Reflexión 237. En Sede Vacante. Volvamos al estudio de la DSI.

Retomemos nuestro estudio de la Doctrina Social de la Iglesia

 

Después de una serie de programas para estudiar la encíclica Caridad en la Verdad, volvamos al estudio de la DSI. Coincide el tiempo con la Sede Vacante.

Empecemos por recordar dónde quedamos en el último programa de la serie anterior, que constó de 235 programas. Se alcanzaron a repetir 41. Nuestra ayuda seguirá siendo el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, el libro que preparó el Pontificio Consejo Justicia y Paz por encargo del Beato Juan Pablo II. Este libro es como el catecismo social de la Iglesia. En él se presentan de manera organizada las enseñanzas de la Iglesia sobre la doctrina social. Alcanzamos a estudiar hasta el N° 87 del libro, cuando trata sobre el desarrollo de la DSI desde la encíclica Rerum novarum, del Papa León XIII, el año 1891. En julio de 2009  nos pareció oportuno dedicarnos al estudio de la entonces recién publicada encíclica Caritas in veritate (Caridad en la verdad) de Benedicto XVI, publicada el 29 de junio de 2009. Alcanzamos a estudiar hasta el N° 56 de esa encíclica. Recordemos algunos puntos básicos de Caridad en la verdad. Empecemos por recordar por qué Benedicto XVI escribió esta encíclica que habla de temas económicos.

 

¿Una encíclica sobre temas económicos?

 

¿Cuál fue la oportunidad de la encíclica Caridad en la verdad? Estaba el mundo en plena crisis económica y financiera. Ante la angustia de nuestro mundo, – desconcertado por los resultados del manejo egoísta de la economía, – la voz del sucesor de Pedro se elevó desde Roma para traernos el mensaje del Evangelio, en su encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad. Benedicto XVI nos invitó siempre y así lo hace en esta encíclica, a mirar las situaciones, con los ojos de Dios. ¿Y cómo podemos los humanos ver la realidad con los ojos de Dios? Pues, a través del Evangelio. Hemos aprendido que las situaciones las debemos ver desde las enseñanzas del Evangelio.

 

 La encíclica Caridad en la verdad, parte del legado maravilloso de Benedicto XVI, es respuesta de la Iglesia a la crisis económica mundial. Las enseñanzas de la Iglesia en esta encíclica deberían poner a pensar a los teóricos de la economía y a los líderes mundiales, sobre la necesidad de dar un giro a la economía, interpretada ahora sobre todo por el capitalismo liberal, llamado también capitalismo salvaje. Y, ¿por qué dar un giro a esa orientación económica y política? Pues porque sus resultados demuestran que no es adecuada para atender a las necesidades del ser humano. Basta mirar con ojos desprevenidos la situación de la pobreza en el mundo.

 

Estamos perdiendo una característica esencial del ser humano

 

Seguidor de la ideología capitalista, el mundo solo piensa en función del dinero. Cree que si tiene dinero lo puede alcanzar todo y por eso orienta toda su vida para conseguirlo. Regido solo por el propio interés, invadido por el cáncer de la codicia, ha perdido la capacidad de dar. Es que si pensamos solo en ganar dinero, ni siquiera nos permitimos mirar de otra manera el mercado, los negocios. No caemos en la cuenta de que la codicia nos hace ignorar una característica del ser humano, la capacidad de dar. Es una característica que nos hace humanos según el plan de Dios que nos creó a imagen y semejanza del Amor, y el amor está dispuesto, no sólo a dar cosas, sino que llega a darse. Dios se nos da todos los días y a tal extremo llegó Dios Amor, que se nos entregó en la persona de su Hijo Único para redimir a la humanidad. Ser capaces de dar, de darnos, muestra que nos parecemos al Creador.

 

Hoy todo se quiere convertir en negocio; nada que no produzca ganancias se considera útil. Difícilmente se encuentran personas que hagan algo sin pensar en cuánto van a ganar; es verdad que hay médicos que hacen consultas gratis para ayudar a ciertas personas y así en otras profesiones; hay inclusive comerciantes que miran su negocio como un servicio, pero son excepciones. Hemos llegado a tal punto, que si nos ofrecen algo llamativamente económico nos alertan, porque se puede tratar de un truco. Es común la frase de prevención: “De eso tan bueno no dan gratis”.

 

Para no pintar un horizonte solamente negro, es justo reconocer que también hay personas generosas y muy generosas. Son humanas, muy humanas. Ojalá estas personas se multiplicaran.  Es un hecho que los voluntarios no han desaparecido del todo; testigo es la existencia de Radio María. Infortunadamente los que manejan la economía en el mundo no tienen esa mentalidad generosa.

 

Benedicto XVI nos recuerda en su encíclica Caridad en la verdad, que en el campo de la economía se manifiestan los efectos perniciosos del pecado original. El ser humano, víctima de su orgullo, se cree autosuficiente y ha llegado a confundir la felicidad con su bienestar económico. Para alcanzar su bienestar maneja con habilidad los instrumentos económicos y financieros solo en su propio beneficio, hasta el extremo de no tener en cuenta la ley moral; si lo cree necesario para alcanzar su objetivo, no tiene miramientos en el daño que puede causar a otros y no se detiene ni en su destrucción. Pensemos solo en los intereses usureros que cobran algunos, aprovechando el momento de angustia y a veces de desesperación de otros.

 

No es que el lucro en sí mismo sea malo, pero cuando el ser humano olvida que está “hecho para el don”, y se guía solo por la productividad y el lucro, se vuelve inhumano, olvida el principio de la gratuidad que engrandece al ser humano.

 

No es suficiente la justicia

 

 

 El Santo Padre dedica el capítulo tercero de Caridad en la verdad a la fraternidad, el desarrollo económico y la sociedad civil. Si vivimos la  verdad de que todos somos hermanos, comprenderemos sin dificultad por qué la gratuidad es necesaria para que la sociedad además de ser justa sea fraterna. Para que podamos tener un mundo fraterno no es suficiente que haya justicia. La justicia correctamente aplicada puede conducir a una sociedad en la que, a cada cual se dé lo que le corresponda, pero con solo la justicia no se llega a  una sociedad equitativa, igualitaria, no se llega a la sociedad entre hermanos, que ve más allá de solo ser justos, porque mira con los ojos amorosos de Dios, Padre de todos.

Benedicto XVI en Caridad en la verdad nos recuerda igualmente, que el desarrollo tiene que ser integral, que debe considerar al ser humano completo, no solo al ser humano con necesidades económicas. El ser humano es más que eso; no es solo materia; sus necesidades son también intelectuales, espirituales, necesita expresarse por medio del arte, de la música. Y los creyentes sabemos que también necesitamos que se respete la libertad religiosa, que nos da campo para relacionarnos con Dios.

 

La encíclica Caridad en la verdad nos habla también del deber de la solidaridad. Demuestra cómo se olvida el mundo de lo básico y se va por lo superfluo, olvidando a la mayoría de la humanidad que sufre en la pobreza. Nos dice en el N° 43: Hoy se da una profunda contradicción, y recuerda palabras de Juan Pablo II, cuando afirmaba en el Mensaje para la Jornada Mundial de la paz, el año 2003, que Mientras por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y voluptuoso, con la pretensión de que las estructuras públicas las reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad. Añade el Papa Benedicto, quecon frecuencia se reclama el derecho a lo superfluo, e incluso a la transgresión y al vicio, en las sociedades opulentas, mientras se ignora la carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios elementales en ciertas regiones del mundo subdesarrollado y también en la periferia de las grandes ciudades.

 

¿Puede uno hacer lo que quiera con su dinero?

 

Este pensamiento nos pone a reflexionar si es verdad, como comúnmente se sostiene, que uno puede hacer lo que quiera con su dinero. Eso nos es correcto, cuando millones de hermanos sufren hambre. Bueno, cada frase de Benedicto XVI da para una seria reflexión y, mientras más se profundiza en Caridad en la verdad, más riqueza se encuentra en ella. Continuemos.

 

Decíamos que la Iglesia va respondiendo a las inquietudes y necesidades del mundo y sus respuestas no se basan solo en la filosofía, en la ética. Como la doctrina de la Iglesia se fundamenta en la sabiduría del Evangelio, es más exigente que la sola ética. La moral del Evangelio es exigente; no es para que la interpretemos a nuestra medida, de la manera que nos haga la vida más fácil; de lo que sí podemos estar seguros es de que, si lo seguimos en nuestro camino, nos dirigimos con seguridad a la felicidad, y esto no lo logran los bienes materiales.

 

¿Quién inventa la Doctrina Social?

 

Nos podemos preguntar: ¿Quién hace ese delicado trabajo de ir actualizando, oportunamente, la presentación de la Doctrina al Pueblo de Dios, con fidelidad, sin apartarse nunca de la palabra auténtica del Evangelio?

 

La doctrina social se va desarrollando a medida que la Iglesia penetra en la honda riqueza del Evangelio, donde,  guiada por el Espíritu Santo, encuentra todas las respuestas, en la oración y en la meditación. La Iglesia, con su doctrina social, nos enseña a ver la realidad con los ojos de Dios. La fidelidad al Evangelio en la D.S.I. se asegura, gracias a que el Señor encargó el oficio de enseñar a los Apóstoles y a sus sucesores, guiados por Pedro. Ellos recibieron el Espíritu Santo que los acompaña siempre, a lo largo del camino. El Papel de Pedro y sus sucesores quedó en esas palabras de Jesús, en Lc 22, 32, cuando después de anunciarle que lo negaría, como en efecto sucedió, le dijo: …yo he rogado por ti, para que tu fe no falle. Y tú, una vez convertido, confirma (fortalece) a tus hermanos.  Así, con las enseñanzas de los apóstoles y sus sucesores, asistidos por el Espíritu Santo, desde el comienzo de la Iglesia se ha ido desarrollando la comprensión de la predicación de Jesús, que nos quedó en la Sagrada Escritura, y que es el fundamento de la doctrina que nos enseña la Iglesia.

 

¿Es el Amor como fundamento de la DSI solo un pensamiento piadoso?

 

Hemos visto ya en reflexiones anteriores, que el origen y meta de la persona humana es Dios, que es Amor. Esta verdad es muy importante para comprender la Doctrina Social de la Iglesia, porque en nuestro origen en Dios, que es Amor, se fundamenta la sociabilidad del hombre. No importa que repitamos esto muchas veces, porque es esencial. Ojalá lo tengamos siempre presente: fuimos creados a imagen de la Trinidad, que vive en una íntima relación de amor: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que, según el pensamiento de San Agustín, son: el Amante, el Padre; el Amado, el Hijo; y el Amor, el Espíritu Santo. Por eso, amar a los demás es de la esencia de la persona humana y de la esencia del cristianismo, porque somos imagen y semejanza de Dios.

 

 La capacidad de relacionarnos con los demás y de amarlos, es propia del ser humano. La persona humana es capaz de sacrificarlo todo, aun la vida, por darse a los demás. Ni los grandes criminales pierden su amor por los hijos. A esto no ha llegado el ser humano en su evolución, simplemente por unas progresivas reacciones de los elementos químicos que componen nuestro cerebro. Nuestra capacidad de relacionarnos es una de esas características del ser humano que no explican ni la evolución cósmica que empieza con el Big Bang ni la evolución de los seres vivos. El animal está en un nivel distinto al de los hombre. El animal se relaciona con su medio externo por sus instintos, conoce así por la experiencia. Repite la experiencia si lo satisface en sus instintos. En el perro y en el gato, por ejemplo, son muy importantes sus sentidos del oído y del olfato para reconocer a su amo. Sin embargo, con solo esos medios no pueden conocer los animales como conoce el ser humano, que lo hace por la razón. El ser humano se vale de los sentidos como un conducto por el que siente y percibe, pero conocer es más que eso y lo consigue el ser humano porque participa en un grado de creatura, de la inteligencia de su Creador.

 

Si el amor es una característica esencial en el ser humano, ¿por que odiamos?

 

Somos intrínsecamente relacionales, es decir nuestro ser íntimo está orientado al otro, a los otros. Como el Creador transmite su espíritu al ser humano (Gen 2,7), ese ser humano deja de ser solo una organización maravillosa de elementos, como lo son también los animales y las galaxias. Es que el ser humano participa de la vida del Creador, porque Él quiso hacerlo a su propia semejanza. Una de las características que la persona humana, por la bondad de Dios comparte con su Creador, es el ser internamente orientado al otro, a los demás. A ningún otro ser creado le sale de dentro, como al ser humano, estar en permanente relación con los demás. Formamos comunidad, trabajamos unos por otros, nos amamos, nos respetamos, algunos llegan a darlo todo, hasta la vida, en servicio de los demás; somos capaces de ser fieles. Si fallamos, y también entre los seres humanos existe el odio, y como nos hacemos el bien también somos capaces de hacernos el mal, es porque nuestra naturaleza está herida por el pecado de origen y porque no somos perfectos como lo es Dios. Tenemos esa inclinación al mal que Dios nos da la capacidad de vencer con el don de su gracia.

Si nos aislamos, si a veces somos resentidos, si maltratamos a otros, si odiamos,  esas malas inclinaciones son consecuencia del pecado original.

 

¿Podemos cambiar?

Lo que indican nuestros comportamientos negativos con los demás,  no lo explican las ciencias físicas ni químicas. Eso lo explica Dios mismo en su revelación. Y sabemos que para ser lo que debemos ser, necesitamos y podemos cambiar, sabemos que se requiere nuestra conversión, con la ayuda de la gracia. Lo normal  en el ser humano debería ser el amor a los demás. Obrar contra los demás con resentimiento, con odio, con venganza, es permitir que en nosotros prevalezcan los comportamientos inspirados por el “hombre viejo”, como diría San Pablo. Fue necesaria la nueva creación, una nueva intervención de Dios, que con la encarnación de su Hijo que murió y resucitó, nos volvió a dar vida,La característica de ser capaces de relacionarnos con los demás, de amar, la tenemos porque es de la esencia de Dios, que Es Amor, y nos hizo a su imagen. Hace una semana veíamos que el gran científico, sacerdote P. Teilhard de Chardin lo entendió así y en alguna ocasión, durante sus Ejercicios Espirituales se pregunta, en sus anotaciones, “por qué señal” le deberían reconocer que su origen es Dios, y responde que primero y ante todo por su amabilidad, por su bondad. Dice en sus notas: 1. Amabilidad, paz, ante todo. 2. Amar mejor, temer menos. 3. Desinterés. Era ésta una de sus preocupaciones, y una de sus luchas. Leamos otra anotación de  los escritos del P. Teilhard de Chardin, donde se ve la importancia que él daba a la amabilidad, a esa manifestación de la caridad cristiana, que según él, nos debería distinguir como venidos de Dios. Dice:“Que Nuestro Señor se vea, en todo lo que hacemos, en nuestra bondad y enorme amor, es lo que le pido.” (Año 1915, Teilhard de Chardin, the man and his meaning, por Henri de Lubac, S.J.,Mentor-Omega, Pg.81)

 

Ama la persona, no el espíritu ni el cuerpo

 

En la encíclica Dios es amor, Deus caritas est, en el N° 5, encontramos una bella enseñanza de Benedicto XVI sobre la diferencia entre el amor y el eros, e.d. entre el puro amor y el amor carnal; en el N° 5 concluye diciendo: “…ni la carne ni el espíritu aman: es el hombre, la persona, la que ama como persona unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma. Solo cuando ambos se funden verdaderamente en una unidad, el hombre es plenamente él mismo.”

 

¿Qué pretendemos en este blog sobre la DSI?

 

Después de este rápido repaso, es importante tener claro lo que podremos esperar de estas reflexiones. En este espacio pretendemos exponer la doctrina social de la Iglesia como nos la presenta en el Compendio de la DSI y reflexionar sobre ella, de manera que no nos limitaremos a una mera exposición teórica, académica, sino que trataremos de comprender bien las enseñanzas de la Iglesia en el tema social de manera que  nos sirvan de guía, de orientación para vivir conforme a ellas. La doctrina,  no es otra cosa que la verdad que Dios nos ha revelado y no es para saberla, sino para vivirla. Podemos conocerla intelectualmente toda, pero si no la hacemos parte de nuestra vida, de nada nos sirve.

 

¿Qué podremos encontrar entonces, en este blog? Con la ayuda de Dios, trataré de comunicar con fidelidad lo que la Iglesia, con su doctrina social nos ofrece, que podemos resumir en tres palabras: principios, criterios y directrices, que quieren decir:  principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción. Esto podremos encontrar: principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción en lo referente a nuestra relación con los demás, a nuestra vida en sociedad. Estos principios, criterios y directrices enfocados en nuestra realidad.

 

Esto quiere decir que si tenemos presentes los principios de reflexión que la DSI nos ofrece, los criterios para juzgar la conveniencia o inconveniencia, lo moral o inmoral de una conducta, de una norma, en la vida social, y si seguimos las directrices para actuar en consecuencia, tendremos elementos para formar nuestra conciencia, para  interpretar con ojos de fe la realidad que vive nuestra sociedad y la DSI será así una ayuda en nuestro esfuerzo por vivir  según los planes de Dios. Los principios son los fundamentos, los puntos de apoyo, los cimientos de la doctrina. Los fundamentos de la DS expresan la verdad sobre el hombre, que conocemos por la fe y la razón. El primero de estos principios es el de la dignidad de la persona humana. En ese principio se fundan otros como el del bien común, tan importante para vivir rectamente en sociedad.

 

Los signos de los tiempos

 

La DSI nos prepara también para comprender los signos de los tiempos, es decir, nos ayuda a sentir y ver la presencia de Dios en la vida del mundo. A eso llama la Iglesia “los signos de los tiempos”, a esos sucesos, grandes o pequeños, en los que Dios hace sentir que está presente. Pienso que así debemos interpretar en estos momentos la renuncia de Benedicto XVI. Él, después de orar, de pedir al Señor que le indique el camino, cree que cumplió la tarea encomendada y ya no tiene fuerzas para continuar, y es el momento para ceder el lugar a otro que pueda continuar la tarea; a quien el Espíritu Santo señale.

 

Si conocemos la DSI, estaremos más preparados para juzgar las realidades del mundo desde la perspectiva del Evangelio. No podemos olvidar que como creyentes debemos tener siempre presente que Dios no está ausente de la vida del mundo. Solo así podremos conservar la esperanza, ante los hechos diarios que son más una invitación al desánimo y a la desilusión frente al futuro de nuestro país y del mundo, que parece cada vez más oscuro.

 

 Con la formación que nos ofrece la DSI, podremos juzgar si una actitud, una posición política o una conducta de alguien en la vida en comunidad, son compatibles con lo que Dios nos enseña que debe ser nuestro desempeño como seres humanos, según los planes que Él, nuestro creador diseñó. Los planes de Dios con nosotros, son, desde la creación del mundo, que seamos sus colaboradores en la construcción de su Reino, que empieza en el presente que nos ha correspondido vivir y culmina con su perfección en la eternidad.

 

Llamados a ser no solo observadores sino actores

 

Por estas consideraciones entendemos que no podemos contentarnos con una conducta de solo observadores, sin actuar, en nuestro medio, cuando estemos en condiciones de actuar. Los cristianos no estamos llamados a ser solo observadores para juzgar lo que sucede, sino que hemos sido elegidos para ser actores; no solo para ser admiradores de la gran obra de Dios, sino para participar en la continuación del desarrollo de un mundo nuevo.

 

Todos tenemos algún papel en este drama del mundo. Algunos están llamados especialmente a orar y esto una actividad de inmensa importancia. Cuántas veces cambian las situaciones adversas por la oración de las religiosas contemplativas, de los enfermos que ofrecen sus sufrimientos, del trabajo callado ofrecido a Dios lo mismo en los oficios más sencillos, que en las labores profesionales o en las investigaciones científicas más exigentes; porque el trabajo siempre puede ser oración.

 

Sucede a veces, que no se corrigen situaciones de injusticia porque en las entidades gubernamentales, legislativas, judiciales o en la empresa privada, alguien, que podría actuar con sus conocimientos o con su autoridad, se queda cruzado de brazos, en el silencio de su temor de hablar, en su indiferencia o por una apreciación errónea sobre cuál es su obligación como cristiano. Algunos tienen la idea equivocada de que la religión no se debe inmiscuir en sus decisiones de la vida social, empresarial ni política. Otros tampoco en su vida personal tienen en cuenta lo que la fe les pide. A este asunto le dedicaremos más de una reflexión.

 

¿Cuáles son los fundamentos de la DSI?

Bien, y ¿en qué se basan las enseñanzas de la DSI? Las inventó algún obispo, algún Papa? Dejemos esto claro; porque hablamos de doctrina.

 

El objeto de este blog no es el de una disciplina académica como la sociología, la economía o la ciencia política. Como su nombre lo indica es “doctrina”. ¿Cuál es el significado de la palabra “doctrina”? Doctrina es la “enseñanza” de la Iglesia sobre las verdades reveladas por Dios y proclamadas como tales por el magisterio de la Iglesia. En el caso concreto de la DSI, se basan las enseñanzas de la Iglesia en lo que Dios nos ha dado a conocer sobre cómo debe ser nuestra relación con los demás, según sus planes en la creación del ser humano.

 

La DSI se refiere a la forma como los seres humanos nos debemos relacionar con nuestros semejantes, con la naturaleza, con las demás criaturas, porque la persona humana fue creada por Dios a su imagen y semejanza. El modelo de nuestra relación con los demás es Dios; como Dios es Amor, y vive el amor en esa relación de la Trinidad, en esa comunidad del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo.

 

Repitamos una vez más esta verdad. Los seres humanos, como imágenes de la Trinidad, tenemos como característica esencial el ser relacionales, es decir, tenemos la capacidad de vincularnos con los demás, de vivir con ellos, de tratarlos como Dios nos trata a nosotros. No existimos para vivir aislados.

 

Como seres humanos tenemos la capacidad natural de relacionarnos fuera de nosotros. Además, Dios nos puso en el mundo como administradores, como cuidadores de este inmenso jardín, el mundo con toda su riqueza, su diversidad y su orden.  Nos dice la Iglesia  en el Catecismo (337 y 299) que “la creación es querida por Dios como un don dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada y confiada.”  A esas relaciones se refiere la DSI; no tiene como objeto el estudio de los dogmas fundamentales como la Trinidad, la encarnación, la pasión, muerte y resurrección de Jesús, la eucaristía, el dogma de la Inmaculada Concepción, por nombrar algunos, doctrinas que se estudian en la teología dogmática.

Los espero dentro de una semana para continuar este camino.

 

Sus observaciones y preguntas por favor envíenmelas a reflexionesdsi@org  Seán muy bien recibidas

Fernando Díaz del Castillo Z.