Reflexión 208- Caritas in veritate N° 40, (Charla 39) Evangelización de líderes

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¿Se está consiguiendo el bien común con la organización económica actual?

En la reflexión anterior terminamos de comentar el N° 40 de Caritas in veritate, del Cap. III, que lleva por título Fraternidad, Desarrollo Económico y Sociedad Civil, Benedicto XVI nos pone a pensar, a todos, en la necesidad de repensar el mundo de la economía, de los mercados, de las empresas, porque con los esquemas actuales no se está consiguiendo el bien común, el desarrollo integral de todos. Y nos habla del papel de la sociedad civil, del papel de todos los ciudadanos que no somos parte de los organismos del Estado. Todos tenemos tareas que cumplir.

Nos hace ver el Papa claramente, que el centro del mundo al que se dirijan los que manejan los bienes materiales, tiene que ser la persona humana; que el centro de la economía no pueden ser los mercados ni las empresas, sino las personas humanas. Para ellas deben existir los mercados, la economía y los mercados y no las personas para la economía ni para los mercados. Si no se guarda ese orden, las personas acabamos siendo víctimas de la economía y de los mercados. La economía, los mercados, las empresas, se deben administrar como instrumentos para el desarrollo integral del ser humano y no utilizar a las personas como instrumentos para el bien de sólo algunos. No son sólo palabras, es, con valentía, poner las cosas en el sitio que les corresponde.

La propuesta de Benedicto XVI es un reto a la inteligencia de los líderes mundiales

Para que el mundo sea ordenado según la justicia es necesario que en él reine la fraternidad, es decir, la caridad. Lo que el Papa presenta en Caridad en la verdad, no es sólo la propuesta de una medida coyuntural para solucionar la actual crisis financiera mundial, sino el camino seguro, permanente, para conseguir el desarrollo humano integral; es un desafío, un reto a la inteligencias y al corazón de los líderes mundiales: pide nada menos que un cambio de mentalidad, una conversión, de manera que los empresarios y teóricos de la economía y de la política estén motivados por razones superiores a sólo obtener ganancias, y que actúen por intereses más altos, no sólo individualistas, sino con miras al bien común, que es el bien de todos.

Esa reflexión se refiere ahora especialmente al capitalismo, que es el que dirige a las naciones. El comunismo fracasó y lo desecharon ya prácticamente todas las naciones del mundo. Donde existe todavía o donde pretenden implantarlo tienen que reflexionar en las ideas de Caritas in veritate, porque donde menos campean la caridad y la verdad es donde con violencia se maltrata a la persona y se le  niega la libertad.

Caridad en la verdad, una reflexión para quienes dirigen la gran máquina del mundo material

La encíclica Caridad en la verdad, Caritas in veritate, es una reflexión para los gobiernos, para los parlamentos, para los mercados, para las empresas, es decir para las personas que dirigen esta gran máquina del mundo material. Es una invitación de la Iglesia a meditar seriamente sobre lo que en el último siglo o en los últimos siglos se ha hecho en el mundo en relación con la misión, o sea con la razón de ser, de las empresas, de los mercados, que tan mediocres resultados han producido para disminuir la pobreza, el hambre, la desocupación y para proteger adecuadamente el medio ambiente.

¿Para qué porción de la humanidad ha sido provechoso el manejo de la economía?

Es una oportunidad para evaluar el manejo de la economía mundial, para evaluar qué tan buenos administradores hemos sido de los bienes que Dios nos entregó. Y es que, ¿qué calificación merece el mundo de la economía y de las finanzas, a juzgar por los beneficios que produce, no sólo para media humanidad, sino teniendo en cuenta también a la otra mitad, la de los millones de seres humanos que padecen hambre, que ni siquiera gozan de agua potable, mucho menos de salud y educación; es decir considerando la mitad de la población mundial que no vive una vida digna.

Un camino de esperanza

La DSI nos advierte que para sanar a este mundo débil, enfermizo, el camino es volver a los valores humanos, que son valores cristianos, no valores monetarios. Este no es un camino pesimista, al contrario, es un camino de esperanza, porque conduce a satisfacer los anhelos del ser humano de realizarse plenamente, no sólo en lo material, sino en el desarrollo integral, completo, de su ser, incluyendo lo material, lo espiritual e intelectual.

Si en el mundo se practicaran la caridad y la verdad, ¿no cambiaría radicalmente?

¿Para no ser teóricos, de qué valores humanos se trata? Caritas in veritate nos habla de los valores esenciales que son la caridad, por lo tanto la fraternidad, y la verdad. Si en el mundo se practicaran el amor y la verdad, ¿no cambiaría radicalmente?  La confianza entre los seres humanos volvería; no se trataría a los demás con desconfianza ni como enemigos ni como cosas. Hoy nos dicen que  no podemos confiar en nadie, que nos tenemos que cuidar las espaldas. No  podemos vivir sin doble chapa en la puerta de la casa, sin cuidado del vecino de la fila o del bus que nos puede sacar la billetera o el celular. Debemos tener cuidados extremos en los negocios para que no nos tumben… Ahora también hay que ser muy cuidadosos en el uso de las transacciones financieras por internet o aun con el retiro de efectivo en los cajeros electrónicos. También ese campo está contagiado de fraudulentos. Ni qué hablar de la corrupción en el manejo de los bienes públicos y de los demás.

Por eso, al ver el mundo cómo anda, que parece que sólo se mueve por intereses individualistas, yo no creo posible que llegue un mundo de justicia y de paz sin una conversión a fondo. Para que haya conversión hay que hacer un examen de conciencia, aceptar que hemos obrado mal y hacer un firme propósito de cambiar. Claro, con la ayuda de la gracia.

Continuemos nuestra reflexión sobre la necesidad de cambio del mundo de la economía y de los mercados, para que, viviendo en la caridad y en la verdad, sea posible un desarrollo integral de toda la persona humana y de todas las personas humanas; no sólo de un grupo privilegiado.

Vivir dignamente, sin pretensiones de ricos

El Santo Padre en una de sus catequesis en estos días, nos decía que es necesario que aprendamos a vivir según un estilo de vida más sencillo y sobrio, en cotidiana laboriosidad y en el respeto de la Creación, que Dios nos ha encomendado para que la custodiemos.[1]

Nuestras sociedades tienen que cambiar en su pretensión de vivir según un modelo de vida cada vez más cómodo, más elegante, más de acuerdo con los gustos de la moda. Si estamos dispuestos a vivir una vida digna, sí, pero sin pretensiones de ricos, podemos contribuir a mejorar al mundo. Si no, otros pagarán el precio y, en algún momento, también nosotros.

A los particulares nos estimulan a gastar más, las empresas se esfuerzan por gastar  menos

A  los particulares nos invitan a gastar, pero eso a que nos motiva la publicidad no es lo que hacen las empresas. Las empresas todo el tiempo buscan la manera de reducir costos, gastan menos en salarios, ahorran en capacitación; siempre estudian cómo bajar los gastos y disminuyen lo que les parece suntuario, para aumentar las ganancias. Ese debe ser nuestro comportamiento individual, aunque en consecuencia, las empresas disminuyan sus ganancias en la venta de bienes innecesarios. Si las empresas aumentaran el número de los puestos de trabajo formal y pagaran mejores salarios y colaboraran en el pago de la seguridad social de sus trabajadores, éstos podrían gastar más para mejorar su calidad de vida y la economía crecería. El crecimiento de la economía también se logra con el consumo de las clases medias y populares.

Que los empresarios aprendan a vivir más sobriamente

Aprender a vivir un estilo de vida más sencillo y sobrio no sólo corresponde a los particulares; también les conviene aprenderlo a los empresarios, que deben reflexionar sobre la posibilidad de disminuir el nivel de ganancias de sus negocios, porque, por lo menos del sector financiero, nos preguntamos si no ganan en exceso, cuando publican los resultados semestrales o anuales de sus utilidades.

No callemos, tenemos voz

Y los ciudadanos comunes y corrientes, ¿podemos hacer algo para controlar los excesos de las grandes empresas? No podemos ser pasivos, necesitamos que se  oiga nuestra voz de inconformidad. Los Bancos han empezado a oír las protestas cada vez más comunes, por los altos costos de los servicios financieros. Al principio pretendieron defenderlos; ahora han empezado, – algunos de ellos, – a publicar costosos avisos en la prensa, para anunciar cuáles de sus servicios son gratuitos. No callemos, que no es suficiente lo que están haciendo.

Mientras vivamos en un país democrático tenemos modo de hacer escuchar nuestra voz. No callemos. A veces nos dejamos llevar por el temor al qué dirán, a veces por la inclinación “a dejar así”. Eso quiere decir, “yo no me meto, no es asunto mío, que otros lo hagan”. En algunas organizaciones no se levanta la voz de inconformidad porque está por encima lo que a veces se entiende mal como lealtad con la institución, con el partido, con la organización. Bueno, esa lealtad mal entendida trabaja más bien en detrimento de lo que se pretende defender.

El daño de salir sin hablar y la lealtad mal entendida

Un influyente economista nacido en Berlín en 1915 y que en  los años 50 fue asesor del Departamento Nacional de Planeacion, en Bogotá, -el doctor Alberto O. Hirschman, – tiene una interesante teoría: sostiene él que mientras en la política hay voces que se dejan oír, no las hay en los mercados. En la política se dejan oír las voces de protesta cuando los ciudadanos están descontentos. En cambio en los mercados, la respuesta ante el descontento es calladamente “salir”, es retirarse. Sí, el comportamiento común en los mercados es retirarse, salir, no es hablar, no es expresar el  descontento.[2] Por ejemplo, si nos disgusta la atención en un restaurante nos salimos y seguramente no volvemos. Pocos dejan saber al dueño o al administrador la razón de su desagrado. Les aseguro, por experiencia, que en los negocios serios, agradecen que les digamos en qué cosas de su negocio no estamos contentos, examinan la situación y tratan de mejorar. Esa conducta no siempre la valoran lo suficiente en el comercio ni en las organizaciones en las que no tienen la política de escuchar. A la larga son negocios u organizaciones que declinan.

En mi época de instructor en temas de servicio al cliente, comentábamos a los participantes, que las empresas comerciales no se dan cuenta de lo que pierden cuando un cliente resuelve calladamente no regresar. Cuesta mucho esfuerzo hacer un cliente leal, y si se deja ir y ni siquiera se conoce por qué, se pierde ese esfuerzo que significa tiempo y dinero. Si queremos ayudar a mejorar algo, hablemos, aprendamos a hacerlo sin ofender.

Por lo que vamos viendo, sin conversión no parece posible que aceptemos vivir con más sencillez y sobriedad. Es más atractivo tener más para  comprar más y mejores cosas. Por eso, ahora en la Cuaresma nos invita la Iglesia a la limosna, el ayuno y la oración. Las tres cosas van en la misma dirección. La limosna nos hace pensar en las necesidades de nuestros hermanos que tienen menos que nosotros; el ayuno nos invita a sentir un poquito el hambre que millones de personas viven todo el día, todos los días, no sólo en Cuaresma, y la oración nos ayuda a unirnos al Señor y pedirle su gracia para vivir de acuerdo con sus enseñanzas.

¿Cómo conseguir que surja una generación de empresarios, de políticos, de gobernantes, que no piensen sólo en tener más?

Gente que esté motivada por razones superiores a tener más, a ganar más, que quieran vivir una vida más sencilla, para que los bienes alcancen para todos…

Sin duda hace falta la gracia que construya sobre la naturaleza humana, dotada por el Creador de atributos maravillosos de inteligencia, de creatividad, de deseos altos. Los empresarios, los políticos, los gobernantes no son seres sin redención. La carga del pecado original no nos hace completamente corruptos o si no, la encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús habrían sido inútiles. Por eso, no podemos ser pesimistas con el ser humano. Tiene en su esencia las calidades de imagen de Dios; con su ayuda es capaz de caminar hacia la perfección, de hacer las cosas bien, de vivir dignamente, de convertir al mundo en un lugar amable en  el cual es posible un trabajo creador, de hacer empresas humanas, para seres humanos, dispuestos a amar, a trabajar porque su familia y su mundo sean lugares de comunión, donde no haya lugar para la violencia ni la injusticia.

La pastoral con los poderosos es difícil, pero hay hacerla con esfuerzo y creatividad

Una oyente comentó en el programa anterior sobre la necesidad de que los gobernantes conozcan la DSI. Sí, a las personas que manejan los poderes no es fácil llegarles con la Palabra de Dios. Sus intereses los desentienden de lo único que debería interesarles: ¿cómo construir un mundo mejor? Comprendo que es un apostolado difícil el llegar a ellos. Pero la Iglesia es consciente de la necesidad de una pastoral que llegue precisamente a los líderes de opinión, que manejan el país, que manejan el mundo. Por eso en el documento final de la Conferencia Episcopal de Aparecida lo consignó en el N° 492 con estas palabras:

Una tarea de gran importancia es la formación de pensadores y personas que estén en los niveles de decisión. Por eso, debemos emplear esfuerzo y creatividad en la evangelización de empresarios, políticos y formadores de opinión, el mundo del trabajo, dirigentes sindicales, cooperativos y comunitarios.

Descontento con la manera de presentar la doctrina

En el N° 497 Aparecida hace algunas precisiones que nos deben llevar a la reflexión sobre el cumplimiento de la misión de discípulos misioneros. Entre otras cosas, dice:

Es necesario comunicar los valores evangélicos de manera positiva y propositiva. Son muchos los que se dicen descontentos, no tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino con la forma como ésta es presentada. Por eso, en la elaboración de nuestros planes pastorales queremos:

a) Favorecer la preparación de un laicado capaz de actuar como verdadero sujeto eclesial y competente interlocutor entre la Iglesia y la sociedad, y la sociedad y la Iglesia.

b) Optimizar el uso de los medios de comunicación católicos, haciéndolos más actuantes y eficaces, sea para la comunicación de la fe, sea para el diálogo entre la Iglesia y la sociedad.

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c) Rescatar el papel del sacerdote como formador de opinión.

En el N° 498, los obispos reunidos en Aparecida dicen que, aprovechando las experiencias de los Centros de Fe y Cultura o Centros Culturales católicos, tratarán de crear o dinamizar los grupos de diálogo entre la Iglesia y los formadores de opinión de los diversos campos. Y convocan a las Universidades Católicas para que sean cada vez más lugar de producción e irradiación del diálogo entre fe y razón y del pensamiento católico.


[1] Cf Benedicto XVI después del Ángelus, el domingo 27 de febrero 2011