doctrina social, teología y teología moral

En nuestro estudio seguimos el Compendio de la D.S.I., el libro preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz, que nos ofrece la doctrina social oficial, de la Iglesia.

Revisemos el camino que hemos recorrido en las últimas reflexiones.

Hemos venido estudiando la Naturaleza de la D.S. católica, es decir qué es la D.S. católica. Hemos visto ya, que la doctrina social de la Iglesia es, un conocimiento iluminado por la fe; de manera que no son unas enseñanzas basadas solamente en las ciencias sociales. Como hemos visto, la D.S.I. pertenece al ámbito de la teología moral.[1] Recordemos que la teología es la ciencia que busca entender e interpretar la verdad de la revelación, y que la teología moral, es una reflexión sobre la conducta cristiana, a partir de las enseñanzas de la revelación, de lo que nos enseña la Palabra de Dios.[2] Entonces, la teología busca entender lo que se nos ha revelado en la Escritura y la teología moral reflexiona sobre la conducta del cristiano a partir de las enseñanzas de la Sagrada Escritura.

Así pues, ya tenemos claro que la D.S.I. no es un conocimiento que pertenezca al campo de la política o de la sociología, aunque la D.S.I. está en diálogo con esas ciencias. Esto quiere decir que la D.S. se vale de las contribuciones de la filosofía y de las ciencias humanas como la biología, la psicología, la sociología, la economía, que nos ayudan a comprender mejor los conceptos básicos de la doctrina social, tales como la persona humana, la libertad, la conciencia, la ética, el derecho, la justicia, el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, el Estado.[3]

¿Y las demás ciencias qué aportan?

Gracias a las contribuciones de las demás ciencias, la Iglesia puede comprender de forma más precisa al ser humano en la sociedad; puede hablarnos de manera más convincente y puede cumplir su tarea de enseñarnos cómo la doctrina social tiene como fundamentos la Palabra de Dios y la fe. Como dice el libro Compendio de la D.S.I. en el N° 78, La Iglesia es consciente de que un conocimiento profundo del hombre no se alcanza sólo con la teología, sin las aportaciones de otros muchos saberes, a los cuales la teología hace referencia.

Los autores de la Doctrina Social y su objeto

Hemos estudiado también, que la doctrina social, es de la Iglesia, porque la Iglesia la elabora, la difunde y la enseña. Vimos que la D.S. se ha ido elaborando en el tiempo, por el Magisterio Universal de la Iglesia: es decir el Papa, los Concilios, las conferencias episcopales, con los aportes de toda la comunidad eclesial: sacerdotes, religiosos y laicos, según la diversidad de las tareas, carismas y ministerios que a cada quien corresponden. (N° 79-80)

En los últimos programas hemos estado reflexionando sobre el objeto de la doctrina social, y hemos aprendido que el objeto de la D.S.I. es el ser humano llamado a la salvación, confiado por Cristo al cuidado y responsabilidad de la Iglesia.

Desde esta perspectiva del ser humano llamado a la salvación, confiado por Cristo al cuidado de la Iglesia, vimos que la Iglesia tiene la doble tarea de anuncio y de denuncia. Tiene la tarea de anunciar cuál es la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y la de denunciar el pecado de injusticia y de violencia que afecta a las personas y por lo tanto a la sociedad. La semana pasada nos detuvimos a presentar algunos ejemplos de mártires de la justicia social; mártires, porque se atrevieron a anunciar la dignidad de las personas y a denunciar las injusticias contra ellas.

Doble finalidad de la Doctrina Social

Ahora vamos continuar nuestro estudio, con el N° 82 del Compendio de la D.S.I. Vamos a leer este número y nos detendremos luego, en algunas reflexiones.

La finalidad de la doctrina social es de orden religioso y moral.[4] Religioso, porque la misión evangelizadora y salvífica de la Iglesia alcanza al hombre « en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario y social ».[5] Moral, porque la Iglesia mira hacia un « humanismo pleno »[6] es decir, a la « liberación de todo lo que oprime al hombre »[7] y al « desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres ».[8]La doctrina social traza los caminos que hay que recorrer / para edificar una sociedad reconciliada y armonizada en la justicia y en el amor, que anticipa en la historia, de modo incipiente y prefigurado, los « nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia » (2 P 3,13

Vamos ahora por partes. Recorramos algunas ideas de este número 82. Nos dice la Iglesia que La finalidad de la doctrina social es de orden religioso y moral. Religioso, porque la misión evangelizadora y salvífica de la Iglesia / alcanza al hombre «en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario y social».

La finalidad de la doctrina social es de orden religioso

Detengámonos primero en la afirmación: La finalidad de la doctrina social es de orden religioso ¿Cómo debemos entender que la finalidad de la doctrina social es de orden religioso?

Habíamos visto ya en el N° 81, que el objeto de la doctrina social es el hombre llamado a la salvación. Es que la persona humana y la salvación van juntos. Al mismo tiempo que Dios creó al ser humano, lo llamó a la salvación. Creó al ser humano por pura bondad, para que comparta su vida.[9] Vimos también que salvación y Reino de Dios son lo mismo. El ser humano está destinado a la salvación, su fin es llegar al Reino de Dios, para eso nos creó Dios.

Sobre este tema del fin del hombre los invito a leer y meditar la carta de San Pablo a los Efesios, 1, 3-14, donde Pablo nos presenta el plan divino de salvación, de manera completa y fascinante. Nos indica allí el Apóstol el fin del hombre y de la historia, y la recapitulación de todas las cosas en Cristo. [10]

La doctrina social es sobre la persona humana y la sociedad en la cual vive. Mientras participamos en la vida de la sociedad, con nuestra actividad colaboramos, o no, en la construcción del Reino de Dios. El reino de Dios se empieza a construir desde acá. Lo que busca la doctrina social es hacernos reflexionar sobre la sociedad y sobre nuestro papel en ella. Debemos confrontar el funcionamiento de la sociedad, y de nosotros, que somos parte de ella, frente al proyecto de Dios, como Jesús nos lo presentó en el Evangelio. Si nosotros y la sociedad, no vamos por el camino que hay que recorrer para que se realice el proyecto de Dios, tenemos que convertirnos, tenemos que ordenar nuestra vida, cambiar de dirección y volver al camino que conduce al Reino.

La D.S.I. no la podemos separar de lo religioso

De manera que la finalidad de la doctrina social es de orden religioso. Es que la D.S.I. no la podemos separar de lo religioso. Allí está Dios, porque se trata de la construcción de su Reino, se trata del ser humano que tiene a Dios como principio y fin. Se trata de hacer la voluntad de Dios, de seguir sus caminos.

Si en nuestra vida en sociedad tratamos de realizar el proyecto divino, viviremos de tal manera, que nuestra sociedad se irá convirtiendo en un preanuncio de lo que será el Reino cuando esté definitivamente instaurado: un reino de justicia, de amor y de paz.

El Reino supone la conversión

El proyecto de Dios para la humanidad es perfecto, pero ponemos muchos obstáculos para que sea realidad. El Reino supone, por eso, la conversión. No esperemos solamente que los demás se conviertan; los que calificamos de violentos, de injustos. Nos tenemos que convertir todos. Tenemos que modificar nuestro modo de vivir, todos. Tenemos que ser solidarios, todos. No esperemos que los demás cambien. Empecemos por cambiar nosotros, cada uno de nosotros. No echemos la culpa al ambiente que nos rodea, a las estructuras económicas, políticas, sociales, que parecen dominar a la sociedad de nuestro tiempo.

Para que el ideal del Reino se lleve a cabo, tenemos que dejar que el Señor toque nuestro corazón; tenemos que luchar por no dejarnos vencer de nuestra soberbia y de nuestro egoísmo. Y, como aprendimos la semana pasada en la Constitución pastoral Gaudium et spes, (25), el único modo de vencer nuestras malas inclinaciones, es con un denodado esfuerzo nuestro, ayudado por la gracia. La Gracia de Dios nos llama, tenemos que responder nosotros, con nuestro esfuerzo.

A este propósito, en la reflexión anterior vimos que, como nos enseña la Gaudium et spes, hay circunstancias sociales, que pueden ser propicias para inclinarnos al mal; por ejemplo, las propias de las estructuras económicas, de las estructuras políticas y sociales; y como nos enseña la misma Constitución Gaudium et spes, las perturbaciones que agitan la realidad social proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos.

Estructuras injustas en lo económico, en lo político, en lo social, como son la organización de lo económico; los bienes los posee una minoría y por su egoísmo y codicia las estructuras económicas actuales son responsables de la pobreza y del hambre en el mundo. Estructuras injustas en la vida política, cuando se niega la libertad a que tiene derecho todo ser humano y la participación en el manejo de lo público; injusta es la conducta social discriminatoria, que se convierte en norma social. Esas estructuras no son las que caracterizan el Reino de Dios. Si manejamos así al mundo, si esas son las normas según las cuales funciona la sociedad, no vamos por el camino que conduce al Reino de Dios.

La doctrina social es una invitación a la conversión

Quisiera insistir en que la doctrina social es una invitación a la conversión. Quizás pensemos que los injustos y los violentos son los demás, al ver las injusticias y la violencia de las que somos testigos, por lo menos a través de los medios de comunicación. Quizás pensemos que son otros los que se deben convertir y nosotros no nos miramos hacia adentro. Si miramos, quizás encontremos injusticias y violencias, no en grados superlativos, pero de todos modos injusticias y violencia nuestras, a los demás. ¿Por qué no examinar cómo es nuestra justicia y nuestro amor con las personas que tenemos cercanas?

Benedicto XVI, en su reciente viaje a África, respondió así a la pregunta de una periodista francesa, sobre la situación de la Iglesia en ese continente.[11] La periodista fue punzante. Estas fueron sus palabras y luego el comentario del Santo Padre:

A veces, los responsables de la Iglesia son considerados como un grupo de ricos privilegiados, y sus comportamientos no son coherentes con el anuncio del Evangelio. ¿Usted invitará a la Iglesia en África / a un empeño de examen de conciencia y de purificación de las estructuras?

Comentario de Benedicto XVI:

Naturalmente, el pecado original está presente también en la Iglesia; no existe una sociedad perfecta y por tanto existen pecados y deficiencias en la Iglesia en África, y en este sentido un examen de conciencia, una purificación interior siempre es necesaria, y yo apelaré también al sentido de la liturgia eucarística: ésta empieza siempre con una purificación de la conciencia, y un nuevo comienzo en la presencia del Señor. Y diría que más que una purificación de las estructuras, que siempre es necesaria, es necesaria una purificación de los corazones, porque las estructuras son un reflejo de los corazones, y haremos todo lo posible para dar una nueva fuerza a la espiritualidad, a la presencia de Dios en nuestro corazón, sea para la purificación de las estructuras de la Iglesia, sea para ayudar a la purificación de las estructuras de la sociedad.

Las estructuras son un reflejo de los corazones

Gaudium et spes nos había enseñado que las perturbaciones que agitan la realidad social, proceden sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos. Las palabras de Benedicto XVI van en esa misma dirección: es necesaria una purificación de los corazones, porque las estructuras son un reflejo de los corazones. Es necesaria la presencia de Dios en nuestros corazones para ayudar a la purificación de las estructuras de la sociedad.

El Compendio de la D.S.I. nos enseña que la finalidad de la doctrina social, además de religiosa es también moral. Recordemos sus palabras: Moral, porque la Iglesia mira hacia un « humanismo pleno» es decir, a la «liberación de todo lo que oprime al hombre» y al «desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres ».

Renovar el sistema económico desde dentro

Para comprender lo que significa que la finalidad de la doctrina social es religiosa y es también moral, nos vienen muy bien otras palabras de Benedicto XVI, en la misma entrevista de periodistas en el vuelo a Camerún, en su reciente visita pastoral al continente africano. El periodista John Thavis le preguntó:

Santidad, usted viaja a África mientras está en curso una crisis económica mundial que tiene sus reflejos también en los países pobres. Por otro lado, África debe afrontar en este momento una crisis alimentaria. Quisiera preguntarle tres cosas: ¿esta situación encontrará eco en su viaje? Y usted, ¿se dirigirá a la comunidad internacional / para que se haga cargo de los problemas de África? Y la tercera, ¿se hablará de estos problemas en la encíclica que está preparando?

Esta fue la respuesta del Papa:

Gracias por la pregunta. Naturalmente, yo no voy a África con un programa político-económico, porque me faltarían las competencias. Voy con un programa religioso, de fe, de moral, pero precisamente ésta es también una contribución esencial al problema de la crisis económica que vivimos en este momento.

Todos sabemos que un elemento fundamental de la crisis es precisamente un déficit de ética en las estructuras económicas; se comprende que la ética no es algo “fuera” de la economía, sino “dentro”, y que la economía no funciona si no lleva consigo el elemento ético. Por ello, hablando de Dios y hablando de los grandes valores espirituales que constituyen la vida cristiana, intentaré contribuir también a superar esta crisis, para renovar el sistema económico desde dentro, donde está el verdadero centro de la crisis. Y naturalmente, apelaré a la solidaridad internacional: la Iglesia es católica, es decir universal, abierta a todas las culturas, a todos los continentes; está presente en todos los sistemas políticos / y así la solidaridad es un principio interno, fundamental para el catolicismo.

Quisiera dirigir naturalmente un llamamiento ante todo a la propia solidaridad católica, pero extendiéndolo también a la solidaridad de todos aquellos que ven su responsabilidad en la sociedad humana de hoy. Obviamente hablaré de esto también en la encíclica: éste es un motivo del retraso. Estábamos a punto de publicarla, cuando se desencadenó esta crisis y hemos retomado el texto para responder más adecuadamente, en el ámbito de nuestras competencias, en el ámbito de la Doctrina Social de la Iglesia, pero con referencias reales a la crisis actual. Así espero que la Encíclica pueda ser también un elemento, una fuerza para superar la difícil situación actual.

Esperamos con gran interés la nueva encíclica de Benedicto XVI., que será una encíclica social. Nos anuncia el Santo Padre que en ella no hablará como experto en economía. Sus palabras serán desde la fe y de la moral, como es su papel. Podemos de antemano esperar críticas, como sucedió con Populorum progressio, de parte del pensamiento capitalista. Es difícil tocar el corazón, cuando los propios intereses están de por medio. Se habla mucho de que el problema central de la actual crisis es la falta de confianza. Esa es una causa ética, es una causa moral.

El Papa dice al respecto, que hablando de Dios y hablando de los grandes valores espirituales, que constituyen la vida cristiana, intentará contribuir también a superar esta crisis, para renovar el sistema económico desde dentro, donde está el verdadero centro de la crisis. Ojalá el mundo poderoso en la economía, no se haga el sordo.

La Iglesia mira hacia un «humanismo pleno»

El N° 82 del Compendio de la D.S.I. nos dice que la finalidad de la D.S. no es sólo religioso sino también moral. Moral, porque la Iglesia mira hacia un «humanismo pleno» es decir, a la «liberación de todo lo que oprime al hombre» y al «desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres».

Recuerdan estas palabras del Compendio, las de Pablo VI en la encíclica Populorum progressio, en el N° 42. Dice allí el Papa:

Es un humanismo pleno el que hay que promover.[12] ¿Qué quiere decir esto sino el desarrollo integral de todo hombre y de todos los hombres? Un humanismo cerrado, impenetrable a los valores del espíritu y a Dios, que es la fuente de ellos, podría aparentemente triunfar. Ciertamente el hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero «al fin y al cabo, sin Dios no puede menos de organizarla contra el hombre. El humanismo exclusivo es un humanismo inhumano». [13] No hay, pues, más que un humanismo verdadero que se abre a lo Absoluto, en el reconocimiento de una vocación, que da la idea verdadera de la vida humana. Lejos de ser norma última de los valores, el hombre no se realiza a sí mismo si no es superándose. Según la tan acertada expresión de Pascal: «el hombre supera infinitamente al hombre»[14]

Nos enseña el Compendio, que la finalidad de la D.S.I. mira a la « liberación de todo lo que oprime al hombre ». El término liberación se utiliza de diversas maneras; se refiere aquí a la liberación de la que nos habla Pablo VI, en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, en el N° 9, con estas palabras:

Como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por El, de verlo, de entregarse a El. Todo esto tiene su arranque durante la vida de Cristo, y se logra de manea definitiva por su muerte y resurrección; pero debe ser continuado pacientemente a través de la historia hasta ser plenamente realizado el día de la venida final del mismo Cristo, cosa que nadie sabe cuándo tendrá lugar, a excepción del Padre.

De modo que la D.S.I. mira hacia un «humanismo pleno» es decir, a la « liberación de todo lo que oprime al hombre », liberación, sobre todo del pecado y del maligno. Quisiera que volviéramos al pensamiento de que esa liberación, que empezó en la vida de Cristo y se logra de modo definitivo con su muerte y resurrección, debe ser continuada pacientemente, hasta que sea plenamente realizado en la venida final de Cristo.

¿Qué se entiende cuando hablamos de “liberación”?

Es interesante leer una cita sobre el significado de liberación, cita de la que infortunadamente no tengo la referencia, pero que es de un trabajo en la celebración de los 40 años de la Conferencia Episcopal de América Latina en Medellín. Dice:

¿Qué se entiende cuando hablamos de “liberación”? El concepto original es el de evangelización liberadora, pese a las graves reinterpretaciones y desviaciones posteriores. La palabra «liberación» se hizo problemática cuando se le empezó a dar un contenido predominantemente sociológico y hasta ideológico, muy diferente al que se le dio en Medellín.
Para los Obispos que propusieron el concepto y participaron en los debates, el término liberación tenía una carga pascual muy viva: se refería a la salvación, pero incluyendo la preocupación por toda la realidad de la persona. Sin excluir lo social, existe una liberación cristiana bien entendida en un sentido integral, muy en armonía con lo que es la dimensión reconciliadora. Debe quedar claro, sin embargo, que en Medellín no existe confusión.

Esta cita concuerda con las últimas líneas del N° 82 del Compendio, que hemos comentado. Termina así este número:

La doctrina social traza los caminos que hay que recorrer para edificar una sociedad reconciliada y armonizada en la justicia y en el amor, que anticipa en la historia, de modo incipiente y prefigurado, los «nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia» (2 P 3,13).

Así terminamos el estudio sobre el objeto y la finalidad de la D.S.I. Si Dios quiere, la semana entrante empezaremos a reflexionar sobre los destinatarios de la D.S.


[1] Cf Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 41: “La doctrina social (…) es de naturaleza teológica, y específicamente teológico-moral, ya que “se trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas.” Véase en el Compendio de la D.S.I. el N° 73

[2] Cf Gerald O’Collins, S.J., Edgard G. Farrugia, S.J., Diccionario abreviado de teología, Editorial Verbo Divino, 2002

[3] Cf Compendio de la D.S.I. N° 78 y Reflexión 122, en este blog, sobre la Naturaleza de la D.S.

[4] Cf. Pío XI, Carta enc. Quadragesimo anno: AAS 23 (1931) 190; Pío XII, Radiomensaje en el 50º aniversario de la « Rerum novarum »: AAS 33 (1941) 196-197; Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 42: AAS 58 (1966) 1079; Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41: AAS 80 (1988) 570-572; Id., Carta enc. Centesimus annus, 53: AAS 83 (1991) 859; Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 72: AAS 79 (1987) 585-586.

[5] Juan Pablo II, Carta enc. Redemptor hominis, 14: AAS 71 (1979) 284; cf. Id., Discurso a la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla (28 de enero de 1979), III/2: AAS 71 (1979) 199.

[6] Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 42: AAS 59 (1967) 278.

[7] Pablo VI, Exh. ap. Evangelii nuntiandi, 9: AAS 68 (1976) 10.

[8] Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 42: AAS 59 (1967) 278.

[9] Cf Catecismo de la Iglesia Católica, 1:Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada.”

[10] Cf Carlo María Martini, Poner orden en la propia vida, Meditaciones sobre el texto de los Ejercicios de San Ignacio, San Pablo, Pg 28

[11] El diálogo con los periodistas a bordo del avión que condujo al Santo Padre a África está tomado de la agencia Zenit, ZS090323.

[12] Cf., p. e., J. Maritain, L’humanisme intégral. París, Aubier, 1936.

[13] H. de Lubac, S. I., Le drame de l’humanisme athée, 3a. ed., París, Spes, 1945, 10.

[14] Pensées, ed. Brunschvieg, n. 434. Cf. M. Zundel, L’homme passe l’homme. Le Caire, Editions du Lien. 1944.

Reflexión 128 marzo 19 de 2009

Compendio de la D.S.I. N° 81

Misión de la Iglesia de anunciar y denunciar (II)

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La realidad social viciada por el pecado

Estamos estudiando el N° 81 del Compendio de la D.S.I. En esta reflexión estudiamos la misión de denuncia que se ha encomendado a la Iglesia y se refiere en particular a denunciar la injusticia y la violencia contra el ser humano. Denuncia del pecado de injusticia y de violencia que de diversos modos afecta a la sociedad y que son producto del mismo ser humano.

Nos preguntamos ¿qué aparta al ser humano del bien y lo induce al mal, a la injusticia y a la violencia? En la Constitución Gaudium et spes encontramos la respuesta. Nos enseña allí el Vaticano II, que la persona humana está inclinada al mal desde su nacimiento, como consecuencia del pecado. Sabemos que, además de estar inclinados al mal como consecuencia del pecado original, la realidad social en que vivimos está también viciada por el pecado; por eso en el ambiente que nos envuelve hoy estamos sometidos a nuevos estímulos para pecar. Al fin y al cabo la realidad social, el ambiente de la sociedad, lo hacemos los seres humanos, inclinados al mal.

La Gaudium et spes nombra circunstancias sociales en las que vive hoy el ser humano y que pueden ser propicias para inclinarnos al mal; por ejemplo, las propias de las estructuras económicas, de las estructuras políticas y sociales; pero no podemos adjudicar toda la culpa a las circunstancias exteriores; a las estructuras económicas o políticas, por ejemplo. Como nos enseña el Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et spes, las perturbaciones que agitan la realidad social proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos. Allí está el origen de las estructuras económicas o políticas injustas, que son producto del egoísmo o de la soberbia de quienes las establecen. Nosotros podemos ser responsables, en alguna medida, de las estructuras injustas de la sociedad.

“Pero si eso lo hace todo el mundo”

Hay una responsabilidad en cada uno de nosotros. No echemos la culpa sólo al ambiente. Es cierto que el ambiente influye en nuestro comportamiento, pero no de manera invencible. A uno no lo dañan irremediablemente los demás desde afuera, si internamente no está inclinado a recibir esas influencias negativas y se deja arrastrar por ellas. Con frecuencia se oye la expresión “pero si eso lo hace todo el mundo”, como si esa fuera una disculpa válida para obrar mal. Tengamos presente que nadie nos obliga a hacer lo mismo que hacen los demás; cada uno de nosotros decide si quiere hacer parte o no, de eso que llaman “todo el mundo”.

¿Tienen remedio los males de la soberbia y del egoísmo humanos? La misma Gaudium et spes (25), nos indica el único camino para vencer los estímulos al pecado: nos dice que esos estímulos sólo pueden vencerse con denodado esfuerzo ayudado por la gracia. Sin la ayuda de la gracia no podemos hacer nada, pero de nuestra parte se requiere un denodado esfuerzo. La ayuda de la gracia no nos va a faltar.

¿Cumple la Iglesia su misión de denunciar?

La misión de denunciar la injusticia y la violencia la asume con valentía la Iglesia, tanto en su predicación y en sus pronunciamientos en circunstancias particulares, como en los documentos más solemnes: las encíclicas, las constituciones, las cartas pastorales.

Vimos la semana pasada que la Iglesia no nos enseña principios, valores y criterios de juicio para que se queden en la teoría, sino para que vivamos de acuerdo con ellos. El proceso de análisis que nos enseña la Iglesia sobre la realidad social que vivimos, consiste en VER, JUZGAR la realidad social y ACTUAR sobre ella. Ese proceso sería incompleto, si nos redujéramos a analizar las situaciones y a dar nuestro juicio sobre ellas, sobre su moralidad, por ejemplo o sobre su justicia, es decir, si redujéramos el proceso a VER y JUZGAR y nos olvidáramos del ACTUAR.

Es indispensable que nuestra denuncia no se queden en la teoría. Tenemos la obligación de actuar, según nuestras posibilidades. Hay muchas personas generosas que entregan su tiempo, que dedican su vida, a trabajar por la justicia. Muchos jóvenes, inquietos por el mundo en que les ha tocado crecer, y a pesar del futuro poco promisorio que pareciera esperarles, no han perdido su ilusión de construir un mundo distinto.

Un joven llamado Benjamín

Un joven, llamado Benjamín, creo que alemán, planteaba así su inquietud con el mundo actual, al Cardenal Carlo María Martini, a quien escribió:

No quisiera llegar a ser como los mayores. Sólo les importa ganar dinero y hacer carrera; todo lo demás no existe para ellos. Les da igual que se destruya el medio ambiente. Para mí son más importantes las personas. Prefiero vivir más sencillamente. Estoy contra la explotación de los pobres y quisiera que las cosas fueran más justas en el mundo.[1]

Qué bueno oír a un joven que dice: “Para mí son más importantes las personas.” Esa debería ser la actitud de todos, pero sabemos que, en el mundo que en que vivimos, para algunos están primero las ganancias y no las personas, está primero la efectividad de un proceso industrial, administrativo o de mercadeo, y sólo después las personas responsables de esos procesos o las personas a quienes esos procesos afectan. A este propósito, recuerdo que ya hace unos cuantos años, siendo Gerente de Recursos Humanos, manifesté al nuevo Gerente General mi complacencia porque había ido a visitar las sucursales fuera de Bogotá. Le dije: “Qué bueno que conozca a toda la gente de la empresa”. Su respuesta me desconcertó, pues me dijo: “A mí lo que me interesan son los sistemas.” Su visita no era para conocer a “su” gente, sino para ver cómo iban los procesos administrativos y las ventas. En otro campo, sabemos que en nuestro sistema de salud, a sus administradores les molesta que el médico dedique tiempo a sus pacientes. Hasta les llaman la atención porque cumplen con su deber.

¿Qué influencia ejerce la fe en la política?

Volviendo al joven alemán y a la inquietud que planteó al Cardenal Martini: Para mí son más importantes las personas. Prefiero vivir más sencillamente. Estoy contra la explotación de los pobres y quisiera que las cosas fueran más justas en el mundo, el Cardenal toma esa inquietud y nos ofrece su propia reflexión sobre la justicia. Compartámosla, que es muy interesante. En el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén, ante la inquietud expresada por el joven, Martini se pregunta: ¿Qué influencia ejerce la fe en la política? Y responde:

Como cristianos, nuestra mirada se dirige a Jesús. Él es el fundamento de algo totalmente nuevo: la Iglesia. Jesús realizó el encargo de Dios de construir un segundo instrumento (la Iglesia) para la paz junto al pueblo elegido de Israel. Con ello, Jesús se sitúa en la primera línea de combate. Él se enfrentó con todas las autoridades políticas: con Herodes, con Pilato, con el sanedrín, con los partidos de los fariseos y los saduceos. Se empeñó apasionadamente por la justicia y quiso cambiar el mundo. La Iglesia de Cristo debe trabajar para que el mundo llegue a ser más justo y más pacífico.

El Cardenal, que es muy respetado por su conocimiento de la Sagrada Escritura, hace esta observación sobre la justicia:

Justicia es para la Biblia más que derecho y misericordia: es el atributo fundamental de Dios. Justicia es comprometerse por los que no tienen protección y salvar su vida, luchar contra la injusticia. Justicia es intervenir de forma activa, tomar la ofensiva a favor de una convivencia en la que todos vivan en paz. La justicia debe velar porque el derecho, tal como está formulado en las leyes, haga posible una existencia buena para todos los hombres. Jesús entregó su vida por la justicia.

La vida de Jesús culmina en la cruz

Un poco más adelante, el Cardenal Martini previene sobre la persecución que tendrán que sufrir, los que se dediquen a promover la justicia. Nos recuerda al final de esa reflexión, que La vida de Jesús culmina en la cruz.

Jesús se colocó de parte de los pobres, de los sufrientes, de los pecadores, de los paganos, de los extranjeros, de los oprimidos, de los hambrientos, de los presos, de los deshonrados, de los niños y de las mujeres.

Lo que pasó a Jesús, que acabó en la cruz, puede pasar a los luchadores por la justicia. Sigo con palabras del Cardenal Martini:

Quien lo hace, choca contra el entorno. Quien se coloca de parte de los hombres que andan como ovejas sin pastor, quien reúne a esos hombres y los hace conscientes y seguros de sí mismos, se torna peligroso para los que tienen el poder. Donde los cristianos asumen la «opción por los pobres de Jesús, tienen que contar, también hoy, con persecución.»

Nuestros mártires en defensa de la justicia social

Abundan los ejemplos de sacerdotes, religiosos y laicos, mártires por trabajar a favor de los pobres de Jesús, en África, en Asia, en América Latina. Como ejemplo del cumplimiento de la misión encomendada a la Iglesia, de denunciar la injusticia, por lo menos mencionemos a algunos, conscientes de que hay muchos más, cuya memoria no alcanzamos a exaltar.

El martes 24 de marzo (2009) se conmemora el 29° aniversario del asesinato de Monseñor Óscar Romero, Arzobispo de San Salvador, ocurrido en 1980, mientras celebraba la Eucaristía. Lo ocurrido en El Salvador por denunciar la injusticia y la violencia es muy representativo de lo que sucede a los que dedican su vida a esta riesgosa misión, en muchos países. Le vamos a dedicar un espacio a Monseñor Romero, después de presentar otros ejemplos, éstos en Colombia.

Hemos visto que Donde los cristianos asumen la «opción por los pobres de Jesús, tienen que contar, también hoy, con persecución, como fue el caso del Maestro, que entregó su vida en la cruz por la justicia. Jesús se colocó de parte de los pobres, de los sufrientes, de los pecadores, de los paganos, de los extranjeros, de los oprimidos, de los hambrientos, de los presos, de los deshonrados, de los niños y de las mujeres.

Arzobispo Isaías Duarte Cancino

Sobre los mártires de la justicia social en Colombia, comencemos por mencionar a Monseñor Isaías Duarte Cancino, Arzobispo de Cali, asesinado en esa ciudad. [2]

Monseñor Duarte fue un fuerte critico de las guerrillas colombianas, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), del Ejército de Liberación Nacional (ELN), y grupos de narcotraficantes y asociados, sobretodo tras el Secuestro en la Iglesia La María, perpetrado por el ELN.

Monseñor Duarte fue asesinado hace 7 años, el 17 de marzo de 2002, por dos hombres armados que le dispararon cuando salía de una ceremonia religiosa, en un barrio popular de la Ciudad de Cali. El Papa Juan Pablo II expresó su dolor por el asesinato del arzobispo y exhortó a los colombianos a proseguir por las vías del diálogo y a rechazar cualquier tipo de violencia, chantajes y secuestros de personas.

SERGIO RESTREPO JARAMILLO S.J.

Recordemos también al jesuita P. Sergio Restrepo Jaramillo, asesinado el 1 de junio de 1989, en Tierralta, Departamento de Córdoba. El P. Sergio tenía entonces 49 años, y llevaba 10 trabajando en esa población, donde se había ganado la confianza de los indígenas y campesinos, de quienes era defensor frente a los paramilitares. En el Martirologio Latinoamericano se lee este elogio del P. Sergio Restrepo Jaramillo:

En los últimos años, (se refiere a la década de los años 80) la región es campo de acción de la guerrilla. Los narcotraficantes compran grandes extensiones de tierra y militares y mafiosos no ven con buenos ojos la labor de los sacerdotes en las veredas. Pero su opción por los pobres es clara y la evangelización incluye la crítica profética a la organización social injusta de Colombia. Hay un rechazo a la lucha armada como medio apto para el cambio estructural (…).

La parroquia de Tierralta ofrece una nueva imagen de Iglesia, y Sergio es la cabeza visible. Con gran capacidad de comunicación, es amigo de todos. De exquisita sensibilidad artística, es custodio de la cultura sinú, cuyas expresiones recoge en un museo. Enamorado de la naturaleza, crea un parque en medio de la ciudad. “A todos ayudaba, negros y blancos, cachacos y costeños, buenos y malucos”, dice una señora. Por eso dos sicarios le dispararon en la cara y lo remataron una vez caído. Su cuerpo queda extendido ante una valla con una leyenda escrita por Sergio: “Aquí se construyen espacios para la paz.” Es llevado a Medellín, donde obispos, sacerdotes, familiares y amigos se reúnen para despedirlo. [3]

El sacerdote Tiberio Fernández

Hay muchos ejemplos más, de las denuncias de la Iglesia y de los mártires de la justicia social en Colombia. Por ejemplo la muerte cruel del P. Tiberio Fernández y de más de 300 personas en la masacre de Trujillo, Valle, ocurridas allí entre 1986 y 1994.
De acuerdo con las investigaciones, el padre Tiberio Fernández fue torturado y asesinado, al ser considerado como un auxiliador de la guerrilla. No es el único caso en que a personas que dedican su vida a trabajar por los campesinos, los indígenas y los pobres, se les acuse injustamente, de ser simpatizantes de la guerrilla o de los paramilitares.

El 11 de febrero de 2009, un desmovilizado de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Éver Veloza, alias “H.H.” afirmó durante una indagatoria de la justicia colombiana que su ex jefe Carlos Castaño había sido muy cercano a (Monseñor) Cancino y lo tildó de ser su “consejero espiritual”. [4]

Cuando el acusado ha fallecido, como es el caso de Monseñor Isaías Duarte Cancino, no se puede corroborar la información dada. Sí sabemos que el acusador es conocido como el temible jefe paramilitar “HH“, que está extraditado y sigue un proceso con la justicia de los Estados Unidos. No está allá por ser un alma de Dios. El Papel del Pastor, que era el de Monseñor Duarte Cancino, es buscar a la oveja perdida y llevarla al redil. Era su trabajo acercarse a los pecadores, que son también amados del Señor, que no quiere que se pierdan sino que se conviertan y vivan. Si alguna vez habló con el jefe de las AUC, Carlos Castaño, podemos estar seguros del fin pastoral de esa entrevista.

La Costa Pacífica Nariñense

Sigamos con la situación en la costa pacífica nariñense y la misión de denunciar que cumple la Iglesia. Un comunicado de la diócesis de Tumaco, del 19 de febrero de 2009, dice en algunos de sus apartes:

COMUNICADO PÚBLICO DE LA DIÓCESIS DE TUMACO SOBRE LA SITUACIÓN DE LA COSTA PACÍFICA NARIÑENSE

“¿No oyes, cómo la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra?” (Gen 4, 10)

Como hijos e hijas de Dios de esta Diócesis, nos duele el aumento de muertes violentas de hermanos y hermanas nuestras, en la Costa Pacífica Nariñense. Lo más impactante al respecto en estos días, ha sido la masacre en la comunidad Awá del Resguardo Tortugaña, municipio de Barbacoas, que según comunicado de la organización indígena UNIPA ha causado la muerte a 17 indígenas, y un desplazamiento masivo de las comunidades afectadas. Las FARC-EP entre tanto han reconocido ser los autores de la masacre de ocho indígenas.

Más adelante sigue el comunicado de la Diócesis de Tumaco:

Nos sumamos al llamado que los siete obispos del sur occidente colombiano hacen a todas las entidades e instituciones del país en su comunicado del 12 de febrero de 2009 a unirse en una campaña nacional por la vida y el respeto de las etnias indígenas y afroamericanas; igualmente a su petición a las autoridades a que adelanten las investigaciones respectivas y promuevan la justicia que reivindique los derechos de todas estas comunidades.

Nos preocupa la degradación sin precedentes de este conflicto social y armado, donde la lógica de la guerra ha acabado con los sentimientos humanos, desconociendo las reglas mínimas del Derecho Internacional Humanitario.

A los actores armados legales e ilegales les reiteramos el cumplimiento pleno del Derecho Internacional Humanitario, de los derechos humanos y el respeto a la autodeterminación de los pueblos. Les exigimos que no utilicen ni recluten a niños/niñas menores de edad para la guerra.

A las autoridades estatales les pedimos promover condiciones de vida digna que garanticen los derechos fundamentales y abran posibilidades para que la juventud tenga un futuro en este territorio y se evite su ingreso a la economía ilícita y a los grupos armados.

La hermana Yolanda Cerón

No podemos dejar de mencionar el sacrificio de una religiosa que trabajaba en la Diócesis de Tumaco. El siguiente informe lo tomo de las noticias de ACNUR, agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, en publicación del miércoles 18 de marzo de 2009.

La hermana Yolanda Cerón, directora de la Pastoral Social, una de las más acérrimas defensoras de los derechos de las comunidades menos favorecidas, fue asesinada por sicarios mientras salía de su oficina, el 19 de septiembre de 2001. Según las versiones de los medios de comunicación, la comunidad y entidades como Amnistía Internacional, la religiosa fue ultimada por grupos paramilitares y el crimen obligó a muchos de los líderes de Tumaco a  refugiarse en otros municipios.

Óscar Romero, arzobispo de San Salvador supo cómo aproximar la fe a la política


Volvamos a la república del Salvador, para conocer algo más sobre Monseñor Óscar Romero, arzobispo de San Salvador. Él supo cómo aproximar la fe a la política, que no es hacer política partidista escudándose en la fe. De él dicen que fue un testigo poderoso; un mártir es un testigo de la fe, hasta la muerte por ella. La fe no consiste sólo en decir que uno cree, sino en vivir lo que se cree.

Quienes conocieron a Monseñor Romero nos dice que su fe era comprometida con la historia, con nuestro mundo, el que conocemos y vivimos.[5] La vida de Monseñor Romero, su palabra en sus escritos y en su predicación, mostraban el camino del Evangelio para responder a la situación de nuestra sociedad, desde la fe. Él entendió, y así lo decía, que la opción preferencial por los pobres supone nuestra conversión, un cambio de enfoque de la vida. Su legado no se quedó en El Salvador; ha traspasado las fronteras.

El P. Rutilio Grande, S. J

Eran tiempos difíciles para la Iglesia en ese país centroamericano, cuando, en 1977, Monseñor Romero tomó posesión de la sede arzobispal en San Salvador.[6]

El 12 de marzo de 1977, el P. Rutilio Grande, S. J., amigo intimo de Mons. Romero fue asesinado en la ciudad de Aguilares junto con dos campesinos. Grande llevaba cuatro años al frente de la parroquia de Aguilares, donde había promovido la creación de comunidades cristianas de base y la organización de los campesinos de la zona. (…) El arzobispo Romero reaccionó a este asesinato convocando a una misa única, para mostrar la unidad de su clero.

Monseñor Romero denunció en sus homilías, los atropellos contra los derechos de los campesinos, de los obreros, de sus sacerdotes, y de todas las personas que recurrieran a él, en el contexto de violencia (…) que vivía el país. En sus homilías posteriores a la muerte de Rutilio Grande, (…), pide una mayor justicia en la sociedad. Durante los tres años siguientes, sus homilías, transmitidas por la Radio diocesana YSAX denuncian la violencia tanto del gobierno militar como de los grupos armados de izquierda. Señala especialmente hechos violentos como los asesinatos cometidos por escuadrones de la muerte y la desaparición forzada de personas, cometida por los cuerpos de seguridad. En agosto de 1978, publica una carta pastoral donde afirma el derecho del pueblo a la organización y al reclamo pacífico de sus derechos.

Un llamamiento al ejército salvadoreño

Un día antes de su muerte, Monseñor Romero hizo un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño:

Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles… Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: “No matar”. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.

Oscar Romero

Asesinado mientras celebraba la Eucaristía

El día lunes 24 de marzo de 1980 fue asesinado, cuando celebraba una misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia, en la colonia Miramonte de San Salvador. Un disparo hecho por un francotirador impactó en su corazón, momentos antes de la Consagración. Tenía entonces Mons. Romero 62 años de edad. Sus restos mortales descansan en la cripta de la Catedral de San Salvador.

El 12 de mayo de 1994 la Arquidiócesis de San Salvador pidió permiso a la Santa Sede para iniciar el proceso de canonización El proceso diocesano concluyó en 1995 y el expediente fue enviado a la Congregación para la Causa de los Santos, en el Vaticano, (la cual) en 2000 se lo trasfirió a la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el cardenal Joseph Ratzinger, actual Papa Benedicto XVI, para que analizara concienzudamente los escritos y homilías de monseñor Romero. Una vez terminado dicho análisis, en 2005 el postulador de la causa de canonización, monseñor Vicenzo Paglia, informó a los medios de comunicación de las conclusiones del estudio: “Romero no era un obispo revolucionario, sino un hombre de la Iglesia, del Evangelio y de los pobres”.

El proceso seguirá nuevos trámites, que si son superados, podrían acercar la fecha en que Óscar Arnulfo Romero sea elevado a los altares.

Estos ejemplos nos hablan claro sobre cómo la Iglesia cumple con su misión de anunciar la dignidad del ser humano y de denunciar las injusticias y la violencia que se cometen contra ella.


[1] Carlo M. Martín, Georg Sporschill, Coloquios nocturnos en Jerusalén, San Pablo, P. 182ss

[2] La siguiente información está tomada de Wikipedia

[4] Información tomada de Wikipedia

[6] Lo que sigue está tomado de Wikipedia

Reflexión 127 Misión de anunciar y denunciar

Compendio de la D.S.I. N° 81

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Salvación = Reino de Dios = Comunión con Dios y con los hermanos

Estamos estudiando el N° 81 del Compendio de la D.S.I. En la reflexión anterior aprendimos que el Señor encomendó a la Iglesia la misión de anunciar y comunicar la salvación. Y algo interesante; aprendimos también, que la salvación es lo mismo que el Reino de Dios y que el Reino consiste en la comunión con Dios y con nuestros hermanos. Por lo tanto, si logramos mantenernos en comunión con Dios y con los demás, podremos gozar del Reino que se va construyendo en la tierra y un día se consumará en el cielo. No podemos olvidar que para mantenernos en comunión con Dios y con los demás, necesitamos la ayuda de la gracia. Solos no podemos nada.

Profundizamos algo, la semana pasada, en que la Iglesia, como parte de la misión de comunicar la salvación, que el Señor le ha encomendado, realiza una tarea de anuncio y de denuncia. ¿De qué anuncio y de qué denuncia se trata? ¿Qué anuncia y qué denuncia la Iglesia? El N° 81 nos explica que, ante todo, la Iglesia anuncia una visión del ser humano y de la sociedad, que es propia de la Iglesia. La visión que la Iglesia tiene del ser humano, es una visión completa, integral, de lo que es la persona humana. La visión integral del ser humano que los cristianos tenemos, toma a la persona en su totalidad, no sólo desde su aspecto material, biológico, sino también desde sus aspectos intelectual y espiritual. Cuando la Iglesia habla del ser humano, cuando defiende sus derechos, defiende la totalidad de sus derechos, como persona total, no sólo considerada bajo un aspecto, por ejemplo el biológico. Ahora, para defender el aborto, se habla tranquilamente del derecho de la mujer a su propio cuerpo, como si el uso que haga de él no tuviera implicaciones que van más allá de su propia biología.

Las células madre embrionarias

Lo que aprobó el presidente Obama en estos días sobre las células madre embrionarias, nos puede ayudar a comprender esto. El presidente de los EE.UU. levantó la prohibición que existía en ese país, de utilizar dinero federal en la investigación con células madre embrionarias, es decir utilizar con ese fin dinero producto de los impuestos que pagan todos los ciudadanos. La Iglesia no está contra la investigación sobre las células madre, pero defiende al embrión como una persona que aunque no nacida, tiene la misma dignidad de todos los seres humanos. No se puede considerar al embrión sólo como un tejido biológico. Si para tomar células madres destruyen un embrión, destruyen a un ser humano diminuto, todavía no completamente desarrollado para empezar una vida independiente y por eso no nacido todavía, pero que tiene la dignidad de hijo de Dios. No importa que lo que se pretenda sea curar a un enfermo. Tampoco es lícito quitar a una persona viva un órgano vital, que implique su muerte, con el fin de salvar a otra.

Es un punto de partida fundamental, éste de considerar a la persona humana en su totalidad, porque cuando se considera sólo una parte de ella, por ejemplo solo la parte biológica del hombre, se limitan los derechos de la persona equiparándolos a los mismos que pueden tener los seres vivos no humanos. Basta que consideremos el derecho a la vida y al desarrollo espiritual e intelectual que tiene el ser humano, para que comprendamos cómo se disminuye su dignidad y cómo se recortan sus derechos, si no es considerado de manera total, integral. Que la Iglesia anuncie que el ser humano no es sólo biología, que es un ser creado a imagen y semejanza de Dios, inteligente, espiritual, indica un camino de defensa de la dignidad humana muy distinto al que puedan seguir los no creyentes.

Educación integral es educación del hombre considerado en su totalidad

Añade el Compendio de la D.S. que la Iglesia anuncia, es decir, enseña, esa visión integral de la persona humana, no sólo para que se quede en el nivel teórico, sino para que aplique en la práctica. Es que nuestra fe no es sólo para conocerla a nivel intelectual sino para vivirla. Esto quiere decir, por ejemplo, que no se puede buscar la perfección del hombre sólo en lo material o lo intelectual, abandonando lo espiritual, porque se estaría recortando lo que es la persona; no se estaría considerando a la persona humana de manera integral. El pleno desarrollo de la persona no se puede conseguir si no se la considera de manera completa. Es muy importante para los padres de familia este anuncio de la Iglesia. Es muy importante para los colegios y universidades, que no deberían educar sólo para el éxito en el mundo material, en la sociedad de consumo. Eso sucede cuando se piensa que la grandeza del ser humano está en tener y no en el ser.

Hemos visto que la D.S.I. ofrece principios, valores y criterios de juicio, y esos principios, valores y criterios son para que vivamos de acuerdo con ellos, con la ayuda de la gracia. De los principios, valores y criterios que nos enseña la D.S.I. se derivan normas y directrices de acción. De acuerdo con ellos debemos vivir en nuestra vida privada y pública. Por ejemplo, un parlamentario cristiano no puede olvidarse de los principios, valores y criterios cristianos cuando tiene delante la aprobación de un proyecto de ley que atente contra la persona humana considerada de manera integral. Eso tiene plena aplicación, cuando se trate de la aprobación de leyes que atenten contra la vida, contra la dignidad de la persona, contra sus derechos, los derechos de la familia o del trabajador. El comunicador social, si es coherente, debe defender la vida desde su concepción hasta la muerte natural. En temas como el de las células madre embrionarias algunos asumen una posición extraña, como si el fin justificara los medios, porque defienden la investigación o el uso de las células madre embrionarias, con el argumento de que se trata del avance de las ciencias de la salud.

Cuando actuamos en algo que pueda afectar a los demás, si hay dudas sobre si está bien o mal lo que hacemos, en la D.S.I. podemos encontrar la orientación. Con esta orientación la Iglesia cumple su tarea de formar las conciencias.

La Iglesia defiende, pues, a la persona humana, entendida de manera integral, Ese es su anuncio. La visión integral del ser humano que los cristianos tenemos, toma a la persona en su totalidad, no sólo desde su aspecto material, biológico, sino también desde sus aspectos intelectual y espiritual. De igual manera, el desarrollo de la sociedad, según la concepción cristiana del desarrollo, debe ser integral; el desarrollo de la sociedad no se puede concebir sólo como un desarrollo económico, porque el ser humano, considerado de modo integral, tiene necesidades que no son sólo materiales, sino que pueden ser además, necesidades intelectuales, morales y espirituales.

El valor de la persona y de la sociedad están en el Ser, no en Tener

Recordemos que la persona o la sociedad que buscaran sólo su desarrollo económico, que buscaran sólo tener más, estarían orientados hacia el tener y no hacia el ser. La persona y la sociedad son más valiosas, no porque tengan más, sino porque son más, y los valores morales, espirituales, intelectuales, son los que constituyen el verdadero valor de las personas. Una persona con mucho dinero pero sin valores morales, espirituales ni intelectuales, no es la más apreciada en la sociedad; quizás puede llegar a ser temida por el daño que pueda hacer o puede ser adulada para conseguir de ella algún beneficio. ¿Amada, una persona sin valores? Sí, por su familia.

Eso sucede cuando se piensa que la grandeza del ser humano está en tener y no en el ser.

La Tarea de Denunciar

Sigamos ahora con la misión de denunciar que ha sido encomendada a la Iglesia. La Iglesia, además de anunciar, tiene también la tarea de denunciar. La Iglesia anuncia y denuncia. ¿Qué denuncia la Iglesia? Este asunto lo desarrolla la parte siguiente del N° 81 del Compendio de la D.S. Leámoslo:

La doctrina social comporta también una tarea de denuncia, en presencia del pecado: es el pecado de injusticia y de violencia que de diversos modos afecta la sociedad y en ella toma cuerpo.[1] Esta denuncia se hace juicio y defensa de los derechos ignorados y violados, especialmente de los derechos de los pobres, de los pequeños, de los débiles.[2] Esta denuncia es tanto más necesaria cuanto más se extiendan las injusticias y las violencias, que abarcan categorías enteras de personas y amplias áreas geográficas del mundo, y dan lugar a cuestiones sociales, es decir, a abusos y desequilibrios que agitan a las sociedades. Gran parte de la enseñanza social de la Iglesia, es requerida y determinada por las grandes cuestiones sociales, para las que quiere ser una respuesta de justicia social.

La violencia y la injusticia se incorporan en personas

Entonces, ¿qué denuncia la Iglesia? Denuncia la injusticia y la violencia que afectan a la sociedad y en ella toman cuerpo. La injusticia y la violencia toman cuerpo en la sociedad porque los injustos y los violentos son miembros de la sociedad. La injusticia y la violencia no son sólo conceptos: son personas que actúan de modo injusto y violento. Podríamos decir que la injusticia y la violencia toman cuerpo en personas. No son las empresas las injustas, no es el Estado el injusto o el violento, son las personas dueñas o administradoras de las empresas o las personas que manejan el Estado desde el parlamento o desde el poder ejecutivo o desde los estrados judiciales quienes obran injustamente o con violencia. No es injusta la ciencia, no es injusta la medicina, pero sí pueden no obrar justamente los científicos o los médicos. Lo mismo se puede decir de todas las profesiones y oficios.

Y, ¿de dónde resulta injusto y violento el ser humano? El Compendio de la D.S.I. se refiere, en el N° 81 que estamos estudiando, a las palabras de la Gaudium et spes en el N° 25. Allí podemos encontrar la respuesta.

Para ponernos en contexto, nos dice la Gaudium et spes que la persona humana, (…) por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social. Afirma que (…) a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y lo capacita para responder a su vocación. Sin embargo, nos advierte el Concilio Vaticano II que

(…) la persona humana, en lo tocante al cumplimiento de su vocación, incluida la religiosa, recibe mucho de esta vida en sociedad, no se puede, sin embargo, negar que las circunstancias sociales en que vive / y en que está como inmersa desde su infancia, con frecuencia la apartan del bien y la inducen al mal. Es cierto que las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones propias de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que trastornan también el ambiente social. Y cuando la realidad social se ve viciada por las consecuencias del pecado, el hombre, inclinado ya al mal desde su nacimiento, encuentra nuevos estímulos para el pecado, los cuales sólo pueden vencerse con denodado esfuerzo / ayudado por la gracia.

Inclinado al mal desde su nacimiento y estimulado a él por el ambiente

¿Qué aparta del bien e induce al mal, a la injusticia y a la violencia, al ser humano? Empecemos por las últimas líneas que acabamos de leer en la Gaudium et spes: el hombre está inclinado al mal desde su nacimiento, como consecuencia del pecado, y si, además la realidad social en que vive está viciada por el pecado, la persona humana está sometida a nuevos estímulos para pecar. Y la Gaudium et spes nombra circunstancias sociales en que vive el ser humano y que pueden ser propicias para inclinarnos al mal: las que son propias de las estructuras económicas, políticas y sociales; pero no podemos adjudicar toda la culpa a las circunstancias exteriores; a las estructuras económicas o políticas, por ejemplo. El Concilio Vaticano II, en esa extraordinaria Constitución, la Gaudium et spes, dice que las perturbaciones que agitan la realidad social proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos. La sociedad está conformada por individuos. La sociedad no es sólo un concepto, una idea. Si la sociedad en su conjunto es soberbia o egoísta, es porque sus miembros obran guiados por el egoísmo o la soberbia.

A uno no lo dañan irremediablemente desde fuera

Hay una responsabilidad en cada uno de nosotros. No echemos la culpa al ambiente. A uno no lo dañan irremediablemente desde fuera, si internamente no está inclinado a recibir esas influencias negativas. Claro que un ambiente que nos bombardea con estímulos hacia la soberbia y el egoísmo nos prepara negativamente para obrar con soberbia y egoísmo.

¿Dónde encontramos remedio para estos males? La última línea de la Gaudium et spes que leímos, nos indica el único camino para vencer los estímulos al pecado: nos dice que esos estímulos sólo pueden vencerse con denodado esfuerzo ayudado por la gracia. Sin la ayuda de la gracia no podemos hacer nada, pero pongamos atención también a las palabras denodado esfuerzo ayudado por la gracia. Ayudados por la gracia, es necesario también un denodado esfuerzo nuestro.

Denuncia de la injusticia y de la violencia

Estamos estudiando ahora la misión de denuncia que se ha encomendado a la Iglesia. La denuncia se refiere en particular a la injusticia y a la violencia contra el ser humano. Nos dice el Compendio:

Esta denuncia se hace juicio y defensa de los derechos ignorados y violados, especialmente de los derechos de los pobres, de los pequeños, de los débiles.

Alguien podría preguntar dónde y cuándo la Iglesia denuncia la injusticia o defiende los derechos ignorados, especialmente los derechos de los pobres, de los pequeños, de los débiles.

Pensemos en la actuación de la Iglesia representada en el Papa y en los obispos. La D.S.I., como hemos estudiado, la llamamos Doctrina Social de la Iglesia, porque la Iglesia la elabora, la difunde y la enseña. Está basada en la Sagrada Escritura, pero la elabora el Magisterio universal: los Papas, los obispos, los concilios, las conferencias episcopales. Y la D.S.I. hace un juicio y defensa de los derechos ignorados y violados, especialmente de los derechos de los pobres, de los pequeños, de los débiles. Basta leer las encíclicas sociales, desde León XIII hasta Benedicto XVI. Nuestro Papa actual nos ha anunciado que su próxima encíclica será sobre la doctrina social, y la primera, Dios es amor, se ocupa del tema más social de todos: del amor.

¿Cuáles son las cuestiones sociales?

Dice el Compendio en el N° 81: Gran parte de la enseñanza social de la Iglesia, es requerida y determinada por las grandes cuestiones sociales, para las que quiere ser una respuesta de justicia social. ¿Cuáles son las cuestiones sociales? Son los abusos y desequilibrios que agitan a las sociedades (La explicación de lo que son las cuestiones sociales está en el mismo N° 81).

Si recorremos el documento de Aparecida, que recoge las conclusiones del análisis de la realidad de nuestro continente, encontraremos que está lleno de pronunciamientos de la Iglesia sobre los abusos y desequilibrios de nuestras sociedades. Trata profundamente el tema de la dignidad del ser humano y denuncia la violencia y la injusticia. Sólo como ejemplo, el capitulo 8° lleva como título Reino de Dios y promoción de la dignidad humana. Señala allí algunas de las prioridades y tareas de la Iglesia en América Latina y el Caribe. La primera tarea que enumera es la Dignidad humana. Nos advierte allí, Aparecida en el N° 387, que la cultura actual tiende a proponer estilos de ser y vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano. El impacto dominante de los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero se han transformado, por encima del valor de la persona, en la norma máxima de funcionamiento y el criterio decisivo en la organización social.

Esa es una clara denuncia de la cultura actual que propone estilos de ser y vivir contrarios a la dignidad de la persona humana.

Un acontecimiento divino de vida

En el N° 388, los obispos en Aparecida proclaman la doctrina sobre la persona humana. Dicen:

Proclamamos que todo ser humano existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva en cada instante. La creación del varón y la mujer, a su imagen y semejanza, es un acontecimiento divino de vida, y su fuente es el amor fiel del Señor. Luego, sólo el Señor es el autor y dueño de la vida, y el ser humano, su imagen viviente, es siempre sagrado, desde su concepción, en todas las etapas de la existencia, hasta su muerte natural y después de la muerte. La mirada cristiana sobre el ser humano / permite percibir su valor que trasciende todo el universo: “Dios nos ha mostrado de modo insuperable cómo ama a cada hombre, y con ello le confiere una dignidad infinita.”

La última frase es de Juan Pablo II a las personas con discapacidad, en el Ángelus del 16 de noviembre de 1980: “Dios nos ha mostrado de modo insuperable cómo ama a cada hombre, y con ello le confiere una dignidad infinita.

Es ese el pensamiento que anuncia la Iglesia sobre la persona humana. Y denuncia la Iglesia todo lo que viole la dignidad de la persona humana.

De manera que la primera prioridad entre las tareas de la Iglesia en América Latina, – que señala Aparecida, – tiene que ver con la dignidad de la persona.

La tarea de la opción por los pobres

La segunda tarea se refiere a la opción por los pobres y excluidos. ¿Qué es eso de opción? Es la elección que uno hace de algo entre varias posibilidades. Veamos a qué ha elegido la Iglesia dedicar su esfuerzo de manera preferencial. Esto dice el documento de Aparecida en el N° 391:

Dentro de esta amplia preocupación por la dignidad humana, se sitúa nuestra angustia por los millones de latinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar una vida que responda a esa dignidad. La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña.

Sobre la opción por los pobres nos dicen los obispos de América Latina y el Caribe, que esa opción está implícita en nuestra fe en Jesucristo y que estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos. Y cita a la conferencia de Santo Domingo que dice: Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo.[3]

Nos podemos preguntar en qué forma se debe manifestar la opción preferencial por los pobres, para que no se convierta sólo en buenas intenciones. El mismo documento de Aparecida es muy firme en este sentido, cuando se trata de la acción de la Iglesia, pues dice en el N° 397:

En esta época, suele suceder que defendemos demasiado nuestros espacios de privacidad y disfrute, y nos dejamos contagiar fácilmente por el consumismo individualista. Por eso, nuestra opción por los pobres corre el riesgo de quedarse en un plano teórico o meramente emotivo, sin verdadera incidencia en nuestros comportamientos y en nuestras decisiones. Es necesaria una actitud permanente / que se manifieste en opciones y gestos concretos (…)[4]

Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos más difíciles, eligiéndolos para compartir horas, semanas o años de nuestra vida, y buscando, desde ellos, la transformación de la situación. No podemos olvidar que el mismo Jesús lo propuso con su modo de actuar / y con sus palabras: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos” (Lc 14,13)

No es suficiente la competencia profesional

La D.S.I., como hemos visto, no sólo nos enseña principios, valores y criterios de juicio, sino que nos ofrece también normas y directrices de acción, en coherencia con sus principios, valores y criterios de juicio. La Iglesia quiere bajar a lo práctico. Es interesante que en una encíclica tan profunda como Deus caritas est, Benedicto XVI se detiene en detalles sobre el comportamiento de los profesionales que prestan sus servicios a los que sufren. Empieza por pedirles que sean profesionalmente competentes, pero añade que no es suficiente la competencia profesional, pues tiene que ir acompañada de humanidad. Les vendría muy bien tener en cuenta estas palabras a quienes dirigen la educación de profesionales de la salud, de abogados, de empleados que atienden al público, tanto en instituciones de la Iglesia como en organizaciones civiles. Dice el Papa en Deus caritas est, en el N° 31 a):

Por lo que se refiere al servicio que se ofrece a los que sufren, es preciso que sean competentes profesionalmente: quienes prestan ayuda han de ser formados de manera que sepan hacer lo más apropiado y de la manera más adecuada, asumiendo el compromiso de que se continúen después las atenciones necesarias. Un primer requisito fundamental es la competencia profesional, pero por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial. Cuantos trabajan en las instituciones caritativas de la Iglesia deben distinguirse por no limitarse a realizar con destreza lo más conveniente en cada momento, sino por su dedicación al otro con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una « formación del corazón»: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento / por así decir / impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad (cf. Ga 5, 6).

Nuestra fe es maravillosa cuando se vive. Tenemos ejemplos que cautivan al mundo: la Madre Teresa de Calcuta, por ejemplo, que es una entre muchos. La historia de la Iglesia tiene muchos ejemplos de amor al prójimo en diversas formas, especialmente amor a los pobres y a los que sufren. Amor al prójimo que ha llegado hasta el martirio. Y cada uno de nosotros, estoy seguro, conoce ejemplos cercanos.


[1] Cf Concilio Vaticano II, Const. Past. Gaudium et spes, 25: AAS 58 (1966) 1045-1046

[2] Ibidem 76: AAS 58 (1966) 1099-1110; Pío XII, Radiomensaje en el 50º aniversario de la « Rerum novarum »: AAS 33 (1941) 196-197.

[3] Santo Domingo N° 178

[4] Deus caritas est 28 y31

Reflexión 126 Compedio de la D.S.I. N° 81

Reino de Dios y Doctrina Social (II)

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Finalidad de la Doctrina Social de la Iglesia

En la reflexión pasada comenzamos a estudiar el N° 81 del Compendio de la D.S.I. Repasemos las principales ideas.

Nos dice la Iglesia que el objeto de la D.S. es el mismo suyo, es decir, el de la Iglesia, que realiza una tarea de anuncio y de denuncia; y nos vuelve a recordar que la finalidad de la doctrina social es de orden religioso y moral. Quizás insiste en esto porque con frecuencia se quiere politizar la D.S,I. Volvamos a leer la primera parte del N° 81, que dice:

El objeto de la doctrina social es esencialmente el mismo que constituye su razón de ser: el hombre llamado a la salvación y, como tal, confiado por Cristo al cuidado y a la responsabilidad de la Iglesia.[1] Con su doctrina social, la Iglesia se preocupa de la vida humana en la sociedad, con la conciencia (de) que / de la calidad de la vida social, es decir, de las relaciones de justicia y de amor que la forman, depende en modo decisivo / la tutela y la promoción de las personas que constituyen cada una de las comunidades. En la sociedad, en efecto, están en juego la dignidad y los derechos de la persona / y la paz en las relaciones entre las personas y entre las comunidades. Estos bienes deben ser logrados y garantizados por la comunidad social.

Es muy importante que se nos graben estas ideas, fundamentales en nuestra vida cristiana. Nos enseña la doctrina social que la misión de la Iglesia es anunciar y comunicar la salvación realizada en Jesucristo, que Él llama “Reino de Dios”, es decir la comunión con Dios y entre los hombres.

Esas dos líneas tienen mucho significado; nos dicen que el Reino de Dios consiste en la comunión con Dios y entre los hombres. El Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Lumen gentium, en el N° 5, nos enseña que la Iglesia, además de anunciar el Reino, ha recibido la misión de instaurarlo, en todos los pueblos. Decíamos que instaurar algo es lo mismo que establecerlo, o restaurarlo, si se ha deteriorado. La misión de la Iglesia es pues, anunciar y establecer el Reino de Dios.

Grabémonos estas tres ideas íntimamente relacionadas

1) La misión de la Iglesia es anunciar y comunicar la salvación realizada en Jesucristo. Entonces, la Iglesia existe para anunciar y comunicar la salvación realizada en Jesucristo por su vida, pasión, muerte y resurrección. La tarea, la misión encomendada a la Iglesia es anunciar y comunicar la salvación. La anuncia con la palabra y comunica la salvación, especialmente por medio de los sacramentos.

2) De manera que la primera idea es que La misión de la Iglesia es anunciar y comunicar la salvación realizada en Jesucristo. Segunda idea: A la salvación la llama Jesucristo, Reino de Dios. Como bien observaba una de nuestras oyentes, la semana pasada, cuando rezamos el tercer misterio de la luz en el santo rosario, decimos: La proclamación del reino de Dios invitando a la conversión. Jesús anunciaba la salvación, el Reino, e invitaba a cambiar de vida, que es lo mismo que invitar a la conversión; invitaba a vivir de acuerdo con el Reino de Dios, que es como Jesús llama a la salvación.

Un mundo en estado de misión

3) Tercera idea: vivir de acuerdo con el Reino de Dios. Como El Reino de Dios consiste en la comunión con Dios y entre los hombres, vivir de acuerdo con el Reino de Dios es lo mismo que vivir en comunión con Dios y con los hombres, y la manera de instaurar el Reino de Dios, – misión de la Iglesia, – es anunciar y practicar la comunión con Dios y entre los hombres. Si no se practica la comunión con Dios y entre los hombres, el Reino no se ha establecido todavía… Creo que por eso el mundo en que vivimos, donde no hay comunión con Dios y tampoco se practica el amor entre los seres humanos, es un mundo en misión, en el que es indispensable anunciar el Reino e invitar a la conversión.

Como todos los bautizados somos miembros de la Iglesia, nuestra misión es colaborar en la instauración del Reino de Dios. Tengamos presente que no se trata de establecer un reino terrenal, sino el Reino de Dios.

¿Cómo podemos realizar la parte que nos toca en el establecimiento del Reino? Tenemos que empezar por nuestra propia conversión; que el Reino se establezca en nosotros, practicando la comunión con Dios y con los hombres. Si se lograra que en el mundo todos estuviéramos en comunión con Dios y con los demás seres humanos, el mundo llegaría a ser el Reino de Dios. Sabemos que ese Reino de justicia, de amor y de paz se consumará definitivamente en el cielo, pero, mientras tanto, es deber de la Iglesia y por lo tanto es deber nuestro, anunciar y comunicar el Reino, que es lo mismo que anunciar y comunicar la salvación.

¿Cuándo empieza y cómo se fortalece nuestra comunión con Dios?

La comunión con Dios empieza con el sacramento del bautismo y se fortalece con los demás sacramentos y con la oración. Esa comunión se puede perder, por eso Jesús predicaba la conversión, es decir volver a la unión con Dios y con los demás. Como el Señor sabe que somos débiles y a pesar de que Él nos redimió, por el pecado original somos propensos a volver a caer y perder la comunión con Él, nos dejó el regalo del sacramento de la Reconciliación. El sacramento de la Reconciliación, que es el de la conversión, nos vuelve a la amistad con Dios, sana la ruptura nuestra con Dios y con nuestros hermanos, por el pecado. Se realiza así la conversión, a la que somos llamados en el anuncio del Reino, como leemos en Mc 1,15: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.

Nos queda claro el pensamiento sobre la comunión con Dios, como primer elemento que constituye el Reino. Y ¿qué decir del segundo elemento del Reino de Dios, la comunión entre los hombres?

Un amor activo, no sólo de palabras

La proclamación del Reino de Dios fue insistente y clara en las palabras de Jesús, y perfectamente coherente con su vida. Recordemos que cuando se despedía, en la última Cena, nos dejó el Nuevo Mandamiento, el del amor; y cuando lavó los pies a sus discípulos, nos enseñó que amar es servir.[2] Había dicho Jesús que no vino a ser servido sino a servir. El amor que nos enseñó, por lo tanto el amor cristiano, es un amor activo, no un amor de solas palabras.

Repitamos el pensamiento que hemos considerado varias veces: cuando nos encontremos con el Señor, en el Juicio, confiamos en que por su misericordia nos dirá que merecemos la herencia del Reino que se nos preparó desde la creación del mundo y la razón será que vivimos de acuerdo con el Mandamiento del amor, que lo reconocimos a Él en nuestros hermanos, especialmente en los más necesitados, y al socorrerlos a ellos, lo socorrimos a Él.

Vivir como Él vivió: sirvió, amó hasta el extremo

La comunión con los demás, que constituye el segundo elemento del Reino de Dios, no es algo etéreo, filosófico, sino que es algo práctico, no sólo de palabras. San Juan, en su primera carta, 2, 6, anota que Quien dice que permanece en Él, – en Jesús,debe vivir como vivió Él. Como recordamos, en el capítulo 13 de su Evangelio, dice San Juan que Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Permanecer en él, estar en comunión con él, conduce a estar en comunión con los demás, con nuestros hermanos. Los santos que llegan una íntima comunión con Dios, llegan a amar a los demás, como Jesús: hasta el extremo.

Amar a los demás, vivir en comunión con ellos, es, por ejemplo, preocuparse por su calidad de vida en la sociedad y hacer lo que nos corresponda. Si en los demás reconocemos a Jesús, seguramente no vamos a quedar indiferentes. No podemos quedar indiferentes, cuando por todas partes vemos a Jesús, en los pobres.

¿Cómo trabajar por el Reino de Dios?

Si trabajamos por la unión, por la paz, por la no violencia, por el amor y no por la división, estaremos trabajando en la construcción del Reino de Dios. Por el contrario, en la división no está Dios ni por ese camino llega su Reino. Jesús nos previno en Lc 11,17 y en Mc 3, 24s, que si un reino está dividido contra sí mismo no puede ese reino permanecer en pie. Y si una casa está dividida contra sí misma, no podrá la tal casa permanecer en pie.

En resumen: el reino de Dios que llegará a la perfección en el cielo, y se debe establecer en la tierra, tiene dos elementos inseparables: la comunión con Dios y con nuestros hermanos.

El ser humano está confiado por Cristo al cuidado y a la responsabilidad de la Iglesia

Sigamos ahora con el primer párrafo del N° 81 del Compendio de la D.S.I. Nos explica allí, que, el ser humano está confiado por Cristo al cuidado y a la responsabilidad de la Iglesia. La D.S. es un esfuerzo de toda la Iglesia para cumplir con la misión de cuidar de la persona humana. Dice:

Con su doctrina social, la Iglesia se preocupa de la vida humana en la sociedad, con la conciencia (de) que de la calidad de la vida social, es decir, de las relaciones de justicia y de amor que la forman, depende en modo decisivo la tutela y la promoción de las personas que constituyen cada una de las comunidades. En la sociedad, en efecto, están en juego la dignidad y los derechos de la persona y la paz en las relaciones entre las personas y entre las comunidades. Estos bienes deben ser logrados y garantizados por la comunidad social.

Esto nos explica por qué la Iglesia promueve la calidad de vida de todos y en particular de los pobres. Es que para la Iglesia Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.[3] La calidad de vida social depende de las relaciones de justicia y de amor. La pobreza que domina hoy en el mundo es una señal de que la instauración del Reino de Dios requiere mucho trabajo. No hay comunión entre los hombres, ni siquiera en las familias, como lo vemos por la violencia intrafamiliar, y eso es señal de que tampoco la comunión con Dios reina en el mundo.

Si no hay justicia, el amor se convierte en sólo palabras. En la sociedad están en juego la dignidad, los derechos de las personas y la paz. La D.S.I. nos orienta sobre cómo lograr esos bienes, indispensables en la comunidad social. La dignidad y los derechos de las personas no se pueden garantizar si no hay justicia.

Por lo que hemos meditado hoy, para que de verdad estemos en comunión con el Señor, para que permanezcamos con él, tenemos que vivir como vivió Él. Él vivió y murió sirviendo. En el Reino que el cristianismo tiene como misión instaurar, uno de los valores más importantes es el servicio. No puede haber comunión con nuestros hermanos, sin espíritu de servicio.

Miembros activos de la Generación S

Terminamos el programa anterior con una invitación a los jóvenes a servir, a preguntarse cuál es su misión en la vida, cuál es la huella que quieren dejar a su paso. Los jóvenes cristianos de hoy pertenecen a la Generación S, la del servicio. Hay muchos, que con santo orgullo pueden decir que son miembros activos de la Generación S.

Las palabras del N° 81 del Compendio, que estamos estudiando, nos señalan la tarea que tenemos por delante; nos dice que En la sociedad, (…) están en juego la dignidad y los derechos de la persona y la paz en las relaciones entre las personas y entre las comunidades. Estos bienes deben ser logrados y garantizados por la comunidad social.

¿Con quién nos debemos alinear?

Cuando veamos que están en juego la dignidad y los derechos de las personas, sabemos cuál tiene que ser nuestra posición, si queremos colaborar en el establecimiento del Reino de Dios. Cuando esté en juego la paz entre las personas y entre las comunidades, sabemos también con quién nos debemos alinear, para lograr el bien de la paz; no puede ser con quienes despojan de sus tierras a los campesinos, con quienes utilizan como arma la violencia, con quienes siembran minas y destrozan las personas, con quienes patrocinan leyes injustas o son injustos con sus trabajadores, con quienes siembran cizaña entre las familias y los grupos.

El N° 81 del Compendio de la D.S.I. nos enseña que el Señor encomendó a la Iglesia la misión de anunciar y comunicar la salvación, que consiste en la comunión con Dios y con nuestros hermanos. En lo referente a la comunión con los demás, la misión de comunicar la salvación implica luchar por la justicia, defender y promover la calidad de la vida social, es decir, de las relaciones de justicia y de amor, pues de esto depende en modo decisivo, la protección y la promoción de las personas.

¿Qué anuncia la Iglesia?

Nos enseña la Iglesia que En esta perspectiva, – la de promover la comunión entre todos, –la doctrina social realiza una tarea de anuncio y de denuncia. Veamos en qué consiste la tarea de anuncio y de denuncia. Continúa el N° 81 con estas palabras, en que nos explica primero cuál es el anuncio:

Ante todo, el anuncio de lo que la Iglesia posee como propio: « una visión global del hombre y de la humanidad »,[4] no sólo en el nivel teórico, sino práctico. La doctrina social, en efecto, no ofrece solamente significados, valores y criterios de juicio, sino también las normas y las directrices de acción que de ellos derivan.[5] Con esta doctrina, la Iglesia no persigue fines de estructuración y organización de la sociedad, sino de exigencia, dirección y formación de las conciencias.

Algo que la Iglesia posee como propio

De manera que el anuncio es, ante todo, de algo que la Iglesia posee como propio: una visión global de la persona humana. ¿Qué es eso de la visión global de la persona humana? El Papa Pablo VI en la encíclica Populorum progressio, en el N° 13, nos dice que la Iglesia, que no se identifica con la comunidad política, quiere ayudar al desarrollo pleno de los pueblos, ofreciéndoles lo que es patrimonio exclusivo de ella: una visión completa del hombre y de la humanidad.[6] Visión global, es lo mismo, entonces, en este contexto, que visión completa. Es un texto importante. Leamos algunas líneas del N° 13 de la Populorum progressio, donde se refiere a la Iglesia y el mundo:

13. (…) La presente situación del mundo exige una acción de conjunto, que tenga como punto de partida una clara visión de todos los aspectos económicos, sociales, culturales y espirituales. Con la experiencia que tiene de la humanidad, la Iglesia, sin pretender de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados «sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu Paráclito, la obra misma de Cristo quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido»(Lc 7,22). Fundada para establecer desde acá abajo el Reino de los cielos y no para conquistar un poder terrenal, afirma claramente que los dos campos son distintos, de la misma manera que son soberanos los dos poderes, el eclesiástico y el civil, cada uno en su terreno.[7] Pero, viviendo en la historia, ella debe «escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio»[8]. Tomando parte en las mejores aspiraciones de los hombres y sufriendo al no verlas satisfechas, desea ayudarles a conseguir su pleno desarrollo y esto precisamente porque ella les propone lo que ella posee como propio: una visión global del hombre y de la humanidad.

El gran aporte de la encíclica Populorum progressio

Dicen algunos comentaristas, que el gran aporte de la encíclica Populorum progressio, fue la presentación de la concepción cristiana del desarrollo, que según la D.S.I. debe ser integral; no se puede concebir sólo como un desarrollo económico, porque el ser humano, considerado de modo integral, tiene necesidades que no son sólo materiales, sino que pueden ser además, necesidades intelectuales, morales y espirituales. La persona o la sociedad que buscaran sólo su desarrollo económico, que buscaran sólo tener más, estarían orientados hacia el tener y no hacia el ser. La persona y la sociedad son más valiosas, no porque tengan más, sino porque sean más, y son los valores morales, espirituales, intelectuales, los que dan el verdadero valor a la personas. Este tema lo tratamos ya en octubre de 2008. Quien quiera repasarlo lo encuentra en este ’blog’ en la Reflexión 113.

La Iglesia anuncia el valor del hombre, concebido de modo integral

La Iglesia, entonces, anuncia el valor del hombre, concebido de modo integral, con todas sus dimensiones, no sólo la dimensión material. Este concepto de la persona humana, que fundamenta su dignidad en haber sido creada por Dios a su imagen y semejanza, está indisolublemente unido al ser humano, considerado lo mismo individualmente que como miembro de la sociedad. Por eso la Populorum progressio, en el N° 14, dice de modo tajante que El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico, que Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Menciona Pablo VI allí el pensamiento del P. Lebret con estas palabras:

Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto: «Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la Humanidad entera»[9].

Entonces, estamos viendo que el Señor encomendó a la Iglesia luchar por la justicia, defender y promover la calidad de la vida social, es decir, de las relaciones de justicia y de amor que la forman, porque de ella depende en modo decisivo la tutela y la promoción de las personas. Veíamos hace un momento que En esta perspectiva, la doctrina social realiza una tarea de anuncio y de denuncia.

Acabamos de ver en qué consiste la tarea del anuncio; la Iglesia anuncia

«una visión global (integral, completa) del hombre y de la humanidad », y añade la Iglesia que esa visión del hombre no la anuncia sólo en el nivel teórico, sino práctico. La doctrina social, en efecto, no ofrece solamente significados, valores y criterios de juicio, sino también las normas y las directrices de acción que de ellos derivan.

Principios, valores y criterios para VER y JUZGAR y directrices para ACTUAR

Esto es importante para no quedarnos en filosofías o teorías. Es verdad que la D.S.I. nos ofrece principios, valores y criterios de juicio para que veamos y juzguemos de acuerdo con ellos, pero la D.S. sigue con el ACTUAR, después de VER y JUZGAR, pues nos ofrece también normas y directrices de acción, en coherencia con sus principios, valores y criterios de juicio. Y termina esta parte del N° 81 del Compendio de la D.S.I. con esta aclaración:

Con esta doctrina, la Iglesia no persigue fines de estructuración y organización de la sociedad, sino de exigencia, dirección y formación de las conciencias.

Hemos visto que la Iglesia no se confunde con la comunidad política. La Iglesia no pretende por eso, estructurar u organizar la sociedad; como quien dice, no pretende gobernar. Eso toca a la comunidad política. Lo que la Iglesia entiende como misión suya, es orientar, formar las conciencias. Como vamos a ver, la misión de la Iglesia no es sólo anunciar, también denunciar es misión suya. Será éste, tema de la próxima reflexión.


[1] Cf Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 53: AAS 83 (1991) 859

[2] Jn 13, 5; 12-17

[3] Gaudium et spes, 1

[4] Pablo VI, Populorum progressio, 13: AAS 59 (1967) 264

[5] Cf Pablo VI, Carta apostólica Octogesima adveniens, 4; Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 41; Catecismo de la Iglesia Católica, 2423; Congregación para la Doctrina de la Fe, Instructio Libertatis conscientia, 72

[6] Síntesis del N° 13 de la encíclica Populorum progressio, tomada de 11 Grandes Mensajes, 2 BAC Minor

[7] Gaudium et spes, N° 3 & 2

[8] Cf encíclica Immortale Dei, 1 nov. 1885: Acta Leonis XIII, t.5, (1885) p.127

[9] L.J. Lebret, O.P., Dynamique concréte du developpment, París, Économie et Humanisme, Les Éditions Ouvrières, 1961, p. 28

Reflexión 125 febrero 26 de 2009

Compedio de la D.S.I. N° 80

Reino de Dios y Doctrina Social

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¿Quién determina la dirección de la doctrina social?

Vamos a terminar hoy el tema sobre la formación y desarrollo de la D.S.I. ¿Quiénes son sus autores?, ¿cómo se va desarrollando la D.S.?, ¿qué autoridad tiene para que la aceptemos o no, como creyentes?

En el programa anterior terminamos el estudio de los números 79 y 80 del Compendio de la D.S.I. Vimos allí que la D.S. nos enseña cómo comprende la Iglesia a la Sociedad, a la luz del Evangelio. Eso significa que por la D.S. sabemos cómo deben ser la Sociedad y nuestra relación con los demás, según la Palabra de Dios. Nuestra idea de la familia, de las relaciones laborales, del manejo de la política, – que debe buscar el bien común, – de la economía, de la cultura, es decir, toda la concepción de la sociedad, para nosotros, que seguimos el Evangelio, se debe originar en las enseñanzas que el Señor nos dejó en su Palabra, fundamento de nuestra fe.

Vimos también que esta doctrina social no es inventada por sociólogos ni políticos; la llamamos Doctrina Social de la Iglesia, porque la Iglesia la elabora, la difunde y la enseña. Nos dice también allí nuestro libro de texto, el Compendio de la D.S.I. en el N° 79, que la Iglesia que elabora la D.S., es toda la comunidad eclesial —sacerdotes, religiosos y laicos – según la diversidad de tareas, carismas y ministerios que a cada uno corresponden. Es decir que, la D.S.I. no es solamente la obra de un grupo de expertos sociólogos, economistas o políticos. No es tampoco la D.S. una doctrina producto solamente de la inteligencia de técnicos expertos de la Iglesia, sino que es resultado del análisis que toda la comunidad de la Iglesia hace de la realidad de la sociedad, comparándola con lo que la sociedad debería ser, según lo que el Señor nos enseña en la Sagrada Escritura.

También aprendimos en los programas anteriores, la diferencia entre el aporte del Magisterio de la Iglesia a la formación de la D.S. y el papel de los especialistas que colaboran en ella. El papel del Magisterio es clave; lo que opinen los especialistas particulares sin duda puede ayudar mucho a comprender y a desarrollar la D.S., pero su pensamiento no es aún doctrina de la Iglesia, sino que sólo representa la opinión de los autores, hasta cuando sea asumido como doctrina, por el Magisterio. Tengamos presente que el Magisterio tiene la permanente asistencia del Espíritu Santo.

Recordemos que la primera autoridad en el Magisterio la conforman el Sumo Pontífice y el Concilio (en los Concilios se reúnen el Papa y los Obispos). Es este Magisterio, el del Papa y el Concilio, el que determina la dirección y señala el desarrollo de la doctrina social.

Vaticano II: nueva orientación para la doctrina social

Un ejemplo nos ayudará a comprender esta idea de que es el Magisterio el que señala la dirección de la D.S. Veamos como ejemplo, lo que sucedió con el Concilio Vaticano II, que se reunió en un momento histórico, que marcó también un cambio de época, después de la II Guerra mundial. En ese Concilio se pusieron las bases para una nueva orientación de la D.S.I. Entendamos bien esta afirmación; no fue que la Iglesia modificara sus principios ni los contenidos de la doctrina, sino la perspectiva desde la cual la Iglesia se aproxima a los problemas sociales.

El Vaticano II tuvo como eje central, primordial, el estudio y clarificación de lo que es la Iglesia. La Iglesia en su doble dimensión: la Iglesia hacia adentro, o sea cómo se entiende ella a sí misma en cuanto misterio de Cristo que vive en su cuerpo místico y tiene la misión de evangelizar y la Iglesia hacia fuera, es decir, qué puede decir ella al mundo actual que le plantea cuestiones de enorme gravedad, como las referentes a la vida humana, a la justicia social, a la evangelización de los pobres, a la familia, a la paz internacional, a la guerra, a los derechos humanos.[1] De manera que el Concilio Vaticano II tomó como tema central de sus deliberaciones la naturaleza de la Iglesia: qué es y qué hace la Iglesia.

Una Iglesia al servicio del hombre

El Santo Padre, Beato Juan XXIII, quien convocó el Concilio Vaticano II, vio que la situación del mundo pedía a la Iglesia una manera nueva de acercarse a él. Cómo entiende la Iglesia que se debe acercar al mundo de hoy, quedó plasmado en las primeras palabras de la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. Dicen así:

Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón (..) La Iglesia (…) se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia.

Después de leer esas primeras líneas de la Gaudium et spes comprendemos que la Iglesia quiere estar cerca del mundo y del hombre contemporáneos, con sus problemas sociales, desde una nueva perspectiva, como servidora.

El tema alrededor del cual debe girar el Concilio

Este nuevo enfoque del Concilio que recalca el papel de la Iglesia al servicio del hombre, marcó un cambio muy significativo. Ese cambio empezó desde cuando se determinaron los objetivos del Concilio.[2] En discusiones a fondo, se definió que el objetivo primordial del Concilio debía ser la Iglesia. El Cardenal Montini, que participaba entonces en el Concilio como Cardenal arzobispo de Milán, y quien luego lo continuó siendo el Papa Pablo VI, se pronunció así en la sesión en que se trató este punto de clarificar el objetivo del Concilio:

«(…)¿Qué es la Iglesia? ¿Qué hace la Iglesia? Éstos son los dos ejes en torno a los cuales deben moverse los temas del Concilio. El misterio de la Iglesia y la misión que le ha sido confiada y que ella tiene que realizar: he ahí el tema alrededor del cual debe girar el concilio»[3]

¿Una revisión de la Eclesiología?

Esto era nada menos que plantear la revisión de la Eclesiología. La Eclesiología es la rama de la teología que estudia el origen, la naturaleza, los rasgos distintivos y la misión de la Iglesia. El énfasis anterior, en la comprensión de la naturaleza de la Iglesia, había sido, como debía ser, de acuerdo con el momento histórico. Así por ejemplo, en el Concilio de Trento, la necesidad urgente de la Iglesia era hacer frente a la división protagonizada por el protestantismo. La Iglesia tenía que marcar claramente su identidad, poner las bases para una reforma interna y preservar su unidad.

El momento que vivía la Iglesia en los días del Vaticano II, como el momento que vive hoy, pedía que se aclarara el papel de la Iglesia frente a los problemas contemporáneos que vivía el mundo. Había que responder a preguntas como ¿qué puede ofrecer la Iglesia a este mundo de hoy y a los problemas que lo agobian? Sin restar en lo más mínimo, importancia a la misión de Evangelizar, que siempre será esencial, se vio la necesidad de ampliar esa visión al aporte que la Iglesia puede hacer a la solución de problemas como los que se presentan en el campo social, en el económico, en el político, en el cultural.

¿Presenta el Compendio de la D.S.I. la doctrina oficial?

Cuando comenzamos el estudio del Compendio de la D.S.I. dijimos que este libro nos enseña la doctrina social oficial de la Iglesia. Decimos que la doctrina social que presenta nuestro libro guía es el pensamiento oficial de la Iglesia, porque nos presenta la D.S. como la Iglesia la ha desarrollado y la enseña a través de los documentos del Magisterio universal, especialmente en los documentos de los Concilios, en las encíclicas y en las enseñanzas de las conferencias episcopales.[4] El Compendio de la D.S.I. fue preparado por el Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, por encargo de Juan Pablo II.

Como hemos visto, el Magisterio universal está integrado, además del Santo Padre y del Concilio, por los obispos que actúan en sus diócesis particulares, y se pronuncian para toda una región, a través de las Conferencias episcopales. Un ejemplo han sido las Conferencias episcopales de América Latina y el Caribe: las conferencias de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida.

Los obispos se manifiestan y nos enseñan, por medio de los documentos de su Conferencia episcopal, el pensamiento de la Iglesia en lo concerniente a asuntos de cada país. En Colombia estamos precisamente ahora a la espera del documento preparado en la Asamblea de nuestros obispos, reunida en días pasados. Nos comunicarán en ese documento el fruto de su reflexión y análisis en la situación particular de Colombia, y sabremos qué piensan y qué proponen concretamente ellos para responder a los desafíos que hoy nuestro país presenta a la Iglesia y a todas las personas de buena voluntad.

Es así cómo el papel del Magisterio episcopal se realiza en la formación y desarrollo de la D.S, interpretando, enseñando y aplicando la doctrina de la Iglesia universal a la situación local.

Una tarea de anuncio y de denuncia

Vamos ahora a seguir con el estudio de los N° 81 y 82, del Compendio de la D.S.I.., que llevan por título: Hacia una sociedad reconciliada en la justicia y en el amor. Vamos a ver cómo, el objeto de la D.S. es el mismo de la Iglesia, que realiza una tarea de anuncio y de denuncia. Profundizaremos también, en que la finalidad de la doctrina social es de orden religioso y moral. Empecemos por leer el N° 81. Luego lo estudiaremos por partes. El N° 81 dice:

El objeto de la doctrina social es esencialmente el mismo que constituye su razón de ser: el hombre llamado a la salvación y, como tal, confiado por Cristo al cuidado y a la responsabilidad de la Iglesia.[5] Con su doctrina social, la Iglesia se preocupa de la vida humana en la sociedad, con la conciencia (de) que de la calidad de la vida social, es decir, de las relaciones de justicia y de amor que la forman, depende en modo decisivo la tutela y la promoción de las personas que constituyen cada una de las comunidades. En la sociedad, en efecto, están en juego la dignidad y los derechos de la persona y la paz en las relaciones entre las personas y entre las comunidades. Estos bienes deben ser logrados y garantizados por la comunidad social.

Ya en el N° 49 del Compendio habíamos aprendido que la misión de la Iglesia es anunciar y comunicar la salvación realizada en Jesucristo. Nos enseña allí que la misión de la Iglesia es anunciar y comunicar la salvación realizada en Jesucristo, que Él llama “Reino de Dios”, es decir la comunión con Dios y entre los hombres.

¿En qué consiste el Reino de Dios?

Según las palabras que acabamos de leer, el Reino de Dios consiste en la comunión con Dios y entre los hombres y como dice el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Lumen gentium, la Iglesia ha recibido la misión, además de anunciar el Reino, la de instaurarlo en todos los pueblos.[6] Instaurar algo es lo mismo que establecerlo, o restaurarlo, si se ha deteriorado.

Miremos tres ideas íntimamente relacionadas, como nos la acaba de presentar el Compendio de la D.S. 1) La misión de la Iglesia es anunciar y comunicar la salvación realizada en Jesucrito. 2) A la salvación la llama Jesucristo, Reino de Dios. 3) El Reino de Dios consiste en la comunión con Dios y entre los hombres. De acuerdo con esto, el anuncio y la práctica de la Doctrina Social están íntimamente ligados a la salvación, pues la manera de instaurar el Reino de Dios es su anuncio y la práctica de la comunión con Dios y entre los hombres.

Sólo este tema daría para muchas horas de reflexión. Es misión de la Iglesia, por lo tanto es misión de todos los bautizados, instaurar, establecer el Reino. No hablamos de reinos terrenales, sino del Reino de Dios que consiste en la comunión con Dios y entre los hombres. Si en la humanidad se llegara a realizar ese ideal, de estar en comunión con Dios y entre todas las personas humanas, el mundo sería el Reino de Dios. El Reino de la felicidad, del amor y de la paz. En el cielo se consumará definitivamente ese Reino. Mientras tanto, es deber de la Iglesia anunciar y comunicar el Reino, que es lo mismo que anunciar y comunicar la salvación.

Nuestra comunión con Dios

La comunión con Dios la estudiamos más a fondo en el Catecismo, donde aprendemos, por ejemplo, el valor de los sacramentos y de la oración. La unión con Dios empieza con los sacramentos de la iniciación: el bautismo, la confirmación y la Eucaristía. Por el bautismo nos hacemos, gratuitamente, hijos de Dios. En el bautismo se realiza un nuevo nacimiento, en el que participamos de la naturaleza divina. Nuestra comunión con Dios se fortalece con el sacramento de la Confirmación y de manera muy especial con la Eucaristía, en la que el mismo Dios se hace nuestro alimento, manjar de la vida eterna. El sacramento de la Reconciliación, que es el de la conversión, nos vuelve a la amistad con Dios, al sanar la ruptura nuestra con Dios por el pecado. Se realiza así la conversión, a la que somos llamados en el anuncio del Reino, como leemos en Mc 1,15: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva. Como vemos, son los sacramentos, tesoros de la vida eterna; por ellos avanzamos hacia el Reino de Dios[7] y hacemos realidad nuestra comunión con Dios.

La comunión entre los hombres

¿Qué decir del segundo elemento del Reino de Dios, la comunión entre los hombres?

El amor es el Nuevo Mandamiento que nos dio Jesucristo. Recordemos que el amor cristiano es un amor activo, no un amor de solas palabras. Tengamos presente una vez más la enseñanza del Evangelio sobre el examen que nos va a hacer el Señor en nuestro encuentro definitivo con Él; no nos va a hacer un examen de conocimientos, nos preguntará si vivimos de acuerdo con el Evangelio, en particular si vivimos según el Mandamiento del amor, si lo reconocimos a Él en la persona de nuestros hermanos, especialmente los más necesitados, y si los socorrimos.

Como vemos, la práctica de la D.S., como nos explica el N° 81 del Compendio, no es algo etéreo, filosófico, sino que es algo práctico, es preocuparse por la vida del hombre, por la calidad de su vida en la sociedad.

La Iglesia tiene la responsabilidad de cuidar del ser humano

Volvamos a leer el final del primer párrafo del N° 81 del Compendio de la D.S.I., sobre el cual estamos reflexionando. Nos explica allí que, el ser humano está confiado por Cristo al cuidado y a la responsabilidad de la Iglesia. Y nos da entender que con su D.S. responde la Iglesia a esa misión de cuidar de la persona humana, pues dice:

Con su doctrina social, la Iglesia se preocupa de la vida humana en la sociedad, con la conciencia (de) que / de la calidad de la vida social, es decir, de las relaciones de justicia y de amor que la forman, depende en modo decisivo la tutela y la promoción de las personas / que constituyen cada una de las comunidades. En la sociedad, en efecto, están en juego la dignidad y los derechos de la persona / y la paz en las relaciones entre las personas y entre las comunidades. Estos bienes deben ser logrados y garantizados por la comunidad social.

Detengámonos un momento en esas palabras. Nos dicen que la calidad de vida social depende de las relaciones de justicia y de amor. La calidad de vida no se juzga por lo mucho que uno pueda tener. Depende de las relaciones de justicia y de amor. Si no hay justicia, el amor se convierte en sólo palabras. En la sociedad están en juego la dignidad, los derechos de las personas y la paz. La D.S.I. nos orienta sobre cómo lograr esos bienes indispensables en la comunidad social. La dignidad y los derechos de las personas no se pueden garantizar si no hay justicia.

El valor cristiano del servicio

El cristianismo va aún más lejos. Uno de los valores cristianos más importantes es el servicio. Jesús dijo que no había venido a ser servido sino a servir. En la Última Cena, como podemos leer en Jn 13, después de lavar los pies a sus Apóstoles el Señor les dijo:

“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?
13 Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy.
14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.
15 Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.
16 “En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía.
17 “Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís.”

Los voluntarios y las voluntarias que prestan labores de servicio en los hospitales y clínicas, los médicos que dan su tiempo y sus conocimientos para aliviar a los enfermos necesitados, las personas, religiosas y laicas de diversas profesiones y oficios, voluntarios en tantas otras obras comunitarias, han comprendido muy bien el mandamiento nuevo y el sentido del servicio. Ellos colaboran así en la construcción del Reino de Dios.

Estamos en la época del servicio

Terminemos con dos ejemplos: el 11 de octubre de 2009 será canonizado el sacerdote belga Beato Padre Damián, el Apóstol de los leprosos, de la Congregación de los Sagrados Corazones. El P. Damián consagró su vida a servir a los leprosos en la isla de Molokai, en Hawai. Como dice una publicación de su Congregación, El Padre Damián es un don de la bondad de Dios a la Congregación, a la Iglesia, a la humanidad entera. El P. Damián se entregó al servicio de sus hermanos los leprosos. Los amó hasta el extremo, hasta su muerte con ellos, siguiendo el ejemplo del Maestro.

Y el segundo ejemplo: el doctor Albert Schweitzer, premio Nobel de la Paz, pastor protestante, experto en Sagrada Escritura, músico y médico, fundó y sirvió en un hospital en Gabón, en África. En una conferencia a jóvenes, en los EE.UU les dijo: Yo no sé cual será el destino de ustedes, pero lo único que sé es que los únicos de ustedes que serán felices son los que han buscado y han encontrado cómo servir.[8]

La Generación S: la del Servicio

Nunca como hoy se necesita el servicio, como lo entiende Jesús: servicio desinteresado y basado en un amor de verdad, dispuesto a amar hasta el extremo. A los jóvenes que hayan leído esta reflexión los invito a que piensen cuál es su misión en esta vida, qué huella quieren dejar y qué tan dispuestos están a servir. Estamos en la época del servicio.


[1] Cf Ildefonso Camacho, doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, 3a edición, Pg 295. Es interesante leer todo el capítulo 10: Bases para una nueva orientación de la Doctrina Social de la Iglesia.

[2] Fue muy importante la intervención del cardenal Suenens, arzobispo de Brujas, Bélgica, quien antes de presentar sus ideas en público las había tratado con el Papa Juan XXIII y recibido su aprobación. Sus ideas fueron aprobadas con aplausos, según las Actas del Concilio. Luego Montini secundó las ideas de Suenens sobre la Iglesia como objetivo del Concilio. Véase Ildefonso Camacho, opus cit., 294s

[3] Citado por Ildefonso Camacho en la obra citada, Pg 295

[4] En carta al presidente de Justicia y Paz, el Cardenal Sodano, Secretario de Estado, con motivo de la presentación del Compendio, mencionó que el Papa había publicado tres grandes encíclicas sociales – Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus, que constituyen etapas fundamentales del pensamiento católico sobre el argumento. Por su parte, numerosos Obispos, en todas las partes del mundo han contribuido en estos últimos años a profundizar la doctrina social de la Iglesia. Lo mismo han hecho muchos estudiosos, en todos los continentes.

[5] Cf Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 53: AAS 83 (1991) 859

[6] Concilio Vaticano II, Const. Dog. Lumen gentium, 5

[7] Cf Catecismo de la Iglesia Católica N° 1212 y 14-27ss

[8] Some years ago, the Nobel Prize-winner Albert Schweitzer, already famous as a Scripture scholar and musician, became a medical doctor and served in Gabon, West Africa. He once addressed a group of students in the United States: “I do not know what your destiny will be, but one thing I know; the only ones among you who will really be happy are those who have sought and found how to serve.” Revista America, Generation S, Can we build a culture of service? Marzo 2, 2009, Vol. 200 No.7,Whole No. 4847