REFLEXIÓN 137 DOCTRINA SOCIAL HOY (III)

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LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO:

APUNTES HISTÓRICOS (III)

Recordemos que estamos estudiando ahora la tercera y última parte del capítulo segundo / del Compendio de la D.S.I., que trata sobre LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO. Este tema se trata desde el número 87 hasta el 104. Esta parte nos ayuda a comprender mejor el desarrollo de la D.S.I. a lo largo de los años, en este mundo que cambia con tanta rapidez y presenta de manera permanente, nuevos retos a la humanidad y en particular a la fe.

Recordemos lo que ya estudiamos sobre el desarrollo de la D.S.I.

Sabemos ya que el nombre de Doctrina Social de la Iglesia lo reciben, las enseñanzas del Magisterio sobre la cuestión social, es decir sobre nuestras relaciones con los demás, en particular en lo que tiene que ver con los derechos, la libertad y la justicia.

Argumentos remozados y al alcance de las nuevas generaciones

También aprendimos que la D.S.I. se tiene que ir renovando, naturalmente, sin perder su fidelidad al Evangelio, lo cual es fundamental. La renovación de la D.S. es necesaria, porque la sociedad necesita soluciones nuevas de las dificultades nuevas que se le van presentando permanentemente, y debe encontrar argumentos remozados y al alcance de las nuevas generaciones.

Lo de fe no puede cambiar en lo substancial, pero sí debemos buscar nuevas formas de explicarla. El Cardenal Albino Luciani, quien sería luego el Papa Juan Pablo I, dice en carta a uno de los personajes de su libro “Ilustrísimos señores”, luego de afirmar que estamos en la era del pluralismo de la fe:

Sólo que la fe no es pluralista: se puede admitir un sano pluralismo en la teología, en la liturgia, en otras cosas, pero nunca en la fe. En cuanto nos consta que Dios ha revelado una verdad, la única respuesta posible es sí. Para todos y en todos los tiempos: sí con convicción y valentía, sin dudas ni vacilaciones. [1]

Unas líneas adelante continúa:

Las verdades de la fe valen siempre, aunque es posible comprenderlas cada vez mejor y expresarlas con fórmulas nuevas más acertadas y más adecuadas a los tiempos modernos.

Nuestra juventud esta acosada por quienes no han tenido la experiencia de la fe, y con argumentos artificiosos pretenden que la razón no tiene nada que ver con la fe y por lo mismo tampoco la ciencia con la fe; así, consciente o inconscientemente, minan la fe de algunos de nuestros jóvenes, que empiezan a pensar que la fe es siplemente una fábula. Se convencen algunos de que lo único real es lo tangible, lo mensurable, lo cuantificable.

La razón está creada para la verdad

La fe agudiza la mirada interior

Como afirma el Cardenal Ratzinger en Dios y el Mundo,[2] la razón está creada para la verdad”. Los creyentes sabemos que Dios es la Verdad y que la razón, autora de la ciencia humana que trata de desentrañar las maravillas de la creación, no puede estar en contradicción con Dios, que es Autor de la creación y por lo tanto también de la razón humana. La fe y la razón se complementan en sus diversos campos. Como Juan Pablo II afirma en su carta apostólica sobre las relaciones entre la fe y la razón (…) conocer a fondo el mundo y los acontecimientos de la historia no es posible sin confesar al mismo tiempo la fe en Dios que actúa en ellos. La fe agudiza la mirada interior abriendo la mente para que descubra, en el suceder de los acotecimientos, la presencia operante de la Providencia. (16)

Hoy se presentan tantas dudas, se divulgan tantas falsedades como si fueran verdades. En la riqueza insondable del Evangelio encontramos siempre las respuestas que el corazón humano busca en todas las situaciones antiguas y nuevas, por las que avanza en la vida.

Hemos visto igualmente, que la Iglesia no pretende ofrecer soluciones técnicas, como las que son propias de las disciplinas administrativas y económicas o de las ciencias naturales; esa es tarea de los científicos, de los administradores y de los economistas. Sin embargo, no todas las soluciones que se presentan son aceptables, porque, especialmente en el mundo materialista de nuestra época, hay expertos en las diversas ciencias del hombre, que, para superar las dificultades que se van presentando, proponen soluciones que tocan moralmente al ser humano, a sus derechos, a su dignidad.

El Evangelio tiene toda la fuerza y la sabiduría para iluminarnos en medio de la oscuridad moral en que se debate nuestra sociedad y nos orienta sobre el bien o el mal que esas soluciones significan para la persona humana.

En medio de la crisis económica y financiera

Los expertos necesitan la luz del Evangelio

En medio de la crisis económica y financiera que acosa a nuestro mundo globalizado, es necesaria la luz del Evangelio que ilumine con sus criterios a los expertos que buscan una salida. No se podrá superar esa crisis, si las bases sobre las cuales se asientan sus soluciones son la ambición, la codicia, el ansia de poder y de dominio, y se ignoran los derechos y necesidades de los demás. No habrá soluciones justas, mientras los poseedores del poder y de la riqueza se sientan dueños absolutos y no sólo administradores puestos por Dios para manejar los dones que la humanidad ha recibido de su generosidad. ¿Cómo adelantar la construcción del Reino de Dios en la tierra, sin justicia, sin solidaridad, sin amor, que muchas veces exigen desprendimiento, sacrificio?

El mal se alía con la inteligencia y la sagacidad

No son los problemas económicos los únicos que acosan ahora a la humanidad. La evolución de la sociedad va presentando también a la persona humana retos diferentes a los de las crisis económicas y políticas. Una situación que se repite en muchas partes ahora, es que el mal se alía con la inteligencia y la sagacidad de personas que aprovechan la aceptación del pluralismo, para imponer su propio pensamiento, así sea dañino para la sociedad, como es el caso del aborto y el pretendido matrimonio de los homosexuales. Comentábamos que los planes se urden con gran sagacidad, utilizando para el mal y no para el bien, la inteligencia que han recibido.

Preparan el camino con la aprobación de leyes inmorales

Echemos una mirada a los métodos que utilizan. Van preparando el camino, con la aprobación de normas, leyes, decretos, que son aparentemente inocuos o beneficiosos para algunos. Es la cuña para abrir luego la puerta de par en par. Basta examinar la estrategia que han seguido en la promoción del aborto y de la eutanasia. No lo llaman aborto sino interrupción del embarazo, parecen escandalizarse de que al aborto se lo llame asesinato de inocentes. Ellos se presentan como defensores de los derechos de la mujer; unos derechos que no tienen en cuenta la limitación que les ponen los derechos de otros, como es el derecho a la vida del ser que llevan en su vientre.

Las células madre embrionarias

Sobre la utilización de células madre embrionarias, en la investigación médica, afirman que se busca salvar vidas y curar enfermedades, para las que no se ha encontrado todavía el remedio. Claramente defienden así que el fin justifica los medios: según ellos, se puede utilizar a un ser vivo como si se tratara simplemente de la porción de un tejido. Y desechan como desperdicios, los embriones que no utilizan. ¿Qué diferencia hay entre los “científicos” que hacen eso y los asesinos que echan el cadáver de su víctima en una bolsa de basura?

Es el camuflaje, una de las estrategias de los promotores de la muerte. Quieren presentarse como defensores del derecho, cuando crean las piezas para armar un derecho a su medida, aunque se lleven vidas inocentes de por medio.

Destapémoslos, que se vea su cara. La aprobación de esos procedimientos inmorales la van consiguiendo poco a poco. Una vez conseguida la aprobación de la norma o el fallo de la Corte, tienen el campo libre: son legales, aunque sean inmorales, y a los que se atrevan a desafiar a una ley injusta, que como tal puede ser legal, pero no puede ser obligatoria, se los castiga, como se pretende ahora con el Hospital San Ignacio.

Como eres tibio, ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca

Como dijimos en otra reflexión, es triste que esas normas sean aprobadas o defendidas en los medios de comunicación, con la colaboración de cristianos ambiguos, contradictorios, de los que no se sabe bien si son creyentes o no; tibios, que merecen esa tremenda frase de la Escritura, en Apoc 3,15s:

Conozco tus obras, que no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente; [16 ] pero como eres tibio, ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.

¿Por qué hay tanta maldad disfrazada? La Sagrada Escritura nos lo había prevenido; el maligno ronda buscando a quien devorar, como nos lo advirtió San Pedro en su primera carta, 5,8s:

[8]Sed sobrios y vigilad. Vuestro adversario el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar.[9]Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos por el mundo sufren las mismas penalidades.

Que el demonio anda por el mundo lo sabemos ya por el Antiguo Testamento, como veremos en algunos textos. Vigilad, dice San Pedro; lástima que no se dan cuenta algunos, de la colaboración que prestan al maligno con su silencio. Es como si un centinela cerrara los ojos para no ver al enemigo.

El demonio no ronda siempre con rugidos que intimiden

Ahora bien, el demonio no ronda siempre con rugidos, sino que, va entrando en silencio, para no ser descubierto o utiliza apariencias, argucias, engaños. Anda por el mundo, como nos lo presenta el libro de Job, 1, 7: El Señor dijo a Satán: “¿De dónde vienes?” El Satán respondió al Señor: “De recorrer la tierra y pasearme por ella.” No anda por el mundo haciendo el bien. Para engañar, conquista aliados, seres humanos que le prestan su astucia, su inteligencia o su cobardía.

Es interesante que la Sagrada Escritura nos presente al demonio como astuta serpiente. Gen, 3,1 dice: La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor había hecho. La humanidad se dejó engañar, pecó convencida del bien que coseguiría rebelándose contra su Creador.

Esa serpiente, para hacer daño utiliza ahora a gente hábil intelectualmente, hábil en la comunicación, que, o comulgan con sus pretensiones o que tienen miedo de hacerle frente.

San Pablo, en su segunda carta a los Corintios, 11,3, les manifiesta su preocupación porque esos hijos suyos se dejen engañar de la astucia del demonio. Dice: (…) temo que, como la serpiente sedujo a Eva, con su astucia, decaigan vuestros pensamientos de la sinceridad y santidad.

El seductor de las naciones

Que la Sagrada Escritura utiliza a la serpiente como figura del demonio es claro. Recordemos un texto más: en Apoc 12,9 se lee: (…) la serpiete antigua, que es el diablo y Satanás (…) El mismo libro del Apocalipsis, en 20,2 llama al demonio el Gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor de las naciones. El seductor…

A este propósito voy a leer un pequeño párrafo del escriturista P. Sebastián Bartina, traductor y comentarista del libro del Apocalipsis. Creo que nos confirma que el demonio sigue utilizando, también en nuestro medio, las estrategias del engaño y la mentira. Dice el jesuita catalán:

En este lugar (es decir en esta parte del Apocalipsis), se da la ficha personal del dragón. Es la serpiente antigua, bien definida y conocida. Se trata de la serpiente del paraíso que engañó a los protoparentes (a nuestros primeros padres), les indujo a pecar, y con el pecado entró la muerte en el mundo. (Gen 3; Sb 2,24)[3]

Tenemos que ser cuidadosos, cuando tratamos con esas compañías que aparentan simpatía e inteligencia pero destilan veneno. En el Evangelio encontramos esa dura expresión Raza de víboras o engendro de vívoras. Es decir serpientes nacidas de serpientes. Se dirigía San Juan Bautista a los fariseos y saduceos, que, los primeros, se contentaban con una apariencia externa de santidad, y los saduceos que eran oportunistas políticos, simpatizaban con la cultura de los griegos y con los dominadores romanos.[4]

Máscaras virtuales

Vemos que no siempre se utilizan los pasamontañas y las máscaras; hoy que se menciona mucho la palabra virtual, para designar algo que no es material; se puede afirmar que no pocos disfrazan sus malas intenciones con máscaras virtuales, que son sus argucias, su uso hábil de la lógica o de la facilidad de palabra.

No es mi propósito asustar ni con pesimismo mostrar un ambiente en en el que todo esté perdido. Sabemos que Dios está presente y lo estará hasta el fin del mundo y que la victoria final será de la Verdad. No nos podemos sentir desvalidos, porque tenemos la ayuda del Señor, por su Espíritu, especialmente en los Sacramentos, que nos dan la gracia que necesitamos y que es lo único necesario. Aquí tiene todo el sentido la frase que utilizamos en esa oración de San Ignacio: dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.[5]

Hay muchos excelentes cristianos que viven su fe o se esfuerzan por vivirla; de todos modos nos conviene reflexionar sobre el contexto en que debemos trabajar en la construcción del Reino. No es un contexto fácil. Y no podemos olvidar que tenemos una tarea que cumplir, también los laicos, y entonces, como somos débiles, como caemos, tenemos que ser realistas, abrir los ojos, VER y JUZGAR el mundo en que vivimos, en el que todos tenemos que actuar.

El camino cristiano no se mide sólo por el trecho recorrido

No nos quedemos en la lamentación, en el sentimiento de frustración, de amargura, cuando, veamos la decadencia de la fe que nos hace añorar tiempos pasados.[6] Con la tranquilidad que nos da la fe en Jesucristo resucitado, aceptemos que, en palabras del Cardenal Martini

la vida del cristiano es una lucha continua contra la poderosa sugestión de los ídolos, contra Satanás y su esfuerzo por llevar a los hombres a la incredulidad, a la desesperación, al suicidio moral y físico. O sea, olvidamos que el camino cristiano se mide, no sólo por el trecho recorrido, sino también por los obstáculos superados y por las dificultades que se han vencido.

(…) en nuestros días resulta muy complejo un juicio sobre la vida de fe. No basta con valorar los índices sociológicos, los índices de la frecuencia de la asistencia a la misa dominical o a la importancia concedida a la figura de Cristo en las encuestas en relación con otras figuras; o sea, las adhesiones a una escala de valores. El juicio sobre la vida de fe se valora teniendo en cuenta la lucha, a veces dramática, por la fe y el Evangelio que un cristiano debe sostener cada día en su deseo de seguir creyendo, en su esfuerzo por optar en su vida por el Evangelio, o por lo menos, en su decisión de resistir a la incredulidad circundante.[7]

Vemos que la D.S.I., precisamente porque es la doctrina sobre la sociedad, – eso quiere decir social, – tiene que dar respuestas a las dificultades que enfrenta nuestro mundo de hoy. Cuando examinamos lo que pasa a nuestro derredor, nos encontramos con que el maligno es activo, y a veces logra infiltrarse en las filas de los creyentes. Tenemos que permanecer activos, en la dinámica de los ejercicios, no físicos, – para los que se llenan todo el día los gimnasios, – sino en ejercicios del espíritu, en la oración, en la Eucaristía; ejercicios que nos fortalezcan la fe y nos preparen para resistir a nuestro oponente, que toma diversas formas en este campo de batalla, se disfraza, a veces hasta de ángel.

La estrategia del enemigo

Ese maestro en el conocimiento de la motivación humana, que es San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales propone una visión del campo donde se reúne el demonio con sus seguidores. Dice que el caudillo de los demonios los esparce por todo el mundo, sin dejar lugares, estados ni personas algunas.[8]

¿Qué estrategia enseña Satanás a sus huestes? San Ignacio dice que los amonesta para echar redes y cadenas. El primer paso que el demonio se propone hacer dar a sus víctimas, la primera tentación, es la codicia; así más fácilmente se querrá conseguir el vano honor del mundo y luego la soberbia. ¿No es la codicia de bienes, de poder, de dominio, el origen de quizás la mayoría de nuestros males? Por lo menos en los males de la injusticia, de la pobreza, del hambre, es claro que allí está la raíz.

En figura de ángel luminoso

Para terminar estas reflexiones, detengámonos, un momento solamente, en esta enseñanza de San Ignacio: dice que el demonio no siempre se presenta con su figura horrible y espantosa. El enemigo no incita siempre a asesinar, a robar, a quitar la fama, a mentir. El demonio se disfraza, disfraza su discurso. San Ignacio dice que se presenta sub angelo lucis, es decir [9] con la figura de ángel luminoso. Utiliza argumentos aparentemente buenos, que no sean rechazados de entrada para, poco a poco, llevar a la persona a aceptar sus engaños. Uno de los modos de saber si los pensamientos que nos llegan son de Dios o del demonio, es considerar si terminan en algo bueno o en algo malo.[10]

Al llegar al final de nuestra reflexión, los invito a que nos preguntemos: ¿Cuál es mi actitud cuando se trata de temas religiosos o morales? ¿Prudente y respetuosa y al mismo tiempo firme? ¿Cómo es mi respuesta a la situación que vivimos en nuestra sociedad? De un optimismo ingenuo, por el que todo me parece aceptable o bueno; de una indiferencia, por la cual mi respuesta es una no respuesta, porque esta situación no me preocupa, no me parece de mi incumbencia, es asunto de otros, o quizás en el otro extremo, mi actitud es de un negativismo en el que no dejo lugar a la buena fe, en el que no reconozco la acción del Espíritu Santo que inspira salidas, modos y oportunidades de actuar. O más bien, como persona de fe, reconozco que vivimos en un conflicto entre el bien y el mal, en el cual no nos falta ni nos faltará la asistencia de Dios. ¿Cómo es mi actuación en mi vida de trabajo, si tengo responsabilidades en la toma de decisiones? ¿De neutralidad, de ambigüedad?

Como estamos llamados a ser discípulos y misioneros, con humildad tenemos mucho que aprender de la palabra de Dios y con su ayuda comunicar de lo que por gracia hemos recibido.

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Albino Luciani (Juan Pablo I), “Ilustrísimos señores” , Cartas del Patriarca de Venecia, 5° edición, BAC 1958, carta a Pavel Ivánovic Cicikov, grotesco personaje de Las almas muertas, de Gogol, quien hace negocios gracias a su habilidad para mentir.

[2] Juan Pablo II, Pg. 40: DIOS Y LA RAZÓN

[3] Cf La Sagrada Escritura, Texto y comentario, Nuevo Testamento, III, BAC 214

[4] Ibidem, I, Evangelios, BAC 207, Pg 40s y 611

[5] Ejercicios Espirituales, 234

[6] Cf Carlo Maria Martini, S.J., Ordenar la propia vida, Meditaciones con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, Pg 140: La existencia como conflicto.

[7] Ibidem, Pg 141

[8] Ejercicios Espirituales 140ss

[9] Ibidem, 332

[10] Las reglas para conocer si las motivaciones vienen de Dios o del mal espíritu se encuentran en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio en los N° 313-336