Reflexión 30 Septiembre 21 2006

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Nº 40


El amor a que estamos llamados es un amor que implica asumir una responsabilidad

 

Los invito a que nos dispongamos para nuestro estudio en una actitud de reflexión, que nos ayude a aceptar de corazón y a comprender  la doctrina social de la Iglesia. Tengamos presente que la Doctrina Social de la Iglesia tiene su origen en la Sagrada Escritura, la Palabra de Dios; en la Tradición y el Magisterio.

Estamos estudiando el primer capítulo del Compendio de la Doctrina Social de la IglesiaI. Este capítulo nos enseña cuál es el designio o plan de Dios para la humanidad. Ya en dos reflexiones anteriores comenzamos el estudio del Nº 40,que amplía y profundiza el tema sobre la salvación cristiana, que es el plan de Dios para todos los hombres: su plan es la salvación para todos los hombres, y la salvación, de todo el hombre. El plan divino sobre el hombre, desde su creación, ha sido ofrecerle la posibilidad de gozar de su vida en la gloria. En eso consiste la salvación.

Recordemos lo que dice el Nº 40: La universalidad e integridad de la salvación ofrecida en Jesucristo, hacen inseparable el nexo entre la relación que la persona está llamada a tener con Dios y la responsabilidad frente al prójimo, en cada situación histórica concreta.

El Nº 40, que acabamos de leer, hace especial énfasis en el inseparable nexo entre la relación con Dios a la que estamos llamados, y nuestra responsabilidad con el prójimo, en cada situación histórica concreta. El amor a que estamos llamados es un amor que implica asumir una responsabilidad.

 

Los cristianos estamos llamados a amar aun a los enemigos

 

Reflexionábamos por eso sobre qué significa eso de nuestra responsabilidad con el prójimo. Esto de nuestra responsabilidad frente al prójimo nos dejaba pensativos, porque todas estas verdades las conocemos, pero se nos quedan sólo a nivel de la razón o quizás de ese afecto que se expresa sólo de palabras. Y, claro está, todos comprendemos fácilmente, que no debemos hacer daño a las personas que amamos, pero resulta que los cristianos estamos llamados a amar aun a los enemigos.

 

Quien es responsable de algo tiene que presentar cuentas sobre el cumplimiento de esa responsabilidad

Esto del amor al prójimo y de nuestra consiguiente responsabilidad, no se refiere a una invitación a los de buena voluntad, a los que voluntariamente quieran ser amables con los demás, y que quieran extender su generosidad a los más necesitados. Se trata de un deber. Porque quien es responsable de algo, tiene que presentar cuentas sobre el cumplimiento de esa responsabilidad. En nuestro caso, tenemos responsabilidad con nuestros hermanos que sufren, que padecen injusticia, que viven en la pobreza o como víctimas de desastres naturales.

Para no quedarnos sólo en la teoría ni en generalidades, consideramos nuestra responsabilidad con el prójimo, en ciertas situaciones concretas, teniendo en cuenta que la responsabilidad es diferente, según las circunstancias en que se encuentre cada uno. En algunos casos, sólo podremos acompañar a los que sufren con nuestra oración. La oración es muy importante, y debemos orar por los demás. En otras situaciones podremos asímismo, colaborar con nuestra acción directa, como lo hacen, por ejemplo, admirablemente, los médicos que trabajan como voluntarios, yendo a regiones alejadas de los centros urbanos; como lo hacen personas de diferentes profesiones y oficios, que colaboran como voluntarias en obras comunitarias de diversa índole. En nuestro país existen desde hace años, organizaciones de voluntariado que trabajan en hospitales, en cárceles, en obras de la acción comunal; aunque a decir verdad, no se ha extendido ni tiene tanta fuerza la organización del voluntariado como en otros países. No está tan extendida ni tan arraigada la conciencia de todo lo que se puede hacer uniendo libremente voluntades, y sin recompensa económica, así la colaboración individual parezca pequeña.

El llamado de Dios es para que respondamos de acuerdo con nuestra capacidad

 

Son innumerables los modos de ser solidarios. De acuerdo con la situación y el medio en que se encuentre cada uno, se ofrecen modalidades y posibilidades distintas de ser solidario. Claro está que hay personas con capacidad de hacer esfuerzos grandes, y hay otras que sólo pueden hacer esfuerzos pequeños. Todos esos esfuerzos sumados son necesarios e importantes. El llamado de Dios es para que respondamos de acuerdo con nuestra capacidad; Dios no nos pide algo más allá de nuestras fuerzas. No nos vendría mal hacernos la pregunta: ¿qué estoy haciendo yo, por los demás? Concretamente, y de modo habitual. No sólo una vez al año.

La caridad tradicional no ha pasado ni pasará de moda tampoco. A veces dudamos de si debemos dar o no una limosna, y esa contribución a la persona que pide a nuestra puerta o el mercado que se lleva desde la parroquia, pueden solucionar un problema grave de hambre. La Iglesia lleva a cabo esfuerzos grandes, con obras como Cáritas[1], en todos los países; los bancos de alimentos, en varias diócesis, el pan compartido en las parroquias, las obras pontificias gracias a la solidaridad de muchos católicos de todo el mundo. Pero no nos enfoquemos en este momento tanto en lo que hace la Iglesia como Institución, sino en lo que cada uno de nosotros realiza como respuesta al llamado del Señor a amar a nuestros hermanos. Lo que podemos hacer directamente o como contribución nuestra a las instituciones que reúnen los esfuerzos de todos para ejecutar obras que individualmente no podríamos hacer. Tengamos presente que las obras asistenciales son necesarias, aunque no sean la solución definitiva y radical. Y no olvidemos, que por las obras de misericordia nos van a juzgar… Leamos si no a Mt. 5, 7: Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia,y en particular Mt. 25, 34ss: Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer…

 

Cuando ocupamos cargos de responsabilidad directiva ¿nos preguntamos para qué nos tiene Dios allí?

Creo conveniente repetir la reflexión anterior sobre la responsabilidad que algunos católicos en particular tienen con el prójimo. Me referí específicamente a los católicos llamados a servir a la comunidad, en posiciones de responsabilidad en el Estado o en la empresa privada. Algunos de ellos son reflexivos y se detienen a preguntarse qué quiere el Señor que hagan allí, pero otros, no tienen esto en cuenta, en absoluto. No se preguntan si Dios quiere que estén allí para que cumplan alguna misión…

Trabajé muchos años en diversas organizaciones privadas, algunas nacionales y otras multinacionales. Por lo que pude observar allí, la generalidad de laspersonas en altos cargos, en la empresa privada y también en el Estado, hacen una separación completa de sus obligaciones contractuales y legales y de su fidelidad a la fe. Les suele interesar el cumplimiento de la ética, pero dividen las actividades de su vida en dos cajones completamente independientes. Su trabajo, sus responsabilidades con el mundo, los ponenen un cajón, y sus responsabilidades como creyentes, en el otro.

Los católicos que desempeñan cargos en el Estado, y los directivos de las empresas, tienen una especial responsabilidad con los demás, sobre todo, si son ellos quienes orientan la acción a donde se dirigen las políticas y estrategias de sus compañías; y en el Estado, quienes orientan las políticas, las leyes y los recursos de la nación, que son de todos. No olvidemos que somos administradores de los bienes que Dios puso a nuestro cuidado, pero los destinó al bienestar de todos. No se puede tomar decisiones que afecten negativamente a otros, y menos aún si se afecta a los más necesitados, sin tenerlos en cuenta.

Mencionábamos en la reflexión anterior la ley de flexibilización laboral, por ejemplo, que supuestamente pretendía quitar cargas a las empresas, para que ofrecieran más puestos de trabajo, y en esa forma, decían, se favorecerían los trabajadores. En la práctica esa ley fue un fracaso. Las empresas,- con contadas excepciones,- no respondieron. Quedaron en deuda, porque las empresas no tenían obligación de aplicar la nueva ley y rebajar los ingresos por horas extras y nocturnas; tenían libertad de seguir aplicando la legislación anterior, más beneficiosa para los trabajadores; pero simplemente optaron por seguir el camino más beneficioso para ellas: aprovecharon las ventajas en su propio beneficio, y en detrimento de los trabajadores más débiles. El Congreso no ha corregido esa equivocación, si de verdad la intención era el aumento de oferta de trabajo. El ministro de la Protección Social tiene cuentas pendientes en éste, como en otros casos (Se trataba de Diego Palacio).

 

Altos funcionarios del Estado que tendrán que rendir cuentas por su orientación equivocada

Mencionamos también en la reflexión anterior, que entre ese grupo de altos funcionarios del Estado que tendrán que rendir cuentas por su orientación equivocada, hay algunos que dicen defender la salud y la vida, y para eso no tienen inconveniente en sacrificar a los más débiles, como en el caso del aborto y la eutanasia. Ellos no han medido su responsabilidad con los que no pueden nacer o no pueden seguir viviendo, porque, o no tienen todavía la posibilidad de gritar desde el vientre materno o no pueden tampoco hacerlo libremente desde su lecho de enfermos. El Procurador General (nos referimos a quienes ocupaban esos cargos en 2006), el Defensor del Pueblo, el Ministro de salud, más los Magistrados y los congresistas que apoyan el aborto y la eutanasia, caen entre las personas a quienes es lícito rehusarles obediencia en estas materias injustas, porque hay que obedecer a Dios, antes que a los hombres.[2]

Como leímos en el comunicado de la Conferencia Episcopal: En ningún ámbito de la vida, la ley civil puede sustituir la conciencia ni dictar normas que excedan la propia competencia que es la de asegurar el bien común de las personas mediante el reconocimiento y la defensa de sus derechos fundamentales.

Y añadía siguiendo la encíclica Pacem in terris, del Beato Juan XXIII: Por esta razón, aquellos Magistrados que no reconozcan los derechos del hombre o los atropellen, no sólo faltan a su deber sino que carece de obligatoriedad lo que ellos prescriban” (Pacem in Terris Nº 61).

 

No siempre hay coherencia entre trabajo y fe en los comunicadores sociales católicos

 

En este punto, sobre nuestra responsabilidad con el prójimo, mencionamos que otro grupo de católicos que vive en las trincheras todos los días, y en cuya acción no siempre aparece la coherencia entre trabajo y fe, es el de los comunicadores sociales católicos. Repitamos lo que dijimos en la reflexión pasada sobre algunos periodistas de los medios hablados y escritos:

Los comunicadores sociales orientan a la opinión, y a veces, cuando tratan temas delicados, en los que la formación ética define una posición, pareciera que olvidaran su misión de constructores del Reino de Dios en la tierra, y asumen posiciones ambiguas o abiertamente opuestas a lo que nos enseña la fe. Se ha insistido tanto, – como hábil estrategia, – en una mal entendida separación de la Iglesia y del Estado[3], en la libertad de expresión y en la necesidad del divorcio entre el mundo terreno y el trascendente, que los que pueden hablar no lo hacen por temor de ser impopulares, se da más espacio y tiempo a los comentaristas no creyentes y se está llegando a la dictadura de negar la palabra a los creyentes. Ahora, hasta se nos quiere privar del derecho constitucional de la objeción de conciencia. No hay peor dictadura  que la que se está montando con el apoyo de poderosos medios de comunicación y el camuflaje de la legalidad.

Debemos aceptar que no es fácil ser coherentes en esas situaciones de responsabilidad y de controversia. Debemos por eso pedir al Espíritu Santo, que ilumine a los creyentes que tienen responsabilidades tan altas con sus hermanos, para que no se dejen envolver en el torbellino de la confusión, y les dé la fortaleza que requieren, para no dejarse acobardar ante la actual virulenta campaña contra la Iglesia y la fe, que se ha vuelto ahora una enfermedad crónica.

 

Las carencias que tienen que ver con los temas éticos, se manipulan o con ligereza o con pinzas, como si quemaran

 

Como quizás alguien se podría preguntar, si estos temas tienen algo qué ver con la Doctrina Social de la Iglesia, aclaramos nuestro punto de vista: El Nº 40 del Compendio de la D.S.I., que estamos estudiando, nos advierte de nuestra responsabilidad frente al prójimo, en cada situación histórica concreta. Es quizás más fácil aceptar, por lo menos en teoría, que tenemos responsabilidad frente al prójimo que sufre la carencia de lo material, que padece la pobreza o la enfermedad, pero las carencias que tienen que ver con los temas éticos, se manipulan o con ligereza o con pinzas, como si quemaran. Se les tiene miedo.

El hombre considerado integralmente no es sólo cuerpo. Pueden ser peores los peligros que corre la persona de perder su alma, que la de perder sus bienes materiales: su casa o sus tierras. “¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo, si al fin pierde su alma”. Esa frase del Señor nos recuerda, que somos más que materia, que nuestras necesidades no se reducen al pan y a la salud del cuerpo. Que nuestro destino es la eternidad. Que nuestra responsabilidad es frente a situaciones concretas materiales, pero sin olvidar las que constituyen nuestra vida trascendente. El Catecismo nos enseña que debemos practicar las obras de misericordia corporales y también las espirituales.

 

Atacan a la Iglesia todos los días porque está viva

 

Casi no hay semana, en que alguna columna de un periódico o revista no afecto a la Iglesia, se dedique a atacarla abierta o veladamente. Eso nos confirma que lo hacen porque la Iglesia está viva, porque Cristo resucitado vive, pues si estuviera muerto, no les preocuparía a sus enemigos, pero de todos modos, las actuales circunstancias de ataques permanentes a la Iglesia, nos deben poner alerta. ¿Estamos contentos con los rumbos que está tomando nuestro país? ¿Es ese el mundo que queremos para nuestros hijos y nietos? Porque parece que hubiera una campaña mundial para socavar los cimientos del cristianismo. En Colombia es clara esa campaña, aprovechando la posición de la Iglesia frente a la aprobación del aborto, la campaña por la reglamentación de la eutanasia en el Congreso y la preparación del camino para equiparar las uniones entre homosexuales con el matrimonio. Se trata de una campaña, desde muchos frentes, contra los defensores de la vida y de los planes de Dios con el hombre.

 

Los ataques a la Iglesia tienen diverso efecto en los creyentes, en los mal preparados, en los tibios y en los no creyentes

 

No dejemos de recordar que los ataques a la Iglesia, hábilmente urdidos, tienen distinto efecto, según la persona a la que llegan. Entre los creyentes bien fundados en su fe y en el amor a Dios, que tratan de vivir su vida cristiana con la práctica de la caridad, de la oración y de los sacramentos, esos ataques tienen el resultado de hacerlos amar más a la Iglesia, de ser más conscientes de la gracia enorme de haber sido llamados a la fe. Se preocupan más por profundizar en la doctrina y, con humildad, están dispuestos a aceptar que si a Jesús lo persiguieron, también nos perseguirán a nosotros.

El efecto en los no creyentes, que por razones que desconozco alimentan odio contra la Iglesia, es que su odio parece exacerbarse. Se vuelven más virulentos. Como sucede con las bacterias que se alborotan, cuando entran a un cuerpo ya infectado.

Es doloroso aceptarlo, pero hay también cristianos insuficientemente preparados para el mundo difícil que atravesamos; algunos porque, como no tuvieron la oportunidad de formarse con profundidad en la fe, e asuntos fundamentales como el matrimonio y la familia les dan sólo el alcance limitado y superficial que merecen las actividades sociales estilo club. Por eso aceptan tranquilamente la licitud de las parejas de hecho entre católicos, por ejemplo, como si no hubiera diferencia entre matrimonio y unión libre. También hay cristianos tibios, que junto con los mal formados, son los que más preocupan, porque son los más débiles. Como están bajos de defensas espirituales, fácilmente aceptan las falsedades, los chismes, las distorsiones de la información en los medios de comunicación, y acaban de aliados del enemigo.

Si el cristiano debe orar por los enemigos, debe hacerlo también por él mismo, porque el Señor le fortalezca su fe, porque todos somos débiles, todos corremos peligro. Y con especial ahínco debe orar por sus hermanos que flaquean. Ya que ellos no oran o lo hacen poco, debemos seguir la solicitud de Jesús a sus apóstoles en Getsemaní: velad y orad para que no caigáis en la tentación. Debemos orar por nosotros y por ellos. No podemos dormirnos en medio del peligro. Parece dirigida a todos nosotros la pregunta del Señor a sus compañeros los apóstoles en el Huerto: ¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en la tentación.[4]

A los lectores de estas reflexiones, especialmente a los que sufren, les ruego que ofrezcan algo de ese sufrimiento y de sus oraciones, por los cristianos débiles en su fe. El Señor, de seguro recibirá con agrado ese ofrecimiento. Es ofrecer apoyo al que está por caer, es dar la mano al caído para que se reincorpore y siga adelante. Sin duda en nuestras familias hay seres queridos que necesitan nuestra mano. Unámonos todos en esta campaña. Que no se pierda ninguno de los que el Señor nos ha encomendado. Recordemos las palabras de Señor en su oración sacerdotal, en la Última Cena. Pidió allí por los apóstoles y también por nosotros, porque dijo: No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos, que por medio de su palabra, creerán en mí. Digamos con Él algunas de sus súplicas, para pedir por los nuestros. Éstas fueron algunas de las palabras del Señor:

Por ellos ruego yo; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos;..-

…ellos están en el mundo…

…Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros…

No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. No son del mundo, como yo no soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu Palabra es verdad

…Cuando estaba yo con ellos, cuidaba en tu nombre a los que me habías dado…

Hemos terminado de repasar y ampliar la reflexión sobre el Nº 40, que dice:

La universalidad e integridad de la salvación ofrecida en Jesucristo, hacen inseparable el nexo entre la relación que la persona está llamada a tener con Dios  y la responsabilidad frente al prójimo, en cada situación histórica concreta.

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

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[1] Véase en los enlaces de este blog: http://www.pastoralsocialcolombia.org/

[2] Cfr. Hechos de los Apóstoles, 4, 19

[3]La Iglesia está de acuerdo en la separación de la Iglesia y el Estado, pero no en el sentido de tratar los dos terrenos como si no pudieran tener injerencia el uno en el otro. No se puede desintegrar lo que en el hombre está por naturaleza integrado: la vida terrena y le destino eterno.

[4]Lc., 22,46