Reflexión 148 – Caritas in veritate (VI)

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¿Por qué la Iglesia es repetitiva?

 

Hemos dedicado varias reflexiones a conocer el pensamiento social de la Iglesia sobre el desarrollo integral, como introducción al estudio de la encíclica Caritas in veritate, de Benedicto XVI. Esta nueva encíclica continúa con el tema del desarrollo. Vimos ya cómo el Concilio Vaticano II en la Constitución Pastoral Gaudium et spes manifestó su preocupación por la creciente desigualdad entre los países ricos y los que viven en  pobreza. Vimos también que Pablo VI nos legó mensajes de gran importancia en la actualización de la D.S.I.: las encíclicas Populorum progressio, en el año 1967, que precisamente trata sobre el desarrollo de los pueblos y Octogesima adveniens en 1971, en la celebración de los 80 años de la Rerum novarum de León XIII.

 

Hemos comprendido así la continuidad de la doctrina social de la Iglesia, que desde hace mucho tiempo insiste en temas sociales que tiene que repetir, profundizar y ampliar, porque parece que el mundo no los hubiera escuchado o no los quisiera entender. En las encíclicas sociales encontramos temas que se repiten de distinta manera, de acuerdo con la situación del mundo en el momento en que se escriben. La justicia y la caridad, por ejemplo son temas recurrentes. Para que la Iglesia cambie su discurso social, el mundo tendría que cambiar, no dejarse dominar por la codicia, el egoísmo y la indiferencia y practicar de verdad la justicia y el amor y hacer así innecesaria la insistencia en esos temas.  Mientras tanto necesitamos que esos temas nos los recuerden con frecuencia.

 

Pobreza  e indigencia en Colombia

 

Algunos datos nos pueden ayudar a cambiar de mentalidad indiferente sobre la pobreza de nuestros hermanos.

 

El lunes 24 de agosto el Departamento Nacional de Planeación publicó los datos sobre la pobreza en Colombia en el año 2008. (Cf El Tiempo, Bogotá, 25 de agosto 2009, 1-8, WEB Portafolio).[1]

Es tan grande el problema de la pobreza en nuestro país, que el titular más destacado en la primera página del diario El Tiempo el martes 25 (2009) fue: Pobres en Colombia se redujeron a 46%. Según información de la Misión de expertos que realizó el estudio, la pobreza  descendió de 53,7% en 2002 a 46 % en 2008. Parece un avance importante, pero que el 46%  de los habitantes de Colombia vivían en pobreza el año 2008 significa que había 20 millones doscientas mil personas pobres. Si Bogotá tiene 8 millones de habitantes, el número de pobres en Colombia es igual, aproximadamente, a 2 veces y media los habitantes de Bogotá.

 

No hablemos de índices de pobreza, pensemos en número de seres humanos pobres

 

Si es doloroso que tantos compatriotas vivan en pobreza, la situación de los que viven en indigencia es aún más triste; según ese mismo estudio, en el año 2008, 7 milllones novecientos mil colombianos vivían en pobreza extrema. Aproximadamente el número de habitantes de Bogotá.

 

 ¿Cuál es la diferencia entre vivir en pobreza y vivir en pobreza extrema? Según los criterios de Planeación Nacional para medir la pobreza y la indigencia, se considera pobres a los miembros de un hogar de cuatro personas, si las cuatro tienen que vivir con un ingreso inferior a 1’086.000. Esto significa que cada una debe vivir con 271.500 pesos mensuales, que equivale a 9.050 pesos diarios.

 Y, ¿quiénes son indigentes? Los hogares de cuatro personas con ingreso por debajo de 468.000 pesos. Recordemos que este año 2009 el salario mínimo es en Colombia de 497.000 pesos, a los cuales se suman 59.300 pesos de auxilio de transporte, para un total de 556.300 pesos. Son indigentes los miembros de un hogar de cuatro personas en el cual, entre los cuatro reciben menos de 468.000 pesos mensuales, es decir que se deben sostener con 117.000 pesos mensuales por persona o 3.900 pesos diarios. Casi 8 millones de hermanos nuestros viven en Colombia con 3.900 pesos diarios.

 

 

El problema de la desigualdad no existe sólo entre países ricos y pobres

Es importante que consideremos los datos sobre la pobreza en Colombia, porque el estudiar las encíclicas sobre el desarrollo de los pueblos, no nos puede dejar olvidar que el problema de desigualdad, entre los que viven en la abundancia y los pobres no es sólo una situación entre países ricos y pobres, sino que internamente, en cada país, incluyendo el nuestro, se presenta el fenómenos de la desigualdad que debe corregirse en justicia. La información de Planeación Nacional dice que la desigualdad, si se comparan los años 2005 y 2008, aumentó ligeramente el año pasado.

 

El tema del desarrollo integral de los pueblos en caridad y verdad como fue el tema de la encíclica Populorum progressio, de Pablo VI  cobra especial importancia en esta época en que todo el mundo, incluyendo a los países más desarrollados, es víctima de una crisis económica y financiera. En esta época, tan desarrollada en tecnología, el Papa Benedicto XVI nos va a dar una lección, no sobre el manejo técnico de la economía, sino sobre el manejo ético de la economía.

 

 

Las causas de la crisis son más de orden ético que técnico

 

Según los entendidos, las causas de la actual crisis son más de naturaleza ética, que de naturaleza técnica. Por eso, como seguramente veremos, la desconfianza de los usuarios en los sistemas financieros y de los mercados agravó la crisis. La desconfianza en alguien indica que hay una zona oscura que se teme sea manejada sin integridad, sin honradez, sin justicia, sin ajustarse a las reglas. Las crisis pueden empezar por detalles pequeños de falta de transparencia y van creciendo si no se toman medidas claras y a tiempo. “El que no es fiel en lo poco…” (Lc 16,10)

Hemos escrito antes sobre algunos de los aportes de Pablo VI a la D.S.I. Nos vamos a detener en otros aportes de Pablo VI, distintos de sus encíclicas sociales Populorum progressio, del año 1967 y Octogesima adveniens de 1971. Se trata de aportes que no siempre se tienen en cuenta cuando se mencionan los documentos sociales, pero que no se pueden ignorar. 

 

Los documentos sociales de los Sínodos de 1971 y 1974

 

Entre las contribuciones de Pablo VI a la D.S.I. se cuentan, entre otros, los documentos finales de los Sínodos de los obispos celebrados en 1971 y 1974, cuyo contenido social salta a la vista con solo una rápida mirada a su contenido.[2] Examinemos primero el documento del Sínodo de 1971.

 

En la introducción se plantea como punto de partida del documento,  el clamor de los que padecen injusticia, y nos enseña que la acción a favor de la justicia es una dimensión constitutiva de la evangelización. Esto nos ayuda a aclarar los fines de la doctrina social, que están íntimamente ligados a la salvación y por lo tanto a la evangelización. La acción a favor de la justicia es parte de la evangelización. En la evangelización no se puede omitir, entonces, la acción a favor de la justicia. La doctrina social y su práctica no se pueden desligar de la evangelización. Como discípulos y misioneros no podemos olvidar esa afirmación.

 

 

La crisis de la solidaridad mundial

 

La primera parte del documento final del sínodo de los obispos de 1971 lleva como título: La Justicia y la Sociedad Mundial. Trata allí sobre la crisis de la solidaridad universal, el derecho al desarrollo, las injusticias sin voz y  la necesidad del diálogo como la mejor forma de mediación. Tengamos presente esta idea cuando leamos la encíclica Caritas in veritate: la crisis de la solidaridad mundial, la crisis de la justicia en la sociedad mundial.

 

Profundidad y exigencias del mensaje evangélico

 

La parte segunda del documento del Sínodo de 1971, trata sobre el anuncio del Evangelio y la Misión de la Iglesia. Nos dice allí que la situación actual del mundo nos invita a volver al mensaje evangélico  para descubrir su sentido profundo y sus exigencias. Añade que la Iglesia tiene como misión dar testimonio de la experiencia de amor y justicia contenida en el Evangelio, y que, aunque la Iglesia no ofrece soluciones concretas, sus miembros nos debemos comprometer en la búsqueda del bien común en todos los campos.

 

También ahora necesitamos volver al mensaje evangélico para descubrir su sentido profundo y sus exigencias. No es suficiente exaltar la belleza y profundidad del mensaje de Jesús; tenemos que descubrir y aceptar sus exigencias y con la gracia de Dios, responder a ellas con el testimonio de nuestra vida. No hay mejor libro de evangelización que el testimonio evangélico de nuestra vida. Estas ideas empatan con el desarrollo de la tercera parte del documento final del Sínodo de los obispos, de 1971.

 

Educar para la justicia

 

El tema de la tercera parte del documento es la práctica de la justicia. Trata allí temas que siguen teniendo enorme actualidad; se refiere a la importancia del testimonio de justicia, de los cristianos.  Examina allí la justicia dentro de la Iglesia: el respeto de los derechos, la participación de la mujer y de los laicos en general, la libertad de expresión y de pensamiento y el uso de los bienes materiales, en la Iglesia. Otro punto muy importane sobre la práctica de la justicia que trata este documento final del sínodo de los obispos de 1971, es la educación para la justicia. Un tema muy importante para padres de familia y maestros: educar para la justicia. ¿Cómo podemos cumplir con el deber de educar para la justicia?

 

 

La resurrección de Jesús da sentido a los esfuerzos humanos

 

La cuarta y última parte es de esperanza: nos recuerda el Sínodo que la resurrección de Jesús da sentido a los esfuerzos humanos. No siempre tenemos en cuenta en nuestra vida cristiana personal y de la sociedad, el significado invaluable de la resurrección de Jesús, que da sentido a toda nuestra vida, a los pacientes esfuerzos que demandan los momentos de dolor y de angustia, como también al júbilo y gozo en los momentos en que todo marcha bien.

Después del documento que recogió el pensamiento del Sínodo de los obispos de 1971, debemos mencionar que el siguiente Sínodo, el de 1974, amplió y profundizó el tema de la evangelización y la justicia social. En ese sínodo de 1974 se trató sobre el progreso humano y la salvación cristiana. Como vemos por el tema, tiene que ver con el desarrollo, – el progreso humano, -como Populorum progressio y ahora Caritas in veritate. El desarrollo, considerado desde el punto de vista humano, y la salvación. Qué enfoque tan interesante.

 

Desarrollo y salvación

 

Al tratar sobre el progreso humano se presentaban, en la década de los años 70, discusiones que se originaron en que algunos enfocaban el mensaje del Evangelio en una sola dirección y no de manera integral. Entendían algunos la evangelización como algo meramente espiritual y religioso, cuyo objetivo es liberar al hombre del pecado; otros  en cambio pensaban que el Evangelio, por lo menos en el mundo actual, tiene como única meta el progreso humano. No tenían en cuenta esas dos corrientes que el desarrollo tiene que ser integral: tomar al ser humano en su vida espiritual, sobrenatural y también en su vida terrena.

 

El cristianismo entiende al ser humano de manera integral. Hay que salvar a todo el hombre, no a un ser humano sin carne ni piel. Esa es la antropología cristiana, – la que interpreta al ser humano según nuestra fe, – vivimos aquí, en la tierra, pero nuestro destino es la eternidad, es el Reino de Dios y el camino para llegar allá es el que nos enseña el Evangelio.

 

El progreso del ser humano, creado a imagen de Dios, no es un progreso real si sólo se busca el progreso terrenal, pero tampoco se puede ignorar al ser humano que vive en la tierra y tiene  necesidades materiales.

 

El Ser humano como Dios lo quiere

 

El Sínodo de 1971 trató el tema de la salvación y el progreso humano, en el sentido de que todo el mensaje evangélico  va junto con el progreso del ser humano.  No debemos separar el progreso humano de la evangelización, como si no tuvieran nada qué ver. La fe cristiana exige que la sociedad se construya según el designio de Dios. ¿Dónde encontramos el modo de realizar el diseño de Dios? En Jesús, el hombre perfecto, que es el camino, la verdad y la vida; y a Jesús lo encontramos en su Palabra, en el Evangelio. Allí encontramos al hombre como Dios lo quiere.

 

Viene al caso una frase de Lacordaire: “En Italia he visto a los italianos, en Alemania a los alemanes, en Francia a los franceses; al hombre lo he visto en el Evangelio.”

No se puede pensar en un progreso humano que sea contrario al designio, al plan de Dios. El modelo perfecto de ejecución del plan de Dios se realizó en Jesucristo, Dios y hombre. En la tierra vivió como hombre: sintió hambre, sed, cansancio, trabajó para sostenerse y contribuir con su trabajo al bienestar de otros. Pensó en el hambre de los demás: por eso multiplicó los panes y los peces y preparó el pescado a los Apóstoles que regresaban luego de una dura faena de pesca, como narra San Juan en ese bello pasaje de Jesús Resucitado, a orillas del mar de Galilea (Jn 21).

 

A Jesús lo vieron sus vecinos como un ser humano común y corriente casi toda su vida. Así quiso  que lo conocieran las personas que vivieron con él en su pueblo: simplemente como el hijo de María, como el hijo de José, como el carpintero. Por eso quedaron perplejos cuando, en el comienzo de su vida pública se presentó en la sinagoga de Nazaret, ya no más como otro de los habitantes del pueblo, sino como el Mesías anunciado (Lc 4, 16-23).

 

El Hijo del hombre se identificó con los que sufren

 

De tal manera se identificó Jesús con nosotros, humanos, que en la parábola del juicio final (Mt 25,31-46), llamándose el Hijo del hombre, se identifica con los hambrientos, los sedientos, los enfermos, los encarcelados, en fin con todos los que sufren en el mundo, y advierte que el comportamiento que tengamos con ellos es como si hubiera sido con Él.[3]

 

En su Vida de Jesús, el autor François Mauriac, tiene una bellísima descripción de los últimos días de Jesús en su taller, antes de empezar su vida pública. Quiero compartir con ustedes algunas líneas:

 

 

Últimos días de la vida escondida. El obrero ha dejado de ser obrero: rehusa todos los encargos y el taller adquiere un aspecto de abandono (…) Hasta aquella hora, el Dios se había aniquilado hasta tal punto en el hombre  que su propia madre, iniciada (…) en el misterio, lo olvidaba y descansaba del peso de tan abrumador conocimiento: era su hijo, como todos los hijos, a quien ella besaba en la frente, al que contemplaba mientras dormía; un joven cuya túnica remendaba: se ganaba su pan, se sentaba a la mesa para comer y hablaba con los vecinos…[4]

 

El modelo del ser humano como Dios lo quiere es Jesucristo Dios-Hombre

 

La síntesis perfecta de Jesucristo, Hombre-Dios, se produjo en su muerte y resurrección: murió como ser humano, resucitó como Dios.

 

El desarrollo que Dios quiere del hombre es un desarrollo integral: de su espíritu y de su intelecto, de su alma y de su cuerpo. Quiere Dios que empecemos la construcción del Reino aquí, en esta vida. El modelo es Jesús, Dios y Hombre. Si por el pecado original el ser humano perdió tanto de la belleza que Dios le había comunicado, Él quiere la redención, la reconstrucción del ser humano como fue diseñado, como el Creador lo vio terminado en el paraíso: “Vio Dios todo cuanto había hecho, y he aquí que estaba muy bien.” (Gen 1,31)  Los seres humanos somos parte de la naturaleza creada por Dios, de la cual San Juan de la Cruz dijo bellamente que el Creador

…yéndolos mirando – con sola su figura – vestidos los dejó de su hermosura.

El comentarista de San Juan de la Cruz interpreta que el Creador (…) no solamente les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas, (…) mas también con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de su hermosura, comunicándoles el ser natural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios, y a todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas  en el hombre…[5]

 

Recordemos algo más del P. Lacordaire, considerado en su época el mejor predicador de Francia: consideraba el dominico, que el cristianismo debe brindar felicidad a los hombres, paz a las naciones y progreso a la humanidad, que la libertad que Cristo trajo al mundo es para la igualdad y la fraternidad.[6]

 

Lo social de Evangelii nuntiandi

 

El Papa tomó un año, después del Sínodo de 1974, para presentar a la Iglesia el documento final de esa reunión, que recogió los frutos de la preparación del Sínodo y de las reflexiones de los obispos. Ese documento lo publicó el Santo Padre, con el nombre de Evangelii nuntiandi. Es un documento que no siempre se cita como documento social, pero que se debe tratar como tal; en los tres primeros capítulos trata sobre la evangelización y la promoción humana. 

 

 

A lo largo de todo el documento se analiza la situación del mundo. Es clara allí la sensibilidad de Pablo VI ante la persona humana de nuestro tiempo y su profundidad teológica. Como mencionamos antes, existía confusión entre algunos católicos sobre la orientación que debía tener su actividad apostólica; algunos pretendían dirigir la evangelización a sólo un aspecto del ser humano, el de su vida terrena, su vida en la sociedad; pensaban que debían dirigir su actividad sólo a la solución de los problemas de injusticia que aquejaban y aquejan al mundo. Pablo VI nos enseñó en Evangelii nuntiandi qué es evangelizar, el contenido, los medios, el espíritu de la evangelización y sus destinatarios. Como vemos Evangelii nuntiandi lo deberíamos leer, releer y meditar todos los que en alguna forma trabajamos en grupos apostólicos.

 

 

Ante la pregunta sobre cómo articular en el mensaje evangelizador  la salvación y la promoción, – el desarrollo humano, – Evangelii nuntiandi enseña que lo esencial es la revelación de Dios como Padre; mediante esa revelación se nos ofrece la salvación en Cristo, de manera gratuita, como un don de la gracia y de la misericordia de Dios (EN 27). Esta salvación es trascendente, lo cual quiere decir que no se completa en este mundo sino más allá del tiempo y de la historia. Esas características de la salvación, de ser gratuita y trascedente, constituyen lo esencial de la salvación.

 

El desarrollo humano no es ajeno a la salvación

 

Entonces, ¿no queda lugar a la acción del hombre y a sus necesidades terrenas? ¿Es acaso el desarrolllo humano ajeno a la salvación, a la evangelización? No. Voy a leer la respuesta a esta inquietud, en el N° 29 de Evangelii nuntiandi:

La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece/ entre el evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre.

De manera que entre el evangelio y la persona humana hay un diálogo permanente; si interrumpimos ese diálogo lo hacemos con daño para el ser humano. Sigue así Evangelii nuntiandi 

 

 

Precisamente por eso la evangelización lleva siempre un mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar, sin la cual apenas es posible el progreso personal, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación.

 

Lazos que unen la evangelización y la promoción humana

 

En el N° 31 de Evangelii nuntiandi nos explica Pablo VI que

 

Entre evangelización y promoción humana – desarrollo, liberación – existen lazos muy fuertes. Vículos de orden antropológico, (es decir que se relacionan con el ser humano en cuanto a su origen, su naturaleza, su destino) porque, el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden  teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención, que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a las que hay que combatir, y de justicia, que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico, como es el de la caridad; en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el auténtico crecimiento del hombre? (EN 31)

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Según El Tiempo este estudio fue realizado por una Misión de Expertos, de la cual hicieron parte El Departamento Nacional de Planeación (DNP) y el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).

[2] Las reflexiones sobre  los aportes de los Sínodos de 1971 y 1974  a la D.S.I. las hago con base en el libro Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, por el P. Ildefonso Camacho, S.J., Editorial San Pablo, 3° ed.

[3] Cf Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta, Pg.380s

[4] François Mauriac, Obras Completas, José Janés Editor, Barcelona, 1954, Pgs 36s

[5] Poesías completas de San Juan de la Cruz y comentarios en prosa a los poemas mayores, Aguilar, 1977

[6] WEB,  WIKIPEDIA, Lacordaire