Reflexión 132 Continuidad y Renovación

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Repasemos las características de la D.S.I

En nuestro estudio seguimos el libro Compendio de la D.S.I., preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz. Este libro nos ofrece la doctrina social oficial, de la Iglesia. Hace una semana, en la Semana de Pascua, dedicamos este tiempo a reflexionar sobre la pasión, muerte y resurrección del Señor. Por eso un repaso nos viene bien a todos. Así dejamos más firmes los conocimientos que vamos adquiriendo.

Estamos estudiando la naturaleza de la D.S. Hemos visto ya que la D.S.I. es, un conocimiento iluminado por la fe; de manera que la D.S. católica no se basa solamente en las ciencias sociales, sino que pertenece al ámbito de la teología. La D.S.I. es, entonces, teología, y como tal, busca entender e interpretar lo que se nos ha revelado en la Sagrada Escritura, en este caso, sobre el ser humano y la sociedad. Aprendimos también que la D.S. además de teología, es moral, es teología / moral, y porque es teología moral reflexiona sobre la conducta del cristiano en la sociedad, a partir de las enseñanzas de la Sagrada Escritura.

En síntesis, a lo que nos ayuda la D.S.I. es a conocer cómo quiere Dios que seamos en nuestro trato con los demás y cómo es el proyecto de Dios para la sociedad, el cual tenemos que ayudar a construir.

La D.S.I. no es sociología ni ciencia política, pero…la teología sola no alcanza

Así pues, ya tenemos claro que la D.S.I. no está ubicada en el campo de la política o de la sociología, aunque la D.S.I. sí necesita de contribuciones de la filosofía, de la sociología, de la ciencia política, de la economía, y de ciencias humanas como la biología y la psicología. Esas ciencias nos ayudan a comprender mejor conceptos básicos de la doctrina social, tales como, la persona humana, la sociedad, la libertad, la ética, el derecho, la justicia, el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, el Estado. El Compendio de la D.S.I. en el N° 78, nos aclara esa idea, dice:

La Iglesia es consciente de que un conocimiento profundo del hombre no se alcanza sólo con la teología, sin las aportaciones de otros muchos saberes, a los cuales la teología hace referencia.

¿Por qué la Doctrina Social es de la Iglesia?

También hemos estudiado ya que a la D. S. católica la llamamos D.S. de la Iglesia, porque la elabora la Iglesia. La D.S.I. no es obra de un grupo de sabios que se reunieron a pensar en estos asuntos, sino que se ha ido elaborando en el tiempo, por el Magisterio Universal de la Iglesia: es decir el Papa, los Concilios, las conferencias episcopales, con los aportes de toda la comunidad eclesial: sacerdotes, religiosos y laicos, según la diversidad de las tareas, carismas y ministerios que a cada quien corresponden (Cf N° 79-80).

El Objeto de la Doctrina Social

Sobre el objeto de la D.S. vimos que su objeto es el ser humano llamado a la salvación, confiado por Cristo al cuidado y responsabilidad de la Iglesia. Llamamos objeto de una ciencia, de un estudio, a aquello de que trata ese estudio o esa ciencia. De modo que el objeto o centro del estudio de la D.S.I es el ser humano llamado a la salvación. Dicho de otra manera, la D.S.I. trata sobre el ser humano llamado a la salvación. Si el objeto de la D.S.I. es el ser humano llamado a la salvación, no la podemos confundir con una ciencia puramente humana, que solo tiene en cuenta la vida terrena transitoria.

Vimos ya que el ser humano y su vocación a la salvación van juntos. Al mismo tiempo que Dios creó al ser humano, lo llamó a la salvación. Creó al ser humano por pura bondad, para que comparta su vida.

Vimos también que salvación y Reino de Dios son lo mismo. El ser humano está destinado a la salvación, su fin es llegar al Reino de Dios; para eso nos creó Dios. La D.S.I., tiene que ver con la vida del hombre en sociedad, con su salvación, con el Reino al que está destinado y el cual debe ayudar a hacer realidad.

Finalidad de la D.S.I.

También hemos reflexionado ya sobre la finalidad de la D.S.I., es decir, ¿para qué es la D.S.?, ¿Qué pretende la D.S.? Lo que pretende la doctrina social es hacernos reflexionar sobre la sociedad y sobre nuestro papel en ella. ¿Es nuestra sociedad como Dios la quiere? Funciona nuestra sociedad según el diseño de Dios? ¿Qué podemos hacer al respecto?

Decíamos en un programa anterior, que si en nuestra vida en sociedad tratamos de realizar el proyecto divino, nuestro comportamiento será tal, que nuestra sociedad se irá convirtiendo en un preanuncio de lo que será el Reino cuando esté definitivamente instaurado: un reino de justicia, de amor y de paz.

La D.S.I. una invitación a la conversión

Vimos antes también, que la D.S.I. es una invitación a la conversión. Sin conversión no habrá nunca una sociedad como Dios la quiere. Y no dejemos la conversión sólo para los demás. Demos todos un vistazo a nuestro interior. Si examinamos cómo es nuestra justicia y nuestro amor con el prójimo, con seguridad vamos a encontrar que no estamos libres de culpa y que tenemos que cambiar, con ayuda de la gracia de Dios. Empecemos por pedir al Señor que nos abra los ojos, que veamos nuestras injusticias, nuestra indiferencia con las personas que nos necesitan. El pecado original está presente en todos nosotros y necesitamos, con la ayuda de la gracia, una profunda purificación interior. Para que ésta sea posible tenemos que empezar, no solo por aceptar nuestra miseria y nuestra necesidad de cambio, sino también decidirnos a trabajar efectivamente por ese cambio y empezar ya.

La sociedad es como nosotros somos

Las estructuras económicas injustas, que no respetan la dignidad de la persona humana, son producto de la soberbia, del egoísmo, de la avaricia, y esas estructuras no son producto de una sociedad abstracta, son construídas con el aporte mayor o menor de la soberbia y el egoísmo de cada uno de nosotros. En alguna forma la sociedad es como nosotros somos.

Para ser prácticos, empecemos por examinar nuestra justicia y nuestra caridad con los demás. Nuestra ética y caridad en nuestra vida familiar, en el medio donde trabajamos, en nuestra comunidad. ¿Nadie tiene de qué quejarse por nuestro comportamiento de palabra y de obra? Nuestros valores espirituales no pueden quedarse sólo en palabras; tienen que regir nuestra vida. ¿Cómo es nuestra solidaridad? ¿El dolor ajeno nos hace alguna mella? ¿Respondemos en alguna forma? O actuamos como si ese fuera un problema que tienen que atender los demás?

Destinatarios de la D.S.I.

También reflexionamos ya sobre los destinatarios de la D.S.I. ¿Para quiénes se pronuncia la Iglesia en asuntos que tienen que ver con el comportamiento social? Ante todo, la primera destinataria de la D.S. es la comunidad eclesial en todos sus miembros, porque todos tienen responsabilidades sociales que asumir, nos dice el Compendio en el N° 83. No hace falta decir que todos los miembros de la comunidad eclesial deberíamos dar ejemplo en el cumplimiento de nuestras responsabilidades sociales.

La D.S. interpela nuestra conciencia, le pregunta, cómo es el cumplimiento de nuestros deberes de justicia y caridad en la vida social, y nos anima a responder de manera apropiada, según la situación de cada uno.

Ayuda especial para los laicos

Los laicos tenemos en la D.S. una ayuda particular, para que comprendamos que tenemos, en relación con la sociedad, responsabilidades que se refieren a su organización, a su funcionamiento; como son las obligaciones en el campo de la política, de la economía, de la administración. Esos no son temas ajenos a nuestras obligaciones con la sociedad. Naturalmente el campo de acción es distinto según la situación de cada uno. Pero, pensemos en campos de acción que están al alcance de casi todos; por ejemplo, la Acción Comunal y entidades semejantes, las actividades por el bienestar y el desarrollo de la comunidad en que vivimos, no pueden ser indiferentes para el católico.

Y… ¿los no católicos, y los no creyentes?

Decíamos que la primera destinataria de la D.S. es la comunidad Eclesial, es decir, todos los miembros de la Iglesia, desde el Papa, los obispos, sacerdotes y religiosos hasta el último, humilde trabajador laico. También la D.S.I. está destinada a todos los hombres de buena voluntad, así sean seguidores de otras tradiciones religiosas y aunque no pertenezcan a ningún grupo religioso.

Se preguntan algunos por qué la D.S.I. está destinada también a los creyentes de otras religiones y aun a los no creyentes. La Respuesta nos la da el Compendio de la D.S.I. en el N° 84. Dice:

La luz del Evangelio, que la doctrina social reverbera en la sociedad, ilumina a todos los hombres, y todas las conciencias e inteligencias están en condiciones de acoger la profundidad humana/ de los significados y de los valores por ella expresados y la carga de humanidad y de humanización de sus normas de acción.

En pocas palabras, podemos decir que la D.S.I. está dirigida a todos los hombres de buena voluntad, porque todos los seres humanos, de todas las religiones y aun los no creyentes, están en capacidad de comprender su bondad, de acogerla y de ponerla en práctica. Todavía en menos palabras, se me ocurre que podríamos decir, que la D.S.I. está destinada a todos, porque el Señor quiere que se predique el Evangelio a todo el mundo y el corazón de la doctrina social es el Evangelio.

Antes de seguir con el nuevo tema, hagamos eln intento de resumir las 7 características que ya hemos visto sobre la naturaleza de la D.S.I.:

Siete características de la D.S.I.

1. La D.S.I. pertenece al campo de la teología moral, porque reflexiona sobre la conducta del cristiano en la sociedad a partir de las enseñanzas de la Sagrada Escritura.

2. La D.S. necesita las contribuciones de otras ciencias como la filosofía, la sociología, la ciencia política, la economía, y de ciencias humanas como la biología y la psicología. Esas ciencias nos ayudan a comprender mejor, conceptos básicos de la doctrina social, tales como, la persona humana, la sociedad, la libertad, la justicia, el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, el Estado.

3. A la D. S. católica la llamamos D.S. de la Iglesia, porque la elabora la Iglesia. Se ha ido elaborando en el tiempo, por el Magisterio Universal de la Iglesia.

4. La D.S.I. trata sobre el ser humano llamado a la salvación. El objeto de la D.S.I. es el ser humano llamado a la salvación, confiado por Cristo al cuidado y responsabilidad de la Iglesia.

5. Sobre la finalidad de la D.S.I. aprendimos, que es de orden religioso y moral. Lo que pretende la doctrina social es hacernos reflexionar sobre la sociedad y sobre nuestro papel en ella. ¿Es nuestra sociedad como Dios la quiere? La D.S. traza los caminos para edificar una sociedad que anticipe en la historia el Reino de Dios.

6. Vimos también que la primera destinataria de la D.S. es la comunidad eclesial con todos sus miembros, porque todos tienen responsabilidades sociales que asumir.

7. La D.S.I. está destinada a todos los hombres de buena voluntad, así sean seguidores de otras tradiciones religiosas y aunque no pertenezcan a ningún grupo religioso, porque todas las conciencias e inteligencias están en condiciones de acoger la profundidad humana, los valores expresados en la D.S.I. y aceptar sus normas de acción.

Continuidad y renovación

Vamos a continuar ahora con la reflexión sobre otra característica de la D.S. se trata de la continuidad y al mismo tiempo su capacidad de renovación. Su desarrllo lo econtramos en el N° 85 del Compendio:

Orientada por la luz perenne del Evangelio y constantemente atenta a la evolución de la sociedad, la doctrina social de la Iglesia se caracteriza por la continuidad y por la renovación.[1]

Esta característica de la continuidad y la renovación de la D.S.I. ha sido tratada por varios Papas, en particular por Juan Pablo II y Pío XII. Juan Pablo II en su encíclica Sollicitudo rei socialis, dedicada a la Populorum progressio de Pablo VI, nos explicó claramente esta idea de la continuidad y al mismo tiempo la renovación de la D.S. Dice el Papa:

La preocupación social de la Iglesia, orientada al desarrollo auténtico del hombre y de la sociedad, que respete y promueva en toda su dimensión la persona humana, se ha expresado siempre de modo muy diverso. Uno de los medios destacados de intervención ha sido, en los últimos tiempos, el Magisterio de los Romanos Pontífices, que, a partir de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII[2] como punto de referencia, ha tratado frecuentemente la cuestión, (…)[3]

Los Sumos Pontífices no han dejado de iluminar con tales intervenciones aspectos también nuevos de la doctrina social de la Iglesia. Por consiguiente, a partir de la aportación valiosísima de León XIII, enriquecida por las sucesivas aportaciones del Magisterio, se ha formado ya un « corpus » doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia, en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo[4] y mediante la asistencia del Espíritu Santo (cf. Jn 14, 16.26; 16, 13-15), lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia. Intenta guiar de este modo a los hombres para que ellos mismos den una respuesta, con la ayuda también de la razón y de las ciencias humanas, a su vocación de constructores responsables de la sociedad terrena.

“Populorum progressio” actual ayer y hoy

Las palabras que siguen van directamente al punto de actualidad y renovación de la D.S.I., aplicadas al ejemplo de la encíclica Populorum progressio, que sigue teniendo actualidad hoy, 42 años después de su publicación. Dijo así, Juan Pablo II en 1988 :

(…) me propongo alcanzar principalmente dos objetivos de no poca importancia: por un lado, rendir homenaje a este histórico documento de Pablo VI y a la importancia de su enseñanza; por el otro, manteniéndome en la línea trazada por mis venerados Prede-cesores en la Cátedra de Pedro, afirmar una vez más la continuidad de la doctrina social junto con su constante renovación. En efecto, continuidad y renovación son una prueba de la perenne validez de la enseñanza de la Iglesia.

Esta doble connotación es característica de su enseñanza en el ámbito social. Por un lado, es constante porque se mantiene idéntica en su inspiración de fondo, en sus « principios de reflexión », en sus fundamentales « directrices de acción »[5] y, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del Señor. Por el otro, es a la vez siempre nueva, dado que está sometida a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades.

No se puede olvidar el mensaje universal y eterno del Evangelio, anunciado, escrito y vivido en un contexto socio cultural diferente[6]

Juan Pablo II nos enseña cómo la Populorum progressio, dedicada a los hombres de la década de los sesenta, sigue teniendo actualidad al final de los ochenta y de allí en adelante. Lo mismo se podría ser en los primeros años del nuevo siglo. Leamos el N° 4 de Sollicitudo rei socialis, que es muy didáctica. Dice:

Convencido de que las enseñanzas de la Encíclica Populorum Progressio, dirigidas a los hombres y a la sociedad de la década de los sesenta, conservan toda su fuerza de llamado a la conciencia, ahora, en la recta final de los ochenta, en un esfuerzo por trazar las líneas maestras del mundo actual, —siempre bajo la óptica del motivo inspirador, « el desarrollo de los pueblos », bien lejos todavía de haberse alcanzado— me propongo prolongar su eco, uniéndolo con las posibles aplicaciones al actual momento histórico, tan dramático como el de hace veinte años.

El tiempo —lo sabemos bien— tiene siempre la misma cadencia; hoy, sin embargo, se tiene la impresión de que está sometido a un movimiento de continua aceleración, en razón sobre todo de la multiplicación y complejidad de los fenómenos que nos tocan vivir. En consecuencia, la configuración del mundo, en el curso de los últimos veinte años, aun manteniendo algunas constantes fundamentales, ha sufrido notables cambios y presenta aspectos totalmente nuevos.

En resumen, siguiendo a Juan Pablo II:

Podemos afirmar … la continuidad de la doctrina social junto con su constante renovación.(…) La continuidad y renovación son una prueba de la perenne validez de la enseñanza de la Iglesia.

Con la intervención del Magisterio se ha ido formando un cuerpo doctrinal que se va renovando de modo articulado, coherente, a medida que la Iglesia, con base en la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espíritu Santo, lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia.

La D.S.I. guía para responder a nuestra vocación de constructores de la sociedad terrena

Juan Pablo II explica allí la finalidad de la D.S.I., cuando dice que Intenta guiar de este modo a los hombres para que ellos mismos den una respuesta, con la ayuda también de la razón y de las ciencias humanas, a su vocación de constructores responsables de la sociedad terrena. Muchas de las ideas que hemos tratado hoy, las resume Juan Pablo II magistralmente, en unos pocos renglones.

También Juan Pablo II nos explica en qué consisten la continuidad y la renovación de la D.S.I. cuando dice que

es constante porque se mantiene idéntica en su inspiración de fondo, en sus « principios de reflexión », en sus fundamentales « directrices de acción » y, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del Señor. Por el otro, es a la vez siempre nueva, dado que está sometida a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades.

Es un excelente resumen sobre la continuidad y renovación de la D.S.I. el de Juan Pablo II en su encíclica Sollicitudo rei socialis: la D.S.I. no cambia en su inspiración de fondo, en sus principios de reflexión, en sus directrices fundamentales de acción y sobre todo en su unión con el Evangelio. Y la D.S.I. es al mismo tiempo siempre nueva, porque responde a las necesidades que presentan los cambios, las condiciones históricas y los acontecimientos en que se mueve nuestra sociedad. Que nos quede claro. La D.S. no cambia en su inspiración de fondo, en sus principios de reflexión, en sus directrices fundamentales de acción y sobre todo en su unión vital con el Evangelio.

La D.S.I. se fundamenta en los valores universales derivados de la Revelación y de la naturaleza humana

El Compendio continúa en el N° 85 ampliando estas ideas sobre la continuidad y la renovación de la D.S.I. Me parece que es suficiente leer lo que dice el libro. Con lo dicho hasta ahora no se requiere más explicación. Dice así:

Esta doctrina manifiesta ante todo la continuidad de una enseñanza que se fundamenta en los valores universales que derivan de la Revelación y de la naturaleza humana. Tengamos esto presente, que las enseñanzas de la D.S. tienen como fundamento los valores universales que derivan de la Revelación y de la naturaleza humana. Por tal motivo, la doctrina social no depende de las diversas culturas, de las diferentes ideologías, de las distintas opiniones: es una enseñanza constante, que « se mantiene idéntica en su inspiración de fondo, en sus “principios de reflexión”, en sus fundamentales “directrices de acción”, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del Señor ».

Como podemos darnos cuenta, este párrafo se inspiró en las enseñanzas de Juan Pablo II que leímos hace un momento.

Responde a las nuevas situaciones sin dejarse contaminar por ellas

Lo que sigue nos ayuda a entender en qué forma la D.S. responde a las nuevas situaciones, sin dejarse contaminar por ellas. Continúa así el Compendio de la D.S.:

En este núcleo portante y permanente, la doctrina social de la Iglesia recorre la historia sin sufrir sus condicionamientos, ni correr el riesgo de la disolución.

Por otra parte, en su constante atención a la historia, dejándose interpelar por los eventos que en ella se producen, la doctrina social de la Iglesia manifiesta una capacidad de renovación continua. La firmeza en los principios no la convierte en un sistema rígido de enseñanzas, es, más bien, un Magisterio en condiciones de abrirse a las cosas nuevas, sin diluirse en ellas: [7] una enseñanza « sometida a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades ».[8]

Hasta aquí llegamos hoy. Dios mediante la semana entrante terminaremos el estudio sobre la naturaleza de la D.S.I. Veremos que la fe no pretende aprisionar en un esquema cerrado la realidad socio-política, que es muy cambiante, sino que más bien, la fe es fermento de novedad y creatividad. (N° 86)


[1] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 3: AAS 80 (1988) 515; Pío XII, Discurso a los participantes en el Convenio de la Acción Católica (29 de abril de 1945): Discorsi e Radiomessaggi di Pío XII, VII, 37-38; Juan Pablo II, Discurso al Simposio internacional “De la Rerum novarum a la Laborem exercens: hacia el año 2000” (3 de abril de 1982): L’Osservatore Romano, edición española, 2 de mayo de 1982, pp. 17-18.

[2] León XIII, Carta Encíc. Rerum Novarum (15 de mayo de 1891): Leonis XIII P. M. Acta, XI, Romae 1892, pp. 97-144.

[3] Cf Nota 473

[4] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. sobre la divina Revelación, Dei Verbum, 4.

[5] Cf. Congr. para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre la libertad cristiana y liberación Libertatis Conscientia (22 de marzo de 1986), 72: AAS 79 (1987), p. 586; Pablo VI, Carta Apost. Octogesima Adveniens (14 de mayo de 1971), 4: AAS 63 (1971), pp. 403 s.

[6] Cf Pablo VI, Carta Apost. Octogesima Adveniens (14 de mayo de 1971), 4: AAS 63 (1971), pp. 403 s.

[7] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 72: AAS 79 (1987) 585-586.

[8] Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 3: AAS 80 (1988) 515.