Reflexión 164 – Caritas in veritate 2010 (2)

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La crisis mundial como oportunidad

 

 

Estamos comenzando el estudio de Caritas in veritate, Caridad en la verdad, la nueva encíclica de Benedicto XVI. El Santo Padre continúa por el camino que abrieron Pablo VI y Juan Pablo II con sus encíclicas sobre el desarrollo de los pueblos. Ahora, frente a la crisis económica mundial habla el Papa porque es necesario que se siga escuchando la voz de la Iglesia. La Iglesia tiene no sólo el derecho sino la obligación de orientarnos en estos momentos de dificultad, porque nada que tenga que ver con el ser humano es ajeno a la Iglesia.

 

Ahora bien, su mirada a la situación es desde la perspectiva de la ética, – de la moral, – y de la fe. No pretende la Iglesia ofrecer soluciones técnicas ni políticas, pero sí nos puede hacer caer en la cuenta de que el camino  por donde se dirigen los sabios de este mundo no es el correcto si perjudica al ser humano, a la sociedad, – a la mayoría de los seres humanos, – como lo demuestra el aumento de la pobreza y del hambre en el mundo.

 

Estamos viviendo un momento difícil que deberíamos tomar como una oportunidad. Si un caminante elige el sendero equivocado y al avanzar encuentra la creciente de un río que le impide seguir adelante, ese río no es un obstáculo, es más bien la oportunidad de corregir el camino.

 

La actual crisis económica mundial no sólo ha revelado la fragilidad del sistema capitalista, como antes había probado el fracaso del sistema comunista en los países dominados por él,  sino que en esta crisis se ha empezado a descubrir que, bajo la superficie que aparenta una crisis sólo técnica, se esconde una profunda crisis de valores.

 

Respuestas para los creyentes; motivos de reflexión para los demás

 

En Caritas in veritate esperamos encontrar respuestas a las preguntas que inquietan el corazón de los creyentes y motivos de reflexión para quienes   ven su vida, como si tuviera sólo un alcance temporal. En realidad, en los comentarios de los expertos de nuestro medio, no se encuentra todavía mucha reflexión sobre los aspectos éticos de la crisis ni pareciera inquietar su conciencia la necesidad de rectificar el rumbo para corregir la clara inequidad de nuestra sociedad. Es claro, por ejemplo, que las entidades financieras de nuestro país, como han tenido buenos resultados, como la crisis mundial no parece haberlas tocado, no dan muestras de disminuir su ambición de ganar más, así sea a costa del estancamiento o el empobrecimiento de sus usuarios.

 

Un escritor y comentarista de temas religiosos en los medios académicos y de comunicación social, llamado Jim Wallis,[1] afirma que en los Estados Unidos ha comenzado una reflexión profunda en el interior de las personas, reflexión que se ha ido convirtiendo en tema de conversación. No es raro que en las familias y entre los amigos se hable de las prioridades que dominan el interés de las personas, de las familias y de la nación entera, lo mismo que sobre los hábitos que gobiernan la vida; se preguntan si los parámetros con que se mide el éxito son los adecuados. Se hacen también esas preguntas acerca de si son los apropiados, lo convenientes, los valores que los padres y los hijos respetan y los que guían a las familias.

 

¿Importancia solo del bienestar material y no del espiritual?

 

Algunas personas van más hondo  y se preguntan si en ellos tiene importancia, – como debería, – el bienestar espiritual y no sólo el material, y en una sociedad pragmática, que sólo piensa en los éxitos tangibles, se atreven ahora a cuestionar sus metas, incluyendo sus objetivos económicos y hasta el objetivo final de su vida.  Quienes hacen esto han tomado la crisis como una oportunidad.

 

Lo serio lo tratan como una trivialidad y lo convierten en un chiste más o en el tema para una caricatura

 

 

A pesar del discurso mundano general, sí hay personas que hoy se atreven a poner sobre la mesa temas como, qué queremos y debemos esforzarnos por llegar a ser como individuos, como sociedad, como nación. Es verdad que el enfoque de los medios de comunicación sobre la crisis mundial poco aporta para que nos adentremos en el fondo del problema, pues ellos miran sólo la superficie. Dedican más tiempo a las banalidades que a lo que puede cambiar el país y el mundo y, no pocos, aun lo serio lo enfocan como si fuera una trivialidad y lo convierten en un chiste más o en el tema para una caricatura.

 

 ¿En qué forma esta crisis nos cambiará a nosotros?

 

El mencionado Jim Wallis sostiene que la pregunta importante en este momento no es hasta cuándo durará la crisis económica, sino que hay preguntas más profundas que nos debemos plantear. Cuenta que en enero de 2009, en la reunión de Davos, en Suiza, donde se reúne lo más selecto de los políticos y empresarios del mundo, la cadena CNN comenzaba todos los días con entrevistas a presidentes de empresas, a quienes preguntaba el reportero: ¿Cuándo terminará esta crisis? En un tablero escribía las respuestas de esos magnates: en 2009, 20010, 2011 o más tarde. Dice Jim Wallis que en un panel, poco común, él sugirió que CNN estaba haciendo la pregunta equivocada y dijo a los jefes de estado y empresarios presentes, que la pregunta importante era: ¿En qué forma esta crisis nos cambiará a nosotros?  Es decir, en qué forma va la crisis a cambiar nuestro modo de pensar, nuestra manera de actuar, de decidir;  con qué escala de valores vamos a medir nuestro éxito, cómo vamos a manejar nuestros negocios, cómo vamos a vivir nuestras vidas.

 

No es suficiente la corrección de las estructuras económicas y del mercado

 

La voz de la Iglesia nos dirá que se trata de una crisis estructural, sí, de las estructuras económicas y del mercado, pero que esa crisis no se soluciona sólo con correcciones a las normas que regulan los mercados y las entidades financieras; que no habrá solución de fondo si no atendemos al cambio interior, al cambio de mentalidad y de acción, de los individuos, de todos nosotros, que hemos olvidado principios fundamentales, empezando por la regla de oro que nos enseña el respeto al prójimo y se funda en el amor a Dios y a sus creaturas, imágenes suyas, hermanos nuestros. 

 

Benedicto VI presenta su nueva encíclica

 

La mejor manera de iniciar el estudio del texto mismo de la encíclica  es recurrir a la presentación que su autor, Benedicto XVI hizo de ella en la audiencia general del miércoles 8 de julio, al día siguiente de la presentación oficial de la encíclica. Así lo informó el Servicio Informativo del Vaticano:

 

“CARITAS IN VERITATE”: REALIZAR MUNDO DE JUSTICIA Y DE PAZ El Santo Padre explicó que el documento pone de relieve que “la caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de la persona y de la humanidad. (…) Solo con la caridad, iluminada por la razón y por la fe, es posible alcanzar objetivos de desarrollo dotados de valor humano”.

 Esta afirmación del Papa nos convence aún más de la necesidad de la conversión para que vivamos en un mundo justo, equitativo, sin pobrezas extremas, y donde se genere un desarrollo humano de verdad. Se requiere que la razón y la fe orienten a los que gobiernan el mundo y los mercados, porque  en palabras del Papa, 

Solo con la caridad, iluminada por la razón y por la fe, es posible alcanzar objetivos de desarrollo dotados de valor humano. La Encíclica, “profundiza la reflexión eclesial sobre cuestiones sociales de gran interés para la humanidad de nuestro siglo, teniendo en cuenta, de modo especial, lo que escribió Pablo VI en 1967 en la Populorum progressio”.
 
 
Benedicto XVI subrayó en la citada audiencia, que “Caritas in veritate” “no desea ofrecer soluciones técnicas a los grandes problemas sociales del mundo actual (…), pero recuerda los grandes principios indispensables para construir el desarrollo humano en los próximos años, entre los que destaca, en primer lugar, la atención a la vida del hombre, núcleo de todo progreso auténtico; el respeto del derecho a la libertad religiosa; (…) el rechazo de una visión prometeica del ser humano, que lo considere artífice absoluto del propio destino”.  

  ¿A qué se refiere el Papa con la expresión visión prometeica del ser humano. Según la mitología griega, Prometeo era un personaje que se enfrentó a Zeus, es decir al dios supremo de los griegos, de manera que bien puede representar a las personas que hoy pretenden ignorar a Dios, pues, como creen que no lo necesitan, quieren independizarse de Él.

Continuó el Papa: hombres rectos tanto en la política como en la economía, que estén sinceramente atentos al bien común“. Refiriéndose en concreto a “las emergencias mundiales”, el Papa dijo que “es urgente llamar la atención de la opinión pública sobre el drama del hambre y de la seguridad alimenticia“, que

“hay que afrontar con decisión, eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más pobres”. El Santo Padre señaló que “la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; de recuperar la contribución importante del principio de gratuidad y de la “lógica del don” en la economía de mercado, donde la regla no puede ser solo el provecho. Pero esto es posible únicamente gracias al compromiso de todos, economistas y políticos, productores y consumidores y presupone una formación de las conciencias que refuerce los criterios morales en la elaboración de los proyectos políticos y económicos”.

La mención del principio de la gratuidad y la lógica del don es una novedad en Caritas in veritate y sobre ello trataremos en su momento. Hablar de gratuidad y de don, en un mundo donde el principio es que a uno nadie le regala nada, que todo hay que cobrarlo, que todo hay que pagarlo, es un pronunciamiento audaz, como tantos otros del cristianismo que, si se siguieran harían del nuestro un mundo más amable. Y hay que empezar por formar las conciencias para que los que nos gobiernan y manejan la economía lo hagan dentro de criterios–morales.


 “Es necesario un estilo de vida distinto
por parte de toda la humanidad, en el que los deberes de cada uno con respecto al ambiente se entrelacen con los de la persona considerada en sí misma—y—en—relación—con—los–demás”.

  Frente a “los problemas enormes y profundos del mundo actual es necesaria una autoridad política mundial regulada por el derecho, que respete los principios de subsidiariedad y solidaridad y se oriente firmemente a la realización del bien común, respetando las grandes tradiciones morales y religiosas de la humanidad”.

  La ineficacia de la reciente cumbre por la seguridad alimentaria, celebrada en Roma demostró que los organismos  internacionales, empezando por la ONU, tal como existen hoy, no son eficaces para resolver los grandes problemas de la pobreza—y—el–desarrollo. El Papa pidió a los fieles que rezaran para que “esta Encíclica ayude a la humanidad a sentirse una única familia comprometida en realizar un mundo de justicia y de paz”.

 Destaquemos algunos puntos para que los vayamos descubriendo luego en el texto de Caritas in veritate

       “la caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de la persona y de la humanidad. (…) Solo con la caridad, iluminada por la razón y por la fe, es posible alcanzar objetivos de desarrollo dotados de valor humano”.

       “Caritas in veritate” “no desea ofrecer soluciones técnicas a los grandes problemas sociales del mundo actual (…),  pero recuerda los grandes principios indispensables para construir el desarrollo humano: la atención a la vida del hombre, núcleo de todo progreso auténtico; el respeto del derecho a la libertad religiosa; (…) el rechazo de una visión que considere al ser humano,  artífice absoluto del propio destino”.  

      Son necesarios  hombres rectos tanto en la política como en la economía, que estén sinceramente atentos al bien común”.

 

      “es urgente llamar la atención de la opinión pública sobre el drama del hambre y de la seguridad alimenticia”.

      “la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento.

       Es necesario recuperar el principio de gratuidad y de la “lógica del don” en la economía de mercado, donde la regla no puede ser solo el provecho.

      Para que todo esto sea posible es necesario el compromiso de todos, economistas y políticos, productores y consumidores y presupone una formación de las conciencias que refuerce los criterios morales.

 

      “Es necesario un estilo de vida distinto por parte de toda la humanidad, en el que los deberes de cada uno con respecto al ambiente se entrelacen con los de la persona considerada en sí misma y en relación con los demás”.

 

      Es necesaria una autoridad política mundial regulada por el derecho, que respete los principios de subsidiariedad y solidaridad y se oriente firmemente a la realización del bien común, respetando las grandes tradiciones morales y religiosas de la humanidad”.[2]

Vista panorámica de Caritas in veritate

 

Veamos ahora el contenido de Caritas in veritate en su conjunto. Utilicemos el excelente y muy completo resumen, preparado por el P. Leonidas Ortiz Lozada, Director del Observatorio Pastoral del CELAM. Ese documento del P. Ortiz nos ofrece una vista panorámica excelente de la encíclica.

 

La nueva carta del Papa tiene 47 páginas tamaño carta, (…) Consta de una Introducción, seis Capítulos y una Conclusión, todo esto distribuido en 79 números.

En la Introducción (1-9), explica el sentido de la carta, ubicándola también en continuidad de la Deus Caritas est. La primera frase de Benedicto XVI en su nueva Carta es una apretada síntesis de todo el documento:

La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad” (CIV 1).

El capítulo primero se titula “El mensaje de la Populorum Progressio” (números 10-20). Su mensaje central, siguiendo el pensamiento de Pablo VI, está en dos afirmaciones contundentes: “Toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del hombre”. “El auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones. (11)

El capítulo segundo se refiere a “El desarrollo humano en nuestro tiempo” (números 21-33). Además de presentar la visión articulada del desarrollo / que tenía Pablo VI (21), se refiere a la crisis por la que pasa el mundo de hoy, la cual requiere comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista. Hay cuatro elementos que es necesario tener en cuenta: la novedad del estallido de la interdependencia planetaria; la apertura a la vida, la cual está en el centro del verdadero desarrollo; el derecho a la libertad religiosa; y la promoción de un amor rico en inteligencia y una inteligencia llena de amor.

El capítulo tercero trata sobre la relación entre “Fraternidad, Desarrollo económico y Sociedad civil” (34- 42). Comienza afirmando que “el desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad” (34). “Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave” (35). En este capítulo se urge hacia una “apertura progresiva / en el contexto mundial / a formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión” (39).

El capítulo cuarto se refiere a tres temas que son de candente actualidad: “Desarrollo de los pueblos, Derechos y deberes, Ambiente (43-52). Inicia hablando de la solidaridad universal como un hecho, un derecho y un deber. En este aspecto, el Papa quiere animarnos a una nueva reflexión sobre los deberes que los derechos presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario (43). Para el desarrollo de los pueblos, pide a los propios organismos internacionales que se interroguen sobre la eficacia real de sus aparatos burocráticos y administrativos, frecuentemente demasiado costosos. Y en el campo de la ecología, hace una propuesta: se hace necesaria una alianza entre el ser humano y el medio ambiente.

El capítulo quinto es un clamor por “La colaboración de la familia humana” (53- 67).El desarrollo de los pueblos depende sobre todo de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro (53). Aquí se hace indispensable la colaboración entre las diferentes religiones: “La religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente  si Dios tiene un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política. La doctrina social de la Iglesia ha nacido para reivindicar esa «carta de ciudadanía» de la religión cristiana” (56). En este contexto, se habla de la necesidad de un mayor acceso a la educación, del fenómeno del turismo internacional, de las migraciones, de la cooperación internacional, de la dignidad del trabajo humano, de la responsabilidad social de la empresa, del papel de las organizaciones sindicales y de las asociaciones de consumidores, de la reforma de las finanzas internacionales y de la renovación de la ONU.

El capítulo sexto y último lo dedica el Papa a “El desarrollo de los pueblos y la técnica” (68- 77). Comienza valorando la técnica como un hecho profundamente humano, vinculado a la autonomía y libertad del hombre; en la técnica se manifiesta y confirma el dominio del espíritu sobre la materia. Sin embargo, “el desarrollo de los pueblos se degrada cuando la humanidad piensa que puede recrearse utilizando los «prodigios» de la tecnología. Lo mismo ocurre con el desarrollo económico, que se manifiesta ficticio y dañino cuando se apoya en los «prodigios» de las finanzas para sostener un crecimiento antinatural y consumista” (68). En este capítulo, se refiere el Papa a la urgencia de la paz entre los pueblos, a la importancia de la bioética y al papel de los medios de comunicación social.

En la Conclusión (78-79), el Papa termina su carta diciendo que “el humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano. Solamente un humanismo abierto al Absoluto / nos puede guiar en la promoción y realización de formas de vida social y civil —en el ámbito de las estructuras, las instituciones, la cultura y el ethos[3]—, protegiéndonos del riesgo de quedar apresados por las modas del momento” (78). De otro lado, “el desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don”.

Fernando Díaz del Castillo Z.

 

 

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[1] Cfr Jim Wallis, REDISCOVERING VALUES on Wall Street, Main Street, and Your Street, A Moral Compass for the New Economy, HOWARD BOOKS, a division of Simon end Shuster, Inc, 2010. Tomo de allí algunas de sus ideas.

[2]    Sobre el principio de subsidiaridad véase Compendio de la DSI, N° 185-191

[3] Por ‘ethos’ se entiende la forma o estilo de vida o comportamiento por el que se distinguen un individuo, un grupo o una sociedad, de acuerdo con una moral o creencias (comunes si se trata de grupos, instituciones o de la sociedad). El ethos que necesita el mundo es el que distingue a una sociedad que adopta la moral y creencias del Evangelio. (Cfr Evangelii nuntiandi, N° 18s  y Reflexión 71). Son los hombres nuevos de los que hablaba San Pablo.