Reflexión 160 – ¿Hay solidaridad en medio del hambre?

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Solidaridad: terreno común de creyentes y no creyentes

 

En los dos reflexiones anteriores vimos que, de acuerdo con la doctrina de Juan Pablo II, para lograr un desarrollo integral y solidario, es necesario que el desarrollo se dirija al ser humano completo, por eso se habla de desarrollo integral; no es suficiente un desarrollo que busque solamente el crecimiento material, económico, sino que es necesario abarcar todas las dimensiones humanas, incluyendo las  que superan las puramente materiales.

 

El núcleo de la encíclica Sollicitudo rei socialis, en español La preocupación social de la Iglesia, es una llamada a la solidaridad, llamada que se dirige a los creyentes y a los no creyentes. Juan Pablo II busca en la solidaridad un terreno común en el que todos los hombres de buena voluntad, creyentes y no creyentes,  puedan juntar sus esfuerzos para trabajar por un auténtico desarrollo de la humanidad.[1]

 

 

Ya hemos visto en qué sentido Juan Pablo II convoca a la solidaridad. En el N° 38 de su encíclica,  la define  cuando dice que la solidaridad “…no es un sentimiento de vaga compasión o enternecimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Dice el Papa que la solidariad Es, al contrario, la determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien común, por el bien de todos y cada uno, porque todos somos verdaderamente responsables de todos.”

De modo que ser solidario no es quedarse en palabras de simpatía o compasión. La solidaridad supone un compromiso por el bien común, por el bien de cada una de las personas que sufren. Si tenemos en cuenta esa explicación de lo que es solidaridad, ¿cómo quedaríamos cada uno de nosotros, en un examen de conciencia sobre esa virtud?

 

 

Nuestra época no es de solidaridad sino de competencia, egoísmo, ambición

 

Repasemos una vez más estas ideas de Juan Pablo II porque estamos viviendo en una época en que más que la solidaridad  reinan la competencia, el egoísmo y la ambición. El mundo ignora el sufrimiento de los que padecen hambre y desnutrición. Tiene hoy mucha gente la actitud de las personas que vieron al herido a la orilla del camino y pasaron de largo. Jesús las describió en  la parábola del Buen Samaritano como personas de autoridad. Hoy las autoridades mundiales siguen su camino sin mirar a los que sufren hambre. Les importa sólo el interés de sus propias organizaciones, llámense países o empresas.

 

 

Acaba de terminar en Roma la Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria.[2]Brillaron allí por su ausencia los jefes de gobierno de los países poderosos; precisamente los que tienen en sus manos el poder para acabar con el flagelo de hambre. Se refleja allí el desinterés por los más necesitados; los ignoran quienes tienen en sus manos las decisiones políticas que de verdad pueden cambiar el mundo. En el momento de la crisis económica mundial, en cambio, sí estuvieron todos presentes.

 

 

Benedicto XVI, con motivo de esa cumbre sobre la seguridad almentaria, visitó en Roma, la sede de   la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Las  palabras del Papa, en esa visita  nos deben poner a pensar a todos. Ojalá los poderosos de la tierra tengan tiempo para escucharlo. Leamos algunos apartes de su discurso:

 

 

“La comunidad internacional esta afrontando en estos años una grave crisis económico-financiera. Las estadísticas muestran un incremento dramático del número de personas que sufren el hambre y a esto contribuye el aumento de los precios de los productos alimenticios, la disminución de las posibilidades económicas de las poblaciones más pobres, y el acceso restringido al mercado y a los alimentos. Y todo esto, mientras se confirma que la tierra puede nutrir suficientemente a todos sus habitantes”.

 

El hombre al servicio de la economía

 

 

Empieza el Santo Padre con su observación sobre la grave crisis económico-financiera que afronta ahora el mundo. Para ayudar a los Bancos e Industria a salir de la crisis, los gobiernos de los EE.UU. y de Europa invirtieron enormes cantidades de dinero. Es verdad que eso pudo salvar a debilitadas organizaciones, otrora muy poderosas y con ellas centenares de empleos, sin embargo no se vió un esfuerzo comparable para ayudar a los países pobres que sufren las consecuencias de la crisis. No es transparente que el interés sea  por la gente que sufre, sino por los pocos que lo tienen todo como dueños de las grandes empresas. No es la economía al servicio del hombre, sino el hombre al servicio de la economía.

 

No hay una relación de causa-efecto  entre el incremento de la población y el hambre

 

 

Sobre la crisis alimentaria que debería encontrar respuestas generosas en el mencionado Foro de Roma, Benedicto XVI observa con toda razón:

 

 

“… si bien en algunas regiones se mantienen bajos niveles de
producción agrícola a causa también de cambios climáticos, dicha producción es globalmente suficiente para satisfacer tanto la demanda actual, como la que se puede prever en el futuro. Estos datos indican que no hay una relación de causa-efecto  entre el incremento de la población y el hambre, lo cual se confirma por la deplorable destrucción de excedentes alimentarios/ en función del lucro económico”. 

       

Se suele atribuir el hambre al incremento de la población. El Papa observa que la producción mundial es suficiente para satisfacer las necesidades actuales y la que se pueden predecir en el futuro. De manera que el hambre y la desnutrición se deben, no a que no haya alimentos suficientes, sino a su mala distribución en el mundo. Una prueba es que hay países donde se destruyen alimentos para sostener los precios y se desperdician en los hogares y restaurantes. El afán de lucro está por encima del hambre de nuestros hermanos… La solidaridad parece inexistente o hay que calificarla con una nota muy baja. Razón tiene la Iglesia en sus insistentes llamadas a la solidaridad. Continuemos con las palabras de Benedicto XVI:

 

 

“En la Encíclica “Caritas in veritate”, he señalado que (…) falta un sistema de instituciones económicas capaces, tanto de asegurar que se tenga acceso al agua y a la comida de manera regular y adecuada desde el punto de vista nutricional, como de afrontar las exigencias relacionadas con las necesidades primarias y con las emergencias de crisis alimentarias reales…”.

 

Instituciones internacionales sin responsabilidad ni poder

 

 

Es triste, pero no existen ni en los países individualmente considerados ni en las organizaciones internacionales, como la ONU o la Unión Europea, instituciones que tengan la responsabilidad  y el poder de asegurar a todos el acceso a la comida y al agua de manera regular y adecuada. Prueba de la ineficacia de esa clase de instituciones, – cuando existen, – es el pobrísmo resultado de la Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria, que se acaba de celebrar. Los comentarios de la prensa mundial lo dicen todo.

 

 

Por su parte, Benedicto XVI, en su visita a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la alimentación  dijo:

 

 

“En cierto sentido, la convocatoria de esta Cumbre es ya un testimonio de la debilidad de los actuales mecanismos de la seguridad alimentaria y la necesidad de una revisión de los mismos”.

 

“Grandes líderes del mundo desprecian cumbre del hambre”

 

 

Fueron pobres y sin ninguna utilidad  práctica los resultados de la pasada cumbre sobre el hambre. Un diario colombiano[3] tituló en su primera página: “Grandes líderes del mundo desprecian cumbre del hambre” e informa que el único de esos jefes de Estado que se hizo presente fue el de Italia, porque la reunión se celebró en Roma.

 

 

Las cifras sobre hambre en el mundo, presentadas en la cumbre de Roma, deberían haber convocado a una masiva solidaridad de las naciones y de los particulares. Entre el año 2008 y este año 2009, el número de personas afectadas por el hambre en el mundo aumentó de 850 millones a 1.020 millones. A pesar de esa cifra, que debería conmover, los representantes de las naciones reunidas en Roma se redujeron a una decepcionante declaración, que ni destina fondos concretos para mitigar el hambre ni asume compromisos. El director de la FAO, el señor Jacques Diouf hizo público su ayuno de 24 horas para sensibilizar a la opinión  y pidió inversiones de 44.000 millones de dólares anuales para resolver la tragedia del hambre. Fue un llamamiento a la solidaridad que ignoraron los países que están en capacidad de resolver el problema del hambre en los países pobres.

 

 

La declaración de la reunión es realmente decepcionante, pues sólo dice que se comprometen a adoptar medidas encaminadas a erradicar de  manera definitiva el hambre lo antes posible, pero no establece concretamente de qué medidas se trata, ni fija una fecha  precisa ni otorga fondos especiales para lograr lo que así se convierte en apenas un vago deseo, no en un compromiso.

 

 

Es muy grave que los expertos de la ONU no sólo crean que no se logrará el objetivo del milenio, de reducir a la mitad el número de personas con hambre para el año 2015, sino que ya se anuncie que la meta sería inalcanzable por lo menos hasta el año 2040. Durante los 30 años que faltan,  ¿cuántos seres humanos habrán muerto  por causa del hambre o de la desnutrición?

 

Resultados”famélicos” de la cumbre de seguridad alimentaria 2009

 

 

Alguna agencia de noticias calificó de “Famélicos” los resutados de la Cumbre de Roma, otros los tildaron de “Nulos”, porque fueron sólo palabras vacías, sin decisiones prácticas. Hace nueve años los países  miembros de la ONU, aprobaron los llamados Objetivos del Milenio, entre los cuales se encontraba la decisión de reducir a la mitad el número de hambrientos en el mundo para el año 2015,  y además aprobaron lograr el pleno empleo y la enseñanza primaria universal para la población mundial. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el gobierno estadounidense relegó el cumplimiento de esos objetivos a un lugar secundario y fijó como prioridad absoluta lo que llamó la guerra contra el terrorismo. La mayor parte de los gobiernos tomaron ese mismo camino y el desarrollo humano, social y económico se quedó en palabras, en buenos deseos. Se acepta ya con resignación que los objetivos del milenio no se alcanzarán para el año 2015 como se había pretendido.

 

Con menos de la mitad de las ayudas contra la crisis financiera, podrían solucionar el hambre

En la reciente cumbre de Roma sobre seguridad alimentaria, hubo voces de presidentes suramericanos que se manifestaron a favor de verdaderas decisiones para combatir el hambre; por ejemplo el presidente del Brasil, afirmó que el hambre parece ser invisible para muchos Gobiernos, que, con menos de la mitad de sus ayudas contra la crisis financiera, podrían solucionar este problema. Si ese dato es cierto, que con la mitad de las ayudas que los gobiernos poderosos utilizaron para enfrentar la crisis financiera, se solucionaría el hambre y la desnutrición en el mundo, es incomprensible, es inhumana, la falta de solidaridad con los que padecen hambre. Dios les tomará en cuenta de su desempeño como administradores de los bienes que Él dio para todo el mundo y los encontrará faltos.

 

 

El Papa Benedicto XVI, denunció el riesgo de que el hambre llegue a ser considerado como parte de la realidad de los países más pobres; es decir que la situación del hambre llegue a mirarse como algo normal y aceptable. Afirmó el Papa que no se puede continuar aceptando la opulencia y el derroche “cuando el drama del hambre es cada vez mayor”. El comportamieto de las más poderosas naciones de la tierra está muy lejos de la solidaridad, que, – recordemos, – Juan PabIo II definió como, la determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien común, por el bien de todos y cada uno, porque todos somos verdaderamente responsables de todos.

 

No tratar a los alimentos como cualquier mercancía

 

En su discurso  en la sede de la  FAO, Benedicto XVI[4] planteó que a los alimentos se les debe dar – en la economía y en los mercados – un trato diferente a como  se manejan los demás productos de consumo. Dijo el Papa:

 

 

“Hay que oponerse igualmente a  recurrir a ciertas formas de subvenciones que perturban gravemente el sector agrícola, la persistencia de modelos alimentarios orientados al mero consumo y que se ven privados de una perspectiva más amplia, así como el egoísmo, que permite a la especulación / entrar incluso en los mercados de los cereales, tratando a los alimentos con el mismo criterio que cualquier otra mercancía”.

En los convenios comerciales, el trato a los alimentos no debe ser el mismo de las mercancías que no son elementos de primera necesidad. Mientras las relaciones entre los países se guíen por el egoísmo y el afán del lucro, se seguirá ignorando el hambre de los demás. La globalización sería excelente, si se globalizara el acceso fácil a los alimentos. Qué distinta sería la vida, si la tierra se tratara como el gran campo entregado por Dios para el sostenimiento de todos. El egoísmo, la avaricia y el afán de lucro nos han hecho malos administradores de la herencia común. La solución de esta situación requiere un corazón grande en todos, para que no maneje cada país, el terreno que le ha correspondido como su finca particular, cercada para que sea inaccesible a los otros. Es éste un ideal inalcanzable, sin una profunda conversión al amor. La fuerza, la violencia no lo consiguen.

 

¿Considerar el hambre con resignada amargura e indiferencia?

 

 

Volvamos a las palabras de Benedicto XVI en su discurso en la FAO. Sobre el papel de las naciones en el contexto internacional de pueblos con hambre, dijo el Papa:

 

 

“Existe el riesgo de que el hambre se considere como algo estructural, parte integrante de la realidad socio-política de los países más débiles, objeto de un sentido de resignada amargura, si no de indiferencia.

 

 

Como si en el trato a los países en vías de desarrollo, se adoptara la actitud: “es que ellos son así, no tienen remedio, no se procupe por eso; déjelos que se las arreglen”.  El Papa continúa:

 

 

No es así, ni debe ser así. Para combatir y vencer el hambre es esencial empezar por redefinir los conceptos y los principios aplicados hasta hoy en las relaciones internacionales, así como responder a la pregunta: ¿qué puede orientar la atención y la consecuente conducta de los Estados respecto a las necesidades de los últimos? (de los países más débiles)

La respuesta no se encuentra en la línea de acción de la cooperación, sino en los principios que tienen que inspirarla: sólo en nombre de la común pertenencia a la familia humana universal se puede pedir a cada pueblo, y por lo tanto a cada país, ser solidario, es decir, dispuesto a hacerse cargo de responsabilidades concretas ante las necesidades de los otros, para favorecer un verdadero compartir fundado en el amor”.

 

Como sabemos, la D.S.I. no pretende ofrecer soluciones técnicas a los problemas del desarrollo, sino los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices de acción[5] como base para promover un humanismo integral integral y solidario (Compendio de la D.S.I., 7).

 

 

Para los no creyentes, argumentos éticos y jurídicos

Para los creyentes, además, argumentos de fe

 

Podemos observar que en esa línea va el pensamiento, tanto de Juan Pablo II como de Benedicto XVI. Sigamos con el discurso de Benedicto en la FAO, quien no sólo se dirige a los católicos, sino a los miembros de la ONU, que, no pocos ni siquiera son creyentes, de manera que les presenta la necesidad de regirse dentro de un marco ético y jurídico en la búsqueda de la eliminación del hambre en el mundo. A los creyentes en Jesucristo nos presenta además argumentos de fe.

 

 

El Santo Padre pidió que se facilite a los productos provenientes de los países pobres, el acceso al mercado  internacional. Hoy nuestros países tienen que vender sus productos al precio que determinen los países ricos y les ponen trabas para su comercialización. A ellos nuestros países deben comprar sus productos terminados al precio que ellos fijan. Colombia, por ejemplo, está desde hace varios años negociando con la Unión Europea la reducción de los aranceles que ponen al banano.

 

 

El Papa dice que las reglas del comercio internacional no se deben regir por la lógica del lucro, como un fin en sí mismo. Se debe favorecer la iniciativa de los países más necesitados de desarrollo, los cuales al disponer de mayores ingresos podrán llegar a ser autosuficientes. Sería el preludio de la seguridad alimentaria.

 

Benedicto XVI afirmó que entre los derechos fundamentales de la persona se

 

 

“destaca el derecho a una alimentación suficiente, sana y nutritiva, y el derecho al agua; éstos revisten un papel importante en la consecución de otros derechos, empezando por el derecho primario a la vida”.

Ecología y problema del hambre

 

El cuidado del medio ambiente incide también en el problema del hambre. Dijo el Papa que se debe analizar la relación entre el desarrollo y el cuidado del medio ambiente, y añadió que no son suficientes las normas y planes de desarrollo de los Estados, sino que hace falta un cambio en los estilos de vida personales y comunitarios, en el consumo y en las necesidades  y que  (…) Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros.

Nos advirtió que es una contradicción entre lo que se piensa y lo que se hace en la práctica, una incoherencia que envilece a la persona y daña al ambiente y a la sociedad, cuando  se separan los deberes con el medio ambiente de los que tenemos con las personas. Es que los seres humanos se ven afectados por la calidad de la naturaleza de donde toman el aire, el agua, los alimentos.

 

 

Terminemos hoy con  esta declaración de Benedicto XVI:

 

 

“El hambre es el signo más cruel y concreto de la pobreza. No es posible continuar aceptando la opulencia y el derroche, cuando el drama del hambre adquiere cada vez mayores dimensiones.

 (…) La Iglesia Católica estará atenta siempre a los esfuerzos para vencer el hambre; trabajará por sostener, con la palabra y con las obras, la acción solidaria -programada,  responsable y regulada- que los distintos componentes de la Comunidad internacional estén llamados a emprender. La Iglesia no pretende interferir en las acciones políticas; ella, respetuosa del saber y de los resultados de las ciencias, así como de las decisiones determinadas por la razón cuando son responsablemente iluminadas por valores auténticamente humanos, se une al esfuerzo por eliminar el hambre”.

 

 

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Ildefonso Camacho, Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Pg 517

[2] Se celebró del 16 al 18 de noviembre de 2009.

[3] El Tiempo, lunes 16 de noviembre 2009, Pg 1

[4]  Cf  WEB, BXVI-VISITA FAO/CUMBRE ALIMENTARIA/VIS 091116 (1400)

 

[5]  La metodología VER-JUZGAR-ACTUAR es coherente con este planteamiento.