Reflexión 284 Pío XII Doctrina Social abril 24 2014

Mensaje de Navidad 1944

En nuestro estudio de la DSI en los documentos del papa Pío XII, estudiamos en el programa pasado el mensaje del santo padre en la navidad de 1944. El Papa Pío XII se dirigió al mundo cuando podía vislumbrar el comienzo del final de la segunda guerra mundial. Los jefes de estado de los países aliados habían tenido más de una reunión, para discutir la situación de la posguerra. Pío XII expuso en su mensaje la necesidad de sentar las bases de una sana democracia.

La alegría de la navidad sirvió de marco para reflexionar en medio de los horrores de la guerra, las ruinas de las ciudades y pueblos, en donde las torres derribadas de las iglesias eran testigos mudos de la que el papa llamó mancha de la historia de la humanidad, que, voluntariamente ciega ante la claridad de Aquel que es esplendor y luz del Padre, voluntariamente alejada de Jesucristo, ha descendido y ha caído en la ruina y en la abdicación de su propia dignidad.  Ante esa desolación causada por la guerra, Pío XII se preguntó si no habría esperanza para la humanidad, y respondió con la ilusión que despertaba la navidad, de una legión de personas de buena voluntad que querían hacer del fin de esa guerra el punto de partida de una era nueva, en la cual se debería trazar el camino hacia un porvenir mejor y más digno para la humanidad.

Pío XII veía en una democracia sana, una esperanzadora garantía para la construcción de la paz en el mundo de la posguerra;   confiaba también en que la democracia ayudaría a prevenir que  se volviera a caer en el absolutismo. La Alemania nazi y los sufrimientos de la población de la Unión Soviética habían sido consecuencias de decisiones de gobernantes absolutistas como lo fueron Hitler y Stalin.

Para Pío XII las bases de la democracia consisten en el derecho de los ciudadanos de hacerse escuchar. El derecho de los ciudadanos a hacerse escuchar está fundado en su dignidad de seres humanos. Fue claro Pío XII en cuanto a los derechos de los ciudadanos en la democracia: tener el derecho de manifestar su parecer sobre los deberes y sacrificios que se le imponen; no verse obligados a obedecer sin haber sido oídos. Pío XII dice que se reconoce una democracia sana y equilibrada, en la solidez y armonía entre los ciudadanos y el gobierno.

Pueblo y masa

 

Vimos también que para Pío XII la enemiga capital de la verdadera democracia y de su ideal de libertad y de igualdad es la masa, que el papa describe como esa aglomeración amorfa de individuos que no tiene vida propia sino que es llevada y traída por fuerzas externas. De esa masa Pío XII dice que es juguete fácil en manos de cualquiera que explota sus instintos y está dispuesta a seguir hoy una bandera y mañana otra. El pueblo a diferencia de la masa, es consciente de sus propias responsabilidades y tiene sus propias convicciones.

En palabras textuales de Pío XII,  así describe al pueblo, a diferencia de la masa: En un pueblo digno de tal nombre, el ciudadano siente en sí mismo la conciencia de su personalidad, de sus deberes y de sus derechos, de su libertad unida al respeto de la libertad y de la dignidad de los demás.

Después de exponer los requisitos de parte de los ciudadanos para una sana democracia, que se pueden resumir en su derecho a hacerse oír y manifestar su parecer sobre los sacrificios y deberes que se le imponen, Pío XII expuso los requisitos de parte de los gobernantes.

 

Dios es fundamento de la autoridad

 

De ellos dijo el papa que es necesaria la autoridad, que tiene su fundamento en Dios; expuso el papel del órgano legislativo y previno sobre el peligro de que la democracia derive en el absolutismo. Esto se encuentra en el mensaje de Navidad de 1944 de los números 20 a 30. Veamos el texto mismo de la alocución:

El Estado democrático, monárquico o republicano, como cualquier otra forma de gobierno, debe estar investido con el poder de mandar con autoridad verdadera y efectiva. El orden mismo absoluto de los seres y de los fines, que presenta al hombre como persona autónoma, es decir, como sujeto de deberes y de derechos inviolables, raíz y término de su vida social, abraza igualmente al Estado como sociedad necesaria, revestida de la autoridad, sin la cual no podría ni existir ni vivir. Porque si los hombres, valiéndose de su libertad personal, negasen toda dependencia de una autoridad superior provista del derecho de coacción, por el mismo hecho socavarían el fundamento de su propia dignidad y libertad, o lo que es lo mismo, aquel orden absoluto de los seres y de los fines.

Establecidos, sobre esta base común, la persona, el Estado y el poder público, con sus respectivos derechos, están tan unidos o conexos, que o se sostienen o se destruyen juntamente.

Como vemos, un estado puede ser democrático siendo república o en un régimen monárquico. Eso lo vemos hoy posible en las pocas monarquías que quedan y que no son gobiernos despóticos sino democráticos como Inglaterra, España, Suecia, Holanda, para nombrar algunos países. El Papa defiende la necesidad de la autoridad legítima, que haga respetar los derechos y exija el cumplimiento de sus deberes a los ciudadanos. Y veamos lo que Pío XII nos enseña sobre el fundamento en Dios de la autoridad legítima:

Y puesto que aquel orden absoluto, a la luz de la sana razón, y especialmente a la luz de la fe cristiana, no puede tener otro origen que un Dios personal, Criador nuestro, se sigue que la dignidad del hombre es la dignidad de la imagen de Dios, la dignidad del Estado es la dignidad de la comunidad moral que Dios ha querido, y que la dignidad de la autoridad política es la dignidad de su participación de la autoridad de Dios.

Es claro que Dios es origen de la dignidad del ser humano, de la dignidad del Estado y de la autoridad. Sin embargo en nuestros días, se rechaza a Dios que es fundamento de la dignidad de la persona, del Estado y de la autoridad.

Ninguna forma de Estado puede dejar de tener cuenta de esta conexión intima e indisoluble; y mucho menos la democracia. Por consiguiente, si quien ejercita el poder público no la ve o más o menos la descuida, remueve en sus mismas bases su propia autoridad. Igualmente, si no da la debida importancia a esta relación y no ve en su cargo la misión de actuar el orden establecido por Dios, surgirá el peligro de que el egoísmo del dominio o de los intereses prevalezca sobre las exigencias esenciales de la moral política y social y de que las vanas apariencias de una democracia de pura fórmula sirvan no pocas veces para enmascarar lo que es en realidad lo menos democrático.

 

Los fines que Dios se ha propuesto para la sociedad deben ser entendidos y respetados por los gobernantes

 

Y así continuó Pío XII su explicación sobre un régimen democrático, en el cual los fines que Dios se ha propuesto para la sociedad deben ser entendidos y respetados por los gobernantes:

Únicamente la clara inteligencia de los fines señalados por Dios a todas las sociedades humanas, unida al sentimiento profundo de los deberes sublimes de la labor social, puede poner a los que se les ha confiado el poder, en condición de cumplir sus propias obligaciones de orden legislativo, judicial o ejecutivo, con aquella conciencia de la propia responsabilidad, con aquella generosidad, con aquella incorruptibilidad, sin las que un gobierno democrático difícilmente lograría obtener el respeto, la confianza y la adhesión de la parte mejor del pueblo.

Yo me pregunto si nuestros gobernantes, legisladores y jueces por  lo menos se han preguntado alguna vez, cuáles son los fines señalados por Dios a todas las sociedades humanas y cuál debe ser su  papel como gobernantes, legisladores y jueces para que esos fines sean realidad en la sociedad de la cual ellos son responsables.

El profundo sentimiento de los principios de un orden político y social sano y conforme a las normas del derecho y de la justicia, es de particular importancia en quienes, sea cual fuere la forma de régimen democrático, ejecutan, como representantes del pueblo, en todo o en parte, el poder legislativo. Y ya que el centro de gravedad de una democracia normalmente constituida reside en esta representación popular, de la que irradian las corrientes políticas a todos los campos de la vida pública —tanto para el bien como para el mal—, la cuestión de la elevación moral, de la idoneidad práctica, de la capacidad intelectual de los designados para el parlamento, es para cualquier pueblo de régimen democrático, cuestión de vida o muerte, de prosperidad o de decadencia, de saneamiento o de perpetuo malestar.

 

Calidad de los candidatos que elijamos

 

Oigamos lo que la DSI enseña sobre la calidad que deben tener los legisladores, es decir, el Congreso, que en una democracia elegimos los ciudadanos. Nuestra responsabilidad en la clase de personas que llevamos al Congreso es grande. No podemos obrar con ligereza. Dijo Pío XII:

Para llevar a cabo una acción fecunda, para obtener la estima y la confianza, todo cuerpo legislativo —la experiencia lo demuestra indudablemente— debe recoger en su seno una selección de hombres espiritualmente eminentes y de carácter firme, que se consideren como los representantes de todo el pueblo y no ya como los mandatarios de una muchedumbre, a cuyos intereses particulares muchas veces, por desgracia, se sacrifican las reales necesidades y exigencias del bien común. Una selección de hombres no limitada a una profesión o a una condición determinada, sino imagen de la múltiple vida de todo el pueblo. Una selección de hombres de sólidas convicciones cristianas, de juicio justo y seguro, de sentido práctico y ecuánime, coherente consigo mismo en todas las circunstancias; hombres de doctrina clara y sana, de designios firmes y rectilíneos; hombres, sobre todo, capaces, en virtud de la autoridad que emana de su conciencia pura y ampliamente se irradia y se extiende en su derredor, de ser guías y dirigentes, sobre todo en tiempos en que urgentes necesidades sobreexcitan la impresionabilidad del pueblo, y lo hacen propenso a la desorientación y extravío; hombres que en los periodos de transición, atormentados generalmente y lacerados por las pasiones, por opiniones divergentes y por opuestos programas, se sienten doblemente obligados a hacer circular por las venas del pueblo y del Estado, quemadas por mil fiebres, el antídoto espiritual de las visiones claras, de la bondad solícita, de la justicia que favorece a todos igualmente, y la tendencia de la voluntad hacia la unión y la concordia nacional en un espíritu de sincera fraternidad.

Los pueblos cuyo temperamento espiritual y moral es suficientemente sano y fecundo, encuentran en sí mismos y pueden dar al mundo los heraldos y los instrumentos de la democracia que viven con aquellas disposiciones y las saben de hecho llevar a la práctica. En cambio, donde faltan semejantes hombres, vienen otros a ocupar su puesto para convertir la actividad política en campo de su ambición y afán de aumentar sus propias ganancias, las de su casta y clase, mientras la búsqueda de los intereses particulares hace perder de vista y pone en peligro el verdadero bien común.

 

El estado no tiene un poder ilimitado

 

Sobre el peligro de que la democracia derive hacia el absolutismo previno así Pío XII en su alocución del 24 de diciembre de 1944:

Una sana democracia fundada sobre los principios inmutables de la ley natural y de la verdad revelada, será resueltamente contraria a aquella corrupción que atribuye a la legislación del Estado un poder sin frenos y sin límites, y que hace también del régimen democrático, a pesar de las apariencias contrarias, pero vanas, puro y simple sistema de absolutismo.

El absolutismo de Estado (no hay que confundir este absolutismo con la monarquía absoluta de la que ahora no hablamos) consiste de hecho en el principio erróneo que la autoridad del Estado es ilimitada, y que frente a ella —aun cuando da rienda suelta a sus miras despóticas, traspasando los límites del bien y del mal— no cabe apelación alguna a una ley superior que obliga moralmente.

A un hombre posesionado de ideas rectas sobre el Estado y la autoridad y el poder de que está revestido, en cuanto que es custodio del orden social, jamás se le ocurrirá ofender la majestad de la ley positiva dentro de los límites de sus naturales atribuciones. Pero esta majestad del derecho positivo humano es inapelable únicamente cuando se conforma —o al menos no se opone— al orden absoluto, establecido por el Criador, y presentado con nueva luz por la revelación del Evangelio. Y esa majestad no puede subsistir sino en cuanto respeta el fundamento sobre el cual se apoya la persona humana, no menos que el Estado y el poder público. Este es el criterio fundamental de toda forma de gobierno sana y aun de la democracia, criterio con el cual se debe juzgar el valor moral de todas las leyes particulares.

Vemos que la doctrina social se refiere a la organización política de la sociedad y no solo a los deberes sociales de los particulares. Por eso la Iglesia tiene no solo el derecho sino la obligación de exponer el punto de vista de la fe católica en temas que algunos creen equivocadamente que son vedados a la Iglesia. La Iglesia no debe intervenir en política partidista, pero sí debe hacerlo en política, cuando se entiende como política la organización y administración de la sociedad, de acuerdo con el bien común y que tiene unos fines establecidos por el mismo Dios.

 

La democracia en la política internacional

 

En la siguiente parte de su mensaje del 24 de diciembre de 1944, Pío XII se refirió a las consecuencias de la democracia para la paz internacional. Esto se encuentra desde el N° 31 hasta el 41 del discurso. Se refiere primero a la unidad del género humano y las exigencias morales que se deducen de esa unidad: necesidad de un organismo internacional para resolver los conflictos y que aproveche la experiencia de la fracasada Sociedad de las naciones, y  el rechazo a la guerra de agresión.

Recordemos qué fue eso de la Sociedad de las naciones. Cuando terminó la primera guerra mundial, el presidente Woodrow Wilson, de los Estados Unidos, propuso que para superar los efectos de la guerra y conseguir una paz duradera, era conveniente fundar un organismo a través del cual las naciones pudieran resolver sus disputas por medios pacíficos y evitar así una nueva guerra. La exposición de motivos del Pacto de la Sociedad de Naciones fue la siguiente:

Las Altas Partes contratantes: considerando que para fomentar la cooperación entre las naciones y para garantizar la paz y la seguridad, importa: aceptar ciertos compromisos de no recurrir a la guerra; mantener a la luz del día relaciones internacionales, fundadas sobre la justicia y el honor; observar rigurosamente las prescripciones del Derecho internacional, reconocidas de aquí en adelante como regla de conducta efectiva de los Gobiernos; hacer que reine la justicia y respetar escrupulosamente todas las obligaciones de los Tratados en las relaciones mutuas de los pueblos organizados; Adoptan el presente Pacto.

La Sociedad de las naciones se instaló en Ginebra, Suiza el 15 de noviembre de 1920. En esa ciudad tuvo su sede. ¿Por qué fracasó esa organización? Los motivos de su fracaso las exponen así en Wikipedia: el senado de los Estados Unidos negó la aprobación d el tratado, de manera que quedó por fuera de la Sociedad de las naciones una de las potencias mundiales. Parece increíble, porque fue el presidente Wilson, de los Estados Unidos, quien propuso la creación  de ese organismo. Por lo visto no contaba con el apoyo de su propio congreso. Wilson era un pacifista. Vale la pena decir algo más sobre ese personaje, el presidente Wilson, quien ocupó la presidencia de los EE.UU. por segunda vez hace 100 años, para que comprendamos mejor el contexto en que Pío XII gobernaba la Iglesia al final de la segunda guerra. Ahora era el Papa quien exponía la necesidad de un organismo internacional para evitar otra guerra.

 En comentario sobre una biografía del presidente Wilson, el profesor Nicholas Cafardi escribe que Wilson fue un fuerte amigo de la neutralidad y que en la campaña por su reelección adoptó como lema la frase  “He kept us out of war”. “Él nos mantuvo fuera de la guerra”;  sin embargo a menos de un  mes de la posesión para su segundo mandato, después de que el Imperio Alemán había hundido más buques norteamericanos, Wilson  no encontró otra solución que la guerra; fue al Congreso y pidió autorización para declararla. Fue una terrible decisión personal, que lo afectó mucho. Su biógrafo asegura que su predilección era la paz y que después de pronunciar el discurso en el que anunció al país la guerra, lloró a su regreso a la Casa Blanca. Poco tiempo después Wilson sufrió un derrame cerebral que adjudican a su estrés por su fracaso. Preguntábamos por qué fracasó la Sociedad de las naciones, además de la ausencia de una potencia como los EE.UU. Veamos:

Se excluyó de la sociedad a Alemania y a Turquía, países derrotados en la guerra. Durante varios años se excluyó también a la Unión Soviética que finalmente se aceptó en 1930. Se cometieron abusos sin que la Sociedad de las naciones adoptara una posición firme ante esos hechos: por ejemplo Francia ocupó la región alemana del Ruhr para exigir reparaciones de guerra; el Japón invadió parte de Manchuria en 1931. Alemania había sido admitida en 1926, pero ya en 1933 ascendió al poder el nazismo y se retiró de la Sociedad de las naciones.

Otras acciones como la invasión de Abisinia por  la Italia fascista  en 1935 mostraron que la Sociedad de las naciones carecía de la autoridad necesaria para impedir las acciones agresivas de sus miembros. Aunque la sociedad aprobó sanciones económicas contra Italia, muchos países no las apoyaron y así fueron inútiles. Uno puede ver con preocupación que en nuestros días,  la ONU, que reemplazó a la Sociedad de las naciones, también ha resultado ineficaz en casos como el de Siria, el conflicto árabe israelí, las pretensiones de Rusia de parte del territorio de Ucrania, y otros…

A este propósito, es conveniente tener en cuenta lo que dijo el Secretario de Estado del Papa Francisco sobre la necesidad de reformar a la ONU. El secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, considera necesaria una reforma de la ONU para que sea una organización “fuerte pero democrática”, que no concentre “su poder en manos de unos pocos países” y mantenga “la paz en el mundo”.

“La ONU es un organismo meritorio y, a pesar de sus limitaciones, es mejor que exista a que no”, afirma Parolin en una entrevista difundida hoy por “L’Osservatore Romano”, diario oficial del Vaticano, y extractada del libro inédito “El Papa de la paz. La herencia de los Santos (Angelo Giuseppe) Roncalli y (Karol) Wojtyla para el papa Francisco”, de Nina Fabrizio y Fausto Gasparrone.

Reflexión 283 Pío XII Doctrina Social abril 3 2014

 

Circunstancias del mensaje pontificio de diciembre de 1944

 

Vamos a continuar estudiando los aportes del papa Pío XII a la DSI. En el programa pasado nos referimos a su mensaje de navidad del 24 de diciembre de 1943. Fue un mensaje en estilo de homilía, en el cual consolaba a los que habían sufrido los horrores de la guerra y  las consecuencias de esos horrores  en su vida personal y familiar.

Hoy nos vamos a dedicar al mensaje de diciembre de 1944. Dijimos la semana pasada que cuando Pío XII dirigió el mensaje de la navidad de 1943, la segunda guerra mundial había tomado un camino que la acercaba a Roma. Los aliados invadían  Italia, Mussolini había sido depuesto, pero Hitler, en un golpe de mano en los que era especialista el oficial comando Otto Skorzeni, de las SS, en septiembre de 1943 liberó al dictador italiano y lo trasladó a Alemania.  Sin embargo, la guerra parecía que no estaba lejos de su fin y que los aliados serían los triunfantes.

Sin duda pensando en la paz que se aproximaba, el tema escogido  por Pío XII para su mensaje en la  Navidad de 1944 fue el de las condiciones morales en los ciudadanos y en los que detectan el poder, para una sana democracia y la organización internacional con vistas a la paz.

En 1944 los ejércitos seguían entregados a una lucha feroz; las tropas alemanas incitadas por Hitler a luchar hasta el último hombre, eran sacrificadas inútilmente. En 1944, Francia fue liberada. Lo soldados alemanes que habían desfilado victoriosos por los campos elíseos, en París, tuvieron que salir  prisioneros, con los brazos en alto.

 Al comienzo de su mensaje se refirió Pío XII a estas circunstancias, lo mismo que a las reuniones de los jefes de estado de los aliados, que habían ido definiendo el nuevo mapa de Europa, acomodado a sus reclamaciones de territorios. Se reunieron en Teherán en 1943 y en 1944 en Yalta, en el Mar Negro, en territorio de la Unión Soviética. Esta última fue una reunión difícil; el presidente Roosevelt había hecho ese largo viaje a pesar de su precario estado de salud. Y parece que ese estado de salud había de veras minado el ánimo del presidente estadounidense, pues según historiadores creyó que Stalin era un verdadero demócrata (Cf Raymond Cartier, La Segunda guerra mundial).  El fuerte fue Churchill, pero Stalin estaba en su territorio y parece que se salió con sus pretensiones. Churchill no solo vio las ruinas de las ciudades arrasadas, sino, como dice el historiador francés Cartier, Churchill, como verdadero hombre de estado, vio las ruinas políticas, que tras el silencio del cañón, harían un vacío de Europa. Y recordemos que el presidente Roosevelt moriría antes del fin de la guerra.

 

Mensaje de Pío XII

 

Oigamos  la introducción del mensaje de navidad de Pío XII: el 24 de diciembre de 1944:

«Benignitas et humanitas apparuit Salvatoris nostri Dei» (Apareció la benignidad y humanidad de Dios nuestro salvador. (Tt 3, 4). Por sexta vez, desde el comienzo de la horrible guerra, la santa liturgia de Navidad saluda con estas palabras, que exhalan serena paz, la venida entre nosotros del Dios Salvador. La humilde y pobre cuna de Belén atrae, con aliciente inefable, la atención de todos los creyentes.

Hasta lo más profundo de los corazones, entenebrecidos, afligidos y abatidos / baja un torrente de luz y de alegría, invadiéndolos completamente. Vuelven a alzarse serenas las frentes inclinadas, porque Navidad es la fiesta de la dignidad humana, la fiesta del «admirable intercambio, por el cual el Creador del género humano, tomando un cuerpo vivo, se dignó nacer de la Virgen y con su venida nos donó su divinidad» (Ant. 1 in 1 Vesp. in Circumc. Dom.).

Pero nuestros ojos vuelan espontáneamente desde el esplendoroso Niño del portal al mundo que nos rodea, y la dolorida exclamación del Evangelista Juan sube a nuestros labios: «Lux in tenebris lucet et tenebrae eam non comprehenderunt » (Jn 1, 5): la luz resplandece en medio de las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron.

Porque desgraciadamente también esta sexta vez la aurora de la Navidad se alza sobre campos de batalla cada vez más dilatados, sobre cementerios en donde se acumulan cada día más numerosos los despojos de las víctimas, sobre tierras desiertas en donde escasas torres vacilantes señalan con su silenciosa tristeza las ruinas de ciudades antes prósperas y florecientes y donde campanas derribadas o arrebatadas ya no despiertan a los habitantes con su alegre canto de Navidad. Son otros tantos testigos mudos, que denuncian esta mancha de la historia de la humanidad, que, voluntariamente ciega ante la claridad de Aquel que es esplendor y luz del Padre, voluntariamente alejada de Jesucristo, ha descendido y ha caído en la ruina y en la abdicación de su propia dignidad. Hasta la pequeña lámpara se ha apagado en muchos majestuosos templos, en muchas modestas capillas, donde, junto al Sagrario, había sido compañera en las vigilias del Huésped divino, mientras que el mundo dormía. ¡Qué desolación, que contraste! ¿No habría, pues, esperanza para la humanidad?

 

Una aurora de esperanza en medio de la oscuridad de la guerra

 

A la desgarradora pregunta, de si no habría esperanza para la humanidad, la Navidad llevó a Pío XII a mirar a la luz de Cristo que iluminaba la oscuridad en que se envolvía el mundo en guerra, y continuó así su mensaje:

¡Bendito sea el Señor! Una aurora de esperanza se eleva de los lúgubres gemidos del dolor, del seno mismo de la angustia desgarradora de los individuos y de los pueblos oprimidos. Una idea, una voluntad cada día más clara y firme surge en una falange, cada vez mayor, de nobles espíritus: hacer de esta guerra mundial, de este universal desbarajuste / el punto de partida de una era nueva, para la renovación profunda, la reordenación total del mundo. De esta manera, mientras siguen afanándose los ejércitos en luchas homicidas, con medios de combate cada día más crueles, los hombres de gobierno, representantes responsables de las naciones, se reúnen en coloquios y en conferencias, para determinar los derechos y los deberes fundamentales sobre los que se debería reedificar una unión de los Estados, para trazar el camino hacia un porvenir mejor, más seguro, más digno de la humanidad.

¡Extraña antítesis, la coincidencia de una guerra, cuya rudeza tiende a llegar al paroxismo, con el notable progreso de las aspiraciones y de los propósitos hacia el acuerdo para una paz sólida y duradera! Sin duda ninguna que se podrá discutir el valor, la posibilidad de aplicación, la eficacia de una o de otra propuesta; bien podría quedar en suspenso el juicio sobre ellas; pero siempre será verdad que el movimiento avanza.

No se conocían todavía los resultados de las conversaciones de las naciones vencedoras, pero Pío XII aparecía optimista y expresaba la necesidad de unas bases firmes para una democracia sana. Decía eso el papa, porque las intenciones de Stalin no las reconoció al principio ni siquiera una persona tan conocedora de la política internacional como el presidente Roosevelt, y el electorado inglés daría pronto la espalda a Churchill, quien  condujo a Inglaterra a la victoria, enseñándole a luchar en medio de sangre, sudor y lágrimas, como lo repetía en sus discursos.

 

La democracia y los derechos de los ciudadanos

 

Pío XII en la primera parte de su mensaje de navidad expuso su pensamiento sobre la democracia, que consideraba un derecho de los ciudadanos de hacerse escuchar y previno sobre el peligro de caer en el absolutismo.

Esto dijo el papa Pío XII:

(…) los pueblos, al siniestro resplandor de la guerra que les rodea, en medio del ardoroso fuego de los hornos que les aprisionan, se han como despertado de un prolongado letargo. Ante el Estado, ante los gobernantes han adoptado una actitud nueva, interrogativa, crítica, desconfiada. Adoctrinados por una amarga experiencia se oponen con mayor ímpetu a los monopolios de un poder dictatorial, incontrolable e intangible, y exigen un sistema de gobierno, que sea más compatible con la dignidad y con la libertad de los ciudadanos.

Estas multitudes, inquietas, trastornadas por la guerra hasta las capas más profundas, están hoy día penetradas por la persuasión —al principio tal vez vaga y confusa, pero ahora ya incoercible— de que, si no hubiera faltado la posibilidad de sindicar (denunciar) y corregir la actividad de los poderes públicos, el mundo no habría sido arrastrado por el torbellino desastroso de la guerra y de que, para evitar en adelante la repetición de semejante catástrofe, es necesario crear en el pueblo mismo eficaces garantías.

Siendo tal la disposición de los ánimos, ¿hay acaso que maravillarse de que la tendencia democrática inunde los pueblos y obtenga fácilmente la aprobación y el asenso de los que aspiran a colaborar más eficazmente en los destinos de los individuos y de la sociedad?

Apenas es necesario recordar que, según las enseñanzas de la Iglesia, «no está prohibido el preferir gobiernos moderados de forma popular, salva con todo la doctrina católica acerca del origen y el ejercicio del poder público», y que «la Iglesia no reprueba ninguna de las varias formas de gobierno, con tal de que se adapten por sí mismas a procurar el bien de los ciudadanos » (León XIII Encycl. «Libertas», 20 de junio de 1888, in fin.).

 

Dignidad del se humano no solo individualmente considerado

 

Der manera que Pío XII estaba seguro de que gobiernos democráticos no arrojarían a sus pueblos a los horrores de otra guerra. A continuación el Papa Pío Pío XII se refirió al ser humano que debe ser el agente, fundamento y fin de la vida social. Recordemos que la dignidad del ser humano era pensamiento central en la doctrina social de Pío XII. Estas fueron sus palabras:

Si, pues, en esta solemnidad, que conmemora al mismo tiempo la benignidad del Verbo encarnado y la dignidad del hombre (dignidad entendida no sólo bajo el aspecto personal, sino también en la vida social), Nos dirigimos nuestra atención al problema de la democracia, para examinar según qué normas debe ser regulada para que se pueda llamar una verdadera y sana democracia, acomodada a las circunstancias de la hora presente; esto indica claramente que el cuidado y la solicitud de la Iglesia se dirige no tanto a su estructura y organización exterior —que dependen de las aspiraciones propias de cada pueblo—, cuanto al hombre como tal que, lejos de ser el objeto y como elemento pasivo de la vida social, es por el contrario, y debe ser y seguir siendo, su agente, su fundamento y su fin.

Supuesto que la democracia, entendida en sentido amplio, admite diversidad de formas y puede tener lugar tanto en las monarquías como en las repúblicas, dos cuestiones se presentan a nuestro examen: 1º) ¿Qué caracteres deben distinguir a los hombres, que viven en la democracia y bajo un régimen democrático? 2º) ¿Qué caracteres deben distinguir a los hombres, que en la democracia ejercitan el poder público?

Si nos preguntamos qué opina la DSI sobre la democracia, en este mensaje de Pío XII tenemos una fuente confiable. Sobre los caracteres propios de los ciudadanos en el régimen democrático, dijo Pío XII:

Manifestar su parecer sobre los deberes y los sacrificios que se le imponen; no verse obligado a obedecer sin haber sido oído: he ahí dos derechos del ciudadano que encuentran en la democracia, como lo indica su mismo nombre, su expresión. Por la solidez, armonía y buenos frutos de este contacto entre los ciudadanos y el gobierno del Estado se puede reconocer si una democracia es verdaderamente sana y equilibrada, y cuál es su fuerza de vida y de desarrollo. Además, por lo que se refiere a la extensión y naturaleza de los sacrificios pedidos a todos los ciudadanos —en nuestra época, cuando es tan vasta y decisiva la actividad del Estado—, la forma democrática de gobierno se presenta a muchos como postulado natural impuesto por la razón misma. Pero cuando se reclama «más democracia y mejor democracia», una tal exigencia no puede tener otra significación que la de poner al ciudadano cada vez más en condición de tener opinión personal propia, y de manifestarla y hacerla valer de manera conveniente para el bien común.

 

El estado es y debe ser la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo

 

No hay duda de que estos derechos del ciudadano de tener su propia opinión y de ser escuchado, se derivan de su dignidad de ser humano y de su libertad. Luego, nos explica Pío XII, la diferencia entre pueblo y masa, como consecuencia de los derechos de los ciudadanos. Oigámoslo, que es muy claro. Dijo:

De esto se deduce una primera conclusión necesaria con su consecuencia práctica. El Estado no contiene en sí ni reúne mecánicamente en determinado territorio una aglomeración amorfa de individuos. Es y debe ser en realidad la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo.

Pueblo y multitud amorfa o, como se suele decir, «masa» son dos conceptos diversos. El pueblo vive y se mueve con vida propia; la masa es por sí misma inerte, y no puede recibir movimiento sino de fuera. El pueblo vive de la plenitud de la vida de los hombres que la componen, cada uno de los cuales —en su propio puesto y a su manera— es persona consciente de sus propias responsabilidades y de sus convicciones propias. La masa, por el contrario, espera el impulso de fuera, juguete fácil en las manos de un cualquiera que explota sus instintos o impresiones, dispuesta a seguir, cada vez una, hoy esta, mañana aquella otra bandera. De la exuberancia de vida de un pueblo verdadero, la vida se difunde abundante y rica en el Estado y en todos sus órganos, infundiendo en ellos con vigor, que se renueva incesantemente, la conciencia de la propia responsabilidad, el verdadero sentimiento del bien común. De la fuerza elemental de la masa, hábilmente manejada y usada, puede también servirse el Estado: en las manos ambiciosas de uno solo o de muchos agrupados artificialmente por tendencias egoístas, puede el mismo Estado, con el apoyo de la masa reducida a no ser más que una simple máquina, imponer su arbitrio a la parte mejor del verdadero pueblo: así el interés común queda gravemente herido y por mucho tiempo, y la herida es muchas veces difícilmente curable.

Con lo dicho aparece clara otra conclusión: la masa —como Nos la acabamos de definir— es la enemiga capital de la verdadera democracia y de su ideal de libertad y de igualdad.

En un pueblo digno de tal nombre, el ciudadano siente en sí mismo la conciencia de su personalidad, de sus deberes y de sus derechos, de su libertad unida al respeto de la libertad y de la dignidad de los demás. En un pueblo digno de tal nombre, todas las desigualdades que proceden no del arbitrio sino de la naturaleza misma de las cosas, desigualdades de cultura, de bienes, de posición social —sin menoscabo, por supuesto, de la justicia y de la caridad mutua—, no son de ninguna manera obstáculo a la existencia y al predominio de un auténtico espíritu de comunidad y de fraternidad. Más aún, esas desigualdades, lejos de lesionar en manera alguna la igualdad civil, le dan su significado legítimo, es decir, que ante el Estado cada uno tiene el derecho de vivir honradamente su existencia personal, en el puesto y en las condiciones en que los designios y la disposición de la Providencia lo han colocado.

Como antítesis de este cuadro del ideal democrático de libertad y de igualdad en un pueblo gobernado por manos honestas y próvidas, ¡que espectáculo presenta un Estado democrático dejado al arbitrio de la masa! La libertad, de deber moral de la persona se transforma en pretensión tiránica de desahogar libremente los impulsos y apetitos humanos con daño de los demás. La igualdad degenera en nivelación mecánica, en uniformidad monocroma: sentimiento del verdadero honor, actividad personal, respeto de la tradición, dignidad, en una palabra, todo lo que da a la vida su valor, poco a poco se hunde y desaparece. Y únicamente sobreviven, por una parte, las victimas engañadas por la fascinación aparatosa de la democracia, fascinación que se confunde ingenuamente con el espíritu mismo de la democracia, con la libertad e igualdad, y por otra, los explotadores más o menos numerosos que han sabido, mediante la fuerza del dinero o de la organización, asegurarse sobre los demás una posición privilegiada y aun el mismo poder.

La semana entrante continuaremos con el estudio del mensaje de Pío XII en la navidad de 1944. Después de exponernos los requisitos para una sana democracia de parte de los ciudadanos, veremos los requisitos de parte de los gobernantes para que pueda existir una sana democracia.

Reflexión 284 Pío XII Doctrina Social abril 24 2014

Repaso de la alocución de Navidad 1944

 

En nuestro estudio de la DSI en los documentos del papa Pío XII, estudiamos en el programa pasado el mensaje del santo padre en la navidad de 1944. El Papa Pío XII se dirigió al mundo cuando podía vislumbrar el comienzo del final de la segunda guerra mundial. Los jefes de estado de los países aliados habían tenido más de una reunión, para discutir la situación de la posguerra. Pío XII expuso en su mensaje la necesidad de sentar las bases de una sana democracia.

La alegría de la navidad sirvió de marco para reflexionar en medio de los horrores de la guerra, las ruinas de las ciudades y pueblos, en donde las torres derribadas de las iglesias eran testigos mudos de la que el papa llamó mancha de la historia de la humanidad, que, voluntariamente ciega ante la claridad de Aquel que es esplendor y luz del Padre, voluntariamente alejada de Jesucristo, ha descendido y ha caído en la ruina y en la abdicación de su propia dignidad.  Ante esa desolación causada por la guerra, Pío XII se preguntó si no habría esperanza para la humanidad, y respondió con la ilusión que despertaba la navidad, de una legión de personas de buena voluntad que querían hacer del fin de esa guerra el punto de partida de una era nueva, en la cual se debería trazar el camino hacia un porvenir mejor y más digno para la humanidad.

Pío XII veía en una democracia sana, una esperanzadora garantía para la construcción de la paz en el mundo de la posguerra;   confiaba también en que la democracia ayudaría a prevenir que  se volviera a caer en el absolutismo. La Alemania nazi y los sufrimientos de la población de la Unión Soviética habían sido consecuencias de decisiones de gobernantes absolutistas como lo fueron Hitler y Stalin.

Para Pío XII las bases de la democracia consisten en el derecho de los ciudadanos de hacerse escuchar. El derecho de los ciudadanos a hacerse escuchar está fundado en su dignidad de seres humanos. Fue claro Pío XII en cuanto a los derechos de los ciudadanos en la democracia: tener el derecho de manifestar su parecer sobre los deberes y sacrificios que se le imponen; no verse obligados a obedecer sin haber sido oídos. Pío XII dice que se reconoce una democracia sana y equilibrada, en la solidez y armonía entre los ciudadanos y el gobierno.

 

Diferencia entre masa y pueblo

 

Vimos también que para Pío XII la enemiga capital de la verdadera democracia y de su ideal de libertad y de igualdad es la masa, que el papa describe como esa aglomeración amorfa de individuos que no tiene vida propia sino que es llevada y traída por fuerzas externas. De esa masa Pío XII dice que es juguete fácil en manos de cualquiera que explota sus instintos y está dispuesta a seguir hoy una bandera y mañana otra. El pueblo a diferencia de la masa, es consciente de sus propias responsabilidades y tiene sus propias convicciones.

En palabras textuales de Pío XII,  así describe al pueblo, a diferencia de la masa: En un pueblo digno de tal nombre, el ciudadano siente en sí mismo la conciencia de su personalidad, de sus deberes y de sus derechos, de su libertad unida al respeto de la libertad y de la dignidad de los demás.

Después de exponer los requisitos de parte de los ciudadanos para una sana democracia, que se pueden resumir en su derecho a hacerse oír y manifestar su parecer sobre los sacrificios y deberes que se le imponen, Pío XII expuso los requisitos de parte de los gobernantes.

 

¿Es necesaria la autoridad? ¿Cuál es su origen?

 

De ellos dijo el papa que es necesaria la autoridad, que tiene su fundamento en Dios; expuso el papel del órgano legislativo y previno sobre el peligro de que la democracia derive en el absolutismo. Esto se encuentra en el mensaje de Navidad de 1944 de los números 20 a 30. Veamos el texto mismo de la alocución:

El Estado democrático, monárquico o republicano, como cualquier otra forma de gobierno, debe estar investido con el poder de mandar con autoridad verdadera y efectiva. El orden mismo absoluto de los seres y de los fines, que presenta al hombre como persona autónoma, es decir, como sujeto de deberes y de derechos inviolables, raíz y término de su vida social, abraza igualmente al Estado como sociedad necesaria, revestida de la autoridad, sin la cual no podría ni existir ni vivir. Porque si los hombres, valiéndose de su libertad personal, negasen toda dependencia de una autoridad superior provista del derecho de coacción, por el mismo hecho socavarían el fundamento de su propia dignidad y libertad, o lo que es lo mismo, aquel orden absoluto de los seres y de los fines.

Establecidos, sobre esta base común, la persona, el Estado y el poder público, con sus respectivos derechos, están tan unidos o conexos, que o se sostienen o se destruyen juntamente.

Como vemos, un estado puede ser democrático siendo república o en un régimen monárquico. Eso lo vemos hoy posible en las pocas monarquías que quedan y que no son gobiernos despóticos sino democráticos como Inglaterra, España, Suecia, Holanda, para nombrar algunos países. El Papa defiende la necesidad de la autoridad legítima, que haga respetar los derechos y exija el cumplimiento de sus deberes a los ciudadanos. Y veamos lo que Pío XII nos enseña sobre el fundamento en Dios de la autoridad legítima:

Y puesto que aquel orden absoluto, a la luz de la sana razón, y especialmente a la luz de la fe cristiana, no puede tener otro origen que un Dios personal, Criador nuestro, se sigue que la dignidad del hombre es la dignidad de la imagen de Dios, la dignidad del Estado es la dignidad de la comunidad moral que Dios ha querido, y que la dignidad de la autoridad política es la dignidad de su participación de la autoridad de Dios.

Es claro que Dios es origen de la dignidad del ser humano, de la dignidad del Estado y de la autoridad. Sin embargo en nuestros días, se rechaza a Dios que es fundamento de la dignidad de la persona, del Estado y de la autoridad.

Ninguna forma de Estado puede dejar de tener cuenta de esta conexión intima e indisoluble; y mucho menos la democracia. Por consiguiente, si quien ejercita el poder público no la ve o más o menos la descuida, remueve en sus mismas bases su propia autoridad. Igualmente, si no da la debida importancia a esta relación y no ve en su cargo la misión de actuar el orden establecido por Dios, surgirá el peligro de que el egoísmo del dominio o de los intereses prevalezca sobre las exigencias esenciales de la moral política y social y de que las vanas apariencias de una democracia de pura fórmula sirvan no pocas veces para enmascarar lo que es en realidad lo menos democrático.

 

¿Qué clase de sociedad quiere Dios?

 

Y así continuó Pío XII su explicación sobre un régimen democrático, en el cual los fines que Dios se ha propuesto para la sociedad deben ser entendidos y respetados por los gobernantes:

Únicamente la clara inteligencia de los fines señalados por Dios a todas las sociedades humanas, unida al sentimiento profundo de los deberes sublimes de la labor social, puede poner a los que se les ha confiado el poder, en condición de cumplir sus propias obligaciones de orden legislativo, judicial o ejecutivo, con aquella conciencia de la propia responsabilidad, con aquella generosidad, con aquella incorruptibilidad, sin las que un gobierno democrático difícilmente lograría obtener el respeto, la confianza y la adhesión de la parte mejor del pueblo.

Yo me pregunto si nuestros gobernantes, legisladores y jueces por  lo menos se han preguntado alguna vez, cuáles son los fines señalados por Dios a todas las sociedades humanas y cuál debe ser su  papel como gobernantes, legisladores y jueces para que esos fines sean realidad en la sociedad de la cual ellos son responsables.

El profundo sentimiento de los principios de un orden político y social sano y conforme a las normas del derecho y de la justicia, es de particular importancia en quienes, sea cual fuere la forma de régimen democrático, ejecutan, como representantes del pueblo, en todo o en parte, el poder legislativo. Y ya que el centro de gravedad de una democracia normalmente constituida reside en esta representación popular, de la que irradian las corrientes políticas a todos los campos de la vida pública —tanto para el bien como para el mal—, la cuestión de la elevación moral, de la idoneidad práctica, de la capacidad intelectual de los designados para el parlamento, es para cualquier pueblo de régimen democrático, cuestión de vida o muerte, de prosperidad o de decadencia, de saneamiento o de perpetuo malestar.

Calidad de los legisladores que elijamos

 

Oigamos lo que la DSI enseña sobre la calidad que deben tener los legisladores, es decir, el Congreso, que en una democracia elegimos los ciudadanos. Nuestra responsabilidad en la clase de personas que llevamos al Congreso es grande. No podemos obrar con ligereza. Dijo Pío XII:

Para llevar a cabo una acción fecunda, para obtener la estima y la confianza, todo cuerpo legislativo —la experiencia lo demuestra indudablemente— debe recoger en su seno una selección de hombres espiritualmente eminentes y de carácter firme, que se consideren como los representantes de todo el pueblo y no ya como los mandatarios de una muchedumbre, a cuyos intereses particulares muchas veces, por desgracia, se sacrifican las reales necesidades y exigencias del bien común. Una selección de hombres no limitada a una profesión o a una condición determinada, sino imagen de la múltiple vida de todo el pueblo. Una selección de hombres de sólidas convicciones cristianas, de juicio justo y seguro, de sentido práctico y ecuánime, coherente consigo mismo en todas las circunstancias; hombres de doctrina clara y sana, de designios firmes y rectilíneos; hombres, sobre todo, capaces, en virtud de la autoridad que emana de su conciencia pura y ampliamente se irradia y se extiende en su derredor, de ser guías y dirigentes, sobre todo en tiempos en que urgentes necesidades sobreexcitan la impresionabilidad del pueblo, y lo hacen propenso a la desorientación y extravío; hombres que en los periodos de transición, atormentados generalmente y lacerados por las pasiones, por opiniones divergentes y por opuestos programas, se sienten doblemente obligados a hacer circular por las venas del pueblo y del Estado, quemadas por mil fiebres, el antídoto espiritual de las visiones claras, de la bondad solícita, de la justicia que favorece a todos igualmente, y la tendencia de la voluntad hacia la unión y la concordia nacional en un espíritu de sincera fraternidad.

Los pueblos cuyo temperamento espiritual y moral es suficientemente sano y fecundo, encuentran en sí mismos y pueden dar al mundo los heraldos y los instrumentos de la democracia que viven con aquellas disposiciones y las saben de hecho llevar a la práctica. En cambio, donde faltan semejantes hombres, vienen otros a ocupar su puesto para convertir la actividad política en campo de su ambición y afán de aumentar sus propias ganancias, las de su casta y clase, mientras la búsqueda de los intereses particulares hace perder de vista y pone en peligro el verdadero bien común.

 

Peligro del absolutismo

 

Sobre el peligro de que la democracia derive hacia el absolutismo previno así Pío XII en su alocución del 24 de diciembre de 1944:

Una sana democracia fundada sobre los principios inmutables de la ley natural y de la verdad revelada, será resueltamente contraria a aquella corrupción que atribuye a la legislación del Estado un poder sin frenos y sin límites, y que hace también del régimen democrático, a pesar de las apariencias contrarias, pero vanas, puro y simple sistema de absolutismo.

El absolutismo de Estado (no hay que confundir este absolutismo con la monarquía absoluta de la que ahora no hablamos) consiste de hecho en el principio erróneo que la autoridad del Estado es ilimitada, y que frente a ella —aun cuando da rienda suelta a sus miras despóticas, traspasando los límites del bien y del mal— no cabe apelación alguna a una ley superior que obliga moralmente.

A un hombre posesionado de ideas rectas sobre el Estado y la autoridad y el poder de que está revestido, en cuanto que es custodio del orden social, jamás se le ocurrirá ofender la majestad de la ley positiva dentro de los límites de sus naturales atribuciones. Pero esta majestad del derecho positivo humano es inapelable únicamente cuando se conforma —o al menos no se opone— al orden absoluto, establecido por el Criador, y presentado con nueva luz por la revelación del Evangelio. Y esa majestad no puede subsistir sino en cuanto respeta el fundamento sobre el cual se apoya la persona humana, no menos que el Estado y el poder público. Este es el criterio fundamental de toda forma de gobierno sana y aun de la democracia, criterio con el cual se debe juzgar el valor moral de todas las leyes particulares.

Vemos que la doctrina social se refiere a la organización política de la sociedad y no solo a los deberes sociales de los particulares. Por eso la Iglesia tiene no solo el derecho sino la obligación de exponer el punto de vista de la fe católica en temas que algunos creen equivocadamente que son vedados a la Iglesia. La Iglesia no debe intervenir en política partidista, pero sí debe hacerlo en política, cuando se entiende como política la organización y administración de la sociedad, de acuerdo con el bien común y que tiene unos fines establecidos por el mismo Dios.

 

Necesidad de un organismo internacional para evitar la guerra

 

En la siguiente parte de su mensaje del 24 de diciembre de 1944, Pío XII se refirió a las consecuencias de la democracia para la paz internacional. Esto se encuentra desde el N° 31 hasta el 41 del discurso. Se refiere primero a la unidad del género humano y las exigencias morales que se deducen de esa unidad: necesidad de un organismo internacional para resolver los conflictos y que aproveche la experiencia de la fracasada Sociedad de las naciones, y  el rechazo a la guerra de agresión.

Recordemos qué fue eso de la Sociedad de las naciones. Cuando terminó la primera guerra mundial, el presidente Woodrow Wilson, de los Estados Unidos, propuso que para superar los efectos de la guerra y conseguir una paz duradera, era conveniente fundar un organismo a través del cual las naciones pudieran resolver sus disputas por medios pacíficos y evitar así una nueva guerra. La exposición de motivos del Pacto de la Sociedad de Naciones fue la siguiente:

Las Altas Partes contratantes: considerando que para fomentar la cooperación entre las naciones y para garantizar la paz y la seguridad, importa: aceptar ciertos compromisos de no recurrir a la guerra; mantener a la luz del día relaciones internacionales, fundadas sobre la justicia y el honor; observar rigurosamente las prescripciones del Derecho internacional, reconocidas de aquí en adelante como regla de conducta efectiva de los Gobiernos; hacer que reine la justicia y respetar escrupulosamente todas las obligaciones de los Tratados en las relaciones mutuas de los pueblos organizados; Adoptan el presente Pacto.

La Sociedad de las naciones se instaló en Ginebra, Suiza el 15 de noviembre de 1920. En esa ciudad tuvo su sede. ¿Por qué fracasó esa organización? Los motivos de su fracaso las exponen así en Wikipedia: el senado de los Estados Unidos negó la aprobación d el tratado, de manera que quedó por fuera de la Sociedad de las naciones una de las potencias mundiales. Parece increíble, porque fue el presidente Wilson, de los Estados Unidos, quien propuso la creación  de ese organismo. Por lo visto no contaba con el apoyo de su propio congreso. Wilson era un pacifista. Vale la pena decir algo más sobre ese personaje, el presidente Wilson, quien ocupó la presidencia de los EE.UU. por segunda vez hace 100 años, para que comprendamos mejor el contexto en que Pío XII gobernaba la Iglesia al final de la segunda guerra. Ahora era el Papa quien exponía la necesidad de un organismo internacional para evitar otra guerra.

 En comentario sobre una biografía del presidente Wilson, el profesor Nicholas Cafardi escribe que Wilson fue un fuerte amigo de la neutralidad y que en la campaña por su reelección adoptó como lema la frase  “He kept us out of war”. “Él nos mantuvo fuera de la guerra”;  sin embargo a menos de un  mes de la posesión para su segundo mandato, después de que el Imperio Alemán había hundido más buques norteamericanos, Wilson  no encontró otra solución que la guerra; fue al Congreso y pidió autorización para declararla. Fue una terrible decisión personal, que lo afectó mucho. Su biógrafo asegura que su predilección era la paz y que después de pronunciar el discurso en el que anunció al país la guerra, lloró a su regreso a la Casa Blanca. Poco tiempo después Wilson sufrió un derrame cerebral que adjudican a su estrés por su fracaso. Preguntábamos por qué fracasó la Sociedad de las naciones, además de la ausencia de una potencia como los EE.UU. Veamos:

Se excluyó de la sociedad a Alemania y a Turquía, países derrotados en la guerra. Durante varios años se excluyó también a la Unión Soviética que finalmente se aceptó en 1930. Se cometieron abusos sin que la Sociedad de las naciones adoptara una posición firme ante esos hechos: por ejemplo Francia ocupó la región alemana del Ruhr para exigir reparaciones de guerra; el Japón invadió parte de Manchuria en 1931. Alemania había sido admitida en 1926, pero ya en 1933 ascendió al poder el nazismo y se retiró de la Sociedad de las naciones.

Otras acciones como la invasión de Abisinia por  la Italia fascista  en 1935 mostraron que la Sociedad de las naciones carecía de la autoridad necesaria para impedir las acciones agresivas de sus miembros. Aunque la sociedad aprobó sanciones económicas contra Italia, muchos países no las apoyaron y así fueron inútiles. Uno puede ver con preocupación que en nuestros días,  la ONU, que reemplazó a la Sociedad de las naciones, también ha resultado ineficaz en casos como el de Siria, el conflicto árabe israelí, las pretensiones de Rusia de parte del territorio de Ucrania, y otros…

A este propósito, es conveniente tener en cuenta lo que dijo el Secretario de Estado del Papa Francisco sobre la necesidad de reformar a la ONU. El secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, considera necesaria una reforma de la ONU para que sea una organización “fuerte pero democrática”, que no concentre “su poder en manos de unos pocos países” y mantenga “la paz en el mundo”.

“La ONU es un organismo meritorio y, a pesar de sus limitaciones, es mejor que exista a que no”, afirma Parolin en una entrevista difundida hoy por “L’Osservatore Romano”, diario oficial del Vaticano, y extractada del libro inédito “El Papa de la paz. La herencia de los Santos (Angelo Giuseppe) Roncalli y (Karol) Wojtyla para el papa Francisco”, de Nina Fabrizio y Fausto Gasparrone.

Reflexión 282 Pío XII Doctrina Social marzo 27 2014

El orden interno de los Estados como Dios lo quiere

 

Continuamos el estudio de los aspectos de la DSI expuestos por el papa Pío XII en sus mensajes en tiempos de la segunda guerra mundial. Hace una semana recorrimos el mensaje de Pío XII en la navidad de 1942, que tuvo como tema central los Fundamentos del orden interno de los Estados. Vimos que esos fundamentos, en palabras de Pío XII, son la dignidad de la persona humana, la defensa de la unidad social y de la familia, la dignidad del trabajo, la restauración del orden jurídico y la concepción cristiana del Estado.

Es interesante observar que uno de los fundamentos del orden interno de los estados, como lo expuso Pío XII, es un orden jurídico que esté de acuerdo con la concepción cristiana del Estado. La Iglesia no pretende que se instaure un estado confesional, porque se debe respetar la libertad de todos los ciudadanos que en una democracia tienen derecho a acceder al gobierno y no solo los cristianos. Las consecuencias de los estados confesionales modernos las vemos hoy en los países gobernados por el islamismo; en algunos de ellos no se respetan los derechos de los no pertenecientes a esa religión y se  restringe su libertad religiosa.

El pensamiento expuesto por Pío XII, que nos enseña que uno de los fundamentos del orden interno de los estados es un orden jurídico que esté de acuerdo con la concepción cristiana del estado, se ha seguido desarrollando por sucesores suyos y por el Concilio Vaticano II.

En Colombia la Constitución de 1991 no reconoce a la religión católica como la religión del Estado. La Iglesia no pretende que se le reconozca su papel como el de la religión del Estado, sino que defiende su derecho de ser una Iglesia libre en un estado libre. ( Cf Cardenal Ratziger, en el libro La sal de la tierra,  Iglesia, Estado y Sociedad, Pg 258ss). Sin embargo, esa posición jurídica no exime a los católicos que intervienen en cargos del estado, de tomar decisiones que ordenen la sociedad al verdadero bien del hombre, como dice Christifideles laici, el documento de Juan Pablo II sobre los laicos católicos (N° 14), o como dice el documento del Concilio Vaticano II Lumen gentium, Luz de los pueblos, en el número 36: A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena.

 

¿Cuál debe ser el papel de los católicos en cargos de manejo del Estado?

 

¿Cuándo tienen la oportunidad de colaborar los laicos en que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena, sino cuando son legisladores o magistrados? Los fieles no están eximidos de las obligaciones de su fe. Tenemos que ser siempre coherentes. Cuando fieles católicos llegan a cargos de legisladores o de magistrados de las altas cortes, cargos en los cuales sus decisiones tienen peso en la ordenación de la nación, no pueden sacudirse de su obligación de bautizados, de aportar para que se ordene la sociedad según el bien del hombre.

La constitución Gaudium et spes, Gozo y esperanza, sobre la Iglesia en el mundo moderno, en el N° 43 expone ampliamente cuál es el papel del cristiano en la sociedad y tiene esta frase muy clara citada antes: A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena. Y más adelante dice: Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que además su vocación se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana.

En este programa he insistido en la obligación que tienen los católicos que ocupan cargos públicos, de cumplir con esas obligaciones de ser testigos. A veces tendrán que sufrir incomprensiones, y como en el caso del Procurador, persecuciones de los políticos y de su prensa. No les podemos pedir que defiendan sus argumentos con doctrina moral católica, pero sí con la ética, con las leyes, con la Constitución. Aun así,  cuando no les dé miedo presentarse en su vida como creyentes, los atacan no por los argumentos en que se basen sino por ser creyentes. Creo que es un ejemplo el Procurador. Él, por ejemplo no defiende la familia, ni la vida de los no nacidos, con  argumentos de la moral ni de la teología, sino con los argumentos de nuestra Constitución. Por su parte, no faltan los enemigos de la fe que confunden a sus colegas magistrados y a algunos católicos, y se las ingenian para ir construyendo interpretaciones nuevas que faciliten sus ataques a la fe cristiana.  Ya había dicho el Señor que los hijos amigos de la oscuridad son más astutos que los hijos de la luz.

 

Cada uno decide según su conciencia…

 

Quizás alguien diga que ese es un asunto de conciencia, que cada uno decide según lo dicte su conciencia. Sí, la conciencia ocupa un lugar predominante en nuestras decisiones. ¿La tenemos bien formada? Porque lo que nuestra conciencia dicte no es necesariamente lo que nos parezca mejor según nuestro interés particular.

Es el papel de la conciencia bien formada de sus ciudadanos, sobre lo que descansa la calidad de la vida social y civil, la calidad de la democracia, del bien común. Benedicto XVI afirmó que Si la conciencia, según el pensamiento moderno más en boga, se reduce al ámbito de lo subjetivo, al que se relegan la religión y la moral, la crisis de occidente no tiene remedio. En cambio, si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es la fuerza contra cualquier dictadura, entonces hay esperanza de futuro (A representantes de la sociedad civil del los mundos político, académico, cultural y empresarial, cuerpo diplomático y líderes religiosos en Zagreb, capital de Croacia, el 4 de junio de 2011). 

¿Dónde encontrar los planes de Dios para la sociedad?

 

Volvamos a Pío XII, quien en su mensaje en la Navidad de 1942 había alertado sobre los fundamentos del orden interno de los estados y señaló como uno de esos fundamentos, la concepción cristiana del Estado. Eso quiere decir, un Estado que se conciba, cuyas leyes orienten a la sociedad, según los planes de Dios. ¿Y dónde se encuentran los planes de Dios para la sociedad, si no en su Palabra, en la Sagrada Escritura y muy en particular en el Evangelio. Los fieles católicos encontramos allí, en la Palabra, el diseño que Dios tiene de la vida, de la familia, de la sociedad. Esa es la sociedad por la que debemos trabajar, porque ninguna otra, concebida por solo la inteligencia humana, puede ser mejor. Y si tenemos dudas, acudamos al Magisterio, que Jesucristo le encomendó esa tarea. Nuestra Constitución y nuestras leyes no están escritas todavía contra el plan de Dios, pero las quieren modificar, precisamente tratando de abrir el camino a la sociedad sin Dios. ¿Elegimos a esa clase de personas? Tenemos una grave responsabilidad.

Los cristianos podemos estar tranquilos cuando defendemos la sociedad querida por Dios, porque esa manera de pensar es constructiva. No buscamos muerte sino vida, no buscamos disolución de la familia sino su consolidación, no tenemos como arma el insulto y mucho menos la muerte, sino que esgrimimos el amor y la verdad. Profesamos una fe libre, basada en la verdad y en el derecho.

Soy consciente de que vivimos en un mundo raro, en el que no son las leyes divinas ni humanas las que mandan, sino la opinión de los que dominan los medios. Si se quiere presentar el lado positivo de la Iglesia, lo hacen sobre el estilo amable y sencillo del Papa y no sobre las verdades que predica. Si quieren atacar la fe, publican en grandes titulares y con gran cubrimiento las caídas de servidores eclesiásticos que nunca parecen suficientemente sancionados, aunque la Iglesia lo haga con severidad. A la fe la tratan de intolerante.

Tenemos que vivir alerta, porque lo de la tiranía de los medios es verdad y esa tiranía nos domestica. Invade todos los ámbitos, la publicidad es la paga de decir lo que los políticos quieren que divulguen y que callen lo que no les conviene que salga a la luz.

 

La familia, el trabajo, el uso de los bienes materiales

 

Regresemos a la doctrina expuesta por Pío XII. Lo mismo que a la doctrina sobre asuntos tan importantes como la familia, el trabajo, el uso de los bienes materiales, Pío XII abrió la puerta a temas como los fundamentos del orden del estado, que sus sucesores han seguido ampliando y profundizando.

Pasemos ahora a otro mensaje de Pío XII; el del 24 de diciembre de 1943. Ese mensaje cambió de estilo; utilizó el Papa más bien un estilo de homilía y lo dirigió al mundo entero que continuaba en guerra. Se dirigió en particular a los desilusionados y a los que permanecían fieles. Era un año difícil; aunque Italia había capitulado, Mussolini había sido depuesto y detenido, su amigo Hitler se valió de uno de sus ingeniosos ayudantes para liberarlo y lo transportó desde Italia, primero a Viena y luego a Alemania. La abadía de Montecasino fue destruida. Los Aliados habían comenzado por Sicilia la invasión de Italia y una toma sangrienta de Roma se vislumbraba como posible.

Infortunadamente solo pude conseguir este mensaje de la Navidad de 1943, en lengua italiana, de modo que no puedo ofrecerles el texto. Resumiré en mis palabras algunos de los pensamientos de Pío XII. Como lo dije fue éste un mensaje  a los pueblos del mundo entero. Se dirige a los desilusionados, que  han tenido la falaz ilusión y penosa desilusión cuando han confiado en una felicidad que se apaga en esta vida y han cerrado la vía a toda esperanza. Exhorta a que encontremos el camino al pesebre y hacia aquella consolación que hace sobreabundar del gozo que brota de la fe en toda tribulación.

Pío XII vio cómo, en medio de la guerra se multiplicaba el comercio, crecía la economía y deseaba que eso superara el espacio y el tiempo y llegara a todos. Dice que no quiere imaginarse que eso termine en una indigna humillación de la persona humana ni en una triste y  pavorosa indigencia de una parte, mientras aparezca una soberbia y provocadora opulencia  de otra, efecto infortunado, afirmó, que ha conducido a la inmensa tragedia del día de hoy.

Pide que la potencia de la ciencia y de la economía se presenten al pesebre del Hijo de Dios. ¿Qué cosa dirá el Niño, dice el Papa, nacido y adorado por María, por José, los pastores y los ángeles?  Sin duda la pobreza en el establo de Belén es una condición escogida por Él y no pretendió ninguna condena de la vida económica en aquello que es necesario para el progreso y el perfeccionamiento físico y natural del ser humano.  Pero esa pobreza que el Señor y Creador del mundo ha libremente querido, la que lo acompañará al taller de Nazaret y durante todo el tiempo de su vida pública, significa y manifiesta la superioridad de esa pobreza, frente a las cosas materiales; indicando así con poderosa eficacia el ordenamiento esencial de los bienes terrenos a la vida del espíritu y a una más alta perfección cultural, moral y religiosa, necesarias al hombre.

Espera Pío XII que no nos convirtamos en esclavos de las riquezas materiales; que nos sirvamos de ellas para los fines superiores del ser humano y que no hagamos de las riquezas un fin en sí mismas.

 

La ciencia que rechaza la necesidad de Dios

 

 Nos previene luego Pío XII que no confiemos la felicidad y el bienestar a una clase de ciencia y de cultura que rechace el reconocimiento del Creador del universo. Es una profética advertencia. Hoy los nuevos descubrimientos de la astronomía, en vez de invitar a muchos a elevar los ojos a Dios, se envalentonan diciendo que lo que no se ha descubierto aún, algún día la ciencia lo encontraré. Creen que Dios no les hace falta.

Pero semejante ciencia no puede ofrecer la felicidad, dijo Pío XII. La apostasía del Verbo divino, por el cual fueron hechas todas las cosas, ha conducido al ser humano a la apostasía del espíritu, lo cual hace difícil alcanzar ideales altamente intelectuales y morales.

De ese modo la ciencia apostata de la vida espiritual, mientras se envanece de haber conquistado la plena libertad y autonomía, renegando de Dios, se ve hoy castigada con una servidumbre humillante, convirtiéndola en esclava y como automática ejecutora de órdenes que no tienen en cuenta el derecho a la verdad ni a la persona humana.

Esa ciencia no retornará a la dignidad primitiva sin con un regreso al Verbo eterno, fuente de sabiduría tan penosamente abandonada y olvidada.

Se dirige Pío XII luego a los desolados y sin esperanza, aquellos que habían fijado su objetivo en el trabajo. La guerra, no cabe duda, había truncado a muchos su ideal de vida. A la mayoría la guerra les había impedido el trabajo, con el cual podían llevar una vida cómoda ellos y sus familias, y otros se había visto obligados a postergar la consideración de la vida religiosa. La guerra los separó de su amada actividad en el trabajo que era el precio que pagaban por su sostenimiento. Tuvieron que enfrentar un vacío de miedo.

Pío XII pensó en todos los que sufrieron los horrores de la guerra. Los que no hemos tenido esa prueba no nos imaginamos esos detalles del sufrimiento. Sí, las heridas y la muerte, pero además los vivos tuvieron que dejar a sus familias, abandonar su trabajo, atrasar sus proyectos, al final, si regresaron vivos y sin graves discapacidades, volver a comenzar. El Padre común pensó en todos ellos.

Piensa el Papa en la Sagrada Familia Trabajadora. El Hijo de Dios nos dice, escogió el medio a donde llegó. El Papa nombra a María, Virgen y Madre de familia trabajadora, José, el padre de familia trabajador, los pastores de su grey, los sabios llegados de oriente; y dice: trabajadores de las manos, de la vigilia y del pensamiento, que se inclinaron y adoraron al Hijo de Dios, quien con su consciente y amable silencio, más fuerte que la palabra, despliega todo el sentido y la virtud del trabajo. Es verdad, cuánto dice el silencio del Niño de Belén. El trabajo del Verbo fue inmenso, alcanzable solo por el poder omnipotente de Dios.

Y dice Pío XII: Levantad y tened la frente alta, trabajadores. Mirad al Hijo de Dios, que con su Eterno Padre creó y ordenó el universo, se ha hecho hombre, igual a nosotros en todo menos en el pecado, ha crecido en edad, entró en la gran comunidad del trabajo, y así comenzó su misión salvadora, viviendo su vida terrena. Él, Redentor del género humano, que con su gracia penetró nuestro ser y nuestro actuar, eleva y ennoblece el trabajo, todo trabajo: el alto y el humilde, el grande y el pequeño, el suave y el pesado, el material y el intelectual, añade un valor meritorio y sobrenatural delante de Dios, uniendo así toda la variedad de trabajos humanos en una única glorificación del Padre del cielo.

Son maravillosas las palabras de Pío XII que tan pocas oportunidades tenemos de leerlas y menos de escucharlas. Vamos a dejar aquí hoy. Quisiera que pensaron en alguno de los bellos pensamientos de Pío XII que hemos traído hoy y ayúdennos a reflexionar sobre ellos que sin duda nos ayudarán a crecer espiritualmente a todos.

Quiero mencionarles una vez más el programa ¿Sí vale la pena creer?, que se transmite los domingos a las 9:30 a.m. Dura solo media hora y quisiera alcanzar a los católicos vacilantes también y a los no creyentes. El próximo programa será el noveno. Los anteriores, todos, los pueden escuchar en el blog donde se encuentran los textos del programa sobre la DSI. Estos programas de los jueves, los encuentran escritos; los del domingo el audio. Los pueden escuchar. Les recuerdo la dirección en internet: www.reflexionesdsi.org

 

 

 

 

Reflexión 281 Doctrina Social Pío XII marzo 20 2014

Mensajes Navidad 1939-1941

Estamos haciendo un breve recorrido por los documentos sociales de Pío XII. Era el tiempo de la segunda guerra mundial. Pío XII dirigió al mundo el mensaje de paz del Evangelio todos los años, especialmente en las fiestas de Navidad. Hubo, podríamos decir, un documento social por año. Debido a las circunstancias de la guerra, la orientación de esos mensajes fue sobre todo la política internacional, los fundamentos de una paz duradera. Hace una semana vimos los mensajes de la Navidad de 1939, de 1940, y de 1941. El mensaje del papa Pío XII el 24 de diciembre de 1941, dirigido desde RadioVaticano a todo el orbe trató sobre Presupuestos de un orden internacional nuevo. Llamó la atención sobre las causas de la ruina de la humanidad por los desastres de la guerra; dijo que las causas eran la descristianización y el materialismo. Exhortó al cambio y una vez más dejó clara la doctrina social de la Iglesia sobre el derecho de todos a los bienes de la tierra.

Mensaje Navidad 1942

El 24 de diciembre de 1942, el radiomensaje que Pío XII dirigió al mundo entero fue sobre los Fundamentos del orden interno de los Estados, que en sus palabras, son la dignidad de la persona humana, la defensa de la unidad social y de la familia, la dignidad del trabajo, la restauración del orden jurídico y  la concepción cristiana del Estado. Solo con oír esa enumeración de los fundamentos del orden interno del estado nos podemos dar cuenta de que se trata de fundamentos aplicables siempre; no solo en la posguerra sino en todos los países y en todas las épocas. Veamos algo de ese mensaje, maravilloso como todos los mensajes navideños de Pío XII.

Exhortó al mundo a tener presente que el mensaje de la Navidad anuncia y proclama la consoladora realidad, también presente en esa época de guerra, realidad tan eternamente joven como siempre viva y vivificante: la realidad de la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1, 9), y que no conoce ocaso. El Verbo eterno, camino, verdad y vida, al nacer en la estrechez de una cueva y al realzar de esta manera y santificar la pobreza, daba así principio a su misión docente, salvadora y redentora del género humano, y pronunciaba y consagraba una palabra que aún hoy día es palabra de vida eterna, capaz de resolver los problemas más atormentadores, no resueltos e insolubles para quien pretenda resolverlos con criterios medios efímeros y puramente humanos; problemas que se presentan sangrantes, exigiendo imperiosamente una respuesta, al pensamiento y al sentimiento de una humanidad amargada y exacerbada.

Antes de entrar a exponer los fundamentos internos del orden de los estados, Pío XII explica por qué la Iglesia interviene en lo que aun hoy algunos critican como intromisión indebida de la Iglesia en el campo de la política, que dicen no le incumbe. Oigamos la doctrina de la Iglesia expuesta por Pío XII. Dijo en esa Navidad de 1942:

…la Iglesia, columna y fundamento de la verdad (1Tim 3,15) y guardiana, por voluntad de Dios y por misión de Cristo, del orden natural y sobrenatural, no puede renunciar a proclamar ante sus hijos y ante el mundo entero las normas fundamentales e inquebrantables, salvándolas de toda tergiversación, oscuridad, impureza, falsa interpretación y error; tanto más cuanto que de su observancia, y no simplemente del esfuerzo de una voluntad noble e intrépida, depende la estabilidad definitiva de todo orden nuevo, nacional e internacional, invocado con tan ardiente anhelo por todos los pueblos. Pueblos cuyas dotes de valor y de sacrificio conocemos, así como también sus angustias y dolores, y a todos los cuales, sin excepción alguna, en esta hora de indecibles pruebas y luchas, nos sentimos unidos por un amor profundo, imparcial e imperturbable y por el ansia inmensa de hacerles llegar todo el alivio y el socorro que de alguna manera esté a nuestro alcance.

Luego el Papa dice que las relaciones internacionales y el orden interno están íntimamente unidos y continúa: porque el equilibrio y la armonía entre las naciones dependen del equilibrio interno y de la madurez interior de cada uno de los Estados en el campo material, social e intelectual. Ni es posible realizar un sólido e imperturbado frente de paz en el exterior sin un frente de paz en el interior que inspire confianza. Por consiguiente, únicamente la aspiración hacia una paz integral en los dos campos será capaz de liberar a los pueblos de la cruel amenaza de la guerra, de disminuir o superar gradualmente las causas materiales y psicológicas de nuevos desequilibrios y convulsiones.

Pío XII insiste luego en la necesidad de la convivencia en el orden; es decir, la necesidad de un orden en la vida social, en la cual se acepten las diferencias reales entre las personas, y con ellas se construya una unidad interior, es decir que no se construya un orden solo aparente, basado en una aceptación artificial, solo de palabra,  de las diferencias.

Entre nosotros, hoy se habla mucho de la no diferencia entre las personas, de no discriminar; pero si se logra una aceptación solo externa de los demás, y no se asumen las diferencias como algo real, con la conciencia de que esas diferencias no menoscaban la dignidad de las personas; con solo esa aceptación externa, se llega a solo una yuxtaposición artificial y no a una unidad interior que nos reconoce a todos como hijos del mismo Padre, aunque en lo exterior, en lo no esencial, tengamos diferencias. Tenemos que modificar nuestra actitud. Una actitud solo externa hacia los demás nos puede llevar a una sociedad que sea como una nueva Babel, cuyos habitantes, aunque convivan juntos, hablan lenguas diversas y contradictorias, en palabras de Pío XII.

Se refiere luego Pío XII al desarrollo y perfeccionamiento de la persona humana. Es necesario, nos dice el papa, reconocer la interna y esencial conexión con Dios en todo cuanto se refiere al ser humano. Y advierte que cuando, desconociendo el respeto debido a la persona y a su propia vida, no le concede puesto alguno en sus ordenamientos, en la actividad legislativa y ejecutiva, en vez de servir a la sociedad, le daña; lejos de promover y fomentar el pensamiento social y de realizar sus ideales y esperanzas, le quita todo valor intrínseco, sirviéndose de él como de una frase utilitaria.

Cambia, sí, el estilo de redacción, de ayer a hoy, pero son las ideas perennes de la doctrina cristiana, cuando hoy, ante el intento de aprobar leyes que no tienen en cuenta la dignidad de la persona humana, como las del aborto y la eutanasia, los creyentes nos oponemos a esos intentos de legisladores confundidos, que obran contra los fundamentos de la dignidad de la persona humana. En estos días se comenta que en Colombia la Corte Constitucional se habría pronunciado en el sentido de la licitud de practicar la ligadura de trompas y la vasectomía a menores con discapacidades como las que se originan en el síndrome de Down. Esa decisión no se distanciaría de la eugenesia practicada por el nazismo con la indignante idea de conservar la pureza de la raza aria. Los niños, sanos o enfermos son dignos del respeto que merecemos todos por nuestra dignidad de ser hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza. Dijo Pío XII:

A la dañosa economía de los pasados decenios, durante los cuales toda vida social quedó subordinada al estímulo del interés, sucede ahora una concepción no menos perjudicial, que, al mismo tiempo que lo considera todo y a todos en el aspecto político, excluye toda consideración ética y religiosa. Confusión y extravío fatales, saturados de consecuencias imprevisibles para la vida social, la cual nunca está más próxima a la pérdida de sus más nobles prerrogativas que cuando se hace la ilusión de poder renegar u olvidar impunemente la eterna fuente de su dignidad: Dios.

Y es que cuando no se reconoce a Dios, en ¿qué basan la dignidad de la persona humana? Y en Colombia hay no pocos dirigentes que ocupan cargos en las altas cortes, en los cuerpos legislativos y en el ejecutivo, que se han declarado públicamente agnósticos. Ellos no aceptan que la fuente de nuestra dignidad sea Dios, porque no aceptan su existencia.  

Pío XII dijo:

15. Para que la vida social, según Dios la quiere, obtenga su fin, es esencial un ordenamiento jurídico que le sirva de apoyo externo, de defensa y de protección; ordenamiento cuya misión no es dominar, sino servir, tender al desarrollo y crecimiento de la vitalidad de la sociedad en la rica multiplicidad de sus fines, conduciendo hacia su perfeccionamiento a todas y cada una de las energías en pacífica cooperación y defendiéndolas, con medios apropiados y honestos, contra todo lo que es dañoso a su pleno desarrollo.

Pío XII preparaba al mundo en guerra al orden que había que instaurar con la llegada de la paz. Parece que nos hablara a los ciudadanos de hoy. Oigamos estas palabras de Pío XII:

17. El ordenamiento jurídico tiene (….) el alto y difícil fin de asegurar las armónicas relaciones ya entre los individuos, ya entre las sociedades, ya también dentro de éstas. A lo cual se llegará si los legisladores se abstienen de seguir aquellas peligrosas teorías y prácticas, dañosas para la comunidad y para su cohesión, que tienen su origen y difusión en una serie de postulados erróneos. Entre éstos hay que contar el positivismo jurídico, que atribuye una engañosa majestad a la promulgación de leyes puramente humanas y abre el camino hacia una funesta separación entre la ley y la moralidad

Fundamentos de la dignidad humana y orden social

Más adelante Pío XII añadió:

18. Quien considere con mirada limpia y penetrante la vital conexión entre un genuino orden social y un genuino ordenamiento jurídico y tenga presente que la unidad interna, en su multiformidad, depende del predominio de las fuerzas espirituales, del respeto a la dignidad humana en sí y en los demás, del amor a la sociedad y a los fines que Dios le ha señalado, no puede maravillarse ante los tristes efectos de ciertas ideologías jurídicas, que, alejadas del camino real de la verdad, avanzan por el terreno resbaladizo de postulados materialistas, sino que comprenderá inmediatamente la improrrogable necesidad de un retorno a una concepción espiritual y ética seria y profunda, templada por el calor de una verdadera humanidad e iluminada por el esplendor de la fe cristiana, la cual hace admirar en el ordenamiento una refracción externa del orden social querido por Dios, luminoso fruto del espíritu humano, que es también imagen del espíritu de Dios.

Yo no creo que en nuestros legisladores y jueces se tenga siempre en cuenta el orden de la sociedad querido por Dios. Hay mucho de ese positivismo jurídico del que habló Pío XII, el  que atribuye una engañosa majestad a la promulgación de leyes puramente humanas y abre el camino hacia una funesta separación entre la ley y la moralidad… Ellos defienden que hay que obedecer a la ley aunque se trate de una ley inmoral. Su moralidad no tiene en cuenta el querer de Dios. No vale para ellos la respuesta de los apóstoles que respondieron a las autoridades en Jerusalén, cuando los prohibieron predicar el evangelio: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5,29).

Pío XII vaticinó que el camino después de la guerra sería largo desde la noche hasta una luminosa mañana, y que serían decisivos los primeros pasos que se dieran sobre las que llama cinco piedras miliarias: la dignidad de la persona humana, la defensa de la unidad social y particularmente de la familia, la dignidad y prerrogativas del trabajo, la reintegración del ordenamiento jurídico, la concepción del estado según el espíritu cristiano.

Las cinco piedras fundamentales de la dignidad humana

 

Tratemos de examinar brevemente esas cinco piedras que el papa llamó miliarias, es decir que marcan la distancia que se va recorriendo en el camino.

Sobre la dignidad y derechos de la persona humana dijo Pío XII:

 Quien desea que la estrella de la paz aparezca y se detenga sobre la sociedad» contribuya por su parte a devolver a la persona humana la dignidad que Dios le concedió desde el principio (…) apoye el respeto y la práctica realización de los siguientes derechos fundamentales de la persona: el derecho a mantener y desarrollar la vida corporal, intelectual y moral, y particularmente el derecho a una formación y educación religiosa; el derecho al culto de Dios privado y público, incluida la acción caritativa religiosa; el derecho, en principio, al matrimonio y a la consecución de su propio fin, el derecho a la sociedad conyugal y doméstica; el derecho de trabajar como medio indispensable para el mantenimiento de la vida familiar, el derecho a la libre elección de estado; y por tanto también del estado sacerdotal y religioso; el derecho al uso de los bienes materiales consciente de sus deberes y de las limitaciones sociales.

Difícil encontrar una enumeración más completa de los derechos fundamentales de la persona humana. Resumámoslos un poquito: derecho al desarrollo personal físico, intelectual y moral; a la educación, incluyendo el derecho a la educación religiosa; derecho al culto público y privado; derecho al matrimonio y a la sociedad conyugal, derecho al trabajo; derecho a escoger libremente el estado; derecho al uso de los bienes materiales, con el cumplimiento de los deberes inherentes a la posesión de esos bienes y siendo consciente de las limitaciones sociales. Como hemos visto, Pío XII dejó claro que tenemos derecho de usar los bienes materiales pero no un derecho absoluto, sino con limitaciones sociales.

Fue también exhaustivo Pío XII en señalar la necesidad de defender la unidad social y en particular de la familia, si se desea la paz. Destacó estos derechos: rechazo a la concepción materialista de la sociedad como un rebaño, objeto de dominio y sumisión; al contrario se debe concebir la sociedad gobernada por la Providencia, en la cual las diferentes clases y profesiones colaboren a los eternos y siempre nuevos fines de la civilización y de la religión.

La sociedad que debemos defender

 

Y es más específico en las características de la sociedad que deben defenderse. Veamos algunas: la indisolubilidad del matrimonio, la familia, a la que debe ayudar el espacio de su propio hogar y la tranquilidad, para que pueda cumplir su misión con los hijos; se debe conservar y fortificar en la familia lo económico, espiritual, moral y jurídico; la posibilidad de que la familia se desarrolle material y moralmente. Hay algo interesante observado por Pío XII, que parece de orden práctico y difícil de conseguir en las grandes ciudades de hoy, y es que los lugares de trabajo y las viviendas no estén tan alejadas, que los padres de familia que deben ser educadores en su casa se conviertan en extraños. Así pasa hoy cuando por el tiempo que hay que emplear en ir y volver del trabajo, los padres y los hijos casi no tienen tiempo de compartir la vida de familia. Pide también Pío XII que se consiga que entre los padres de familia y las escuelas haya confianza y ayuda mutua y no destruya la escuela lo que siembran los padres en el alma de sus hijos.

En el próximo programa comentaré lo que dijo Pío XII en defensa de la dignidad del trabajo.

Reflexión 278 – Pío XII su Doctrina Social febrero 27 2014


 

En la solemnidad de Pentecostés, La solennita

 

Vamos a continuar hoy con el estudio de la doctrina social de Pío XII. Empezamos la semana pasada a recorrer sus documentos más importantes, referentes a los temas sociales. Su primera intervención fue en plena guerra mundial; Pío XII no quiso que pasara inadvertido el quincuagésimo aniversario de la publicación de la encíclica Rerum novarum, de León XIII. Fue esa encíclica la que empezó una nueva era en la DSI, en pleno predominio de la era industrial y cuando aparecía el socialismo marxista, como reacción a las injusticias con los trabajadores.

Pío XII, como era su costumbre se dirigió al mundo por Radio Vaticana, con su mensaje La solemnidad, así llamado por las palabras con que empezó el Papa su alocución, el domingo de Pentecostés de 1941. Como el mensaje fue en italiano, se conoce con el nombre de La solennità.

Veamos un esquema del mensaje La solemnidad:

Introducción: la fiesta solemne de pentecostés, en el marco de la guerra, nos presenta la oportunidad de exponer tres principios directivos morales sobre los valores de la vida social y económica que se entrelazan, se aseguran y se ayudan mutuamente. Estos valores son: el uso de los bienes materiales, el trabajo y la familia.

Como se trataba de celebrar el 50° aniversario de la Rerum novarum, Pío XII se refiere a los efectos beneficiosos de esa encíclica de León XIII en un momento que requería el pronunciamiento de la Iglesia por la dimensión de los problemas sociales. Nombra los efectos de esa encíclica en instituciones, asociaciones, su influjo social y la definición del papel del Estado.

Del desarrollo del tema de los valores fundamentales podemos anotar que en los números 12 y 13 explica el Papa sobre el uso de los bienes materiales, el derecho originario al que se subordinan la propiedad y el comercio; en el N° 15 trata sobre el papel de Estado y en los 16 a 18, sobre la economía nacional y la distribución de la riqueza.

Sobre el segundo valor, el trabajo, en enseña en el N° 19 que el trabajo es personal y necesario, un derecho y un deber. Trata sobre la organización del trabajo y el papel de Estado, en los N° 20 y 21.

El tercer valor sobre el que trata Pío XII en su mensaje es la familia, su relación con la propiedad, en los nos. 22 y 23, sobre la propiedad de la tierra y sobre la emigración, en los nos. 24 y 25 (Cf Camacho Ildefonso, Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, Pg195).

Veamos el desarrollo del mensaje de Pío XII en más detalle. El lugar más prominente lo ocupa la doctrina sobre el uso de los bienes materiales. Este tema está también contemplado en la presentación de los otros dos, sobre el trabajo y sobre la familia.

No se puede dudar del interés particular de Pío XII por dejar claramente expuesta la doctrina de la Iglesia sobre la propiedad. Las circunstancias en que ya se había expuesto la doctrina sobre la propiedad en los documentos sociales anteriores, incluidos Rerum novarum y Quadragesimo anno, se habían prestado para desfiguraciones, para malinterpretaciones. 

Se había tomado la Rerum novarum como soporte de una interpretación individualista del derecho de propiedad y no parecía ser suficiente la claridad que Pío XI procuró hacer sobre  el carácter social de la propiedad en Quadragesimo anno.

Pío XII va más lejos en el tiempo para situar la propiedad privada en un contexto más amplio que permita comprender mejor su significado social y moral. Por eso Pío XII en su mensaje La solemnidad, para mayor claridad habla sobre todo no del derecho de propiedad sino del uso de los bienes materiales. Esto dice el mensaje de Pío XII en el N° 12:

12.La encíclica Rerum novarumexpone sobre la propiedad y el sustento del hombre principios que no han perdido con el tiempo nada de su vigor nativo y que hoy, después de cincuenta años, conservan todavía y ahondan vivificadora su íntima fecundidad. Sobre su punto fundamental, Nos mismo llamamos la atención de todos en nuestra encíclica Sertum laetitiae, dirigida a los obispos de los Estados Unidos de Norteamérica; punto fundamental que consiste, como dijimos, en el afianzamiento de la indestructible exigencia «que los bienes creados por Dios para todos los hombres lleguen con equidad a todos, según los principios de la justicia y de la caridad».

Y en los números 13 y 14 continúa así Pío XII:

13. Todo hombre, por ser viviente dotado de razón, tiene efectivamente el derecho natural y fundamental de usar de los bienes materiales de la tierra, quedando, eso sí, a la voluntad humana y a las formas jurídicas de los pueblos el regular más particularmente la actuación práctica. Este derecho individual no puede suprimirse en modo alguno, ni aun por otros derechos ciertos y pacíficos sobre los bienes materiales. Sin duda el orden natural, que deriva de Dios, requiere también la propiedad privada y el libre comercio mutuo de bienes con cambios y donativos, e igualmente la función reguladora del poder público en estas dos instituciones. Sin embargo todo esto queda subordinado al fin natural de los bienes materiales, y no podría hacerse independiente del derecho primero y fundamental que a todos concede el uso, sino más bien debe ayudar a hacer posible la actuación en conformidad con su fin. Sólo así se podrá y deberá obtener que propiedad y uso de los bienes materiales traigan a la sociedad paz fecunda y consistencia vital y no engendren condiciones precarias, generadoras de luchas y celos y abandonadas a merced del despiadado capricho de la fuerza y de la debilidad.

14. El derecho originario sobre el uso de los bienes materiales, por estar en íntima unión con la dignidad y con los demás derechos de la persona humana, ofrece a ésta, con las formas indicadas anteriormente, base material segura y de suma importancia para elevarse al cumplimiento de sus deberes morales. La tutela de este derecho asegurará la dignidad personal del hombre y le aliviará el atender y satisfacer con justa libertad a aquel conjunto de obligaciones y decisiones estables de que directamente es responsable para con el Criador. Ciertamente es deber absolutamente personal del hombre conservar y enderezar a la perfección su vida material y espiritual, para conseguir el fin religioso y moral que Dios ha señalado a todos los hombres y dándoles como norma suprema, siempre y en todo caso obligatoria, con preferencia a todo otro deber. (Una pausa musical)

El uso universal de los bienes materiales

 

El P. Camacho observa que Pío XII reconoce, como lo había hecho León XIII, que la propiedad privada pertenece al orden natural, pero añade que eso es verdad, de forma subordinada. Subordinada al derecho primario y fundamental, que consista en que todos puedan usar de los bienes.

Es un avance indudable en la exposición de la DSI. Y en el número 14, que acabamos de leer, Pío XII llama al derecho de uso de los bienes materiales derecho originario y hace esa afirmación, porque ese derecho está en íntima unión con la dignidad y con los demás derechos de la persona humana. Y añade que el derecho a usar los bienes materiales ofrece a la persona una base material segura para cumplir con sus obligaciones morales, para asegurar la dignidad personal del hombre. Añade Pío XII que es deber absolutamente personal del hombre conservar y enderezar a la perfección su vida material y espiritual, para conseguir el fin religioso y moral que Dios ha señalado a todos los hombres y dándoles como norma suprema, siempre y en todo caso obligatoria, con preferencia a todo otro deber.

Pablo VI sobre el derecho de propiedad

 

Esta poderosa doctrina sobre la necesidad de los bienes materiales para vivir una vida digna, progresar y conseguir el fin que Dios señala a todos los seres humanos, siguió profundizándose por los Papas de nuestra época. Pablo VI en Populorum progressio, sobre el desarrollo de los pueblos lo dice claramente en el N° 6:

Verse libres de la miseria, hallar con más seguridad la propia subsistencia, la salud, una ocupación estable; participar todavía más en las responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de situaciones que ofenden su dignidad de hombres; ser más instruidos; en una palabra, hacer, conocer y tener más para ser más: tal es la aspiración de los hombres de hoy, mientras que un gran número de ellos se ven condenados a vivir en condiciones, que hacen ilusorio este legítimo deseo.

Y sobre las condiciones del derecho de propiedad privada afirma Pablo VI en los N° 23 y 24 de Populorum progressio:

…la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario. En una palabra: «el derecho de la propiedad no debe jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común, según la doctrina tradicional de los Padres de la Iglesia y de los grandes teólogos». Si se llegase al conflicto «entre los derechos privados adquiridos y las exigencias comunitarias primordiales», toca a los poderes públicos «procurar una solución, con la activa participación de las personas y de los grupos sociales»

Distribución de la riqueza en la DSI

 

La explicación de Pío XII  sobre el derecho al uso de los bienes materiales supone un gran avance doctrinal. Deja afirmada de manera inequívoca la prioridad absoluta del destino común de todos los bienes creados. Pío XII en el radiomensaje La solemnidad, destaca de manera clara la importancia de la distribución de la riqueza de manera que ésta llegue a todos. Como lo afirma en el N° 17, así se logrará que la propiedad privada permita a todos el uso de los bienes materiales. Se combate así una visión de la economía que pone todo el acento en el crecimiento e ignora los aspectos distributivos.

Pablo VI, una vez más, puntualiza que crecimiento económico no significa necesariamente desarrollo si no se trata de un desarrollo integral, que abarque a toda la persona humana, no solo en su aspecto material, sino espiritual e intelectual. Se suele hablar de que desarrollo es el nombre de la paz, refiriéndose solo al crecimiento económico, y tomando esa frase de Pablo VI en Populorum progressio. Si no se trata de un desarrollo integral y para todos la frase no es completa. Se debe entender que el Desarrollo integral es el nombre de la paz.

La familia y el derecho de propiedad

 

Cuando Pío XII en su alocución La solemnidad trata el tema de la familia, se refiere también a la relación entre familia y propiedad. Oigamos lo que dice en los números 22 y siguietes:

22. Según la doctrina de la Rerum novarum, la misma naturaleza ha unido íntimamente la propiedad privada con la existencia de la sociedad humana y con su verdadera civilización, y en grado eminente con la existencia y el desarrollo de la familia. Este vínculo es más que manifiesto. ¿Acaso no debe la propiedad privada asegurar al padre de familia la sana libertad que necesita para poder cumplir los deberes que le ha impuesto el Creador referentes al bienestar físico, espiritual y religioso de la familia?

23. En la familia encuentra la nación la raíz natural y fecunda de su grandeza y potencia. Si la propiedad privada ha de llevar al bien de la familia, todas las normas públicas, más aún, todas las del Estado que regulan su posesión, no solamente deben hacer posible y conservar tal función —superior en el orden natural bajo ciertos aspectos a cualquiera otra—, sino que deben todavía perfeccionarla cada vez más. Efectivamente, sería antinatural hacer alarde de un poder civil que — o por la sobreabundancia de cargas o por excesivas injerencias inmediatas— hiciese vana de sentido la propiedad privada, quitando prácticamente a la familia y a su jefe la libertad de procurar el fin que Dios ha señalado al perfeccionamiento de la vida familiar.

24. Entre todos los bienes que pueden ser objeto de propiedad privada, ninguno es más conforme a la naturaleza, según las enseñanzas de la Rerum novarum, que el terreno, la posesión en que habita la familia, y de cuyos frutos saca en todo o en parte de qué vivir. Y espíritu de la Rerum novarumes afirmar que, por regla general, sólo la estabilidad que radica en un terreno propio hace de la familia la célula vital más perfecta y fecunda de la sociedad, pues reúne admirablemente con su progresiva cohesión las generaciones presentes y futuras. Si hoy día el concepto y la creación de espacios vitales constituye el centro de las metas sociales y políticas, ¿no se debería, ante todo, pensar en el espacio vital de la familia y librarla de las ataduras de condiciones que ni siquiera permiten la idea de la formación del propio hogar?

25. Nuestro planeta, con tan extensos océanos, mares y lagos, con sus montes y llanuras cubiertos de nieve y de hielos perpetuos, con sus vastos desiertos y tierras inhospitalarias y estériles, no escasea en regiones y espacios vitales abandonados al capricho vegetativo de la naturaleza y aptos al cultivo del hombre, a sus necesidades y a sus obligaciones civiles; y más de una vez resulta inevitable que algunas familias, emigrando de acá y allá, se busquen en otra región nueva patria. Entonces, según la enseñanza de la Rerum novarum, se respeta el derecho de la familia a un espacio vital. Donde esto suceda, la emigración alcanzará su objeto natural, confirmado frecuentemente por la experiencia, la distribución más favorable de los hombres en la superficie terrestre, apta para colonias de agricultores; superficie que Dios creó y preparó para uso de todos. Si las dos partes, la que permite dejar la tierra natal y la que admite a los advenedizos, continúan lealmente solícitas en eliminar cuanto podría impedir el nacimiento y el desarrollo de una verdadera confianza entre los países de emigración e inmigración, todos los que participan en este cambio de lugares y de personas saldrán favorecidos: las familias recibirán un terreno que será para ellas tierra patria en el verdadero sentido de la palabra; las tierras densas de habitantes se aligerarán y sus pueblos conquistarán nuevos amigos en territorio extranjero, y los Estados que acogen a los emigrados ganarán ciudadanos laboriosos. De esta suerte, las naciones que dan y los Estados que reciben contribuirán a la par al incremento del bienestar humano y al progreso de la cultura humana.

Familia y propiedad de la tierra

 

Recordemos que Pío XII se dirigía a un mundo en guerra en el que las emigraciones serían muy importantes. Y se dirigía en una época en la que la propiedad de la tierra era trascendental cuando el mundo de los campesinos, de los agricultores, era predominante. Hay un contraste con las condiciones del mundo actual, cuando la mayoría de los habitantes han emigrado a las ciudades en busca de nuevas oportunidades. No siempre mejoran su vida, sino que deslumbrados por lo que vende la TV y por la falta de oportunidades para la educación y atención de la salud  en el campo, llegan a la vida urbana, un medio en el que tampoco encuentran lo que deseaban. No pocos llegan a engrosar los cinturones de miseria de las grandes ciudades.

En el próximo programa, Dios mediante, comentaremos sobre el tercer tópico que Pío XII trató en su mensaje La Solemnidad, el trabajo, y procuraré hacer una síntesis sobre la doctrina de Pío XII acerca del derecho al uso de los bienes materiales.

Reflexión 277 – Pío XII su Doctrina Social febrero 20 2014

Continuamos hoy con el estudio del magisterio social de Pío XII que empezamos en la reflexión  anterior. Para comprender las enseñanzas de la doctrina social de Pío XII es importante tener en cuenta que la DSI no cubre solo los aspectos socioeconómicos de la vida en sociedad, sino también los asuntos que se refieren a la política, entendida como el manejo de la sociedad y no como el tejemaneje de los partidos políticos. Las personas orientan el manejo de la sociedad e intervienen en la política a través de su militancia en un partido político. Su orientación será de acuerdo con su manera de ver la vida, en asuntos tan importantes como el valor y dignidad de la vida, la familia, el trabajo, las relaciones con los países vecinos, que pueden significar la paz o la guerra, es decir la vida o la muerte de muchos ciudadanos.

No es labor de la Iglesia intervenir en la política partidista, pero sí enseñar cuál es el camino correcto en el modo de gobernar, de acuerdo con el Evangelio.  

Por esto no es difícil comprender que el caos en que quedó Europa después de la segunda guerra mundial fue una circunstancia que hizo inevitable que el Papa dedicara especial atención a la política así entendida.

Recordábamos los hechos históricos que enmarcaron el pontificado de Pío XII. Hay que tener en cuenta las fechas que marcan el inicio y final de su tarea pastoral para comprender que a Pío XII le correspondió una tarea pastoral en una época de muchos retos difíciles. Pío XII fue elegido obispo de Roma el 2 de marzo de 1939, seis meses antes de la invasión nazi a Polonia, con la cual empezó la segunda guerra mundial, el 1 de septiembre de 1939. Este gravísimo hecho de la guerra mundial fue una marca del pontificado de Pío XII. Pío XII falleció el 9 de octubre de 1958, de manera que le tocó una época de postguerra con cambios en el mapa de Europa: hasta los países grandes como Alemania, Francia, Italia, cambiaron sus límites. De la antigua federación yugoslava surgirían de nuevo los países cuyos territorios había anexado Tito para componer ese nuevo país; Albania que había sido invadida por Italia empezó a ser parte del bloque comunista, lo mismo que Checoslovaquia, Hungría, Polonia. La historia de Europa evolucionaba dramáticamente.

Como vemos son puntos obligados de referencia imposibles de ignorar en el pontificado de Pío XII, tanto la guerra mundial como luego la guerra fría, entre los bloques comunista en el este y el del occidente, llamado el capitalismo o la burgesía por el oriente domiado por el comunismo.

La preocupación primordial de Pío XII en esa situación fue la instauración de la paz entre las naciones. Lo económico era y es importante, pero es un soporte para una paz con justicia. Sobre la paz se puede construir el desarrollo, la guerra es destrucción de vidas y de bienes.

El P.  Camacho en el libro que he citado mucho Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, opina que la doctrina social de Pío XII es casi inabarcable y opta el P. Camacho por una metodología de seguir el desarrollo histórico de sus enseñanzas según los hechos fueron ocurriendo. Dice que hay una diferencia indudable entre los documentos del tiempo de guerra y los posteriores (Cf P 188ss).

Los primeros cinco años del pontificado, 1939 a 1944, años de guerra, el problema central era la instauración de la paz. No logró Pío XII que la guerra no estallara, pero puso todo su esfuerzo en ello, como lo confirma su correspondencia con los obispos alemanes en esa época. (Cartas de Pío XII a los obispos alemanes 1939-1944, Nova Terra, Barcelona, PG 446ss). Para logra éxito en su papel de facilitador de la paz tenía que adoptar una postura muy difícil, de no mostrar preferencia por ninguno de los dos bandos, sino por el contrario adoptar una neutralidad que le permitiera actuar como mediador si se presentaba la oportunidad.

El sábado 15 de febrero (2014), publicó El Tiempo un artículo interesante escrito por el actual ministro de relaciones exteriores de Alemania, en el cual sostiene que en 1914 la crisis no necesariamente tenía que terminar en catástrofe y creo que lo mismo podría afirmar de la segunda guerra. Afirma: Una mirada desapasionada, no solo sobre los propios intereses sino sobre los de los vecinos y socios, una actuación responsable y una consideración objetiva de las consecuencias son irrenunciables para salvaguardar la paz. Evitar tomas de posición precipitadas y sondear tenazmente espacios de compromiso son dos principios básicos de una diplomacia prudente. El año 1914 nos ofrece abundantes muestras de adónde conduce ignorarlas (Pg 28).

Pío XII fue testigo de las dos guerras, dos fracasos de la diplomacia, porque sobre ella los gobiernos prefirieron el orgullo y la confianza extrema en la superioridad de las propias fuerzas. En el caso de la segunda guerra mundial, Hitler no estaba interesado en negociar la paz sino en lograr el dominio sobre el resto de Europa. La Santa Sede no era una de las partes beligerantes, al contrario tenía sobrados méritos para ser respetada, de modo que Pío XII se empeñó en ponerse al servicio de la paz.

Esa neutralidad no era fácil para la Iglesia. Pío XII fue  sometido a presiones de los dos contrincantes. De un lado se pedía que condenara al comunismo especialmente desde cuando la Unión Soviética se alió con los países del régimen democrático para combatir al nazismo. Por su parte el presidente Roosevelt presionó al papa para que condenara el nazismo. Se me parece la situación, guardadas las diferencias históricas, con la actitud de algunos que quisieran ver en el papa Francisco a una autoridad que condena y no a una que extiende la mano y predica la misericordia, la reconciliación y el amor.

A medida que avanzaba la segunda guerra mundial, Pío XII no podía evitar una creciente simpatía por los sistemas democráticos con que se gobernaban la mayoría de los países occidentales y que formaban el bloque contra la Alemania nazi. Más adelante confirmaremos esta afirmación, cuando estudiemos algunos de sus mensajes navideños, de los que se valía Pío XII para sus enseñanzas sociales.

Cuando la guerra terminó, el tono y el estilo de Pío XII cambiaron pues debía buscar respuestas a la reconstrucción de Europa. Distinguen tres etapas distintas en las enseñanzas de Pío XII: la primera comprende el magisterio en tiempos de la guerra, entre 1939 y 1945; la segunda etapa se centra en los temas de la reconstrucción, entre 1946 y 1949 y la tercera etapa entre 1950 y 1958, comprenden la época de la guerra fría y del progreso económico.

Veamos lo que nos dice el P. Camacho en su citado libro de una aproximación histórica a la DSI, en la Pg 190 y siguiente:

 En la segunda etapa (la época de la reconstrucción de Europa), las enseñanzas sociales de Pío XII tienen como objeto preferente los muchos problemas inmediatos y coyunturales de la posguerra, comenzando por los prisioneros de guerra, la situación de las familias divididas o incompletas, de los niños abandonados, etc. En cuanto a la construcción del orden socioeconómico, el Papa no elude pronunciarse sobre algunas cuestiones candentes del momento, tales como las nacionalizaciones, el sindicalismo, la cogestión (es decir, la participación de los trabajadores en la administración de las empresas), etc. Algunas están rodeadas de cierta polémica. Tendremos ocasión de estudiarlas más adelante.

Característica de esta época es también la preocupación por el comunismo, no solo por las condiciones tan precarias en que vive la Iglesia en los países bajo el régimen comunista de Europa oriental, sino también por el avance de socialistas y comunistas en Italia tras la caída del fascismo.

A este propósito el P. Camacho recuerda el decreto del Santo Oficio sobre el comunismo. El equivalente al Santo Oficio, es en nuestros días  la Congregación para la Doctrina de la Fe. En ese decreto se declara la ilicitud para los católicos de afiliarse a partidos comunistas o favorecerlos; también declara que no era lícito editar,  ni divulgar publicaciones que patrocinaran la doctrina o acción de los comunistas; inclusive prohibe admitir a los sacramentos a los católicos que incurran en los actos mencionados; se anunciaba la excomunión ipso facto, – es decir por el mismo hecho, – sin necesidad de una declaración de la Iglesia en tal sentido , de los católicos que profesaran o propagaran la doctrina comunista. Ese decreto consistió en directrices para los católicos frente al comunismo. Eran los días en que el comunismo soviético se apoderaba de Europa oriental y propagaba su doctrina y su política, apoyado por los partidos políticos afines a su pensamiento en los países de occidente.

Esta situación del mundo, con el peligro comunista hizo que el pontificado de Pío XII se pareciera al de la época de León XIII cuando este Papa defendió a los trabajadores de las injusticias de los capitalistas y solo aparecía como alternativa el comunismo. Era parecida la situación después de la guerra; desaparecieron los fascismos de Alemania e Italia como contrapeso del comunismo y la única contraparte fuerte del capitalismo era el comunismo.

Veía entonces Pio XII más aceptable y posible la reforma del capitalismo que  una transformación del comunismo. Entre esos dos males el menor parecía el capitalismo.

La tercera etapa en la doctrina social de Pío XII, que como decíamos, va desde 1950 a 1958, la época de la guerra fría, se caracterizó también por ser una época de progreso económico, ya superadas las dificultades de la guerra. En esta época se consolidó la economía de libre empresa, frente al estatismo de los países comunistas,  en los cuales todas las empresas pasaron a ser propiedad del Estado.

Esa fue una época en que en la economía de la libre empresa permitía una ágil cooperación entre los distintos sectores de la economía, mientras el papel del Estado era garantizar el bien común. Fue característica de esta época, que el capitalismo se viera como remedio frente a las nacionalizaciones, llamadas socializaciones de la propiedad, cuando se confiscaba la propiedad privada y se pasaba a control del Estado en los países comunistas.  Al mismo tiempo se veía el capitalismo así entendido como una vía media que no solo se oponía al estatismo comunista sino también a la posición dominante del capital privado. Era la posición de Pío XII en esa época de posguerra y que se ha calificado de postura realista (Camacho Pg.192s).

Después de esta mirada panorámica a la posición de Pío XII en su doctrina social, vamos a estudiar algunos de sus documentos más importantes, teniendo presente que la mayor preocupación de Pío XII en ese momento era la paz. Recordemos que a Pio XII correspondió el comienzo de la llamada guerra fría entre los dos bloques, el comunista y el liderado por los Estados Unidos y sus países aliados.

Para este recorrido empezamos el 1 de junio de 1941, con el discurso radial  de Pío XII en el solemne domingo de Pentecostés, y 50 aniversario de la encíclica Rerum novarum, de León XIII. Este mensaje, por las primeras palabras con que empieza se conoce como La solennità, La solemnidad de Pentecostés, glorioso nacimiento de la Iglesia de Cristo. Pío XII,a pesar de que la atención del mundo se concentraba en la guerra, quiso que no pasara inadvertido el aniversario de Rerum novarum,  con una exhortación eminentemente doctrinal, en contraste con la agitación propia del momento de guerra que experimentaba el mundo. Los temas del discurso fueron eminentemente de la doctrina social: en el número 5 de este discurso anunciaba el Papa el enfoque de su  intervención con estas palabras:

(…) a no dudarlo, (es) competencia de la Iglesia, allí donde el orden social se aproxima y llega a tocar el campo moral, juzgar si las bases de un orden social existente están de acuerdo con el orden inmutable que Dios Creador y Redentor ha promulgado por medio del derecho natural de la revelación; doble manifestación a que se refiere León XIII en su encíclica. Y con razón; porque los dictámenes del derecho natural y las verdades de la revelación nacen, por diversa vía como dos arroyos de agua no contrarios, sino concordes, de la misma fuente divina; y porque la Iglesia, guardiana del orden sobrenatural cristiano, a que convergen naturaleza y gracia, tiene que formar las conciencias, aun las de aquellos que están llamados a buscar soluciones para los problemas y deberes impuestos por la vida social. De la forma dada a la sociedad, conforme o no a las leyes divinas, depende y se insinúa también el bien o el mal en las almas, es decir, el que los hombres, llamados todos a ser vivificados por la gracia de ,Jesucristo, en los trances del curso de la vida terrena respiren el sano y vital.

En el número 11 nos anuncia Pío XII que su intervención versará sobre tres valores fundamentales que se entrelazan y se ayudan mutuamente: el uso de los bienes materiales, el trabajo y la familia.

El texto completo de este famoso discurso de Pío XII lo encuentran con un clic, entre los enlaces que se ofrecen en el blog www.reflexionesdsi.org

Este discurso en la solemnidad de Pentecostés se considera el texto más importante en la DS de Pío XII. ¿Por qué toma esos tres valores fundamentales lo explica en el mismo número 11. Se pregunta, en medio del conflicto bélico:

Qué problemas y qué asuntos particulares, tal vez completamente nuevos, presentará a la solicitud de la Iglesia la vida social después del conflicto que pone de frente tantos pueblos, la hora actual hace difícil señalarlos y preverlos. Sin embargo, si el futuro tiene raíces en el pasado, si la experiencia de los últimos años nos es maestra para lo por venir, pensamos aprovecharnos de la conmemoración del día de hoy para dar ulteriores principios directivos morales sobre tres valores fundamentales de la vida social y económica; y esto lo haremos animados del mismo espíritu de León XIII y desarrollando sus puntos de vista, verdaderamente más que proféticos, presagios del proceso social de los nuevos tiempos. Estos tres valores fundamentales que se entrelazan, se aseguran y se ayudan mutuamente son: el uso ele los bienes materiales, el trabajo, la familia.

La semana entrante continuaremos nuestro estudio de la DSI de Pío XII.

 

Reflexión 276 – Pío XII su Doctrina Social febrero 13 2014

                ¿Cuál fue el énfasis de la doctrina de Pío XII y por qué?

 

Vamos a comenzar el estudio sobre los aportes del papa Pío XII a la DSI.Es necesario comprender la época en que se desarrolló el largo pontificado de Pío XII para entender por qué su énfasis doctrinal y pastoral se orientó a la aplicación concreta de la doctrina presentada antes por sus antecesores, sin muchas orientaciones que significaran novedad, con excepción de asuntos como la aclaración definitiva del derecho de propiedad, de lo cual hablaremos más adelante y que ha sido un muy significativo aporte de Pío XII. Este Papa debió ofrecer la orientación de la Iglesia a las naciones “recompuestas” después de la guerra. Sus límites ya no fueron los mismos, sus políticas con los vecinos se debieron definir.

 

Es muy importante aclarar, que la DSI no se puede reducir a solamente los aspectos socioeconómicos, pues a la doctrina social pertenecen también las orientaciones de la Iglesia sobre la política, es decir al esencial asunto del manejo de la sociedad, del bien común. No es difícil comprender que el caos en que quedó Europa después de la segunda guerra mundial, fue una circunstancia que hizo inevitable que el Papa dedicara especial atención a la política.

El marco histórico que marcó el pontificado de Pío XII

 

 

Es necedario recordar los hechos históricos que enmarcaron el pontificado de Pío XII. Solo las fechas que marcan el inicio y final de su tarea pastoral nos indican que fue una época de muchos retos difíciles.

 

Pío XII fue elegido obispo de Roma el 2 de marzo de 1939, seis meses antes de la invasión nazi a Polonia, con la cual empezó la segunda guerra mundial, el 1 de septiembre de 1939. Este gravísimo hecho de la guerra mundial fue una marca del pontificado de Pío XII.Falleció el 9 de octubre de 1958.
 

 

La guerra mundial no sucedió de improviso, se había preparado durante varios años. Pío XII vivió la evolución del nazismo en Alemania, pues fue nuncio de Pío XI en ese país y debió sufrir la persecución a la Iglesia, que motivó la encíclica Mit brennender sorge, Con honda preocupación, que puso al descubierto al mundo la enemistad del nazismo con la Iglesia católica y su condenación por el Sumo Pontífice. No se duda de la influencia del nuncio Eugenio Pacelli, luego secretario de estado de Pío XI, cargo del cual pasó al de Sumo Pontífice, con el nombre de Pío XII. Sería, por lo menos hasta hoy, hoy el último papa de ese nombre, Pío.

 

El estilo que más se acomodó a Pío XII para sus enseñanzas fue el de los discursos y radiomensajes. Cada discurso del papa a los grupos de peregrinos era una rica catequesis en que dejaba claramente sentada la doctrina católica sobre los más variados temas, según su auditorio estuviera compuesto  de médicos, de científicos, de gobernantes, de historiadores, de teólogos, de padres de familia o de maestros.

 

Oí a alguien que conocía el medio del Vaticano de esa época, contar que Pío XII tenía una memoria privilegiada. Dicen que preparaba sus discursos paseando en los jardines vaticanos; allí leía los textos y dicen que los memorizaba en dos leídas, de manera que se dirigía a su auditorio sin leer ningún texto. Y eran alocuciones que aclaraban o dejaban sentada la posición de la Iglesia en temas morales o doctrinales. 

Una nueva estrategia de guerra

 

 

La preparación de la guerra no fue solo de desarrollo y producción de armamento, buques, submarinos, tanques…, sino de avances en el estudio de la estrategia militar. Una de esas estrategias consistió en convertir la confrontación en una guerra total, es decir dirigida también a la población civil, para provocar  la desmoralización de la ciudadanía y forzar una pronta rendición. Así se entiende la destrucción de tantas poblaciones y ciudades.

 

Los dos bandos utilizaron la guerra total. En los documentales televisivos vemos cómo se cañoneaba y bombardeaban las ciudades y pueblos, de manera que cuando las tropas entraban a una población solo encontraban ruinas. En la mayor parte de la guerra se utilizaron armas conocidas ya. Al final se forzó la rendición del Japón con las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, que produjeron pánico mundial y, si consiguieron el fin de la II guerra, cambiaron las esperanzas de paz mundial por la incertidumbre de una nueva hecatombe en cualquier momento de un ataque de insensatez de los gobernantes de alguno de los países poseedores de esa arma inhumana.

 

Del libro Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, del P. Ildefonso Camacho tomo el siguiente comentario:

 

Esta nueva estrategia, unida al perfeccionamiento del armamento empleado y al aumento de contendientes, explica que los efectos de la segunda guerra mundial fueron mucho más terribles que los de la primera. Los muertos alcanzaron la cifra de 15 millones; miles de familias tuvieron que emigrar más de una vez conforme los frentes se iban desplazando; determinadas minorías (judíos sobre todo) fueron sistemáticamente exterminadas; la infraestructura de viviendas, industria y vías de comunicación quedó prácticamente devastada en gran parte de Europa.(Pgs 185s).

 

 

 

Sobre las causas de la segunda guerra mundial los historiadores y los políticos pueden seguir discutiendo y en esa interpretación sin duda interviene la ideología. No se puede ignorar que un tratado de Versalles en el que se humilló a Alemania perdedora de la primera guerra, incidió profundamente en el descontento de la población alemana que acabó eligiendo a Hitler. Y este personaje, además del ánimo de venganza que alimentaba por la derrota y el maltrato, se había ilusionado con un imperio alemán y dominio mundial de la raza aria. Comenzó extendiendo el territorio alemán por la vecina Austria, luego Checoeslovaquia y la Invasión de Polonia conmovió a Inglaterra que junto con Francia habían permanecido indecisos. Es que no querían repetir los horrores que vivió su población con la primera guerra. Dicen que Inglaterra perdió una generación con su juventud muerta en  los campos de batalla. La invasión a Polonia precipitó la decisión de La Gran Bretaña y de Francia a declarar la guerra a Alemania.

Consecuencias de la segunda guerra mundial

 

Veamos cómo sigue el comentario del P. Ildefonso Camacho, después de afirmar que la infraestructura de viviendas, industria y vías de comunicación quedó destruida como consecuencia de la guerra:

 

La reconstrucción europea se llevaría a cabo (…) de forma mucho más eficiente que a partir de 1919. Se aprovechó para ello la experiencia de entonces. Ya en julio de 1944 los países aliados se habían reunido en Bretton Woods (gran Bretaña) y pusieron las bases del nuevo orden económico internacional para después de la guerra. Allí nacieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que fueron creados como instrumentos para garantizar la estabilidad monetaria, facilitando así los intercambios comerciales y financieros.

 

Es interesante que comprendamos la evolución de la economía después de la guerra. Con los países devastados en Europa, había que emprender una enorme tarea de reconstrucción. Surgieron entonces los partidos demócratas cristianos que acometerían esa labor. Tomaron como camino el modelo intervencionista, que llaman capitalismo mixto, propuesto por el economista británico Keynes.

 

Como no podemos extendernos en presentar en detalle la obra de este economista, sí destaquemos lo que más nos interesa en este programa. En su obra principal que lleva por título Teoría general del empleo, el interés y el dinero escribió Keynes sus opiniones sobre el empleo, la teoría monetaria y el comercio, entre otros asuntos. Es interesante saber que Keynes se oponía a lo que los economistas habían enseñado. Afirmaba Keynes que la causa del desempleo era el insuficiente gasto en inversión. Fue aceptada su teoría que en otra época se hubiera rechazado como socializante. En los EE.UU., por ejemplo, el presidente Roosevelt adoptó la política de inversión del estado ante la crisis económica que se manifestó en tan altos índices de desempleo y la quiebra de bancos, entre otras cosas.

 

Varios países adoptaron la política de incrementar el gasto público en obras de infraestructura. A Colombia nos llegó más tarde esta política en la forma de inversión del ahorro privado en la construcción de vivienda; podemos recordar el auge de la construcción cuando se fundaron las corporaciones de ahorro y vivienda, que recibían ahorro de los clientes y se otorgaba crédito a los constructores de vivienda.

 

El P. Camacho observa que la teoría de Keynes daba al traste con la confianza del capitalismo liberal en el propio mercado como mecanismo suficiente para asegurar el pleno empleo. Se abría así el camino al intervencionismo estatal para corregir las deficiencias del mercado. Recordemos que el liberalismo capitalista es enemigo de la intervención estatal; confía en que el capital será capaz de regularse.

El Estado Bienestar

 

 

Las modificaciones en el mundo económico, como consecuencias de las teorías keynesianas van más lejos: abrieron camino al llamado Estado Bienestar o el Estado Providencia, según lo cual el Estado no solo marca las grandes líneas de desarrollo sino que se compromete a garantizar un nivel de vida mínimo a todos los ciudadanos, para que puedan cubrir necesidades comunes como la salud y la educación.

 

En los Estados Unidos y en algunos países de Europa fue posible el desarrollo del Estado Bienestar, que asumió prestaciones sociales nuevas, gracias a que el crecimiento económico después de la guerra aumentó considerablemente los ingresos del Estado sin afectar de modo ostensible a los ciudadanos con el aumento de los impuestos. Esa situación de bienestar duró mucho tiempo en Europa y al presidente Roosevelt le fue posible su política llamada el «new deal», que podríamos traducir como el pacto nuevo. El capitalismo fue así beneficiado después de la etapa crítica del mundo occidental en el principio del siglo XX.

 

 

El desarrollo progresivo de los llamados estados bienestar se extendió. Ya en 1970 todos los estados capitalistas de Europa habían adoptado esa política social y en Austria, Bélgica, Francia Alemania Federal, Italia y Holanda el gasto en bienestar social superaba el 60 por 100 del gasto público. Eso ha cambiado hoy y los ciudadanos de esos países, acostumbrados al estado benefactor, tienen que empezar a pagar mayores gastos en educación y salud.

 

Pocos años después de terminada la guerra esa era la situación de bonanza en el mundo occidental. Contribuyó a esa bonanza el comportamiento de los países de occidente: a Alemania no la castigaron como después de la primera guerra, con medidas económicas. Al contrario, Alemania Occidental y el Japón, recibieron la ayuda de sus antiguos enemigos para modernizar su industria y en el caso de Alemania, para reconstruir su infraestrucura y las viviendas derruidas durante la guerra.

 

¿Por qué esa actitud positiva con los antiguos contrincantes? Quizás encontremos una respuesta al estudiar lo que sucedió en la Europa del este, después de la guerra. Es verdad que la Unión Soviética sufrió severamente en la guerra. Recordemos que las tropas de Hitler penetraron en Rusia y los rusos se defendieron con fiereza. Ayudados por el extremo rigor del invierno, desalojaron a las diezmadas tropas nazis.

La Unión Soviética y el comunismo después de la guerra

 

 

Terminada la guerra, la Unión Soviética, que había sido afectada por la guerra, resultó políticamente beneficiada. Su dominación de los países de la Europa oriental, gracias a la intervención del ejército rojo, impuso gobiernos conformados por partidos políticos según el patrón político stalinista que impusieron  sistemas políticos de partidos únicos, autoritarios, una cultura impuesta oficialmente que pretendía ser poseedora de la única verdad a la que había que adherir.  Hasta el sistema de purgas, que consistía en remedos de juicios que se seguían y en las condenaba a las personas de las que el régimen desconfiaba, se copiaron del régimen soviético en los nuevos países comunistas. Podemos decir que las dictaduras se extendieron por el este.

 

Ese grupo de países comunistas, seguidores de la Unión Soviética de Stalin, formó un bloque sólido, y sus integrantes firmaron un pacto militar llamado el Pacto de Varsovia. Sin embargo, occidente trató de no calentar las tensiones y los dos bandos aceptaron los límites de su influencia política. Occidente fue un bloque y la Unión Soviética y sus satélites conformaron el otro. Se distanciaban pero con cuidado de no hacerse daño. Se diría que la motivación era el temor mutuo.

 

Aunque trataron de no hacerse daño los dos bloques, era innegable que se trataba de dos bloques ideológicamente contrapuestos y políticamente enfrentados. El uno desconfiaba del otro y por eso pronto comenzó una carrera armamentista. Querían que no los tomaran por sorpresa. Y así comenzó la llamada guerra fría, que tuvo brotes de guerra-guerra, como fue la de Corea. Luego sería Vietnam. Los países cabeza de los dos bloques peleaban pero fuera de su territorio…

 

Las Naciones Unidas fueron creadas en 1945; se firmó el acta de constitución en San Francisco, EE.UU. el 26 de junio de 1945. Las intenciones fueron positivas: se pretendía regular las relaciones entre los países para evitar la guerra. La carta fundamental fue originalmente firmada por 51 estados. En realidad, la ONU se ha convertido en un foro para debatir por vía pacífica los conflictos y pero no resuelve nada. Sus integrantes conforman comisiones que dictaminan según sus ideología; no son objetivas. Una de las serias limitaciones es que en las decisiones tienen veto los estados grandes que siguen aferrados a sus intereses políticos. Basta considerar la incapacidad de la ONU para poner fin a la guerra civil en Siria.

¿La Iglesia participando en política?

 

Como vemos, es un panorama complicado el que se vislumbra entre la guerra mundial y la guerra fría, y en que se enmarca el pontificado de Pío XII. Su más honda preocupación tendrá que ser la instauración de una paz estable. Un reto inmenso que requería una voluntad inquebrantable por aferrarse a la verdad del evangelio. ¿Cómo no intentar ayudar a los países con las orientaciones de la Iglesia?  Tengamos esto presente: no es conveniente mezclar la Iglesia y el Estado. Eso ha llevado en nuestra época a los estados islámicos, por ejemplo; pero la separación de la Iglesia de la política es inconcebible; las dos tienen que compartir el mismo espacio en la construcción del bien común. Lo que no es ni prudente ni necesario es que la Iglesia participe en política partidista.

 

 

 

 

 

Reflexión 275 – Pío XI su Doctrina Social febrero 6 2014

¿Qué encuentra usted aquí?

 Usted encuentra en este blog dos programas distintos, preparados y conducidos por Fernando Díaz del Castillo Z.:

1. El audio de¿Sí vale la pena creer?dirigido a creyentes y no creyentes. Queremos acercarnos a todos y contarles en qué creemos los católicos y por qué. Si nos comunicamos con respeto podemos darles a conocer nuestra fe y mejorar o estrechar nuestra relación con ellos. Lo transmite Radio María los domingos a las 9.30 a.m., hora de Colombia y se puede escuchar por internet desde cualquier lugar del mundo, a cualquier hora. Basta dar un clic en el lugar superior del blog, donde se indica, en la franja de la derecha.

2. El escrito de los  programas sobre la Doctrina social de la Iglesia que se transmiten los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia.

Frecuencias de Radio María de Colombia en A.M.:  Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/e

 

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente. En la columna de la derecha están las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro “Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.

 Utilice los enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como la Constitución Gaudium et Spes, algunas encíclicas como: Populorum progressio, Deus caritas est, Spe salvi, Caritas in veritate, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.

 

Resumamos el aporte de Quadragesimo anno

 

En el programa pasado terminamos el recorrido por la encíclica Quadragesimo anno, la encíclica social con que Pío XI celebró el cuadragésimo aniversario de la encíclica Rerum novarum, de León XIII. Con Quadragesimo anno, la Iglesia siguió presentando la posición doctrinal de la Iglesia en las nuevas situaciones que se presentaban en la sociedad. León XIII lo había hecho frente a los abusos del capitalismo contra los trabajadores y del socialismo marxista que ofreció soluciones que resultaron ser un remedio peor que la enfermedad con sus ingredientes de dictadura violenta, supresora de la propiedad privada y de la libertad y fundada en un ateísmo que pretendió erradicar el nombre de Dios en las regiones del mundo que alcanzó a dominar. La revolución  que comenzó en Rusia alcanzó  a extenderse por varios continentes. En América llegó a Cuba y allí sigue.

Hagamos un rápido resumen de QA antes de seguir adelante. Pío XI en Quadragesimo anno presenta la posición de la Iglesia en la nueva situación vivida en 1931, cuando el régimen económico internacional estaba dominado por el capitalismo de los grandes monopolios. Por otra parte el socialismo había tenido desde 1891 una evolución que en diversas regiones pasó de un socialismo que tenía como una de sus características dominantes el materialismo, violento y antirreligioso, en la nueva época surgieron en algunos países, matices socialistas que aunque seguían siendo esencialmente materialistas y ateos, su énfasis no estaba en la violencia y lucha de clases, y eran y son partidarios de medidas económicas contra las cuales no se oponía ni se opone la DSI. Lo negativo de esos socialismos desde el punto de vista católico no son las medidas económicas en las que concuerda, sino su materialismo e ignorancia de Dios. ¿Es esto importante? Como vimos en el programa pasado, la sociedad de la que son partidarios los ateos no es la de los planes de Dios. La doctrina socialista sobre la familia, por ejemplo, no va a seguir los lineamientos del pensamiento cristiano y por lo tanto las leyes que patrocinen y aprueben no van a tener en cuenta la DSI en lo referente a la familia.

La encíclica Quadragesimo anno, la podemos resumir en los siguientes puntos: Nos   presenta primero los beneficios logrados con la encíclica social  Rerum  novarum,  de León XIII, a la que se llama “carta magna del orden social”. En la primera parte QA presenta asuntos nuevos muy importantes como una doctrina más completa sobre la propiedad, los conceptos de capital y trabajo y la posición doctrinal católica que nos enseña que ninguno de los dos es suficiente por sí solo. Acomete el tema muy importante del salario justo e introduce la necesidad de un salario familiar y finalmente en trata QA de la restauración del orden social.

En la tercera parte, QA trata sobre los cambios profundos operados en la sociedad después de León XIII: la dictadura económica que sucede a la libre competencia, la transformación del socialismo en dos ramas: un socialismo violento o comunismo y un bloque moderado que conserva el nombre de socialismo, pero que concibe la sociedad y la naturaleza humana de modo contrario a la verdad cristiana y concluye la encíclica QA que por esa última posición de concepción equivocada de la naturaleza humana y de la persona y por eso no es compatible ser socialista y ser católico. No por sus propuestas económicas.

Finalmente, QA trata sobre la necesidad de la reforma de las costumbres para conseguir la cristianización de la vida económica y el papel que en esta reforma debe jugar la caridad.

Impulsor del apostolado de los laicos

 

El Papa Pío XI plantea que para conseguir la reforma de la sociedad que ha caído en el paganismo, se requiere la acción de los laicos que conocen bien el medio: los obreros como apóstoles de sus compañeros trabajadores y los apóstoles del mundo industrial y comercial deben ser integrantes de sus propios gremios.

El Papa llama la atención sobre la necesidad de que la Iglesia forme a los apóstoles seglares que se deben elegir entre aquellos que tienen un “exquisito” sentido de la justicia, sobresalgan por su prudencia y discreción, alejados de todo extremismo y penetrados de la caridad. Es interesante que el Papa no solo plantea la necesidad de que los laicos apóstoles sociales, deben ser formados en el conocimiento de la DSI, sino en su vida espiritual, pues recomienda en el N° 142, que se utilicen los ejercicios espirituales, a los que llama valiosísimo instrumento de renovación, tanto privada como social. Es que no es suficiente el conocimiento, si no está apoyado por una sólida formación espiritual. Siguiendo esa orientación de Pío XI, los jesuitas Vicente Andrade Valderrama y Francisco Javier Mejía a quienes en Colombia encargó la Compañía de Jesús, a solicitud de los señores obispos, la formación de los trabajadores católicos, líderes sociales, acometieron esa labor basada en los Ejercicios Espirituales. No fueron muchos los que aprovecharon esa magnífica oportunidad de formación en la década del 50.

Llama la atención que Pío XI al final de QA prevenga sobre la necesidad de la colaboración entre movimientos católicos, pues el esfuerzo a veces no es eficaz por la dispersión de fuerzas. Me pregunto si no pasa esto hoy en día. Cada uno cree que trabaja mejor si su apostolado es independiente y él puede manejarlo todo sin injerencia de otros.

La Acción Católica

 

Pío XI dio mucha importancia a la colaboración de los laicos en el apostolado. Fue él un gran impulsor de la Acción Católica, que realizó tantas obras importantes en la Iglesia, tanto con el nombre de Acción Católica, como bajo otras denominaciones, por ejemplo las Congregaciones Marianas que hoy han sido rebautizadas con el nombre de Comunidad de Vida Cristiana y se definen como  cristianos de todas las condiciones sociales que desean seguir más de cerca a Jesucristo. Su propósito es ser cristianos comprometidos, dar testimonio en la sociedad y tener una opción preferencial con los pobres. Quizás la Congregación Mariana más conocida es la de Medellín, que tiene obras tan importantes como la Clínica Cardiovascular Santa María, El canal de TV Televida, trabaja en educación y capacitación y en otras obras como dispensarios.

El Espíritu Santo inspira en nuestro tiempo nuevos grupos apostólicos laicos que hacen mucho bien en la sociedad. No hay duda de que estas corrientes de apostolado laical tuvieron un gran impulso con el papa Pío XI y los siguientes pontífices.

Al papa Pío XI le correspondió enfrentar los atropellos de regímenes totalitarios que se afianzaron en Europa en su época. Conviene que comprendamos la época difícil que correspondió a Pío XI frente a esos gobiernos. Veamos la situación de Italia y de Alemania con los regímenes fascistas italiano y del nazismo o nacional socialismo alemán. El 29 de junio protestó Pío XI contra los atropellos del régimen fascista de Italia con su encíclica Non abiamo bisogno (No tenemos necesidad).

Pío XI ante el fascismo italiano

 

El régimen fascista italiano se había ensañado contra las asociaciones de jóvenes católicos, tan queridas por Pío XI y por eso dice en el N° 5 de la encíclica Non abiamo bisogno, No tenemos necesidad, acerca del fascismo y su persecución a la Acción Católica:

Ya muchas veces, venerables hermanos, de la manera más explícita y asumiendo toda la responsabilidad de lo que decíamos, Nos hemos explicado la campaña de falsas e injustas acusaciones que precedió a la disolución de las Asociaciones de Juventudes y Asociaciones universitarias dependientes de la Acción Católica y hemos protestado contra ellas. Disolución ejecutada por vías de hecho y por procedimientos que daban la impresión de que se perseguía una vasta y peligrosa asociación criminal. Y sin embargo, se trataba de jóvenes y de niños que son ciertamente los mejores entre los buenos y a los cuales tenemos la satisfacción y el orgullo de poder una vez más dar este testimonio. Los ejecutores de este procedimiento, no todos, pero muchos de ellos, tuvieron asimismo esta impresión y no la ocultaron, procurando templar el cumplimiento de su consigna con palabras y miramientos por medio de los cuales parecían presentar excusas y querer obtener el perdón de lo que se les obligaba a hacer. Nos lo hemos tenido en cuenta y les reservamos especiales bendiciones.

6. Pero por una dolorosa compensación, ¡cuántas brutalidades y violencias, que llegaron hasta los golpes y a la sangre, cuántas irreverencias de prensa, de palabras y de hechos contra las cosas y contra las personas, incluso la Nuestra, han precedido, acompañado y seguido la ejecución de la inopinada medida de policía! Y ésta con frecuencia se ha extendido, por ignorancia o por un celo maligno, a ciertas asociaciones e instituciones que ni siquiera estaban comprendidas en las órdenes superiores, como los oratorios de los niños y las piadosas congregaciones de Hijas de María.

Pío XI ante el nazismo

 

Peor aún se cernía el peligro en Alemania. En 1937 Pío XI publicó la encíclica Mit brennender Sorge, Con viva preocupación, sobre la Iglesia en el Reich alemán. Sobre esta encíclica hablamos en otro programa sobre Pïo XII, quien esa época era el Nuncio Apostólico en Berlín y de quien se dice que aportó muchas de las ideas de esta encílica. Transcribo parte del N° 52, que nos da una idea de la persecución a la Iglesia desatada por el régimen nazi:

… los enemigos de Cristo —estamos seguros de ello—, que en vano sueñan con la desaparición de la Iglesia, reconocerán que se han alegrado demasiado pronto y que han querido sepultarla demasiado deprisa. Entonces vendrá el día en que, en vez de prematuros himnos de triunfo de los enemigos de Cristo, se elevará al cielo, de los corazones y de los labios de los fieles el Te Deum de la liberación, un Te Deum de acción de gracias al Altísimo, un Te Deum de júbilo, porque el pueblo alemán, hasta en sus mismos miembros descarriados, habrá encontrado el camino de la vuelta a la religión; con una fe purificada por el dolor, doblará nuevamente su rodilla en presencia del Rey del tiempo y de la eternidad, Jesucristo, y se dispondrá a luchar —contra los que niegan a Dios y destruyen el Occidente cristiano— en armonía con todos los hombres bienintencionados de las otras naciones y a cumplir la misión que le han asignado los planes del Eterno.

Como se temía que el gobierno nazi se incautara de la encíclica si se enviaba a los obispos alemanes por los conductos regulares, se difundió a todas las parroquias del país con la mayor cautela y se leyó desde todos los púlpitos. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia presenta así esta situación en el N° 92:

La encíclica llegaba después de años de abusos y violencias y había sido expresamente solicitada a Pío XI por los Obispos alemanes, a causa de las medidas cada vez más coercitivas y represivas adoptadas por el Reich en 1936, en particular con respecto a los jóvenes, obligados a inscribirse en la « Juventud hitleriana ». El Papa se dirige a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos, para animarlos y llamarlos a la resistencia, mientras no se restablezca una verdadera paz entre la Iglesia y el Estado. En 1938, ante la difusión del antisemitismo, Pío XI afirmó: « Somos espiritualmente semitas »

Divini Redemptoris contra el comunismo

 

En 1937. El Papa Pío XI enriqueció la DSI con otro documento muy importante, la encíclica Divini Redemptoris, que condena el comunismo y comienza con las palabras La promesa de un Redentor divino ilumina la primera página de la historia de la humanidad … Escuchemos estas frases tomadas del principio de la encíclica:

…en el curso de los siglos, las perturbaciones se han ido sucediendo unas tras otras hasta llegar a la revolución de nuestros días, la cual por todo el mundo es ya o una realidad cruel o una seria amenaza, que supera en amplitud y violencia a todas las persecuciones que anteriormente ha padecido la Iglesia. Pueblos enteros están en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en que yacía la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor.

3. Este peligro tan amenazador, como habréis comprendido, venerables hermanos, es el comunismo bolchevique y ateo, que pretende derrumbar radicalmente el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana.

4. Frente a esta amenaza, la Iglesia católica no podía callar, y no calló. No calló esta Sede Apostólica, que sabe que es misión propia suya la defensa de la verdad, de la justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo rechaza y combate. Desde que algunos grupos de intelectuales pretendieron liberar la civilización humana de todo vínculo moral y religioso, nuestros predecesores llamaron abierta y explícitamente la atención del mundo sobre las consecuencias de esta descristianización de la sociedad humana. Y por lo que toca a los errores del comunismo, ya en el año 1846 nuestro venerado predecesor Pío IX, de santa memoria, pronunció una solemne condenación contra ellos, confirmada después en el Syllabus. Dice textualmente en la encíclica Qui pluribus (Desde hacía muchos años): «[A esto tiende] la doctrina, totalmente contraria al derecho natural, del llamado comunismo; doctrina que, si se admitiera, llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana». Más tarde, un predecesor nuestro, de inmortal memoria, León XIII, en la encíclica Quod Apostolici numeris,(Al comienzo de nuestro pontificado) definió el comunismo como «mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones más íntima de la sociedad humana, poniéndola en peligro de muerte», y con clara visión indicaba que los movimientos ateos entre las masas populares, en plena época del tecnicismo, tenían su origen en aquella filosofía que desde hacía ya varios siglos trataba de separar la ciencia y la vida de la fe y de la Iglesia.

El Compendio resume así los objetivos de la encíclica Divini Redemptoris:

 Con la encíclica « Divini Redemptoris », sobre el comunismo ateo y sobre la doctrina social cristiana, Pío XI criticó de modo sistemático el comunismo, definido «intrínsecamente malo», e indicó como medios principales para poner remedio a los males producidos por éste, la renovación de la vida cristiana, el ejercicio de la caridad evangélica, el cumplimiento de los deberes de justicia a nivel interpersonal y social en orden al bien común, la institucionalización de cuerpos profesionales e interprofesionales.

Dentro de una semana, Dios mediante, veremos los aportes de ese gran Pontífice que fue Pío XII.

Reflexión 274 – Pío XI Quadragesimo anno enero 30 2014

 

¿Qué encuentra usted aquí?

 Usted encuentra en este blog los programas sobre la Doctrina social de la Iglesia que se transmiten por Radio María de Colombia los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:     Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

 Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/e

=================================================================================

 Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente, que es el contenido del último programa de esta serie, transmitido por Radio María de Colombia y preparado por Fernando Díaz del Castillo Z. En la columna de la derecha están las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro “Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.

 Utilice los enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como la Constitución Gaudium et Spes, algunas encíclicas como: Populorum progressio, Deus caritas est, Spe salvi, Caritas in veritate, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.

——————————————————————————————————————————————

Socialismo y comunismo: lucha de clases y drecho de propiedad


En la reflexión pasada seguimos estudiando la encíclica Quadragesimo anno, de Pío XI y nos extendimos en la reflexión sobre la posición del Papa acerca del socialismo. Entendimos que aunque el socialismo  comparte algunos principios de la DSI, como la posición no violenta, sobre las clase sociales, que el socialismo  entiende como una sana discusión fundada en el amor a la justicia, sin odio, sin violencia, mientras que en el comunismo o socialismo marxista se defiende como una lucha de clases violenta y necesaria para imponerse en el mundo.

El otro principio que se entiende de manera distinta en el comunismo y en el socialismo y la DSI es la propiedad privada. El principio comunista es la necesidad de extinguir la propiedad privada que debe pasar al Estado, mientras que en el socialismo se plantea la reserva solo de ciertas propiedades al Estado. Poníamos de ejemplo el manejo que se puede dar a algunos bienes considerados como estratégicos para algún país. Es lo que sucede en Colombia con la propiedad del subsuelo y de los recursos naturales no renovables, que por la Constitución, pertenecen al Estado.

Vimos luego que ideas sobre la propiedad y la organización de la sociedad se han agitado desde la antigüedad. Basta recordar a pensadores como Platón con su obra La República, San Agustín con La Ciudad de Dios, Santo Tomás Moro, con Utopía, Francis Bacon con La Nueva Atlántida. Todos esos autores presentaron su ideal de sociedad. El pensamiento socialista moderno por su parte, se ha diversificado según distintas tendencias culturales y la evolución de las ideologías en los diversos países, desde el socialismo sueco que se distingue por un fuerte sistema de impuestos y amplia seguridad social, hasta el de algunos partidos en América Latina, que aunque afiliados a la II Internacional Socialista, que reúne a los socialismos no marxistas, en la práctica se acercan más al liberalismo capitalista. Es lo que sucede con el partido Acción Democrática, los llamados ADECOS, en Venezuela y el Partido Liberal Colombiano. Habría que añadir ahora a los socialismos que llaman del siglo XXI, más influenciados por el marxismo cubano.

 

Ideas políticas alejadas de la concepción cristiana de la realidad

 

Creo que lo más importante para los católicos es tener claridad sobre lo que hace a una ideología cercana o separada del pensamiento cristiano y por eso compatible o no con nuestra fe. El Papa Pío XI nos ofrece una guía muy clara. En el N° 117 de QA, Pío XI nos explica que no es aceptable una idea política que tiene una concepción de la realidad “opuesta a la verdad cristiana”. Me parece muy importante la claridad sobre este punto, ahora que se caldean los ánimos por la proximidad de  las elecciones.

¿A qué se refiere Pío XI cuando habla de concepción de la realidad? Pensemos en nuestra realidad: en lo que piensan los distintos partidos y candidatos de la vida, de la sociedad, con su célula primordial que es la familia. Pensemos en la persona humana misma, en el fin para el cual existe, en sus derechos fundamentales, en su dignidad inalienable, pensemos en sus valores, como la libertad, la justicia, la libertad religiosa. Sobre esas realidades, qué principios tiene un movimiento político, un partido, un dirigente, un candidato? Porque  los gobernantes, los parlamentarios, los jueces, van a orientarse por esos principios en sus decisiones, en la aprobación de las leyes, en la conducción del país.  Van a conducir el país a ese modelo de vida y de sociedad en los que creen.

Importancia de la concepción de la vida de los gobernantes y políticos

 

El político que tiene una concepción de la vida sin referencia a su origen, a Dios, el político que piensa que la persona humana puede disponer de su vida como dueño absoluto de ella, que no respeta la de los demás, desde la concepción hasta la muerte natural, el que no concibe la familia como la enseña el Evangelio, qué clase de sociedad va a defender y cuál va a ser su modelo de familia? ¿Qué leyes va a proponer y apoyar? ¿Esos partidos o candidatos creen que el ser humano tiene un fin trascendente y una misión que no consiste solo en  gozar de los bienes de la tierra, sino que tiene una misión que lo trasciende? ¿Qué papel ocupa la justicia social en su ideario? Porque si su ideal va por  caminos distintos a los que nos enseña el Evangelio, no coincide con la fe cristiana.

Como vemos, no nos deben bastar las palabras que ofrecen bienestar material, si no van acompañadas de posturas claras y confiables en que nos garanticen su trabajo por el verdadero bien de los ciudadanos. No podemos cambiar la verdad por una promesa de bienes que se esfuman cuando han llegado al poder, mientras dejan que la sociedad y la familia se degraden.

Reforma de las costumbres


Después de escuchar las palabras de Pío XI sobre la concepción de la realidad, de la vida y de la sociedad que distingue al cristianismo de los movimientos sociales materialistas, es perfectamente coherente que en la encíclica QA se insista en la necesidad de la reforma de las costumbres para que sea posible la restauración del orden social, para que la sociedad busque su ideal basado en los planes de Dios.

Pío XI denuncia la descristianización del orden social y económico y su consecuencia que no es otra que la apostasía de los ciudadanos. El origen de esta ruina nos dice Pío XI que son las pasiones del alma. ¿A qué pasiones se refiere el Papa Pío XI? Vamos a leer las palabras textuales de QA con las que se analizan las causas de la situación de la sociedad:  

132. Raíz y origen de esta descristianización del orden social y económico, así como de la apostasía de gran parte de los trabajadores que de ella se deriva, son las desordenadas pasiones del alma, triste consecuencia del pecado original, el cual ha perturbado de tal manera la admirable armonía de las facultades, que el hombre, fácilmente arrastrado por los perversos instintos, se siente vehementemente incitado a preferir los bienes de este mundo a los celestiales y permanentes.

De aquí esa sed insaciable de riquezas y de bienes temporales, que en todos los tiempos inclinó a los hombres a quebrantar las leyes de Dios y a conculcar los derechos del prójimo, pero que por medio de la actual organización de la economía tiende lazos mucho más numerosos a la fragilidad humana.

Como la inestabilidad de la economía y, sobre todo, su complejidad exigen, de quienes se consagran a ella, una máxima y constante tensión de ánimo, en algunos se han embotado de tal modo los estímulos de la conciencia, que han llegado a tener la persuasión de que les es lícito no sólo sus ganancias como quiera que sea, sino también defender unas riquezas ganadas con tanto empeño y trabajo, contra los reveses de la fortuna, sin reparar en medios.

Las fáciles ganancias que un mercado desamparado de toda ley ofrece a cualquiera, incitan a muchísimos al cambio y tráfico de mercancías, los cuales, sin otra mira que lograr pronto las mayores ganancias con el menor esfuerzo, es una especulación desenfrenada, tan pronto suben como bajan, según su capricho y codicia, los precios de las mercancías, desconcertando las prudentes previsiones de los fabricantes.

Las instituciones jurídicas destinadas a favorecer la colaboración de capitales, repartiendo o limitando los riesgos, han dado pie a las más condenables licencias. Vemos, en efecto, que los ánimos se dejan impresionar muy poco por esta débil obligación de rendición de cuentas; además, al amparo de un nombre colectivo se perpetran abominables injusticias y fraudes; por otra parte, los encargados de estas sociedades económicas, olvidados de su cometido, traicionan los derechos de aquellos cuyos ahorros recibieron en administración.

Y no debe olvidarse, por último, a esos astutos individuos que, bien poco cuidadosos del beneficio honesto de su negocio, no temen aguijonear las ambiciones de los demás y, cuando los ven lanzados, aprovecharse de ellos para su propio lucro.

133. Eliminar estos gravísimos peligros, o incluso prevenirlos, hubiera podido hacerlo una severa y firme disciplina moral, inflexiblemente aplicada por los gobernantes; pero, desdichadamente, ésta ha faltado con exceso de frecuencia.

Causas del desorden social


Después de escuchar las palabras de Pío XI sobre las causas de la descristianización le queda a uno la sensación de que en muchas cosas nuestra sociedad sigue muy distante de ese ideal de sociedad al que el Evangelio nos invita.

Si subrayamos algunas frases de lo que acabamos de leer, nos encontramos con que por la inclinación del ser humano al mal, se siguen prefiriendo los bienes terrenales a los duraderos y eternos. La Iglesia no condena que se busquen los bienes terrenales, pero sí que se prefieran a los eternos. ¿Cuándo se prefieren? Cuando se buscan los bienes terrenos sin importar los medios, así sean injustos y a costa de los demás, por ejemplo. Cuando no se repara en medios y se conculcan los derechos del prójimo. También en nuestra época se siguen buscando las mayores ganancias con el menor esfuerzo, lo cual se ve más clara en los traficantes de drogas. Ganan mucho a costa de la salud de los demás y sin reparar en medios y así se llega al asesinato y se construyen imperios de muerte. Las instituciones jurídicas están contaminadas y la justicia se aplica según los intereses de los jueces. Sigue habiendo una débil rendición de cuentas, la corrupción es un cáncer que invade las entidades públicas y privadas, y no se aplica una severa y firme disciplina moral por los gobernantes. A veces, los mismos gobernantes  compran adhesiones con la repartición de prebendas. Lo que ahora llaman repartir mermelada. Fue una frase de un ex ministro de hacienda que ha hecho carrera, cuando afirmó que en el presupuesto había mermelada para todos, refiriéndose, como lo ha aclarado, a que las regalías llegarían a todos los departamentos.

Ante la realidad de la búsqueda insaciable de ganancias, de lucro, una de las principales causas del desorden social, no hay otro remedio que volver a la doctrina evangélica, si se quiere una sociedad digna. Veamos lo que afirma QA en el N° 136:

136. A esta lamentable ruina de las almas, persistiendo la cual será vano todo intento de regeneración social, no puede aplicarse remedio alguno eficaz, como no sea haciendo volver a los hombres abierta y sinceramente a la doctrina evangélica, es decir, a los principios de Aquel que es el único que tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6,70), y palabras tales que, aun cuando pasen el cielo y la tierra, ellas jamás pasarán (cf. Mt 16,35).

No pocas veces oímos la afirmación de que el mundo sería un lugar muy agradable para vivir si todos nos comportáramos de acuerdo con la ley de Dios. Pío XI dice en el mismo N° 136 de QA:

Si estas normas fueran observadas por todos, en todas partes y siempre, pronto volverían a los límites de la equidad y de la justa distribución tanto la producción y adquisición de las cosas cuanto el uso de las riquezas, que ahora se nos muestra con frecuencia tan desordenado; a ese sórdido apego a lo propio, que es la afrenta y el gran pecado de nuestro siglo, se opondría en la práctica y en los hechos la suavísima y a la vez poderosísima ley de la templanza cristiana, que manda al hombre buscar primero el reino de Dios y su justicia, pues sabe ciertamente, por la segura promesa de la liberalidad divina, que los bienes temporales se le darán por añadidura en la medida que le fueren necesarios (cf. Mt 6,33).

 

Necesidad de la caridad

 

No son suficientes la moderación cristiana y la práctica de la justicia para arreglar a la sociedad; se necesita practicar la caridad cristiana, que une los ánimos para que los seres humanos se sientan miembros de la misma familia. No hay duda, el amor de hermanos tiene más alcance que el sentimiento de cercanía por compartir el origen de las mismas regiones o barrios, es más firme que la amistad que surge de diversas maneras. Los hermanos pueden con el tiempo gozar de diversas fortunas, mayores las de algunos, pero si hay amor de familia, eso no los llevará a una lucha de clases. Siempre habrá respeto y se considera desnaturalizado, al hermano que desprecia al hermano porque tiene más dinero.

Como vemos, la encíclica QA busca un cambio de mentalidad, unas actitudes humanas que encaucen el orden económico por caminos de paz, sin lucha de clases, en un marco que englobe a la sociedad como un pueblo regido por los planes amorosos de Dios. Más adelante, Benedicto XVI con su encíclica Deus caritas est, Dios es amor, profundizará en esta doctrina que nos muestra lo que la sociedad puede llegar a ser si se comporta como la familia de Dios.

Nos puede surgir la inquietud de si la Iglesia, con su doctrina social ha estado predicando en el desierto. Podemos tener esa triste inquietud, pero el remedio no es callar, es seguir llevando las verdades del Evangelio y como dijo el Señor: El que quiera oír, que oiga.Hay que sembrar, y algunas de esas semillas caerán en tierra fértil y el Señor las hará fructificar.

Voy a terminar estos comentarios a la QA con la lectura de palabras del Papa Francisco a los líderes mundiales de la reunión de Davos que acaba de terminar.

 

El papa Francisco a los líderes mundiales

 

Hace falta … un renovado, profundo y amplio sentido de responsabilidad por parte de todos. “La vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida” (Evangelii Gaudium , 203). De este modo, los hombres y las mujeres pueden servir más eficazmente al bien común y hacer que los bienes del mundo sean más accesibles para todos. Sin embargo, el crecimiento de la igualdad requiere algo más que el crecimiento económico, aunque sí lo presupone. Se requiere, en primer lugar, “una visión trascendente de la persona” (Benedicto XVI , Caritas in Veritate, 11 ), porque “sin la perspectiva de una vida eterna, el progreso humano en este mundo se queda sin aliento”. (Ibid) . Además, necesita decisiones, mecanismos y procesos encaminados a una mejor distribución de la riqueza, la creación de fuentes de empleo y la promoción integral del pobre, que va más allá de una simple mentalidad de asistencia.

Estoy convencido de que una apertura tal a lo trascendente puede dar forma a una nueva mentalidad política y económica, capaz de reconducir toda la actividad económica y financiera dentro de un enfoque ético que sea verdaderamente humano. La comunidad económica internacional puede contar con muchos hombres y mujeres de gran honestidad e integridad personal, cuya labor se inspira y guía por nobles ideales de justicia, generosidad y atención por el auténtico desarrollo de la familia humana. Os exhorto a aprovechar estos grandes recursos humanos y morales, y a haceros cargo de este desafío con determinación y visión de futuro. Sin ignorar, por supuesto, los requisitos específicos, científicos y profesionales, de cada sector, os pido que os esforcéis para que la humanidad se sirva de la riqueza y no sea gobernada por ella.