REFLEXIÓN 243 – El marxismo en la Rerum novarum- Abril 25, 2013

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Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente, que es el contenido del último programa de esta serie, transmitido por Radio María de Colombia y preparado por Fernando Díaz del Castillo Z. En la columna de la derecha están las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro “Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.

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El liberalismo económico en la Rerum novarum

En el programa anterior continuamos el estudio de la Doctrina Social en nuestro tiempo, haciendo un recuento histórico del impulso que tuvo el desarrollo de la DSI desde 1891, en el siglo XIX, cuando el Papa León XIII ofreció a la Iglesia su encíclica Rerum novarum, para presentar el pensamiento del Evangelio sobre cómo vivir en sociedad de acuerdo con los planes de Dios.

Vimos que del desarrollo de la industria en esa época nació el pensamiento del capitalismo liberal, que abarcaba más que un enfoque exclusivamente económico, pues su concepción de la persona humana, incluye al ser humano en su vida en sociedad, no solo en la orientación de la economía. Por ejemplo, en una coyuntura en que la sociedad cambiaba a nuevas formas de organización, inevitablemente interviene la política. De ahí que la ideología liberal haya influido y siga influyendo no solo en el manejo de la economía, sino en la organización de la vida política, en los principios que  guían la estructura del Estado moderno y en el modo de vida social.

Vimos que el capitalismo liberal entiende a la sociedad como un conjunto de individuos autónomos entre sí, sin vínculo entre ellos y cuya principal motivación es la libertad individual y sus intereses personales; el individualismo se entiende como su norma de vida. Sus intereses están por encima de los intereses de la comunidad, es decir del bien común. Es fácil entender que a quienes participan de esa manera de pensar les parezca normal que cada uno defienda ante todo su conveniencia individual y la solidaridad no se comprenda. En cristiano a eso lo llamamos egoísmo. El liberalismo se funda en una antropología individualista que abarca lo económico, que es claramente capitalista, el orden político que es democrático y el Estado liberal es un estado que se guía por el derecho.

Sus principios antropológicos o sea su concepción de la persona humana está de acuerdo con Rousseau que entendía a la persona humana como un ser “todo autónomo y solitario”; la considera en el fondo asocial, libre por naturaleza e igual a los demás. Tiene su filosofía a pensadores como Rousseau, Kant, Locke,  Stuart Mill, y Bentham. De la filosofía de Stuart Mill y Bentham recibió un énfasis en su connotación económica, que se caracteriza por considerar materialista por naturaleza a la persona humana, con un enorme afán por producir y con un deseo de supervivencia a costa de los demás (Cf Secretariado  Nacional de Pastoral Social,  Curso de de Doctrina y Pastoral Social, Módulo III, Lección 3).

Mencionamos igualmente, que como reacción a las ideas liberales individualistas, surgieron otras ideas que significaron el nacimiento de los movimientos socialistas. Algunos proponían   la asociación de los trabajadores con los patronos, otros los sindicatos,  para defender a los trabajadores; no faltó quien veía a la propiedad como un robo (Proudhon) y finalmente apareció Carlos Marx con su intención de crear un socialismo científico porque las ideas llamadas socialistas hasta entonces le parecieron utópicas, sin ningún fundamento que se pudiera considerar científico.

Como reacción al liberalismo económico surgio el marxismo

Hoy vamos a referirnos al socialismo, sin pretender agotar el tema, pero sí lo suficiente que nos ayude a comprender la posición de la DSI frente a esta corriente política aún vigente y que se quiere resucitar en algunos de los países vecinos, a pesar de haber demostrado su fracaso la experiencia en países poderosos. Esos países como la Unión Soviética utilizaron todos los medios, lícitos e ilícitos, hasta la violencia extrema, para imponer el socialismo marxista en su territorio y extenderlo por el mundo. Hoy quedan algunos países que sostienen esas ideas con gobiernos totalitarios que someten a la sociedad con mano férrea. Como también el capitalismo está en crisis se vuelve a pensar en la solución socialista.

Vamos a empezar por una presentación somera del marxismo de manera que entendamos la posición de la DSI frente a él, en particular lo que nos enseña la encíclica Rerum novarum.

Comencemos por  aclarar qué se entiende por marxismo (como lo define Wikipedia):

El marxismo es el conjunto de movimientos políticos y filosóficos derivados de la obra de Karl Marx, filósofo y periodista revolucionarioalemán de origen judío, quien contribuyó en campos como la sociología, la economía, el derecho y la historia, y de su amigo Friedrich Engels, quien le ayudó en muchas de sus teorías. Engels acuñó el término socialismo científico para diferenciar el marxismo de las corrientes socialistas anteriores englobadas por él bajo el término socialismo utópico. También se emplea el término socialismo marxista para referirse a las ideas y propuestas específicas del marxismo dentro del marco del socialismo.

Vamos ahora a ver el socialismo de Marx. Básicamente seguiré el libro que ya he mencionado “Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica”, del P. Ildefonso Camacho.

La intención de Carlos Marx fue elaborar un socialismo que él calificó de científico, pues los intentos de los anteriores que lo intentaron los creyó con Engels, socialismo utópico, sin bases científicas, irrealizable.

A Marx lo movió la miseria en que vivían los obreros industriales como consecuencia del camino que había tomado el desarrollo económico. Investigó cuáles eran las causas de esa situación y cuál sería el modo de salir de ella. Su conclusión  fue que esa miseria se debe, no a maldad de los patronos capitalistas y que por eso exploten a los trabajadores indefensos, Marx creyó que la causa de esos males hay que buscarla más bien en las estructuras sociales, en la organización social en la cual unos son los propietarios de los medios de producción y otros  los que trabajan esos medios, y los dueños explotan a los que no poseen esos medios de producción, a los trabajadores. El remedio no lo vio en la necesidad de cambio del comportamiento de los patronos sino en el cambio de las estructuras, de la organización de la sociedad.

La conclusión del pensamiento marxista era lógica según su pensamiento: el objetivo de la lucha de los trabajadores debía ser arrebatar la propiedad privada de los medios de producción.

En la primera etapa de la evolución del pensamiento de Marx estudió al filósofo alemán  Hegel, (no lo cofundamos con Engels; Engels fue colaborador de Marx, mientras que Hegel fue el filósofo alemán a quien estudió Marx especialmente en lo referente a la comprensión de la historia).

 A partir de las conclusiones a que llegó en su estudio de la filosofía de Hegel, Marx desarrolló la  interpretación materialista de la historia, que va contra el idealismo de Hegel. De allí su énfasis (de Marx), en el determinismo histórico, según el cual son las condiciones económicas las que determinan los sucesos de la historia. Según el determinismo histórico, es inevitable que sucedan ciertos acontecimientos que llevarán al reemplazo del capitalismo por un sistema socialista primero y luego por un sistema comunista. Así por ejemplo, la existencia de Napoleón y sus conquistas militares no cambia para nada la historia. Si ese personaje no hubiera existido, la historia no habría cambiado (The Cambride Dictionary of Philosophy, Marxism, Pg 539)

El dinamismo de la historia, según Marx, tiene origen en las contradicciones que surgen entre las fuerzas productivas y sus patronos, es decir se originan en el choque entre los trabajadores y los dueños de los medios de producción. El curso de los acontecimientos de la historia tiene su origen en las relaciones entre los dueños del capital y los trabajadores.

La relación de Hegel y Engels con Carlos Marx


Aclaremos quiénes  eran esos personajes Hegel y Engels. Hubo dos personas cuyos nombres nos suenan parecido: Engels y Hegel; los dos eran alemanes como Marx. Engels fue amigo y colaborador de Marx. En compañía escribieron uno de los libros más conocidos del marxismo, que fue El Capital. En cambio Hegel, mayor que Marx, fue uno de los más importantes filósofos idealistas alemanes, conocido también por su filosofía de la historia y de la religión. En la primera etapa del desarrollo de su pensamiento, Marx estudió a Hegel y de allí, en contraposición al pensamiento hegeliano surgió su idea del materialismo histórico. La influencia de Hegel en el marxismo fue importante.

 En este programa no nos podemos detener en Hegel; la comprensión de su pensamiento rebasa el objetivo de este programa y requiere un especialista. El diccionario de filosofía de Cambridge afirma que un resumen del  pensamiento de Hegel solo sería un resumen de las controversias existentes acerca de él. Así es de difícil. Basta saber que de su estudio surgió el materialismo histórico del marxismo.

Marx de Alemania a Inglaterra

 

La primera etapa de la vida de Marx se caracteriza por su actividad revolucionaria. Le interesa que su pensamiento se lleve a la práctica. Según él, los cambios necesarios en la organización social, es decir en sus estructuras, solo será posible si la clase proletaria, los trabajadores, son víctimas de malas relaciones con los patronos.

En la segunda parte de su vida, a partir de 1849 y hasta su muerte, Marx vive exiliado en Inglaterra. Allí conoció las consecuencias sociales de la industrialización en el capitalismo que apenas nacía y  los abusos que permitía la legislación social. En su obra El Capital, Marx describe algunos de los abusos de que tuvo conocimiento en Inglaterra. Veamos algunos ejemplos: las normas autorizaban la jornada de trabajo de 12 horas y la reducía a 8 horas los sábados; la jornada de los panaderos era de 11 de la noche a las 6 de la mañana y luego repartían el pan durante gran parte del día; las modistas, dice que trabajaban hasta 30 horas seguidas; en las minas de carbón se trabajaban doce horas, más las extras; había trabajos continuos que ocupaban las veinticuatro horas del día y que no se acortaban aunque llegara el relevo. El trabajo de los niños era inhumano: a la edad de siete años se les hacía trabajar desde la seis de la mañana a las nueve de la noche; había fábricas en que la mitad de los obreros eran niños menores de trece años, y el resto no superaba los dieciocho. Todos  esos abusos, compensados por salarios irrisorios. (Cf Camacho Ildefonso, opus cit., Pg 54, cita en nota 14 El Capital, libro I, C.7)


En su libro El Capital, que escribió en Inglaterra como crítica a la economía política, concluye Marx que el capitalismo se destruirá por su misma dinámica, para dar paso al socialismo. El P. Camacho en el libro que he citado antes dice que según Marx:

El afán de los capitalistas por acumular beneficios será tan insaciable y la lucha entre ellos llegará a ser tan encarnizada, que unos irán sucumbiendo a otros hasta quedar reducidos en número y enfrentados al resto de una sociedad cada vez más oprimida: en esas condiciones el levantamiento popular acabará sin mucho esfuerzo con la exigua clase capitalista y dará paso a un régimen socialista”.

Es interesante observar que en alguna forma sucede lo que Marx pensaba que sucedería pero de manera distinta: hoy los mercados exigen tales condiciones para subsistir en los negocios, que si no se sabe responder a la competencia con estrategias adecuadas, los poderosos imponen sus condiciones y los negocios menores desaparecen.

Así vislumbraba Marx la historia desde su perspectiva y ante las injusticias que reinaban en el naciente capitalismo. ¿Qué descripción hacía Marx de la nueva sociedad socialista que surgiría después de la desaparición del capitalismo? Ya veremos en la continuación de este tema la próxima semana y la Rerum novarum nos presentará el pensamiento de la Iglesia. Veremos si el remedio a las injusticias que propone el marxismo,  como la eliminación de la propiedad privada y la lucha de clases  constituye de verdad un remedio o un mal peor que las injusticias que pretende solucionar.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a:

reflexionesdsi @ gmail.com

 

REFLEXIÓN 242 – Contexto histórico de la Rerum novarum, Abril 18, 2013

 

Un cambio de las estructuras sociales en un cambio de época

 

Vimos en la reflexión anterior que el descubrimiento de que las riquezas son  capaces de producir más riquezas, cambió el afán de acumular riquezas para emplearlas en la posesión de tierras, castillos y ejércitos, – se cambió por conseguir riquezas para invertirlas en algo que produjera más riquezas. Así se incentivó el afán de lucro, que se convirtió en el resorte clave de la mentalidad burguesa-liberal. Ese afán de hacer más dinero para seguir multiplicándolo  origina en el capitalismo ese dinamismo que lo caracteriza. Ningún esfuerzo se considera excesivo si con él se aumenta la riqueza.

 

Como el término “burguesía” se oye mucho cuando se tratan los asuntos sociales,  recordemos que llaman burguesía a esa nueva clase de personas que surgió entre el campesinado y la aristocracia, vinculadas al mundo nuevo formado por los ciudadanos del campo y de las ciudades, relacionadas por el comercio entre el campo y ciudad, habitantes especialmente de las ciudades. Burgués empezaron a llamar al habitante de la ciudad.

 

Leamos el comentario sobre la nueva sociedad, fundada sobre las ideas del llamado liberalismo económico, como lo presenta el P. Ildefonso Camacho en su libro Doctrina Social de la Iglesia una aproximación histórica (3ª edición, San Pablo, Pg. 46s). Nos ofrece una clara idea de lo que sucedió en el comienzo de la era industrial.  Recordemos que al liberalismo económico que surgió en el siglo XIX lo caracterizaron dos ideas que defendía como fundamentales: su concepción de la libertad y su centralidad en el individuo.

 

En sus comienzos, el capitalismo se configura de acuerdo con la concepción liberal del hombre y de la sociedad. Por eso suele denominarse, con todo derecho, capitalismo liberal. Es el sistema dominante a lo largo de todo el siglo XIX y comienzos del XX. Consecuente por su interés por el individuo, su preocupación primaria consistirá en garantizar el libre ejercicio de la iniciativa empresarial como fuente de enriquecimiento personal. Para ello es preciso eliminar todas las trabas que dificulten el ejercicio de la libertad. Y en primer lugar, todo tipo de asociación… (Por eso su aversión a los sidicatos)

 

…Estas medidas son sintomáticas de la concepción liberal de la sociedad: un conjunto de individuos autónomos iguales entre sí, sin ningún vínculo entre ellos, cuyo resorte principal es su libertad; por encima de ellos, el Estado, encargado de garantizar el ejercicio más pleno de esa libertad eliminando todos los obstáculos: entre los individuos y el Estado, nada (es decir, ninguna forma de asociación o agrupación de individuos, vinculados por algunos rasgos o intereses comunes).

Laissez faire, laissez passer

 

De esa época o anterior es el conocido eslogan que se refiere a la libertad total de la empresa y que reza “laissez faire”, y si se trata de la libertad total del comercio, dice “laissez passer”. ¿Qué quiere decir eso? Traducidos al pie de la letra querría decir: “Déjelos hacer”, “Déjelo pasar”.  Su origen está en la reacción que les produjo a las que consideraron excesivas normas para regular el comercio; los fisiócratas expresaron su creencia de que existía un orden natural o libertad de los individuos para seguir sus intereses personales y que así se contribuiría el bien común. Según ellos, ese orden natural funcionará bien sin necesidad de intervención del  gobierno, con normas para regularlo. Instaban ellos al Estado a no intervenir para restringir los derechos privados ni la libertad individual y a remover las barreras artificiales al comercio y no crear leyes que consideraban innecesarias.

 

El término “laissez passer” tiene más que ver con el comercio y se podría traducir por deje pasar la mercancía: no le ponga barreras.

 

Algunos pueden pensar que esos slogans ya no se utilizan. Quizás las palabras no, pero si recordamos la grave crisis financiera en los Estados Unidos, se originó en la falta de vigilancia de los bancos por la autoridad, y tengamos en cuenta en nuestro medio la reticencia del gobierno colombiano para obligar a los bancos a bajar sus tasas de interés. Sigue viva la misma filosofía. Dejar a los bancos en libertad de manejar su negocio sin intervención estatal. Laissez significa “Dejen”, es decir no intervengan, no se metan, dejen en plena libertad a las empresas. No hay hoy una forma liberal pura exactamente igual a la del siglo XIX, pero se conservan rasgos que no niegan su origen. En el manejo del mercado la situación es clara: se supone que los mercados se controlan solos y una de las herramientas para ese control se supone que es la competencia que controla los precios.


 

Mencionamos también otro término que vale la pena explicar: “fisiócratas”. Se trata de la escuela de pensamiento económico que afirmaba que el buen funcionamiento del sistema económico está asegurado por una ley natural y no hace falta la intervención del gobierno. Fisiocracia viene del griego  y quiere decir “gobierno de la naturaleza”.

Un escenario completo

 

  Es importante que comprendamos el escenario completo del siglo XIX cuando se publicó la encíclica Rerum novarum, que era la coyuntura en que la sociedad estaba cambiando a nuevas formas de organización. Inevitablemente allí interviene la política, y la ideología liberal no tenía como único interés orientar a la economía,  porque su comprensión del ser humano, su concepción de la persona humana incluye a la persona humana en su vida en sociedad. De ahí que la ideología liberal haya influido y siga influyendo no solo en el manejo de la economía, sino en la organización de la vida política y en los principios que  guían la estructura del Estado moderno. Examinemos cómo fueron los pasos del desarrollo del Estado moderno.   

Ya en los siglos XVI y XVII se habían consolidado las monarquías; fueron desapareciendo los territorios nacionales divididos y subdivididos en pequeños reinos y aparecieron los Estados nación. Esos pequeños dominios ya unificados en naciones, se convirtieron en monarquías sólidas, que eran la única autoridad en todo el territorio y  que tenían una administración unificada que creó contribuciones de todos los habitantes a la corona, para financiar a ese Estado.

¿Fue positiva la formación de Estados-nación?

 

Como todos los extremos son perjudiciales, esa situación de las monarquías fuertes fue positivo en cuanto a consolidación de los Estados, pero como las monarquías se fueron convirtiendo en  regímenes absolutistas que utilizaban los tributos más en beneficio de los gobernantes que en el bien de todos, en el bien común,  se despertó la reacción por medio de las revoluciones. La más violenta fue quizás la revolución francesa que inventó  la guillotina y la utilizó inicialmente contra los que consideraban enemigos de la revolución, así fueran los reyes, y terminó cobrando la vida de sus inventores y de los que habían sido las cabezas de la misma revolución. Allí murió, entre otros, uno de los principales jefes revolucionarios, Robespierre. Por otra parte la campaña de descristianización de Francia fue implacable: templos transformados en bodegas o en lugares de veneración de los nuevos ídolos de la revolución. Obispos, sacerdotes y laicos encarcelados y asesinados.

 

Sin pretender esos excesos, las ideas liberales sintonizaban perfectamente con los ideales revolucionarios. Sus ideas estaban de acuerdo con la abolición de los gobiernos absolutistas que tenían todos los poderes, pero sin que apoyara los excesos a que llevó la revolución. Para evitarlos, era necesario que el nuevo Estado estuviera sometido a una instancia superior que lo controlara; así se esperaba evitar las posibles arbitrariedades;  de ahí surgió la idea de la Constitución a la que estarían sometidos no solo los ciudadanos sino también los gobernantes.

¿Cómo empezó la división del poder en tres ramas autónomas?

 

Un paso más fue la separación de poderes, para garantizar la defensa del individuo frente al  Estado. En los poderes absolutos, el individuo tenía que enfrentarse a unos gobernantes que manejaban todos los poderes y por eso decidían hasta la condena a muerte.  Es Montesquieu, teórico del liberalismo al que se suele considerar inventor del poder dividido por ramas autónomas: el ejecutivo, el legislativo y el jurisdiccional. Bien sabemos que después de siglos, las dictaduras han vuelto a tomarse el poder absoluto que maneja solo, los tres poderes. Tenemos ejemplos cercanos. Y la democracia, que supone la participación de todos para que no sea un grupo el que gobierne, es un sistema político, el mejor que se ha inventado, pero es imperfecto. En muchos casos es mentiroso. Elegimos a personas que creemos gobernarán pensando solo en el bien común, pero piensan más en el interés de su grupo y la corrupción las desacredita y cada vez dudamos más de su idoneidad. La separación de poderes también puede convertirse en una figura que queda escrita pero no se practica, cuando una ideología domina el sistema de elección de las personas que componen las tres ramas del poder.

Como reacción frente al individualismo fueron apareciendo las ideas socialistas


 

Como es de suponer, la situación que se presentó con el desarrollo de la industria, no solo consolidó las ideas liberales en defensa de la libertad individual sino que, como reacción al individualismo se diera el nacimiento de las ideas socialistas. No podemos pretender ahondar en el desarrollo de estas ideas porque harían falta muchas páginas. Digamos solamente que así como en Inglaterra se inició la industrialización, también allí surgieron ideas sociales que pensaban más en la comunidad frente al individualismo liberal. Hubo ideas filantrópicas con asomos de lo que sería mucho más tarde el cooperativismo.

 

Otras ideas del naciente socialismo trataban de contrarrestar el capitalismo afincado en las ideas liberales, con  la asociación de los trabajadores con los patronos,  con la formación de sindicatos para defender a los trabajadores. Resultaron también teóricos que veían a la propiedad como un robo. Finalmente apareció Carlos Marx con su intención de crear un socialismo científico porque las ideas llamada socialistas hasta entonces le parecieron utópicas, sin ningún fundamento que se pudiera considerar científico.

 

No pretenderé hacer un análisis profundo del marxismo. No es el objetivo de estas reflexciones y hay especialistas en el tema que harían un mejor papel. Solo ofreceré, en cuanto pueda, algunos rasgos que nos ayuden a comprender la posición de la DSI frente a esta corriente política aún vigente y que se quiere revivir en algunos de los países vecinos, a pesar de su fracaso en países poderosos como la Unión Soviética. Empezaremos este tema la semana entrante.

 

Reflexiones Doctrina Social de la Iglesia N° 241, Abril 11, 2013

LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO:
APUNTES HISTÓRICOS,
a) El comienzo de un nuevo camino
 

Vamos a continuar hoy el estudio de la DSI, siguiendo el  Compendio de la DSI, libro preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz por encargo del Beato Juan Pablo II. Es una obra que,  junto con la Biblia y el Catecismo nos ofrece una orientación segura en el seguimiento de las enseñanzas de Jesucristo; en este caso, sobre cómo vivir  de acuerdo con los planes de Dios en nuestra vida en sociedad.

Habíamos estudiado hasta el N° 87 del Compendio de la DSI. Se trata allí del desarrollo de la DS a partir de la  Rerum novarum, encíclica del Papa León XIII, escrita en 1891, sobre la situación de los obreros en ese momento en que la tendencia económica liberal y el socialismo pretendían soluciones extremas y se necesitaba que la Iglesia expusiera el punto de vista del Evangelio según la verdad y la justicia.

Se suele hablar mucho sobre la encíclica Rerum novarum. Es muy importante que conozcamos por qué su importancia.

 

En los dos primeros párrafos del N° 87, se nos explica que el término “doctrina social” se empezó a utilizar por  Pío XI[1], como puede verse en en el N° 179 de su encíclica Quadragesimo anno (en el cuadragésimo aniversario de la Rerum novarum) y esa expresión, – Doctrina social, – designa el conjunto doctrinal que se refiere específicamente a temas de importancia  social. Como hemos explicado antes, la DSI no se refiere a los dogmas, como la Trinidad. Esa doctrina se estudia en la Teología Fundamental y en la Teología Dogmática. La DS se refiere concretamente a las enseñanzas de la Iglesia sobre cómo vivir en sociedad, de acuerdo con los planes de Dios. A partir del papa León XIII se ha desarrollado la DS con nuevo impulso en la Iglesia,  a través del Magisterio de los Romanos Pontífices y de los Obispos en comunión con ellos.

 Hay que entender que la solicitud social de la Iglesia no comenzó  con ese documento,- la Rerum novarum, – porque la Iglesia no se ha desinteresado jamás de la sociedad; sin embargo, nos explica el Compendio, que la encíclica « Rerum novarum » da inicio a un nuevo camino: siguiendo  una tradición de varios siglos, marca un nuevo inicio y un desarrollo sustancial de la enseñanza en el campo social. Así como ahora se ve la necesidad de una “nueva evangelización”, una manera nueva de llevar el Evangelio a estas nuevas generaciones, de modo parecido, las condiciones de la vida en sociedad en el siglo XIX, hicieron necesario que el Papa presentara cómo debía vivir la sociedad, según las enseñanzas de Jesucristo.

Continúa luego el Compendio explicándonos que

En su continua atención por el hombre en la sociedad, la Iglesia ha acumulado … un rico patrimonio doctrinal, que tiene sus raíces en la Sagrada Escritura, especialmente en el Evangelio y en los escritos apostólicos, y ha tomado forma y cuerpo a partir de los Padres de la Iglesia y de los grandes Doctores del Medioevo, constituyendo una doctrina en la cual, aun sin intervenciones explícitas y directas a nivel magisterial, la Iglesia se ha ido reconociendo progresivamente.

 

Momento histórico en que se promulgó la Rerum novarum

 

El N° 88 nos explica el significado de ese momento histórico en que la Rerum novarum marca un nuevo camino en la ya tradicional DSI. Leamos el N° 88:

“Los eventos de naturaleza económica que se produjeron en el siglo XIX tuvieron consecuencias sociales, políticas y culturales devastadoras. Los acontecimientos vinculados a la revolución industrial trastornaron estructuras sociales seculares, ocasionando graves problemas de justicia y dando lugar a la primera gran cuestión social, la cuestión obrera, causada por el conflicto entre capital y trabajo. Ante un cuadro semejante la Iglesia advirtió la necesidad de intervenir en modo nuevo: las « res novae », (las cosas nuevas) constituidas por aquellos eventos, representaban un desafío para su enseñanza y motivaban una especial solicitud pastoral hacia ingentes masas de hombres y mujeres. Era necesario un renovado discernimiento de la situación, capaz de delinear soluciones apropiadas a problemas inusitados e inexplorados.

Se presentaba una situación nueva que requería una aproximación nueva, un nuevo camino para comprender cómo aplicar el Evangelio en las relaciones entre todas las personas.

Sigue luego el Compendio de la DSI con una explicación más detallada de los diversos documentos sociales de la Iglesia, empezando por la Rerum novarum hasta su centenario, cuando Juan Pablo II ofreció al mundo su encíclica social, precisamente llamada Centesimus annus,  en conmemoración de los cien años de la Rerum novarum. Habrá que añadir, en una nueva edición del Compendio, las encíclicas de Benedicto XVI, especialmente Caritas in veritate, Caridad en la verdad. Y así en el futuro los nuevos documentos con los que la Iglesia presente el punto de vista del Evangelio en las nuevas situaciones de la sociedad.


 Como respuesta a la primera gran cuestión social, León XIII promulgó la primera encíclica social, la « Rerum novarum ». Esta examina la condición de los trabajadores asalariados, especialmente penosa para los obreros de la industria, afligidos por una indigna miseria. La cuestión obrera es tratada de acuerdo con su amplitud real: es estudiada en todas sus articulaciones sociales y políticas, para ser evaluada adecuadamente a la luz de los principios doctrinales fundados en la Revelación, en la ley y en la moral naturales.¿De qué temas trata la Rerum novarum? Enseguida lo explica el Compendio en el mismo N° 89:La « Rerum novarum » enumera los errores que provocan el mal social, excluye el socialismo como remedio y expone, precisándola y actualizándola, «la doctrina social sobre el trabajo, sobre el derecho de propiedad, sobre el principio de colaboración contrapuesto a la lucha de clases como medio fundamental para el cambio social, sobre el derecho de los débiles, sobre la dignidad de los pobres y sobre las obligaciones de los ricos, sobre el perfeccionamiento de la justicia por la caridad, sobre el derecho a tener asociaciones profesionales ».La « Rerum novarum » se ha convertido en el documento inspirador y de referencia de la actividad cristiana en el campo social. El tema central de la encíclica es la instauración de un orden social justo, en vista del cual se deben identificar los criterios de juicio que ayuden a valorar los ordenamientos socio-políticos existentes y a proyectar líneas de acción para su oportuna transformación.

 

                                                         Un inmenso cambio de organización social

 

Como podemos ver, con la encíclica Rerum novarum se abre un nuevo capítulo para la DSI. Se presentaba en ese momento el comienzo de una nueva organización de la sociedad con base en ideas nuevas como la del liberalismo burgués, las nuevas posibilidades que ofrecían las técnicas innovadoras de la llamada revolución industrial y la presencia clara de un capitalismo fuerte, fundado en el lucro privado. El papa León XIII como cabeza de la Iglesia, presenta el rumbo orientador por donde se debe seguir de acuerdo con la revelación y la moral natural.[2] La Iglesia presenta su punto de vista en un momento histórico crucial: se trataba del momento en que se consolidaba la sociedad industrial moderna.

De acuerdo con el libro Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, del P. Ildefonso Camacho, para comprender lo que sucedió en el siglo XIX, es importante analizar por separado tres fenómenos que a veces se confunden: la industrialización, el liberalismo y el capitalismo propiamente dicho.  Vamos a intentarlo nosotros para una mejor comprensión del momento histórico en el que la DSI tomó un nuevo impulso.

                                                           ¿Fue la industrialización algo nuevo?

 

Comencemos por la industrialización. ¿De qué se trata? La industrialización es ante todo un fenómeno técnico. Se estaban produciendo entonces nuevos descubrimientos, gracias a las ciencias experimentales modernas que permitieron conocer mejor las leyes de la naturaleza y su utilización en beneficio del ser humano. Se habla por eso de una “revolución tecnológica”.

 

El mayor conocimiento de las leyes físicas impulsó la creatividad de los inventores de máquinas que se pudieran usar en los procesos de producción, es decir en la industria. Enseguida nos asalta la curiosidad; quisiéramos saber de qué descubrimientos se trataba. Bien, mencionemos solo algunos: en 1883, Tomas Alva Edison inventó la bombilla eléctrica. Cuánto ha servido este invento en la vida diaria y en la industria no hay necesidad de ponderarlo.

Los científicos se interesaron por conocer cada vez mejor la naturaleza y experimentaron las reacciones químicas de los elementos de que están compuestas las cosas. Así llegaron a descubrir el átomo y luego, que el átomo estaba compuesto de partículas como los electrones, los neutrones y el núcleo. Así llegaron más tarde a la llamada mecánica o física cuántica que ha conducido a inventos tan prácticos como los transistores que se utilizan en tantos equipos electrónicos, empezando por los pequeños receptores de radio. Los jóvenes no alcanzan a medir lo que eso significa de beneficio de la sociedad. Lo entendemos mejor los que alcanzamos a conocer los radios de tubos y que para usarse donde no hubiera energía electrica había que conseguir esas baterías o pilas grandes, mucho más costosas. Otros inventos basta con nombrarlos: la locomotora de vapor en 1804, el teléfono en 1854, el fonógrafo, es decir la grabadora, en 1878, el cinematógrafo en 1894.

Los esfuerzos para utilizar  los descubrimientos en la industria pronto produjeron sus frutos. Al encontrar que con las máquinas, el ser humano podía producir más en menos tiempo, se dinamizó la industria. Se podría pensar que todo esto fue en beneficio del trabajador que con menor esfuerzo podía producir mayor cantidad de bienes para vender, pero al mismo tiempo se podría pensar en la reducción de los puestos de trabajo, porque con menos mano de obra se podría producir lo mismo o más. Eso se repite hoy con los nuevos métodos sistematizados.

                                                             Entonces comenzó el afán por el lucro


Otro efecto de la industrialización fue que al vender más, no solo se produjeron más y mejores bienes para satisfacer las necesidades de las personas, sino que crecieron las ganancias de los productores. Hubo más dinero para invertir en la misma industria y hacerla crecer y para que los que recibían más dinero mejoraran su calidad de vida, pues podían gastar más en la adquisición de otros o de mejores bienes. Hubo pues, crecimiento económico, lo cual sería beneficioso si ese crecimiento beneficiara a todos; no si la mayor riqueza se concentrara en unos pocos. Ahora bien, ¿de dónde salió el dinero para conseguir los equipos necesarios para  esa mejoría en la producción? Vemos que hubo un cambio notable en lo técnico y ese cambio nos conduce a examinar qué efecto causó en el campo de la economía.

Veamos: para pasar del trabajo artesanal, manual, a la producción con máquinas se necesitaba dinero, más dinero. Si uno pasa del uso del serrucho a utilizar máquinas como una sinfín o una sierra circular, eso cuesta más que un simple serrucho. ¿De dónde salió el dinero para ese notable cambio? Según los historiadores, ya existía un capital acumulado de personas dedicadas al comercio.[3]Y es que el comercio se había ido desarrollando por la necesidad de un intercambio cada vez mayor de las ciudades y del campo: las ciudades crecían y por eso necesitaban más productos del campo. El campo proveía alimentos y  materias primas a las ciudades y éstas a los campesinos de bienes que producían los artesanos en las ciudades. Así se fueron creando fortunas grandes.

No solo este intercambio entre las ciudades y el campo fue importante. Acontecimientos como los descubrimientos geográficos de los siglos XV y XVI de parte de España y Portugal fueron desplazando el eje de la economía del mediterráneo hacia el Atlántico. Nuevos productos como el algodón, el tabaco, el azúcar y el descubrimiento de metales preciosos impulsó el intercambio comercial. Además las grandes expediciones necesitaron la producción de otros bienes y en mayor cantidad. Así se fueron formando nuevas y grandes fortunas, que quedaban  disponibles para fomentar la industria; así, con el desarrollo de la industria, se originó el capitalismo. El cambio más notable se originó en Inglaterra en el siglo XVI con la industria textil, la del cuero y la pequeña metalurgia. Si los productores dependían antes de los comerciantes que ponían a la venta sus productos, empezaron esos industriales, pequeños al principio, a utilizar sus recursos económicos en conseguir mejor maquinaria y a contratar a los campesinos que emigraban a las ciudades. De artesanos que producían directamente, se convirtieron en industriales, dueños de las máquinas productoras para cuyo manejo contrataban por un salario a otras personas. Empezó a distinguirse con claridad a quienes poseían el capital y a quienes trabajaban para ellos por un salario.De manera que se puede decir que el capitalismo se originó en las nuevas condiciones de la industrialización, en lo que se llama la revolución industrial. Hoy vemos con buenos ojos la industrialización porque crea puestos de trabajo. Sería impensable en esta época de tanta sofisticación técnica, que la sociedad, las familias o las personas individuales pudieran producir todos los bienes necesarios para la vida moderna. Algunas cosas sí, pero lo que requiere cantidad, calidad especial como tantas cosas hoy, es impensable la sola producción individual. El problema que se crea en el manejo de la economía no tiene que ver con la técnica sino con el uso que algunos pueden hacer de ella, solo para su enriquecimiento, sin considerar sus obligaciones con la sociedad.

 

                                 ¿Antes no había grandes riquezas? ¿Y las de los señores feudales?

 

Es conveniente aclarar que antes de la era industrial ya existían riquezas acumuladas en pocas manos, riquezas que eran símbolo del poder, pero entonces no surgió el capitalismo porque la mentalidad de los poderosos de esa época era distinta; antes de la era industrial  entendían la riqueza económica como símbolo de poder; no entendían el uso de la riqueza con la mentalidad de los nuevos poderosos; , mientras que los nuevos ricos nacidos de la industria entendieron sus riquezas como productoras de nuevas riquezas, los ricos anteriores gastaban su dinero en fortalezas, palacios, ejércitos. Para los nuevos poderosos económicos, como hoy, el motor de su atividad es el lucro, las ganancias, para invertirlas y producir más dinero. No es solo para satisfacer necesidades materiales, es para conseguir más. Por eso nunca están satisfechos.

Esta mentalidad de orientación de la vida hacia el lucro, es decir, hacia las ganancias, es uno de los elementos de la llamada ideología liberal. Para esta ideología, lo importante no es la comunidad, la sociedad, sino el individuo. Su prioridad es el individuo, la libertad individual es el gran valor de la persona. Por eso, imbuida la sociedad por ese individualismo, nuestra sociedad es menos solidaria. Lucha por la libertad de las personas, y se piden para ellas nuevos  “derechos” aunque esa concesión pueda hacer daño a la familia o a la sociedad. Lo importante es satisfacer los deseos del individuo. Es lo que pasa hoy, por ejemplo con la lucha por la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo, aunque esa concesión sea en detrimento de la familia, así se haga daño a la sociedad. Los defensores de esa causa se escudan detrás de la libertad individual, de una sociedad liberal.

 En economía, el individualismo es una manera de pensar que impulsa al activismo, a trabajar incansablemente para conseguir más dinero, a arriesgarse si se cree que el riesgo le aporta más ganancias. Ese dinamismo pone a trabajar a todo el mundo más, para que el capital produzca más. No pone mucha atención en que el trabajo de otros se reconozca justamente. Hay gente que piensa que entre menos pueda pagarle al otro, mejor para él. Cuado esa ideología dirige la política de un país, se experimentan cambios como los que se han visto en Colombia y en otros países, en que las leyes laborales se orientan más a satisfacer los intereses de los empresarios, que las necesidades de los trabajadores. Por eso se flexibiliza la legislación laboral para que el empresario tenga facilidades para despedir a sus empleados; reducen las cargas tributarias a las empresas, como los aportes a la seguridad social, aunque los trabajadores vayan quedando solos; se les reducen los pagos de horas extras, con la disculpa de que al tener menos gastos laborales, las empresas crearán más empleos. La experiencia ha demostrado que los empresarios aprovechan esas oporetunidades para obtener mayores ganancias solamente.

La semana entrante continuaremos con este análisis del mundo al que León XIII debía aclarar el pensamiento del Evangelio. Debemos decir algo sobre la incidencia de la ideología liberal económica en la vida política. Es importante también separarla de politiquería. Los espero entonces.

 

Escríabanos a:

reflexionesdsi@gmail.com

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(1) Cf. Pío XI, Carta enc. Quadragesimo anno: AAS 23 (1931) 179; Pío XII, en el Radiomensaje por el 50º aniversario de la « Rerum novarum »: AAS 33 (1941) 197, habla de « doctrina social católica » y en la Exh. ap. Menti nostrae, del 23 de septiembre de 1950: AAS 42 (1950) 657, de « doctrina social de la Iglesia ». Juan XXIII conserva las expresiones « doctrina social de la Iglesia » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 453; Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 [1963] 300-301) « doctrina social cristiana » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 453), o « doctrina social católica » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 454).

  (2) Cfr ldefonso Camacho, Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Cap. 2 El siglo XIX: la consolidación de la sociedad industrial moderna.

[3] Cfr Ildefonso Camacho, ibídem, Pg 42.

REFLEXIONES DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, Programa 240, abril 4 2013

¿Qué piensa el papa Francisco sobre la evangelización?

Nuestra misión de comunicar la Buena Nueva

 

Vamos a seguir considerando  la feliz y exigente misión que el Señor nos da a los bautizados, de ser mensajeros de su feliz noticia: que Él, Jesucristo, con su encarnación nos trajo la íntima cercanía de Dios que nos ama, y que por su muerte y resurrección nos abrió las puertas de la libertad, nos redimió; hizo posible que podamos en la eternidad, compartir la vida divina, de felicidad eterna. Esa feliz noticia tenemos que comunicarla a todo el mundo.

Vamos a comentar las ideas del Cardenal Bergoglio, antes de ser elegido papa, sobre la misión de la evangelización que Jesús encargó a la Iglesia y las características del Sumo Pontífice que en su concepto debía tener la persona que los cardenales eligieran como sucesor de Benedicto XVI. Este tema nos va a ocupar toda esta reflexión. Si Dios quiere, dentro de una semana volveremos a la DSI. Es importante que comprendamos el compromiso de la Iglesia con la misión de llevar a Jesucristo a todos los rincones del mundo y por lo tanto nuestro propio compromiso, como bautizados. Se supone además, que este programa debe ser una contribución aunque modesta, a la evangelización, el objetivo de Radio María.

Vamos a considerar el pensamiento del cardenal Bergoglio sobre la Iglesia y el papa que debían elegir. Esto, antes de ser él elegido. En la homilía de la Misa Crismal, en la Semana Santa, el cardenal arzobispo de La Habana reveló las palabras del ahora Papa Francisco. Dio a conocer el cardenal Jaime Ortega lo que expuso el ahora papa Francisco, en su intervención ante los cardenales en una de las reuniones de preparación del conclave. Añadió el cardenal que hacía esta revelación con autorización del Papa Francisco. Las siguientes fueron las palabras del cardenal, como las publicó la agencia católica de noticias ZENIT:

El arzobispo de La Habana reveló…que preguntó al cardenal Bergoglio tras su intervención si tenía el texto escrito, pues deseaba conservarlo, lo cual este negó.  Pero añadió que a la mañana siguiente, “con delicadeza extrema” el cardenal Bergoglio le entregó el texto de su “intervención escrita de su puño y letra tal y como él la recordaba”.

Le pidió el cardenal Ortega autorización para difundir su pensamiento (el del cardenal Bergoglio) sobre la Iglesia. Bergoglio se lo concedió.

La segunda ocasión en que solicitó el permiso fue durante el encuentro posterior con el ya electo papa Francisco, quien ratificó su autorización para la difusión del texto, cuyo original guarda el cardenal Jaime Ortega como un tesoro especial de la Iglesia y un recuerdo privilegiado del actual Sumo Pontífice.

¿Qué importancia puede tener lo que el papa actual pensaba como cardenal sobre la Iglesia y las características del papa necesario en estas circunstancias? Es claro; bien se puede pensar que sin saber que se refería a la misión que precisamente a él le iba a encargar el Señor como Sumo Pontífice, el cardenal Bergoglio presentaba allí lo que consideraba debía ser el plan de gobierno de la Iglesia, del futuro papa. Y podemos pensar que esas ideas obraron en la decisión de los cardenales que lo eligieron. Esto fue lo que escribió como resumen de su intervención en la reunión preparatoria del conclave en que Bergoglio fue elegido. Voy a leer el documento completo y luego me detengo en algunas consideraciones. Dice el escrito:

                   Se hizo referencia a la evangelización. Es la razón de ser de la Iglesia. – “La dulce y confortadora alegría de    evangelizar” (Pablo VI). – Es el mismo Jesucristo quien, desde dentro, nos impulsa.

1.- Evangelizar supone celo apostólico. Evangelizar supone en la Iglesia la parresia de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.

2.- Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma (cfr. La mujer encorvada sobre sí misma del Evangelio). Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico. En el Apocalipsis Jesús dice que está a la puerta y llama. Evidentemente el texto se refiere a que golpea desde fuera la puerta para entrar… Pero pienso en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir. La Iglesia autorreferencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.

3.- La Iglesia, cuando es autorreferencial, sin darse cuenta, cree que tiene luz propia; deja de ser el mysterium lunae y da lugar a ese mal tan grave que es la mundanidad espiritual (Según De Lubac, el peor mal que puede sobrevenir a la Iglesia). Ese vivir para darse gloria los unos a otros. Simplificando; hay dos imágenes de Iglesia: la Iglesia evangelizadora que sale de sí; la Dei Verbum religiose audiens et fidenter proclamans, o la Iglesia mundana que vive en sí, de sí, para sí. Esto debe dar luz a los posibles cambios y reformas que haya que hacer para la salvación de las almas. (Cfr Meditación sobre la Iglesia, de Lubac)

4.- Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo y desde la adoración a Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive de “la dulce y confortadora alegría de la evangelizar”. 

Ese fue el resumen del pensamiento del Papa Francisco como lo expuso siendo cardenal, lo escribió de su puño y letra y lo entregó al cardenal arzobispo de La Habana.

Evangelizar significa salir, no encerrarse a contemplar las propias virtudes

 

Tratemos de comprender lo que en pocas palabras expresó el cardenal Bergoglio sobre la misión de la Iglesia. Comienza  dejando claro que la misión de la Iglesia, su razón de existir, es la evangelización. Y añade que: Evangelizar supone en la Iglesia la parresia de salir de sí misma.  Esa palabra parresia que utiliza el papa, tiene varios significados y no hay para qué profundizar en eso. Una muy aceptada es que la parresia es una característica del lenguaje franco, sincero; otra acepción de este palabra es por el contrario, que parresia es una manera de hablar que parece sincera pero no lo es; en medicina, se llama parresia a una parálisis parcial; quizás a eso se refería el cardenal; lo importante es que el cardenal Bergoglio indica enseguida que se refiere  a que la Iglesia debe salir de sí misma, tiene que llevar el mensaje fuera, a todo el mundo. La evangelización no debe ser para los de dentro solamente. No encerrarse, salir para comunicar la buena nueva, a Jesucristo muerto y resucitado.

Ese encerrarse en sí misma dice el cardenal Bergoglio que puede llevar a las instituciones eclesiales a enfermarse con una clase de narcisismo teológico. Como el narcisismo consiste en la excesiva complacencia de las propias facultades u obras (DRAE), Bergoglio previene a la Iglesia del peligro de caer en el narcisismo de quedarnos en la complacencia de que somos los que tenemos la verdad, despreciar a los demás que no participan de la fe, en vez de salir con humildad a llevarles esa verdad, como es nuestra misión.

 

Jesús no llama a la puerta solo para entrar; también desde dentro, para que lo dejen salir

Las palabras que siguieron y quisiera considerar son las siguientes:

En el Apocalipsis Jesús dice que está a la puerta y llama. Evidentemente el texto se refiere a que golpea desde fuera la puerta para entrar… Pero pienso en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir. La Iglesia autorreferencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.

Se ve que estas palabras ya son públicas en Roma, pues el P. Cantalamesa, predicador de la Casa Pontificia, se refirió a ellas en la homilía del oficio del Viernes Santo, en presencia del Papa. Algunos de ustedes seguramente oyeron esa homilía pues las transmitió Radio María, lo mismo que EWTN por televisión. El P. Cantalamesa refirió un cuento del escritor Franz Kafka; es una referencia tan interesante y tan a la medida del pensamiento del papa Francisco, que no me resisto a leerla textualmente. Dijo el P. Cantalamesa hacia el final de su homilía, el Viernes Santo:

 

El cuento de Kafka y la evangelización

Hay una narración del judío Franz Kafka que es un fuerte símbolo religioso y adquiere un significado nuevo, casi profético, escuchado el Viernes Santo. Se titula “Un mensaje imperial”. Habla de un rey que, en su lecho de muerte, llama junto a sí a un súbdito y le susurra un mensaje al oído. Es tan importante aquel mensaje que se lo hace repetir, a su vez, al oído. Luego despide con un gesto al mensajero que se pone en camino. Pero oigamos directamente del autor lo que sigue de la historia, marcada por el tono onírico y casi de pesadilla típico de este escritor:

“Extendiendo primero un brazo, luego el otro, (el mensajero) se abre paso a través de la multitud como ninguno. Pero la multitud es muy grande; sus alojamientos son infinitos. ¡Si ante él se abriera el campo libre, cómo volaría! En cambio, qué vanos son sus esfuerzos; todavía está abriéndose paso a través de las cámaras del palacio interno, de las cuales no saldrá nunca. Y aunque lo lograra, no significaría nada: todavía tendría que esforzarse para descender las escaleras. Y si esto lo consiguiera, no habría adelantado nada: tendría que cruzar los patios; y después de los patios el segundo palacio circundante. Y cuando finalmente atravesara la última puerta –aunque esto nunca, nunca podría suceder–, todavía le faltaría cruzar la ciudad imperial, el centro del mundo, donde se amontonan montañas de su escoria. Allí en medio, nadie puede abrirse paso a través de ella, y menos aún con el mensaje de un muerto. Tú, mientras tanto, te sientas junto a tu ventana y te imaginas tal mensaje, cuando cae la noche”.

El mensaje de Jesús

Continuó el P. Cantalamesa:

Desde su lecho de muerte, Cristo confió a su Iglesia un mensaje: “Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura” (Mc 16, 15). Todavía hay muchos hombres que están de pie junto a la ventana y sueñan, sin saberlo, con un mensaje como el suyo. Juan, acabamos de oírlo, dice que el soldado traspasó el costado de Cristo en la cruz “para que se cumpliese la Escritura que dice: «Mirarán al que traspasaron»” (Jn. 19, 37). En el Apocalipsis añade: “He aquí que viene entre las nubes, y todo ojo le verá, aun aquellos que le traspasaron; y por él todos los linajes de la tierra harán lamentación” (Ap 1,7).

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La evangelización cristiana no es conquista, no es propaganda; es el don de Dios para el mundo en su Hijo Jesús. Es dar a la Cabeza la alegría de sentir fluir la vida desde su corazón hacia su cuerpo, hasta vivificar sus miembros más alejados.

Tenemos que hacer todo lo posible para que la Iglesia no se convierta nunca en aquel castillo complicado y atestado descrito por Kafka, y para que el mensaje pueda salir de ella libre y feliz como cuando inició su recorrido. Sabemos cuáles son los impedimentos que puedan retener al mensajero: los muros divisorios, empezando por aquellos que separan a las varias iglesias cristianas entre ellas, el exceso de burocracia, las partes de ceremoniales, leyes y controversias pasadas, convertidas en escombros.

En el Apocalipsis, Jesús dice que Él está a la puerta y llama (Ap 3,20). A veces, como señaló nuestro Papa Francisco, no llama para entrar, sino que llama desde dentro para salir. Salir hacia las “periferias existenciales del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia y de la indiferencia religiosa, y de cada forma de miseria”.

Sucede como con algunos edificios antiguos. A través de los siglos, y para adaptarse a las exigencias del momento, se les ha llenado de tabiques, escalinatas, de cuartos y cuartitos. Llega un momento en que nos damos cuenta de que todas estas adaptaciones ya no responden a las exigencias actuales, es más, éstas son un obstáculo, y entonces se hace necesario tener el valor de derribarlas y reportar el edificio a la simplicidad y linealidad de sus orígenes. Esta fue la misión que recibió un día un hombre que estaba orando ante el crucifijo de San Damián: “Ve, Francisco, y repara mi Iglesia” (Se refiere a San Francisco de Asís)

“¿Y quién es capaz de cumplir semejante tarea?”, se preguntaba aterrorizado el Apóstol frente a la tarea sobrehumana de ser en el mundo “el perfume de Cristo”, y he aquí su respuesta que vale también hoy: “no porque podamos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad viene de Dios. Él nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida”. (2 Cor 2, 16; 3, 5-6).
Que el Espíritu Santo, en este momento en cual se abre para la Iglesia un tiempo nuevo, pleno de esperanza, despierte en los hombres que están en la ventana la espera del mensaje, y en los mensajeros, la voluntad de hacerlo llegar a ellos, también al precio de la vida.

Nos queda claro el pensamiento del Papa Francisco; como él quiere ver a la Iglesia es, no como una institución llena de normas y de reglas exteriores, de burocracia que estorbe la difusión del Evangelio; la Iglesia no puede ser un grupo cerrado que se siente complacido con su propia virtud y no sale en busca de los demás, sino como los herederos de la esperanza y del gozo que les comunica la Pascua y que se esfuerzan por participar a todo el mundo. No encerremos a Jesucristo como un tesoro solo nuestro, es nuestro deber poner los medios a nuestro alcance para que los que no creen en él, por acción de su gracia lo conozcan y crean en él.

El mensaje es para todos

 

En su primera catequesis el miércoles 27 de marzo, el santo padre Francisco se refirió a la Semana Santa y entre otras cosas dijo:

“Dios no esperó a que fuéramos a Él, fue Él quien vino hacia nosotros(…). Jesús vivió la realidad cotidiana de la gente común (…) lloró cuando vio cómo sufrían Marta y María por la muerte de su hermano Lázaro (…) vivió también la traición de un amigo. En Cristo, Dios nos ha dado la seguridad de que él está con nosotros, en medio de nosotros… Jesús no tiene casa porque su casa es la gente: somos nosotros; su misión es abrir a todos las puertas de Dios, ser la presencia amorosa de Dios”. (Ciudad del Vaticano, 27 marzo 2013 (VIS).

Son ideas de evangelización que comparte Francisco con Juan Pablo II. Juan Pablo dedicó su catequesis del miércoles 6 de julio de 1994 a las mujeres en el evangelio, y se refirió a la mujer encorvada, sanada por el Señor en el evangelio de Lucas, 13, 10-17, la que menciona el cardenal Bergoglio en su intervención antes del conclave. Juan Pablo II se refiere varios pasajes del Evangelio en que Jesús pone de protagonistas a las mujeres, haciendo ver que tienen una dignidad igual a los hombres, destaca situaciones en que ellas se manifestaron fieles seguidoras del Señor, como

Después de la Resurrección, a las mujeres piadosas que habían ido al sepulcro y a María Magdalena les confió la tarea de transmitir su mensaje a los Apóstoles (cf. Mt 28, 8-10; Jn 20, 17-18): «Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la resurrección de Cristo para los propios Apóstoles” (Catecismo de la Iglesia católica, n. 641). Son señales bastante elocuentes de su deseo de hacer participar también a las mujeres en el servicio del Reino.
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Los invito a ver un video extraordinario sobre la vida y el pensamiernto del Papa Francisco. Se demora 45 minutos pero nose arrepentirá. Haga clic a continuación. Si no le funciona el clic opielo y ensaye

http://vimeo.com/goyaproducciones/review/62297450/bd31be066c


7. Esta actitud de Jesús se explica teológicamente por su deseo de unificar a la humanidad. Como dice san Pablo, Cristo quiso reconciliar a todos los hombres, mediante su sacrificio, «en un solo cuerpo» y hacer de todos «un solo hombre nuevo» (Ef 2, 15. 16), de modo que «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Ga 3, 28).

REFLEXIÓN 239 – El Papa benemérito Benedicto XVI – Jueves 21 de marzo, 2013

Agradecidos con Benedicto XVI, como lo es Francisco

 

Hace una semana dedicamos la reflexión a la alegría que nos contagió a todos los católicos, la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio,  jesuita arzobispo de Buenos Aires, quien tomó el nombre de Francisco, como nuevo Sumo Pontífice. Podemos decir como el salmo: El Señor ha sido grande con nosotros y estamos alegres.

 

Antes de continuar nuestras consideraciones sobre la DSI, que es el fin de estas reflexiones, y siguiendo el espíritu agradecido del Papa Francisco, me parece de justicia dedicar por lo menos parte de la reflexión de hoy a Benedicto XVI, papa emérito, quien dirigió con sabiduría y pulso firme la barca de San Pedro, lo mismo en el  mar de brisa suave que en medio de olas embravecidas. Como pudimos verlo en la TV, el Papa Francisco, en el primer saludo a su pueblo le pidió que rezaran con él, por Benedicto XVI. Es que no podemos olvidar a quien tanto bien hizo a la Iglesia; la ilustró sobre la fe con sus palabras y sus iluminadores escritos en momentos de mucha confusión en la doctrina y nos hizo amar más el don de la fe. El gesto agradecido del Papa Francisco, se volvió a escuchar en la homilía de la eucaristía de inauguración de su pontificado, el 19 de marzo, que empezó con estas palabras:

 

“Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud.

 

Recordemos que el nombre de bautismo de Benedicto XVI es Joseph (José) Ratzinger. Por la tarde del mismo 19 de marzo, nos dicen las noticias del Vaticano que el Papa Francisco llamó por teléfono al Papa emérito Benedicto XVI para felicitarlo con motivo de su onomástico y manifestarle, una vez más, su gratitud y la de la Iglesia por su servicio. La conversación fue larga y cordial, dice la noticia de la Santa Sede.

 

Todos llamados a llevar la buena nueva

 

Por otra parte, también quisiera comunicarles algunas reflexiones sobre la responsabilidad que he asumido, de volver a tomar el programa sobre la DSI. Creo que son reflexiones aplicables, no solo a mí, como colaborador de Radio María, sino a todos los que con generosidad ofrecen su tiempo para la catequesis, y aplicables a todos los bautizados, pues todos estamos llamados a comunicar la buena nueva a nuestra sociedad.

 

Cuando las fuerzas decaen

 

Empecemos por algunas reflexiones sobre la persona del papa emérito. Benedicto XVI, después de considerarlo delante del Señor, tomó esa decisión valiente, inteligente, humilde, de renunciar, porque no tenía ya el vigor necesario para conducir la barca de Pedro. Ya el año 2010, en entrevista al periodista Peter Seewald, había confesado que confiaba en que Dios le daría toda la fuerza que le hacía falta para hacer lo necesario, y añadía: “Pero noto también que las fuerzas decaen”.  (Luz del Mundo, Herder, Pg. 24). El mismo periodista le preguntó en esa entrevista:

Y cuando ya las fuerzas no son suficientes…

 

Por tanto ¿puede pensarse en una situación en la que usted considere apropiada una renuncia del papa? Su respuesta fue, Sí. Si el papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar.” (Luz del Mundo, Pg. 43)

 

Siempre que Benedicto se dirigió a la Iglesia lo hizo, no solo con sabiduría, sino con palabras que trascendían unción, no fingida espiritualidad,  amor a Dios. De los últimos días de su pontificado, se puede decir lo mismo. De entre las muchas frases del Santo Padre en sus últimos días como Sumo Pontífice, debo escoger solo algunas, y son éstas, de su última audiencia general, el miércoles 27 de febrero de este año 2013. Refiriéndose a que en estos años de pontificado siempre se sintió acompañado del Señor, dijo:

 

Ha sido un trozo del camino de la Iglesia, que ha tenido momentos  de alegría y de luz, pero también momentos difíciles; me he sentido como San Pedro con los Apóstoles en la barca del lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa ligera, días en que la pesca ha sido abundante; también ha habido momentos en que las aguas estaban agitadas y el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre supe que en aquella barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda: es Él quien conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, porque así lo quiso. Esta ha sido una certeza que nada puede empañar.”

Tener en cuenta el bien de la Iglesia y no el de uno mismo

 

Para explicar los motivos de su renuncia, dijo también en esa última audiencia general:

 

En estos últimos meses, he sentido que mis fuerzas han disminuido, y he pedido a Dios con insistencia en la oración que me iluminase con su luz para que me hiciera tomar la decisión más justa, no para mi bien, sino para el bien de la Iglesia. He dado este paso con plena conciencia de su gravedad y también de su novedad, pero con una profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre delante el bien de la Iglesia y no el de uno mismo.”

 

De muchas virtudes nos dio ejemplo Benedicto XVI durante su pontificado y también en su renuncia. Merece destacarse la virtud del desprendimiento. Nos demostró que no estaba apegado al poder. El Papa tiene un poder temporal muy restringido, pero no se puede negar que su poder espiritual en la Iglesia y su influencia en el mundo, son enormes. Fue sincero cuando el día de su elección, en su primera aparición desde el balcón central de la basílica de San Pedro, dijo que después del gran papa Juan Pablo II Dios lo había elegido a él, “un simple y humilde trabajador de la viña del Señor” (Peter Seewald, Luz del Mundo, Herder, Pg.82). Con su renuncia probó que no estaba apegado al poder, que suele ser la máxima motivación de algunos para aferrarse a un cargo; ni estaba apegado a él por satisfacción personal sino por su entrega a la voluntad del Señor.

Con sentimiento de amor lo eligió

 

También Francisco se siente llamado sin merecerlo y así lo consignó en el lema de su escudo:

 

“Miserando atque eligendo” ( Con sentimiento de amor lo eligió), procede de un pasaje de una homilía de San Beda el Venerable, comentando el relato evangélico de la vocación de San Mateo y tiene un significado especial para el Papa, ya que a los 17 años, en la festividad de San Mateo en 1953, después de confesarse, percibió la misericordia de Dios en su vida y sintió la llamada al sacerdocio siguiendo el ejemplo de San Ignacio de Loyola. (Noticias del Vaticano)

 

Cuando observamos la maldad que tan profundamente daña a nuestra sociedad, nos podemos dejar acobardar, sentirnos tristes y asumir una actitud pesimista. Si sentimos a Dios ausente, se cierra el  horizonte. El Salmo 27  nos da razones para ser optimistas. El Señor es mi luz y mi salvación, a quién temeré. El Señor, refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar? Claro lo tenía Juan Pablo II, cuando salió a saludar el primer día de su pontificado. “No tengan miedo”, nos dijo. Y Francisco nos anima a tener y a dar esperanza, como Abraham, basados en la fe: También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza (Francisco, Homilía 19 de marzo,2013).

 

Al ser testigos de situaciones difíciles, como el auge del ateísmo en regiones que fueron ejemplos de fe, como lo fue España, y que se encargan de amplificar los medios de comunicación, nos anima a los que por gracia de Dios seguimos creyendo, a esforzarnos en nuestra tarea de discípulos y misioneros.

Sacar nuevamente a la luz la prioridad de Dios

 

Benedicto XVI, con esa claridad que lo caracterizó en su tarea de Maestro, dijo que su gran tarea, como Sumo Pontífice, consistía “en sacar nuevamente a la luz la prioridad de Dios. Hoy lo importante es que se vea de nuevo que Dios existe, que Dios nos incumbe y que Él nos responde. Y que, a la inversa, si Dios desaparece, por más ilustradas que sean todas las demás cosas, el hombre pierde su dignidad y su auténtica humanidad, con lo cual se derrumba lo esencial. Por eso (…) hoy debemos colocar, con nuevo acento, la prioridad de la pregunta sobre Dios. (Luz del mundo, Pg. 78)

Dones que implican responsabilidades

 

Como podemos darnos cuenta, nuestro deber de bautizados no es muy fácil. Porque la evangelización nos incumbe a todos los bautizados. La fe nos fue dada como un regalo y ese regalo lleva consigo responsabilidades a las que no podemos renunciar. No solo tenemos que ser coherentes, viviendo como la fe nos exige, sino que no podemos esconder la luz que nos fue entregada para que llevemos en medio de la oscuridad y con ella iluminemos el mundo. No podemos callar la alegría de la que nos inunda la fe.

 

Hoy tenemos a nuestro alcance medios nuevos que nos pueden ayudar a llevar la presencia de Dios a todos los rincones de la tierra, sin necesidad de hacernos físicamente presentes. Sin embargo, no podemos lanzarnos a la actividad sin nada qué ofrecer. Tenemos que  hacer una realidad la presencia de Dios en cada uno de nosotros. Eso supone una purificación interior nuestra, una conversión, un cambio en nuestra vida, para que podamos irradiar a Dios, no solo de palabra, sino por la caridad que brote naturalmente de nuestras palabras y de nuestras obras. Los sacramentos y la oración, son la ayuda que el Señor nos dejó.

Necesitamos encontrarnos con Jesucristo

 

Refiriéndose a este llevar hoy a Dios al mundo que se aparta de Él, Benedicto XVI, decía que la conversión que necesita nuestra sociedad viene de la necesidad de sanación que los seres humanos tenemos. Nosotros, después de un sincero examen de conciencia, debemos reconocer que necesitamos la sanación que se nos ofrece en la gracia de los sacramentos. Aparecida nos decía que los discípulos y misioneros necesitamos encontrarnos con Jesucristo, vivir en intimidad con Él. (Aparecida, Discurso de Benedicto XI, Pg. 257; N°276ss, 356, )

 

También nuestra sociedad debe llegar a reconocer que, si Dios está ausente, la existencia se enferma y el hombre no puede subsistir; que necesita una respuesta que él mismo no es capaz de dar. Solo así  la sociedad volverá a poner a Dios en primer término. El Papa emérito, tiene esta frase interesante: “debemos arriesgarnos nuevamente a hacer el experimento con Dios, a fin de dejarlo actuar en nuestra sociedad” (Ibidem, Pg.76).

 

“Heme aquí, envíame”

Es tremenda nuestra responsabilidad, como bautizados, pues de nosotros se espera que comuniquemos la “buena nueva”. ¿Cómo cumplimos con esa tarea? Es normal que sintamos temor de no poder cumplir con las expectativas de semejante vocación. Temor sintió Isaías cuando sintió la llamada  y exclamó: “¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito…” Eso mismo podemos sentir nosotros y con mayor razón. El Señor dio a entender al profeta que Él estaba con su elegido y ante la voz divina que preguntó. “¿A quien enviaré? ¿Y quién irá de parte nuestra?” Isaías ya confiado en el Señor, le respondió: “Heme aquí: envíame”. La vocación de Isaías la encontramos en el capítulo 6° de este profeta.

 

También podemos leer con provecho la muy bella vocación de Jeremías como la cuenta en el primer capítulo de sus escritos. Ante el llamamiento de Dios, el joven exclamó: “¡Ah, Señor Yahvé! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho”. El Señor lo tranquilizó: “No les tengas miedo, que contigo estoy para salvarte” Tocó sus labios y le dijo: “Mira que he puesto mis palabras en tu boca…”

 

Recordemos también que Moisés, aterrado de tener que ir en nombre de Dios a hablar a su pueblo y al Faraón, se sintió incapaz de semejante tarea y rebuscó argumentos para que el Señor le encomendara esa misión a otro, como nos cuenta el Libro del Éxodo en los capítulos 3° y 4°. Dios llegó a enfadarse porque hasta le había ofrecido el don de hacer milagros, como ayuda para su misión y Moisés todavía se sentía incapaz. Ante su súplica: “¡Óyeme, Señor!, te ruego que encomiendes a otro esa misión”, al fin, Dios le sugirió que su hermano Aarón, que hablaba bien, le ayudaría y Él, el Señor estaría con los dos. Esto le dijo Dios: “…yo estaré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer.”

 

Si Dios nos da una tarea, y nos la ha encomendado a todos los bautizados, tenemos que poner necesariamente nuestra parte, así sea pequeña, débil, -al fin y al cabo humana,- que Dios pondrá la suya, poderosa, la que hará fructificar la pequeña semilla que sembremos.


Puede ser grande la dificultad para llevar nuestra fe, cuando se trata de hablar de Dios ante ciertas personas del pueblo cristiano y especial dificultad puede tener llevarla ante los no creyentes. Y parece increíble, pero con frecuencia sentimos  que es muy difícil cuando se trata de nuestra propia familia. Para los padres, hablar de Dios a los hijos, por ejemplo y hacerlo correctamente, para conseguir aceptación, puede ser difícil. Sin duda todos tenemos experiencias con y sin éxito, y la menos recomendable es la permanente prédica a los hijos.


Yo les adelanto que creo que la mejor manera de hablar de Dios, especialmente a los hijos adultos, es el propio comportamiento. Que nuestra conducta coherente con nuestra fe hable de lo que es ser cristiano. Cuando se habla mucho de Dios y se obra contra lo que se habla, hacemos mucho daño. El famoso dicho popular “predica pero no aplica” no es en vano; el que hace lo contrario de lo que predica hace más daño que el no creyente que ataca a la Iglesia. Y el primer ejemplo debe estar en el trato respetuoso, amable.

 

Esto no quiere decir que no debemos hablar, no. En nuestras convicciones tenemos que ser firmes y pedir al Señor que nos inspire lo que debemos decir; que no hablemos para lucirnos, sino para presentar su verdad. Que seamos prudentes, pero que no tengamos miedo. Que nuestra firmeza no revele arrogancia. Que seamos humildes.

 

No creen ustedes que nuestra Papa Francisco ha predicado desde el primer momento, no solo con sus palabras sino con sus gestos y sus acciones? ¿Quién, no ve en él, al padre misericordioso, cuando habló de la incansable misericordia de Dios? ¿Quién no ve en él al sacerdote humilde, cuando pidió a su pueblo que antes de impartirles la bendición, pidieran que el Señor lo bendijera a él?

 

 Ahora conocemos que la Conferencia Episcopal de América Latina y del Caribe que se reunió en Aparecida, encargó al entonces cardenal Bergoglio, la concreción de sus deliberaciones en el documento final. Qué interesante encontrar en ese documento de Aparecida, tantos lugares que hablan con claridad sobre la necesidad de la coherencia entre fe y vida, sobre la necesidad de comunicar los valores evangélicos de manera positiva y propositiva, sobre la familia como primera escuela de fe (N° 302ss). Sobre la predicación en el documento de Aparecida, en el N° 497, se lee:

 

Son muchos los que se dicen descontentos, no tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino con la forma como es presentada.

Es tan rico el documento de Aparecida que daría para muchas reflexiones. Termino sólo con estas palabras del discurso inaugural del Papa Benedicto XVI:

La Iglesia tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios,  recordar también a los fieles de este continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo. Esto conlleva seguirlo, vivir en intimidad con Él, imitar su ejemplo y dar testimonio. (Pg 257)

Lo invito a hacer clic enseguida y ver un magnífico video del Papa Francisco en su visita a Benedicto el Papa emérito. El video está en inglés, pero las fotos son excelentes si quiere verlas. So tomadas de la revista America.

Francis and Benedict: Side by Side

Fernando Díaz del Castillo Z.

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REFLEXIÓN 238 – En la elección del Papa Francisco

 

Os anuncio un gran gozo: tenemos Papa

 

Estamos muy felices. Ayer  13 de marzo de 2013 nos anunciaron el gozo grande de que tenemos Papa; elegido ayer, tomó el nombre de Francisco. ¡Cómo no comentar este hecho que nos llena de gozo y de esperanza! Por eso, hoy voy a dedicar esta reflexión a nuestro nuevo Sumo Pontífice. El mundo católico, – y somos más de mil millones de fieles, – estamos felices de tener de un nuevo timonel de la barca de  San Pedro. El Señor será su guía, su luz, su fuerza.

 

Dios ha dado a la Iglesia un Pastor, que fue sorpresa para los medios de comunicación, cuyos periodistas se habían dedicado a cábalas, a conjeturas según criterios humanos. No vieron la elección como una obra en la que Dios intervendría, sino con los criterios de quienes están acostumbrados a juzgar el mundo de la política. Por eso dividían a los cardenales en grupos por regiones del mundo, por intereses humanos, por lo que creían eran sus posiciones doctrinales.

El Cardenal Jorge Mario Bergoglio estaba descartado, porque aunque aceptaron que era una figura importante y le acomodaron la fábula de que en el anterior conclave había retirado su nombre para facilitar la elección de Ratzinger, dijo también alguno de los llamados expertos vaticanistas que los cardenales latinoamericanos no formaban un grupo compacto y que irían más bien por un candidato europeo. Gracias Señor porque ocultaste estas cosas a los soberbios y las revelaste a los humildes. Alguien decía después de conocerse el nombre del nuevo papa, que los cardenales ni habían leído las crónicas periodísticas ni habían consultado a las casas de apuestas.

 

Ayer me puse a buscar información sobre nuestro Papa Francisco  y quiero compartir con ustedes mis pensamientos y los que he escuchado de personas que lo conocieron de cerca en la arquidiócesis de Buenos Aires.

 

Empiezo por mis impresiones. El domingo pasado, mi párroco me preguntó, con cierta picardía, si ya tenía mi candidato. Yo le respondí que  no tenía candidato, que esperaba que los cardenales fueran dóciles a la iluminación del Espíritu Santo y eligieran a quien Él les indicara. Esa era mi posición y orar por esa intención, dispuesto a aceptar el Papa que Dios nos diera.

 

Una feliz sorpresa

 

El humo blanco ayer 13 de marzo por la tarde fue una sorpresa para mí. Creí que ni siquiera hoy por la mañana nos darían la buena noticia. Pensé  que sería hoy jueves por la tarde. Al ver la realidad del humo blanco, luego del comienzo de una tímida “fumata” gris que pronto se transformó en un torrente de humo blanco que no dejaba dudas y se echaron al aire las campanas de la basílica de San Pedro, me emocioné mucho; sentí un nudo en la garganta. Luego fue una feliz espera, que me pareció muy larga. Me sentí uno con los fieles reunidos en la plaza y participaba de su gozo y de su expectativa. Como ellos, tampoco yo apartaba mi vista del balcón por donde se asomaría, primero el cardenal, mensajero de la buena nueva y luego el nuevo Sumo Pontífice en persona.

 

Cuando al fin se iluminó la habitación, se movieron las cortinas y precedido de la cruz, salió el cardenal que pregonó en latín: “Os anuncio un gran gozo: tenemos Papa, el cardenal Jorge Mario Bergoglio que se ha dado por nombre Francisco”, me sentí sorprendido. Era demasiada información para asimilar en segundos: Un papa hispanoamericano, argentino, jesuita, que se llama Francisco. Todo parecía nuevo. ¿Qué mensaje estará enviando el Señor? Y luego pensé que no nos debería sorprender nada de la mano bondadosa de Dios. De Él son las palabras del Apocalipsis: “Mira, yo hago nuevas todas las cosas” (Apoc. 21,5)

 

Los invito a que recuerden cuál fue su primera impresión cuando se anunció el nombre del nuevo Sumo Pontífice y su impresión general  cuando él apareció en el balcón. Yo les voy a comentar mi impresión en los primeros segundos y de lo que sucedió luego.

“Yo hago nuevas todas las cosas”

 

Me impactó el nombre que escogió: Francisco I . Había muchos nombres repetidos: 23 Juanes, 12 Píos, 13 Leones, 16 Benedictos, 6 Pablos, muchos Gregorios… Juan Pablo I combinó dos nombres en un nombre nuevo, en recuerdo de sus dos predecesores Juan XXIII y Pablo II. Pero no había ningún papa Francisco en la historia. Un nombre nuevo, de un país y de un continente nuevos, de una orden religiosa nueva en este cargo de Sumo Pontífice. ¿Qué mensaje nos envía el Señor con tantas novedades?

Un papa del fin del mundo

 

Me impactó mucho su sonrisa clara, su sencillez. Llegó humilde, se quedó en silencio mirando a su inmensa grey que lo saludaba con entusiasmo en la plaza llena. Su saludo fue igualmente sencillo y dijo algo que pareció gracioso a la multitud, que lo festejó. Así fue su saludo:

         “Hermanos y Hermanas, ¡Buenas Noches!”

“Sabéis que el deber del Conclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo… Pero estamos aquí… Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo: ¡Gracias! Y antes que nada, querría hacer una oración por nuestro Obispo Emérito, Benedicto XVI. Recemos todos juntos por él, para que el Señor le bendiga y la Virgen lo custodie. ” Y puso a rezar a la multitud; con todos rezó un Padrenuestro, Una Ave María y el Gloria al Padre y al Hijo y al E.S.

 Otros detalles de esta primera aparición de Francisco I quiero mencionar. Su manera de dirigirse a sus feligreses de Roma hicieron ver que quiere al pueblo y al obispo juntos. Por eso oró junto con sus feligreses y estas palabras que dijo a continuación señalan cómo quiere que sea su oficio de pastor:

 Obispo y su pueblo juntos

 

“Y ahora, empezamos este camino: obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: los unos por los otros. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Os deseo que este camino de la Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructuoso para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. “

 

Mencionó a obispo y su pueblo, juntos; dijo que la Iglesia de Roma preside en la caridad, señaló un camino de fraternidad, de amor, de confianza mutua. Instó a la oración de los unos por los otros y espera que este camino que emprende sea fructuoso para la evangelización.

 Hombre de oración y amante de la Virgen María

 

Francisco I se mostró como hombre de oración. No sólo pidió oración a su pueblo sino que oró con él. Dio muestras de aprecio especial por Benedicto XVI cuando rezó por él, y de humildad, cuando antes de dar su primera bendición a la ciudad y al mundo, pidió a su pueblo el favor de que orara por él. Sus palabras y su actitud fueron conmovedoras:

 

“Y ahora querría dar la bendición, … Pero antes, antes, os pido un favor: antes de que el obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis al Señor para que me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mi. “

 Ahora os doy la bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.”

 “Hermanos y hermanos os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mi y hasta pronto. Nos veremos pronto: mañana quiero ir a rezar a la Virgen, para que custodie a toda Roma. Buenas noches y que descanséis!”

 En sus últimas palabras nos mostró su amor a María nuestra Madre. Hoy fue donde la Virgen a rezarle. Estuvo en la basílica de Santa María la Mayor, llevó flores a la Virgen y oró frente a su imagen por media hora. La imagen es la de Nuestra Señora “salus populi romani“, salud, salvación del pueblo de Roma.

 

¿Por qué escogió el nombre de Francisco?

 

Sobre el nombre de Francisco, escogido por el Santo Padre, el santo que se supone lo inspiró fue San Francisco de Asís. Tienen razón en pensar así, por la sencillez, la humildad del Papa, por su preferencia por los pobres y todos los que sufren, de lo que dan testimonio quienes lo conocieron de cerca como Arzobispo de Buenos Aires. En todo caso el Papa Francisco tiene grandes patronos que intercen por él ante el Señor: además de San Francisco de Asís, sin duda tuvo presente a San Francisco Javier, jesuita como él, el gran misionero, patrono universal de las misiones, quien llevó la buena nueva a la India y al Japón y quien murió frente a las costas de China, cuando intentaba entrar a ese país cerrado a los extranjeros. Un Papa que tiene muy en su corazón la evangelización tiene que evocar a este gran patrono. Y se me ocurre que otro gran santo que cuadra muy bien con nuestro Papa es San Francisco de Sales, el santo de quien dicen es la frase: “se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”.

  Quiero compartir con ustedes mis expectativas frente al pontificado de Francisco.

 Creo que como el pontificado de Benedicto XVI, este será un pontificado de servicio. Será un pontificado de posiciones firmes, de un gran teólogo de honda espiritualidad. Será un papa cercano a todos, en una palabra un PASTOR.

 Un primo suyo, médico cardiólogo, el doctor Hugo Bergoglio, dijo ayer que Bergoglio ha priorizado la humildad, que es coherente con su fe y con lo que predica, que siempre hizo el bien donde estuviese. Añadió también: Deseo que logre acercarse al mundo. Es  un humilde natural, un hombre de bien y un gran intelectual, es un Pastor. Lo conozco bien.

 En la Argentina dio pruebas de su preocupación por la juventud, por la educación, por la evangelización. Es un comprometido con la causa social, con la justicia.

 En una homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina oró: Madre enséñanos a trabajar por la justicia, por ser personas justas.  Frase suya fue: todo se pierde con la guerra, todo se gana con la paz.

 Tiene un criterio importante,  Juntos, dijo, pueblo y obispo vamos a hacer un camino juntos. Camino de amor, de fraternidad.

 Es un Papa de la esperanza. En otra de sus homilías decía que a los jóvenes no se les predicaba la esperanza y añadió: Tenemos miedo a la esperanza. Abrámonos a la esperanza, a la alegría de la resurrección de Cristo.

 Nuestra fe es alegre, es una fe de la esperanza, porque se funda en Jesucristo resucitado.

Voy a terminar mencionando que el Santo Padre celebró al día siguiente de su elección  la Eucaristía de acción de gracias, la misa por la Iglesia,con los cardenales. En la homilía en su estilo sencillo se refirió a las lecturas (Isaías, 1a carta de San Pero, Evangelio de S. Mateo, Cap 16) y explicó el tema que tienen en común, que dijo es “el movimiento” y sintetizó su idea en tres palabras: caminar, construir y confesar.

 Caminar: Nuestra vida es un camino. Cuando nos detenemos, hay algo que no funciona. Caminar, siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con la perfección que Dios pide a Abraham”. La Iglesia no se puede detener.“Construir – ha dicho- Edificar la Iglesia; se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero son piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el Señor mismo”.

“Confesar…. Podemos caminar cuanto queramos, podemos construir tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, no vale. Cuando no andamos, nos detenemos… retrocedemos. Cuando no se construye sobre las piedras ¿qué pasa? Nos pasa lo mismo que a los niños cuando hacen castillos de arena en la playa: terminan cayéndose porque no tienen consistencia”. Pero “cuando caminamos sin la Cruz, cuando construimos sin la Cruz y cuando confesamos a un Cristo sin la Cruz… no somos discípulos del Señor: somos mundanos; somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”.” Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.”

En esas tres palabras: caminar, construir y confesar tenemos todo un programa de vida. No nos quedemos estáticos, caminemos ccolaborando en la construcción del Reino y confesando sin temor a Jesucristo Nuestro Señor. Así llegaremos a nuestro destino de felicidad eterna.

Haga clic en lo siguiente. Son bellas fotografías del Papa Francisco y su elección:

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 Fernando Díaz del Castillo Z.

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Reflexión 237. En Sede Vacante. Volvamos al estudio de la DSI.

Retomemos nuestro estudio de la Doctrina Social de la Iglesia

 

Después de una serie de programas para estudiar la encíclica Caridad en la Verdad, volvamos al estudio de la DSI. Coincide el tiempo con la Sede Vacante.

Empecemos por recordar dónde quedamos en el último programa de la serie anterior, que constó de 235 programas. Se alcanzaron a repetir 41. Nuestra ayuda seguirá siendo el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, el libro que preparó el Pontificio Consejo Justicia y Paz por encargo del Beato Juan Pablo II. Este libro es como el catecismo social de la Iglesia. En él se presentan de manera organizada las enseñanzas de la Iglesia sobre la doctrina social. Alcanzamos a estudiar hasta el N° 87 del libro, cuando trata sobre el desarrollo de la DSI desde la encíclica Rerum novarum, del Papa León XIII, el año 1891. En julio de 2009  nos pareció oportuno dedicarnos al estudio de la entonces recién publicada encíclica Caritas in veritate (Caridad en la verdad) de Benedicto XVI, publicada el 29 de junio de 2009. Alcanzamos a estudiar hasta el N° 56 de esa encíclica. Recordemos algunos puntos básicos de Caridad en la verdad. Empecemos por recordar por qué Benedicto XVI escribió esta encíclica que habla de temas económicos.

 

¿Una encíclica sobre temas económicos?

 

¿Cuál fue la oportunidad de la encíclica Caridad en la verdad? Estaba el mundo en plena crisis económica y financiera. Ante la angustia de nuestro mundo, – desconcertado por los resultados del manejo egoísta de la economía, – la voz del sucesor de Pedro se elevó desde Roma para traernos el mensaje del Evangelio, en su encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad. Benedicto XVI nos invitó siempre y así lo hace en esta encíclica, a mirar las situaciones, con los ojos de Dios. ¿Y cómo podemos los humanos ver la realidad con los ojos de Dios? Pues, a través del Evangelio. Hemos aprendido que las situaciones las debemos ver desde las enseñanzas del Evangelio.

 

 La encíclica Caridad en la verdad, parte del legado maravilloso de Benedicto XVI, es respuesta de la Iglesia a la crisis económica mundial. Las enseñanzas de la Iglesia en esta encíclica deberían poner a pensar a los teóricos de la economía y a los líderes mundiales, sobre la necesidad de dar un giro a la economía, interpretada ahora sobre todo por el capitalismo liberal, llamado también capitalismo salvaje. Y, ¿por qué dar un giro a esa orientación económica y política? Pues porque sus resultados demuestran que no es adecuada para atender a las necesidades del ser humano. Basta mirar con ojos desprevenidos la situación de la pobreza en el mundo.

 

Estamos perdiendo una característica esencial del ser humano

 

Seguidor de la ideología capitalista, el mundo solo piensa en función del dinero. Cree que si tiene dinero lo puede alcanzar todo y por eso orienta toda su vida para conseguirlo. Regido solo por el propio interés, invadido por el cáncer de la codicia, ha perdido la capacidad de dar. Es que si pensamos solo en ganar dinero, ni siquiera nos permitimos mirar de otra manera el mercado, los negocios. No caemos en la cuenta de que la codicia nos hace ignorar una característica del ser humano, la capacidad de dar. Es una característica que nos hace humanos según el plan de Dios que nos creó a imagen y semejanza del Amor, y el amor está dispuesto, no sólo a dar cosas, sino que llega a darse. Dios se nos da todos los días y a tal extremo llegó Dios Amor, que se nos entregó en la persona de su Hijo Único para redimir a la humanidad. Ser capaces de dar, de darnos, muestra que nos parecemos al Creador.

 

Hoy todo se quiere convertir en negocio; nada que no produzca ganancias se considera útil. Difícilmente se encuentran personas que hagan algo sin pensar en cuánto van a ganar; es verdad que hay médicos que hacen consultas gratis para ayudar a ciertas personas y así en otras profesiones; hay inclusive comerciantes que miran su negocio como un servicio, pero son excepciones. Hemos llegado a tal punto, que si nos ofrecen algo llamativamente económico nos alertan, porque se puede tratar de un truco. Es común la frase de prevención: “De eso tan bueno no dan gratis”.

 

Para no pintar un horizonte solamente negro, es justo reconocer que también hay personas generosas y muy generosas. Son humanas, muy humanas. Ojalá estas personas se multiplicaran.  Es un hecho que los voluntarios no han desaparecido del todo; testigo es la existencia de Radio María. Infortunadamente los que manejan la economía en el mundo no tienen esa mentalidad generosa.

 

Benedicto XVI nos recuerda en su encíclica Caridad en la verdad, que en el campo de la economía se manifiestan los efectos perniciosos del pecado original. El ser humano, víctima de su orgullo, se cree autosuficiente y ha llegado a confundir la felicidad con su bienestar económico. Para alcanzar su bienestar maneja con habilidad los instrumentos económicos y financieros solo en su propio beneficio, hasta el extremo de no tener en cuenta la ley moral; si lo cree necesario para alcanzar su objetivo, no tiene miramientos en el daño que puede causar a otros y no se detiene ni en su destrucción. Pensemos solo en los intereses usureros que cobran algunos, aprovechando el momento de angustia y a veces de desesperación de otros.

 

No es que el lucro en sí mismo sea malo, pero cuando el ser humano olvida que está “hecho para el don”, y se guía solo por la productividad y el lucro, se vuelve inhumano, olvida el principio de la gratuidad que engrandece al ser humano.

 

No es suficiente la justicia

 

 

 El Santo Padre dedica el capítulo tercero de Caridad en la verdad a la fraternidad, el desarrollo económico y la sociedad civil. Si vivimos la  verdad de que todos somos hermanos, comprenderemos sin dificultad por qué la gratuidad es necesaria para que la sociedad además de ser justa sea fraterna. Para que podamos tener un mundo fraterno no es suficiente que haya justicia. La justicia correctamente aplicada puede conducir a una sociedad en la que, a cada cual se dé lo que le corresponda, pero con solo la justicia no se llega a  una sociedad equitativa, igualitaria, no se llega a la sociedad entre hermanos, que ve más allá de solo ser justos, porque mira con los ojos amorosos de Dios, Padre de todos.

Benedicto XVI en Caridad en la verdad nos recuerda igualmente, que el desarrollo tiene que ser integral, que debe considerar al ser humano completo, no solo al ser humano con necesidades económicas. El ser humano es más que eso; no es solo materia; sus necesidades son también intelectuales, espirituales, necesita expresarse por medio del arte, de la música. Y los creyentes sabemos que también necesitamos que se respete la libertad religiosa, que nos da campo para relacionarnos con Dios.

 

La encíclica Caridad en la verdad nos habla también del deber de la solidaridad. Demuestra cómo se olvida el mundo de lo básico y se va por lo superfluo, olvidando a la mayoría de la humanidad que sufre en la pobreza. Nos dice en el N° 43: Hoy se da una profunda contradicción, y recuerda palabras de Juan Pablo II, cuando afirmaba en el Mensaje para la Jornada Mundial de la paz, el año 2003, que Mientras por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y voluptuoso, con la pretensión de que las estructuras públicas las reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad. Añade el Papa Benedicto, quecon frecuencia se reclama el derecho a lo superfluo, e incluso a la transgresión y al vicio, en las sociedades opulentas, mientras se ignora la carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios elementales en ciertas regiones del mundo subdesarrollado y también en la periferia de las grandes ciudades.

 

¿Puede uno hacer lo que quiera con su dinero?

 

Este pensamiento nos pone a reflexionar si es verdad, como comúnmente se sostiene, que uno puede hacer lo que quiera con su dinero. Eso nos es correcto, cuando millones de hermanos sufren hambre. Bueno, cada frase de Benedicto XVI da para una seria reflexión y, mientras más se profundiza en Caridad en la verdad, más riqueza se encuentra en ella. Continuemos.

 

Decíamos que la Iglesia va respondiendo a las inquietudes y necesidades del mundo y sus respuestas no se basan solo en la filosofía, en la ética. Como la doctrina de la Iglesia se fundamenta en la sabiduría del Evangelio, es más exigente que la sola ética. La moral del Evangelio es exigente; no es para que la interpretemos a nuestra medida, de la manera que nos haga la vida más fácil; de lo que sí podemos estar seguros es de que, si lo seguimos en nuestro camino, nos dirigimos con seguridad a la felicidad, y esto no lo logran los bienes materiales.

 

¿Quién inventa la Doctrina Social?

 

Nos podemos preguntar: ¿Quién hace ese delicado trabajo de ir actualizando, oportunamente, la presentación de la Doctrina al Pueblo de Dios, con fidelidad, sin apartarse nunca de la palabra auténtica del Evangelio?

 

La doctrina social se va desarrollando a medida que la Iglesia penetra en la honda riqueza del Evangelio, donde,  guiada por el Espíritu Santo, encuentra todas las respuestas, en la oración y en la meditación. La Iglesia, con su doctrina social, nos enseña a ver la realidad con los ojos de Dios. La fidelidad al Evangelio en la D.S.I. se asegura, gracias a que el Señor encargó el oficio de enseñar a los Apóstoles y a sus sucesores, guiados por Pedro. Ellos recibieron el Espíritu Santo que los acompaña siempre, a lo largo del camino. El Papel de Pedro y sus sucesores quedó en esas palabras de Jesús, en Lc 22, 32, cuando después de anunciarle que lo negaría, como en efecto sucedió, le dijo: …yo he rogado por ti, para que tu fe no falle. Y tú, una vez convertido, confirma (fortalece) a tus hermanos.  Así, con las enseñanzas de los apóstoles y sus sucesores, asistidos por el Espíritu Santo, desde el comienzo de la Iglesia se ha ido desarrollando la comprensión de la predicación de Jesús, que nos quedó en la Sagrada Escritura, y que es el fundamento de la doctrina que nos enseña la Iglesia.

 

¿Es el Amor como fundamento de la DSI solo un pensamiento piadoso?

 

Hemos visto ya en reflexiones anteriores, que el origen y meta de la persona humana es Dios, que es Amor. Esta verdad es muy importante para comprender la Doctrina Social de la Iglesia, porque en nuestro origen en Dios, que es Amor, se fundamenta la sociabilidad del hombre. No importa que repitamos esto muchas veces, porque es esencial. Ojalá lo tengamos siempre presente: fuimos creados a imagen de la Trinidad, que vive en una íntima relación de amor: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que, según el pensamiento de San Agustín, son: el Amante, el Padre; el Amado, el Hijo; y el Amor, el Espíritu Santo. Por eso, amar a los demás es de la esencia de la persona humana y de la esencia del cristianismo, porque somos imagen y semejanza de Dios.

 

 La capacidad de relacionarnos con los demás y de amarlos, es propia del ser humano. La persona humana es capaz de sacrificarlo todo, aun la vida, por darse a los demás. Ni los grandes criminales pierden su amor por los hijos. A esto no ha llegado el ser humano en su evolución, simplemente por unas progresivas reacciones de los elementos químicos que componen nuestro cerebro. Nuestra capacidad de relacionarnos es una de esas características del ser humano que no explican ni la evolución cósmica que empieza con el Big Bang ni la evolución de los seres vivos. El animal está en un nivel distinto al de los hombre. El animal se relaciona con su medio externo por sus instintos, conoce así por la experiencia. Repite la experiencia si lo satisface en sus instintos. En el perro y en el gato, por ejemplo, son muy importantes sus sentidos del oído y del olfato para reconocer a su amo. Sin embargo, con solo esos medios no pueden conocer los animales como conoce el ser humano, que lo hace por la razón. El ser humano se vale de los sentidos como un conducto por el que siente y percibe, pero conocer es más que eso y lo consigue el ser humano porque participa en un grado de creatura, de la inteligencia de su Creador.

 

Si el amor es una característica esencial en el ser humano, ¿por que odiamos?

 

Somos intrínsecamente relacionales, es decir nuestro ser íntimo está orientado al otro, a los otros. Como el Creador transmite su espíritu al ser humano (Gen 2,7), ese ser humano deja de ser solo una organización maravillosa de elementos, como lo son también los animales y las galaxias. Es que el ser humano participa de la vida del Creador, porque Él quiso hacerlo a su propia semejanza. Una de las características que la persona humana, por la bondad de Dios comparte con su Creador, es el ser internamente orientado al otro, a los demás. A ningún otro ser creado le sale de dentro, como al ser humano, estar en permanente relación con los demás. Formamos comunidad, trabajamos unos por otros, nos amamos, nos respetamos, algunos llegan a darlo todo, hasta la vida, en servicio de los demás; somos capaces de ser fieles. Si fallamos, y también entre los seres humanos existe el odio, y como nos hacemos el bien también somos capaces de hacernos el mal, es porque nuestra naturaleza está herida por el pecado de origen y porque no somos perfectos como lo es Dios. Tenemos esa inclinación al mal que Dios nos da la capacidad de vencer con el don de su gracia.

Si nos aislamos, si a veces somos resentidos, si maltratamos a otros, si odiamos,  esas malas inclinaciones son consecuencia del pecado original.

 

¿Podemos cambiar?

Lo que indican nuestros comportamientos negativos con los demás,  no lo explican las ciencias físicas ni químicas. Eso lo explica Dios mismo en su revelación. Y sabemos que para ser lo que debemos ser, necesitamos y podemos cambiar, sabemos que se requiere nuestra conversión, con la ayuda de la gracia. Lo normal  en el ser humano debería ser el amor a los demás. Obrar contra los demás con resentimiento, con odio, con venganza, es permitir que en nosotros prevalezcan los comportamientos inspirados por el “hombre viejo”, como diría San Pablo. Fue necesaria la nueva creación, una nueva intervención de Dios, que con la encarnación de su Hijo que murió y resucitó, nos volvió a dar vida,La característica de ser capaces de relacionarnos con los demás, de amar, la tenemos porque es de la esencia de Dios, que Es Amor, y nos hizo a su imagen. Hace una semana veíamos que el gran científico, sacerdote P. Teilhard de Chardin lo entendió así y en alguna ocasión, durante sus Ejercicios Espirituales se pregunta, en sus anotaciones, “por qué señal” le deberían reconocer que su origen es Dios, y responde que primero y ante todo por su amabilidad, por su bondad. Dice en sus notas: 1. Amabilidad, paz, ante todo. 2. Amar mejor, temer menos. 3. Desinterés. Era ésta una de sus preocupaciones, y una de sus luchas. Leamos otra anotación de  los escritos del P. Teilhard de Chardin, donde se ve la importancia que él daba a la amabilidad, a esa manifestación de la caridad cristiana, que según él, nos debería distinguir como venidos de Dios. Dice:“Que Nuestro Señor se vea, en todo lo que hacemos, en nuestra bondad y enorme amor, es lo que le pido.” (Año 1915, Teilhard de Chardin, the man and his meaning, por Henri de Lubac, S.J.,Mentor-Omega, Pg.81)

 

Ama la persona, no el espíritu ni el cuerpo

 

En la encíclica Dios es amor, Deus caritas est, en el N° 5, encontramos una bella enseñanza de Benedicto XVI sobre la diferencia entre el amor y el eros, e.d. entre el puro amor y el amor carnal; en el N° 5 concluye diciendo: “…ni la carne ni el espíritu aman: es el hombre, la persona, la que ama como persona unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma. Solo cuando ambos se funden verdaderamente en una unidad, el hombre es plenamente él mismo.”

 

¿Qué pretendemos en este blog sobre la DSI?

 

Después de este rápido repaso, es importante tener claro lo que podremos esperar de estas reflexiones. En este espacio pretendemos exponer la doctrina social de la Iglesia como nos la presenta en el Compendio de la DSI y reflexionar sobre ella, de manera que no nos limitaremos a una mera exposición teórica, académica, sino que trataremos de comprender bien las enseñanzas de la Iglesia en el tema social de manera que  nos sirvan de guía, de orientación para vivir conforme a ellas. La doctrina,  no es otra cosa que la verdad que Dios nos ha revelado y no es para saberla, sino para vivirla. Podemos conocerla intelectualmente toda, pero si no la hacemos parte de nuestra vida, de nada nos sirve.

 

¿Qué podremos encontrar entonces, en este blog? Con la ayuda de Dios, trataré de comunicar con fidelidad lo que la Iglesia, con su doctrina social nos ofrece, que podemos resumir en tres palabras: principios, criterios y directrices, que quieren decir:  principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción. Esto podremos encontrar: principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción en lo referente a nuestra relación con los demás, a nuestra vida en sociedad. Estos principios, criterios y directrices enfocados en nuestra realidad.

 

Esto quiere decir que si tenemos presentes los principios de reflexión que la DSI nos ofrece, los criterios para juzgar la conveniencia o inconveniencia, lo moral o inmoral de una conducta, de una norma, en la vida social, y si seguimos las directrices para actuar en consecuencia, tendremos elementos para formar nuestra conciencia, para  interpretar con ojos de fe la realidad que vive nuestra sociedad y la DSI será así una ayuda en nuestro esfuerzo por vivir  según los planes de Dios. Los principios son los fundamentos, los puntos de apoyo, los cimientos de la doctrina. Los fundamentos de la DS expresan la verdad sobre el hombre, que conocemos por la fe y la razón. El primero de estos principios es el de la dignidad de la persona humana. En ese principio se fundan otros como el del bien común, tan importante para vivir rectamente en sociedad.

 

Los signos de los tiempos

 

La DSI nos prepara también para comprender los signos de los tiempos, es decir, nos ayuda a sentir y ver la presencia de Dios en la vida del mundo. A eso llama la Iglesia “los signos de los tiempos”, a esos sucesos, grandes o pequeños, en los que Dios hace sentir que está presente. Pienso que así debemos interpretar en estos momentos la renuncia de Benedicto XVI. Él, después de orar, de pedir al Señor que le indique el camino, cree que cumplió la tarea encomendada y ya no tiene fuerzas para continuar, y es el momento para ceder el lugar a otro que pueda continuar la tarea; a quien el Espíritu Santo señale.

 

Si conocemos la DSI, estaremos más preparados para juzgar las realidades del mundo desde la perspectiva del Evangelio. No podemos olvidar que como creyentes debemos tener siempre presente que Dios no está ausente de la vida del mundo. Solo así podremos conservar la esperanza, ante los hechos diarios que son más una invitación al desánimo y a la desilusión frente al futuro de nuestro país y del mundo, que parece cada vez más oscuro.

 

 Con la formación que nos ofrece la DSI, podremos juzgar si una actitud, una posición política o una conducta de alguien en la vida en comunidad, son compatibles con lo que Dios nos enseña que debe ser nuestro desempeño como seres humanos, según los planes que Él, nuestro creador diseñó. Los planes de Dios con nosotros, son, desde la creación del mundo, que seamos sus colaboradores en la construcción de su Reino, que empieza en el presente que nos ha correspondido vivir y culmina con su perfección en la eternidad.

 

Llamados a ser no solo observadores sino actores

 

Por estas consideraciones entendemos que no podemos contentarnos con una conducta de solo observadores, sin actuar, en nuestro medio, cuando estemos en condiciones de actuar. Los cristianos no estamos llamados a ser solo observadores para juzgar lo que sucede, sino que hemos sido elegidos para ser actores; no solo para ser admiradores de la gran obra de Dios, sino para participar en la continuación del desarrollo de un mundo nuevo.

 

Todos tenemos algún papel en este drama del mundo. Algunos están llamados especialmente a orar y esto una actividad de inmensa importancia. Cuántas veces cambian las situaciones adversas por la oración de las religiosas contemplativas, de los enfermos que ofrecen sus sufrimientos, del trabajo callado ofrecido a Dios lo mismo en los oficios más sencillos, que en las labores profesionales o en las investigaciones científicas más exigentes; porque el trabajo siempre puede ser oración.

 

Sucede a veces, que no se corrigen situaciones de injusticia porque en las entidades gubernamentales, legislativas, judiciales o en la empresa privada, alguien, que podría actuar con sus conocimientos o con su autoridad, se queda cruzado de brazos, en el silencio de su temor de hablar, en su indiferencia o por una apreciación errónea sobre cuál es su obligación como cristiano. Algunos tienen la idea equivocada de que la religión no se debe inmiscuir en sus decisiones de la vida social, empresarial ni política. Otros tampoco en su vida personal tienen en cuenta lo que la fe les pide. A este asunto le dedicaremos más de una reflexión.

 

¿Cuáles son los fundamentos de la DSI?

Bien, y ¿en qué se basan las enseñanzas de la DSI? Las inventó algún obispo, algún Papa? Dejemos esto claro; porque hablamos de doctrina.

 

El objeto de este blog no es el de una disciplina académica como la sociología, la economía o la ciencia política. Como su nombre lo indica es “doctrina”. ¿Cuál es el significado de la palabra “doctrina”? Doctrina es la “enseñanza” de la Iglesia sobre las verdades reveladas por Dios y proclamadas como tales por el magisterio de la Iglesia. En el caso concreto de la DSI, se basan las enseñanzas de la Iglesia en lo que Dios nos ha dado a conocer sobre cómo debe ser nuestra relación con los demás, según sus planes en la creación del ser humano.

 

La DSI se refiere a la forma como los seres humanos nos debemos relacionar con nuestros semejantes, con la naturaleza, con las demás criaturas, porque la persona humana fue creada por Dios a su imagen y semejanza. El modelo de nuestra relación con los demás es Dios; como Dios es Amor, y vive el amor en esa relación de la Trinidad, en esa comunidad del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo.

 

Repitamos una vez más esta verdad. Los seres humanos, como imágenes de la Trinidad, tenemos como característica esencial el ser relacionales, es decir, tenemos la capacidad de vincularnos con los demás, de vivir con ellos, de tratarlos como Dios nos trata a nosotros. No existimos para vivir aislados.

 

Como seres humanos tenemos la capacidad natural de relacionarnos fuera de nosotros. Además, Dios nos puso en el mundo como administradores, como cuidadores de este inmenso jardín, el mundo con toda su riqueza, su diversidad y su orden.  Nos dice la Iglesia  en el Catecismo (337 y 299) que “la creación es querida por Dios como un don dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada y confiada.”  A esas relaciones se refiere la DSI; no tiene como objeto el estudio de los dogmas fundamentales como la Trinidad, la encarnación, la pasión, muerte y resurrección de Jesús, la eucaristía, el dogma de la Inmaculada Concepción, por nombrar algunos, doctrinas que se estudian en la teología dogmática.

Los espero dentro de una semana para continuar este camino.

 

Sus observaciones y preguntas por favor envíenmelas a reflexionesdsi@org  Seán muy bien recibidas

Fernando Díaz del Castillo Z.

 

 

Reflexión 236 – Hasta cuando Dios quiera, un hasta luego…

Doctrina Social de la Iglesia

Los invito a empezar el estudio de la Doctrina Social desde la Reflexión 001, cuando se inicia el estudio del Compendio de la Doctrina Social, que presenta la doctrina oficial católica. Encuentran todas las reflexiones en la franja de la derecha.  Estoy ahora revisando los programas desde el principio para mejorar su presentación.

Reflexión 235 Significado de la Navidad para los católicos

Diciembre 22, 2011

 

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El escrito de hoy es diferente. Nos dice el porqué de la importancia y del gozo de la celebración de la Navidad.

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¿Por qué tanta alegría?

Vamos a dedicar este rato a reflexionar sobre el sentido que esta fecha tiene para los católicos.

En esta época todo parece conspirar contra el silencio, contra la reflexión y es difícil reflexionar en medio del bullicio. Por eso entrar a una capilla, donde la lamparita encendida nos indica que ahí está el Señor, es tan tranquilizador, tan tonificador. Él está allí, a todos escucha, y no hay que pedir cita previa para pasar un rato con Él. A veces pasa largos ratos solo, siempre listo para recibir a quien entre a visitarlo, a decirle que lo ama, a agradecerle tantas cosas por las que tenemos que decirle gracias, a contarle las angustias que Él solo comprende o para atender a alguien que entra simplemente a estar en silencio haciéndole compañía. Como la anécdota de Juan, que entraba a la iglesia, se arrodillaba ante el sagrario y no le decía nada al Señor, y a la pregunta de qué hacía allí, respondía: “Yo lo miro y Él me mira.”  Es que el corazón puede ver lo que los ojos no pueden ver.

¿Y, a quién se refiere Juan, quién es Él? Naturalmente, Jesús. Él está realmente presente en cada sagrario del mundo. Es un inmenso beneficio que tenemos y del que a veces podemos pasar inconscientes. Escuchaba hace poco el testimonio de una persona que buscó por años a Dios. No conocía nuestra fe y empezó a recorrer templos y sus cultos, pero en ninguno encontraba lo que su corazón buscaba. Un día entró a un templo católico y tan pronto vio lo que entonces llamó el “santuario”, sintió la presencia de Dios y no pudo menos de exclamar: “Aquí es, Él está aquí.” Explicaba que entonces no tenía ni idea de lo que era el sagrario, el tabernáculo, pero sintió con fuerza la presencia de Dios. En cada entrada nuestra a visitar al Señor hagamos un profundo acto de fe: Señor, creo que Tú estás aquí realmente presente.

 

 El  día en que Dios puso su tienda en medio de nosotros

 

 

¿Tiene esa reflexión algo que ver con la Navidad? Sí, veamos por qué. ¿Qué es lo que mueve a los católicos a celebrar con tanto entusiasmo la Navidad?  Para nosotros es claro: ¿No se celebra acaso la irrupción de Dios en el mundo? Antes de que el Verbo se hiciera carne, antes de hacerse un ser humano como nosotros, Dios se había manifestado de muchas maneras; nos había hablado por interpuestas personas; fue el conductor firme del pueblo de Israel, desde el momento en que llamó a Abraham. Dios se comunicó por la boca de los profetas; se había hecho presente por sus actos maravillosos desde la creación; pero Dios no se había venido a  vivir en medio de nosotros. Cuando María dio el sí al Ángel, el Verbo se hizo carne y puso su tienda en medio de nosotros.

El día en que el Ángel anunció a María que el Hijo de Dios se haría hombre en su seno, comenzó la maravillosa historia que cambió el mundo. Que el Señor nos ayude a encontrar un espacio para escuchar en nuestro interior el mensaje en que Dios nos comunica su voluntad. Atentos digamos: habla Señor, que tu siervo escucha. Es nuestra anunciación.

 

 Dios vino para quedarse

 

¿Cómo no llenarnos de ese sentimiento casi de estupor, de felicidad desbordante, para celebrar el acontecimiento maravilloso de la venida de Dios entre los hombres, y no solo de visita, sino para quedarse hasta el fin del mundo, en medio de nuestras miserias y de los altibajos humanos de prosperidad y pobreza, de paz y de guerra. La Navidad y la Eucaristía son misterios distintos, pero son acciones de Dios, en una cadena de eslabones de gracias derramadas sobre la humanidad. Lo que pasó hace más de dos mil años parece distante, pero Dios es ayer, hoy y siempre el mismo. Y la Eucaristía lo hace realmente presente, todos los días, en todos los sagrarios del mundo.

 En la audiencia general del 21 de diciembre 2011, Benedicto XVI habló de de esta verdad como él sabe hacerlo. Oigamos sus palabras:

 “Con la liturgia de  Navidad la Iglesia nos introduce en el gran misterio de la Encarnación. La Navidad  no es simplemente el aniversario del nacimiento de Jesús: es celebrar un Misterio que ha marcado y sigue marcando la historia del hombre; Dios vino a habitar entre nosotros, se hizo uno de nosotros.


(…) En la misa del Gallo contestaremos al salmo responsorial con las palabras: ‘Hoy ha nacido para nosotros el Salvador’. (…)
Indicando que Jesús nace ‘hoy’, la liturgia (…) pone de relieve que este nacimiento atañe a toda la historia y la impregna. (…) Ciertamente,  la redención de la humanidad acaeció en un momento claro e identificable de la historia, con Jesús de Nazaret. Pero Jesús es el Hijo de Dios que (…) se hizo hombre. El Eterno ha entrado en los límites del espacio y del tiempo para hacer posible que ‘hoy’ nos encontremos con Él. (…) Cuando repetimos en las celebraciones litúrgicas: ‘Hoy ha nacido para nosotros el Salvador”, no estamos usando una expresión convencional: significa que  Dios nos ofrece ‘hoy’, ahora (…)  la posibilidad de reconocerlo y acogerlo, como hicieron los pastores de Belén, para que nazca en nuestra vida y la renueve”.

 

 Dios quiso recorrer con nosotros el camino de la vida

 

 Cuando pensamos en que Dios no tiene ni principio ni fin, nos queda claro lo que significa que Jesús, Dios y Hombre haga presente a Dios entre nuestros límites de espacio y tiempo, es decir, en un lugar, en un año concreto de la historia humana. Dios quiso, como oiremos en palabras de del Papa: recorrer con nosotros el camino de la vida”. Y el Papa relacionó en su catequesis, a la Navidad con la Pascua; de las dos fiestas afirmó que son fiestas de la redención. Esta fueron sus palabras:

“Pascua la celebra como  victoria sobre el pecado y la muerte: marca el momento final, cuando la gloria del Hombre-Dios resplandece como la luz del día. Navidad la celebra como la entrada de Dios en la historia, haciéndose hombre para reconducir el hombre a Dios. Indica el punto de partida cuando se entrevé la luz del alba”.
(…)

 “En Navidad encontramos la ternura y el amor de Dios que se inclina sobre nuestras limitaciones, nuestras debilidades, nuestros pecados y se rebaja a nuestro nivel. Vivamos con alegría la Navidad que se acerca (…) Sobre todo, vivamos este misterio en la Eucaristía, verdadero eje de la Navidad.

En ella se hace realmente presente Jesús, Pan bajado del cielo y Cordero–sacrificado para nuestra salvación. Os deseo a todos, y a vuestras–familias,–que celebréis una Navidad realmente cristiana, de modo que las felicitaciones de ese día sean una manifestación de la alegría de saber que Dios está cerca de nosotros y quiere recorrer con nosotros el camino de la vida”.

 

 Tradición del pesebre

 

 Tenemos la bella tradición el pesebre. ¿Qué sentido tiene el pesebre? En estos días una prestigiosa periodista[1] hizo un programa radial sobre la celebración de la Navidad en distintas religiones y culturas. Su intención fue interesante, aunque no su actitud frente a la celebración católica. Le pareció risible dirigirse a Dios con las palabras, Benignísimo Dios de infinita caridad, como lo hacemos en la tradicional Novena de Navidad. Por lo visto no sabe ella que, con Dios hablamos de diversas maneras, según el momento y la persona que se dirige a Él. Hay momentos solemnes y entonces nos ayudan las palabras del Rey David en los salmos, que nos enseñan palabras igual de alabanza que de petición de perdón o de agradecimiento. Y hay momentos de intimidad en que cada cual habla como le dicte el corazón.

A ese programa sobre la Navidad la periodista invitó a alguien del judaísmo, a otro de una denominación protestante y a dos niños católicos. Me llamó la atención que el protestante dijo que ellos no hacían pesebre, porque no adoran las imágenes. Es impresionante cómo tienen de ideas falsas sobre la fe católica. Nosotros no hacemos el pesebre porque adoremos las imágenes. Jamás las adoramos. Reconocemos a un solo Dios, a él solo adoramos. Lo que sucede es que los católicos, desde el siglo primero comprendieron que los sentidos con que Dios nos dotó son instrumentos para comunicarnos con Él. La vista, por ejemplo, nos lleva a Él cuando contemplamos las maravillas de la creación. Y aprendieron los cristianos desde muy temprano, que los símbolos conducen a lo que representan. Durante las persecuciones de los emperadores romanos, los cristianos inventaron la figura del pez, para indicar que donde habían pintado uno, era un lugar de reunión. No adoraban a un pez pintado por ellos, no. Pez en griego se escribe con las mismas letras de Jesús, Dios, Salvador. El pez representaba a Jesucristo, Dios, Salvador.

 

Los vitrales de las catedrales góticas

 

 En la Edad Media, los maravillosos vitrales que todavía hoy se admiran en las catedrales europeas, eran un catecismo en imágenes. Las maravillas de la fe están allí representadas. Ni para qué mencionar las obras de los pintores como Miguel Ángel, con la representación de la creación del hombre: el Creador que extiende su mano, su dedo índice toca el dedo índice de la creatura a la que comunica la vida. O la imagen del Creador que parece flotar en el aire y extiende sus brazos en el gesto de separar las aguas de la tierra. Es inolvidable la imagen de la Virgen María con el cuerpo inerme de su hijo Jesús, la llamada la Pietá, la Piedad, en la escultura tallada por Miguel Ángel. Vale la pena también recordar los maravillosos rostros de Jesús, obras del pintor Rembrandt, quien tomó siempre al mismo modelo, un judío, para pintar los muchos rostros de Jesús que nos dejó de legado. Yo me pregunto: ¿es que los libros en los que enseñan religión a los niños protestantes no tienen imágenes? ¿No serían de gran ayuda? Dicen que una imagen vale más que mil palabras.

 

 

La historia del pesebre de San Francisco

 

 Es interesante conocer la historia del pesebre, que es la representación de la escena del Nacimiento de Jesús en un pesebre, en los campos de Belén, porque María y José no pudieron encontrar quién los recibiera para pasar la noche. El pesebre no es invento moderno; originalmente lo ideó San Francisco de Asís el año 1223. ¿Cómo fue eso? Oigamos cómo lo relata San Buenaventura (LM 10,7):

Tres años antes de su muerte se dispuso Francisco a celebrar en la comarca de Greccio, con la mayor solemnidad posible, la memoria del nacimiento del niño Jesús, a fin de excitar la devoción de los fieles.

Mas para que dicha celebración no pudiera ser tachada de extraña novedad, pidió antes licencia al sumo pontífice; y, habiéndola obtenido, hizo preparar un pesebre con el heno correspondiente y mandó traer al lugar un buey y un asno.

Son convocados los hermanos, llega la gente, el bosque resuena de voces, y aquella noche bendita, esmaltada profusamente de claras luces y con sonoros conciertos de voces de alabanza, se convierte en esplendorosa y solemne.

El varón de Dios estaba lleno de piedad ante el pesebre, con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón inundado de gozo. Se celebra sobre el mismo pesebre la misa solemne, en la que Francisco, levita de Cristo, (San Francisco era diácono) canta el santo evangelio. Predica después al pueblo allí presente sobre el nacimiento del Rey pobre, y cuando quiere nombrarlo -transido de ternura y amor-, lo llama «Niño de Bethlehem».

Todo esto lo presenció un caballero virtuoso y amante de la verdad: el señor Juan de Greccio, quien por su amor a Cristo había abandonado la milicia terrena y profesaba al varón de Dios una entrañable amistad. Aseguró este caballero haber visto dormido en el pesebre a un niño extraordinariamente hermoso, al que, estrechando entre sus brazos el bienaventurado padre Francisco, parecía querer despertarlo del sueño.

Dicha visión del devoto caballero es digna de crédito no sólo por la santidad del testigo, sino también porque ha sido comprobada y confirmada su veracidad por los milagros que siguieron. Porque el ejemplo de Francisco, contemplado por las gentes del mundo, es como un despertador de los corazones dormidos en la fe de Cristo, y el heno del pesebre, guardado por el pueblo, se convirtió en milagrosa medicina para los animales enfermos y en revulsivo eficaz para alejar otras clases de pestes. Así, el Señor glorificaba en todo a su siervo y con evidentes y admirables prodigios demostraba la eficacia de su santa oración.

Para eso armamos el pesebre en nuestros templos y hogares: para despertar en la fe de Cristo, los corazones dormidos. Es una alegría que los católicos consideremos como bueno lo hecho por Dios y lo utilicemos para darlo a Él a conocer, para comunicarnos con Él en la oración.

 

 El centro del templo católico frente al centro del templo protestante

 

¿Han visto un templo protestante? El centro de su lugar de culto es lo que nosotros llamamos el ambón, un lugar prominente, desde donde se predica la Palabra. La Palabra es el centro de su vida religiosa, como es también fundamental la Biblia para los católicos. La diferencia en cuanto a lugar de culto es que para nosotros los católicos, el centro es el altar del sacrificio. La Eucaristía se basa en la Sagrada Escritura, y se realiza allí en el altar. Allí Jesucristo llega, allí el sacerdote celebra en su nombre. Por la imposición de las manos del obispo en el sacramento del orden, el sacerdote tiene el poder de convertir el pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor y de hacernos posible el privilegio de comer de su cuerpo y de su sangre, bajo la forma de pan y vino. No comemos solo un pan en recuerdo de la Última Cena.   

 La situación es digna de tener en cuenta. Para los protestantes el ser humano parece que fuera solo o principalmente intelecto. Por eso se va al culto a escuchar al pastor que da su interpretación de la Escritura. Sus palabras tratan de encender su entusiasmo. El éxito del culto se apoya sobre todo en el orador. Los cantos completan su liturgia. Y tienen muy buenos compositores por tradición, desde las obras maravillosas de Juan Sebastián Bach. También los católicos tenemos clásicos como Mozart,  Beethoven, Vivaldi. Sin embargo, si a un rito protestante le quitaran la música, quedaría demasiado descarnado.

  Los templos católicos y nuestra liturgia se dirigen al ser humano con todos sus sentidos, por eso la belleza de sus imágenes y decoración, con sus flores, con la música, y si es una Eucaristía solemne, aun con el olor del incienso. No somos solo intelecto, no solo somos racionales. También tenemos afectos y los sentidos los podemos consagrar al noble papel de  elevarnos  a Dios. Nosotros no vamos al templo solo a escuchar un sermón y a cantar: vamos a adorar a Dios, a rendirle culto, vamos a orar. La oración por excelencia es la Eucaristía y en ella la oración que nos enseñó Jesucristo: el Padre nuestro, y los salmos que Dios inspiró a David. Vamos a escuchar la Palabra, y la que escuchamos en nuestra parroquia es la misma parte de la Sagrada Escritura que escuchan en la Eucaristía en los países de Europa o de África, porque nuestra Iglesia es Una y Católica, es decir universal. Creemos lo mismo aquí y en los confines de la tierra.

 

  ¿Fue una locura de Dios?

 

Volvamos a la consideración del significado de la Navidad para los católicos. Sin duda, la Navidad significa para nosotros el comienzo de la visita personal de Dios, que puso su tienda entre nosotros; es el comienzo de la manifestación del amor sin límites de Dios por nosotros. Es que solo a Dios se le podía ocurrir amar hasta el extremo de hacerse uno como sus creaturas, y solo Él pudo realizar el milagro de hacerse un ser humano, compartiendo nuestras limitaciones humanas, menos el pecado, y sin perder sus virtudes divinas. Si nosotros nos alegramos de recibir la visita de un amigo querido, de un pariente que vive lejos, cómo no trasportarnos de felicidad con la visita de Dios que vino para quedarse. Así lo sintió Isabel, cuando su prima María, que llevaba en su seno a Jesús fue a visitarla:

 (…) “en cuanto oyó Isabel el saludo de María,  saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y de dónde a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?”

 La fe católica se basa en la Palabra de Dios, en el Evangelio de Jesucristo; la fe es el encuentro con la persona de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. Por eso, porque seguimos el camino que Jesús nos enseñó, nuestra fe es activa. En el juicio final nos va a examinar si dimos de comer al hambriento, si dimos de vestir al desnudo, si visitamos a los enfermos y a los presos.

 

 Donde hay un necesitado allí está Cristo mismo

 

 Siguiendo las enseñanzas del Maestro, Benedicto XVI, como preparación a la Navidad fue a visitar a los detenidos en una cárcel romana. Algunas de las bellísimas palabras del Papa fueron:

 Donde  hay un hambriento, un extranjero, un enfermo, un encarcelado, allí está Cristo mismo, que espera nuestra visita y nuestra ayuda (…) La Iglesia siempre ha enumerado, entre las obras de misericordia corporal, la visita a los encarcelados.  Y ésta, para ser completa, requiere una plena capacidad de acogida del detenido, ‘haciéndole espacio en el propio tiempo, en la propia casa en las propias amistades, en las propias leyes, en las propias ciudades’ (…)  El mismo unigénito Hijo de Dios, el Señor Jesús, estuvo en la cárcel, fue sometido a un juicio ante un tribunal y sufrió la  feroz condena de la pena capital”.

(…) “La justicia humana y la divina son muy diversas. Ciertamente, los hombres no son capaces de aplicar la justicia divina, pero al menos tienen que intentar (…) recoger el espíritu profundo que la anima, para que también ilumine la justicia humana, para evitar como lamentablemente sucede no pocas veces que el detenido se convierta en un excluido. En efecto Dios (…) proclama la justicia con fuerza, pero al mismo tiempo, cura las heridas con el bálsamo de la misericordia”.

“Justicia y misericordia, justicia y caridad, puntos cardinales de la doctrina social de la Iglesia, son dos realidades diferentes sólo para nosotros, los seres humanos, que distinguimos atentamente un acto justo de un acto de amor (…) Pero para Dios no es así: en Él justicia y caridad coinciden; no hay una acción justa que no sea también un  acto de misericordia y de perdón y, al mismo tiempo, no hay ninguna acción misericordiosa que no sea perfectamente justa”.

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi @ gmail.com


[1] Judith Sarmiento por Caracol Radio

Reflexión 234 Caritas in veritate, Cap. V Dios en el Estado

Diciembre 15, 2011

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Cómo saber si una cultura o una religión contribuyen al bien común

 En nuestro estudio de la DSI habíamos avanzado en el capítulo quinto de Caritas in veritate, Caridad en la verdad, la encíclica de Benedicto XVI. Vamos a continuar en el que será el último programa de este año. El próximo, el 22 de diciembre, si Dios quiere, lo dedicaremos a reflexionar sobre el sentido de la Navidad.

Leamos el N° 56 de Caritas in veritate. Recordemos que el Santo Padre afirma que el desarrollo necesita el aporte de las religiones y de las culturas de los diversos pueblos; manifiesta así respeto por las otras religiones y por otras culturas distintas de las nuestras y defiende también la libertad religiosa. Al mismo tiempo el Papa advierte que es necesario un adecuado discernimiento, porque  La libertad religiosa no significa indiferentismo religioso y no comporta que todas las religiones sean iguales. El Papa invita a diferenciar entre la contribución de las culturas y de las religiones en la construcción de la comunidad social en el respeto del bien común. Nos dice que criterios para ese discernimiento, además del respeto al bien común, son además la caridad y la verdad. De manera que para saber si una cultura o una religión contribuye al desarrollo de la sociedad, nos podemos preguntar si esa cultura o esa religión respetan el bien común y si practican la caridad y la verdad. Religiones o culturas que hacen de la segregación, de la violencia, de la mentira, del individualismo, sus normas de vida, no aportan al desarrollo de los pueblos, de la sociedad.

Derecho de los creyentes a defender sus verdades

En el mismo número 56 de Caridad en la verdad nos enseña el papel de la religión en la vida pública. Leamos con atención esas palabras de Benedicto XVI. Hoy hay una confusión sobre el derecho de los creyentes a defender sus posiciones en asuntos como la familia, el aborto y la eutanasia, y esgrimen como gran argumento a su favor, que Colombia es un estado laico. Como enseguida leeremos, negar a los creyentes el derecho a profesar públicamente su religión y a trabajar para que las verdades de la fe inspiren también la vida pública, tiene consecuencias negativas sobre el verdadero desarrollo. Dos posiciones son  dañinas para la sociedad: por una parte, la exclusión de la religión, que es la exclusión de Dios, y por otra el fundamentalismo religioso, porque ambas posiciones dividen; en palabras del Papa, impiden el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad.

Ordenar lo creado al verdadero bien del hombre: misión del católico laico

Si se negara a los laicos creyentes el derecho a trabajar en la política porque las verdades de la fe inspiren la vida pública se les negaría el derecho a cumplir con su misión de “ordenar lo creado al verdadero bien del hombre”, como nos enseña Juan Pablo II en el N° 14 de la exhortación apostólica Christifideles laici, sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo. Como lo enseña el Concilio Vaticano II en el N° 43 de la Constitución Gaudium et spes: A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena. De ese deber no todos los congresistas se acuerdan cuando aprueban o niegan las leyes que rigen la república. Algunos sí tuvieron hace poco la valentía en el congreso de defender la vida desde el momento de la concepción, aunque fueran tachados de retrógrados. Hoy no defender la vida de los bebés es lo destacable en los medios no creyentes.

La Regla de Oro

Nos podemos preguntar si la sociedad sería mejor sin Dios, sin el respeto a las normas morales de los 10 mandamientos. Si es mejor que el ser humano se crea dueño absoluto de sí, que cree sus normas de vida según sus conveniencias particulares y que su relación con los demás, en vez de guiarse por la regla de oro que Jesucristo enseñó, se guíen  por el gusto o el interés individual de cada uno. La regla de oro la encontramos en Mt 7,6 y dice: …cuanto quieran ustedes que les hagan los hombres, háganselo ustedes a ellosEsa regla del Evangelio se ha convertido en una norma universal de conducta, aunque según las culturas la formulen de diversas maneras; una muy común se formula de modo negativo: No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Esa manera de entender la regla de oro abarca solo el no hacer daño a otros. El Evangelio es positivo, invita a actuar, no sólo a no hacer daño sino a hacer el bien: trata a los demás como quieres que te traten a ti.

Leamos las palabras textuales del Papa en el N° 56 de Caridad en la verdad:

La negación del derecho a profesar públicamente la propia religión y a trabajar para que las verdades de la fe inspiren también la vida pública, tiene consecuencias negativas sobre el verdadero desarrollo. La exclusión de la religión del ámbito público, así como, el fundamentalismo religioso por otro lado, impiden el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad. La vida pública se empobrece de motivaciones y la política adquiere un aspecto opresor y agresivo. Se corre el riesgo de que no se respeten los derechos humanos, bien porque se les priva de su fundamento trascendente, bien porque no se reconoce la libertad personal. En el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa. La razón necesita siempre ser purificada por la fe, y esto vale también para la razón política, que no debe creerse omnipotente. A su vez, la religión tiene siempre necesidad de ser purificada por la razón para mostrar su auténtico rostro humano. La ruptura de este diálogo comporta un coste muy gravoso para el desarrollo de la humanidad.

El sufrimiento como una oportunidad

Vienen muy al caso estas reflexiones: sin Dios, La vida pública se empobrece de motivaciones y la política adquiere un aspecto opresor y agresivo. ¿No es mucho más rica la fuente de motivaciones para actuar a favor del bien común, cuando se fundamenta uno en el mayor mandamiento, el del amor, que cuando se acude a motivos puramente humanos? Cuando se funda el trabajo por los demás, por la comunidad, por los pobres, en las enseñanzas de la Palabra, la motivación inspira a esos héroes, que llamamos santos. Los religiosos mercedarios, fundados por San Pedro Nolasco en el siglo XIII, tenían como misión la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes. Muchos de los miembros de la orden canjearon sus vidas por la de presos y esclavos.  En nuestra época, La Beata Madre Teresa de Calcuta cuidaba a los leprosos con un amor que es incapaz de inspirar una buena paga en dinero terrenal. Fundadas en el amor que inspira la fe, las madres reciben a sus hijos que nacen con alguna incapacidad, como un gran regalo para sus vidas. Mientras el no creyente piensa que quitarse la vida para evitar el sufrimiento es una buena opción para irse de una fiesta aburrida,[1] el creyente ve el sufrimiento como una oportunidad de merecer y se conforta en el dolor redentor de Jesucristo.

La política que excluye a Dios se vuelve agresiva

Hace poco volví al centro de Bogotá y me entristeció e indignó ver el frente de una iglesia católica muy querida, muy respetada en Colombia, la iglesia de la Veracruz, llena de letreros pintados en la pared y en la puerta, letreros que son blasfemias, es decir insultos a Dios. Esa es nuestra patria hoy. Este templo de la Veracruz, en Bogotá, fue declarada Panteón Nacional, porque allí fueron sepultados varios mártires de la patria, en la persecución del llamado Pacificador Morillo, en la guerra de la independencia.

Sí, la política adquiere un aspecto agresivo, si de ella se excluye a Dios; y adquiere un aspecto opresor: tras la fachada de defender la libertad, se defiende lo infendible y con el argumento de la libertad de expresión se ataca lo más sagrado. Cuando se piensa y se actúa en esa forma, el ser humano está confundido, alienado, ha perdido la brújula de su vida; como antes nos había dicho el Papa en esta misma encíclica Caridad en la verdad, El hombre está alienado cuando vive solo o se aleja de la realidad, cuando renuncia a pensar y creer en un Fundamento[2]. Toda la humanidad está alienada cuando se entrega a proyectos exclusivamente humanos, a ideologías y utopías falsas.

Siguiendo con su enseñanza, el Papa afirma que

En el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa. La razón necesita siempre ser purificada por la fe, y esto vale también para la razón política, que no debe creerse omnipotente. A su vez, la religión tiene siempre necesidad de ser purificada por la razón para mostrar su auténtico rostro humano. La ruptura de este diálogo comporta un coste muy gravoso para el desarrollo de la humanidad.

Laicismo según la Gran Logia Nacional de Colombia

El laicismo se cierra al diálogo cuando niega del todo, el derecho de la persona de fe a opinar en política de acuerdo con sus creencias. La Gran Logia Nacional de Colombia, con sede en Barranquilla, en defensa de la que llama la utopía laica afirma que aspira por

Una sociedad donde el hombre sea el criterio último… La utopía laica Es la convicción de que todo se decide aquí y ahora. Porque no existe el “más allá” …y el sueño de eternidad forjado por las culturas antiguas y las religiones de aquí y de otras partes no es más que un señuelo, solo nos resta aceptar el duelo de los dioses… y asumir el absurdo de la vida limitada desesperadamente a estas pocas decenas de años que separan el nacimiento de la muerte, límites absolutos de nuestro fin… [3]

Es fácil comprender que los políticos y magistrados miembros de la masonería, que lleguen a cargos que deciden el futuro del país, traten de seguir esos criterios, basados en que no existe el más allá, que la eternidad es solo un señuelo, es decir un invento para atraer incautos, que los límites absolutos de la existencia del hombre son las pocas decenas de años que podamos vivir en la tierra, y se sentirán fortalecidos en sus decisiones políticas porque según su criterio: todo se decide aquí y ahora. Si se refirieran a que su vida eterna se decide aquí y ahora, según sus obras, estaría bien, pero se refieren a que no existe el más allá.

Maneras de entender y vivir la laicidad

Como hoy se esgrime con frecuencia el argumento de que Colombia es un estado laico desde la Constitución del 91, es importante comprender lo que es la laicidad y si hay diferencia entre ese término y el otro de laicismo.

Nadie mejor que Benedicto XVI nos puede dar una lección sobre este asunto. Voy a leer algunos párrafos de su discurso a juristas católicos el 9 de diciembre de 2006:

En el mundo de hoy la laicidad se entiende de varias maneras: no existe una sola laicidad, sino diversas, o, mejor dicho, existen múltiples maneras de entender y vivir la laicidad, maneras a veces opuestas e incluso contradictorias entre sí.

Basándose en estas múltiples maneras de concebir la laicidad, se habla hoy de pensamiento laico, de moral laica, de ciencia laica, de política laica. En efecto, en la base de esta concepción hay una visión a-religiosa de la vida, del pensamiento y de la moral, es decir, una visión en la que no hay lugar para Dios, para un Misterio que trascienda la pura razón, para una ley moral de valor absoluto, vigente en todo tiempo y en toda situación. Solamente dándose cuenta de esto se puede medir el peso de los problemas que entraña un término como laicidad, que parece haberse convertido en el emblema fundamental de la posmodernidad, en especial de la democracia moderna.

Por tanto, todos los creyentes, y de modo especial los creyentes en Cristo, tienen el deber de contribuir a elaborar un concepto de laicidad que, por una parte, reconozca a Dios y a su ley moral, a Cristo y a su Iglesia, el lugar que les corresponde en la vida humana, individual y social, y que, por otra, afirme y respete “la legítima autonomía de las realidades terrenas”, entendiendo con esta expresión -como afirma el concilio Vaticano II- que “las cosas creadas y las sociedades mismas gozan de leyes y valores propios que el hombre ha de descubrir, aplicar y ordenar paulatinamente” (Gaudium–et–spes,–36).

Legitimidad de la autonomía de las realidades terrenas


Esta autonomía es una “exigencia legítima, que no sólo reclaman los hombres de nuestro tiempo, sino que está también de acuerdo con la voluntad del Creador, pues, por la condición misma de la creación, todas las cosas están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden y leyes propias, que el hombre debe respetar reconociendo los métodos propios de cada ciencia o arte” (ib.). Por el contrario, si con la expresión “autonomía de las realidades terrenas” se quisiera entender que “las cosas creadas no dependen de Dios y que el hombre puede utilizarlas sin referirlas al Creador”, entonces la falsedad de esta opinión sería evidente para quien cree en Dios y en su presencia trascendente–en—el—mundo—creado-(cf.–ib.).

La sana laicidad: autonomía de la esfera eclesiástica pero no del orden moral


Esta afirmación conciliar constituye la base doctrinal de la “sana laicidad”, la cual implica que las realidades terrenas ciertamente gozan de una autonomía efectiva de la esfera eclesiástica, pero no del orden moral. Por tanto, a la Iglesia no compete indicar cuál ordenamiento político y social se debe preferir, sino que es el pueblo quien debe decidir libremente los modos mejores y más adecuados de organizar la vida política. Toda intervención directa de la Iglesia en este–campo—sería—una—injerencia–indebida.

El Estado frente a la religión


Por otra parte, la “sana laicidad” implica que el Estado no considere la religión como un simple sentimiento individual, que se podría confinar al ámbito privado. Al contrario, la religión, al estar organizada también en estructuras visibles, como sucede con la Iglesia, se ha de reconocer como presencia comunitaria pública. Esto supone, además, que a cada confesión religiosa (con tal de que no esté en contraste con el orden moral y no sea peligrosa para el orden público) se le garantice el libre ejercicio de las actividades de culto -espirituales, culturales, educativas y caritativas de la comunidad de los–creyentes.

Laicismo, degeneración de la laicidad

A la luz de estas consideraciones, ciertamente no es expresión de laicidad, sino su degeneración en laicismo, la hostilidad contra cualquier forma de relevancia política y cultural de la religión; en particular, contra la presencia de todo símbolo religioso en las instituciones–públicas.

Legitimidad de la Iglesia de pronunciarse sobre problemas morales

Tampoco es signo de sana laicidad negar a la comunidad cristiana, y a quienes la representan legítimamente, el derecho de pronunciarse sobre los problemas morales que hoy interpelan la conciencia de todos los seres humanos, en particular de los legisladores y de los juristas. En efecto, no se trata de injerencia indebida de la Iglesia en la actividad legislativa, propia y exclusiva del Estado, sino de la afirmación y de la defensa de los grandes valores que dan sentido a la vida de la persona y salvaguardan su dignidad. Estos valores, antes de ser cristianos, son humanos; por eso ante ellos no puede quedar indiferente y silenciosa la Iglesia, que tiene el deber de proclamar con firmeza—la—verdad—sobre—el—hombre—y—sobre—su–destino.

Queridos juristas, vivimos en un período histórico admirable por los progresos que la humanidad ha realizado en muchos campos del derecho, de la cultura, de la comunicación, de la ciencia y de la tecnología. Pero en este mismo tiempo algunos intentan excluir a Dios de todos los ámbitos de la vida, presentándolo como antagonista del hombre. A los cristianos nos corresponde mostrar que Dios, en cambio, es amor y quiere el bien y la felicidad de todos los hombres. Tenemos el deber de hacer comprender que la ley moral que nos ha dado, y que se nos manifiesta con la voz de la conciencia, no tiene como finalidad oprimirnos, sino librarnos del mal y hacernos felices. Se trata de mostrar que sin Dios el hombre está perdido y que excluir la religión de la vida social, en particular la marginación del cristianismo, socava las bases mismas de la convivencia humana, pues antes de ser de orden social y político, estas bases son de orden moral.

[Traducción distribuida por la Santa Sede © Copyright 2006 – Libreria Editrice Vaticana] ZS06121711



[1] Felipe Zuleta, en entrevista en el programa “A vivir que son dos días”, en Caracol radio.

[2] Cf. Juan Pablo II, Carta Enc. Centesimus annus, 41

[3] Cf http://glndc.tripod.com/id16.html Muy respetable Gran Logia Nacional de Colombia con sede en Barranquilla, El Laicismo, tomado del Instituto Laico de Estudios Contemporáneos, Chile