Reflexión 223 La existencia de Dios Agosto 4,2011

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Solución a los problemas del alzhéimer y del párkinson

Antes de seguir nuestro estudio de Caritas in veritate, Caridad en la verdad, voy a hacer un paréntesis hoy, para comentar con ustedes una reflexión que me he hecho en estos días, a propósito de una entrevista que publicaron en el diario El Tiempo y transmitió la cadena de TV Citytv, con el doctor Rodolfo Llinás, ese médico, científico compatriota nuestro, del que los colombianos nos sentimos muy orgullosos por sus aportes, especialmente a la neurología. Comentó en esa entrevista, que no está lejos de encontrar la solución farmacológica del párkinson y del alzheimer, esas enfermedades a las que todos los mayores tememos. Dice el doctor Llinás que en el caso del alzheimer, las células nerviosas no mueren, sino que las conexiones se retraen y eso puede tener un remedio en la farmacología. Ojalá, su remedio sea una realidad. Sería un descubrimiento digno del premio Nobel de medicina. Hay que esperar.

Este asunto que vamos a ver ahora hay que tratarlo cuando está en el ambiente, mientras la tinta del periódico está fresca…


La fe llega a donde no puede llegar la inteligencia humana sola


Al doctor Llinás lo estimamos mucho. Que Dios lo ilumine para que su descubrimiento para la curación del alzhéimer y de la enfermedad de párkinson ayude a muchas familias. ¿Saben qué me apesadumbra, en medio de la expectativa que genera su anuncio?  Que el doctor Llinás confirmó en esa entrevista que es ateo. Ya en otra oportunidad lo había hecho  saber. Es triste que la inteligencia humana, que nos es comunicada con la dignidad de ser creados a imagen de Dios, sabiduría infinita, -esa inteligencia humana, – no sea suficiente para llegar a los niveles altísimos a donde lleva la fe. Son dos campos muy distintos. La inteligencia humana puede llegar a las profundidades de la biología o del espacio estelar, que desentraña la ciencia humana, pero la fe vuela mucho más alto, a las alturas de la divinidad. Para volar hasta allá no se necesita demasiada inteligencia humana. Dios comunica sus verdades sin tener en cuenta la perfección del cerebro. Precisamente revela sus verdades a los sencillos y humildes. Recordemos aquellas palabras de Jesús en Mt 11, 25s y Lc 10,21s.


En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.


La fe en Dios no es una ciencia que se pueda estudiar

El que era entonces el cardenal Ratzinger, – hoy Benedicto XVI, -en su libro Dios y el Mundo[1] dice que la fe en Dios no es una ciencia que se pueda estudiar, como la química o las matemáticas, sino que sigue siendo fe. Aunque posee una estructura racional (…) No es simplemente un oscuro asunto cualquiera del que me fío (Me fío de alguien, de Dios). Me proporciona claridad de juicio. Y existen bastantes razones juiciosas para entregarse a ella. Sin embargo, jamás se convierte en pura ciencia.

Los creyentes debemos tener claro que Dios nos regaló la fe. Tenemos que vivir agradecidos de ese don inapreciable, la perla preciosa (Mt 13,44s). En algún momento difícil de mi vida comenté a un amigo, que gracias a la fe, saldría adelante, y él, que no es creyente, me dijo que me envidiaba, porque él no tenía fe.


Tenemos la fe, por gracia de Dios. Muy sabia es la respuesta del pequeño catecismo que estudiamos de niños: “Sois cristiano? Sí, por la gracia de Dios”. No podemos hacer nada sin que Dios nos dé el primer impulso.

Dios es tan parecido a los hombres…

Hay una afirmación del doctor Llinás en la citada entrevista, que puede preocupar a algunos. Dijo:

Tengo un problema con Dios: se parece tanto a los hombres, que yo casi creo que es inventado por los hombres”(El Tiempo, domingo 31 de julio de 2011, sección Debes saber, 13).

No sabe el doctor Llinás que si Dios se parece a los hombres es precisamente porque Dios nos hizo a su imagen, no al contrario; no hicimos los hombres a un Dios parecido a nosotros; Dios hizo al ser humano parecido a Él. Los creyentes sabemos que además, Dios se hizo hombre en Jesucristo y al conocerlo a través de su Evangelio nos permitió dar una mirada a la intimidad de Dios mismo.[2]

“La culpa es de Dios que no me dio fe”

Enseguida dice el doctor Llinás, que él nació sin fe y se pregunta: ¿Y la culpa es de quién?” Y responde: “Pues de Dios, que no me dio fe. Y añade: Y así me defendí desde chiquito.” No cree en Dios, pero la culpa de que él no tenga fe se la atribuye a ese ser en quien no cree. Como complicado, ¿verdad? Parece que en el fondo hay una semilla de fe.

Aquí es donde las personas de fe tenemos que comprender que ese regalo inmenso de la fe lo tenemos que cuidar, cultivar, regar, como un arbolito que se puede marchitar. Tenemos que conocer mejor en qué consiste ese don de Dios. Que un científico tan conocido y estimado confiese que no cree en Dios, puede poner a tambalear la fe de algunos. Pongamos de nuestra parte para ayudarles y para ayudarnos.

En el mismo libro Dios y el mundo, que cité antes, el Cardenal Ratzinger afirma que como la fe exige toda la existencia, la voluntad, el amor, el desprendimiento, también necesita superar siempre el mero conocimiento, la pura demostración. Por ello también puedo vivir siempre lejos de la fe y hallar razones para refutarla (…) Basta  con analizar el enorme sufrimiento existente en el mundo (…) este debate supone una lucha de la persona consigo misma y con Dios que perdurará hasta los albores del fin de la historia.

Virtudes humanas y virtudes divinas

Como el conocido científico colombiano doctor Rodolfo Llinás volvió a confirmar sus dificultades con la fe, queremos aprovechar la oportunidad para revisar dónde estamos nosotros, creyentes. Vamos a repasar algunas ideas básicas. Sin duda este repaso nos ayudará a afianzar también lo que aprendemos de la DSI. Siguiendo ese librito del Cardenal Martini, Las virtudes del cristiano que vigila, recorramos lo que es la fe, por qué creer y cuáles son las dificultades de la fe.

Hay virtudes humanas muy importantes, que hacen de quien las posee, una persona muy apreciada. Así la prudencia; el prudente es tenido en alta estima en cualquier comunidad, el justo, el que practica la justicia, es destacado entre todos, lo mismo que el que posee la virtud de la fortaleza. Esas son virtudes que alaban también los escritores paganos antiguos: Sócrates, Aristóteles, Platón. La sabiduría pagana reconoció y destacó esas virtudes. San Ambrosio habló de esas virtudes apoyándose en los escritos del orador romano Cicerón. Por ser virtudes humanas, también los paganos las pueden alcanzar.

Hay en cambio tres virtudes que están necesariamente unidas a la revelación, que son sobrenaturales: se trata de las virtudes que  comunica directamente Dios y son la fe, la esperanza y la caridad. Son virtudes divinas, porque es Dios el que las hace posibles, quien nos ofrece la gracia de creer, esperar y amar. Esas virtudes son la vida divina en nosotros, la respuesta  que el Espíritu Santo suscita en nosotros frente a la palabra de Dios (Martini opus cit., Pg. 77). Tengamos presente esa última afirmación: las virtudes sobrenaturales: la fe, la esperanza y la caridad son la respuesta que el Espíritu Santo suscita, es decir, despierta, motiva en nosotros.

La virtud que suscita en nosotros el acto de creer

Vamos a reflexionar sólo sobre la virtud de la fe, la que suscita en nosotros el acto de creer. Es importante ser conscientes de esta realidad: mientras nosotros solos, los seres humanos, podemos tener la disposición de ser prudentes y justos, no podemos ser creyentes, si Dios no toma la iniciativa, de modo gratuito y libre, de infundirnos la fe. Entender esto es importante, para valorar la afirmación del doctor Llinás, según la cual, Dios tiene la culpa de que él no tenga fe, porque según dice, Dios no se la dio, y para que podamos comprender esta inquietud y responderla.

¿Qué es creer?

Empecemos por recordar que creer no es aceptar dogmas. Creer es decir sí a Dios que se nos revela, se nos presenta y nos habla. Dios habla de muchas maneras, no sólo presentándose en persona o por medio de un mensajero, como sucedió con María en la Anunciación. La Sagrada Escritura tiene ejemplos bellísimos de personas que dieron el sí a Dios. En el Génesis quisiera destacar dos momentos en la vocación de Abraham: uno, en lo que llaman la teofanía de Abraham, en el capítulo 18, cuando se le presentó Dios a la entrada de su tienda en la misteriosa forma de tres personajes y nos dice el libro sagrado que Tan pronto como (Abraham) los vio corrió a su encuentro, se postró en tierra y dijo: Señor mío, si he hallado gracia a tus ojos, te ruego no pases de largo junto a tu siervo (Gen 18,2s). Recordemos esa petición de Abraham: no pases de largo Otros no tienen la disposición de recibir la visita de Dios y preferirían que pasara de largo. Hay visitas dolorosas, por ejemplo la enfermedad, la pérdida de un ser querido. Otro sí, de Abraham a Dios, fue cuando le ordenó sacrificar  a su hijo, Isaac, en Gen 22.

Podríamos citar también el sí de Moisés cuando Dios lo envió a liberar a su pueblo, a Egipto, en Ex 3, lo mismo que la disposición de Samuel, en 1Sm 3, que respondió a la llamada del Señor: Habla, Señor, que tu siervo escucha. Y cómo olvidar el sí de María: Heme aquí, soy la esclava del Señor, hágase en mí según lo que me has dicho (Lc 1, 38).

Si Dios nos hablara en persona…

Podemos pensar que esos ejemplos no se aplican en nuestro caso, en el mundo actual. Por cierto en la entrevista al Dr. Llinás por CityTV tuvo una afirmación por lo menos curiosa. Dijo que él no se ha encontrado con Dios, no lo ha visto. En los ejemplos del A.T. el sí de esas personas se refiere a distintas acciones de Dios que llama, que libera, que invita. No conocemos casos, igual que el Dr. Llinás, en que Dios nos hable así, directamente, ahora. Podríamos pensar que si Dios se nos apareciera en persona, no tendríamos argumentos para no escuchar su llamada. Bueno, quién sabe… los Apóstoles estuvieron con el Señor en persona y dudaron y fallaron. Pero hubo en ellos esa actitud de los discípulos de Emaús que no se cerraron del todo; como Abraham al Señor, también los dos discípulos dijeron al personaje que los acompañaba: Quédate con nosotros, que ya es tarde.(Lc 24, 28s) Es decir: No pases de largo…

Dios habla de muchas maneras y tenemos la libertad de responder o no, de decirle sí, de decirle no, de pedirle que pase de largo.

Dios llama a la puerta de todos

¿Cómo es eso de que Dios tiene la culpa de que nuestro sabio el doctor Llinás no tenga fe? Podemos estar seguros de que Dios toca a la puerta de todos. Dios habla de muchas maneras, pero el ser humano es libre de oír y responder, de abrir la puerta o de no abrirla. Las palabras del Señor en Apocalipsis 3,20 nos deben hacer pensar: Mira que estoy a la puerta y llamo¸ si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa…

Entonces, si Dios habla de distintas maneras, ¿qué impide que se reconozcan sus señales, que no se oigan sus voces? Hace poco escuchamos en la Eucaristía del domingo la Parábola del Sembrador. San Mateo comprendió bien la enorme importancia que el Señor dio a esa catequesis,  porque a esta parábola le dedicó bastante espacio. En el capítulo 13, Mateo, narra primero el ejemplo, que es corto y empieza:

Salió el sembrador a sembrar

“El sembrador salió a sembrar y mientras sembraba, unos granos cayeron a lo largo del camino: vinieron las aves y se los comieron, otros cayeron en terreno pedregoso, con muy poca tierra, y brotaron enseguida, pues no había profundidad, pero apenas salió el sol, los quemó y, por falta de raíces, se secaron. Otros cayeron en medio de cardos: éstos crecieron y los ahogaron. Otros granos, finalmente, cayeron en buenas tierra y produjeron cosecha, unos ciento, otros el sesenta y otros el treinte por uno. El que tenga oídos, que escuche.”

Los discípulos pidieron al Señor que les explicara el significado de la parábola; sin duda ustedes recuerdan la explicación, de manera que solamente volvamos con la explicación de la palabra que cae en tierra buena: el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la entiende: éste sí que da fruto y produce un ciento, otro sesenta, otro treinta.

En nuestros países cristianos, todos hemos tenido la oportunidad de escuchar la palabra de Dios; claro que no siempre la semilla cayó en tierra buena, en algunos casos cayó en un ambiente poco propicio para la fe, le faltó regadío, cuidado y el  eco de esa palabra se fue diluyendo y se perdió.

La cizaña crece mientras dormimos

La  siguiente parábola nos viene muy bien,porque nos explica lo que también puede suceder: es la parábola de la cizaña en Mt 13, 24-30:

Jesús les propuso otra parábola: “Aquí tienen una figura del Reino de los Cielos. Un hombre sembró buena semilla en su campo, pero mientras la gente estaba durmiendo, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando el trigo creció y empezó a echar espigas,apareció también la cizaña.

Hay pues, diversas condiciones para la semilla de la fe. La Palabra de Dios llega de distintas maneras, no es reconocida como señal de Dios o se marchita o la ahoga la maleza.

El doctor Llinás dice que desde chiquito defendió su falta de fe con la afirmación de que Dios no se la dio, de manera que no es su culpa no tenerla, es de Dios.Esta situación nos pone frente a un hecho: no nos podemos cansar de dar gracias a Dios por la gracia de la fe y tenemos que cuidarla, para que el medio no la disminuya, no la apague, porque nos podemos quedar a oscuras.

¿Cómo llega la fe a los sabios?

Ya oímos que el Señor revela estas maravillas a los sencillos. ¿También esta luz superior llega a los sabios de la tierra, a los científicos? Sin duda; Dios no los discrimina y les da la misma oportunidad de los demás. Ya en otra ocasión mencionamos a algunos de los muchos científicos creyentes. Hoy traigamos un caso de nuestros días.

El doctor Francis S. Collins escribió un interesante libro titulado en inglés The Language of God, El Lenguaje Dios, (¿Cómo habla Dios?, título de la edición española) en el cual da testimonio de cómo llegó a la fe, después de haber sido ateo. ¿Quién es el Doctor Collins? Es uno de los más importantes científicos del mundo. El doctor William Phillips, premio Nobel de física, escribió que todo el que sostiene que la religión no se puede reconciliar con el conocimiento científico, todo el que piense que la ciencia moderna hiere la fe religiosa en el corazón, todo el que tenga interés en esta cuestión crucial, debería leer este libro.[3]

Evidencia científica de la presencia de Dios en el mundo

El doctor Collins presenta evidencia científica de que Dios no solamente está presente en el mundo, sino que obra activamente. Dios habló al doctor Collins en el lenguaje de la ciencia biológica. Allí encontró él el mensaje de Dios. El Doctor Collins fue el director del proyecto internacional del Genoma Humano, en el que trabajó por más de diez años. Descubrió que el genoma humano está conformado por todo el DNA de nuestra especie, el código hereditario de la vida. Todos los seres humanos recibimos y transmitimos nuestra herencia orgánica en los genes.

El mapa más maravilloso producido por la humanidad

Cuenta el doctor Collins en la introducción de su libro, que el presidente Clinton anunció al mundo este descubrimiento con estas palabras con las que él, el científico, estaba de acuerdo:

 Sin duda, este es el mapa más importante, el más maravilloso mapa producido por la humanidad. Luego dio el salto de la perspectiva científica a la espiritual, con estas palabras: Hoy estamos aprendiendo el lenguaje en el que Dios creó la vida. Quedamos aún más atónitos por la complejidad, la belleza y maravilla del don de Dios más divino y sagrado. Es decir, el don de la vida, don de Dios.

Un admirable logro científico y una

ocasión de adoración a Dios

 

El científico y el líder político mundial anunciaron un descubrimiento histórico de la biología y la medicina en conexión con Dios. Dice Collins que la experiencia de encontrar la secuencia del genoma humano y descubrir el más notable de todos los escritos fue tanto un admirable logro científico como una ocasión de adoración a Dios.

Los científicos tienen en la naturaleza que estudian un libro abierto con el mensaje Dios. Ahora bien, hay científicos que quieren leer ese mensaje y otros que no. Hay quienes tienen oídos para oír y no oyen, ojos para ver y no ven. Los distraen muchas preocupaciones e intereses y no logran concentrarseen lo realmente importante.

Una respuesta a Stephen Hawking

El conocido astrofísico británico Stephen Hawking, expresó su opinión de que no existe otra vida luego de la terrena y que la creencia de su existencia se motiva en nuestro miedo a la muerte. Gonzalo Echeverri Uruburu escribió en “Lecturas”, de El Tiempo, Bogotá, Agosto 2011, un interesante comentario, que tituló El ‘cuento de la otra vida’ y del cual quiero rescatar algunas ideas que, por lo menos aparentemente podemos compartir:

Esta idea, por supuesto, (de la no existencia de otra vida) no es una revelación genial; es lo mismo que muchos han dicho desde hace centenares de años y es, además, lo más obvio: ¿cómo puede existir alguna actividad consciente después de que el cerebro se ha destruido? Pero el respeto casi supersticioso que en nuestra cultura generan las creencias de los científicos hace que muchos incrédulos se froten las manos creyendo que la ciencia ha demostrado que no existe la supuesta vida post mórtem. Se olvidan que las opiniones de un científico valen tanto como las de cualquier otro en temas que no conoce y que la historia de la ciencia registra graves errores de brillantes científicos. Lavoisier no creía en los meteoritos porque “en el cielo no hay piedras”, y Rutheford, uno de los fundadores de la teoría atómica, no creía posible liberar la energía del átomo. Los ejemplos son innumerables y demuestran que, aun en casos de su competencia, los científicos, por ilustres que sean, se equivocan constantemente y lo hacen con no disimulado dogmatismo.

…….

Todas las ciencias se basan en comprobaciones indirectas y en vacilantes hipótesis. Nadie ha visto las últimas partículas subatómicas ni lo que existe en el interior de un agujero negro, tan estudiado por Hawking, en el cual todas las leyes de la física colapsan en lo que llaman una singularidad. Si hay energías incorpóreas y si hay al menos 11 dimensiones según la llamada teoría M, que como explica Hawking en “El gran diseño”, su último libro, ¿por qué es irracional la creencia de que una energía incorpórea pase a otra dimensión? Ya lo había dicho, maravillado ante la complejidad del mundo, Bohr: “Solo una teoría suficientemente extraña puede ser cierta”.

“Hay muchos interrogantes, pero ante todo dos cosas deben considerarse: primera, que nuestra mente es fundamentalmente una estructura de energía e información que se vale del cerebro para expresarse en tres dimensiones, lo mismo que el hardware sirve de soporte material a los programas, pero estos pueden subsistir como tales sin dicho soporte; como expresó Fred A. Wolfe,  destacado físico teórico: “La mente no está en el cerebro, el cerebro no está en la mente” y segundo, que existen, como se ha mencionado, varias dimensiones que eventualmente podrían albergar dicha estructura de energía e información después de que ésta deje de operar en nuestra realidad tridimensional. Recordemos que uno de los grandes sabios creadores de la física cuántica, Erwin Schrodinger, se atrevió a decir: “La ciencia en su etapa actual sugiere que la mente es indestructible por obra del tiempo”. Al morir, Hawking posiblemente podrá comprobar con sorpresa, que su mente se encuentra en otra dimensión o tal vez en una singularidad metafísica.

La respuesta vale para Llinás

 

El problema de los no creyentes es que sólo aceptan la realidad material, la que ellos pueden medir, pesar, investigar con medios igualmente físicos. Por eso el doctor Llinás piensa que una vez destruido el cerebro, la conciencia del ser humano desaparece. ¿Por qué no puede existir otra realidad que no necesite soportes físicos? Esto afirma Llinás:

-¿Qué diferencia el cerebro del ser humano del resto de los animales?

-La diferencia más importante es la arquitectura del sistema y el número de elementos especializados en elaboraciones abstractas (lenguaje, ciencia, filosofía, política, arte etc.)

-¿Dónde vive entonces la conciencia? ¿Puede haber conciencia sin realidad?

-La conciencia vive en el cerebro del mismo modo que el movimiento vive en los músculos. ¿En qué músculo? En todos, y en la interacción entre ellos. De modo similar puedo contestarle a la pregunta relacionada con el cerebro. He de decirle que sin realidad no hay conciencia, si definimos como realidad el mundo que nos rodea. Sin este mundo de la realidad el cerebro no existiría pues es parte de ella. La conciencia puede existir sin que el mundo externo module la actividad cerebral por medio de los sentidos, como cuando elucubramos, recordamos o soñamos, lo que no requiere necesariamente una entrada sensorial.

(http://www.elcultural.es//version_papel/CIENCIA/6326/Rodolfo_Llinas/)

Me llama la atención que en su respuesta, el doctor Linás parece dejar la posibilidad de que exista otra realidad que él no conoce, pues  la condiciona, cuando dice:  “si definimos como realidad el mundo que nos rodea”La realidad sobrenatural, espiritual, la conocemos y aceptamos por la fe aunque con los sentidos no la hayamos experimentado, Él no la conoce.

 

 sobrenatural

1. Joseph Ratzinger, Dios y el mundo, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Pg 26s

[2] Cf Benedicto XVI, después del Ángelus, en la fiesta de la Santísima Trinidad, 11 de junio, 2006, ZENIT  Org.

[3] En sus primeras páginas, The Language of God, A Scientist Presents Evidence for Belief, Free Press, ofrece una serie de testimonios de científicos sobre el valor del libro. La edición española se titula: ¿Cómo habla Dios?, La evidencia científica de la fe, 4a edición, Ediciones Temas de Hoy, Editorial Planeta Colombiana S.A.