Reflexión 134 APUNTES HISTÓRICOS N° 87

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LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO

En nuestras reflexiones sobre la D.S.I., la semana pasada, terminamos el estudio de su naturaleza; sería de suponer que ya sabemos lo que es la D.S.; sin embargo, a medida que progresamos en el estudio, no sólo de la D.S., sino, como sucede en el estudio de otras materias, y con mayor razón en el estudio de nuestra fe, a medida que avanzamos, encontramos que es más lo que nos falta por conocer que lo que ya sabemos. Es natural que así sea; lo importante es que ese sentimiento nos impulse a continuar nuestro estudio y no a dejarlo.

A medida que avanzamos, encontramos que hay una perfecta coherencia, un hilo conductor que da unidad a toda la doctrina. Si, con la ayuda de Dios, no nos desviamos de ese camino, nos sentiremos alegres, más seguros y agradecidos por haber sido llamados a la maravillosa fe de la Iglesia de Jesucristo.

Una reflexión que debemos hacer, a medida que estudiamos la D.S.I., es que la D.S. no es sólo para conocerla intelectualmente, sino, como toda la doctrina católica, es para vivirla, con la ayuda de la gracia. Si no hay coherencia entre nuestra vida y lo que decimos profesar, fallamos radicalmente. Juan XXIII, como lo recordaremos más adelante, insistió en que la D.S. es para llevarla a la práctica.Vamos a avanzar ahora a un nuevo tema del capítulo segundo que seguimos estudiando y que se titula Misión de la Iglesia y Doctrina Social.

El nombre de la tercera y última parte del capítulo segundo que acometemos ahora es interesante: La Doctrina  Social en nuestro tiempo: Apuntes Históricos. Ocupa este tema desde el N° 87 del Compendio de la D.S.I. hasta el N° 104.

Nos va a tomar algún tiempo su estudio, porque, aunque el Compendio hace un recorrido rápido, se espera que nosotros nos detengamos lo necesario, para que nos queden sentadas unas bases históricas sólidas.

Tener unas bases históricas sólidas no es conocer de memoria nombres de

documentos y fechas; es, más bien, entender el hilo conductor en el desarrollo de la D.S.I., que es siempre la misma en lo fundamental, pero que, atenta a la evolución de la sociedad, la doctrina social de la Iglesia se caracteriza (…) también por la renovación. (Compendio, 85s). Que el Espíritu Santo nos acompañe en este esfuerzo.

El comienzo del nuevo camino

Esta parte del segundo capítulo La Doctrina Social en nuestro tiempo: Apuntes Históricos, lo divide  el Compendio en los siguientes subtemas:

a) El comienzo del nuevo camino, b) De la Rerum novarum hasta nuestros días y c) A la luz y bajo el imperio del Evangelio. La segunda parte, De la Rerum novarum hasta nuestros días es la más larga, porque abarca bastante tiempo, desde 1891 hasta nuestros días, y en estos 118 años se han producido los más importantes documentos doctrinales del Magisterio, sobre la cuestión social.

Comencemos por leer el primer párrafo del N° 87. Así tendremos una idea global del tema. Luego lo iremos estudiando por partes:

La locución doctrina social se remonta a Pío XI[1] y designa el «corpus» doctrinal relativo a temas de relevancia social que, a partir de la encíclica «Rerum novarum»[2] de León XIII, se ha desarrollado en la Iglesia a través del Magisterio de los Romanos Pontífices y de los Obispos en comunión con ellos.[3] La solicitud social no ha tenido ciertamente inicio con ese documento, porque la Iglesia no se ha desinteresado jamás de la sociedad; sin embargo, la encíclica «Rerum novarum» da inicio a un nuevo camino: injertándose en una tradición plurisecular, marca un nuevo inicio y un desarrollo sustancial de la enseñanza en el campo social.[4]

DOCTRINA SOCIAL, UN NOMBRE NUEVO

Profundicemos un poco más. El Compendio de la D.S. es una síntesis y en pocas líneas nos da mucha información; nos dice que La locución doctrina social se remonta a Pío XI; este Papa gobernó a la Iglesia desde 1922 hasta 1939. Su encíclica social Quadragesimo anno, es de 1931. De manera que cuando se exponían las enseñanzas de la Iglesia sobre la cuestión social, antes de Pío XI, no se utilizaba la expresión doctrina social. ¿Tienes esto alguna importancia? Hoy no se justifica emplear tiempo en discutir si está bien o no utilizar esa expresión,[5] pero si el Compendio menciona que este término Doctrina Social, empezó a utilizarse en el pontificado de Pío XI, no debemos pasarlo por alto.

Se podría hablar de las enseñanzas sociales de la Iglesia; era ese un término que se utilizaba antes; sin embargo, se prefiere ahora la expresión Doctrina Social, porque se han llegado a reunir de modo sistemático, metódico, ordenado, las enseñanzas de la Iglesia sobre la cuestión social, a través del tiempo. Hoy podemos hablar de un cuerpo de doctrina. Fue Juan Pablo II quien, en la encíclica Sollicitudo rei socialis (La preocupación social de la Iglesia…), 1, nos enseñó que, con los sucesivos aportes del Magisterio, se ha ido formando un cuerpo doctrinal, según la Iglesia, con la asistencia del Espíritu Santo, ha ido leyendo, interpretando los acontecimientos, según se desenvuelven en el curso de la historia. Esto nos va a quedar todavía más claro, cuando veamos el momento en que se produjo la encíclica Rerum novarum.

No se trata de enseñanzas inconexas

Lo que se quiere decir con la expresión “cuerpo doctrinal” es que no se trata de enseñanzas sueltas, inconexas, sino que las enseñanzas que se han ido presentando en diversas épocas, de acuerdo con las necesidades de la sociedad, conforman ya un conjunto doctrinal ordenado, sistemático, sobre la cuestión social. A ese conjunto de enseñanzas o cuerpo doctrinal, se llama D.S.I.

Es muy interesante recordar, que Juan Pablo II en la misma encíclica Sollicitudo rei socialis, añade que con su D.S., la Iglesia Intenta guiar (…) a los hombres para que ellos mismos den una respuesta, con ayuda también de la razón y de las ciencias humanas, a su vocación de constructores responsables de la sociedad terrena (N°1).

Ya en las reflexiones anteriores vimos que

Orientada por la luz perenne del Evangelio y constantemente atenta a la evolución de la sociedad, la doctrina social de la Iglesia se caracteriza por la continuidad y por la renovación. (Compendio, 85s)

No son, los términos continuidad y renovación, como característica de la D.S.I., palabras de relleno. Las estudiamos en los N° 85 y 86 del Compendio, donde la Iglesia insiste en que

La firmeza en los principios no (…) convierte (a la D.S.) en un sistema rígido de enseñanzas, es, más bien, un Magisterio en condiciones de abrirse a las cosas nuevas, sin diluirse en ellas:[6] una enseñanza «sometida a las necesarias y oportunas adaptaciónes sugeridas por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades» (Sollicitudo rei socialis, 3).

Nos enseña el Compendio, nuestro libro guía, que La doctrina social de la Iglesia se presenta como un «taller» siempre abierto (86).[7] En el programa anterior hablamos sobre esta idea del taller siempre abierto.

¿Por qué insistir en la capacidad de renovación de la D.S.I.?

Porque el ser dinámica es una característica suya muy importante. El hecho de llamar a las enseñanzas de la Iglesia una Doctrina, no le cierra las puertas para renovarse. Estamos invitados a que también nosotros nos renovemos, a imitación de nuestra Madre y Maestra, la Iglesia, con su doctrina social, y no nos aferremos a lo tradicional, por ser tradicional.

Pablo VI nos hizo comprender el dinamismo que debe caracterizar a la D.S.I., cuando en su carta apostólica Octogesima adveniens, tomó la metodología de los tres pasos VER-JUZGAR-ACTUAR, como el proceso que las enseñanzas sociales de la Iglesia siguen, para aproximarse a la realidad histórica que la sociedad vive: VER los acontecimientos es conocerlos de verdad, es ahondar en ellos para comprenderlos en su momento histórico y en su entorno.

JUZGARLOS es comparar las respuestas de la sociedad ante esos acontecimientos, con las respuestas que se deberían darsegún el Evangelio. Podríamos decir quizás, que es interpretar en los acontecimientos, los signos de los tiempos a la luz del Evangelio.

En el tercer paso, ACTUAR, la D.S. alienta a la comunidad a no quedarse en palabras y buenos propósitos, sino a comprometerse en la renovación de la sociedad. Nuestra misión no se detiene en los dos primeros pasos: VER y JUZGAR.

El P. Tony Mifsud, en su libro Moral Social, resume así, en pocas líneas, lo que documentos del Magisterio tan importantes como Gaudium et spes, Mater et Magistra, Octogesima advenienens y Populorum progressio, nos enseñan acerca de nuestras obligaciones sociales. Dice:

La Doctrina Social de la Iglesia explicita las obligaciones sociales del creyente, es decir, el deber cristiano de colaborar en la edificación de un mundo humano y justo.[8] Esta enseñanza es letra muerta si no es llevada a la práctica[9] y, a la vez, es urgente participar en los cambios necesarios.[10]

Son pocas palabras pero de mucho contenido. La Constitución Pastoral Gaudium et spes, nos recuerda la oración, en el capítulo 9 del libro de la Sabiduría, donde dice el autor sagrado:

«Dios de los Padres, Señor de la misericordia,
que hiciste el universo con tu palabra,
y con tu Sabiduría formaste al hombre
para que dominase sobre los seres por ti creados,
administrase el mundo con santidad y justicia
y juzgase con rectitud de espíritu,
dame la Sabiduría, que se sienta junto a tu trono,
y no me excluyas del número de tus hijos.

Necesitamos la sabiduría que solo Dios nos puede dar

Es nuestro deber administrar el mundo que nos toca con santidad y justicia y juzgarlo con rectitud de espíritu, para colaborar así en la edificación de un mundo humano y justo. Es necesaria la sabiduría que solo Dios nos puede dar, para VER-JUZGAR-ACTUAR, y así colaborar en le edificación de un mundo humano y justo; no es suficiente la sabiduría puramente humana. Necesitamos la LUZ que vino a traernos Jesucristo. Hay personajes que utilizan sus conocimientos, que no es lo mismo que sabiduría, para dominar con injusticia.

Por otra parte, nos dice el P. Mifsud que Esta enseñanza (de la Doctrina Social), es letra muerta si no es llevada a la práctica. Juan XXIII en su encíclica Madre y Maestra, en el N° 226 y siguiente fue muy claro. Dice allí:

(…) una doctrina social no debe ser materia de mera exposición. Ha de ser, además, objeto de aplicación práctica. Esta norma tiene validez sobre todo cuando se trata de la doctrina social de la Iglesia, cuya luz es la verdad, cuyo fin es la justicia y cuyo impulso primordial es el amor. Es, por tanto, de suma importancia que nuestros hijos, además de instruirse en la doctrina social, se eduquen sobre todo para practicarla.

Este es un punto de examen para los padres de familia, a ver si hemos educado a nuestros hijos para practicar la D.S.I. No pocos prejuicios, por ejemplo, tienen origen en la actitud que en la familia se aprende frente a los demás. Igual se puede afirmar sobre la práctica de la justicia social. El fin de la D.S. es la justicia, y el amor es el motor. Nos vendría bien un examen de conciencia sobre el ambiente que se respira en nuestra familia, en lo referente a prejuicios sobre los demás por su raza, religión, nacionalidad, sexo, clase social.

Cómo participar y cómo no, en los cambios necesarios

La última parte de las obligaciones sociales, mencionadas por el P. Mifsud, la de participar en los cambios necesarios, ¿cómo la debemos entender? Pablo VI nos responde cómo no intervenir en los cambios, en su encíclica Populorum progressio (N° 31), donde nos dice que los cambios que se promueven con actos injustos, engendran nuevas injusticias, nuevos desequilibrios y provocan nuevas ruinas, y que No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor. Se refería a las revoluciones violentas. No es saludable para la sociedad tratar de imponer un cambio por la fuerza, con el uso de la violencia. Esto lo hemos vivido y lo seguimos viviendo con dolor en Colombia.

El no trabajar por el cambio con medios injustos, no quiere decir que nos debemos quedar con los brazos cruzados, solo de observadores. El mismo Pablo VI, también en Populorum progressio, en el N° 32 afirma:

Entiéndasenos bien: la situación presente tiene que afrontarse valerosamente y combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo. El desarrollo exige transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender, sin esperar más, reformas urgentes. Cada uno debe aceptar generosamente su papel, sobre todo los que por su educación, su situación y su poder tienen grandes posibilidades de acción.

Papel de los laicos y de la Jerarquía en la renovación del orden temporal

Nos enseñaba también Pablo VI, que en ese llevar a la práctica la doctrina social, debe incluirse la participación en los cambios que sean necesarios en la sociedad. El Sumo Pontífice llama a esos cambios la renovación del orden temporal. Sobre esta participación en los cambios, en el N° 81 de la encíclica Populorum progressio, Pablo VI nos plantea un desafío a los católicos. Dice:

Nos conjuramos en primer lugar a todos nuestros hijos. En los países en vía de desarrollo no menos que en los otros, los seglares deben asumir como tarea propia la renovación del orden temporal. Si el papel de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en este terreno, a los seglares les corresponde con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven.[11]

Los cambios son necesarios, las reformas profundas, indispensables: deben emplearse resueltamente en infundirles el espíritu evangélico. A nuestros hijos católicos de los países más favorecidos Nos pedimos que aporten su competencia y su activa participación en las organizaciones oficiales o privadas, civiles o religiosas, dedicadas a superar las dificultades de los países en vía de desarrollo. Estamos seguros de que ellos pondrán todo empeño / para hallarse en primera fila entre aquellos que trabajan por llevar a la realidad de los hechos una moral internacional de justicia y de equidad.

Los laicos deberíamos tener esas palabras siempre presentes y de modo particular los católicos que participan en la política, en cargos públicos de las diversas ramas del poder, lo mismo que los comunicadores sociales y los directivos de empresas. Eso sobre el papel de los laicos. Sobre el papel de la Jerarquía dice Pablo VI:

(…) el papel de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar auténticamente / los principios morales que hay que seguir en este terreno, es decir en la renovación del orden temporal.

Entre los católicos laicos no parece haber siempre comprensión de su papel en la sociedad, en su calidad de creyentes, pues no pocos separan su vida de fe de sus actividades civiles, como si fueran dos vidas independientes. ¿Cómo pueden penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres de su comunidad, si dejan la vivencia de su fe sólo para su vida privada o si tienen temor de defender lo que la fe les enseña?

Enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en el terreno de la política

Algunos tampoco tienen claridad sobre el papel de nuestros obispos, cuando hablan de temas políticos, en lo que se refiere al bien común. Tengamos presente que es papel del Magisterio enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en el terreno de la política. No se trata de tomar partido por uno u otro candidato, por uno u otro grupo político, sino de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales, en asuntos que tocan el bien común. Convendría recordar aquí, lo que ya estudiamos en el N° 81 del Compendio, sobre el doble papel de la Iglesia de anuncio y también de denuncia.[12] La Iglesia no puede permanecer callada, cuando las circunstancias piden su orientación en asuntos en que se compromete el bien común.

Si en nuestra comunidad católica hay confusión a este respecto, no se puede esperar que los no creyentes entiendan y acepten el papel de la Iglesia, de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales en asuntos públicos.

Los que no creen Dios

En el Foro organizado por la revista Semana el 29 de abril (2009), sobre si es bueno o malo que la Iglesia opine sobre política, el doctor Humberto de la Calle Lombana expuso que

las Iglesias pueden opinar de política con argumentos, no en nombre de la fe ni apelando a la autoridad de “intermediarios de Dios en la tierra”. “Si la Iglesia desciende al terreno de lo político, debe despojarse de los aspectos dogmáticos y aceptar refutaciones”, según de la Calle.[13]

No podemos esperar que los no creyentes acepten el papel de la Iglesia, de enseñar e interpretar con la autoridad del Evangelio los principios morales, en el terreno de la política. Ellos no aceptan argumentos del Evangelio, que es más exigente que una ética puramente civil.

¿Por qué menciono al doctor de la Calle entre los no creyentes? Pues, porque en un reciente libro, “Manual de Ateología” aparece el doctor de la Calle, entre los que declaran que no creen en Dios. Según él, siguiendo a Sartre, el infierno está dentro de nosotros mismos y para salir de él no necesitamos a Dios. Por cierto ese libro que recoge las razones por las que no creen en Dios personas de nuestra vida pública, como de la Calle, Gaviria Díaz, Facio Lince, Tito Livio Caldas y otros, ha gozado de bastante publicidad, en medios como El Espectador, Cambio, Semana, Radio Caracol. Para nosotros, que inmerecidamente hemos recibido el don de la fe, es bueno saber quién es quién, para comprender mejor sus puntos de vista en este mundo pluralista, y para no acobardarnos para usar nuestro derecho de confesar en público que sí creemos en Dios.

Ambigüedad e incoherencia

De los católicos líderes de opinión, se espera que penetren de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven. No es fácil ahora que el medio es tan hostil a todo lo religioso. Quizás por eso, en algunos personajes se nota tanta ambigüedad e incoherencia, cuando hablan de asuntos que tienen que ver con lo religioso.

No olvidemos que en la comunidad en que vivimos los católicos seglares debemos asumir como tarea propia la renovación del orden temporal.

Habíamos visto que el cuerpo doctrinal que conforma la que llamamos D.S.I. no es cerrado, como si no hubiera ya nada nuevo que decir, porque la historia humana está en permanente cambio y la D.S.I. tiene que ofrecer respuestas a los nuevos interrogantes que la humanidad se hace cada día.

Dios mediante, en la próxima reflexión continuaremos con este tema, que tiene que ver con la actitud de diálogo con el mundo, que se requiere siempre de la Iglesia.

Fernando Díaz del Castillo Z.

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf. Pío XI, Carta enc. Quadragesimo anno: AAS 23 (1931) 179; Pío XII, en el Radiomensaje por el 50º aniversario de la « Rerum novarum »: AAS 33 (1941) 197, habla de « doctrina social católica » y en la Exh. ap. Menti nostrae, del 23 de septiembre de 1950: AAS 42 (1950) 657, de « doctrina social de la Iglesia ». Juan XXIII conserva las expresiones « doctrina social de la Iglesia » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 453; Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 [1963] 300-301) « doctrina social cristiana » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 453), o « doctrina social católica » (Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 [1961] 454).

[2] Cf. León XIII, Carta enc. Rerum novarum: Acta Leonis XIII, 11 (1892) 97-144.

[3] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 3: AAS 73 (1981) 583-584; Id., Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 1: AAS 80 (1988) 513-514.

[4] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2421.

[5] Cf Sergio Bernal, S.J., en: Memorias, Curso de Doctrina Social de la Iglesia, Seminario Mayor de Bogotá, 1991, Pg. 3 No vale la pena revivir polémicas que considero superadas. Parto, más bien, de la base de que hoy podemos hablar pacíficamente de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Algunas de las objeciones que se hicieron contra el concepto e, inclusive contra la posibilidad misma de la DSI no estaban exentas de un fundamento real y han cumplido una función positiva, en cuanto han ayudado a aclarar los conceptos.

[6] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 72: AAS 79 (1987) 585-586.

[7] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 72: AAS 79 (1987) 585-586.

[8] Ver Gaudium et spes, 34,43,72; Octogesima advenienes, 24.

[9] Ver Mater et Magistra, 226, Octogesima adveniens, 48-51

[10] Ver populorum progressio, 31, 32, 81

[11] Cf. Apostolica actuositatem n. 7, 13 y 24.

[12] Reflexión 127, www.reflexionesdsi.org

[13] Cf WEB www.jesuitas.org.co, bajado de Internet 06-05-2009