Reflexión 128 marzo 19 de 2009

Compendio de la D.S.I. N° 81

Misión de la Iglesia de anunciar y denunciar (II)

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La realidad social viciada por el pecado

Estamos estudiando el N° 81 del Compendio de la D.S.I. En esta reflexión estudiamos la misión de denuncia que se ha encomendado a la Iglesia y se refiere en particular a denunciar la injusticia y la violencia contra el ser humano. Denuncia del pecado de injusticia y de violencia que de diversos modos afecta a la sociedad y que son producto del mismo ser humano.

Nos preguntamos ¿qué aparta al ser humano del bien y lo induce al mal, a la injusticia y a la violencia? En la Constitución Gaudium et spes encontramos la respuesta. Nos enseña allí el Vaticano II, que la persona humana está inclinada al mal desde su nacimiento, como consecuencia del pecado. Sabemos que, además de estar inclinados al mal como consecuencia del pecado original, la realidad social en que vivimos está también viciada por el pecado; por eso en el ambiente que nos envuelve hoy estamos sometidos a nuevos estímulos para pecar. Al fin y al cabo la realidad social, el ambiente de la sociedad, lo hacemos los seres humanos, inclinados al mal.

La Gaudium et spes nombra circunstancias sociales en las que vive hoy el ser humano y que pueden ser propicias para inclinarnos al mal; por ejemplo, las propias de las estructuras económicas, de las estructuras políticas y sociales; pero no podemos adjudicar toda la culpa a las circunstancias exteriores; a las estructuras económicas o políticas, por ejemplo. Como nos enseña el Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et spes, las perturbaciones que agitan la realidad social proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos. Allí está el origen de las estructuras económicas o políticas injustas, que son producto del egoísmo o de la soberbia de quienes las establecen. Nosotros podemos ser responsables, en alguna medida, de las estructuras injustas de la sociedad.

“Pero si eso lo hace todo el mundo”

Hay una responsabilidad en cada uno de nosotros. No echemos la culpa sólo al ambiente. Es cierto que el ambiente influye en nuestro comportamiento, pero no de manera invencible. A uno no lo dañan irremediablemente los demás desde afuera, si internamente no está inclinado a recibir esas influencias negativas y se deja arrastrar por ellas. Con frecuencia se oye la expresión “pero si eso lo hace todo el mundo”, como si esa fuera una disculpa válida para obrar mal. Tengamos presente que nadie nos obliga a hacer lo mismo que hacen los demás; cada uno de nosotros decide si quiere hacer parte o no, de eso que llaman “todo el mundo”.

¿Tienen remedio los males de la soberbia y del egoísmo humanos? La misma Gaudium et spes (25), nos indica el único camino para vencer los estímulos al pecado: nos dice que esos estímulos sólo pueden vencerse con denodado esfuerzo ayudado por la gracia. Sin la ayuda de la gracia no podemos hacer nada, pero de nuestra parte se requiere un denodado esfuerzo. La ayuda de la gracia no nos va a faltar.

¿Cumple la Iglesia su misión de denunciar?

La misión de denunciar la injusticia y la violencia la asume con valentía la Iglesia, tanto en su predicación y en sus pronunciamientos en circunstancias particulares, como en los documentos más solemnes: las encíclicas, las constituciones, las cartas pastorales.

Vimos la semana pasada que la Iglesia no nos enseña principios, valores y criterios de juicio para que se queden en la teoría, sino para que vivamos de acuerdo con ellos. El proceso de análisis que nos enseña la Iglesia sobre la realidad social que vivimos, consiste en VER, JUZGAR la realidad social y ACTUAR sobre ella. Ese proceso sería incompleto, si nos redujéramos a analizar las situaciones y a dar nuestro juicio sobre ellas, sobre su moralidad, por ejemplo o sobre su justicia, es decir, si redujéramos el proceso a VER y JUZGAR y nos olvidáramos del ACTUAR.

Es indispensable que nuestra denuncia no se queden en la teoría. Tenemos la obligación de actuar, según nuestras posibilidades. Hay muchas personas generosas que entregan su tiempo, que dedican su vida, a trabajar por la justicia. Muchos jóvenes, inquietos por el mundo en que les ha tocado crecer, y a pesar del futuro poco promisorio que pareciera esperarles, no han perdido su ilusión de construir un mundo distinto.

Un joven llamado Benjamín

Un joven, llamado Benjamín, creo que alemán, planteaba así su inquietud con el mundo actual, al Cardenal Carlo María Martini, a quien escribió:

No quisiera llegar a ser como los mayores. Sólo les importa ganar dinero y hacer carrera; todo lo demás no existe para ellos. Les da igual que se destruya el medio ambiente. Para mí son más importantes las personas. Prefiero vivir más sencillamente. Estoy contra la explotación de los pobres y quisiera que las cosas fueran más justas en el mundo.[1]

Qué bueno oír a un joven que dice: “Para mí son más importantes las personas.” Esa debería ser la actitud de todos, pero sabemos que, en el mundo que en que vivimos, para algunos están primero las ganancias y no las personas, está primero la efectividad de un proceso industrial, administrativo o de mercadeo, y sólo después las personas responsables de esos procesos o las personas a quienes esos procesos afectan. A este propósito, recuerdo que ya hace unos cuantos años, siendo Gerente de Recursos Humanos, manifesté al nuevo Gerente General mi complacencia porque había ido a visitar las sucursales fuera de Bogotá. Le dije: “Qué bueno que conozca a toda la gente de la empresa”. Su respuesta me desconcertó, pues me dijo: “A mí lo que me interesan son los sistemas.” Su visita no era para conocer a “su” gente, sino para ver cómo iban los procesos administrativos y las ventas. En otro campo, sabemos que en nuestro sistema de salud, a sus administradores les molesta que el médico dedique tiempo a sus pacientes. Hasta les llaman la atención porque cumplen con su deber.

¿Qué influencia ejerce la fe en la política?

Volviendo al joven alemán y a la inquietud que planteó al Cardenal Martini: Para mí son más importantes las personas. Prefiero vivir más sencillamente. Estoy contra la explotación de los pobres y quisiera que las cosas fueran más justas en el mundo, el Cardenal toma esa inquietud y nos ofrece su propia reflexión sobre la justicia. Compartámosla, que es muy interesante. En el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén, ante la inquietud expresada por el joven, Martini se pregunta: ¿Qué influencia ejerce la fe en la política? Y responde:

Como cristianos, nuestra mirada se dirige a Jesús. Él es el fundamento de algo totalmente nuevo: la Iglesia. Jesús realizó el encargo de Dios de construir un segundo instrumento (la Iglesia) para la paz junto al pueblo elegido de Israel. Con ello, Jesús se sitúa en la primera línea de combate. Él se enfrentó con todas las autoridades políticas: con Herodes, con Pilato, con el sanedrín, con los partidos de los fariseos y los saduceos. Se empeñó apasionadamente por la justicia y quiso cambiar el mundo. La Iglesia de Cristo debe trabajar para que el mundo llegue a ser más justo y más pacífico.

El Cardenal, que es muy respetado por su conocimiento de la Sagrada Escritura, hace esta observación sobre la justicia:

Justicia es para la Biblia más que derecho y misericordia: es el atributo fundamental de Dios. Justicia es comprometerse por los que no tienen protección y salvar su vida, luchar contra la injusticia. Justicia es intervenir de forma activa, tomar la ofensiva a favor de una convivencia en la que todos vivan en paz. La justicia debe velar porque el derecho, tal como está formulado en las leyes, haga posible una existencia buena para todos los hombres. Jesús entregó su vida por la justicia.

La vida de Jesús culmina en la cruz

Un poco más adelante, el Cardenal Martini previene sobre la persecución que tendrán que sufrir, los que se dediquen a promover la justicia. Nos recuerda al final de esa reflexión, que La vida de Jesús culmina en la cruz.

Jesús se colocó de parte de los pobres, de los sufrientes, de los pecadores, de los paganos, de los extranjeros, de los oprimidos, de los hambrientos, de los presos, de los deshonrados, de los niños y de las mujeres.

Lo que pasó a Jesús, que acabó en la cruz, puede pasar a los luchadores por la justicia. Sigo con palabras del Cardenal Martini:

Quien lo hace, choca contra el entorno. Quien se coloca de parte de los hombres que andan como ovejas sin pastor, quien reúne a esos hombres y los hace conscientes y seguros de sí mismos, se torna peligroso para los que tienen el poder. Donde los cristianos asumen la «opción por los pobres de Jesús, tienen que contar, también hoy, con persecución.»

Nuestros mártires en defensa de la justicia social

Abundan los ejemplos de sacerdotes, religiosos y laicos, mártires por trabajar a favor de los pobres de Jesús, en África, en Asia, en América Latina. Como ejemplo del cumplimiento de la misión encomendada a la Iglesia, de denunciar la injusticia, por lo menos mencionemos a algunos, conscientes de que hay muchos más, cuya memoria no alcanzamos a exaltar.

El martes 24 de marzo (2009) se conmemora el 29° aniversario del asesinato de Monseñor Óscar Romero, Arzobispo de San Salvador, ocurrido en 1980, mientras celebraba la Eucaristía. Lo ocurrido en El Salvador por denunciar la injusticia y la violencia es muy representativo de lo que sucede a los que dedican su vida a esta riesgosa misión, en muchos países. Le vamos a dedicar un espacio a Monseñor Romero, después de presentar otros ejemplos, éstos en Colombia.

Hemos visto que Donde los cristianos asumen la «opción por los pobres de Jesús, tienen que contar, también hoy, con persecución, como fue el caso del Maestro, que entregó su vida en la cruz por la justicia. Jesús se colocó de parte de los pobres, de los sufrientes, de los pecadores, de los paganos, de los extranjeros, de los oprimidos, de los hambrientos, de los presos, de los deshonrados, de los niños y de las mujeres.

Arzobispo Isaías Duarte Cancino

Sobre los mártires de la justicia social en Colombia, comencemos por mencionar a Monseñor Isaías Duarte Cancino, Arzobispo de Cali, asesinado en esa ciudad. [2]

Monseñor Duarte fue un fuerte critico de las guerrillas colombianas, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), del Ejército de Liberación Nacional (ELN), y grupos de narcotraficantes y asociados, sobretodo tras el Secuestro en la Iglesia La María, perpetrado por el ELN.

Monseñor Duarte fue asesinado hace 7 años, el 17 de marzo de 2002, por dos hombres armados que le dispararon cuando salía de una ceremonia religiosa, en un barrio popular de la Ciudad de Cali. El Papa Juan Pablo II expresó su dolor por el asesinato del arzobispo y exhortó a los colombianos a proseguir por las vías del diálogo y a rechazar cualquier tipo de violencia, chantajes y secuestros de personas.

SERGIO RESTREPO JARAMILLO S.J.

Recordemos también al jesuita P. Sergio Restrepo Jaramillo, asesinado el 1 de junio de 1989, en Tierralta, Departamento de Córdoba. El P. Sergio tenía entonces 49 años, y llevaba 10 trabajando en esa población, donde se había ganado la confianza de los indígenas y campesinos, de quienes era defensor frente a los paramilitares. En el Martirologio Latinoamericano se lee este elogio del P. Sergio Restrepo Jaramillo:

En los últimos años, (se refiere a la década de los años 80) la región es campo de acción de la guerrilla. Los narcotraficantes compran grandes extensiones de tierra y militares y mafiosos no ven con buenos ojos la labor de los sacerdotes en las veredas. Pero su opción por los pobres es clara y la evangelización incluye la crítica profética a la organización social injusta de Colombia. Hay un rechazo a la lucha armada como medio apto para el cambio estructural (…).

La parroquia de Tierralta ofrece una nueva imagen de Iglesia, y Sergio es la cabeza visible. Con gran capacidad de comunicación, es amigo de todos. De exquisita sensibilidad artística, es custodio de la cultura sinú, cuyas expresiones recoge en un museo. Enamorado de la naturaleza, crea un parque en medio de la ciudad. “A todos ayudaba, negros y blancos, cachacos y costeños, buenos y malucos”, dice una señora. Por eso dos sicarios le dispararon en la cara y lo remataron una vez caído. Su cuerpo queda extendido ante una valla con una leyenda escrita por Sergio: “Aquí se construyen espacios para la paz.” Es llevado a Medellín, donde obispos, sacerdotes, familiares y amigos se reúnen para despedirlo. [3]

El sacerdote Tiberio Fernández

Hay muchos ejemplos más, de las denuncias de la Iglesia y de los mártires de la justicia social en Colombia. Por ejemplo la muerte cruel del P. Tiberio Fernández y de más de 300 personas en la masacre de Trujillo, Valle, ocurridas allí entre 1986 y 1994.
De acuerdo con las investigaciones, el padre Tiberio Fernández fue torturado y asesinado, al ser considerado como un auxiliador de la guerrilla. No es el único caso en que a personas que dedican su vida a trabajar por los campesinos, los indígenas y los pobres, se les acuse injustamente, de ser simpatizantes de la guerrilla o de los paramilitares.

El 11 de febrero de 2009, un desmovilizado de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Éver Veloza, alias “H.H.” afirmó durante una indagatoria de la justicia colombiana que su ex jefe Carlos Castaño había sido muy cercano a (Monseñor) Cancino y lo tildó de ser su “consejero espiritual”. [4]

Cuando el acusado ha fallecido, como es el caso de Monseñor Isaías Duarte Cancino, no se puede corroborar la información dada. Sí sabemos que el acusador es conocido como el temible jefe paramilitar “HH“, que está extraditado y sigue un proceso con la justicia de los Estados Unidos. No está allá por ser un alma de Dios. El Papel del Pastor, que era el de Monseñor Duarte Cancino, es buscar a la oveja perdida y llevarla al redil. Era su trabajo acercarse a los pecadores, que son también amados del Señor, que no quiere que se pierdan sino que se conviertan y vivan. Si alguna vez habló con el jefe de las AUC, Carlos Castaño, podemos estar seguros del fin pastoral de esa entrevista.

La Costa Pacífica Nariñense

Sigamos con la situación en la costa pacífica nariñense y la misión de denunciar que cumple la Iglesia. Un comunicado de la diócesis de Tumaco, del 19 de febrero de 2009, dice en algunos de sus apartes:

COMUNICADO PÚBLICO DE LA DIÓCESIS DE TUMACO SOBRE LA SITUACIÓN DE LA COSTA PACÍFICA NARIÑENSE

“¿No oyes, cómo la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra?” (Gen 4, 10)

Como hijos e hijas de Dios de esta Diócesis, nos duele el aumento de muertes violentas de hermanos y hermanas nuestras, en la Costa Pacífica Nariñense. Lo más impactante al respecto en estos días, ha sido la masacre en la comunidad Awá del Resguardo Tortugaña, municipio de Barbacoas, que según comunicado de la organización indígena UNIPA ha causado la muerte a 17 indígenas, y un desplazamiento masivo de las comunidades afectadas. Las FARC-EP entre tanto han reconocido ser los autores de la masacre de ocho indígenas.

Más adelante sigue el comunicado de la Diócesis de Tumaco:

Nos sumamos al llamado que los siete obispos del sur occidente colombiano hacen a todas las entidades e instituciones del país en su comunicado del 12 de febrero de 2009 a unirse en una campaña nacional por la vida y el respeto de las etnias indígenas y afroamericanas; igualmente a su petición a las autoridades a que adelanten las investigaciones respectivas y promuevan la justicia que reivindique los derechos de todas estas comunidades.

Nos preocupa la degradación sin precedentes de este conflicto social y armado, donde la lógica de la guerra ha acabado con los sentimientos humanos, desconociendo las reglas mínimas del Derecho Internacional Humanitario.

A los actores armados legales e ilegales les reiteramos el cumplimiento pleno del Derecho Internacional Humanitario, de los derechos humanos y el respeto a la autodeterminación de los pueblos. Les exigimos que no utilicen ni recluten a niños/niñas menores de edad para la guerra.

A las autoridades estatales les pedimos promover condiciones de vida digna que garanticen los derechos fundamentales y abran posibilidades para que la juventud tenga un futuro en este territorio y se evite su ingreso a la economía ilícita y a los grupos armados.

La hermana Yolanda Cerón

No podemos dejar de mencionar el sacrificio de una religiosa que trabajaba en la Diócesis de Tumaco. El siguiente informe lo tomo de las noticias de ACNUR, agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, en publicación del miércoles 18 de marzo de 2009.

La hermana Yolanda Cerón, directora de la Pastoral Social, una de las más acérrimas defensoras de los derechos de las comunidades menos favorecidas, fue asesinada por sicarios mientras salía de su oficina, el 19 de septiembre de 2001. Según las versiones de los medios de comunicación, la comunidad y entidades como Amnistía Internacional, la religiosa fue ultimada por grupos paramilitares y el crimen obligó a muchos de los líderes de Tumaco a  refugiarse en otros municipios.

Óscar Romero, arzobispo de San Salvador supo cómo aproximar la fe a la política


Volvamos a la república del Salvador, para conocer algo más sobre Monseñor Óscar Romero, arzobispo de San Salvador. Él supo cómo aproximar la fe a la política, que no es hacer política partidista escudándose en la fe. De él dicen que fue un testigo poderoso; un mártir es un testigo de la fe, hasta la muerte por ella. La fe no consiste sólo en decir que uno cree, sino en vivir lo que se cree.

Quienes conocieron a Monseñor Romero nos dice que su fe era comprometida con la historia, con nuestro mundo, el que conocemos y vivimos.[5] La vida de Monseñor Romero, su palabra en sus escritos y en su predicación, mostraban el camino del Evangelio para responder a la situación de nuestra sociedad, desde la fe. Él entendió, y así lo decía, que la opción preferencial por los pobres supone nuestra conversión, un cambio de enfoque de la vida. Su legado no se quedó en El Salvador; ha traspasado las fronteras.

El P. Rutilio Grande, S. J

Eran tiempos difíciles para la Iglesia en ese país centroamericano, cuando, en 1977, Monseñor Romero tomó posesión de la sede arzobispal en San Salvador.[6]

El 12 de marzo de 1977, el P. Rutilio Grande, S. J., amigo intimo de Mons. Romero fue asesinado en la ciudad de Aguilares junto con dos campesinos. Grande llevaba cuatro años al frente de la parroquia de Aguilares, donde había promovido la creación de comunidades cristianas de base y la organización de los campesinos de la zona. (…) El arzobispo Romero reaccionó a este asesinato convocando a una misa única, para mostrar la unidad de su clero.

Monseñor Romero denunció en sus homilías, los atropellos contra los derechos de los campesinos, de los obreros, de sus sacerdotes, y de todas las personas que recurrieran a él, en el contexto de violencia (…) que vivía el país. En sus homilías posteriores a la muerte de Rutilio Grande, (…), pide una mayor justicia en la sociedad. Durante los tres años siguientes, sus homilías, transmitidas por la Radio diocesana YSAX denuncian la violencia tanto del gobierno militar como de los grupos armados de izquierda. Señala especialmente hechos violentos como los asesinatos cometidos por escuadrones de la muerte y la desaparición forzada de personas, cometida por los cuerpos de seguridad. En agosto de 1978, publica una carta pastoral donde afirma el derecho del pueblo a la organización y al reclamo pacífico de sus derechos.

Un llamamiento al ejército salvadoreño

Un día antes de su muerte, Monseñor Romero hizo un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño:

Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles… Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: “No matar”. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.

Oscar Romero

Asesinado mientras celebraba la Eucaristía

El día lunes 24 de marzo de 1980 fue asesinado, cuando celebraba una misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia, en la colonia Miramonte de San Salvador. Un disparo hecho por un francotirador impactó en su corazón, momentos antes de la Consagración. Tenía entonces Mons. Romero 62 años de edad. Sus restos mortales descansan en la cripta de la Catedral de San Salvador.

El 12 de mayo de 1994 la Arquidiócesis de San Salvador pidió permiso a la Santa Sede para iniciar el proceso de canonización El proceso diocesano concluyó en 1995 y el expediente fue enviado a la Congregación para la Causa de los Santos, en el Vaticano, (la cual) en 2000 se lo trasfirió a la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el cardenal Joseph Ratzinger, actual Papa Benedicto XVI, para que analizara concienzudamente los escritos y homilías de monseñor Romero. Una vez terminado dicho análisis, en 2005 el postulador de la causa de canonización, monseñor Vicenzo Paglia, informó a los medios de comunicación de las conclusiones del estudio: “Romero no era un obispo revolucionario, sino un hombre de la Iglesia, del Evangelio y de los pobres”.

El proceso seguirá nuevos trámites, que si son superados, podrían acercar la fecha en que Óscar Arnulfo Romero sea elevado a los altares.

Estos ejemplos nos hablan claro sobre cómo la Iglesia cumple con su misión de anunciar la dignidad del ser humano y de denunciar las injusticias y la violencia que se cometen contra ella.


[1] Carlo M. Martín, Georg Sporschill, Coloquios nocturnos en Jerusalén, San Pablo, P. 182ss

[2] La siguiente información está tomada de Wikipedia

[4] Información tomada de Wikipedia

[6] Lo que sigue está tomado de Wikipedia