Reflexión 195 . Caritas in veritate Capítulo II, N° 34, Charla 32

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Crisis económica en Europa

 

En la reflexión anterior terminamos de estudiar el capítulo segundo de Caritas in veritate, en el cual Benedicto XVI nos presentó su pensamiento sobre lo que  ha sucedido con el desarrollo de los pueblos, después de la encíclica Populorum progressio de Pablo VI: dice en el N° 33, que Más de cuarenta años después de la Populorum progressio, su argumento de fondo, el progreso, sigue siendo aún un problema abierto, que se ha hecho más agudo y perentorio por la crisis económico-financiera que se está produciendo.

 

Y es que la crisis económica no ha terminado. Hasta no hace mucho se hablaba de los progresos de Irlanda que calificaban de casi un nuevo milagro económico; ahora los países poderosos de la Unión Europea han tenido que intervenir con su ayuda para rescatar a Irlanda que se acerca a un desastre económico. Hace pocas semanas la crisis estalló en Grecia y la economía de España tambalea, con indicadores tan negativos como un desempleo por encima del 20%.[1] Las desigualdades en los países europeos son notorias: mientras en España el desempleo estaba en 20.3%, según los datos de julio de 2010, en Austria era de 3.8% y en los Países Bajos (Holanda) era de 4.4%.

 

Sobre los efectos de la globalización, que el Papa describe muy acertadamente como interdependencia planetaria porque ahora, en materia económica y de mercados todos los países dependen unos de otros, señala el Papa que algunas naciones han salido de la pobreza, pero otras permanecen en una situación comparable a la que había en tiempos de Pablo VI, y en algún caso, peor. Algunas causas de la situación de pobreza de la que no logran salir algunos países, dice Benedicto XVI que fueron ya señaladas por Pablo VI, por ejemplo los altos aranceles aduaneros impuestos por los países económicamente desarrollados.

 

Lo  bueno y lo malo de la globalizacón

 

Benedicto XVI reconoce lo bueno que ha venido con la globalización y también los riesgos que trae consigo. Recordemos sus palabras en el N° 33 de Caritas in veritate:

 

La novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia planetaria, ya comúnmente llamada globalización. Pablo VI lo había previsto parcialmente, pero es sorprendente el alcance y la impetuosidad de su auge. Surgido en los países económicamente desarrollados, este proceso ha implicado por su naturaleza a todas las economías. Ha sido el motor principal para que regiones enteras superaran el subdesarrollo y es, de por sí, una gran oportunidad. Sin embargo, sin la guía de la caridad en la verdad, este impulso planetario puede contribuir a crear riesgo de daños hasta ahora desconocidos y nuevas divisiones en la familia humana. Por eso, la caridad y la verdad nos plantean un compromiso inédito y creativo, ciertamente muy vasto y complejo. Se trata de ensanchar la razón y hacerla capaz de conocer y orientar estas nuevas e imponentes dinámicas, animándolas en la perspectiva de esa «civilización del amor», de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura.

 

Insuficiencia de la sabiduría humana sin la sabiduría del Evangelio

 

Los genios de la economía que orientan al mundo en estos temas, olvidan que no es suficiente ofrecer herramientas técnicas, productos de su inteligencia, para dirigir a las naciones hacia el desarrollo; si a sus orientaciones, además de sabiduría humana no les inyectan la fraternidad, el amor, que es la sabiduría del Evangelio, es decir, si no le inyectan humanidad, siempre sus soluciones van a quedar cortas; quizás buenas para la economía, pero insuficientes y en algunos casos perjudiciales para los seres humanos.

 

 Las palabras de Benedicto XVI, que acabamos de leer son sabias:

 

Sin la guía de la caridad en la verdad, puede contribuir (la globalización) a crear riesgo de daños hasta ahora desconocidos y nuevas divisiones en la familia humana. Por eso, la caridad y la verdad nos plantean un compromiso inédito y creativo, ciertamente muy vasto y complejo. Se trata de ensanchar la razón y hacerla capaz de conocer y orientar estas nuevas e imponentes dinámicas, animándolas en la perspectiva de esa «civilización del amor», de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura.

 

 

 

Algunos ejemplos de medidas que no contemplan la ley del amor: en las empresas en dificultades económicas, una de las primeras disposiciones que toman los directivos es disminuir los costos de personal: se despide personal, se disminuyen los auxilios, cuando pueden congelan los salarios. Es muy diciente el consejo de los técnicos, que se aplica desde el gobierno anterior, de flexibilizar el contrato de trabajo. Antes, era muy difícil despedir a un trabajador y según la ley laboral solo se podía contratar trabajadores temporales para ciertas labores que no eran permanentes, como podía ser el aumento estacional de la producción o de las ventas. Ahora, la nueva Contralora General de la República ha puesto al descubierto algo que todos sabíamos: lo que llaman las nóminas paralelas: las entidades oficiales, incluyendo los ministerios, son las primeras en enganchar personal con contratos de servicios a través de terceros, para disminuir el valor de sus nóminas.

 

Bondades y perjuicios de las medidas económicas

 

Aquí en Colombia, Fedesarrollo continúa con su propuesta de quitar a las empresas su aporte al SENA y al ICBF y por distintos caminos insisten en ello. ¿Para quién son buenas esas medidas? Para maquillar los balances, para las utilidades de las empresas. ¿A quién perjudican? A los trabajadores y a sus familias. Las propuestas de esta clase se tratan de maquillar con la necesidad de fortalecer a las empresas que, si les disminuyen las cargas económicas laborales tendrán la capacidad de  contratar más personal. Ya quedó demostrado con la ley de flexibilización, que ese pretendido aumento no se produjo y que por el contrario, la calidad del trabajo que ofrecen es ahora inferior.

 

Estas medidas sobre la disminución de los costos de personal no las inventaron en Colombia. En la actual crisis de Europa, estos son los consejos del Fondo Monetario Internacional, según la agencia Reuters: [2]

Dice el FMI que Irlanda debería reducir gradualmente su subsidio de desempleo y rebajar el salario mínimo con el fin de estimular el empleo.

Específicamente, el documento del FMI señala que Irlanda debería implementar requisitos más estrictos para la búsqueda de trabajo y revisar el salario mínimo para hacerlo consistente con la caída general de los sueldos. De manera que ni siquiera el salario mínimo se debe salvar de la disminución aplicada a los demás salarios.

El Fondo Monetario Internacional también aconseja a España  reducir las indemnizaciones por despido en los empleados con contratos permanentes a los niveles promedio de la UE, y a relajar las restricciones en el mercado de alquiler. De manera que haya más libertad para aumentar  el valor del alquiler.

Para Portugal, el fondo recomienda reducir los pagos de indemnizaciones y retomar el proceso de privatizaciones.

Aunque reconoce que cada país es diferente, el FMI dijo que los estados del sur de Europa necesitan enfocarse en aumentar su competitividad, mientras que algunos de los países más grandes de la zona euro (es decir los países que tienen como moneda común el EURO), deberían promover una mayor participación de su fuerza laboral o abrir más su mercado de servicios. La competitividad ¿cómo la aumentan? vendiendo sus productos más baratos que la competencia ¿y, cómo enfocan generalmente la disminución de los costos de producción? Entre otras medidas con la disminución de los costos de personal. Es como China compite, por ejemplo, con bajos salarios.

 

Capítulo Tercero: Fraternidad, Desarrollo Económico y Sociedad Civil

Sigamos ahora con el capítulo tercero de Caritas in veritate, Caridad en la verdad. Como hicimos con el capítulo segundo, vamos a presentar este nuevo capítulo sintetizando cada número.

El título del capítulo tercero de Caritas in veritate es Fraternidad, Desarrollo Económico y Sociedad Civil. Este tema empata muy bien con las ideas sobre el desafío de la globalización y los riesgos que acarrea. Recordemos las palabras del Papa en el N° 33 de Caritas in veritate:

…la caridad y la verdad nos plantean un compromiso inédito y creativo, ciertamente muy vasto y complejo. Se trata de ensanchar la razón y hacerla capaz de conocer y orientar estas nuevas e imponentes dinámicas, animándolas en la perspectiva de esa «civilización del amor», de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura.

 

Las empresas son negocios y no instituciones de beneficencia

 

Podemos suponer que el capítulo tercero se va a referir al papel del amor, de la fraternidad, en el desarrollo de los pueblos, que no se puede guiar solo por el cálculo frío de las cifras y el pensamiento de los puramente técnicos. Esto es una novedad. Recuerdo que en una importante entidad financiera donde trabajé en desarrollo de ejecutivos ya hace bastantes años, se dejaba claro a quienes se preparaban para banqueros, que esas instituciones eran un negocio y no una institución de beneficencia. Claro, cuando un gerente de Banco aprueba un préstamo tiene que ser prudente; el dinero que va a autorizar se desembolse no es de su propiedad, es de la entidad en la cual trabaja, es dinero ajeno. Lo incompleto de la idea es que los Bancos, aunque sean un negocio lícito y tienen todo el derecho a obtener ganancias, también tienen obligaciones con la sociedad, con la comunidad, no sólo con los accionistas. El bien común es parte de sus obligaciones.

 

Los share holders y los stake holders

 

 En la moderna administración han acuñado los términos share holders y stake holders.[3] Los share holders son los accionistas, los que poseen acciones de la empresa. Los stake holders son los miembros de la comunidad en la cual desarrolla sus actividades esa empresa, son quienes pueden afectar o son afectados por las actividades de la empresa de la que se trate. Entre ellos están los empleados, los vecinos, el gobierno, etc. Las empresas no pueden maltratar a la comunidad al desarrollar sus actividades.

 

Un ejemplo doméstico: en mi barrio construyeron un centro comercial liderado por un hipermercado, de los que llaman Grandes Superficies. Cuando construyeron su sede deberían haber previsto espacio suficiente en sus instalaciones para recibir los furgones de sus proveedores. Su decisión fue en detrimento de la comunidad: se tomaron las calles vecinas donde estacionan los muchos furgones que les llevan la mercancía. El espacio del centro comercial lo dedicaron al área de ventas y para arrendar o vender locales comerciales.

 

Un término nuevo en la economía: la Gratuidad

 

El capítulo tercero de Caritas in veritate sobre la fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil se extiende del N° 34 al 43. Aparece un término nuevo para los economistas puros: el término gratuidad. Será uno de los términos importantes que debemos tratar.[4]

 

Comencemos con este pensamiento que es de la encíclica Caritas in veritate, Caridad  en la verdad : “La unidad de la raza humana, una comunión que trasciende cualquier barrera, es llamada al ser por la palabra de Dios que es Amor”.

 

La experiencia del don, de algo que recibimos o entregamos gratuitamente la vivimos de diversa manera en nuestra vida. Cuando los seres humanos se sienten autosuficientes pueden confundir la felicidad y la salvación con la prosperidad material y la vida social. Pero el desarrollo económico, político y social, para que sea de verdad un desarrollo humano, tiene que incluir la gratuidad, el don y la expresión de la fraternidad.

 

Esto dice el N° 34 de Caritas in veritate:

 

La caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La gratuidad está en su vida de muchas maneras, aunque frecuentemente pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad. El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente. A veces, el hombre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Es una presunción fruto de la cerrazón egoísta en sí mismo, que procede —por decirlo con una expresión creyente— del pecado de los orígenes. La sabiduría de la Iglesia ha invitado siempre a no olvidar la realidad del pecado original, ni siquiera en la interpretación de los fenómenos sociales y en la construcción de la sociedad: «Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres»[5]. Hace tiempo que la economía forma parte del conjunto de los ámbitos en que se manifiestan los efectos perniciosos del pecado. Nuestros días nos ofrecen una prueba evidente.

 

Creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia ha inducido al hombre a confundir la felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar material y de actuación social. Además, la exigencia de la economía de ser autónoma, de no estar sujeta a «injerencias» de carácter moral, ha llevado al hombre a abusar de los instrumentos económicos incluso de manera destructiva. Con el pasar del tiempo, estas posturas han desembocado en sistemas económicos, sociales y políticos que han tiranizado la libertad de la persona y de los organismos sociales y que, precisamente por eso, no han sido capaces de asegurar la justicia que prometían. Como he afirmado en la Encíclica Spe salvi, se elimina así de la historia la esperanza cristiana[6], que no obstante es un poderoso recurso social al servicio del desarrollo humano integral, en la libertad y en la justicia. La esperanza sostiene a la razón y le da fuerza para orientar la voluntad[7]. Está ya presente en la fe, que la suscita. La caridad en la verdad se nutre de ella y, al mismo tiempo, la manifiesta. Al ser un don absolutamente gratuito de Dios, irrumpe en nuestra vida como algo que no es debido, que trasciende toda ley de justicia. Por su naturaleza, el don supera el mérito, su norma es sobreabundar. Nos precede en nuestra propia alma como signo de la presencia de Dios en nosotros y de sus expectativas para con nosotros. La verdad que, como la caridad es don, nos supera, como enseña San Agustín.[8] Incluso nuestra propia verdad, la de nuestra conciencia personal, ante todo, nos ha sido «dada». En efecto, en todo proceso cognitivo la verdad no es producida por nosotros, sino que se encuentra o, mejor aún, se recibe. Como el amor, «no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano»[9].

 

En resumen, ¿qué nos enseña el N° 34 de Caritas in veritate?

 

Nos enseña que el don, la entrega gratuita, es una experiencia clave en nuestras vidas, que revela nuestra dimensión trascendente, desprendida, generosa, no amarrada a lo terreno. El pensamiento de las personas que se sienten autores y dueños de sí mismos es producto del egoísmo cuya fuente es el pecado original.

 

Citando el Catecismo de la Iglesia Católica (407), nos recuerda Benedicto XVI que «Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres». Es decir que las consecuencias del pecado original alcanzan a contaminar las estructuras sociales, incluyendo la economía.

 

¿En la economía hay lugar para la ética?

 

En nuestro tiempo se trata de mantener a la economía lejos de la moral. Defienden que el manejo de la economía es algo técnico en que no tiene cabida la ética. Es un recurso que utilizan ahora también en otros temas como el aborto. Sus defensores defienden que se trata de un tema de salud pública y no de moral.

 

Véase si no la columna de Florence Thomas,  titulada “Veinte buenas razones para legalizar el aborto”, El Tiempo, Bogotá 24 de noviembre 2010: ”Porque como ya han entendido muchos países del mundo, los derechos sexuales y reproductivos y la legalización total del aborto son asuntos de salud pública y no de moral”.

 

Perder el sentido de lo trascendente es perder el sentido de Dios

 

Juan Souto Coelho, del Instituto social León XIII, de España afirma:

 

Caritas in veritate es la encíclica escrita para un mundo que, por un lado, tiende a prescindir, ocultar y negar la presencia de Dios en la vida, en el devenir de la historia y en el corazón del hombre; por otro lado, afirma poder alcanzar el máximo nivel de desarrollo posible confiando únicamente en sus propias fuerzas, su técnica, su inteligencia y su capacidad de altruismo. Es el pecado original del que está herida la humanidad. El verdadero desarrollo también exige plantear cómo recomponer las relaciones entre la creatura y su Creador, entre los medios y los fines[10]                                                                                                                                                                                     

 Más adelante, en el N° 78 de Caritas in veritate, Benedicto XVI afirma que Sin Dios el hombre no sabe a dónde ir ni tampoco logra entender quién es.

Perder el sentido de Dios es perder la esperanza cristiana

Finalmente por hoy, digamos que la pérdida del sentido de lo trascendente implica la pérdida de la esperanza cristiana, que es un recurso social poderoso para  el desarrollo humano integral. Si se cree que el máximo del desarrollo humano sólo llega hasta la tumba, se pierde la perspectiva de la plenitud que la persona humana puede alcanzar en su encuentro definitivo con Dios. Esos dones claves de que trata Caritas in veritate: la esperanza, la verdad y el amor, son regalos que recibimos de Dios y son un aporte a la construcción de la comunidad universal.

Sii Dios quiere, continuaremos con el principio de la gratuidad, don que inspira la generosidad y que ocupa un lugar importante en el desarrollo económico, social, político, que es auténticamente humano y divino, propio del Creador que es Amor.


[1] Cf www.elmundo.es

[2] Cf www.elmundo.es, noviembre 23, 2010

[3] Cf  wikipedia: Stakeholder es un término inglés utilizado por primera vez por R. E. Freeman en su obra: “Strategic Management: A Stakeholder Approach”, (Pitman, 1984) para referirse a «quienes pueden afectar o son afectados por las actividades de una empresa».

[4] Para nuestra reflexión nos basaremos especialmente en: www.faith doing justice.com.au y en  Center of Concern, www.instituto-social-leonxiii.org  Con frecuencia traduzco literalmente el texto.

[5] Catecismo de la Iglesia Católica, 407; Cf Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 25

[6] Cf Carta enc. Spes salvi, En la esperanza fuimos salvados (30 nov. 2007, 17)

[7] Cf ibid., 23

[8] San Agustín explica detalladamente esta enseñanza en el diálogo sobre el libre albedrío (De libero arbitrio II 3, 8 ss.). Señala la existencia en el alma humana de un «sentido interior». Este sentido consiste en una acción que se realiza al margen de las funciones normales de la razón, una acción previa a la reflexión y casi instintiva, por la que la razón, dándose cuenta de su condición transitoria y falible, admite por encima de ella la existencia de algo externo, absolutamente verdadero y cierto. El nombre que San Agustín asigna a veces a esta verdad interior es el de Dios (Confesiones X, 24, 35; XII, 25, 35; De libero arbitrio II 3, 8), pero más a menudo el de Cristo (De Magistro 11, 38; Confesiones VII, 18, 24; XI, 2, 4).

 

[9] Cf Crta enc. Deus caritas est, 3

[10] Cf www.instituto-social-leonxiii.org