Reflexión 206-Caritas in veritate, Cap. III. Valor del dinero

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MISIÓN DE LA EMPRESA

Hemos dedicado algún tiempo ya a reflexionar sobre la misión que tienen las empresas, de acuerdo con la DSI, como nos enseña Benedicto XVI en su encíclica Caridad en la verdad. El Santo Padre hace énfasis en que se debe revisar lo que se piensa sobre la razón de ser de las empresas, que no pueden tener cómo único objetivo el ganar dinero, – cada vez más dinero, – olvidando que las empresas tienen también una responsabilidad social con las personas que contribuyen a la vida de cada compañía, es decir que también corresponde a las empresas trabajar por los intereses de sus trabajadores, de sus clientes, de sus proveedores, en fin, los intereses de la comunidad donde la empresa desarrolla sus actividades. Mucho menos las empresas pueden aprovechar en su propio beneficio su posición dominante, contra los derechos de sus trabajadores, de sus clientes, de sus proveedores ni de la comunidad donde desarrollan sus actividades.

¿Son extrañas las ideas de Caritas in veritate sobre la economía?

Es importante recalcar la importancia de la responsabilidad social de las empresas, porque nos ha invadido el criterio de que si tenemos un negocio es sólo para ganar dinero y se tiende a olvidar las obligaciones con la comunidad. Para algunos de los oyentes que tienen sus propios negocios, estas ideas pueden parecer por lo menos extrañas. Los invito a que no las desechen sin meditarlas en el contexto de las exigencias del Evangelio y sin duda van a descubrir que estas enseñanzas ponen de relieve un aspecto que engrandece su trabajo, que no tiene un objetivo egoísta, sino que existe para su bien y el bien de la sociedad.

Necesidad de inyectar cristianismo al capitalismo

Las reflexiones sobre el N° 40 de la encíclica Caridad en la verdad,  nos han llevado a considerar la necesidad de repensar la teoría económica del capitalismo, en la búsqueda de un nuevo camino, inyectando a esa teoría el ingrediente cristiano de la actitud abierta al don. No es fácil conseguir que piensen distinto personas que dedican su vida a construir un negocio y que siempre se han guiado por la idea de que el fin de su negocio es obtener cada vez más ganancias en su propio beneficio. No es fácil que abran campo al pensamiento de compartir sus beneficios con sus trabajadores, de permitir que los guíe  el criterio cristiano del don, de la actitud que lleve también a dar y no sólo a vender, a pensar con la lógica cristiana del don y no se orienten sólo a cambiar sus bienes o servicios por dinero. En una palabra, para quien acepta el pensamiento capitalista casi como un dogma, cambiar a un pensamiento basado en el Evangelio, en lo que se refiere al manejo de sus bienes, requiere una conversión.

El pensamiento cristiano no es sólo para el domingo

Comprendamos que la coherencia, que significa vivir una sola vida, no dos, ni tres, según el escenario donde nos movamos, es una exigencia del Evangelio. No podemos dejar la práctica del Evangelio únicamente para el momento en que nos recogemos a orar o para cuando vamos a cumplir con el precepto dominical.

En su mensaje para la Cuaresma, de este año 2011, Benedicto XVI nos pone a pensar sobre el significado de la limosna, una de las prácticas tradicionales que nos recomiendan como preparación para la Pascua, junto con la oración y el ayuno. De esas prácticas nos dice el Santo Padre que son expresiones del compromiso de conversión, por las cuales la Cuaresma educa para  vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo”.

Significado social de la Limosna y el Ayuno

Veamos lo que el Santo Padre dice de la práctica de la limosna y del ayuno. Veremos que esto tiene que ver con el tema del el manejo de los bienes que ahora nos ocupa en el estudio de la encíclica Caridad en la verdad. Dice en su mensaje cuaresmal el Santo Padre:

“El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el
cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa  aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa y no sólo de lo superfluo aprendemos a apartar la mirada de nuestro “yo”, para descubrir a alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo”.

Cuando dice el Papa que para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, entiendo que su mensaje significa que el ayuno no tiene como objeto sólo una mortificación personal, sino que debe tener un efecto social en nosotros, que nos debe abrir a Dios y a las necesidades del prójimo.

Así continúa el mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma:

 “En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida (es decir, que con engaños nos hace olvidar que Dios es lo primero en nuestra vida). El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida”.

 “La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y  recibir su misericordia”.

Quizás algunos piensen que es utópico pedir a las personas dedicadas a los negocios, que no enfoquen su vida exclusivamente al dinero y que aprendan a compartir con sus hermanos. Bueno, es lo que el Señor nos enseña en el Evangelio. El Evangelio es exigente, pero para que podamos cumplir sus exigencias nos da el Señor su gracia. Sin ella nada podemos. En la Cuaresma la Iglesia nos invita a la conversión, a un compromiso de conversión. La Cuaresma nos educa para  vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo”. 

El cambio de mentalidad en las personas que manejan la economía, a que invita el Santo Padre, se comprende bien en el marco de las exigencias del Evangelio sobre los bienes terrenales. Veamos algunas enseñanzas del Evangelio.

¿Por qué no acumular dinero?

En Mt 6,19-21 leemos:

No junten tesoros y reservas aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido hacen estragos, y donde los ladrones rompen el muro y roban.                

Junten tesoros y reservas en el Cielo, donde no hay polilla ni óxido para hacer estragos, y donde no hay ladrones para romper el muro y robar.

La razón que nos da el Señor para no juntar riquezas en la tierra es poderosa. Dice en el v 21 del cap. 6 de Mateo: Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. En el v. 24 del mismo cap. 6 de Mt, añade: Nadie puede servir a dos señores: porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Con esta enseñanza del Señor concuerda la de la DSI que nos dice que no es el hombre para la economía, sino la economía para el hombre. El dinero, los bienes de la tierra son medios, son instrumentos, no los podemos considerar fines y vivir para ellos.

Ante la propuesta del Señor, de no juntar tesoros en la tierra sino en el cielo, algún negociante podría preguntar al Señor: ¿Y yo qué obtendré a cambio? ¿Qué me das a mí? Puede parecer gracioso el planteamiento, pero para alguien acostumbrado a no dar nada gratis, y a cobrar intereses, sería  lógica la pregunta . Acabamos de leer una respuesta del Evangelio: no se trata de dejar algo por nada a cambio, se trata de modificar el destino de la inversión; es invertir en una entidad más segura: Junten tesoros y reservas en el Cielo, donde no hay polilla ni óxido para hacer estragos, y donde no hay ladrones para romper el muro y robar.

¿Cuál será nuestra herencia?

Otra respuesta más encontramos en la 1 Pedro, 1,36, donde, sobre nuestra herencia dice el Apóstol a los creyentes:

Al resucitar a Cristo Jesús de entre los muertos, nos dio una vida nueva y una esperanza viva.              

Reservaba para ustedes la herencia celestial, ese tesoro que no perece ni se echa a perder  y que no se deshace con el tiempo.

               

Y los protege el poder de Dios, por medio de la fe, con miras a la salvación que nos tiene preparada para los últimos tiempos.

Por esto estén alegres, aunque por un tiempo tengan que ser afligidos con diversas pruebas.

               

Si el oro debe ser probado pasando por el fuego, y es sólo cosa pasajera, con mayor razón su fe, que vale mucho más. Esta prueba les merecerá alabanza, honor y gloria el día en que se manifieste Cristo Jesús.

 ¿Dar más de lo que nos pidan?

 

El Evangelio nos enseña una nueva manera de entender nuestras relaciones con el prójimo. El mandamiento nuevo que nos dejó Jesús debe producir un cambio radical en nuestro comportamiento con los demás. Veamos algunos otros ejemplos:

En Mt 5, 38-48 el Señor nos enseña que seamos generosos, que no seamos tacaños:

“Y al que quiera quitarte tu camisa, déjale también el abrigo”. De manera que nos invita Jesús a dar más de lo que nos pidan.“Al que te pidiere, dale”. “Y al que quisiere tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (v. 42). De nuevo, la idea es dar más de lo que nos pidan, es dar con generosidad.

El Señor no nos pide que seamos ingenuos y que permitamos que los ladrones y abusadores se aprovechen de nosotros. Nos convendría meditar en el significado profundo de la palabra amor, como lo explica Benedicto XVI en su primera encíclica, Deus caritas est, Dios es amor. Allí nos explica la inmensidad del amor de Dios, esa palabra amor, ágape, que se utiliza con frecuencia en el Nuevo Testamento y que es el amor generoso como el de Dios con su creatura, de la madre con su hijo, el amor heroico por el prójimo de un salvavidas, en un bombero, de un rescatista… Ágape es el amor que Jesús quiere que tengamos por nuestros enemigos. Ágape es el amor dispuesto a ayudar al prójimo sin esperar que se lo agradezcan.

¿Será que Jesús nos pide demasiado? Mucho, sí, demasiado no. Pedir demasiado es pedir en exceso. A veces los locutores deportivos dicen de un futbolista, que corre demasiado. Es decir, que corre más de la cuenta. Lo que quieren decir es que es muy veloz. Dios nos pediría demasiado cuando nos pide que amemos a nuestros enemigos, sino no estuviéramos en capacidad de hacerlo. Es difícil amar al enemigo, sí. Puede ser muy difícil. Sería demasiado, si Dios no nos ayudara con su gracia. Tenemos que pedirle su ayuda cuando nos encontramos en dificultades. Con Él en nuestro auxilio lo podemos todo. Todo lo puedo en aquel que me conforta, dice San Pablo a los filipenses (4,13).

¿Qué ejemplo nos pone Jesús? En el versículo 45 de Mt 5, Jesús nos pide que amemos  a nuestros enemigos “para que seamos hijos de nuestro Padre que está en los cielos” (v. 45), es decir, para que nos comportemos como verdaderos hijos e hijas de nuestro Padre Celestial, que también ama a sus enemigos. Es que Dios espera que nosotros, hijos suyos, hagamos más de lo que hace la gente común y corriente.

¿Qué esperamos de nuestros hijos?

Los padres terrenales esperamos que nuestros hijos sigan nuestro ejemplo, y ¿qué modelo nos pone Jesús? Nada menos que a su Padre Celestial.  Después de hablar sobre el amor a los enemigos, concluyó Jesús que nuestro amor tiene que ir más allá del comportamiento de los gentiles: Jesús no nos propone un ideal inalcanzable. Es la meta que Dios quiere que alcancemos. Como somos creados según la imagen divina, tenemos a capacidad de imitar la manera como Dios ama. Con la gracia de Dios, lo imposible será posible.  

Recordemos algunos versículos de este capítulo  5° del Evangelio de Mateo, el mismo que presenta el ideal de las Bienaventuranzas, en el que también nos invita a ser la sal de la tierra y la luz del mundo.

 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores,

               

 para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos. Porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores.

               

 Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene? También los cobradores de impuestos lo hacen.

               

 Y si saludan sólo a sus amigos, ¿qué tiene de especial? También los paganos se comportan así.

 

Y la contundente invitación a la santidad:

               

 Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo.

 

Cuando se interpretan mal las palabras de Jesús

 
Sobre cómo debe ser nuestra relación con los bienes de la tierra nos dejó muchas enseñanzas Jesús en su predicación y sus palabras no siempre son bien interpretadas. Algunas frases que escucharemos en la Eucaristía del próximo domingo son aprovechadas por enemigos del cristianismo para tachar a la religión de “opio del pueblo”, porque según ellos, las enseñanzas del Evangelio anestesian al pueblo para que no se defienda de las injusticias. Eso es interpretar sesgadamente a Jesús. Veamos: En Mt 6, 4-34 Jesús nos enseña a confiar en la Providencia.  Después de advertirnos que no se puede servir al tiempo a Dios y al dinero, añadió:

 

Por eso yo les digo: No anden preocupados por su vida, qué  comerán ni  por su cuerpo, con que se vestirán. ¿No es más importante la vida que el alimento y más valioso el cuerpo que la ropa?

               

Fíjense en las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, no guardan alimentos en graneros, y sin embargo el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves?

 El tema es nuestra relación con los bienes materiales

En las sugerencias para meditar en el Evangelio del próximo domingo, 8° del tiempo ordinario, el jesuita P. Jorge Humberto Peláez, ofrece las siguientes valiosas consideraciones:

 

El tema de fondo que nos plantea esta página del evangelio es nuestra relación con los bienes materiales:

Estas frases impactantes nos invitan a reflexionar sobre el lugar que esos medios ocupan dentro de nuestras preocupaciones diarias.

¿Son los bienes materiales medios para satisfacer nuestras necesidades de alimento, salud, educación, vivienda, cultura, recreación? ¿O los utilizamos como fines que queremos alcanzar sin importar la ética de las acciones que llevemos a cabo?

 Ese complejo asunto de la jerarquía de valores lo expresa Jesús a través de la imagen de los dos jefes o amos: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, ustedes no pueden servir a Dios y al dinero”.

 En la cultura contemporánea, esta tensión entre los dos jefes o amos se expresa como el enfrentamiento entre el SER y el TENER. ¿Cuál es nuestra preferencia: ser más o tener más? ¿Cuál es nuestra opción de vida? Se trata de un conflicto tan viejo como la aparición de los seres humanos sobre la tierra.

 ¿Cuál es el alcance de las palabras de Jesús sobre los pájaros y las flores? “Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas?”

 Se equivocan aquellas personas que ven en estas palabras una invitación a despreocuparse de los asuntos materiales y a esperar que Dios les organice la vida diaria; Dios no va cubrir el sobregiro en el banco ni va a evitar que nos corten los servicios por no pagar a tiempo la cuenta… Infortunadamente, algunos grupos religiosos sí asumen una actitud de total despreocupación por las realidades de este mundo porque creen que el fin del universo está cerca.

 No olvidemos que Dios nos ha confiado la administración de este mundo y, mediante el trabajo, debemos continuar su obra creadora; la ciencia y la tecnología son contribuciones muy importantes a la obra creadora confiada a los hombres.

 Esta referencia a la acción maravillosa de Dios en la naturaleza nos recuerda que no debemos perder la capacidad de admiración ante el milagro cotidiano que es la vida, que nos ofrece una sinfonía infinita de formas, de colores y de sonidos. Y es también una exhortación a confiar en Dios, nuestro Padre común, que nos acompaña siempre; no estamos solos; la Providencia de Dios nos acompaña y nos protege.

 ¿Cuál es el alcance de las palabras de Jesús sobre el futuro? “No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones”:

No se trata de un llamado a la irresponsabilidad. Una cosa es vivir responsablemente el presente de manera que en el futuro recojamos la cosecha de lo que hemos sembrado en términos de valores, de salud, de educación; y otra cosa muy distinta es querer dominar el futuro acomodándolo a nuestros intereses.

 No le demos instrucciones a Dios sobre lo que debe hacer respecto a nosotros; hay personas que oran de manera que le dicen a Dios qué debe hacer en cuanto a las relaciones familiares, la salud, el dinero, etc. La mejor oración es la petición que aparece en el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Así, pues, dejemos el futuro en manos de Dios; y vivamos responsablemente y con proyección el presente.

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com