Reflexión 286 San Juan XXIII Doctrina Social Mayo 15 2014

 

Comentario final sobre Pío XII y la DSI

 

En el programa pasado terminamos de estudiar la doctrina social expuesta por Pío XII en sus alocuciones. Seguimos el orden que propone el Compendio de la DSI desde el N° 87 en adelante con el título general LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO APUNTES HISTÓRICOS. Sobre Pío XII dice el Compendio en el N° 93:

Los Radiomensajes navideños de Pío XII, junto a otras de sus importantes intervenciones en materia social, profundizan la reflexión magisterial sobre un nuevo orden social, gobernado por la moral y el derecho, y centrado en la justicia y en la paz. Durante su Pontificado, Pío XII atravesó los años terribles de la Segunda Guerra Mundial y los difíciles de la reconstrucción. No publicó encíclicas sociales, sin embargo manifestó constantemente, en numerosos contextos, su preocupación por el orden internacional trastornado: «En los años de la guerra y de la posguerra el Magisterio social de Pío XII representó para muchos pueblos de todos los continentes y para millones de creyentes y no creyentes la voz de la conciencia universal, interpretada y proclamada en íntima conexión con la Palabra de Dios. Con su autoridad moral y su prestigio, Pío XII llevó la luz de la sabiduría cristiana a un número incontable de hombres de toda categoría y nivel social».

Cita a continuación el Compendio lo que dijo la Congregación para la Educación Católica, en sus orientaciones para el estudio y enseñanza de la doctrina social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes, en el N° 22. Estas son sus palabras:

Una de las características de las intervenciones de Pío XII es el relieve dado a la relación entre moral y derecho. El Papa insiste en la noción de derecho natural, como alma del ordenamiento que debe instaurarse en el plano nacional e internacional. Otro aspecto importante de la enseñanza de Pío XII es su atención a las agrupaciones profesionales y empresariales, llamadas a participar de modo especial en la consecución del bien común: «Por su sensibilidad e inteligencia para captar “los signos de los tiempos”, Pío XII puede ser considerado como el precursor inmediato del Concilio Vaticano II y de la enseñanza social de los Papas que le han sucedido».

 

La Doctrina Social en San Juan XXIII

 

Como introducción a la doctrina social expuesta por el sucesor de Pío XII el Compendio de la DSI desde el N° 94 dice:

Los años Sesenta abren horizontes prometedores: la recuperación después de las devastaciones de la guerra, el inicio de la descolonización, las primeras tímidas señales de un deshielo en las relaciones entre los dos bloques, americano y soviético. En este clima, el beato Juan XXIII lee con profundidad los «signos de los tiempos». La cuestión social se está universalizando y afecta a todos los países: junto a la cuestión obrera y la revolución industrial, se delinean los problemas de la agricultura, de las áreas en vías de desarrollo, del incremento demográfico y los relacionados con la necesidad de una cooperación económica mundial. Las desigualdades, advertidas precedentemente al interno de las Naciones, aparecen ahora en el plano internacional y manifiestan cada vez con mayor claridad la situación dramática en que se encuentra el Tercer Mundo.

Juan XXIII, en la encíclica « Mater et magistra», «trata de actualizar los documentos ya conocidos y dar un nuevo paso adelante en el proceso de compromiso de toda la comunidad cristiana». Las palabras clave de la encíclica son comunidad y socialización: la Iglesia está llamada a colaborar con todos los hombres en la verdad, en la justicia y en el amor, para construir una auténtica comunión. Por esta vía, el crecimiento económico no se limitará a satisfacer las necesidades de los hombres, sino que podrá promover también su dignidad.

 

La elección de Juan XXIII

 

La elección de Juan XXIII como sucesor de la gran figura internacional de Pío XII fue, a los ojos humanos, una sorpresa. El pontificado de Pío XII fue largo; desde el 2 de marzo de 1939 hasta el 9 de octubre de 1958, es decir casi 20 años. Cuando fue elegido papa Pío XII, tenía 63 años. Falleció pues, a los 83. Juan XXIII fue elegido el 28 de octubre de 1958,  veinte días después del fallecimiento de Pío XII. Tenía Juan XXIII casi 77 años. Esa edad que hoy nos parece normal por la edad a la que fueron elegidos Benedicto VI, a los 78 años y el papa Francisco a los 77, cuando fue elegido San Juan XXIII, era para los ojos humanos, por lo menos inusual; por eso se comentó entonces que se había elegido un papa de transición, como quien dice, para pasar el momento. A los ojos de Dios que dirige a la Iglesia, Juan XXIII llegaba a gobernar a su pueblo, el de Dios, trayendo un aire fresco de renovación, de puesta al día la Iglesia en el mundo moderno. Su gran obra sería el Concilio Vaticano II.

Dos grandes encíclicas: Mater et magistra (Madre y maestra) y Pacen in terris (Paz en la tierra), marcan su indeleble contribución a la DSI. Vamos a estudiar primero la encíclica Mater et magistra y luego seguiremos con Pacem in terris que nos señala el camino para la construcción de la paz mundial.

Claro está que la contribución de San Juan XXIII a la DSI no es solo la que se encuentra en esas dos encíclicas; debemos tener muy en cuenta lo que significó el Concilio Vaticano II convocado por el papa Juan y que aclaró la posición de la Iglesia frente a la sociedad en el mundo moderno. La Iglesia llega en el Concilio a una manera remozada de comprender su papel en la sociedad, por lo tanto de entender también la DSI, que no es otra cosa la doctrina cristiana acerca de la sociedad. Como es natural, más adelante tendremos que detenernos en la constitución Gaudium et spes, Gozo y esperanza, ya en tiempo de Pablo VI. Nos espera pues un largo camino lleno de gozo y esperanza.

 

Mater et magistra, Madre y maestra

 

Empecemos por Mater et magistra.  La ocasión para esta encíclica se presentó en la conmemoración del septuagésimo aniversario de la Rerum novarum. Juan XXIII no se limitará a conmemorar ese importante acontecimiento sino a enfrentar con espíritu joven los problemas sociales de la época, nuevos si se comparan con los las injusticias de la revolución industrial, a las cuales en su momento enfrentó León XIII.

Si por transición se entiende paso, puente, puede ser una manera de entender esta encíclica, como un documento doctrinal que hace de puente para que comprendamos la DSI ante los problemas de la sociedad moderna, doctrina que abordará y presentará fortalecida el Concilio Vaticano II. La DSI detecta problemas nuevos, como las desigualdades que se agudizan una vez superadas las consecuencias de la guerra. La política internacional adquiere una nueva dirección, como se verá en Pacem in terris y Mater et  magistra que son la comprensión de un mundo que es ahora más optimista.

Es importante entonces, comprender el contexto histórico. Con Juan XXIII estamos en 1961. Setenta años antes, cuando León XIII escribió la Rerum novarum, la situación era distinta. Esa encíclica fue firmada por León XIII el 15 de mayo de 1891.

La industria no tuvo su época de consolidación y desarrollo sin traumas. Los trabajadores tuvieron que empezar la lucha por sus derechos fundamentales: las injusticias contra las mujeres y los niños en las minas de carbón y en las hilanderías empiezan a tener algunas correcciones de gobiernos como el de Inglaterra que en 1874 introdujo la semana laboral de 56 horas y media (por lo menos ponía un límite), Francia, ese mismo año prohibió el trabajo subterráneo de las mujeres y el trabajo de los niños y los sindicatos empezaronn a organizarse para defender a los trabajadores.

La situación de injusticia en la revolución industrial no se corrigió inmediatamente; por eso León XIII en 1891 presentó la Rerum novarum, sobre la situación de los trabajadores. Por cierto en estos días está presentando el canal de TV internacional F&A (Film and arts), una serie sobre el Titanic. Se titula Titanic sangre y acero. Nos muestra la serie, el contexto de esa construcción en Belfast, Irlanda del Norte, donde se discriminaba a los católicos en el astillero y en la siderúrgica que les producía el acero. No se permitía a los católicos acceder a cargos directivos y a los trabajadores rasos, católicos, los trataban mal. Es una serie interesante para comprender la lucha de los trabajadores por sus derechos, hace 100 años.

Contexto histórico

 

Era otra la época cuando Juan XXIII presentó la Mater et magistra, Madre y maestra. El nuevo papa, de origen campesino, vive en un mundo moderno, la bomba atómica había horrorizado con la destrucción de Nagasaki y de Hiroshima en agosto de 1945. Ya otros países tenían esas horribles armas nucleares: la Unión Soviética desde 1949, Inglaterra desde 1952. Los EE.UU. probaron la primera bomba de hidrógeno también el año 1952 y al año siguiente la Unión Soviética y la seguiría Inglaterra. En 1960 Francia se unía a esas naciones atómicas.

El invento de los cohetes comenzó la era aeroespacial: en 1957, el Sputnik ruso vuela fuera del espacio terrestre, en 1958 el  Explorer I norteamericano. Estábamos en la carrera aeroespacial. El mismo año de la Mater et magistra, es decir 1961, el cosmonauta soviético Yuri Gagarin hizo el primer vuelo espacial humano.

En esa época los pueblos de Asia y África que habían sido sometidos como colonias por los países europeos comienzan la lucha por su independencia. La Organización de las Naciones Unidas fundada en 1945 por 51 países a alcanzado ya en el pontificado de Juan XXIII, 110 miembros.

En toda esa situación que algunos calificaban como llena de esperanza y de temor por una guerra nuclear, al mismo tiempo se podía observar que la distancia entre ricos y pobres dividía y aún divide en el siglo XXI, a los pueblos desarrollados y a los llamados subdesarrollados; o para hacer menos denigrante el calificativo, en países en vías de desarrollo. Esa situación solo presentada en gráficas, en cifras, no llega tanto al corazón, pero cuando se considera que eso significa centenares de millones de personas con hambre, sin empleo, con enfermedades no atendidas o a las que llega una medicina insuficiente, se nos sacude el alma. A esa sociedad, Juan XXIII le llama la atención con su encíclica Madre y maestra sobre la cuestión social a la luz de la DSI.

Veremos las antiguas ideas expuestas ya, reforzadas por la palabra de Juan XXIII, por ejemplo el ser humano y no el Estado, como centro de la vida social; el principio de subsidiaridad, el derecho de propiedad y al mismo tiempo la subordinación del bien privado al bien común. 

Juan XXIII presentó también ideas nuevas: el concepto de bien común no solo aplicado en el contexto interno de los países sino aplicado a las relaciones internacionales; la consideración de la justicia con las países menos desarrollados, la descripción de la existencia de un colonialismo disfrazado y las primeras alusiones a la regulación moral del crecimiento demográfico.

La reacción del mundo secular con la encíclica Madre y maestra fue de asombro y la recibieron, unos con agradecimiento y otros con recelo. La prensa rusa interpretó la encíclica como un intento de la Iglesia de recuperar a los pobres que según el mundo comunista, antes había abandonado, por otra parte, el capitalismo callaba. Los obispos de África escribieron una declaración de agradecimiento al santo padre.

Una de las lecciones que parecía haber aprendido el mundo occidental fue que las dictaduras no eran convenientes. Las experiencias de Alemania y de Italia con los gobiernos de Hitler y de Mussolini fueron que las soluciones totalitarias se vuelven contra los pueblos que permiten que se implanten, o que las toleran. Sin embargo no es la misma reacción la que se produce en los países que pasaron a depender de la Unión Soviética. Solo más tarde se liberarían del yugo comunista los países que quedaron detrás de la cortina de hierro.

El mundo democrático occidental se prestó más para el desarrollo económico que fue manifiesto en la recuperación de Alemania y demás países europeos donde se generó un mayor crecimiento económico. Esa situación significó mayor bienestar social: los bienes de consumo de que se había tenido que privar la población durante la guerra empezaron estar al alcance de mayores segmentos de la población.

El crecimiento económico apoyado por los poderes públicos dio nacimiento al llamado Estado de bienestar, en el cual el Estado contribuyó económicamente a la satisfacción de las necesidades de sus ciudadanos, especialmente en salud y educación. Al mismo tiempo los Estados crearon sistemas tributarios potentes que les permitían recaudar los fondos necesarios para los gastos sociales y al mismo tiempo esa imposición tenía cierta función redistributiva para corregir la tendencia poco equitativa de los ingresos de la población.

En los Estados dominados por el comunismo la consolidación de la economía fue de acuerdo con su filosofía: su esfuerzo no se orientó a facilitar el acceso de la población a los bienes de consumo cuya producción controlaba, sino a una planificación centralizada que buscaba la satisfacción de las necesidades básicas de la población. Se supone que en esa filosofía todos pueden llegar a cubrir sus necesidades básicas y ningún ciudadano podrá alcanzar un nivel de consumo mayor que los demás. La experiencia mostró con el tiempo que esa idea era solo teórica, que los jefes sí tenían acceso a bienes que los demás no podían obtener y que no solo que la política de la igualdad era para los de abajo, sino que los demás, según sus habilidades podían prosperar unos más que otros.

El manejo de la economía en los países comunistas los obligaba a dirigir de manera centralizada la producción, a canalizar los recursos, que siempre eran públicos, a determinados sectores y a fijar artificialmente los precios. Es lo que seguimos oyendo que sucede en Cuba y ahora tratan de hacerlo en Venezuela.

Los países de Asia y África

 

A esta ola de nuevo desarrollo de la economía querían acceder también los países de América Latina y los cerca de 40 países de África y Asia que habían conseguido su independencia. Esto significó sumar 800 millones de personas que aspiraban alcanzar los niveles de bienestar de que parecían gozar los demás países.

A esta evolución del mundo hay que sumar los pasos de progreso material que se empezaron a manifestar en la Unión Soviética y los primeros pasos de la revolución china bajo el mando de Mao. Los nuevos países independientes no solo se sintieron libres, con una dignidad igual a la de los países que los habían colonizado, sino que empezaron por esa razón a defender su derecho a ser tratados de manera igualitaria, formando un frente común.

En 1955 se reunió la Conferencia Afroasiática de Bandung, Indonesia, que reunió a 24 países  de esos dos continentes. Firmaron un acuerdo sobre la dignidad de los pueblos coloniales y su igualdad con los países ricos. Ese acuerdo tuvo como base los cinco principios de Nehru, el líder indio: respeto a la soberanía, no agresión, no interferencia en asuntos internos, igualdad y beneficio mutuo y coexistencia pacífica.

Teniendo ya claro el contexto histórico en que comenzó San Juan XXIII su pontificado, en el próximo programa, Dios mediante, seguiremos con el enfoque general y el contenido de la encíclica Mater et magistra, Madre y maestra.