Reflexión 124 Autoridad de la Doctrina Social

Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.


Utilice los
Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.

Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en , Orar frente al computador, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Lo encuentra aquí entre los enlaces.

——————————————————————————————————

Mientras más conocemos a Dios más lo amamos

En la reflexión anterior nos preguntamos qué importancia tiene dedicar tiempo al estudio de nuestra fe, si lo que importa es vivirla. El Catecismo y una cita de San Agustín que trae ese libro, nos ayudaron a resolver esa duda. Nos dice el Catecismo en el N° 158, que un mejor conocimiento de nuestra fe suscitará en nosotros una fe mayor, cada vez más encendida de amor. Las palabras de San Agustín dicen: «Creo para comprender y comprendo para creer mejor». Si creemos, deseamos comprender mejor lo que creemos, y entre más conozcamos sobre Dios más lo amaremos, porque en Él sólo podemos encontrar, que es infinitamente digno de ser amado, y amaremos más a Jesucristo, porque en Él sólo podremos encontrar razones para amarlo más y para amar a su madre, nuestra madre.

Estas consideraciones valen desde el punto de vista de nuestro propio beneficio, pero resulta que si estamos llamados a ser misioneros, a llevar a los demás la alegría de la Buena Nueva, tenemos que ser antes, discípulos, pues nadie puede dar de lo que no tiene. Nuestra vocación es de discípulos y misioneros. Otra razón para profundizar en nuestra fe, es que estamos en un mundo que ataca la religión desde todas partes, y nosotros, como seres humanos, débiles, también podemos tener dudas, podemos desorientarnos. Necesitamos por eso, tener muy bien cimentada nuestra fe.

En cuanto al estudio de la D.S.I., – que es parte de nuestra fe, – en ella encontramos los criterios que deben formar nuestra conciencia, a la luz del Evangelio, sobre nuestra relación con los demás en la sociedad. Como hemos visto, es del Evangelio, de donde sale la D.S.I. En esta época difícil, a veces confusa, para saber cómo vivir de acuerdo con la fe, la D.S.I. nos ofrece orientación que se basa en criterios extraídos del Evangelio. Los criterios que a nosotros, católicos, nos deben guiar, sobre la dignidad de la persona humana, sobre el respeto a la vida, sobre la familia, sobre la sociedad y la libertad, no siempre coinciden con los que se promueven ahora en la cátedra y a través de los partidos y movimientos políticos y de los medios de comunicación, del cine, de la radio, de la TV; criterios que se venden como lo conveniente, como lo actual, como lo aceptable. Lo demás, nos dicen, es vivir en el pasado.

No fallamos sólo por falta de conocimientos; nos falta oración, humildad y respeto a los demás

Es cierto también, que solo los conocimientos no bastan para cumplir con nuestro encargo de ser misioneros. Cada vez con más frecuencia encontramos que personas cercanas a nosotros están alejadas de Dios y no sabemos cómo responder a sus dudas en materia religiosa. No estamos preparados para esta situación y no sólo por falta de conocimientos; fallamos porque no oramos, como también por nuestra actitud impaciente y no siempre humilde o respetuosa frente a ellos.

Las personas con quienes tratamos tienen conocimientos propios, que pueden ser equivocados o insuficientes, y además tienen actitudes frente a los asuntos que los inquietan. Así somos los seres humanos. Estas personas aceptan o rechazan lo nuevo, y construyen su personalidad sobre los conocimientos y actitudes que tienen ya. Cuando les ofrecemos nuestra experiencia de fe, no tenemos delante para llenar un vaso vacío. Eso sería quizás menos difícil. Cuando hay que empezar por vencer prejuicios, por ejemplo, se complican las cosas.

No sabemos cómo comunicar nuestra experiencia religiosa

Más que los discursos convence el libro abierto de la vida

Un problema grande, para cumplir con nuestra llamada a ser misioneros, es que, además de no conocer bien nuestra fe, tampoco sabemos cómo transmitir a los demás nuestra propia experiencia de creyentes. Más que los discursos, convence la vida. Por eso impactan los testimonios sobre cómo se llegó a Dios. Con frecuencia las personas alejadas de la religión tienen muy pocos conocimientos sobre ella, conocen muy poco a Jesucristo y no les preocupa el tema de la religión. Creen que no es importante. No es una de sus prioridades, porque no sienten su necesidad. Son vasos vacíos de conocimientos, pero llenos de prejuicios, de malentendidos y a veces de experiencias negativas con personas religiosas. Con frecuencia, el único libro sobre la vida de fe, que tienen a su alcance, es el libro abierto de la vida de las personas cercanas por parentesco, por amistad, por razones de trabajo o porque estudian con ellas.

El vacío espiritual de nuestros jóvenes

La situación de vacío espiritual que más nos preocupa, es la de los jóvenes, la de nuestros jóvenes, expuestos a toda clase de armas contra la fe. Voy por eso a comentar brevemente, una experiencia interesante con jóvenes, que leí en estos días.[1] En Irlanda, organizaron un foro con jóvenes, en el cual algunos expusieron su experiencia sobre cómo encontraron a Dios y sus esfuerzos por compartir ese descubrimiento con los demás. Quizás eso es nuevo: escuchamos testimonios de cómo llegó Dios a la vida de alguien, pero no tanto experiencias sobre cómo llegar a los demás de modo positivo, con el testimonio.

Una característica de los jóvenes irlandeses que compartieron su experiencia del encuentro con Dios, es que participan en diversos grupos. Uno de ellos había tomado parte en los encuentros de la juventud en Colonia y en Sydney, en Autralia. A todos ellos les entusiasma el pertenecer a algún grupo, porque allí pueden compartir y conversar sobre la experiecia de su encuentro con Dios. Son, pues, personas sociables, además de creyentes. Tienen esos jóvenes un verdadero respeto por los demás, en el enfoque con que se acercan a ellos y dicen que, precisamente encontraron a Dios / en la bondad y el entusiasmo de otras personas. Todos ven el encuentro con Dios como una elección libre / que excluye cualquier imposición u obligación. Uno de ellos contó el impacto que causó en él, escuchar a una persona que iba a ir en esos días a la cárcel, a conversar con presos que habían pedido ayuda, para encontrar a Dios en sus vidas. El ejemplo tiene un gran impacto.

En esa conversación de los jóvenes, en que contaron su propia experiencia, en el camino para llegar a Dios, llama la atención que apenas mencionaron las maneras tradicionales como estamos acostumbrados a enseñar la religión. Es cierto que se trata de una experiencia en Irlanda, que puede ser un país muy distinto al nuestro, pero vale la pena examinar las coincidencias con nosotros. Hoy los jóvenes de todo el mundo están globalizados en sus gustos, intereses y forma de ver la vida.

Mencionaron esos jóvenes que debían mucho a sus padres, quienes también habían encontrado a Dios, pero ninguno mencionó que el colegio hubiera tenido influencia ni dijeron que su parroquia hubiera sido importante y sus colegios y parroquias deberían haber sido importantes en su camino hacia Dios. Para algunos, los sacramentos fueron una gran experiencia y para otros, los encuentros casuales jugaron un papel, y los vieron como la Providencia de Dios en acción. Es que Dios llega por caminos desconocidos para nosotros.

Volvamos a nuestro estudio: ¿por qué se habla de la Doctrina Social de la Iglesia?

Aprendimos en los N° 79 y 80 del Compendio de la D.S.I. que la D.S.I. es de la Iglesia porque la Iglesia la elabora, la difunde y la enseña que la Iglesia que elabora la D.S., es toda la comunidad eclesial —sacerdotes, religiosos y laicos – según la diversidad de tareas, carismas y ministerios que a cada uno corresponden.

Ahondando en estas ideas, vimos que aunque la D.S. no se reduce a los documentos episcopales, ni tampoco a una disciplina teológica de teólogos especializados, y aunque los teólogos y especialistas desempeñan un papel importante en la elaboración de la D.S.I., sólo el Magisterio o sea los obispos en comunión con el Papa, pueden revestir de su autoridad una opinión.

Tengamos esto claro, para no dejarnos desviar de la recta doctrina. Cuando leemos libros sobre doctrina, escritos por expertos particulares, – así sean sacerdotes, – sus opiniones son eso, opiniones. Puede ser que sus aportes sean muy importantes, que ayuden a comprender mejor nuestra fe, y así, a creer mejor, pero tengamos en cuenta que sólo el Magisterio o sea los obispos en comunión con el Papa, pueden revestir de su autoridad una opinión.

Como nos enseña la Constitución Lumen Gentium[2] del Vaticano II en la misión de enseñar, los obispos tienen la promesa y la asistencia del Espíritu Santo y la predicación del Evangelio es uno de sus deberes más importantes. Nos dice también el Concilio en la misma Constitución Lumen gentium, que debemos escuchar con veneración las enseñanzas de los Obispos. No podemos desechar alegremente las enseñanzas del magisterio episcopal, así no nos gusten. A veces sus enseñanzas se reciben con una actitud de rebeldía.

¿Quiénes conforman el Magisterio de la Iglesia?

Aprendimos también la semana pasada, que la doctrina social de la Iglesia es el pensamiento de la Iglesia, que enseña con la autoridad que Cristo ha conferido a los Apóstoles y a sus sucesores: el Papa y los Obispos en comunión con él.

En el N° 80, el Compendio nos explica el papel diverso de los que componen el Magisterio de la Iglesia. Vimos que la primera autoridad en el Magisterio la conforman el Sumo Pontífice y el Concilio (en los Concilios se reúnen el Papa y los Obispos). El papel del Papa y del Concilio, en la formación y enseñanza de la D.S., consiste en determinar la dirección y señalar el desarrollo de la doctrina social.

El Magisterio episcopal, es decir el compuesto sólo por los obispos, especifica, traduce y actualiza la enseñanza en los aspectos concretos y peculiares de las múltiples y diversas situaciones locales.

¿Qué es el Magisterio episcopal?

De manera que el Magisterio compuesto por el Papa y los obispos, es el que determina la dirección y señala el desarrollo de la doctrina social. Como el Magisterio universal está integrado, además del Santo Padre y el Concilio, por los señores obispos, es decir, por el Magisterio episcopal, por los obispos que actúan en sus diócesis particulares y a través de la Conferencias episcopales, su papel, repitamos, es especificar, traducir y actualizar la enseñanza en los aspectos concretos y peculiares de las múltiples y diversas situaciones locales.

Decíamos que es eso lo que hacen nuestros obispos, por medio de la Conferencia episcopal: nos enseñan cómo debemos entender y aplicar la doctrina social en nuestra situación concreta. Ese fue el caso de la Conferencia de Aparecida; allí se reunieron los obispos de América Latina y del Caribe, para examinar la situación de nuestros países y para orientarnos sobre cómo responder a los retos que presenta  a la Iglesia.

De igual manera la Conferencia Episcopal de Colombia, en palabras de su presidente, Monseñor Rubén Salazar Gómez,, – como Iglesia, -analiza la realidad dado que tiene el reto de ser hoy “luz y sal, signo e instrumento, casa y escuela en la sociedad colombiana”.[3]

Las Asamblea Episcopal

En su discurso de apertura de la Asamblea Plenaria del Episcopado, el pasado 9 de febrero (2009), su presidente Monseñor Rubén Salazar Gómez / nos explicó que la Iglesia analiza la realidad de Colombia, como parte de su misión. Leamos unas líneas del discurso de Mons. Rubén Salazar, que nos ilustran muy bien sobre el papel de la Iglesia en la formación de la D.S. Dijo que en el ser y quehacer de la Iglesia se encuentra la tarea de “iluminar la realidad para que el pueblo cristiano pueda ser fermento de transformación en un mundo en profundos y rápidos cambios.”.

Aseguró que dada la complejidad de la realidad, los obispos tratarían, en esa reunión, de descubrir los mecanismos internos de los acontecimientos que vivimos, de ver su interrelación, sus causas, sus antecedentes históricos, su proyección hacia el futuro. Pero sin perder nunca de vista que es el ser humano el único objeto de” la preocupación de Iglesia.

“Si analizamos los fenómenos económicos y políticos, añadió, – si nos entretenemos en descifrar la cultura y las vivencias religiosas es porque queremos comprender a una persona: al hombre y la mujer que viven, aman y luchan en este territorio de nuestra Patria”, dijo el—Presidente—de—la–CEC.Y—continuó diciendo que confía en que la Iglesia Católica en Colombia/ pueda “contribuir de manera eficaz a la superación de las crisis, a la solución de los problemas, al encuentro de los caminos que debemos recorrer como nación y patria, a construir juntos una sociedad más justa y fraterna, a alcanzar la paz sobre la base sólida de la verdad sobre el ser humano, su inalienable dignidad, sus inviolables–derechos…”.

Repercusiones políticas de las intervenciones de la Iglesia

Como las intervenciones de la Iglesia pueden tener repercusiones políticas, así nos explicó Mons. Salazar Gómez lo que persigue la Iglesia con el análisis de la realidad de nuestro país y con las directrices de acción que nuestros obispos nos impartan. Nos recordó que la tarea de la Iglesia tiene repercusiones

“profundamente políticas si se entiende por esto la contribución decidida al bien común, a la construcción de lo público, a la consecución de la equidad y de la justicia, a la consolidación de las instituciones democráticas que conforman el Estado social y de derecho, al fortalecimiento del diálogo y la concertación en una sociedad atormentada por el conflicto social, a la búsqueda y el hallazgo de nuevas formas de desarrollo para alcanzar una efectiva justicia social, al acercamiento entre las partes en disputa, a la superación de todo lo que nos separa y enfrenta para encontrar todo lo que nos une y hermana. En una palabra, a la construcción de la paz, que, para Colombia, ha sido una realidad esquiva pero anhelada y, hoy más que nunca, sentida como necesaria”.

Las palabras que siguen son muy importantes, para comprender las repercusiones políticas que pueden seguir a la acción de la Iglesia. Aclaró Mons. Rubén Salazar que

la Iglesia no cumple esta tarea como lo puede hacer un partido político o una organización no gubernamental. “Lo hace como luz y sal, como signo e instrumento de salvación, como casa y escuela de comunión. Y lo hace con la conciencia clara de que su cometido es llegar al ser humano en su realidad integral. Por esto, nuestra mirada se dirige a todos y cada uno de los colombianos”, dijo.

Terminada la Asamblea, los señores obispos comunicaron que el fruto de esta reflexión y análisis lo entregarán más tarde en un documento extenso, a los agentes de pastoral, a los dirigentes del mundo político, cultural y económico y a todos los colombianos preocupados de saber qué piensa y qué propone la Iglesia, para responder a los desafíos de la hora presente.

Angustias y signos de esperanza

En su comunicado nuestros obispos nos participan su preocupación y al mismo tiempo la esperanza con que ven al país. Dicen que

les angustia el permisivismo moral, la inequidad y la injusticia social, el desempleo y la pobreza, los conflictos sociales, las violaciones de los derechos humanos, el conflicto armado, el horror del secuestro y el sufrimiento que ocasiona a las víctimas y a sus familias, el narcotráfico, la corrupción y el enriquecimiento ilícito, la crisis mundial de la economía, la falta de formación y de participación de los católicos / en los procesos de construcción de un país más democrático y más próspero.

A continuación, los señores obispos de Colombia señalan los signos de esperanza que se observan en medio de la angustia de los males que acaban de enunciar. Ven signos de esperanza

En las movilizaciones ciudadanas para rechazar el secuestro y la violencia, en la incursión de las generaciones jóvenes en puestos de comando, en el papel activo de la mujer en la Iglesia y en la sociedad, en el aprovechamiento de los mecanismos de participación consagrados por la Constitución Nacional, en la superación del odio político que inició el largo y doloroso via crucis de la Violencia en Colombia.

¿A qué se comprometen nuestros obispos?

Y luego, los señores obispos expresan a qué se sienten comprometidos, después del análisis de la realidad de nuestro país. Estas son sus palabras:

En el diálogo sobre la realidad, pudimos ver con claridad el compromiso y la misión que tenemos / de consagrarnos y empeñarnos a fondo / en la búsqueda de la paz, en la lucha contra la pobreza, contra la injusticia en todas sus formas, contra la violencia que nos roba la vida de los seres queridos.

De manera que podemos esperar una consagración a fondo, de la Iglesia, en la búsqueda de la paz, en la lucha contra la pobreza, contra la injusticia en todas sus formas, contra la violencia. ¿Y cuál es la decisión del episcopado de Colombia, de modo concreto, ante esta situación? Expresan su decisión, al concluir la Asamblea, de estar en adelante mucho más cerca de los desplazados, de las familias de los secuestrados, de las víctimas de la violencia, de todos los marginados, a quienes nos proponemos llevar un mensaje de solidaridad y el ofrecimiento de nuestra vocación de servicio.

Si los católicos todos, no comprendemos estas palabras de nuestro obispos, como un llamamiento a ser más solidarios con los hermanos que sufren, los obispos solos no podrán hacer realidad su compromiso. Todos somos Iglesia. Sin el trabajo de todos, las palabras de nuestros obispos se quedarán en un bello mensaje de solidaridad, sólo en palabras. Quizás por eso, el mensaje episcopal continúa así:

El país que soñamos tenemos que construirlo entre todos. Y dicen cuál es su disposición: Los Obispos, después de esta Asamblea, nos sentimos en disposición de introducir en los planes de trabajo, programas y acciones que nos permitan, de verdad, ser para nuestros hermanos luz que ilumine y aliados creíbles en la tarea de consolidar un estado social de derecho en el que todos nos sintamos igualmente amparados y protegidos.

Como creyentes, con la esperanza que nos da Jesucristo Resucitado, el mensaje de nuestros Obispos termina así:

Conscientes del momento difícil que atraviesa Colombia, y sintiendo en carne propia el efecto de los conflictos y contradicciones, hacemos una opción decidida por la esperanza, con la certeza de que el Señor Jesús que camina a nuestro lado, nos ayudará a construir entre todos un país más amable, más justo, más fraterno y solidario.

Vimos en qué forma los Obispos de Colombia, reunidos en Asamblea, se manifiestan como nuestros maestros. Son el Magisterio episcopal, que cumple con su misión de especificar, traducir y actualizar la enseñanza de la Iglesia, en los aspectos concretos y peculiares de las múltiples y diversas situaciones locales, es decir, de nuestro país, siguiendo la dirección que determina el Magisterio universal, compuesto por el Papa y el episcopado de toda la Iglesia, que señala el desarrollo de la doctrina social.

Creo que con este ejemplo vivo, actual, del papel que desempeña el episcopado, como parte del Magisterio, acabamos de comprender la manera como se desarrolla la D.S.I. Esperamos ahora el documento extenso que anuncian nuestros Obispos. Allí comunicarán el fruto de su reflexión y análisis y sabremos qué piensan y qué proponen concretamente ellos para responder a los desafíos que hoy nuestro país presenta a la Iglesia y a todas las personas de buena voluntad.


[2] Lumen Gentium 24-25

[3] Al inaugurar la 86ª Asamblea Plenaria del Episcopado, en Bogotá, el 9 de febrero de 2009.

Reflexión 123


Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.


Utilice los
Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.

Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en , Orar frente al computador, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Lo encuentra aquí entre los enlaces.

—————————————————————————————————————–

Compedio de la D.S.I. N° 79-80

¿Necesitamos
conocer mucho de religión para salvarnos?

Antes de comenzar el tema de hoy vamos a tomar un espacio para referirnos a la inquietud expresada al aire por una de nuestras radioescuchas. Merece toda nuestra atención. Las reflexiones de los oyentes nos ponen a pensar y nos ayudan mucho a todos.

Manifestaba nuestra oyente, la dificultad que presenta el estudio de la D.S.I., y decía que nuestros antepasados pudieron salvarse viviendo una fe sencilla, sin haber tenido la oportunidad de entrar en las profundidades de ella.Si duda nuestros antepasados pudieron salvarse viviendo su fe sencilla y deben estar gozando del Señor en la gloria. Hoy tenemos más oportunidades, más medios, para profundizar en el conocimiento de nuestra fe.Las emisoras católicas como Radio María, y la TV católica, la información que podemos conseguir en Internet, por ejemplo, llegan hasta nuestra casa. Algunas personas por falta de tiempo o por otras circunstancias, no pueden aprovechar éstas u otras oportunidades para estudiar a fondo la fe.

Todos los seres humanos tenemos la oportunidad de salvarnos, si, con la gracia de Dios, vivimos sencillamente, de acuerdo con la fe. El Señor tiene caminos que no conocemos, para llegar a todos. En nuestro caso, Él nos ha regalado la fe. Es verdad que no es indispensable conocer mucho de la religión para salvarse, sin embargo, unas palabras del Catecismo, en el N° 158, nos pueden ayudar a comprender la importancia del estudio de nuestra fe. Dice así:

es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en
quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un
conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más
encendida de amor. La gracia de la fe abre «los ojos del corazón»[1]
para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación…

Unas líneas más adelante cita el Catecismo estas palabras de San Agustín:

«Creo para comprender y comprendo para creer mejor».

Yo diría a nuestra oyente que no se preocupe, que ella está haciendo el esfuerzo por conocer mejor su fe. Nosotros tenemos que esforzarnos por explicarla de manera clara. No siempre lo conseguimos, pero tenemos que hacer el esfuerzo.

Al final de la reflexión anterior hicimos algunas consideraciones que debemos aplicar los que en alguna forma trabajamos en catequesis. Decíamos que para que una persona que me escuche llegue a comprender lo que trato de explicarle yo mismo tengo que haber encontrado antes, que lo que trato de explicar es coherente con mi visión del mundo, que cuadra con esa visión mía para comprender el mundo y que ese es el camino que debo seguir, que esa es mi opción de vida y trato de vivir de acuerdo con ella.Si quienes me escuchan descubren que mis palabras y mi acción van por caminos distintos pierdo credibilidad.

Comentábamos que el que explica tiene que encontrar el modo de ligar su modo de ver el mundo, de ver la vida, con el modo de ver el mundo de la persona que recibe la explicación. Eso es más importante si tratamos con no creyentes. Lograr ver el mundo con el modo de verlo la persona con quien hablo sería tender puentes, o si no, estaríamos entablando un monólogo, un diálogo entre sordos.

Corazón del proceso enseñanza-aprendizaje

Decíamos en la reflexión que es necesario tender puentes entre la mente del que explica y la del que escucha. El que enseña debe esforzarse por comprender en qué piso está parada la persona con quien habla, para que tenga sentido su mensaje. A veces podemos pecar por aparecer impositivos, dueños únicos de la
verdad. Otras veces podemos suponer que todo el mundo maneja el lenguaje técnico o teológico que se usa en los documentos de la Iglesia y esa no es la realidad. Para tender puentes, – en vez de romperlos, – se necesita una actitud de humildad. Para el maestro, el catequista, el predicador, tender puentes implica un esfuerzo grande para llegar a la mente del otro. Ese ejercicio nos lleva al corazón del proceso enseñanza-aprendizaje.

Estas ideas, sólo en teoría, se aceptan con facilidad, pero todos fallamos. Lo importante es tenerlas claras y hacer el esfuerzo.

El Señor no nos hará un examen de conocimientos

Y, mis queridos lectores, no nos preocupemos por nuestra salvación, si hay verdades que no alcanzamos a comprender. Sabemos que algunas son un misterio que supera a toda mente humana. Y, cuando rindamos cuentas, el Señor no nos va a hacer un examen a ver qué tanto sabemos de religión; la cuenta que vamos a rendir no es de conocimientos, sino de coherencia entre nuestra vida y la fe que decimos profesar; si nuestra vida se acomodó a las enseñanzas del Evangelio y en particular, si fuimos misericordiosos con nuestros hermanos.

Va el Señor a pasar revista a nuestra vida, a ver si dimos de comer al hambriento, de beber al sediento, si visitamos al enfermo, si acogimos al forastero, si vestimos al desnudo. En una palabra, si lo reconocimos a Él en la persona del hermano en necesidad, y lo socorrimos.

Y nos vamos a llevar sorpresas en la otra vida: a los humildes, a los sencillos los podremos encontrar en puestos de privilegio, – por decirlo de alguna manera, – más cerca de Dios, que algunos doctores.

No el mucho saber ni hablar de religión garantiza la salvación. Sí, el acomodar nuestra vida a las enseñanzas de Jesús. En el noticiero de Radio María del lunes pasado, el pensamiento de San Agustín que para ese día propuso Margarita Suárez, nos viene bien en este momento. Decía algo así como que, “quien nos vea cuando estamos orando puede pensar que somos santos, pero ¿dirían lo mismo los que nos conocen porque viven cerca de nosotros?” Ni el saber mucho, ni la apariencia externa, cuando hablamos de Dios, por ejemplo, es garantía de nuestra verdadera cercanía al Señor.

De las gracias recibidas nos pedirán cuentas

Como lo hemos oído en repetidas ocasiones, sin la gracia de Dios no somos capaces de vivir nuestra fe. La fe misma la recibimos gratuitamente del Señor. Para conservarla y aumentarla tenemos que acercarnos a las fuentes de la gracia: al sacramento de la reconciliación y, claro, a la Eucaristía y a la oración. Y tenemos que dejar que la gracia obre en nosotros, porque la gracia del Señor no nos va a faltar, lo que sucede con frecuencia es que le ponemos obstáculos. Recibimos muchas gracias pero no las dejamos obrar en nosotros. Y tengamos en cuenta que también de las gracias recibidas, que son talentos recibidos, nos van a pedir cuentas.

Entonces, si el Señor no nos va a hacer un examen de religión, ¿por qué dedicar tanto tiempo y esfuerzo al estudio de nuestra fe? Como leímos hace un momento, en las palabras de San Agustín «Creo para comprender y comprendo para creer mejor». Si comprendemos mejor las verdades de nuestra fe, podremos creer mejor.

Tengamos presente que, especialmente hoy, también los creyentes podemos tener dudas. Si las tuvo Santa Teresita de Lisieux… En las últimas semanas de su pasión dejó escrito que la importunaban las ideas de los peores materialistas.

[2]

El océano de la inseguridad es el único lugar que se ha asignado al creyente para vivir su fe

Citamos en la reflexión anterior unas palabras del Cardenal Ratzinger, ahora Benedicto XVI, en su libro Introducción al Cristianismo.[3] Los creyentes vivimos, hoy quizás como nunca, un mundo que nos reta todo el tiempo. Los ataques directos o solapados a la religión en los medios de comunicación, en la literatura, hasta en las reuniones sociales y familiares son cómo nunca antes. No nos extrañemos de que eso suceda. El Cardenal Ratzinger en ese libro Introducción al Cristianismo, dice que …el creyente sólo puede realizar su fe en el océano de la nada, de la tentación y de lo problemático; el océano de la inseguridad es el único lugar que se le ha asignado para vivir su fe. Los que vivimos en el mundo, no podemos salir de ese medio y meternos, para estar aislados, en una burbuja de cristal.

Antes que
misioneros tenemos que ser discípulos

El mundo en que nos ha tocado vivir es el campo en el que tenemos que vivir
nuestra fe. Si estamos llamados a ser misioneros, a llevar a los demás la alegría de la Buena Nueva, tenemos que ser antes, discípulos. Nuestra vocación es de discípulos y misioneros. Nos puede atacar la tentación de la duda, de la perplejidad, de la confusión. Claro que primero tenemos que pedir la ayuda de la gracia, pero además, Dios espera que pongamos nuestra parte, que utilicemos los talentos que nos dio, que estudiemos nuestra fe.

La Iglesia
tiene que hablar al mundo en un lenguaje que el mundo entienda

Otras palabras del Cardenal Ratzinger, bien se pueden aplicar a nuestro papel de misioneros en la Iglesia. Explica el Cardenal Ratzinger, en el mismo libro Introducción al Cristianismo, que es necesario que la Iglesia entienda en qué piensa el mundo, de qué habla, cuáles son sus intereses, para que le hable en un lenguaje que el mundo entienda. Examinemos qué tan preparados estamos para llegar a los demás con el mensaje del Evangelio. Las personas con quienes tratamos tienen conocimientos propios, actitudes frente a los asuntos que los inquietan y ellas rechazan o construyen sobre los conocimientos y actitudes que tienen ya. No vamos a llenar un vaso vacío. Eso sería quizás menos difícil. Cuando hay que empezar por vencer prejuicios, por ejemplo, se complican las cosas.

Por mi parte, puedo decir que, el estudiar la doctrina social de la Iglesia, me ha
ayudado a darme cuenta de lo maravilloso de nuestra fe, me ha ayudado a amar
más a Jesucristo y a su Iglesia, a amar más mi fe y a darle gracias al Señor por haberme llamado a ella.

El libro
oficial de la Iglesia sobre la D.S.I.

Recordemos una vez más, que en nuestro estudio seguimos un libro oficial de la Iglesia sobre su doctrina social. Es un excelente libro, preparado por un equipo de especialistas, nombrado por Juan Pablo II. Este libro, que tiene como título Compendio de la D.S.I., es como el Catecismo, en cuanto se refiere a la doctrina social.

Continuemos el estudio de los números 79 y 80 de nuestro libro de texto, el Compendio de la D.S.I. Recordemos que estos números nos explican que la D.S.I. es la expresión del modo en que la Iglesia comprende a la sociedad. Y la Iglesia comprende a la sociedad según el Evangelio. A la familia, a la persona humana, a la sociedad, las comprende la Iglesia, como Dios, a través de su Palabra, nos las ha dado a conocer. Los creyentes defendemos por eso los modelos de familia, de persona humana, de sociedad, según lo que el Señor nos ha enseñado.

También el Compendio nos explica qué quiere decir la expresión Doctrina Social de la Iglesia. No estudiamos aquí la doctrina social de un movimiento político o filosófico, sino la doctrina social de la Iglesia. Veíamos que la D.S.I. no es la obra de un grupo de sabios, ni es tampoco una doctrina cerrada, terminada, pues tiene que renovarse en forma permanente, según las épocas y las regiones. En esa permanente renovación no se cambian los principios ni valores cristianos, según la situación, pero se puede cambiar el énfasis, se pueden modificar las expresiones, las orientaciones, según los lugares y los momentos.

Brevemente recordemos lo que aprendimos en el N° 79, del libro Compendio de la D.S.I. Nos enseña allí que

La doctrina social es de la
Iglesia
porque la Iglesia la elabora, la difunde y la enseña

Y, ¿cuál es la Iglesia que elabora la D.S.? Nos enseña el libro, que la elaboración de la D.S. no es el privilegio de un grupo particular de la comunidad eclesial, sino que la D.S. es obra de la comunidad eclesial entera. Dice el libro: Toda la comunidad eclesial —sacerdotes, religiosos y laicos— participa en la elaboración de la doctrina social, y aclara algo importante; nos dice que toda la comunidad participa en la elaboración de la doctrina social según la diversidad de tareas, carismas y ministerios.

Vimos antes que La Doctrina Social no se reduce a los documentos episcopales, ni tampoco a una disciplina teológica de teólogos especializados, pero también se nos aclaró que, aunque los teólogos y especialistas desempeñan un papel importante en la elaboración de la D.S.I., sólo el magisterio o sea los obispos en comunión con el Papa, pueden revestir de su autoridad una opinión. [4]

Entonces, cuando leemos libros sobre doctrina, escritos por expertos particulares, – así sean sacerdotes, – sus opiniones son eso, opiniones. Puede ser que sus aportes sean muy importantes, que ayuden a comprender mejor nuestra fe, y así, a creer mejor, pero tengamos en cuenta que sólo el magisterio o sea los obispos en comunión con el Papa, pueden revestir de su autoridad una opinión.

Escuchar con veneración a quienes tienen la asistencia del Espíritu
Santo

Recordábamos que La Constitución Lumen Gentium[5] del Vaticano II dice que
en la misión de enseñar, los obispos tienen la promesa y la asistencia del Espíritu Santo y que la predicación del Evangelio sobresale entre los deberes de los Obispos, los cuales deben ser escuchados con veneración.

Sobre el papel de los laicos y de los especialistas de las ciencias sociales y humanas, en la formación de la D.S., veíamos que los Papas y los obispos tienen muy en cuenta su aporte en los documentos que ofrecen a la comunidad de la Iglesia. Mencionamos, por ejemplo, el papel muy importante del sociólogo P. Louis-Joseph Lebret, de la Orden de Predicadores, en la preparación de la encíclica Populorum progressio, de Pablo VI.[6]

Volvamos al Compendio
de la D.S.I
., que amplía esta enseñanza sobre la elaboración de la D.S., en el mismo N° 79, que estamos estudiando:

Las aportaciones múltiples y multiformes —que son también expresión del «sentido sobrenatural de la fe de todo el puebloson asumidas, interpretadas y unificadas por el Magisterio, que promulga la enseñanza social como doctrina de la Iglesia.»[7] El Magisterio compete, en la Iglesia, a quienes están investidos del «munus docendi», es decir, del ministerio de enseñar en el campo de la fe y de la moral con la autoridad
recibida de Cristo. La doctrina social no es sólo fruto del pensamiento y de la obra de personas cualificadas, sino que es el pensamiento de la Iglesia, en cuanto obra del Magisterio, que enseña con la autoridad que Cristo ha conferido a los Apóstoles y a sus sucesores: el Papa y los Obispos en comunión con él.[8]

Detengámonos aquí un momento. Volvamos sobre algunas de las palabras que continúan la explicación sobre el papel de la comunidad de la Iglesia en la formación de la D.S. Nos dice que el Magisterio asume los aportes, múltiples, es decir muchos, y multiformes o sea de aportes que se hacen de muchas formas, como expresión de la fe de todo el pueblo; el magisterio toma esos aportes, los interpreta y los unifica, y el Magisterio, – el Papa y los obispos en unión con él, – promulgan la enseñanza social como doctrina de la Iglesia.

Sólo opiniones, no doctrina de la Iglesia

De manera que los aportes de los expertos son sólo opiniones y no doctrina de la Iglesia, mientras el Magisterio no los promulgue como doctrina de la Iglesia.

Es importante que tengamos esto claro: aunque toda la comunidad de la Iglesia aporta a la formación de la D.S., sólo el Magisterio tiene la autoridad de decirnos: esta es doctrina de la Iglesia.


En la Doctrina Social debemos tener un especial cuidado de no presentar como
doctrina de la Iglesia lo que es sólo nuestra interpretación personal, particular.

¿Por qué solo el Magisterio?

Leímos también, hace un momento, cual es la razón para que sólo el Magisterio tenga la autoridad de promulgar la doctrina como doctrina de la Iglesia. Volvamos a leer esas líneas del N° 79 del Compendio.  Nos dice que El Magisterio compete, en la Iglesia,es decir para enseñar en la Iglesia tienen autoridad – quienes están investidos del… ministerio de enseñar en el campo de la fe y de la moral con la autoridad recibida de Cristo. Y continúa así: La doctrina social no es sólo fruto del pensamiento y de la obra de personas cualificadas, sino que es el pensamiento de la Iglesia, en cuanto obra del Magisterio, que enseña con la autoridad que Cristo ha conferido a los Apóstoles y a sus sucesores: el Papa y los Obispos en comunión con él.

Continuemos ahora con el N° 80 del Compendio. Dice así:

En la doctrina social de la Iglesia se pone en acto el Magisterio en todos sus componentes y expresiones. Se encuentra, en primer lugar, el Magisterio universal del Papa y del Concilio: es este Magisterio el que determina la dirección y señala el desarrollo de la doctrina social. Éste, a su vez, está integrado por el Magisterio episcopal, que específica, traduce y actualiza la enseñanza en los aspectos concretos y peculiares de las múltiples y diversas situaciones locales.[9]
La enseñanza social de los Obispos ofrece contribuciones válidas y estímulos al magisterio del Romano Pontífice. De este modo se actúa una circularidad, que expresa de hecho la colegialidad de los Pastores unidos al Papa en la enseñanza social de la Iglesia. El conjunto doctrinal resultante abarca e integra la enseñanza universal de los Papas y la particular de los Obispos.

Todos los componentes y expresiones
del Magisterio

Nos explica este número 80 del Compendio, que en la formación de la D.S.I. actúa el Magisterio con todos sus componentes y expresiones. Enseguida enumera cuáles son los componentes y expresiones del Magisterio a que se refiere: nombra en primer lugar, como debe ser, al Magisterio universal del Papa y del Concilio. Y con toda claridad dice cuál es papel del Papa y del Concilio en esta materia de la formación de la D.S.; dice que es este Magisterio el que determina la dirección y señala el desarrollo de la doctrina social.

Tengamos esto siempre presente; son el Papa y el Concilio (el Concilio es el Papa reunido con los obispos), quienes determinan la dirección y señalan el desarrollo de la doctrina social. Y luego aclara el papel de los obispos. Nos dice que el Magisterio universal está integrado, además del Santo Padre y el Concilio, por los señores obispos, es decir, por el Magisterio episcopal. Por los obispos que actúan en sus diócesis particulares.

El Magisterio episcopal específica, traduce y actualiza la enseñanza en los aspectos concretos y peculiares de las múltiples y diversas situaciones locales. Resalta la importancia de la enseñanza de los obispos al decir que La enseñanza social de los Obispos ofrece contribuciones válidas y estímulos al magisterio del Romano Pontífice… expresa de hecho la colegialidad de los Pastores unidos al Papa en la enseñanza social de la Iglesia. El conjunto doctrinal resultante abarca e integra la enseñanza universal de los Papas y la particular de los Obispos.

Papel de los Obispos en la formación de la Doctrina Social

De manera que es papel de nuestros obispos, como miembros del Magisterio, especificar, traducir y actualizar la enseñanza social de la Iglesia en los aspectos concretos y peculiares de las múltiples y diversas situaciones locales. Es lo que nuestros obispos, por medio de la Conferencia episcopal hacen: nos enseñan cómo debemos entender y aplicar la doctrina social en nuestra situación concreta. Fue el caso de la Conferencia de Aparecida, que se reunió para examinar la situación de nuestros países de América Latina y del Caribe y darnos su orientación para responder a los retos que presenta a la Iglesia.

Un ejemplo cercano nos ayuda a entender la forma como los obispos especifican, traducen y actualizan la D.S. en los aspectos concretos de la situación de cada región. En estos días y hasta mañana, viernes 13 de febrero de 2009, estarán reunidos nuestros obispos de Colombia en Asamblea episcopal, y
como lo han hecho en otras oportunidades, analizarán la situación de nuestro país para precisar los criterios y líneas de acción con los que la Iglesia enfrentará pastoralmente los retos que plantean las condiciones actuales.


Informa la Conferencia Episcopal que

La Asamblea va a analizar la realidad colombiana / mediante la metodología del VER, JUZGAR y ACTUAR:

* VER: tener una visión amplia de la realidad, integrando elementos aportados
por las Jurisdicciones Eclesiásticas y otras fuentes.

* JUZGAR: analizar la realidad haciendo énfasis en los hechos y situaciones / que constituyen retos y
desafíos para la acción pastoral.

*ACTUAR: aportar criterios y sugerencias (de acción).

La Octogésima sexta Asamblea c uenta con la presencia de unos 90 Obispos y
Arzobispos, en representación de las 76 Jurisdicciones Eclesiásticas de
Colombia.

Esa actividad de nuestros obispos nos da a entender cuál es papel del magisterio episcopal: ellos nos dirán cómo debemos entender y aplicar la doctrina social en
nuestra situación concreta.


[1] Ef 1,18

[2] Teresa de Lisieux,
Historia de un Alma, San Pablo, Cap. X, Pg. 343
: Cuando quiero
que mi corazón fatigado descanse de las tinieblas que lo rodean evocando el
recuerdo del país luminoso al que aspiro, mi tormento arrecia. Me parece que
las tinieblas, apropiándose la voz de los pecadores, se burlan de mí
diciéndome: “Sueñas con la luz, con una patria perfumada con las más suaves
fragancia; sueñas con la posesión eterna del Creador de todas esas maravillas,
crees que algún día saldrás de las brumas que te rodean. ¡Adelante!, ¡adelante!
Alégrate por la muerte, que te dará, no lo que esperas, sino una noche aún más
oscura, la noche de la nada”.
Véase también Joseph Ratzinger, Introducción
al Cristianismo, 12° edición, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2005, Pg 41s

[3] Joseph Ratzinger, Introducción al Cristianismo,
Ediciones Sígueme, Salamanca 2005, Pg 41-43

[4] Cfr Memorias del Congreso Latinoaméricano de la D.S.I. antes
citado, Pg 727

[5] Lumen Gentium 24-25

[6] Véase Reflexión anterior

[7] Concilio Vaticano II, Const. Dogm. Lumen Gentium, 12: AAS
57 (1965) 16.

[8] Cf Catecismo de la Iglesia Catolica, 2034

[9] Cf Pablo VI, Carta ap. Octogesima adveniens, 3-5: AAS 63
(1971) 402-405

Reflexión 122 Naturaleza de la D.S.I. (II)

Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.


Utilice los
Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.

Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en , Orar frente al computador, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Lo encuentra aquí entre los enlaces.

——————————————————————————————————————-

Seguimos al Gran Desconocido

Recordemos que en nuestras reflexiones seguimos un libro oficial de la Iglesia sobre su doctrina social. Es un excelente libro, preparado por un equipo de especialistas nombrado por Juan Pablo II que fue dirigido por el santo Cardenal Van Thuan; un cardenal vietnamita que fue perseguido y encarcelado por el régimen comunista. Este libro, que tiene como título Compendio de la D.S.I., es como el Catecismo, en cuanto se refiere a la doctrina social. Infortunadamente es el “gran desconocido”.

En estas reflexiones estudiamos ese libro número por número, tomando todo el tiempo que sea necesario para profundizar y comprenderlo bien. Luego publicamos la reflexión de ese día en esta página en Internet, donde se puede leer e imprimirla, si se desea. Un beneficio adicional, es que aquí encuentran las citas de la Sagrada Escritura y de los libros u otras publicaciones que se hayan utilizado en el programa radial.

¿Qué es la D.S.I.?

Hemos dedicado ya bastante espacio a comprender la naturaleza de la D.S.I., es decir qué es la D.S.I. Hemos visto que la D.S.I. no es una doctrina política, no es una ideología, (las ideologías siempre tienen que ver con la política, con el dominio político de la sociedad).[1] Algunos sostienen que la D.S. católica es una ideología; Juan Pablo II nos aclaró que la doctrina social católica pertenece al campo de la teología moral. La D.S.I. nos ofrece un conocimiento iluminado por la fe, basado en la Sagrada Escritura, en la Tradición, en particular en los Padres de la Iglesia y en el magisterio de la Iglesia. La D.S. dialoga con las ideologías, las analiza y les hace una crítica desde la luz del Evangelio.

Comprendimos también que el ser doctrina, que el pertenecer al campo de la teología moral, no impide a la D.S.I. valerse de las demás ciencias para comprender al hombre, a la sociedad y sus mutuas relaciones hombre-sociedad. La D.S.I. está en diálogo con todos los saberes, con las ciencias que ayudan a tener un conocimiento integral de la persona humana y de la sociedad en la que vive. Como hemos visto, la D.S.I. nos enseña cómo debe ser nuestro comportamiento con los demás, en la sociedad, de acuerdo con el Evangelio.

La comprensión del ser humano viene de Dios

Las disciplinas que tratan sobre el hombre y la sociedad, en el plano puramente natural, nos pueden ayudar a VER mejor la situación y a formar un JUICIO objetivo sobre ella, para ACTUAR en consecuencia (VER-JUZGAR-ACTUAR). La comprensión que tiene la Iglesia del hombre y del mundo la ha recibido, primero, de Dios, a través de su Palabra. De esa verdad sobre el ser humano y el mundo, recibida de Dios, la Iglesia ha elaborado su propia antropología, es decir, su comprensión de la realidad del ser humano. Recordemos que eso es la antropología: la comprensión de la realidad del ser humano. La antropología teológica estudia al hombre desde la visión que de él nos ofrece la Escritura.

Nosotros no podemos comprender a la persona humana, por fuera de la concepción cristiana, con su doble dimensión: terrena y celestial, material y espiritual, temporal y eterna. La D.S.I. enfoca la situación de la persona humana teniendo en cuenta lo que sabe de ella por la fe y lo que, también sobre ella, le enseñan las ciencias naturales.

Quisiera recomendar una vez más la lectura de la encíclia Redemptor hominis, la primera encíclica de Juan Pablo II, que es sobre la persona humana. Si queremos saber cuál es la doctrina católica sobre la persona humana y un análisis de su situación en nuestro mundo contemporáneo, allí encontramos una maravillosa explicación. En el N° 15 de esa encíclica, escrita en 1979, es decir hace ya 30 años, el Santo Padre hace unas preguntas que siguen vigentes hoy quizás más que nunca.

¿Los adelantos técnicos han hecho la vida del hombre más digna, más humana?

El progreso de la técnica y el desarrollo de la civilización de nuestro tiempo, que está marcado por el dominio de la técnica, exigen un desarrollo proporcional de la moral y de la ética. Mientras tanto, éste último parece, por desgracia, haberse quedado atrás (El desarrollo de la moral se quedó atrás). Por esto, este progreso, por lo demás tan maravilloso en el que es difícil no descubrir también auténticos signos de la grandeza del hombre que nos han sido revelados en sus gérmenes creativos en las páginas del Libro del Génesis, en la descripción de la creación, no puede menos de engendrar múltiples inquietudes. La primera inquietud se refiere a la cuestión esencial y fundamental: ¿este progreso, cuyo autor y fautor es el hombre, hace la vida del hombre sobre la tierra, en todos sus aspectos, «más humana»?; ¿la hace más «digna del hombre»? No puede dudarse de que, bajos muchos aspectos, la haga así. No obstante esta pregunta vuelve a plantearse obstinadamente por lo que se refiere a lo verdaderamente esencial: si el hombre, en cuanto hombre, en el contexto de este progreso, se hace de veras mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos.

¿Qué quiere decir que la D.S.I. es de la Iglesia?

Vamos a avanzar en nuestro estudio sobre la naturaleza de la D.S.I. en los números 79 y 80 del Compendio, que llevan por título Expresión del ministerio de enseñanza de la Iglesia. Es muy importante este número porque nos explica cómo se construye la D.S. católica. Como veremos, no es una obra de un grupo de sabios, ni es una doctrina cerrada, terminada, pues tiene que renovarse en forma continua según las épocas y las regiones. No se cambian los principios ni los valores cristianos, pero sí puede cambiarse el énfasis, se pueden modificar las expresiones, las orientaciones, según los lugares y los momentos. [2]

Toda la comunidad eclesial —sacerdotes, religiosos y laicos— participa en la elaboración de la doctrina social

El libro Compendio de la D.S.I. es una obra de un grupo de sabios, pero no la doctrina que el libro contiene. Ellos no inventaron la doctrina social. Es una doctrina de la Iglesia. Veamos qué quiere decir que es una doctrina de la Iglesia. Leamos el N° 79.

La doctrina social es de la Iglesia porque la Iglesia es el sujeto que la elabora, la difunde y la enseña. No es prerrogativa de un componente del cuerpo eclesial, sino de la comunidad entera: es expresión del modo en que la Iglesia comprende la sociedad y se confronta con sus estructuras y sus variaciones. Toda la comunidad eclesial —sacerdotes, religiosos y laicos— participa en la elaboración de la doctrina social, según la diversidad de tareas, carismas y ministerios.

Destaquemos algunas afirmaciones de este número. Según las palabras que acabamos de leer, la D.S. católica es expresión del modo en que la Iglesia comprende la sociedad y se confronta con sus estructuras y sus variaciones. Si nos preguntamos cómo debemos comprender a la sociedad, en nuestra calidad de miembros de la Iglesia, la respuesta la encontramos en su doctrina social. Por eso la doctrina sobre la familia, por ejemplo, hace parte de la Doctrina Social de la Iglesia; porque la familia es la primera sociedad natural, protagonista de la vida social. Cómo comprendemos los católicos a la familia hace parte de la Doctrina Social de la Iglesia.

Como la Iglesia vive en la sociedad, tiene que asumir posiciones frente a sus estructuras y variaciones; esas estructuras y variaciones tocan al ser humano; lo benefician o lo perjudican, de ahí que la Iglesia debe opinar sobre temas políticos y económicos, sobre la vida social, el matrimonio, la educación, la dignidad y derechos de los niños y debe opinar sobre el trabajo humano.

La doctrina social catolica: expresión del modo en que la Iglesia comprende a la sociedad

Es muy interesante esta explicación sobre cómo se forma la D.S. Nos dice el Compendio en el N° 79 que la D.S. es expresión del modo en que la Iglesia comprende a la sociedad. Repitamos ese pensamiento: la D.S. católica es expresión del modo en que la Iglesia comprende a la sociedad. Enseguida pensamos: la Iglesia comprende a la sociedad según el Evangelio. Y dice también que la elaboración de la D.S.I. No es prerrogativa de un componente del cuerpo eclesial, sino de la comunidad entera. La D.S.I. es expresión de la Iglesia entera. En palabras del Compendio, Toda la comunidad eclesial —sacerdotes, religiosos y laicos— participa en la elaboración de la doctrina social, según la diversidad de tareas, carismas y ministerios.

Son muy importantes esas palabras; hasta nos pueden asustar: Toda la comunidad eclesial —sacerdotes, religiosos y laicos— participa en la elaboración de la doctrina social, según la diversidad de tareas, carismas y ministerios.

Los sacerdotes y los laicos, – no sólo los obispos, -como miembros de la comunidad eclesial, tenemos una tarea qué cumplir en la elaboración de la D.S., según nuestras tareas, carismas y ministerios. Creo que tenemos que profundizar en estas ideas.

Para no perdernos, tengamos presente lo que hemos visto ya: la D.S.I. no es una ciencia social natural, como la sociología, como la economía. Se trata de un conocimiento del hombre y de la sociedad iluminado por la fe, basado en la Sagrada Escritura, en la Tradición y el magisterio de la Iglesia. De ahí que, cuando la Iglesia confronta a la sociedad, a la política o a la economía, lo hace desde el Evangelio, no desde las teorías, desde la técnica.

La D.S.I. enfoca la situación de la persona humana teniendo en cuenta lo que sabe de ella por la fe y lo que, también sobre el ser humano, le enseñan las ciencias naturales.

En la D.S. sólo el magisterio puede revestir de autoridad una opinión

El jesuita P. Pierre Bigo, uno de los especialistas más respetados en la D.S.I, tiene estas palabras que nos aclaran la participación de toda la comunidad eclesial en la formación de la D.S.I.: [3]

La Doctrina Social no se reduce a los documentos episcopales, ni tampoco a una disciplina teológica de teólogos especializados.

Es obvio que sólo el magisterio o sea los obispos en comunión con el Papa, pueden revestir de su autoridad una opinión y les debemos este “obsequio” del cual habla la constitución conciliar, incluso cuando no se propone como infalible. Es evidente también que los teólogos tienen un rol especial en la elaboración de la doctrina.

Esas palabras nos aclaran, en primer lugar, que los miembros de la comunidad cristiana participan en la elaboración de la D.S.I., según la diversidad de tareas, carismas y ministerios. Sólo los obispos pueden revestir de su autoridad una opinión. La Constitución Lumen Gentium del Vaticano II dice que en la misión de enseñar, los obispos tienen la promesa y la asistencia del Espíritu Santo y que la predicación del Evangelio sobresale entre los deberes de los Obispos, los cuales deben ser escuchados con veneración (LG 24-25).

Y, qué decir del papel de los fieles laicos en la formación de la D.S.I. El mismo P. Bigó nos recuerda que varios dogmas antes de ser declarados estaban ya en la conciencia de los fieles.[4] Y explica así esta afirmación: Lo que dicen los obispos y el Papa con autoridad no surge de su sola conciencia, sino de la conciencia cristiana auténtica en toda su amplitud. Las frases del P. Bigo que siguen a continuación pueden parecer duras a algunos, pero nos aclaran aún más la forma como toda la comunidad cristiana participa en la elaboración de la D.S.I.:

…se puede afirmar que no son los pastores los principales constructores de la Doctrina Social de la Iglesia, no sólo porque en la mayoría de los casos hay expertos que redactan los documentos firmados por los obispos, sino sobre todo porque este pensamiento emana de la conciencia de cristianos más comprometidos con la realidad social que los obispos. Como consta especialmente en la elaboración de la Encíclica Rerum Novarum. Como se sabe esta gran carta fue preparada durante casi 10 años por un “Comité Íntimo” que reunía, a petición de León XIII, a los “católicos sociales” eminentes de la época (…)

Se puede definir entonces la Doctrina Social de la Iglesia como el conjunto de criterios de discernimiento que están en la conciencia de los fieles que viven más intensamente su fe y su compromiso social.

El papel de las ciencias humanas, de las ciencias en general, en la comprensión del ser humano es muy importante. La Constitución Pastoral Gaudium et spes, en el N° 62, tiene una afirmación clave, en ese sentido. Dice:

Hay que reconocer y emplear suficientemente en el trabajo pastoral no sólo los principios teológicos, sino también los descubrimientos de las ciencias profanas, sobre todo en psicología y en sociología, llevando así a los fieles a una más pura y madura vida de fe.

El papel de las ciencias humanas en la formación de la D.S.

Es muy importante el aporte de los fieles laicos y de los sacerdotes expertos, en la formulación de la D.S.I., cuando es necesario tener en cuenta las ciencias humanas, no teológicas, para comprender la realidad. Una de las encíclicas sociales más importantes, la Populorum progressio, de Pablo VI, parte en su mensaje profético, de la visión crítica de la realidad social, se alimenta del análisis que sobre las causas estructurales de la pobreza en el mundo, hacen las ciencias sociales. Destacan los entendidos la influencia del sociólogo dominico, P. Louis Lebret, en la preparación de esta encíclica.[5]

Preparación de “Populorum progressio”

Es muy interesante conocer cómo preparó Pablo VI la Populorum progressio. En su libro sobre una aproximación histórica a la doctrina social de la Iglesia, el jesuita español P. Ildefonso Camacho nos cuenta que, pocas semanas después de su elección, el Santo Padre abrió una carpeta, a la que marcó: Material para una encíclica sobre el desarrollo humano. A continuación añadió de su puño y letra, las siguientes líneas con las directrices de lo que habría de ser el futuro documento:

Tema exigido por la actualidad y urgencia del problema, por la coherencia con las dos encíclicas del papa Juan XXIII. No ha de ser un tratado, ni una lección, ni un artículo erudito; ha de ser una carta, y como tal ha de ir impregnada de amor cristiano hacia los fines que tiende. Deberá ser en cierto sentido resolutiva y enérgica, para orientar resolutivamente tanto a la Iglesia como a la opinión pública del mundo hacia las tesis propuestas, ofreciendo fórmulas humanas y al mismo tiempo científicas, que presenten el pensamiento de la Iglesia en esta materia y ayuden al mundo a pensar según tales fórmulas. [6]

Amor cristiano y fórmulas humanas y científicas

De manera que el Papa Pablo VI quería escribirnos una carta impregnada de amor cristiano, y al mismo tiempo ofrecer fórmulas humanas y científicas sobre el desarrollo. Para ese trabajo, como vimos, uno de sus asesores fue el P. Louis-Joseph Lebret, de la Orden de Predicadores. El P. Lebret consagró toda su vida a tareas sociales. Fundó y dirigió el grupo Economía y Humanismo. Como herencia suya, la Universidad de Santo Tomás, en Bogotá, tiene un Centro de Estudio Lebret. Es interesante y debemos conocer que este sacerdote realizó para el Departamento de Planeación de Colombia un Estudio sobre las Condiciones de Desarrollo de Colombia, el cual entregó en dos tomos al entonces presidente de la república Alberto Llleras Camargo, en septiembre de 1958. Expone allí el P. Lebret su pensamiento sobre el desarrollo económico, que debe estar al servicio del hombre, como es el pensamiento de la D.S.I.

¿Y el papel específico de los fieles laicos?

¿Y qué decimos del papel específico de los fieles laicos? El aporte de los científicos sociales y políticos para el análisis de la realidad es muy importante. Ya vimos lo que se afirma sobre el aporte del P. Lebret como sociólogo, en la preparación de la encíclica Populorum progressio. Los obispos no siempre son, ni pueden ser, especialistas en todas las ciencias sociales. Pensemos sólo en los diversos caminos que tomó la sociedad desde el siglo XX y que debieron ser analizados y comprendidos por la Iglesia para orientarnos: el comunismo y otras formas de socialismo, el fascismo, el capitalismo y sus diversas modalidades, como el corporativismo, el desarrollismo y el neoliberalismo. El Papa Juan Pablo II nos había prevenido, cuando cayó el comunismo, que el capitalismo no es el único modelo de organización económica ni es la panacea, y que por el contrario puede llegar a ser un capitalismo salvaje. Ahora, en la crisis económica mundial vemos que tenía la razón.

Es necesario que la Iglesia entienda al mundo y que el mundo entienda a la Iglesia

Si queremos llevar el Evangelio a los demás, – en este caso, – si queremos llevar a los demás la comprensión del ser humano según el Evangelio, tenemos que hablarles en un lenguaje que nos entiendan. Vamos a dedicar hoy la última parte de esta reflexión al aprendizaje, que puede ser de interés especialmente para los que dedican su vida a la catequesis y a la enseñanza.

En la Introducción al Cristianismo, un libro escrito por el entonces Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, habla sobre la dificultad en el diálogo entre la Iglesia y el mundo, entre el teólogo y el profano. Dice que es necesario que la Iglesia entienda al mundo y que el mundo entienda a la Iglesia. Y no es cuestión de lenguaje solamente, de ropaje exterior, sino de contenidos, y de actitud frente al creer o no creer. Y, es que hoy, también los creyentes podemos tener dudas. Si las tuvo Santa Teresita de Lisieux… En las últimas semanas de su pasión dejó escrito que la importunaban las ideas de los peores materialistas.[7] Los creyentes vivimos, hoy quizás como nunca, un mundo que nos reta todo el tiempo. El Cardenal Ratzinger en el libro que acabo de mencionar, la Introducción al Cristianismo, tiene esta frase: …el creyente sólo puede realizar su fe en el océano de la nada, de la tentación y de lo problemático; el océano de la inseguridad es el único lugar que se la asignado para vivir su fe. Pareciera que el Cardenal recordara allí las palabras de Santa Teresita, cuando en la Historia de un Alma cuenta las tinieblas que la rodeaban.

¿Bueno, a qué viene esta digresión? Me parece que la dificultad en el diálogo de la Iglesia con el mundo no es sólo una dificultad de diálogo con los no creyentes, sino también con los creyentes, que vivimos en medio de un océano que nos acosa con olas de dudas. Por eso la importancia de tener en cuenta las palabras del Concilio Vaticano II, en la Gaudium et spes, cuando dice que Hay que reconocer y emplear suficientemente en el trabajo pastoral no sólo los principios teológicos, sino también los descubrimientos de las ciencias profanas…

Construir puentes entre nuestra mente y la de los que nos escuchan

Y ahora sí, los puntos de reflexión para los catequistas, aunque son igualmente aplicables a la transmisión de conocimientos en general. [8]

Para que podamos llegar a los demás con el mensaje de la Buena Nueva, es necesario construir un puente entre nuestra mente y la de los que nos escuchan o nos leen.

Hay que empezar por conseguir el interés de la audiencia en lo que uno quiere transmitir. Si lo que quiero explicar no es del interés de los que me escuchan, no me pondrán atención.

Si voy a hablar a adultos, y el tema es la fe, tengo que haber profundizado en lo que quiero explicar. Hay que tener buenas bases. Si uno comprende bien lo que quiere explicar lo va a poder hacer mejor, sin crear más dudas.

El esfuerzo por uno comprender antes lo que va a comunicar, le permite explicarlo con más claridad a los demás.

Tengamos en cuenta que cuando hablamos con alguien sobre asuntos de fe, hablamos con personas de carne y hueso, no con ángeles.

Para que una persona que me escuche llegue a aceptar que comprendió, que le llegó, que lo tocó lo que trato de explicarle, cuando dice, por ejemplo: “Ah, sí, ahora comprendo”, – para llegar a ese punto, – yo mismo tengo que haber encontrado antes que lo que trato de explicar es coherente con mi visión del mundo, que cuadra con esa visión mía para comprender el mundo y que ese es el camino que debo seguir, que esa es mi opción de vida y trato de vivir de acuerdo con ella.

De manera que el que explica tiene que encontrar el modo de ligar su modo de ver el mundo, de ver la vida, con el modo de ver el mundo de la persona que recibe la explicación. Eso es más importante si tratamos con no creyentes. Eso sería tender puentes, o estaríamos entablando un monólogo, un diálogo entre sordos.

Este punto, de tender puentes o, – si se quiere, – de esforzarse por comprender en qué piso está parada la persona con quien hablo, puede ser definitiva para que, – para el otro, – tenga sentido mi mensaje. A veces podemos pecar por aparecer impositivos, dueños únicos de la verdad. Para tender puentes, en vez de romperlos, se necesita una actitud de humildad. Para el maestro, el catequista, el predicador, tender puentes implica un esfuerzo grande para llegar a la mente del otro. Ese ejercicio nos lleva al corazón de todo el proceso enseñanza-aprendizaje.

La práctica repetida de crear enlaces entre mi mente y la de los demás, me hace llegar a la médula misma del arte de aprender de los otros. Sin esa habilidad, – la de aprender de los demás, – la única manera de aprender que uno tendría sería la de la propia experiencia y cómo desaprovecharía las oportunidades de crecer. Los demás tienen mucho que enseñarme. Si logro abrir mi mente y comunicarme con los otros, puedo aprender de la experiencia de todo el mundo. Por lo tanto, siempre que me esfuerzo por explicar algo a otras personas y tengo éxito, al mismo tiempo mejoro mi habilidad de aprender de los demás.

Son ideas muy interesantes, difíciles de aplicar, pero empecemos por tratar de hacerlo.


[1] El P. Jaime Rodríguez F., SDB, dice en su ponencia en el Primer Congreso latinoamericano de la D.S.I., Santiago de Chile 1991 que las ideologías tratan de imponer un control social y conducir a la sociedad. Memorias, Pg. 790. Así explica cómo es la relacion de la D.S. con las ideologías: Los valores de la iglesia en relación con lo social y que parten de sus concepciones perennes se vuelven parte de la ideología de quienes los adoptan como motivación de su acción política. Los Grupos de Trabajo de ese Congreso concluyeron por su parte, de manera inequívoca, que la D.S.I. no es una ideología, tal como lo expresan los diferentes documentos del magisterio social, entre ellos Puebla y (…) Sollicitudo rei socialis, ni tampoco una tercera vía o una teoría social. Esto no quiere decir que ella no tenga que ver con los proyectos, teoría o ideologías, sino que precisamente se encuentra con éstos, dialoga con ellos, los analiza y se presenta como una instancia crítica desde la luz del Evangelio. Ib Pg 837

[2] Pierre Bigo, S.J. en el citado Congreso, Pg. 726

[3] Cfr Memorias del Congreso Latinoaméricano de la D.S.I. antes citado, Pg 727

[4] Ibidem

[5] Cfr Memorias del Primer Congreso Latinoamericano de la D.S.I., Pg.Pg 778

[6] Ildefonso Camacho, Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, 3ª edición, San Pablo, Pg 376s

[7] Teresa de Lisieux, Historia de un Alma, San Pablo, Cap. X, Pg. 343: Cuando quiero que mi corazón fatigado descanse de las tinieblas que lo rodean evocando el recuerdo del país luminoso al que aspiro, mi tormento arrecia. Me parece que las tinieblas, apropiándose la voz de los pecadores, se burlan de mí diciéndome: “Sueñas con la luz, con una patria perfumada con las más suaves fragancia; sueñas con la posesión eterna del Creador de todas esas maravillas, crees que algún día saldrás de las brumas que te rodean. ¡Adelante!, ¡adelante! Alégrate por la muerte, que te dará, no lo que esperas, sino una noche aún más oscura, la noche de la nada”.

[8] Estas ideas están tomadas del libro Turning learning Right side up: Putting Education Back on track, por Russell L. Ackoff y Daniel Greenberg, y publicadas en agosto 20, 2008 en la página de internet de la Universidad Wharton.

Reflexión 121 NAVIDAD Y DOCTRINA SOCIAL

Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.

Utilice los Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.

Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en Orar frente al computador, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Haga clic allí o también lo encuentra en la lista de los enlaces, en este blog.

==============================================================

Queridos lectores: pasada la temporada navideña, nos encontraremos pronto; el 29 de enero, 2009, Dios mediante.

———————————-

Este año vamos a repetir la Reflexión del año 2007. Los invito a que la lean. Hay pensamientos muy bellos de grandes autores sobre la Navidad: Lope de Vega, San Juan de la Cruz, Santa Teresita,  Giovanni Papini, Teilhard de Chardin, Sartre…

NAVIDAD Y DOCTRINA SOCIAL

La Navidad, claro está, tiene que ver con la Doctrina Social de la Iglesia. ¿Cómo no va a tener que ver, si lo que celebramos es la irrupción del Amor que se hizo presente en un Niño Pequeñito en Belén? Vino el Hijo de Dios a enseñarnos la Doctrina Social  con el testimonio de su vida, desde cuando estaba en el vientre de su Madre santísima. Recordemos la Visita de La Virgen María a su Prima Santa Isabel: con María fue también a la visita Jesús, – aún en el vientre de su Madre, – y tan pronto las dos primas se encontraron, en el mismo saludo Isabel sintió esa presencia misteriosa que la llenó de gozo, que llenaba el ambiente, que lo llenaba todo; y no sólo ella sintió que con María Dios estaba presente, también lo sintió Juan, que era igualmente un niño por nacer, y porque lo sintió, saltó de alegría en el vientre de su madre.

Leamos la escena como la narra San Lucas en el capítulo 1° de su Evangelio. [1]Después del anuncio más grande que se ha producido sobre la tierra, el del Ángel, en Nazaret, y de la aceptación de María de la misión maravillosa para la que Dios la escogió, continúa así su relato el evangelista:

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;y exclamando con gran voz, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído/ que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”

En Ella vemos el retrato de Jesús

La respuesta de María a su prima, nos daría tema para toda una reflexión, si nos detuviéramos sólo a meditar el Magníficat. En las conferencias de Mariología Bíblica con que la doctora María Lucía Jiménez de Zitzman[1] nos enriqueció en Radio María, nos hizo comprender que San Lucas en el Evangelio de la Infancia de Jesús hace la presentación de las identidades de Jesús y de María, y en consecuencia, nos enseñó Lucas, cómo debemos ser nosotros, cristianos, sus seguidores. Porque la identidad del discípulo tiene que parecerse a la del Maestro. María es la primera Discípula y Creyente, y por Ella, por su personalidad, podemos entender un poquito, quién es Jesús. En Ella vemos el retrato de Jesús. La personalidad de María está indisolublemente unida a la manera humana de ser de Jesús.

En el pasaje de la Anunciación y en los que siguen, describe Lucas el retrato de María como la ve Dios, – porque El Evangelio es la Palabra de Dios revelada, – y describe también Lucas cómo se ve Ella. Porque María se retrató a sí misma en el Magnificat.

¿Cómo aparece María? ¿Cómo las reinas terrenas? No, María aparece, así canta Ella en el Magnificat, humilde, sencilla, alegre, pobre de espíritu, obediente, como su Hijo, que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz; María como Él, estuvo desde el primer momento disponible. Así respondió al Ángel; le manifestó que estaba completamente disponible a la voluntad de Dios, y humilde y pobre de espíritu, para cumplir su misión. Se llamó a sí misma sierva del Señor.

Coherentes con nuestro destino

Según la doctora María Lucía, ser pobre, como el Evangelio nos pide, es ser desprendidos de los bienes de la tierra. Es ser coherentes con nuestro destino, que no es perecedero; es no vivir pegados a lo que un día desaparecerá. Tenemos todos la tentación de ser ricos: de tener más, y nos apegamos a lo poco o a lo mucho que ya tenemos o al deseo de tener lo que no tenemos. Es la actitud frente a las cosas, lo que nos vuelve ricos o pobres de espíritu; la actitud de ricos nos vuelve apegados a lo que se acaba, nos dejamos oprimir por la avaricia, por la inquietud de guardar, de ahorrar, de atesorar.

Con la D.S.I. de la Iglesia, tiene mucho que ver también nuestra actitud y comportamiento con los pobres. Ya en el A.T. dejó Dios claro, que Él hace suya la causa de los pobres, porque Él, el Señor, sabe escuchar sus súplicas. El poder opresor que aniquila, que quita los derechos a los demás se opone al mismo Dios, en virtud de la Alianza de amor que Él hizo con los seres humanos. “Cuando yo maltrato a un ser humano, nos decía en sus conferencias la doctora María Lucía, maltrato a Dios, porque el querer de Dios es el amor.”

El verdadero pobre de espíritu se vacía de autosuficiencias y no acepta seguridades humanas que puedan coartar su libertad. Vive en la esperanza, porque siente que confía en quien no le puede fallar. Y el verdadero pobre ha ido construyendo una jerarquía de valores basada en Jesucristo. Para él, Dios es el valor máximo, y luego, enseguida, el prójimo. Eso significa amar a los demás incluyendo al enemigo, y significa perdón, y misericordia.

Prototipo de los pobres de Yahvé

Sobre este tema podríamos seguir y nunca terminar. Dejemos allí esta consideración. Añadamos solamente que, como también nos explicó la doctora María Lucía Jiménez de Zitzman, los personajes que aparecen en el Evangelio de la Infancia, son auténticos pobres de Yahvé, los anawim, – como se los suele llamar, – personajes que representan lo más alto de la espiritualidad de Israel, quienes por su comunión con Dios, saben discernir los signos de los tiempos; por eso, esos pobres de espíritu, supieron ver al Salvador bajo las apariencias humildes de un niño. Ante todo la Virgen María, el prototipo de los pobres de Yahvé, y luego Simeón y Ana, y los pastores de Belén, que no se escandalizaron ante la noticia de que el Mesías había nacido en la pobreza. Discernir los signos de los tiempos, podemos decir que es sentir en nuestra vida la presencia de Dios, que se deja ver y oír igual en la alegría del arco iris o en medio de la angustia que produce la tormenta.

Vamos a aprovechar esta reflexión de Navidad de la mejor manera posible. Vamos a leer algunos pasajes de escritores cumbres, muy diversos. Algunos, reconocidos autores cristianos, arraigados en la fe, que escribieron sobre el Nacimiento de Jesucristo; y un autor, que fue católico, pero más tarde marxista, ateo. Se trata de Sartre, el filósofo francés. Tampoco él se pudo escapar a la atracción de Jesucristo. Como es tiempo de esperanza, de alegría, vamos a disfrutar de la presencia del Señor, el Dios del amor y la alegría.

Empecemos por leer con actitud de meditación, el Magnificat. Sin duda nos prepara para el gran día de la llegada del Señor. Lo encontramos en Lucas, 1,46-55.

Lope de Vega: “Los Pastores de Belén”

Y vayamos ahora a un clásico español, Lope de Vega, ese prolífico dramaturgo, que en 1612 escribió “Los Pastores de Belén”. Leamos algunos fragmentos:

I

Nace el alba María – y el sol con ella, – desterrando la noche

de nuestras penas. – Nace el alba clara, la noche pisa;

del cielo la risa su paz declara; el tiempo se para – por solo vella –

desterrando la noche – de nuestras penas.

Para ser señora del cielo, levanta – esta niña santa

su luz como aurora; él canta, ella llora divinas perlas,

desterrando la noche – de nuestras penas.

II

¿Dónde vais, zagala, – sola en el monte?

Mas quien lleva el sol – no teme la noche.

¿Dónde vais, María, – divina esposa,- madre gloriosa

De quien os cría? – ¿Qué haréis si el día – se va al Ocaso –

Y en el monte acaso – la noche os coge?

Mas quien lleva el sol – no teme la noche.

El ver las estrellas – me causa enojos,

Pero vuestros ojos – más lucen que ellas.

Ya sale con ellas – la noche oscura;

A vuestra hermosura la luz se esconde;

Mas quien lleva el sol – no teme la noche.

VI

Hoy al hielo nace – en Belén mi Dios, – cántale su Madre

Y él llora de amor. – Aquel Verbo santo, – luz y resplandor

de su Padre eterno, – que es quien lo engendró,

en la tierra nace por los hombres hoy, cántale su Madre

y él llora de amor.- Como fue su madre – de tal perfección,

un precioso nácar – sólo abierto al sol, – las que llora al Niño

finas perlas son. – Cántale su Madre y él llora de amor.

San Juan de la Cruz: Romances

Vayamos ahora a otro clásico de la lengua española, éste sí un santo: San Juan de la Cruz. En el Romance 7°, el Santo poeta pone a hablar al Eterno Padre con el Hijo, cuando le propone la necesidad de la Encarnación, a lo cual responde el Hijo:

Mi voluntad es tuya, – el Hijo le respondía,

y la gloria que yo tengo,

es tu voluntad ser mía.

Y a mí me conviene, Padre,

lo que tu alteza decía,

porque por esta manera

tu bondad más se vería;

veráse tu gran potencia,

justicia y sabiduría.

Irélo a decir al mundo,

y noticia le daría

de tu belleza y dulzura

y de tu soberanía.

En el Romance 8°, San Juan de la Cruz describe así la Anunciación:

Entonces llamó a un arcángel,

que San Gabriel se decía

y enviólo a una doncella

que se llamaba María,

de cuyo consentimiento

el misterio se hacía;

en la cual la Trinidad

de carne al Verbo vestía.

Y aunque tres hacen la obra,

en el uno se hacía;

y quedó el Verbo encarnado

en el vientre de María.

Y el que tenía solo Padre,

ya también Madre tenía,

aunque no como cualquiera

que de varón concebía;

que de las entrañas de ella

él su carne recebía:

por lo cual Hijo de Dios

y del hombre se decía.

Santa Teresita y una Navidad en su vida

Avancemos ahora a algo más conocido, a SantaTeresa de Lisieux; Santa Teresita y una Navidad en su vida. En la Historia de un Alma cuenta lo que ella consideró un pequeño milagro.

Era apenas una niña, Teresita; era consentida, por ser la menor de la casa y lloraba mucho. Así cuenta lo que le pasó en la Navidad de 1885.[2]

¡No sé cómo soñaba con la dulce ilusión de entrar en el Carmelo, cuando estaba todavía en pañales!… Fue necesario que Dios hiciese un pequeño milagro / para hacerme crecer en un instante y ese milagro lo hizo un inolvidable día de Navidad. En esa noche luminosa que iluminaba las delicias de la Santísima Trinidad, Jesús, el dulce niñito de una hora, cambió la noche en mi alma en torrentes de luz.

En esa noche en que se hizo débil y capaz de sufrir por mi amor, me hizo fuerte y valiente, me revistió con sus armas. Desde esa noche bendita no fui vencida en ningún combate, sino al contrario, caminé de victoria en victoria y comencé, por decirlo así, “¡una carrera de gigante!”… (Cita aquí Santa Teresita el salmo 18, 6). La fuente de mis lágrimas se secó y en adelante brotó raras veces y difícilmente, lo que justificó aquello que se me había dicho: “Lloras tanto en tu niñez que más tarde no tendrás más lágrimas para derramar…”

Todos hemos llorado o nos hemos quejado, de pronto en exceso, algunas veces. Tenemos una patrona que nos puede ayudar a no quejarnos tanto… Si quieren conocer la anécdota completa, de la curación del llanto de la niña Teresita, la encuentran en el capítulo 5° de la Historia de un Alma.

Leamos ahora esta página de Giovanni Papini en su Historia de Cristo:[3]

Jesús nació en un establo

Un establo, un auténtico establo, no es el portal simpático y agradable que los pintores cristianos dispusieron para el Hijo de David, avergonzados casi de que su Dios hubiese yacido en la miseria y en la porquería. No es tampoco el pesebre en escayola que la fantasía confiteril de los imagineros ha ideado en los tiempos modernos; el establo limpio y bonito, de lindos colores, con el pesebre aseadito y repulido, el borriquillo en éxtasis y el buey contrito, los ángeles encima del tejado con el festón que ondea al viento, las figuritas de los reyes con sus mantos y las de los pastores con sus capuchas, de hinojos a uno y otro lado del cobertizo. Todo eso puede ser un sueño para novicios, un lujo para párrocos, un juguete para niños pequeños…, pero no es en verdad el Establo en que nació Jesús.

Un establo, un auténtico establo, es una casa de las bestias, es la cárcel de las bestias que trabajan para el hombre. El viejo y pobre establo de los países antiguos, de los países pobres, del país de Jesús, no es el pórtico de columnas y capiteles, ni la caballeriza científica de los ricos de hoy en día, ni el belén elegante de la Nochebuena. El establo no es otra cosa que cuatro paredes toscas, un empedrado mugriento y un techo de vigas y de lajas. El verdadero establo es lóbrego, sucio, maloliente; lo único limpio en él / es el pesebre, donde el amo dispone el heno y los piensos.

Los párrafos de Papini que siguen son aún más duros. Leamos sólo algunas líneas escogidas:

Una noche, sobre esa pocilga pasajera que es la tierra… apareció Jesús, parido por una Virgen sin mancha, armado sólo de inocencia.

Los primeros en adorarlo fueron los animales y no los hombres. Buscaba Él entre los hombres a los simples, y entre los simples a los niños; más simples aún que los niños, más mansos, lo acogieron los animales domésticos. El asno y el buey, aunque humildes, aunque siervos de otros seres más débiles y feroces que ellos, habían visto a las muchedumbres / postradas de hinojos ante ellos.

Se refiere Papini a la idolatría de Israel, que adoró al becerro de oro, a la idolatría de griegos, persas y romanos, que se inclinaron con reverencia ante los bueyes y los asnos. Hace una bella descripción luego, de los pastores. Oigamos sólo algunas líneas:

Los pastores antiguos eran pobres y no despreciaban a los pobres; eran simples como niños  gozaban contemplando a los niños… Pastores habían sido sus primeros reyes, Saúl y David ; pastores de rebaños antes de ser pastores de tribus… Había nacido entre ellos un pobre  y ellos lo contemplaban con amor, y con amor le ofrendaban aquellas pobres riquezas…

El libro de Papini es descarnado, nos puede parecer duro en exceso. Pero estas palabras son tiernas, sobre lo que vieron los pastores:

Y apenas distinguieron en la penumbra del establo a una mujer joven y hermosa que contemplaba en silencio a su hijito, y vieron al niño con los ojos recién abiertos, sus carnes sonrosadas y finas, su boca que aún no sabía lo que era comer, se estremeció su corazón.

Sartre: el ateo que escribió sobre la Navidad

Y ahora vamos a Sartre, el marxista ateo, que escribió una obra de teatro sobre la Navidad. Encontré esta perla en la página de los jesuitas irlandeses, que nos ofrecen la manera de orar todos los días, con la Escritura, y la publicamos como enlace en el blog donde colgamos en internet estas reflexiones sobre la D.S.I.[4] El escrito es del P. Paul Andrews y he tratado de traducirlo con la mayor fidelidad. Dice así:

En el otoño de 1940 los Nazis capturaron y deportaron a Sartre a un campo de concentración en Alemania. Antes de la Navidad, un jesuita, el P. Paul Feller, su compañero en la prisión, persuadió a Jean-Paul Sartre, que escribiera una obra de teatro sobre la Navidad para los cristianos franceses que compartían su cautiverio. Para Sartre, bautizado católico, pero quien entonces era ateo declarado, escribir una obra de teatro sobre la Navidad iba contra sus principios, pero como gesto de solidaridad con sus compatriotas franceses, prisioneros, escribió “Barjona“, una obra de teatro en 6 cuadros.

Leamos sólo algo de esta obra, aunque bien valdría la pena leerla toda. Describe Sartre así cómo ve a María ante la presencia de Jesús recién nacido:

La Virgen, pálida, mira el Bebé. Como pintaría su rostro, sería un rostro de ansiosa admiración, como nunca antes se ha visto en un rostro humano. Porque Cristo es su hijo, carne de su carne, el fruto de su vientre. Ella lo ha llevado durante nueve meses, lo alimentará con sus pechos y su leche se convertirá en la sangre de Dios. Hay momentos en que la tentación es tan fuerte que Ella olvida que Él es Dios. Lo mece en sus brazos y le dice: “Mi chiquito”

Pero en otros momentos María se siente una extraña, y entonces piensa: Dios está allí, y se encuentra sobrecogida con estupor sagrado delante de este Dios que no habla, este infante que da miedo. Todas las madres se encuentran a veces así sorprendidas ante este fragmento de ellas mismas, su bebé. Se sienten ellas en exilio, a sólo dos pasos de esta nueva vida que ellas han creado de su propia vida y que es ahora habitada por los pensamientos de otro. Pero ningún bebé ha sido separado tan cruelmente y tan de repente de su madre, porque él es Dios, y sobrepasa todo lo que ella se pueda imaginar. Es una dura prueba para una madre / sentirse avergonzada de sí misma y de su humana condición, delante de su hijo.

Pero creo que hay otros rápidos, fugaces momentos, cuando ella se da cuenta enseguida de que Cristo es su hijo, su propio bebé, y que él es Dios. Entonces lo mira y piensa: Este Dios es mi bebé, Esta carne divina es mi carne. Está hecho de mí. Tiene mis ojos, las líneas de su boca son las líneas de la mía. Se parece a mí. Es Dios y se parece a mí.”

Ninguna otra mujer ha tenido a un Dios para ella sola, un Dios pequeño, a quien ella puede abrazar y cubrirlo de besos, un Dios encarnado en un cuerpecito caliente que sonríe, que respira, un Dios a quien ella puede tocar, un Dios vivo. Y es en ese momento cuando yo pintaría a María, – si fuera yo un pintor, – y trataría de capturar el aire de radiante ternura y timidez con las cuales ella levanta su dedo para tocar la dulce piel de su bebé-Dios cuyo caliente peso siente en sus rodillas, y que sonríe.


Hasta allí sobre Jesús y la Virgen María. ¿Y José? Dice Sartre:

Yo no pintaría a José. Mostraría sólo una sombra al fondo del establo y dos ojos luminosos. Porque no sé qué decir de José, y José no sabe qué decir de sí mismo. Él está en adoración y está feliz de adorar, y se siente un poquito fuera de lugar. Creo que sufre, aunque no lo admita. Sufre porque ve cuánto esta mujer que él ama se parece a Dios; cómo ella está ya junto a Dios. Porque Dios ha estallado como una bomba en la intimidad de esta familia. José y María están separados para siempre por esta explosión de luz. Creo que José estará durante toda su vida aprendiendo a aceptar esto.

Fue así como Jean-Paul Sartre, un hombre, ex cristiano, prisionero en un campo de concentración, vio a la Sagrada Familia. ¿Sorprende acaso, – escribe el P. Paul Andrews, – que al final haya vuelto a la fe de su bautismo?

Teilhard de Chardin: Jesús cima de la perfección humana y cósmica


Vamos a terminar este especial de Navidad con algunos pensamientos de un sabio sacerdote antropólogo, geólogo y paleontólogo, el P. Pierre Teilhard de Chardin, que ve la Navidad como la llegada de Jesús, resumen y cima de toda perfección humana y cósmica. Dice en sus Pensamientos sobre el Cristo Total:

Tú eres, Jesús, el resumen y la cima de toda perfección humana y cósmica. No hay una brizna de hermosura, ni un encanto de bondad, ni un elemento de fuerza que no encuentre en ti su expresión más pura y su coronación…[5]

Y sobre la presencia de Dios en el mundo, se expresa así de la Navidad:

Las prodigiosas duraciones que preceden a la primera Navidad no están vacías de Cristo, sino penetradas de su influjo poderoso. El bullir de su concepción es el que remueve las masas cósmicas y dirige las primeras corrientes de la biosfera.[6]La preparación de su alumbramiento es la que acelera los progresos del instinto y la eclosión del pensamiento sobre la Tierra. No nos escandalicemos tontamente de las esperas interminables que nos ha impuesto el Mesías. Eran necesarios nada menos que los trabajos tremendos y anónimos del hombre primitivo, y la larga hermosura egipcia, y la espera inquieta de Israel, y el perfume lentamente destilado de las místicas orientales, y la sabiduría cien veces refinada de los griegos para que sobre el árbol de Jesé y de la Humanidad pudiese brotar la Flor. Todas estas preparaciones eran cósmicamente, biológicamente, necesarias para que Cristo hiciera su entrada en la escena humana. Y todo este trabajo estaba maduro para el despertar activo y creador de su alma en cuanto esta alma humana había sido elegida para animar al Universo. Cuando Cristo apareció entre los brazos de María, acababa de revolucionar el Mundo.[7]

Queridos lectores, gracias por llegar aquí en su búsqueda de lo que Dios nos enseña a través de la Palabra, en la Escritura, y de la Doctrina Social transmitida por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Dios mediante en el 2009 nos volveremos a encontrar. Gracias, que tengan una Feliz Navidad y el Señor los llene de sus bendiciones en el Año Nuevo.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com

Nos interesa mucho su aporte: ¿cómo podemos mejorar?




[1] Lc 1, 39-45[2] Historia de un Alma, Capítulo V[3] Giovanni Papini, OBRAS, Tomo IV, Historia de Cristo, Aguilar, Pg 29ss[4] http://www.sacredspace.ie/latestspace/latestspace17.htm#content2[5] Pierre Teilhard de Chardin, Himno del Universo, Editorial Trotta,, Presencia de Dios en el Mundo, II, Pg. 70[6] Biosfera: 1. Conjunto de los medios donde se desarrollan los seres vivos. 2. Conjunto de los seres vivos del planeta Tierra. (DRAE)[7] Teilhard de Chardin, ibidem, Pg. 116

La Dra. María Lucía Jiménez de Zitzman es doctora en Teología Bíblica de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, profesora de la misma y conduce un programa bíblico en Radio María de Colombia.


Reflexión 120 – Diciembre 04 de 2008

Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.


Utilice los
Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.

Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en Orar frente al Computador”, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Lo encuentra aquí entre los enlaces.

==============================================================

Queridos lectores: estas reflexiones no aparecen con una buena presentación en el sistema Internet Explorer, pero sí en Mozilla firefox. Parece que los cambios nuevos en el Explorer hacen incompatibles algunas cosas que no se hacen en ese mismo sistema. Haremos lo posible por mejorar esta situación. Gracias por su comprensión.

La Doctrina Social de la Iglesia en diálogo con todas áreas del conocimiento

Repasemos lo que hemos avanzado en el estudio de la naturaleza de la Doctrina Social, en que estamos ahora empeñados, para que comprendamos bien qué es la doctrina social de la Iglesia

Hemos visto que la Doctrina Social de la Iglesia es un conocimiento iluminado por la fe; que es, por lo tanto, de naturaleza teológica; es decir que no debemos confundir la D.S.I. con la ciencia política, ni con la economía, ni con la sociología. Esas ciencias pueden ser auxiliares, ayudas para comprender mejor a la persona humana y a la sociedad en que vive. No se basa tampoco la D.S.I. en ninguna ideología – la ideología presupone un pensamiento político, la Doctrina Social de la Iglesia no.

Como el interés de la Iglesia es la persona, entra en diálogo con las diversas áreas del conocimiento que se ocupan del ser humano. Como ciencias auxiliares, en la D.S.I., disciplinas como la economía, la sociología, la psicología y otras ciencias humanas, pueden ayudar a comprender mejor al ser humano y las realidades donde la sociedad se desenvuelve. Esas disciplinas que tratan sobre el hombre y la sociedad, en el plano natural, nos pueden ayudar a VER mejor la situación y a formar un juicio objetivo sobre ella.

Esa es la razón por la cual, además del conocimiento que nos proporciona la fe sobre el ser humano y la sociedad, – y de allí hay que partir, – también la D.S. se vale de los aportes significativos que hacen las ciencias humanas, para acertar cuando interviene en defensa de la persona humana en los distintos contextos sociales, económicos y políticos. De esta manera la Iglesia pretende conocer mejor y de manera integral la verdad sobre el hombre. Esto lo vimos en el N° 76 de nuestro libro guía, el Compendio de la D.S.I.

¿Qué estudia la ética?

Recordemos que Juan Pablo II nos aclaró que la D.S.I. pertenece al campo de la teología moral. Pertenece a esa área de la teología, porque es la que estudia y enseña cómo debemos vivir, de acuerdo con los designios de Dios; la teología moral es una reflexión sistemática sobre la conducta cristiana, a partir de la Sagrada Escritura. La ética, que es una rama de la filosofía, estudia por su parte, los principios que nos pueden ayudar a distinguir entre el bien y el mal, en un plano puramente natural, es decir no tiene en cuenta lo que nos pueda enseñar la Sagrada Escritura.

Que la teología moral es una reflexión sistemática, quiere decir que sigue un método, un sistema. No es una reflexión caprichosa, de algunos aspectos solamente de la conducta cristiana. Es muy importante que tengamos presente que, en la D.S.I., tratamos de entender cuáles son los planes de Dios sobre el hombre, cómo quiere el Señor que vivamos en sociedad, que nos comportemos en comunidad. Tratamos de entender y seguir los planes de Dios, no los de filósofos, partidos o grupos políticos.

Esta reflexión sobre lo que es y lo que no es la D.S.I. nos da fundamentos seguros para no confundirnos, por ejemplo cuando se menciona la teología de la liberación.

Vayamos al N° 76 del Compendio de la D.S.I. Esta parte del libro lleva por título En diálogo cordial con todos los saberes. Dice así el N° 76:

La doctrina social de la Iglesia se sirve de todas las aportaciones cognoscitivas, provenientes de cualquier saber, y tiene una importante dimensión interdisciplinar: « Para encarnar cada vez mejor, en contextos sociales, económicos y políticos distintos, y continuamente cambiantes, la única verdad sobre el hombre, esta doctrina entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, [e] incorpora sus aportaciones ». La doctrina social se vale de las contribuciones de significado de la filosofía / e igualmente de las aportaciones descriptivas de las ciencias humanas. Hasta allí el N° 76.

Encarnar la verdad única sobre el hombre

Es interesante la frase del Compendio de la D.S.I. cuando dice que la D.S. católica se vale de los aportes de otras disciplinas para encarnar cada vez mejor, en contextos sociales económicos y políticos distintos, y continuamente cambiantes, la única verdad sobre el hombre.

La verdad sobre el hombre es una, pero para que no se quede en algo etéreo, abstracto, y no se entienda sólo como si se tratara de disquisiciones teóricas filosóficas o teológicas, esa única verdad sobre el hombre hay que encarnarla en la realidad que vivimos que es continuamente cambiante. A encarnarla, – a aterrizarla podemos decir, – a ver la verdad sobre la persona humana de manera integral, nos puede ayudar la unión de las ciencias humanas y lo que conocemos por la fe. Y no hay dificultad para integrar los dos conocimientos el que sobre el hombre tenemos por la fe y el que nos dan las ciencias humanas. No hay contradicción entre los dos conocimientos porque, nada más humano ni más racional que el Evangelio.

Una doctrina abierta al cambio sin cambiar los principios no negociables

Las orientaciones que nos da la Iglesia en lo social, son congruentes con la característica de la D.S.I., de estar siempre en desarrollo, abierta a este mundo en permanente cambio. Esta es una característica de la doctrina social católica: no es una doctrina cerrada, terminada. La Iglesia debe tener en cuenta los muy diversos contextos o situaciones en que se encuentra la humanidad, dependiendo de los países, de sus gobiernos, de su cultura, de su historia. No puede la Iglesia cambiar los principios no negociables; eso no lo hace, – pero así como tiene que utilizar la firmeza para defender los principios, también, cuando interviene, tiene que hacer gala de la prudencia y la discreción, teniendo en cuenta las circunstancias y el bien común. Permanentemente la Iglesia tiene que orientarnos sobre circunstancias nuevas.

Para acertar, la Iglesia debe ser abierta a las ciencias humanas y conocerlas. Con su doctrina social la Iglesia no ofrece soluciones económicas técnicas, ni soluciones médicas, pero tiene que conocer de economía, de política y de biología, para responder de modo acertado a las inquietudes de la humanidad en materia económica, política y médica.

Experta en humanidad

La Iglesia, como lo han repetido sus pastores tiene que ser experta en humanidad. En ese campo no puede fallar. Los cristianos tenemos que ser expertos en humanidad. En eso no podemos fallar. ¡Y cómo fallamos! Por ejemplo, cuando se trata de de la conducta de los demás con nosotros, pedimos que sean tolerantes, pero no toleramos las fallas de los demás. Castigamos, a veces con fiereza. Cuando nos sentimos ofendidos, se nos olvida el ejemplo del Dios compasivo y misericordioso. Esperamos que Dios nos perdone, pero no estamos siempre dispuestos a perdonar. Jesucristo, que es Dios y Hombre es nuestro ejemplo de humanidad.

Naturaleza y límites de la Doctrina Social de la Iglesia

Antes de ver un caso práctico sobre nuestra intolerancia, volvamos a leer unas líneas de la conferencia del P. Sergio Bernal, que ya leímos en otro programa, porque nos resumen muy bien el tema de la naturaleza y límites de la Doctrina Social de la Iglesia. Dice el P. Bernal:

Para comprender plenamente la naturaleza de la DSI hay que decir (…), que no se trata de un discurso filosófico, con lo cual no se quiere decir que carezca de elementos propios de la filosofía. Tampoco es simple teología, sino, como hemos visto, el fruto de una reflexión sobre la realidad, a la luz de la Palabra, para ayudar a los cristianos a comprender esa misma realidad y a transformarla buscando siempre una mayor conformidad con los valores evangélicos. Hoy día se insiste en que la Iglesia no debe considerar el mensaje social del Evangelio como una teoría, sino como un fundamento, un estímulo para la acción. (CA 57)[1]

Frente a las víctimas de las “pirámides” un ejemplo de intolerancia y falta de compasión

Vamos a un ejemplo práctico de nuestra falta de tolerancia, con lo cual vemos que, en la práctica, se nos olvida VER la realidad, JUZGARLA y ACTUAR según el Evangelio. Con frecuencia nos quedamos en la teoría.

Por los medios de comunicación, nos hemos enterado de la honda crisis en que están sumidas, especialmente personas de las clases socioeconómicas media y baja, por haber entregado sus ahorros a personas inescrupulosas, que las engañaron con promesas de multiplicar su dinero. No vamos aquí a analizar ni a juzgar las razones por las cuales invirtieron mal su dinero. Seguramente fue por razones diversas, según la situación de cada uno. Tampoco nos vamos a detener a examinar la responsabilidad de las autoridades departamentales, distritales y nacionales, que dejaron que esa enfermedad se propagara en la forma en que hemos visto sucedió. Las numerosas manifestaciones y la aglomeración en las colas que se han formado desde la madrugada, con la esperanza de recuperar por lo menos una parte de su inversión, explican por sí solas que se trataba de un negocio que no permanecía oculto.

Con la mano en el corazón, no en los códigos

En otro contexto todos esos elementos hay que examinarlos y definir responsabilidades; no aquí. En otros programas se pueden tratar con suficiente solvencia, aspectos morales y legales sobre el comportamiento de los que participaron, en una forma u otra, en esa fracasada aventura. Ahora los invito a que nos pongamos la mano en el corazón, no en los códigos ni en las leyes humanas. Traigamos a la memoria una reflexión que presentamos no hace mucho, en otro programa. Recordemos la escena del Juicio Final, en Mt y la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro en Lc.[2]

En la escena del Juicio Final aparece muy clara la compasión como puerta de entrada en el Reino. Hemos oído o leído muchas veces esta parte del la Escritura, pero las reflexiones sobre las enseñanzas del Evangelio son inagotables. Recordemos los vv. 34-36, del capítulo 25 de Mateo:

(…) ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’.

El mensaje es claro: la puerta de entrada en el Reino es la compasión: recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer…

Recibid la herencia del Reino porque tuve hambre, y me disteis de comer… No dice: recibe la herencia preparada para ti desde la eternidad, porque fuiste un estricto observante, o porque fuiste un juez acertado en tus fallos, sino porque me diste de comer cuando tuve hambre, porque me vestiste, porque me visitaste cuando estaba enfermo, me diste de beber cuando tenía sed…

“Estuve enfermo en prisión y me visitaste”.

Un oyente del programa por radio comentaba que se piensa sólo en los que sufren de hambre y sede materiales, pero no, por ejemplo en la soledad que sufren hoy muchos. Es verdad; el Señor no sólo tiene en cuenta a quien extiende la mano para aliviar una necesidad material, sino también a quien tiende o no la mano para ofrecer amor cristiano, compañía, consuelo.

Vayamos también al pasaje del hombre rico y Lázaro, en Lc 16, 19-31. Recordemos que en esa historia, Jesús nos habla simplemente de un hombre rico; no nos dice nada el Evangelio sobre la vida del hombre rico, cómo obtuvo sus riquezas, por ejemplo; ni se alude a cómo era su vida espiritual; sólo nos dice que era rico. No nos dice si era un buen o un mal judío; si iba a la sinagoga el sábado o no, si rezaba o no. Si observaba la Ley o no. En su lugar, Jesús solamente describe a sus oyentes la imagen de un hombre rico:

Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. (Lc 16,19)

Nos preguntamos ¿por qué Lucas no nos dice nada sobre la vida del hombre rico, o sobre su vida espiritual?, ¿por qué sólo nos dice que era rico? Quizás porque el mensaje que nos quería transmitir, era que lo más importante a los ojos de Dios en el momento en que nos tome cuentas, es si en nuestra vida fallamos en la compasión. Ese era el mensaje. Ese hombre rico había fallado en lo que a los ojos de Dios es lo principal: la compasión.

Si seguimos la descripción que hace Lucas de Lázaro, el Evangelista nos cuenta que se trataba de un hombre pobre. Aquí el Señor en su parábola tampoco nos dice nada de este hombre, fuera de que era un hombre pobre. Describe a sus oyentes esta imagen de pobreza:

Y uno pobre, -dice Lucas, – llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… (Lc 16, 20-21)

El Evangelista no se detiene a decirnos cómo llegó Lázaro a ese estado lamentable de pobreza. No es importante, si a lo mejor se bebió todo su dinero, o lo perdió en el juego, o quizás, como el hijo pródigo, lo malgastó en los vicios. En nuestro tiempo, ahora, diríamos: si quedó pobre porque se dejó engañar y malgastó su dinero en las “pirámides”.

Para Dios no hay diferencia entre el pobre que merece ayuda y el que no la merece

Después de escuchar esta parábola, ¿diremos entonces sobre las víctimas del engaño de las pirámides, que ese es su problema, y de todos generalizaremos que están pagando por ambiciosos o por querer ganar dinero sin trabajar? ¿Por qué Lucas no se detiene a explicarnos cómo llegó Lázaro a un estado tan lamentable de pobreza? Quizás, porque, para lo que se pretendía enseñar, eso no tenía importancia. Según Lucas, para Dios, no hay diferencia entre el pobre que merece ayuda y el que no la merece.

Esta parábola tiene que ver con un hijo de Dios necesitado y otro hijo de Dios, que podría haber extendido su mano para ayudar en esa necesidad y no lo hizo. Y por eso, no hubo lugar para él en el Reino de Dios. Cómo llegó el pobre a ese estado de necesidad era aquí, irrelevante.

En estos días mucha gente pobre está en necesidad porque el dinero que había ahorrado se lo llevaron unos vivos, de esos que viven a costa de los demás. ¿El haberse dejado engañar es razón por la que no merecen ayuda? O al contrario, como los engañaron ¿sí merecen ayuda? No exactamente. No porque fueron engañados, sino porque están en necesidad. Algunos han clamado por radio, que esas personas que invirtieron en las pirámides o negocios similares no merecen ayuda del estado, porque bastante les advirtieron que no creyeran en esas promesas, que de eso tan bueno no dan tanto. Si hilamos delgado, con ese criterio tampoco ayudaríamos a los que padecen por las inundaciones o viven en viviendas construidas en laderas, que se sabía eran un riesgo en el caso de una avalancha. Para ayudar a quien lo necesita no tenemos que indagar primero si está en necesidad por su negligencia o insensatez.

La parábola del hombre rico y el pobre Lázaro tiene que ver con un hijo de Dios necesitado y otro hijo de Dios que podría haber extendido su mano para ayudar en esa necesidad, y no lo hizo. Y por eso, no hubo lugar para él en el Reino de Dios. Cómo llegó el pobre a ese estado de necesidad era irrelevante.

La Doctrina Scocial: aplicación de la Palabra de Dios a las realidades terrenas

Volvamos a nuestra reflexión sobre la naturaleza de la D.S.I. En pocas palabras, podemos concluir que la D.S.I. tiene el carácter de aplicación de la Palabra de Dios / a la vida de los hombres, de la sociedad, de las realidades terrenas.

Como el papel de la Sagrada Escritura es fundamental para comprender la D.S., mencionamos hace una semana algunas de las enseñanzas del pasado Sínodo de los obispos / sobre la Palabra. Nos enseña el Sínodo que la Palabra de Dios no es sólo el Libro. Lo que Dios nos ha dado a conocer no lo encontramos solo en las palabras escritas, que se encuentran en la Biblia. El Sínodo nos explica el papel de la Tradición para comprender la Palabra de Dios. Repasemos estas ideas.

En el N° 3 de su documento final, nos dice el Sínodo que Las Sagradas Escrituras son el “testimonio” en forma escrita de la Palabra divina, pero que

nuestra fe no tiene en el centro sólo un libro, sino una historia de salvación y, como veremos, una persona, Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne, hombre, historia. Precisamente porque el horizonte de la Palabra divina abraza y se extiende más allá de la Escritura, es necesaria la constante presencia del Espíritu Santo que «guía hasta la verdad completa»[3] a quien lee la Biblia. Es ésta la gran Tradición, presencia eficaz del “Espíritu de verdad” en la Iglesia, guardián de las Sagradas Escrituras, auténticamente interpretadas por el Magisterio eclesial. Con la Tradición se llega a la comprensión, la interpretación, la comunicación y el testimonio de la Palabra de Dios. El propio san Pablo, cuando proclamó el primer Credo cristiano, reconocerá que “transmitió” lo que él «a su vez recibió» de la Tradición (1 Cor 15, 3-5).[4] Lo que recibió San Pablo sobre la Buen Nueva lo escuchó, no lo leyó, porque en ese momento todavía no se había escrito el N.T.

De manera que en nuestro estudio de la naturaleza de la D.S.I., hemos ido comprendiendo que la D.S. católica ofrece su propia visión del hombre y del mundo; no toma esta visión de la que puedan ofrecer las ideologías, sino que nos transmite su reflexión sobre el hombre y la sociedad, partiendo de lo que Dios nos ha dado a conocer por medio de la Palabra, y ayudándose de los aportes de las ciencias humanas. Partiendo de esa visión, la doctrina social de la Iglesia orienta nuestra conducta.

La antropología cristiana se basa en lo que, sobre el ser humano nos ha comunicado la Palabra de Dios

Repitamos una vez más que, por ejemplo, en el caso del manejo de la economía, los objetivos de la D.S.I. no son conseguir que la economía se maneje muy bien desde el punto de vista técnico. La Iglesia no pretende ser experta en economía ni en política pero sí en humanidad. La economía la ve la Iglesia partiendo del pensamiento cristiano: la economía debe ser un medio para promover al hombre y no un fin en sí misma. Esa interpretación se basa en la verdad que hemos recibido sobre el hombre y su mundo. La antropología cristiana, es decir la comprensión cristiana del ser humano, se basa en lo que sobre él nos ha comunicado la Palabra de Dios.

Por eso la encarnación del Hijo de Dios es tan importante, es definitiva, es la contribución más grande de Dios, para que conozcamos al ser humano en su verdadera dimensión.

Hemos visto que no podemos comprender al ser humano sin tener en cuenta a Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo carne, igual en todo a nosotros, menos en el pecado. Jesús, el hijo del hombre, el Hijo de Dios. Hombre perfecto, Hijo de Dios que se encarnó para que el ser humano pudiera en Él conocer al Padre; Jesús, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre. Este misterio de la trascendencia de la persona humana, es decir que no es un ser solo material y transitorio, temporal, que un día, cuando muera, desaparecerá del todo, no lo comprenden los que no tienen fe. Y en consecuencia, tratan a la persona humana como si su dimensión fuera transitoria, con un horizonte estrecho, limitado por lo material y terreno.

No nos cansemos de agradecer al Señor el don de la fe que nos dio de manera gratuita, sin merecimiento nuestro. Gracias a la fe que hemos recibido comprendemos al hombre y a la sociedad de otra manera a como los entienden los que no tienen fe. Ellos ven y viven un mundo con un horizonte limitado y por eso sin esperanza, con la creencia de que son sólo materia que un día se habrá de descomponer y desaparecer. Esto nos compromete a ser consecuentes con lo que creemos, a seguir el camino que nos ha indicado la Palabra del Señor, a vivirla y no sólo predicarla.

Una vez más digamos que de Dios, a través de su Palabra, ha recibido la Iglesia su comprensión del hombre y del mundo.

Llamadas a “no callar”, a “gritar con fuerza”

Terminemos leyendo otra vez la invitación del Sínodo de los obispos a vivir la Palabra, de la cual nos dice que

debe ser visible y legible ya en el rostro mismo y en las manos del creyente, como lo sugirió san Gregorio Magno que veía en san Benito, y en los otros grandes hombres de Dios, los testimonios de la comunión con Dios y sus hermanos, con la Palabra de Dios hecha vida. El hombre justo y fiel no sólo “explica” las Escrituras, sino que las “despliega” frente a todos como realidad viva y practicada.

Más adelante el documento del Sínodo describe el medio en que nos ha tocado vivir la Palabra:

Existe, en efecto, también en la moderna ciudad secularizada, en sus plazas, y en sus calles – donde parecen reinar la incredulidad y la indiferencia, donde el mal parece prevalecer sobre el bien, creando la impresión de la victoria de Babilonia sobre Jerusalén – un deseo escondido, una esperanza germinal, una conmoción de esperanza. Como se lee en el libro del profeta Amós, «vienen días – dice Dios, el Señor – en los cuales enviaré hambre a la tierra. No de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios» (8, 11). A esta hambre quiere responder la misión evangelizadora de la Iglesia.


Asimismo Cristo resucitado lanza el llamado a los apóstoles, titubeantes para salir de las fronteras de su horizonte protegido: «Por tanto, id a todas las naciones, haced discípulos […] y enseñadles a obedecer todo lo que os he mandado» (Mt 28, 19-20).

La Biblia está llena de llamadas a “no callar”, a “gritar con fuerza”, a “anunciar la Palabra en el momento oportuno e importuno” a ser guardianes que rompen el silencio de la indiferencia. Hasta aquí las palabras del documento del Sínodo de los obispos sobre la Palabra.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Memorias, Curso de Doctrina Social de la Iglesia, Seminario Mayor de Bogotá, julio 8 al 12 de 1991, Visión de conjunto de la Doctrina Social de la Iglesia por Sergio Bernal, S.J., Pgsw 6ss

[2] Véase la Reflexión del 26 de junio, 2008

[3] Cf Jn 16, 13

[4] “Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras” Esas verdades las recibió Pablo oralmente, pes el N.T. no se había escrito aún.

Reflexión 119 Naturaleza de la Doctrina Social (IV)

Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.


Utilice los
Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.

Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en Orar frente al Computador”, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Lo encuentra aquí entre los enlaces.

==============================================================

Y entonces ¿qué es la Doctrina Social de la Iglesia?

Y ¿qué no es?

En la reflexión anterior volvimos al estudio del Compendio de la D.S.I., luego de dedicar varios programas al estudio del desarrollo económico, visto desde la perspectiva del pensamiento cristiano. Regresamos ahora a nuestro estudio de la naturaleza de la Doctrina Social; es decir a comprender qué es la doctrina social de la Iglesia.

Hemos visto que la Doctrina Social de la Iglesia es un conocimiento iluminado por la fe; que es, por lo tanto de naturaleza teológica. La D.S.I. no es ciencia política, ni economía, ni sociología, no es una ideología – la ideología presupone un pensamiento político, la Doctrina Social de la Iglesia no. Es sin embargo importante aclarar que, como el interés de la Iglesia es la persona humana, entra en diálogo con las diversas áreas del conocimiento que se ocupan del ser humano. Por esto se vale de los aportes significativos que hacen la filosofía y otras ciencias humanas, para acertar cuando interviene en defensa de la persona humana en los distintos contextos sociales, económicos y políticos. En esta forma la Iglesia pretende conocer mejor y de manera integral la verdad sobre el hombre. Esto lo vimos en el N° 76 de nuestro libro guía, el Compendio de la D.S.I. Si desea repasar vea las Reflexiones 106-107.

Una vez aclarado lo que no es la D.S.I. y comprendiendo que lo que tratamos de entender aquí es doctrina católica, que se trata de un conocimiento iluminado por la fe, continuemos.

Y ¿qué es la teología moral?

Juan Pablo II nos aclaró que la D.S.I. pertenece al campo de la teología moral, porque la teología moral es el área de la teología que estudia y enseña cómo debemos vivir, de acuerdo con los designios de Dios; la teología moral es una reflexión sistemática sobre la conducta cristiana, a partir de la Sagrada Escritura.[1] Es muy importante que tengamos presente que, en la D.S.I. tratamos de entender cuáles son los planes de Dios sobre el hombre, cómo quiere el Señor que vivamos en sociedad, en comunidad. Tratamos de entender y seguir los planes de Dios, no los de grupos políticos.

Esta manera de ver el mundo adquiere especial importancia en las circunstancias difíciles, violentas, injustas en que nos ha tocado vivir, en Colombia y en general en el mundo, circunstancias que están lejos del Reino de justicia, de amor y de paz que el Hijo de Dios vino a implantar.

¿Nos sentimos protagonistas, responsables, por acción o por omisión, de la tragedia colombiana?

El P. Francisco de Roux, quien tiene un largo recorrido en el programa por la paz en el Magdalena Medio, hace una descarnada descripción de la situación que todos lamentamos en Colombia, dirigiéndose a sus hermanos jesuitas, cuando, hace poco, asumió el cargo de superior de esa comunidad en Colombia.[2] Las siguientes son palabras suyas:

Este país que sigue siendo una de las crisis humanitarias más graves del planeta. (…) la comunidad internacional, (…) no acaba de entender por qué dejamos pasar durante décadas masacres, secuestros, fosas comunes, coerciones y extorsiones en  impunidades innumerables,  nosotros seguimos siendo hoy los  primeros productores, casi el  monopolio mundial, de la cocaína que envenena el mundo; base de la mafia del narcotráfico que ha penetrado con una moral de  mentira y  corrupción a la política y a las instituciones, y confundido a la juventud y al campesinado.  Nosotros somos los habitantes de un territorio que con Sudán y el Congo tiene los mayores  desplazamientos forzados  internos en el planeta.  Pobladores de la zona de los secuestros más largos y de los campos de  mayor densidad / de minas antipersonales. Nosotros somos los protagonistas, responsables, por acción o por omisión, de esta tragedia.

Mi sentir  es que la  crisis humanitaria de Colombia se produce porque, a pesar de los esfuerzos de personas extraordinarias, entre los cuales se destacan compañeros jesuitas, de ayer y de hoy;  la inmensa mayoría de los sectores dirigentes de este país no se ha atrevido a enfrentar la realidad;  y falta un liderazgo espiritual, ético e intelectual que se coloque con decisión en la frontera donde esta sociedad se sigue haciendo pedazos.  Donde se ha perdido y se sigue perdiendo la grandeza del ser humano por el que Jesús entregó la vida.

La frontera donde la sociedad se sigue haciendo pedazos

Más adelante el P. de Roux explica a qué frontera de la sociedad se refiere; esa frontera donde la sociedad se sigue haciendo pedazos. Benedicto XVI en palabras dirigidas a los jesuitas, cuando se reunieron de todo el mundo para nombrar al nuevo Superior General, les dijo que, como los había instado Pablo VI, debían ir a las fronteras de riesgo a donde otros no se atreven a ir. Esas palabras nos las podemos apropiar, si queremos ser discípulos misioneros, como nos pide Aparecida. Cada uno, según sus posibilidades tiene que estar dispuesto a ir a las fronteras, allí donde la fe ya no llega o está en condiciones de debilidad. A veces tenemos que entrar en nuestras propias fronteras interiores. Las palabras que siguen explican a qué se refiere el P. de Roux:

Al hablar de la frontera  no me refiero a los límites físicos. La frontera tiene un significado mucho más profundo. La frontera está donde el mensaje del Reino no puede pasar porque no se comprende su significado;  o donde el mensaje se  entiende pero no se acepta su contenido y sus valores; la frontera está donde la lucha por la dignidad humana enfrenta la exclusión y la violación de todos los derechos y donde el cinismo escapa de todos los deberes.  Las fronteras están en las ciudades y en los campos, en la política y las instituciones, en las culturas y los imaginarios colectivos, en  la academia y en los terrenos de la pastoral, en la ciencia y en la acción.

Las fronteras son  escenarios de incertidumbre en los que pocos se atreven; análogos a la selva y a  los humedales y pantanos que nadie atraviesa; semejantes a  los territorios controlados por la guerrilla o por los paramilitares, a donde solo se entra con permiso y  donde se siente la presión de los ocupantes. Las fronteras son las barreras que dividen, análogas  al muro de Berlín,  a la muralla de los Estados Unidos contra  México, o la pared de Israel para excluir a los palestinos.

Cuando nosotros ponemos fronteras al actuar de Dios

En el examen personal sabemos que la frontera está dentro de nosotros mismos en los límites que ponemos al actuar de Dios. Está en los problemas que no nos atrevemos a encarar en nuestras comunidades e instituciones porque huimos del dolor de las conversaciones difíciles, liberadoras.  Está en el miedo de avanzar hacia quienes ponen obstáculos a nuestro evangelizar.  A pesar (de) que sabemos que la frontera solo cambia si ponemos en medio de  ella nuestra tienda de campaña.

Yo quisiera quedarme especialmente con esta frase: sabemos que la frontera está dentro de nosotros mismos en los límites que ponemos al actuar de Dios. Es una frase muy Ignaciana. San Ignacio decía que no sabíamos cuánto seríamos capaces de hacer, si dejáramos obrar en nosotros a la gracia de Dios. Es claro que no podemos hacer nada sin la gracia de Dios, pero muchas veces ponemos fronteras, límites a la gracia; no la dejamos obrar. El Señor está siempre a la puerta y llama[3] y nosotros no lo dejamos entrar.

Volvamos a nuestra reflexión sobre la naturaleza de la D.S.I. Hemos recordado que, como nos enseñó Juan Pablo II, la D.S. es un conocimiento iluminado por la fe; que es, por lo tanto de naturaleza teológica y que pertenece al campo de la teología moral, que es una reflexión sistemática sobre la conducta cristiana, a partir de la Sagrada Escritura. Una reflexión sistemática, es decir que la teología moral se ajusta a un sistema, a un método. No es una reflexión desordenada, según lo que a cada uno se le ocurra. Se parte de la Sagrada Escritura.

La Doctrina Social y la Palabra

La Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia”

El fundamento de la doctrina social, es pues, la Revelación bíblica y con ella, la Tradición de la Iglesia. Puesto que se trata de conocer cómo quiere Dios que funcionen la sociedad y el mundo, el contenido de la D.S.I. se tiene que basar ante todo, en su Palabra, que es el medio que Dios nos ha dado para conocer sus proyectos para la humanidad.

El Sínodo de los obispos, que se celebró hace pocos días en Roma, nos dejó un bellísimo documento que nos explica La Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia”. Como afirman los obispos en ese documento, la Palabra divina se encuentra en la raíz de la historia humana. Como en la Palabra encontramos los planes de Dios para el ser humano, planes que tenemos que ayudar a realizar, la D.S.I. se tiene que basar en la Sagrada Escritura.

En el documento del Sínodo nos enseñan que, la Palabra de Dios (…) penetra en la trama de la historia con su tejido de situaciones y acontecimientos. Nos enseñan que hay una presencia divina en las situaciones humanas que, mediante la acción del Señor de la historia, se insertan en un plan más elevado de salvación, para que «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1 Tm 2,4).

Encender pequeñas luces, no lamentarnos de la oscuridad

La fe nos pide que aprendamos a ver la presencia divina en las situaciones que nos toca vivir. Eso es aprender a ver los signos de los tiempos, que son signos de la presencia de Dios. Así, con una mirada de fe, aprenderemos a VER y a JUZGAR las situaciones, y con la ayuda de la gracia de Dios podremos ACTUAR como Él lo espera de nosotros. Lamentarnos de la situación no es ACTUAR. No es ACTUAR lamentarnos de la oscuridad, sino encender luces, así sean pequeñas las luces que nosotros estemos en capacidad de encender.

Lo que acabamos de ver está en plena consonancia con las enseñanzas de Juan Pablo II, cuando nos explicó los objetivos de la Doctrina Social de la Iglesia, en la encíclica Sollicitudo rei socialis, en el N° 41. Dice allí el Santo Padre, que el objetivo de la D.S.:

es interpretar las realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial… examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana.

La Doctrina Social orientadora de la conducta cristiana

De manera que la D.S. es orientadora de la conducta cristiana: su objetivo es ver la realidad en que vivimos y la manera como respondemos con nuestro comportamiento; juzgar si la realidad y nuestro comportamiento concuerdan o están lejos del ideal evangélico y con la ayuda de la gracia corregir el camino.

En pocas palabras, la D.S.I. tiene el carácter de aplicación de la Palabra de Dios a la vida de los hombres, de la sociedad, de las realidades terrenas.

La Palabra de Dios no es sólo el Libro

Al hablar de la Sagrada Escritura como fundamento de la D.S., es oportuno mencionar las enseñanzas del pasado Sínodo de los obispos; nos enseñan en el documento final, que la Palabra de Dios no es sólo el Libro, no la encontramos solo en las palabras escritas, que se encuentran en la Biblia. El Sínodo sobre La Palabra, nos explica el papel de la Tradición para comprender la Palabra de Dios.

En el N° 3 de su documento final, nos dice el Sínodo que Las Sagradas Escrituras son el “testimonio” en forma escrita de la Palabra divina, pero que nuestra fe no tiene en el centro sólo un libro, sino una historia de salvación y, como veremos, una persona, Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne, hombre, historia. Precisamente porque el horizonte de la Palabra divina abraza y se extiende más allá de la Escritura, es necesaria la constante presencia del Espíritu Santo que «guía hasta la verdad completa»[4] a quien lee la Biblia. Es ésta la gran Tradición, presencia eficaz del “Espíritu de verdad” en la Iglesia, guardián de las Sagradas Escrituras, auténticamente interpretadas por el Magisterio eclesial. Con la Tradición se llega a la comprensión, la interpretación, la comunicación y el testimonio de la Palabra de Dios. El propio san Pablo, cuando proclamó el primer Credo cristiano, reconocerá que “transmitió” lo que él «a su vez recibió» de la Tradición .[5]

La Doctrina Social de la Iglesia tiene su propia interpretación de la persona humana y de los acontecimientos

Vimos también en nuestro estudio de la naturaleza de la D.S.I., que esta doctrina tiene su propia visión del hombre y del mundo; no toma esta visión, de la que puedan ofrecer las ideologías. Acabamos en las reflexiones anteriores, de ver, por ejemplo, la interpretación de la D.S.I. sobre el desarrollo económico. No es una interpretación técnica, sino desde la fe, desde el pensamiento cristiano sobre lo que debe ser la economía: un medio para promover al hombre y no un fin en sí misma. Esa interpretación se basa en la verdad que hemos recibido sobre el hombre y su mundo. La antropología cristiana, es decir la comprensión cristiana del ser humano, se basa en lo que sobre él nos ha comunicado la Palabra de Dios.

El Sínodo de los obispos sobre la Palabra nos complementa estas ideas. Como leímos hace un momento, nuestra fe no tiene en el centro sólo un libro, sino una historia de salvación y, (…) una persona, Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne, hombre, historia.

No podemos comprender al ser humano sin tener en cuenta a Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo carne, igual en todo a nosotros, menos en el pecado. Jesús, el hijo del hombre, el Hijo de Dios. Hombre perfecto, igual a nosotros en todo menos en el pecado. Hijo de Dios que se encarnó para que el ser humano pudiera en Él conocer al Padre; Jesús, rostro humano de Dios.

Jesucristo, la Palabra que asume el rostro de Dios

Bellamente nos explica el Sínodo esta idea sobre Jesucristo, Hijo de Dios, la Palabra hecha carne, la Palabra que asume un rostro, el rostro humano de Jesucristo. Dice en el N° 4 de su documento final:

La Palabra eterna y divina entra en el espacio y en el tiempo y asume un rostro y una identidad humana, tan es así que es posible acercarse a ella directamente pidiendo, como hizo aquel grupo de griegos presentes en Jerusalén: «Queremos ver a Jesús» (Jn 12, 20-21).

Las palabras sin un rostro no son perfectas, porque no cumplen plenamente el encuentro, como recordaba Job, cuando llegó al final de su dramático itinerario de búsqueda: «Sólo de oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos» (42, 5).

Sigamos leyendo algo más del documento del Sínodo sobre la Palabra, que es la Biblia y es también la Tradición. Ese documento es pan fresco, recién salido del horno. Continúa así el N° 4:

Cristo es «la Palabra que está junto a Dios y es Dios», es «imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación» (Col 1, 15); pero también es Jesús de Nazaret, que camina por las calles de una provincia marginal del imperio romano, que habla una lengua local, que presenta los rasgos de un pueblo, el judío, y de su cultura.

El Jesucristo real es, por tanto, carne frágil y mortal, es historia y humanidad, pero también es gloria, divinidad, misterio: Aquel que nos ha revelado el Dios que nadie ha visto jamás (cf. Jn 1, 18). El Hijo de Dios sigue siendo el mismo aun en ese cadáver depositado en el sepulcro y la resurrección es su testimonio vivo y eficaz

¿De dónde ha elaborado la Iglesia su propia antropología?

De Dios, a través de su Palabra, ha recibido la Iglesia su comprensión del hombre y del mundo. De esa verdad, recibida de Dios, la Iglesia ha elaborado su propia antropología, es decir, su comprensión de la realidad del ser humano. Nosotros no podemos comprender a la persona humana por fuera de la concepción cristiana, con su doble dimensión: terrena y celestial, material y espiritual, temporal y eterna. Nuestra comprensión de la persona humana en su doble dimensión exige de nosotros un compromiso único y coherente. Nos comprometemos con la persona humana como un ser con necesidades materiales y espirituales; con ambas.

El amor, columna que sostiene a la Iglesia

Como no se puede entender una doctrina social católica que no esté embebida, penetrada por la caridad, el mandamiento del amor, veamos lo que el Sínodo nos enseña sobre el amor fraterno, del que dice es una de las columnas que sostienen a la Iglesia. Estas son las palabras del documento final del Sínodo, en el N° 10:

Como recordaba Jesús, para convertirse en sus hermanos o hermanas se necesita ser «los hermanos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8, 21). La escucha auténtica es obedecer y actuar, es hacer florecer en la vida la justicia y el amor, es ofrecer tanto en la existencia como en la sociedad un testimonio en la línea del llamado de los profetas que constantemente unía la Palabra de Dios y la vida, la fe y la rectitud, el culto y el compromiso social. Esto es lo que repetía continuamente Jesús, a partir de la célebre admonición en el Sermón de la montaña: «No todo el que me dice: ¡Señor, Señor! Entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7, 21). En esta frase parece resonar la Palabra divina propuesta por Isaías: «Este pueblo se me acerca con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí» (29, 13). Estas advertencias son también para las iglesias que no son fieles a la escucha obediente de la Palabra de Dios.

Por ello, ésta debe ser visible y legible ya en el rostro mismo y en las manos del creyente, como lo sugirió san Gregorio Magno que veía en san Benito, y en los otros grandes hombres de Dios, los testimonios de la comunión con Dios y sus hermanos, con la Palabra de Dios hecha vida. El hombre justo y fiel no sólo “explica” las Escrituras, sino que las “despliega” frente a todos como realidad viva y practicada.

LOS CAMINOS DE LA PALABRA: LA MISIÓN

Hace un momento mencionábamos las fronteras de la fe a donde nos llama nuestra misión como cristianos. Leamos finalmente la introducción a la parte IV del documento del Sínodo, que titula precisamente: LOS CAMINOS DE LA PALABRA: LA MISIÓN. Dice así:

«Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén la palabra del Señor» (Is 2,3). La Palabra de Dios personificada “sale” de su casa, del templo, y se encamina a lo largo de los caminos del mundo para encontrar la gran peregrinación que los pueblos de la tierra han emprendido en la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la paz.

Existe, en efecto, también en la moderna ciudad secularizada, en sus plazas, y en sus calles – donde parecen reinar la incredulidad y la indiferencia, donde el mal parece prevalecer sobre el bien, creando la impresión de la victoria de Babilonia sobre Jerusalén – un deseo escondido, una esperanza germinal, una conmoción de esperanza. Como se lee en el libro del profeta Amós, «vienen días – dice Dios, el Señor – en los cuales enviaré hambre a la tierra. No de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios» (8, 11). A esta hambre quiere responder la misión evangelizadora de la Iglesia.


Asimismo Cristo resucitado lanza el llamado a los apóstoles, titubeantes para salir de las fronteras de su horizonte protegido: «Por tanto, id a todas las naciones, haced discípulos […] y enseñadles a obedecer todo lo que os he mandado» (Mt 28, 19-20).

La Biblia está llena de llamadas a “no callar”, a “gritar con fuerza”, a “anunciar la Palabra en el momento oportuno e importuno” a ser guardianes que rompen el silencio de la indiferencia. Los caminos que se abren frente a nosotros, hoy, no son únicamente los que recorrió san Pablo o los primeros evangelizadores y, detrás de ellos, todos los misioneros fueron al encuentro de la gente en tierras lejanas.

Hay sacerdotes, religiosos y laicos de todos los países en tierras lejanas llevando el Evangelio. Siguieron la llamada de una vocación especial. Han respondido a la voluntad del Señor que quiere que todos los seres humanos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad[6].

Ojalá haya muchos jóvenes que sientan esa llamada. Otros han ido, no más allá de las fronteras físicas de su propia patria, pero sí a las fronteras de la fe, a los territorios donde algunos, por defender la justicia, han ofrendado su vida.Empecemos por borrar los límites que ponemos a la gracia en nosotros mismos y dejémonos guiar por ella. Que el Señor nos diga lo que quiere que hagamos.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Gerald O’Collins, S.J. y Edgard G. Farrugia, S.J.; Diccionario abreviado de teología, Ed.Verbo, Divino, bajo la palabra Moral (teología)

[2] Palabras tomadas del Editorial “Ir a las Fronteras”, del P. de Roux, en septiembre 2008, en la página de la Compañía de Jesús de Colombia, en Internet.

[3] Ap 3,20  – -San Alberto Hurtado, en un escrito llamado “Medios divinos y medios humanos”, que se puede consultar en internet, tiene esta afirmación: ( El verdadero cristiano) Sabe que Dios está dispuesto a obrar mucho más de lo que lo hace, pero está encadenado por la inercia de los hombres que deberían colaborar con El. Como San Ignacio, piensa “que hay muy pocas personas, si es que hay algunas, que comprendan perfectamente cuánto estorbamos a Dios cuando El quiere obrar en nosotros y todo lo que haría en nuestro favor si no lo estorbáramos”.

[4] Jn 16,13

[5] “Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras” Esas verdades las recibió Pablo oralmente, pues el N.T. no se había escrito aún.

[6] Palabras tomadas de la oración colecta de la misa por la evangelización de los pueblos.

Reflexión 118 Crisis Financiera y Doctrina Social de la Iglesia

Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia” (D.S.I.) Con un clic usted elige.


Utilice los
Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes, agencias de noticias y publicaciones católicas.

Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en Orar frente al Computador”, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Lo encuentra aquí entre los enlaces.

==============================================================

Desarrollo para el hombre (IV)

Dedicamos algunos de las anteriores reflexiones a estudiar el desarrollo económico visto desde la perspectiva del Evangelio. Fue oportuno, por la coyuntura de crisis económica y financiera que preocupa en estos días al mundo. Si se trata de resolver esta situación sólo con argumentos técnicos de la economía y las finanzas la solución será incompleta. Las causas de esta crisis no han sido sólo técnicas; son también, en la raíz, de índole moral. Así lo anotaba en estos días, en declaraciones para Radio Vaticano monseñor Giampaolo Crepaldi, secretario del Consejo Pontificio “Justicia y Paz”.[1]

Esta crisis financiera, afirmó, “pone en evidencia lo que la Doctrina social de la Iglesia afirma desde hace mucho tiempo: cuando un sistema económico-financiero entra en crisis, nunca es por motivos económicos o financieros, sino porque en su origen ha habido una herida en el sistema moral global”.

Una crisis financiera con raíces en lo moral

Anotaba monseñor Crepaldi que para superar la crisis es necesario restablecer la confianza, y ese no es un elemento económico o financiero, sino una actitud ética y afirmó que “No se habría llegado al punto en que estamos si hubiéramos tratado al mercado como un medio y no como un fin”.

El dinero, las ganancias, el mercado, la economía, se tienen que tratar como medios en beneficio del hombre, – de todos los seres humanos, – y no como un fin en sí mismo, y tampoco sólo en beneficio de los más hábiles en el manejo de esos medios, con menoscabo de los más débiles, que están en estado de indefensión, ante las exigencias de las entidades financieras, por ejemplo. De manera que este tema está íntimamente relacionado con la D.ctrina.Social de la Iglesia. En la raíz de la actual crisis económica y financiera hay causas que no son técnicas.

En la misma línea observó el arzobispo Adrián Van Luyn, S.D.B., arzobispo de Rotterdam y presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea, que lo que se pone en duda hoy no es el modelo económico, sino el modelo de nuestra sociedad. Los obispos en su reunión del l2-14 de noviembre habían observado que Un modelo económico que se basa en el consumo continuado y sin límites de recursos limitados solo puede  terminar en lágrimas”. El obispo Van Luyn dijo que la crisis de los mercados mundiales había sacudido fuertemente la confianza pública en el orden económico y social y tendría consecuencias económicas, sociales y políticas que sólo podemos ahora imaginar. (Cf Revista “AMERICA”, Signs of the Times, from CNS and other sources, December 1, 2008)

Concluimos en el programa pasado, que de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, el desarrollo económico, – y podemos ampliar esta afirmación al manejo general de la economía, – debe ser integral y solidario; es decir, no puede orientarse sólo al desarrollo material, sino que debe considerar al ser humano completo: cuerpo y espíritu, con necesidades materiales, sí, pero también con necesidades espirituales, intelectuales y morales.

Tanto el capitalismo neoliberal como el comunismo, piensan en el desarrollo sólo como un proceso de progreso material, por lo tanto incompleto, y al ser humano lo deshumanizan, lo alienan, al considerarlo sólo como un instrumento de producción y de consumo. El ser humano, como imagen de Dios, es mucho más que eso, trasciende lo material. No puede el ser humano vivir una vida digna, si sólo se consideran sus necesidades materiales y su papel de productor o consumidor.

La planeación del desarrollo debería preferir a los pobres

El desarrollo considerado desde el punto de vista cristiano, debe ser integral y solidario, de manera que, si es integral, debe considerar al ser humano íntegro, completo, y como solidario, el desarrollo debe favorecer a todos los seres humanos, sin importar su raza o su ubicación geográfica. Siendo solidarios, si a alguien debieran preferir los que planifican y ejecutan los planes de desarrollo, debería ser a los que están más lejos de las condiciones necesarias para vivir una vida digna. El desarrollo debería preferir a los pobres. Por eso decíamos que el desarrollo económico nos presenta un desafío moral y no solamente un desafío económico y técnico. Por tener en cuenta sólo lo económico y lo técnico, los enfoques del capitalismo neoliberal del desarrollo favorecen primero a los que ya lo tienen todo y las necesidades de los pobres no son su prioridad.

¿Hay que hacer crecer la torta?

Se suele decir que primero hay que aumentar el tamaño de la torta para que haya qué repartir; eso parece lógico, porque ¿qué se reparte si no hay torta o si la torta es demasiado pequeña?, y eso estaría bien si con ese fin se hiciera crecer la torta y en el proceso se fuera repartiendo la disponible para reparto de manera equitativa.

Se requiere un cambio en la mentalidad de los que manejan la economía y los mercados. Necesitan ellos, primero, visión cristiana, y luego creatividad y conocimientos para encontrar los medios para cumplir bien su oficio, porque si hay que hacer un alto y desacelerar el crecimiento para solucionar antes el problema del hambre, se debería hacer. Lo que sucede es que el manejo de las políticas económicas mundiales no lo controla un solo país, y los países más poderosos no parecen dispuestos a renunciar a sus comodidades.

¿Qué significa modernizar el multilateralismo?

Con motivo de la crisis económica hablan ahora de modificaciones al banco mundial y al fondo financiero internacional. Robert B. Zoellick, presidente del Banco Mundial, afirmó que los acontecimientos nos indican que tenemos que modernizar el multilateralismo y los mercados globales para la nueva economía del siglo XXI”.[2] ¿Qué entienden por modernizar el multilateralismo, (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial), y los mercados globales? Allí está el meollo de la cuestión: ¿qué habría que hacer para modernizar esos manejos de la economía? ¿Se trata sólo de utilizar técnicas modernas más sofisticadas?

Estas palabras del director gerente del fondo monetario internacional, señor Dominique Strauss-Kahn también aportan elementos para nuestra reflexión.[3] Dijo en una rueda de prensa:

“no deben olvidar las otras crisis, incluso cuando en estas reuniones se ha dedicado hasta un 95% de la atención a la crisis financiera”.

La atención se ha puesto en la solución de la crisis financiera, pero no se piensa mucho en solucionar la crisis ya larga del hambre en el mundo ni en la del deterioro del medio ambiente. El director del fondo monetario internacional, se refería seguramente a las crisis de los países pobres, que no se resuelven entregando dinero a los bancos de los Estados Unidos, Europa o el Japón, para que no quiebren. Por eso Zoellick añadió, que si la crisis se prolongaba, los países en desarrollo “se enfrentarán a graves retrocesos” en los avances logrados para mejorar la vida de sus poblaciones.

Esta es una catástrofe múltiple generada por el hombre

“Los daños en algunos casos pueden ser irreversibles”, afirmó. “Alrededor de 100 millones de personas ya han caído en la pobreza este año y el número crece”.

Dijo que el Banco y el FMI trabajarán en “una amplia variedad de recursos: financieros, analíticos y asesoría para ayudar a las naciones en desarrollo a reforzar sus economías, impulsar su sistema financiero, promover el crecimiento y proteger a los más vulnerables”.

“Esta es una catástrofe generada por el hombre”, dijo Zoellick. “Las respuestas y acciones para enfrentarlas están en nuestras manos”.

Sobre el deterioro del medio ambiente, Tony Blair, que fue primer ministro del Reino Unido, dijo en estos días, que algunas personas afirmarán que en una situación económica dura, como la actual, no se puede actuar sobre el problema de la contaminación, pero yo diría exactamente lo contrario, dijo. Hemos aprendido lo suficiente para saber que la seguridad energética, lo mismo que el clima nos indican que tenemos la obligación de actuar y la necesidad de estimular nuestra economía nos ofrece la oportunidad de acometer algunas de las soluciones críticas al reto de disminuir las emisiones contaminantes.[4]

Ante una crisis con raíces en lo moral no son suficientes la ciencia y la técnica

De manera que se trata de una múltiple catástrofe generada por el hombre y las respuestas y acciones están en manos de los hombres. Naturalmente, están en manos de los que conducen la economía mundial. Las soluciones de esta problemática definitivamente necesitan gente comprometida con la ética y con la ciencia. No son suficientes la ciencia y la técnica. ¿Será que los responsables de la conducción del desarrollo del mundo piensan en cambios estructurales, de fondo, en beneficio de todo el ser humano y de todos los seres humanos?

Por lo pronto hay algo claro, y es que no se piensa siquiera en que haya que tocar el capitalismo neolioberal para convertirlo en un capitalismo social. Eso parecen reflejar las declaraciones de los líderes mundiales.

Los presidentes de las principales potencias económicas del planeta, conocidos como el grupo G-20, se reunieron en Washington y acordaron tomar medidas conjuntas, para prevenir un mayor deterioro de la economía mundial y para asegurar que este tipo de crisis económicas “no se repitan”.

(…) los países integrantes del grupo G-20 se comprometieron a establecer un mayor nivel de cooperación para la reglamentación del sistema financiero internacional y respaldaron los planes gubernamentales ya en curso para salvar sus respectivas economías.

También llamaron a reformar el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el fin de darles mayor poder a los países con economías emergentes / en la dirección de estos organismos internacionales.

Sin embargo, se trata sobre todo de una lista de recomendaciones y principios y no de medidas específicas y concretas, ya que existen desacuerdos entre los países miembros. [5]

La posición de los EE.UU. se refleja en estas palabras del P. Busch en esa reunión del G-20:

“La mejor forma de solucionar nuestros problemas y solucionar los problemas de nuestros pueblos / es que exista crecimiento económico, y el mejor camino hacia ese crecimiento es el capitalismo y el libre comercio”, aseguró.

Ante la crisis financiera ¿qué nos dice la Iglesia?

Ahora demos una mirada a nuestro campo. ¿Qué nos dice la Iglesia?

Sobre el papel de la Iglesia en el desarrollo, vimos que la función del magisterio es formar nuestras conciencias, orientarnos para que sepamos VER y JUZGAR las situaciones con los ojos de la fe y ACTUAR en consecuencia. ACTUAR es definitivo. Las ideas solas no funcionan si no se llevan a la práctica.

En la lucha por el desarrollo, los seglares, que también somos Iglesia, tenemos una tarea de gran responsabilidad. Nos dijo Pablo VI que a los seglares nos corresponde penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que vivimos.[6] Aparecida, tomando palabras del documento de Puebla, dijo que los laicos somos o mejor, debemos ser, “hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”. Nuestros obispos advirtieron que para cumplir nuestra misión, los laicos necesitamos algo que nuestros pastores nos deben ayudar a conseguir:

una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y cultural.[7]

¿Dónde están los católicos del Parlamento, de las Cortes, del Gobierno?

Hace falta un esfuerzo profundo y creativo de nuestros pastores y de las universidades católicas, para que la doctrina del Evangelio llegue a los formadores de opinión y a los que toman las grandes decisiones en la sociedad, de manera que con su actuación sean la Iglesia en el corazón del mundo. Personas así hacen falta en el gobierno, en las Cortes, en el Parlamento, en las empresas, naturalmente en los bancos, en los medios de comunicación, en los sindicatos y en los gremios; personas con una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de los valores del Reino.

¿Dónde están los parlamentarios católicos cuando se aprueban leyes abiertamente contra las enseñanzas del Evangelio, en materias como la defensa de la vida, la familia, la justicia social? Han aparecido, gracias a Dios, algunos que confiesan su fe, pero son una minoría, valiente, pero no hacen mayoría.

Acompañamiento pastoral de una nueva generación de católicos comprometidos en la política

Es éste, la participación de los laicos en política, un tema de permanente preocupación en la Iglesia. En estos días, el lunes 17 de noviembre pasado, Benedicto XVI recibió en audiencia a los participantes en la XXIII asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para los Laicos, con motivo del vigésimo aniversario de la exhortación apostólica Christifideles Laici, de Juan Pablo II, que se considera la Carta Magna del laicado católico.[8] Mostró el Santo Padre su preocupación por la participación de los laicos en la vida pública, especialmente “la urgencia de la formación evangélica y del acompañamiento pastoral de una nueva generación de católicos comprometidos en la política”.

Repitió una vez más el Santo Padre, que los políticos cristianos deben ser “coherentes con la fe profesada, tener rigor moral, capacidad de juicio cultural, competencia profesional y pasión de servicio hacia el bien común”.

Hemos dedicado bastante tiempo a reflexionar sobre el desarrollo económico, y también sobre la crisis financiera mundial, viendo estos temas con ojos cristianos, es decir, desde la perspectiva del Evangelio.

Por allá en el mes julio dedicamos más de una reflexión a la virtud del desprendimiento, y ante la crisis económica mundial es bueno recordarlo. Decíamos que el estar apegados a los bienes materiales nos impide muchas veces ser compasivos, ser solidarios. Viene bien recordar ahora que el individualismo, que es propio del capitalismo, no es solidario. Según el individualismo, cada uno se tiene que salvar con sus propios recursos. El individualismo debilita los lazos que nos unen, y niega la importancia esencial de las relaciones con los demás para vivir una vida feliz. En uno de esos programas citábamos a un jesuita irlandés, el P. McVerry, que hacía este planteamiento:

Para que el crecimiento económico de nuestro mundo sea tal que haga posible que todo el mundo goce del estándar de vida del mundo occidental, tendríamos que destruir el planeta con la contaminación. Simplemente no es posible que los que viven en pobreza extrema eleven su estándar de vida a uno como el nuestro, sin que el occidente reduzca su propio estándar. La espiritualidad del desprendimiento es la de aquellos que luchan por construir un mundo más justo.[9]

Renunciar a parte de nuestra comodidad

Decíamos entonces, en alguno de esos programas, que nos puede parecer extraño ese planteamiento: no es posible que los que viven en pobreza extrema eleven su estándar de vida,- su nivel de vida, – a uno como el nuestro, sin que el occidente reduzca su propio estándar, su propio nivel de vida. De manera que para que construyamos un mundo solidario, en vez de éste mundo en el cual la mitad de su población vive con menos de 5 mil pesos diarios, hay que hacer una pausa en el progreso material.

Tenemos que estar dispuestos a renunciar por lo menos a una parte de nuestra propia comodidad. La dificultad es que no parece que quienes manejan la economía mundial piensen así, en cristiano. De palabra se promete ayudar a los países pobres, pero para construir un mundo más justo se necesita la espiritualidad del desprendimiento. No es esa espiritualidad la que llene al mundo en que nos ha tocado vivir, en el cual más bien se busca la máxima comodidad, el máximo placer; un mundo en el cual se combate lo espiritual y se pretende desterrar a Dios.

Parece tonto renunciar a nuestra comodidad

Nos preguntábamos hace unos meses, cómo sería el mundo, si cumpliéramos lo que Dios quiere, y veíamos que la visión cristiana del mundo, que es como Dios lo quiere, es la de una comunidad, el Pueblo de Dios, y añadíamos que muchos pensarán que este pensamiento de un mundo solidario, comunitario, donde nos tratemos todos como hermanos, es completamente utópico. Repito las mismas palabras de ese programa: pretender un mundo solidario, donde cedamos de nuestra comodidad para que otros tengan una vida digna parecerá tonto. Dirán que es vivir en las nubes, que es un sueño imposible. Ahora, cerca de la Navidad, podemos afirmar como el P. McVerry, a quien citamos entonces, que eso es verdad; que pensar en un mundo así es un ideal inalcanzable, absurdo. Tan absurdo, como ver a un niño en un pesebre, un niño que no puede valerse por sí mismo, completamente dependiente de sus papás, y a ese niño llamarlo Dios. Es tan absurdo, como ver a un condenado a muerte en la cruz como a un criminal y a Él llamarlo Dios, Bondad Infinita. El cristianismo es de locos, dirán algunos. Así se ha calificado a los santos.

Pero el mundo no tiene salvación si no es en Jesucristo, aunque haya quienes se atrevan a afirmar que la religión es un producto de la ignorancia…Afortunadamente hay todavía muchos seguidores del Evangelio. Si procuramos seguir la doctrina de Jesucristo, ayudaremos a construir el Reino, el de la justicia y el amor y en consecuencia, el de la paz.

Volvamos a la Naturaleza de la Doctrina Social

Regresemos ahora, en estos pocos minutos, al estudio del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, ese estupendo libro preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz, que reúne de modo organizado, la doctrina social católica.

Debo aceptar que no es un libro fácil, porque es denso. Cada página contiene la síntesis de mucha doctrina, por eso aquí le dedicamos bastante tiempo, lo estudiamos con calma.

Antes de acometer el tema del desarrollo económico visto con ojos cristianos, estábamos estudiando la naturaleza de la Doctrina Social; es decir, qué es la doctrina social de la Iglesia. Como vamos a ver, el tiempo que dedicamos al estudio del desarrollo económico desde el punto de vista del Evangelio no nos distrajo mucho del camino que llevábamos. Es la aplicación de la doctrina a un caso concreto, práctico, porque lo estamos viviendo en estos días. Repasemos lo que vimos ya, sobre la naturaleza de la D.S.I.

Hemos aprendido que la D.S.I. es un conocimiento iluminado por la fe; que por lo tanto, por estar en ella implicada la fe, por el papel indispensable de Dios en la D.S.I., ésta es una doctrina de naturaleza teológica. La teología trata sobre Dios.

La teología moral: una reflexión sobre la conducta a partir de la Sagrada Escritura

La D.S.I. pertenece al campo de la teología moral, porque la teología moral es el área de la teología que estudia y enseña cómo debemos vivir, de acuerdo con los designios de Dios; la teología moral es una reflexión sistemática sobre la conducta cristiana, a partir de la Sagrada Escritura. La doctrina social halla su fundamento en la Revelación bíblica y en la Tradición de la Iglesia.

Como se trata de conocer cómo quiere Dios que funcionen la sociedad y el mundo, el contenido de la D.S.I. se tiene que basar ante todo, en su Palabra, que es el medio que Él nos ha dado de conocer sus proyectos para la humanidad.

El Sínodo de los obispos que se celebró hace pocos días en Roma nos dejó un bellísimo documento que nos explica “La Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia”.

La Palabra divina se encuentra en la raíz de la historia humana

Las palabras del Sínodo nos confirman que la D.S. se tiene que basar en la Sagrada Escritura, pues la Palabra divina se encuentra en la raíz de la historia humana. Allí en la Palabra encontramos los planes de Dios para el hombre, que tenemos que ayudar a hacer realidad. Vamos a leer algunas palabras del documento del Sínodo que nos enseñan que al entrar en la Palabra, en la Iglesia, que es su casa, entramos en diálogo con Dios. Escuchemos estas palabras del Sínodo:

El hombre y la mujer, que son “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1,27) y que por lo tanto llevan en sí la huella divina, pueden entrar en diálogo con su Creador o pueden alejarse de él y rechazarlo por medio del pecado. Así pues, la Palabra de Dios salva y juzga, penetra en la trama de la historia con su tejido de situaciones y acontecimientos: «He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor … conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y para sacarlo de esta tierra a una tierra buena y espaciosa …» (Ex 3, 7-8). Hay, por tanto, una presencia divina en las situaciones humanas que, mediante la acción del Señor de la historia, se insertan en un plan más elevado de salvación, para que «todos los hombres se salven  y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1 Tm 2,4).

Tenemos que aprender a ver la presencia divina en las situaciones que nos ha tocado vivir. Tenemos que aprender a VER y JUZGAR los signos de los tiempos, que son signos de la presencia de Dios y hacer el esfuerzo de ACTUAR en consecuencia. Juan Pablo II nos explicó muy bien los objetivos de la Doctrina Social de la Iglesia, con estas palabras, en perfecta consonancia con lo que acabamos de ver. Dijo en la encíclica Sollicitudo rei socialis, en el N° 41, que el objetivo de la D.S.:

es interpretar las realidades de la vida del hombre en la sociedad  y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial…examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana.

Nuestro estudio de la D.S.I. no tendría sentido si nos redujéramos sólo a lo teórico, sin descender a su aplicación en nuestra vida, porque su objetivo es orientar nuestra conducta, de acuerdo con los planes de Dios.

De una conferencia del P. Sergio Bernal, a quien seguimos en los programas anteriores sobre el desarrollo económico, leamos unas líneas sobre la D.S. como orientadora de la conducta cristiana:

El objeto principal de la DSI es interpretar la realidad / para descubrir la distancia del ideal evangélico. En este sentido se entienden las palabras de Juan Pablo II cuando nos dice que la DSI tiene el carácter de aplicación de la palabra de Dios a la vida de los hombres y de la sociedad así como a las realidades terrenas (SRS 8). Podemos decir que manifiesta (la D.S.) la preocupación de la Iglesia por proyectar la fe (la vida cristiana) sobre la vida, especialmente la vida social.[10]

Grabemos estas palabras: la D.S.I. tiene el carácter de aplicación de la Palabra de Dios a la vida de los hombres, de la sociedad, de las realidades terrenas. Ahora bien, la Palabra de Dios no es sólo el Libro, no la encontramos solo en las palabras escritas, que se encuentran en la Biblia. El Sínodo sobre La Palabra, nos explica el papel de la Tradición para comprender la Palabra de Dios. Continuaremos esto, si Dios quiere, la semana entrante.


[1] CIUDAD DEL VATICANO, viernes 14 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- “La crisis que el mundo actual está viviendo no es solo financiera, y por tanto la solución no puede ser solamente de carácter financiero”. Así lo afirmó ayer monseñor Giampaolo Crepaldi, secretario del Consejo Pontificio “Justicia y Paz”, en declaraciones a Radio Vaticano.

[2] The Associated Press, Oct. 12, 2008, 5:09PM, tomado de chron.com HoustonChronicle.com en español.

[3] Ibidem

[4] Cf página de Tony Blair en Internet, 19 de noviembre 2008: Tony Blair today addresses California Gov. Arnold Schwarzenegger’s Global Climate Summit, as part of his Breaking The Climate Deadlock campaign. You can watch the full speech on YouTube by clicking here or on the video image above.

[5] Información tomadea de BBC MUNDO.com, domingo 16 de noviembre 2008

[6] Cf Pablo VI, Populorum progressio, 81

[7] Documento conclusivo de Aparecida, 218

[8] CIUDAD DEL VATICANO, lunes 17 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).

[9] Cf Reflexión 104 en este blog: “El desprendimiento (“Letting go”) (II), 10 de julio 2008

[10] Memorias del Curso de Doctrina Social de la Iglesia, Seminario Mayor de Bogotá, Julio 8 al 12 de 1991, Visión de conjunto de la D.S.I., por Sergio Bernal, S.J., Pg 7

Reflexión 117 Desarrollo para el hombre (III)

Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.


Utilice los
Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes, agencias de noticias y publicaciones católicas.

Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en Orar frente al Computador”, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Lo encuentra aquí entre los enlaces.

==============================================================

Desarrollo para el hombre (III)

En nuestro estudio de la D.S.I. hemos estado reflexionando sobre la dimensión humana del desarrollo económico, o lo que es lo mismo, sobre el desarrollo económico visto con los ojos de la fe cristiana. Porque no hay nada más humano que el Evangelio. En este estudio hemos seguido la conferencia que el P. Sergio Bernal, S.J., dictó en el V Congreso Nacional de Reconciliación, en la conmemoración del 40° aniversario de la encíclica Populorum progressio, de Pablo VI.

Vimos en la reflexión anterior que el magisterio de Juan Pablo II estuvo marcado por un profundo sentido social y que continuó sus enseñanzas sobre el desarrollo económico en la misma línea de Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio.

La visión neoliberal del hombre lo reduce a la dimensión económica: a su capacidad de productor y consumidor

De las ideas de Juan Pablo II que vimos al final del programa anterior, es conveniente recordar hoy algunos puntos; el Santo Padre nos enseñó que la concepción neoliberal reduce al ser humano a una única dimensión: la dimensión económica, y por eso, lo trata como quien es útil para la sociedad solamente en su capacidad de productor y consumidor. De manera que el capitalismo neoliberal aliena a hombres y mujeres; es decir, los deshumaniza, pues los trata simplemente como a instrumentos de producción y de consumo. El comunismo igualmente demostró que aliena al hombre, pues lo trata de manera inhumana, en particular privándolo de la libertad y reduciéndolo, también, a instrumento, a medio, para conseguir fines de dominio político.

El desarrollo es un desafío moral; no sólo un desafío técnico

El desarrollo verdadero tiene que ser integral y solidario, nos había enseñado Pablo VI. Juan Pablo II presentó la solidaridad como una virtud cristiana. Juan Pablo II insiste en que la virtud de la solidaridad debe acompañar, inspirar, – podemos decir, – la producción y el consumo. Según esto, al producir los bienes y servicios y al consumirlos, productores y consumidores debemos pensar en los demás, no sólo en el lucro y el beneficio personal. La colaboración entre los países, como parte de la solidaridad, fue también destacada por Juan Pablo II.

Como vemos, el cristiano no puede enfocar la economía sólo como algo técnico, que no tiene nada que ver con su fe. Una actitud así, conduce a la incoherencia de quienes reducen la práctica de la religión al rito externo. Las últimas ideas que vimos en la reflexión anterior, acerca del pensamiento social de Juan Pablo II sobre el desarrollo, nos enseñaban que, considerado desde el punto de vista cristiano, como un desarrollo integral y solidario, el desarrollo económico nos presenta un desafío moral y no solamente un desafío económico y técnico.

Dijo el P. Sergio Bernal en su conferencia: que esa

es la conclusión a que se llega desde el misterio de la Encarnación del Verbo y el plan divino de reconciliar en Cristo todas las cosas.

En la economía no podemos sacar a Dios de en medio

Qué interesante aplicación de la frase de San Pablo: reconciliar en Cristo todas las cosas (Col 1,20). Estas palabras nos indican que por la muerte y resurrección de Jesús, todas las cosas, que por el pecado no mantenían su recto orden hacia Dios, se reconcilian y se dirigen ordenada y armónicamente hacia Cristo. Por la muerte y resurrección de Cristo, se restablece el recto orden entre las criaturas y el Creador; se forma un concierto único y universal y se orienta a Cristo, su centro de unidad. La obra de Cristo se completó con su vida, muerte y resurrección. Falta nuestra parte, que con dificultad debemos realizar, por el peso del pecado, pero debemos completar lo que falta a la pasión de Cristo ( Col 1,24) y donde abunda el pecado sobreabunda la gracia (Rom 5,20); es cierto que somos débiles, pecadores, pero la gracia no nos será negada.

Si tratáramos de verlo todo desde la perspectiva del Evangelio, tratando de comprender cómo se ha ido cumpliendo el plan de Dios para la humanidad, y cómo debemos orientar nuestra vida, nuestras actividades, de acuerdo con ese plan divino, en ninguna decisión, en ninguna actividad sacaríamos a Dios de en medio. Tampoco en el manejo económico lo sacaríamos de en medio. Es que, como dice Juan Pablo II, en el plan divino, que comienza desde la eternidad en Cristo, (…) se inserta nuestra historia, marcada por nuestro esfuerzo personal y colectivo para elevar la condición humana, vencer los obstáculos que surgen siempre en nuestro camino…

Nos preguntaríamos siempre si nuestro pensamiento, si nuestra acción están de acuerdo con lo que Dios quiere de nosotros. La perspectiva desde la cual miramos el mundo y nuestra vida, es muy distinta si tenemos en cuenta a Jesús muerto y resucitado. Desde el misterio de la Encarnación, el mundo y nuestra vida se ven muy bien, con los ojos del Evangelio, con los ojos de Dios. Si los que manejan la economía vieran las cosas así, no andaría el mundo como anda, en la injusticia.

El sueño cristiano de un progreso indefinido

Sigue el P. Sergio Bernal:

La Ilustración proponía un progreso indefinido finalizado a sí mismo y hecho posible por ese súper hombre que resultaba de la liberación de toda ley superior. Respondiendo a ese desafío histórico que poco a poco va resucitando en nuestros días, el Papa responde magistralmente:

El sueño de un « progreso indefinido » se verifica, transformado radicalmente por la nueva óptica que abre la fe cristiana, asegurándonos que este progreso es posible solamente porque Dios Padre ha decidido desde el principio hacer al hombre partícipe de su gloria en Jesucristo resucitado, porque « en él tenemos por medio de su sangre el perdón de los delitos » (Ef 1, 7), y en él ha querido vencer al pecado y hacerlo servir para nuestro bien más grande, que supera infinitamente lo que el progreso podría realizar.

Podemos decir, pues, —mientras nos debatimos en medio de las oscuridades y carencias del subdesarrollo y del superdesarrollo— que un día, cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad » (1 Cor 15, 54), cuando el Señor « entregue a Dios Padre el Reino » (Ibid.,15,24), todas las obras y acciones, dignas del hombre, serán rescatadas (SRS 31).

Y concluye este punto el P. Bernal con estas palabras:

(…) por este motivo (…) la Iglesia siente ser su deber ocuparse de la problemática del desarrollo y quiere invitar a los cristianos a comprometerse en su orientación.

El desarrollo visto con los ojos del Evangelio: camino hacia la perfección

Según esto, podemos decir que el desarrollo, visto con los ojos de la fe, el verdadero desarrollo, integral y solidario, puede ser un camino a la perfección que Dios quiere, la que se puede lograr, siguiendo el camino que Jesucristo nos enseña en el Evangelio. De lo contrario nos quedaremos en un seudo desarrollo, únicamente material, imperfecto, corruptible.

Un amable radioescucha no católico, quien dice que oye Radio María, me escribió que

En cuanto a la doctrina católica, lástima que no distingan entre el Reino de Dios y los reinos o Estados del mundo. Añadía en su comunicación, que El pueblo singular de Dios, (es) una nación única entre las naciones del mundo, pero nunca “revuelta” con él, porque el Señor es Dios celoso.

En realidad, los católicos no confundimos al Reino de Dios con los reinos terrenales. Como hemos visto a lo largo de nuestras reflexiones, el Reino de Dios es uno solo, el que predicó Jesús, el reino de justicia, de amor y de paz, que tenemos que ir construyendo con la evangelización de todas las naciones, y sólo al final de los tiempos llegará a la perfección; mientras tanto nos debatimos en medio de las oscuridades y carencias, como acabamos de leer en Juan Pablo II. Por eso tenemos la misión de ir iluminando el mundo, a todas las naciones, con el Evangelio, y los políticos y economistas cristianos deberían dirigir su acción hacia la construcción del Reino de Dios. El Reino de Dios está en construcción y los cristianos somos obreros de ese Reino.

Una promesa y un mandato grandes: dilatar el Reino de Dios

De manera bellísima, el Concilio Vaticano II nos explica lo que se espera de los laicos en la construcción del Reino, con estas palabras:

(…) el Señor desea dilatar su Reino también por mediación de los fieles laicos; un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de paz, en el cual la misma criatura quedará libre de la servidumbre de la corrupción/ en la libertad de la gloria de los hijos de Dios (cf. Rom 8,21). Grande, realmente, es la promesa, y grande el mandato que se da a los discípulos. “Todas las cosas son vuestras, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios” (1 Cor 3,23).

Como veremos más adelante, los laicos tenemos una responsabilidad grande, en la construcción del Reino de Dios. De nosotros se espera, en palabras de Pablo VI, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que vivimos. De los laicos, el documento de Aparecida dice, citando palabras de Puebla, que Son “hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”. Eso deberíamos ser: “hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”.

Derechos humanos y ecología en el desarrollo integral

Cada día se habla más de derechos humanos y de ecología. En su conferencia el P. Bernal explica así el lugar que en el desarrollo deben ocupar los derechos humanos y la ecología:

Consecuencia lógica de todo lo anterior, y sobre todo del carácter moral del desarrollo es la íntima relación que existe entre éste y el respeto por los derechos humanos, como también el respeto por la creación, o sea la preocupación ecológica. Esta última nos acerca con mucho a quienes luchan en este campo, pero, también aquí tenemos algo propio qué ofrecer / desde nuestra concepción de la persona humana y su centralidad, como también de su afinidad con todas las demás creaturas. Tenemos la esperanza de cielos nuevos y tierra nueva, de una creación toda llamada a la inmortalidad.

Economía, ecología, he aquí dos componentes fundamentales del desarrollo actual. La afinidad entre las creaturas todas y la fraternidad universal, junto con la vocación de la creación y las creaturas a su perfeccionamiento, son elementos que deben ser tenidos en cuenta por todos los operadores económicos y por todos nosotros que, de un modo o de otro somos responsables del progreso o retroceso de la humanidad. En la explotación de los recursos naturales, incluyendo el aire y el agua, en los que poco se pensó por generaciones, hay que buscar y asegurar la calidad de la vida. Se enfatiza la limitación de los recursos casi como el único criterio para la preocupación ecológica. Pero, mientras no se ponga al centro la persona humana, su dignidad y sus derechos, corremos el peligro de refugiarnos en la técnica y en la ciencia, acelerando, en realidad, la catástrofe ambiental ya bien evidente. Ya Pablo VI había advertido que se trata de un problema social de envergadura que incumbe a la familia humana toda entera

En la carta apostólica Octogesima adveniens (en el octogésimo aniversario de la encíclica Rerum novarum), Pablo VI advierte ya que, con la explotación inconsiderada de la naturaleza (el hombre) corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación (N° 21).

La familia necesita una casa a su medida. Para la familia humana, esta casa es la tierra

Y avanzando en el recorrido histórico del magisterio de la Iglesia sobre el desarrollo dice el P. Bernal:

En tiempos más recientes Benedicto XVI ha manifestado en repetidas ocasiones su preocupación por el cuidado del ambiente. En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2008 leemos:

La familia necesita una casa a su medida, un ambiente donde vivir sus propias relaciones. Para la familia humana, esta casa es la tierra, el ambiente que Dios Creador nos ha dado para que lo habitemos con creatividad y responsabilidad. Hemos de cuidar el medio ambiente: éste ha sido confiado al hombre para que lo cuide y lo cultive con libertad responsable, teniendo siempre como criterio orientador el bien de todos. Obviamente, el valor del ser humano está por encima de toda la creación.

Respetar a la naturaleza es respetar a Dios

Una opinión interesante sobre la ecología, es que, respetar a la naturaleza es respetar a Dios, su Creador. Una actitud de respeto a la naturaleza, es una actitud teocéntrica, es decir centrada en Dios, dador de todos los bienes. En realidad si alguien le hace a uno un regalo y uno lo destruye, es porque no lo estima y destruyéndolo despreciaría a la persona que hace el regalo.

Papel de la Iglesia en el desarrollo: formar nuestras conciencias

Es posible que algunos se pregunten sobre el papel de la Iglesia en el empeño mundial por el desarrollo. Como hemos visto, el papel de la D.S.I. es formar nuestras conciencias, orientarnos para que sepamos VER y JUZGAR las situaciones con los ojos de la fe y ACTUAR en consecuencia. Sin duda surgen preguntas prácticas. A este respecto nos ayudan las siguientes palabras del P. Sergio Bernal, cuando va terminando en su ponencia / el recorrido histórico de la doctrina católica sobre el desarrollo:

Al terminar este recorrido histórico nos viene a la mente la pregunta sobre las conclusiones prácticas de la reflexión del Magisterio sobre el complejo problema del desarrollo. Existe una gran confusión sobre el término Iglesia cuando hablamos de la Doctrina Social. Tradicionalmente se ha entendido por Iglesia a la Jerarquía y, en el caso concreto de la Doctrina Social, al Magisterio Pontificio. ¿Corresponde, pues, al Papa y los Obispos encargarse de los procesos de desarrollo? La Doctrina Social tiene una función de iluminación de las conciencias, de indicadora de compromisos, pero siempre cuidándose de no proponer sistemas o modelos concretos de sociedad, tarea que corresponde a esa porción privilegiada de la Iglesia que son los laicos. Son ellos los que por estar en el mundo y ser los expertos en todas las materias que se ocupan de la realidad social, política y económica, deben asumir su responsabilidad de ciudadanos responsables.

Papel de los seglares: renovación del orden temporal

Pablo VI, concluyendo la encíclica Populorum progressio, con la claridad que caracterizó su discurso hace un llamado al compromiso:

Nos conjuramos en primer lugar a todos nuestros hijos. En los países en vía de desarrollo no menos que en los otros, los seglares deben asumir como tarea propia la renovación del orden temporal. Si el papel de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en este terreno, a los seglares les corresponde con su libre iniciativa / y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven. Los cambios son necesarios, las reformas profundas, indispensables: deben emplearse resueltamente en infundirles el espíritu evangélico. A nuestros hijos católicos de los países más favorecidos (Nos) pedimos que aporten su competencia y su activa participación en las organizaciones oficiales o privadas, civiles o religiosas, dedicadas a superar las dificultades de los países en vía de desarrollo. Estamos seguros de que ellos pondrán todo empeño para hallarse en primera fila entre aquellos que trabajan por llevar a la realidad de los hechos una moral internacional de justicia y de equidad .

¡Cómo hace de falta que nuestros políticos, gobernantes y empresarios oigan esa exhortación de Pablo VI! Volvamos a leer unas líneas:

a los seglares les corresponde con su libre iniciativa (…), penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven.

Sin duda una de las causas de la inactividad de nuestros políticos y empresarios, en el terreno de la construcción del Reino de Dios, es la superficial preparación en la doctrina católica, en muchos de ellos, y su ambigüedad, por no decir falta de compromiso, cuando se espera que tomen posiciones firmes para defenderla. Hace falta una actividad pastoral de altura y profundidad que corrija esta falla. El documento de Aparecida dice en el N° 218, que

Para cumplir su misión con responsabilidad personal, los laicos necesitan una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y cultural.

Valioso material de formación desconocido por los católicos

Yo estoy convencido de que, por lo menos algunos de nuestros políticos estarían dispuestos a aprovechar un esfuerzo de la Iglesia en esa dirección. A este respecto dice el P. Bernal:

Una vez más se plantea el problema de la formación de los agentes de transformación de la realidad. Desafortunadamente los llamados al compromiso hechos por la Jerarquía raramente vienen acompañados de programas de formación adecuada. Ésta tiene que ser un elemento central de los planes de pastoral. Tenemos instrumentos sumamente valiosos como el Catecismo y el Compendio del Catecismo, y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, ampliamente difundidos materialmente, pero aún desconocidos por la mayoría de los católicos. Es urgente diseñar programas de formación serios, muy orientados al compromiso práctico / en la transformación de las estructuras. En este diseño tienen que tomar parte activa los laicos con su experiencia y experticia. Por ello, con toda razón los Obispos reunidos en Aparecida nos recuerdan que los laicos “han de ser parte activa y creativa en la elaboración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la comunidad”, lo cual supone que los pastores comprendan y reconozcan el carácter secular de los laicos / así como su ser y su hacer. La Iglesia debe hacer una clara opción por la formación de los laicos (ib. 276).

Las universidades católicas tienen una especial responsabilidad en la formación de nuestros dirigentes, pues muchos de ellos pasan por sus aulas. Y podrían ofrecer programas especiales para los que ya se graduaron en sus claustros o en otros.

El desarrollo de todas las criaturas es la voluntad de Dios

Vamos a terminar ahora con la conferencia del P. Sergio Bernal. Esta es su conclusión:

Incursionar en el vasto campo de la Doctrina Social de la Iglesia nos descubre la centralidad del tema del desarrollo que aparece como la voluntad del Creador sobre todas las criaturas racionales e irracionales. La obra de Dios no terminó el séptimo día y supone un compromiso serio y continuo por parte de la humanidad, que va preparando responsable y libremente el camino hacia los cielos nuevos y la tierra nueva liberada de la esclavitud del pecado.

El crecimiento es responsabilidad de todos y en él la economía desempeña un papel central. Pero se trata de una economía al servicio de la persona y de todas las personas que conforman la sociedad, de una economía que trata de racionalizar el uso de los bienes para el bien de todos, no para el enriquecimiento de unos pocos que terminan ejerciendo un poder irracional y opresivo sobre aquellos que no logran ser beneficiarios del proceso de crecimiento.

Ser sujeto implica poder participar activamente en todas las decisiones que tienen consecuencias sobre sí mismos y sobre la sociedad

En los procesos de desarrollo la persona debe ser sujeto, no objeto del mismo porque, precisamente, el objetivo del proceso debe ser crear las condiciones necesarias para que cada persona pueda realizarse plena e integralmente y vivir su triple relación con Dios, con los demás y con la creación. Ser sujeto implica poder participar activamente en todas las decisiones que tienen consecuencias sobre sí mismos y sobre la sociedad. Desarrollo y democracia participativa deben crecer juntos. Para la participación es necesario el respeto por la iniciativa económica libre y responsable, bien diferente del concepto que maneja la ideología neoliberal.

Y todo lo anterior, precisamente porque el desarrollo, por ser la vocación de la humanidad, constituye un derecho inalienable de cada persona.

Pero la participación y el ejercicio de los derechos y de la iniciativa, no se improvisan. Siendo la evangelización un proceso eminentemente pedagógico, en los planes de pastoral hay que pensar en procesos educativos de formación de la conciencia ciudadana, del ejercicio de los derechos y de las obligaciones que éste comporta hacia los demás. Y aquí la Doctrina Social de la Iglesia, esa pobre desconocida, debe entrar a constituir el eje fundamental de todos los planes de pastoral.

Finalmente, el desarrollo tiene múltiples dimensiones y fuertes implicaciones morales porque de su éxito o fracaso depende la vida de los miembros de la sociedad. La creación de riqueza con equidad debe ser un criterio rector que supone leer la historia y guiar los procesos desde la óptica de los pobres, de los excluidos, de los más débiles miembros de la sociedad y es aquí donde la Iglesia está llamada a desempeñar un papel profético y protagónico, fiel a la opción hecha por el mismo Jesús de Nazaret, dolorosamente ignorada por algunos, pero abiertamente renovada por las Iglesias que están en América Latina, especialmente en las Conferencias de Medellín y Puebla / que fueron el camino hacia la opción de la Iglesia Universal y su explícita formulación en el magisterio pontificio.

El deseo ignorado de Jesús: que todos tengan vida y la tengan en abundancia

Con esta consciencia esperamos lograr la realización del deseo de Jesús, que todos tengan vida y la tengan en abundancia (Jo. 10,10) mediante la realización de un desarrollo integral y solidario, seguro camino para la paz que desesperadamente anhelamos.

La promoción humana integral es la dimensión privilegiada de la nueva evangelización y por ello podemos concluir esta presentación con las palabras del Documento final de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano: “El rico magisterio social de la Iglesia/ nos indica que no podemos concebir una oferta de vida en Cristo/ sin un dinamismo de liberación integral, de humanización, de reconciliación y de inserción social” (Aparecida, 359).


Cf La Sagrada Escritura, texto y comentario por profesores de la Compañía de Jesús, Nuevo Testamento, II, Cartas de San Pablo, BAC 211 carta a los Colosenses está traducida y comentada por el P.Pastor Gutiérrez, S.J.

Cf Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 31

Cf Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 31

Cf Concilio Vaticano iII, Constitución dogmática Lumen Gentium, 36

Cf Populorum progressio, 81

Cf Aparecida 209, Puebla 786.

Cf Pablo VI, carta apostólica Octogesima adveniens, 21 (año 1971)

Cf Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 2008, 7

La posición de la Iglesia frente a los problemas de la ecología ha sido clara en diversos documentos. Copio a continuación un comentario interesante de los editores de la revista AMERICA, el semanario católico, en su edición del 10 de noviembre 2008. Dice: The Vatican’s Pontifical Council for Justice and Peace has listed damage to the environment as a new deadly sin. Respect for the world is respect for God the Creator. The attitude advocated is neither anthropocentric nor ecocentric but theocentric, centered on God, the giver of all good gifts. Perhaps speaking of the rights of nature is simply a new way to speak of environmental ethics. In light of the multiple threats to our environment, we hope it is an effective way that does not lead to legal absurdities and skewed public policy.

Cf Pablo VI, Populorum progressio, 81

Aparecida, 213

Reflexión 116 Desarrollo para el hombre (II)

Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.


Utilice los
Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes, agencias de noticias y publicaciones católicas.

Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en Orar frente al Computador”, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Lo encuentra aquí entre los enlaces.

==========================================================================

Desarrollo para el hombre (II)

Sigamos reflexionando sobre el tema del desarrollo económico visto con los ojos de la fe cristiana, o dicho de otra manera, vamos a seguir nuestra reflexión sobre la dimensión humana del desarrollo.

Formar nuestra conciencia

Es bueno recordar que la D.S.I. no ofrece orientaciones técnicas en asuntos como la economía o la política, sino que nos enseña a mirar con los ojos del Evangelio esos campos, que tienen que ver con la persona humana, La Iglesia nos ayuda así a formar nuestra conciencia, para que las decisiones que tomemos en áreas de nuestra vida, como la política o la economía, estén de acuerdo con nuestra fe católica, es decir, de acuerdo con el Evangelio. La D.S.I. nos proporciona criterios y principios para formar nuestra conciencia.

Hemos estado siguiendo la ponencia que el P. Sergio Bernal, S.J. presentó sobre la dimensión humana del desarrollo, en el IV Congreso Nacional de Reconciliación, organizado por el Secretariado de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal. El P. Bernal hace un recorrido del pensamiento de la Iglesia, comentando en particular la encíclica Populorum progressio, de Pablo VI y también los aportes que sobre el desarrollo hicieron Pío XII, Juan XXIII y Juan Pablo II.

En la reflexión anterior vimos que Juan Pablo II continuó sus enseñanzas sobre el desarrollo económico en la misma línea que Pablo VI siguió en su encíclica Populorum Progressio. El magisterio de Juan Pablo II estuvo marcado por un profundo sentido social. Repasemos brevemente lo que a este respecto vimos la semana pasada.

Nuestra vocación al desarrollo

Juan Pablo II nos enseñó que el desarrollo es la vocación de la humanidad, que el ser humano, por ser creado a imagen de Dios, no está llamado a la pasividad; no ha sido creado, por así decir, inmóvil y estático, sino que debe ser actor del desarrollo y es responsable de que se realice según los planes de Dios. Esto quiere decir que, en el desarrollo visto con ojos cristianos, la persona humana debe ser el agente, el actor, el que lo dirige y al mismo tiempo debe ser el destinatario del desarrollo. El desarrollo debe ser en servicio de la humanidad. Recibimos el universo para el bien del ser humano, somos sus administradores y tendremos que dar cuenta de nuestra administración. El bien del ser humano no consiste sólo en poseer bienes materiales.

Juan Pablo II nos dijo en su encíclica Sollicitudo rei socialis (La preocupación social de la Iglesia), que la mera acumulación de bienes y servicios, (…) no basta para proporcionar la felicidad humana. Ni, (…) la disponibilidad de múltiples beneficios reales, aportados en los tiempos recientes por la ciencia y la técnica, incluida la informática, traen consigo la liberación de cualquier forma de esclavitud. Al contrario, la experiencia de los últimos años demuestra que si toda esta considerable masa de recursos y potencialidades, puestas a disposición del hombre, no es regida por un objetivo moral y por una orientación que vaya dirigida al verdadero bien del género humano, se vuelve fácilmente contra él para oprimirlo.

De manera que la vocación del ser humano al desarrollo, al progreso, no se puede convertir en un fin en sí mismo, pues la mera acumulación de bienes y servicios no basta para proporcionar la felicidad humana. Si todos los recursos y progresos de la ciencia y la técnica, no se orientan al verdadero bien del género humano, acaban por volverse contra él para oprimirlo. El verdadero bien del género humano no es tener más, sino ser más. No en vano se suele hablar del la esclavitud del dinero, por ejemplo. No es más quien posee más dinero; puede ser menos. También se menciona ahora la esclavitud del trabajo. Cuántos no trabajan para vivir y progresar personalmente y con la familia, sino que viven para trabajar, para, por su medio, adquirir poder y dominar.

Dios creó el universo para compartirlo con los seres humanos

 

Algo interesante sobre lo que reflexionamos la semana pasada fue que, como también nos enseña Juan Pablo II en el N° 29 de Sollicitudo rei socialis,

El hombre, (…) al ser imagen de Dios, tiene una verdadera afinidad con El. Según esta enseñanza, el desarrollo no puede consistir solamente en el uso, dominio y posesión indiscriminada de las cosas creadas y de los productos de la industria humana, sino más bien en subordinar la posesión, el dominio y el uso a la semejanza divina del hombre y a su vocación a la inmortalidad.

Hablando en un lenguaje sencillo, la persona humana que trabaja por el progreso y el desarrollo, lo debe hacer a imitación del Creador. No para usar, dominar y poseer las cosas creadas, sino para compartirlas. Dios creó el universo para compartirlo con los seres humanos. Nosotros, debemos subordinar la posesión, el dominio y el uso de la creación y los productos de la creatividad y esfuerzo del ser humano, al fin para el que fuimos criados, y para compartirlos. Nuestra vocación es de eternidad, no de eterna permanencia en la tierra.

 

El desarrollo no se origina en las aulas de la universidad

 

Vimos también en nuestra reflexión de la semana pasada, que el desarrollo no es un invento moderno de las teorías económicas. Ya estaba inventado en el Génesis, cuando Dios dijo a la humanidad: Creced y multiplicaos. Creced significa progresad, perfeccionaos, creced como seres humanos criados a imagen y semejanza mía. El desarrollo no tiene origen en las aulas de la universidad. Lo que hacen las ciencias económicas, es presentar el desarrollo, que es propio de la vocación de la persona humana, con los ojos de las ciencias socioeconómicas. Cuando se les olvidan los planes de Dios lo hacen mal y lo pagan, con el deterioro de su calidad de vida, los seres humanos.

Las siguientes palabras las leímos la semana pasada y son también de Juan Pablo II, quien nos enseña cuál es la tarea que nos encomendó el Creador:

 

La tarea es « dominar » las demás criaturas, « cultivar el jardín »; pero hay que hacerlo en el marco de obediencia a la ley divina y, por consiguiente, en el respeto de la imagen recibida, fundamento claro del poder de dominio, concedido en orden a su perfeccionamiento (cf. Gén 1, 26-30; 2, 15 s.; Sab 9, 2 s.)

 

¿Cómo nos aproximamos a la crisis financiera mundial?

 

Como nos enseñó el P. Sergio Bernal en la conferencia que venimos comentando, Coincidimos con muchas preocupaciones del mundo actual, pero nos distanciamos también mucho de ellas en la forma de aproximarnos a ellas. Los economistas que dirigen el mundo de los negocios se aproximan, por ejemplo, a la actual crisis financiera, con una mirada fría y su esfuerzo se dirige a salvar al sistema financiero, al mundo capitalista, no tanto se esfuerzan por salvar al hombre, porque si así fuera, pensarían más en cómo derrotar el hambre y la pobreza y en cómo ayudar a los que, por la crisis, pueden perder su vivienda. Para los que se han olvidado de que son sólo administradores de los bienes que Dios creó para todos, esos bienes, la riqueza, se convierten en un fin en sí mismos, y no tratan de ordenarlos al bien de la humanidad; les parece bien ordenarlos al bien de ellos mismos y de una fracción de la humanidad.

Al final del programa pasado, alcanzamos a mencionar el pensamiento de Juan Pablo II, como lo presentó en su primera encíclica, esa bellísima encíclica llamada Redemptor hominis, (Redentor del hombre). En alguna oportunidad decíamos que la encíclica Redemptor hominis se debería incluir entre las encíclica sociales.

 

Prioridad de la ética sobre la técnica, de la persona sobre las cosas, superioridad del espíritu sobre la materia

 

Esta primera encíclica de Juan Pablo II fue sobre la situación del hombre en el mundo contemporáneo. Dice allí Juan Pablo II, en el N° 16:

(…) la situación del hombre en el mundo contemporáneo parece distante / tanto de las exigencias objetivas del orden moral, como de las exigencias de la justicia o aún más / del amor social. No se trata aquí más que de aquello que ha encontrado su expresión en el primer mensaje del Creador, dirigido al hombre en el momento en que le daba la tierra para que la «sometiese». Este primer mensaje quedó confirmado, en el misterio de la Redención, por Cristo Señor. Esto está expresado por el Concilio Vaticano II en los bellísimos capítulos de sus enseñanzas sobre la «realeza» del hombre, es decir, sobre su vocación a participar en el ministerio regio —munus regale— de Cristo mismo. El sentido esencial (…) de este «dominio» del hombre sobre el mundo visible, asignado a él como cometido por el mismo Creador, consiste en la prioridad de la ética sobre la técnica, en el primado de la persona sobre las cosas, en la superioridad del espíritu sobre la materia.

Por lo menos una de las causas de la situación de injusticia en que se vive en el mundo, es que damos más importancia a tener que a ser. Se dedica el esfuerzo sólo al desarrollo material, no al desarrollo integral del ser humano. Se dedica mayor esfuerzo a poseer, sin importar los medios que se empleen, que a perfeccionarse como personas, más esfuerzo en tener que en ser. Dijo Juan Pablo II en el mismo número 16 de la Redemptor hominis:

Se trata del desarrollo de las personas y no solamente de la multiplicación de las cosas, de las que los hombres pueden servirse. Se trata —como ha dicho un filósofo contemporáneo y como ha afirmado el Concilio— no tanto de «tener más» cuanto de «ser más». En efecto, existe ya un peligro real y perceptible de que, mientras avanza enormemente el dominio por parte del hombre sobre el mundo de las cosas; de que este dominio suyo pierda los hilos esenciales, y de diversos modos su humanidad esté sometida a ese mundo, y él mismo se haga objeto de múltiple manipulación, aunque a veces no directamente perceptible, a través de toda la organización de la vida comunitaria, a través del sistema de producción, a través de la presión de los medios de comunicación social .

 

Una verdadera conversión de las mentalidades y de los corazones

 

Como hemos afirmado más de una vez, para que el mundo cambie y se guíe en sus relaciones con los demás por la justicia social, que se fundamenta en el Evangelio, es necesaria una conversión de todos; de los políticos, de los economistas, de los empresarios, y también de los trabajadores; de todos nosotros. La reflexión anterior la terminamos con estas líneas de la encíclica Redemptor hominis, de Juan Pablo II, en el N° 16:

 

No se avanzará / en este camino difícil de las indispensables transformaciones de las estructuras de la vida económica, si no se realiza una verdadera conversión de las mentalidades y de los corazones.

 

Alienación por el superdesarrollo, el consumismo, el desequilibrio entre el crecimiento tecnológico y el progreso moral

 

En su conferencia el P. Sergio Bernal continuó así:

 

El gran riesgo hoy día es el que el desarrollo escape al control y, en lugar de estar al servicio del hombre, termine alienándolo y ello debido, sobre todo, a dos causas principales: el llamado súper desarrollo que conduce al consumismo y el desequilibrio entre el crecimiento tecnológico y el necesario paralelo progreso moral.

 

La gran intuición de Juan Pablo II fue la del desafío de una antropología equivocada, propia de la ideología neoliberal, según la cual la persona se reduce a una única dimensión: la económica y sirve a la sociedad solamente en su capacidad de productor y consumidor. La misma sociedad es vista como una inmensa red de transacciones económicas. La cultura resultante termina alienando a hombres y mujeres.

 

Sobre el correcto entendimiento del concepto “alienación” nos había instruido Juan Pablo II en la encíclica Centesimus annus. En el marxismo se hablaba mucho de la alienación del hombre, pero su idea la fundamentaban sólo en el materialismo. Como recordamos, alienarse es lo mismo que perder la propia identidad, perder la manera natural de ser. En el caso del ser humano, alienarse es deshumanizarse, en particular, al alienarse, el individuo deja de ser una persona libre.

 

El marxismo sostenía que sólo en una sociedad de tipo colectivista, estatizada, se podría erradicar la alienación. Es decir que sólo en una sociedad estatizada, colectivizada, el ser humano podía encontrar su verdadera identidad de ser humano.

 

¿Cuándo y cómo se aliena el ser humano?

 

Juan Pablo, en esta encíclica Centesimus annus, demostró que el comunismo con su sociedad colectivizada, no sólo no erradicó la alienación, sino que más bien la incrementó. Bien sabemos que el hombre en esa sociedad comunista, era tratado inhumanamente. Además, demostró el Papa que en la sociedades occidentales de tipo capitalista, tampoco se ha erradicado la alienación; – para entender mejor el término, llamémosla “deshumanización”, – porque también en las sociedades capitalistas existen muchas formas de explotación de la persona humana. Se trata a las personas como medios, – es decir, se trata al hombre como un mero instrumento, -se pretende que sea la economía de mercados la única norma, sin considerar que la economía y los mercados deben servir al hombre y no a la inversa. Está alienado el ser humano cuando es tratado como un instrumento, como un medio, para producir y consumir.

 

Juan Pablo ilumina en Centesimus annus el concepto de alienación desde la concepción cristiana, haciéndonos ver que cuando hay alienación de la persona humana ,se invierten los medios y los fines. Nos dice el Santo Padre en el N° 41 de Centesimus annus que está alienado el hombre,

 

cuando no reconoce el valor y la grandeza de la persona en sí mismo y en el otro, se priva de hecho de la posibilidad de gozar de la propia humanidad y de establecer una relación de solidaridad y comunión con los demás hombres, para lo cual fue creado por Dios. En efecto, es mediante la propia donación libre como el hombre se realiza auténticamente a sí mismo, y esta donación es posible / gracias a la esencial «capacidad de trascendencia» de la persona humana.

 

El hombre no puede darse a un proyecto solamente humano de la realidad, a un ideal abstracto, ni a falsas utopías. En cuanto persona, puede darse a otra persona o a otras personas y, por último, a Dios, que es el autor de su ser y el único que puede acoger plenamente su donación.

 

Se aliena el hombre que rechaza trascenderse a sí mismo y vivir la experiencia de la auto donación y de la formación de una auténtica comunidad humana, orientada a su destino último que es Dios. Está alienada una sociedad que, en sus formas de organización social, de producción y consumo, hace más difícil la realización de esta donación y la formación de esa solidaridad interhumana.

 

La Palabra es la fuente del conocimiento del hombre

 

Recordemos que la fuente de la comprensión del hombre, – eso es lo que trata de hacer la antropología, – la fuente de la comprensión del ser humano es la Palabra. De Dios, a través de su Palabra, ha recibido la Iglesia su comprensión del hombre y del mundo. De esa verdad, recibida de Dios, la Iglesia ha elaborado su propia antropología, es decir su comprensión de la realidad del ser humano, la antropología cristiana. Nosotros no podemos comprender a la persona humana por fuera de la concepción cristiana, con su doble dimensión: terrena y celestial, material y espiritual, temporal y eterna. Nuestra comprensión de la persona humana en su doble dimensión exige de nosotros un compromiso único y coherente. Nos comprometemos con la persona humana como un ser con necesidades materiales y espirituales; con ambas.

 

Nos dice el P. Sergio Bernal que Juan Pablo II, consecuente con la preocupación por la recta antropología, expone la idea de que

 

el principal recurso para el desarrollo es la persona misma, por encima de la tierra y de otros medios de producción, la persona con su capacidad de trabajar, estableciendo con la tierra formas siempre nuevas de relación / que hoy son caracterizadas por la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber que son propias del trabajo humano. Se trata de la capacidad empresarial que desemboca en la creación de comunidades de trabajo. Para Juan Pablo II / trabajar es trabajar con los demás y para los demás. Pero no todas las personas pueden desarrollar sus capacidades y así, en palabras del Papa, el desarrollo pasa por encima de su alcance porque el conocimiento, la forma de propiedad más importante para el desarrollo, se convierte en monopolio de unos pocos.

 

El Conocimiento, la propiedad más importante

 

Que el conocimiento es la forma de propiedad más importante para el desarrollo, dice Juan Pablo II. Y anota que el conocimiento está monopolizado por unos pocos. También el concepto de empresa como comunidad es muy importante. No se suele mirar así, y menos ahora, cuando los nuevos contratos de trabajo han cambiado la relación trabajador-empresa. Ya la vinculación con la empresa es débil y sin garantía ninguna de estabilidad.

 

La Empresa: comunidad de personas no sólo sociedad de capitales

 

Es interesante observar que hasta hace pocos años, al área de las empresas que se encargaba de la administración del personal la llamaban Recursos Humanos. Alguna escuela de administración, creo que fueron los japoneses, empezaron a dudar de lo acertado del término, pues el personal no se puede equiparar a otra clase de recursos, como los recursos financieros o los recursos físicos. Se intentaron varios nombres para el área de personal. Algunos la llamaban Talento Humano o Capital Humano. Juan Pablo II, también en la encíclica Centesimus annus, observa que

 

La empresa no puede considerarse única mente como una «sociedad de capitales»; es, al mismo tiempo, una «sociedad de personas», en la que entran a formar parte de manera diversa / y con responsabilidades específicas / los que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su trabajo.

 

Volvamos al tema concreto del desarrollo económico, a su rostro humano. Dice el P. Sergio Bernal, que Juan Pablo II desarrolla ampliamente el concepto del desarrollo solidario, complementando así la Populorum progressio de Pablo VI. Dice el P. Bernal:

 

La frustración por la posesión de bienes imperfectos

 

Hemos visto un progreso extraordinario en la creación de bienes, riqueza, tecnologías, servicios, pero, desafortunadamente los beneficiarios de estos bienes son unos pocos, los cuales, a su vez, sin darse cuenta, precisamente por ese desequilibrio en la distribución, terminan siendo víctimas de este crecimiento, pues cada día se encierran más en sí mismos en un proceso de continua alienación, de insatisfacción al no poder seguir la velocidad del progreso y al constatar, por esta razón, que, cuando creen haber alcanzado la felicidad mediante la posesión de los bienes, se encuentran frustrados por la aparición de otros, tal vez más perfectos.

 

Como hemos visto, el verdadero desarrollo tiene que ser el de todos los hombres destinados a realizarse también mediante el uso de los bienes. Se trata de la solidaridad, que el Papa presenta como una virtud cristiana. Esta virtud debe acompañar la producción y el consumo, y, de manera particular, la colaboración entre los países, en la cual, la meta no puede reducirse a los bienes materiales, sino que debe considerar a la persona integralmente entendida, como el beneficiario primario de la colaboración.

 

El Desarrollo, un desafío moral

 

Otro principio del desarrollo con relación a la solidaridad es la necesidad de promover valores que beneficien verdaderamente a los individuos y a la sociedad. No basta con ponerse en contacto y ayudar a quienes padecen necesidad. Hemos de ayudarles a descubrir los valores que les permitan construir una nueva vida y ocupar con dignidad y justicia su puesto en la sociedad. Todos tienen derecho a aspirar y a lograr lo que es bueno y verdadero. Todos tienen derecho a elegir aquellos bienes que mejoran la vida; y la vida en la sociedad no es en modo alguno algo moralmente neutro. Las opciones sociales implican consecuencias que pueden promover o degradar el verdadero bien de la persona en la sociedad (Mensaje…, 1987.6).

 

El desarrollo aparece así, como un desafío moral, no solamente económico y técnico. Esta es la conclusión a que se llega desde el misterio de la Encarnación del Verbo y el plan divino de reconciliar en Cristo todas las cosas. La Ilustración proponía un progreso indefinido / finalizado a sí mismo y hecho posible por ese súper hombre que resultaba de la liberación de toda ley superior. Respondiendo a ese desafío histórico que poco a poco va resucitando en nuestros días, el Papa responde magistralmente:

 

El compromiso cristiano de orientar el desarrollo

 

El sueño de un « progreso indefinido » se verifica, transformado radicalmente por la nueva óptica que abre la fe cristiana, asegurándonos que este progreso es posible solamente porque Dios Padre ha decidido desde el principio hacer al hombre partícipe de su gloria en Jesucristo resucitado, porque « en él tenemos por medio de su sangre el perdón de los delitos » (Ef 1, 7), y en él ha querido vencer al pecado y hacerlo servir para nuestro bien más grande, que supera infinitamente lo que el progreso podría realizar.

 

Podemos decir, pues, —mientras nos debatimos en medio de las oscuridades y carencias del subdesarrollo y del superdesarrollo— que un día, cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad » (1 Cor 15, 54), cuando el Señor « entregue a Dios Padre el Reino » (Ibid.,15,24), todas las obras y acciones, dignas del hombre, serán rescatadas (SRS 31).

Es por este motivo / por el cual la Iglesia siente ser su deber ocuparse de la problemática del desarrollo y quiere invitar a los cristianos a comprometerse en su orientación.

 

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com

 


 

Cf Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 30

Cf Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 28

Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 10; 36: AAS 57 (1965) 14-15; 41-42. En el N° 34 dice: Cristo Jesús, Supremo y eterno sacerdote porque desea continuar su testimonio y su servicio por medio de los laicos, vivifica a éstos con su Espíritu e ininterrumpidamente los impulsa a toda obra buena y perfecta. En el N° 36: (…) el Señor desea dilatar su Reino también por mediación de los fieles laicos; un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de paz, en el cual la misma criatura quedará libre de la servidumbre de la corrupción en la libertad de la gloria de los hijos de Dios (cf. Rom 8,21). Grande, realmente, es la promesa, y grande el mandato que se da a los discípulos. “Todas las cosas son vuestras, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios” (1 Cor 3,23).

Cf. Conc. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 35: AAS (1966) 1053; Pablo VI, Discurso al Cuerpo diplomático, 7 enero 1965: AAS 57 (1965) 232; Enc. Populorum progressio, 14: AAS 59 (1967) 264.

Cfr Reflexión N° 50, en este blog, Juan Pablo II, Centesimus annus, N° 41

Cf en este blog la Reflexión 107, del 21 de agosto, 2008: Naturaleza de la Doctrina Social: un conocimiento iluminado por la fe.

En la Revista SEÑALES, La Revista Latinoamericana, el jueves 02 de octubre, 2008, en un curioso artículo titulado “ Cómo el Cristianismo creó el Capitalismo, su autor Peter Müller dice: El Papa Juan Pablo II subraya en su Encíclica Centesimus Annus, que la mayor causa de las riquezas de las naciones proviene del conocimiento, la ciencia, el know how y los descubrimientos llamados “capital humano”. Ser letrados y  estudiosos eran los principales motores de los monasterios medievales: el capital humano, la moral y el intelecto, fueron sus principales ventajas. Hace mil años, había solo unos doscientos millones de personas en el mundo, la mayoría de ellos vivían en una pobreza desesperante, bajo gobiernos tiránicos, expuestos a epidemias descontroladas y desórdenes civiles. El desarrollo económico ha hecho posible el sustento de mas de seis billones de personas a un nivel considerablemente más alto que hace mil años y con una esperanza de vida tres veces mayor.

Cf Juan Pablo II, Centesimus annus, 43

Cf Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 31

Reflexión 115 Desarrollo para el hombre

Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.


Utilice los
Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes, agencias de noticias y publicaciones católicas.

Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en Orar frente al Computador”, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Lo encuentra en esta dirección: www.sacredspace.ie

==============================================================

Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana

Desarrollo Económico y Solidaridad (II)

Continuemos nuestro estudio de la doctrina de la Iglesia sobre el desarrollo económico.

¿Nos enseña economía la doctrina social de la Iglesia?

Tengamos presente que la Iglesia no ofrece soluciones técnicas en los temas de economía o de política, sino que nos proporciona principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción. Con esta ayuda formamos nuestra conciencia; tenemos así elementos para VER e interpretar la realidad con ojos de fe, de acuerdo con la doctrina social católica, podemos comprender los signos de los tiempos, – que es sentir la presencia de Dios en la vida del mundo, – JUZGAR la realidad según el Evangelio y emprender caminos apropiados para ACTUAR. [1]

¿Qué cuota de desempleo nos va a tocar?

La crisis financiera mundial que sacude al mundo en estos días tenemos que aprender a verla con ojos de fe. No la hemos sentido todavía con la intensidad con que la sienten ya en otros países, pero preocupa, en particular, la noticia de la OIT que anuncia que unos 20 millones de personas perderán en el mundo su empleo como consecuencia de la crisis económica que atraviesa el mundo. ¿Qué cuota de desempleo nos irá a tocar? La cifra global de desempleados el año que viene será de unos 210 millones de personas.[2]

A este propósito, en la meditación diaria del Evangelio que ofrecen en Internet los jesuitas irlandeses, en la página que se llama Espacio Sagrado,[3] nos invitan a orar con esta oración:

Alegrarse del mal ajeno está lejos de la caridad

Señor, toda esta turbulencia de la crisis financiera pareciera tocar mi oración de dos maneras. A veces siento una indignación moral por la codicia de los poderosos, cuya ambición de obtener cada vez más ganancias, ha explotado a los débiles. Espero que ellos se puedan mover desde la ceguera a una comprensión del mundo real de la gente – de la gente que sufre y darse cuenta de lo vano de su ambición que quiere más y más dinero. “Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” – si pierde su alma (Mc 8,36). Pero sé que esa indignación no siempre viene del buen espíritu; puede estar mezclada con un placer por el mal ajeno y en eso hay poca caridad. Tengo que estar atento para no caer allí. Otras veces siento temor e inseguridad por lo que me pueda pasar a mí o a mis seres queridos. Esto me impulsa a mirar a mi interior.

Una pobreza generosa

¿Es que la inseguridad me hace más egoísta, al pensar sólo en mí y despreocuparme de las necesidades de los demás? ¿La inseguridad disminuye mi sensibilidad, nubla mi comprensión de que la gente es más importante que el dinero? O al contrario, ¿esta turbulencia mundial fortalece mi compasión? La pobreza no es buena en sí misma, pero cuando conduce a una más honda dependencia de Dios y es generosa, puede ser una rara gracia – Una pobreza generosa…- tengo que recordar cómo Jesús se maravilló de la generosidad de la viuda que dio, no de lo que le sobraba, sino de lo que necesitaba para vivir (Mc 12, 41-43)

Es demasiado ambicioso aquel a quien no le basta Dios.[4]

Luego de la reflexión sobre la crisis financiera en el mundo, vayamos al tema que nos ocupa: el desarrollo económico con visión cristiana, o dicho de otra manera, la dimensión humana del desarrollo.

La reflexión anterior la dedicamos a la característica de la solidaridad, que debe acompañar al desarrollo económico, visto con ojos cristianos. El desarrollo económico, según Pablo VI debe ser integral y solidario. Ya hemos dedicado tiempo a estudiar que el desarrollo económico debe ser integral. También hemos hablado de la solidaridad. En resumen, se debe trabajar por conseguir un desarrollo de todo el ser humano y para todos los seres humanos: eso significa integral y solidario.

En la reflexión anterior veíamos que después de la segunda guerra mundial, Europa se pudo reconstruir gracias a la solidaridad, especialmente de los EE.UU. con su plan Marshall y de la Organización de las Naciones Unidas, que ayudó a millones de refugiados entre 1944 y 1947, y se constituyó así en factor determinante en la fundación de las bases de la recuperación europea en la posguerra.

La solidaridad vale la pena

También hemos visto en estas semanas de crisis financiera, especialmente en los países desarrollados de Norteamérica, Europa y Asia, que se han unido las autoridades de esos países y han mostrado que en situaciones en que peligra la economía de todos ellos, los políticos están dispuestos a tomar las medidas más extraordinarias, aun desafiando las reglas que seguirían en tiempos normales y sin tener en cuenta las diferencias ideológicas. Y poco a poco, con medidas concertadas, pareciera que la crisis se empezara a superar. De manera que la solidaridad vale la pena.

Al ver todo ese movimiento nos hemos preguntado en estos días, ¿por qué no se reacciona con la misma rapidez y efectividad con que se ha reaccionado en estas semanas en Europa, Asia y los EE.UU. para solucionar la crisis financiera, para aliviar el hambre en el mundo, en África, en Asia y en América? Y al ver las cifras de pobreza e indigencia en el mundo comprendimos que no podemos seguir tranquilos ni menos ser indiferentes frente a esas cifras; que si hablamos de solidaridad, tenemos que detenernos unos minutos y pensar en nuestros hermanos que pasan hambre, y ver qué podemos hacer por ellos, así sea en algunos casos sólo orar o dar de nuestra pobreza.

Según la FAO, (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación),[5] hay una buena noticia y es que América Latina bajó en ocho millones el número de hambrientos (entre 1990-2005), pero la mala noticia es que, de continuar la tendencia al alza en los precios de los alimentos, empujada por los efectos del cambio climático, el 2008 cerrará con las mismas cifras de 1990.[6]

No puede ser que la solidaridad entre los gobiernos funcione para salvar las economías de los países desarrollados, pero no aparezca para salvar del hambre a 1.400 millones de personas afectadas por pobreza extrema, según datos del Banco Mundial para el año 2005.

Y nosotros los católicos no podemos enfocar nuestro interés por los tratados de libre comercio sólo a su aspecto de solidaridad comercial, que ayude al crecimiento económico de los que más tienen y no pensemos más allá, en la realización de una globalización en sentido cristiano, que debería significar la unidad del mundo como la casa de todos, de distintas razas y culturas, todos llamados a ser ciudadanos del mismo Reino, un Reino de justicia, de amor y de paz en donde los pobres sean los preferidos, como Dios lo quiere.

Un capitalismo con rostro humano

Con motivo de la actual crisis se ha empezado a hablar de la necesidad de un capitalismo con rostro humano.[7] Ojalá esta coyuntura traiga por lo menos este beneficio: que se reflexione que no funciona bien el sistema y hay que buscar reformas, que tengan en cuenta que el centro es el hombre, integral y solidario.[8]

Hemos venido siguiendo la conferencia del P. Sergio Bernal sobre la dimensión humana del desarrollo.[9] Comenta el P. Bernal, sobre el pensamiento de Pablo VI en su encíclica Populorum progressio acerca de un desarrollo integral y solidario, que el Papa era consciente de la dificultad de lograr esa meta, en un mundo dominado por la ley del mercado, que por sí sola no puede regular las relaciones de intercambio. En estos días hemos sentido que eso es verdad: la ley del mercado, sola, no regula automáticamente las relaciones de intercambio, es decir no regula los negocios. Dice el P. Bernal:

Nos enfrentamos a un problema moral. No es una simple cuestión técnica. La teoría económica afirma que los precios se forman casi automáticamente según la ley de la oferta y la demanda. Pero esta ley ignora, o finge ignorar, el hecho de las desigualdades que existen entre las partes y que terminan constituyendo un elemento determinante en el éxito de las transacciones en beneficio de las partes, la más fuerte ( y cita el P. Bernal la Populorum progressio en el N° 58, donde, refiriéndose al comercio entre naciones, dice):

cuando las condiciones son demasiado desiguales de país a país: los precios que se forman «libremente» en el mercado pueden llevar consigo resultados no equitativos. Es por consiguiente el principio fundamental del liberalismo, como regla de los intercambios comerciales, el que está en litigio (se refiere a la ley de la oferta y la demanda, que se presenta comúnmente como algo inapelable. Hoy se pone en duda).

León XIII, – sigue el P. Bernal, – había denunciado la injusticia de un contrato de trabajo hecho bajo la presión de las circunstancias. Con referencia a los intercambios internacionales Pablo VI advierte que “una economía de intercambio no puede seguir descansando sobre la sola ley de la libre concurrencia (competencia),[10] que engendra también demasiado a menudo la dictadura económica. El libre intercambio sólo es equitativo si está sometido a las exigencias de la justicia social” (59).

La ley fundamental del desarrollo es el servicio del hombre

Y continúa luego el P. Sergio Bernal:

El Concilio proclama que la ley fundamental del desarrollo es el servicio del hombre que es el autor, el centro y el fin de toda actividad social. Es necesario estimular la producción de bienes y servicios y el progreso de la ciencia y la tecnología, pero teniendo en cuenta que,

[l]a finalidad fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas; de todo hombre, decimos, de todo grupo de hombres, sin distinción de raza o continente. De esta forma, la actividad económica debe ejercerse siguiendo sus métodos y leyes propias, dentro del ámbito del orden moral, para que se cumplan así los designios de Dios sobre el hombre (GS 64).

Y así llegamos al año 1967, uno de los años de la década dedicada al desarrollo por las Naciones Unidas, cuando se imponía la teoría llamada por algunos “desarrollista”, dominada por la ideología liberal capitalista con su concepción errada de la persona humana reducida a la dimensión económica. Como respuesta y siguiendo las líneas trazadas por el Concilio, Pablo VI lanza la propuesta de un desarrollo integral y solidario.

El “creced” del libro del Génesis significa “perfeccionaos”

Aunque no aparece así en la encíclica, – me atrevería a hacer una lectura de estas dos dimensiones a partir de la Revelación y en línea con el nuevo modo de utilizar la Sagrada Escritura iniciado por el Vaticano II. Creo que podemos ver en esas dos dimensiones del auténtico desarrollo la expresión del mandato del Creador: “creced y multiplicaos” (creced, dice el Génesis a las personas humanas, es decir perfeccionaos como personas).

Evidentemente la voluntad de Dios al crear a un ser a su imagen y semejanza era la de un ser multidimensional cuyo crecimiento debería corresponder a todas las dimensiones del ser. Pero no se trataba de un crecimiento egoísta, sino que tenía que ser compartido con la humanidad en continuo crecimiento. De ahí, que no podía el Papa no proponer estas características del desarrollo en coherencia con la voluntad de Dios.

Como hemos visto, las características del desarrollo económico propuestas por Pablo VI son que el desarrollo sea integral y solidario; que beneficie a toda la persona, en todas sus dimensiones, y a todas las personas. Sigue el P. Bernal:

Pero, además, estas dos dimensiones quieren ser una respuesta a la problemática que el modelo económico presentaba y a las cuales ya se habían referido explícitamente Juan XXIII y el Concilio. Con el magisterio de Juan XXIII el discurso social de la Iglesia asume una actitud nueva / renunciando a la apologética y al ataque y condenación del adversario. Comienza un lenguaje propositivo que, además, busca comprender y potenciar los aspectos positivos de la realidad. Pablo VI sigue fiel a esta actitud / y así nos ofrece una encíclica dedicada al desarrollo / en la cual invita a los responsables de la economía a humanizar el proceso. El llamado del Papa está en perfecta coherencia / con aquello que la Iglesia tiene para ofrecer al mundo: su visión del hombre y de la humanidad (PP 13).

Subsidios en los países poderosos y liberación de los mercados de los países pobres

A propósito del TLC con los EE.UU., que sigue sobre el tapete, conviene escuchar estas reflexiones del P. Bernal:

La economía de mercado que domina la escena actualmente, muestra sus debilidades y la injusticia que la caracteriza. Mientras los países ricos pueden imponer controles al mercado, como es el caso de los subsidios dados a los productos agrícolas en los Estados Unidos y en los países de la Unión Europea se exige a los países pobres la liberación total de sus mercados y la abolición de cualquier medida proteccionista, en negociaciones como los famosos Tratados de Libre Comercio, los países pobres se ven obligados a aceptar condiciones injustas si quieren entrar en el mercado mundial. Por todo esto resulta bastante claro / que la justicia en las relaciones comerciales internacionales pasa necesariamente por la virtud de la solidaridad / que supone el respeto por la dignidad de cada nación.

Y así llegamos a las enseñanzas de Juan Pablo II cuyo magisterio estuvo caracterizado por un profundo sentido social, continúa el P. Sergio Bernal. Fijémonos en el fundamento bíblico del papel del ser humano, como actor en el desarrollo del mundo.

Para el Papa es claro que el desarrollo es la vocación de la humanidad y al mismo tiempo su grave responsabilidad. Pero todo él debe estar dirigido por el hombre como sujeto agente y orientado al hombre como destinatario del progreso y del desarrollo.

De manera que el ser humano debe ser actor del desarrollo y destinatario del mismo. Dios creó el mundo y nos lo entregó para que lo administremos. El Evangelio nos enseña que uno no recibe los talentos (los dones de Dios), para enterrarlos, sino para ponerlos a producir, y nos tomarán cuenta a ver si fuimos buenos administradores.

Cita a continuación el P. Bernal, el N° 30 de la encíclica Sollicitudo rei socialis (La preocupación social de la Iglesia), pero para su mejor comprensión vamos a leer antes unas líneas del número 28 y luego del 29, de la misma encíclica, que dicen:

28. Pero al mismo tiempo ha entrado en crisis la misma concepción « económica » o « economicista » vinculada a la palabra desarrollo. En efecto, hoy se comprende mejor que la mera acumulación de bienes y servicios, incluso en favor de una mayoría, no basta para proporcionar la felicidad humana. Ni, por consiguiente, la disponibilidad de múltiples beneficios reales, aportados en los tiempos recientes por la ciencia y la técnica, incluida la informática, traen consigo la liberación de cualquier forma de esclavitud. Al contrario, la experiencia de los últimos años demuestra que si toda esta considerable masa de recursos y potencialidades, puestas a disposición del hombre, no es regida por un objetivo moral y por una orientación que vaya dirigida al verdadero bien del género humano, se vuelve fácilmente contra él para oprimirlo.

La realidad del hombre fundamentalmente social

En el N° 29 leemos: El hombre, (…) al ser imagen de Dios, tiene una verdadera afinidad con El. Según esta enseñanza, el desarrollo no puede consistir solamente en el uso, dominio y posesión indiscriminada de las cosas creadas y de los productos de la industria humana, sino más bien en subordinar la posesión, el dominio y el uso a la semejanza divina del hombre y a su vocación a la inmortalidad. Esta es la realidad trascendente del ser humano, la cual desde el principio aparece participada por una pareja, hombre y mujer (cf. Gén 1, 27), y es por consiguiente fundamentalmente social.

El N° 30, de la Sollicitudo rei socialis, citado por el Bernal, dice:

“Según la Sagrada Escritura, pues, la noción de desarrollo no es solamente « laica » o « profana », sino que aparece también, aunque con una fuerte acentuación socioeconómica, como la expresión moderna de una dimensión esencial de la vocación del hombre”.[11]

El desarrollo inventado desde el Génesis

De manera que el desarrollo no es un invento moderno de las teorías económicas. Ya estaba inventado en el Génesis: Creced. Lo que hacen las ciencias económicas es presentar el desarrollo, que es propio de la vocación de la persona humana, con los ojos de las ciencias socioeconómicas.

En efecto, -continúa la encíclica SRS, – el hombre no ha sido creado, por así decir, inmóvil y estático. La primera presentación que de él ofrece la Biblia, lo describe ciertamente como criatura y como imagen, determinada en su realidad profunda por el origen y el parentesco que lo constituye. Pero esto mismo pone en el ser humano, hombre y mujer, el germen y la exigencia de una tarea originaria a realizar, cada uno por separado y también como pareja. La tarea es « dominar » las demás criaturas, « cultivar el jardín »; pero hay que hacerlo en el marco de obediencia a la ley divina y, por consiguiente, en el respeto de la imagen recibida, fundamento claro del poder de dominio, concedido en orden a su perfeccionamiento (cf. Gén 1, 26-30; 2, 15 s.; Sab 9, 2 -3)

Una visión de la naturaleza que no es un fin en sí misma

Más adelante añade el P. Bernal:

En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz en 1987 decía el Papa (Juan Pablo II), que

Es el respeto a la vida y, en primer lugar, a la dignidad de la persona humana la norma fundamental inspiradora de un sano progreso económico, industrial y científico (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1990. n.7).

Ciertamente Juan Pablo II recogió las enseñanzas de sus predecesores, pero las enriqueció aún más con la reflexión teológica profunda y, concretamente, ofreció el criterio fundamental que debe servirnos para evaluar los procesos contemporáneos / y para orientarlos responsablemente. Coincidimos con muchas preocupaciones del mundo actual, pero nos distanciamos también mucho de ellas en el punto substancial de aproximación. En cuanto al desarrollo y la ecología, concretamente, tenemos una visión de la naturaleza que no es un fin en sí misma, sino que toda ella debe estar ordenada al bien del hombre y debe regirse por ese parámetro interior que es la vocación a su realización integral y trascendente.

No tanto «tener más» cuanto «ser más»

Ya desde la primera encíclica de su largo pontificado, dedicada al misterio de la Redención, Juan Pablo II, entre otros temas, toca el del desarrollo. Dice allí el Santo Padre, en el N° 16 de la Redemptor hominis:

Se trata del desarrollo de las personas y no solamente de la multiplicación de las cosas, de las que los hombres pueden servirse. Se trata —como ha dicho un filósofo contemporáneo y como ha afirmado el Concilio— no tanto de «tener más» cuanto de «ser más».[12] En efecto, existe ya un peligro real y perceptible de que, mientras avanza enormemente el dominio por parte del hombre sobre el mundo de las cosas; de que este dominio suyo pierda los hilos esenciales, y de diversos modos su humanidad esté sometida a ese mundo, y él mismo se haga objeto de múltiple manipulación, aunque a veces no directamente perceptible, a través de toda la organización de la vida comunitaria, a través del sistema de producción, a través de la presión de los medios de comunicación social (RH 16).

Hemos afirmado que para que el mundo cambie y se guíe en sus relaciones con los demás por la justicia social, que se fundamenta en el Evangelio, es necesaria una conversión de los políticos, de los economistas, de los empresarios, y también de los trabajadores. Terminemos hoy con estas líneas de la encíclica Redemptor hominis, de Juan Pablo II, en el N° 16:

No se avanzará en este camino difícil de las indispensables transformaciones de las estructuras de la vida económica, si no se realiza una verdadera conversión de las mentalidades y de los corazones.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, N° 7. Un ejemplo de la formación de las conciencias es el documento Forming Consciences for Faithful Citizenship, del episcopado de los EE.UU. Sobre el voto de los católicos en las elecciones presidenciales de los EE.UU., -McCain-Obama, la revista AMERICA escribió un editorial en su edición del 20 de octubre, 2008. Entre los enlaces de este blog está la revista AMERICA. De ese artículo es la siguiente cita: In their document Forming Consciences for Faithful Citizenship, published almost a year ago, the bishops called Catholic voters to prayerful reflection on the principles of Catholic moral and social teaching. First among these fundamental ethical principles is the dignity of the human person and his or her consequent right to life, “the most fundamental human good and the condition of all the others.” Issues that involve direct attacks on life itself, such as abortion or euthanasia or unjust war, therefore, should be the first concern of Catholic voters. Our duty to protect innocent human life, they wrote, “has a special claim on our consciences and our actions.” Cf http://www.americamagazine.org

[2] El Tiempo, Bogotá, martes 21 de octubre, 2008, 1-11

[3] La página en inglés lleva por título Sacred Space. Esta oración se encuentra en la versión en inglés, en la dirección www.sacredspace.ie
o entre los enlaces de este blog basta hacer clic en Orar frente al computador. La traducción de la oración que ofrezco hoy es una traducción libre.

[4] ‘Trop est avare à qui Dieu ne suffit’, You’re too greedy if God is not enough for you.

[5] Food and Agriculture Organization

[6] El Tiempo, Bogotá, miércoles 15 de octubre 2008, 1-8

[7] Cf Sergio Muñoz Bata, “Capitalismo con rostro humano”, El Tiempo, jueves 23 de octubre 2008, 1-19. Sin embargo su pensamiento parece ir por el lado del capitalismo asistencialista.

[8] Cf Cecilia López Montaño, “Nuestro cuarto de hora”, El Tiempo, jueves 23 de octubre 2008, 1-19, dice: “(…) aquellos seguidores del liberalismo económico ruegan, como The Economist, para que no se acabe el capitalismo sino para que se transforme”. Lástima que piensa más en un estado fuerte que controle, que en un estado que promueva una economía no sólo solidaria sino también integral.

[9] Cf Ponencia del P. Sergio Bernal, S.J., en el IV Congreso Nacional de Reconciliación, Conferencia Episcopal de Colombia, 2008

[10] El original latino no habla de “concurrencia”, que en portugués sí significa competencia, sino de “competencia”. Dice: nam negotiandarum rerum ratio et disciplina in sola lege liberae immoderataeque competitorum aemulationis iam nequit consistere, quippe quae oeconomicum imperium quam saepissime etiam pariat

[11] SRS, 30

[12] Cf. Conc. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 35: AAS (1966) 1053; Pablo VI, Discurso al Cuerpo diplomático, 7 enero 1965: AAS 57 (1965) 232; Enc. Populorum progressio, 14: AAS 59 (1967) 264.