Reflexión 131 PASCUA 2009

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Nada se entendería sin la Pascua

Estamos en la semana de Pascua. ¡Cómo no dedicar hoy nuestra reflexión a la Pascua! ¿Cómo no hablar de la Buena Noticia, la más importante noticia ocurrida en toda la historia? Nada se entendería sin la Pascua. Jesucristo resucitó, Jesucristo de verdad está vivo; nos acompaña hoy y hasta el fin de los tiempos. Cuando en momentos de consolación, como los llaman los místicos, sentimos a Jesucristo cerca, como los discípulos de Emaús, (Lc 24, 13-35), sentimos que nuestro corazón arde, que nuestras angustias se apaciguan, nos llenan la paz y la alegría, se aumentan nuestras ganas de vivir, miramos hacia delante con optimismo y con fe. Cuando nos olvidamos de que Él nos quiere, y nos alejamos, pronto nos invade la tristeza.

La Buena Noticia, que Jesucristo resucitó, no es una fábula; es historia verídica. Jesucristo está vivo, está con nosotros. Lo que vieron María, las mujeres que lo siguieron, los discípulos todos,no fue un fantasma. El que dio la mano a Pedro para que saliera del agua, cuando su duda lo hundía en el Mar de Galilea, no fue un fantasma. Las llagas que tocó la mano temblorosa de Tomás no eran de una aparición imaginaria. Era Jesús, el mismo que el Viernes Santo vieron colgado de la cruz y enterraron con tristeza. Es el mismo Jesús presente en la Eucaristía, que vemos con los ojos de la fe.

Aceptar a un Dios muerto en la cruz

No siempre es fácil aceptar a Jesús “clavado en esa cruz y escarnecido”. Quisiéramos verlo siempre con el resplandor de la Pascua. Eso sucedía también a Pedro; no entendía que Jesús pudiera sufrir la pasión. En la escena de la Transfiguración, en el Monte Tabor, cuando el rostro de Jesús se puso brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz, según la descripción de San Mateo en el capítulo 17, encontramos al Pedro fogoso e incapaz de esconder su entusiasmo: Señor, dijo a Jesús, es bueno estarnos aquí. Si quieres, haré tres tiendas….

Es que viendo al Señor glorioso, Pedro se sentíamuy bien.No era igual cuando Jesús les hablaba de su futura pasión. Pedro se atrevió a reprenderlo por pensar así: ¡Lejos de ti, Señor! De ningún modo te sucederá eso! (Mt 16, 22b). Y Pedro se llevó un buen regaño: ¡Quítate de mi vista, Satanás!, le dijo Jesús. ¡Tropiezo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!

El mismo evangelista San Mateo narra que los discípulos se entristecieron mucho, cuando en otra ocasión les volvió a anunciar que sería entregado en manos de los hombres, quienes lo matarían (Mt 17, 22s). San Lucas aclara que los discípulos no entendían cuando les hablaba de sus futuros sufrimientos. …ellos no entendían esto;- dice Lucas, – les estaba velado de modo que no entendían y temían preguntarle acerca de este asunto (Lc 9,45). Los discípulos cambiarán después de la Pascua, y lo entenderán todo después de recibir la sabiduría y la fortaleza del Espíritu Santo en Pentecostés. Serán fuertes y seguirán al Maestro hasta el martirio.

¿Por qué Jesús tenía que morir así?

Nosotros sí que somos débiles; tampoco nosotros podemos comprender ese misterio de la pasión del Señor, y sobre todo, cuánto trabajo nos cuesta aceptar que es necesario tomar nuestra cruz y seguirlo.[1] Y nos preguntamos, ¿por qué Jesús tenía que morir así? ¿Y, claro, cuando algún sufrimiento nos viene también nos preguntamos “¿por qué me pasa esto a mí?”

Es bueno que en medio de la alegría de la Pascua, – en la medida de nuestras cortas posibilidades, – reflexionemos también sobre la pasión.Todavía hoy, el Señor nos podría decir, también a nosotros, como a los discípulos de Emaús: ¡Oh insensatos y tardos de corazón…¿No era necesario que el Cristo padecieraeso y entrara así en la gloria?(Lc 24. 25s) Más de una vez les había enseñado a sus apóstoles, que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días;y les hablaba de esto con toda claridad, , dice Mc en 8, 31s. Necesitamos nosotros, como los discípulos de Emaús, que se nos abran los ojos y aprendamos a ver a Jesús, no sólo resucitado, sino que lo descubramos también en la cruzen nuestra vida.

Todo empezó con la Encarnación

Volvamos la mirada al camino que siguió Jesús. Su Pasión culminó en la muerte en la cruz, pero el camino hacia el Calvario empezó desde la Encarnación. Allí se manifestó el amor insondable de Dios; del Padre que nos dio al Hijo.

Lo que sucede con la Encarnación, no alcanzamos a abarcarlo con nuestra limitada capacidad de comprensión. Dios poderoso, en la persona de Jesús irrumpe en la vida de la humanidad, se hace débil como nosotros, pero no en el pecado. Se anonadó a sí mismo, cuando se hizo como uno de nosotros, hasta la muerte y muerte ignominiosa en la Cruz y así, cambió la historia.

La muerte de Jesús no fue gloriosa, no fue maravillosa. El Cardenal Martini en sus narraciones de la pasión dice: La muerte de Jesús no es gloriosa, no es extraordinaria. Hay por gracia de Dios muertes iluminadas, muertes de personas junto a las cuales se respira algo de serenidad, de la paz de Dios. Es la fuerza del Resucitado, que se vierte en la experiencia más trágica del hombre y a veces la transfigura. Pero la muerte de Jesús no fue así.[2]

 

Más allá del dolor físico

Esa afirmación sobre la pasión y muerte de Jesús, va más allá de los dolores físicos que sufrió en su cuerpo, porque fueron terribles los que tocaron su espíritu. Recordemos sus palabras en Getsemaní: “Mi alma siente una  tristeza de muerte”(…). “Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”(Mt 26, 36-39), y quizás las palabras más dolorosas, son las que nos indican la profundidad de su soledad: “Padre, por qué me has abandonado”.

Jesús se humilló participando de nuestra debilidad, desde la Encarnación hasta su muerte en la Cruz y participó del sufrimiento de tantos seres humanos, que lloran sus dolores físicos y el abandono. El Cardenal Martini dice más adelante en sus Meditaciones sobre la Pasión: La muerte de Jesús es dramática, no tiene la aureola de la serenidad, de la paz . Él cae en el abismo de la maldad humana que lo engulle.

Nos hace comprender Martini, que Juan y Marcos representan en la narración de la muerte de Jesús, su participación en tantas muertes sin grandeza, propias de la mayor parte de los hombresy de las mujeres de la tierra.

Pensemos en las muertes de los enfermos que no tienen la compañía de sus familias, olvidados en la cama de un hospital, a veces aun de los médicos y enfermeras, de sus parientes y amigos. Pensemos en la muerte de los asesinados en la selva, enterrados en tumbas desconocidas.

Para nosotros, una muerte serena y confiada

No sabemos cómo será nuestra experiencia de la muerte. Quisiéramos que llegara serena y confiada. Estas palabras de Martini nos ayudan en esta reflexión:

La muerte de Jesús participa de lo imprevisible de la experiencia humana de la muerte.

No hay sino que adorar el misterio del Señor que se asemejó a cada uno de nosotros. No sabemos cuál será nuestra experiencia, pero sabemos que el Señor, nos ha preparado el camino con amistady vendrá a nuestro encuentro.

Ese es nuestro máximo consuelo, nuestra seguridad, por la fe, de que en el momento definitivo, el Señor vendrá a nuestro encuentro.

Sí, el Hijo de Dios poderoso entró en la vida del ser humano, para vivir y morir como uno de nosotros y nos cambió la perspectiva de la vida y de la muerte. Cada uno de nosotros y la sociedad de todos, deberíamos mirar al Calvario y a la tumba vacía, para decidir el camino que debemos tomar.

En estos acontecimientos misteriosos, nos enseña Dios que su Reino es nuestro destino, -no sólo esta tierra, – y nos muestra el camino seguro por donde podemos llegar a él.

Dios se nos dio a conocer como Amor,- como es,- con profundidad insospechada, en su Encarnación, en su muerte y resurrección.

De modo misterioso, Dios escogió, no sólo hacerse como uno de nosotros por la Encarnación, sino sufrir como los que más sufren entre los seres humanos, y morir, no una muerte serena y sin dolores, sino una muerte trágica.

¿Qué puede dar sentido al sufrimiento y a la muerte?

¿Cómo cambia nuestro conocimiento de Dios, esta aceptación libre de su Hijo, de esa vida y muerte que parecerían sin sentido? Porque, la pasión y muerte fueron aceptadas libremente por Jesús: “No se haga lo que yo quiero sino lo que Tú”, le dijo al Padre. En Jn 10, 18 cuando se presenta como el Buen Pastor, dice que El da su vida por sus ovejas, que nadie se la quita sino que la da voluntariamente. La Pasión y muerte no ocurrieron de modo accidental; Jesús las aceptó con toda la hondura de la humillación, que ellas fueron.

La siguiente reflexión del Cardenal Martini nos ayuda a comprender este darse voluntario de Jesús:

Jesús fue al encuentro de la muerte, porque quiso venir a nuestro encuentro hasta el fondo, no quiso retroceder ante ninguna consecuencia de su estar con nosotros, abandonándose a nosotros completamente. Cumplió la misión de estar con los suyosaceptando las últimas consecuencias dramáticasdel abandonarse a los hombres con confianza, con buena voluntad, con el deseo de ayudarles.[3]

A nosotros nos cuesta mucho aceptar el sufrimiento: el dolor físico, la soledad, la incomprensión, la deslealtad. Martini dice que lo único capaz de dar sentido a nuestros sufrimientos, es llegar también nosotros a aceptarlos, como Jesús aceptó los suyos.

Mirar los sufrimientos cara a la cara

Y el mismo Cardenal Martini nos ofrece esta consideración sobre nuestra aceptación del sufrimiento:

A veces es fácil (la aceptación voluntaria de) los sufrimientos que logramos percibir como tales (por ejemplo, enfermedades no demasiado graves), y que podemos recibir de las manos de Dios con paciencia, ofreciéndolos por los demás. Pero cuando los sufrimientos se vuelven parte de nosotros mismos, cuando se vuelven dificultades que se identifican con nuestro ser, cuando terminamos encontrándonos en situaciones a las que es sumamente difícil dar un sentido, entonces la aceptación se vuelve siempre más problemática, porque no nos sentimos libres y despegados de ellas. Así podemos debatirnos durante años en un estado de incomodidad, de intolerancia tal vez inconsciente, de rebelión interior hacia situaciones que no somos capaces de aceptar. A veces, inclusive, lo más difícil de soportar es soportarnos a nosotros mismos.

Jesús nos enseña que mientras no lleguemos a una aceptación consciente y libre, nuestros sufrimientos realmente no tienen sentido; empiezan a tenerlo cuando de algún modo los miramos a la cara, como lo hizo Él, y los aceptamos con Él.

Remata esa consideración, el Cardenal Martini, sobre el sufrimiento voluntariamente aceptado por Jesús:

Creo que ésta sea una de las claves de comprensión del porqué de la Pasión de Jesús: “Quia ipse voluit” [4]porque Él lo quiso.

El que ama no hace solo lo necesario

No es fácil comprender por qué la Pasión y muerte de Jesús. Las aceptó libremente, pero ¿por qué? ¿Era necesario?

Se me ocurre responder, que el que ama no hace sólo lo necesario; el que ama comparte las alegrías y también las tristezas. Entra a sentir y conocer el dolor de la persona amada, como un dolor propio. Jesús nos amó y nos amó hasta el extremo. Por eso tenemos que pedirle que reconozcamos su bondad, su amor por nosotros, que nos dejemos conquistar por la cruz para conocerlo como Él es, el Dios que nos ama hasta el extremo.

Muchos llegaron a la santidad, a la perfecta unión con Dios, porque se dejaron conquistar por la cruz del Señor. El 15 de abril se celebra la fiesta del Beato Damián de Molokai, patrono de los leprosos.16 años pasó con sus leprosos y murió leproso como ellos. Había dicho:

Permaneceré con vosotros hasta la muerte. Mi vida será vuestra vida, mi pan será vuestro pan. Y si el buen Dios lo quiere, quizá vuestra enfermedad será un día la mía.[5]

Cristo crucificado y resucitadoes la clave para conocer la realidad de Dios

¿Cómo conocer a Dios como es, el Dios del amor?A Dios no lo podemos conocer directamente como es, en esta vida, pero, – escribió el escriturista P. Carlos Bravo:

Dios se nos manifiesta de modo perceptible (únicamente) en la figura del hombre Jesús (…) Cristo crucificado y resucitadoes la clave para conocer la realidad de Diosen su relación con nosotros y con el mundo. Jesús revela lo que Dios es para nosotros.

Solo la resurrección de Jesús crucificado manifiesta que el vivir para Dios y para los otros tiene un sentido indestructible, que la comunión de amor con Dios y con los semejantes y con todas las criaturas es el objetivo primero y último de Dios en el Universo y por tanto constituye el sentido de la vida.[6]

El vivir para Dios y para los otros. ¿Cómo debe ser el comportamiento de nosotros los cristianos, cómo debe ser nuestra sociedad, si es cristiana, si la comunión de amor con Dios y con nuestros semejantes y con todas las criaturas, es el objetivo primero y último de Dios en el Universo – y por tanto constituye el sentido de la vida? Volvamos a leer: la comunión de amor con Dios y con nuestros semejantes constituye el sentido de la vida.

La resurrección de Jesús crucificado

Sin la cruz y la muerte no podía haber resurrección. Resucitó Jesús que antes había muerto crucificado. Entendemos la muerte si la miramos desde la perspectiva de la resurrección. Benedicto XVI en su mensaje urbi et orbi, para la ciudad de Roma y para todo el orbe, el día de la Pascua dijo:

“Una de las preguntas que más angustian la existencia del hombre es precisamente ésta: ¿qué hay después de la muerte?  Esta solemnidad nos permite responder a este enigma afirmando que la muerte no tiene la última palabra, porque al final es la Vida la que triunfa. Nuestra certeza no se basa en simples razonamientos humanos, sino en un dato histórico de fe: Jesucristo, crucificado y sepultado, ha resucitado con su cuerpo glorioso. Jesús ha resucitado para que también nosotros, creyendo en Él, podamos tener la vida eterna. Este anuncio está en el corazón del mensaje evangélico.

Dediquemos la última parte de nuestra reflexión, a las palabras del Papa, cuando dice que la resurrección no se basa en simples razonamientos humanos, sino en un dato histórico de fe.

Un dato histórico de fe

En el mismo mensaje del día de Pascua, que ya citamos, Benedicto XVI añadió:

“La resurrección no es una teoría, sino una realidad histórica revelada por el Hombre Jesucristo mediante su “pascua”, su “paso”, que ha abierto una “nueva vía” entre la tierra y el Cielo. No es un mito ni un sueño, no es una visión ni una utopía, no es una fábula, sino un acontecimiento único e  irrepetible.

La importancia de la resurrección de Jesús, como fundamento de nuestra fe, tiene especial relieve hoy, cuando algunos teólogos, también algunos teólogos católicos, pretenden volver a traer teorías de teólogos no católicos, que negaban la resurrección física de Jesús.

El Credo del Pueblo de Dios

El 30 de junio de 1968, al terminar el llamado Año de la Fe, con motivo de los 19 siglos del martirio de San Pedro y San Pablo, el Papa Pablo VI pronunció el llamado Credo del Pueblo de Dios.Pareció necesario al Santo Padre, dar especial solemnidad a una pública profesión de fe, que, según aclaró,

aunque no haya que llamarla verdadera y propiamente definición dogmática, sin embargo repite sustancialmente, con algunas explicaciones postuladas por las condiciones espirituales de nuestra época, la fórmula nicena: (el Credo de Nicea)[7] es decir, la fórmula de la tradición inmortal de la santa Iglesia de Dios.

Para comprender la solemnidad de esa profesión de fe, voy a leer un párrafo más de las palabras de Pablo VI, antes de que él proclamara el Credo del Pueblo de Dios. Dijo:

(…) como en otro tiempo, en Cesarea de Filipo, Simón Pedro, fuera de las opiniones de los hombres, confesó verdaderamente, en nombre de los doce apóstoles, a Cristo, Hijo de Dios vivo, así hoy su humilde Sucesor y Pastor de la Iglesia universal, en nombre de todo el pueblo de Dios, alza su voz para dar un testimonio firmísimo a la Verdad divina, que ha sido confiada a la Iglesia para que la anuncie a todas las gentes.

Y, ¿qué fórmula utilizó Pablo VI para confesar que cree en Jesucristo Resucitado? Afirmó primero:

Creemos en Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Él es el Verbo eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial al Padre u homousios to Patri; por quien han sido hechas todas las cosas. Y se encarnó por obra del Espíritu Santo, de María la Virgen y se hizo hombre (…) etc.

En el N° 12 de ese documento, El Credo del Pueblo de Dios, continúa así Pablo VI su profesión de fe en Jesucristo, el Verbo hecho carne, en cuanto se refiere a su pasión, muerte y resurrección:

Él mismo habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Anunció y fundó el reino de Dios, manifestándonos en sí mismo al Padre. Nos dio su mandamiento nuevode que nos amáramos los unos a los otros como él nos amó. Nos enseñó el camino de las bienaventuranzas evangélicas, a saber: ser pobres en espíritu y mansos, tolerar los dolores con paciencia, tener sed de justicia, ser misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos, padecer persecución por la justicia. Padeció bajo Poncio Pilato; Cordero de Dios, que lleva los pecados del mundo, murió por nosotros clavado a la cruz, trayéndonos la salvación con la sangre de la redención. Fue sepultado, y resucitó por su propio poder al tercer día, elevándonos por su resurrección a la participación de la vida divina, que es la gracia. Subió al cielo, de donde ha de venir de nuevo, entonces con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, a cada uno según sus méritos (…).

Vamos a terminar con algunos párrafos de Benedicto XVI en esta Pascua. Nos vienen bien para nuestra meditación. En la Vigilia Pascual dijo el Papa:

“La creación de Dios (…)  comienza con la expresión: “Que exista la luz” Donde hay luz, nace la vida, el caos puede transformarse en  cosmos (…) La resurrección de Jesús es un estallido de luz. Se supera la   muerte,  el sepulcro se abre de par en par. El Resucitado mismoes Luz la luz del-mundo. (…) A partir de la resurrección, la luz de Dios se difunde en el mundo y en la historia”.

Benedicto XVI miró a todo el mundo que sufre y dijo en su mensaje de Pascua:

“En un tiempo de carestía global de alimentos, de desbarajuste financiero, de pobrezas antiguas y nuevas, de cambios climáticos preocupantes, de violencias y miserias que obligan a muchos a abandonar su tierra buscando una supervivencia menos incierta, de terrorismo siempre amenazante, de miedos crecientes ante un porvenir problemático, es urgente descubrir nuevamente perspectivas capaces de devolver la esperanza. Que nadie se arredre en esta batalla pacífica comenzada con la Pascua de Cristo, el cual lo repito, busca hombres y mujeres que lo ayuden a afianzar su victoria con sus mismas armas, las de la justicia y la verdad, la misericordia, el perdón y el amor”.

El P. José Luis Martín Descalzo, ese gran escritor español ya fallecido, nos dejó algunas páginas para el Vía Lucis, el Camino de la Luz. Leamos algunas líneas de su reflexión para la Séptima Estación: Jesús muestra a los suyos su carne herida y vencedora:

Gracias, Señor, porque resucitaste no sólo con tu alma,

mas también con tu carne.

Gracias porque quisiste regresar de la muerte

trayendo tus heridas.

Gracias porque dejaste a Tomás que pusiera

su mano en tu costado

y comprobaraque el Resucitado

es exactamente el mismo que murió en la cruz.

Gracias por explicarnos que el dolor nunca puede

amordazar el alma

y que cuando sufrimos estamos también resucitando.

Gracias por ser un Dios que ha aceptado la sangre,

gracias por no avergonzarte de tus manos heridas,

gracias por ser un hombre entero y verdadero.

Ahora sabemos que eres uno de nosotros sin dejar de ser Dios,

ahora entendemos que el dolor no es un fallo de tus manos creadoras,

ahora que lo has hecho tuyo

comprendemos que el llanto y las heridas

son compatibles con la resurrección.

Déjame que te diga que me siento orgulloso

de tus manos heridas de Dios y hermano nuestro.

Deja que entre tus manos crucificadas ponga estas manos maltrechas de mi oficio de hombre.


[1] Cf Mc 8, 34b

[2] Carlo María Martíni, Las narraciones de la Pasión, Meditaciones, San Pablo, Pg 69

[3] Carlo Maria Martini, opus cit. Pg. 93

[4] Martini, ibidem P. 94

[5] Cf en Internet: http://webcatolicodejavier.org/Damianbio.html, biografía del Beato Damián de Molokai

[6] Carlos Bravo L, S.J., El Fundamento de la Fe de Pascua, Centro Editorial Javeriano, 3ª edición, Pg 149

[7] El Catecismo de la Iglesia Católica nos ofrece las fórmulas del Credo, el Símbolo de los Apóstoles y el Credo de Nicea-Constantinopla, antes del N° 185, La Profesión de la Fe Cristiana, los Símbolos de la Fe.