Reflexión 204- Caritas in veritate N° 40 (II)

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Continuemos con la responsabilidad social de la empresa

Según Caritas in veritate, la finalidad de las  empresas, para lo cual son fundadas por sus dueños y entregadas para su manejo a los administradores, no puede ser exclusivamente el conseguir ganancias; no pueden dedicarse las empresas solamente al lucro, pues tienen también obligaciones con la sociedad.

Benedicto XVI recalca que el mundo de la economía se tiene que manejar, no sólo dentro de un marco moral, ético, sino que además se debe dar cabida a lo que el Papa llama “el principio de gratuidad” y “la lógica del don, que es una disposición a dar gratuitamente, sin interés de que le paguen.  Estar dispuestos a dar es una actitud cristiana, un principio fundado en el Evangelio. Recordemos cómo se premiará  hasta el dar un vaso de agua al sediento, el dar de comer al que tiene hambre, el vestir al desnudo…

El mismo Papa Benedicto XVI, al día siguiente de la publicación de Caritas in veritate, presentó el pensamiento de su encíclica, en audiencia pública y dijo:

La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; necesita recuperar la importante contribución del principio de gratuidad y de la “lógica del don” en la economía de mercado, en el que la regla no puede ser el provecho propio. Pero esto  sólo es  posible gracias al compromiso de todos, economistas y políticos, productores y consumidores, y presupone una formación de las conciencias que dé fuerza a los criterios morales en la elaboración de los proyectos políticos y económicos.

En el N° 40 de Caritas in veritate el Papa invita a reflexionar sobre el modo de entender la empresa. En esa audiencia en que presentó la encíclica aclaró lo que deseaba resultara  de esa reflexión: que los hombres de negocios se pregunten si es correcto buscar sólo el lucro y se ignore la responsabilidad social. No está mal buscar el lucro, pero ¿ese debe ser el único objetivo de las empresas? Generalmente es ese el pensamiento del negociante: ganar dinero. Pero también hay empresarios con mentalidad cristiana, que sin dejar de ganar dinero, obran sólo como administradores de sus bienes y no como dueños absolutos; Dios dador de todo bien está presente en su pensamiento y en su vida y por eso dan espacio a la generosidad.

Hay empresarios cristianos que piensan en cristiano sobre su negocio

En una empresa muy grande, aquí en Colombia, propiedad de una familia, se reunieron los accionistas y resolvieron renunciar al 25% de la propiedad de esa empresa y donarlo a una fundación que ellos crearon, para dedicarse a obras en favor de la sociedad. Es una empresa con negocios también fuera del país. Entendieron ellos el significado del amor cristiano, dispuesto a dar sin poner precio al don.  De esa decisión hace años y la empresa sigue allí, con éxito.

Para que los empresarios piensen con esa generosidad hay que llegarles con el Evangelio, a tiempo hay que ayudarles a formar sus conciencias. Es indispensable que los colegios y universidades católicos cumplan con su misión de formar las conciencias de quienes habrán de liderar los proyectos económicos y políticos. Es necesario que se dé a conocer el pensamiento social de la Iglesia, para que la gente de buena voluntad corrija el camino si dedica su esfuerzo sólo al lucro y se ajuste a las exigencias del Evangelio. Si no se produce la conversión que significa pensar y actuar conforme al Evangelio, el mundo nunca va a encontrar la justicia.

El capitalismo neoliberal y la responsabilidad social

La concepción de la empresa, según la cual su objetivo no puede reducirse sólo a obtener ganancias, sino que debe orientarse también al beneficio de la sociedad, no es aceptado por los seguidores del capitalismo neoliberal. Mencionamos ya el artículo de Milton Friedman, premio Nobel de economía, quien consideraba que quienes sostienen que las empresas tienen un interés social estarían predicando puro socialismo si se los tomara en serio.

En cuanto a los administradores de las empresas, – diferentes a los dueños, – según ese importante economista, – su obligación es manejar los negocios de acuerdo con los deseos de los dueños, que serán, generalmente, hacer tanto dinero como sea posible, conformándose a la ley y a las costumbres éticas de la sociedad. Sea que los administradores manejen una empresa  con o sin ánimo de lucro, su obligación, dice Friedman, es con los propietarios de la institución. Podemos estar de acuerdo en que la primera obligación del administrador de una empresa, es cumplir con  las funciones para las cuales fue contratado. Pero, ¿sólo eso? ¿No hay campo para orientar a la empresa hacia el bien común?

El administrador puede gastar su propio dinero en causas sociales

Acepta Friedman, que el ejecutivo de una corporación es también una persona con sus propios derechos, y por lo tanto, además de cumplir con sus deberes como empleado, voluntariamente  puede tener y asumir otras responsabilidades con su familia, con su propia conciencia, con sus sentimientos caritativos, con su iglesia, con su club, su ciudad, su país. Movido por esas responsabilidades que asume, el administrador de una empresa puede dedicar parte de su propio dinero a esas causas que, si desea puede llamar “responsabilidades sociales”, pero en ese caso él gastaría su propio dinero, haría su propio esfuerzo, emplearía su tiempo, y no el dinero ni el tiempo ni las energías que se ha comprometido a emplear en beneficio de sus empleadores.

Podemos estar de acuerdo con Friedman en que el gerente, como empleado, no puede lícitamente utilizar, sin autorización de sus empleadores, tiempo del trabajo ni dinero de la empresa, en actividades distintas a aquellas para lo cual fue contratado. Sin embargo,  creo yo que, si una persona ocupa una posición en la cual tiene la posibilidad de influir en el pensamiento de su empleador, de dar su concepto sobre asuntos que tienen que ver con el bien o el perjuicio de los trabajadores o de la comunidad,  tiene la obligación ética de no callar. Hay presidentes dispuestos a escuchar, como también los hay con quienes no es posible hacerlo.

Recuerdo que cuando me nombraron gerente de recursos humanos en una empresa, le expuse al gerente general cuál era mi pensamiento sobre el cargo y le dije que si él me ordenaba hacer algo con lo cual yo no estuviera de acuerdo, le expondría mis propios argumentos y que, después de eso, si él insistía, ejecutaría su orden, porque suponía de antemano que él no me ordenaría nada contra la ley o la ética. Puede haber casos en que  a un gerente le ordenen hacer algo contra la ley o la moral; creo que si, luego de exponer sus argumentos para no cumplir con esa orden que implica faltar a la moral o a la ley, se le exigiera hacerlo, debería hacerse a un lado y si se requiere debería renunciar al cargo.

¿Obrar contra los interese de los empleadores?

El doctor Friedman no toca este punto sobre cumplir órdenes fuera de la ley o la ética. Se refiere él a los objetivos de la empresa y a las funciones de los administradores, quienes no se deben apartar de los objetivos de la empresa. Considera Friedman que, en el caso del  ejecutivo de una corporación,  si se acepta de verdad y no por pura retórica, que  la empresa tiene una “responsabilidad social”, a quienes la administran se les estaría autorizando a, en ciertos casos, obrar contra los intereses de sus empleadores.

Friedman ofrece algunos ejemplos de acciones de la gerencia en el manejo de la compañía, que podrían ir contra los intereses de los dueños por buscar el bien de la sociedad. Menciona como ejemplos, el no aumentar el precio de algunos artículos para contribuir al objetivo social de detener la inflación o de disminuir la pobreza o, emplear dinero en una cantidad superior a lo que sería beneficioso para la empresa o a lo que ordene la ley, en programas para disminuir la contaminación, con la idea de contribuir al objetivo social de mejorar el medio ambiente.

¿El administrador convertido en recaudador de impuestos?

La razón que Friedman expone para oponerse a esas actuaciones de la gerencia en favor de objetivos sociales, es que, en esos casos, la administración de la empresa estaría gastando el dinero de sus empleadores, – los dueños de la empresa, -en beneficio de otros, de la sociedad. En su concepto el ejecutivo empresarial estaría en esa forma asumiendo funciones que corresponden al gobierno, como sería la de decretar impuestos y a qué fines dedicarlos. Piensa Friedman que se convertiría el gerente que obrara así, en un agente del gobierno y no de los propietarios que lo nombraron para manejar su empresa. ¿De qué impuestos habla Friedman? Él asimila a los impuestos el dinero que dejarían de ganar los propietarios de la empresa por no subir precios a  algunos productos y al que se gastara, por ejemplo para reducir la contaminación. Ese gerente que gastara en esa forma el dinero de sus empleadores correría el riego de que lo despidieran, piensa Friedman.

¿Las ideas de la DSI son socialistas?

Continuemos desarrollando estas ideas que nos ayudan a comprender el origen de las críticas a las DSI, a la que tachan, a veces de socialista, cuando defiende ideas como ésta de la responsabilidad social de la empresa.

Ese famoso economista, Friedman, tampoco está de acuerdo con los empresarios que optan por aprovechar las deducciones de impuestos que algunas leyes conceden a contribuciones caritativas. Piensa él que hacer esas donaciones es una conducta hipócrita, que cubre los intereses propios bajo el manto de cumplir con la responsabilidad social y hace daño a los fundamentos de una sociedad libre. Se refiere el economista a que sería hipócrita pretender que se aporta una donación para cumplir con una obligación con la sociedad, cuando lo que se busca es la disminución de los impuestos. Le parece que esos hombres de negocios son miopes, confundidos mentalmente, que tienen un carácter esquizofrénico, que puede afectar la supervivencia de los negocios en general. Ese calificativo de miopes, mentalmente confundidos y esquizofrénicos, también lo aplica Friedman a los hombres de negocios que piden la intervención del gobierno con la expedición de lo que él llama guías (guidelines) de salarios y de precios (control de precios). Dice:

No hay nada que podría hacer más en poco tiempo para destruir un sistema de mercado y reemplazarlo por un sistema centralizado, que un control efectivo del gobierno de precios y salarios[1](There is nothing that could do more in a brief period to destroy a market system and replace it by a centrally controlled system than effective governmental control of prices and wages).

¿Por qué se acusa de socialista e inclinado al colectivismo comunista al pensamiento social de la Iglesia?

Cuando conocemos el pensamiento de Friedman, exponente muy importante del capitalismo neoliberal, comprendemos por qué se acusa de socialista e inclinado al colectivismo comunista al pensamiento social de la Iglesia, expuesto por algunos de los Papas, como Benedicto XVI, en el caso de Caritas in veritate.

Por otra parte, es verdad que Friedman defiende los valores de la democracia, que se funda en la libertad de los individuos y en el voto. Dice que mediante su voto el individuo puede defender su pensamiento y si pierde en las urnas se debe conformar con la decisión de la mayoría. Estamos de acuerdo, pero no en la aplicación de ese pensamiento para negar la responsabilidad social que tenemos los individuos y las empresas. El párrafo final del artículo de Friedman que hemos estado comentando es contundente. Lo leo:

(…) la doctrina de la “responsabilidad social” tomada seriamente / extendería el alcance de su mecanismo político a toda actividad humana. No se diferencia en filosofía de la más explícita doctrina colectivista. Solamente difiere por profesar la creencia de que los fines colectivistas se pueden alcanzar sin medios colectivistas. Por eso en mi libro Capitalismo y libertad, la he llamado una “doctrina fundamentalmente subversiva” en una sociedad libre, y he dicho que en esta clase de sociedad, “hay  una y sólo una responsabilidad social de los negocios—usar sus recursos y emprender actividades diseñadas para aumentar sus ganancias tanto, en cuanto permanezca dentro de las reglas del juego, es decir, mientras se empeñe en una competencia abierta y libre, sin engaño ni fraude.[2]

¿Comportamiento esquizofrénico de Benedicto XVI en Caritas in veritate?

También algunos católicos han disentido del pensamiento expuesto por el Papa Benedicto XVI en Caritas in veritate, entre otros George Weigel, conocido autor de una popular biografía de Juan Pablo II. Al  encontrar que Friedman tilda de esquizofrénicos a los empresarios que tienen sentido social, me pregunto si Weigel participa de esa dura posición de Friedman cuando afirma que en Caritas in veritate aparecen dos Ratzingers, uno fiel a su pensamiento teológico y otro que él califica de incomprensible y sentimentalmente confuso, que adjudica al Pontificio Consejo Justicia y Paz.

Parece que Weigel pretende que, de algunos temas tocados por Caridad en la verdad, no es Ratzinger el autor sino los miembros del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Ya la semana pasada anotamos que la personalidad de Ratzinger no es la de quien se deja manipular; es firme en la defensa de lo que cree doctrinalmente correcto. Lo que aparece en la encíclica sin duda lo presenta como suyo, así en lo técnico haya aportes de miembros del Pontificio Consejo Justicia y Paz , que para eso existe: para colaborar con el Papa en el desarrollo y difusión de la DSI.

La DSI no es de derecha ni de izquierda

Como Weigel opina que Benedicto XVI se aparta en Caritas in veritate de la doctrina expuesta por Juan Pablo II en su encíclica Centesimus annus sobre el libre mercado, el secretario del Pontificio Consejo Justicia y Paz, el obispo Gianpaolo Crepaldi escribió en L’Osservatore Romano del 18 de julio de 2009, un artículo titulado La veritá del mercato, (La verdad del mercado). En ese artículo Mons. Crepaldi desmiente la tesis de Weigel, sin referirse explícitamente a él, pero destacando la continuidad de las enseñanzas de Juan Pablo II sobre el mercado, en Centesimus annus y las de Benedicto XVI en Caridad en la verdad.[3]

Es importante que conozcamos estas vicisitudes de la DSI para que tengamos fundamentos sólidos cuando hablamos de ella. Además de Mons. Crepaldi, el economista Edward Hadas escribió sobre el mismo tema y en defensa de la DSI en la revista inglesa FAITH Magazine. Voy a resumir parte de sus ideas que nos pueden ayudar mucho.[4]

Según ese autor inglés, muchos intelectuales católicos británicos y de los EE.UU. han creído, por muchos años, que la Iglesia, en asuntos políticos y económicos, debe estar alineada siempre con la derecha. Yo creo que eso no sucede sólo entre algunos intelectuales católicos norteamericanos y británicos; también en algunos de nuestros países sucede algo parecido. Sin embargo la realidad es que desde la aparición de la encíclica Rerum novarum, en 1891, la Iglesia ha defendido los derechos de los trabajadores, el valor de compartir los bienes, la inutilidad de las guerras y la necesidad de limitar las fuerzas del mercado. Inclusive en su discurso de 1979 sobre el marco  político marxista de la teología de la liberación, Juan Pablo II recordó a los obispos de América Latina que “la paz interna e internacional sólo estará garantizada cuando se haga efectivo un sistema social y económico basado en la justicia”.

Agreguemos que si al ubicar el pensamiento social de la Iglesia a la derecha o a la izquierda se pretende identificar a la DSI con ideologías capitalistas o marxistas, se ignora que es en el Evangelio y no en el pensamiento político de uno o de otro sistema, en el que se funda la doctrina social católica. En este sentido, Juan Pablo II fue claro en sus discursos con motivo de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla, México, en 1979. Leamos sólo unas líneas del discurso inaugural:

(..) la acción de la Iglesia en terrenos como los de la promoción humana, del desarrollo, de la justicia, de los derechos de la persona, quiere estar siempre al servicio del hombre; y al hombre tal como ella lo ve en la visión cristiana de la antropología que adopta. Ella no necesita, pues, recurrir a sistemas e ideologías para amar, defender y colaborar en la liberación del hombre: en el centro del mensaje del cual es depositaria y pregonera, ella encuentra inspiración para actuar a favor de la fraternidad, de la justicia, de la paz, contra todas las dominaciones, esclavitudes, discriminaciones, violencias, atentados a la libertad religiosa, agresiones contra el hombre y cuanto atenta a la vida (Gaudium et spes, 26,27,29).

No es pues por oportunismo ni por afán de novedad que la Iglesia, “experta en humanidad” (Pablo VI, Discurso a la ONU, 5,10,1965), es defensora de los derechos humanos. Es por un auténtico compromiso evangélico, el cual, como sucedió con Cristo, es sobre todo, compromiso con los más necesitados.

Fiel a este compromiso, la Iglesia quiere mantenerse libre frente a los opuestos sistemas, para optar sólo por el hombre. Cualesquiera sean las miserias o sufrimientos que aflijan al hombre; no a través de la violencia, de los juegos de  poder, de los sistemas políticos, sino por medio de la verdad sobre el hombre, camino hacia un futuro mejor.

La DSI se funda en el pensamiento del Evangelio

No tratemos, entonces, de ubicar el pensamiento de la Iglesia a la derecha o a la izquierda. El pensamiento de la Iglesia adopta el pensamiento del Evangelio, adopta la antropología cristiana. No el pensamiento político marxista ni el capitalista. Tengamos siempre presente que la antropología cristiana es la manera de entender al ser humano según la Escritura, como nos enseña la Palabra de Jesús en el Evangelio.

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Friedman, “The Social Responsibility of Business is to increase its Profits”, The New York Times, septiembre 13 de 1970.

[2] Locus cit., The New York Times

[3] Cf ZENIT.org, 27 de junio de 2010.

[4] Cf ZENIT.org, 27 de junio de 2010.

Reflexión 203- Caritas in veritate, Cap. III, N° 40

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Reflexión sobre el sentido de la economía y sus finalidades

Estamos estudiando ahora el capítulo 3° de la encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad, la encíclica social de Benedicto XVI sobre el desarrollo integral. En el desarrollo de los pueblos el manejo de la economía juega un papel esencial. En esta encíclica la Iglesia nos invita a una seria reflexión sobre el sentido mismo de la economía y sobre sus finalidades. En la presentación de su encíclica en la audiencia pública, al día siguiente de su publicación, dijo que

La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; necesita recuperar la importante contribución del principio de gratuidad y de la “lógica del don” en la economía de mercado, en el que la regla no puede ser el provecho propio. Pero esto  sólo es  posible únicamente gracias al compromiso de todos, economistas y políticos, productores y consumidores, y presupone una formación de las conciencias que dé fuerza a los criterios morales en la elaboración de los proyectos políticos y económicos.

Para algunos, está fuera de sitio la Iglesia cuando propone al mundo  de los negocios, que la regla no puede ser el provecho propio, que su único objetivo no puede ser el provecho propio, porque para eso se son los negocios. Repetirán que un negocio no es una institución de beneficencia, que para eso son las fundaciones, para eso existen las comunidades religiosas y las organizaciones sin ánimo de lucro.  Para muchas personas esas palabras del Papa sobre los negocios, sobre la economía, están fuera de sitio. Pero Benedicto XVI sabe muy bien de lo que habla, y podemos estar seguros de que se asesoró de expertos en el mundo de la economía. Digámoslo una vez más: la DSI no pretende presentar propuestas de orden técnico, pero el mundo de los negocios necesita oír lo que el Evangelio tiene que decir sobre sus actividades, porque son actividades humanas, tienen que ver con la persona humana y pueden afectarla para bien o para mal.

Un punto muy importante, es que el mundo de los negocios es creado y administrado por personas humanas. Son esas personas las que señalan el camino al negocio y en general a la economía. Es la orientación ética o no ética, humana o inhumana de esas personas, la que convierte a la manera de hacer los negocios en comportamientos éticos o en comportamientos inmorales, en justos o injustos, en buenos o en malos, en benéficos o maléficos para el ser humano.

Al oído de los dueños y administradores de las empresas

Cuando el Papa habla de la empresa, se refiere a los dueños y administradores de las empresas, no a unos entes abstractos, constituidos mediante una escritura pública, que no tienen en sí mismos ni inteligencia ni voluntad. Benedicto XVI habla al oído de los dueños y administradores de las empresas, de los negocios. Que esto no le va a gustar a mucha gente, es de suponer. Generalmente no nos gusta que nos cuestionen si manejamos bien o mal nuestro dinero.

En el N° 40, Benedicto XVI se refiere a la necesidad de repensar la empresa. Afirma el Papa que se requieren cambios profundos en el modo de entender la empresa. Si para conseguir que el desarrollo integral llegue a toda la humanidad se requiere el compromiso de todos: de economistas y políticos, de productores y consumidores, es claro que se requiere el compromiso de la empresa, es decir de los dueños de las empresas, en primer lugar y también de sus administradores. Algunos, hasta bien intencionados, critican a la Iglesia cuando habla de economía. Razón pueden tener, si entra la Iglesia al campo técnico de la economía sin argumentos; pero si entra la Iglesia a contrastar el manejo de la economía con lo que se espera desde el punto de vista del Evangelio, no tienen esas personas razón en criticarla. Las enseñanzas de Jesús son para la salvación de todos. En Él confluye el universo todo, la humanidad toda; también en Él, finalmente, se debe fundar la vida de científicos y economistas y, por su puesto, de los teólogos.  

 El Evangelio tiene qué decir a los científicos, desde la fe y también a los políticos y a los economistas. Además, cuando el Magisterio opina sobre temas económicos o científicos es de esperar que se haya asesorado bien. Eso lo han hechos los Papas en la preparación de sus encíclicas sociales. La Iglesia tiene acceso a la asesoría de expertos muy bien calificados en los temas científicos y económicos. Por cierto me llamó la atención, que en estos días Benedicto XVI nombró de presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias a un científico suizo que no es católico. Su punto de vista es importante desde el punto de vista de la ciencia. Este científico se llama Werner Arber, y es profesor emérito de Microbiología en la universidad de Basilea (Suiza).   

Dice Benedicto XVI en Caritas in veritate que en esta época se requieren cambios profundos en el modo de entender la empresa. Y es que en la época de la globalización de los negocios, las empresas están aprendiendo maneras nuevas de hacerlos. En esta época las empresas están sufriendo cambios muy grandes. Todos somos testigos de  algunos de esos cambios; por ejemplo, las empresas pequeñas desparecen, absorbidas por las grandes multinacionales, nuestras empresas nacionales grandes buscan también su internacionalización, porque si se quedan sólo en el mercado nacional van a acabar convirtiéndose en negocios pequeños, con mucha dificultad para competir con los gigantes que llegan del exterior. Las estrategias tienen que ser muy creativas para no desaparecer. Se presentan a veces situaciones novedosas, como que antiguos competidores compartan ahora experiencias y se unan en proyectos nuevos para hacer frente a mayores desafíos.

¿Se refiere el Papa a repensar  la empresa en sentido técnico?

¿Se refiere el Papa a repensar  la empresa en sentido técnico, para responder a las necesidades del mercado de modo eficaz, a repensar la misión de la empresa según las moderna concepción del mercadeo, enfocándose con esmero en la satisfacción de las necesidades de sus clientes y consumidores, o va el Papa más allá?

Benedicto XVI, – sin duda con la asesoría de expertos en lo económico, – nos advierte que la era actual de la globalización, que ha llevado a las empresas a su internacionalización, época también de una profunda crisis económica, que sufrieron de manera notoria las grandes potencias económicas, ha hecho evidente la necesidad que de la ética tiene el correcto funcionamiento de la economía y de los mercados. El Papa va más allá de dar consejos técnicos; llama la atención sobre la necesidad de interrogarse sobre las obligaciones del mercado y la economía con la sociedad, además de aplicar en sus operaciones la ética y la técnica. El criterio para manejar los mercados no pueden ser sólo mejorar las utilidades; hay valores más importantes que los que se presentan en cifras en los estados financieros.

La idea del “Balance Social”

La idea de que las empresas que son las dueñas del mercado, tienen obligaciones con la sociedad, además del deber de aplicar en sus operaciones la ética y la técnica, tiene sus antecedentes. Las empresas desde los años 70 por lo menos, empezaron a recibir mensajes: las pusieron a pensar sobre su contribución a la sociedad. Les dijeron que así como a sus accionistas les presentan un balance financiero, deberían también presentar un balance social, que en cifras, expresara cuál fue su contribución a la sociedad en la que funcionan.

Contribución innegable de la empresa a la sociedad

Las empresas encontraron pronto su tranquilidad, porque descubrieron su innegable contribución: las empresas  dan trabajo a los miembros de la sociedad, por lo tanto los salarios que pagan a sus trabajadores son una importante contribución a la comunidad. Encontraron sentido a los impuestos que pagan, porque con ellos el gobierno recibe una importante contribución empresarial para responder a las necesidades de la población. Descubrieron también que sus programas de capacitación y entrenamiento son beneficiosos para la sociedad, porque sus trabajadores adquieren o mejoran sus conocimientos y habilidades y eso es una importante contribución a  su desarrollo personal. Además, algunas empresas ayudan con programas de préstamos para vivienda. Es una lista interesante, que sin duda tranquilizó la conciencia de muchos empresarios. A otros los indujo a pensar que quizás no estaban haciendo lo suficiente, porque algunos de sus competidores hacían más.

Milton Friedman y sus “Chicago Boys”

Algunos académicos pusieron sus conocimientos al servicio del lucro como ideal de los negocios y a desvirtuar las obligaciones de la empresa privada con la sociedad. Uno de esos sabios fue el economista Milton Friedman, premio Nobel, cabeza del famoso grupo de economistas de la Universidad de Chicago que llaman “the Chicago boys”, los muchachos de Chicago, a quienes adjudican el éxito de las políticas económicas de Chile.

Ahora el Papa parece alborotar el avispero en su encíclica Caritas in veritate, al afirmar  que en esta hora se requieren cambios profundos en el modo de entender la empresa. ¿Qué quiere decir el Papa con esa idea de que, hay que repensar el modo de entender la empresa? Piensa en cambios técnicos en el modo de hacer negocios, inducidos por la globalización? O, ¿va más allá? Sin duda el Papa va más allá, cuando nos dice en el N° 40 de Caridad en la verdad que se requieren cambios profundos en el modo de entender la empresa.

La responsabilidad social de la empresa

Si preguntamos a cualquier dueño de un negocio, grande o pequeño, cómo entiende su negocio o empresa, seguramente nos dirá que esa empresa se creó para crear riqueza, para obtener ganancias, por medio de la fabricación de productos o prestación de servicios y así con esas ganancias crecer, mejorar su calidad de vida, prosperar, -que es una palabrita que gusta a muchos, prosperar; – la prosperidad material.

Eso no está mal. No es inmoral obtener ganancias, no es un mal pensamiento, querer mejorar la vivienda, la educación, tener una vida de mejor calidad, en la que pueda cada uno cuidar su salud y tener períodos de descanso. El pensamiento del Papa no critica eso. Pero nos pone a pensar: ¿la única finalidad de mi negocio es ganar? ¿Sólo los dueños de los negocios deben ser beneficiarios de sus buenos resultados?  El Papa pone sobre el tapete una concepción distinta de la empresa. El de la encíclica Caridad en la verdad es un enfoque  moderno, que tiene en cuenta las apreciaciones que se exponen y se siguen discutiendo hoy, en las escuelas de administración de empresas. Una posición que se presentó hace ya varios años, pero sigue siendo actual, es la de que las empresas no pueden manejarse sólo teniendo en cuenta los intereses de sus propietarios, sino que se deben tener cuenta los intereses de la comunidad local. Se habla de la responsabilidad social de la empresa.

 Nuevo modo de entender la misión de la empresa

El cambio que parece necesario es en el modo de entender la empresa, en su finalidad, en su misión y el modo de cumplirla. Decíamos que este asunto se agita desde hace algún tiempo, el de que las empresas no pueden manejarse sólo teniendo en cuenta los intereses de sus propietarios. Entre los objetivos de los dueños y administradores de los negocios ¿debe tener cabida la responsabilidad social, es decir sus deberes con la comunidad? La llegada de una empresa grande a una población o a un barrio puede cambiar la calidad de vida de sus habitantes; positivamente, por ejemplo con la creación de nuevos puestos de trabajo; negativamente con su impacto en el medio ambiente, con la ocupación del espacio público en su propio beneficio, en perjuicio de la ciudad o del barrio.

No hay unanimidad en los teóricos académicos sobre este tema, y menos entre los empresarios, de manera que el Papa toca en la encíclica algo que sigue hoy en el pensamiento de los dueños de las empresas, de los administradores y de los académicos.

¿“La responsabilidad social de los negocios es aumentar sus utilidades”? 

Milton Friedman escribió el 13 de septiembre de 1970 un artículo en The New York Times Magazine, que tituló “The Social Responsability of Business is to increase its Profits”, es decir, en español, “La responsabilidad social de los negocios es aumentar sus utilidades”.

Voy a traducir del inglés una parte del artículo de Milton Friedman. Como veremos Friedman, quien murió en 2006, no estaría de acuerdo con  la idea del Papa sobre la gratuidad, la lógica del don, en los negocios. Recordemos que Benedicto XVI afirmó que la economía “necesita recuperar la importante contribución del principio de gratuidad y de la “lógica del don” en la economía de mercado, en el que la regla no puede ser el provecho propio.”[1] Empieza por el contrario el señor Friedman diciendo en su artículo, que hay algunos hombres de negocios que hablan elocuentemente de las “responsabilidades sociales del negocio en un sistema de libre empresa” y de esos empresarios escribió:

¿Predica el Papa un “puro” socialismo?

Los hombres de negocios creen que están defendiendo la libre empresa cuando proclaman que los negocios no tienen que ver “únicamente” con las ganancias, sino también con la promoción de deseables objetivos “sociales”; que los negocios tienen una “conciencia social” y asumen con seriedad sus responsabilidades de proveer empleo, eliminar la discriminación, evitar la contaminación y cualquier cosa más que utilice de gancho la banda contemporánea de reformadores. De hecho, ellos están – o estarían predicando puro socialismo si se los tomara en serio.

De modo que el señor Friedman califica de “banda (o grupo) de reformadores que predican puro socialismo” a los empresarios que se atrevan a decir que los negocios deben tener objetivos sociales y no tener como fines sólo las ganancias. Es bueno que sepamos esto para que reconozcamos el origen de las críticas a la encíclica Caritas in veritate.

Ese artículo del doctor Friedman fue escrito en 2006. No fue él ningún pintado en la pared. De él escriben en wikipedia que fue un destacado economista, intelectual y profesor de la Universidad de Chicago. Defensor del libre mercado y exponente del monetarismo neoclásico de la Escuela de Chicago. Añaden que en 1976, Friedman fue galardonado con un Premio Nobel de Economía por sus logros en los campos de análisis de consumo, historia y teoría monetaria y por su demostración de la complejidad de la política de estabilización. Hoy, claro, hay seguidores de su teoría neoliberal de la economía. No faltan católicos que siguen su corriente y califican el pensamiento social de la Iglesia de contaminado de socialismo.

Uno de esos católicos es George Weigel, autor de una conocida biografía de Juan Pablo II. Según un artículo en la revista católica America,[2] del 12 de octubre de 2009, en su momento el señor Weigel reconoció la dura reacción de los pro capitalistas a la encíclica Solicitudo rei socialis, La preocupación social de la Iglesia, de Juan Pablo II, pero en cambio, el mismo señor Weigel no es amable con el pensamiento social de Benedicto XVI en Caritas in veritate. Afirma que hay que leer la encíclica con dos resaltadores, uno de tinta dorada y otro de color rojo. Pretende que hay dos pensamientos en la encíclica: uno del auténtico Benedicto XVI que hay que  marcar con dorado y otro, que hay que resaltar con rojo, escrito por otro, al que llama el gemelo del Papa, el malo de la paz y la justicia (the Pope’s evil peace- and- justice twin). Tiene Weigel una afirmación dura, irrespetuosa; le parece que ante Caritas in veritate se encuentra uno con un doble pensamiento del Papa, uno que aparece lúcido y conmovedor, mientras que el pensamiento del Benedicto malo es incomprensible y marcado por un confuso sentimentalismo. Parece afirmar Weigel que no todo lo que aparece en la encíclica concuerda con el pensamiento teológico de Ratzinger.

¿Es atrevido Weigel?

Es por lo menos atrevido afirmar que el Papa ha firmado como suyo algo en lo que no está de acuerdo. La personalidad que hemos visto en Benedicto XVI y antes en él mismo como el Cardenal Ratzinger, nos muestra lo lejos que está de esa tibieza que le atribuye Weigel. Así lo reconoce el P. John Kavanaugh, en el artículo que menciono, de la revista AMERICA. Dice del Papa:

Si algo pasa con Benedicto XVI es que es un hombre astuto e inteligente, no el peón de los intereses de ningún grupo. Más bien, como Juan Pablo II, el Papa Benedicto tiene una visión integradora de nuestra fe. Su noción de la “gratuidad” o el “don” en la existencia humana es un rechazo frontal a nuestros mitos de los hombres y mujeres hechos por su propio esfuerzo (selfmade). El don de nuestra existencia que compartimos como una familia humana, se funda, según Benedicto, en el Evangelio que reúne todas las cosas en Cristo. Todas las cosas significa todas las cosas: nuestros mundos de la política, de lo social, de lo económico, nuestro mundo personal, sexual, familiar y  profesional.

Añade luego el P. Kavanaugh, que no puede ser sencilla una  encíclica que trata sobre la integración de la fe con todos los aspectos de nuestra vida, es decir que se enfrenta a la aplicación de la teología (de la doctrina), a nuestra vida diaria. Pero si escogemos lo que aceptamos y lo que rechazamos según nuestras inclinaciones, lo que hacemos es mutilar el Evangelio y fragmentar la verdad.  Tenemos que ser cuidadosos en ese tipo de selección de lo que aceptamos o rechazamos, porque así perdemos la visión integradora de la doctrina que se nos enseña. Hoy no es raro que algunos escojan lo que aceptan o rechazan de las enseñanzas del Evangelio y sobre todo, del Papa. Algunos tranquilizan su conciencia, creyendo que así hacen uso de la libertad que Dios nos dio. En su propio perjuicio, lo que les sucede es que así se encierran y atascan en su propio pensamiento. Y no tenemos el don de la infalibilidad.

Sojourners”, un movimiento ecumémico por la justicia social

Termino hoy con un hecho positivo. Hay en los Estados Unidos un movimiento ecuménico que trabaja por la justicia social y que dirige Jim Wallis, muy conocido en los medios de comunicación de ese país.[3] Este señor, se dio a conocer por sus campañas por la justicia social y vio la crisis económica mundial como una oportunidad para dirigir la atención de la gente, a que, como creyentes y como nación,  se comprendiera que hay que volver a descubrir los valores necesarios, no sólo para salir de la crisis económica, sino para lograr que el recobrarse de la crisis fuera dentro de la ética, porque el mundo de la economía necesita una brújula moral.

Jim Wallis fue invitado a asistir al foro económico mundial en  Davos,  Suiza, en enero de 2009. Cuenta él, que todas las mañanas, durante las reuniones de ese selecto grupo de presidentes y jefes de estado, la cadena CNN entrevistaba a un grupo de ellos y les hacía  la misma pregunta: ¿Cuándo terminará esta crisis? Y el conductor del programa escribía en un tablero el año que cada uno predecía: 2009, 2010, 2011, 2012… Todos los participantes en ese foro desayunaban viendo ese foro en la TV.

En una desacostumbrada sesión plenaria del foro, que se tituló “Los Valores detrás del capitalismo de mercados”, frente a esos magnates del capitalismo mundial, Jim Wallis se atrevió a exponer que la cadena CNN estaba haciendo la pregunta incorrecta. Que, claro todos queremos saber cuándo terminará la crisis, pero la pregunta importante es “Cómo nos cambiará a nosotros, esta crisis?”

Bueno, el desenlace de esta historia dejémosla para la próxima entrega.

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Benedicto XVI en la audiencia general del 8 de julio de 2009.

[2] AMERICA “Proofreadig  the Pope”, por John F. Kavanaugh, S.J., 0ctubre 12, 2009

[3] Cf WEB página de Sojourners.com y el libro de Jim Wallis “Rediscovering VALUES on Wall Street, Main Street, and your Street, A Moral Compass for the New Economy, Howard Books, 2010.

Reflexión 202- Caritas in veritate Cap. III, 39-40

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El atrevimiento de la Iglesia de aconsejar sobre el manejo de la economía

En un mundo globalizado, en el cual es la economía de mercado, – el capitalismo, – que tiene como una de sus bases la búsqueda del lucro, es novedoso que la Iglesia afirme que sea necesario dar forma y organización a iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, quieren ir más allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en sí mismo.  

 Que la Iglesia dé orientación sobre cómo manejar la economía puede parecer un atrevimiento. Benedicto XVI en el N° 38 de Caritas in veritate afirma que además de aplicar las justicias conmutativa (la que rige los contratos entre particulares) y la distributiva (la que ordena la distribución equitativa de los bienes y las cargas), en la vida económica se debe abrir campo a la lógica de la fraternidad, a la del amor, lógica que no está interesada sólo en ganar sino que está dispuesta a dar gratuitamente, porque su único objetivo en los negocios no es sólo ganar.  A eso lo llama el Papa civilizar la economía, es volverla más humana: invitarla a que no se contente con ser justa, que tenga sentimientos fraternos. 

Repensar la teoría económica del capitalismo

La reflexión anterior la dedicamos a la necesidad de repensar la teoría económica del capitalismo en búsqueda de un nuevo camino, inyectando a esa teoría el ingrediente de la actitud abierta al don. Aunque el capitalismo tenga elementos positivos como el respeto a la libertad y la democracia, es muy cerrado en su orientación exclusiva al objetivo de conseguir ganancias, sin que le interese hacer un esfuerzo para que todos tengan la oportunidad de beneficiarse de los bienes que el Creador puso para todos en el universo. El capitalismo es cerrado a sus intereses solamente.

Por eso Caritas in veritate afirma que no es suficiente que la economía cree riqueza  y que la política se encargue de distribuirla con justicia, sino que también hay que abrir campo al pensamiento cristiano, el de la actitud abierta a dar gratuitamente, que va más allá de lo que ordenen la técnica y las leyes justas que buscan regular la redistribución de las riquezas. La dignidad de la persona humana orienta el pensamiento social de la iglesia, lo mismo que la solidaridad, que emana del amor cristiano. Parece difícil lograr una transformación del capitalismo de manera que no piense sólo en incrementar sus bienes sino en compartirlos. Ese es el mensaje de Benedicto XVI, y puede ser difícil de aceptar, pero van abriendo el camino los capitalistas que manejan sus negocios con sentido de fraternidad. Los hay.

 Un modelo de economía de mercados que incluya a todos

En el N° 39 de Caritas in veritate se nos remite de nuevo al pensamiento de Pablo VI en Populorum progressio, donde pide la creación de un modelo de economía de mercado que sea capaz de incluir a todos los pueblos y no sólo a los particularmente dotados. Vemos cómo hoy seguimos sujetos a los convenios comerciales, los llamados TLC, según el interés de los países más fuertes: se aprueban cuando y como a ellos les conviene.

¿Independencia entre el Estado y los mercados?

 Nos decía Pablo VI que, cuando el mercado y el gobierno mantienen de modo independiente el monopolio de sus respectivos ámbitos de influencia, se pierde la solidaridad en las relaciones entre los ciudadanos, la participación y el sentido de pertenencia, lo mismo que las acciones inspiradas por la gratuidad.

Así sucede; la empresa privada suele ser muy celosa del manejo de sus reglas del juego. Quiere conservar el monopolio de su campo de influencia. Si no, veamos lo difícil que se vuelve para el gobierno convencer a los Bancos de la necesidad de rebajar sus cobros por los servicios. Eso se califica de un intervencionismo indeseable. Otro ejemplo de la actitud independentista tanto del mercado como del gobierno es la imposibilidad práctica de convenir de común acuerdo el aumento anual del salario mínimo.

Nos dice Benedicto XVI que para vencer el subdesarrollo no es suficiente que en las transacciones comerciales se observe la justicia conmutativa y que los gobiernos emprendan acciones de bienestar social para, de esa manera aplicar la justicia distributiva, sino que se requiere que el mundo económico se abra a las formas de actividad económica que se caractericen por la gratuidad y la comunión.

Caigamos en la cuenta de que las actividades de seguridad social deberían ser un modo de aplicar la justicia distributiva. En el mundo, dominado por la ambición de ganar, del lucro, el cuidado de la salud, por ejemplo, se convirtió en una oportunidad más de negocios orientados al lucro, no en una manera de distribuir equitativamente los bienes, en este caso el acceso a la salud. Los costos de los servicios financieros solían ser  moderados, pero han venido a ser una de las fuentes más seguras de lucro para los Bancos. Leamos las palabras del Papa en el N° 39 de Caritas in veritate:

Después de la Rerum novarum, un paso más adelante

39. Pablo VI pedía en la Populorum progressio que se llegase a un modelo de economía de mercado capaz de incluir, al menos tendencialmente, a todos los pueblos, y no solamente a los particularmente dotados. Pedía un compromiso para promover un mundo más humano para todos, un mundo «en donde todos tengan que dar y recibir, sin que el progreso de los unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros»[1]. Así, extendía al plano universal las mismas exigencias y aspiraciones de la Rerum novarum, escrita como consecuencia de la revolución industrial, cuando se afirmó por primera vez la idea —seguramente avanzada para aquel tiempo— de que el orden civil, para sostenerse, necesitaba la intervención redistributiva del Estado. Hoy, esta visión de la Rerum novarum, además de puesta en crisis por los procesos de apertura de los mercados y de las sociedades, se muestra incompleta para satisfacer las exigencias de una economía plenamente humana. Lo que la doctrina de la Iglesia ha sostenido siempre, partiendo de su visión del hombre y de la sociedad, es necesario también hoy para las dinámicas características de la globalización.

Cuando la lógica del mercado y la lógica del Estado se ponen de acuerdo para mantener el monopolio de sus respectivos ámbitos de influencia, se debilita a la larga la solidaridad en las relaciones entre los ciudadanos, la participación, el sentido de pertenencia y el obrar gratuitamente, que no se identifican con el «dar para tener», propio de la lógica de la compraventa, ni con el «dar por deber», propio de la lógica de las intervenciones públicas, que el Estado impone por ley.

Nos dijo el Papa que no es suficiente para promover un mundo más humano para todos, que se practique la justicia en las transacciones comerciales ni que el Estado intervenga con programas de asistencia social, sino que se necesita una actitud general, de todos,  a estar abiertos a la generosidad, a dar sin esperar una ganancia económica. Sigamos la lectura de la última parte del N° 39:

Las actitudes gratuitas no se pueden prescribir por ley

La victoria sobre el subdesarrollo requiere actuar no sólo en la mejora de las transacciones basadas en la compraventa, o en las transferencias de las estructuras asistenciales de carácter público, sino sobre todo en la apertura progresiva en el contexto mundial a formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión. El binomio exclusivo mercado-Estado corroe la sociabilidad, mientras que las formas de economía solidaria, que encuentran su mejor terreno en la sociedad civil aunque no se reducen a ella, crean sociabilidad. El mercado de la gratuidad no existe y las actitudes gratuitas no se pueden prescribir por ley. Sin embargo, tanto el mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas al don recíproco.

Las últimas líneas del N° 39 nos indican que sin un cambio interior de las personas que se dedican al mercado y a la política no se podrá avanzar en el desarrollo integral, en el que tengamos cabida todos. Leámoslas de nuevo: El mercado de la gratuidad no existe y las actitudes gratuitas no se pueden prescribir por ley. Sin embargo, tanto el mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas al don recíproco. Para que todos cambiemos de manera de pensar y no dirijamos nuestra vida sólo por el camino de buscar siempre y sólo el lucro, se requiere la conversión. La actitud de apertura al don, a la fraternidad no se consigue con una nueva ley ni con un discurso político.

Caridad en la verdad: su profundo sentido

A medida que avanzamos en el estudio de la encíclica social Caridad en la verdad, estamos mejor preparados para comprender el sentido profundo del nombre mismo de este documento: caridad en la verdad. En la audiencia del miércoles 8 de julio de 2009, al día siguiente de la publicación de la encíclica, Benedicto XVI explicó el espíritu de su nueva encíclica, que no pretende ofrecer soluciones técnicas a la crisis económica y financiera mundial, sino una orientación en la que conjuga el mensaje de la fe y de la razón, es decir,  de la caridad, base cristiana fundamental del trato de amor a nuestros semejantes y de la verdad, que la persona humana persigue con la razón.

Nos dijo entonces el Santo Padre, que la principal fuerza impulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de toda la humanidad es la caridad en la verdad y que en torno a este principio de la caridad en la verdad, gira toda la DSI. Algunas de sus palabras fueron:

Sólo con la caridad, iluminada por la razón y por la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un valor humano y humanizador.

La justicia y el amor son inseparables

Mostró también el Papa en esa audiencia, la relación de la caridad con la justicia con estas palabras: La justicia es parte de ese amor “con los hechos y en la verdad (1 Jn 3,18), a la que exhorta el apóstol Juan. Estas palabras del Papa las estudiamos ya en los números 6 y 7 de la encíclica. No puede uno decir que ama a alguien si no es justo con él. El amor y la justicia van juntos. Si cometemos una injusticia, faltamos también al mandato de amar al prójimo.

Como Benedicto XVI lo dijo en la citada audiencia del 8 de julio de 2009, la encíclica nos invita a una seria reflexión sobre el sentido mismo de la economía y sobre sus finalidades. Nos dijo entonces que esa seria reflexión

Lo exige el estado de salud ecológica del planeta; lo pide la crisis cultural y moral del hombre que aparece con evidencia en cada lugar del globo. La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; necesita recuperar la importante contribución del principio de gratuidad y de la “lógica del don” en la economía de mercado, en el que la regla no puede ser el provecho propio. Pero esto  sólo es  posible únicamente gracias al compromiso de todos, economistas y políticos, productores y consumidores, y presupone una formación de las conciencias que dé fuerza a los criterios morales en la elaboración de los proyectos políticos y económicos.

El papel de la fe para lograr la justicia y la paz

Ese compromiso de todos, que presupone una formación de las conciencias, lleva consigo una conversión, un cambio en la manera de pensar y en el actuar. No se puede esperar la conversión de todo el mundo para que al fin en todas las naciones reinen la justicia y la paz, pero sin duda que el diálogo entre la fe y la razón ayuda a que este objetivo se consiga. El papel de la religión es muy positivo, a pesar de la alergia contra ella que pareciera infectar a muchos de nuestros contemporáneos y de las persecuciones que continúan en algunos países. Ese papel positivo de la fe lo expresa así el Papa en la audiencia del 8 de julio de 2009 que venimos citando:

La humanidad es una sola familia y el diálogo fecundo entre fe y razón no puede más que enriquecerla, haciendo más eficaz la obra de la caridad en lo social, constituyendo además el marco apropiado para incentivar la colaboración entre creyentes y no creyentes, en la perspectiva compartida de trabajar por la justicia y la paz en  el mundo.

La caridad iluminada por la razón y la fe

¿Cómo lograr que el mundo busque los objetivos de desarrollo con un valor humano y humanizador, que afirma el Papa sólo se pueden conseguir con la caridad, iluminada por la razón y por la fe, sino con un cambio de mentalidad, que nos induzca a no buscar sólo lo material? En esa misma audiencia dijo también Benedicto XVI:

El Evangelio nos recuerda que no sólo de pan vive el hombre: no sólo con bienes materiales se puede satisfacer la profunda sed de su corazón. El horizonte del hombre es indudablemente más alto y más vasto; por esto todo programa de desarrollo debe tener presente, junto a lo material, el crecimiento espiritual de la persona humana, que está dotada de alma y cuerpo. Este es el desarrollo integral, al que constantemente se refiere la doctrina social de la Iglesia, desarrollo que tiene su criterio orientador en la fuerza propulsora de la “caridad en la verdad”.

Necesidad de la gracia para que se produzca el cambio de mentalidad

Cuando Benedicto XVI expone su pensamiento, que nos puede parecer utópico, es consciente de la necesidad de la intervención de la gracia para que se produzca ese cambio en la mentalidad del ser humano y de la necesidad de que los políticos y gobernantes católicos obren de manera coherente con su fe. Estas fueron sus palabras:

(…) oremos para que también esta encíclica pueda ayudar a la humanidad a sentirse una única familia comprometida en realizar un mundo de justicia y de paz. Oremos para que los creyentes que trabajan en los sectores de la economía y de la política, adviertan cuán importante es la coherencia de su testimonio evangélico en el servicio que ofrecen a la sociedad.

Un número dedicado a la empresa y a la gerencia

Vamos ahora al N° 40 de Caritas in veritate. Es un número dedicado a la empresa y a la gerencia. Nos dijo antes el Papa que se requiere que todos aceptemos el principio de gratuidad y de la “lógica del don” en la economía de mercado, en el que la regla no puede ser el provecho propio. Pero esto  sólo es  posible únicamente gracias al compromiso de todos, economistas y políticos, productores y consumidores, y presupone una formación de las conciencias que dé fuerza a los criterios morales en la elaboración de los proyectos políticos y económicos. Habíamos considerado que se necesita un cambio de mentalidad de todos, ahora la encíclica se refiere en particular a la empresa.

Se requieren cambios profundos en el modo de entender la empresa

 Empieza el Papa por afirmar que se requieren cambios profundos en el modo de entender la empresa. No hay duda de que en la era de la globalización de los negocios, las empresas están sufriendo cambios muy grandes. El de la encíclica Caridad en la verdad es un enfoque muy moderno que tiene en cuenta las apreciaciones que se exponen y se siguen discutiendo hoy en las escuelas de administración de empresas y entre los teóricos de la economía. Una posición que se presentó hace ya varios años, pero sigue siendo actual, es el de que las empresas no pueden manejarse sólo teniendo en cuenta los intereses de sus propietarios, sino que se deben tener cuenta los intereses de la comunidad local.

No hay unanimidad en los teóricos académicos sobre este tema, de manera que el Papa toca en la encíclica algo que está hoy en el pensamiento de los dueños de las empresas, de los administradores y de los académicos.

En un programa anterior tratamos sobre la diferencia entre los dueños del capital de la empresa, es decir de los accionistas, los llamados share holders, en la jerga de los administradores, y los stake holders, que son todos los demás que tienen algún interés en la empresa, aunque no sean accionistas. En este grupo se incluyen los trabajadores de todos los niveles de la compañía, los proveedores, los distribuidores, los compradores o consumidores y la comunidad local donde esté localizada la empresa. Es un tema muy actual al que dedicaremos más espacio en la próxima reflexión. Terminemos hoy con un resumen del N° 40 de Caritas in veritate.

El tema que expone Benedicto XVI en este N° es que el contexto económico internacional actual requiere una nueva forma de entender la empresa. Explica a qué se refiere:

-Advierte la encíclica sobre el riesgo que se corre, si la empresa se orienta exclusivamente a responder a las expectativas de los inversionistas, sin tener en cuenta su dimensión social, porque debido al crecimiento,  necesita que se le  inyecten capitales frescos y cada vez son menos las empresas que pueden depender de un solo dueño y que puedan reducir su actividad sólo a un territorio.

-Además, por no estar localizada la empresa en un solo territorio, los empresarios empiezan a sentir menos la responsabilidad con la sociedad y se dedican sólo a atender los intereses de los accionistas que no están sujetos a un solo territorio.

-Se piensa cada vez más que la administración de las empresas debe asumir responsabilidades frente a todos los que contribuyen en alguna forma a la empresa. Es decir los que se llaman ahora stakeholders.

-Eso significa que los dueños de las empresas deben considerar el impacto que sus negocios pueden tener en los involucrados (en los stakeholders), entre los cuales tiene un papel muy importante la comunidad local.

-Añade el Papa que se debe evitar la inversión financiera especulativa que persigue ante todo un beneficio inmediato, sin tener en cuenta la sostenibilidad de la empresa a largo plazo.

-La encíclica considera equivocada la utilización de lo que se llama “outsourcing” o también “tercerización”, – la encíclica habla de la “deslocalización”, que se refiere al sacar de la empresa la producción de bienes o servicios y entregarlos a terceros, especialmente fuera del territorio, con la única intención de explotar sin aportar a la sociedad local.

Como vemos pareciera que son temas muy técnicos y podríamos preguntarnos por qué la DSI interviene en esos temas si su intención no es ofrecer soluciones técnicas. Vamos luego a ver que las observaciones sobre temas que pueden parecer técnicos no se enfocan a mirar si son correctos técnicamente, sino desde el punto de vista de la justicia y de la caridad, de la caridad en la verdad. 


[1] Cf Populorum progressio, 44

Reflexión 201- Caritas in veritate Cap. III, 37-38

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Caritas in veritate retoma Populorum Progressio para actualizar sus enseñanzas

Continuemos ahora el estudio del capítulo tercero de la encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad, de Benedicto XVI. Este capítulo tercero tiene como título Fraternidad, Desarrollo Económico y Sociedad Civil. Tengamos presente que esta encíclica fue escrita para conmemorar los 40 años de la encíclica Populorum progressio, sobre el desarrollo de los pueblos, de Pablo VI. Como escribió Benedicto XVI en la introducción de Caritas in veritate, quiso con esta encíclica Caritas in veritaterendir homenaje y honrar la memoria del gran Pontífice Pablo VI, retomando sus enseñanzas sobre el desarrollo humano integral y siguiendo la ruta que (esas enseñanzas) han trazado, para actualizarlas en nuestros días.”

Papel del estado y de la sociedad civil en los nuevos escenarios de la economía globalizada

Leamos N° 37. Recordemos que en los números anteriores se trató sobre la justicia social, diferenciándola de las justicias conmutativa y distributiva. Como vimos, la justicia social está directamente relacionada con el bien común, mientras que la justicia conmutativa regula las relaciones entre particulares y la distributiva se refiere específicamente a la obligación de la autoridad, de distribuir equitativamente los bienes y las cargas entre sus subordinados. La encíclica Caridad en la verdad se enfoca en este capítulo al papel del estado y de la sociedad civil en los nuevos escenarios de la economía globalizada. Ya nos había dejado claro en el N° 36,  el papel central que debe ocupar el bien común en las decisiones de orden económico, decisiones que según eso, no pueden ser exclusivamente técnicas, sino que deben estar orientadas por la conciencia, por la moral. Este punto es, por ejemplo, muy aplicable a la decisión del salario mínimo, en el caso colombiano. No se puede decidir sólo por razones técnicas.

Especial importancia tiene en la encíclica, que la consecución del desarrollo integral no depende sólo de la  aplicación técnica de la economía y de la justicia, sino que es necesario aplicar el amor. Es un concepto que los materialistas no pueden entender: que Benedicto XVI proclame en Caritas in veritate que es necesario aplicar la lógica del amor, que encierra la actitud de estar dispuestos al don, a dar algo gratuitamente. Los materialistas no pueden entender que, como lo dijo el matemático, físico y filósofo francés Blas Pascal, el corazón tiene razones que la razón desconoce.

Tengamos muy presente esas ideas de Benedicto XVI que nos recuerdan que la caridad, la ética en los negocios y la generosidad que se manifiesta en la capacidad de darse, es el camino del verdadero desarrollo. Volvamos a leer las palabras del Papa en el N° 36 de Caritas in veritate:

El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo.

La justicia se debe aplicar en toda actividad  económica

Avancemos ahora al N° 37,[1] en el cual  enseña la encíclica Caridad en la verdad que la justicia se debe aplicar en toda la actividad económica, de manera que:

-Es un error afirmar que la actividad económica se debe orientar primero a crear riqueza y que más adelante, cuando la riqueza haya crecido, se podrá distribuir. Es éste un punto interesante, porque es común escuchar que hay que hacer crecer la torta primero para luego repartirla. Cuando se trata de pobreza extrema, de gente que no tiene ni siquiera qué comer, hay que hacer algo con los bienes que ya están disponibles, porque la situación de hambre no da espera hasta que esos bienes aumenten más para repartir. No es justo pedir a los que pasan hambre, que esperen a que los demás, que ya tenemos medios de sustento, mejoremos nuestra situación para solucionar su pobreza. Claro que hay que trabajar por el crecimiento de la economía, – es decir el crecimiento de la torta,- para que haya más bienes qué compartir, pero mientras haya necesidades urgentes hay que atenderlas. Conviene hacer lo uno sin desatender lo otro.

-Nos dice también Caritas in veritate, que en el mercado se debe crear espacio para actividades que no se destinen principalmente al lucro. Algunos empresarios con mentalidad de justicia social lo hacen en sus organizaciones y no miden todo lo que hacen sólo por el beneficio económico que les reportan, de manera que el lucro no es el único criterio para medir su utilidad. Otros en cambio, persiguen en todo sólo el beneficio económico, y si alguna actividad no reporta ganancias, antes de eliminarla ni siquiera estudian si esa actividad produce un significativo beneficio social. Esto lo comprendemos con un ejemplo real, como el de la eliminación de las emisoras culturales que pertenecieron a cadenas comerciales: se cerraron y en su lugar funcionan ahora emisoras de música puramente popular, porque  producen más dinero que las de la llamada música culta. El criterio para mantener las emisoras culturales para las cadenas comerciales es sólo si producen por lo menos iguales ganancias que las emisoras populares.

El ejemplo de Radio María

El ejemplo de Radio María en el mundo es distinto. La Familia Mundial de Radio María es una muestra viva de que es posible ejercitar la labor evangelizadora sin ningún interés económico, sostenida por la Divina Providencia a través de la generosidad de sus fieles radioyentes. Las emisoras culturales de algunas universidades demuestran también que pueden existir sin que el beneficio económico sea su principal o único objetivo.

– Otra idea que nos expone el N° 37 de Caritas in veritate, es que en la era de la globalización en que nos movemos hoy, hay distintos modelos competitivos, según las diversas culturas; en los intercambios comerciales entre esas diversas modalidades debe regir la justicia conmutativa, la de los contratos, la que dirige las relaciones entre particulares. En eso ha fallado, por ejemplo, el intercambio comercial con nuestros vecinos de Venezuela, en que los exportadores colombianos se han visto perjudicados por las dificultades de tipo político, para que les paguen oportunamente.

Siempre debe haber lugar para la lógica del amor

En todo momento la economía tiene que ver con el hombre y sus derechos

-Naturalmente que en el desarrollo de las relaciones comerciales entre diversas culturas y naciones es necesario, además de aplicar la justicia conmutativa, también el espíritu de justicia distributiva y el del don. El amor cristiano debe estar presente siempre. Esto no se suele entender. Estas son las palabras de Caritas in veritate, en el N° 37:

La doctrina social de la Iglesia ha sostenido siempre que la justicia afecta a todas las fases de la actividad económica, porque en todo momento tiene que ver con el hombre y con sus derechos. La obtención de recursos, la financiación, la producción, el consumo y todas las fases del proceso económico tienen ineludiblemente implicaciones morales. Así, toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral. Lo confirman las ciencias sociales y las tendencias de la economía contemporánea. Hace algún tiempo, tal vez se podía confiar primero a la economía la producción de riqueza y asignar después a la política la tarea de su distribución. Hoy resulta más difícil, dado que las actividades económicas no se limitan a territorios definidos, mientras que las autoridades gubernativas siguen siendo sobre todo locales. Además, las normas de justicia deben ser respetadas desde el principio y durante el proceso económico, y no sólo después o colateralmente. Para eso es necesario que en el mercado se dé cabida a actividades económicas de sujetos que optan libremente por ejercer su gestión movidos por principios distintos al del mero beneficio, sin renunciar por ello a producir valor económico. Muchos planteamientos económicos provenientes de iniciativas religiosas y laicas demuestran que esto es realmente posible.

La economía globalizada necesita también la lógica de la política y la lógica del don sin contrapartida

En la época de la globalización, la economía refleja modelos competitivos vinculados a culturas muy diversas entre sí. El comportamiento económico y empresarial que se desprende / tiene en común principalmente el respeto de la justicia conmutativa. Indudablemente, la vida económica tiene necesidad del contrato para regular las relaciones de intercambio entre valores equivalentes. Pero necesita igualmente leyes justas y formas de redistribución guiadas por la política, además de obras caracterizadas por el espíritu del don. La economía globalizada parece privilegiar la primera lógica, la del intercambio contractual, pero directa o indirectamente demuestra que necesita a las otras dos, la lógica de la política y la lógica del don sin contrapartida.

Sin duda, uno de los obstáculos para la aplicación de una política económica de orientación cristiana, es que ningún país se puede manejar aislado de las corrientes económicas de los demás países. El mercado es global, mundial, lo cual quiere decir que no hay normas para mercados sólo locales, sin que se sienta la influencia de mercados que geográficamente pueden estar alejados, como China, en nuestro caso, pero que fácilmente influyen en nuestro mercado local. Las políticas de las economías más fuertes arrastran a las de los países que comercian con ellos.

La evangelización se requiere para que la economía se maneje, no sólo con criterios técnicos sino con la lógica del Evangelio. No es fácil llegar con la luz del Evangelio a todo el mundo. La mies es mucha y los obreros pocos. De ahí la importancia de la correcta utilización de los medios de comunicación masivos en la evangelización.

El desarrollo integral no es únicamente una función de la economía

Hay que abrir campo también al pensamiento cristiano

En el N° 38, Caritas in veritate amplía estas ideas sobre el desarrollo integral, que no es únicamente una función de la economía, que se encarga de crear riqueza para que luego el sistema político se encargue de distribuirla con justicia. Hay que abrir campo también al pensamiento cristiano, el de la actitud abierta a dar gratuitamente, que va más allá de lo que ordenen la técnica y las leyes justas que buscan regular la redistribución de las riquezas. La dignidad de la persona humana orienta el pensamiento social de la iglesia.

El Papa Juan Pablo II en su encíclica Centesimus annus, escrita para conmemorar los cien años de Rerum novarum, de León XIII, vio a la sociedad civil como un escenario adecuado para desarrollar una economía de la gratuidad y de la fraternidad, pero eso no quiere decir que el mercado mismo y el Estado no dejen lugar para esa economía de enfoque humano.

Caritas in veritate nos enseña que en la era de la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes económicos.

Cuando se habla de ser solidarios debemos entender que eso significa que nos debemos sentir, de verdad, todos responsables de todos, y no debemos descargar en el Estado toda la responsabilidad. Este criterio lo podemos entender muy bien en la emergencia que el país sufre por las inundaciones. Se necesita el apoyo de cada uno de nosotros, según nuestras posibilidades, además de la acción decidida y ordenada del Estado.

Cómo NO ayudar

Sea esta la oportunidad para llamar la atención sobre el modo de ayudar en estos casos. Entidades como la Cruz Roja han visto entorpecida su labor por la entrega que algunas personas le hacen de objetos inservibles: ropa usada en mal estado, prendas inútiles, como corbatas y pelucas. Como si algunas personas hubieran aprovechado la oportunidad para deshacerse de objetos que les estorbaban en la casa. Eso no está bien. En vez de un bien han hecho un daño.

Volviendo al tema de la gratuidad, la encíclica afirma que sin hacer efectiva la actitud de estar dispuestos a dar sin recibir el pago que se consideraría adecuado según las reglas del mercado, sin esa actitud fraterna de dar, no sólo de vender, no se alcanza ni siquiera la verdadera justicia. Y añade que es necesario que existan empresas con un pensamiento social, que no sólo persigan el lucro. De ahí la necesidad de dar forma, de organizar iniciativas económicas que, sin renunciar a las justas ganancias, estén dispuestas a ir más allá del lucro como fin en sí mismo. Muchos piensan sin duda que esos son sueños imposibles, pero de hecho sí existen personas, dueñas de empresas, que las administran con pensamiento social, sin renunciar a las ganancias justas.

Con esas observaciones, leamos el texto mismo del N° 38 de Caridad en la verdad. Recordemos las últimas líneas del N°37, para que entendamos lo que sigue. Así termina el N° 37: La economía globalizada parece privilegiar la primera lógica, la del intercambio contractual, pero directa o indirectamente demuestra que necesita a las otras dos, la lógica de la política y la lógica del don sin contrapartida. Ahora el N° 38:

En la Centesimus annus, mi predecesor Juan Pablo II señaló esta problemática al advertir la necesidad de un sistema basado en tres instancias: el mercado, el Estado y la sociedad civil[2]. Consideró que la sociedad civil era el ámbito más apropiado para una economía de la gratuidad y de la fraternidad, sin negarla en los otros dos ámbitos. Hoy podemos decir que la vida económica debe ser comprendida como una realidad de múltiples dimensiones: en todas ellas, aunque en medida diferente y con modalidades específicas, debe haber respeto a la reciprocidad fraterna. En la época de la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes. Se trata, en definitiva, de una forma concreta y profunda de democracia económica. La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos[3]; por tanto no se la puede dejar solamente en manos del Estado. Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia.

Se requiere, por tanto, un mercado en el cual puedan operar libremente, con igualdad de oportunidades, empresas que persiguen fines institucionales diversos. Junto a la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, deben poderse establecer y desenvolver aquellas organizaciones productivas que persiguen fines mutualistas y sociales. De su recíproca interacción en el mercado se puede esperar una especie de combinación entre los comportamientos de empresa y, con ella, una atención más sensible a una civilización de la economía. En este caso, caridad en la verdad significa la necesidad de dar forma y organización a las iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, quieren ir más allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en sí mismo.

¿Son caducos el capitalismo y el socialismo marxista?

Las reflexiones que inspira la encíclica Caridad en la verdad pueden ser una fuente muy profunda de ideas renovadoras, para los economistas cristianos que tienen responsabilidad en la orientación del mundo en estos momentos cruciales. Cuando la crisis económica y financiera estalló en los países más desarrollados, surgieron inquietudes sobre si era el momento de buscar un sustituto del  capitalismo que parecía haber llegado al punto de incompetencia. Antes el socialismo marxista había demostrado su fracaso, después de muchos años de ejercicio, utilizando incluso la violencia para imponerse. Parece que ahora los dos sistemas se unen para pedir mayor creatividad a los expertos que deben buscar un nuevo camino.[4]

El capitalismo tiene la búsqueda del lucro, de la ganancia, como uno de sus elementos esenciales. Ahora, Benedicto XVI en Caridad en la verdad insta al mundo a inyectar a las teorías económicas un nuevo ingrediente, una motivación que no sea sólo el lucro, sino la actitud del don. Para que esto sea posible se necesita  un nuevo tipo de empresarios, una empresa distinta, una sociedad nueva, en la que la gente esté motivada por razones superiores a las ganancias. No es tarea fácil, a la mayoría de la gente le parecerá una idea utópica, si no descabellada. El pensamiento general es el de la ganancia, el de no perder ninguna oportunidad de ganar dinero.

La economía de mercado tiene elementos positivos, pero…

Las graves crisis por las que está atravesando el mundo, crisis que tocan lo mismo al medio ambiente que a las finanzas y a la situación de desocupación, a la que no se encuentra solución efectiva; crisis que está también contagiada de la violencia terrorista, nos debería poner a pensar seriamente, no por motivos políticos, ideológicos, que ya no es adecuado el actual modelo económico que dirige al mundo desde algo así como dos siglos. La economía de mercado, que es como se llama al capitalismo, tiene elementos positivos como el respeto a la libertad y a la democracia, pero requiere evolucionar hacia formas en que no sólo algunos, sino todos los seres que habitamos este planeta tengamos la oportunidad de disfrutar de los bienes que el Creador entregó para todos.


[1] En estas reflexiones sobre Caritas in veritate véase el resumen de la encíclica del “Center of Concern”, publicado en español por www.instituto-social-leonxiii.org

[2] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 35

[3] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 38

[4] Cf “Más allá del Capitalismo”, en Ciudad Nueva, http://www.ciudadnueva.org.ar/areas-tematicas/economia

Reflexión 200, Enero 13, 2011, Caritas in veritate Cap. 3, N° 35-36

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Nuestra misión como cristianos: Reflexión al comenzar 2011

La liturgia del tiempo de Navidad nos da enseñanzas muy bellas sobre la misión del cristiano, que no es otra que continuar la que Jesús, Hijo de Dios, vino a cumplir al hacerse uno de nosotros. Jesús nació en la humildad y en la oscuridad de un pesebre, pero no para quedarse escondido. Él llegó como la luz del mundo y un día nos enseñará que no se enciende una luz para ocultarla, sino que se pone en lo alto para que ilumine a todos (Mt 5,15).

La llegada de Jesús la anunció el Padre a los pastores de los vecinos campos de Belén, que luego de encontrarlo corrieron a divulgar la buena noticia. Dice San Lucas que todos se maravillaban de lo que los pastores les contaban (Lc 2,18). También comunicó el Señor la buena noticia del nacimiento del Salvador a los pueblos lejanos: unos sabios de oriente, atentos a las señales del cielo, supieron leer la buena noticia en el lenguaje de las estrellas. En la fiesta de la Epifanía celebramos la Luz que se encendió para iluminar a todas las naciones de la tierra.

El domingo pasado, en la celebración del Bautismo de Jesús en el Jordán, la liturgia de la Iglesia nos muestra lo que podríamos llamar el lanzamiento al mundo de la misión de Jesús. El Padre lo proclama ante el mundo con las palabras Este es mi Hijo amado en quien me complazco” (Mt 3,17). Se cumplieron allí las palabras de Isaías en el Canto Primero del Siervo de Yahvé (Cap. 42):

 He aquí a mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido, al que escogí con gusto. He puesto mi Espíritu sobre él, y hará que la justicia llegue a las naciones. (…)Yo, Yahvé, te he llamado para cumplir mi justicia, te he formado y tomado de la mano, te he destinado para que unas a mi pueblo y seas luz para todas las naciones.

 

El lanzamiento al mundo de la misión de Jesús 

 En su libro Jesús de Nazaret, el Papa Ratzinger nos dice que con la descripción del descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su bautismo, se anuncia que él es el Mesías, el Ungido esperado; que en aquella hora se  concedió formalmente a Jesús la dignidad de rey y  sacerdote para la historia y ante Israel. Desde aquel momento, Jesús queda investido de esa misión, dice. (Cf Jesús de Nazaret, 2, Las Tentaciones de Jesús).

Para reflexionar sobre nuestra misión como cristianos, es interesante considerar la manifestación de la Trinidad en el bautismo de Jesús: el Padre que presenta a su Hijo al mundo como el Mesías, el Hijo que dice a Juan Bautista que quiere ser bautizado para cumplir toda justicia –  y el Espíritu Santo que desciende sobre él. Según la interpretación judía de la palabra justicia en la época de Jesús, – justicia era la aceptación plena de la voluntad del hombre a la voluntad de Dios.[1] Jesús quería ser bautizado por Juan para cumplir toda justicia, es decir para cumplir la voluntad del Padre que lo había enviado.

Sin ningún mérito, fuimos elegidos, ungidos y enviados

¿Por qué tener en cuenta la aparición de la Trinidad cuando se presenta al mundo la misión de Jesús, al considerar nuestra misión como cristianos? Es suficiente que recordemos las palabras de Jesús cuando el Resucitado, Jesús el Hijo amado, el Ungido, enviado como Salvador, envía a sus discípulos a evangelizar al mundo: Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt 28, 19). Reconozcamos con humildad,  que por nuestro bautismo somos predilectos; sin ningún mérito, en nuestro caso, fuimos elegidos, ungidos, y enviados. Esa es la verdad y el profundo significado  de nuestras vidas como bautizados, como cristianos.

Nos envía pues, el Señor a ser testigos de lo que nos ha comunicado con la fe y de la experiencia de su amor que hemos vivido. Ser testigos, no sólo de palabra, sino con la vida. Recordemos que cuando Juan envió a sus discípulos a preguntar a Jesús si Él era el Mesías esperado, la respuesta del Señor fue: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído… (Lc, 722). Testigos ante los demás con nuestras palabras y nuestras obras.

En la liturgia del próximo domingo, el segundo (A), del tiempo ordinario, San Juan Bautista afirma que él anuncia lo que ha visto: “Yo presencié cómo el Espíritu descendía del cielo como paloma y permanecía sobre él. Yo no lo conocía pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, es el que ha de bautizar con Espíritu Santo” (Cf Jn 1, 29-34). Para reafirmarse en lo que dijo, Juan añade que él lo vio y declara en calidad de testigo: Y yo lo he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios.

Para terminar esta consideración sobre nuestra misión de cristianos, recordemos que luego de su solemne proclamación como Mesías, antes de empezar su vida apostólica, Jesús se retiró al desierto a orar, a encontrarse con su Padre. En Getsemaní estará en profunda oración antes de someterse a la pasión y a la muerte y volverá a manifestar su entrega absoluta a la voluntad del Padre: (…) no sea como yo quiero, sino como quieras tú (Mt, 26.39).

Hacer lo que el Señor quiera debe ser nuestra decisión para este nuevo año. No lo que nosotros queramos sino lo que Él quiera. Para eso necesitamos estar unidos al Padre, para recibir de él la comprensión de su mensaje y la fuerza para perseverar en nuestra misión. Sin unión con el Señor nuestra labor será vacía, porque acabaremos haciendo nuestra voluntad y no la suya. Que Él nos acompañe siempre en esta labor que volvemos a tomar hoy.

Repasemos los N° 35 y 36 de Caritas in veritate 

En el N° 35 de Caridad en la verdad aprendimos lo que son las diversas clases de justicia que se deben cumplir en la vida, y que deben aplicarse también en los negocios: la justicia conmutativa, la justicia distributiva y la justicia social. Estudiamos ya la diferencia entre estas tres clases de justicia. Aprendimos que Justicia Conmutativa es la virtud mediante la cual nos inclinamos a dar a cada cual lo que le corresponde, respetando por ejemplo el derecho a la propiedad, cumpliendo las obligaciones de los contratos, devolviendo lo que se nos ha prestado, etc. El Santo Padre nos explica que en los negocios se entablan relaciones para intercambiar bienes y servicios y que esas relaciones se rigen por la justicia conmutativa, la que regula la relación de dar y recibir entre iguales.

Sobre la Justicia Distributiva aprendimos que, como su nombre lo indica, es la que obliga a la autoridad a distribuir equitativamente los bienes y las cargas entre sus subordinados. El Estado da trabajo y legisla sobre él; define las cargas de impuestos, da trabajo, legisla sobre salarios, sobre sistemas de salud, otorga contratos, maneja el presupuesto… En el aumento del salario mínimo a comienzos de cada año, por ejemplo, el gobierno debe cumplir con la justicia distributiva y por lo que veremos enseguida, con la justicia social.

Además de estar sometida la sociedad a las justicias conmutativa y distributiva, lo está también a la Justicia Social. 

La Justicia Social es más amplia que las justicias conmutativa y la distributiva. En los N° 52 y 53 de la encíclica Divini Redemptoris, encontramos la explicación de lo que es la Justicia Social según la DSI, cuando nos enseña Pío XI que mientras la Justicia conmutativa  regula las relaciones entre particulares, “lo propio de la justicia social (es) exigir a los individuos todo lo que es necesario para el bien común” (DR 52.)

 Ya en la encíclica Quadragesimo anno, a los 40 años de la encíclica Rerum novarum, Pío XI había incorporado el término justicia social a la DSI, cuando afirmó que la justicia social es un límite al que debe sujetarse la distribución de la riqueza en una sociedad, de modo tal que se reduzca la diferencia entre los ricos y los necesitados. En el N° 58 de Quadragesimo anno, luego de explicar  el principio regulador de la justa distribución de los bienes y de afirmar que en el aumento de los bienes y riquezas por causa del desarrollo económico-social debe quedar a salvo la común utilidad de todos, explica que se debe conservar inmune el bien común de toda la sociedad. (57) Dice Pío XI luego en el N° 58 de Quadragesimo anno:

(…) A cada cual debe dársele lo suyo en la distribución de los bienes, siendo necesario que la partición de los bienes creados(…) se ajuste a las normas del bien común o de la justicia social, pues cualquier persona sensata ve cuán gravísimo trastorno acarrea consigo esta enorme diferencia actual entre unos pocos cargados de fabulosas riquezas y la incontable multitud de los necesitados.

Como hemos visto, la DSI da una enorme importancia al bien común. En la justicia social el bien común es un elemento esencial. Ni los ricos ni los pobres pueden pretender que los bienes son sólo suyos, sin respetar los derechos de los demás. Debe primar el bien común de toda la sociedad.

Una labor no fácil del estado, es conciliar los bienes particulares de los grupos y el bien común general. Debe el estado interpretar el bien común, no necesariamente según los intereses de la mayoría sino  respetando a la vez el derecho de las minorías. Esto lo vemos en la práctica, cuando el gobierno fija por decreto el salario mínimo. Los sindicatos presentan a veces pretensiones demasiado altas y los patronos demasiado bajas.  

El salario, medio para acceder a los bienes

En la encíclica Laborem exercens (19) sobre el trabajo humano, Juan Pablo II trata el asunto del salario y nos hace comprender la importancia que tiene para el trabajador, como camino para acceder a los bienes que están destinados al uso de todos. Vale la pena que leamos algunas líneas de L.E.:

Hay que subrayar también que la justicia de un sistema socio-económico y, en todo caso, su justo funcionamiento / merecen en definitiva ser valorados según el modo como se remunera justamente el trabajo humano dentro de tal sistema. A este respecto volvemos de nuevo al primer principio de todo el ordenamiento ético-social: el principio del uso común de los bienes. En todo sistema que no tenga en cuenta las relaciones fundamentales existentes entre el capital y el trabajo, el salario, es decir, la remuneración del trabajo, sigue siendo una vía concreta, a través de la cual la gran mayoría de los hombres puede acceder a los bienes que están destinados al uso común: tanto los bienes de la naturaleza como los que son fruto de la producción. Los unos y los otros se hacen accesibles al hombre del trabajo gracias al salario que recibe como remuneración por su trabajo. De aquí que, precisamente el salario justo se convierta en todo caso en la verificación concreta de la justicia de todo el sistema socio-económico y, de todos modos, de su justo funcionamiento. No es esta la única verificación, pero es particularmente importante y es en cierto sentido la verificación clave.

¿Qué es el salario ético?

La Iglesia chilena en alguno de sus documentos habla de un salario ético, es decir de un salario que no se llama justo sólo porque ha sido acordado en un contrato entre patrono y trabajador, – eso no necesariamente lo convierte en salario justo, – sino  que salario ético sería el salario que no sólo se fija de acuerdo con la justicia conmutativa, por acuerdo entre las partes, sino que se fija de acuerdo con la justicia social, que tiene en cuenta, además de la clase de trabajo realizado, la dignidad de la persona humana que lo realiza. Cf Compendio DSI, 333).

No hay verdadero desarrollo sin crecimiento humano

 En esta época, el salario justo se debería considerar un tema fundamental en el desarrollo de las naciones. Pareciera que los dirigentes de la sociedad se preocuparan sólo por el crecimiento económico y no por el crecimiento humano de todos los ciudadanos. En todo el mundo, no sólo en Colombia, la informalización de los contratos de trabajo ha llevado a que el interés primordial sea la economía de las organizaciones, llámense empresas con o sin ánimo de lucro o entidades gubernamentales. Sólo preocupa la reducción de costos, así sea reduciendo al mismo tiempo las posibilidades de desarrollo de las personas. Difícilmente así será realidad lo que la DSI piensa sobre el trabajo. Como dice Juan Pablo II en Laborem exercens, en el N° 19, sobre la realidad del trabajo,

Aunque unido a la fatiga y al esfuerzo. El trabajo no deja de ser un bien, de modo que el hombre se desarrolla por el amor con que se entrega al trabajo.

La realidad hoy es que pretenden contratar con salarios que no   respetan su dignidad, inclusive a profesionales que han empleado años y esfuerzo intelectual y económico en su preparación.

Sin duda algunos pensarán que las empresas no pueden pagar mejores salarios si quieren progresar, que con salarios modestos o bajos se pueden aumentar los puestos de trabajo. El mundo va a tener que replantear sus objetivos, porque parece que hoy se buscara sólo el crecimiento económico y el lucro, aun a costa del deterioro de la calidad de vida de la mayoría. Eso hay que corregirlo.

Creatividad y generosidad de los economistas

No es tarea fácil encontrar una solución que conjugue los intereses de todos. Una mentalidad social del desarrollo exige creatividad y una actitud generosa. Como lo expresó Juan Pablo II en su mensaje para la jornada mundial de la paz del año 2000:

El esfuerzo de concebir y realizar proyectos económico-sociales capaces de favorecer una sociedad más justa y un mundo más humano representa un desafío difícil, pero también un deber estimulante, para todos los agentes económicos y para quienes se dedican a las ciencias económicas.[2]

¿De quién es la responsabilidad de construir el bien común?

Del Cardenal Van Thuan, vietnamita, que pagó con cárcel su fidelidad a la fe y guió sabiamente la preparación del Compendio de la DSI, son las siguientes ideas acerca del bien común:[3]

La responsabilidad del edificar el bien común compete, además de las personas particulares, también al estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política. El estado en efecto, debe garantizar cohesión, unidad y organización a la sociedad civil de la que es expresión, de modo que se pueda lograr el bien común, con la contribución de todos los ciudadanos. La persona concreta, la familia, los cuerpos intermedios no están en condiciones de alcanzar por sí mismos su pleno desarrollo, de ahí deriva la necesidad de las instituciones políticas, cuya finalidad es hacer accesibles a las personas los bienes necesarios, materiales, culturales, morales y espirituales, para gozar de una vida humana, el final de la vida social es el bien común históricamente realizable.
 Para asegurar el bien común, el gobierno de cada país tiene el deber específico de armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales.

La correcta conciliación de los bienes particulares de grupos y de individuos es una de las funciones más delicadas del poder público. En un estado democrático, en el que las decisiones se toman ordinariamente por mayoría entre los representantes de la voluntad popular, aquellos a quienes compete la responsabilidad de gobierno están obligados a fomentar el bien común del país, no sólo según las orientaciones de la mayoría sino en la perspectiva del bien efectivo de todos los miembros de la comunidad civil incluidas las minorías.

Justicia social: bien común

Terminemos esta parte recordando que la justicia social se refiere a las obligaciones con la comunidad, con la sociedad, es decir se refiere a las obligaciones con el bien común, además de las obligaciones de que se ocupan la justicia conmutativa y la justicia distributiva.

Es común la observación de que algo no tiene doliente, cuando se menciona la destrucción de bienes públicos. Dolientes de los bienes públicos nos deberíamos sentir todos. Es nuestra obligación.

Como hemos podido observar a lo largo de nuestro estudio, quienes se dedican a la política, si de verdad sienten la vocación, deberían dedicar su esfuerzo, no a enriquecerse ellos sino a la consecución del bien común. La vocación del político supone una vocación al servicio, no a ser servido. La corrupción reinante en el mundo de la política y de los negocios nos dice lo lejos que estamos de, siquiera acercarnos a un desarrollo integral justo.

La sociedad no es en sí misma ni buena ni mala

La sociedad no es en sí misma ni buena ni mala. Las empresas no son en sí mismas ni buenas ni malas. El mercado no es en sí mismo bueno ni malo. El dinero no es en sí mismo ni bueno ni malo. Somos los seres humanos los que utilizamos bien o mal esos instrumentos que deberían ser todos al servicio del ser humano, de la sociedad.

Es nuestro comportamiento el que permitirá o no, que la sociedad sea justa y consiga, mediante la cohesión, la solidaridad y el espíritu de fraternidad, una vida humana y en paz.

La caridad, la ética en los negocios y la capacidad de darse son el camino del verdadero desarrollo

Terminemos con las siguientes palabras de Benedicto XVI en Caritas in veritate, Caridad en la verdad, en el N° 36, que nos recuerdan que la caridad, la ética en los negocios y la generosidad que se manifiesta en la capacidad de darse, es el camino del verdadero desarrollo:

          El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo.


[1] Cf Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret, 2, Las Tentaciones de Jesús

[2] Cf Compendio DSI, 333

[3] Tomado de la página del Cardenal en la WEB

REFLEXIÓN 199- Especial Navidad 2010

Diciembre 23 de 2010

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ALEGRÉMONOS, QUE ES NAVIDAD

Hoy dedicaremos esta reflexión a la Navidad. No nos apartamos del tema de la Doctrina Social, porque el nacimiento de Jesús es una demostración inigualable de la entrega por  amor a los demás; no solo de palabra, sino de palabra y en verdad. La Doctrina SociaI de la Iglesia nos pide que siempre tratemos a los demás como a hermanos y  si algo hace falta al mundo para que se desarrolle de manera integral, con justicia social, es la fraternidad, la relación de amor entre los pueblos y entre cada ser humano y sus prójimos. Dios, al encarnarse en el vientre de María, se hizo hermano nuestro. Vamos a pensar en lo que la Navidad significa para el mundo cristiano y dejémonos contagiar de la alegría navideña.

 ¿POR QUÉ LOS CRISTIANOS CELEBRAMOS  CON TANTA ALEGRÍA LA NAVIDAD?

Hace ya varios años, una oyente no católica llamó al aire a Radio María.de Colombia. Se quejaba esa oyente de la bulla,- así dijo,  – que los católicos hacemos en la época de Navidad. No entendía por qué tanto festejo.

 Sí, algunos de los movimientos religiosos no cristianos, no entienden nuestra alegría en Navidad. Tampoco entienden por qué en esta época demostramos de manera especial nuestro cariño por la familia y los amigos. Cuando se promueve la solidaridad con los damnificados del invierno, un no creyente me decía en estos días, que no entendía por qué había que ser especialmente solidarios en esta época de Navidad y no siempre. No entiende él el sentido de la Navidad. Ve lo externo, pero no le toca el corazón.  Bueno reflexionemos nosotros, por qué nuestras especiales manifestaciones de alegría y cariño en el tiempo de Navidad.

El nacimiento de Jesús es la explosión del amor de Dios a la humanidad. Los que no creen en Jesús como Hijo de Dios hecho carne, para hacernos visible al Dios invisible, no sienten ni pueden comprender el vacío de esa ausencia de Dios-Amor en su corazón.

 UN SITIO  PARA EL NIÑO DIOS

 Es triste, pero a veces también nosotros los creyentes cristianos olvidamos lo que celebramos en la Navidad. Hacemos sitio para los regalos y para la cena y se nos pasa por alto el sitio para el Niño Dios. Los que ya desde octubre nos recuerdan que la Navidad va a llegar, son los almacenes. El comercio empieza muy temprano a cambiar su decoración y a exhibir productos navideños. No es un interés espiritual propiamente.

 ¿Con qué  TIENE QUE VER LA NAVIDAD?

 Si repasamos la historia de la Navidad, encontramos con que ella tiene que ver con un largo viaje de María, que estando en cinta, sufrió las incomodidades del camino, a veces a pie, a veces montada en un borrico, acompañada de su amante esposo José. Y tiene que ver la Navidad con las posadas llenas y las puertas cerradas en las casas de Belén. Y esta historia se refiere a un establo, a una cueva, refugio del frío y de la lluvia para los animales y quizás también para sus pastores.[1] 

 Los habitantes de Belén estaban muy ocupados y no se percataron de que esos viajeros necesitaban su ayuda. Fue necesario que unos Ángeles despertaran a los pastores y les anunciaran el milagro que acababa de ocurrir. 

En esta época de tantos hermanos nuestros sin techo, ¡cómo no los vamos a relacionar con la historia de la Sagrada Familia en Belén!

 ÁBRANSE LOS  CIELOS Y LLUEVA DE LO ALTO…

  Una de estas noches de Novenas, – en mi parroquia se hace la Novena de Aguinaldo en distintas calles del barrio, -cuando el párroco se disponía a comenzar la oración “Benignísimo Dios…”, que todos conocemos, se largó el aguacero. La dueña de una de las casas vecinas nos invitó a que hiciéramos la Novena en su casa. Entramos, y el párroco comenzó haciendo la consideración de que nosotros habíamos encontrado un techo amigo para resguardarnos de la lluvia, que pensáramos en los compatriotas que tenían el agua en el techo.

 La Navidad es un tiempo que nos mueve el corazón, es un tiempo que nos hace pensar que los contrastes de la vida son una oportunidad para pensar en nuestra familia, en nuestros amigos y también en nuestros hermanos golpeados  por el infortunio, por la enfermedad, por el frío y por el hambre.  

AL BORDE DE LA CARRETERA BAJO UN TECHO DE PLÁSTICO

 Para Jesús a punto de nacer y para sus padres no hubo sitio en las posadas de Belén. Muchos de nuestros hermanos han tenido que salir de sus viviendas inundadas a dormir al borde las carreteras, cubiertos por un techo de plástico.

 No podemos dormir tranquilos, sin extender con nuestra ayuda una parte de nuestra cobija a quien no la tiene. En Belén pasaron la noche bien resguardados los caminantes que consiguieron sitio en las posadas. Ni se enteraron de que un niño admirable, el Hijo de Dios, por ahí cerca estaba probando lo que es ser hombre en la pobreza.

 Que el Señor nos despierte, que no pasemos la vida adormilados, pensando sólo en nuestros problemas, desentendidos de lo que sucede alrededor nuestro, sin ver a Jesús en nuestros hermanos que sufren. Jesús sigue pasando, sigue tocando en las puertas de las posadas. Que sintamos su voz, que oigamos sus llamadas y le abramos nuestra puerta. Él es la paz y es el amor. No es fácil ver su rostro en ciertos rostros que llegan a nuestra puerta, pero Él dice que lo que hagamos por ellos lo hacemos por Él.

Si estamos atentos vamos a escuchar las llamadas del Señor en nuestro corazón. Necesitamos ser humildes, como los pastores, como los anawim. Son, los llamados anawim, auténticos pobres de Yahvé,  personajes que representan lo más alto de la espiritualidad de Israel, quienes por su comunión con Dios, saben discernir los signos de los tiempos.

 LOS OJOS ABIERTOS A LAS SEÑALES DE DIOS 

Necesitamos tener viva la fe como los magos de oriente que, atentos buscaban la señal, siguiendo el curso de las estrellas. Los habitantes de Belén estaban esa noche muy ocupados y por eso no se enteraron de que la maravilla más grande que había sucedido sobre la tierra ocurría junto a ellos. Ojalá aprendamos a estar atentos, a no dejar de oír ni sentir la señal que Dios nos manda. No vamos a ver ángeles ni estrellas, pero Dios envía señales diversas, según la situación de cada uno. Tengamos los ojos abiertos a sus señales.

 Los pastores, los magos y quizás algunos más que escucharon su admirable historia corrieron al pesebre. Ellos, como más tarde Simeón y Ana, tenían los ojos abiertos y los oídos atentos a los signos, para ellos sí reconocer a quien vino a los suyos, porque como dice San Juan, los suyos no lo recibieron. Fueron ellos, Simeón y Ana, los que creyeron en las promesas, los que estaban dispuestos a esperar.

  San Lucas nos cuenta en el capítulo segundo de su Evangelio que los pastores fueron corriendo y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre” (Lc 2, 16). Permitamos, como ellos, que nos guíen la fe y el amor.

 VOLVAMOS A ESCUCHAR EL ANUNCIO DE LOS ÁNGELES COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ

  En estos días se nos habla mucho de la Navidad, sobre todo se nos habla de comprar y regalar. Es verdad que también se cantan villancicos, se reza la Novena, se arman bellísimos pesebres, se pronuncian sentidas homilías que nos recuerdan la Buena Nueva, la mejor noticia que pudo escuchar el mundo alguna vez. Ojalá esas bellezas las llevemos a la vida, abramos las puertas de nuestro amor y recibamos con entusiasmo la buena noticia. Volvamos a escuchar ese anuncio como si fuera la primera vez. Jamás habían anunciado a la tierra un gozo mayor que la noche de Navidad.

ESPERAR SIN DESFALLECER

La Navidad llega después de 4 semanas de Adviento, que mantienen viva nuestra fe y nos animan a esperar. En la vida necesitamos mucho saber esperar. A veces nos sentimos tristes porque los seres humanos nos han fallado; como seres humanos nos pueden volver a fallar. Pero esperar, cuando es de fiar la persona en quien confiamos nos trae paz. Dios es de fiar siempre. Él es por eso PAZ. Pidámosle que nos enseñe a esperar sin desfallecer.

En el  tercer domingo de Adviento, después de rezar el Ángelus desde el balcón del palacio apostólico como es habitual, Benedicto XVI se refirió a la paciencia necesaria en nuestra espera del Señor, citando un pasaje de la Carta de Santiago de la Liturgia del día,  cuando dice:

“Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor: “Creo que es importante  en nuestros días, subrayar el valor de la constancia y de la paciencia, dos virtudes que pertenecían al bagaje habitual de nuestros padres, pero que hoy son menos populares, en un mundo que exalta el cambio y la capacidad para adaptarse a situaciones siempre nuevas y diversas. Sin nada que objetar a estos aspectos, que también son cualidades del ser humano, el Adviento nos llama a potenciar esa tenacidad interior, esa resistencia del ánimo, que permiten que no nos descorazonemos en la espera de un bien que tarda en llegar, sino que al contrario hacen que lo esperemos, que preparemos su llegada con confianza activa”.

ALGUNAS COSAS FUNDAMENTALES NO DEPENDEN DE NUESTRAS  MANOS, SINO DE LAS MANOS DE DIOS

Prosiguiendo con el comentario de la Carta, donde el apóstol pone como ejemplo de paciencia y constancia a  los agricultores, el Papa dijo:

 “El agricultor no es fatalista; es el modelo de una mentalidad que une de manera equilibrada la fe y la razón, ya que por una parte, conoce las leyes de la naturaleza y cumple bien su trabajo, y, por otra, confía en la Providencia, porque algunas cosas fundamentales no dependen de sus manos, sino de las manos de Dios. Efectivamente la paciencia y la constancia son una síntesis entre el empeño   humano y la confianza en Dios”.

  “Fortaleced vuestros corazones” dice la Escritura. ¿Cómo podemos conseguirlo? ¿Cómo pueden ser más fuertes nuestros corazones, ya de por sí frágiles, y más débiles todavía debido a la cultura que nos circunda?”, se preguntó el Papa.

 “La ayuda no nos falta: es la Palabra de Dios: Mientras todo pasa y cambia, la Palabra del Señor no pasa. Si las vicisitudes de la vida hacen que nos sintamos perdidos y parece que se derrumba toda certeza, tenemos una brújula para encontrar la orientación, tenemos un ancla para no  ir  a la deriva”.

 El pontífice recordó en este sentido “el modelo de los profetas, es decir, de esas personas a las que Dios ha llamado para que hablen en su nombre. El profeta encuentra su alegría y su fuerza en la Palabra del Señor, y mientras los hombres buscan con frecuencia la felicidad por caminos que se revelan equivocados, él anuncia la verdadera esperanza, la que no nos decepciona, pues está fundamentada en la fidelidad de Dios. Todo cristiano, en virtud del Bautismo, ha recibido la dignidad profética: que cada uno pueda redescubrirla y alimentarla, con una asidua escucha de la Palabra divina”. VIS20101213 (570)

LA NAVIDAD Y EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE

Hay un asunto muy propio de la Navidad y es que, al contemplar a Dios convertido en un Niñito, un Bebé acabado de nacer, recordemos el respeto que debemos a la vida naciente, a la vida que se esconde en el vientre de las madres y que, cuando aparece en el mundo llena de júbilo a sus padres y familiares. A este tema dedicó el vocero de la Santa Sede, el jesuita P. Federico Lombardi, el editorial del semanario del Centro Televisivo Vaticano, después de que Benedicto XVI presidió, el 27 de noviembre, una vigilia por la Vida Naciente.  Dijo el P.Lombardi:

 “Rezar y comprometerse en favor de la vida naciente es la invitación que nos dirigió el Papa en la vigilia del primer domingo de este Adviento, tiempo de espera y de conversión para prepararnos a celebrar, una vez más, el acontecimiento desconcertante y extraordinario del nacimiento del Hijo de Dios entre nosotros: Dios que se hace carne, Dios en el vientre de   una madre, Dios niño, Dios cercano”.

       “¿Cómo decirnos con mayor fuerza que nuestra dignidad es altísima y que debemos ser amados, respetados y protegidos desde el momento en el que comenzamos a formarnos en el vientre de nuestras–madres?”

     “Nunca hemos sido simplemente ‘un grumo de material biológico’ – Siempre hemos sido, desde el comienzo, un proyecto concreto que se iba desarrollando hacia la inteligencia, la libertad y el amor, abierto a lo verdadero, lo bello, lo bueno, a lo infinito.

 Un proyecto que, a su vez, sólo puede nacer de un manantial misteriosamente grande, capaz de darle su origen e  invitar    a una relación concreta de amor”.

 REDESCUBRIR LA SONRISA DE LOS NIÑOS

 Para ilustrar esta realidad el padre Lombardi invita a redescubrir “la sonrisa de los niños, cuando vienen a la luz. Sonrisa contagiosa, que invita a amar y a dar gracias ante la maravilla de un don más  grande  que nosotros”.

      Benedicto XVI advirtió que “lamentablemente, aun después de nacer, la vida de los niños sigue siendo expuesta al abandono, al hambre, a la miseria, a la enfermedad, a los abusos, a la violencia, a la explotación”.

      Y por ello se apela a la responsabilidad de todos y de cada uno: “¡respeta, defiende, ama y sirve la vida, toda vida humana!”.

     “¿Qué mundo encuentra Jesús al nacer?”, pregunta el portavoz al concluir. “¿Qué mundo preparamos para cada niño? Debemos amar la vida para que cada niño pueda agradecer su venida al mundo y aprender a amar su vida, a los demás… y a Dios”.

                                                                                             PARA TODOS NACIÓ JESÚS

 La Navidad es una época muy de los niños, pero no es sólo de los niños; es también de los jóvenes universitarios, de los profesionales, de los trabajadores, de los padres de familia, de los ancianos. Para todos nació Jesús. La Navidad nos muestra a la Sabiduría que se esconde en un infante que sonríe y llora y que irá creciendo, como ser humano que quiso ser, en virtud y gracia delante de Dios y de los hombres. El santo Padre habló sobre la Navidad a los universitarios el 16 de diciembre, después de presidir las vísperas, con los estudiantes de las universidades romanas. Leamos sus palabras:

“El Dios de Abraham (…) se ha revelado, ha mostrado su rostro y ha tomado morada en nuestra carne en Jesús, hijo de María -verdadero Dios y verdadero hombre-, al que encontraremos una vez más en la gruta de Belén”, dijo el Papa en su homilía

. “Regresar a ese lugar humilde y angosto no es sólo un itinerario ideal: es el camino que estamos llamados a recorrer  sintiendo en nuestros días la cercanía de Dios y su acción que renueva—y—sostiene—nuestra–existencia”.

                                                                            CUANDO ESTAMOS CANSADOS Y FATIGADOS

 “El camino hacia la gruta de Belén es un itinerario de liberación interior, una experiencia de libertad profunda porque nos empuja a salir de nosotros mismos y a encaminarnos hacia Dios que se acercó a nosotros” y” quiere infundir valor en nuestra vida, sobre todo cuando estamos cansados y fatigados  y necesitamos volver a encontrar la serenidad del camino y sentirnos con alegría peregrinos hacia la eternidad. (…) El Niño que encontraremos entre María y José  explicó el pontífice es el Logos-Amor, la Palabra que puede dar plena consistencia a nuestra vida. (…) En Belén se encuentran el hoy de Dios y el hoy del ser humano  para iniciar juntos un camino de diálogo y de intensa comunión de vida”.

                                                                          PACIENCIA DE CONSTRUIR LA EXISTENCIA PROPIA

 “A vosotros, universitarios, que recorréis el camino fascinante y trabajoso de la búsqueda y la elaboración cultural, el Verbo encarnado os pide que compartáis con él la paciencia de construir. Construir la existencia propia, la sociedad, no es una obra que puedan realizar mentes y corazones distraídos y superficiales. (…) En nuestros tiempos se siente lanecesidad de una nueva clase de intelectuales  capaces de interpretar las dinámicas sociales y culturales que no ofrezcan soluciones abstractas, sino concretas y realistas. La Universidad está llamada a desempeñar este papel nsustituible  y la Iglesia la sostiene convencida”.

  La comunidad universitaria romana, compuesta por instituciones estatales, privadas, católicas y pontificias debe desempeñar, subrayó Benedicto XVI,”una notable tarea histórica: la de superar incomprensiones y prejuicios que a veces impiden el desarrollo de una cultura auténtica. Trabajando en sinergia, en particular con las facultades teológicas, las universidades romanas pueden indicar que es posible una colaboración y un diálogo nuevos entre la fe cristiana y los saberes diversos, sin confusión ni separación, sino compartiendo la misma aspiración de servir al ser humano en su plenitud”. HML/   VIS20101217 (490) 

Esas palabras de Benedicto XVI a los universitarios romanos se pueden extender a todas las universidades católicas del mundo. Su papel no puede ser sólo la ciencia. Deben saber llevar el diálogo entre la ciencia y la fe.

SAN JOSÉ Y LA NAVIDAD

 Un personaje de la Navidad muy querido también es San José. No es solo  el patrono de los padres de familia, pero a él acudimos con gran confianza los padres de familia y quienes tienen responsabilidades en el manejo de instituciones católicas. San José no falla. Cuando algo nos falta, si acudimos a él, aparece. El Papa Benedicto también habló de San José en la preparación de esta Navidad, el cuarto domingo de Adviento. Oigamos cuánto nos enseña San José:                                

 Benedicto XVI explicó que el evangelio de San Mateo narra “el nacimiento de Jesús desde el punto de vista de san José”, del desposado de María, quien “antes de que conviviesen se encontró con que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo”.

 En el texto    “San José es presentado como hombre justo, fiel a la ley de Dios, dispuesto  a cumplir su voluntad. Por eso entra en el misterio de la Encarnación después de que un ángel del Señor se le apareció en sueños y le anunció: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa porque lo que en ella  ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Abandonado el pensamiento de repudiar en secreto a María, la toma consigo, porque ahora sus ojos ven en ella la obra de  Dios”.

  A pesar de haberse sentido turbado, observó el Santo Padre, “José actúa como le había ordenado el ángel del Señor, seguro de hacer lo que es justo. También poniendo el nombre de Jesús a ese Niño que rige todo el universo, se sitúa en las filas de los servidores humildes y fieles, parecidos a los ángeles y a los profetas, a los mártires y a los apóstoles. (…)San José anuncia los prodigios del Señor, atestiguando la virginidad de-María,-la-acción gratuita de Dios, y custodiando la vida terrena del Mesías. Veneremos al “padre legal” de Jesús, porque en él se perfila el hombre nuevo, que mira con fe y valor al futuro, no sigue su propio proyecto, sino que se confía totalmente a la infinita misericordia de Aquel que cumple las profecías   y abre el tiempo de la salvación”.ANG/ VIS20101220 (430)

Terminemos con las palabras de Benedicto XVI en la audiencia general el día de ayer, miércoles 22 de diciembre, 2010.

DEJÉMONOS SORPRENDER E ILUMINAR

“En la noche del mundo, dejémonos sorprender e iluminar de nuevo por esta venida, (…) por la Estrella, que desde Oriente, inundó de alegría al mundo”.–“Purifiquemos nuestra conciencia y nuestra vida de lo que es contrario a esa venida: pensamientos, palabras, actitudes y acciones, comprometiéndonos a hacer el bien y a contribuir a instaurar en este mundo la paz y la justicia para todos los seres humanos y caminar así  hacia el Señor”.


[1] Para esta parte de la reflexión me he basado en la ofrecida en www.pastoralsj.org/reflexion/index/asp
   

  

  

Reflexión 198- Caritas in veritate N° 35-36 (Charla 35)

Diciembre 16 de 2010

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                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       Bogotá: Bogotá:1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

 

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Lo connatural del ser humano debería ser la generosidad

 

 

Vamos a continuar con el estudio del capítulo tercero de Caritas in veritate, Caridad en la verdad, la encíclica social de Benedicto XVI. En la reflexión anterior terminamos el estudio de la primera parte del número 35. Aprendimos allí asuntos muy interesantes, como que el lucro no es malo en sí mismo, sino cuando no es correcto en su obtención o en su uso; cuando se obtiene mal y si no tiene al bien común como fin último.

 

Hemos ido aprendiendo la importancia de tener en cuenta el bien común en el comportamiento social y que, en palabras de Benedicto XVI en el N° 21 de Caridad en la verdad, cuando el objetivo exclusivo del beneficio (es decir, del lucro, de la ganancia), es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza.

 

También comprendimos que lo connatural del ser humano debería ser la generosidad, porque somos creados a imagen de Dios que es AMOR y el amor es entrega, es DON; de manera que cuando nos portamos con egoísmo, con mezquindad, lo estamos haciendo mal inclinados. Sin el pecado original ese no sería nuestro comportamiento. Pero, por nuestra naturaleza humana finita, imperfecta y heridos por el pecado original obramos mal y necesitamos el perdón, la fuerza que nos da la gracia y que se nos comunica por medio de los sacramentos, a través de la Iglesia.

 

Las tres justicias

 

También en el N° 35 de Caridad en la verdad, Caritas in veritate, aprendimos que en las relaciones del mercado, e.d en los negocios, de acuerdo con la DSI se deben observar la justicia conmutativa, la distributiva y la justicia social. Y repasamos la diferencia entre estas tres clases de justicia.

 

Vimos que la Justicia Conmutativa es la virtud mediante la cual nos inclinamos a dar a cada cual lo que le corresponde, respetando por ejemplo el derecho a la propiedad, cumpliendo las obligaciones de los contratos, devolviendo lo que se nos ha prestado, etc. El Santo Padre nos explica que en los negocios se entablan relaciones para intercambiar bienes y servicios y que esas relaciones se rigen por la justicia conmutativa, la que regula la relación de dar y recibir entre iguales.

 

Sobre la Justicia Distributiva aprendimos que, como su nombre lo indica, es la que obliga a la autoridad a distribuir equitativamente los bienes y las cargas entre sus subordinados. El Estado da trabajo y legisla sobre él; define las cargas de impuestos, da trabajo, legisla sobre salarios, sobre sistemas de salud, otorga contratos, maneja el presupuesto… La Justicia Conmutativa y la Distributiva obligan también a la autoridad y hay autoridades que no las cumplen. Además de estar sometida la sociedad a las justicias conmutativa y distributiva, lo está también a la Justicia Social.

 

Aprendimos que la Justicia Social es más amplia que las justicias conmutativa y la distributiva. Que en los N° 52 y 53 de la encíclica Divini Redemptoris, encontramos la explicación de lo que es la Justicia Social, cuando nos enseña Pío XI que mientras la Justicia conmutativa  regula las relaciones entre particulares, “lo propio de la justicia social (es) exigir a los individuos todo lo que es necesario para el bien común” (DR 52.)

 

¿Qué es el Bien Común?

 

 

En la vida en sociedad es muy importante que tengamos en cuenta cómo estamos obligados a respetar el bien común. Somos egoístas y anteponemos generalmente en todo, nuestro bien personal. El Estado, ante todo, debe respetar y hacer respetar el bien común, que se entiende como un conjunto de condiciones a las que cada persona debe tener acceso efectivo: supone, por consiguiente, que se dé “a cada parte y a cada miembro, lo que  necesita para ejercer sus funciones propias.”[1]

 

Veamos un ejemplo:que se cumpla con el salario pactado en un contrato con tal o cual trabajador es propio de la justicia conmutativa, que se refiere al bien particular de una u otra persona, pero la justicia social defiende no sólo que se practique la justicia conmutativa en uno u otro caso, sino que haya un orden social general justo. La justicia social  tiene entonces en cuenta, además de las obligaciones cubiertas por las justicias conmutativa y distributiva las obligaciones con la comunidad, con la sociedad, es decir el bien común.

                     La justicia social en los negocios

 

La última parte del primer párrafo del N° 35 de Caridad en la verdad nos hace ver la importancia de la práctica de la justicia social en los negocios, cuando dice:

 

(…) la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve. En efecto, si el mercado se rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave.

 

Si no tenemos en cuenta el bien de la sociedad, el bien común, sino que sólo buscamos el bien personal, no contribuimos a la cohesión social, a la solidaridad y a la confianza. Cuando cada quien lucha sólo por sí mismo y no tiene en cuenta a los demás, el tejido social se despedaza.

 

 

El segundo párrafo del N° 35 de Caridad en la verdad, Caritas in veritate

 

Pablo VI subraya oportunamente en la Populorum progressio que el sistema económico mismo se habría aventajado con la práctica generalizada de la justicia, pues los primeros beneficiarios del desarrollo de los países pobres hubieran sido los países ricos (N° 49). No se trata sólo de remediar el mal funcionamiento con las ayudas. No se debe considerar a los pobres como un «fardo»[2], sino como una riqueza incluso desde el punto de vista estrictamente económico. No obstante, se ha de considerar equivocada la visión de quienes piensan que la economía de mercado tiene necesidad estructural de una cuota de pobreza y de subdesarrollo para funcionar mejor. Al mercado le interesa promover la emancipación, pero no puede lograrlo por sí mismo, porque no puede producir lo que está fuera de su alcance. Ha de sacar fuerzas morales de otras instancias que sean capaces de generarlas.

 

Benedicto XVI cita una vez más la encíclica Populorum progressio, esta vez cuando Pablo VI en la segunda parte de su encíclica sobre el desarrollo de los pueblos, se refiere a la responsabilidad de los países ricos, que tienen el deber de ser solidarios con el desarrollo de los pueblos pobres.

Esta vez la solidaridad que reclama Pablo VI es la solidaridad de toda la sociedad, no sólo la solidaridad de los individuos. El momento que vivimos por los estragos del invierno nos aclara esta idea: a los colombianos nos piden que seamos solidarios con nuestros hermanos que sufren la consecuencias de las inundaciones y cada uno de nosotros debe ser solidario aportando su contribución en dinero o en especie, según sus posibilidades; además se pide la solidaridad de la comunidad, de la sociedad: a eso aportamos por medio de eventos comunitarios que se desarrollan con ese fin de ayudar a los damnificados y deberemos aportar por medio de  los impuestos que van a ser necesarios para la reconstrucción de las viviendas dañadas o perdidas, la restauración del campo que ha perdido sus cultivos y animales y las carreteras y puentes destruidos. El esfuerzo tiene que ser respaldado por la solidaridad de toda la comunidad.

 

De acuerdo con las enseñanzas del  Vaticano II, Pablo II insiste en que no sólo los individuos sino la sociedad entera debe garantizar las condiciones para el desarrollo de todos. Es una manera de enfocar el bien común, como hemos visto.

 

Esto se extiende al desarrollo de toda la humanidad, no solo a la solidaridad de la sociedad en el desarrollo interno de cada país o en las calamidades públicas. Según las enseñanzas de Pablo VI, el desarrollo solidario necesita asumir la responsabilidad colectiva de las naciones en el progreso conjunto de la humanidad.

 

Especial responsabilidad de los países ricos

 

Los problemas sociales han tomado proporciones mundiales. El hambre es mundial. Pablo VI insiste en la especial responsabilidad de los países ricos, es decir de las sociedades que componen los países ricos. En el N° 44 de Populorum progressio insta a los países ricos a que tomen la iniciativa, que puede ser en la forma de asistencia a los países pobres, cediendo parte de sus riquezas o también modificando los mecanismos  del comercio internacional  de manera que tengan en cuenta los intereses de los países pobres.

 

Como vemos, se pide desprendimiento, fraternidad operante, e.d., solidaridad cristiana. El desarrollo así conseguido es del que se dice que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz. No al simple crecimiento económico de algunos. 

 

El desarrollo es el nuevo nombre de la paz

 

Recordemos la conexión entre desarrollo y paz, como lo presenta Pablo XI al final de Populorum progressio (76):

 

Las diferencias económicas, sociales y culturales demasiado grandes entre los pueblos, provocan tensiones y discordias, y ponen la paz en peligro. Como Nos dijimos a los Padres Conciliares a la vuelta de nuestro viaje de paz a la ONU, «la condición de los pueblos en vía de desarrollo debe ser el objeto de nuestra consideración, o mejor aún, nuestra caridad con los pobres que hay en el mundo —y estos son legiones infinitas— debe ser más atenta, más activa, más generosa»[3]. Combatir la miseria y luchar contra la injusticia, es promover, a la par que el mayor bienestar, el progreso humano y espiritual de todos, y por consiguiente el bien común de la humanidad. La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres[4].

 

¿Cuál es desarrollo que se debe buscar?

 

Este sendero para el verdadero desarrollo lo presenta también Juan Pablo II en su encíclica Centesimus annus, en el Centenario de la encíclica Rerum novarum, de León XIII. En el N° 29 explica cuál es desarrollo que se debe buscar:

 

(…) el desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión humana integral[5]. No se trata solamente de elevar a todos los pueblos al nivel del que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo solidario una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad de responder a la propia vocación y, por tanto, a la llamada de Dios. El punto culminante del desarrollo conlleva el ejercicio del derecho-deber de buscar a Dios, conocerlo y vivir según tal conocimiento [6]. En los regímenes totalitarios y autoritarios se ha extremado el principio de la primacía de la fuerza sobre la razón. El hombre se ha visto obligado a sufrir una concepción de la realidad impuesta por la fuerza, y no conseguida mediante el esfuerzo de la propia razón y el ejercicio de la propia libertad. Hay que invertir los términos de ese principio y reconocer íntegramente los derechos de la conciencia humana, vinculada solamente a la verdad natural y revelada. En el reconocimiento de estos derechos consiste el fundamento primario de todo ordenamiento político auténticamente libre [7].

 

Es conveniente para la economía que los pobres dejen de serlo

Benedicto XVI, como sus antecesores Pablo VI y Juan Pablo II apelan a la solidaridad entre los pueblos para que se produzca el desarrollo integral que alcance a todos. Llaman la atención los Pontífices sobre la conveniencia del desarrollo de los pueblos pobres, no solo para esos pueblos sino para toda la comunidad mundial. Citando palabras de Juan Pablo II en Centesimus annus, vimos que Caridad en la verdad nos dice que No se debe considerar a los pobres como un «fardo», sino como una riqueza incluso desde el punto de vista estrictamente económico. La manera más sencilla de entender esta afirmación es que si los pueblos pobres tienen capacidad económica para su propio desarrollo, el mercado se amplía para todos. Habrá más compradores.

Responsabilidad de la comunidad política

Continuemos el desarrollo del pensamiento de Benedicto XVI en el N° 36 de Caridad en la verdad

36. La actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más la lógica mercantil. Debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión económica, a la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción política, que tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa de graves desequilibrios.

La comunidad política debe dirigir la actividad económica hacia el bien común

En resumen, nos dice Benedicto XVI que la actividad económica por sí sola no puede resolver los problemas sociales y que la comunidad política debe dirigir la actividad económica hacia el bien común. De manera que nuestros políticos no deben dejar que los dueños de las actividades económicas marchen sueltos, buscando sólo su propio beneficio, sino que deben orientar esas actividades hacia el bien de la sociedad. Si eso hicieran los miembros de nuestra comunidad política, las entidades financieras, por ejemplo, se pondrían límites más generosos en las altas tarifas que cobran por sus servicios. Pondrían límites a sus ganancias que esas sí, son muy altas. Continúa Caritas in veritate analizando a la actividad social:

Las ideologías orientan los negocios

La Iglesia sostiene siempre que la actividad económica no debe considerarse antisocial. Por eso, el mercado no es ni debe convertirse en el ámbito donde el más fuerte avasalle al más débil. La sociedad no debe protegerse del mercado, pensando que su desarrollo comporta ipso facto la muerte de las relaciones auténticamente humanas. Es verdad que el mercado puede orientarse en sentido negativo, pero no por su propia naturaleza, sino por una cierta ideología que lo guía en este sentido. No se debe olvidar que el mercado no existe en su estado puro, se adapta a las configuraciones culturales que lo concretan y condicionan. En efecto, la economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene sólo referencias egoístas. De esta forma, se puede llegar a transformar medios de por sí buenos en perniciosos. Lo que produce estas consecuencias es la razón oscurecida del hombre, no el medio en cuanto tal. Por eso, no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y social.

La actividad económica no es intrínsecamente mala. El dinero no es malo en sí mismo, sino que es un instrumento que puede ser bien o mal utilizado. El buen o mal uso de ese instrumento es que lo hace bueno o malo. No siempre el dinero es “estiércol del diablo”, como lo llama Papini. Depende del uso que se le dé. A esos instrumentos, a la economía y a las finanzas, les dan forma las culturas, que a su vez son creación de las personas humanas. Los que formulan las reglas que regulan los bancos son personas y esas reglas responden a concepciones humanas de la economía y las finanzas. Los que manejan la planeación del desarrollo de un país son personas que se han formado según una ideología e interpretan la realidad de acuerdo con ella. De manera que es gente, son personas las responsables de que el mundo económico marche bien o mal.

Lo que la DSI piensa sobre la actividad económica

Las palabras de Caritas in veritate, Caridad en la verdad, que siguen, nos dicen lo que la DSI piensa sobre la actividad económica:

La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o «después» de ella. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente.

Los que hemos trabajado en diversas empresas a lo largo de la vida, podemos contar experiencias de ambientes humanos creados por los jefes, los administradores y propietarios que hicieron de nuestro trabajo una experiencia que si fue exigente, al mismo tiempo fue alegre y de crecimiento personal y comunitario que nos dio satisfacciones inolvidables; también podemos contar los ratos amargos que algunos jefes nos hicieron pasar o hicieron pasar a otros. La empresa en sí misma no es ni buena ni mala; son los que la manejan y trabajan en ella los que la hacen un buen o mal lugar para vivir la experiencia tan humana, del trabajo. Sigue así Benedicto XVI.

No se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad

El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo.

No hace falta explicar esas palabras. Repitamos solamente que no se pueden olvidar ni tampoco dar poca importancia a los principios tradicionales de la ética social como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad.

 

La actual crisis económica y financiera que tan fuertemente ha golpeado a los países desarrollados, nos demuestra que el sistema moral o ético, es decir nuestras creencias sobre lo que es bueno y lo que es malo tiene que estar por encima y dirigir el sistema económico. Nuestro sistema de valores debe ser el fundamento del sistema económico y el marco dentro del cual funcione. En situaciones como la que vive hoy el mundo nos podemos dar cuenta a dónde conduce la conducta de la sociedad que olvida sus sistemas de valores; el sistema económico sin valores, – sin los valores cristianos, – puede destruir a la sociedad misma. A eso lleva la idolatría del dinero.[8]

—————————-

Esta fue nuestra última reflexión sobre Caridad en la verdad, Caritas in veritate, por este año 2010. El próximo jueves dedicaremos este espacio a la Navidad. Y otros días tendremos por lo menos un programa más sobre otro tema, antes de interrumpir nuestra colaboración para unos días de descanso. Si Dios quiere  continuaremos el año 2011.


[1] Cf Ildefonso Camacho, S.J., Doctrina Social de la Iglesia, Una aproximación histórica, 3° ,Ed. San Pablo, Pg 177

[2] Cf Juan Pablo II, Centesimus annus, 28

[3] Cf AAS 57 (1965) 896

[4] Cf Juan XXIII, Pacem in terris, 11 abril 1963: AAS 55 (1963) 301

[5] Cf enc. Sollicitudo rei socialis, 27-28; Pablo VI Populorum progressio 43-44

[6]Cf enc. Sollicitudo rei socialis, 29-31

[7] Cf. Acta de Helsinki y Acuerdo de Viena; León XIII, Enc. Libertas praestantissimum: l. c., 215-217.

 [8] Cf  Jim Wallis, Rediscovering Values On Wall Street, Main Street, and Your  Street, Howard Books, 2010

Reflexión 197- Caritas in veritate N° 35 (Charla 34)

Diciembre 09 de 2010

¿Cuándo es bueno o malo el lucro?

Continuemos nuestro estudio del capítulo tercero de Caritas in veritate, que trata sobre la fraternidad, el desarrollo económico y la sociedad civil, y se extiende del N° 34 al 43. Dedicamos la reflexión pasada a reflexionar sobre el principio de la gratuidad, que es ignorado en el mundo de los negocios, de la economía y el comercio, donde el principio rector es el  lucro, la ganancia.

No es que el lucro sea malo en sí mismo, sino que cuando, guiados por el egoísmo, – que es fruto del pecado original, – se abusa de él, el lucro se puede convertir en un instrumento destructivo. No podemos considerarnos dueños absolutos de lo que hemos conseguido. Todo en nuestra historia empieza con el regalo de la vida, que nos viene gratuitamente de Dios. De ese primer don viene todo lo demás. Juan Pablo II en su mensaje de la Cuaresma de 2002 nos lo explica. Dice allí:

“Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”(Mt 10, 8).   ¡Sí! Gratis hemos recibido. ¿Acaso no está toda nuestra existencia marcada por la benevolencia de Dios? Es un don el florecer de la vida y su prodigioso desarrollo. Precisamente por ser un don, la existencia no puede ser considerada una posesión o una propiedad privada, por más que las posibilidades que hoy tenemos de mejorar la calidad de vida podrían hacernos pensar que el hombre es su “dueño”.

Concluimos en nuestra pasada reflexión que o al desarrollo se le inyecta espíritu cristiano o no se logrará nunca. El desarrollo, más que los valores de la bolsa o de los Bancos, necesita los valores cristianos. A los planes de desarrollo de los países y a cada plan individual nuestro, de vida, lo tenemos que enmarcar en valores cristianos. Eso quiere decir tener en cuenta a Dios; tener en cuenta lo que sus planes sobre el ser humano conocemos a través de su palabra.

¿Dice España NO a sus raíces cristianas?

Decíamos que cuando la sociedad opta por el camino de ignorar a Dios y sigue el camino que le dicta el egoísmo, que promete felicidad inmediata y a corto plazo, obtiene los resultados que Europa está sufriendo ahora. Una sociedad que se supone ha alcanzado niveles altos de desarrollo como la española, tiene un índice de desocupación que casi dobla al de Colombia. ¿Es problema estructural del capitalismo? Para demostrar la bondad del capitalismo, un destacado economista colombiano me decía que el avance económico de China y de la India eran una prueba. Y, ¿a costa de qué lo ha logrado China? ¿Cómo son los salarios y las libertades individuales en ese país? ¿Y no es acaso conocida la pobreza de muchas regiones de la India? Será suficiente la aplicación del capitalismo? Tampoco  lo fue el comunismo ni en China ni en  ningún país dominados por él. En Cuba, despúes de muchos años están dando pequeños pasos hacia el capitalismo, ¿será como en China?

Por eso Benedicto XVI en el mismo N° 21 de Caritas in veritate plantea la necesidad de un desarrollo que produzca un crecimiento real que se extienda a todos y que sea sostenible. Lo que vemos ahora es un desarrollo que llega a los más fuertes pero que al mismo tiempo es tan débil, que el mundo entró en crisis a pesar del frágil crecimiento de los considerados fuertes. El desarrollo económico, social y político, para que sea integral, es decir verdaderamente humano, en sus planteamientos tiene que encontrar lugar a la gratuidad como expresión de la fraternidad. Que el reconocimiento de que todos los seres humanos somos hermanos no sea sólo de palabra.

Lucro y Bien Común

Sobre el lucro o ganancia, recordemos que la DSI no lo condena, sino que nos orienta hacia su uso correcto: que no sea útil sólo al dueño del negocio sino que, tanto en los medios que utiliza para conseguir el lucro como en el modo de utilizarlo sea útil a la sociedad. Repitamos los criterios para que la ganancia o lucro sea aceptable, como lo enseña Benedicto XVI en Caritas in veritate en el N° 21: La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza. 

Tengamos entonces presente que para que las ganancias se califiquen como útiles, el Papa fija dos criterios: que sean bien obtenidas, no con engaños, no con daño a otros. Los dineros calificados de “mal habidos”, no son aceptables. Y el segundo criterio para una mala calificación del lucro o ganancias es si no tienen como fin último el bien común. Algo que debería hacer pensar a los banqueros y a los agiotistas, cuando en sus negocios sólo piensan en su propio beneficio, sin tener en cuenta el beneficio o el daño a los demás. Como se suele decir en la moderna administración, que el negocio sea GANA-GANA, es decir que ganes tú y gane yo; no que gane yo a costa tuya. Ese es el esquema GANA-PIERDE.    

Como es una época en que llueven las llamadas de los Bancos que ofrecen crédito a través de avances en efectivo, nuevas tarjetas de crédito y además destacan el aliciente de que sólo habrá que empezar a pagar dentro de tres meses,  voy a repetir las ideas de Jim Wallis que mencionamos  al final de la reflexión anterior.

No siempre digas sí

Porque un Banco ofrezca crédito, no quiere decir que siempre esa entidad financiera lo debe conceder, porque si el cliente no tiene cómo responder, se le hace un daño mayor concediéndole un crédito. Eso pasó en los EE.UU. en la crisis de las hipotecas. Los bancos indujeron a sus clientes a embarcarse en préstamos impagables, porque sus ejecutivos ganaban enormes sumas como bonificaciones por los negocios aprobados. Finalmente, los que tomaron los préstamos perdieron no sólo el capital y los intereses que alcanzaron a pagar sino que tuvieron que entregar a los bancos prestamistas la casa que alcanzaron a pensar habían logrado conseguir.

Cuando los consumidores recibamos ofertas de créditos, no  siempre los debemos tomar. No seamos ingenuos, los Bancos nunca pierden. Ahora bien, tengamos presente que aunque tengamos con qué pagar algo no siempre lo debemos comprar. El mercado nos llena de publicidad para que compremos lo que no necesitamos. Aprendamos a distinguir entre el deseo y la necesidad, entre el poder hacer algo, la conveniencia de hacerlo y el deber hacerlo. Para discernir sobre esto debemos fijarnos prioridades. Tratan de meternos por los oídos y por los ojos tantas cosas que no necesitamos, que a veces se quedan para después las cosas necesarias. Porque podamos hacer un viaje o comprar algo eso no quiere decir que debamos hacerlo.

La generosidad es propia del ser humano

Puede ser difíl aceptar la  maravilla de que, nuestra disposición al don, a darnos a nuestros hermanos, sea propia de nuestra naturaleza, creada a imagen de Dios que es Amor, que es don. Cuando somos egoístas, estamos obrando mal inclinados, heridos como estamos por el pecado original o por la debilidad de nuestra naturaleza humana, pero llevamos impreso el espíritu divino que Dios nos infundió al crearnos.   Pidamos al señor que nos enseñe a amar como Él ama.

Continuemos ahora con el N° 35 de Caritas in veritate

35. Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos. El mercado está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales. Pero la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve. En efecto, si el mercado se rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave.

 

Mercado y justicia  social

Comienza el Santo Padre por explicarnos lo que se entiende por el mercado. No se está hablando del lugar a donde se va de compras, sino de la estructura, la organización, que desempeña una función de interés de la sociedad. ¿Cuál esa función? El mercado facilita que las personas se encuentren y se relacionen para intercambiar bienes y servicios. Por eso se habla de diversas clases de mercados: el mercado del café, el mercado bancario, el agropecuario, el de los textiles, de las confecciones, de los repuestos, etc. Allí, unos ofrecen sus productos o servicios y otros los buscan para satisfacer sus necesidades. La compra y venta de bienes y servicios se rige por medio de reglas escritas o verbales. El mercado se rige por la justicia conmutativa que, como dice Caritas in veritate, regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales.

No basta, sin embargo, aplicar solo la justicia conmutativa; enseguida añade Benedicto XVI que la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve.

Las virtudes sociales solución al problema social

Un valioso folletico titulado Solución al Problema Social, publicado hace años, en 1962, por la Cruzada Social y que un querido radioescucha me hizo llegar hace algún tiempo, dedica algunos números a explicar de manera muy sencilla las Virtudes Sociales que son indispensables para establecer un buen orden social. Nos enseñan allí que las virtudes sociales son las que inclinan a los hombres a cumplir sus obligaciones para con sus semejantes y para con la sociedad en que viven y así resulta el bienestar de todos. Añade que las principales virtudes sociales son la justicia y la caridad.

Justicias: conmutativa, distributiva, social

Se pretende a veces que la justicia social es la misma que una conjunción de las justicias conmutativa y  distributiva. Hace muchos años (década del 50) el P. Jesús María Fernández, S.J. escribió un libro titulado “Justicia Social” en el que defendía que la justicia social era distinta de la conmutativa y la distributiva. En algunas bibliotecas se debe conservar ese libro, entonces novedoso. En el N° 35 de Caritas in veritate el Santo Padre nos explica que en el mercado se entablan relaciones para intercambiar bienes y servicios y que esas relaciones se rigen por la justicia conmutativa, la que regula la relación de dar y recibir entre iguales. Unas líneas después, Benedicto XVI subraya también la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado. Porque en esas relaciones de mercado no basta la justicia conmutativa.

Mediante la justicia conmutativa nos inclinamos a dar a cada cual lo que le corresponde, respetando por ejemplo el derecho a la propiedad, cumpliendo las obligaciones de los contratos, devolviendo lo que se nos ha prestado, etc., pero la economía de mercado se desenvuelve en un contexto social y político más amplio; no sólo afecta la relación entre un comprador y un vendedor, por ejemplo, sino que esas relaciones se entrelazan con muchas otras redes generales. Las costumbres que rigen muchos contratos se van volviendo normas y afectan en alguna forma la organización social general.

Y ¿qué es la justicia distributiva? Es la que obliga a la  autoridad a distribuir equitativamente los bienes y las cargas entre sus subordinados. De nuestros países se comenta con frecuencia que son inequitativos, porque unos pocos poseen mucho y la mayoría muy poco. Por cierto en estos días me enviaron un correo del que voy a leer una parte. El mensaje lleva por título: ¿QUE ES LA INDECENCIA ?

Se podría llamar también ¿en qué no somos justos? No voy a copiar todo el mensaje porque no me consta que los datos que dan allí sean correctos y no quiero ser injusto. Modifico la redacción también, porque algunas afirmaciones son ofensivas y en este ‘blog’ no podemos ser ofensivos.

 

No es equitativo que en Colombia, en 2010, el salario mínimo más el subsidio de transporte de un trabajador sea de $ 515.000 más $ 61.500/mes y el de un Congresista de $33.996.000 (?) pudiendo llegar, con dietas y otras prebendas, a  $38.500.000 /mes (¿?).

No es equitativo  que haya profesores,  maestros, catedráticos de universidad o cirujanos de Salud Pública, que ganen menos que el concejal de un municipio pequeño. 

No es equitativo que un ciudadano tenga que cotizar más de 20 años para percibir una pensión que con frecuencia no alcanza a disfrutar, por la demora inexcusable de la entidad que debe pagársela, mientras, magistrados y congresistas reciben de los dineros de la nación las más altas pensiones sin mayores requisitos.

No es equitativo que en las entidades públicas se contraten trabajadores con contratos de servicios sin cumplir las exigencias de la ley laboral.

No es equitativo que  los congresistas tengan varios meses de vacaciones al año y los demás trabajadores sólo quince días.

No es equitativo que el dinero de las  REGALIAS, que está destinado al desarrollo de las regiones y clases menos favorecidas, se quede en las manos  inescrupulosas de algunos  Gobernadores y Alcaldes.

Podrían enumerarse otros casos.Como vemos, la justicia distributiva no se refiere sólo a la distribución de tierras y bienes. Sería interesante examinar cómo se distribuyen las cargas y los cargos.

 ¿Es la Justicia Social distinta a las Justicias Conmutativa y Distributiva?

Benedicto XVI en el mismo número 35 de Caritas in veritate, además de hablar de la necesidad de cumplir en los mercados con la justicia conmutativa y la distributiva menciona la justicia social como si se tratara de una clase de justicia distinta a la conmutativa y a la distributiva.

¿Qué es realmente la justicia social a la que se refiere el santo Padre? La obrita mencionada antes, publicada por la Cruzada Social, explica que la Justicia Social es la que exige a los individuos todo cuanto es necesario para el bien común, para el bien de la sociedad. De manera que es un concepto más amplio que el de las justicias conmutativa que se refiere a dar a cada cual lo que le corresponde, y tiene que ver sobre todo con las relaciones de contratos y derecho de propiedad y la justicia distributiva, que como su nombre lo indica se refiere a la equitativa distribución de beneficios y cargas. La justicia social incluye obligaciones para con la autoridad y para con los demás miembros del cuerpo social.[1] Me parece que la justicia social incluye a la conmutativa y la distributiva y va más allá.

La Justicia Social en Pío XI

Ya Pío XI, en su encíclica Divini Redemptoris, Del Divino Redentor, entre los medios para salvar la civilización cristiana amenazada por el comunismo, señala la práctica de la justicia social.Menciona como remedio fundamental, la renovación de la vida cristiana privada y pública (39-43), el desprendimiento de los bienes terrenos, tanto para los ricos como para los pobres (44s), y la caridad cristiana, unida a la justicia conmutativa y social (46-51).

Es muy interesante ver la coherencia de la DSI en los Papas. Voy a leer lo que el P. Ildefonso Camacho[2] comenta en su libro Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, sobre este tema de la Justicia social. Después de comentar que Pío XI dedica una extensión muy amplia (desproporcionadamente amplia, dice), al tratamiento de la justicia, añade:

 (…) hay ahora una más neta  distinción entre la justicia conmutativa y la justicia social. Si aquella regula las relaciones entre particulares, “lo propio de la justicia social (es) exigir a los individuos todo lo que es necesario para el bien común (DR 52). Pero el bien común no se entiende como algo genérico, sino como un conjunto de condiciones a las que cada persona debe tener acceso efectivo: supone, por consiguiente, que se dé “a cada parte y a cada miembro, lo que éstos necesitan para ejercer sus funciones propias” (ib).

Pio XI concreta las exigencias más importantes de la clase obrera con palabras en las que se ve que la justicia social trata sobre la necesidad de un orden social en que se reconozcan salarios justos. Eso es parte del bien común. No se refiere el Papa a que se cumpla con el salario pactado en un contrato con tal o cual trabajador, lo cual es propio de la justicia conmutativa, sino a que haya un orden social general que reconozca salarios justos para todos. Estas son las palabras de Pío XI en Divini Redemptoris (53):

(…) no se cumplirán suficientemente las exigencias de la justicia social si los obreros no tienen asegurado su propio sustento y el de sus familias con un salario proporcionado a esta doble condición; si no se les facilita la ocasión de adquirir un modesto patrimonio que evite así la plaga del actual pauperismo universal; si no se toman, finalmente, precauciones acertadas a su favor, por medio de los seguros públicos o privados, para el tiempo de la vejez, de la enfermedad o del paro forzoso.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Solución al Problema Social, Colección Cruzada Social N° 4, Editorial IRIS, Bogotá, 1962, 56ss

[2] Cf Loc cit., Ildefonso Camacho, Pg 177


 

 

 

La bondad o no del lucro

Continuemos nuestro estudio del capítulo tercero de Caritas in veritate, que trata sobre la fraternidad, el desarrollo económico y la sociedad civil, y se extiende del N° 34 al 43. Dedicamos la reflexión pasada a reflexionar sobre el principio de la gratuidad, que es ignorado en el mundo de los negocios, de la economía y el comercio, donde el principio rector es el  lucro, la ganancia.

No es que el lucro sea malo en sí mismo, sino que cuando, guiados por el egoísmo, – que es fruto del pecado original, – se abusa de él, el lucro se puede convertir en un instrumento destructivo. No podemos considerarnos dueños absolutos de lo que hemos conseguido. Todo en nuestra historia empieza con el regalo de la vida, que nos viene gratuitamente de Dios. De ese primer don viene todo lo demás. Juan Pablo II en su mensaje de la Cuaresma de 2002 nos lo explica. Dice allí:

“Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”(Mt 10, 8).   ¡Sí! Gratis hemos recibido. ¿Acaso no está toda nuestra existencia marcada por la benevolencia de Dios? Es un don el florecer de la vida y su prodigioso desarrollo. Precisamente por ser un don, la existencia no puede ser considerada una posesión o una propiedad privada, por más que las posibilidades que hoy tenemos de mejorar la calidad de vida podrían hacernos pensar que el hombre es su “dueño”.

Concluimos en nuestra pasada reflexión que o al desarrollo se le inyecta espíritu cristiano o no se logrará nunca. El desarrollo, más que los valores de la bolsa o de los Bancos, necesita los valores cristianos. A los planes de desarrollo de los países y a cada plan individual nuestro, de vida, lo tenemos que enmarcar en valores cristianos. Eso quiere decir tener en cuenta a Dios; tener en cuenta lo que sus planes sobre el ser humano conocemos a través de su palabra.

¿Dice España NO a sus raíces cristianas?

Decíamos que cuando la sociedad opta por el camino de ignorar a Dios y sigue el camino que le dicta el egoísmo, que promete felicidad inmediata y a corto plazo, obtiene los resultados que Europa está sufriendo ahora. Una sociedad que se supone ha alcanzado niveles altos de desarrollo como la Española, tiene un índice de desocupación que casi dobla al de Colombia.

Por eso Benedicto XVI en el mismo N° 21 de Caritas in veritate plantea la necesidad de un desarrollo que produzca un crecimiento real que se extienda a todos y que sea sostenible. Lo que vemos ahora es un desarrollo que llega a los más fuertes pero que al mismo tiempo es tan débil, que el mundo entró en crisis a pesar del frágil crecimiento de los considerados fuertes. El desarrollo económico, social y político, para que sea integral, es decir verdaderamente humano, en sus planteamientos tiene que encontrar lugar a la gratuidad como expresión de la fraternidad. Que el reconocimiento de que todos los seres humanos somos hermanos no sea sólo de palabra.

Lucro y Bien Común

Sobre el lucro o ganancia, recordemos que la DSI no lo condena, sino que nos orienta hacia su uso correcto: que no sea útil sólo al dueño del negocio sino que, tanto en los medios que utiliza para conseguir el lucro como en el modo de utilizarlo sea útil a la sociedad. Repitamos los criterios para que la ganancia o lucro sea aceptable, como lo enseña Benedicto XVI en Caritas in veritate en el N° 21: La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza. 

Tengamos entonces presente que para que las ganancias se califiquen como útiles, el Papa fija dos criterios: que sean bien obtenidas, no con engaños, no con daño a otros. Los dineros calificados de “mal habidos”, no son aceptables. Y el segundo criterio para una mala calificación del lucro o ganancias es si no tienen como fin último el bien común. Algo que debería hacer pensar a los banqueros y a los agiotistas, cuando en sus negocios sólo piensan en su propio beneficio, sin tener en cuenta el beneficio o el daño a los demás. Como se suele decir en la moderna administración, que el negocio sea GANA-GANA, es decir que ganes tú y gane yo; no que gane yo a costa tuya. Ese es el esquela GANA-PIERDE.    

Como es una época en que llueven las llamadas de los Bancos que ofrecen crédito a través de avances en efectivo, nuevas tarjetas de crédito y además destacan el aliciente de que sólo habrá que empezar a pagar dentro de tres meses,  voy a repetir las ideas de Jim Wallis que alcanzamos a mencionar  al final del programa pasado.

 

No siempre digas sí

 

Porque un Banco ofrezca crédito, eso no quiere decir que siempre esa entidad financiera lo debe conceder, porque si el cliente no tiene cómo responder, se le hace un daño mayor concediéndole un crédito. Eso pasó en los EE.UU. en la crisis de las hipotecas. Los bancos indujeron a sus clientes a embarcarse en préstamos impagables, porque sus ejecutivos ganaban enormes sumas como bonificaciones por los negocios aprobados. Finalmente, los que tomaron los préstamos perdieron no sólo el capital y los intereses que alcanzaron a pagar sino que tuvieron que entregar a los bancos prestamistas la casa que alcanzaron a pensar habían logrado conseguir.

 

 Porque los consumidores recibamos ofertas de créditos, eso no significa que  siempre los debamos tomar. No seamos ingenuos, los Bancos nunca pierden. Ahora bien, tengamos presente que aunque tengamos con qué pagar algo / no siempre lo debemos comprar. El mercado nos llena de publicidad para que compremos lo que no necesitamos. Aprendamos a distinguir entre el deseo y la necesidad, entre el poder hacer algo, la conveniencia de hacerlo y el deber hacerlo. Para discernir sobre esto debemos fijarnos prioridades. Tratan de meternos por los oídos y por los ojos tantas cosas que no necesitamos, que a veces se quedan para después las cosas necesarias. Porque podamos hacer un viaje o comprar algo eso no quiere decir que debamos hacerlo.

La generosidad es propia del ser humano

Las llamadas de nuestros radioescuchas la semana pasada nos ayudaron a comprender la profundidad y  maravilla de que, nuestra disposición al don, a darnos a nuestros hermanos, es propia de nuestra naturaleza, creada a imagen de Dios que es Amor, que es don. Cuando somos egoístas, estamos obrando mal inclinados, heridos como estamos por el pecado original. Pidamos al señor que nos enseñe a amar como Él ama.

Continuemos ahora con el N° 35 de Caritas in veritate. Empecemos por leer la primera parte:

35. Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos. El mercado está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales. Pero la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve. En efecto, si el mercado se rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave.

Mercado y justicia  social

Comienza el Santo Padre por explicarnos lo que se entiende por el mercado. No se está hablando del lugar a donde se va de compras, sino de la institución, la organización, que desempeña una función de interés de la sociedad. ¿Cuál esa función? El mercado facilita que las personas se encuentren y se relacionen para intercambiar bienes y servicios. Por eso se habla de diversas clases de mercados: el mercado del café, el mercado bancario, el agropecuario, el de los textiles, de las confecciones, de los repuestos, etc. Allí, unos ofrecen sus productos o servicios y otros los buscan para satisfacer sus necesidades. La compra y venta de bienes y servicios se rige por medio de reglas escritas o verbales. El mercado se rige por la justicia conmutativa que, como dice Caritas in veritate, regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales.

Enseguida nos dice Benedicto XVI que la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve.

Las virtudes sociales solución al problema social

Un valioso folletico titulado Solución al Problema Social, publicado hace años, en 1962, por la Cruzada Social y que un querido radioescucha me hizo llegar hace algún tiempo, dedica algunos números a explicar de manera muy sencilla las Virtudes Sociales que son indispensables para establecer un buen orden social. Nos enseñan allí que las virtudes sociales son las que inclinan a los hombres a cumplir sus obligaciones para con sus semejantes y para con la sociedad en que viven y así resulta el bienestar de todos. Añade que las principales virtudes sociales son la justicia y la caridad.

Justicias: conmutativa, distributiva, social

En el N° 35 de Caritas in veritate el Santo Padre nos explica que en el mercado se entablan relaciones para intercambiar bienes y servicios y que esas relaciones se rigen por la justicia conmutativa, la que regula la relación de dar y recibir entre iguales. Unas líneas después, Benedicto XVI subrayatambién la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado. Porque en esas relaciones de mercado no basta la justicia conmutativa.

Mediante la justicia conmutativa nos inclinamos a dar a cada cual lo que le corresponde, respetando por ejemplo el derecho a la propiedad, cumpliendo las obligaciones de los contratos, devolviendo lo que se nos ha prestado, etc., pero la economía de mercado se desenvuelve en un contexto social y político más amplio; no sólo afecta la relación entre un comprador y un vendedor, por ejemplo, sino que esas relaciones se entrelazan con muchas otras redes generales. Las costumbres que rigen muchos contratos se van volviendo normas y afectan en alguna forma la organización social general.

Y ¿qué es la justicia distributiva? Es la que obliga a la  autoridad a distribuir equitativamente los bienes y las cargas entre sus subordinados. De nuestros países se comenta con frecuencia que son inequitativos, porque unos pocos poseen mucho y la mayoría muy poco. Por cierto en estos días me enviaron un correo del que voy a leer una parte. El mensaje lleva por título: ¿QUE ES LA INDECENCIA ?


Se podría llamar también ¿en qué no somos justos? No voy a copiar todo el mensaje porque no me consta que los datos que dan allí sean correctos y no quiero ser injusto. Modifico la redacción también, porque algunas afirmaciones son ofensivas y en este ‘blog’ no podemos ser ofensivos.  

No es equitativo que en Colombia, en 2010, el salario mínimo más el subsidio de transporte de un trabajador sea de $ 515.000 más $ 61.500/mes y el de un Congresista de $33.996.000 (?) pudiendo llegar, con dietas y otras prebendas, a  $38.500.000 /mes (¿?).


No es equitativo

que haya profesores,  maestros, catedráticos de universidad o cirujanos de Salud Pública, que ganen menos que el concejal de un municipio pequeño. 

 No es equitativo que un ciudadano tenga que cotizar más de 20 años para percibir una pensión que con frecuencia no alcanza a disfrutar, por la demora inexcusable de la entidad que debe pagársela, mientras, magistrados y congresistas reciben de los dineros de la nación  las más altas pensiones sin mayores requisitos.

  No es equitativo que en las entidades públicas se contraten trabajadores con contratos de servicios sin cumplir las exigencias de la ley laboral.

 No es equitativo

que  los congresistas tengan varios meses de vacaciones al año y los demás trabajadores sólo quince días.
 No es equitativo que el dinero de las  REGALIAS, que está destinado al desarrollo de las regiones y clases menos favorecidas, se quede en las manos  inescrupulosas de algunos  Gobernadores y Alcaldes.

 

 Podrían enumerarse otros casos.Como vemos, la justicia distributiva no se refiere sólo a la distribución de tierras y bienes. Sería interesante examinar cómo se distribuyen las cargas y los cargos.

 ¿Es la Justicia Social distinta a las Justicias Conmutativa y Distributiva?

Benedicto XVI en el mismo número 35 de Caritas in veritate, además de hablar de la necesidad de cumplir en los mercados con la justicia conmutativa y la distributiva menciona la justicia social como si se tratara de una clase de justicia distinta a la conmutativa y a la distributiva, porque dice que: la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve.

 ¿A qué justicia se refiere el santo Padre? La obra mencionada antes, publicada por la Cruzada Social, explica que la Justicia Social es la que exige a los individuos todo cuanto es necesario para el bien común, para el bien de la sociedad. De manera que es un concepto más amplio que el de las justicias conmutativa que se refiere a dar a cada cual lo que le corresponde, y tiene que ver sobre todo con las relaciones de contratos y derecho de propiedad y la justicia distributiva, que como su nombre lo indica se refiere a la equitativa distribución de beneficios y cargas. La justicia social incluye obligaciones para con la autoridad y para con los demás miembros del cuerpo social.[1] Me parece que la justicia social incluye a la conmutativa y la distributiva y va más allá.

 

La Justicia Social en Pío XI

 

Ya Pío XI, en su encíclica Divini Redemptoris,Del Divino Redentor, entre los medios para salvar la civilización cristiana amenazada por el comunismo, señala la práctica de la justicia social.Mencionacomo remedio fundamental, la renovación de la vida cristiana privada y pública (39-43), el desprendimiento de los bienes terrenos, tanto para los ricos como para los pobres (44s), y la caridad cristiana, unida a la justicia conmutativa y social (46-51).

Es muy interesante ver la coherencia de la DSI en los Papas. Voy a leer lo que el P. Ildefonso Camacho[2] comenta en su libro Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, sobre este tema de la Justicia social. Después de comentar que Pío XI dedica una extensión muy amplia (desproporcionadamente amplia, dice), al tratamiento de la justicia, añade:

(…) hay ahora una más neta  distinción entre la justicia conmutativa y la justicia social. Si aquella regula las relaciones entre particulares, “lo propio de la justicia social (es) exigir a los individuos todo lo que es necesario para el bien común (DR 52). Pero el bien común no se entiende como algo genérico, sino como un conjunto de condiciones a las que cada persona debe tener acceso efectivo: supone, por consiguiente, que se dé “a cada parte y a cada miembro, lo que éstos necesitan para ejercer sus funciones propias” (ib).

 

Pio XI concreta las exigencias más importantes de la clase obrera con palabras en las que se ve que la justicia social trata sobre la necesidad de un orden social en que se reconozcan salarios justos. Eso es parte del bien común. No se refiere el Papa a que se cumpla con el salario pactado en un contrato con tal o cual trabajador, lo cual es propio de la justicia conmutativa, sino a que haya un orden social general que reconozca salarios justos para todos. Estas son las palabras de Pío XI en Divini Redemptoris (53):

(…) no se cumplirán suficientemente las exigencias de la justicia social si los obreros no tienen asegurado su propio sustento y el de sus familias con un salario proporcionado a esta doble condición; si no se les facilita la ocasión de adquirir un modesto patrimonio que evite así la plaga del actual pauperismo universal; si no se toman, finalmente, precauciones acertadas a su favor, por medio de los seguros públicos o privados, para el tiempo de la vejez, de la enfermedad o del paro forzoso.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Solución al Problema Social, Colección Cruzada Social N° 4, Editorial IRIS, Bogotá, 1962, 56ss

[2] Cf Loc cit., Ildefonso Camacho, Pg 177

Reflexión 196 – Caritas in veritate N° 34-A, Charla 33

Diciembre 2 de 2010

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, “Caritas in veritate” Cap. 3°

 

Gratuidad, término desconocido en la economía

La semana pasada comenzamos a estudiar el capítulo tercero de Caritas in veritate. Este nuevo capítulo trata sobre la fraternidad, el desarrollo económico y sociedad civil, y se extiende del N° 34 al 43. Aparece aquí un término nuevo para los economistas puros: el término gratuidad. Eso es algo novedoso para el tema de la economía.Lo que generalmente se oye en ese campo es la expresión “a uno no le regalan nada”, y también: “aquí nada es gratis”, “esto es un negocio”. La encíclica nos insta a lo contrario, a dar, que es algo perfectamente coherente con nuestra procedencia como creaturas hechas a imagen de Dios que es Amor y amor es darse.

 

Como elemento muy importante de la solución para el desarrollo humano integral, Benedicto XVI se sale del camino sólo técnico de los economistas, que la experiencia muestra que no ha sido suficiente y, desde el Evangelio, plantea la necesidad de la generosa donación personal. La gratuidad no es extraña al ser humano, pues que está hecho para el don, está llamado al ser por la palabra de Dios que es Amor.

 

Recordemos el profundo pensamiento de Benedicto XVI, en la encíclica Caritas in veritate, Caridad  en la verdad en el N° 34: “La unidad de la raza humana, una comunión que trasciende cualquier barrera, es llamada al ser por la palabra de Dios que es Amor”.

Cuando se confunden la felicidad y la salvación con la prosperidad material y la vida social

Entonces, si estamos hechos por el Amor, para el amor, si el amor, que es darse, es connatural a la naturaleza humana que viene de Dios, ¿por qué actuamos con egoísmo? ¿Cuándo se nos olvidó que estamos hechos para el don? La respuesta nos la ofrece la Iglesia cuando nos recuerda que estamos heridos por el pecado original. Podemos afirmar también que la naturaleza humana por ser finita, por ser creada, quiere ser independiente, es rebelde. A ese propósito, Ratzinger en su libro “Dios y el mundo” después de afirmar que el lastre del pecado original lleva al ser humano a querer apartarse de Dios, también por su naturaleza de ser finito, ser creado, tiende a ser independiente de quien lo creó.

 “La fe cristiana está convencida de que hay una perturbación en la creación. La existencia humana no es como salió realmente de las manos del Creador. Está lastrada (sobrecargada) con un factor que, además de la tendencia (…) hacia Dios, también dicta otra, la de apartarsse de Dios. En este sentido , el ser humano se siente desgarrado entre la adaptación original a la creación y su legado histórico.

Esta posibilidad, ya existente en la esencia de lo finito, de lo creado, se ha conformado en el curso de la historia. Por una parte el ser humano ha sido creado para el amor. Está aquí para perderse a sí mismo, para darse. Pero también le es propio negarse, querer ser solamente él mismo. Esta tendencia se acrecienta hasta el punto de que por un lado – puede amar a Dios, pero también enfadarse con él y decir: ´En realidad me gustaría ser independiente, ser únicamente yo mismo.´ (Pg. 72)

La solución para sanar esa herida también la encontramos en la Iglesia, aministradora de la gracia por los sacramentos. La caridad, el amor, que recibimos de Dios, debería tener la fuerza suficiente para unir a los hombres, para fundar la comunidad sin barreras y convertirse en una comunidad universal, nos dice Benedicto XVI en el N° 34, pero añade que aunque la comunidad humana puede ser organizada por nosotros mismos, nunca podrá serlo sólo con nuestras propias fuerzas; se necesita la gracia. La Iglesia es la encargada por Jesucristo de dispensar la gracia por medio de los sacramentos.

Nos recuerda el Papa que la experiencia del don, de algo que se nos da o entregamos gratuitamente, la vivimos de diversa manera en nuestra vida. Cuando los seres humanos, aturdidos a causa de la herida del pecado original, se sienten autosuficientes, pueden confundir la felicidad y la salvación con la prosperidad material y la vida social. Pero el desarrollo económico, político y social, para que sea de verdad un desarrollo humano, tiene que incluir la gratuidad, el don y la expresión de la fraternidad. La economía sola, como técnica producto de la sabiduría humana, ha llevado al hombre a abusar de esos instrumentos inclusive de manera destructiva. Ha llegado ahora el momento de profundizar en las causas de las crisis de pobreza, porque las soluciones de los técnicos son solo parciales y temporales, coyunturales: alcanzan para algunos solamente: los menos necesitados y sólo por un tiempo.

La soberbia es destructiva y hay mucha soberbia en muchos economistas que pretenden independizar a la economía de la ética. A eso se refiere Benedicto XVI en el N° 34. Las consecuencias las está viviendo el mundo ahora, especialmente los países materialmente más avanzados.

¿Cuándo se nos olvidó que estamos hechos para el don?

 

Volvamos a leer la primera parte del N° 34 de Caritas in veritate.

La caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La gratuidad está en su vida de muchas maneras, aunque frecuentemente pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad. El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente. A veces, el hombre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Es una presunción fruto de la cerrazón egoísta en sí mismo, que procede —por decirlo con una expresión creyente— del pecado de los orígenes. La sabiduría de la Iglesia ha invitado siempre a no olvidar la realidad del pecado original, ni siquiera en la interpretación de los fenómenos sociales y en la construcción de la sociedad: «Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres». Hace tiempo que la economía forma parte del conjunto de los ámbitos en que se manifiestan los efectos perniciosos del pecado. Nuestros días nos ofrecen una prueba evidente.

¿Qué nos enseña el N° 34 de Caritas in veritate?

En resumen, nos enseña que el don, la entrega gratuita, es una experiencia clave en nuestras vidas, que revela nuestra dimensión trascendente, desprendida, generosa, no amarrada a lo terreno. El pensamiento de las personas que se sienten autores y dueños de sí mismos es producto del egoísmo cuya fuente es el pecado original. Somos auténticos, de acuerdo con nuestro diseño divino, cuando somos generosos, cuando no nos domina el egoísmo y somos capaces de darnos.

Citando el Catecismo de la Iglesia Católica (407), nos recuerda Benedicto XVI que «Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres».Es decir que las consecuencias del pecado original alcanzan a contaminar las estructuras sociales, incluyendo la economía. Pareciera por eso, que ahora en la economía no hubiera lugar para la ética. En nuestro tiempo se trata de mantener a la economía lejos de la moral. Defienden que el manejo de la economía es algo técnico en que no tiene cabida la ética. Son campos independientes. Es un recurso que utilizan ahora también en otros temas como el aborto. Sus defensores defienden que se trata de un tema de salud pública y no de moral. Lo mismo podrían decir de la corrupción que corroe la política y la justicia. Hay mucha autodestrucción en las actitudes que tratan de separar al ser humano de su Creador.

Perder el sentido de lo trascendente es perder el sentido de Dios

 

Juan Souto Coelho, del Instituto social León XIII, de España afirma:

Caritas in veritate es la encíclica escrita para un mundo que, por un lado, tiende a prescindir, ocultar y negar la presencia de Dios en la vida, en el devenir de la historia y en el corazón del hombre; por otro lado, afirma poder alcanzar el máximo nivel de desarrollo posible confiando únicamente en sus propias fuerzas, su técnica, su inteligencia y su capacidad de altruismo. Es el pecado original del que está herida la humanidad. El verdadero desarrollo también exige plantear cómo recomponer las relaciones entre la creatura y su Creador, entre los medios y los fines.[1]

Más adelante, en el N° 78 de Caritas in veritate, Benedicto XVI afirma que Sin Dios el hombre no sabe a dónde ir ni tampoco logra entender quién es. Esta reflexión, escrita para el tiempo de Adviento, que es de modo muy especial el tiempo de la esperanza, nos invita a profundizar en el significado de la virtud de la esperanza. Perder el sentido de Dios es perder la esperanza cristiana. Esta época nuestra, que se caracteriza por querer aislarse de Dios, no es precisamente una época optimista ni de esperanza.

Esa situación agrava el estado de depresión de muchos, en nuestro tiempo, porque la pérdida del sentido de lo trascendente implica la pérdida de la esperanza cristiana, que es un recurso social poderoso para  el desarrollo humano integral personal y de la sociedad. Si se cree que el máximo del desarrollo humano sólo llega hasta la tumba, porque allí o en el crematorio se convierte en polvo y no hay más allá, se pierde la perspectiva de la plenitud que la persona humana puede alcanzar en su encuentro definitivo con Dios. Esos dones claves de que trata Caritas in veritate: la esperanza, la verdad y el amor, son regalos que recibimos de Dios, y son un aporte a la construcción de una comunidad universal solidaria, mientras camina a su fin, sin fin, cuando vivirá la vida de Dios. No olvidemos que acá construimos el Reino de Dios.

La gratuidad en la Escritura y en Juan Pablo II

 

En su mensaje para la Cuaresma del año 2002, Juan Pablo II tomó las palabras del Señor en Mt 10, 8,“Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”. Dijo allí Juan Pablo II:

(…) meditando sobre el don de gracia inconmensurable que es la Redención, nos damos cuenta de que todo ha sido dado por amorosa iniciativa divina. Precisamente para meditar sobre este aspecto del misterio salvífico, he elegido como tema del Mensaje cuaresmal de este año las palabras del Señor: “Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”(Mt 10, 8).   ¡Sí! Gratis hemos recibido. ¿Acaso no está toda nuestra existencia marcada por la benevolencia de Dios? Es un don el florecer de la vida y su prodigioso desarrollo. Precisamente por ser un don, la existencia no puede ser considerada una posesión o una propiedad privada, por más que las posibilidades que hoy tenemos de mejorar la calidad de vida podrían hacernos pensar que el hombre es su “dueño”. Efectivamente, las conquistas de la medicina y la biotecnología pueden en ocasiones inducir al hombre a creerse creador de sí mismo y a caer en la tentación de manipular “el árbol de la vida” (Gn 3, 24).

En ese mensaje de Cuaresma, Juan Pablo II aplicaba las palabras de Jesús sobre el principio de la gratuidad como un ejercicio del amor cristiano que debe actuar especialmente en el tiempo que nos prepara para conmemorar la Pasión, muerte y resurrección del Señor, manifestación de la generosidad de Dios hasta el extremo. El cristiano debe cumplir de igual forma siempre, el mandamiento nuevo. Ahora, en Caritas in veritate, Benedicto XVI nos enseña que ese principio de la gratuidad lo debemos aplicar siempre y también en la vida económica. Es un llamamiento a los que tienen más, a que empleen lo que gratis recibieron, no sólo para aumentarlo en su propio beneficio, sino para participar el amor de Dios a los demás. No hay contradicción entre los dos Pontífices, es más bien un llamado a la coherencia: la caridad no se debe practicar sólo a veces, no sólo en Cuaresma, sino siempre.

No es suficiente sentir compasión; hay que actuar

 

Cuando vemos en los noticieros los estragos del invierno inclemente y podemos en alguna forma, así sea desde lejos, compartir el sufrimiento de nuestros hermanos que ni siquiera tienen un colchón para dormir ni ropa seca, no podemos simplemente sentir pena por ellos. Los cristianos estamos obligados a ser solidarios, a hacer actuante nuestro amor por los que sufren. Algo podemos dar todos. Los que tienen más deben compartir más. Un grupo empresarial entregó a la presidencia de la república un cheque por $ 2.050 millones de pesos. El presidente de una de las empresas de ese grupo apareció en la TV entregando esa donación. No está mal que eso se haga, porque si se trata de competencia en generosidad, en esa forma se hace público el buen ejemplo. Nosotros, cumplamos con el Evangelio: que no se entere tu mano izquierda de lo que hace tu mano derecha. Eso sí, hagámoslo con alegría, sintamos el gozo de amar, porque Dios ama al que da con alegría (2 Cor 9,7).

 

Hay tanta miseria por todas partes que, podemos sentirnos impotentes y nos quedamos sólo sintiendo pesar frente al TV. Nos estremece también la miseria de Haití. Después del devastador terremoto, con las edificaciones todavía en el suelo y a causa de la falta de condiciones de higiene, reciben la visita mortífera del cólera. No podemos gozar de lo que tenemos, sin compartir lo que esté a nuestro alcance.

El amor cristiano es generoso y esa generosidad debe llegar a quien más lo necesita. Juan Pablo II en el mensaje de Cuaresma del año 2002 dijo también, sobre el espíritu que anima el amor cristiano:

El mundo valora las relaciones con los otros en función del interés y el provecho propio, dando lugar a una visión egocéntrica de la existencia, en la que demasiado a menudo no queda lugar para los pobres y los débiles. Por el contrario, toda persona, incluso la menos dotada, ha de ser acogida y amada por sí misma, más allá de sus cualidades y defectos. Más aún, cuanto mayor es la dificultad en que se encuentra, más ha de ser objeto de nuestro amor concreto. Éste es el amor del que la Iglesia da testimonio a través de innumerables instituciones, haciéndose cargo de enfermos, marginados, pobres y oprimidos. De este modo, los cristianos se convierten en apóstoles de esperanza y constructores de la civilización del amor.

No sólo se evangeliza a través de la palabra

 

Esto nos enseña el mensaje de Cuaresma de Juan Pablo II:

Es muy significativo que Jesús pronuncie las palabras: “Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”, precisamente antes de enviar a los apóstoles a difundir el Evangelio de la salvación, el primero y principal don que Él ha dado a la humanidad. Él quiere que su Reino, ya cercano (cf. Mt 10, 5ss), se propague mediante gestos de amor gratuito por parte de sus discípulos. Así hicieron los apóstoles en el comienzo del cristianismo, y quienes los encontraban, los reconocían como portadores de un mensaje más grande de ellos mismos. Como entonces, también hoy el bien realizado por los creyentes se convierte en un signo y, con frecuencia, en una invitación a creer. También cuando el cristiano se hace cargo de las necesidades del prójimo, como en el caso del buen samaritano, nunca se trata de una ayuda meramente material. Es también anuncio del Reino, que comunica el pleno sentido de la vida, de la esperanza, del amor.

Lo que falta a los planes de desarrollo en el mundo

El asunto de ayudar a los necesitados dando con alegría ¿qué conexión tiene con la gratuidad de que nos habla Benedicto XVI? El don, el dar sin esperar recompensa, sin intención de obtener una ganancia, es lo que falta a los planes de desarrollo en el mundo. Por eso han fallado los planes de erradicar la pobreza, de poner la salud y la educación al alcance de todos. Por eso el desarrollo humano integral no avanza lo necesario. Hay salud de calidad para quienes pueden pagarla, y se convierte en un lucrativo negocio para quienes la administran. Hay educación de calidad para quienes tienen a su alcance el valor de la matrícula de buenos colegios. A los demás se les proporciona el contentillo de un medio tiempo.

No nos engañemos; o al desarrollo se le inyecta espíritu cristiano o no se logrará nunca. El desarrollo, más que los valores de la bolsa o de los Bancos, necesita los valores cristianos.

Al separarse de Dios, nuestra sociedad renuncia a los valores cristianos y se aferra a valores engañosos que prometen felicidad inmediata si se aprovecha el momento presente; nos invitan a no tener en cuenta las consecuencias de nuestros actos, a gozar del presente y olvidar el mañana. Las consecuencias llegan aunque uno cierre los ojos. Lo viven ahora los países ricos: dicen que el sueño americano se transformó en la ilusión americana. Dan razón a las palabras que Calderón de la Barca pone a Segismundo al final del acto segundo de su obra “La vida es sueño”. Recordemos esas palabras:

estamos

            en mundo tan singular,

            que el vivir sólo es soñar;

            y la experiencia me enseña

            que el hombre que vive, sueña

            lo que es, hasta despertar.

            ¿Qué es la vida?  Un frenesí.

            ¿Qué es la vida?Una ilusión,

             una sombra, una ficción,

             y el mayor bien es pequeño;

             que toda la vida es sueño,

             y los sueños, sueños son.

 

¿De qué valores hablamos, cuando decimos que es necesario inyectar valores cristianos al desarrollo?

 

Empecemos por aclarar que no pretendemos condenar como malo el lucro. Ya leímos las palabras de Benedicto XVI en Caritas in veritate, en el N° 21, cuando aclara los criterios para que la ganancia que se busca sea útil a la sociedad: La ganancia es útil dice,si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza.

El valor del bien común

 

Un valor que debemos cultivar es entonces el del bien común, el bien de la sociedad, por encima del bien individual. La caridad no es individualista. Para que las ganancias se califiquen como útiles, el Papa fija dos criterios: que sean bien obtenidas, no con engaños, no con daño a otros. Los dineros calificados de “mal habidos”, no son aceptables. Y el segundo criterio para una mala calificación del lucro o ganancias es si no tienen como fin último el bien común. Algo que debería hacer pensar a los economistas y a los banqueros y por su puesto a los agiotistas.

Jim Wallis, el autor del libro Rediscovering VALUES, Descubriendo VALORES,[2] cuyo subtítulo en español es Una brújula moral para la nueva economía, comenta sobre las palabras del Papa que el lucro especulativo, que busca sólo una ganancia a corto plazo no ayuda a producir un sistema social fuerte que es factor esencial del desarrollo. Benedicto XVI en el mismo N° 21 de Caritas in veritate, como Pablo VI en Populorum progressio, propone la necesidad de un desarrollo que produzca un crecimiento real que se extienda a todos y que sea sostenible. Lo que vemos ahora es un desarrollo que llega a los más fuertes y tan débil que el mundo entró en crisis a pesar del crecimiento de algunos.

El lugar del mercado

 

El objetivo de estas consideraciones no es destruir el mercado, sino entender cuál su lugar apropiado. No es prescindir del comercio sino ponerle valores como cimientos. La siguiente reflexión de Jim Wallis es interesante desde el punto de vista concreto y práctico: Porque un Banco ofrezca crédito, eso no quiere decir que siempre lo debe conceder. Si el cliente no tiene cómo responder, se le hace un daño mayor concediéndole un crédito. Eso pasó en los EE.UU. en la crisis de las hipotecas. Los bancos indujeron a sus clientes a embarcarse en préstamos impagables, para que sus ejecutivos ganaran enormes sumas como bonificaciones.

Porque los consumidores reciban ofertas de créditos, eso no significa que siempre los deban aceptar. En estos días los Bancos en Colombia ofrecen segundas tarjetas de crédito; en Navidad anuncian tres meses de plazo para empezar a pagar las compras y créditos preaprobados. No seamos ingenuos, los Bancos nunca pierden. Tengamos también presente que aunque tengamos con qué pagar algo no siempre lo debemos comprar. El mercado nos llena de publicidad para que compremos lo que no necesitamos.

Reflexionemos, como nos invita Jim Wallis después de leer a Benedicto XVI, sobre la diferencia entre el deseo y la necesidad, entre el poder y el deber hacer algo y para discernir sobre estos debemos fijarnos prioridades.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1]Cf www.instituto-social.leonxiii.org

[2] Jim Wallis, “Rediscovering VALUES On Wall Street, Main Street, and your Street”, Howard Books, A Division of Simon & Shuster, New York, 2010

Reflexión 195 . Caritas in veritate Capítulo II, N° 34, Charla 32

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Crisis económica en Europa

 

En la reflexión anterior terminamos de estudiar el capítulo segundo de Caritas in veritate, en el cual Benedicto XVI nos presentó su pensamiento sobre lo que  ha sucedido con el desarrollo de los pueblos, después de la encíclica Populorum progressio de Pablo VI: dice en el N° 33, que Más de cuarenta años después de la Populorum progressio, su argumento de fondo, el progreso, sigue siendo aún un problema abierto, que se ha hecho más agudo y perentorio por la crisis económico-financiera que se está produciendo.

 

Y es que la crisis económica no ha terminado. Hasta no hace mucho se hablaba de los progresos de Irlanda que calificaban de casi un nuevo milagro económico; ahora los países poderosos de la Unión Europea han tenido que intervenir con su ayuda para rescatar a Irlanda que se acerca a un desastre económico. Hace pocas semanas la crisis estalló en Grecia y la economía de España tambalea, con indicadores tan negativos como un desempleo por encima del 20%.[1] Las desigualdades en los países europeos son notorias: mientras en España el desempleo estaba en 20.3%, según los datos de julio de 2010, en Austria era de 3.8% y en los Países Bajos (Holanda) era de 4.4%.

 

Sobre los efectos de la globalización, que el Papa describe muy acertadamente como interdependencia planetaria porque ahora, en materia económica y de mercados todos los países dependen unos de otros, señala el Papa que algunas naciones han salido de la pobreza, pero otras permanecen en una situación comparable a la que había en tiempos de Pablo VI, y en algún caso, peor. Algunas causas de la situación de pobreza de la que no logran salir algunos países, dice Benedicto XVI que fueron ya señaladas por Pablo VI, por ejemplo los altos aranceles aduaneros impuestos por los países económicamente desarrollados.

 

Lo  bueno y lo malo de la globalizacón

 

Benedicto XVI reconoce lo bueno que ha venido con la globalización y también los riesgos que trae consigo. Recordemos sus palabras en el N° 33 de Caritas in veritate:

 

La novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia planetaria, ya comúnmente llamada globalización. Pablo VI lo había previsto parcialmente, pero es sorprendente el alcance y la impetuosidad de su auge. Surgido en los países económicamente desarrollados, este proceso ha implicado por su naturaleza a todas las economías. Ha sido el motor principal para que regiones enteras superaran el subdesarrollo y es, de por sí, una gran oportunidad. Sin embargo, sin la guía de la caridad en la verdad, este impulso planetario puede contribuir a crear riesgo de daños hasta ahora desconocidos y nuevas divisiones en la familia humana. Por eso, la caridad y la verdad nos plantean un compromiso inédito y creativo, ciertamente muy vasto y complejo. Se trata de ensanchar la razón y hacerla capaz de conocer y orientar estas nuevas e imponentes dinámicas, animándolas en la perspectiva de esa «civilización del amor», de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura.

 

Insuficiencia de la sabiduría humana sin la sabiduría del Evangelio

 

Los genios de la economía que orientan al mundo en estos temas, olvidan que no es suficiente ofrecer herramientas técnicas, productos de su inteligencia, para dirigir a las naciones hacia el desarrollo; si a sus orientaciones, además de sabiduría humana no les inyectan la fraternidad, el amor, que es la sabiduría del Evangelio, es decir, si no le inyectan humanidad, siempre sus soluciones van a quedar cortas; quizás buenas para la economía, pero insuficientes y en algunos casos perjudiciales para los seres humanos.

 

 Las palabras de Benedicto XVI, que acabamos de leer son sabias:

 

Sin la guía de la caridad en la verdad, puede contribuir (la globalización) a crear riesgo de daños hasta ahora desconocidos y nuevas divisiones en la familia humana. Por eso, la caridad y la verdad nos plantean un compromiso inédito y creativo, ciertamente muy vasto y complejo. Se trata de ensanchar la razón y hacerla capaz de conocer y orientar estas nuevas e imponentes dinámicas, animándolas en la perspectiva de esa «civilización del amor», de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura.

 

 

 

Algunos ejemplos de medidas que no contemplan la ley del amor: en las empresas en dificultades económicas, una de las primeras disposiciones que toman los directivos es disminuir los costos de personal: se despide personal, se disminuyen los auxilios, cuando pueden congelan los salarios. Es muy diciente el consejo de los técnicos, que se aplica desde el gobierno anterior, de flexibilizar el contrato de trabajo. Antes, era muy difícil despedir a un trabajador y según la ley laboral solo se podía contratar trabajadores temporales para ciertas labores que no eran permanentes, como podía ser el aumento estacional de la producción o de las ventas. Ahora, la nueva Contralora General de la República ha puesto al descubierto algo que todos sabíamos: lo que llaman las nóminas paralelas: las entidades oficiales, incluyendo los ministerios, son las primeras en enganchar personal con contratos de servicios a través de terceros, para disminuir el valor de sus nóminas.

 

Bondades y perjuicios de las medidas económicas

 

Aquí en Colombia, Fedesarrollo continúa con su propuesta de quitar a las empresas su aporte al SENA y al ICBF y por distintos caminos insisten en ello. ¿Para quién son buenas esas medidas? Para maquillar los balances, para las utilidades de las empresas. ¿A quién perjudican? A los trabajadores y a sus familias. Las propuestas de esta clase se tratan de maquillar con la necesidad de fortalecer a las empresas que, si les disminuyen las cargas económicas laborales tendrán la capacidad de  contratar más personal. Ya quedó demostrado con la ley de flexibilización, que ese pretendido aumento no se produjo y que por el contrario, la calidad del trabajo que ofrecen es ahora inferior.

 

Estas medidas sobre la disminución de los costos de personal no las inventaron en Colombia. En la actual crisis de Europa, estos son los consejos del Fondo Monetario Internacional, según la agencia Reuters: [2]

Dice el FMI que Irlanda debería reducir gradualmente su subsidio de desempleo y rebajar el salario mínimo con el fin de estimular el empleo.

Específicamente, el documento del FMI señala que Irlanda debería implementar requisitos más estrictos para la búsqueda de trabajo y revisar el salario mínimo para hacerlo consistente con la caída general de los sueldos. De manera que ni siquiera el salario mínimo se debe salvar de la disminución aplicada a los demás salarios.

El Fondo Monetario Internacional también aconseja a España  reducir las indemnizaciones por despido en los empleados con contratos permanentes a los niveles promedio de la UE, y a relajar las restricciones en el mercado de alquiler. De manera que haya más libertad para aumentar  el valor del alquiler.

Para Portugal, el fondo recomienda reducir los pagos de indemnizaciones y retomar el proceso de privatizaciones.

Aunque reconoce que cada país es diferente, el FMI dijo que los estados del sur de Europa necesitan enfocarse en aumentar su competitividad, mientras que algunos de los países más grandes de la zona euro (es decir los países que tienen como moneda común el EURO), deberían promover una mayor participación de su fuerza laboral o abrir más su mercado de servicios. La competitividad ¿cómo la aumentan? vendiendo sus productos más baratos que la competencia ¿y, cómo enfocan generalmente la disminución de los costos de producción? Entre otras medidas con la disminución de los costos de personal. Es como China compite, por ejemplo, con bajos salarios.

 

Capítulo Tercero: Fraternidad, Desarrollo Económico y Sociedad Civil

Sigamos ahora con el capítulo tercero de Caritas in veritate, Caridad en la verdad. Como hicimos con el capítulo segundo, vamos a presentar este nuevo capítulo sintetizando cada número.

El título del capítulo tercero de Caritas in veritate es Fraternidad, Desarrollo Económico y Sociedad Civil. Este tema empata muy bien con las ideas sobre el desafío de la globalización y los riesgos que acarrea. Recordemos las palabras del Papa en el N° 33 de Caritas in veritate:

…la caridad y la verdad nos plantean un compromiso inédito y creativo, ciertamente muy vasto y complejo. Se trata de ensanchar la razón y hacerla capaz de conocer y orientar estas nuevas e imponentes dinámicas, animándolas en la perspectiva de esa «civilización del amor», de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura.

 

Las empresas son negocios y no instituciones de beneficencia

 

Podemos suponer que el capítulo tercero se va a referir al papel del amor, de la fraternidad, en el desarrollo de los pueblos, que no se puede guiar solo por el cálculo frío de las cifras y el pensamiento de los puramente técnicos. Esto es una novedad. Recuerdo que en una importante entidad financiera donde trabajé en desarrollo de ejecutivos ya hace bastantes años, se dejaba claro a quienes se preparaban para banqueros, que esas instituciones eran un negocio y no una institución de beneficencia. Claro, cuando un gerente de Banco aprueba un préstamo tiene que ser prudente; el dinero que va a autorizar se desembolse no es de su propiedad, es de la entidad en la cual trabaja, es dinero ajeno. Lo incompleto de la idea es que los Bancos, aunque sean un negocio lícito y tienen todo el derecho a obtener ganancias, también tienen obligaciones con la sociedad, con la comunidad, no sólo con los accionistas. El bien común es parte de sus obligaciones.

 

Los share holders y los stake holders

 

 En la moderna administración han acuñado los términos share holders y stake holders.[3] Los share holders son los accionistas, los que poseen acciones de la empresa. Los stake holders son los miembros de la comunidad en la cual desarrolla sus actividades esa empresa, son quienes pueden afectar o son afectados por las actividades de la empresa de la que se trate. Entre ellos están los empleados, los vecinos, el gobierno, etc. Las empresas no pueden maltratar a la comunidad al desarrollar sus actividades.

 

Un ejemplo doméstico: en mi barrio construyeron un centro comercial liderado por un hipermercado, de los que llaman Grandes Superficies. Cuando construyeron su sede deberían haber previsto espacio suficiente en sus instalaciones para recibir los furgones de sus proveedores. Su decisión fue en detrimento de la comunidad: se tomaron las calles vecinas donde estacionan los muchos furgones que les llevan la mercancía. El espacio del centro comercial lo dedicaron al área de ventas y para arrendar o vender locales comerciales.

 

Un término nuevo en la economía: la Gratuidad

 

El capítulo tercero de Caritas in veritate sobre la fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil se extiende del N° 34 al 43. Aparece un término nuevo para los economistas puros: el término gratuidad. Será uno de los términos importantes que debemos tratar.[4]

 

Comencemos con este pensamiento que es de la encíclica Caritas in veritate, Caridad  en la verdad : “La unidad de la raza humana, una comunión que trasciende cualquier barrera, es llamada al ser por la palabra de Dios que es Amor”.

 

La experiencia del don, de algo que recibimos o entregamos gratuitamente la vivimos de diversa manera en nuestra vida. Cuando los seres humanos se sienten autosuficientes pueden confundir la felicidad y la salvación con la prosperidad material y la vida social. Pero el desarrollo económico, político y social, para que sea de verdad un desarrollo humano, tiene que incluir la gratuidad, el don y la expresión de la fraternidad.

 

Esto dice el N° 34 de Caritas in veritate:

 

La caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La gratuidad está en su vida de muchas maneras, aunque frecuentemente pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad. El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente. A veces, el hombre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Es una presunción fruto de la cerrazón egoísta en sí mismo, que procede —por decirlo con una expresión creyente— del pecado de los orígenes. La sabiduría de la Iglesia ha invitado siempre a no olvidar la realidad del pecado original, ni siquiera en la interpretación de los fenómenos sociales y en la construcción de la sociedad: «Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres»[5]. Hace tiempo que la economía forma parte del conjunto de los ámbitos en que se manifiestan los efectos perniciosos del pecado. Nuestros días nos ofrecen una prueba evidente.

 

Creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia ha inducido al hombre a confundir la felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar material y de actuación social. Además, la exigencia de la economía de ser autónoma, de no estar sujeta a «injerencias» de carácter moral, ha llevado al hombre a abusar de los instrumentos económicos incluso de manera destructiva. Con el pasar del tiempo, estas posturas han desembocado en sistemas económicos, sociales y políticos que han tiranizado la libertad de la persona y de los organismos sociales y que, precisamente por eso, no han sido capaces de asegurar la justicia que prometían. Como he afirmado en la Encíclica Spe salvi, se elimina así de la historia la esperanza cristiana[6], que no obstante es un poderoso recurso social al servicio del desarrollo humano integral, en la libertad y en la justicia. La esperanza sostiene a la razón y le da fuerza para orientar la voluntad[7]. Está ya presente en la fe, que la suscita. La caridad en la verdad se nutre de ella y, al mismo tiempo, la manifiesta. Al ser un don absolutamente gratuito de Dios, irrumpe en nuestra vida como algo que no es debido, que trasciende toda ley de justicia. Por su naturaleza, el don supera el mérito, su norma es sobreabundar. Nos precede en nuestra propia alma como signo de la presencia de Dios en nosotros y de sus expectativas para con nosotros. La verdad que, como la caridad es don, nos supera, como enseña San Agustín.[8] Incluso nuestra propia verdad, la de nuestra conciencia personal, ante todo, nos ha sido «dada». En efecto, en todo proceso cognitivo la verdad no es producida por nosotros, sino que se encuentra o, mejor aún, se recibe. Como el amor, «no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano»[9].

 

En resumen, ¿qué nos enseña el N° 34 de Caritas in veritate?

 

Nos enseña que el don, la entrega gratuita, es una experiencia clave en nuestras vidas, que revela nuestra dimensión trascendente, desprendida, generosa, no amarrada a lo terreno. El pensamiento de las personas que se sienten autores y dueños de sí mismos es producto del egoísmo cuya fuente es el pecado original.

 

Citando el Catecismo de la Iglesia Católica (407), nos recuerda Benedicto XVI que «Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres». Es decir que las consecuencias del pecado original alcanzan a contaminar las estructuras sociales, incluyendo la economía.

 

¿En la economía hay lugar para la ética?

 

En nuestro tiempo se trata de mantener a la economía lejos de la moral. Defienden que el manejo de la economía es algo técnico en que no tiene cabida la ética. Es un recurso que utilizan ahora también en otros temas como el aborto. Sus defensores defienden que se trata de un tema de salud pública y no de moral.

 

Véase si no la columna de Florence Thomas,  titulada “Veinte buenas razones para legalizar el aborto”, El Tiempo, Bogotá 24 de noviembre 2010: ”Porque como ya han entendido muchos países del mundo, los derechos sexuales y reproductivos y la legalización total del aborto son asuntos de salud pública y no de moral”.

 

Perder el sentido de lo trascendente es perder el sentido de Dios

 

Juan Souto Coelho, del Instituto social León XIII, de España afirma:

 

Caritas in veritate es la encíclica escrita para un mundo que, por un lado, tiende a prescindir, ocultar y negar la presencia de Dios en la vida, en el devenir de la historia y en el corazón del hombre; por otro lado, afirma poder alcanzar el máximo nivel de desarrollo posible confiando únicamente en sus propias fuerzas, su técnica, su inteligencia y su capacidad de altruismo. Es el pecado original del que está herida la humanidad. El verdadero desarrollo también exige plantear cómo recomponer las relaciones entre la creatura y su Creador, entre los medios y los fines[10]                                                                                                                                                                                     

 Más adelante, en el N° 78 de Caritas in veritate, Benedicto XVI afirma que Sin Dios el hombre no sabe a dónde ir ni tampoco logra entender quién es.

Perder el sentido de Dios es perder la esperanza cristiana

Finalmente por hoy, digamos que la pérdida del sentido de lo trascendente implica la pérdida de la esperanza cristiana, que es un recurso social poderoso para  el desarrollo humano integral. Si se cree que el máximo del desarrollo humano sólo llega hasta la tumba, se pierde la perspectiva de la plenitud que la persona humana puede alcanzar en su encuentro definitivo con Dios. Esos dones claves de que trata Caritas in veritate: la esperanza, la verdad y el amor, son regalos que recibimos de Dios y son un aporte a la construcción de la comunidad universal.

Sii Dios quiere, continuaremos con el principio de la gratuidad, don que inspira la generosidad y que ocupa un lugar importante en el desarrollo económico, social, político, que es auténticamente humano y divino, propio del Creador que es Amor.


[1] Cf www.elmundo.es

[2] Cf www.elmundo.es, noviembre 23, 2010

[3] Cf  wikipedia: Stakeholder es un término inglés utilizado por primera vez por R. E. Freeman en su obra: “Strategic Management: A Stakeholder Approach”, (Pitman, 1984) para referirse a «quienes pueden afectar o son afectados por las actividades de una empresa».

[4] Para nuestra reflexión nos basaremos especialmente en: www.faith doing justice.com.au y en  Center of Concern, www.instituto-social-leonxiii.org  Con frecuencia traduzco literalmente el texto.

[5] Catecismo de la Iglesia Católica, 407; Cf Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 25

[6] Cf Carta enc. Spes salvi, En la esperanza fuimos salvados (30 nov. 2007, 17)

[7] Cf ibid., 23

[8] San Agustín explica detalladamente esta enseñanza en el diálogo sobre el libre albedrío (De libero arbitrio II 3, 8 ss.). Señala la existencia en el alma humana de un «sentido interior». Este sentido consiste en una acción que se realiza al margen de las funciones normales de la razón, una acción previa a la reflexión y casi instintiva, por la que la razón, dándose cuenta de su condición transitoria y falible, admite por encima de ella la existencia de algo externo, absolutamente verdadero y cierto. El nombre que San Agustín asigna a veces a esta verdad interior es el de Dios (Confesiones X, 24, 35; XII, 25, 35; De libero arbitrio II 3, 8), pero más a menudo el de Cristo (De Magistro 11, 38; Confesiones VII, 18, 24; XI, 2, 4).

 

[9] Cf Crta enc. Deus caritas est, 3

[10] Cf www.instituto-social-leonxiii.org