REFLEXIÓN 139 n° 87, JUNIO 11 2009

Reflexión 139 junio 11 de 2009

Compendio de la D.S.I. N° 87

La Doctrina Social en nuestro tiempo (V)

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No se trata de cambiar la Doctrina sino el modo de presentarla

Estudiamos en las anteriores reflexiones que la renovación de la D.S. es necesaria, porque la sociedad necesita soluciones nuevas de las dificultades nuevas que se le van presentando permanentemente, y debe encontrar en la fe argumentos remozados y comprensibles, al alcance de las nuevas generaciones.

No se trata de cambiar la doctrina, sino el modo de presentarla y de encontrar, en el tesoro inagotable de nuestra fe, respuestas nuevas a interrogantes nuevos. Tenemos que seguir el camino que Jesús trazó para la predicación del Reino. Los nuevos argumentos que los fieles necesitan, en el cambio de época que vivimos, claro está, tienen que fundarse en el Evagelio. Hemos visto que le D.S.I. tiene como piedra fundamental la Sagrada Escritura; no nos podemos apartar de ella.

Leímos en los N° 86 y 87 del Compendio de la D.S. que la Iglesia no se ha desinteresado jamás de la sociedad, y que la encíclica Rerum novarum da inicio a un nuevo camino y a un desarrollo sustancial de la enseñanza en el campo social.

Doctrina en la que se reconozca el rostro de Jesucristo

Dice también, bellamente, el Compendio, que en esa doctrina, como se ha ido desarrollando, la Iglesia se ha ido reconociendo progresivamente. En la doctrina que la Iglesia nos presente se tiene que reconocer a sí misma, es decir tiene que reconocer el rostro de Jesucristo en esa doctrina, y esto no se puede conseguir sino siendo fieles al Evangelio. Por esta razón, la orientación del Magisterio para que no demos pasos en falso en materia de doctrina, es muy importante.

La Iglesia está haciendo un esfuerzo para llevar la fe de manera nueva a los fieles de todo el mundo, de manera que responda a sus necesidades espirituales. Como vimos, el mismo Benedicto XVI nos está dando ejemplo, al utilizar internet, la red mundial de computadoras, para llevar el mensaje del Evangelio.

Sin embargo no se puede pensar sólo en el modo de llegar a la gente; hay que partir de los contenidos, del mensaje evangélico genuino, porque a veces, para decir lo que la gente quiere oír, se afirman cosas inseguras y hasta falsas, algunas de ellas habilmente urdidas y disfrazadas de verdad, que confunden a la gente.

En estos días se exhibe una nueva película anticatólica. Alguien, con el deseo de quitar importancia al daño que pueda hacer esa clase de cine, decía que la gente no va a ver esas películas con la intención de aprender algo histórico, sino sólo porque quiere divetirse. Pero hay que considerar que las mentiras se presentan de manera hábil, para que a los expectadores les quede difícil separar la verdad de la ficción y quienes no están familiarizados con la historia de la Iglesia Católica salen del teatro, por lo menos con una idea equivocada de ella. Otros salen confirmados en los prejuicios que antes se habían formado.

¿Pagar por ir a ver una película anticatólica?

Yo no iré a ver esa película, no porque pueda hacer daño a mi fe, sino porque no quiero contribuir con mi dinero a esa campaña contra la Iglesia.[1] Si montaran una obra mentirosa sobre mi familia no pagaría para ir a verla. Más valiosa todavía es mi fe en la Iglesia.

Para cumplir con el mandato del Señor, de llevar el Evangelio a todo el mundo, en esta época de equívocos y confusión en materia religiosa, hay que encontrar maneras creativas y convincentes de hacerlo. Vamos a ir viendo cómo se lleva a cabo la renovación de la presentación de la D.I. El modo de llegar es, como hemos venido comentando, muy importante. Según las circunstancias de la época y sus dificultades, hay que sacar ideas antiguas y nuevas y pesentarlas de modo que se comprendan.[2] Para las nuevas condiciones en nuestra sociedad, pidamos al Espíritu Santo que suscite en la Iglesia ideas nuevas que respondan a esas condiciones y también evangelizadores que sepan transmitirlas.

El mejor comunicador: Jesús

El mejor modelo de cómo comunicarse es el Señor. No hay duda de que Jesús es el mejor comunicador que ha existido. Aunque se menciona mucho que Jesús utilizó diversas maneras de llegar a su auditorio, según el momento y las circunstancias, recordémoslo con algunos ejemplos. Podríamos tomar el capítulo 13 de Mateo. Fue un día en que se reunió tanta gente a escucharlo, que Jesús tuvo que sentarse en una barca y desde allí hablar a la gente que lo escuchaba desde la orilla.

Ese día Jesús utilizó especialmente las parábolas. Veamos; el reinado de Dios fue un tema central en la vida del Señor, el eje central de su predicación, el corazón del Evangelio. ¿Cómo explicó el Reino, a quienes lo escuchaban? Utiizaba la vida cotidiana, lo que la gente conocía. Traigamos a la memoria algunos de los personajes de sus parábolas:

Empezó su predicación hablándoles de un sembrador que salió a sembrar; la semilla era la palabra del Reino, que si cae en tierra buena produce fruto hasta el ciento por uno. Y siguiendo con los intereses de la gente del campo que lo escuchaba, les habló del grano de mostaza, de la viña, y les dijo que el Reino de Dios se parecía a un labrador que encuentra un tesoro en el campo. Como sin duda había negociantes entre la multitud, les habló del comerciante que encuentra una perla fina y vende todo para adquirirla. Y a la orilla del mar, rodeado de pescadores, les habló de la enorme pesca de peces grandes y chicos y cómo terminada la faena, se sientan los pescadores en la orilla, a separar los peces buenos de los malos, como va a suceder en el fin del mundo, en que los ángeles separarán a los malos de los justos. A las amas de casa les mencionaba el remiendo, que ellas sabían muy bien cómo hacerlo o de barrer toda la casa para buscar la moneda perdida y de la levadura que hace crecer el pan. El Señor tenía muy presente cómo era la comunidad a la que se dirigía.

Ser actor en la historia y no solo observador

No podemos pasar por alto algo imuy importante en el uso de las parábolas para predicar el Reino; el Señor nos dice que el Reino se consigue actuando. El Reino no es como un tesoro, ni como una perla, ni como una red de pescadores; el labrador vende todo lo que tiene para comprar el campo donde encontró el tesoro; el comerciante también vende sus posesiones para comprar esa perla valiosa, y los pescadores salen de faena y así llenan sus redes de peces grandes y chicos; la señora que perdió la moneda barre toda la casa para buscarla. La conclusión que el Señor nos enseña en esas parábolas es que, para conseguir el Reino hay que ir tras él, hay que entrar con decisión en la dinámica de una vida nueva. Es llegar a ser actor en la historia de salvación y no sólo observador pasivo de lo que los demás hacen.

Ni aturdidos ni escépticos

La enorme tarea que tenemos por delante nos puede asustar y frente a ella podemos quedar aturdidos o dejarnos contagiar del escépticismo. Bueno, Jesús nos dio la clave, cuando nos dijo que no tengamos miedo, que Él está con nosotros todos los días.

El P. Oñoro dice que el escepticismo es uno de los pecados más graves en la pastoral, y que si nos invade, se paralizan las acciones y la capacidad de inventiva y de riesgo. Nos explica que la parábola de la levadura retrata el sentimiento de desproporción entre nuestras fuerzas y la tarea. Nos recuerda la comunidad de los pequeños del Señor, los anawin, esa comunidad de los pobres y los humildes, que tiene la fuerza del Evangelio y es por eso suficiente para fermentar toda la masa. Añade el P. Oñoro, que El Reino puede llegar con su capacidad penetrante a todas las realidades humanas, aun las más escondidas y difíciles, para realizar su obra. Es importante recordar que el Reino está hecho para llegar a todos.[3]

El maestro de ley que se hace discípulo de Cristo

Cuando decimos que hay que ser creativos para presentar el Evangelio de manera nueva y adaptada a los tiempos difíciles que vivimos, nos podemos desanimar. Tengamos presente que Dios no nos pide lo que esté sobre nuestras fuerzas. Cada uno debe hacer lo que está a su alcance, y lo más importante no es lo académico, ni lo más importante son las cualidades humanas. Claro que eso no quiere decir que no nos debamos esforzar. El mismo P. Oñoro, a quien mencioné hace un momento, el sacerdote eudista experto en Sagrada Escritura, nos hace una reflexión sobre el maestro de la ley que se ha hecho discípulo del Reino, es decir, utilizando los términos de hoy, podemos decir que es una reflexión aplicable a quien quiere ser discípulo y misionero. Según esa refllexión, llega a ser discípulo y misionero quien

1. Ha dejado que la semilla de la Palabra de Dios caiga en su vida como en un terreno fértil y produzca treinta, sesenta y ciento por uno.

2. Quien creciendo junto a la cizaña se ha mantenido como buen trigo que al final es llevado a los graneros del reino.

3. Quien dejando que en su corazón crezca la Palabra de Dios, se ha hecho árbol frondoso capaz de ser casa para otros.

4. Quien como buena levadura, es capaz de fermentar la masa del pueblo donde se encuentra.

5. Quien se desprende con alegría de todo lo que tiene, para adquirir el verdadero tesoro y la perla fina.

6. Quien así obra será como el pescado bueno escogido y metido en la cesta.

Lectio divina: orar con la Palabra de Dios

Sin lugar a dudas, la gracia de Dios la vamos a recibir, si la pedimos. La mejor preparación para colaborar en la obra de la salvación, es la oración, la Eucaristía. Y en la oración, una gran ayuda es la llamada lectio divina. Allí nos ponemos en contacto con la Sagrada Escritura, la Palabra de Dios que habla a cada uno de nosotros. Podemos decir que la lectio divina es la oración con la Palabra de Dios, es orar con la Palabra de Dios. Esto es fundamental, porque, como nos enseña el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Dei Verbum (La Palabra de Dios), en el N° 21, Toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura.

Como es tan importante alimentarnos con la Sagrada Escritura, dediquemos unos minutos a comprender qué es eso de la lectio divina, porque en la familiaridad con la Biblia podemos encontrar la orientación para nuestra vida según la voluntad de Dios, también en esta era moderna y en el ambiente frívolo y secularizado en que nos ha tocado vivir. Nos tenemos que llenar de Dios primero, para poder llevarlo a los demás. Nadie da de lo que no tiene. El Cardenal Martini tuvo una gran experiencia en enseñar la lectio divina a jóvenes y adultos, en su arquidiócesis de Milán. Sobre los frutos de esa experiencia, dice él que, en la lectura orante de la Sagrada Escritura

Muchos fieles comprometidos y muchos sacerdotes han encontrado (… ) la manera de asegurarse la unidad de vida en una existencia fragmentada y lacerada por mil diversas exigencias, vida en la que era esencial encontrar un punto sólido de referencia. El diseño de Dios que las Escrituras nos presentan, que tiene su culminación en Jesucristo, nos permite unificar nuestra vida en el marco del plan de salvación.[4]

Experiencia de Dios por medio de la Palabra

Veamos algunos detalles: la lectio divina es una lectura orante; no se trata solamente de leer de corrido la Biblia ni de recitarla de memoria, sino de orar con ella; en palabras del P. Fidel Oñoro, la lectio divina es una experiencia de Dios por medio de su Palabra.

En los diversos métodos de oración con la Biblia, se enseña que se necesitan en este ejercicio: la lectura de la Escritura, la meditación, en que nos preguntamos qué nos dice el Señor a través del texto que leímos, luego la oración, con la cual respondemos a Dios que nos habla, y finalmente la contemplación, que explican como el momento en que Dios actúa en nosotros; es don del Espíritu Santo, es la experiencia silenciosa de la presencia de Dios en nosotros.[5]

Jesucristo: nuestro punto de referencia

De manera que la Sagrada Escritura nos conduce a la unidad de vida, que es lo mismo que a la coherencia, pues nos conduce a la unificación de nuestra vida en Jesucristo, que se convierte para nosotros en el sólido punto de referencia. Cuando tenemos dudas sobre lo que debemos decir o hacer nos deberíamos preguntar qué diría o haría mi punto de referencia, Jesucristo. Si Jesucristo no diría o haría algo que pretendemos decir o hacer, debería ser suficiente criterio para abstenernos de hacerlo.

Quisiera presentar, brevemente, algo sobre la experiencia del Cardenal Martini en la enseñanza de cómo orar con la Biblia. Él es especialista en la enseñanza de la lectio divina y reconocido como tal por Juan Pablo II y Benedicto XVI.[6]

Imposible perseverar en la fe sin alimentarse con la Escritura

El Cardenal dice que está persuadido de que para un cristiano de hoy que vive en la sociedad occidental, una sociedad compleja, difícil, secularizada, es prácticamente imposible perseverar en la fe sin alimentarse también personalmente con la Escritura.

Son palabras mayores. Para conservar la fe no es suficiente trabajar incansablemente, así sea en el apostolado, ni dedicar tiempo a estudiar la fe en los libros escritos por especialistas. Es indispensable alimentarse con la Palabra de Dios.

Experiencia del Cardenal Martini con los jóvenes de la Arquidiócesis de Milán

Así cuenta el Cardenal Martini su experiencia:

Algunos jóvenes me pidieron que les enseñase a rezar con la Biblia. Y después de haberlos instruido brevemente, sintieron la exigencia de aprender a través de ejemplos prácticos.

Entonces propuse La Escuela de la Palabra, en la catedral, a partir de octubre de 1980. De los trescientos jóvenes presentes la primera tarde, pasamos rápidamente a quinientos, después a mil, dos mil, tres mil. La cita del primer jueves de cada mes se convirtió de año en año en algo familiar para muchísimos jóvenes. El número de los asistentes superaba la capacidad de la catedral. Recuerdo con qué silencio escuchaban la palabra, con qué recogimiento seguían la lectio. Comenzábamos recitando un salmo para crear la atmósfera, se hacían luego algunas indicaciones metodológicas y después la lectura de un pasaje bíblico. A la lectura seguía una explicación meditativa que preparaba para el momento contemplativo, quince minutos de absoluto silencio en actitud de oración.

Para estas escuelas en la catedral, durante cinco años, elegimos temas diversos. Sobre todo, las oraciones bíblicas; el año siguiente algunos salmos; otra vez el salmo Miserere (era el año del Sínodo de la reconciliación, 1983); las vocaciones en la Biblia; la mujer en la Escritura.

Secreto del éxito de la Escuela de la Palabra

El secreto del éxito de esta iniciativa está en el hecho de que no ofrecemos a los jóvenes una catequesis y ni siquiera una homilía, sino los instrumentos para situarse directamente frente al texto (de la Sagrada Escritura) para ejercitarse en la lectio divina.

Después de cinco años en la catedral, y puesto que el número de participantes continuaba creciendo, escogimos veinticinco grandes iglesias en la diócesis, conectándonos por radio. Yo dirigía la lectio a través de la emisora diocesana y los jóvenes, en los diversos puntos de escucha, se reunían para cantar, escuchar, meditar, orar, contemplar.

Los frutos han sido consoladores. Alrededor de trece mil jóvenes siguieron la Escuela de la Palabra. Después, deseando ampliar la experiencia, hemos extendido La Escuela de la Palabra a todo el territorio diocesano. También este año se han elegido alrededor de setenta lugares de encuentro y setenta sacerdotes, a los cuales yo mismo doy el tema, propongo la metodología, de manera que el pasaje de la lectio sea igual para todos.

Lectura, meditación, oración, contemplación

Perfeccionándonos gradualmente, hemos llegado ahora a los clásicos momentos de lectio-meditatio-oratio-contemplatio; el momento de la actio, es decir, una acción simbólica que realizan los mismos jóvenes al final del encuentro mensual para concretizar la actuación que se deriva de la Palabra. De este simple intento de poner en práctica el capítulo VI de la (Constitución dogmática) Dei Verbum han nacido también numerosas vocaciones sacerdotales, religiosas y de cooperación voluntaria.

Puesto que uno de los retos en nuestro mundo es cómo llegar a los no creyentes y a los que se alejan de la fe, leamos lo que se puede hacer con esos hermanos, en la experiecia del mismo Cardenal Martini, con su Cátedra de los no creyentes. Así cuenta el Cardenal su experiencia:

La cátedra de los no creyentes es la última experiencia que deseo recordar. A veces la Biblia hacer hablar a los no creyentes; “Dixit impius, non est Deus” (Dice en su corazón el insensato: ¡“No hay Dios!” (Sal 53, 1). Y los libros de la sabiduría dan la palabra a los no creyentes para que expresen sus razones.

Por esta razón, he pensado en acercarme en actitud de búsqueda a quien todavía no tiene fe, comenzando como hace la Biblia, por ponerme en actitud de escucha ante estas personas, para escucharnos después recíprocamente. Después de larga preparación hemos organizado algunas sesiones de tres o cuatro encuentros cada una, invitando a hablar a un no creyente (un filósofo, después un historiador, después un psicólogo) pidiéndole responder a la pregunta: “¿Qué significa mi no creencia?”, y permitiendo que esta cuestión provocadora resonase y que el no creyente expresara lo que tenía que decir. En una sesión partimos del libro de Job (sentido o sin sentido del dolor); en otra de la palabra de Jesús: “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”, para entender si la fe es una actitud infantil o más bien una nueva infancia reconquistada.

La Escritura nos ha permitido así realizar un diálogo con los no creyentes, y debo admitir que los encuentros de la cátedra han tenido momentos de emoción y de interés muy grandes.[7]

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Se trata de la película Ángeles y Demonios, basada en la novela del mismo autor de El Código da Vinci.

[2] Cf Mt 13,52

[4] Cf Carlo María Martini, La Centralidad de la Palabra de Dios en la Vida de la Iglesia, www.svdcolombia.org, bajada 09-06-2009. En la convocatoria del Sínodo sobre la La Palabra de Dios, el Santo Padre mencionó al Cardenal Martini como “un verdadero maestro de la Lectio Divina. Cf ZENIT, 18 octubre 2006

[5] El P. Oñoro en seminario sobre la Lectio Divina en Santiago de Chile, mayo 2009; Darío Restrepo Londoño, S.J., Lectio Divina, oración vital del cristiano, en Apuntes Ignacianos, N° 38, Mayo-Agosto 2003.

[6] WEB La Práctica de la Lectio Divina en la Pastoral Bíblica, http://www.cec.org.co/img_upload, Tomado de la Revista La Palabra Hoy, vol. XXIII – número 87. Año 1998. FEBIC-LAC. p. 28-34. El Cardenal Martini recuerda en “La Centralidad de la Palabra de Dios en la Vida de la Iglesia” que en su último libro, “Levantaos, vamos”, Juan Pablo II lo mencionó con estas palabras: “Tengo el gusto de mencionar al cardenal Carlo María Martini, arzobispo emérito de Milán, cuyas catequesis en la catedral de su ciudad atraían a multitud de personas, a las cuales él revelaba el tesoro de la Palabra de Dios”. Cf Juan Pablo II, ¡LEVANTAOS! ¡VAMOS!, Plaza Janés, Pg 47.

[7] WEB,10-06-2009, tomado de la revista La Palabra Hoy, Vol XXIII, N° 87, 1998, FEBICLAC, Pgs 28-34