Reflexión 147 – Caritas in veritate (V)

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Caritas in veritate un paso  adelante en la doctrica católica sobre el desarrollo

 

 

Estamos preparando el camino, reflexionando sobre los antecedentes de la encíclica Caritas in veritate y aclarando algunos términos para comprenderla mejor. El ver los antecedentes de este documento de Benedicto XVI nos ayuda a comprender que la Iglesia no acaba de llegar con el Evangelio al campo social. Hace mucho tiempo está allí presente; sin embargo, el estudio de su doctrina no se difunde lo suficiente y por lo tanto se desconoce.

 

 

Recordemos que la nueva encíclica de Benedicto XVI conmemora los 40 años de Populorum progressio, la encíclica de Pablo VI que trata sobre el desarrollo integral y solidario de los pueblos; Caritas in veritate versa sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad. Por sólo el título de los dos documentos nos damos cuenta de que, sin duda, la encíclica de Benedicto XVI continúa en la línea del Vaticano II y de Pablo VI; podemos estar seguros de que amplía y profundiza esta doctrina de la Iglesia sobre el desarrollo integral y solidario, en la caridad y en la verdad, como se entiende desde el Evangelio.

 

 

La continuidad que existe en la doctrina social sobre el desarrollo, desde el Vaticano II y luego Pablo VI y Juan Pablo II, nos hace pensar, que debemos repasar el contexto histórico de Populorum progressio.

 

Preocupación de la Iglesia por el sufrimiento de los más pobres

 

 

Ya en el segundo Concilio Vaticano la Iglesia manifestó claramante su preocupación por el sufrimiento de los pueblos más pobres y, en particular en la Constitución Pastoral Gaudium et spes, llama la atención sobre el crecimiento progresivo de las desigualdades sociales.

 

 

Dijo el Concilio algo que sigue teniendo una gran importancia hoy;  que para corregir el desequilibrio entre los pueblos ricos, – que viven en la opulencia, – y los pobres que permanecen en una situación indigna de la persona humana, es necesaria una reforma de las estructuras y un cambio de mentalidad y de los hábitos de vida. Añadió el Concilio que el desarrollo económico debe ser al servicio y bajo el control del hombre y no un desarrollo económico al servicio y bajo el control de unas cuantas personas o de algunos grupos (G et s, 65).

 

 

Fijémonos que ya el Vaticano II mencionó la necesidad de la reforma de las estructuras y de un cambio de mentalidad y de los hábitos de vida, para corregir los desequilibrios entre los pueblos ricos y los pobres. Con una mentalidad de codicia, con unos hábitos de vida, de satisfacción inmediata de la comodidad y de los deseos de consumo, no estamos ni estaremos dispuestos a una reforma de las estructuras.

 

¿Estamos dispuestos a ceder algo de nuestra coomodidad?

 

 

Se requiere un cambio de mentalidad y de los hábitos de vida. Deberíamos preguntarnos qué tan dispuestos estamos a ceder algo de nuestra comodidad, en beneficio de nuestros hermanos más pobres, para que tengan siquiera lo indispensable para vivir una vida digna. La respuesta no puede ser en el sentido de cuánta limosna estamos dispuestos a dar, sino qué tan dispuestos estamos a cambiar nuestros hábitos de comodidad, en beneficio de los que no tienen ni siquiera alimento suficiente, ni techo, ni salud. No vamos a cambiar esos hábitos sin un cambio de mentalidad, sin una conversión. Si cambiamos de mentalidad y estamos dispuestos a renunciar en algo a nuestra comodidad, estaremos mejor preparados para aceptar las reformas de las estructuras, que sean necesarias en la sociedad.

 

 

En estos días, conversando con una psicóloga colombiana que trabaja con los inmigrantes del norte de África, en la región de Marsella, en Francia y está de visita a su familia, al ver la situación de pobreza de muchos compatriotas, me decía que algo que tenemos que cambiar en nuestro país, es la indiferencia ante el sufrimiento de los demás, en particular, la indiferencia ante el sufrimiento de los pobres. Sí, parte de nuestro cambio de mentalidad, de nuestra conversión, tiene que empezar por derrotar la indiferencia que hay en nosotros. Eso implica amor al prójimo, implica caridad; para alcanzar este cambio necesitamos ayuda de Dios.

 

Reformar las estructuras

 

 

 La iglesia repite de distintas maneras que hay necesidad de reformar  las estructuras.

 

 

Para no dejar cabos sueltos, comprendamos ¿qué es eso de las estructuras? Se menciona con mucha frecuencia, especialmente cuando se aprueban nuevas leyes, que hay que reformar las estructuras, que el cambio que se hizo no fue estructural sino sólo de maquillaje. ¿A qué se refieren? Conviene por eso que nos detengamos en ese término: estructuras. Sin entrar en profundidades, – para eso necesitaríamos la ayuda de un sociólogo, – detengámonos lo suficiente para comprender ese término en la D.S.I.

 

 

Si es un marxista el que explica el significado de estructuras, se estará refiriendo sin duda a lo que los marxistas consideran elementos esenciales de la sociedad: a  las clases sociales que, según esa ideología, están en permanente conflicto, porque buscan objetivos distintos, irreconciliables, objetivos que no se pueden compartir y por eso la única solución es la lucha de clases. Claman que la solución es la revolución. Como no es la marxista la única manera de entender lo que son las estructuras de la sociedad, intentemos otra explicación.[1]

 

La sociedad es como un organismo vivo

 

 

 

La sociedad se puede considerar como un organismo vivo, compuesto por varios sistemas, relacionados unos con otros, cuyas partes, cuyos órganos,- por ejemplo en el organismo humano, -se diferencian entre sí y se pueden separar. Por cierto al cuerpo humano lo tomó San Pablo como ejemplo, para explicar la unión de los cristianos con su cabeza que es Cristo y la relación de unos miembros con otros. De forma parecida, la sociedad está conformada por componentes que desempeñan distintas funciones. En el ser humano, todas las funciones de sus órganos son necesarias en mayor o menor grado, para que ese organismo funcione bien, para que goce de buena salud;  algunos de esos componentes son esenciales para que el organismo viva. El doctor Julio Durán decía en uno de sus programas de Salud de Dios, salud del hombre, que si tenemos el corazón muerto estamos muertos, igualmente estamos muertos si los pulmones se mueren o el cerebro. No podemos vivir sin corazón, pero sí sin un brazo o una pierna.

 

 

Quizás nos serviría también el ejemplo de una orquesta: está conformada por diversidad de instrumentos; algunos son grupos de instrumentos, por ejemplo las cuerdas, que son los violines, violas, chelos y contrabajos y así otros grupos de instrumentos; cada instrumento o cada grupo de instrumentos interpreta su parte y si tocan bien y de manera coordinada, el resultado será una bella pieza musical.

Como sucede con el organismo humano, también en la sociedad  sus elementos realizan tareas distintas, pero funcionan relacionados unos con otros. En el organismo humano el sistema nervioso, el cardiovascular, el sistema respiratorio, tienen a su cargo funciones distintas, pero todos necesitan de todos para que el organismo siga vivo y funcione correctamente. A veces hay que intervenir con medicamentos o aun con cirugía si un sistema no funciona bien.

 

 

Hay choques de trenes cuando se pierde la armonía

 

 

 

Los componentes de la estructura social también están organizados en grupos. Mencionemos algunos: en una sociedad ordenada hay unos elementos que conforman la estructura de la autoridad; en nuestro sistema democrático la autoridad tiene tres ramas: la ejecutiva, la legislativa y la jurisdiccional; cada una tiene funciones específicas, pero, aunque de modo independiente, deben trabajar en armonía, porque el objetivo de las tres es el bien común. Cuando se pierde la armonía se presentan los enfrentamientos que en Colombia llamamos choques de trenes.

 

 

Podemos hablar entonces de la estructura de la autoridad. La estructura y la forma de funcionamiento de una sociedad democrática son distintas a las de una dictadura. En una dictadura la autoridad está absolutamente centralizada; no hay independencia de las distintas ramas del poder. Si en una democracia, en una república, dejan de funcionar las tres ramas de modo independiente, pero coordinadas en búsqueda del bien común y toda la autoridad se centra en un solo poder, podemos decir que esa democracia muere, la república muere.

 

 

Además de las autoridades en una sociedad democrática están los demás ciudadanos, todos los ciudadanos que tienen libertad de  organizarse en lo que podríamos llamar subsistemas. Los ciudadanos somos beneficiarios, tenemos derechos, y también  deberes que cumplir para que se logre el bien común. De manera que en la sociedad, además de los órganos que dirigen, están los ciudadanos, que se organizan para  velar y trabajar por el bien de la sociedad: el ejército y la policía, los educadores, los trabajadores organizados, los gremios de empresarios, las asociaciones de profesionales de distintos oficios y disciplinas, los artistas, los medios de comunicación, los comerciantes, los creyentes, etc. Todos son elementos de la estructura que da forma a la sociedad. Entre los elementos que conforman la estructura de la sociedad nombramos a los creyentes; me refiero a todos los creyentes, no solo a los miembros de la Iglesia Católica. De todos modos, la Iglesia Católica es un elemento muy importante en la composición de nuestra sociedad.

 

 

La estructura de nuestra casa que es la sociedad

 

Veamos otro ejemplo, para que acabemos de comprender eso de las estructuras: si en un lote se acumulan sin orden los elementos necesarios para construir una casa: ladrillos, cemento, arena, hierro, tejas, pintura, etc., no podemos decir que esos elementos conforman una estructura. Cuando con esos mismos elementos unidos, de acuerdo con unos planos, se ha construido una casa o un edificio, podemos pensar en su estructura. Esos elementos se han organizado, de manera que con los ladrillos, el cemento, la arena, se han levantado las paredes, sobre ellas se han fundido planchas o se han puesto vigas para sostener el techo. Esos componentes tienen distintas funciones: las paredes dividen los espacios para diversos usos, dejan lugar para las puertas y ventanas y algo muy importante: con la ayuda de las vigas sostienen el techo.

Cuando la Iglesia declara que es necesaria una reforma de las estructuras, ¿se refiere a que se requiere una cirugía reparadora o una reforma de elementos que componen nuestra casa, que es la sociedad? Sí de eso se trata.

 

 

Para el marxismo, que todo lo ve solo con ojos materialistas, la economía ocupa el lugar fundamental en la estructura de la sociedad. Lo demás viene por añadidura. Para el marxismo el sistema económico es una superestructura sobre la cual se levantan las demás estructuras: la social y la judicial. La estructura económica, para el marxismo, está formada por las relaciones entre las personas, los objetos y las fuerzas que se emplean para producir bienes. Toda la sociedad gira alrededor de la producción de bienes. La estructura judicial está compuesta por las normas que regulan la conducta de las personas. Y finalmente, las estructuras sociales se refieren a los sistemas de propiedad, de relaciones laborales, de educación, de salud, etc.

 

 

Las estructuras según el marxismo

 

Según el marxismo, el uso de la propiedad es el eje de la estructura social y según esa ideología, la propiedad es del estado; no es permitida la propiedad privada. Podemos entender, por eso, para dónde van los gobiernos que se dedican a estatizar todos los bienes que tienen que ver con la  producción; no sólo las industrias productoras de bienes materiales, sino también de bienes culturales, intelectuales, religiosos. Lo estamos viendo en los gobiernos de algunos países vecinos, que están acabando con los medios de comunicación privados y se arrogan el dominio de la educación que usan como instrumento de adoctrinamiento para que desde niños los ciudadanos adhieran a su ideología. Inclusive en el manejo de la religión se han entrometido: en China por ejemplo, fundaron una Iglesia católica oficial, independiente de Roma, pero no del gobierno civil. No tratan ellos de volver más libre a la persona humana, sino al contrario, de controlar aun su pensamiento.

 

 

Reformas en los sistemas económico y financiero

Esos cambios revolucionarios no pueden ser la reforma de las estructuras de que nos habla la D.S.I. Pero, como la Iglesia habla de la injusticia, de la inequidad, de la distancia creciente entre pueblos ricos y pueblos pobres, que viven en condiciones indignas de la persona humana, sin duda exhorta la Iglesia a reformas en las estructuras conformadas por los sistemas económicos, los sistemas financieros nacionales e internacionales (estos últimos manejan también el crédito a los países pobres). Sin duda la Iglesia se refiere también a reformas del sistema educativo, de las normas que regulan las relaciones laborales y por lo tanto de las leyes que ordenan el derecho al trabajo y, al salario justo. Se refiere sin duda también, a los derechos de la familia, célula vital de la sociedad, se refiere a las reformas necesarias en los organismos del Estado, infestados ahora por la corrupción, en fin se refiere a reformas necesarias para que todos los ciudadanos puedan gozar equitativamente de los mismos derechos, participar sin discriminación y con libertad en la vida social, económica, política y religiosa.

 

 

Unos países necesitan reformas más profundas en unos sistemas que en otros. La pobreza, sin duda debería comprometer a todos los países a la reforma del sistema  económico, respetando la libertad, defendiendo y promoviendo la justicia y la equidad. El sistema económico tiene que ver con la alimentación, con la salud, la educación, la vivienda. No es lo económico lo único importante, pero ¿cómo esperar de quienes viven en la miseria, que no tienen techo, ni trabajo y por lo tanto ni cómo obtener el alimento diario para su familia, – cómo esperar de ellos, – el mismo comportamiento de los que viven con holgura, sin afanes?

 

 

¿Reformas dentro de la Iglesia?

La Iglesia misma, al hacer un examen de conciencia, reconoce que ella también necesita la conversión, también requiere reformar sus estructuras. Los invito a leer en el documento final de Aparecida, el N° 100, que enumera algunas de las sombras de la Iglesia. Comienza así la enumeración de aspectos que necesitan mejorar: A pesar de los aspectos positivos que nos alegran en la esperanza, notamos sombras… Menciona allí que el crecimiento de la Iglesia no ha ido a la par con el crecimiento de la población. Menciona las infidelidades a la doctrina, a la moral y a la comunión, nuestras débiles vivencias de opción preferencial por los pobres, recaídas secularizantes en la vida consagrada, debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica.

 

 

Una sombra: el escaso acompañamiento a los laicos

 

Reconoce también Aparecida como una sombra, el escaso acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la sociedad; reconoce la falta de  una evangelización con nuevos métodos y expresiones… etc. A este propósito, yo me pregunto si, por ej., en el Congreso y demás organismos del Estado, no hace falta un mayor acompañamiento de la Iglesia, -acompañamiento espiritual, evangelizador, – para los que se declaran católicos y,  por ignorancia o debilidad humana, no son coherentes con su fe en el desempeño de sus funciones. No es una tarea fácil, pero sin duda la relación con los fieles laicos se debe revisar; un mayor reconocimiento del papel de los fieles laicos es necesario, para que todos nos sintamos parte de la Iglesia y no sólo apéndices de ella; que el acompañamiento a los fieles laicos que sirven a la sociedad no sea escaso, como lo califica Aparecida. Quizás es ese uno de los campos donde más se requieren nuevos métodos y expresiones de Evangelización. Quizás es esa una reforma necesaria y que toca a la Iglesia.

 

En las reformas que se propone la Iglesia en su propia estructura, hay un gran énfasis en vivir una vida fiel al Evangelio. Es que la Iglesia funcionará bien, en servicio de la sociedad, si cumple con su razón de ser, con el fin para el cual fue fundada y si se ciñe al Evangelio en toda su vida, en todas sus actividades.

 

 

La Iglesia en el mundo: ¿lo conoce? ¿lo comprende?

Un interrogante que la Iglesia se abrió desde el Vaticano II es si está suficientemente abierta al mundo, si lo conoce, si lo comprende y actúa de acuerdo con sus necesidades, de allí que haya tomado tanta fuerza en la Iglesia la metodología de VER-JUZGAR-ACTUAR. VER se refiere a examinar las circunstancias, las situaciones, para conocerlas bien. JUZGAR es  considerar esas situaciones a la luz del Evangelio: preguntarnos si están lejos de él, – y ACTUAR es obrar en la pastoral de acuerdo con los resultados de ese poceso: VER-JUZGAR-ACTUAR, para contribuir al desarrollo de la sociedad según los planes de Dios.

 

Desarrollo integral en Juan XXIII, Vaticano II, Pablo VI

 

 

Cerremos el largo paréntesis y retomemos el camino con los antecedentes de la encíclica Caritas in veritate.Creo que ya sabemos de qué nos hablan cuando mencionan reforma de estructuras.

 

Recordamos antes, que el Concilio Vaticano II en su Constitución Pastoral Gaudium et spes, dedicada a las relaciones de la Iglesia con el mundo, manifestó claramente su preocupación por el sufrimiento de los pueblos más pobres, llamó la atención sobre el progresivo aumento de las desigualdades sociales y para corregir el desequilibrio entre los pueblos ricos, que viven en la opulencia y los pobres, que permanecen en una situación indigna de la persona humana, declaró que es necesaria una reforma de las estructuras y un cambio de mentalidad y de los hábitos de vida.

 

Pablo VI continuó con la orientación que imprimió Juan XXIII a la Iglesia: culminó su obra inmensa del Segundo Concilio Vaticano y además nos legó mensajes de gran importancia en la actualización de la D.S.I.: las encíclicas Populorum progressio, en el año 1967 y Octogesima adveniens en 1971. Ésta última en la celebración de los 80 años de la Rerum novarum de León XIII.

 

 

¿Por qué en nuestra reflexión introductoria sobre la encíclica Caritas in veritate damos esta mirada atrás? Por una parte porque así  comprendemos la continuidad de la doctrina social de la Iglesia, que viene desde hace mucho tiempo insistiendo en temas doctrinales sociales que se necesita repetir, profundizar y ampliar, porque parece que el mundo no los hubiera escuchado o no los quisiera entender. En las encíclicas sociales encontramos muchos temas que se repiten de distinta manera, enfocados siempre a la situación del mundo en el momento en que se presentan. La justicia y el amor, por ejemplo son temas recurrentes. Para que la Iglesia cambiara esencialmente su discurso, el mundo tendría que cambiar, no dejarse dominar por la codicia, el egoísmo y la indiferencia y practicar de verdad la justicia y el amor. Mientras tanto necesitamos que esos temas nos los recuerden de manera permanente.

 

 

Hemos visto, entonces, que la encíclica Caritas in vertitate no es el primer documento social de la Iglesia que trata sobre el desarrollo integral de los pueblos. Por lo menos desde el Vaticano II, en la Constitución Gaudium et spes, se abrió el camino a este tema que sigue siendo importante en este siglo XXI, tan avanzado en tecnología pero tan inequitativo en el desarrollo.

 

 

Por esta razón vamos a detenernos en otros aportes de Pablo VI, además de sus encíclicas sociales; aportes que no siempre se tienen en cuenta cuando se mencionan los documentos sociales, pero que no se pueden ignorar. 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, AGUILAR, volumen 4, Pg 539- 602