Reflexión 144 -Comentario a Caritas in veritate II

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¿Es posible mirar la economía desde la fe?

 

Vamos a hacer una introducción general al tema de la encíclica Caritas in veritate. Es importante ubicarnos antes de entrar directamente en materia.

En las crisis de la sociedad, que aparentemente son sólo crisis materiales, como la crisis económica actual, nos podemos preguntar si el pensamiento cristiano tiene algo qué decir, para ayudar a la humanidad en esas circunstancias. La nueva encíclica de Benedicto XVI nos demuestra que es posible y es necesario, responder desde el pensamiento cristiano, a las necesidades e inquietudes de la sociedad de todos los tiempos, aunque a veces puedan aparecer esas necesidades e inquietudes como sólo materiales. Lo que afecta al hombre lo afecta en su totalidad.

Como el Evangelio es revelación de la Palabra, es decir, de la sabiduría de Dios, el Evangelio es de una riqueza infinita, y en esa riqueza de las enseñanzas de Jesús, siempre es posible encontrar las respuestas apropiadas a las necesidades e inquietudes de los seres humanos de todos los tiempos, sin importar lo oscuro que, en algún momento, se vea el panorama. Jesús nos enseñó que si Él está presente no debemos tener miedo y en el Evangelio aprendimos que su palabra puede calmar el viento y las tempestades. Como Él es la luz, no debemos tener miedo a la oscuridad cuando Él se hace presente.

El mundo, que está ahora rodeado de oscuridad, pues no ve salidas humanas a la crisis, a pesar de los avances tecnológicos, necesita la luz del Evangelio, y en medio de las tempestades por la que atraviesa nuestra sociedad, necesita la voz del Señor que ordena al viento que se calme; necesita la Palabra que nos invita a no perder el ánimo y a vivir en la caridad y la verdad.

Cuando logramos conocer siquiera un poquito de la riqueza del Evangelio y, practicándola, la hacemos nuestra, nos enriquecemos como personas. Es triste por eso, que nuestra sociedad, que tanto necesita la verdad que nos enseña la Escritura, se empeñe en ignorarla; por eso la Evangelización es indispensable.

 

¿Es posible el auténtico desarrollo sin tener en cuenta al Evangelio?

 

Si leemos con atención las enseñanzas de las encíclicas Populorum progressio y Caritas in vertitate, nos deberíamos preguntar, si el auténtico desarrollo es posible sin tener en cuenta al Evangelio. Se necesitan los conocimientos económicos y la técnica, claro, pero no bastan. No es posible conseguir el desarrollo verdadero del ser humano, sin aceptar y vivir los valores del Evangelio. Me refiero al desarrollo integral, es decir al desarrollo que tiene en cuenta a toda la persona humana y a todos los seres humanos; todo el ser humano, con su vocación trascendente; porque el hombre no es sólo materia, no se desarrolla de verdad si únicamente tiene en cuenta su progreso material.

Cuando la sociedad trata de conseguir el desarrolllo guiada únicamente por la técnica, sabemos ya lo que sucede. Fracasó el marxismo antes, está fracasando el capitalismo ahora. Lo están viviendo todas las naciones. El desarrollo material solo, falla y arrastra al ser humano, porque acaba buscando únicamente su interés personal, dominado por el egoísmo. ¿No es el individualismo el culpable de la crisis, al querer la persona todo para sí, sin importarle lo que sucede a los demás o, lo que es aún peor, cuando trata de ganar a costa de las pérdidas de los otros, engañándolos, poniendo a los demás de escalón para subir, para ganar, como sucede por ejemplo con las famosas pirámides y con los altísimos intereses y cobros por los servicios finacieros?

 

¿Se cierran los ojos de los expertos economistas y mercadotecnistas?

Es una ley del capitalismo que hay que comprar para que la economía crezca; si la gente compra se demandan productos, la industria los fabrica, los expertos en mercadeo los dan a conocer, los comerciantes los distribuyen; pero si se empobrece a la población con políticas injustas de trabajo, con un manejo miope del mercado, por ejemplo con tasas de interés que en otro tiempo se consideraban de usura, ¿no se está cerrando el camino al desarrollo? ¿Cómo puede funcionar el mercado, si a la gente se le recorta su capacidad económica para comprar? Pareciera un suicidio ese tipo de comportamiento de los que manejan la economía y el mercado, pero el individualismo no los deja ver; a pesar de sus habilidades financieras, parece que para comprender que el mercado es la gente, se les cerrara el entendimiento.

Aunque yo me pregunto, si será que, quienes manejan la economía y el mercado tienen calculada cuál es la masa crítica para que la economía les funcione a su favor. No les importa que la mitad de la población viva en la pobreza, si hay un número suficiente de personas que les producen sus ganancias.

Recordemos que en economía, se denomina masa crítica a la base de clientes lo suficientemente amplia como para que el mercado de un producto o servicio se desarrolle por sí sólo.[1]

La actual crisis está demostrando que tampoco ahora, en la era de la globalización, alguna nación se puede aislar y tratar de vivir únicamente de sus propios medios. Todos necesitamos de todos. Eso implica solidaridad. O somos solidarios en el desarrollo o nos arrastramos todos juntos cada vez a un mayor deterioro, y no a un desarrollo de verdad.

 

La asistencia social no es suficiente

No es suficiente la beneficiencia, la asistencia que alcanza a algunos pobres. No digo que no se deba practicar la asistencia a los pobres, sino que no es suficiente. Quizás porque no conocen bien o no practican los valores del Evangelio, los que manejan la economía y las finanzas de las naciones y del mundo, se tranqulizan, cuando tocados solamente por un pensamiento de filantropía, ceden algo de su riqueza material a favor de los pobres. Si pensaran en cristiano, comprenderían que son sólo administradores de los bienes que han recibido para el uso de todos. Cuando ceden de lo que poseen, a favor de otros, están cumpliendo con la tarea que el Creador les ha encargado.

Ahora bien, es fácil pensar en lo que deben hacer los demás, criticar a los demás y sentirnos libres de culpa. Deberíamos cuestionarnos cada uno de nosotros, qué tan desprendidos estamos de lo que consideramos nuestro, a favor de los que injustamente pasan necesidades, porque carecen aun de lo indispensable para vivir una vida digna. El examen de conciencia y el propósito de la enmienda son muy importantes cuando se quiere vivir según el Evangelio.

Después de reflexionar sobre nuestro comportamiento, debemos agradecer lo bueno que encontremos en nosotros, porque todo lo bueno viene de Dios; sin su gracia no podemos ni invocar el nombre de Jesús. Por lo desordenado que descubramos en nosotros pidamos perdón, y la gracia para corregir el camino.

 

En medio de la crisis, la voz de Benedicto XVI

 

Para responder a la necesidad de nuestro mundo, – desconcertado por los resultados del manejo egoísta de la economía, – la voz del sucesor de Pedro se eleva desde Roma, y nos trae oportunamente el mensaje del Evangelio, en su encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad.

La nueva encíclica de Benedicto XVI es una encíclica social, de manera que en este ‘blog’ dedicado a la D.S.I. no la podemos pasar por alto. Vamos a reflexionar sobre ella, sin prisa, empezando por las primeras palabras; por el título: Caritas in veritate, Caridad en la verdad. Es un documento denso, quizás por la profundidad de su pensamiento filosófico y teológico; por eso la vamos a comentar sin correr, hasta donde, en nuestra limitación, y con la ayuda del Señor, podamos hacerlo.

 

 

 

¿El Papa premio Nobel de economía?

Para que no desviemos nuestras expectativas, tengamos presente que no vamos a estudiar un tratado, escrito por un experto en economía, sino por un experto en la fe católica, en el mensaje de la Palabra de Dios. Recordemos que el Santo Padre no pretende ofrecer soluciones técnicas en la crisis económica y financiera mundial, aunque al conocer la encíclica, un banquero italiano haya afirmado que el Papa se merece el premio Nobel de economía.[2] Eso afirmó el banquero Ettore Gotti-Tedeschi, en entrevista con el diario de Milán, ‘Il Corriere della Sera’. Dijo él que Nadie ha aclarado como él (como Benedicto XVI), lo que el hombre económico ha de hacer por la economía: aplicar las leyes económicas y no sólo aproximarse a ellas.

Esa frase nos vendría bien a nosotros, cristianos; nos podrían decir que lo que el cristiano ha de hacer es aplicar la ley de Evangelio y no sólo aproximarse a él. Es que las leyes, sólo en los libros y en las conferencias de los juristas no sirven de nada. El Evangelio bellamente empastado, en la sala de la casa o sólo en nuestra palabras no puede cambiar el mundo.

 

Ya veremos cómo Benedicto XVI puede hablar con autoridad a los economistas desde el Evangelio, sin pretender ofrecer soluciones técnicas. Entremos en nuestro estudio con el pensamiento de que Jesús se nos hace presente en la voz del Romano Pontífice, quien, cumpliendo con el mandato del Señor, transmite la Palabra que nos muestra el camino de la esperanza cierta de un mejor futuro. Comencemos por el título Caritas in veritate, Caridad en la verdad, que si se aplican, serán los fundamentos de un futuro mejor.

 

 

 

La esperanza que nos asiste en la crisis

El Evangelio nos llena de una esperanza cierta. Una esperanza que no falla. Al contemplar los problemas de nuestra sociedad nos podemos sentir descorazonados, pero los cristianos tenemos por qué ser optimistas. Los cristianos podemos tener una esperanza cierta. No una esperanza humana cualquiera, basada en capacidades humanas, en conocimientos humanos, en lealtades humanas; si así fuera, no sería una esperanza firme; nos basamos en una esperanza que viene de Dios, que se funda en su omnipotencia y en su fidelidad. La esperanza cristiana es divina, teologal, la llamamos, porque su origen no es humano, está en Dios. Por ser una virtud divina, es Él quien nos la otorga como un don, Él la nutre, la acrecienta, la conforta.[3]

 

 

 

Una esperanza fundada en el amor

A pesar de las crisis que cíclicamente se presentan en el mundo, no podemos ser pesimistas, porque la esperanza cristiana de un mejor futuro tiene un fundamento inconmovible: se funda en la certeza del amor de Dios por nosotros. Y del amor de Dios no podemos dudar; es un amor de verdad, probado con el envío de su Hijo, Jesucristo que se hizo hombre: “Porque tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único (Jn 3,16). No podemos dudar del amor de Dios, garante de nuestra esperanza, porque ya ha probado que nos ama y por ser Dios nunca puede fallar.

 

 

Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él

El amor sólo se puede pagar de una manera que corresponda a su valor, con amor; por eso el dicho: Amor con amor se paga. El amor no se puede pagar con regalos materiales. La respuesta que espera de nosotros el Señor, al amor que nos ha manifestado, no es otra que nuestro amor. ¿Y cómo espera el Señor que sea nuestro amor? Pensemos en la respuesta que debemos dar a esa pregunta. Empecemos por tener en cuenta la afirmación de Benedicto XVI, al comienzo de su nueva encíclica, Caritas in veritate, en el N° 7, donde dice textualmente: Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él. De manera que amar no es sólo querer el bien de alguien, sino actuar, trabajar eficazmente por él.

 

El Señor mismo nos dice cómo espera que amemos; nos dice que amemos como Él ama. San Juan en su Primera carta, 3,18, nos explica cómo debe ser el amor del mandato nuevo de amar, que Jesús nos dejó: debemos amar como Él nos ama. Y, ¿cómo es ese amor? nos dice que no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. Amar según la verdad. Amar de verdad, no sólo de palabra.

 

 

 

Origen del amor cristiano

El amor cristiano es una fuerza que tiene su origen en Dios, nos dice Benedicto XVI en el N° 1 de Caritas in veritate. La encíclica nos va a ayudar a comprender, en alguna forma, el amor cristiano, no sólo en la teoría, sino en la práctica de la vida. Ojalá los empresarios, gobernantes y legisladores cristianos lean esta encíclica, la comprendan y la practiquen, porque para cambiar el mundo de la injusticia y el desorden en que vivimos, es necesario aceptar y vivir los valores evangélicos.

 

Terminemos la reflexión sobre la caridad con algunas ideas del Cardenal Martini, en su libro Las virtudes del cristiano que vigila:[4] Dice el cardenal que el fundamento de todo lo que se dice sobre el amor cristiano, es el anuncio del amor, que es Dios en sí mismo, es la Trinidad; sabemos que Dios es amor y que el amor reside en Jesucristo, se manifiesta en la Encarnación, (qué gran manifestación de amor es que el Verbo se haya hecho carne, uno de nosotros), y el amor es la persona del Espíritu Santo. ¿Muy complicado? Es verdad que nunca vamos a entender la Trinidad, pero algo podemos entender del amor de Dios por nosotros, cuando contemplamos la obra de la Trinidad en la humanidad. El amor de Dios es un amor actuante.

 

Existe el peligro de quedarnos tratando de entender intelectualmente, en teoría, el amor cristiano. No el mucho saber nos llena de Dios. La entrada al Reino no es porque sepamos mucho. No es un diploma la boleta de entrada. Quizás por eso el Cardenal Martini nos aterriza, cuando habla de las tres formas concretas de la caridad.[5] Formas concretas, no teóricas. Esas formas concretas, que nos dice Martini son el significado de la palabra “caridad”, se multiplican en el Evangelio. Veamos algunas.

 

 

 

El significado de la palabra “caridad”

 

La primera forma concreta de la caridad es El amor de Dios para con nosotros. Cita Martini tres lugares del Evangelio sobre cómo nos ama Dios, de manera concreta: La primera es la que menciona San Juan en 15, 12, que repetimos con frecuencia y dice: Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Si nos preguntamos, y ¿cómo nos amó?, tenemos la respuesta en Jn 3,16: Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito. De modo que se trata de un amor de entrega. Podemos agregar la primera carta de San Juan 3, 16, que dice: En esto hemos conocido lo que es el amor: en que Él dio su vida por nosotros. Esa es una manera concreta, inigualable, de amar; llegar a dar la vida. Ese es el significado de la palabra caridad, amor. Finalmente, 1 Jn 4,10, nos aclara el origen del amor cristiano, que es Dios. No sale de nosotros el amor cristiano; el amor es un don de Dios. Deberíamos pedirlo con insistencia: que aprendamos a amar como Él nos ama. Por eso dice Juan en su primera carta: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en qué él nos amó.

Recordemos que el amor, la caridad, es una virtud divina, Dios es amor. Podemos participar de él por la gracia, que nos comunica la vida divina. La caridad es don, es gracia. Tengamos siempre presente el valor de los sacramentos, que no son simples ritos externos; nos comunican la vida divina, por lo tanto nos comunican el amor.

 

Significado de la verdad

Sigamos con la segunda parte del nombre de la encíclica: Caridad en la verdad. Los teólogos y los escrituristas estudian profundamente el significado de la verdad en el Evangelio, en particular en San Juan y en San Pablo. Según el P. Juan Leal, traductor y comentarista de San Juan, la verdad aplicada a las cosas expresa que algo es real, mi carne es verdadera comida, mi sangre es verdadera bebida, como leemos en el capítulo 6° de San Juan, el capítulo eucarístico, allí, verdadero quiere decir real, no fingido, no figurativo.[6] De manera que ese sentido de verdad como algo real, no fingido, nos aclara el sentido de caridad en la verdad: es amar sin fingir que se ama, no de palabras, sino realmente, de verdad.

 

Nos dice el mismo comentarista, P. Leal, que en San Juan y en San Pablo, la verdad tiene fundamentalmente un sentido vital y moral. ¿Qué significa que la palabra verdad tiene un sentido vital? Ese significado parece tener mucho qué ver con el nombre de la encíclica Caritas in veritate. Cuando Cristo se identifica con la verdad, lo hace también identíficándose con la vida (Jn 14,6): “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Como la verdad es vida, es operante y activa. Caridad en la verdad significa que la caridad es viva, es activa. Si la caridad es de verdad no puede ser pasiva, como la de quienes esperan que otros hagan; la de los que se contentan con ser espectadores.

 

Juan 3, 21 nos ayuda a entender el significado de la verdad, al lado de la caridad verdadera, que es necesariamente activa. Dice San Juan: …el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios. En el Evangelio encontramos frases en que las obras malas se identifican con la mentira, con el error, y el bien con la luz, con la verdad.[7]

 

Como veremos, Benedicto XVI menciona en el N° 2 de Caritas in veritate, la necesidad de unir no sólo la caridad con la verdad, en el sentido señalado por San Pablo en Ef 4,15, de, verdad en la caridad, sino también en el sentido complementario de Caridad en la verdad.

 

Verdad en la caridad. Nos dice el Apóstol que vivamos sinceramente, según las normas de la verdad, oponiéndose así a la astucia y malas artes de los sembradores del error.[8] En la práctica de la caridad se debe practicar la verdad. Esto es muy aplicable ahora que hay tantos brujos y sanadores, que se presentan como taumaturgos, con la idea de sanar, dee hacer el bien y lo que buscan es su propio bien, con el dinero que recaudan.

 

 

 

La caridad en el manejo de la crisis económica

 

Si hablamos con personas no muy cercanas a nuestra fe, casi con seguridad, no le van a encontrar importancia a la caridad en el manejo de la crisis económica. Menciona el Papa en su encíclica, que no se entiende bien la caridad, se minusvalora, se la trata como si no tuviera importancia, en el ámbito social, cultural, político y económico. Pienso que tampoco se valora la caridad correctamente, en algunos ambientes religiosos, cuando se la entiende sólo como sentimentalismo. Si sólo me mueve el sentimentalismo no me mueve la caridad. El sentimentalismo puede ser un comienzo, una ventana, para llegar a la caridad.

 

En su anterior encíclica, Benedicto XVI nos enseñó que en la esperanza hemos sido salvados; como nuestra esperanza se funda en el amor de Dios por nosotros, un amor que no falla, Benedicto XVI nos hace comprender ahora, en su encíclica social, que así como van juntos el amor y la esperanza, a esas dos virtudes teologales, virtudes de Dios, se une la verdad. Es que Dios es amor, es esperanza, es verdad. Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6). El Hijo es lleno de verdad (Jn 1,14, ver nota al pie de página).

 

 

 

¿Es la crisis económica una crisis de amor?

Esperamos que la sociedad encuentre en la encíclica Caritas in veritate, caminos para salir de la crisis mundial, que en el fondo no es otra cosa que una crisis de amor. Los problemas del mundo se solucionarían más fácilmente, si las respuestas que se buscan no fueran sólo técnicas; si las respuestas técnicas dejaran un campo a la caridad, al amor cristiano. Los economistas que son sólo técnicos, en las soluciones que proponen no piensan en cómo afectan esas soluciones a las personas y en consecuencia, cómo responden a ellas las personas afectadas, sino que prestan atención sólo a si sus soluciones corresponden a sus modelos téóricos; si están de acuerdo con las leyes de las matemáticas y del mercado.

 

 

¿Cómo obtener la fuerza necesaria para proclamar la realidad desde la fe?

Nos podemos preguntar: es que en momentos tan difíciles, tan complejos, ¿los cristianos tenemos qué decir, leyendo la realidad desde la fe, y la fuerza necesaria para decirlo? Porque es un momento muy oscuro en lo económico, en lo moral; momento en que se trata de excluir a Dios, en que se trata a Dios como si fuera un intruso. Seamos realistas; solos no tenemos fuerza ninguna. Necesitamos la acción de Dios. ¿Cómo conseguir esa fuerza de Dios? San Pablo en la carta a los Romanos, 5, 3-10, tiene la respuesta. Voy a leer unos renglones del comentario que el escriturista P. José Ignacio Vicentini ofrece a esos versículos de la carta a los Romanos; nos explica allí el comentarista, en qué forma obra en nosotros el amor de Dios y nos hace fuertes. Recuerda a San Pablo, quien en el versículo 5, dice que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. Luego continúa:

 

 

Este amor (de Dios), no actúa desde lejos; está presente misteriosamente en nuestro ser, se ha derramado en nuestros corazones, no sólo en sus efectos, sino que Dios mismo en su vida trinitaria habita en el alma del cristiano. Todo esto sucede por obra del Espíritu Santo que viene a nosotros como amor y como don; don que es origen de todos los dones.[9]

De manera que podemos decir que todo lo podemos en aquel que me conforta, (Fil 4,13) porque Dios mismo habita en el alma del cristiano. En Cristo tenemos la capacidad para actuar plenamente según el amor, con los dones que El nos ha dado. El cristiano con responsabilidades públicas, no tiene excusa para quedarse cruzado de brazos. Si quiere hacerlo, tiene la compañía de Dios.

Terminemos diciendo que si no se da importancia a la caridad y a la verdad, en la solución de la crisis mundial, no se va a encontrar salida…

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a:

reflexionesdsi@gmail.com


[1] WEB wikipedia

[2] Cf http://www.albadigital.es/2009/07/17/politica/%E2%80%9Cel-papa-se-merece-el-nobel-de-economia%E2%80%9D/ Entrevista con el banquero Ettore Gotti-Tedeschi, “El Papa se merece el Nobel de Economía”, 17/07/2009 | M. Antonietta Calabró. ‘Il Corriere della Sera’

] Carlo María Martini, Las Virtudes del Cristiano que Vigila, Editorial Edicep, Pg.92ss

[4] Carlo María Martini, Las Virtudes del Cristiano que Vigila, Editorial Edicep, Pg. 110ss

[5] Ibidem, 111s

[6] Cf La Sagrada Escritura, Texto y Comentario, Nuevo Testamento, I Evangelios, BAC 207, Pg 842ss

[7] Sería muy interesante profundizar en el significado de verdad en Jn 1,14: cuando dice del Verbo que viene del Padre, lleno de gracia y de verdad. La verdad, aquí, es propiedad del Logos. Cristo es vida y es verdad. Igualmente estudiar el significado de verdad en Jn 18,37,b: …para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, oye mi voz. Jesús es el gran testigo de la verdad, es decir del Padre, del amor de Dios, probado en su encarnación, vida, muerte y resurrección.

[8] Cf La Sagrada Escritura, Texto y Comentario, Nuevo Testamento I I, Cartas de San Pablo, BAC 211, Pg 709

[9] Cf La Sagrada Escritura, Texto y Comentario, Nuevo Testamento I I, Cartas de San Pablo, BAC 211, Pg 217

Reflexión 142 -El Magisterio y la Doctrina Social de la Iglesia (III)

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“No tengáis miedo”

Las pasadas reflexiones las hemos dedicado a estudiar cómo se va actualizando la D.S.I., para llegar oportunamente a responder a las nuevas inquietudes y necesidades de la sociedad. Hagamos un breve repaso.

Hemos visto que, como el Evangelio es de una riqueza infinita, es posible encontrar siempre, en sus enseñanzas, las respuestas apropiadas a las necesidades e inquietudes de todos los tiempos, sin importar lo oscuro que, en algún momento, se vea el panorama. Jesús nos enseñó que si Él está presente no debemos tener miedo y que su palabra puede calmar el viento y las tempestades.

En nuestra reflexión nos hacíamos la pregunta: ¿Quién hace ese delicado trabajo de ir actualizando, oportunamente, la presentación de la Doctrina al Pueblo de Dios, con fidelidad, sin apartarse nunca de la palabra auténtica del Evangelio?

Vimos la semana pasada que la doctrina social se va desarrollando a medida que la Iglesia penetra en la honda riqueza del Evangelio, donde encuentra todas las respuestas, guiada por el Espíritu Santo en la oración y en la meditación. La fidelidad al Evangelio en la D.S.I. se asegura, gracias a que el Señor encargó el oficio de enseñar a los Apóstoles y a sus sucesores, guiados por Pedro. Ellos recibieron el Espíritu Santo que los acompaña siempre, a lo largo del camino. Así, con las enseñanzas de esos maestros, asistidos por el Espíritu Santo, se ha ido desarrollando la comprensión de la predicación de Jesús, que nos quedó en la Sagrada Escritura, y que es el fundamento de la doctrina que nos enseña la Iglesia.

 

A los obispos, sacerdotes, fieles, y a todas las personas de buena voluntad

En el programa anterior aprendimos que la Iglesia llega a los fieles por distintos medios para comunicarnos, de manera oficial, las enseñanzas del Evangelio. Uno de esos medios es el de las encíclicas, que son cartas dirigidas por los Papas a todos los fieles. Aprendimos que hay temas de los que se tratan en algunas encíclicas, que por ser comprensibles para los no católicos, y por serles útiles, los Papas las dirigen también a esos hermanos nuestros y no solo a los obispos, sacerdotes y fieles católicos. En esos casos nuestros pastores se dirigen también a todas las personas de buena voluntad, gente abierta que busca en su vida la verdad, así no compartan nuestra fe. Fue ésta, de dirigirse también a los no católicos, una inspiración de Juan XXIII en su encíclica Pacem in terris, Paz en la tierra, y que continuaron en algunas de sus cartas encíclicas Pablo VI y Juan Pablo II.

 

¿Dónde se encuentra el núcleo de la D.S.I.?

Hemos aprendido también que, además de las encíclicas, hay otras clases de escritos en que el magisterio nos comunica la doctrina social de la Iglesia. Entre esos escritos ocupan un lugar muy importante algunos documentos del Concilio Vaticano II, de los Sínodos de los obispos, intervenciones de los Papas en sus homilías, cartas, discursos y catequesis y también documentos producidos por las Congregaciones Pontificias. Podemos afirmar que en esos documentos se encuentra el corazón, el núcleo de la D.S.I.

 

¿Qué son los Sínodos de los obispos?

 

Los sínodos de los obispos son asambleas de obispos, de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en Roma convocados por el Romano Pontífice, para estudiar asuntos que el Papa les presenta para que emitan su opinión. El sínodo es distinto del Concilio; al Concilio Ecuménico son convocados todos los obispos. En el Sínodo, sólo se reúnen algunos, convocados por el Papa. Al terminar la asamblea, los participantes suelen emitir un documento aprobado por el Santo Padre.[1]

 

La Gaudium et spes abre la Iglesia al diálogo con el mundo

A propósito del Concilio Vaticano II, vimos que la constitución conciliar Gaudium et spes ocupa un lugar de privilegio en la D.S.I. Es esa constitución el documento más extenso promulgado por el Vaticano II, y tiene una característica de especial importancia en la D.S.: los demás documentos del concilio se orientan a robustecer la vida interior de la Iglesia, mientras que la Gaudium et spes abre la Iglesia al diálogo con el mundo.

El documento fundamental del Vaticano II es la Constitución Dogmática Lumen gentium, que desarrolla y completa la doctrina que sobre la Iglesia comenzó a formular el Concilio Vaticano I[2], pero por causa de la guerra, el Concilio no pudo terminar; otros documentos muy importantes para la vida de la Iglesia, en el Vaticano II fueron, la Constitución Dogmática Dei Verbum, que trata sobre la revelación y su transmisión; otro documento muy importante es la Constitución Sacrosantum Concilium, sobre la sagrada liturgia. La liturgia tiene como función guiar al pueblo de Dios en su peregrinar por la tierra; es muy importante en la vida de la Iglesia, porque es la oración de la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo; la liturgia es el centro animador de la vida cristiana.[3] Esos documentos: las Constituciones Dogmáticas Lumen gentium y Dei Verbum y la Constitución Sacrosantum Concilium tratan sobre asuntos de la esencia de la Iglesia, sobre lo que es la Iglesia.

 

Los dos ejes del Vaticano II

Es muy importante tener en cuenta que el Concilio Vaticano II orientó su trabajo en torno a dos ejes: el primero fue el de la esencia de la Iglesia, el misterio de la Iglesia, el cual se puede sintetizar en la la pregunta ¿qué es la Iglesia? El segundo eje fue el de la misión que le ha sido confiada a la Iglesia, que también lo podemos sintetizar en esta otra pregunta: ¿qué hace la Iglesia?[4] De manera que el Concilio Vaticano II dedicó su esfuerzo a profundizar en dos asuntos trascendentales: en, ¿qué es la Iglesia? y, ¿cuál es la misión de la Iglesia?, ¿para qué existe, para qué fue fundada la Iglesia?

La respuesta a la primera pregunta sobre lo que es la Iglesia, se encuentra especialmente, en la Constitución Dogmática Lumen Gentium; la respuesta a la segunda pregunta, sobre la misión de la Iglesia, se encuentra particularmente, en la Constitución pastoral Gaudium et spes. De esta constitución se puede decir que representa la apertura de la Iglesia al mundo y sus problemas, a sus dificultades, a sus alegrías y esperanzas. Ese documento empieza precisamente con las palabras Gozo y esperanza, que es lo que significan las palabras Gaudium et spes.

 

El fenómeno de la secularización

Recordemos que, por el momento por el que pasaba el mundo cuando se reunía el Concilio Vaticano II, era necesario clarificar la relación Iglesia-sociedad, porque en la sociedad moderna habían surgido fenómenos que oscurecieron la relación de la Iglesia con el mundo; uno de esos fenómenos, que todavía vivimos, es el de la secularización o cambio de las relaciones entre lo religioso y lo profano. Ese cambio tuvo consecuencias en distintos ámbitos: desde el punto de vista jurídico y político, la consecuencia de la secularización fue la separación cada vez más honda entre la Iglesia y el Estado.

Desde el punto de vista sociológico, la secularización pone la religión al margen de la esfera pública, la obliga a reducir su acción al campo de la vida privada… La religión puede subsistir, pero a título privado y a condición de que su práctica no perturbe las reglas del juego dictadas por el poder político.[5] El fenómeno de la secularización no se presenta solamente en los países de Europa, que han pretendido renunciar a su herencia cristiana, sino en nuestros países de raigambre católica, en los cuales, hábilmente, el poder político ha ido dictando nuevas reglas del juego, que favorecen por lo menos, lo irreligioso.

Es necesario tender puentes

Ante esa compleja situación, la Iglesia, por su misión en el mundo, que es la salvación, vio con claridad en el Vaticano II, que debía buscar nuevas formas de acercamiento y entendimiento con la sociedad moderna. Vio que, si el fenómeno de la secularización tenía como consecuencia apartar a la sociedad de la religión, era indispensable tender puentes. Vemos qué importante fue el enfoque de la Iglesia, que en el Concilio, no solo se empeñó en revitalizarse internamente, sino en buscar nuevos recursos, nuevos modos de aproximarse al ser humano de la sociedad contemporánea. Si no se tienden puentes, ¿cómo puede la Iglesia comunicarle la salvación?

Terminemos esta reflexión sobre los documentos del Vaticano II, con la observación de que algunas respuestas del Concilio a las inquietudes de la sociedad de nuestro tiempo, se encuentran precisamente en la Gaudium et spes. Tanto la Lumen Gentium como la Gaudium et spes y otros documentos, como el Decreto sobre el Apostolado de los Seglares, que trata sobre la participación de los laicos en la misión de la Iglesia, abrieron una nueva época a la relación Iglesia-sociedad. La participación de los laicos en la misión de la Iglesia se ha fortalecido desde entonces, aunque estamos lejos del ideal; todavía seguimos siendo católicos de nombre y todavía hay resistencia en algunos sectores, para que los laicos participen en labores que se siguen considerando exclusivas del clero.

No sólo las encíclicas actualizan la D.S.I.

Continuemos con nuestra reflexión sobre la actualización de la D.S.I., para responder a las necesidades de la sociedad. Los documentos del Magisterio, que han ido actualizando la D.S.I., no son únicamente las encíclicas, las constituciones y decretos del Concilio Vaticano II; hay también otro tipo de intervenciones de los Papas que no se pueden olvidar. Entre esas intervenciones cobran especial importancia las de Pío XII[6], Pablo VI y Juan Pablo II. Veamos algo sobre la participación de Pío XII en la profundización de la D.S.I. Hoy se pasa por alto a Pío XII en su contribución a la D.S.I. No es justo.

 

Pío XII en la guerra y en la paz

La guerra mundial y la llamada guerra fría, fueron puntos de referencia obligados en el magisterio de Pío XII. Por eso adquieren un lugar preferencial en sus intervenciones las cuestiones políticas, más que las económicas, pues se trataba de una lucha política, de búsqueda de dominio de algunos países y de bloques de países. La preocupación principal del Papa en esos momentos de guerra, fue la instauración de la paz. Es allí donde se encuentran las mayores aportaciones de Pío XII a la D.S.I., sin negar su aporte decisivo, por ejemplo, en la aclaración de la doctrina sobre el uso universal de los bienes. Pío XII estableció la posición de la Iglesia sobre la propiedad de los bienes materiales, de los que somos sólo administradores.

Un autorizado autor sobre la D.S.I. dice que hay que reconocer que el magisterio social de Pío XII es casi inabarcable.[7] En los primeros cinico años de su pontificado, de 1939 a 1945, – los años de la guerra, – el problema central en el mundo era la instauración de la paz. Pío XII puso toda su influencia al servicio de esta causa, primero intentando que la guerra no estallase y luego buscando por todos los medios a su alcance que cesara el conflicto.

Aunque Pío XII no fue prolífico en encíclicas, son innumerables sus documentos doctrinales, en particular de temas sociales. Sus intervenciones quedaron en documentos como las cartas a los obispos, en sus alocuciones radiales y en sus discursos en las audiencias, sobre todo a grupos especiales: médicos, científicos, trabajadores, educadores, etc., a quienes orientaba de modo magistral, en temas del campo en el que se desempeñaban.

 

Pío XII y los problemas de la posguerra

En una segunda etapa de su pontificado, terminada la guerra, las enseñanzas de Pío XII tienen como objeto los muchos problemas de la posguerra, como los prisioneros de guerra, la situación de las familias divididas o incompletas, por las numerosísimas muertes en las batallas, en los bombardeos, tomas de ciudades y pueblos por los ejércitos de los aliados y del eje.

 

Pío XII y la guerra fría

En la tercera etapa, en los años cincuenta, los temas se concentraron más en el modelo económico. El comunismo se expandía y consolidaba entonces, y desaparecía el fascismo. Había que tratar entonces, sobre la economia de la libre empresa frente a la centralizada del marxismo, por lo tanto sobre el papel del Estado, sobre la posición dominante del capital privado y los abusos del capitalismo, que aparecía entonces como única contraparte del comunismo.

En esa tercera etapa, los problemas que debió afrontar Pío XII tuvieron que ver con la guerra fría y por lo tanto con la convivencia en medio de las mutuas suspicacias de los dos bloques, oriente-occidente.

Enumeremos solamente algunos de los documentos de Pío XII, como ejemplos de las intervenciones de los Papas, distintas de las encíclicas y documentos del Concilio.

 

Pío XII y su mensaje “La solennitá”

Es muy citado el radiomensaje de Pío XII para conmemorar los 50 años de la publicación de la primera encíclica social, la Rerum novarum. Estando el mundo en plena guerra mundial, Pío XII pronunció el radiomensaje llamado La solennitá, La solemnidad, mensaje pronunciado en lengua italiana por Radio Vaticano, en la solemnidad de Pentecostés. Se trata de un documento eminentemente doctrinal, considerado el más importante documento social de Pío XII. Como no es tan conocido este documento como lo son las encíclicas sociales, voy a presentar, aunque de modo muy resumido, su contenido. [8]

Pío XII dice en su alocución que, aunque era difícil señalar y prever los problemas y asuntos, quizás completamente nuevos, que se presentarían a la Iglesia después de la guerra, que involucró a muchos países, sin embargo, si la experiencia de los años anteriores podía ser maestra para lo porvenir, él iba a dar principios directivos morales sobre tres valores de la vida social y económica que se entrelazan, se aseguran y se ayudan mutuamente: el uso de los bienes materiales, el trabajo y la familia. Ese fue el tema de esa alocución: el uso de los bienes materiales, el trabajo y la familia.

Pío XII y el uso de los bienes materiales

 

Sobre el uso de los bienes materiales, afirmó Pío XII que el derecho originario al uso de los bienes creados (el pretendido por Dios en la creación), está antes que el derecho privado de propiedad. Reconoce que la propiedad privada pertenece también al orden natural, pero de forma subordinada, ya que nunca puede erigirse en obstáculo para el derecho primero y fundamental de que todos puedan usar los bienes. Este enfoque supuso un gran avance, al dejar afirmada de forma inequívoca la prioridad del destino común de todos los bienes creados.[9]

 

El Trabajo en: “La solennitá”

Sobre el trabajo, Pío XII trató el carácter personal y necesario, el deber y el derecho al trabajo. Trató también sobre la organización del trabajo y el papel del Estado. En relación con el Estado, Pío XII manifiesta en esa alocución, que se debe garantizar la verdadera autonomía de la persona humana: el Estado no puede eliminar a la persona ni dejarla desamparada. Recordemos que el comunismo imponía la colectivización de los bienes y en esos regímenes se desconocían los derechos de los individuos completamente subordinados al Estado.

Sobre la organización del trabajo, dice Pío XII que el Estado, que tiene la obligación de promover el bien común, debe guardar el equilibrio que no elimine la iniciativa de las personas y grupos sino que la potencie. Defiende la libertad de patronos y trabajadores de organizar su propia actividad dentro del respeto al bien común.

 

La familia en: “La solennitá”

 

El enfoque de Pío XII cuando trata sobre la familia, no se detiene en la esencia y necesidad de la familia como célula primordial de la sociedad; siguiendo en el tema social del uso de los bienes y el trabajo, Pío XII ofrece algunas ideas, sobre la relación entre familia y propiedad. Subraya sí, el valor natural de la familia y reafirma la necesidad de que la familia posea un patrimonio, que sea base de su seguridad y estabilidad.

 

Otros mensajes de Navidad, de Pío XII

Entre otros mensajes radiofónicos de Pío XII, que tienen que ver con la D.S.I. mencionemos los de la Navidad de 1939 y 1941, que tratan sobre los postulados fundamentales de una paz duradera y de una democracia moderna. También se deben mencionar los mensajes de Navidad de 1940, el llamado Grazie, es decir Gracia, el de 1941 titulado Nell’alba (En el alba), dedicado al orden internacional. En 1942 fue muy importante también, el mensaje sobre los derechos humanos, mensaje que empieza con las palabras Con sempre, Con siempre nuevo frescor de alegría y de piedad…

Las pocas citas de Pío XII que hemos visto, nos indican muy someramente que su D.S. no se puede olvidar. Cada uno de esos bellísimos documentos contiene profunda doctrina tomada del Evangelio, sobre el ser humano y su dignidad, sus derechos, sus deberes y los del Estado, el orden internacional y la paz, entre otros asuntos. Veamos sólo algunas palabras de Pío XII sobre la dignidad y derechos de la persona humana.

De su mensaje Con sempre, que acabamos de citar, son las siguientes palabras; recordemos que es un mensaje de Navidad:

“…Quien desea que la estrella de la paz aparezca y se detenga sobre la sociedad, contribuya por su parte a devolver a la persona humana la dignidad que Dios le concedió desde el principio… (N° 35)”. “…Apoye el respeto y la práctica realización de los siguientes derechos fundamentales de la persona: el derecho a mantener y desarrollar la vida corporal, intelectual y moral , y particularmente el derecho a una formación y educación religiosa; el derecho al culto de Dios privado y público, incluída la acción caritativa religiosa; el derecho en principio, al matrimonio y a la consecución de su propio fin, el derecho a la sociedad conyugal y doméstica; el derecho de trabajar como medio indispensable para el mantenimiento de la vida familiar, el derecho a la libre elección del estado; por consiguiente, también del estado sacerdotal y religioso; el derecho al uso de los bienes materiales conscientes de sus deberes y de las limitaciones sociales” (N° 37). Y en el N° 48, esta perla, que adelanta todo el espíritu de la Pacem in terris de Juan XXIII: “…Del ordenamiento jurídico querido por Dios deriva el inalienable derecho del hombre a la seguridad jurídica, y con ello a una esfera concreta del derecho, protegida contra todo ataque arbitrario”.[10]

Mensajes de Pablo VI  y Juan Pablo II

Para terminar este punto de las enseñanzas de los Papas, recordemos que, además de sus muy importantes encíclicas, en particular Populorum progressio, Pablo VI dirigió al cardenal Mauricio Roy, presidente del Consejo para los seglares y de la Comisión pontificia Justicia y Paz la carta apostólica Octogesima adveniens, que no es una encíclica, pero sí es parecida a ellas. Resaltemos que en esa carta, Pablo VI urge a los católicos el deber de respetar las opciones políticas de los demás católicos y de aceptar por lo tanto las diversas decisiones políticas de los hijos de la Iglesia.

No podemos terminar sin citar, de Juan Pablo II, la carta apostólica de 1988, Mulieris dignitatem, sobre la dignidad de la mujer, y la exhortación apostólica Christifideles laici, sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo.

 

Contribución de las Congregaciones Potificias a la D.S.I.

Si pasamos ahora a documentos de las Congregaciones Pontificias, tengamos presente el gran aporte del Compendio de la D.S.I. que nosotros seguimos en estas reflexiones y que fue preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz. Antes del Compendio, este mismo organismo, en colaboración con la Congregación para la Educación Católica, produjo en 1988, el documento Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia. Se puede decir que esas orientaciones dieron origen luego al Compendio de la D.S.I., pues hicieron una síntesis organizada de los documentos que hasta entonces se habían presentado sobre la D.S.

El Consejo Pontificio Justicia y Paz ha publicado numerosos documentos sobre temas específicos de la D.S., como La Iglesia y los Derechos del Hombre, en 1975; Al servicio de la comunidad humana, sobre la deuda externa de los países del tercer mundo, en 1986; sobre la vivienda, el documento ¿Qué has hecho de tu hermano sin techo? en 1987, y en 1997, el documento Para una mejor distribución de la tierra.

Los que he citado son sólo algunos ejemplos, de los muchos documentos sociales de la Iglesia, que presentan la doctrina del Evangelio en todos los temas que tienen que ver con la dignidad de la persona humana, nuestros deberes y derechos en la sociedad. En estos días vamos a tener un documento nuevo, muy actual, que nos debe orientar en la crisis económica mundial, la encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad, de Benedicto XVI.

Y hay gente que critica a la Iglesia porque espera todavía más de ella. Sin duda en la Iglesia, y la Iglesia somos todos los fieles, no sólo la Jerarquía, podemos y debemos hacer más, pero qué poco conocemos la doctrina que nos oriente. Si de obras sociales se trata, no nos alcanzaría el tiempo si pretendiéramos sólo enumerar las obras sociales de la Iglesia, que no se queda sólo en palabras.

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Código de Derecho Canónico, 342: El sínodo de los Obispos es una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo.

[2] El Concilio Vaticano I (XX Concilio ecuménico) fue convocado y presidido por Pío IX . Se reunió los años 1869-1870. Los temas centrales fueron la fe y la Iglesia.

[3] Cf Joseph Ratzinger, Introducción al espíritu de la liturgia, San Pablo, Prefacio.

[4] En este tema me he basado en Ildefonso Camacho, S.J., Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Cap. 10

[5] Ildefonso Camacho, ibidem

[6] Los comentarios sobre Pío XII los tomo, a veces literalmente, del citado libro del P. Ildefonso Camacho, S.J., Pg 188ss

[7] Cf Ildefonso Camacho, opus cit., Pg 189

[8] Lo tomo de Ildefonso Camacho, opus cit, Pgs 192-194

[9] Ibidem, Pg. 195

[10] WEB Julio 1, 2009, La Importancia del Magisterio Social de Pío XII, en el blog Filosofía para mi, el autor es Gabriel J. Zanotti, para el Instituto Acton, Diciembre 2008

Reflexión 141 – N° 87 El Magisterio y la Doctrina Social de la Iglesia (II)

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¿Cómo se actualiza la D.S.I.?

Hemos venido estudiando en qué forma la D.S.I. se va actualizando para llegar, oportunamente, a responder a las inquietudes y necesidades de la sociedad. Como el Evangelio es de una riqueza infinita, es posible encontrar siempre en él la respuestas apropiadas. ¿Quién va haciendo ese delicado trabajo de ir atualizando la presentación de la Doctrina al Pueblo de Dios, con fidelidad, sin apartarse nunca del Evangelio?

La doctrina social se va desarrollando a medida que la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo en la oración y en la meditación, penetra en la honda riqueza del Evangelio. En la meditación de las enseñanzas del Evangelio se va descubriendo a Jesucristo, que es servicio, misericordia, amor sin límites. Así aparece el rostro de Jesús en el Evangelio y así podemos esperar que aparezca siempre en la doctrina social de la Iglesia. Solo siendo fiel al Evangelio, la Doctrina Social podrá reflejar a Jesucristo, podrá ser genuina. La D.S.I. se tiene que fundar en el servicio, en la misericordia, en el amor, amor como el de Jesucristo, sin límites.

La fidelidad al Evangelio en la D.S.I. se asegura, gracias a que el Señor encargó el oficio de enseñar a los Apóstoles y a sus sucesores, guiados por Pedro. Ellos recibieron el Espíritu Santo que los acompaña siempre, a lo largo del camino. Así, con las enseñanzas de esos maestros, asistidos por el Espíritu Santo, se ha ido desarrollando la comprensión de la predicación de Jesús que nos quedó en la Sagrada Escritura y que es el fundamento de la doctrina que nos enseña la Iglesia.

¿Qué son los Magisterios Extraordinario y Ordinario?

Se llama Magisterio extraordinario el que ejerce el Papa cuando habla ex cáthedra; y la expresión ex cathedra significa “desde la cátedra”, de San Pedro. Esa expresión indica que el Sumo Pontífice habla como sucesor de San Pedro, roca sobre la cual Jesús edificó su Iglesia. El Magisterio extraordinario lo ejerce el Santo Padre en pocas ocasiones, él solo, como cabeza de la Iglesia o también en unión con el episcopado en un Concilio ecuménico, cuando define de manera solemne, como verdad revelada por Dios, una cuestión concerniente a la fe y a la moral.

Una declaración ex catedra del Sumo Pontífice, es de necesaria aceptación por todos los católicos. El Papa se pronuncia, en esas circunstancias, con su plena autoridad apostólica como pastor y maestro de toda la Iglesia. Las declaraciones ex cathedra las hace el Sumo Pontífice con fórmulas breves y precisas, que permiten a la Iglesia Universal tener claridad sobre la verdad que se afirma y que exige un asentimiento absoluto, una aceptación absoluta.

¿Quiénes gozan del don de la infalibilidad concedido a la Iglesia?

La Iglesia ha sido dotada del don de la infalibilidad para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad, no sólo en la persona del sucesor de Pedro, sino también

en el Cuerpo episcopal cuando ejerce el magisterio supremo con el sucesor de Pedro, sobre todo en un concilio ecuménico. Cuando la Iglesia propone por medio de su Magisterio supremo que algo se debe aceptar “como revelado por Dios para ser creído” y como enseñanza de Cristo, “hay que aceptar sus definiciones con la obediencia de la fe.” (Catecismo, 891)

No siempre que el Papa se dirige a la Iglesia se pronuncia ex cátedra; además del magisterio extraordinario, existe un magisterio normal, llamado magisterio ordinario, que no tiene la solemnidad del Magisterio extraordinario. Nos explica el Catecismo que la asistencia divina es concedida al Sumo Pontífice y también a los sucesores de los apóstoles, – a los obispos, – de manera particular cuando los obispos enseñan en comunión con el sucesor de Pedro, aunque no lo hagan con la intención de llegar a una definición infalible y no se pronuncien de una “manera definitiva”. De manera que el Papa y los obispos en comunión con él, gozan de la guía del Espíritu Santo cuando

proponen, en el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. A esta enseñanza ordinaria, los fieles deben “adherirse…con espíritu de obediencia religiosa” (LG 25) que, aunque distinto del asentimiento de la fe, es una prolongación de él.

¿En qué consiste el magisterio ordinario?

La anterior explicación se encuentra en el N° 25 de la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II.

Es una explicación que nos aclara en qué consiste el magisterio ordinario; tengamos presente entonces que, cuando el Papa o los obispos proponen, en el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres, debemos aceptarla con espíritu de obediencia religiosa, con humildad. La clave para saber cuándo tenemos esa exigencia de aceptar la enseñanza con obediencia religiosa, está en que, el magisterio nos proponga una enseñanza que conduzca a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. Los muy sabios se resisten a veces a obedecer; el mejor ejemplo de obediencia es el de Jesús, obediente a la voluntad del Padre hasta la muerte.

Enseñanzas precedidas de la oración y la meditación

El magisterio no propone sus enseñanzas de manera ligera, sin antes haber estudiado muy bien lo que Dios nos enseña en la Sagrada Escritura y cuando esas enseñanzas del magisterio se hacen públicas, han estado siempre precedidas de la oración, de la meditación. Es allí de manera particular donde se hace presente el Espíritu Santo. Recordemos la fórmula con la cual el Papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de María Santísima al cielo, que empieza con las siguientes palabras: Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad”.

Ambiente de oración en Aparecida

Es indispensable la comunicación con el Señor por medio de la oración, para luego transmitir su mensaje. Veamos otro ejemplo de ese comportamiento permanente de la Iglesia, antes de dirigirse a la comunidad que le ha sido confiada. El Santo Padre Benedicto XVI empezó así su discurso de inauguración de la Conferencia Episcopal de Aparecida:

Como los Apóstoles, juntamente con María, “subieron a la estancia superior” (el Cenáculo), y allí “perseveraban en la oración, con un mismo espíritu” (Hch 1, 13-14), así también nos reunimos hoy aquí, en el Santuario de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, que en este momento es para nosotros “la etancia superior”, donde María, la Madre del Señor, se encuentra en medio de nosotros. Hoy es ella quien orienta nuestra meditación; ella nos enseña a rezar. Es ella quien nos muestra el modo de abrir nuestra mente y nuestro corazón a la fuerza del Espíritu Santo, que viene para ser comunicado al mundo entero.

Es que la verdadera sabiduría no la comunica el Espíritu, necesariamente, por medio de libros. San Ignacio de Loyola tiene en sus Ejercicios Espirituales una frase que se suele citar con frecuencia. Dice que no el mucho saber harta (llena) y satiface el alma, sino el gustar de las cosas internamente.[1]

¿Qué es gustar internamente?

¿Qué es ese gustar internamente, sino rumiar, meditar, más que el discurrir intelectual por la Sagrada Escritura? En una reflexión anterior mencionamos la Lectio Divina, esa lectura meditada, de la Sagrada Escritura, acompañada de la oración, que hoy la Iglesia promueve como un excelente medio de acercarnos a la Palabra de Dios. Al Espírtu Santo lo encuentra la Iglesia en la meditación, en la oración.

Transmitir Su Verdad y no la nuestra

Pedir la ayuda del Señor para transmitir su verdad y no la nuestra, es indispensable en la evangelización. La oración de toda la Iglesia cobija a nuestros pastores bajo la sombra del Espiritu. Ojalá aceptemos la invitación de adoptar a un sacerdote en nuestras oraciones, en este año sacerdotal. Es una adopción espiritual para pedir por ellos, débiles como seres humanos, pero con el encargo inmenso de llevar al Señor en su palabra, en la Eucaristía y con el ejemplo de su vida.

Los obispos en Aparecida sintieron la oración de la Iglesia, por eso en la introducción de su documento final dicen: Nos hemos sentido acompañados por la oración de nuestro pueblo creyente católico, representado visiblemente por la compañía del Pastor y los fieles de la Iglesia de Dios…(3)

Está establecido en la Iglesia, que antes de las decisiones muy importantes se empiece con esa bellísima invocación al Espírtu Santo, el Veni Creator Spiritus (Ven Espíritu Creador), que estremece cuando se canta, en latín, generalmente en el modo del canto Gregoriano. Lo cantan los cardenales antes de la elección del Sumo Pontífice, se entona también antes de impartir el sacramento del orden a obispos y sacerdotes y en otras ocasiones solemnes. En algunas universidades católicas, antes de empezar el año lectivo. Recordemos en español, las primeras estrofas:

Ven, Espíritu Creador; visita las almas de tus fieles, y llena de la divina gracia los corazones que Tú creaste.

Tú que abogado fiel eres llamado, del Altísimo don, fuente viva, fuego, caridad, y espiritual unción.

Tus siete dones vienes a entregarnos, regalos de la diestra paternal; Tú, promesa magnífica del Padre, que el labio mudo viene a liberar.

Con tu luz ilumina los sentidos, los afectos inflama con tu amor. Con tu fortaleza confirma la debilidad de nuestra carne.

Jesús nos enseñó la práctica de acudir a la oración antes de actuar. Se retiró al desierto a orar, antes de comenzar su vida pública y con frecuencia nos dice el Evangelio que se retiraba a orar, a comunicarse con el Padre. Así lo hizo cuando se acercaba el momento supremo, en el huerto de Getsemaní.

Documentos del Magisterio Ordinario

Después de haber comprendido lo que son el magisterio extraordinario y el magisterio ordinario de la Iglesia, detengámonos a estudiar, aunque sea brevemente, cuáles son algunos de los diversos documentos que el magisterio utiliza para enseñarnos la doctrina social de la Iglesia. En realidad toda la doctrina.

Las Encíclicas

Las encíclicas son los documentos de mayor autoridad del Magisterio ordinario de los Papas. Son cartas que el Papa dirige a toda la Iglesia; su nombre – encíclica, -tiene origen en una palabra griega que significa “circular”, la encíclica es un escrito para que circule y se conozca. Las encíclicas solían dirigirse a los obispos, a los sacerdotes y fieles de la Iglesia Católica; sin embargo Juan XXIII tuvo una inspiración brillante; su encíclica Pacem in terris, Paz en la tierra, la dirigió también, como el canto de los ángeles en la Noche de Navidad, a todos los hombres de buena voluntad. Pablo VI utilizó ese encabezamiento en su encíclica Populorum progressio, sobre el desarrollo de los pueblos. Lo mismo hizo Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens, sobre el trabajo humano, en Sollicitudo rei socialis, (La preocupación social de la Iglesia), en el vigésimo aniversario de la encíclica Populorum progressio y en Centesimus annus, en el centenario de la Rerum novarum.

Las cartas encíclicas que se dirigen a todos los hombres de buena voluntad, reconocen que ese mensaje puede ser comprendido, aceptado y puesto en práctica, también por personas que no comparten nuestra fe católica. Es un servicio de la Iglesia a toda la comunidad humana.[2]

¿Quién es el autor de las encíclicas?

El autor definitivo de la encíclica es el Papa que la firma. Naturalmente el Santo Padre se vale de colaboradores que participan en la redacción, revisión de estilo y sin duda, el Papa debe de tener asesores, dependiendo del tema de la encíclica. En las encíclicas sociales, sin duda ponen su grano de arena expertos no sólo en teología, sino también en campos como la economía y otras materias sociales.

Idioma de las encíclicas

Las encíclicas más antiguas están redactadas en latín. En las más recientes, el idioma puede ser uno moderno, dependiendo de si la carta se dirige a una región particular. [3]

El texto oficial de las encíclicas se encuentra en la publicación de la Santa Sede llamada Acta Apostolicae Saedis (Acta o documentos de la Sede Apostólica).

Documentos de los Concilios

Además de las encíclicas, hay otras clases de escritos que nos comunican la doctrina social de la Iglesia. Entre ellos mencionemos algunos documentos del Concilio Vaticano II, de los Sínodos, de los mismos Papas en sus discursos, catequesis y documentos producidos por las Congregaciones Pontificias. Podemos afirmar que entre esos documentos se encuentra el núcleo, el corazón, de la D.S.I.

Veamos en particular algunos documentos conciliares y de los sínodos.

Documentos del Vaticano II

La constitución conciliar Gaudium et spes ocupa un lugar de privilegio en la D.S.I. Es el documento más extenso promulgado por el Vaticano II, y tiene además una característica que le es propia: los demás documentos del concilio se orientan a robustecer la vida interior de la Iglesia, mientras que la Gaudium et spes abre la Iglesia al diálogo con el mundo.

Detengámonos un momento en este tema importante. El documento fundamental del Vaticano II es la Constitución Dogmática Lumen gentium, que desarrolla y completa la doctrina que sobre la Iglesia comenzó a formular el Concilio Vaticano I, pero por causa de la guerra no pudo terminar. La Constitución Dogmática Dei Verbum, trata la doctrina sobre la revelación (sobre la Sagrada Escritura) y su transmisión. La Constitución Sacrosantum Concilium, sobre la sagrada liturgia, que tiene como función guiar al pueblo de Dios en su peregrinar por la tierra. Esos documentos tratan sobre la esencia de la Iglesia, lo que es la Iglesia.

Los dos ejes del Vaticano II: ¿qué es la Iglesia y qué hace la Iglesia?

El Concilio Vaticano II ahondó en la esencia misma de la Iglesia. Enfocó el tema de la Iglesia en torno a dos ejes: ¿Qué es la Iglesia?  y ¿Qué hace la Iglesia? Dicho de otra manera, el Concilio enfocó su trabajo al misterio de la Iglesia (¿qué es la Iglesia?) y a la misión que le ha sido confiada (¿qué hace la Iglesia?). [4]

La respuesta a la primera pregunta sobre lo que es la Iglesia, se encuentra especialmente, aunque no únicamente, en la Constitución Dogmática Lumen Gentium; la respuesta a la segunda pregunta, sobre la misión de la Iglesia, podemos decir que se encuentra particularmente, en la Constitución pastoral Gaudium et spes.

El fenómeno de la secularización

Consecuencias: políticas, jurídicas, sociológicas

La constitución pastoral Gaudium et spes se enfoca a clarificar la relación Iglesia-sociedad. En la sociedad moderna habían surgido fenómenos que oscurecieron la relación de la Iglesia con el mundo; uno de esos fenómenos, que todavía vivimos, es el de la secularización o el cambio de las relaciones entre lo profano y lo religioso. Consecuencia del fenómeno de la secularización, desde el punto de vista jurídico y político fue la separación cada vez más honda entre la Iglesia y el Estado.

El P. Ildefonso Camacho, en su libro Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, añade que Como fenómeno sociológico, la secularización pone la religión al margen de la esfera pública, obligándola a reducir su acción al campo de la vida privada… La religión puede subsistir, pero a título privado y a condición de que sus pretensiones no perturben las reglas del juego dictadas por el poder político.

Ante esa situación compleja, desintegradora, la Iglesia, por su misión en el mundo, vio en el Vaticano II, que debía buscar nuevas formas de entendimiento con la sociedad moderna. La Iglesia se empeñó no sólo en revitalizarse internamente, sino en buscar nuevos recursos, nuevos modos de aproximarse al ser humano de la sociedad contemporánea.

Documentos que abrieron una nueva época en la relación Iglesia-Sociedad

Algunas respuestas del Concilio a estas inquietudes se encuentran precisamente en la Gaudium et spes. No vamos a profundizar en el tema del Concilio Vaticano II, vamos a tratar el tema lo suficiente para comprender la D.S.I. Digamos que tanto la Lumen Gentium como la Gaudium et spes y otros documentos, como el Decreto sobre el Apostolado de los Seglares, que trata sobre la participación de los laicos en la misión de la Iglesia, abrieron una nueva época a la relación Iglesia-sociedad. Para terminar esta parte sobre los documentos conciliares y el desarrollo o formación de la D.S.I. leamos el comienzo de la Gaudium et spes, que nos muestra el rostro con que la Iglesia se presenta ante la nueva sociedad.

1. Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia.

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 2.

[2] Cf Doctrina Social de la Iglesia, manual abreviado, 9° ed., BAC, Fundación Pablo VI, Madrid MMII

[3] Algunos ejemplos de encíclicas en lengua moderna: Au milieu des sollicitudes (1892), Non abbiamo bisogno (1931), Mit brennender Sorge (1937)

[4] En este tema me he basado en Ildefonso Camacho, S.J., Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Cap. 10

Reflexión 140 junio 18 de 2009

Compendio de la D.S.I. N° 87

 

El Magisterio y la  Doctrina Social de la Iglesia

 

 

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No poseemos todavía la verdad completa

 

En nuestro estudio seguimos el Compendio de la D.S.I., un libro preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz, por encargo de  Juan Pablo II.

En las reflexiones anteriores hemos visto ya lo suficiente sobre la necesidad de llevar el Evangelio de manera adaptada a las circunstancias de hoy. Comprendimos que las necesidades de nuestra sociedad de hoy no se satisfacen cambiando la doctrina, sino el modo de presentarla. Además, como no poseemos todavía la verdad completa, no conocemos toda la riqueza del Evangelio, de donde es posible sacar respuestas nuevas y antiguas, para las dificultades nuevas y para las dificultades de siempre…

Recordemos que la doctrina social de la Iglesia tiene su origen en  la consideración de los problemas del hombre en la sociedad, a la luz del Evangelio y de la tradición. De la reflexión sobre el hombre y sus problemas en la sociedad, a la luz del Evangelio, obtenemos los criterios que nos señalan cómo vivir en sociedad, de acuerdo con nuestra fe, de acuerdo con el Evangelio. Nuestra conciencia social se forma a la luz de esos criterios, emanados de la Escritura.

Tengamos presente que nosotros somos sólo discípulos; el papel de maestros lo dejó el Señor a los Apóstoles y a sus sucesores, guiados por Pedro. Ellos recibieron el Espíritu Santo que los acompaña siempre, a lo largo del camino. Los laicos tenemos parte también en la divulgación del Evangelio, guiados siempre por el Magisterio de la Iglesia, no como ruedas sueltas. Así, con las enseñanzas de esos maestros, asistidos por el Espíritu Santo, se ha ido desarrollando la comprensión de la predicación de Jesús que nos quedó en la Sagrada Escritura. Veamos cómo sucede esto, en particular con la D.S.I.

 

Un rostro de servicio, de misericordia, de amor sin límites

 

Nos dice el N° 87 del Compendio, que la doctrina social, a partir de la encíclica «Rerum novarum»[1] de León XIII, se ha desarrollado en la Iglesia a través del Magisterio de los Romanos Pontífices y de los Obispos en comunión con ellos.

Dice también, bellamente, el Compendio, que en el desarrollo de esa doctrina, la Iglesia se ha ido reconociendo progresivamente. ¿Qué quiere decir? En el desarrollo de la Doctrina Social la Iglesia va profundizando en ese riquísimo tesoro escondido que es el Evangelio y así, va descubriendo a Jesucristo, su rostro, que es de  servicio, de misericordia, de amor sin límites. Es ese el rostro que podemos esperar aparezca siempre en las enseñanzas de la Iglesia y en particular en su doctrina social.

No es aceptable una enseñanza que no refleje a Jesucristo

 

Es perfectamente legítimo esperar que en la doctrina que la Iglesia nos presente se tenga que reconocer a sí misma; es decir, en esa doctrina se tiene que reconocer el rostro de  Jesucristo, y esto no se puede conseguir sino siendo fieles al Evangelio. No es aceptable una enseñanza en la que no se refleje a Jesucristo.

La Iglesia está haciendo un esfuerzo grande para llevar la fe de  manera nueva, a los fieles de todo el mundo, utilizando los más modernos medios de comunicación y de manera que responda a sus necesidades espirituales. Como el mensaje que transmitimos con nuestra palabra y con nuestra vida  tiene que ser el mensaje genuino del Evangelio, es muy importante la orientación del Magisterio para que no demos pasos en falso en materia de doctrina.

Por eso es conveniente que, así sea brevemente, repasemos  en qué consiste el Magisterio de la Iglesia, responsable del desarrollo de la doctrina social.[2]

 

Los Obispos, maestros auténticos

El documento fundamental del Concilio Vaticano II, la constitución dogmática Lumen Gentium (Cristo luz de los pueblos), que desarrolla la doctrina sobre la Iglesia,  en el N° 25 trata sobre el oficio de enseñar de los Obispos, del cual dice que la predicación del Evangelio es uno de los principales. Añade que los obispos

son los maestros auténticos, o sea los que están dotados de la autoridad de Cristo, que predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de ser creída y ha de ser aplicada a la vida, y la ilustran bajo la luz del Espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación cosas nuevas y viejas (Mt 13,52).

Aclaremos primero algunos términos. Se habla en la Iglesia de un Magisterio extraordinario y de un Magisterio ordinario.

El Magisterio extraordinario

 

Empecemos por entender a qué se llama Magisterio extraordinario. El Magisterio extraordinario es el que ejerce el Papa cuando habla ex cáthedra. Esa expresión significa “desde la cátedra”, de San Pedro. El Magisterio extraordinario lo utiliza el Santo Padre en pocas ocasiones, como cuando define de manera solemne, como verdad revelada por Dios, una cuestión concerniente a la fe y a la moral.

Una declaración ex catedra del Sumo Pontífice, tiene carácter  vinculante, es decir de obligada aceptación por todos los católicos. El Papa se pronuncia, en esas circunstancias, con su plena autoridad apostólica como pastor y maestro de toda la Iglesia. Las declaraciones ex cathedra las hace el Sumo Pontífice o un Concilio, presidido por él, con fórmulas breves y precisas, que permiten a la Iglesia Universal tener claridad sobre la verdad que se afirma y que exige un asentimiento absoluto.

 

Declaración del dogma de la Asunción de María Santísima

 

Para que comprendamos la solemnidad de una declaración ex cátedra, leamos la fórmula con la que Pío XII declaró el dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo, el 1 de noviembre de 1950, mediante la constitución apostólica Munificentissimus Deus, que podríamos traducir Dios munificientísimo o Dios generosísimo. Antes de la fórmula, el Santo Padre expuso los argumentos sobre los que basó su declaración. La fórmula solemne dice:

Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo”

  45. Por eso, si alguno, lo que Dios no quiera, osase negar o poner en duda voluntariamente lo que por Nos ha sido definido, sepa que ha caído de la fe divina y católica.[3]

Así, con solemnidad, enseña el Papa que una doctrina es revelada por Dios y por eso debemos creerla y de manera parecida cuando se trata de condenar un error como contrario a la fe. El N° 45, arriba citado nos sirve de ejemplo. Es importante tener claro, que son muy pocas las veces en que el Papa se pronuncia ex cathedra.[4] No siempre que el Papa se dirige a la Iglesia se pronuncia ex cathedra.

Se puede repasar más a fondo esta doctrina acerca del Magisterio, en particular la doctrina sobre el Magisterio del Sumo Pontífice y de los obispos, en el Catecismo de la Iglesia Católica, desde el N° 880, donde trata sobre el colegio espiscopal y su cabeza, el Papa, y de los N° 888 a 892 sobre la misión de enseñar.

 

La infalibilidad prometida a la Iglesia

 

Sobre la infalibilidad de que el Señor ha dotado a la Iglesia, para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad, dice el Catecismo en el N° 891 

“La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el Cuerpo episcopal / cuando ejerce el magisterio supremo con el sucesor de Pedro, sobre todo en un concilio ecuménico. Cuando la Iglesia propone por medio de su Magisterio supremo / que algo se debe aceptar “como revelado por Dios para ser creído” y como enseñanza de Cristo, “hay que aceptar sus definiciones con la obediencia de la fe.”

Este rápido repaso sobre el Magisterio extraordinario es suficiente  para comprender el papel del Papa y de los obispos en el desarrollo de la D.S.I.

El magisterio ordinario

Decíamos que existe  también un magisterio normal, ordinario, que no tiene la solemnidad del Magisterio extraordinario y que el Catecismo explica en el N° 892:

Nos dice que la asistencia divina es también concedida a los sucesores de los apóstoles, y al Sumo Pontífice, de manera   particular, cuando los obispos enseñan en comunión con el sucesor de Pedro, aunque no tengan la intención de llegar a una definición infalible y no se pronuncien de una “manera definitiva”. De manera que el Papa y los obispos en comunión con él, gozan de la guía del Espíritu Santo cuando

proponen, en el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. A esta enseñanza ordinaria, los fieles deben “adherirse…con espíritu de obediencia religiosa” (LG 25) que, aunque distinto del asentimiento de la fe, es una prolongación de él.

Sobre este Magisterio ordinario se pronunció el Concilio Vaticano II en la constitución dogmática Lumen gentium en el N° 25. Ese N° 25, del que leímos una parte, lo cita también el Catecismo en el N° 892 del que tomamos la anterior explicación.

Tengamos presente, entonces, que cuando el Papa y los Obispos cumplen con su función de enseñar, aunque no pretendan pronunciarse con declaraciones definitivas, – ex cathedra, – sin embargo, los fieles debemos adherir a esas enseñanzas con espíritu de obediencia religiosa, como dice la constitución Lumen gentium.

Obediencia religiosa

Nos podemos preguntar qué significa adherir a una doctrina con obediencia religiosa.  En la Iglesia, toda autoridad proviene de Cristo y debe ser ejercida bajo la guía del Espíritu Santo como un servicio, no como una aserción de poder.[5] El Concilio Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium, que hemos citado,  dice que en materia de fe y costumbres, los fieles debemos aceptar el juicio de nuestro Obispo, dado en nombre de Cristo, y debemos adherir a él con religioso respeto. (25) Cuando el Papa y los obispos en comunión con él, definen una verdad como revelada, ya hemos visto que les debemos aceptación completa, de fe. En los demás casos, la aceptación de sus pronunciamientos depende del grado de autoridad con que se ejerzan.

Prefiero el “sentir con la Iglesia”

Quien no adhiere a una doctrina no declarada como revelada, no se aparta de la comunidad de la Iglesia, pero  puede ser imprudente, puede uno correr riesgos, si no acepta el pensamiento declarado como pensamiento oficial de la Iglesia, a no ser que se trate de expertos, que con la ayuda de la oración, traten precisamente de encontrar las cosas nuevas y viejas en aquello que sea discutible, y colaboren así en el desarrollo de la doctrina. Yo creo que los fieles comunes y corrientes, no debemos tener un enfoque puramente legalista, tacaño; eso es como preguntarnos hasta dónde puedo llegar sin caer muy hondo. El ejemplo de obediencia nos lo dio Jesús: hasta la muerte y muerte de cruz (Flp, 2,8; Heb 5,8). Ese es mi pensamiento, ustedes pueden seguir a otros mejor informados. Yo prefiero tener como guía el sentir con la Iglesia.

 

Autoridad de los documentos sociales de la Iglesia

 

En este punto nos podemos preguntar cuál es la autoridad de los documentos sociales de la Iglesia.

En el Nº 8, el Compendio nos advierte que convendrá tener presente  que las citas de los textos del Magisterio, pertenecen a documentos de diversa autoridad. Junto a los documentos conciliares y a las encíclicas, figuran…por ejemplo, discursos de los Pontífices o documentos elaborados por las Congregaciones de la Santa Sede.

Dice el Compendio: Como es sabido, pero parece oportuno subrayarlo, el lector debe ser consciente de que se trata de diferentes grados de enseñanza. El documento, que se limita a ofrecer una exposición de las líneas fundamentales de la doctrina social, deja a las Conferencias Episcopales la responsabilidad de hacer las oportunas aplicaciones / requeridas por las diversas situaciones locales.

Vemos aquí la importancia de las enseñanzas de la Conferencia episcopal de nuestro país y las de las Conferencias continentales, como Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida. Esas Conferencias no descienden a la práctica particular por regiones; la aplicación de la doctrina general a las situaciones locales, es tarea de las Conferencias Episcopales de cada país. 

 

No todo tiene igual valor

 

Recordemos el criterio sobre la autoridad de los diversos documentos de la D.S.I., como nos lo explicó en algún momento, el P. Alberto Ramírez, teólogo de la Universidad Pontificia Bolivariana:

(…) en el caso de los documentos del Magisterio no todo tiene
igual valor ni es vinculante
(es decir obligatorio), en el mismo sentido. Los documentos que producen los organismos por medio de los cuales el Papa orienta a la comunidad cristiana, como es el caso del Compendio de la D.S.I, aunque no son dogmáticos en un sentido estricto, constituyen el pensamiento oficial del Magisterio de la Iglesia. Podemos pues decir, que el Compendio de la D.S.I.- el libro que nos guía en nuestro estudio, – contiene la doctrina oficial de la Iglesia. El criterio que tenemos para valorar estos documentos / es que deben ser tenidos en cuenta como el criterio más seguro para formarse los juicios de conciencia.

A este respecto, el P. Ramírez recordaba lo que sucedió con la llamada Nota Previa Explicativa que se añadió a la Constitución Lumen Gentium, por voluntad del Papa Pablo VI, ante la pregunta por el valor de los documentos del Concilio ( recordemos que Juan XXIII había decidido que no hubiera dogmas en el Concilio): según esa Nota Explicativa, aunque lo que se propone en la Constitución no son dogmas de fe, se trata de una doctrina que debe ser acogida con asentimiento sincero de inteligencia y de voluntad porque se trata de una doctrina que asegura la comunión de la Iglesia y es una orientación segura para la conciencia de los fieles (en el caso por ejemplo de comportamientos morales).

 

 El diálogo ayuda a la Iglesia a comprender mejor sus enseñanzas

 

Tengamos presente este criterio tan importante, sobre la aceptación nuestra, como miembros de la Iglesia católica, de las enseñanzas del Santo Padre y los Obispos, cuando nos enseñan sin la intención de proponernos una doctrina definitiva, porque es  valioso que haya principios firmes y claros: eso no significa que siempre debamos esperar del Magisterio de la Iglesia una orientación excesivamente radical, menos aún desde el Concilio Vaticano II, cuando la Iglesia se presentó en diálogo con el mundo. El diálogo ayuda a la Iglesia a comprender mejor sus enseñanzas, a presentarlas de manera más persuasiva y a aplicarlas de manera pastoral.[6]

Repitamos el criterio sobre el acatamiento al pensamiento oficial de la Iglesia:

Los documentos del Magisterio ordinario, aunque no son dogmáticos en un sentido estricto, constituyen el pensamiento oficial del Magisterio de la Iglesia. El criterio que tenemos para valorar estos documentos / es que deben ser tenidos en cuenta como el criterio más seguro para formarse los juicios de conciencia.

Como en nuestra época nos toca oír a teólogos católicos que se pronuncian no sólo sobre doctrinas no definidas, sino hasta sobre dogmas, tengamos claro que, lo que ya está definido como revelado exige de nosotros, fieles católicos, una aceptación absoluta. Cuando no se trate de doctrinas declaradas de fe, por el Magisterio, es muy seguro el criterio expresado más arriba: aunque una enseñanza del Magisterio no sea dogmática en un sentido estricto, sí constituye el pensamiento oficial del Magisterio de la Iglesia, y por lo tanto contiene la doctrina oficial de la Iglesia, debe ser tenida en cuenta como el criterio más seguro para formarse los juicios de conciencia.

Asegurar la comunión, la unidad de la Iglesia

 

Cuando se trate de enseñanzas oficiales de la Iglesia, aunque el Magisterio no las presente como de obligatoria aceptación, deben ser acogidas con asentimiento sincero de inteligencia y de voluntad, porque se trata de doctrinas que aseguran la comunión de la Iglesia, la unidad de la Iglesia, y son una orientación segura para las decisiones que debamos tomar en conciencia,  en el caso por ejemplo de comportamientos morales.

In necesariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas

No es un asunto fácil. Es fácil cuando se trata de dogmas. Allí no cabe discusión. Cuando se trate de una doctrina oficial, le debemos asentimiento sincero de inteligencia y de voluntad. En el caso de enseñanzas abiertas, no definidas ni declaradas como doctrina oficial de la Iglesia, no podemos ser extremistas que no aceptemos el diálogo, porque ese no es el sentir de la Iglesia. En la Nota explicativa, que se encuentra al final de la Lumen Gentium se mencionan cuestiones que se dejan a la discusión de los teólogos. En todo caso es muy sabia aquella frase que se atribuye a varios autores, entre ellos a San Agustín: In necesariis unitas, in dubiis libertas, in ómnibus caritas, que quiere decir que, en lo esencial o en lo necesario, conservemos la unidad; en los asuntos dudosos, tengamos libertad y siempre practiquemos la caridad.

Las enseñanzas del Sumo Pontífice no son las de un especialista más; sus enseñanzas tienen para los católicos un valor especial, fundado en la misión que a San Pedro y a sus sucesores confió el Señor, y que le garantiza una gracia particular, que lo acompaña siempre que actúa como cabeza de la Iglesia.

 

Una reflexión de la Iglesia

 

Si pensamos en los Papas del siglo XX, los cercanos a nosotros por la época, en Juan Pablo II, que gobernó a la Iglesia como puente entre los siglos XX y XXI y en Benedicto XVI,  podemos observar que en todas sus intervenciones, se trate de los mensajes cortos después del rezo del Ángelus, de las catequesis en las audiencias generales, de los mensajes radiofónicos y discursos de Pío XII o de otros documentos más solemnes como las encíclicas, – en todos esos documentos – se observa fácilmente que contienen una profunda reflexión de la Iglesia sobre los principios, valores y virtudes evangélicas que, tanto en el pasado como en nuestros días deben regir la vida del seguidor de Jesucristo.

En esas reflexiones de la Iglesia, a través del Magisterio, que ofrece su respuesta a las necesidades de la sociedad en cada época, se observa la continua asistencia del Espíritu Santo, que no permite el cambio de la doctrina según pareceres individuales, que están a merced de corrientes intelectuales transitorias. La guía del Espíritu Santo no permite una ruptura en la doctrina, según se va enseñando, y en esa enseñanza, considera la dignidad del hombre en sus dimensiones individual y social y su vocación trascedente.

El medio de comunicación más utilizado, aunque no el único, para presentar de manera solemne la Doctrina Social de la Iglesia ha sido el de las Encíclicas. Sobre ese tema nos detendremos la semana entrante.

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf. León XIII, Carta enc. Rerum novarum: Acta Leonis XIII, 11 (1892) 97-144.

[2] Cf Doctrina Social de la Iglesia, manual abreviado, Juan Souto Coelho, (coord.),  BAC, Fundación Pablo VI, Madrid, 2002, Pg 7 y siguientes.

[3] Cf AAS 42, 768ss; Denz 2333 (3903),

WEB,  http://ar.geocities.com/magisterio_iglesia/pio_12/munificentissimus.html

[4] Además del libro de la BAC arriba citado, Cf Gerald O’Collins, S.J., Edgard G. Farrugia, S.J., Diccionario abreviado de teología, Editorial Verbo Divino, Denzinger/Hünerman, 3074-75.  Catecismo de la Iglesia Católica, 891

[5] Cf Gerald O’Collins, S.J., Edward C. Farrugia, S.J., Diccionario abreviado de teología, Editorial Verbo Divino.

[6] Cf  revista AMÉRICA,  junio 22, 2009,  en su editorial  Community of Disciples: The dialogue, as Cardinal Dulles noted ( “Models of the Church”),  enables the Church “to understand its techings better, to present it more persuasively and to implement it in a pastoral way”.  

REFLEXIÓN 139 n° 87, JUNIO 11 2009

Reflexión 139 junio 11 de 2009

Compendio de la D.S.I. N° 87

La Doctrina Social en nuestro tiempo (V)

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No se trata de cambiar la Doctrina sino el modo de presentarla

Estudiamos en las anteriores reflexiones que la renovación de la D.S. es necesaria, porque la sociedad necesita soluciones nuevas de las dificultades nuevas que se le van presentando permanentemente, y debe encontrar en la fe argumentos remozados y comprensibles, al alcance de las nuevas generaciones.

No se trata de cambiar la doctrina, sino el modo de presentarla y de encontrar, en el tesoro inagotable de nuestra fe, respuestas nuevas a interrogantes nuevos. Tenemos que seguir el camino que Jesús trazó para la predicación del Reino. Los nuevos argumentos que los fieles necesitan, en el cambio de época que vivimos, claro está, tienen que fundarse en el Evagelio. Hemos visto que le D.S.I. tiene como piedra fundamental la Sagrada Escritura; no nos podemos apartar de ella.

Leímos en los N° 86 y 87 del Compendio de la D.S. que la Iglesia no se ha desinteresado jamás de la sociedad, y que la encíclica Rerum novarum da inicio a un nuevo camino y a un desarrollo sustancial de la enseñanza en el campo social.

Doctrina en la que se reconozca el rostro de Jesucristo

Dice también, bellamente, el Compendio, que en esa doctrina, como se ha ido desarrollando, la Iglesia se ha ido reconociendo progresivamente. En la doctrina que la Iglesia nos presente se tiene que reconocer a sí misma, es decir tiene que reconocer el rostro de Jesucristo en esa doctrina, y esto no se puede conseguir sino siendo fieles al Evangelio. Por esta razón, la orientación del Magisterio para que no demos pasos en falso en materia de doctrina, es muy importante.

La Iglesia está haciendo un esfuerzo para llevar la fe de manera nueva a los fieles de todo el mundo, de manera que responda a sus necesidades espirituales. Como vimos, el mismo Benedicto XVI nos está dando ejemplo, al utilizar internet, la red mundial de computadoras, para llevar el mensaje del Evangelio.

Sin embargo no se puede pensar sólo en el modo de llegar a la gente; hay que partir de los contenidos, del mensaje evangélico genuino, porque a veces, para decir lo que la gente quiere oír, se afirman cosas inseguras y hasta falsas, algunas de ellas habilmente urdidas y disfrazadas de verdad, que confunden a la gente.

En estos días se exhibe una nueva película anticatólica. Alguien, con el deseo de quitar importancia al daño que pueda hacer esa clase de cine, decía que la gente no va a ver esas películas con la intención de aprender algo histórico, sino sólo porque quiere divetirse. Pero hay que considerar que las mentiras se presentan de manera hábil, para que a los expectadores les quede difícil separar la verdad de la ficción y quienes no están familiarizados con la historia de la Iglesia Católica salen del teatro, por lo menos con una idea equivocada de ella. Otros salen confirmados en los prejuicios que antes se habían formado.

¿Pagar por ir a ver una película anticatólica?

Yo no iré a ver esa película, no porque pueda hacer daño a mi fe, sino porque no quiero contribuir con mi dinero a esa campaña contra la Iglesia.[1] Si montaran una obra mentirosa sobre mi familia no pagaría para ir a verla. Más valiosa todavía es mi fe en la Iglesia.

Para cumplir con el mandato del Señor, de llevar el Evangelio a todo el mundo, en esta época de equívocos y confusión en materia religiosa, hay que encontrar maneras creativas y convincentes de hacerlo. Vamos a ir viendo cómo se lleva a cabo la renovación de la presentación de la D.I. El modo de llegar es, como hemos venido comentando, muy importante. Según las circunstancias de la época y sus dificultades, hay que sacar ideas antiguas y nuevas y pesentarlas de modo que se comprendan.[2] Para las nuevas condiciones en nuestra sociedad, pidamos al Espíritu Santo que suscite en la Iglesia ideas nuevas que respondan a esas condiciones y también evangelizadores que sepan transmitirlas.

El mejor comunicador: Jesús

El mejor modelo de cómo comunicarse es el Señor. No hay duda de que Jesús es el mejor comunicador que ha existido. Aunque se menciona mucho que Jesús utilizó diversas maneras de llegar a su auditorio, según el momento y las circunstancias, recordémoslo con algunos ejemplos. Podríamos tomar el capítulo 13 de Mateo. Fue un día en que se reunió tanta gente a escucharlo, que Jesús tuvo que sentarse en una barca y desde allí hablar a la gente que lo escuchaba desde la orilla.

Ese día Jesús utilizó especialmente las parábolas. Veamos; el reinado de Dios fue un tema central en la vida del Señor, el eje central de su predicación, el corazón del Evangelio. ¿Cómo explicó el Reino, a quienes lo escuchaban? Utiizaba la vida cotidiana, lo que la gente conocía. Traigamos a la memoria algunos de los personajes de sus parábolas:

Empezó su predicación hablándoles de un sembrador que salió a sembrar; la semilla era la palabra del Reino, que si cae en tierra buena produce fruto hasta el ciento por uno. Y siguiendo con los intereses de la gente del campo que lo escuchaba, les habló del grano de mostaza, de la viña, y les dijo que el Reino de Dios se parecía a un labrador que encuentra un tesoro en el campo. Como sin duda había negociantes entre la multitud, les habló del comerciante que encuentra una perla fina y vende todo para adquirirla. Y a la orilla del mar, rodeado de pescadores, les habló de la enorme pesca de peces grandes y chicos y cómo terminada la faena, se sientan los pescadores en la orilla, a separar los peces buenos de los malos, como va a suceder en el fin del mundo, en que los ángeles separarán a los malos de los justos. A las amas de casa les mencionaba el remiendo, que ellas sabían muy bien cómo hacerlo o de barrer toda la casa para buscar la moneda perdida y de la levadura que hace crecer el pan. El Señor tenía muy presente cómo era la comunidad a la que se dirigía.

Ser actor en la historia y no solo observador

No podemos pasar por alto algo imuy importante en el uso de las parábolas para predicar el Reino; el Señor nos dice que el Reino se consigue actuando. El Reino no es como un tesoro, ni como una perla, ni como una red de pescadores; el labrador vende todo lo que tiene para comprar el campo donde encontró el tesoro; el comerciante también vende sus posesiones para comprar esa perla valiosa, y los pescadores salen de faena y así llenan sus redes de peces grandes y chicos; la señora que perdió la moneda barre toda la casa para buscarla. La conclusión que el Señor nos enseña en esas parábolas es que, para conseguir el Reino hay que ir tras él, hay que entrar con decisión en la dinámica de una vida nueva. Es llegar a ser actor en la historia de salvación y no sólo observador pasivo de lo que los demás hacen.

Ni aturdidos ni escépticos

La enorme tarea que tenemos por delante nos puede asustar y frente a ella podemos quedar aturdidos o dejarnos contagiar del escépticismo. Bueno, Jesús nos dio la clave, cuando nos dijo que no tengamos miedo, que Él está con nosotros todos los días.

El P. Oñoro dice que el escepticismo es uno de los pecados más graves en la pastoral, y que si nos invade, se paralizan las acciones y la capacidad de inventiva y de riesgo. Nos explica que la parábola de la levadura retrata el sentimiento de desproporción entre nuestras fuerzas y la tarea. Nos recuerda la comunidad de los pequeños del Señor, los anawin, esa comunidad de los pobres y los humildes, que tiene la fuerza del Evangelio y es por eso suficiente para fermentar toda la masa. Añade el P. Oñoro, que El Reino puede llegar con su capacidad penetrante a todas las realidades humanas, aun las más escondidas y difíciles, para realizar su obra. Es importante recordar que el Reino está hecho para llegar a todos.[3]

El maestro de ley que se hace discípulo de Cristo

Cuando decimos que hay que ser creativos para presentar el Evangelio de manera nueva y adaptada a los tiempos difíciles que vivimos, nos podemos desanimar. Tengamos presente que Dios no nos pide lo que esté sobre nuestras fuerzas. Cada uno debe hacer lo que está a su alcance, y lo más importante no es lo académico, ni lo más importante son las cualidades humanas. Claro que eso no quiere decir que no nos debamos esforzar. El mismo P. Oñoro, a quien mencioné hace un momento, el sacerdote eudista experto en Sagrada Escritura, nos hace una reflexión sobre el maestro de la ley que se ha hecho discípulo del Reino, es decir, utilizando los términos de hoy, podemos decir que es una reflexión aplicable a quien quiere ser discípulo y misionero. Según esa refllexión, llega a ser discípulo y misionero quien

1. Ha dejado que la semilla de la Palabra de Dios caiga en su vida como en un terreno fértil y produzca treinta, sesenta y ciento por uno.

2. Quien creciendo junto a la cizaña se ha mantenido como buen trigo que al final es llevado a los graneros del reino.

3. Quien dejando que en su corazón crezca la Palabra de Dios, se ha hecho árbol frondoso capaz de ser casa para otros.

4. Quien como buena levadura, es capaz de fermentar la masa del pueblo donde se encuentra.

5. Quien se desprende con alegría de todo lo que tiene, para adquirir el verdadero tesoro y la perla fina.

6. Quien así obra será como el pescado bueno escogido y metido en la cesta.

Lectio divina: orar con la Palabra de Dios

Sin lugar a dudas, la gracia de Dios la vamos a recibir, si la pedimos. La mejor preparación para colaborar en la obra de la salvación, es la oración, la Eucaristía. Y en la oración, una gran ayuda es la llamada lectio divina. Allí nos ponemos en contacto con la Sagrada Escritura, la Palabra de Dios que habla a cada uno de nosotros. Podemos decir que la lectio divina es la oración con la Palabra de Dios, es orar con la Palabra de Dios. Esto es fundamental, porque, como nos enseña el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Dei Verbum (La Palabra de Dios), en el N° 21, Toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura.

Como es tan importante alimentarnos con la Sagrada Escritura, dediquemos unos minutos a comprender qué es eso de la lectio divina, porque en la familiaridad con la Biblia podemos encontrar la orientación para nuestra vida según la voluntad de Dios, también en esta era moderna y en el ambiente frívolo y secularizado en que nos ha tocado vivir. Nos tenemos que llenar de Dios primero, para poder llevarlo a los demás. Nadie da de lo que no tiene. El Cardenal Martini tuvo una gran experiencia en enseñar la lectio divina a jóvenes y adultos, en su arquidiócesis de Milán. Sobre los frutos de esa experiencia, dice él que, en la lectura orante de la Sagrada Escritura

Muchos fieles comprometidos y muchos sacerdotes han encontrado (… ) la manera de asegurarse la unidad de vida en una existencia fragmentada y lacerada por mil diversas exigencias, vida en la que era esencial encontrar un punto sólido de referencia. El diseño de Dios que las Escrituras nos presentan, que tiene su culminación en Jesucristo, nos permite unificar nuestra vida en el marco del plan de salvación.[4]

Experiencia de Dios por medio de la Palabra

Veamos algunos detalles: la lectio divina es una lectura orante; no se trata solamente de leer de corrido la Biblia ni de recitarla de memoria, sino de orar con ella; en palabras del P. Fidel Oñoro, la lectio divina es una experiencia de Dios por medio de su Palabra.

En los diversos métodos de oración con la Biblia, se enseña que se necesitan en este ejercicio: la lectura de la Escritura, la meditación, en que nos preguntamos qué nos dice el Señor a través del texto que leímos, luego la oración, con la cual respondemos a Dios que nos habla, y finalmente la contemplación, que explican como el momento en que Dios actúa en nosotros; es don del Espíritu Santo, es la experiencia silenciosa de la presencia de Dios en nosotros.[5]

Jesucristo: nuestro punto de referencia

De manera que la Sagrada Escritura nos conduce a la unidad de vida, que es lo mismo que a la coherencia, pues nos conduce a la unificación de nuestra vida en Jesucristo, que se convierte para nosotros en el sólido punto de referencia. Cuando tenemos dudas sobre lo que debemos decir o hacer nos deberíamos preguntar qué diría o haría mi punto de referencia, Jesucristo. Si Jesucristo no diría o haría algo que pretendemos decir o hacer, debería ser suficiente criterio para abstenernos de hacerlo.

Quisiera presentar, brevemente, algo sobre la experiencia del Cardenal Martini en la enseñanza de cómo orar con la Biblia. Él es especialista en la enseñanza de la lectio divina y reconocido como tal por Juan Pablo II y Benedicto XVI.[6]

Imposible perseverar en la fe sin alimentarse con la Escritura

El Cardenal dice que está persuadido de que para un cristiano de hoy que vive en la sociedad occidental, una sociedad compleja, difícil, secularizada, es prácticamente imposible perseverar en la fe sin alimentarse también personalmente con la Escritura.

Son palabras mayores. Para conservar la fe no es suficiente trabajar incansablemente, así sea en el apostolado, ni dedicar tiempo a estudiar la fe en los libros escritos por especialistas. Es indispensable alimentarse con la Palabra de Dios.

Experiencia del Cardenal Martini con los jóvenes de la Arquidiócesis de Milán

Así cuenta el Cardenal Martini su experiencia:

Algunos jóvenes me pidieron que les enseñase a rezar con la Biblia. Y después de haberlos instruido brevemente, sintieron la exigencia de aprender a través de ejemplos prácticos.

Entonces propuse La Escuela de la Palabra, en la catedral, a partir de octubre de 1980. De los trescientos jóvenes presentes la primera tarde, pasamos rápidamente a quinientos, después a mil, dos mil, tres mil. La cita del primer jueves de cada mes se convirtió de año en año en algo familiar para muchísimos jóvenes. El número de los asistentes superaba la capacidad de la catedral. Recuerdo con qué silencio escuchaban la palabra, con qué recogimiento seguían la lectio. Comenzábamos recitando un salmo para crear la atmósfera, se hacían luego algunas indicaciones metodológicas y después la lectura de un pasaje bíblico. A la lectura seguía una explicación meditativa que preparaba para el momento contemplativo, quince minutos de absoluto silencio en actitud de oración.

Para estas escuelas en la catedral, durante cinco años, elegimos temas diversos. Sobre todo, las oraciones bíblicas; el año siguiente algunos salmos; otra vez el salmo Miserere (era el año del Sínodo de la reconciliación, 1983); las vocaciones en la Biblia; la mujer en la Escritura.

Secreto del éxito de la Escuela de la Palabra

El secreto del éxito de esta iniciativa está en el hecho de que no ofrecemos a los jóvenes una catequesis y ni siquiera una homilía, sino los instrumentos para situarse directamente frente al texto (de la Sagrada Escritura) para ejercitarse en la lectio divina.

Después de cinco años en la catedral, y puesto que el número de participantes continuaba creciendo, escogimos veinticinco grandes iglesias en la diócesis, conectándonos por radio. Yo dirigía la lectio a través de la emisora diocesana y los jóvenes, en los diversos puntos de escucha, se reunían para cantar, escuchar, meditar, orar, contemplar.

Los frutos han sido consoladores. Alrededor de trece mil jóvenes siguieron la Escuela de la Palabra. Después, deseando ampliar la experiencia, hemos extendido La Escuela de la Palabra a todo el territorio diocesano. También este año se han elegido alrededor de setenta lugares de encuentro y setenta sacerdotes, a los cuales yo mismo doy el tema, propongo la metodología, de manera que el pasaje de la lectio sea igual para todos.

Lectura, meditación, oración, contemplación

Perfeccionándonos gradualmente, hemos llegado ahora a los clásicos momentos de lectio-meditatio-oratio-contemplatio; el momento de la actio, es decir, una acción simbólica que realizan los mismos jóvenes al final del encuentro mensual para concretizar la actuación que se deriva de la Palabra. De este simple intento de poner en práctica el capítulo VI de la (Constitución dogmática) Dei Verbum han nacido también numerosas vocaciones sacerdotales, religiosas y de cooperación voluntaria.

Puesto que uno de los retos en nuestro mundo es cómo llegar a los no creyentes y a los que se alejan de la fe, leamos lo que se puede hacer con esos hermanos, en la experiecia del mismo Cardenal Martini, con su Cátedra de los no creyentes. Así cuenta el Cardenal su experiencia:

La cátedra de los no creyentes es la última experiencia que deseo recordar. A veces la Biblia hacer hablar a los no creyentes; “Dixit impius, non est Deus” (Dice en su corazón el insensato: ¡“No hay Dios!” (Sal 53, 1). Y los libros de la sabiduría dan la palabra a los no creyentes para que expresen sus razones.

Por esta razón, he pensado en acercarme en actitud de búsqueda a quien todavía no tiene fe, comenzando como hace la Biblia, por ponerme en actitud de escucha ante estas personas, para escucharnos después recíprocamente. Después de larga preparación hemos organizado algunas sesiones de tres o cuatro encuentros cada una, invitando a hablar a un no creyente (un filósofo, después un historiador, después un psicólogo) pidiéndole responder a la pregunta: “¿Qué significa mi no creencia?”, y permitiendo que esta cuestión provocadora resonase y que el no creyente expresara lo que tenía que decir. En una sesión partimos del libro de Job (sentido o sin sentido del dolor); en otra de la palabra de Jesús: “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”, para entender si la fe es una actitud infantil o más bien una nueva infancia reconquistada.

La Escritura nos ha permitido así realizar un diálogo con los no creyentes, y debo admitir que los encuentros de la cátedra han tenido momentos de emoción y de interés muy grandes.[7]

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Se trata de la película Ángeles y Demonios, basada en la novela del mismo autor de El Código da Vinci.

[2] Cf Mt 13,52

[4] Cf Carlo María Martini, La Centralidad de la Palabra de Dios en la Vida de la Iglesia, www.svdcolombia.org, bajada 09-06-2009. En la convocatoria del Sínodo sobre la La Palabra de Dios, el Santo Padre mencionó al Cardenal Martini como “un verdadero maestro de la Lectio Divina. Cf ZENIT, 18 octubre 2006

[5] El P. Oñoro en seminario sobre la Lectio Divina en Santiago de Chile, mayo 2009; Darío Restrepo Londoño, S.J., Lectio Divina, oración vital del cristiano, en Apuntes Ignacianos, N° 38, Mayo-Agosto 2003.

[6] WEB La Práctica de la Lectio Divina en la Pastoral Bíblica, http://www.cec.org.co/img_upload, Tomado de la Revista La Palabra Hoy, vol. XXIII – número 87. Año 1998. FEBIC-LAC. p. 28-34. El Cardenal Martini recuerda en “La Centralidad de la Palabra de Dios en la Vida de la Iglesia” que en su último libro, “Levantaos, vamos”, Juan Pablo II lo mencionó con estas palabras: “Tengo el gusto de mencionar al cardenal Carlo María Martini, arzobispo emérito de Milán, cuyas catequesis en la catedral de su ciudad atraían a multitud de personas, a las cuales él revelaba el tesoro de la Palabra de Dios”. Cf Juan Pablo II, ¡LEVANTAOS! ¡VAMOS!, Plaza Janés, Pg 47.

[7] WEB,10-06-2009, tomado de la revista La Palabra Hoy, Vol XXIII, N° 87, 1998, FEBICLAC, Pgs 28-34

Reflexión 138 junio 4 de 2009 N° 87 (IV)

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LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO:

APUNTES HISTÓRICOS (IV)

Vamos a continuar con algunas de las ideas presentadas en la reflexión anterior. En las confusas situaciones que debemos enfrentar en nuestro tiempo, la sociedad necesita que la luz de la D.S.I., se presente de manera remozada, comprensible para la gente de hoy, sin apartarse, claro está, de su fidelidad al Evangelio, porque el Evangelio es su piedra angular. Lo que sea sólo enseñanza humana tiene el valor relativo del ser humano, y como tal puede pasar de moda, puede ser temporal, efímero; en cambio las enseñanzas del Evangelio tienen la solidez inquebrantable y eterna de la Palabra de Dios.

Recordemos que estamos estudiando el tema de LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO, que el Compendio de la D.S.I. trata desde el número 87 hasta el 104.

Veíamos que la renovación de la D.S. es necesaria, porque la sociedad necesita soluciones nuevas de las dificultades nuevas que se le van presentando permanentemente, y debe encontrar en la fe argumentos remozados y al alcance de las nuevas generaciones.

Les confieso que me pasa algo que, seguramente algunos de ustedes, también experimentan: siento que estoy viviendo en una sociedad que cada vez me cuesta más comprender. Posiciones frente a la vida, frente a la familia, frente a la libertad, – para nombrar solo algunas, – posiciones que nos parecían incuestionables, firmes; que dábamos por ciertas en un hogar cristiano, aparecen ahora débilitadas, deleznables, cuando no rechazadas, por miembros de las nuevas generaciones, también en familias católicas.

No somos los padres completamente culpables de ese debilitamiento de la fe, a no ser por nuestra incapacidad para responder a esta crisis de fe y de valores en nuestras propias familias. Pero es que a nosotros y a las nuevas generaciones, nos ha tocado un bombardeo inmisericorde de propaganda contra nuestros valores tradicionales. ¿Será que las nuevas generaciones, – y otras no tan nuevas, – no están preparadas para esos embates? ¿Los colegios, las universidades, no ofrecen un medio adecuado para vivir la fe? ¿La enseñanza de la religión en los colegios, también en los colegios de religiosos, no se preparó lo suficiente para transmitir adecuadamente en estos tiempos el mensaje del Evangelio? La relación con Dios no es solo cuestión de recibir clases magistrales de doctrina; se necesita en el colegio, en la universidad, un ambiente de fe.

Yo no tengo la respuesta para estas inquietudes y tampoco puedo ser injusto, porque sí hay colegios donde se ha avanzado en el modo de llevar a Dios a sus alumnos. Pero, ¿qué se puede hacer, donde la fe no parece ser de interés para los estudiantes?

Quisiéramos pasar el testimonio de nuestra fe a nuestros descendientes

Por la gracia de Dios, ante todo, y por la fe profundamente arraigada en nosotros por nuestros padres y educadores, con la ayuda de Dios, porque sin ella no podemos hacer nada, nos aferramos a seguir creyendo y quisiéramos, como nuestros padres, comunicar esa llama a nuestra descendencia, pasar con seguridad el testimonio[1] a los que nos siguen en la carrera de relevos en que competimos.

Leímos la semana pasada unas palabras del Cardenal Martini, que es bueno repetir aquí:

la vida del cristiano es una lucha continua contra la poderosa sugestión de los ídolos, contra Satanás y su esfuerzo por llevar a los hombres a la incredulidad, a la desesperación, al suicidio moral y físico. O sea, olvidamos que el camino cristiano se mide, no sólo por el trecho recorrido, sino también por los obstáculos superados y por las dificultades que se han vencido.

(…) El juicio sobre la vida de fe se valora / teniendo en cuenta la lucha, a veces dramática, por la fe y el Evangelio / que un cristiano debe sostener cada día / en su deseo de seguir creyendo, en su esfuerzo por optar en su vida por el Evangelio, o por lo menos, en su decisión de resistir a la incredulidad circundante.[2]

Resistir a la incredulidad circundante, al bombardeo bien planeado desde la oscuridad. Ese bombardeo contra la fe, contra la Iglesia, contra los valores cristianos, se prepara muy hábilmente; utilizan todos los medios de comunicación para promover que la vida aceptable, la vida normal, deseable y hasta buena, es la vida fácil, que cede, que se deja llevar sin considerar siquiera si en esa vida se vive contra valores y principios que se cuidan, porque se aprecian, porque se aman. Los jóvenes que siguen una línea de conducta de acuerdo con el Evangelio, son incomprensibles para esas nuevas generaciones que viven la vida fácil; cuando menos les parecen fanáticos.

Conductas incomprensibles para la generación de “prohibido decir no”

Lo vemos y oímos todos los días: por ejemplo, se promueve como algo perfectamente aceptable y normal la unión libre, la disolución del matrimonio sin esfuerzo, sin buscar ayuda humana ni divina; se promueven como naturales las relaciones entre personas del mismo sexo. Se acepta la manipulación de óvulos, de espermatozoides y de embriones como simple material de laboratorio. Se promueven el aborto y la eutanasia o se teme decir que no se está de acuerdo con ellos. No estar de acuerdo con esas conductas es incomprensible para la generación del “prohibido decir no”; la de los que no aceptan tener límites en su vida personal.

Pareciera que hemos llegado a la época en que el ser humano no tolerara la presencia de Dios en su existencia. Por eso se hace propaganda también, al significado que a algunos les parece “chévere”, de ser agnóstico o ateo. La propaganda se hace directamente o de modo astutamente calculado. El Tiempo, por ejemplo, utiliza este último método; ahora está promoviendo el libro que presenta las razones por las cuales algunos de nuestros hombres públicos se consideran ateos. La promoción no es en avisos pagados. Empezó ese diario publicando un artículo promocional escrito por el editor del libro, en la página editorial. Otro día dedicó un espacio considerable a presentar lo que dicen algunos de esos personajes, y en el fin de semana pasado publicó un ambiguo comentario antirreligioso, sobre el libro de un conocido ateo inglés, en la revista LECTURAS, que circula con el periódico.[3]

En la burbuja en que se aíslan no se dan cuenta en dónde están

En estas circunstancias, sin duda nosotros y nuestros amigos, familiares o conocidos cuya fe se oscurece, necesitamos, ante todo la gracia de Dios y la oración, por ellos y por nosotros. Hay un problema adicional: los que están pasando por la oscuridad en la fe, no se dan cuenta de que estén atravesando un temporal, porque están aislados, viven en una burbuja. Sus compañeros o compañeras de viaje los hacen sentir bien allí. Están entretenidos con la luz artificial y el ruido dentro de esa burbuja ficticia que el medio fabrica y no sienten el silencio, el vacío en que internamente viven. Por eso tenemos que pedir al Espíritu Santo que irrumpa en sus vidas; también en las nuestras, o igualmente podemos acabar en el vacío.

Deberíamos orar al Espíritu Santo todos los días, con la bellísima súplica de la secuencia del domingo de Pentecostés:

Entra hasta el fondo del alma, – Divina luz y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro;

Mira el poder del pecado – cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, – sana el corazón enfermo,

Lava las manchas, infunde – calor de vida en el hielo,

Doma el espíritu indómito – guía al que tuerce el sendero.

Necesitamos mucho la acción del Espíritu Santo en nuestra sociedad; sin Dios, vive cada más en el vacío, acosada por el poder del pecado. Nuestra sociedad que vive en sequía, con el corazón enfermo, manchado, helado, y en medio de su miseria, rebelde, indómita, caminando por el sendero que no lleva a la salvación.

Tendremos que dar cuenta de nuestra administración

Esta visión de nuestra sociedad nos dice que, definitivamente, necesitamos la luz y la fuerza del Evangelio. Veíamos la semana pasada que en medio de la crisis económica y financiera actual, los expertos necesitan la luz de Jesucristo, que no les enseñará soluciones técnicas, que ellos pueden encontrar con la inteligencia que recibieron como regalo; pero Jesucristo los inspirará para que descubran y ofrezcan soluciones que se aparten de la codicia, de la ambición, del ansia de poder. Sin la luz del Evangelio, se continuará tratando de salvar a la sociedad materialista, sin tener en cuenta que sus dueños de hoy son sólo administradores de los bienes que el mundo ha recibido de la generosidad de Dios, y que un día les pedirán cuentas de la administración. Mientras tanto, si no oyen la voz de Jesucristo, seguirá habiendo pobreza, injusticia, dolor.

¿Cómo se podrá presentar el Evangelio, la D.S.I. a los poderosos, de manera que la entiendan y quieran seguirla, cambiando el rumbo de sus vidas y de toda la humanidad?

Es indispensable saber llegar. No basta multiplicar los puntos de evangelización

La Iglesia tiene que esforzarse por presentar la doctrina de modo que llegue a todos. No se necesita sólo un esfuerzo para multiplicar los puntos de Evangelización, sino un esfuerzo creativo para presentar la fe de manera que las nuevas generaciones la acepten y la vivan. Sí, claro que hay que tratar de llegar a todos, si esto es posible, pero igualmente nos hace falta saber llegar. Como nos decía el Cardenal Albino Luciani, el Papa Juan Pablo I, en un texto que leímos la semana pasada: En cuanto nos consta que Dios ha revelado una verdad, la única respuesta posible es sí. Para todos y en todos los tiempos: sí con convicción y valentía, sin dudas ni vacilaciones. Y añadía luego: Las verdades de la fe valen siempre, aunque es posible comprenderlas cada vez mejor y expresarlas con fórmulas nuevas más acertadas y más adecuadas a los tiempos modernos.[4]

Tenemos que vivir nuestra fe con convicción, con valentía, sin dudas ni vacilaciones; tenemos que hacer el esfuerzo de educarnos en la fe para comprenderla cada vez mejor y poder expresarla con fórmulas más acertadas y más adecuadas a los tiempos modernos. Esas palabras de Juan Pablo I nos tienen que hacer mella a todos los que en alguna forma pretendemos transmitir el Evangelio. De modo muy particular son consejos muy sabios, si queremos llegar a los jóvenes, a los que están en el borde, con un pie en el precipicio. Yo creo que nos hace mucha falta saber cómo llegar a esas personas. Hacen falta emisoras como Radio María, programas de TV como los de Televida, pero hacen falta también otros medios, para llegar a los que no reciben o no dejan entrar nuestra señal. Es un apostolado muy difícil. Quizás las universidades católicas tengan la respuesta; por lo menos deberían buscarla.

Además de convicción y valentía para vivir nuestra fe, si la queremos llevar a las nuevas generaciones necesitamos gente creativa, de fe, que ame y conozca su fe; personas con ideas nuevas, para llegar más lejos de lo que estamos llegando.

Benedicto XVI y el uso de Internet

Hay esfuerzos para llegar más lejos y mejor con el Evangelio. El Papa Benedicto XVI nos da ejemplo. En el mes de enero anunció el mayor uso de Internet en la evangelización:

Indudablemente, el uso sensato de la tecnología de la comunicación, logra que las comunidades sean capaces de formarse para promover la búsqueda de la verdad, el bien y la belleza, superando las distancias geográficas y las divisiones étnicas. Por ello, el Vaticano ha promovido una nueva iniciativa que hará más accesibles las informaciones y noticias de la Santa Sede en la red telemática mundial. Espero que esta iniciativa pueda enriquecer a un amplio sector de personas, incluidas las que aún deben encontrar una respuesta a su ardiente deseo espiritual, a través del conocimiento y el amor de Jesucristo, cuyo mensaje de Buena Nueva, lleva la Iglesia hasta los confines de la Tierra.

Hacia dónde quiere el Santo Padre que vayamos en la evangelización nos indica la noticia que la agencia Reuter transmitió el 22 de mayo. Dice:

Benedicto XVI crea cuenta en Facebook, intenta llegar a jóvenes

(…) el Vaticano está entusiasmado con la posibilidad de atraer jóvenes a través de Facebook.

Un nuevo sitio web del Vaticano www.pope2you.net, ofrece una aplicación llamada “The pope meets you on Facebook” ( el Papa se encuentra contigo en facebook), que posibilita el encuentro con el líder a través de la popular red en internet y otra que permite que los creyentes vean mensajes de los discursos del Santo Padre en sus iPhones o iPods.

El día de las comunicaciones a nivel mundial (…), estará centrado en trasmitir el evangelio a través de nuevas tecnologías.

“Reconocemos que una iglesia que no se comunica, deja de ser una iglesia“, dijo monseñor Paul Tighe, secretario del departamento de comunicaciones sociales del Vaticano.

“Hoy en día muchas personas jóvenes ya no buscan información y entretención en medios tradicionales como periódicos y revistas”, explicó.

Los usuarios del nuevo sitio web pueden seleccionar entre más de una docena de tarjetas virtuales con fotografías del líder religioso y sus mensajes sobre fe, amor y vida que tienen como público objetivo a los jóvenes.

“Ellos están buscando una cultura de comunicación diferente y este es nuestro esfuerzo para asegurarnos de que la Iglesia esté presente en esa cultura de comunicaciones”, precisó.

Católicos Regresen a Casa

Es consolador ver que la Iglesia sí se está moviendo para llegar a las nuevas generaciones. Por cierto en Internet, se encuentra una página, con videos, que se titula: Católicos Regresen a Casa

Inspirado por el llamado del Santo Padre a una nueva evangelización, Católicos Regresen a Casa se extiende hacia ‘las ovejas perdidas de Israel’…. católicos inactivos. Sin presión ni obligación, Católicos Regresen a Casa ofrece una oportunidad de conocer la verdad sobre la fe católica, en un ambiente cariñoso, no-crítico. Muchos recursos se ofrecen al visitante, para que aquellos que quieran aprender más puedan hallar un programa de esa organización: (Católicos regresen a casa – RICA)) en una comunidad parroquial local. ¡Regreso a casa jamás ha sido más fácil!

Así lo informó www.estoesconmigo.org una página católica, colombiana, que los invito a conocer. Y si quieren más información sobre ese esfuerzo de volver a los católicos a casa, entren a esta dirección: www.catolicosregresen.org

Las Fuentes de la Doctrina Social

Antes de terminar vayamos al Compendio de la D.S.I. al N° 87, que estamos estudiando. Leamos el párrafo final que sintetiza magníficamente las fuentes de las cuales bebe la D.S.I. Dice así:

En su continua atención por el hombre en la sociedad, la Iglesia ha acumulado así un rico patrimonio doctrinal. Éste tiene sus raíces en la Sagrada Escritura, especialmente en el Evangelio y en los escritos apostólicos, y ha tomado forma y cuerpo a partir de los Padres de la Iglesia y de los grandes Doctores del Medioevo, constituyendo una doctrina en la cual, aun sin intervenciones explícitas y directas a nivel magisterial, la Iglesia se ha ido reconociendo progresivamente.

De manera que la doctrina social que nos presenta la Iglesia tiene sus raíces en la Sagrada Escritura, especialmente en el Evangelio, en los escritos de los Apóstoles y padres apostólicos, – nuestros antepasados en la fe que alcanzaron a ser discípulos de los Apóstoles, – luego en los siglos siguientes, los Padres de la Iglesia y los grandes doctores de la Edad Media, como Santo Tomás.

En la violencia no puede aparecer el rostro de Jesucristo

La D.S., con base en la Sagrada Escritura, se ha ido desarrollando con los aportes de todos esos personajes, empezando por los Apóstoles. Se ha desarrollado sin apartarse de la Palabra de Dios; por eso, como lo dice el Compendio, la Iglesia se ha ido reconociendo progresivamente en esta doctrina. Si alguna doctrina se apartara del camino señalado por la Sagrada Escritura, por el Evangelio, la Iglesia no se podría reconocer en ella. Podemos entender así, por ejemplo, por qué la violencia no se puede defender como doctrina de la Iglesia. En la violencia no puede aparecer el rostro de Jesucristo y por lo tanto tampoco el de la Iglesia.

La no-violencia evangélica, Fuerza de Liberación

En vez de la violencia, una doctrina en la que la Iglesia no se podría reconocer, se habla de la no-violencia Evangélica, como fuerza de liberación. Voy a citar, sobre la violencia, solamente las palabras de un grupo de obispos de 9 países de América Latina que se reunió en Bogotá en 1977 y Ias pronunciadas, también en Bogotá, por Pablo VI, en 1958.

Luego de denunciar que vivimos en un contexto de violencia de varias clases: violencia en lo económico, en lo político, en los derechos humanos, en el secuestro y el asesinato, en la evasión hacia las drogas, en el abuso de la mujer, que son signos de decadencia espiritual y cultural, afirman categóricamente los obispos latinoamericanos, que como cristianos “no podemos aceptar que la violencia se presente como una exigencia de fe, como una salvaguardia de “valores humanistas y cristianos que hay que defender.”

No se defiende la pasividad, sino los métodos acordes con el Evangelio, para acabar con las injusticias. Dijeron los obispos:

Queremos abogar (…) por una solución enérgica, radical, pero evangélica; nacida de la doctrina y del ejemplo del Señor Jesús, (…)[5]

Para terminar este punto sobre la necesidad de actualizar la presentación de la doctrina, sin apartarse del Evangelio, también sobre el tema de la violencia, el documento de PUEBLA cita del discurso de Pablo VI, en su visita a Bogotá. Dijo el Papa:

Debemos decir y reafirmar que la violencia no es ni cristiana ni evangélica y que los cambios bruscos y violentos de las estructuras serán engañosos, ineficaces en sí mismos y ciertamente no conformes con la dignidad del pueblo.[6]

Era especialmente difícil para la Iglesia el momento en el que, el Santo Padre y los obispos de América Latina, se pronuciaban sobre la violencia no evangélica; recordemos si no, los tristes casos de los PP. Camilo Torres y los españoles Domingo Laín y Manuel Pérez, que terminaron sus días en la guerrilla del ELN.

Hasta la semana entrante

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] En carreras de relevo, los participantes, de uno en uno realizan el recorrido de la pista llevando en la mano un bastón o testimonio. Al llegar al siguiente competidor, compañero de equipo, deben entregar en su mano el testimonio. Sólo cuando lo tenga en la mano, el siguiente atleta puede emprender la carrera.

[2] Cf Carlo Maria Martini, S.J., Ordenar la propia vida, Meditaciones con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, Pg 140s: La existencia como conflicto.

[3] El Tiempo, Manual de Ateología, por José Manuel Acevedo Medina, Director de Tierra Firme Editores; Dieciséis ateos se confiesan, Domingo 24 de mayo de 2009, 3,2; La Epifanía del Rostro, por Rafael Narbona, sobre el libro Dios no es bueno, de Christopher Hitchens, en LECTURAS, junio2009, 20.

[4]Cf Albino Luciani (Juan Pablo I), “Ilustrísimos señores” , Cartas del Patriarca de Venecia, 5° edición, BAC 1958, carta a Pavel Ivánovic Cicikov, grotesco personaje de Las almas muertas, de Gogol, quien hace negocios gracias a su habilidad para mentir.

[5] WEB, Junio 2, 2009, Nueva Sociedad, N° 36, Mayo-Junio 1978, Pgs 127-138, http://www.nuso.org/upload/articulos/437_1.pdf

[6] PUEBLA, III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 534

REFLEXIÓN 137 DOCTRINA SOCIAL HOY (III)

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LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO:

APUNTES HISTÓRICOS (III)

Recordemos que estamos estudiando ahora la tercera y última parte del capítulo segundo / del Compendio de la D.S.I., que trata sobre LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO. Este tema se trata desde el número 87 hasta el 104. Esta parte nos ayuda a comprender mejor el desarrollo de la D.S.I. a lo largo de los años, en este mundo que cambia con tanta rapidez y presenta de manera permanente, nuevos retos a la humanidad y en particular a la fe.

Recordemos lo que ya estudiamos sobre el desarrollo de la D.S.I.

Sabemos ya que el nombre de Doctrina Social de la Iglesia lo reciben, las enseñanzas del Magisterio sobre la cuestión social, es decir sobre nuestras relaciones con los demás, en particular en lo que tiene que ver con los derechos, la libertad y la justicia.

Argumentos remozados y al alcance de las nuevas generaciones

También aprendimos que la D.S.I. se tiene que ir renovando, naturalmente, sin perder su fidelidad al Evangelio, lo cual es fundamental. La renovación de la D.S. es necesaria, porque la sociedad necesita soluciones nuevas de las dificultades nuevas que se le van presentando permanentemente, y debe encontrar argumentos remozados y al alcance de las nuevas generaciones.

Lo de fe no puede cambiar en lo substancial, pero sí debemos buscar nuevas formas de explicarla. El Cardenal Albino Luciani, quien sería luego el Papa Juan Pablo I, dice en carta a uno de los personajes de su libro “Ilustrísimos señores”, luego de afirmar que estamos en la era del pluralismo de la fe:

Sólo que la fe no es pluralista: se puede admitir un sano pluralismo en la teología, en la liturgia, en otras cosas, pero nunca en la fe. En cuanto nos consta que Dios ha revelado una verdad, la única respuesta posible es sí. Para todos y en todos los tiempos: sí con convicción y valentía, sin dudas ni vacilaciones. [1]

Unas líneas adelante continúa:

Las verdades de la fe valen siempre, aunque es posible comprenderlas cada vez mejor y expresarlas con fórmulas nuevas más acertadas y más adecuadas a los tiempos modernos.

Nuestra juventud esta acosada por quienes no han tenido la experiencia de la fe, y con argumentos artificiosos pretenden que la razón no tiene nada que ver con la fe y por lo mismo tampoco la ciencia con la fe; así, consciente o inconscientemente, minan la fe de algunos de nuestros jóvenes, que empiezan a pensar que la fe es siplemente una fábula. Se convencen algunos de que lo único real es lo tangible, lo mensurable, lo cuantificable.

La razón está creada para la verdad

La fe agudiza la mirada interior

Como afirma el Cardenal Ratzinger en Dios y el Mundo,[2] la razón está creada para la verdad”. Los creyentes sabemos que Dios es la Verdad y que la razón, autora de la ciencia humana que trata de desentrañar las maravillas de la creación, no puede estar en contradicción con Dios, que es Autor de la creación y por lo tanto también de la razón humana. La fe y la razón se complementan en sus diversos campos. Como Juan Pablo II afirma en su carta apostólica sobre las relaciones entre la fe y la razón (…) conocer a fondo el mundo y los acontecimientos de la historia no es posible sin confesar al mismo tiempo la fe en Dios que actúa en ellos. La fe agudiza la mirada interior abriendo la mente para que descubra, en el suceder de los acotecimientos, la presencia operante de la Providencia. (16)

Hoy se presentan tantas dudas, se divulgan tantas falsedades como si fueran verdades. En la riqueza insondable del Evangelio encontramos siempre las respuestas que el corazón humano busca en todas las situaciones antiguas y nuevas, por las que avanza en la vida.

Hemos visto igualmente, que la Iglesia no pretende ofrecer soluciones técnicas, como las que son propias de las disciplinas administrativas y económicas o de las ciencias naturales; esa es tarea de los científicos, de los administradores y de los economistas. Sin embargo, no todas las soluciones que se presentan son aceptables, porque, especialmente en el mundo materialista de nuestra época, hay expertos en las diversas ciencias del hombre, que, para superar las dificultades que se van presentando, proponen soluciones que tocan moralmente al ser humano, a sus derechos, a su dignidad.

El Evangelio tiene toda la fuerza y la sabiduría para iluminarnos en medio de la oscuridad moral en que se debate nuestra sociedad y nos orienta sobre el bien o el mal que esas soluciones significan para la persona humana.

En medio de la crisis económica y financiera

Los expertos necesitan la luz del Evangelio

En medio de la crisis económica y financiera que acosa a nuestro mundo globalizado, es necesaria la luz del Evangelio que ilumine con sus criterios a los expertos que buscan una salida. No se podrá superar esa crisis, si las bases sobre las cuales se asientan sus soluciones son la ambición, la codicia, el ansia de poder y de dominio, y se ignoran los derechos y necesidades de los demás. No habrá soluciones justas, mientras los poseedores del poder y de la riqueza se sientan dueños absolutos y no sólo administradores puestos por Dios para manejar los dones que la humanidad ha recibido de su generosidad. ¿Cómo adelantar la construcción del Reino de Dios en la tierra, sin justicia, sin solidaridad, sin amor, que muchas veces exigen desprendimiento, sacrificio?

El mal se alía con la inteligencia y la sagacidad

No son los problemas económicos los únicos que acosan ahora a la humanidad. La evolución de la sociedad va presentando también a la persona humana retos diferentes a los de las crisis económicas y políticas. Una situación que se repite en muchas partes ahora, es que el mal se alía con la inteligencia y la sagacidad de personas que aprovechan la aceptación del pluralismo, para imponer su propio pensamiento, así sea dañino para la sociedad, como es el caso del aborto y el pretendido matrimonio de los homosexuales. Comentábamos que los planes se urden con gran sagacidad, utilizando para el mal y no para el bien, la inteligencia que han recibido.

Preparan el camino con la aprobación de leyes inmorales

Echemos una mirada a los métodos que utilizan. Van preparando el camino, con la aprobación de normas, leyes, decretos, que son aparentemente inocuos o beneficiosos para algunos. Es la cuña para abrir luego la puerta de par en par. Basta examinar la estrategia que han seguido en la promoción del aborto y de la eutanasia. No lo llaman aborto sino interrupción del embarazo, parecen escandalizarse de que al aborto se lo llame asesinato de inocentes. Ellos se presentan como defensores de los derechos de la mujer; unos derechos que no tienen en cuenta la limitación que les ponen los derechos de otros, como es el derecho a la vida del ser que llevan en su vientre.

Las células madre embrionarias

Sobre la utilización de células madre embrionarias, en la investigación médica, afirman que se busca salvar vidas y curar enfermedades, para las que no se ha encontrado todavía el remedio. Claramente defienden así que el fin justifica los medios: según ellos, se puede utilizar a un ser vivo como si se tratara simplemente de la porción de un tejido. Y desechan como desperdicios, los embriones que no utilizan. ¿Qué diferencia hay entre los “científicos” que hacen eso y los asesinos que echan el cadáver de su víctima en una bolsa de basura?

Es el camuflaje, una de las estrategias de los promotores de la muerte. Quieren presentarse como defensores del derecho, cuando crean las piezas para armar un derecho a su medida, aunque se lleven vidas inocentes de por medio.

Destapémoslos, que se vea su cara. La aprobación de esos procedimientos inmorales la van consiguiendo poco a poco. Una vez conseguida la aprobación de la norma o el fallo de la Corte, tienen el campo libre: son legales, aunque sean inmorales, y a los que se atrevan a desafiar a una ley injusta, que como tal puede ser legal, pero no puede ser obligatoria, se los castiga, como se pretende ahora con el Hospital San Ignacio.

Como eres tibio, ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca

Como dijimos en otra reflexión, es triste que esas normas sean aprobadas o defendidas en los medios de comunicación, con la colaboración de cristianos ambiguos, contradictorios, de los que no se sabe bien si son creyentes o no; tibios, que merecen esa tremenda frase de la Escritura, en Apoc 3,15s:

Conozco tus obras, que no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente; [16 ] pero como eres tibio, ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.

¿Por qué hay tanta maldad disfrazada? La Sagrada Escritura nos lo había prevenido; el maligno ronda buscando a quien devorar, como nos lo advirtió San Pedro en su primera carta, 5,8s:

[8]Sed sobrios y vigilad. Vuestro adversario el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar.[9]Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos por el mundo sufren las mismas penalidades.

Que el demonio anda por el mundo lo sabemos ya por el Antiguo Testamento, como veremos en algunos textos. Vigilad, dice San Pedro; lástima que no se dan cuenta algunos, de la colaboración que prestan al maligno con su silencio. Es como si un centinela cerrara los ojos para no ver al enemigo.

El demonio no ronda siempre con rugidos que intimiden

Ahora bien, el demonio no ronda siempre con rugidos, sino que, va entrando en silencio, para no ser descubierto o utiliza apariencias, argucias, engaños. Anda por el mundo, como nos lo presenta el libro de Job, 1, 7: El Señor dijo a Satán: “¿De dónde vienes?” El Satán respondió al Señor: “De recorrer la tierra y pasearme por ella.” No anda por el mundo haciendo el bien. Para engañar, conquista aliados, seres humanos que le prestan su astucia, su inteligencia o su cobardía.

Es interesante que la Sagrada Escritura nos presente al demonio como astuta serpiente. Gen, 3,1 dice: La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor había hecho. La humanidad se dejó engañar, pecó convencida del bien que coseguiría rebelándose contra su Creador.

Esa serpiente, para hacer daño utiliza ahora a gente hábil intelectualmente, hábil en la comunicación, que, o comulgan con sus pretensiones o que tienen miedo de hacerle frente.

San Pablo, en su segunda carta a los Corintios, 11,3, les manifiesta su preocupación porque esos hijos suyos se dejen engañar de la astucia del demonio. Dice: (…) temo que, como la serpiente sedujo a Eva, con su astucia, decaigan vuestros pensamientos de la sinceridad y santidad.

El seductor de las naciones

Que la Sagrada Escritura utiliza a la serpiente como figura del demonio es claro. Recordemos un texto más: en Apoc 12,9 se lee: (…) la serpiete antigua, que es el diablo y Satanás (…) El mismo libro del Apocalipsis, en 20,2 llama al demonio el Gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor de las naciones. El seductor…

A este propósito voy a leer un pequeño párrafo del escriturista P. Sebastián Bartina, traductor y comentarista del libro del Apocalipsis. Creo que nos confirma que el demonio sigue utilizando, también en nuestro medio, las estrategias del engaño y la mentira. Dice el jesuita catalán:

En este lugar (es decir en esta parte del Apocalipsis), se da la ficha personal del dragón. Es la serpiente antigua, bien definida y conocida. Se trata de la serpiente del paraíso que engañó a los protoparentes (a nuestros primeros padres), les indujo a pecar, y con el pecado entró la muerte en el mundo. (Gen 3; Sb 2,24)[3]

Tenemos que ser cuidadosos, cuando tratamos con esas compañías que aparentan simpatía e inteligencia pero destilan veneno. En el Evangelio encontramos esa dura expresión Raza de víboras o engendro de vívoras. Es decir serpientes nacidas de serpientes. Se dirigía San Juan Bautista a los fariseos y saduceos, que, los primeros, se contentaban con una apariencia externa de santidad, y los saduceos que eran oportunistas políticos, simpatizaban con la cultura de los griegos y con los dominadores romanos.[4]

Máscaras virtuales

Vemos que no siempre se utilizan los pasamontañas y las máscaras; hoy que se menciona mucho la palabra virtual, para designar algo que no es material; se puede afirmar que no pocos disfrazan sus malas intenciones con máscaras virtuales, que son sus argucias, su uso hábil de la lógica o de la facilidad de palabra.

No es mi propósito asustar ni con pesimismo mostrar un ambiente en en el que todo esté perdido. Sabemos que Dios está presente y lo estará hasta el fin del mundo y que la victoria final será de la Verdad. No nos podemos sentir desvalidos, porque tenemos la ayuda del Señor, por su Espíritu, especialmente en los Sacramentos, que nos dan la gracia que necesitamos y que es lo único necesario. Aquí tiene todo el sentido la frase que utilizamos en esa oración de San Ignacio: dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.[5]

Hay muchos excelentes cristianos que viven su fe o se esfuerzan por vivirla; de todos modos nos conviene reflexionar sobre el contexto en que debemos trabajar en la construcción del Reino. No es un contexto fácil. Y no podemos olvidar que tenemos una tarea que cumplir, también los laicos, y entonces, como somos débiles, como caemos, tenemos que ser realistas, abrir los ojos, VER y JUZGAR el mundo en que vivimos, en el que todos tenemos que actuar.

El camino cristiano no se mide sólo por el trecho recorrido

No nos quedemos en la lamentación, en el sentimiento de frustración, de amargura, cuando, veamos la decadencia de la fe que nos hace añorar tiempos pasados.[6] Con la tranquilidad que nos da la fe en Jesucristo resucitado, aceptemos que, en palabras del Cardenal Martini

la vida del cristiano es una lucha continua contra la poderosa sugestión de los ídolos, contra Satanás y su esfuerzo por llevar a los hombres a la incredulidad, a la desesperación, al suicidio moral y físico. O sea, olvidamos que el camino cristiano se mide, no sólo por el trecho recorrido, sino también por los obstáculos superados y por las dificultades que se han vencido.

(…) en nuestros días resulta muy complejo un juicio sobre la vida de fe. No basta con valorar los índices sociológicos, los índices de la frecuencia de la asistencia a la misa dominical o a la importancia concedida a la figura de Cristo en las encuestas en relación con otras figuras; o sea, las adhesiones a una escala de valores. El juicio sobre la vida de fe se valora teniendo en cuenta la lucha, a veces dramática, por la fe y el Evangelio que un cristiano debe sostener cada día en su deseo de seguir creyendo, en su esfuerzo por optar en su vida por el Evangelio, o por lo menos, en su decisión de resistir a la incredulidad circundante.[7]

Vemos que la D.S.I., precisamente porque es la doctrina sobre la sociedad, – eso quiere decir social, – tiene que dar respuestas a las dificultades que enfrenta nuestro mundo de hoy. Cuando examinamos lo que pasa a nuestro derredor, nos encontramos con que el maligno es activo, y a veces logra infiltrarse en las filas de los creyentes. Tenemos que permanecer activos, en la dinámica de los ejercicios, no físicos, – para los que se llenan todo el día los gimnasios, – sino en ejercicios del espíritu, en la oración, en la Eucaristía; ejercicios que nos fortalezcan la fe y nos preparen para resistir a nuestro oponente, que toma diversas formas en este campo de batalla, se disfraza, a veces hasta de ángel.

La estrategia del enemigo

Ese maestro en el conocimiento de la motivación humana, que es San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales propone una visión del campo donde se reúne el demonio con sus seguidores. Dice que el caudillo de los demonios los esparce por todo el mundo, sin dejar lugares, estados ni personas algunas.[8]

¿Qué estrategia enseña Satanás a sus huestes? San Ignacio dice que los amonesta para echar redes y cadenas. El primer paso que el demonio se propone hacer dar a sus víctimas, la primera tentación, es la codicia; así más fácilmente se querrá conseguir el vano honor del mundo y luego la soberbia. ¿No es la codicia de bienes, de poder, de dominio, el origen de quizás la mayoría de nuestros males? Por lo menos en los males de la injusticia, de la pobreza, del hambre, es claro que allí está la raíz.

En figura de ángel luminoso

Para terminar estas reflexiones, detengámonos, un momento solamente, en esta enseñanza de San Ignacio: dice que el demonio no siempre se presenta con su figura horrible y espantosa. El enemigo no incita siempre a asesinar, a robar, a quitar la fama, a mentir. El demonio se disfraza, disfraza su discurso. San Ignacio dice que se presenta sub angelo lucis, es decir [9] con la figura de ángel luminoso. Utiliza argumentos aparentemente buenos, que no sean rechazados de entrada para, poco a poco, llevar a la persona a aceptar sus engaños. Uno de los modos de saber si los pensamientos que nos llegan son de Dios o del demonio, es considerar si terminan en algo bueno o en algo malo.[10]

Al llegar al final de nuestra reflexión, los invito a que nos preguntemos: ¿Cuál es mi actitud cuando se trata de temas religiosos o morales? ¿Prudente y respetuosa y al mismo tiempo firme? ¿Cómo es mi respuesta a la situación que vivimos en nuestra sociedad? De un optimismo ingenuo, por el que todo me parece aceptable o bueno; de una indiferencia, por la cual mi respuesta es una no respuesta, porque esta situación no me preocupa, no me parece de mi incumbencia, es asunto de otros, o quizás en el otro extremo, mi actitud es de un negativismo en el que no dejo lugar a la buena fe, en el que no reconozco la acción del Espíritu Santo que inspira salidas, modos y oportunidades de actuar. O más bien, como persona de fe, reconozco que vivimos en un conflicto entre el bien y el mal, en el cual no nos falta ni nos faltará la asistencia de Dios. ¿Cómo es mi actuación en mi vida de trabajo, si tengo responsabilidades en la toma de decisiones? ¿De neutralidad, de ambigüedad?

Como estamos llamados a ser discípulos y misioneros, con humildad tenemos mucho que aprender de la palabra de Dios y con su ayuda comunicar de lo que por gracia hemos recibido.

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Albino Luciani (Juan Pablo I), “Ilustrísimos señores” , Cartas del Patriarca de Venecia, 5° edición, BAC 1958, carta a Pavel Ivánovic Cicikov, grotesco personaje de Las almas muertas, de Gogol, quien hace negocios gracias a su habilidad para mentir.

[2] Juan Pablo II, Pg. 40: DIOS Y LA RAZÓN

[3] Cf La Sagrada Escritura, Texto y comentario, Nuevo Testamento, III, BAC 214

[4] Ibidem, I, Evangelios, BAC 207, Pg 40s y 611

[5] Ejercicios Espirituales, 234

[6] Cf Carlo Maria Martini, S.J., Ordenar la propia vida, Meditaciones con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, Pg 140: La existencia como conflicto.

[7] Ibidem, Pg 141

[8] Ejercicios Espirituales 140ss

[9] Ibidem, 332

[10] Las reglas para conocer si las motivaciones vienen de Dios o del mal espíritu se encuentran en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio en los N° 313-336

Reflexión 136

Derecho a decir no al aborto

El periódico El Tiempo, de Bogotá , el martes 12 de mayo de 2009 publicó su editorial principal con el título Conejo al Aborto. Cita a la revista inglesa The Lancet, según la cual “el impacto de la despenalización del aborto ha sido mínimo”. Se refiere al bajo número de abortos ”legales” que se han practicado.

Entre las causas para los pocos abortos practicados el Editorial señala las razones de conciencia presentados por médicos católicos y la falta de conciencia de las mujeres acerca de sus derechos.

Escribí una carta al Director de El Tiempo con algunas consideraciones sobre ese editorial, con la intención de que se publicara entre las cartas de los lectores. Como el periódico no lo hizo, copio la carta a continuación.

La carta que El Tiempo no publicó

Señor Director:

Su editorial “Conejo al Aborto”, del martes 12 de mayo, me ha dejado varias consideraciones: la primera es que, es peor y más nocivo para la sociedad, el “conejo” que se ha hecho al derecho a la vida, con la aprobación del aborto.

Menciona usted que “falta conciencia a las mujeres acerca de los derechos que la nueva legislación contempla”. Sin embargo, tampoco les debe faltar conciencia de que sus derechos tienen límites y en este caso el límite es el derecho a la vida de la criatura que llevan en su vientre.

Acerca del debate sobre si las instituciones como un hospital católico o una EPS pueden negarse a practicar abortos por razones de conciencia, tiene usted razón en decir que “Este es un tema espinoso, que toca fibras íntimas y colectivas de una sociedad mayoritariamente católica y, por principios religiosos, contraria a la medida.” Lo grave es que estamos viviendo en una sociedad permisiva, en la que algunas minorías, con argucias jurídicas, consiguen imponer su pensamiento.

Menciona usted un informe de la anterior Procuraduría, en el cual se afirma que los “prejuicios sociales están impidiendo la aplicación de esta normatividad”, a lo cual usted añade: “como si las leyes fueran de cumplimiento opcional”. El anterior Procurador confundió los principios con los prejuicios. Defender el valor de la vida, que es el primer derecho de los seres humanos, no es un prejuicio, es un principio fundamental.  Y sí hay leyes cuyo cumplimiento no obliga, cuando se trata de leyes injustas. Una norma que permite quitar la vida a inocentes indefensos no puede ser de obligatorio cumplimiento.

Finalmente, el artículo 18 de la Constitución de 1991 dice: “Se garantiza la libertad de conciencia. Nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias ni compelido a revelarlas  ni obligado a actuar contra su conciencia”.

¿No es la libertad de conciencia un principio liberal fundamental? ¿Por qué El Tiempo, en este caso no es coherente? Que la libertad de conciencia no se aplica a las instituciones sino a las personas es una argucia para hacer un esguince a la Constitución. ¿Quién es el responsable de que algo se haga o se deje de hacer en una organización? ¿No son siempre unas personas?

Fernando Díaz del Castillo Z.

El 18 de mayo el Director del Hospital San Ignacio se pronunció en El Tiempo, sobre la posición de ese hospital católico ante la multa que le impuso la Secretaría de Salud de Bogotá, por no haber practicado un aborto. Copio a continuación esa columna:

El derecho a decir no

La sanción impuesta al Hospital Universitario San Ignacio en febrero pasado, por no practicar una interrupción voluntaria del embarazo, parte de unos supuestos que no son ciertos: la práctica del aborto en tres circunstancias es legal, pero no obligatoria, como tienden a creer algunos. Es muy grande la distancia entre una cosa y otra.

Esta institución tomó la decisión de no practicar la interrupción voluntaria del embarazo en razón de sus valores y principios cristianos, sobre los cuales ha construido una posición clara al respecto.

Al contrario de lo que se ha expuesto, no se trata de una objeción de conciencia institucional, sino de una decisión institucional. Hay que aclarar que la obligatoriedad de la atención la tienen las entidades hospitalarias solo para los casos de urgencias, pero cuando la vida de las personas no está en riesgo, de manera autónoma estas pueden definir qué servicios prestan y cuáles no.

Este aspecto, que está definido dentro del marco legal, no fue modificado por la sentencia C-355 del 2006, de la Corte Constitucional, que despenalizó el aborto en las tres circunstancias que el país conoce.

Como en esencia la solicitud de aborto, en la situación que motivó la sanción, no configuraba un caso enmarcado como urgencia médica, el hospital tomó la determinación de no practicarlo. Como legalmente no es obligatorio, nos mantenemos en esa línea.

Sin embargo, la institución puso a disposición de la paciente todos los recursos que prevé la práctica médica para que, en términos de oportunidad, calidad e idoneidad, tuviera continuidad en la atención, a tal punto que se remitió a otra institución, donde le practicaron el procedimiento que solicitaba.

En tal sentido, consideramos que la sanción de la Secretaría Distrital de Salud de Bogotá es improcedente y por esa razón interpusimos los recursos correspondientes; de ellos estamos pendientes, con la tranquilidad de haber actuado en pleno derecho en el cumplimiento de nuestro deber.

Colombia, por ser un Estado social de derecho, ha dado cabido a normas que, si bien son legales, como la despenalización del aborto en tres casos particulares, de por sí son polémicas. Algunos pueden estar de acuerdo y otros no; sin embargo, el hecho de que se les permita a quienes están de acuerdo y lo necesitan, no quiere decir que sea obligatorio para todos.

Ilustro lo dicho con un ejemplo: en el caso hipotético de que el país aprobara la pena de muerte, ¿se volvería obligatorio el oficio de verdugo? Considero que no. Creo que esa tarea debería ser llevada a cabo por quien quiera y sepa hacerlo bien.

No podemos entrar en discusiones de que lo que hasta un día fue ilegal al día siguiente se vuelva obligatorio para los ciudadanos y las instituciones. Un Estado como el colombiano, multiétnico, pluricultural, centrado sobre la dignidad humana, debe también procurar respeto por la dignidad de las instituciones y de las decisiones que se toman de manera autónoma, con base en principios, valores y declaraciones misionales que fundamentan la administración moderna.

Son justamente estos elementos los que le permiten al Hospital Universitario San Ignacio defender una posición que, más allá de pretender violar una norma, está fundada en derecho y en armonía con la propia Constitución Nacional.

* Director general del Hospital Universitario San Ignacio

Julio César Castellanos MD *

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De los doctores Nieto Loaiza y Nieto Navia

El Doctor Rafael Nieto Loaiza tuvo la gentileza de enviarme las columnas que sobre este tema habían escrito él y su padre. Dice en su misiva:

Como puede ser de su interés, envío las columnas que sobre el mismo tema publicáramos mi padre y yo, por cierto sin conversarlo previamente, en días pasados.

Publicado el domingo 24 de mayo en El País de Cali

MACHACAR AL OBJETOR DE CONCIENCIA

Por Rafael Nieto Loaiza

Con no poca frecuencia lo urgente no da paso a lo importante. Y entre las interceptaciones telefónicas ilegales y las propuestas de abrirle paso en el Congreso a paramilitares y guerrilleros y el viene y va del referendo, tenía embolatado este comentario.


El asunto, sin embargo, es vital. Hace unas semanas la Secretaría de Salud de Bogotá sancionó con ciento veinte millones de pesos al Hospital San Ignacio, de los jesuitas, por negarse a practicar un aborto. La Secretaría alegó que el Hospital no podía alegar objeción de conciencia para no realizarlo. Hubo silencio general en los medios, excepto para reprochar la conducta del Hospital. Unos dias después, Alejandro Ordoñez, nuevo Procurador General, emitió una circular solicitando a sus funcionarios “mayor compromiso y disposición en defensa y protección de los derechos fundamentales de las mujeres gestantes, del derecho a la vida del no nacido y del derecho a la objeción de conciencia”.

Ahí fue Troya. Cayeron en masa sobre el Procurador. Desde el editorial de El Tiempo hasta las organizaciones feministas y abortistas, fue acusado de retrógrado y de estar contradiciendo la decisión de la Corte Constitucional que hace tres años despenalizó el aborto en casos especiales: cuando está en riesgo serio la vida de la madre, cuando el feto tenga malformaciones congénitas que permitan prever que no podrá vivir autónomamente y cuando la criatura sea resultado de una violación.


No es el momento de debatir de nuevo si hay un derecho al aborto. Pero sí es indispensable examinar si existe o no un derecho a la objeción de conciencia, individual y colectivo, frente a las mujeres que pretenden abortar.


La objeción de conciencia es un derecho fundamental y así es reconocido en los tratados internacionales en materia de derechos humanos y en la Constitución Política de Colombia. Si un médico encuentra que la práctica del aborto atenta contra el juramento hipocrático o contra su ética, no sólo tiene el derecho sino el deber de manifestar su rechazo a la práctica del aborto. Lo mismo ocurre con un juez que, por razones similares, se niega a decidir una tutela presentada por quien desea abortar. En ambos casos, el Estado debe protegerlos. Actuar en contrario supone violentar las convicciones más profundas del médico y del juez y doblegar lo que les es más íntimo y personal, aquello que nos caracteriza, por encima de cualquier otra consideración, como personas: la conciencia.


Entonces, si hay un derecho internacional y constitucional a la objeción de conciencia, ¿porqué obligar al San Ignacio a practicar un aborto, habiendo como hay tantas instituciones distritales de salud dispuestas a hacerlo? La intención es clarísima: amedrentar a los objetores de conciencia y, al mismo tiempo, enviar un mensaje polìtico a las organizaciones abortistas. Fue lo que hizo la Secretaría de Salud de Bogotá al multar al Hospital. Por razones ideológicas y en manos de la izquierda radical, la Secretaría aprovecha la sanción para cultivar la base electoral del Polo.


Desde la sentencia de la Constitucional, es obligación del sistema estatal de salud practicar abortos en los casos autorizados. El deber estatal, sin embargo, no puede extenderse a las instituciones privadas. Y aun en las públicas los médicos individualmente considerados pueden negarse a practicar abortos. Perseguir a los objetores de conciencia sólo es propio de los estados totalitarios.

Publicado el martes 12 de mayo de 2009 en El Nuevo Siglo

Por RAFAEL NIETO NAVIA

Aborto y objeción de conciencia


En una fotografía de una manifestación de los abortistas aparece una mujer con un vestido blanco como de fantasma, una careta que oculta su cara y un letrero que dice “yo aborté”. Contrasta esta imagen con la que vemos corrientemente de las madres que cargan sus hijos orgullosamente o empujan sonrientes los cochecitos, a las que se les celebra por estos días su día.

Tiene razón la primera mujer. Hay que ocultar la cara y evitar ser reconocida. Es la misma estrategia de los que usan pasamontañas o antifaces cuando cometen un acto criminal.

Es verdad que una sentencia de la Corte Constitucional “legalizó” el aborto en 3 casos concretos y que tal sentencia, aunque no nos guste, es “legalmente” válida. A los promotores de semejante atropello contra las criaturas más indefensas y, de contera, cometido por la propia madre, no les basta. Quieren, como en España, que un bebé pueda ser asesinado aun la víspera de su nacimiento natural. Y se quejan de que en Bogotá “solamente” se hayan practicado 219 abortos “legales”.


Como si una autorización se convirtiera en una obligación. En realidad esto lo que demuestra es que la cifra de 300.000 abortos ilegales que sirvió de caballito de batalla ante la Corte Constitucional es, como se dijo en su momento, falsa. Pero la Corte se tragó el sapo.


Ahora resulta que la Secretaría de Salud sanciona al Hospital San Ignacio con una multa porque no practicó un aborto en un caso de malformación del feto. El hospital dice que atendió debidamente a la madre, cumplió con la evaluación médica respectiva y le entregó las órdenes de los exámenes que requería para que se los practicaran en la EPS. Y agrega que, en este caso, no aplicó la objeción de conciencia pero que no es obligatorio para los hospitales privados practicar abortos.

Es claro que hay personas para las que el aborto constituye un acto moralmente reprobable. A los médicos que así piensan no se les puede obligar a practicar abortos porque va contra su conciencia. Es lo que se llama “objeción de conciencia”. Pero, se arguye, las “entidades” no tienen conciencia y por consiguiente tal objeción no existe para ellas.


Este argumento es inconsistente. Yo al menos no he visto ninguna “institución” que se maneje sola, sin intervención de seres humanos. Supongamos, para efectos de claridad, que el director, los médicos y las enfermeras de un hospital tienen objeción de conciencia para practicar abortos. ¿Puede la “institución” practicarlos”?

El Hospital San Ignacio pertenece a una comunidad religiosa católica. Los católicos objetan en conciencia la práctica de abortos.


No se puede obligar a ese hospital a practicarlos.

Eso por supuesto les rueda a los inefables burócratas de la Secretaría de Salud, para los que “por norma todas las instituciones de salud deben prestar este servicio y más un hospital como San Ignacio, que es universitario, con un nivel de complejidad III, y donde las barreras de acceso y oportunidad no deberían presentarse”. Ninguna consideración sobre que es privado y católico.

Reflexión 135 Apuntes Históricos (II)

Compendio de la D.S.I. N° 87

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LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO:

APUNTES HISTÓRICOS (II)

Estamos estudiando la tercera y última parte del capítulo segundo del Compendio de la D.S.I., que trata sobre LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO. (N° 87-04). Es una parte nos ayuda a comprender mejor el desarrollo de la D.S.I. en este mundo cambiante.

El primer punto que empezamos a estudiar la semana pasada trata sobre el nombre mismo: Doctrina Social de la Iglesia, que se da al conjunto de enseñanzas del Magisterio sobre la cuestión social. Enseñanzas que, conservando su fundamental fidelidad al Evangelio, se tienen que ir renovando, porque la Iglesia debe ofrecer respuestas nuevas, a las necesidades nuevas que se presentan a la sociedad a lo largo de los años. El Evangelio tiene los fundamentos para enseñar e interpretar los principios morales que nos deben guiar en todas las situaciones por las que atraviesa la humanidad.

Es claro que el Evangelio no ofrece soluciones técnicas, como las que son propias de las ciencias administrativas y económicas o de las ciencias naturales; pero las enseñanzas del Evangelio tienen toda la fuerza y la sabiduría para mostrarnos el camino recto, en medio de la oscuridad moral que a veces rodea a la sociedad, a pesar de los innegables avances técnicos y científicos. No raras veces, y más en nuestro mundo materialista de hoy, para superar las dificultades que se presentan a la sociedad, se proponen soluciones que tocan moralmente al hombre, a su dignidad, a sus derechos, y el Evangelio nos orienta sobre el bien o el mal que esas soluciones significan para el ser humano.

La voz cristiana en las crisis

El cristianismo, basándose en los principios del Evangelio, debe tener una voz ante necesidades nuevas del mundo como las que se presentan en la actual crisis global de la economía, en la que son los más débiles los que más sufren.

La economía da tumbos, y los expertos basan sus propuestas para salir de esta complicada situación – según su ideología, – en un capitalismo salvaje que quiere ignorar la necesidad de su reforma radical o la inevitable desaparición hacia la que camina, o en el comunismo, que algunos quisieran revivir a pesar de haber demostrando ya en la práctica, que es más eficaz para matar al paciente que para aliviarlo.

Es esta crisis de la economía, una crisis cíclica, recurrente, que no se podrá superar si se desconocen los criterios del Evangelio sobre la dignidad de la persona humana y sus derechos, y sobre el destino universal de los bienes terrenales. Sin duda el mundo hace crisis por la codicia, por un deseo excesivo, no controlado, de poseer dinero y poder. ¿No se originan las guerras en la ambición, en el ansia de poseer más territorio, más recursos naturales para dominar a los demás?

Si se ignora que todos somos hermanos y tenemos la misma dignidad y los mismos derechos; si se desconoce el cumplimiento de la ley evangélica del amor, no se podrá conseguir convivencia ni paz duraderas.

Esa virtud del desprendimiento

Un ejemplo de las enseñanzas del Evangelio, que tienen que ver con que la felicidad no la alcanzamos por dominar cosas o personas, es la virtud evangélica del desprendimiento. Sobre este tema ofrecimos dos reflexiones en julio del año pasado. En este ‘blog’, lo encuentran en las Reflexiones 103 y 104. (Cf columna azul, a la derecha, y haga clic en la Reflexión que desee consultar).

Entre otras idea sobre el despredimiento, decíamos que consiste en poner todas las cosas de la vida en el lugar que les corresponde y en caer en la cuenta de que no somos tan poderosos, que no podemos pretender que nosotros somos indispensables, que es necesario nuestro control, para que las demás personas y situaciones marchen bien. Esa idea soberbia de creernos indispensables, se da tanto en personas como en países. Los autoritarismos y las dictaduras están marcadas por ese vicio y los EE.UU. tienen una larga trayectoria en actuar como si fueran la policía responsable del orden mundial. La guerra en Irak es el más reciente ejemplo.

Los retos prefabricados con astucia y la colaboración de cristianos tibios

La evolución de la sociedad va presentando nuevos retos a la persona humana, también en otros campos, no sólo en el de la economía; retos que antes eran impensados, y que ahora plantean, genuinamente, los avances de la ciencia, pero también aparecen otros retos prefabricados con astucia. Nos encontramos con que hay ahora personas que aprovechan la aceptación del pluralismo, para, no sólo exigir el respeto al pensamiento de los demás, – lo cual está muy bien, – sino que, pretenden, ellos sí, imponer su propio pensamiento a la sociedad.

Como señala el Evangelio sobre la astucia de las serpientes, se llega a dominar a la sociedad con un plan muy bien urdido. Se arman de argumentos legales, previamente construidos, para defender lo inmoral, con decretos, leyes y sentencias, que se aprueban en el ejecutivo, en el parlamento y en las cortes, con la colaboración, – es lamentable tener que decirlo, – de cristianos tibios. Sabemos que no todo lo que es legal es moralmente bueno ni justo ni conveniente, pero si consiguen que algo se apruebe como legal, aunque sea inmoral, las corrientes relativistas y agnósticas tienen las armas legales para imponerlo. Uno se pregunta si no nos rige ahora un nuevo concepto de democracia, en la cual no es el bien común el criterio de manejo de lo público, sino el interés de algunas minorías.

La multa al Hospital San Ignacio

La multa al Hospital San Ignacio, en Bogotá, por no haber accedido a que se practicara allí un aborto, es un ejemplo claro de la imposición de algunas minorías abortistas y de la negación de una libertad, reconocida en los países democráticos y por nuestra Constitución,[1] como es la objeción de conciencia, que se quiere ejercer para defender la vida de los seres humanos más débiles. El Secretario de Salud de Bogotá fue muy acucioso para multar al Hospital San Ignacio. Deseamos que sea igualmente firme y eficiente, para defender la salud y la vida, frente a los abusos de quienes manejan el “negocio” de la medicina, también en hospitales públicos de su jurisdicción. Esperamos que la autoridad competente dé la razón al Hospital San Ignacio y no tenga que dedicar sus recursos económicos a pagar lo que no debe.

Pretenden sagazmente defender lo que en la realidad atacan

Hoy nos encontramos con circunstancias en las cuales se necesitan nuevos argumentos para defender la dignidad y los derechos de la persona humana, empezando por el más sagrado, como es el derecho a la vida y la libertad, derechos que se atacan con sutilezas, haciendo aparecer con sagacidad que defienden lo que realmente atacan. No es sino pensar en la defensa de la eutanasia, por quienes quieren aparecer como defensores de una muerte digna.

La Doctrina de la Iglesia tiene que responder a muchos frentes. Hemos visto que es necesaria la renovación del orden temporal y que esa renovación la debemos asumir los laicos como tarea propia. ¿Qué es eso del orden temporal? Es la organización de la sociedad, en lo que se refiere a su marcha aquí en la tierra. Naturalmente allí en el orden temporal, está incluido todo lo que interviene en el manejo de la comunidad, como es la administración pública; por eso hay que renovar la política, hay que renovar la actitud de la ciudadanía en el cumplimiento de las leyes y de sus obligaciones con la comunidad en que vive.

La corrupción que se descubre todos los días, en todo el mundo, nos grita que es necesaria la renovación del orden temporal. La indiferencia frente a las necesidades de la comunidad, como sucede en las calamidades públicas y en el sufrimiento que padecen nuestros hermanos por la pobreza y por el hambre; la indiferencia, que es también patente, en presencia del irrespeto a los derechos de los demás, a sus bienes, a su honra, a su libertad y hasta a su vida, nos indican la gigantesca tarea que tenemos por delante, para la renovación del orden temporal.

Necesitamos la orientación de la Jerarquía

Por otra parte, la Iglesia toda, y especialmente los laicos, necesitamos la orientación de la Jerarquía, que debe asumir su papel de enseñar e interpretar auténticamente, los principios morales en que se tiene que fundar la renovación del orden temporal. No se trata de que la Iglesia asuma un papel protagónico en la renovación material del mundo, sino en la renovación moral, aunque no le esté vedado contribuir al desarrollo material; sin embargo es indispensable su papel de orientar en la renovación del orden material en lo moral.

Eso no quiere decir que las actividades de la Iglesia no puedan asumir un papel importante en el desarrollo material, económico y científico; la Iglesia lo hace con obras como las que realiza con las comunidades más necesitadas de ayuda, como es la de los desplazados, y en la educación y en el avance de la ciencia. Que la Iglesia considere el desarrollo humano integral, en el cuerpo y en el espiritu, no es una ficción, es una realidad viva.

Sin embargo, además de ese papel de la Iglesia en el progreso de las personas, es primordial su papel de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que deberían regir a la sociedad.

La astronomía en la Iglesia

Es apenas justo que se reconozca el destacado papel que desempeña la Iglesia en el desarrollo integral del ser humano, por su actividad en la educación y en el avance de la ciencia. A algunos les puede parecer extraño, descubrir que la astronomía, por ejemplo, ha sido un campo fecundo en la Iglesia; por eso no es extraño que el Vaticano tenga su propio observatorio astronómico, del cual es director un sacerdote astrónomo. Y no se trata simplemente de cultivar la ciencia por la ciencia, sino de aportar al desarrollo integral del ser humano.

MATTEO RICCI

Un ejemplo interesante del papel de la Iglesia en el avance de la ciencia y del desarrolllo humano, es el del jesuita italiano Matteo Ricci, quien en el siglo XVI introdujo en China el mapa mundi, las matemáticas y la astronomía occidentales. Su aporte a la ciencia es considerado tan importante, todavía hoy, que el actual gobierno chino le dedicó una plaza, con una estatua de tres metros de altura, en Nanchang, capital de la provincia de Jiangxi.[2]

El P. Ricci (1552-1610) llegó a Macao en 1582 y cuando logró que le permitieran entrar a ese país, se dedicó a predicar el Evangelio por muchas ciudades chinas; al mismo tiempo introdujo en el país asiático  avances culturales y científicos europeos.

Este científico y misionero fue tan respetado por sus conocimientos, y aprendió tan bien el idioma chino, que en un período en el que China estaba completamente cerrada para los extranjeros, las autoridades le permitieron entrar a ese país. Después de una larga espera de 9 años, en 1601 le permitieron entrar a la ciudad de Peking, especialmente vedada para los extranjeros. Allí permaneció el resto de su vida enseñando ciencias, matemáticas y el Evangelio a los intelectuales.

WERHNER VON BRAUN

Vamos a ver ahora el ejemplo de Werhner von Braum, el científico que fue director del programa espacial de la NASA. No tenía ninguna dificultad este renombrado hombre de ciencia, en confesar públicamente su fe en Dios Creador del universo y Padre de todos los hombres.

¿Tiene esto algo qué ver con la D.S.I.? Bueno, hemos visto que la D.S.I. es permanente en sus fundamentos, como basados que son en el Evangelio, pero tiene que renovarse, para responder a las nuevas inquietudes que se plantean en una época como la nuestra, que es una época de rápidos y permanentes cambios. Además, parece que ahora la indiferencia y también el agnosticismo, mejor digamos, el ateísmo, están de moda. Es bueno oír a un científico que cree en Dios.

También es importante mencionar estos hechos, porque a veces se ataca a la Iglesia sin argumentos serios, sin información suficiente; parece que esa es ahora la moda, y a nosotros nos pueden coger desarmados; no se nos ocurren argumentos para defenderla. En un programa nocturno, de una de las cadenas radiales, programa que sus habituales oyentes llaman “la universidad de la noche”, y en el cual los participantes suelen ser respetuosos de los demás, sin embargo un radioescucha se atrevió a afirmar al aire, que la religión es producto del hambre o de la ignorancia. Seguramente esa persona desconoce los aportes de hombres de profunda fe a la ciencia. No se atrevería a llamarlos ignorantes, si hubiera oído hablar de ellos.

¿La fe de Marconi y von Braun son producto del hambre o de la ignorancia?

Han sido muchos los científicos creyentes, pero por nombrar solo a dos cercanos a nuestro tiempo, no se puede llamar ignorantes a Guillermo Marconi, el inventor de la telegrafía sin hilos y de la radio ni a Wernher von Braun,[3] padre del programa espacial de la NASA. De la fe de ninguno de los dos reconocidos científicos se puede afirmar que fue producto del hambre o de la ignorancia.

Wernher von Braun escribió una carta a la junta de educación del estado de California, el 14 de septiembre de 1972, de la cual copio estas dos frases:

Algunas personas dicen que la ciencia no ha podido probar la existencia de un Diseñador. Ellas desafían a la ciencia para que pruebe la existencia de Dios. Pero, ¿debemos realmente encender una vela para ver el sol?

Los creyentes no necesitamos que los científicos prueben la existencia de Dios. Gracias al don de la fe, que recibimos gratuitamente, nos encontramos con Dios todos los días, en las maravillas de la naturaleza y en nuestra propia vida.

Pensamiento de von Braun sobre su fe

En estos días en que, en todos los medios, atacan a la fe directamente o de modo encubierto, vale la pena conocer un poco más del pensamiento de von Braun sobre su fe. El 10 de febrero de 1963, escribió él un artículo para la revista American Weekly.[4] Voy a leer algunos apartes de ese artículo:

Las dos más poderosas fuerzas que dan hoy forma a nuestra civilización son la ciencia y la religión. A través de la ciencia, el ser humano se esfuerza por aprender más de los misterios de la creación. A través de la religión, el hombre busca conocer al creador.

Ninguna de las dos opera de modo independiente. Es tan difícil para mí entender a un científico que no reconoce la presencia de una racionalidad superior detrás de la existencia del universo, como lo sería entender a un teólogo que negara los avances de la ciencia. Lejos de ser independientes o fuerzas opuestas, la ciencia y la religión son hermanas. Las dos buscan un mundo mejor. Mientras la ciencia busca controlar las fuerzas de la naturaleza que nos rodean, la religión controla las fuerzas de la naturaleza dentro de nosotros.

Mientras más aprendemos sobre la naturaleza, quedamos más impresionados y humildes ante su orden y perfección sin defectos. Nuestro creciente conocimiento de las leyes del universo nos han hecho posible enviar a personas humanas fuera de su medio natural, al medio exótico y nuevo del espacio, y regresar con seguridad a la tierra.

Desde cuando empezamos la exploración del espacio por medio de cohetes, hemos recibido cartas que expresan preocupación por lo que sus autores llaman nuestra “manipulación” de la creación de Dios (…)

Una carta revelaba con honestidad, el temor de que un cohete pudiera golpear a un ángel en el espacio. Y uno de los cosmonautas rusos, afirmó categóricamente después de dar vueltas en el espacio alrededor de la tierra: “Yo iba mirando con atención, todo el tiempo durante mi vuelo, pero no encontré a nadie por ahí – ni ángeles ni a Dios…”

Pensamiento superficial y pueril

Semejante pensamiento es superficial y pueril. Yo no temo que un objeto físico haga daño a ningún ser espiritual. Los vuelos espaciales tripulados por el hombre son un logro extraordinario, pero hasta ahora solo nos han abierto una pequeña puerta para ver las impresionantes profundidades del espacio. Nuestra mirada a los vastos misterios del universo a través de esa mirilla, solamente confirma nuestra creencia en la certeza de su creador.

El hombre finito no puede comprender del todo a un Dios omnipresente, omnisciente, omnipotente e infinito. Cualquier esfuerzo por visualizar a Dios, por reducirlo a nuestra capacidad de comprensión, por describirlo en nuestro lenguaje, falla ante lo indescriptible.

Yo encuentro que es mejor aceptar a Dios por la fe, como una voluntad inteligente, perfecta por su bondad, que a través de los tiempos se revela mejor en el mundo de la experiencia, mientras crece la capacidad de comprensión del hombre.

Para consuelo espiritual, encuentro seguridad en el concepto de la paternidad de Dios. Como guía moral confío en el concepto que de allí se deduce, de la hermandad de los hombres.

Los científicos creen ahora que, en la naturaleza, la materia nunca se destruye. Ni siquiera la más pequeña partícula puede desaparecer sin dejar una huella. La naturaleza no conoce la extinción – solo la transformación. ¿Habría tenido Dios menos consideración con el alma humana, su obra maestra de la creación?

La Luz que no tiene ocaso

Es suficiente lo que hemos visto hoy, para comprender la importancia del papel de la fe, de la doctrina, para orientarnos por el camino correcto, en un mundo que cambia, que avanza y también retrocede, porque el ser humano es inteligente, pero es limitado, es falible, se equivoca y tiene el peso del pecado original que lo inclina al mal. Necesitamos todo el tiempo la luz del Evangelio, la luz que no tiene ocaso. A veces el tiempo está nublado y hay borrascas y llega la noche; la luz material puede faltar, pero la luz de Jesucristo es indefectible, siempre está y estará allí para iluminar nuestra vida.

¿Cómo se realiza la renovación de la D.S.I., de la cual estamos hablando? Nos dice el N° 87 del Compendio, que la doctrina social, a partir de la encíclica «Rerum novarum»[5] de León XIII, se ha desarrollado en la Iglesia a través del Magisterio de los Romanos Pontífices y de los Obispos en comunión con ellos.

Es conveniente que, así sea brevemente, veamos algo sobre el Magisterio de la Iglesia, responsable del desarrollo de la doctrina social.[6]

Los Obispos, los maestros auténticos

El documento fundamental del Concilio Vaticano II, la constitución dogmática Lumen Gentium, (Cristo es la luz de los pueblos), que desarrolla la doctrina sobre la Iglesia, en el N° 25 trata sobre el oficio de enseñar de los Obispos, del cual dice que la predicación del Evangelio es uno de los principales. Añade que los obispos son los maestros auténticos, o sea los que están dotados de la autoridad de Cristo, que predican al pueblo que les ha sido encomendado, la fe que ha de ser creída y ha de ser aplicada a la vida, y la ilustran bajo la luz del Espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación cosas nuevas y viejas (Mt 13,52).

La semana entrante, si Dios quiere, continuaremos con el tema del Magisterio de la Iglesia. Aprenderemos, por ejemplo, qué condición es necesaria para que los Obispos nos puedan enseñar como testigos de la verdad divina, qué es eso del Magisterio extraordinario y cómo sabemos cuándo el Santo Padre nos enseña con el don de la infalibilidad.


[1] Constitución Política de Colombia, Art. 18: Se garantiza la libertad de conciencia.Nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias ni compelido a revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia.

[2] WEB mayo 7, 2009

[3] http://www.geocities.com/fdocc/braun.htm

[4] WEB Wernher von Braun, mayo 11, 2009. La traducción al español es mía.

[5] Cf. León XIII, Carta enc. Rerum novarum: Acta Leonis XIII, 11 (1892) 97-144.

[6] Cf Doctrina Social de la Iglesia, manual abreviado, Juan Souto Coelho, (coord.), BAC, Fundación Pablo VI, Madrid, 2002, Pg 7 y siguientes.

Reflexión 134 APUNTES HISTÓRICOS N° 87

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LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO

En nuestras reflexiones sobre la D.S.I., la semana pasada, terminamos el estudio de su naturaleza; sería de suponer que ya sabemos lo que es la D.S.; sin embargo, a medida que progresamos en el estudio, no sólo de la D.S., sino, como sucede en el estudio de otras materias, y con mayor razón en el estudio de nuestra fe, a medida que avanzamos, encontramos que es más lo que nos falta por conocer que lo que ya sabemos. Es natural que así sea; lo importante es que ese sentimiento nos impulse a continuar nuestro estudio y no a dejarlo.

A medida que avanzamos, encontramos que hay una perfecta coherencia, un hilo conductor que da unidad a toda la doctrina. Si, con la ayuda de Dios, no nos desviamos de ese camino, nos sentiremos alegres, más seguros y agradecidos por haber sido llamados a la maravillosa fe de la Iglesia de Jesucristo.

Una reflexión que debemos hacer, a medida que estudiamos la D.S.I., es que la D.S. no es sólo para conocerla intelectualmente, sino, como toda la doctrina católica, es para vivirla, con la ayuda de la gracia. Si no hay coherencia entre nuestra vida y lo que decimos profesar, fallamos radicalmente. Juan XXIII, como lo recordaremos más adelante, insistió en que la D.S. es para llevarla a la práctica.Vamos a avanzar ahora a un nuevo tema del capítulo segundo que seguimos estudiando y que se titula Misión de la Iglesia y Doctrina Social.

El nombre de la tercera y última parte del capítulo segundo que acometemos ahora es interesante: La Doctrina  Social en nuestro tiempo: Apuntes Históricos. Ocupa este tema desde el N° 87 del Compendio de la D.S.I. hasta el N° 104.

Nos va a tomar algún tiempo su estudio, porque, aunque el Compendio hace un recorrido rápido, se espera que nosotros nos detengamos lo necesario, para que nos queden sentadas unas bases históricas sólidas.

Tener unas bases históricas sólidas no es conocer de memoria nombres de

documentos y fechas; es, más bien, entender el hilo conductor en el desarrollo de la D.S.I., que es siempre la misma en lo fundamental, pero que, atenta a la evolución de la sociedad, la doctrina social de la Iglesia se caracteriza (…) también por la renovación. (Compendio, 85s). Que el Espíritu Santo nos acompañe en este esfuerzo.

El comienzo del nuevo camino

Esta parte del segundo capítulo La Doctrina Social en nuestro tiempo: Apuntes Históricos, lo divide  el Compendio en los siguientes subtemas:

a) El comienzo del nuevo camino, b) De la Rerum novarum hasta nuestros días y c) A la luz y bajo el imperio del Evangelio. La segunda parte, De la Rerum novarum hasta nuestros días es la más larga, porque abarca bastante tiempo, desde 1891 hasta nuestros días, y en estos 118 años se han producido los más importantes documentos doctrinales del Magisterio, sobre la cuestión social.

Comencemos por leer el primer párrafo del N° 87. Así tendremos una idea global del tema. Luego lo iremos estudiando por partes:

La locución doctrina social se remonta a Pío XI[1] y designa el «corpus» doctrinal relativo a temas de relevancia social que, a partir de la encíclica «Rerum novarum»[2] de León XIII, se ha desarrollado en la Iglesia a través del Magisterio de los Romanos Pontífices y de los Obispos en comunión con ellos.[3] La solicitud social no ha tenido ciertamente inicio con ese documento, porque la Iglesia no se ha desinteresado jamás de la sociedad; sin embargo, la encíclica «Rerum novarum» da inicio a un nuevo camino: injertándose en una tradición plurisecular, marca un nuevo inicio y un desarrollo sustancial de la enseñanza en el campo social.[4]

DOCTRINA SOCIAL, UN NOMBRE NUEVO

Profundicemos un poco más. El Compendio de la D.S. es una síntesis y en pocas líneas nos da mucha información; nos dice que La locución doctrina social se remonta a Pío XI; este Papa gobernó a la Iglesia desde 1922 hasta 1939. Su encíclica social Quadragesimo anno, es de 1931. De manera que cuando se exponían las enseñanzas de la Iglesia sobre la cuestión social, antes de Pío XI, no se utilizaba la expresión doctrina social. ¿Tienes esto alguna importancia? Hoy no se justifica emplear tiempo en discutir si está bien o no utilizar esa expresión,[5] pero si el Compendio menciona que este término Doctrina Social, empezó a utilizarse en el pontificado de Pío XI, no debemos pasarlo por alto.

Se podría hablar de las enseñanzas sociales de la Iglesia; era ese un término que se utilizaba antes; sin embargo, se prefiere ahora la expresión Doctrina Social, porque se han llegado a reunir de modo sistemático, metódico, ordenado, las enseñanzas de la Iglesia sobre la cuestión social, a través del tiempo. Hoy podemos hablar de un cuerpo de doctrina. Fue Juan Pablo II quien, en la encíclica Sollicitudo rei socialis (La preocupación social de la Iglesia…), 1, nos enseñó que, con los sucesivos aportes del Magisterio, se ha ido formando un cuerpo doctrinal, según la Iglesia, con la asistencia del Espíritu Santo, ha ido leyendo, interpretando los acontecimientos, según se desenvuelven en el curso de la historia. Esto nos va a quedar todavía más claro, cuando veamos el momento en que se produjo la encíclica Rerum novarum.

No se trata de enseñanzas inconexas

Lo que se quiere decir con la expresión “cuerpo doctrinal” es que no se trata de enseñanzas sueltas, inconexas, sino que las enseñanzas que se han ido presentando en diversas épocas, de acuerdo con las necesidades de la sociedad, conforman ya un conjunto doctrinal ordenado, sistemático, sobre la cuestión social. A ese conjunto de enseñanzas o cuerpo doctrinal, se llama D.S.I.

Es muy interesante recordar, que Juan Pablo II en la misma encíclica Sollicitudo rei socialis, añade que con su D.S., la Iglesia Intenta guiar (…) a los hombres para que ellos mismos den una respuesta, con ayuda también de la razón y de las ciencias humanas, a su vocación de constructores responsables de la sociedad terrena (N°1).

Ya en las reflexiones anteriores vimos que

Orientada por la luz perenne del Evangelio y constantemente atenta a la evolución de la sociedad, la doctrina social de la Iglesia se caracteriza por la continuidad y por la renovación. (Compendio, 85s)

No son, los términos continuidad y renovación, como característica de la D.S.I., palabras de relleno. Las estudiamos en los N° 85 y 86 del Compendio, donde la Iglesia insiste en que

La firmeza en los principios no (…) convierte (a la D.S.) en un sistema rígido de enseñanzas, es, más bien, un Magisterio en condiciones de abrirse a las cosas nuevas, sin diluirse en ellas:[6] una enseñanza «sometida a las necesarias y oportunas adaptaciónes sugeridas por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades» (Sollicitudo rei socialis, 3).

Nos enseña el Compendio, nuestro libro guía, que La doctrina social de la Iglesia se presenta como un «taller» siempre abierto (86).[7] En el programa anterior hablamos sobre esta idea del taller siempre abierto.

¿Por qué insistir en la capacidad de renovación de la D.S.I.?

Porque el ser dinámica es una característica suya muy importante. El hecho de llamar a las enseñanzas de la Iglesia una Doctrina, no le cierra las puertas para renovarse. Estamos invitados a que también nosotros nos renovemos, a imitación de nuestra Madre y Maestra, la Iglesia, con su doctrina social, y no nos aferremos a lo tradicional, por ser tradicional.

Pablo VI nos hizo comprender el dinamismo que debe caracterizar a la D.S.I., cuando en su carta apostólica Octogesima adveniens, tomó la metodología de los tres pasos VER-JUZGAR-ACTUAR, como el proceso que las enseñanzas sociales de la Iglesia siguen, para aproximarse a la realidad histórica que la sociedad vive: VER los acontecimientos es conocerlos de verdad, es ahondar en ellos para comprenderlos en su momento histórico y en su entorno.

JUZGARLOS es comparar las respuestas de la sociedad ante esos acontecimientos, con las respuestas que se deberían darsegún el Evangelio. Podríamos decir quizás, que es interpretar en los acontecimientos, los signos de los tiempos a la luz del Evangelio.

En el tercer paso, ACTUAR, la D.S. alienta a la comunidad a no quedarse en palabras y buenos propósitos, sino a comprometerse en la renovación de la sociedad. Nuestra misión no se detiene en los dos primeros pasos: VER y JUZGAR.

El P. Tony Mifsud, en su libro Moral Social, resume así, en pocas líneas, lo que documentos del Magisterio tan importantes como Gaudium et spes, Mater et Magistra, Octogesima advenienens y Populorum progressio, nos enseñan acerca de nuestras obligaciones sociales. Dice:

La Doctrina Social de la Iglesia explicita las obligaciones sociales del creyente, es decir, el deber cristiano de colaborar en la edificación de un mundo humano y justo.[8] Esta enseñanza es letra muerta si no es llevada a la práctica[9] y, a la vez, es urgente participar en los cambios necesarios.[10]

Son pocas palabras pero de mucho contenido. La Constitución Pastoral Gaudium et spes, nos recuerda la oración, en el capítulo 9 del libro de la Sabiduría, donde dice el autor sagrado:

«Dios de los Padres, Señor de la misericordia,
que hiciste el universo con tu palabra,
y con tu Sabiduría formaste al hombre
para que dominase sobre los seres por ti creados,
administrase el mundo con santidad y justicia
y juzgase con rectitud de espíritu,
dame la Sabiduría, que se sienta junto a tu trono,
y no me excluyas del número de tus hijos.

Necesitamos la sabiduría que solo Dios nos puede dar

Es nuestro deber administrar el mundo que nos toca con santidad y justicia y juzgarlo con rectitud de espíritu, para colaborar así en la edificación de un mundo humano y justo. Es necesaria la sabiduría que solo Dios nos puede dar, para VER-JUZGAR-ACTUAR, y así colaborar en le edificación de un mundo humano y justo; no es suficiente la sabiduría puramente humana. Necesitamos la LUZ que vino a traernos Jesucristo. Hay personajes que utilizan sus conocimientos, que no es lo mismo que sabiduría, para dominar con injusticia.

Por otra parte, nos dice el P. Mifsud que Esta enseñanza (de la Doctrina Social), es letra muerta si no es llevada a la práctica. Juan XXIII en su encíclica Madre y Maestra, en el N° 226 y siguiente fue muy claro. Dice allí:

(…) una doctrina social no debe ser materia de mera exposición. Ha de ser, además, objeto de aplicación práctica. Esta norma tiene validez sobre todo cuando se trata de la doctrina social de la Iglesia, cuya luz es la verdad, cuyo fin es la justicia y cuyo impulso primordial es el amor. Es, por tanto, de suma importancia que nuestros hijos, además de instruirse en la doctrina social, se eduquen sobre todo para practicarla.

Este es un punto de examen para los padres de familia, a ver si hemos educado a nuestros hijos para practicar la D.S.I. No pocos prejuicios, por ejemplo, tienen origen en la actitud que en la familia se aprende frente a los demás. Igual se puede afirmar sobre la práctica de la justicia social. El fin de la D.S. es la justicia, y el amor es el motor. Nos vendría bien un examen de conciencia sobre el ambiente que se respira en nuestra familia, en lo referente a prejuicios sobre los demás por su raza, religión, nacionalidad, sexo, clase social.

Cómo participar y cómo no, en los cambios necesarios

La última parte de las obligaciones sociales, mencionadas por el P. Mifsud, la de participar en los cambios necesarios, ¿cómo la debemos entender? Pablo VI nos responde cómo no intervenir en los cambios, en su encíclica Populorum progressio (N° 31), donde nos dice que los cambios que se promueven con actos injustos, engendran nuevas injusticias, nuevos desequilibrios y provocan nuevas ruinas, y que No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor. Se refería a las revoluciones violentas. No es saludable para la sociedad tratar de imponer un cambio por la fuerza, con el uso de la violencia. Esto lo hemos vivido y lo seguimos viviendo con dolor en Colombia.

El no trabajar por el cambio con medios injustos, no quiere decir que nos debemos quedar con los brazos cruzados, solo de observadores. El mismo Pablo VI, también en Populorum progressio, en el N° 32 afirma:

Entiéndasenos bien: la situación presente tiene que afrontarse valerosamente y combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo. El desarrollo exige transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender, sin esperar más, reformas urgentes. Cada uno debe aceptar generosamente su papel, sobre todo los que por su educación, su situación y su poder tienen grandes posibilidades de acción.

Papel de los laicos y de la Jerarquía en la renovación del orden temporal

Nos enseñaba también Pablo VI, que en ese llevar a la práctica la doctrina social, debe incluirse la participación en los cambios que sean necesarios en la sociedad. El Sumo Pontífice llama a esos cambios la renovación del orden temporal. Sobre esta participación en los cambios, en el N° 81 de la encíclica Populorum progressio, Pablo VI nos plantea un desafío a los católicos. Dice:

Nos conjuramos en primer lugar a todos nuestros hijos. En los países en vía de desarrollo no menos que en los otros, los seglares deben asumir como tarea propia la renovación del orden temporal. Si el papel de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en este terreno, a los seglares les corresponde con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven.[11]

Los cambios son necesarios, las reformas profundas, indispensables: deben emplearse resueltamente en infundirles el espíritu evangélico. A nuestros hijos católicos de los países más favorecidos Nos pedimos que aporten su competencia y su activa participación en las organizaciones oficiales o privadas, civiles o religiosas, dedicadas a superar las dificultades de los países en vía de desarrollo. Estamos seguros de que ellos pondrán todo empeño / para hallarse en primera fila entre aquellos que trabajan por llevar a la realidad de los hechos una moral internacional de justicia y de equidad.

Los laicos deberíamos tener esas palabras siempre presentes y de modo particular los católicos que participan en la política, en cargos públicos de las diversas ramas del poder, lo mismo que los comunicadores sociales y los directivos de empresas. Eso sobre el papel de los laicos. Sobre el papel de la Jerarquía dice Pablo VI:

(…) el papel de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar auténticamente / los principios morales que hay que seguir en este terreno, es decir en la renovación del orden temporal.

Entre los católicos laicos no parece haber siempre comprensión de su papel en la sociedad, en su calidad de creyentes, pues no pocos separan su vida de fe de sus actividades civiles, como si fueran dos vidas independientes. ¿Cómo pueden penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres de su comunidad, si dejan la vivencia de su fe sólo para su vida privada o si tienen temor de defender lo que la fe les enseña?

Enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en el terreno de la política

Algunos tampoco tienen claridad sobre el papel de nuestros obispos, cuando hablan de temas políticos, en lo que se refiere al bien común. Tengamos presente que es papel del Magisterio enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en el terreno de la política. No se trata de tomar partido por uno u otro candidato, por uno u otro grupo político, sino de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales, en asuntos que tocan el bien común. Convendría recordar aquí, lo que ya estudiamos en el N° 81 del Compendio, sobre el doble papel de la Iglesia de anuncio y también de denuncia.[12] La Iglesia no puede permanecer callada, cuando las circunstancias piden su orientación en asuntos en que se compromete el bien común.

Si en nuestra comunidad católica hay confusión a este respecto, no se puede esperar que los no creyentes entiendan y acepten el papel de la Iglesia, de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales en asuntos públicos.

Los que no creen Dios

En el Foro organizado por la revista Semana el 29 de abril (2009), sobre si es bueno o malo que la Iglesia opine sobre política, el doctor Humberto de la Calle Lombana expuso que

las Iglesias pueden opinar de política con argumentos, no en nombre de la fe ni apelando a la autoridad de “intermediarios de Dios en la tierra”. “Si la Iglesia desciende al terreno de lo político, debe despojarse de los aspectos dogmáticos y aceptar refutaciones”, según de la Calle.[13]

No podemos esperar que los no creyentes acepten el papel de la Iglesia, de enseñar e interpretar con la autoridad del Evangelio los principios morales, en el terreno de la política. Ellos no aceptan argumentos del Evangelio, que es más exigente que una ética puramente civil.

¿Por qué menciono al doctor de la Calle entre los no creyentes? Pues, porque en un reciente libro, “Manual de Ateología” aparece el doctor de la Calle, entre los que declaran que no creen en Dios. Según él, siguiendo a Sartre, el infierno está dentro de nosotros mismos y para salir de él no necesitamos a Dios. Por cierto ese libro que recoge las razones por las que no creen en Dios personas de nuestra vida pública, como de la Calle, Gaviria Díaz, Facio Lince, Tito Livio Caldas y otros, ha gozado de bastante publicidad, en medios como El Espectador, Cambio, Semana, Radio Caracol. Para nosotros, que inmerecidamente hemos recibido el don de la fe, es bueno saber quién es quién, para comprender mejor sus puntos de vista en este mundo pluralista, y para no acobardarnos para usar nuestro derecho de confesar en público que sí creemos en Dios.

Ambigüedad e incoherencia

De los católicos líderes de opinión, se espera que penetren de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven. No es fácil ahora que el medio es tan hostil a todo lo religioso. Quizás por eso, en algunos personajes se nota tanta ambigüedad e incoherencia, cuando hablan de asuntos que tienen que ver con lo religioso.

No olvidemos que en la comunidad en que vivimos los católicos seglares debemos asumir como tarea propia la renovación del orden temporal.

Habíamos visto que el cuerpo doctrinal que conforma la que llamamos D.S.I. no es cerrado, como si no hubiera ya nada nuevo que decir, porque la historia humana está en permanente cambio y la D.S.I. tiene que ofrecer respuestas a los nuevos interrogantes que la humanidad se hace cada día.

Dios mediante, en la próxima reflexión continuaremos con este tema, que tiene que ver con la actitud de diálogo con el mundo, que se requiere siempre de la Iglesia.

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf. Pío XI, Carta enc. Quadragesimo anno: AAS 23 (1931) 179; Pío XII, en el Radiomensaje por el 50º aniversario de la « Rerum novarum »: AAS 33 (1941) 197, habla de « doctrina social católica » y en la Exh. ap. Menti nostrae, del 23 de septiembre de 1950: AAS 42 (1950) 657, de « doctrina social de la Iglesia ». Juan XXIII conserva las expresiones « doctrina social de la Iglesia » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 453; Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 [1963] 300-301) « doctrina social cristiana » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 453), o « doctrina social católica » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 454).

[2] Cf. León XIII, Carta enc. Rerum novarum: Acta Leonis XIII, 11 (1892) 97-144.

[3] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 3: AAS 73 (1981) 583-584; Id., Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 1: AAS 80 (1988) 513-514.

[4] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2421.

[5] Cf Sergio Bernal, S.J., en: Memorias, Curso de Doctrina Social de la Iglesia, Seminario Mayor de Bogotá, 1991, Pg. 3 No vale la pena revivir polémicas que considero superadas. Parto, más bien, de la base de que hoy podemos hablar pacíficamente de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Algunas de las objeciones que se hicieron contra el concepto e, inclusive contra la posibilidad misma de la DSI no estaban exentas de un fundamento real y han cumplido una función positiva, en cuanto han ayudado a aclarar los conceptos.

[6] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 72: AAS 79 (1987) 585-586.

[7] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 72: AAS 79 (1987) 585-586.

[8] Ver Gaudium et spes, 34,43,72; Octogesima advenienes, 24.

[9] Ver Mater et Magistra, 226, Octogesima adveniens, 48-51

[10] Ver populorum progressio, 31, 32, 81

[11] Cf. Apostolica actuositatem n. 7, 13 y 24.

[12] Reflexión 127, www.reflexionesdsi.org

[13] Cf WEB www.jesuitas.org.co, bajado de Internet 06-05-2009