Reflexión 273 Pío XI Quadragesimo anno (XIII) Enero 23 2014

 

 

 

 

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Socialismo y cristianismo: ¿son compatibles?

 

En el programa anterior leímos los números 114 y 115 de la encíclica QA del Papa Pío XI. En esos números Pío XI señala de manera inequívoca que el socialismo y el cristianismo no son compatibles. Sin embargo, se podría uno preguntar si no hay alguna contradicción porque parecía que el Papa había aprobado el socialismo, cuando había señalado que sus postulados “ya nada tienen de contrario a la verdad cristiana”, en palabras del  N° 115. Una línea después en la encíclica añade que esos principios “no son propios del socialismo”, en el sentido de que esos principios los tiene también la doctrina cristiana. Podría quedar uno con la idea  de que el socialismo hubiera tomado del cristianismo esos principios que menciona el Papa y  puede quedar la duda de, entonces por qué no son compatibles el cristianismo y el socialismo. ¿Hay contradicción en la encíclica QA de Pío XI sobre si es aceptable o no el socialismo?

Aclaremos esta duda. Compatible sería el socialismo si uno pudiera sin contradicción en sus principios, ser socialista y al mismo tiempo practicar el cristianismo. ¿Por qué sí o por qué no? Comencemos por recordar cuáles son los postulados a que se refiere Pío Pío XI cuando dice que no tienen nada contrario a la verdad cristiana. Menciona primero la lucha de clases, y muestra, en el N° 114 la diferencia que tiene el postulado de la lucha de clases, como lo pretende el comunismo, que es una lucha violenta, con la otra lucha de clases,  de la que habla el socialismo. Nos dice QA que en el socialismo no se promueven las enemistades y el odio, sino una sana discusión, fundada en el amor a la justicia, de manera que esa sana discusión puede ser el principio por donde se llegue a la mutua cooperación.  De manera que si la lucha de clases que sostiene el socialismo no es la violenta, que defiende el comunismo, sino una sana discusión fundada en el amor a la justicia, esa clase de “lucha de clases”, sin odio, sin violencia, es aceptable. Creo que podemos estar perfectamente de acuerdo. Quizás es mejor no calificar de “lucha de clases” la posición del socialismo sobre las diferencias entre el capitalismo y las corrientes, entre ellas el socialismo, cuando  presentan como principio de su concepción de la vida, la justicia social.

La lucha de clases y la propiedad privada en comunismo y socialismo

 

Sobre la guerra a la propiedad privada que el comunismo pretende, hasta el extremo de luchar por extinguirla,  afirma la encíclica que si el socialismo suaviza su posición sobre la propiedad privada, de modo que no se pretenda extinguirla, sino solo reservar algunas propiedades al Estado, – podemos pensar en propiedades que se consideren estratégicas para el desarrollo de un país, – entonces esos postulados del socialismo, sobre la lucha de clases y la propiedad privada  no serían distintos a los principios del cristianismo. Como ejemplo de lo que el comunismo sostiene sobre la propiedad privada, recordemos que en Cuba, solo ahora, después de tantos años de fracaso del sistema, se ha empezado a aceptar que los particulares puedan tener algunas mínimas propiedades. Allá no era posible ser propietario de un vehículo de servicio público, de una pequeña tienda, de un sencillo restaurante, de ningún negocio. De todo era o es propietario el Estado.

 

Como ejemplo de la reserva de solo algunas propiedades al Estado, es lo que sucede en Colombia con las minas y el petróleo. El artículo 332 de la Constitución establece que “El Estado es propietario del subsuelo y de los recursos naturales no renovables”…

 

De manera que el Papa Pío XI en QA no bendice el socialismo, sino que aclara la diferencia entre los extremismos condenables del comunismo y la posición no extrema  del socialismo en lo referente a la lucha de clases y a la propiedad privada.  Al Papa Pío XI le preocupa y se pregunta si  el socialismo y el catolicismo son compatibles, es decir, si un católico puede lícitamente afiliarse al socialismo. Y esto lo zanja en los números siguientes de QA. Pío XI sostiene de manera inequívoca la incompatibilidad entre socialismo y cristianismo. Algunos católicos pensaban que sí era lícito pertenecer al socialismo y que la Iglesia debería flexibilizar algunas de sus posturas frente al socialismo y así llegar a un punto de convergencia. Es importante que nos quede claro.

 

En el N° 120 de QA dice Pío XI: “Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista”.

 

¿En qué se funda Pío XI para esa tajante declaración? En síntesis, en el N° 117 afirma la Iglesia que el socialismo “es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica puesto que concibe la sociedad de una manera sumamente opuesta a la verdad cristiana.” Si nos preguntamos cómo conciben la sociedad, el socialismo por una parte y el cristianismo por otra, Pío XI nos dice que el socialismo ignora el fin trascendente del ser humano y de la sociedad y pretende que la sociedad humana ha sido instituida exclusivamente para el bien terreno (QA 118). Además subordina la persona a la sociedad y a las necesidades de producir, llegando a inmolar los más elevados bienes del hombre como la libertad (QA 119).

¿Cuál es la concepción del socialismo sobre la persona humana y la sociedad?

 

De manera que, como afirma QA en el N° 119, el socialismo es más que un sistema económico y se va convirtiendo en una forma de entender la vida, e impregna los espíritus y las costumbres.

 

Es importante que leamos las palabras de los números 18 y 119 de QA para cerrar esta aclaración sobre socialismo y doctrina católica.

 

118. El hombre, en efecto, dotado de naturaleza social según la doctrina cristiana, es colocado en la tierra para que, viviendo en sociedad y bajo una autoridad ordenada por Dios (cf Rom 13,1), cultive y desarrolle plenamente todas sus facultades para alabanza y gloria del Creador y, desempeñando fielmente los deberes de su profesión o de cualquiera vocación que sea la suya, logre para sí juntamente la felicidad temporal y la eterna.

 

El socialismo, en cambio, ignorante y despreocupado en absoluto de este sublime fin tanto del hombre como de la sociedad, pretende que la sociedad humana ha sido instituida exclusivamente para el bien terreno.

 

119. Del hecho de que la ordenada división del trabajo es mucho más eficaz en orden a la producción de los bienes que el esfuerzo aislado de los particulares, deducen, en efecto, los socialistas que la actividad económica, en la cual consideran nada más que los objetos materiales, tiene que proceder socialmente por necesidad.

 

En lo que atañe a la producción de los bienes, estiman ellos que los hombres están obligados a entregarse y someterse por entero a esta necesidad. Más aún, tan grande es la importancia que para ellos tiene poseer la abundancia mayor posible de bienes para servir a las satisfacciones de esta vida, que, ante las exigencias de la más eficaz producción de bienes, han de preterirse y aún inmolarse los más elevados bienes del hombre, sin excluir ni siquiera la libertad.

 

Sostienen que este perjuicio de la dignidad humana, necesario en el proceso de producción “socializado”, se compensará fácilmente por la abundancia de bienes socialmente producidos, los cuales se derramarán profusamente entre los individuos, para que cada cual pueda hacer uso libremente y a su beneplácito de ellos para atender a las necesidades y al bienestar de la vida.

 

Pero la sociedad que se imagina el socialismo ni puede existir ni puede concebirse sin el empleo de una enorme violencia, de un lado, y por el otro supone una no menos falsa libertad, al no existir en ella una verdadera autoridad social, ya que ésta no puede fundarse en bienes temporales y materiales, sino que proviene exclusivamente de Dios, Creador y fin último de todas las cosas (Diuturnum, 29 de junio de 1881).

 

120. Aun cuando el socialismo, como todos los errores, tiene en sí algo de verdadero (cosa que jamás han negado los Sumos Pontífices), se funda sobre una doctrina de la sociedad humana propia suya, opuesta al verdadero cristianismo. Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista.

Los socialismos de hoy

 

 

Estamos hablando del socialismo como se presentaba en el tiempo de Pío XI. ¿Qué sucede ahora? Hay varias formas de socialismo y para calificarlo de compatible o no con la fe católica, habría que preguntarse si el socialismo del que nos hablan hoy  está de acuerdo con la visión cristiana de la vida, y no solo fijarnos en uno u otro principio de esa ideología.

 

Aunque este asunto sobrepasa el contenido de QA, creo que es oportuno ampliar la explicación del socialismo, para que no nos queden dudas. Me voy a orientar por un Curso de Doctrina y Pastoral Social del Secretariado Nacional de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal. El Secretariado tiene un curso de formación socio-política y el módulo tercero trata sobre Socialismos, Marxismo, Comunismo. El título ya nos indica que no hay un solo socialismo, pues trata de socialismos, en plural.

 

Quien quiera profundizar en las teorías socialistas tendría que empezar desde el filósofo Platón y su obra “La República” que propone una utopía política caracterizada por la comunidad de bienes y regida por sabios;  habría que continuar con el estudio de “La Ciudad de Dios”, de San Agustín, quien propone una sociedad regida por principios como el amor de Dios y la lucha contra el egoísmo. Seguir con Santo Tomás Moro y su obra llamada precisamente “Utopía”, en la que hace un análisis crítico de la sociedad pre capitalista de Inglaterra y plantea la posibilidad de una sociedad ideal en que la propiedad sería común y donde reinen la justicia y el bienestar. Podríamos nombrar toda una lista de personas que soñaban con una sociedad justa y de bienestar. Sir Francis Bacon en su obra “La Nueva Atlántida” presenta una isla fabulosa, regida por una academia científica y técnica, encargada del progreso y de los inventos que hagan mejor la vida.

 


 

Todas esas ideas de pensadores desde Platón y los que han seguido en el tiempo, fueron originando otras propuestas que aterrizaran en algo más práctico y realizable y no fueran solo utopías, es decir ideas irrealizables, hasta llegar a los llamados socialismos reformistas, algunos de los cuales se inspiraron inicialmente en el marxismo pero luego se enfrentaron a él y lo modificaron para corregir sus exageraciones.

 

En 1920 en Ginebra se estableció la II Internacional Socialista. La I Internacional Socialista la había organizado Marx en Londres. La II Internacional Socialista estaba formada por partidos no marxistas y en Moscú se organizó la III Internacional Socialista exclusivamente marxista.

 

Transcribo lo que el curso del Secretariado de Pastoral Social dice en la Pg 28 sobre los actuales partidos o movimientos que pertenecen a la II Internacional Socialista: la Sociedad democrática alemana, implantadora de la “cogestión” obrera en la dirección de empresas, el laborismo británico, defensor de la igualdad “cualitativa”, que no significa uniformidad social sino eliminación de diferencias extremas mediante intervención estatal y creación de empresas mixtas; el socialismo escandinavo en especial el socialismo sueco, de un sistema tributario fuerte y de una amplísima seguridad social; el socialismo francés  partidario de una nacionalización programada; el laborismo israelí de carácter agrario-comunal, obrerista y cooperativista; el socialismo de Italia, Austria, España, Japón, Portugal, etc., y en América Latina, por ejemplo la Acción Democrática de Venezuela y el Partido Liberal Colombiano.

¿Más cerca del socialismo o del capitalismo liberal?

 

 

Como vemos, es tal la diversidad de partidos socialistas de acuerdo con la idiosincrasia de cada país, que es fácil concluir que no todos los partidos socialistas siguen la orientación de la misma ideologíay que algunos de esos partidos aunque estén afiliados a la Internacional socialista, esos partidos se acercan más al liberalismo capitalista que al socialismo. Creo que eso pasa en Colombia con el partido liberal.

 

Afirma el curso del Secretariado de Pastoral Social por el que me he guiado para estas aclaraciones: La mayoría de esas organizaciones se declaran partidarias de la intervención estatal en los aspectos sociales (educación, salud, seguridad social), pero a la hora de las realizaciones muchos han terminado negociando con otras fuerzas políticas y transigiendo por modelos mixtos en los que se combina la labor estatal con la privada en incluso han impulsado la privatización.

 

En la próxima reflexión sacaremos algunas conclusiones de la presentación que hoy hemos hecho sobre los socialismos.

 

Reflexión 272 Pío XI, Quadragesimo anno (XII) Enero 16 2014

 

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Recordemos dónde dejamos la anterior reflexión

 

Es conveniente que recordemos dónde íbamos en nuestras reflexiones sobre la encíclica social Quadragesimo anno, del Papa Pío XI, porque nuestro programa anterior sobre ese tema fue el 12 de diciembre.

Después de la explicación de lo que Pío XI enseña sobre el salario justo, la encíclica QA expone la necesidad de la restauración del orden social y la reforma de las instituciones. ¿A qué se refiere el Papa cuando menciona la necesidad de restaurar el orden social y a la reforma de las instituciones? El Papa considera en su encíclica que difícilmente se aplicarán sus enseñanzas en la sociedad, como estaba organizada y como funcionaba en ese tiempo. Y es que como hemos afirmado varias veces, para vivir la DSI se necesita un cambio de corazón, se necesita la conversión al Evangelio, es decir una nueva actitud frente a la vida.

La DSI nos pide no apegarnos a lo material, vivir más sobriamente, renunciar a la codicia, no hacer del lucro la única razón de las actividades económicas, amar a los demás, ser sencillos, ayudar a nuestros colaboradores a crecer como personas, junto con nosotros. El Evangelio es exigente.

Por eso Pío XI afirma que la restauración de la sociedad comprende tanto la reforma de las instituciones como la enmienda de las costumbres. Parece referirse, no solo a la reforma de la persona individualmente considerada, sino a la reforma de las instituciones en que se organiza la sociedad. Señala en particular tres reformas de instituciones: la reforma del Estado, de las asociaciones y corporaciones y el modelo del mercado. Es decir habría que reformar el modelo político y el económico, que está basado en el liberalismo económico, es decir en el individualismo, en  palabras sencillas, en el egoísmo. El Papa Pío XI propone en su encíclica QA una reforma de las costumbres basada en la moderación y la caridad. De modo que también se refiere al cambio de las personas.

¿Hablar de virtudes cristianas en nuestros dias?

Repito el siguiente comentario que creo es importante en nuestros días:

Hablar de estos temas en nuestros días escandaliza a más de uno que sueña con tener más y gozar más de la vida. Ese es su ideal y a ese fin dirige sus esfuerzos. Reforma de las instituciones en un país como Colombia, donde entre los ciudadanos, lo general es que manifiesten su poca confianza en el parlamento, en los jueces, en el ejecutivo… Toda esa situación pública nos dice que necesitamos todos una conversión interior profunda, pero en el medio se cierra cada vez más el paso a las verdades de la fe y de las virtudes cristianas que consideran muchos, anticuadas e impracticables en este tiempo. Qué importancia tiene la labor de evangelización de la Iglesia por medio de tantas nuevas formas que agrupan a los fieles para cumplir su misión. Ante las dificultades parece a veces que se predicara en el desierto, pero hay que sembrar que Dios hará fecundas esas semillas.

También reforma de los sindicatos


Entre las asociaciones que necesitaban una reforma, Pío XI pensaba también en los sindicatos. León XIII su antecesor, había defendido el derecho de asociación de los trabajadores en los sindicatos, que eran un arma para defenderse de los abusos que cometían los patronos. Ahora Pío XI observa cómo el comunismo convertía a los sindicatos en un arma para la lucha de clases, que esa ideología defendía como camino necesario para imponerse en el mundo.

Pío XI propone otro tipo de asociaciones, de derecho privado, que se puedan crear libremente y a las que todos puedan vincularse libremente también. En Italia, el gobierno fascista había convertido igualmente esas nuevas asociaciones creadas en vez de los sindicatos, en un instrumento del Estado, igual que los gobiernos comunistas hacían con los sindicatos. Para el gobierno fascista esas asociaciones no eran de libre creación de los ciudadanos, como lo proponía Pío XI, sino que era obligatorio pertenecer a ellas. El fascismo convirtió a la organización corporativa, a la que Papa se refería, en columna vertebral del régimen, en su aliada.  Eso mismo sucedió o pretendió suceder en algunos regímenes de corte fascista en América Latina. Pensemos en el peronismo en Argentina. En Colombia lo intentó el General Rojas Pinilla pero no tuvo éxito. Fundó una central obrera de corta duración.

Ni socialismo ni capitalismo

 

Algo que no podemos dejar de recordar es que Pío XI en QA, cuando propone una reforma de las instituciones, no aboga por unas instituciones socialistas y tampoco capitalistas. Al orden social nuevo no lo identifica con ninguna de esas ideologías. Aclara que el capitalismo no es un sistema inmoral en sí mismo, pero sí los abusos que se cometen en su nombre. Por ejemplo se abusa  cuando se favorece la acumulación del capital y del poder en pocas manos y en consecuencia esas fuerzas, el capital y el poder, dominan el mercado e imponen sus propias leyes que buscan solo el provecho del capital sin tener en cuenta los derechos de los consumidores. Aun hoy, ¿quién impone las leyes del mercado sino los grandes capitales dueños de ese mercado? Pensemos en casos concretos en Colombia: en los altísimos costos de los pasajes aéreos, y en los costos exagerados de los servicios bancarios, para nombrar solo dos bien conocidos.

De la economía capitalista dice QA de Pío XI, en el N° 101:
…que tal economía no es condenable por sí misma. Y realmente no es viciosa por naturaleza, sino que viola el recto orden sólo cuando el capital abusa de los obreros y de la clase proletaria con la finalidad y de tal forma que los negocios e incluso toda la economía se plieguen a su exclusiva voluntad y provecho, sin tener en cuenta para nada ni la dignidad humana de los trabajadores, ni el carácter social de la economía, ni aun siquiera la misma justicia social y bien común.
El Papa hablaba de su época y en lenguaje de su época, de los abusos contra la clase proletaria y los trabajadores. Hoy se puede pensar en el abuso no solo contra los proletarios, sino contra los trabajadores, incluyendo la clase media económica. Yo me pregunto si en el manejo actual de la economía y de los mercados no podemos dudar que tengan mucho en cuenta que la economía debe tener un carácter social, que su principal interés debe ser el bien común y la misma justicia social. 

La evolución del capitalismo

El capitalismo tuvo una evolución hacia un sistema controlado por los grandes centros del poder económico, como fruto de la completa libertad de los competidores, de manera que solo sobreviven los más poderosos, a los que QA en el N° 107 califica como que con frecuencia son los más violentos y más desprovistos de conciencia.  

Voy a leer las palabras de Pío XI que siguen en los números 108 y 109 porque es bueno que tengamos claro que la DSI no es débil en su calificación del capitalismo y del imperialismo que domina la economía internacional. Oigamos:   108. Tal acumulación de riquezas y de poder origina, a su vez, tres tipos de lucha: se lucha en primer lugar por la hegemonía económica; se entabla luego el rudo combate para adueñarse del poder público, para poder abusar de su influencia y autoridad en los conflictos económicos; finalmente, pugnan entre sí los diferentes Estados, ya porque las naciones emplean su fuerza y su política para promover cada cual los intereses económicos de sus súbditos, ya porque tratan de dirimir las controversias políticas surgidas entre las naciones, recurriendo a su poderío y recursos económicos.

109. Ultimas consecuencias del espíritu individualista en economía, venerables hermanos y amados hijos, son esas que vosotros mismos no sólo estáis viendo, sino también padeciendo: la libre concurrencia se ha destruido a sí misma; la dictadura económica se ha adueñado del mercado libre; por consiguiente, al deseo de lucro ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía toda se ha hecho horrendamente dura, cruel, atroz. 

A esto se añaden los daños gravísimos que han surgido de la deplorable mezcla y confusión entre las atribuciones y cargas del Estado y las de la economía, entre los cuales daños, uno de los más graves, se halla una cierta caída del prestigio del Estado, que, libre de todo interés de partes y atento exclusivamente al bien común a la justicia debería ocupar el elevado puesto de rector y supremo árbitro de las cosas; se hace, por el contrario, esclavo, entregado y vendido a la pasión y a las ambiciones humanas.

Por lo que atañe a las naciones en sus relaciones mutuas, de una misma fuente manan dos ríos diversos: por un lado, el “nacionalismo” o también el “imperialismo económico”; del otro, el no menos funesto y execrable “internacionalismo” o “imperialismo” internacional del dinero, para el cual, donde el bien, allí la patria.

Hasta allí la presentación de Pío XI de las consecuencias de los abusos del capitalismo. Y, si el capitalismo evolucionó hacia modos más individualistas, menos sociales, ¿qué pasó con su contraparte el comunismo? 

Evolución del socialismo

 

La evolución que sufrió el socialismo también la considera Pío XI. La principal transformación de esa ideología consistió en su escisión en dos bloques: uno especialmente violento que optó por el nombre de comunismo y el otro, más moderado, es el que aun hoy se sigue llamando socialismo (Cfr Ildefonso Camacho, Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, Pg 142). 

El Papa Pío XI menciona “las horrendas matanzas” (QA 112) con que  los gobiernos comunistas, en particular el establecido en Rusia,  devastaron inmensas regiones de Europa y de Asia y llama la atención sobre el paralelismo entre el comunismo y el capitalismo. Nota cómo difiere el grado de violencia del comunismo con sus masacres y lo que hoy seguimos experimentando del terrorismo, y la violencia del capitalismo visible en sus injusticias más que en violencia física. 

A la encarnizada lucha de clases del comunismo, que no reparaba en los medios que utilizaba para alcanzar sus fines, se sumaba la abolición total de la propiedad privada y su profundo ateísmo, que convirtió al comunismo en enemigo de Dios y de la Iglesia.  Después de una pausa trataremos sobre la otra rama del  socialismo, el llamado socialismo moderado. 

El socialismo moderado, por no ser violento como el comunismo, tiene cierto atractivo hacia los creyentes, por su aspecto social. Dice el P. Camacho en el libro ya citado, que el socialismo mereció un análisis más detenido y matizado de parte de Pío XI, porque su moderación lo hace más cercano a muchas loables aspiraciones de los católicos. Esta moderación se manifiesta en la ausencia de todo recurso a la violencia (QA 113) – un punto que se va significando como decisivo en el juicio moral de los sistemas económicos y sociales – y en el modo tan suavizado como entiende la lucha de clases (una «honesta discusión») y la abolición de la propiedad (reservando solo ciertos bienes al Estado) (QA 114). Y se pregunta el P. Camacho: ¿No es todo esto no ya lícito para el cristiano, sino perfectamente coherente con el mensaje evangélico? Así lo entiende Pío XI: y por eso añade que no es preciso alistarse en el socialismo para mantener estos ideales. 

Leamos las mismas palabras de la encíclica QA, en los N° 114 y 115, para no malinterpretar a Pío XI en su presentación del socialismo:  

114. La lucha de clases, efectivamente, siempre que se abstenga de enemistades y de odio mutuo, insensiblemente se convierte en una honesta discusión, fundada en el amor a la justicia, que, si no es aquella dichosa paz social que todos anhelamos, puede y debe ser el principio por donde se llegue a la mutua cooperación “profesional”. 

La misma guerra contra la propiedad privada, cada vez más suavizada, se restringe hasta el punto de que, por fin, algunas veces ya no se ataca la posesión en sí de los medios de producción, sino cierto imperio social que contra todo derecho se ha tomado y arrogado la propiedad. 

Ese imperio realmente no es propio de los dueños, sino del poder público. Por este medio puede llegarse insensiblemente a que estos postulados del socialismo moderado no se distingan ya de los anhelos y postulados de aquellos que, fundados en los principios cristianos, tratan de reformar la humana sociedad. 

Con razón, en efecto, se pretende que se reserve a la potestad pública ciertos géneros de bienes que comportan consigo una tal preponderancia, que no pueden dejarse en manos de particulares sin peligro para el Estado. 

115. Estos justos postulados y apetencias de esta índole ya nada tienen contrario a la verdad cristiana ni mucho menos son propios del socialismo. Por lo cual, quienes persiguen sólo esto no tienen por qué afiliarse a este sistema. 

Pareciera que el Papa bendijera el socialismo. ¿Cuál es la realidad. Aclaremos. Al Papa Pío XI le preocupa y se pregunta si  el socialismo y el catolicismo son compatibles, es decir, si un católico puede lícitamente afiliarse al socialismo. Y esto lo zanja en los números siguientes de QA. 

Pío XI sostiene de manera inequívoca la incompatibilidad entre socialismo y cristianismo. Algunos católicos pensaban que sí era lícito pertenecer al socialismo y que la Iglesia debería flexibilizar algunas de sus posturas frente al socialismo y así llegar a un punto de convergencia. En el próximo programa seguiremos tratando este interesante asunto, que necesita aclaración.  

 

Reflexión 271 diciembre 19-2013 NAVIDAD 2013

 


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 Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente, que es el contenido del último programa de esta serie, transmitido por Radio María de Colombia y preparado por Fernando Díaz del Castillo Z. En la columna de la derecha están las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro “Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.

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La siguiente reflexión la tomo tal cual fue emitida por Radio María de Colombia y los villancicos que escuchamos en esa emisión son tomados de dos discos de la compositora María Olga Piñeros Lara. Los discos tienen por nombre, el primero “Súbano p’arriba vuélvanlo a bajar” y el segundo ” Una estrella de mar en el portal”.

Son invitados para esta producción: Germán Darío Pérez en el piano, Nadia Paredes en la flauta, Claudia Grenier y Carolina Muñoz en los coros.

Para los católicos, la Navidad es un motivo de inmensa alegría porque celebramos esa locura de Dios, que para salvarnos y queriendo comunicarse mejor con nosotros, se ingenió ese inimitable invento de encarnarse en el vientre de una mujer, María y nacer como un bebé humano, común y corriente.

Así Dios niño aprendió en su hogar el lenguaje y los gestos humanos, lo que es vivir en un cuerpo frágil, mortal y a la vez con el poder de Dios de resucitar. Su madre, María, es madre de Dios, porque su hijo Jesús, es Dios y es hombre.  

María lleva ese título único, de Madre de Dios, que ninguna otra mujer lleva sobre la tierra. Por eso nuestro respeto y amor a esta mujer privilegiada, que es a la vez nuestra madre, pues fue escogida por el Padre para madre de su Hijo único, nuestro hermano mayor.  Jesús y nosotros, tenemos el mismo Padre, de modo distinto sí, pero Él, Jesús Hombre y Dios, y nosotros, seres humanos comunes y corrientes, tenemos el mismo Padre. ¿No merece esta celebración toda la alegría del mundo, la gratitud humilde y correspondencia incondicional a tal amor?

Al preparar este programa me asaltó una duda: he encontrado un contraste grande entre las canciones, sencillas, fiesteras, de los villancicos colombianos y los pensamientos que nos ofrecen místicos y teólogos como San Ignacio y el Papa Benedicto XVI. Se me ocurrió que sin embargo, Dios nos abrió campo para esta fusión: es la combinación de Jesús, Dios, encarnado en la carne humana, la majestad de Dios unida a la simplicidad humana como se expresa en nuestra música. Les pido  tomen así esta combinación de nuestra música popular de Navidad con la profundidad y altura del pensamiento místico de San Ignacio y de la teología del Papa Ratzinger.

Entre canción y canción haremos algunas reflexiones sobre el significado de la encarnación del Hijo de Dios en la persona de Jesús. Las tomaremos de los Ejercicios de San Ignacio y de reflexiones  inspiradas en el libro La Infancia de Jesús, del Papa Benedicto XVI. Terminaremos también con pensamientos del Papa Francisco.

Empecemos escuchando el currulao La Estrella de Mar, en el  Disco 2- Pista 1 – (5:18)

En ese maravilloso librito, los Ejercicios Espirituales,  San Ignacio de Loyola invita a contemplar los grandes misterios de la Encarnación y el Nacimiento del Hijo de Dios. El punto de partida en los Ejercicios, no es la majestad de la Trinidad, sentada, por así decirlo, en un esplendoroso trono. No, San Ignacio invita a ver primero, y considerar,  a los habitantes de la tierra, vestidos de tantos modos diversos según las regiones y con tan disímiles comportamientos: unos violentos, entregados a las guerras, otros pacíficos, sembradores de paz; unos llorando, otros riendo, unos ricos, otros en la pobreza, unos sanos otros enfermos, algunos seres humanos que nacen y otros que están muriendo…   

San Ignacio describe luego la reacción compasiva de Dios al contemplar a la humanidad; con la ceguera de tanta gente, el sufrimiento y la muerte violenta de muchos en la tierra. Nos sugiere enseguida San Ignacio que escuchemos la conversación de la Trinidad al observar la situación del mundo y escuchamos la decisión de las personas divinas, en palabras de San Ignacio: “Hagamos redención del género humano” y nos pide ver que en, Dios es diciendo y haciendo, Dios es acción y contemplamos lo que Dios hace, con la realización de la Encarnación. Podemos nosotros pensar que en ese panorama sombrío de la tierra, Dios irrumpe con una luz esplendorosa que la inunda de alegría, de esperanza y de paz.

Escuchemos un arrullo folclor del Pacífico, se llama Al Alba,  Disco 1, Pista 13 (2:53)

No podemos dejar de pensar en cómo llegó el Hijo de Dios a la tierra,  cómo vivió en una familia sencilla de trabajadores, y  cómo lo tratamos los seres humanos, después de su paso por la vida haciendo el bien; se le pagó con el suplicio de los criminales. Y de esas consideraciones, cómo no pasar a lo que todavía hoy vemos todos los días en las grandes ciudades: familias desprotegidas, sin techo, sin trabajo; sabemos que no pocos pasan hambre, niños que padecen una pobreza que no pueden evitar exhibir en sus zapatos rotos, en su ropa raída y su mirada triste.

Los creyentes en Cristo sabemos que son todos ellos nuestros hermanos. ¿Los tratamos siempre como de la familia? Porque  son de nuestra gran familia humana, y cuando les damos la mano, se la damos a Jesús. En el juicio definitivo nos lo va a poner de presente: Tuve hambre y me dieron de comer, estaba desnudo y me vistieron.

 Disco 1 – Pista 10, Villancico Campesino, bambuco-caña, Leonor Buenaventura  (2:13)

Para algún alivio de la situación difícil de tantas familias, el corazón de muchas personas late muy fuerte en la Navidad, y actúan para aportar de sus medios y mover a otros a hacerlo y llevar alegría a los niños, especialmente a aquellos que de otra manera no tendrían un juguete, unos zapatos, una prenda para estrenar. Los coros ensayan y los músicos y cantantes dan de su tiempo para visitar en los hospitales a los soldados heridos, a las personas que padecen, a veces sin mucha esperanza para su salud, a los ancianos olvidados que algún día alegraron a sus familias en la Navidad.

Es que algo que no podemos pasar por alto en cada Navidad, es que cuando Dios entró en nuestro mundo en la persona de Jesús, en la toda la humanidad comenzó una transformación. En cada persona que encontramos, hombre o mujer, encumbrado o humilde, un atleta o una persona con discapacidad, un niño o un anciano, de cualquier color de piel, tenemos la oportunidad de, con nuestro comportamiento, demostrar que entendemos el mensaje de Jesús, de amarnos como hermanos, y que lo que hagamos por cualquiera de ellos, Jesús lo recibe como hecho a Él mismo.

Disco 1 – PISTA 11- El Negrito José Asunción, son chocoano, de Ligia Castro Torrijos (2:57)

Para los no creyentes, la Navidad es simplemente una oportunidad para hacer reconocimientos a amigos y parientes, para una buena cena, una reunión familiar, unos días en que se puede alegrar a los niños y la ciudad se puede llenar de luces y música. Para los comerciantes es el tiempo dorado del año. Nunca venden más. Para los creyentes la Navidad es distinta, es la celebración de la máxima muestra del amor de Dios por el ser humano: para comunicarse con nosotros sin las trabas que pudiera poner la distancia de la divinidad a la simple humanidad, hace el milagro de nacer como un niño común y corriente que es Dios y es hombre al mismo tiempo.

La presencia de Jesús que parecía ser un hombre más, pero en su vida daba continuas muestras de una sabiduría y un poder por encima de lo humano, desconcertaba a sus contemporáneos. Recordemos a Pilato, el escéptico y racionalista procurador romano, que se cuestionaba sobre qué es la verdad, y se impresionó ante la imponencia de ese hombre que le habían llevado por  el delito de haberse declarado Hijo de Dios, y para despejar sus dudas, lo interroga sobre su origen, porque quisiera entender de quién se trataba realmente y qué era lo que quería, cuando le había respondido que era rey, que para eso había nacido, pero que su reino no es de este mundo (Jn 18, 36ss).

Antes, en diversas oportunidades, los que se daban cuenta del dominio de Jesús en la interpretación de la Sagrada Escritura, y su poder de curación, preguntaban desconcertados, cómo una persona tan corriente, hijo del carpintero de Nazaret, conocida su familia, era al mismo tiempo tan distinto a los demás. La normalidad de Jesús, un trabajador de provincia no parecía tener ningún misterio, debería ser igual a los demás… pero no…Tras la conocida escena en la sinagoga de Nazaret se pregunta la gente ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? (Mc 6,2).

Dice Ratzinger: El origen de Jesús es al mismo tiempo notorio y desconocido; es aparentemente fácil dar una explicación y, sin embargo, con ella no se aclara de manera exhaustiva. En Cesarea de Filipo, Jesús preguntará a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo?… Y vosotros, ¿quién decís que soy yo) (Mc 8,27). ¿Quién es Jesús? ¿De dónde viene? Ambas cuestiones están inseparablemente unidas. (Pg 11s)

San Juan en el profundo y bello prólogo de su Evangelio, nos explica el origen de Jesús, de dónde viene. Nos dice que existía desde el principio, existía desde siempre en Dios. Viene de Dios, Él es Dios. Lo llama la Palabra, el Logos, que es lo que significa   Logos, la Palabra. Esa persona, el Logos, la Palabra dice Juan que “se hizo carne y acampó entre nosotros” (Ratzinger, Pg. 19). La Palabra, Dios, se hizo comprensible para nuestra sencillez e ignorancia, vino a hablar nuestro lenguaje.

Y Ratzinger hace una emocionante alusión a nosotros, los seres humanos. Dice que nuestra verdadera «genealogía» es la fe en Jesús, que nos da una nueva proveniencia, nos hace nacer «de Dios». Genealogía es la serie de ascendientes de los que procedemos. Nosotros venimos de Dios. Un profundo pensamiento teológico: unidos por la fe en Jesús, por su gracia en el  bautismo nos hace nacer de Dios.

Disco 1 – Pista 2, Las Campanitas de Navidad, guabina-bambuco de Chava Rubio. (2:30)

Voy a terminar estas consideraciones sobre la Navidad con una reflexión a propósito de la alegría que marca el sentimiento de los creyentes en estos días y que concuerda con las palabras del Papa Francisco en su exhortación Evangelii gaudium, La alegría, el gozo del Evangelio, de sus palabras en estos días y tomo también del libro del Papa Benedicto XVI sobre la Infancia de Jesús.

El Saludo del ángel a  la Virgen María cuando fue a anunciarle la encarnación del Verbo en su seno empezó con la invitación ¡Alégrate!Con ese saludo del ángel comienza en sentido propio el Nuevo Testamento. A los pastores los ángeles cantan “Os anuncio una gran alegría”. Cuando los discípulos volvieron a ver al Señor resucitado dice Juan que “Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (20,20).

Y estas palabras de Benedicto XVI: En los discursos de despedida en Juan hay una teología de la alegría que ilumina, por decirlo así, la hondura de esta palabra: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría» (16,22).

«La alegría aparece en estos textos como el don propio del Espíritu Santo, como el verdadero don del Redentor. Así pues, en el saludo del ángel se oye el sonido de un acorde que seguirá resonando a través  de todo el tiempo de la Iglesia y que, por lo que se refiere a su contenido, también se puede percibir en la palabra fundamental con la cual se designa todo el mensaje cristiano en su conjunto: el Evangelio, la Buena Nueva»

De la intervención del Papa Francisco en su última audiencia del año, que dedicóal nacimiento de Jesús “fiesta de fe y esperanza, que supera la incertidumbre y el pesimismo” son también las siguientes alabras: “Y la razón de nuestra esperanza -ha dicho- es esta: ¡Dios está con nosotros y todavía se fía de nosotros!… Viene a habitar con los hombres , elige la tierra como su casa para estar en medio de los hombres y hacerse encontrar allí donde los seres humanos pasan sus días entre alegrías y penas . Por lo tanto, la tierra ya no es sólo un ” valle de lágrimas “, sino el lugar donde Dios mismo ha puesto su tienda, es el lugar de encuentro entre Dios y el hombre, de la solidaridad de Dios con los hombres”.

Pero en esta división de la condición humana, aún hay algo más sorprendente: “Dios no vino a un mundo ideal , idílico, sino a este mundo real, marcado por tantas cosas buenas y malas, donde hay enfrentamientos, mal y pobreza, opresión y guerra. Él ha elegido vivir nuestra historia tal como es, con todo el peso de sus limitaciones y de sus dramas…Es el Dios-con – nosotros; Jesús es Dios con nosotros…desde siempre y por siempre con nosotros en los sufrimientos y las tristezas de la historia. El nacimiento de Jesús es la manifestación de que Dios “ha tomado partido” de una vez por todas por el ser humano, para salvarnos, para levantarnos del polvo de nuestras miserias, dificultades y pecados”.

Disco 2 – Pista 10 Oigamos ahora un bambuco-caña de Leonor Buenaventura

 

Reflexión 270 diciembre 12-2013 Quadragesimo anno (XI)

 


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Las dimensiones individual y social del ser humano

Vamos a comenzar nuestra última reflexión dedicada este año al estudio de la DSI. La próxima la dedicaremos a la Navidad y Dios mediante continuaremos el estudio de la DSI el año entrante. Ojalá podamos terminar hoy el recorrido por la encíclica Quadragesimo anno, Año cuadragésimo, del Papa Pío XI.

La semana pasada vimos lo que el Papa nos enseña sobre el salario justo, y hoy voy a empezar con una consideración sobre el fundamento de la visión cristiana de nuestra doble dimensión como seres humanos: la individual y la social, asunto muy importante en la DSI y que Pío XI señala en la encíclica QA. Luego haré un muy breve resumen del salario justo, antes de comenzar el último tema, que será sobre el corporativismo implantado en Italia por el fascismo de Mussolini.

Pío XI nos explica que el trabajo, como la propiedad, tiene también una doble dimensión: una individual y otra social. Esta visión del ser humano como individuo y como ser social, corresponde a la antropología cristiana que considera al ser humano esencialmente relacional, es decir no como un individuo aislado, sino creado de y para los demás: procede de otros, de sus padres y antepasados; es parte de una historia, y fuimos creados para compartir, no para encerrarnos en nosotros mismos. Por eso es el individualismo no es cristiano.

 Para explicar en profundidad esta visión cristiana del ser humano nos llevaría más tiempo del  que tenemos hoyo pero hagámoslo der manera sencilla. Recordemos que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y Él está, es, en su ser, desde la eternidad, en relación permanente entre las tres personas divinas. La misma palabra Padre, indica relación con quien Él engendra, Hijo indica relación con quien lo engendra, el Padre – y el Espíritu Santo es Amor, el eslabón que une a los tres. ¿Cómo dudar de que no fuimos creados para el individualismo sino para vivir en comunión, hechos para recibir y para darnos? Nos damos cuenta de la importancia del misterio de la Trinidad para conocer a Dios y también para conocernos bien a nosotros, seres humanos.

Reflexión de Raziger sobre el ser humano como ser relacional

Voy a citar unas frases del cardenal Joseph Ratzinger, en su libro Introducción al Cristianismo. Son pensamientos muy profundos, que nos podrían proporcionar material para una reflexión grupal, tomando frase por frase, leerla, reflexionar sobre ella y compartirla con los demás. Si les parece, en el blog, en www.reflexionesdsi.org, las pueden leer y releer. Oigamos:

 …”es imposible llegar a lo peculiar del amor si no se concibe al hombre como relación, es decir como proveniente de otro…”(Pg207)

“El hombre solo es hombre en la trama de la historia, que penetra en cada uno por el lenguaje y las relaciones sociales, que ajusta su existencia a ese patrón colectivo en el que está inmerso de antemano y que constituye el lugar de su autorrealización…El hombre no es un ser que parte siempre de cero; solo puede realizar lo suyo específico y lo nuevo si empalma con la humanidad que lo precede, lo condiciona, lo modela.” (Pg 208)

“Nadie se encuentra en un estado inicial sin relación alguna, en el que pueda realizarse a sí mismo y desplegar sus virtualidades.” (Pg 209)

“Todos vivimos en medio de unos lazos que forman parte de nuestra existencia. El juicio universal es la respuesta a estas interdependencias colectivas.” (Pg 209)

…”podemos decir que … el ser cristiano, en su acepción principal, no es un carisma individual, sino social.” (Pg 209)

“Ser cristiano significa esencialmente pasar a ser / de ser para sí mismo a ser para los demás”. (Pg 211)

…”la decisión básica cristiana –ser cristiano – supone dejar de girar en torno a uno mismo, alrededor del propio yo, y  unirse a la existencia de Jesucristo, consagrado al todo.” (Pg 211)

“Digamos por último, que no basta que el hombre salga de sí mismo. El que solo quiere dar y no está dispuesto a recibir; el que solo quiere ser para los demás y no está dispuesto a reconocer que también él vive del sorprendente e inmerecido don del para los demás, ignora la configuración fundamental del ser humano y destruye el verdadero sentido del para los demás. Para que la superación de sí mismo sea realmente provechosa necesita recibir algo de los otros y, en definitiva, del Otro, que es el auténtico otro de toda la humanidad y que a la vez es el completamente uno con ella: Jesucristo, el Dios hecho hombre.”(Pg 213)

Qué interesante lo que nos enseña Ratzinger: la configuración fundamental del ser humano consiste en ser de y para los demás: de otros; viene de sus padres, que al darse hicieron posible su ser y a su vez, él para ser humano debe darse a los demás.

Criterios del salario justo


Resumamos ahora el tema del salario justo, según Pío XI en QA. Nos dice el Papa que para establecer un salario justo se deben considerar tres criterios, que parten del carácter individual y social del trabajo: el individuo que realiza el trabajo, la empresa donde lo realiza y la sociedad entera que sirve de marco. De  manera que no solo se debe exigir el salario considerándose el trabajador él solo; debe tener en cuenta la empresa y la sociedad de la que hace parte. 

El salario familiar

 

Lo más novedoso, que no había considerado la Rerum novarum de León XIII, es que se postula por primera vez el salario familiar. Se reconoce que en las circunstancias de entonces era difícil hacerlo realidad, y pide que se tomen medidas para hacerlo posible.

Pío XI destaca el valor que tienen los demás miembros de la familia, que con el padre contribuyen al sostenimiento de la familia, pero observa la necesidad de evitar que las madres de familia se vean en la obligación de trabajar fuera de casa por exigencias económicas. Sin duda algunas reformas laborales se han conseguido para ayudar a las familias, como el subsidio familiar, pero aún es difícil establecer el salario familiar en nuestro país, cuando todavía la mitad de la población trabajadora ni siquiera devenga el salario mínimo.

Situación de la empresa

 

Para la determinación del salario se debe en tener en cuenta también la situación de la empresa. No pueden hacerse exigencias salariales tan altas que pongan en peligro la supervivencia de las empresas, pero tampoco las eventuales dificultades se pueden siempre aceptar para mantener salarios excepcionalmente bajos.

La sociedad

 

La tercera dimensión que se debe considerar para establecer los salarios justos es la actividad económica general en la sociedad. No solo se debe tener cuenta el trabajo como el resultado de un contrato individual entre empresa y trabajador. Los salarios son un factor importante en los costos generales en la economía y además se debe tener en cuenta que la decisión de salarios no puede tener en cuenta solo consideraciones técnicas sino éticas, morales. El trabajo no se debe tratar como si fuera una mercancía.

Restauración del orden social

 

El siguiente punto que trata la Quadragesimo anno y que expusimos ya, es el de la restauración del orden social y reforma de las instituciones. Vimos que el Papa se pregunta si será posible que se apliquen las enseñanzas de la encíclica manteniendo el orden social vigente en ese tiempo. Añadíamos que como lo hemos afirmado otras veces, para que se viva la DSI se necesita cambiar el corazón, se requiere la conversión al Evangelio. La DSI nos pide vivir más sobriamente, no hacer del lucro la razón única de las actividades económicas, amar a los demás y permitir a nuestros colaboradores que crezcan con nosotros, como personas.

Pío XI afirma que la restauración de la sociedad comprende dos aspectos: la reforma de las instituciones y la enmienda de las costumbres. Entre la reforma de las instituciones señala tres: la reforma del Estado, de las asociaciones y corporaciones, el modelo del mercado, en fin reforma del modelo político y económico liberal, basado en el individualismo, es decir en el egoísmo. Propone en cambio una reforma de las costumbres basada en la moderación y la caridad.

Hablar de estos temas en nuestros días escandaliza a más de uno que sueña con tener más y gozar más de la vida. Reforma de las instituciones en un país como Colombia, donde los ciudadanos manifiestan su poca confianza en el parlamento, en los jueces, en el ejecutivo… Necesitamos una conversión interior profunda, pero se cierra cada vez más el paso a las verdades de la fe y de las virtudes cristianas que consideran muchos, anticuadas e impracticables en este tiempo. Qué importancia tiene la labor de evangelización de la Iglesia por medio de tantas nuevas formas que agrupan a los fieles para cumplir su misión. Ante las dificultades parece a veces que se predicara en el desierto, pero hay que sembrar que Dios hará fecundas esas semillas.

La propuesta del corporativismo, aspectos positivos y negativos


 El Papa Pío XI propone, como ya lo vimos, un sistema que no lleve a la lucha de clases, al enfrentamiento entre patronos y trabajadores, como sucedía con los sindicatos por influencia del comunismo. El sistema que proponía era el del corporativismo. Esto se encuentra en los números 91 a 96 de QA.

Del N° 91 al 94, el Papa hace una somera descripción de las organizaciones sindical y corporativa y presenta una valoración de sus aspectos positivos y negativos. Se nota un esfuerzo porque no se confunda el sistema corporativo, que él propone con el que el sistema fascista había implantado en Italia. Las que propone el Santo Padre son asociaciones de derecho privado, que se pueden crear libremente y a las que todos pueden adscribirse libremente. En cambio las corporaciones que Mussolini implantó en Italia pretendían ser la columna vertebral del régimen, aunque  también tenían la intención de evitar la lucha de clases.

Para el fascismo era obligatorio el pertenecer a las corporaciones, tanto para los obreros como para los patronos y eran de iniciativa gubernamental: las convirtió el fascismo en un instrumento del Estado. El gran peligro era que el Estado se extralimitara y acabara por reemplazar la libre actividad en la sociedad. Lo mismo que sucede en las sociedades dominadas por las dictaduras socialistas.

En la siguiente parte me guiaré por el libro del P. Ildefonso Camacho, Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, como lo he hecho en muchas partes de estos programas. Se trata de la evolución del capitalismo y de los llamados comunismo y socialismo moderados.

Ni el sistema socialista ni el capitalista son la respuesta

 

Veníamos de escuchar del Papa la necesidad de reformar las instituciones. Del N° 100 al 120, el Papa quiere excluir tanto al sistema capitalista como al socialista del orden social que él propone, de manera que ninguna de esas dos formas son una buena alternativa para reemplazar el orden deteriorado.

Pío XI quiere dejar claro al exponer su punto de vista sobre el capitalismo, que ese sistema no es en sí mismo inmoral, pero sí los abusos a que ha dado lugar. Como el capital y el poder se han acumulado en pocas manos, son esas fuerzas las que dominan el mercado con el consiguiente deterioro del mercado libre. Son ellos, los dueños mayoritarios del capital y por lo tanto del poder, los que imponen las leyes del mercado.

El vicio mayor del capitalismo

 

En el N° 101 expresa Pío XI cuál es el vicio mayor del capitalismo. Dice:

León XIII puso todo su empeño en ajustar este tipo de economía (el capitalismo) a las normas del recto orden, de lo que se deduce que tal economía no es condenable por sí misma. Y realmente no es viciosa por naturaleza, sino que viola el recto orden sólo cuando el capital abusa de los obreros y de la clase proletaria con la finalidad y de tal forma que los negocios e incluso toda la economía se plieguen a su exclusiva voluntad y provecho, sin tener en cuenta para nada ni la dignidad humana de los trabajadores, ni el carácter social de la economía, ni aun siquiera la misma justicia social y bien común.

El P. Ildefonso Camacho observa: Esta dinámica de lucha (la expuesta en el N° 101 por Pío XI), es la causante de que el capitalismo haya evolucionado hacia un sistema controlado por grandes centros del poder económico, y que es «fruto natural de la ilimitada libertad de los competidores, de la que han sobrevivido solo los más poderosos, lo que con frecuencia es tanto como decir los más violentos y los más desprovistos de conciencia» (QA 107). Esta sobria panorámica se completa poniendo de manifiesto cómo lo que en principio es una lucha en el terreno económico invade después la política y termina actuando incluso a nivel supranacional (QA 108). Pío XI está señalando aquí la vocación imperialista del capitalismo, que había sido ya denunciada desde posiciones ideológicas muy distintas.

Se refiere a Lenin. El imperialismo es un término muy socorrido hoy por la extrema izquierda, pero que en sí no es un insulto; se refiere al dominio internacional de los capitalistas. Luego esa influencia internacional fue también evidente en el  comunismo a medida que se fue extendiendo por el mundo. Se puede hablar del imperialismo comunista.

Evolución del socialismo


También Pío XI se refiere a la evolución que fue teniendo el socialismo. La trasformación principal es su escisión en dos bloques: uno violento que inclusive lleva otro nombre y no socialismo y es el comunismo, el otro, más moderado, es el que aun hoy se sigue llamando socialismo. (Camacho Pg 142).

El Papa señala, sobre el comunismo en Rusia, las “horrendas matanzas y destrucciones con que habían devastado inmensas regiones de la Europa oriental y de Asia (QA 112) y al mismo tiempo llama la atención sobre el paralelismo del comunismo con el capitalismo.

La violencia que se manifestaba en el capitalismo y la del comunismo difieren en su grado: la violencia comunista la llama el Papa “horrenda y encarnizada lucha de clases y la total abolición de la propiedad privada”, de modo que el comunismo no reparaba en qué medios utilizaba para alcanzar sus fines. A esta violencia añade Pío XI el mal del profundo ateísmo, del comunismo, enemigo de Dios y de su Iglesia y lo llama impío e inicuo.

Pío XI trata también sobre el socialismo, que es más moderado pues no recurre a la violencia en el grado del comunismo. El tiempo no nos alcanza para este punto que dada su importancia deberé tomar en el próximo programa el año 2014.

  

Reflexión 269 diciembre 5-2013 Quadragesimo anno (X)

 

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Restauración del orden social y reforma de las instituciones

 

Continuamos en el  estudio de la encíclica social Quadragesimo anno, Año cuadragésimo, del Papa Pío XI. Después de haber estudiado la doctrina que expone Pío XI sobre la propiedad, continuamos con los criterios para establecer un salario justo y la necesidad de un salario familiar. Si no han leído la reflexión anterior o quieren repasar lo que la Quadragesimo anno nos enseña sobre el salario justo, pueden leerlo en el blog www.reflexionesdsi.org Allí pueden encontrar todas las reflexiones anteriores sobre la DSI.

 

Hoy vamos a tratar sobre la restauración del orden social y la reforma de las instituciones, que ocupa la parte central de la encíclica Quadragesimo anno.

 

Precisamente el título de la encíclica dice que su finalidad, además de recordar los grandes bienes que se siguieron a la encíclica de León XIII Rerum novarum, para la Iglesia y para toda la sociedad humana, la finalidad de esta nueva encíclica es descubrir la raíz del desorden social reinante en su época y mostrar cómo el único camino de restauración salvadora es la reforma cristiana de las costumbres.

 

 En las dos primeras partes de la encíclica, el Papa se refiere a las relaciones entre las personas particulares: el derecho de propiedad, su carácter individual y su carácter social, la relación capital-trabajo, el salario que se debe reconocer al trabajador y los problemas que se derivan del proceso de distribución. Aunque pudiera parecer que hasta ahora solo se trató sobre las relaciones entre particulares, sin embargo vimos que se trató de la dimensión social de la economía, de su manejo, que no puede ser solo para favorecer al capital ni se puede manejar la economía solo con criterios técnicos, porque las relaciones entre los seres humanos necesariamente tienen un alcance moral.

 

Ahora la encíclica Quadragesimo anno responde a una pregunta que queda implícita después de la exposición anterior: ¿será posible poner en práctica esas orientaciones de la DSI, con el orden social vigente entonces? Nos podríamos preguntar si esa pregunta no flota todavía hoy en el aire…¿será posible poner en práctica la DSI en el mundo de hoy, sin una conversión del pensamiento a la doctrina del Evangelio? Pio XI dedica la parte central de Quadragesimoanno, a responder a ese interrogante y lo hace proponiendo un nuevo orden, con el nombre de restauración del orden social y la necesaria reforma de las costumbres.

 

El Papa Pío XI propone que la primera institución cuya reforma  habría que considerar es el Estado. Y es que había existido antes  del cambio que trajo consigo la industrialización, una manera distinta de relacionarse los miembros de la sociedad, antes regida por asociaciones y corporaciones. La llegada de la industrialización cambió esas relaciones, – que eran antes, más de grupos, de los gremios de oficios – a unas relaciones regidas por individuos. Eso cambió también el modelo de competencia y del mercado; del modelo de buscar un bien común, – el de las asociaciones por oficios,- un beneficio que redundaba en las personas que conformaban esas asociaciones y en sus familias, se pasó a la búsqueda del enriquecimiento de individuos, que eran los que proporcionaban el capital, los capitalistas de la sociedad. De allí surge la crítica al individualismo, muy propio del capitalismo liberal.

 

El remedio que propuso el socialismo

El principio de subsidiaridad


 

Las políticas del socialismo, de abolir la propiedad privada, se  presentaron como un modo supuestamente eficaz para combatir el individualismo, es decir el capitalismo y reemplazarlo por el colectivismo, pues la propiedad pasaría de ser individual a ser colectiva, a ser del Estado. Pío XI nos muestra en Quadragesimo anno, que ni el capitalismo ni el socialismo han sido la solución adecuada de las dificultades que se  han presentado en la sociedad.

 

De ese régimen antiguo que el Papa menciona, – de relaciones entre gremios de oficios, – no dice que sea el modelo al que hay regresar, porque si respondía a las necesidades de otra época, no es el que se necesitaba en las nuevas circunstancias.

 

El Papa Pío Pío XI en la encíclica Quadragesimo anno, Año cuadragésimo, trae primero a juicio el modelo social, económico y político del capitalismo liberal, el que deterioró el orden social anterior del que reconoce que aunque no era perfecto ni completo en todos sus puntos, dadas las circunstancias y necesidades de la época, estaba de algún modo conforme con la recta razón (QA 97).

 

En este punto, Pío XI considera que, al desaparecer las asociaciones que  reunían a los individuos según sus oficios, en el nuevo sistema capitalista liberal, los individuos, – sin duda se refiere a los trabajadores, – quedaban “casi solos” frente al Estado y frente a los otros individuos, los que tenían el poder del capital. La encíclica menciona entonces el principio de subsidiaridad, que es parte de los principios de la DSI. Entendamos en qué consiste el principio de subsidiaridad. Leamos los N° 79 y 80 de Quadragesimo anno:

 

80. Conviene, por tanto, que la suprema autoridad del Estado permita resolver a las asociaciones inferiores aquellos asuntos y cuidados de menor importancia, en los cuales, por lo demás perdería mucho tiempo, con lo cual logrará realizar más libre, más firme y más eficazmente todo aquello que es de su exclusiva competencia, en cuanto que sólo él puede realizar, dirigiendo, vigilando, urgiendo y castigando, según el caso requiera y la necesidad exija.

Por lo tanto, tengan muy presente los gobernantes que, mientras más vigorosamente reine, salvado este principio de función “subsidiaria”, el orden jerárquico entre las diversas asociaciones, tanto más firme será no sólo la autoridad, sino también la eficiencia social, y tanto más feliz y próspero el estado de la nación.

 De manera que el papel del Estado no es absorber a las pequeñas comunidades, a los que llama los cuerpos inferiores de la sociedad, sino ayudarles a que realicen su labor. Podemos tomar como ejemplo el papel de las Juntas de Acción Comunal. Hay acciones que puede tomar esas juntas de vecinos en beneficio de   su comunidad sin que la autoridad superior de la localidad o del municipio se interponga. Esas autoridades deben ayudar a cumplir sus tareas a las asociaciones locales, no quitarles esa responsabilidad y asumirlas directamente. Si la autoridad dedica tiempo a lo que entidades locales pueden hacer, acaban enredándose y omitiendo lo verdaderamente importante y que es su principal deber. Es lo que sucede en las organizaciones cuando  los jefes que no saben delegar quieren, como dice el hablar popular, “repicar y andar en la procesión”. Eso puede suceder especialmente en las empresas familiares, cuando se nombra una Junta Directiva de personas que no pertenecen a la familia pero dispuestas a doblegarse siempre a la voluntad del dueño. Las organizaciones en las que sucede eso, se deterioran.

En la educación de los hijos, la responsabilidad de los padres de familia no la puede asumir el Estado como pretenden los Estados totalitarios. Ayudar económicamente a los padres para que puedan cumplir con sus obligaciones está bien, pero no pretender asumir la orientación de los hijos según la ideología de los gobernantes.

El corporativismo

La encíclica QA (Quadragesimo anno), da especial importancia a las asociaciones que se mueven en el medio socioeconómico. La encíclica RN (Rerum novarum) había puesto énfasis en el apoyo a los sindicatos que habían surgido como respuesta a los abusos contra los trabajadores. Ahora la Quadragesimo anno se pronuncia a favor de otro modelo, el corportivo. Este modelo corporativo tuvo importancia, favorecido por los llamados católicos sociales. En el tiempo que transcurrió entre las dos guerras mundiales, en Austria, por ejemplo, la Constitución de 1934 se basaba en el modelo corporativo.

En diversos países se intentó llevar el modelo corporativo a la política y en Colombia se hizo también un intento en la frustrada Constituyente de 1952 o 53. Recuerdo que se proponía entonces un Congreso que estuviera elegido por representantes de los gremios, no de los partidos políticos. Es decir, que los parlamentarios fueran representantes de los padres de familia, de los maestros, de los agricultores y así de los demás. Infortunadamente, lo que nos parecería interesante experimentar en esta época, cuando nuestro parlamento está tan desprestigiado, no pasó esa prueba y se desprestigió también después en otros países por  los extremismos a que llegó la versión fascista del experimento corporativo (Cf Ildefonso Camacho, Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Pg 136s).

La razón por la que se propuso el sistema corporativo en vez del de los sindicatos fue que éstos habían acentuado el enfrentamiento entre patronos y trabajadores, entre las clases sociales, influenciados por el comunismo que promovía la lucha de clases. Pío XI no niega que existan las clase sociales, pero su interés no era enfrentar esas clases sociales sino buscar la armonía y colaboración entre ellas. 

Quadragesimo anno en los N° 83 y 84 dice:

            83. Efectivamente, aun cuando el trabajo, como claramente expone nuestro predecesor en su encíclica (cf. Rerum novarum, 16), no es una vil mercancía, sino que es necesario reconocer la dignidad humana del trabajador y, por lo tanto, no puede venderse ni comprarse al modo de una mercancía cualquiera, lo cierto es que, en la actual situación de cosas, la contratación y locación de la mano de obra, en lo que llaman mercado del trabajo, divide a los hombres en dos bandos o ejércitos, que con su rivalidad convierten dicho mercado como en un campo de batalla en que esos dos ejércitos se atacan rudamente.

Nadie dejará de comprender que es de la mayor urgencia poner remedio a un mal que está llevando a la ruina a toda la sociedad humana. La curación total no llegará, sin embargo, sino cuando, eliminada esa lucha, los miembros del cuerpo social reciban la adecuada organización, es decir, cuando se constituyan unos “órdenes” (grupos por oficios o profesiones) en que los hombres se encuadren no conforme a la categoría que se les asigna en el mercado del trabajo, sino en conformidad con la función social que cada uno desempeña.

Pues se hallan vinculados por la vecindad de lugar constituyen municipios, así ha ocurrido que cuantos se ocupan en un mismo oficio o profesión —sea ésta económica o de otra índole— constituyeran ciertos colegios o corporaciones, hasta el punto de que tales agrupaciones, regidas por un derecho propio, llegaran a ser consideradas por muchos, si no como esenciales, sí, al menos, como connaturales a la sociedad civil.

84. Ahora bien, siendo el orden, como egregiamente enseña Santo Tomás (cf Santo Tomás, Contra Genes III 71; Sum. Theol. I q.65 a.2), una unidad que surge de la conveniente disposición de muchas cosas, el verdadero y genuino orden social postula que los distintos miembros de la sociedad se unan entre sí por algún vínculo fuerte.

Y ese vínculo se encuentra ya tanto en los mismos bienes por producir o en los servicios por prestar, en cuya aportación trabajan de común acuerdo patronos y obreros de un mismo “ramo”, cuanto en ese bien común a que debe colaborar en amigable unión, cada cual dentro de su propio campo, los diferentes “ramos”. Unión que será tanto más fuerte y eficaz cuanto con mayor exactitud tratan, así los individuos como los “ramos” mismos, de ejercer su profesión y de distinguirse en ella.

85. De donde se deduce fácilmente que es primerísima misión de estos colegios velar por los intereses comunes de todo el “ramo”, entre los cuales destaca el de cada oficio por contribuir en la mayor medida posible al bien común de toda la sociedad.

En cambio, en los negocios relativos al especial cuidado y tutela de los peculiares intereses de los patronos y de los obreros, si se presentara el caso, unos y otros podrán deliberar o resolver por separado, según convenga.

Entendamos que ese término “órdenes” y “colegios” que menciona la encíclica, se refiere a los grupos por profesiones u oficios.  De acuerdo con esta idea, los patronos y los trabajadores se agruparían en colegios o corporaciones, independientes en su funcionamiento, pero no enfrentados sino dispuestos a trabajar en armonía. Es un modelo en teoría muy bueno porque se hace a un lado la lucha de clases, patrocinada por los dos sistemas preponderantes, el capitalismo y el comunismo. El nuevo sistema se basa en un principio, no de rivalidad sino de trabajo armónico entre las  clase sociales, que parecía muy adecuado ante la crisis del capitalismo y el rechazo al sistema socialista comunista.

Se trata de pasar de un criterio puramente económico de organización de la sociedad a otro social, en el que las dos partes que forman el sistema de producción, es decir los patronos, dueños del capital y los trabajadores con sus oficios o profesiones, – los unos y los otros, – ponen  su parte, de acuerdo con su capacidades, para conseguir el objetivo de la organización que los agrupa. Esa sería la interesante reforma propuesta por Quadragesimo anno.


Otra institución, además del Estado, que dice Pío XI requería reforma era el sistema competitivo del mercado. Aquí el capitalismo liberal se gana una nueva llamada de atención por su patrocinio del individualismo, dueño de la idea todavía vigente hoy,  de la libre concurrencia de los competidores, que sería el único principio que regularía la vida económica. Sobre esto ya habíamos hablado antes, como crítica a la posición de un Estado que se limita a observar, a vigilar, que espera que el mercado solo se autorregule. En estos días escuchaba a alguien que en un programa radial afirmaba que el precio de la vivienda en Bogotá está demasiado elevado y esperaba que la libre competencia se encargara de equilibrar los precios y llevarlos a su precio justo. En otra ocasión notamos que el Estado considera que no debe intervenir en la libertad de los bancos para limitar el cobro alto de intereses y por los servicios que prestan.

La DSI propone que se busquen principios más elevados que regulen la actividad económica y no solo el interés por el lucro, como sucede hoy. La Iglesia propone como principios los que emanan de la justicia social y la caridad. La justicia social encauzaría toda la actividad económica y la caridad social sería el alma su alma.

Terminemos por hoy, comentando que el término justicia social fue nuevo en su significado cuando se publicó Quadragesimo anno, aunque se usara en esa época, pero sin precisar su significado estricto. Dice el P. Ildefonso Camacho en el libro que he citado varias veces:

             La justicia social (…) pretende el establecimiento de un orden jurídico y social, frente al proyecto social del liberalismo, que garantice una equitativa distribución de la renta producida: esta forma de justicia es distinta de la conmutativa, puesto que esta última se limita a regular las relaciones individuales, pero no contempla los fenómenos de la vida socioeconómica. El término justicia social refleja por consiguiente, una visión de la realidad más acorde con los resultados de las ciencias sociales tal como se vienen desarrollando en la época moderna.

En la próxim reflexión volveremos sobre este asunto.

           

 

 

Reflexión 268 noviembre 21-2013, Quadragesimo anno (IX)

 

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Carácter individual y social de la propiedad

En este programa sobre la DSI, seguimos hoy el estudio de la encíclica Quadragesimo anno, Año cuadragésimo, del Papa Pío XI. Le dio ese nombre porque la promulgó en la conmemoración del año cuadragésimo de la publicación por León XIII, de la encíclica Rerum novarum.

La semana pasada terminamos la explicación de Pío XI sobre la doctrina católica acerca de  la propiedad. Nos quedó claro que, según la DSI, la propiedad tiene un doble carácter: el sentido privado, individual y el carácter social de la propiedad. Es decir que nadie es dueño absoluto de sus posesiones. La propiedad, según la DSI, debe servir a la vez a los individuos y a la sociedad. La DSI defiende el derecho a la propiedad privada porque todos la necesitamos para velar por el bienestar y el desarrollo propio y el de nuestra familia, pero al mismo tiempo debemos tener en cuenta el bien común, nuestra colaboración y solidaridad con los demás. De ahí se desprenden obligaciones como el pago de salarios justos, la participación de las ganancias o beneficios de las empresas con sus colaboradores, y también la aceptación de cesión de la parte de un bien para que se continúe una calle o una carretera de beneficio común, con las indemnizaciones justas.

Vimos también la semana pasada que obligaciones como el pago de los impuestos es una manera de contribuir al bien común, que el Estado puede reglamentar lo que es lícito o ilícito en el uso de los bienes, porque el Estado tiene el deber de velar porque el carácter social de la propiedad se garantice por parte de los dueños del capital. No puede, sin embargo el Estado, gravar la propiedad con exceso de tributos, porque esa conducta iría en contra del derecho individual a la propiedad y ese es un derecho que no es una concesión del Estado, sino que lo otorga la naturaleza de la persona y de la familia.

La naturaleza individual y social de la persona humana

 

Como vemos, la DSI es firme en su esfuerzo por mantenerse entre los extremos, tanto del capitalismo liberal como del colectivismo comunista. Defiende la naturaleza del ser humano como persona y como ser social. En el fondo está la práctica del amor cristiano, que empieza por uno mismo y se comunica a los demás y es solidario con ellos. Según la visión cristiana del ser humano, – lo que llaman la antropología cristiana, – la persona no puede ni diluirse en la comunidad, en la sociedad, sacrificándose por ella en su propio detrimento, ni exaltarse su individualidad, su libertad, de tal manera, que sus obligaciones con la sociedad se vean como una cortapisa para su libertad. Esa sería la libertad que exaltan y defienden a ultranza el individualismo, el liberalismo racionalista.

Con toda lógica, cuando se piensa en la transformación de la sociedad, que en su historia evolucionó del trabajo sobre todo individual, personal, el trabajo artesanal, al  trabajo que necesita la colaboración del capital, la intervención de máquinas y del trabajo en equipo o trabajo en línea como empezó a realizarse en la era industrial, surgió la necesidad de tratar temas por la DSI, como el manejo adecuado y justo de las relaciones entre las personas,  en el trato personal y de jefes y colaboradores, y necesariamente también se empezó a ver la importancia de la justa retribución por el trabajo realizado, es decir del salario.

El salario justo: tres criterios para establecerlo

 

Como el comunismo presenta como injusto que el trabajador alquile su trabajo, Pío XI empieza en el N° 64 de Quadragesimo anno, por defender la legitimidad del salario y explica que para definir el valor justo del salario hay que tener en cuenta su valor social e individual. Después de una pausa musical seguiremos con el desarrollo del tema del salario.

El Papa Pío XI establece tres criterios para establecer la cuantía de un salario justo. Según esos criterios, para establecer el salario se deben tener en cuenta: quien realiza el trabajo, la empresa en donde lo realiza y la sociedad en la que presta el trabajo.

Es interesante la definición de esos tres criterios: por primera vez se habla de que el salario debe contemplar a la persona que realiza el trabajo y que se defienda la necesidad de un salario familiar. No se niega la contribución necesaria de otros miembros de la familia, pero parece indudable que sobre todo se quiere evitar que las madres de familia se vean obligadas a trabajar por exigencias económicas. Sin embargo, el Papa reconoce en la encíclica que es difícil establecer un salario familiar como norma general, en las circunstancias del momento, pero pide que se hagan las reformas necesarias para hacer realidad el salario familiar.

Oigamos las palabras mismas de la encíclica Quadragesimo anno en el N° 71, para tener seguridad de que no la interpretamos incorrectamente:

71. Ante todo, el trabajador hay que fijarle una remuneración que alcance a cubrir el sustento suyo y el de su familia (cf. Casti connubii). Es justo, desde luego, que el resto de la familia contribuya también al sostenimiento común de todos, como puede verse especialmente en las familias de campesinos, así como también en las de muchos artesanos y pequeños comerciantes; pero no es justo abusar de la edad infantil y de la debilidad de la mujer.

Las madres de familia trabajarán principalísimamente en casa o en sus inmediaciones, sin desatender los quehaceres domésticos. Constituye un horrendo abuso, y debe ser eliminado con todo empeño, que las madres de familia, a causa de la cortedad del sueldo del padre, se vean en la precisión de buscar un trabajo remunerado fuera del hogar, teniendo que abandonar sus peculiares deberes y, sobre todo, la educación de los hijos.

Hay que luchar denodadamente, por tanto, para que los padres de familia reciban un sueldo lo suficientemente amplio para atender convenientemente  las necesidades domésticas ordinarias. Y si en las actuales circunstancias esto no siempre fuera posible, la justicia social postula que se introduzcan lo más rápidamente posible las reformas necesarias para que se fije a todo ciudadano adulto un salario de este tipo.

No está fuera de lugar hacer aquí el elogio de todos aquellos que, con muy sabio y provechoso consejo, han experimentado y probado diversos procedimientos para que la remuneración del trabajo se ajuste a las cargas familiares, de modo que, aumentando éstas, aumente también aquél; e incluso, si fuere menester, que satisfaga a las necesidades extraordinarias.

Doctrina sobre el salario familiar después de Pío XI

 

Sobre el salario familiar se han pronunciado con posterioridad a la Quadragesimo anno, Juan Pablo II en Laborem exercens (19), que trata no solo sobre el salario mismo sino sobre la dignificación del trabajo de la mujer, lo mismo que había hecho Pío XII en su Alocución a las mujeres sobre la dignidad y misión de la mujer (21 de oct. 1945). En los N° 250 y 251 del Compendio de la DSI se encuentra una buena síntesis de este asunto del salario familiar.

Segundo criterio para establecer el salario justo: la empresa

 

La segunda circunstancia citada por Pío XI en Quadragesimo anno para fijar un salario justo, es la empresa donde se trabaja. Se refiere a que las exigencias laborales no pueden ser tan elevadas que pongan en peligro la supervivencia de la empresa; aunque también advierte Pío XI que no tiene derecho a subsistir la empresa, si no está en condiciones de pagar un salario adecuado a sus trabajadores. De manera que no es justo crear una empresa sin los recursos suficientes y tratar de sostenerla a costa de los trabajadores.

Como vemos en estos casos es necesario que las dos partes, patronos y trabajadores obren de buena fe y su juicio sea recto, según las circunstancias, porque se pueden presentar abusos. Hay sindicatos que exageran en sus pretensiones de privilegios y se presentan casos en que la empresa se ve obligada a cerrar el negocio, con perjuicio de los trabajadores que pierden su fuente de trabajo. De otra parte, también hay patronos que teniendo cómo mejorar sus ofertas salariales, prefieren negarlas por amor al lucro.

Leamos las palabras de Pío XI en los N° 72 y 73 de Quadragesimo anno:

72. Para fijar la cuantía del salario deben tenerse en cuenta también las condiciones de la empresa y del empresario, pues sería injusto exigir unos salarios tan elevados que, sin la ruina propia y la consiguiente de todos los obreros, la empresa no podría soportar. No debe, sin embargo, reputarse como causa justa para disminuir a los obreros el salario el escaso rédito de la empresa cuando esto sea debido a incapacidad o abandono o a la despreocupación por el progreso técnico y económico.

Y cuando los ingresos no son lo suficientemente elevados para poder atender a la equitativa remuneración de los obreros, porque las empresas se ven gravadas por cargas injustas o forzadas a vender los productos del trabajo a un precio no remunerador, quienes de tal modo las agobian son reos de un grave delito, ya que privan de su justo salario a los obreros, que, obligados por la necesidad, se ven compelidos a aceptar otro menor que el justo.

73. Unidos fuerzas y propósitos, traten todos, por consiguiente, obreros y patronos, de superar las dificultades y obstáculos y présteles su ayuda en una obra tan beneficiosa la sabia previsión de la autoridad pública.

Y si la cosa llegara a una dificultad extrema, entonces habrá llegado, por fin, el momento de someter a deliberación si la empresa puede continuar o si se ha de mirar de alguna otra manera por los obreros. En este punto, verdaderamente gravísimo, conviene que actúe eficazmente una cierta unión y una concordia cristiana entre patronos y obreros.

El recto camino del criterio cristiano


Las últimas palabras de Quadragesimo anno que acabamos de leer, ponen de relieve la necesidad del espíritu cristiano para solucionar los problemas que se puedan presentar entre patronos y trabajadores. Leámosla de nuevo: En este punto, verdaderamente gravísimo, conviene que actúe eficazmente una cierta unión y una concordia cristiana entre patronos y obreros. El camino no es el del conflicto agudizado por el egoísmo de ver solo las razones propias sin escuchar lo que nos plantea la contraparte. Por eso parece tan ajustada a la realidad la propuesta de que la situación de la economía no se puede mejorar sino encontrando la manera de aplicar la justicia y la caridad y renunciando al egoísmo. Es un tema muy profundo que tendremos que seguir tratando más adelante.

El bien público económico

 

Finalmente, además del individuo trabajador y de la empresa en donde se trabaja, para fijar un salario justo hay que tener en cuenta la sociedad entera que es el marco, el medio donde se desarrollan las actividades laborales. No se puede pues, tratar el asunto del salario aislado, sino en el contexto donde se desarrollan las actividades laborales y económicas. Este tema lo llama la encíclica Quadragesimo anno  el bien público económico, en los números 74 y 75. El Papa trata allí de la dimensión social de la economía, que si se tiene en cuenta para la determinación del salario justo, ayuda a que se entienda que este asunto no se resuelve solo con decisiones técnicas, sino que se deben tener consideraciones de carácter humano, pues tiene un innegable alcance moral.

Pongo un ejemplo del caso colombiano. Cuando el gobierno cambió las reglas del trabajo laboral y redujo el pago de horas nocturnas, el patrono podría considerar que en el caso de su empresa no reducirá los pagos por recargo nocturno. Ante la ley lo haría como algo por entera liberalidad, no por obligación. Ese patrono no tomaría su decisión solo por consideraciones técnicas sino morales, humanas.

Lo mejor es que leamos los números 74 y 75 de Quadragesimoanno:

74. Finalmente, la cuantía del salario debe acomodarse al bien público económico. Ya hemos indicado lo importante que es para el bien común que los obreros y empleados apartando algo de su sueldo, una vez cubiertas sus necesidades, lleguen a reunir un pequeño patrimonio; pero hay otro punto de no menor importancia y en nuestros tiempos sumamente necesario, o sea, que se dé oportunidad de trabajar a quienes pueden y quieren hacerlo.

Y esto depende no poco de la determinación del salario, el cual, lo mismo que, cuando se lo mantiene dentro de los justos límites, puede ayudar, puede, por el contrario, cuando los rebasa, constituir un tropiezo. ¿Quién ignora, en efecto, que se ha debido a los salarios o demasiado bajos o excesivamente elevados el que los obreros se hayan visto privados de trabajo?

Mal que, por haberse desarrollado especialmente en el tiempo de nuestro pontificado, Nos mismo vemos que ha perjudicado a muchos, precipitando a los obreros en la miseria y en las más duras pruebas, arruinando la prosperidad de las naciones y destruyendo el orden, la paz y la tranquilidad de todo el orbe de la tierra.

Es contrario, por consiguiente, a la justicia social disminuir o aumentar excesivamente, por la ambición de mayores ganancias y sin tener en cuenta el bien común, los salarios de los obreros; y esa misma justicia pide que, en unión de mentes y voluntades y en la medida que fuere posible, los salarios se rijan de tal modo que haya trabajo para el mayor número y que puedan percibir una remuneración suficiente para el sostenimiento de su vida.

75. A esto contribuye grandemente también la justa proporción entre los salarios, con la cual se relaciona estrechamente la proporción de los precios a que se venden los diversos productos agrícolas, industriales, etc. Si tales proporciones se guardan de una manera conveniente, los diversos ramos de la producción se complementarán y ensamblarán, aportándose, a manera de miembros, ayuda y perfección mutua.

Ya que la economía social logrará un verdadero equilibrio y alcanzará sus fines sólo cuando a todos y a cada uno les fueren dados todos los bienes que las riquezas y los medios naturales, la técnica y la organización pueden aportar a la economía social; bienes que deben bastar no sólo para cubrir las necesidades y un honesto bienestar, sino también para llevar a los hombres a una feliz condición de vida, que, con tal de que se lleven prudentemente las cosas, no sólo no se opone a la virtud, sino que la favorece notablemente (cf. Santo Tomás, De regimine principium I, 15; (Rerum novarum, 27).

En la próxima reflexión haré un resumen del tema del salario, para que nos quede claro, y continuaremos con lo que se puede considerar la parte central de la encíclica, como es la restauración del orden social y la reforma de las instituciones.

Reflexión 267 noviembre 14 2013 Quadragesimo anno (VIII)

 


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Quadragesimo anno y el carácter privado y el carácter social de la propiedad

 

Estamos estudiando ahora la encíclica Quadragesimo anno, del Papa Pío XI, promulgada el año 1931, cuando dominaban en el mundo dos tendencias económicas y políticas: el socialismo comunista, especialmente en el oriente de Europa y el capitalismo liberal en el occidente. Sobre los aspectos negativos del socialismo comunista nos había ilustrado León XIII en su encíclica Rerum novarum, encíclica que previno también sobre las injusticias del capitalismo liberal, injusticias con los trabajadores, que se manifestaron especialmente con el auge de la industrialización.

Uno los más significativos aportes de la Quadragesimo anno  es lo que nos enseña sobre la propiedad. En esta encíclica se afirma quedebe haber un mejor equilibrio entre el sentido individual y el sentido social de la propiedad. La Rerum novarum había tenido que enfrentar la doctrina del socialismo que pretendía abolir la propiedad privada. León XIII defendió la legitimidad de la propiedad privada y demostró la inconveniencia de abolirla; eso pretendía hacer el socialismo y lo practicaba en los países donde llegó a dominar.

 

Ahora Pío XI encontraba que en su época, en los países capitalistas las riquezas se habían acumulado en pocas manos de manera escandalosa, de manera que había que aclarar la doctrina de la Iglesia sobre la propiedad.

En efecto, nos aclara que ninguno de los dos extremos es el que Dios quiere en sus planes para la humanidad: ni la supresión de la propiedad privada ni tampoco el otro extremo, el del individualismo, al que puede conducir el capitalismo, si no se manejan los bienes terrenales con equilibrio y teniendo en cuenta los derechos de los demás.

Leamos nuevamente los números 45 y 46 de Quadragesimo anno. Como no faltaron quienes interpretaron la defensa del León XIII al derecho de propiedad, como si la Iglesia estuviera a favor de los poderes del capital, empieza Pío XI desmintiendo esa acusación. Dice:

45. Ante todo, pues, debe tenerse por cierto y probado que ni León XIII ni los teólogos que han enseñado bajo la dirección y magisterio de la Iglesia han negado jamás ni puesto en duda ese doble carácter del derecho de propiedad llamado social e individual, según se refiera a los individuos o mire al bien común, sino que siempre han afirmado unánimemente que por la naturaleza o por el Creador mismo se ha conferido al hombre el derecho de dominio privado, tanto para que los individuos puedan atender a sus necesidades propias y a las de su familia, cuanto para que, por medio de esta institución, los medios que el Creador destinó a toda la familia humana sirvan efectivamente para tal fin, todo lo cual no puede obtenerse, en modo alguno, a no ser observando un orden firme y determinado.

46. Hay, por consiguiente, que evitar con todo cuidado dos escollos contra los cuales se puede chocar. Pues, igual que negando o suprimiendo el carácter social y publico del derecho de propiedad se cae o se incurre en peligro de caer en el “individualismo”, rechazando o disminuyendo el carácter privado e individual de tal derecho, se va necesariamente a dar en el “colectivismo” o, por lo menos, a rozar con sus errores.

Nos queda pues claro, que la DSI no niega ni el carácter privado ni el carácter social de la propiedad. Pío XII seguirá con el desarrollo de esta doctrina, según la cual el Creador hizo para todos todas las cosas. A algunos delegó Dios la responsabilidad de administrar esos bienes sin que esa responsabilidad los convierte en dueños absolutos. Por esa razón, en más de una oportunidad he afirmado que no es correcta la afirmación popular de que “cada uno puede hacer con su plata lo que le venga en gana”…Eso sería cierto si no tuviera obligaciones con los demás, si no fuera solo administrador,  y no dueño único y absoluto de sus posesiones. Creo que así también se entiende mejor la obligación que tenemos todos de defender los  bienes públicos, de no destruirlos ni tratarlos como si no fueran de nadie, y se ve además la malicia de la corrupción que infortunadamente infesta al mundo.

El soborno, la corrupción y el caracter social de la propiedad pública

 

A propósito de la corrupción, en su homilía de la misa celebrada en la casa de Santa Martha el 11 de noviembre de 2013, el papa Francisco comentó la parábola en que el Señor puso el ejemplo del administrador deshonesto y dijo:

…el hábito del soborno es un hábito mundano y fuertemente pecador. Es un hábito que no viene de Dios: ¡Dios nos ha pedido que llevemos el pan a casa con nuestro trabajo honesto! Y este hombre, administrar, lo llevaba, ¿pero cómo? ¡Daba de comer a sus hijos pan sucio! Y sus hijos, tal vez educados en colegios costosos, tal vez crecidos en ambientes cultos, habían recibido de su papá como comida / suciedad, porque su papá, llevando el pan sucio a la casa, ¡había perdido la dignidad! ¡Y esto es un pecado grave! Porque se comienza tal vez con una pequeña coima, ¡pero es como la droga, eh!

Quizás hoy nos hará bien a todos nosotros rezar por tantos niños y muchachos que reciben de sus padres pan sucio: ¡también éstos están hambrientos, están hambrientos de dignidad! Rezar para que el Señor cambie el corazón de estos devotos del soborno y se den cuenta de que la dignidad viene del trabajo digno, del trabajo honesto, del trabajo de cada día y no de estos caminos más fáciles que al final te quitan todo. Y después, concluiría como aquel otro del Evangelio que tenía tantos graneros, tantos silos repletos y no sabía qué hacer de ellos: “Esta noche deberás morir”, le dijo el Señor. Esta pobre gente que ha perdido la dignidad en el hábito de los sobornos ¡sólo lleva consigo, no el dinero que ha ganado, sino la falta de dignidad! ¡Recemos por ellos!

El soborno es una de las maneras como se puede ser deshonesto. Igualmente son aplicables las palabras del Papa Francisco a los que se dedican al hurto, al robo, en diversas formas. También ellos llevan a sus hijos pan sucio… Y tampoco está bien el eludir la obligación de pagar impuestos,  incumplir contratos,  trabajar mal, manejar el dinero de otros con descuido, trampear en la contabilidad…

 

Administradores no dueños absolutos


Volvamos al sentido de la propiedad, como nos lo aclara Pío XI en Quadragesimo anno. El doble carácter de la propiedad, significa según la doctrina social católica, que la propiedad debe servir a la vez a los individuos y al bien común. Es necesario entender esto no solo de los bienes creados directamente por Dios en la naturaleza, sino de los que son producto del esfuerzo humano en los procesos de producción. Entendamos esto como aplicable a las empresas, donde con la contribución del capital y del trabajo humano se producen nuevas riquezas. Entonces es cuando hay que entender bien el sentido de la justa distribución de las riquezas. Ese es el origen del salario justo, de la participación en los beneficios de las empresas, de las obligaciones sociales de quienes son dueños del capital.

 

Esta posición del carácter social de la propiedad no puede dar origen a interpretaciones que se acerquen al colectivismo comunista y que otorga al estado el derecho de expropiar bienes porque juzga que el propietario no los usa bien. La ley no se puede extender hasta allá. No se refiere la Iglesia a que, cumplidos ciertos requisitos que define la ley, el Estado no pueda expropiar. Se refiere a abusos como del que hemos oído en estos días que incitaron al saqueo de almacenes en Venezuela; esos son abusos disfrazados, para distraer la atención del verdadero origen del desabastecimiento que es el descuido del estado, que ha sido un mal administrador.

 

Tampoco hay que llegar al extremo de quitar a los trabajadores la responsabilidad de velar por su familia  y esperar todo eso de las dádivas del estado o de los particulares. Es necesario un justo equilibrio, según el cual cada uno asume sus obligaciones. Creo que en la práctica se presentan las dos situaciones. En ambos lados se presentan casos en que se eluden las responsabilidades: no contribuyendo al derecho de los trabajadores a participar de las ganancias del capital y del otro lado, abusando a veces del poder para exigir más de lo debido y lo conveniente.

 

Tampoco la DSI niega que el estado tenga el deber de velar por que el carácter social de la propiedad esté garantizado por el respeto al bien común. Así en el número 49, Quadragesimo anno afirma que al Estado corresponde determinar qué es lícito y qué no en el uso de los bienes por parte de sus poseedores. Leamos el texto. Es un poco largo pero muy importante:

 El Estado y la propiedad privada

 

49. De la índole misma individual y social del dominio, de que hemos hablado, se sigue que los hombres deben tener presente en esta materia no sólo su particular utilidad, sino también el bien común. Y puntualizar esto, cuando la necesidad lo exige y la ley natural misma no lo determina, es cometido del Estado.

De manera que los dueños del capital no solo se deben preocupar por sus ganancias, sino por cumplir con sus obligaciones sociales.

Por consiguiente, la autoridad pública puede decretar puntualmente, examinada la verdadera necesidad el bien común y teniendo siempre presente la ley tanto natural como divina, qué es lícito y qué no a los poseedores en el uso de sus bienes. El propio León XIII había enseñado sabiamente que “Dios dejó la delimitación de las posesiones privadas a la industria de los individuos y a las instituciones de los pueblos” (Rerum novarum, 7).

Nos mismo, en efecto, hemos declarado que, como atestigua la historia, se comprueba que, del mismo modo que los demás elementos de la vida social, el dominio no es absolutamente inmutable, con estas palabras: “Cuán diversas formas ha revestido la propiedad desde aquella primitiva de los pueblos rudos y salvajes, que aún nos es dado contemplar en nuestros días en algunos países, hasta la forma de posesión de la era patriarcal, y luego en las diversas formas tiránicas (y usamos este término en su sentido clásico), así como bajo los regímenes feudales y monárquicos hasta los tiempos modernos” (Discurso al Comité de Acción Católica de Italia, 16 de mayo de 1926).

 

Ahora bien, está claro que al Estado no le es lícito desempeñar este cometido de una manera arbitraria, pues es necesario que el derecho natural de poseer en privado y de transmitir los bienes por herencia permanezca siempre intacto e inviolable, no pudiendo quitarlo el Estado, porque “el hombre es anterior al Estado” (Rerum novarum, 6), y también “la familia es lógica y realmente anterior a la sociedad civil” (Rerum novarum, 10).

Por ello, el sapientísimo Pontífice declaró ilícito que el Estado gravara la propiedad privada con exceso de tributos e impuestos. Pues “el derecho de poseer bienes en privado no ha sido dado por la ley, sino por la naturaleza, y, por tanto, la autoridad pública no puede abolirlo, sino solamente moderar su uso y compaginarlo con el bien común” (Rerum novarum, 35).

Ahora bien, cuando el Estado armoniza la propiedad privada con las necesidades del bien común, no perjudica a los poseedores particulares, sino que, por el contrario, les presta un eficaz apoyo, en cuanto que de ese modo impide vigorosamente que la posesión privada de los bienes, que el providentísimo Autor de la naturaleza dispuso para sustento de la vida humana, provoque daños intolerables y se precipite en la ruina: no destruye la propiedad privada, sino que la defiende; no debilita el dominio particular, sino que lo robustece.

¿Y las ganancias cómo se manejan?


El número 51 de Quadragesimo anno comienza a aportar, aunque de forma incipiente, sobre la aplicación de la doctrina católica en cuanto al uso de las ganancias que produce el capital. Es un tema nuevo que el magisterio irá desarrollando en documentos posteriores. Hoy hablamos de inversión productiva y es corriente preguntar a los expertos en qué invertir cuando es posible tener algún ahorro o alguna ganancia. Son conceptos modernos. Antes quizás el único medio que les ocurría de hacer producir al capital era la figura de intereses, por los que se llegaba no raras veces a la usura.

El número 50 nos presenta también la explicación de cómo entender la limosna y en general los aportes libres, como algo normal, yo diría, nada extraordinario sino algo que se debe hacer. Veamos lo que nos enseñan los números 50 y 51 de Quadragesimo anno:

50. Tampoco quedan en absoluto al arbitrio del hombre los réditos libres, es decir, aquellos que no le son necesarios para el sostenimiento decoroso y conveniente de su vida, sino que, por el contrario, tanto la Sagrada Escritura como los Santos Padres de la Iglesia evidencian con un lenguaje de toda claridad que los ricos están obligados por el precepto gravísimo de practicar la limosna, la beneficencia y la liberalidad.

51. Ahora bien, partiendo de los principios del Doctor Angélico (cf. Sum. Theol. II-II q. 134), Nos colegimos que el empleo de grandes capitales para dar más amplias facilidades al trabajo asalariado, siempre que este trabajo se destine a la producción de bienes verdaderamente útiles, debe considerarse como la obra más digna de la virtud de la liberalidad y sumamente apropiada a las necesidades de los tiempos.

 

Vemos que esta encíclica Quadragesimoanno introduce nuevos temas sobre el manejo cristiano de la economía, temas que hoy no nos parecen novedosos, pero en 1931, sí. No se habían abordado antes. Se empieza a tener en cuenta entonces por el Papa, la capacidad de generar nueva riqueza que tiene el capital, y se empieza a entender que la producción de esa nueva riqueza no debe beneficiar solo a los propietarios de ese capital sino también a quienes contribuyen a las ganancias con su trabajo. Sin embargo la creación de nuevos puestos de trabajo se ve aquí como una obra de liberalidad, no como un deber. Así parece que se puede entender la frase final del N° 51, que se refiere a que el capital que genere ganancias debe aplicar parte de esas ganancias a generar nuevos puestos de trabajo. Leamos de nuevo la frase:

colegimos que el empleo de grandes capitales para dar más amplias facilidades al trabajo asalariado, siempre que este trabajo se destine a la producción de bienes verdaderamente útiles, debe considerarse como la obra más digna de la virtud de la liberalidad y sumamente apropiada a las necesidades de los tiempos.

Vemos que la creación de nuevos puestos de trabajo ya era en 1931 una necesidad como lo sigue siendo ahora y hay que insistir que hay que crear nuevos puestos de trabajo dignos, con un salario digno. Hoy no alcanzamos a tratar este tema pero lo haremos, Dios mediante, dentro de una semana. El salario justo es un tema muy importante en la DSI.

 

Reflexión 266 noviembre 7 2013, Quadragesimo anno (VII)

 

 

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La DSI siempre vigente, siempre actual

 

Vamos a continuar hoy el estudio de la encíclica Quadragesimo anno, de Pío XI.  En nuestro estudio nos hemos ido dando cuenta de que las enseñanzas de los Papas en la doctrina social siguen vigentes en sus principios, en nuestros días, aunque se hayan promulgado en otras épocas.

 

Vamos a dedicar hoy algo más de tiempo a repasar los puntos más importantes vistos en la reflexión pasada, porque es muy importante que tengamos fundamentos firmes en nuestra posición frente a la autoridad y la política, aspectos que a veces se creen fuera del alcance de la doctrina católica.

 

 En la segunda parte de Quadragesimo anno, a la que nos dedicamos la semana pasada, vimos que Pío XI trata asuntos tan importantes como la propiedad, el salario, el capital y el trabajo; trata sobre la actividad económica, es decir el desarrollo de la sociedad, que es claramente influenciado por el manejo que se dé a  los temas económicos. Comprendimos que la Iglesia tiene todo el derecho a manifestar su pensamiento sobre la economía y la política, precisamente por esa influencia de la economía en el desarrollo humano, porque la Iglesia debe velar porque los planes de Dios sobre la sociedad se cumplan. Dios quiere que su reino se vaya construyendo en esta vida y se perfeccione definitivamente en el cielo. De la perfección del reino en el cielo se encarga Dios; su construcción en la vida terrenal nos la encargó a los seres humanos, siempre con su ayuda.

 

Decíamos que, como lo ha manifestado la Iglesia en documentos tan importantes como Gaudium et spes, del Vaticano II, a ella le interesa el ser humano en todos sus aspectos y su progreso, pues el estancamiento o el  retraso material influye de manera  innegable en el perfeccionamiento intelectual, en el de su salud e inclusive en el perfeccionamiento moral y espiritual de las personas. Recordamos en el programa pasado la cita de Juan XXIII en Mater et Magistra, 71, donde afirma que una persona que vive en la miseria está expuesto a muchos peligros morales y dificultades en el orden espiritual, pues su situación no le permite mantener un nivel de vida verdaderamente humano y hacer frente a sus obligaciones familiares (Cf Mater et magistra 71). Las familias que por su miseria económica no pueden tener una calidad de vida verdaderamente humana, están expuestas a muchas tentaciones de caer en el delito.

Los términos política y economía

 

 

Estudiamos también lo que significan los términos política y economía, para que tengamos claro qué queremos decir al afirmar que la Iglesia tiene derecho y el deber de orientarnos sobre esas actividades, de la política y de la vida económica.

 

Nos quedó claro que cuando se habla de política se puede referir a dos aspectos del manejo de la sociedad: uno es al ejercicio del poder,  y que la forma como se ejerce el poder, se respalda en una ideología. Así por ejemplo, vemos que de acuerdo con el pensamiento político de quien llegue a ejercer la autoridad,  ejercerá el poder de una manera o de otra diferente. Por eso hay gobernantes demócratas o gobernantes que tienden o de hecho ejercen su autoridad de modo absoluto, hasta el extremo de la dictadura. Depende de su ideología.

 

El segundo aspecto de la política es el que tiene que ver con forma de ejercer el poder. Esto es algo que tenemos que tener muy claro: quien ejerce la autoridad, quien tiene el poder, tratará de moldear la sociedad según el ideal de sociedad propio de su ideología, pues como ya vimos, su ideología marcará el carácter, el modo mismo de ejercer el poder. Por ej., el gobernante marxista querrá convertir a la sociedad que gobierna en una sociedad según sus ideas políticas marxistas. El gobernante capitalista gobernará su sociedad según las ideas capitalistas y el resultado exitoso según él, será una sociedad capitalista.

 

Quiero insistir en dejar esto claro, porque los ciudadanos con nuestro voto  libre, en unas elecciones sin manipulaciones y con conocimiento de los votantes del modelo de sociedad que pretenden los candidatos, decidirán el porvenir suyo, el de su familia, el de toda la sociedad. No podemos votar a la ligera. Con nuestros votos podemos decidir la marcha de nuestra sociedad hoy y el modelo que se seguirá desarrollando para nuestros descendientes.

El modo de vender la idea de una sociedad sin Dios

 

De algo más hay que tener claridad: el modelo de sociedad sin Dios que pretenden instalar los no creyentes, no lo presentan  descarnadamente. Van dando pasos, que pueden parecer inocuos; no tienen tanta prisa, pero no dan puntada sin dedal al hacer aprobar ciertas leyes y normas que luego les servirán de peldaños, con el argumento de que se apoyan en la Constitución, en la ley, para dar un paso mayor que afianza su modelo lejos del plan de Dios.

Límites de la autoridad

 

 

También la semana pasada nos referimos a los límites a que se debe someter la autoridad política. Recordamos que en el N° 74 de Gaudium et spes, el Concilio Vaticano II nos orienta al respecto, lo mismo que el Papa León XIII,  en su encíclica Immortale Dei, que estudiamos antes.

 

El Conclio Vaticano II en Gaudium et spes, nos recuerda primero que es propio de la naturaleza humana que nos reunamos en una comunidad política y que esa comunidad política  necesita una autoridad que la organice y dirija;  y añade que en cuanto al modo de hacerlo, la comunidad de los seres humanos es libre de escoger ese modo. Luego nos aclara sobre lo que se espera de la autoridad en cuanto al respeto a la ley moral. De manera que la Iglesia no pretende apoyar una forma particular de gobernar. Deja claro, eso sí, que

 

…la comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto por Dios…Y continúa que  el ejercicio de la autoridad política, así en la comunidad en cuanto tal como en las instituciones representativas, debe realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para procurar el bien común -concebido dinámicamente- según el orden jurídico legítimamente establecido o por establecer. Es entonces cuando los ciudadanos están obligados en conciencia a obedecer. De todo lo cual se deducen la responsabilidad, la dignidad y la importancia de los gobernantes.

¿Es obligatorio obedecer a los gobernantes?

 

 

Y como es de suponer que nos preguntemos que dice la Iglesia sobre la obligación de obedecer a mandatarios que se salgan del orden moral en su gobierno, el Concilio completa el pensamiento así:

 

Pero cuando la autoridad pública, rebasando su competencia, oprime a los ciudadanos, éstos no deben rehuir las exigencias objetivas del bien común; les es lícito, sin embargo, defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de tal autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica.

 

De manera que aunque sea una autoridad arbitraria la que ordene algo, si eso es por el bien común, no podemos dejar de cumplirlo. Pero tenemos el derecho de defender nuestros derechos y lod de nuestros conciudadanos.

La legitimidad de la autoridad

 

 

 

También la Iglesia nos ilustra sobre la legitimidad que debe rodear a los gobernantes. Sobre la legitimidad de la autoridad nos añade la Iglesia que  una sociedad bien ordenada y que produzca resultados de beneficio para su comunidad necesita gobernantes investidos de autoridad legítima, es decir conforme a las leyes; y debe ser una autoridad que defienda las instituciones y dedique su esfuerzo, su actividad, no a lograr sus intereses particulares ni grupales, sino el bien común de la comunidad o nación. Como ya vimos en oportunidad anterior, toda la autoridad de que están investidos los gobernantes legítimos viene de Dios. San Pablo, en Rm 13,1, dice “Porque no hay autoridad que no venga de Dios”.

¿Es la Iglesia partidaria de la democracia?

 

 

También nos preguntamos la semana pasada cuál es la posición de la Iglesia frente a la democracia. ¿Defiende la Iglesia el sistema democrático de gobierno, frente a los gobiernos dictatoriales, totalitarios? Recordamos que el Papa Beato Juan Pablo II nos responde a esa inquietud en la encíclica Centesimus annus, en el N° 46 y leímos lo que nos dice. Volvamos a leerlo:

 

La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado.

 

Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la «subjetividad» de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad.

 

Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la actitud fundamental correspondientes a las formas políticas democráticas, y que cuantos están convencidos de conocer la verdad y se adhieren a ella con firmeza no son fiables desde el punto de vista democrático, al no aceptar que la verdad sea determinada por la mayoría o que sea variable según los diversos equilibrios políticos. A este propósito, hay que observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia.

 

Como algunos políticos inescrupulosos se pueden hacer propaganda, amparados en lo que afirman son sus creencias, Juan Pablo II advierte en ese mismo documento:

 

La Iglesia tampoco cierra los ojos ante el peligro del fanatismo o fundamentalismo de quienes, en nombre de una ideología con pretensiones de científica o religiosa, creen que pueden imponer a los demás hombres su concepción de la verdad y del bien. No es de esta índole la verdad cristiana. Al no ser ideológica, la fe cristiana no pretende encuadrar en un rígido esquema la cambiante realidad sociopolítica y reconoce que la vida del hombre se desarrolla en la historia en condiciones diversas y no perfectas. La Iglesia, por tanto, al ratificar constantemente la trascendente dignidad de la persona, utiliza como método propio el respeto de la libertad.

 

La libertad, no obstante, es valorizada en pleno solamente por la aceptación de la verdad. En un mundo sin verdad la libertad pierde su consistencia y el hombre queda expuesto a la violencia de las pasiones y a condicionamientos patentes o encubiertos. El cristiano vive la libertad y la sirve (cf. Jn 8, 31-32), proponiendo continuamente, en conformidad con la naturaleza misionera de su vocación, la verdad que ha conocido. En el diálogo con los demás hombres y estando atento a la parte de verdad que encuentra en la experiencia de vida y en la cultura las personas y de las naciones, el cristiano no renuncia a afirmar todo lo que le han dado a conocer su fe y el correcto ejercicio de su razón(Cf Redemptoris missio, II

 

Después de este repaso, vamos a continuar ahora con el tema de la justa distribución de la riqueza, de lo cual trata la encíclica Quadragesimo anno.

 

Doctrina sobre la propiedad


 

Quizás un aporte de los más significativos de la Quadragesimo anno sobre la propiedad, es la doctrina social católica que sostiene que debe haber un mejor equilibrio entre el sentido individual y el social de la propiedad. La Rerum novarum había tenido que enfrentar la doctrina del socialismo que pretendía abolir la propiedad privada. León XIII defendió la legitimidad de la propiedad privada y demostró la inconveniencia de abolirla.

 

Recordemos que Rerum novarum presentó cuatro inconvenientes que produciría acabar con la propiedad privada y trasladar su manejo al Estado. Esos inconvenientes, en resumen los podemos enumerar así: sería injusto con los trabajadores abolir la propiedad privada con la que aspiran a asegurar su porvenir y el de su familia, consiguiendo la posesión de una propiedad conseguida con el fruto mismo de su trabajo; en segundo lugar sería una injusticia abolir el derecho a la propiedad privada porque ese derecho procede de la naturaleza; en tercer lugar pretender que sea el Estado el que asuma las funciones de manejo de las propiedades es anular los derechos de las familias, y en cuarto lugar la abolición de la propiedad suscita conflictos, quita estímulos, motivación a la gente y genera miseria. Como vemos esta doctrina iba dirigida específicamente contra la doctrina socialista que se implantó en los países que dominó el comunismo. En Cuba, que ha seguido la línea del comunismo estatalista, y por eso convirtió todas las propiedadees en empresas del estado, solo ahora empiezan a corregir ese error, permitiendo un mínimo de posesión de algunas propiedades.

 

En la situación que encontró Pío XI, cuando promulgó la encíclica Quadragesimoanno, en la evolución que había acompañado al capitalismo, la acumulación de riquezas en pocas manos era escandalosa y y con ellas, el consiguiente aumento de poder en esas mismas manos. El Papa Pío XI en Quadragesimo anno fijó la posición de la Iglesia frente a este tema de la propiedad privada; así en los N° 44 y siguientes dice:

 

44. .. Bien sabéis, venerables hermanos y amados hijos, que nuestro   predecesor, de feliz recordación, defendió con toda firmeza el derecho de propiedad contra los errores de los socialistas de su tiempo, demostrando que la supresión de la propiedad privada, lejos de redundar en beneficio de la clase trabajadora, constituiría su más completa ruina contra los proletarios, lo que constituye la más atroz de las injusticias, y, además, los católicos no se hallan de acuerdo en torno al auténtico pensamiento de León XIII, hemos estimado necesario no sólo refutar las calumnias contra su doctrina, que es la de la Iglesia en esta materia, sino también defenderla de falsas interpretaciones.

45. Ante todo, pues, debe tenerse por cierto y probado que ni León XIII ni los teólogos que han enseñado bajo la dirección y magisterio de la Iglesia han negado jamás ni puesto en duda ese doble carácter del derecho de propiedad llamado social e individual, según se refiera a los individuos o mire al bien común, sino que siempre han afirmado unánimemente que por la naturaleza o por el Creador mismo se ha conferido al hombre el derecho de dominio privado, tanto para que los individuos puedan atender a sus necesidades propias y a las de su familia, cuanto para que, por medio de esta institución, los medios que el Creador destinó a toda la familia humana sirvan efectivamente para tal fin, todo lo cual no puede obtenerse, en modo alguno, a no ser observando un orden firme y determinado.

46. Hay, por consiguiente, que evitar con todo cuidado dos escollos contra los cuales se puede chocar. Pues, igual que negando o suprimiendo el carácter social y publico del derecho de propiedad se cae o se incurre en peligro de caer en el “individualismo”, rechazando o disminuyendo el carácter privado e individual de tal derecho, se va necesariamente a dar en el “colectivismo” o, por lo menos, a rozar con sus errores.

La semana entrante, Dios mediante, analizaremos cómo Pío XI con esta declaración sobre la propiedad privada evita los dos extremos: el individualismo, propio del capitalismo liberal, que niega la dimensión social de la propiedad y el colectivismo que practica el comunismo y elimina el aspecto individual de la propiedad al transferir su dominio al estado.

 

Reflexión 265 octubre 31 2013 Quadragesimo anno (VI)

 


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La actividad económica y la Doctrina Social de la Iglesia

La semana pasada seguimos estudiando la encíclica Quadragesimo anno, Año cuadragésimo, con que el Papa Pío XI celebró los cuarenta años de publicación de la Rerum novarum, de León XIII.

En lo que hemos recorrido de Quadragesimo anno, además de ver en qué forma se ha ido desarrollando la DSI, con su discurrir también hemos podido aprender que la doctrina de la Iglesia, sobre materias que tienen que ver con la organización y el manejo de la sociedad, es muy sabia, que responde a las necesidades de la sociedad en cada momento de la historia y es siempre perfectamente coherente en sus planteamientos; que pone al servicio de la humanidad el legado moral y ético que recibió de la sabiduría de Jesucristo, y por eso puede y debe orientar a la sociedad por el camino que le conviene al logro del bien común.

Una vez terminamos ese rápido recorrido por el contenido de la primera parte de Quadragesimo anno, empezamos la segunda parte, que trata de asuntos tan importantes como la propiedad, el salario, la riqueza o sea el capital y el trabajo.

Trata pues  el Papa Pío XI de la actividad económica, que en gran manera marca el desarrollo de la sociedad y por eso es un tema esencial en la doctrina social católica. A la Iglesia le interesa el ser humano en todos sus aspectos y su progreso, pues su estancamiento o su retraso material influye de manera  innegable en el perfeccionamiento intelectual, de su salud e inclusive en el perfeccionamiento moral y espiritual de las personas. Una persona que vive en la miseria está expuesto a muchos peligros morales y dificultades en el orden espiritual, pues su situación no le permite mantener un nivel de vida verdaderamente humano y hacer frente a sus obligaciones familiares (Cf Mater et magistra 71).

Tenemos que releer ese maravilloso documento de Vaticano II, la constitución pastoral  Gaudium et spes, Gozo y esperanza, que afirma que la actividad económica se debe realizar según sus leyes propias, pero en el ámbito del orden moral y de los planes de Dios (GS 65) y que la Iglesia siempre estará atenta a “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”

La economía y la política en la vida de la sociedad

 

Dedicamos también unos minutos en el programa pasado a comprender cuáles son los papeles de la economía y de la política en la vida de la sociedad, para que comprendamos mejor de qué nos habla y por qué interviene en estos asuntos la Iglesia. Resumamos lo que dijimos sobre eso en el programa pasado. Comenzamos por aclarara qué se entiende por política.

Cuando se habla de política se puede referir a dos aspectos del manejo de la sociedad: uno es el ejercicio del poder, que se respalda en una ideología. Así vemos que, de acuerdo con el pensamiento político de quien llegue a ejercer la autoridad,  ejercerá el poder de una manera o de otra diferente. Por eso hay gobernantes demócratas o gobernantes que tienden o de hecho ejercen su autoridad de modo absoluto, si tener en cuenta el parecer de la ciudadanía, hasta el extremo de la dictadura.

 

¿Tiene que ver el pensamiento político del gobernante con el modelo de sociedad que tratará de construir?

 

Veamos en qué consiste el segundo aspecto de la política.  La ideología del gobernante tratará de moldear la sociedad según su ideal de sociedad: como ya vimos su ideología marcará el carácter, el modo mismo de ejercer el poder. Pero hay más que eso; el gobernante marxista querrá convertir a la sociedad que gobierna en una sociedad según sus ideas políticas: el gobernante marxista orientará sus esfuerzos a moldear la sociedad según las teorías marxistas; el gobernante capitalista gobernará su sociedad según las ideas capitalistas y el resultado exitoso según él, será una sociedad capitalista.

Por eso el voto libre del ciudadano, si se realizan unas elecciones sin manipulaciones y con conocimiento de los votantes del modelo de sociedad que pretenden los candidatos, decidirá el porvenir suyo, el de su familia, el de toda la sociedad.

Infortunadamente el sistema democrático de elecciones no es perfecto; se vota sin que haya claridad sobre lo que en realidad piensan y harán con el poder los candidatos y muchos prometen una cosa y ejecutan otra. Este es un tema inagotable…

No se agotan los modelos en esos dos sistemas, el capitalista y el marxista, en cuanto al manejo de la autoridad; además de los modelos de autoridad marxista y capitalista veremos que hay otros como el fascista. Hay pues, distintas maneras de hacer realidad la organización de la comunidad, bajo la dirección de la autoridad política.

Terminamos el programa anterior con la afirmación de que la Iglesia tiene un legado moral y ético, que recibió de Jesucristo, y es su obligación hacérnoslo conocer, en beneficio de todos. Por eso debe hablar desde el punto de vista ético de temas económicos y políticos.

 

Límites de la autoridad política

 

Nos resta completar la explicación de la necesidad de una autoridad que ayude a la sociedad a conseguir el bien común, con alguna explicación sobre los límites de la autoridad, su legitimidad y sobre la  participación ciudadana en la configuración de esa autoridad.

Vayamos primero a los límites de la autoridad política (Cf Mifsud, Moral Social). En el N° 74 de Gaudium et spes, el Concilio Vaticano II nos orienta al respecto (Cf también León XIII, Immortale Dei). Primero nos recuerda que es propio de la naturaleza humana que nos reunamos en una comunidad política que necesita de una autoridad que la organice y dirija; añade que en cuanto al modo de hacerlo, la comunidad de los seres humanos es libre de escoger ese modo. Luego nos aclara sobre lo que se espera de la autoridad en cuanto al respeto a la ley moral. Dice:

Es, pues, evidente que la comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto por Dios, aun cuando la determinación del régimen político y la designación de los gobernantes se dejen a la libre designación de los ciudadanos.

Se sigue también que el ejercicio de la autoridad política, así en la comunidad en cuanto tal como en las instituciones representativas, debe realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para procurar el bien común -concebido dinámicamente- según el orden jurídico legítimamente establecido o por establecer. Es entonces cuando los ciudadanos están obligados en conciencia a obedecer. De todo lo cual se deducen la responsabilidad, la dignidad y la importancia de los gobernantes.

Pero cuando la autoridad pública, rebasando su competencia, oprime a los ciudadanos, éstos no deben rehuir las exigencias objetivas del bien común; les es lícito, sin embargo, defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de tal autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica.

 

El fin no justifica los medios

De manera que el ser dueño del poder no autoriza al gobernante a salirse del orden moral para conseguir el bien común. No puede acudir al antiético el fin justifica los medios. Menciona el Concilio que se debe enmarcar la acción de la autoridad en el marco legal ya establecido o por establecer. Esto lo dice porque en la práctica hay naciones nuevas que empiezan por establecer su marco legal, constitucional. Es claro que no lo pueden establecer sin considerar el orden moral.

 

Y ¿de dónde viene la autoridad?

 

 Porque una sociedad bien ordenada y que produzca resultados de beneficio para su comunidad necesita gobernantes investidos de autoridad legítima, es decir conforme a las leyes; una autoridad que defienda las instituciones y dedique su esfuerzo, su actividad, no a lograr sus intereses particulares ni grupales, sino el bien común de esa comunidad o nación. Como ya vimos en oportunidad anterior, toda la autoridad de que están investidos los gobernantes legítimos viene de Dios. San Pablo, en Rm 13,1, dice “Porque no hay autoridad que no venga de Dios”.

Es interesante que San Juan Crisóstomo, ese gran predicador, interpreta el pensamiento de San Pablo que acabo de citar, y nos aclara que la afirmación de que no hay autoridad que no venga de Dios no quiere decir que todo el que ejerce la autoridad la haya recibido de Dios, sino que la autoridad en cuanto  autoridad, viene de Dios. Dice San Juan Crisóstomo:

¿Acaso todo gobernante ha sido establecido por Dios? No digo esto, no hablo de cada uno de los que mandan, sino de la autoridad misma. Porque el que existan las autoridades y haya gobernantes y súbditos, y todo suceda sin obedecer a un azar completamente fortuito, digo que es obra de la divina sabiduría…

Y el Papa Beato Juan XXIII completa por su parte la idea en su encíclica Pacem in terris, en los N° 46 y 52, donde afirma: Ahora bien, del hecho de que la Autoridad viene de Dios no debe en modo alguno deducirse que los hombres no tengan derecho a elegir a los gobernantes de la nación, establecer la forma de gobierno y determinar los procedimientos y los límites de la autoridad. De ahí que la doctrina que acabamos de exponer pueda conciliarse con cualquier clase de régimen auténticamente democrático.


Nos falta ver algo sobre la participación ciudadana en la elección de la autoridad. El tema de la autoridad es más amplio, porque también se podría decir algo sobre la necesidad de de la división de poderes. También Juan XXIII en Pacem in terris se refiere a la conveniencia de que el poder se ejerza separando las funciones de manera que se garantice al ciudadano el recto ejercicio de sus derechos y de sus deberes (Cf Pacem in terris 68 y 69). Esa separación de las funciones entre tres ramas del poder: el legislativo, el ejecutivo  y el judicial se observa desde que el pensador francés Montesquieu formuló esas teoría a fines del siglo XVII. Cuando esos poderes se ejercen de manera realmente independiente, hay más garantías para el ciudadano. Lo que sucede cuando esa separación de poderes no existe en la realidad sino que una de ellas domina a las otras, lo experimentamos en nuestra historia.

 

¿Cómo ve la Iglesia el sistema democrático?

 

Nos podríamos preguntar también si la doctrina social católica defiende la conveniencia del sistema democrático. En el centenario de la promulgación de la Rerum novarum, el Papa Beato Juan Pablo II nos responde a esa inquietud en la encíclica Centesimus annus, en el N° 46. Leamos lo que nos dice:

La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado.

Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la «subjetividad» de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad. Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la actitud fundamental correspondientes a las formas políticas democráticas, y que cuantos están convencidos de conocer la verdad y se adhieren a ella con firmeza no son fiables desde el punto de vista democrático, al no aceptar que la verdad sea determinada por la mayoría o que sea variable según los diversos equilibrios políticos. A este propósito, hay que observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia (Esto explica la animadversión al Procurador actual, quien está convencido de conocer la verdad en el catolicismo que practica sin temor. Es interesante observar también que el argumento del actual alcalde de Bogotá (año 2013), para demandar al  Procurador ante la OEA, son sus públicas ideas católicas. Precisamente su rectitud se fundamenta en su ética y moral católicas. Eso es una garantía, no un obstáculo).

La Iglesia tampoco cierra los ojos ante el peligro del fanatismo o fundamentalismo de quienes, en nombre de una ideología con pretensiones de científica o religiosa, creen que pueden imponer a los demás hombres su concepción de la verdad y del bien. No es de esta índole la verdad cristiana. Al no ser ideológica, la fe cristiana no pretende encuadrar en un rígido esquema la cambiante realidad sociopolítica y reconoce que la vida del hombre se desarrolla en la historia en condiciones diversas y no perfectas. La Iglesia, por tanto, al ratificar constantemente la trascendente dignidad de la persona, utiliza como método propio el respeto de la libertad.

La libertad, no obstante, es valorizada en pleno solamente por la aceptación de la verdad. En un mundo sin verdad la libertad pierde su consistencia y el hombre queda expuesto a la violencia de las pasiones y a condicionamientos patentes o encubiertos. El cristiano vive la libertad y la sirve (cf. Jn 8, 31-32), proponiendo continuamente, en conformidad con la naturaleza misionera de su vocación, la verdad que ha conocido. En el diálogo con los demás hombres y estando atento a la parte de verdad que encuentra en la experiencia de vida y en la cultura las personas y de las naciones, el cristiano no renuncia a afirmar todo lo que le han dado a conocer su fe y el correcto ejercicio de su razón(Cf Redemptoris missio, II


Para no desviarnos del estudio de la DSI es suficiente lo que hemos refexionado sobre la autoridad para entender de qué nos habla el Magisterio de la Iglesia, Papa y obispos, cuando tocan el tema de la política en la exposición del derecho y el deber de la Iglesia, de orientar a la sociedad en la materia de la economía y la política.

En la encíclica Quadragesimo anno, de Pío XI en su segunda parte trata de los problemas que suscita en el orden social,  la injusta distribución de las riquezas. En la actividad económica se desarrolla una intensa relación entre particulares de la cual redunda un fruto, una ganancia. La encíclica Quadragesimo anno, igual que su antecesora Rerum novarum, prsentará la necesidad de un equilibrio capital-trabajo y no está de acuerdo con que uno u otro – el capital o el trabajo – pretendan acaparar toda la ganancia. Lo deseable es un justo reparto.

Por primera vez, en esta encíclica se habla de justicia social, que es la que debe regular una adecuada distribución (N° 57s). Terminemos hoy aquí  y en la próxima reflexión seguimos con este interesante tema de la distribución de la riqueza.     

Reflexión 264 , octubre 24 2013, Quadragesimo anno (V)

 

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Recordemos la reflexión anterior


En la reflexión anterior continuamos el estudio de la encíclica social Quadragesimo anno, Año cuadragésimo, del papa Pío XI,   en el cuadragésimo aniversario de la publicación de Rerum novarum, de León XIII.

Recordemos brevemente el esquema general de Quadragesimo anno, para que sepamos cómo  es su desarrollo y dónde vamos en nuestro estudio. Vimos que la encíclica está formada por una introducción y tres partes que exponen toda la temática.

Comentamos la Introducción, que se refiere a las reacciones que produjo la Rerum novarum, al alcance de esa encíclica, a la necesidad de una nueva encíclica y a la finalidad que busca.

Repasamos los bienes que se siguieron a la encíclica de León XIII en cuanto a la acción social de la Iglesia, los cambios que se produjeron también en el  estado, la reacción de los trabajadores y de los patronos.

Recorrimos algunas de las aclaraciones y desarrollos de la doctrina económica y social de la Iglesia, después de Rerum novarum y la declaración de Pío XI, del derecho de la Iglesia a pronunciarse en estos asuntos. Es oportuno recordar que la Iglesia tiene razones para hablar de temas que tienen que ver con la sociedad, como la política y la economía, porque aun en nuestros días, algunos quisieran ver a la Iglesia replegada en los templos.

Vimos que los principales puntos que se desarrollan en  Quadragesimo anno son: la propiedad privada, las relaciones entre capital y trabajo para llegar a una justa distribución de la riqueza, la superación del proletariado y el salario justo.

No solo análisis y crítica

Vimos también que Pío XI no quería quedarse en el análisis y la crítica de la situación, sino que su encíclica quería ofrecer alternativas, sugerir o recomendar planes de acción. Pío XI se refiere por eso a la necesidad de restaurar el orden social y qué sería necesario para conseguirlo: reformar las instituciones y enmendar las costumbres. Hicimos énfasis en que según el pensamiento de Pío XI, no solo se requerían reformas de las instituciones sino la necesidad de  reformar las costumbres. Este punto de vista de Pío XI sigue plenamente vigente, pues los cambios en las costumbres políticas y económicas requieren un cambio de actitudes y hablando en lenguaje del evangelio, eso significa que se requiere una permanente conversión. ¿Cómo acabar si no, con la corrupción o con el amor ciego al lucro? ¿Cómo convencer a los dueños del poder y del dinero, de ganar menos para permitir que las riquezas lleguen también a los más pobres?

Esta conversión llevaría a la restauración del orden social. También habría que reformar las instituciones, de manera que  la organización de la sociedad y del estado superen el individualismo. El Papa Pío XI propone las profesiones como alternativa a las clase sociales para vencer la lucha de clases, y a la  justicia social y a la caridad social como motor de la vida económica. Propone la organización corporativa, que reemplazaría a los intereses partidistas. En fin, como solución a los problemas sociales, la encíclica Quadragesimo anno plantea las necesidad de la reforma de las costumbres. Hoy podríamos repetir lo mismo, cuando los técnicos y políticos solo buscan reformas técnicas, manejadas por la política.

 

Luego, como vimos, la Quadragesimo anno se refiere a los intentos que hasta entonces se habían hecho para solucionar el desorden y cómo, ni el sistema predominante, – el capitalismo – ni  tampoco el socialismo, ofrecían una solución a ese desorden.

 

La raíz del problema, dice Pío XI,  está en las pasiones del alma  y por eso el verdadero remedio sólo puede venir de la enmienda de las costumbres y de una racionalización cristiana de la economía basada en dos virtudes: la moderación y la caridad. Los principales protagonistas en este drama mundial son, dice el Papa, los obreros y los patronos cristianos.

 

Aclaramos igualmente en el programa anterior, que la razón para presentar estas enseñanzas sociales de la Iglesia como doctrina, es que se trata de un conjunto estructurado de enseñanzas, que se refieren al pensamiento de la Iglesia sobre la ciencia social y económica y su incidencia en la sociedad. La Iglesia responde así a las necesidades de la sociedad, para orientarse según el bien común.

 

Estas enseñanzas  de la Iglesia en lo social, su doctrina social, constituyen el pensamiento oficial del magisterio de la Iglesia y se deben tener en cuenta como el criterio más seguro para formar nuestra conciencia.

Y no olvidemos, por favor, este pensamiento de Pío XI, que sigue siendo una respuesta válida al interrogante de, cómo remediar la inequidad e injusticia actual en el mundo. Leamos de nuevo ese mensaje de Pío XI: La raíz del problema, dice Pío XI,  está en las pasiones del alma  y por eso el verdadero remedio sólo puede venir de la enmienda de las costumbres y de una racionalización cristiana de la economía basada en dos virtudes: la moderación y la caridad.

¿Qué es eso de racionalización cristiana de la economía?


Racionalización cristiana de la economía. Sí, no hay, o hasta ahora los teóricos de la economía no han propuesto un modelo distinto del capitalismo, que respete la libertad, sea eficiente y eficaz en la producción y distribución de bienes y servicios y que al mismo tiempo sea ecuánime, justo y no convierta al lucro en el único objetivo por encima de las necesidades y derechos de los demás, especialmente de los pobres. Esto se podría conseguir si en el modelo de la economía, además de basarse en lo técnico, sus bases se afincaran en la moderación y la caridad. Así se podría conseguir un desarrollo integral, ecuánime, y no sólo crecimiento económico, en el que los países crecen según las estadísticas, aunque la gente con hambre se siga contando por millones y este sea simplemente un dato más. La tierra puede producir alimentos para todos, pero la economía se maneja de modo egoísta.

Veíamos también que el Papa Pío XI alentó la formación de asociaciones de trabajadores que les dieran fortaleza en la defensa de sus derechos. Por el peligro de que  los sindicatos empezaran a ser manipulados por los políticos, el Papa vio también la necesidad de salvaguardar las necesidades espirituales de esos trabajadores fomentando la creación de asociaciones católicas que además de defender sus derechos, también procuraran dar a sus asociados formación moral, de acuerdo con la DSI.

En su libro Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, concluye así el P. Camacho un resumen de la primera parte de la encíclica Quadragesimo anno, de la cual destaca dos puntos:        

Ante todo, la conciencia de que la Iglesia ha desempeñado un papel relevante en la vida social, contribuyendo a desmontar el Estado liberal, en un tiempo en que la sociedad va teniendo ya muchas objeciones contra él. En segundo lugar, y (…) a propósito de la Rerum novarum, la circunstancia de que la mayoría de los avances se han conseguido frente al liberalismo: en concreto, la intervención del Estado en la vida socioeconómica y la multiplicación de las asociaciones.

Una vez más, creo oportuno repetir que no se está hablando del partido liberal colombiano actual, que precisamente ha adoptado  en parte las correcciones que la Quadragesimo anno pedía se hicieran a la ideología capitalista liberal. Yo, y es mi opinión personal, pienso que, sin embargo los partidos políticos colombianos, los dos tradicionales, comparten todavía en parte, la ideología liberal en el manejo de la economía. No importa a qué partido pertenezca el ministro de hacienda, se siguen tomando medidas que favorecen más al capital, en detrimento de los trabajadores.

Se afirma por ejemplo, que las leyes laborales se modifican para crear más puestos de trabajo, que se quitan cargas en impuestos a las empresas porque aumentarán sus plantas de personal, pero en la práctica las cosas no producen esos resultados. Basta recordar una de las últimas medidas sobre aportes al SENA y las Cajas de Compensación Familiar. ¿Cuál es el aumento real, de trabajos formales dignos? Ese deseable resultado solo aparece en las estadísticas oficiales…

Segunda parte de Quadragesimo anno


En la segunda parte de su encíclica Quadragesimo anno, Pío XI trata asuntos muy importantes: la propiedad, el salario, la riqueza, es decir el capital y el trabajo. Se trata pues de la actividad económica, tema esencial en la doctrina social, que los Papas sucesivos irán precisando, de acuerdo con la evolución que con el tiempo va tomando el manejo de la economía, la política y los mercados, en el mundo.

Digamos brevemente algo sobre los papeles de la economía y de la política, en la vida social, para que comprendamos mejor de qué nos habla el Papa Pío XI (Véase, “MORAL SOCIAL, POR Tony Mifsud, S.J., CELAM, Cap. 10).

Cuando se habla de política, se puede uno referir a dos aspectos del manejo de la sociedad: se puede entender la política como el ejercicio del poder, que tendría el respaldo de una teoría del Estado. Es decir, que la idea que se quiere implementar sobre el Estado se basa en una ideología política. De ahí que al ascender al poder un determinado grupo, tratará de organizar el manejo del Estado según esa ideología. Los marxistas, por ejemplo tratarán de utilizar el poder para hacer realidad las teorías marxistas, los amigos del capitalismo liberal basarán su manejo del gobierno siguiendo esas ideas. Por eso para nuestro voto libre debemos tener claridad sobre la clase de sociedad que pretenden los partidos y sus candidatos.

El segundo aspecto con el que tiene que ver la política es la organización de la vida social de las personas. Como grupo humano, la sociedad necesita vivir en paz, necesita la convivencia y eso hace necesaria una organización social. Como los individuos solos, aislados, no podemos conseguir la satisfacción de nuestras necesidades, buscamos organizarnos para entre todos buscar el bien común que ayude a la realización de los individuos, de las familias, de los grupos. Eso lo vemos desde la antigüedad y de eso vemos ejemplos en las juntas de acción comunal, en las mingas de los indígenas, que se unen para realzar obras comunes, necesarias para el desarrollo de una región o comunidad.

Ahora bien, la política, que así entendida, es la organización de la comunidad para obtener mejor el desarrollo, tanto de los individuos como de los grupos, no tiene una manera única de hacerse realidad y de allí que haya diversas propuestas sobre  la forma de organizar a la comunidad y de ejercer la autoridad. La Iglesia por ¿qué debe intervenir en esta organización de la sociedad?

El legado ético y moral de la Iglesia

 

La Iglesia tiene un legado moral, ético y por eso nos puede y conviene que nos oriente desde el punto de vista ético, sobre la autoridad política y la organización de la sociedad. La Iglesia tiene a su cargo la orientación de la humanidad por el camino recto por el que puede conseguir el bien de todos.


De manera que la Iglesia nos enseña que es necesaria una autoridad política, para que la diversidad de pareceres no lleve a la comunidad al caos. Se requiere una autoridad no despótica, que respete la libertad de los individuos y dirija a la comunidad al logro del bien común, actuando con sentido de responsabilidad. Por eso el conjunto de los ciudadanos conforma  una comunidad política, una sociedad, en respuesta a su naturaleza humana. Así somos como seres humanos, que necesitamos de los demás. De manera que si esto es propio del ser humano, quiere decir que Dios nos creó con esta tendencia y nos dio la capacidad de comunicarnos, de relacionarnos. Cómo lo hagamos en la organización de la comunidad, se deja a la libre decisión de los ciudadanos. Sobre este punto, más adelante, el Concilio Vaticano II nos dará más claridad en la Constitución Gaudium et spes, Gozo y esperanza, en el N° 74.

Es interesante leer el capítulo IV, La vida en la comunidad política, de Gaudium et spes. Los temas que desarrolla ese capítulo IV son: La vida pública contemporánea, Naturaleza y fin de la comunidad política, colaboración de todos en la vida pública, La comunidad política y la Iglesia.

Seguramente no todos nuestros políticos católicos conocen la maravillosa doctrina social de la Iglesia. Qué provechoso sería si en su preparación como políticos, se preocuparan por conocer estos sabios documentos. Les iría muy bien en el ejercicio de la política y tomarían decisiones coherentes con lo que dicen creer.

De nuevo, el orgen de la autoridad es Dios

 

A los que ejercen autoridad, la DSI recuerda que la autoridad consiste en la facultad de mandar según la recta razón, de manera que, como dice Juan XXIII en Pacem in terris (47), la “fuerza obligatoria de la autoridad procede del orden moral y tiene a Dios como primer principio y fin último”.

¿Recuerdan ustedes lo que enseñó León XIII sobre el origen de la autoridad? Eso lo estudiamos ya hace algunas semanas, cuando vimos la encíclica Immortale Dei. Si quieren repasar esos programa los encuentran en el blog en internet, en las Reflexiones 253 y siguientes. Allí vemos cómo ya el Papa León XIII nos enseñó que el ser humano está ordenado por la naturaleza a vivir en comunidad política y que la autoridad viene de Dios, a diferencia de la ideología liberal que sostiene que la autoridad viene del pueblo que la transmite por delegación. Mencionamos entonces por qué se quitó de la Constitución aprobada en 1991, la frase “En nombre de Dios suprema autoridad”

En el próximo programa continuaremos algo más con este tema de la autoridad política, sus objetivos, sus límites, la participación en la configuración de la autoridad y continuaremos con el estudio de la encíclica Quadragesimo anno.