Reflexión 159 – Juan Pablo II y Desarrollo Integral (6)

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¿Qué se requiere para conseguir un desarrollo integral y solidario?

Según la doctrina de Juan Pablo II, para lograr un desarrollo integral y solidario, es necesario que se cumplan tres condiciones: que el desarrollo que se busca no sea solamente un desarrollo material, económico, sino que tenga en cuenta las dimensiones humanas que superan las puramente materiales; se trata en este punto, de las relaciones entre los hombres y entre los pueblos. La segunda condición es trabajar en las relaciones hombre-naturaleza y el tercero, es el de la opción preferencial por los pobres. Un auténtico desarrollo integral requiere el trabajo en esos tres campos.

En palabras del Papa No sería verdaderamente digno del hombre un desarrollo que no respetara y promoviera los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los derechos de las Naciones y de los pueblos. Sería contradicción intrínseca del desarrollo, si éste fuera solamente económico. Dice Juan Pablo II que un desarrollo solamente económico subordina fácilmente a la persona humana y sus necesidades más profundas a las exigencias de la planificación económica o de la ganancia exclusiva. Juan Pablo II trata este punto especialmente en el N° 33 de Sollicitudo rei socialis..

Prioridades del capitalismo y del comunismo

En una política de desarrollo que tuviera en cuenta sólo el crecimiento económico, los derechos humanos, personales y sociales no tendrían especial importancia. En el desarrollo limitado a lo económico dominarían el individualismo o el colectivismo y se olvidaría a la gente. ¿A qué se refiere eso del individualismo y el colectivismo? Hay en el mundo actual dos maneras de enfocar el esfuerzo en conseguir un desarrollo económico: uno es el que se presenta en los países capitalistas que se orientan por el liberalismo económico; en ellos la prioridad es la ganancia, las utilidades de los particulares; los que manejan la economía enfocan sus esfuerzos a la obtención de ganancias, de utilidades; la consideración de las personas está por debajo del interés por el lucro.

Por otra parte, en los países colectivistas, – los comunistas, – los intereses del Estado están sobre los de las personas individuales. Se sacrifica a las personas, se conculcan sus derechos humanos personales, para alcanzar los objetivos que se buscan en la planificación general. El capitalista en ese caso es el Estado, sin embargo, la experiencia demuestra que también sus dirigentes se convierten en capitalistas a costa del pueblo. Aunque se supone que el comunismo se acabó con su fracaso en la que fue la Unión Soviética y sus países satélites, como el mundo tiene mala memoria, algunos gobernantes lo quieren revivir con otros nombres.

Señala el Papa el carácter moral de la conexión entre desarrollo auténtico y el respeto de los derechos del hombre, al afirmar que la verdadera dignidad del hombre no se alcanza explotando solamente la abundancia de bienes y servicios, o disponiendo de infraestructuras perfectas.

Los países en apariencia desarrollados

De acuerdo con esas consideraciones, los países desarrollados no se pueden considerar como tales solamente por su progreso material. El Papa señala lo que les falta a esas sociedades, en apariencia desarrolladas, que sobresalen por la abundancia de bienes y servicios y por disponer de infraestructuras perfectas.

En el mismo N°33 de Sollictudo rei socialis, dice Juan Pablo II que, todo resultará insatisfactorio y a la larga, despreciable, si no se respetan las exigencias morales, culturales y espirituales de los individuos y de las comunidades, exigencias que se fundan en la dignidad de la persona y en la dignidad propia de cada comunidad, empezando por la dignidad de la familia y de las sociedades religiosas. Se pueden conseguir muchos bienes, se puede contar con abundantes recursos técnicos, para facilitar la vida diaria y se puede llegar a un aceptable nivel de bienestar material, pero a pesar de la abundancia de bienes materiales, si la vida gira sólo alrededor de la posesión de bienes materiales, a la larga la gente se siente insatisfecha, siente que su vida, en medio de la bundancia, está vacía.

El ser humano, imagen de Dios, no está hecho para satisfacer sus deseos sólo con bienes materiales. No adquiere su perfección con la posesión de bienes externos. La persona no es mejor por el tamaño de su casa, por la belleza de sus muebles, por el modelo de su carro, la marca de su ropa o por el saldo de su cuenta en el Banco.

La verdadera jerarquía de valores

El Papa nos recuerda que el Señor llama la atención sobre la verdadera jerarquía de valores, es decir sobre el orden de importancia de las cosas, cuando advierte en el Evangelio: «¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?» (Mt 16, 26). Con esas palabras aparece esta sentencia de Jesús, en la versión oficial de la encíclica Sollicitudo rei socialis y en la Biblia de Jerusalén. [1] Naturalmente cuando el Señor habla de arruinar la vida se refiere a arruinar la verdadera vida que es lo mismo que perder la vida eterna.

Nos preguntamos ¿qué más se requiere para que el desarrollo esté de acuerdo con las exigencias propias del ser humano y para que el desarrollo sea un verdadero desarrollo, y no se reduzca a contar con abundancia de bienes y de recursos técnicos, aplicados a la vida diaria y de gozar de un cierto nivel de bienestar material?

En Juan Pablo II encontramos las respuestas; empieza por definir el papel de los responsables del desarrollo. Nos dice que, en primer lugar, cuantos intervienen directamente en el proceso de desarrollo y son sus responsables, deben actuar con viva conciencia del valor de los derechos de todos y de cada uno así como de la necesidad de respetar el derecho de cada uno a la utilización plena de los beneficios ofrecidos por la ciencia y la técnica.

La ciencia y la técnica al alcance de todos

Nos enseña esta muy interesante doctrina católica que dentro de los derechos de todos está el derecho de la utilización plena de los beneficios de la ciencia y la técnica, en palabras de Juan Pablo II en el N° 33 de Sollicitudo rei socialis.

Esta doctrina de Juan Pablo II sobre el derecho de todos a la utilización plena de los beneficios ofrecidos por la ciencia y la técnica, es una elaboración de la doctrina social de Pío XII, para quien, la clave de la D.S.I. es la concepción de la persona humana, al servicio de la cual tienen que estar tanto los sistemas económicos, como las instituciones sociales y los regímenes políticos. [2] La persona humana, como la concibe el cristianismo, es el centro de la vida económica. Como hemos mencionado en otras oportunidades, la economía debe estar al servicio del ser humano y no el ser humano al servicio de la economía.

Las personas antes que la economía

No se puede sacrificar a las personas para, a su costa, lograr un desarrollo exclusivamente material, económico. Un ejemplo práctico de lo que no se debe hacer, es la modificación de la ley laboral que aprobó el Congreso de Colombia, por la cual se disminuyó el salario de los trabajadores en beneficio de las empresas, se modificó el concepto de contrato laboral, antes muy estricto, y se cambió por un contrato de servicios. Se defendió esa ley, afirmando que, al reducir a las empresas sus gastos laborales, abrirían nuevos puestos de trabajo. Los trabajadores que laboraban horas extras vieron cómo se reducían sus ingresos y los trabajadores se convirtieron en los ahora llamados “contratistas”. Estos trabajadores sufren un trato discriminatorio, frente a los que, como un privilegio, están vinculados por un contrato laboral. Antes de la modificación de la ley ese era un normal privilegio de todos. De esa manera Colombia se dejó contagiar de los países capitalistas de otras latitudes; se perdió así solidaridad y una manera de administrar los bienes de manera que se distribuyan con equidad y no se concentren en unos pocos.

El derecho al que se subordina la propiedad

En el radiomensaje llamado La solennità, del día de Pentecostés de 1941, en el cincuentenario de la encíclica Rerum novarum, Pío XII expuso la doctrina católica sobre algunos valores fundamentales de la vida social; entre ellos señaló el del uso de los bienes materiales: el derecho al que se subordinan la propiedad y el comercio, el papel del Estado, la economía y la distribución de la riqueza. Dejó el Papa afirmada de manera clara, la prioridad absoluta del destino común de todos los bienes creados. Dios creó los bienes de la naturaleza para todos, no en beneficio de sólo algunos.

Fue un gran avance. En la Rerum novarum León XIII había aclarado la doctrina sobre el derecho a la propiedad privada. Era necesario hacerlo porque en ese momento se trataba de un punto central en la controversia con el socialismo. En su mensaje en la solemnidad de Pentecostés, Pío XII afirmó el principio general del uso de los bienes materiales al alcance de todos.[3] La persona humana es administradora de los bienes que recibe, no dueña absoluta. Es una doctrina que muchos no conocen; por eso no es extraño escuchar a algunos que dicen: Es mi dinero y puedo hacer con él lo que quiera.

Que se deban respetar los derechos de todos y de cada uno así como el derecho de cada uno a la utilización plena de los beneficios ofrecidos por la ciencia y la técnica tiene implicaciones en las políticas de trabajo, de salud, de educación; el Estado, que se supone vela por el bien común, debe poner los medios para que los beneficios de la ciencia y de la técnica sean derechos al alcance de todos.

No sólo los derechos individuales; también los derechos de los grupos y de los pueblos

Nos enseña Juan Pablo II que el respeto a los derechos de todos no se refiere sólo a los derechos individuales sino a los derechos de los grupos y de los pueblos. En lugar privilegiado se encuentra el grupo primario que es la familia. Sus derechos son inviolables. Además de la familia, ¿a los derechos de qué otros grupos se refiere Juan Pablo II?

Sin duda, cuando el Santo Padre menciona los derechos de los grupos y de los pueblos, tiene en cuenta a los diversos grupos étnicos que conservan su propia identidad cultural y están dispersos por el mundo, y también a otros grupos, como vamos a ver.

En el documento final de la Conferencia episcopal de Aparecida, se menciona la riqueza y la diversidad cultural de los pueblos de América Latina y el Caribe. Reconoce que en nuestra región existen diversas culturas indígenas, afroamericanas, mestizas, campesinas, urbanas y suburbanas. En el N° 55 menciona Aparecida en qué se caracteriza cada una de esas culturas.

Por cierto llama la atención que la Conferencia Episcopal de Aparecida, cuando menciona la diversidad de culturas de nuestra región, incluye a todos los grupos; no excluye a nadie. Menciono esto porque por la actitud de algunos, a veces pareciera que las únicas culturas que se deben proteger son las indígenas. Quizás se pueda entender esto por el largo tiempo en que nuestros pueblos indígenas fueron olvidados; sin embargo ellos y los demás grupos tienen igualmente derechos que se deben respetar y tienen culturas propias que nos pueden enriquecer a todos. Sin duda los primeros grupos que debemos mencionar, cuando se habla de proteger los derechos de los grupos y de los pueblos, son los grupos de los que sufren.

Los rostros de quienes sufren

La Iglesia en su Conferencia Episcopal de Aparecida nos invita a contemplar los rostros de quienes sufren. Dice que Entre ellos, están las comunidades indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con igualdad de condiciones; muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación económica(…), jóvenes, que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado de trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal (…) (Aparecida 65).

No se puede hablar de programas de desarrollo serios, si no incluyen, de modo especial, a todos los grupos menos favorecidos. Sus necesidades no se satisfacen con solo programas asistenciales ni con un desarrollo únicamente material. Un ejemplo claro de las limitaciones de un desarrollo solo material, es el de la educación en nuestro medio, que pone su mayor énfasis en dotar a los estudiantes de buenos edificios para el funcionamiento de sus colegios, – lo cual está bien, – pero se debe hacer mayor esfuerzo por mejorar la calidad de los profesores y de su orientación pedagógica y humana que en muchos son mediocres. Otros casos llaman la atención: hay escuelas, en las zonas rurales, a las cuales han dotado ya de una buena conexión de internet pero, o no tienen computadores adecuados o suficientes para utilizarla o los maestros no están entrenados en su uso.

La cultura mestiza

Aparecida, en el N° 56, tiene en cuenta a la cultura mestiza, que es la más extendida en nuestra región. Afirma que esa cultura ha buscado en medio de contradicciones sintetizar a lo largo de la historia estas múltiples fuentes culturales originarias, facilitando el diálogo de las respectivas cosmovisiones y permitiendo su convergencia en una historia compartida. A esta complejidad cultural habría que añadir también la de tantos inmigrantes europeos que se establecieron en los países de nuestra región.

Todas esas diversas culturas, dice el documento de Aparecida, coexisten en condiciones desiguales con la cultura globalizada. Ellas exigen reconocimento y ofrecen valores que constituyen una respuesta a los antivalores de la cultura que se impone a través de los medios de comunicación de masas. Menciona los siguientes valores que ofrecen las diversas culturas: Comunitarismo, valoración de la familia, apertura a la trascendencia y solidaridad.

El alcance de esta doctrina es muy amplio; el desarrollo debe respetar no sólo los derechos de los individuos y de la familia, sino que debe tener en cuenta el respeto a la identidad de los pueblos y a su libre iniciativa, y no sólo en el campo económico, sino también en el político y en el cultural. Este último, – el cultural, – se considera uno de los derechos básicos del desarrollo.

Los invito a leer completo el N° 33 de Sollicitudo rei socialis. Aquí vamos a leer sólo unas líneas:

En el orden interno de cada Nación, es muy importante que sean respetados todos los derechos de la familia, como comunidad social básica o «célula de la sociedad»; la justicia en las relaciones laborales; los derechos concernientes a la vida de la comunidad política en cuanto tal, así como los basados en la vocación trascendente del ser humano, empezando por el derecho a la libertad de profesar y practicar el propio credo religioso.

Derechos de los pueblos en el ámbito internacional

Dice Juan Pablo II:

En el orden internacional, o sea, en las relaciones entre los Estados (…), es necesario el pleno respeto de la identidad de cada pueblo, con sus características históricas y culturales. Es indispensable además, como ya pedía la Encíclica Populorum progressio que se reconozca a cada pueblo igual derecho a «sentarse a la mesa del banquete común»,[4] en lugar de yacer a la puerta como Lázaro, mientras «los perros vienen y lamen las llagas» (cf. Lc 16, 21).

Tanto los pueblos como las personas individualmente deben disfrutar de una igualdad fundamental [5] sobre la que se basa, por ejemplo, la Carta de la Organización de las Naciones Unidas: igualdad que es el fundamento del derecho de todos a la participación en el proceso de desarrollo pleno. Para ser tal, el desarrollo debe realizarse en el marco de la solidaridad y de la libertad, sin sacrificar nunca la una a la otra bajo ningún pretexto.

El cristiano (…), educado a ver en el hombre la imagen de Dios, llamado a la participación de la verdad y del bien que es Dios mismo, no comprende un empeño por el desarrollo y su realización sin la observancia y el respeto de la dignidad única de esta imagen. En otras palabras, el verdadero desarrollo debe fundarse en el amor a Dios y al prójimo, y favorecer las relaciones entre los individuos y las sociedades. Esta es la « civilización del amor », de la que hablaba con frecuencia el Papa Pablo VI.

Hemos visto ampliamente el campo de las relaciones entre los hombres y entre los pueblos en el que es necesario trabajar, si de veras se quiere conseguir un desarrollo integral. En síntesis podemos decir que para que el desarrollo sea humano, debe atender todas las dimensiones del hombre y no sólo la material. Esas dimensiones se expresan en la dignidad de la persona humana. Podemos repetir la doctrina de Pío XII, según la cual la clave de la D.S.I. es la concepción de la persona humana. Por su parte, Juan Pablo II resume las condiciones para un desarrollo equilibrado el que se realice en el marco de la solidaridad y de la libertad, sin sacrificar nunca la una a la otra bajo ningún pretexto (SRS 33h).

Las relaciones hombre-naturaleza

El segundo campo de trabajo para lograr un desarrollo auténtico es el de las relaciones hombre-naturaleza. Este es un tema nuevo en Sollicitudo rei socialis, que no se toca en Populorum progressio.[6] El verdadero desarrollo requiere el equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Juan Pablo II en el N° 34 de Sollicitudo rei socialis denuncia el desequilibrio existente como una consecuencia más del desarrollo entendido solamente en términos económicos. Vemos por eso que los países más contaminadores y los que tienen mayor responsabilidad en la destrucción de la capa de ozono, son los países más industrializados, entre ellos, los Estados Unidos, China, Rusia y Alemania.

Nos enseña Juan Pablo II, que una exigencia moral del desarrollo es el respeto por los seres que constituyen la naturaleza visible. Además de las razones morales para ese respeto, se trata también de razones de orden práctico. Una de esas razones, es que los recursos no renovables (es decir los recursos que una vez consumidos se agotan), de manera que son recursos limitados y si no se toman medidas oportunas, se pone en juego la superviviencia de nuestros descendientes. Juan Pablo II nos recuerda también los principios éticos y religiosos al respecto.

Una de éstas (exigencias morales) impone sin duda límites al uso de la naturaleza visible. El dominio confiado al hombre por el Creador no es un poder absoluto, ni se puede hablar de libertad de « usar y abusar », o de disponer de las cosas como mejor parezca. La limitación impuesta por el mismo Creador desde el principio, y expresada simbólicamente con la prohibición de «comer del fruto del árbol» (cf. Gén 2, 16 s.), muestra claramente que, ante la naturaleza visible, estamos sometidos a leyes no sólo biológicas sino también morales, cuya transgresión no queda impune. Una justa concepción del desarrollo no puede prescindir de estas consideraciones —relativas al uso de los elementos de la naturaleza, a la renovabilidad de los recursos y a las consecuencias de una industrialización desordenada—, las cuales ponen ante nuestra conciencia la dimensión moral, que debe distinguir al desarrollo.[7]

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Según la Biblia de Jersulaén: Este loguion, (sentencia, aforismo) y los que le siguen, juegan de forma paradógica con dos etapas de la vida humana: presente y futura. El griego “psixé”, equivalente aquí al hebreo “nefês”, combina los tres sentidos de vida, alma, persona.”

La Comisión Bíblica Pontificia declaró el 1 de julio de 1933, que no se puede admitir la interpretación de que el Señor hablara sólo de la vida terrena y no de la vida eterna  pues esa interpretación es contraria al sentido de las palabras del texto, a todo el contexto y a la unánime interpretación católica.

Cuando la encíclica utiliza en su versión oficial en español la expresión: “vida”, y no “alma”, debemos entender que se refiere a la vida eterna y no a la vida terrenal del hombre.  Ni Juan Pablo II ni sus traductores oficiales  se podían apartar de la interpretación católica. No es correcto interpretar la palabra “vida” como sólo “vida terrena”; es correcto utilizarla si se entiende como la verdadera vida, que es la eterna.

[2] Cf Ildefonso Camacho, Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, La Doctrina Social de Pío XII, Pg 197. Véase allí La doctrina sobre la propiedad, Pg 72ss

[3] Ibid Pg 195

[4] Cf. Carta Encíc. Populorum Progressio, 47: l.c., p. 280: « … un mundo donde la libertad no sea una palabra vana y donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico ».

[5] Cf. Ibid., 47: l.c., p. 280: « Se trata de construir un mundo donde todo hombre, sin excepcion de raza, religión o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, emancipado de las servidumbres que le vienen de la parte de los hombres … », cf. también Conc. Ecum. Vatic. II, Const. past Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 29. Esta igualdad fundamental es uno de los motivos básicos por los que la Iglesia se ha opuesto siempre a toda forma de racismo.

[6] Cf Ildefonso Camacho, opus cit. Pg 521

[7] Cf. Homilía en Val Visdende (12 de julio de 1987), 5: L’Osservatore Romano, edic. en lengua española, 19 de julio de 1987; Pablo VI, Carta Apost. Octogesima adveniens (14 de mayo de 1971), 21: AAS 63 (1971), pp. 416 s.