Compendio de la D.S.I. Nº 52
La Iglesia de Dios y renovación de las relaciones sociales
Las Reflexiones que se publican aquí son originalmente programas transmitidos por Radio María. Usted puede escucharlos los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia. También puede sintonizar la radio por internet en www.radiomariacol.org
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Pascua: tiempo de Esperanza
Todos los domingos celebramos el hecho más grande de la historia de la salvación, que es la razón de nuestra esperanza: el Hijo de Dios que se hizo hombre por amor a los hombres, que murió para redimirnos, resucitó como lo había anunciado; y nosotros, que no podemos escapar de la muerte que, como a todos, nos llegará un día, tenemos la certeza de que también resucitaremos con Cristo.[1] Es Él, el Resucitado, la razón de nuestra alegría, de nuestra confianza, de las ganas de vivir, porque, en palabras del Cardenal Martini, hablando de la esperanza cristiana: esperar es vivir, es dar sentido al presente, es caminar, es tener razones para ir hacia delante (…) es vivir totalmente abandonados en los brazos de Dios, que engendra en nosotros la virtud (de la esperanza), la nutre, la acrecienta, la conforta. (…) La virtud de la esperanza es solamente de Dios, está fundada en su fidelidad (…) se apoya en las promesas de Dios sobre la vida eterna.[2]
Pidamos al Señor que nos aumente la virtud de la esperanza. De manera especial pidamos la virtud de la esperanza para los secuestrados, para los enfermos, para los que no tienen trabajo, para los que pasan hambre, para los refugiados y los desplazados, desarraigados, en fin para todos los que sufren. A veces el horizonte aparece tan nublado, que nos hace falta la ayuda eficaz de la virtud de la esperanza cristiana para no desfallecer. La virtud divina de la esperanza, – por eso se llama virtud teologal, – no es una virtud humana, es Dios el que la hace posible, Él nos la da de manera gratuita y libre, la infunde en nosotros, junto con las virtudes de la fe y la caridad. No podemos esperar con la esperanza cristiana nosotros solos. Es una gracia de Dios. Es una virtud tan grande, que, como nos explica también el Cardenal Carlo Maria Martini, “siendo virtud divina, nos hace partícipes de la vida de Dios; es precisamente un misterio inefable, inimaginable, inexplicable, indecible”, dice el Cardenal. Es una de las maravillas que recibimos con el bautismo y que tenemos que pedir a Dios todos los días: que la infunda en nosotros, nos la conserve, nos la incremente.
Sin esperanza no podemos sostener el peso de la existencia
Y, si pensamos en el mundo en que nos ha tocado vivir, que a veces nos parece un mundo, un país, una sociedad, sin esperanza, nos podemos preguntar con el mismo Cardenal: “¿Dónde tengo más necesidad de esperanza? Debemos plantearnos esta pregunta buscando (ayuda de Dios) en los puntos débiles de nuestra esperanza, porque la esperanza es vida y sin ella no somos cristianos, es más, no podemos ni siquiera ser personas humanas capaces de sostener el peso de la existencia. La esperanza nos es necesaria como el aire, como el agua, como el pan, como la respiración.” Eran palabras del Cardenal Martini.
¡Feliz Pascua de Resurrección amables lectores y que el Resucitado nos inunde de la esperanza que sólo Él puede darnos!
La Iglesia, signo y salvaguardia de la trascendencia de la persona humana
En la reflexión anterior terminamos de estudiar el aparte del capítulo 1° del Compendio que lleva por título La Iglesia, signo y salvaguardia de la trascendencia de la persona humana. En los fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia es muy importante que tengamos presente el papel de la Iglesia en los planes de Dios. El título general de esta parte del capítulo primero del Compendio de la D.S.I. es: Designio de Dios y Misión de la Iglesia. Algunos de los documentos básicos en que se fundamenta este capítulo, y que nos ayudan a comprender lo que es la Iglesia son, la Constitución dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, que desarrolló y completó la doctrina que sobre la Iglesia comenzó a formular el Concilio Vaticano Primero [3], el Concilio que se reunió entre el 8 de diciembre de 1869 y el 20 de octubre de 1870, y la Constitución pastoral Gaudium et spes del Vaticano II, sobre la Iglesia en el mundo actual. Esta constitución Gaudium et spes nos muestra el rostro de la Iglesia iluminado por el Concilio Vaticano II.
Pasaron bastantes años entre los dos Concilios, el Vaticano I y el II: de 1870 a 1962 (92 años), aunque no tantos como entre el Concilio de Trento y el Vaticano I: de 1563 a 1869 (306 años).
Resumamos en algunas frases de nuestro libro guía, lo que estudiamos en los programas anteriores sobre La Iglesia, signo y salvaguardia de la trascendencia de la persona humana. Como hemos visto, la Iglesia comprende al hombre de manera integral; no sólo como una criatura que desaparece con su vida material, sino con una vocación que trasciende lo temporal. Lo defiende así, considerado en su totalidad; cuerpo y espíritu, con vocación de eternidad.
Un resumen para recordar
Las siguientes frases nos resumen y ayudan a recordar lo tratado sobre la misión de la Iglesia:
–La Iglesia es la comunidad de los que son convocados por Jesucristo Resucitado y lo siguen; es “signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana”(Gaudiun et spes, 76). Entonces, ¿qué es la Iglesia? Es la comunidad de los que son convocados por Jesucristo Resucitado y lo siguen. La Iglesia es signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana. Por eso la Iglesia tiene que estar presente siempre que se trate de defender el carácter trascendente de la persona humana. Los no creyentes no piensan en la vinculación del hombre con una vida más allá de esta vida terrenal. No aceptan una relación del hombre con Dios. Para ellos no existe Jesucristo Resucitado, ni tiene sentido la esperanza cristiana. La Iglesia señala ese más allá, que cambia completamente la perspectiva y la razón de ser de nuestra vida. Continuemos:
–La misión de la Iglesia es anunciar y comunicar la salvación realizada en Jesucristo, que Él llama “Reino de Dios” (Mc 1,15), es decir la comunión con Dios y entre los hombres.
–De manera que la Iglesia la fundó Jesucristo para anunciar y comunicar la salvación, para anunciar el reino de Dios, que es lo mismo que la comunión con Dios y entre los hombres. Si leemos con atención esas palabras podemos entender por qué la iglesia nos habla tanto del amor, de la comunión entre los hombres. Si su misión es anunciar y comunicar la comunión con Dios y entre los hombres… nosotros, bautizados, miembros de la Iglesia, debemos ser conscientes de nuestro deber de contribuir a crear esa comunión entre los hombres, porque, si en vez de unir dispersamos, podríamos concluir que estamos en nada… Como dicen por ahí, se podría afirmar de nosotros que “estamos en el lugar equivocado”. Sigamos con nuestro resumen:
-La Iglesia ha recibido “la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino.” (Lumen gentium 5). Juan Pablo II nos enseñó que La primera forma de evangelización es el testimonio (Redemptoris missio, 42,43), y añadió que El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros; cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión.
Y continuemos con las frases que resumen nuestro estudio anterior.
– La Iglesia se pone concretamente al servicio del Reino de Dios, ante todo, anunciando y comunicando el Evangelio de la salvación y constituyendo nuevas comunidades cristianas.
– La Iglesia no se confunde con la comunidad política y no está ligada a ningún sistema político. (Gaudium et spes 76). Esta afirmación se complementa con lo que sigue:
–A la identidad y misión de la Iglesia en el mundo, según el proyecto de Dios realizado en Cristo, corresponde “una finalidad escatológica y de salvación que sólo en el siglo futuro podrá alcanzar plenamente”. (Gaudium et spes 40). De manera que la finalidad de la Iglesia no es constituir aquí un Reino terreno, permanente. Estamos de paso, mi Reino no es de este mundo, dijo el Señor. (Jn 18,36)
Reino de Dios y Relaciones sociales
Todavía dentro del mismo tema que trata sobre el papel de la iglesia en la salvación, o sea, en el Reino de Dios, continuemos ahora con un nuevo apartado, que se titula: Iglesia, Reino de Dios y renovación de las relaciones sociales. El N° 52 de Compendio dice así:
Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres. Como enseña el apóstol Pablo, la vida en Cristo hace brotar de forma plena y nueva la identidad y la sociabilidad de la persona humana, con sus consecuencias concretas en el plano histórico:
« Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús » (Ga 3,26-28).
Desde esta perspectiva, – las comunidades eclesiales, convocadas por el mensaje de Jesucristo y reunidas en el Espíritu Santo en torno a Él, resucitado (cf. Mt 18,20; 28, 19-20; Lc 24,46-49), se proponen como lugares de comunión, de testimonio y de misión y como fermento de redención y de transformación de las relaciones sociales. La predicación del Evangelio de Jesús induce a los discípulos a anticipar el futuro renovando las relaciones recíprocas.
Lugares de comunión, de testimonio y de misión
Si, Como nos ha enseñado la Iglesia, la vida de los cristianos tiene que ser una vida de testimonio, tenemos que, con nuestro modo de vida, con nuestro comportamiento, convertir a nuestra familia, a nuestra comunidad en el trabajo, y por supuesto a nuestras comunidades apostólicas, en lugares de comunión, de testimonio y de misión; y nuestra conducta debe ser un fermento de redención y de transformación de las relaciones sociales. ¡Tenemos tanto de qué examinarnos! Me atrevo a sugerir a los grupos apostólicos que, así como individualmente se nos recomienda el examen de conciencia, se dedique periódicamente, algún tiempo en grupo, a examinar con sinceridad y humildad, si se nos puede considerar lugares de comunión, de testimonio y de misióny fermento de redención y de transformación de las relaciones sociales. Hay que empezar por casa, examinando si somos testimonio y cómo son las relaciones sociales internas.
Cuando nos habla de la redención que nos alcanzó Jesucristo, la Iglesia nos aclara que Dios, en Cristo, no redime solamente a la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres. Y es más específica, para que no nos quedemos en teorías, en palabras. Nos dice que la vida en Cristo hace brotar de forma plena y nueva la identidad y la sociabilidad de la persona humana, con sus consecuencias concretas en el plano histórico. [4] Es decir, con consecuencias concretas en nuestra realidad.
Nuevas identidad y sociabilidad = Hombre nuevo
La nueva identidad y sociabilidad de la persona humana tiene sin duda que ver con el hombre nuevo, del que habla San Pablo. Nuestra conversión se refiere también a la relación con nuestros hermanos. Aquí la Iglesia cita igualmente a San Pablo, que nos advierte que todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, que somos uno en Cristo, que no importa la raza, ni la nacionalidad, ni el estado, ni el género, pues todos somos uno en Cristo Jesús » (Ga 3,26-28).
Esta manera cristiana de ver al hombre dista mucho de las categorías humanas de clases sociales, de géneros y estratos. Esas divisiones en clases sociales y estratos no son categorías cristianas.
A propósito de la renovación de las relaciones sociales, de que nos habla el Compendio, nos viene bien recordar que, sobre su misión, la Iglesia nos enseña también, que la Iglesia Sirve al Reino difundiendo en el mundo los “valores evangélicos”, que son expresión de lo que es ese Reino. Uno de los valores Evangélicos es la misericordia: Bienaventurados los misericordiosos…(Mt 5,7)
Fiesta de la Divina Misericordia
El primer domingo después de la Pascua celebramos la fiesta de la divina misericordia. ¡Qué bueno sería que parte de nuestra celebración fuera examinar cómo es nuestra misericordia con el prójimo! No nos limitemos a rezar la Coronilla de la misericordia y a pedir misericordia para nosotros y para el mundo entero, que debemos hacerlo, claro está, porque necesitamos y mucho, de la misericordia de Dios, pero así como en el Padre nuestro pedimos al Señor que perdone nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, pidámosle que sea misericordioso con nosotros, así como nosotros somos misericordiosos con los demás. De entre las palabras del Señor a Santa Faustina Kowalska, quisiera destacar hoy estas frases:
DEBES MOSTRAR MISERICORDIA SIEMPRE Y EN TODAS PARTES
RECUERDA QUE LA FE SIN OBRAS POR FUERTE QUE SEA, ES INÚTIL[5]
Nuestro Señor le habló estrictamente de esto a Santa Faustina:
Exijo de ti obras de Misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. (Diario 742).
La transformación de las relaciones sociales, según las exigencias del Reino de Dios
El El número 53 del Compendio continúa el desarrollo del tema de las relaciones sociales. Dice así:
L La transformación de las relaciones sociales, según las exigencias del Reino de Dios, no está establecida de una vez por todas, en sus determinaciones concretas. Se trata, más bien, de una tarea confiada a la comunidad cristiana, que la debe elaborar y realizar a través de la reflexión y la praxis inspiradas en el Evangelio. Es el mismo Espíritu del Señor, que conduce al pueblo de Dios y a la vez llena el universo,[6] el que inspira, en cada momento, soluciones nuevas y actuales a la creatividad responsable de los hombres,[7] a la comunidad de los cristianos inserta en el mundo y en la historia y por ello abierta al diálogo con todas las personas de buena voluntad, en la búsqueda común de los gérmenes de verdad y de libertad diseminados en el vasto campo de la humanidad.[8] La dinámica de esta renovación debe anclarse en los principios inmutables de la ley natural, impresa por Dios Creador en todas y cada una de sus criaturas (cf. Rm 2,14-15) e iluminada escatológicamente por Jesucristo.
La La vida cristiana se realiza plenamente en la acción. Nos dice claramente la Iglesia que La transformación de las relaciones sociales, según las exigencias del Reino de Dios, no está establecida de una vez por todas, en sus determinaciones concretas. Se trata, más bien, de una tarea confiada a la comunidad cristiana, que la debe elaborar y realizar a través de la reflexión y la praxis inspiradas en el Evangelio.
Nuestra Tarea
Ten Tenemos pues tareas que hacer: se trata de la transformación de las relaciones sociales según las exigencias del Reino de Dios. No se trata simplemente de comportarnos según los libros de urbanidad. La tarea es transformar las relaciones sociales según las exigencias del Reino de Dios. Esa transformación es difícil y toma tiempo. Esa transformación no está establecida de una vez por todas, en sus determinaciones concretas. Eso acabamos de leer como enseñanza de la Iglesia. Y añade enseguida que esa es nuestra tarea, pues dice: Se trata, más bien, de una tarea confiada a la comunidad cristiana, que la debe elaborar y realizar a través de la reflexión y la praxis inspiradas en el Evangelio.
Ver, Juzgar, Actuar
De De manera que tenemos que reflexionar, o mejor, meditar, porque se trata de una reflexión inspirada en el Evangelio, y sin quedarnos en la meditación para nosotros solos. La iglesia propone el método de Ver, Juzgar, Actuar, [9] que permite examinar con cuidado las situaciones, analizarlas y actuar para solucionar los problemas o mejorar las condiciones de que se trate. Tenemos que elaborar y realizar la transformación nada menos que de las relaciones sociales. No quedarnos en la reflexión, sino que tenemos que llegar a la práctica inspirada por el Evangelio. Y, ¿cómo deben ser las relaciones sociales inspiradas en el Evangelio? Es fácil decirlo, pero sin la gracia de Dios, muy difíciles o imposibles de realizar, porque implican el amor de verdad, el perdón de los enemigos, la misericordia. Una buena pregunta en nuestra vida diaria es ¿qué haría Jesús? o también, ¿qué quiere Jesús que haga en estas circunstancias? En la próxima reflexión, si Dios quiere, continuaremos el estudio de este N° 53 del Compendio de la D.S.I.