Reflexión 141 – N° 87 El Magisterio y la Doctrina Social de la Iglesia (II)

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¿Cómo se actualiza la D.S.I.?

Hemos venido estudiando en qué forma la D.S.I. se va actualizando para llegar, oportunamente, a responder a las inquietudes y necesidades de la sociedad. Como el Evangelio es de una riqueza infinita, es posible encontrar siempre en él la respuestas apropiadas. ¿Quién va haciendo ese delicado trabajo de ir atualizando la presentación de la Doctrina al Pueblo de Dios, con fidelidad, sin apartarse nunca del Evangelio?

La doctrina social se va desarrollando a medida que la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo en la oración y en la meditación, penetra en la honda riqueza del Evangelio. En la meditación de las enseñanzas del Evangelio se va descubriendo a Jesucristo, que es servicio, misericordia, amor sin límites. Así aparece el rostro de Jesús en el Evangelio y así podemos esperar que aparezca siempre en la doctrina social de la Iglesia. Solo siendo fiel al Evangelio, la Doctrina Social podrá reflejar a Jesucristo, podrá ser genuina. La D.S.I. se tiene que fundar en el servicio, en la misericordia, en el amor, amor como el de Jesucristo, sin límites.

La fidelidad al Evangelio en la D.S.I. se asegura, gracias a que el Señor encargó el oficio de enseñar a los Apóstoles y a sus sucesores, guiados por Pedro. Ellos recibieron el Espíritu Santo que los acompaña siempre, a lo largo del camino. Así, con las enseñanzas de esos maestros, asistidos por el Espíritu Santo, se ha ido desarrollando la comprensión de la predicación de Jesús que nos quedó en la Sagrada Escritura y que es el fundamento de la doctrina que nos enseña la Iglesia.

¿Qué son los Magisterios Extraordinario y Ordinario?

Se llama Magisterio extraordinario el que ejerce el Papa cuando habla ex cáthedra; y la expresión ex cathedra significa “desde la cátedra”, de San Pedro. Esa expresión indica que el Sumo Pontífice habla como sucesor de San Pedro, roca sobre la cual Jesús edificó su Iglesia. El Magisterio extraordinario lo ejerce el Santo Padre en pocas ocasiones, él solo, como cabeza de la Iglesia o también en unión con el episcopado en un Concilio ecuménico, cuando define de manera solemne, como verdad revelada por Dios, una cuestión concerniente a la fe y a la moral.

Una declaración ex catedra del Sumo Pontífice, es de necesaria aceptación por todos los católicos. El Papa se pronuncia, en esas circunstancias, con su plena autoridad apostólica como pastor y maestro de toda la Iglesia. Las declaraciones ex cathedra las hace el Sumo Pontífice con fórmulas breves y precisas, que permiten a la Iglesia Universal tener claridad sobre la verdad que se afirma y que exige un asentimiento absoluto, una aceptación absoluta.

¿Quiénes gozan del don de la infalibilidad concedido a la Iglesia?

La Iglesia ha sido dotada del don de la infalibilidad para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad, no sólo en la persona del sucesor de Pedro, sino también

en el Cuerpo episcopal cuando ejerce el magisterio supremo con el sucesor de Pedro, sobre todo en un concilio ecuménico. Cuando la Iglesia propone por medio de su Magisterio supremo que algo se debe aceptar “como revelado por Dios para ser creído” y como enseñanza de Cristo, “hay que aceptar sus definiciones con la obediencia de la fe.” (Catecismo, 891)

No siempre que el Papa se dirige a la Iglesia se pronuncia ex cátedra; además del magisterio extraordinario, existe un magisterio normal, llamado magisterio ordinario, que no tiene la solemnidad del Magisterio extraordinario. Nos explica el Catecismo que la asistencia divina es concedida al Sumo Pontífice y también a los sucesores de los apóstoles, – a los obispos, – de manera particular cuando los obispos enseñan en comunión con el sucesor de Pedro, aunque no lo hagan con la intención de llegar a una definición infalible y no se pronuncien de una “manera definitiva”. De manera que el Papa y los obispos en comunión con él, gozan de la guía del Espíritu Santo cuando

proponen, en el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. A esta enseñanza ordinaria, los fieles deben “adherirse…con espíritu de obediencia religiosa” (LG 25) que, aunque distinto del asentimiento de la fe, es una prolongación de él.

¿En qué consiste el magisterio ordinario?

La anterior explicación se encuentra en el N° 25 de la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II.

Es una explicación que nos aclara en qué consiste el magisterio ordinario; tengamos presente entonces que, cuando el Papa o los obispos proponen, en el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres, debemos aceptarla con espíritu de obediencia religiosa, con humildad. La clave para saber cuándo tenemos esa exigencia de aceptar la enseñanza con obediencia religiosa, está en que, el magisterio nos proponga una enseñanza que conduzca a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. Los muy sabios se resisten a veces a obedecer; el mejor ejemplo de obediencia es el de Jesús, obediente a la voluntad del Padre hasta la muerte.

Enseñanzas precedidas de la oración y la meditación

El magisterio no propone sus enseñanzas de manera ligera, sin antes haber estudiado muy bien lo que Dios nos enseña en la Sagrada Escritura y cuando esas enseñanzas del magisterio se hacen públicas, han estado siempre precedidas de la oración, de la meditación. Es allí de manera particular donde se hace presente el Espíritu Santo. Recordemos la fórmula con la cual el Papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de María Santísima al cielo, que empieza con las siguientes palabras: Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad”.

Ambiente de oración en Aparecida

Es indispensable la comunicación con el Señor por medio de la oración, para luego transmitir su mensaje. Veamos otro ejemplo de ese comportamiento permanente de la Iglesia, antes de dirigirse a la comunidad que le ha sido confiada. El Santo Padre Benedicto XVI empezó así su discurso de inauguración de la Conferencia Episcopal de Aparecida:

Como los Apóstoles, juntamente con María, “subieron a la estancia superior” (el Cenáculo), y allí “perseveraban en la oración, con un mismo espíritu” (Hch 1, 13-14), así también nos reunimos hoy aquí, en el Santuario de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, que en este momento es para nosotros “la etancia superior”, donde María, la Madre del Señor, se encuentra en medio de nosotros. Hoy es ella quien orienta nuestra meditación; ella nos enseña a rezar. Es ella quien nos muestra el modo de abrir nuestra mente y nuestro corazón a la fuerza del Espíritu Santo, que viene para ser comunicado al mundo entero.

Es que la verdadera sabiduría no la comunica el Espíritu, necesariamente, por medio de libros. San Ignacio de Loyola tiene en sus Ejercicios Espirituales una frase que se suele citar con frecuencia. Dice que no el mucho saber harta (llena) y satiface el alma, sino el gustar de las cosas internamente.[1]

¿Qué es gustar internamente?

¿Qué es ese gustar internamente, sino rumiar, meditar, más que el discurrir intelectual por la Sagrada Escritura? En una reflexión anterior mencionamos la Lectio Divina, esa lectura meditada, de la Sagrada Escritura, acompañada de la oración, que hoy la Iglesia promueve como un excelente medio de acercarnos a la Palabra de Dios. Al Espírtu Santo lo encuentra la Iglesia en la meditación, en la oración.

Transmitir Su Verdad y no la nuestra

Pedir la ayuda del Señor para transmitir su verdad y no la nuestra, es indispensable en la evangelización. La oración de toda la Iglesia cobija a nuestros pastores bajo la sombra del Espiritu. Ojalá aceptemos la invitación de adoptar a un sacerdote en nuestras oraciones, en este año sacerdotal. Es una adopción espiritual para pedir por ellos, débiles como seres humanos, pero con el encargo inmenso de llevar al Señor en su palabra, en la Eucaristía y con el ejemplo de su vida.

Los obispos en Aparecida sintieron la oración de la Iglesia, por eso en la introducción de su documento final dicen: Nos hemos sentido acompañados por la oración de nuestro pueblo creyente católico, representado visiblemente por la compañía del Pastor y los fieles de la Iglesia de Dios…(3)

Está establecido en la Iglesia, que antes de las decisiones muy importantes se empiece con esa bellísima invocación al Espírtu Santo, el Veni Creator Spiritus (Ven Espíritu Creador), que estremece cuando se canta, en latín, generalmente en el modo del canto Gregoriano. Lo cantan los cardenales antes de la elección del Sumo Pontífice, se entona también antes de impartir el sacramento del orden a obispos y sacerdotes y en otras ocasiones solemnes. En algunas universidades católicas, antes de empezar el año lectivo. Recordemos en español, las primeras estrofas:

Ven, Espíritu Creador; visita las almas de tus fieles, y llena de la divina gracia los corazones que Tú creaste.

Tú que abogado fiel eres llamado, del Altísimo don, fuente viva, fuego, caridad, y espiritual unción.

Tus siete dones vienes a entregarnos, regalos de la diestra paternal; Tú, promesa magnífica del Padre, que el labio mudo viene a liberar.

Con tu luz ilumina los sentidos, los afectos inflama con tu amor. Con tu fortaleza confirma la debilidad de nuestra carne.

Jesús nos enseñó la práctica de acudir a la oración antes de actuar. Se retiró al desierto a orar, antes de comenzar su vida pública y con frecuencia nos dice el Evangelio que se retiraba a orar, a comunicarse con el Padre. Así lo hizo cuando se acercaba el momento supremo, en el huerto de Getsemaní.

Documentos del Magisterio Ordinario

Después de haber comprendido lo que son el magisterio extraordinario y el magisterio ordinario de la Iglesia, detengámonos a estudiar, aunque sea brevemente, cuáles son algunos de los diversos documentos que el magisterio utiliza para enseñarnos la doctrina social de la Iglesia. En realidad toda la doctrina.

Las Encíclicas

Las encíclicas son los documentos de mayor autoridad del Magisterio ordinario de los Papas. Son cartas que el Papa dirige a toda la Iglesia; su nombre – encíclica, -tiene origen en una palabra griega que significa “circular”, la encíclica es un escrito para que circule y se conozca. Las encíclicas solían dirigirse a los obispos, a los sacerdotes y fieles de la Iglesia Católica; sin embargo Juan XXIII tuvo una inspiración brillante; su encíclica Pacem in terris, Paz en la tierra, la dirigió también, como el canto de los ángeles en la Noche de Navidad, a todos los hombres de buena voluntad. Pablo VI utilizó ese encabezamiento en su encíclica Populorum progressio, sobre el desarrollo de los pueblos. Lo mismo hizo Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens, sobre el trabajo humano, en Sollicitudo rei socialis, (La preocupación social de la Iglesia), en el vigésimo aniversario de la encíclica Populorum progressio y en Centesimus annus, en el centenario de la Rerum novarum.

Las cartas encíclicas que se dirigen a todos los hombres de buena voluntad, reconocen que ese mensaje puede ser comprendido, aceptado y puesto en práctica, también por personas que no comparten nuestra fe católica. Es un servicio de la Iglesia a toda la comunidad humana.[2]

¿Quién es el autor de las encíclicas?

El autor definitivo de la encíclica es el Papa que la firma. Naturalmente el Santo Padre se vale de colaboradores que participan en la redacción, revisión de estilo y sin duda, el Papa debe de tener asesores, dependiendo del tema de la encíclica. En las encíclicas sociales, sin duda ponen su grano de arena expertos no sólo en teología, sino también en campos como la economía y otras materias sociales.

Idioma de las encíclicas

Las encíclicas más antiguas están redactadas en latín. En las más recientes, el idioma puede ser uno moderno, dependiendo de si la carta se dirige a una región particular. [3]

El texto oficial de las encíclicas se encuentra en la publicación de la Santa Sede llamada Acta Apostolicae Saedis (Acta o documentos de la Sede Apostólica).

Documentos de los Concilios

Además de las encíclicas, hay otras clases de escritos que nos comunican la doctrina social de la Iglesia. Entre ellos mencionemos algunos documentos del Concilio Vaticano II, de los Sínodos, de los mismos Papas en sus discursos, catequesis y documentos producidos por las Congregaciones Pontificias. Podemos afirmar que entre esos documentos se encuentra el núcleo, el corazón, de la D.S.I.

Veamos en particular algunos documentos conciliares y de los sínodos.

Documentos del Vaticano II

La constitución conciliar Gaudium et spes ocupa un lugar de privilegio en la D.S.I. Es el documento más extenso promulgado por el Vaticano II, y tiene además una característica que le es propia: los demás documentos del concilio se orientan a robustecer la vida interior de la Iglesia, mientras que la Gaudium et spes abre la Iglesia al diálogo con el mundo.

Detengámonos un momento en este tema importante. El documento fundamental del Vaticano II es la Constitución Dogmática Lumen gentium, que desarrolla y completa la doctrina que sobre la Iglesia comenzó a formular el Concilio Vaticano I, pero por causa de la guerra no pudo terminar. La Constitución Dogmática Dei Verbum, trata la doctrina sobre la revelación (sobre la Sagrada Escritura) y su transmisión. La Constitución Sacrosantum Concilium, sobre la sagrada liturgia, que tiene como función guiar al pueblo de Dios en su peregrinar por la tierra. Esos documentos tratan sobre la esencia de la Iglesia, lo que es la Iglesia.

Los dos ejes del Vaticano II: ¿qué es la Iglesia y qué hace la Iglesia?

El Concilio Vaticano II ahondó en la esencia misma de la Iglesia. Enfocó el tema de la Iglesia en torno a dos ejes: ¿Qué es la Iglesia?  y ¿Qué hace la Iglesia? Dicho de otra manera, el Concilio enfocó su trabajo al misterio de la Iglesia (¿qué es la Iglesia?) y a la misión que le ha sido confiada (¿qué hace la Iglesia?). [4]

La respuesta a la primera pregunta sobre lo que es la Iglesia, se encuentra especialmente, aunque no únicamente, en la Constitución Dogmática Lumen Gentium; la respuesta a la segunda pregunta, sobre la misión de la Iglesia, podemos decir que se encuentra particularmente, en la Constitución pastoral Gaudium et spes.

El fenómeno de la secularización

Consecuencias: políticas, jurídicas, sociológicas

La constitución pastoral Gaudium et spes se enfoca a clarificar la relación Iglesia-sociedad. En la sociedad moderna habían surgido fenómenos que oscurecieron la relación de la Iglesia con el mundo; uno de esos fenómenos, que todavía vivimos, es el de la secularización o el cambio de las relaciones entre lo profano y lo religioso. Consecuencia del fenómeno de la secularización, desde el punto de vista jurídico y político fue la separación cada vez más honda entre la Iglesia y el Estado.

El P. Ildefonso Camacho, en su libro Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, añade que Como fenómeno sociológico, la secularización pone la religión al margen de la esfera pública, obligándola a reducir su acción al campo de la vida privada… La religión puede subsistir, pero a título privado y a condición de que sus pretensiones no perturben las reglas del juego dictadas por el poder político.

Ante esa situación compleja, desintegradora, la Iglesia, por su misión en el mundo, vio en el Vaticano II, que debía buscar nuevas formas de entendimiento con la sociedad moderna. La Iglesia se empeñó no sólo en revitalizarse internamente, sino en buscar nuevos recursos, nuevos modos de aproximarse al ser humano de la sociedad contemporánea.

Documentos que abrieron una nueva época en la relación Iglesia-Sociedad

Algunas respuestas del Concilio a estas inquietudes se encuentran precisamente en la Gaudium et spes. No vamos a profundizar en el tema del Concilio Vaticano II, vamos a tratar el tema lo suficiente para comprender la D.S.I. Digamos que tanto la Lumen Gentium como la Gaudium et spes y otros documentos, como el Decreto sobre el Apostolado de los Seglares, que trata sobre la participación de los laicos en la misión de la Iglesia, abrieron una nueva época a la relación Iglesia-sociedad. Para terminar esta parte sobre los documentos conciliares y el desarrollo o formación de la D.S.I. leamos el comienzo de la Gaudium et spes, que nos muestra el rostro con que la Iglesia se presenta ante la nueva sociedad.

1. Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia.

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 2.

[2] Cf Doctrina Social de la Iglesia, manual abreviado, 9° ed., BAC, Fundación Pablo VI, Madrid MMII

[3] Algunos ejemplos de encíclicas en lengua moderna: Au milieu des sollicitudes (1892), Non abbiamo bisogno (1931), Mit brennender Sorge (1937)

[4] En este tema me he basado en Ildefonso Camacho, S.J., Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Cap. 10