Reflexión 49 Jueves 1 de marzo 2007

Usted encuentra en este ’blog’ una serie de reflexiones sobre la Doctrina Social de la Iglesia, transmitidas por Radio María de Colombia, en el orden y según la numeración del Compendio preparado por la Santa Sede.  En la columna de la derecha encuentra todas las reflexiones; con un clic entra a la que desee.

 

Reflexión 49 ¿Un mundo sin Dios?

 

En los últimas reflexiones hemos estado estudiando el tema de la autonomía de las realidades terrenas, que se desarrolla del Nº 45 al 48, en el Compendio de la Docrina Social de la Iglesia, nuestro libro guía.

Para terminar la reflexión anterior leímos el Nº 47, del Compendio de la D.S.I., que nos sintetiza las conclusiones sobre la autonomía de lo terreno frente a Dios. Vamos a continuar con el mismo tema, porque si no nos queda muy claro y firme, podemos estar construyendo sobre arena. Veamos los puntos más importantes. Dice así el Nº 47:

 

La persona humana está más allá del universo creado, de la sociedad y de la historia

 

-La persona humana, en sí misma y en su vocación, trasciende el horizonte del universo creado, de la sociedad y de la historia: su fin último es Dios mismo, que se ha revelado a los hombres  para invitarlos y admitirlos a la comunión con Él.

De manera que la persona humana en sí misma, como es ,- como fue creada por Dios,- y por su vocación, es decir, por su destino final, que es Dios mismo, la persona humana está más allá del universo creado, de la sociedad y de la historia. No tiene el hombre como fin una vida temporal, que se terminará del todo un día; su destino es eterno, y por eso, su vida en la sociedad terrena, en la historia, tiene que vivirla de manera consecuente con esas realidades. Dios que se nos reveló en Jesucristo, nos invitó a seguir su camino, para llegar finalmente a la comunión con Él. Mientras tanto hay que hacer el camino, es un camino temporal que hay que andar, y que nos lleva a Él, a Dios.

La TV, en general, y algunas radios comerciales, nos tratan mal, como si sólo nos interesara la vida intrascendente, que hoy es y mañana desaparece, la que es flor de un día. A los temas sin importancia les dedican horas y horas, y los temas serios los tratan con una superficialidad, que delata a los que preparan esos contenidos; a algunos, los hace ver como a sembradores de cizaña y a otros como simples ventarrones pasajeros que arrastran el polvo; y de ese polvo hay que cubrirse, para que no nos entre a los ojos.

Tengamos en cuenta que la vida terrena pasa, sí, pero queda una huella, queda un fruto, bueno o malo. No podemos decir que no queda nada de nosotros en el mundo. Depende de lo que hagamos con nuestra vida. Si la dedicamos a lo intrascendente, desaparecerá cuando desaparezca nuestra presencia material. Sin embargo, si producimos frutos malos, pueden hacer un daño que permanecerá en otros. El Señor nos enseñó, que Cada árbol se conoce por su fruto (Lc 6, 4, Mt.7,20).

De la fragilidad de lo terreno nos habla la Escritura. Por ejemplo el Salmo 90,4, dice: Porque mil años son a tus ojos como un día, un ayer que se va, una vigilia en la noche. También el mismo Salmo 90, sobre lo pasajero del hombre dice en el verso 5b y 6: como la hierba que a la mañana brota; por la mañana brota y florece, por la tarde se amustia y se seca.

 

La Flor de un Día

 

Sobre la flor de un día hay muchos versos y canciones. Se habla del amor que es flor de un día, de la prosperidad material se dice también que es como flor de un día. Hay una flor, que se llama Flor de Jara. Dicen los que la conocen, que nace de madrugada y, al atardecer del mismo día, deja caer sus pétalos y se cierra sobre sí misma. Pero añaden que En unas semanas se habrá convertido en fruto.[1]Así es nuestra vida: florece, se ajan y se caen sus pétalos, pero queda un fruto. Depende de nosotros la huella o el fruto que permanezca cuando nos hayamos ido.

Lo importante es que seamos conscientes de que en esta vida vamos de camino; si, con la ayuda de la gracia, lo recorremos sin desviarnos, sin buscar atajos a pesar de las subidas, de las bajadas, del mal tiempo, – en fin, – de la fatiga,  llegaremos algún día a nuestro destino final, al encuentro con el Señor que describió San Pablo con las palabras:«Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó al hombre por el pensamiento cuáles cosas tiene Dios preparadas para aquellos que lo aman» (1 Cor. 2, 9).

Volviendo al texto del Nº 47 del Compendio que leímos antes, se cita a continuación a Juan Pablo II en la encíclica Centesimus annus, en el Nº 41, donde dice que el hombre no puede entregarse a un proyecto solamente humano de la realidad, a un ideal abstracto, ni a falsas utopías. Y es que hay personas que se entregan sólo a grandes proyectos terrenos, con unas ansias como si construyeran otra torre de Babel, donde no los alcance la mano de Dios… Se les olvida que lo sólo terreno es deleznable, se acaba. Recordemos aquella parábola en Lc 12,16-21, la de aquel hombre codicioso, que pensó que sus campos habían producido tanto, que tenía reservas para muchos años y se podía dedicar a la comida y a la bebida; pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán? Esas palabras nos recuerdan también al Salmo 39,6 y 7, que sobre la pequeñez del hombre exclama: Oh, sí, te bastan palmos para contar mis días, mi existencia cual nada es ante ti; sólo un soplo, todo hombre que se yergue. Pero a pesar de nuestra pequeñez, somos obra de las manos de Dios y sabemos que nos ama tanto, que por nosotros entregó a su Hijo.

Entonces, ¿a qué debemos dedicar nuestra vida para que no la malgastemos? ¿Qué nos aconseja la Iglesia? Así continúa Juan Pablo II en el mismo número 41 de la encíclica Centesimus annus:

En cuanto persona, (el ser humano) puede darse a otra persona o a otras personas y, por último, a Dios, que es el autor de su ser  y el único que puede acoger plenamente su donación».

Darnos a los demás. Darnos a Dios, el único que puede acoger plenamente nuestra donación. ¿Y es que lo que hacemos vale la pena, si no se orienta al bien de los demás? Si nuestro interés es sólo nuestro propio beneficio, nos volvemos mezquinos. Y el mezquino es falto de nobleza de espíritu, es pequeño, es diminuto, y en últimas, desdichado, amargado. Y el hombre no fue creado para ser desgraciado; en su ser lleva la semilla de la eternidad, de la vida de Dios que es felicidad y a esa felicidad está llamado. Si el hombre se dedica sólo a sí mismo se autodestruye, porque está creado para el amor, a imagen y semejanza de Dios, y Dios es amor, y el amor es comunicar, es dar, es darse, no es acumular sólo en propio beneficio. Por eso sigue así la cita de Juan Pablo II en la Centesimus annus:

Por ello

« se aliena el hombre que rechaza trascenderse a sí mismo y vivir la experiencia de la autodonación y de la formación de una auténtica comunidad humana, orientada a su destino último que es Dios. Está alienada una sociedad que, en sus formas de organización social, de producción y consumo, hace más difícil la realización de esta donación y la formación de esa solidaridad interhumana ». Hasta allí Juan Pablo II.

 

¿Qué es alienarse?

 

A esto entonces, estamos llamados: a amar, a darnos a los demás, para encontrarnos con Dios. Para eso existimos. Recordemos que alienarse es lo mismo que perder la propia identidad, perder nuestra manera natural de ser.

Nosotros nos alienamos, dejamos de ser lo que somos o debemos ser, si nos encerramos en nosotros mismos; la sociedad se aliena, si olvida que su fin es hacer comunidad, vivir en comunidad. Y vivir en comunidad no es solamente vivir físicamente con otros. Es compartir la vida con los otros. Es comunicarse con los demás, es darse a los demás. Por eso, para mencionar algo de lo que todo el mundo habla, – de la globalización, – tan mencionada ahora, para criticarla o para alabarla, sería muy buena, si se entendiera como un borrar límites para que los hombres sean solidarios, para que todos seamos una gran familia, para compartir lo que tenemos; para dar de lo que tenemos y recibir lo que necesitamos. A veces se habla mucho de la familia: la familia latinoamericana, la familia bolivariana, y eso de llegar a ser o llamarnos una familia, se reduce a meras palabras que se lleva el viento, porque no se ve en el sacrificio por los demás, en el darse, en el aprender a dar, sin egoísmo.

Mi intención era pasar ya al Nº 48. El Nº 48 del Compendio, nos habla de la Instrumentalización de la persona humana, a la cual se refiere Juan Pablo II en el Nº 41, de la encíclica Centesimus Annus: la alienación del hombre cuando es tratado como un medio y no como un fin. Pero este tema de la realidad del mundo con, o sin Dios, es tan importante, que antes de pasar al tema del hombre considerado como medio, como instrumento… echemos una miradita atrás. Si no aterrizamos, de pronto nos quedamos en ideas y palabras bonitas.

¿Nos damos cuenta de las implicaciones que tiene para la vida de la sociedad, el enfoque sobre las realidades terrenas con Dios o sin Dios? Yo creo que no nos damos cuenta del todo. Y resulta que las naciones se están orientando cada vez, hacia un destino sin Dios, y eso es lo mismo que ir hacia la autodestrucción. Con mucha tranquilidad se acepta que nuestros legisladores, nuestros magistrados que imparten justicia, legislen y fallen, ignorando la relación indisoluble del hombre con Dios… Y es bueno que pensemos en lo que debemos hacer y no quedarnos pasivos.

 

¿Qué país desean para nosotros los agnósticos?

Detrás de la orientación política de una persona está su concepción del mundo

 

Invito a los amables lectores, que en política siguen a personajes que se declaran públicamente agnósticos, a pensar qué clase de país quieren para ellos y para sus hijos. Porque detrás de la orientación política de una persona, está su concepción del mundo, y su acción política y legislativa, se dirige a que las cosas vayan en esa dirección, en la del mundo como ellos lo conciben. ¿Nosotros para dónde queremos ir? ¿Qué clase de país queremos para nosotros y para nuestros hijos? ¿Un país con Dios, o sin Dios?

Para conocer un poco el camino que está tomando nuestro país, tenemos que poner atención al pensamiento de los que tratan de orientar su destino. Los comunicadores de la prensa hablada y escrita se consideran orientadores de opinión. Parece que son ellos quienes determinan el camino que el gobierno y los ciudadanos debemos seguir. Ellos califican lo que está bien y lo que está mal. Y es aún más importante conocer la concepción que del hombre y del mundo tienen, los que nos gobiernan, los que legislan, los que deben hacer justicia.

 

Concepción del hombre en documento del Ministerio de Educación

 

¿Tienen los que dirigen el Estado una concepción de un mundo con Dios o sin Dios? ¿Cuál es su concepción del hombre? Son materialistas o aceptan la relación del hombre con un Ser Superior, su Creador? Busqué en la página del Ministerio de Educación Nacional de Colombia, en internet, a ver si tienen ellos, para nosotros ciudadanos, destinatarios de su trabajo, alguna manifestación de su concepción del hombre a quien deben servir, a quien pretenden educar. Porque es importante que sepamos para dónde nos quieren llevar. Lo que encontré, no me dejó del todo tranquilo. En algunas cosas sí, en otras, no.

En la página del Ministerio de Educación llamada Revolución Educativa Colombia aprende[2], encontré un documento que es conveniente considerar. En el apartado titulado:

Desarrollo humano como base de los indicadores de logros, dice: Lo humano y la humanización. Todo proceso educativo se fundamenta en una concepción del Hombre, una concepción de la sociedad, una concepción psíquica y del desarrollo del pensamiento, una concepción del conocimiento y una concepción de lo educativo. Estas concepciones se fusionan en la práctica y constituyen los pilares desde los cuales el conocimiento pedagógico construye su propio sentido y da significación a la función educativa.

Lo educativo surge de una comprensión profunda del ser del hombre, comprensión que define los criterios y finalidades  mediante los cuales se asume la función de enseñar y formar a las nuevas generaciones.

Es muy interesante esta declaración. Fijémonos en estos planteamientos, que están de acuerdo con nuestra afirmación, de que la orientación que se dé al país, depende de lo que creamos sobre el hombre. Esto es particularmente cierto en lo tocante a la educación. Leamos de nuevo:

 

Todo proceso educativo se fundamenta en una concepción del Hombre

 

Todo proceso educativo se fundamenta en una concepción del Hombre, una concepción de la sociedad, una concepción psíquica y del desarrollo del pensamiento. Y más adelante: Lo educativo surge de una comprensión profunda del ser del hombre, comprensión que define los criterios y finalidades mediante los cuales se asume la función de enseñar y formar / a las nuevas generaciones

De manera que la educación de las nuevas generaciones se orienta de acuerdo con la comprensión que se tenga del hombre. Nos parece bien a los creyentes, si la formación de las nuevas generaciones se basa en la concepción del ser humano de manera integral, creado como un ser que trasciende lo temporal, lo material. Y, ¿es esa la concepción del hombre que orienta la acción de nuestro Ministerio de Educación? Me quedan dudas, después de leer algunos apartes del documento sobre lineamientos curriculares, por lo menos en la redacción del tema Lo humano y la humanización y sus principios y fundamentos. Quizás en la práctica no se sigan esos derroteros, pero allí están escritos. Veamos:

Esto dice el documento sobre la persona humana. No es una redacción fácil, pero tratemos de seguirla:

La persona humana es un ser incorporado

La existencia incorporada de la persona humana nos presenta una expresión concreta y comprometida de lo humano, su realidad natural y su participación material en el orden físico de la naturaleza.

Lo que sigue parece un himno a la materia, como si el ser humano fuera solo cuerpo y sólo gracias a la materia se hiciera presente en el mundo, en la comunidad. Claro que gracias a nuestro cuerpo, vemos y nos ven, hablamos y nos escuchan, nos hablan y escuchamos; podemos sentir, percibir, ¿pero ese inmenso paso, del sentido al conocimiento, al afecto, al amor, y el inmenso salto a lo espiritual? Eso no lo encuentro en esta parte, sobre la concepción del hombre, en el escrito del Ministerio de Educación. Así continúa más adelante:

Por el cuerpo participamos de las dinámicas de crecimiento, reproducción y muerte que corresponden a los seres vivos, por él y en él, la naturaleza nos hace presentes, nos hace perceptibles, nos permite percibir y percibirnos, nos permite crear interacciones, formar parte del cosmos y de su ordenamiento con arreglo a leyes. Yo me pregunto: ¿De todo eso somos capaces, sólo porque tenemos cuerpo?

La siguiente afirmación, unas líneas más adelante, me parece que clarifican el pensamiento materialista, de quien eso escribió. Dice:

 (…) existimos subjetivamente porque existimos corporalmente, no podemos pensar sin ser, ni mucho menos ser sin el cuerpo.

¿De manera que cuando el cuerpo se desintegra, se desintegra el ser? ¿No podemos ser sin el cuerpo? Yo no puedo aceptar esa concepción del ser del hombre.

Para ser justos, no se puede criticar todo este documento del Ministerio de Educación. Tiene partes valiosas. Es interesante esta idea del hombre como un ser singular, debido a su capacidad de relación con los demás.

(…) no se realiza (el ser humano) como ser singular, volviéndose sobre sí en un movimiento permanente hacia dentro; por el contrario, sólo se encuentra como persona en la medida en que se torna disponible y transparente para sí misma y para los demás, en un acto de amor que empezando por ser amor a sí mismo, progresivamente se convierte en entrega permanente de su propia mis-mi-dad a los demás, haciendo de esta fuerza un hecho transitivo que lo hace crecer. El amor crece en la medida en que se entrega a los demás y decrece en la medida en que se encierra en sí mismo; igual acontece con el conocimiento, si alguien entrega lo que sabe no pierde el saber, por el contrario lo fortalece como conocimiento apropiado.

No nos alcanza el tiempo para estudiar las afirmaciones del documento del Ministerio de Educación sobre la autonomía y la libertad, que están más adelante, pero leamos algo de ellas.

Libertad y autonomía hacen al hombre dueño de sí mismo, de su interioridad, de su dignidad, de su propio destino y colaborador en la construcción del destino común de la sociedad a la cual pertenece (…) Bien entendido, con matices, podemos aceptar esa afirmación, pero qué pretende cuando continúa así sobre la libertad y la autonomía: Le permiten entender que no podemos atribuir a otros o a fuerzas inexistentes lo que es producto de nuestra incapacidad para definir lo que queremos lograr y lo que tenemos que hacer para lograrlo. ¿A qué fuerzas inexistentes se refiere? Cada uno lo puede aplicar a lo que quiera…

Parecen palabras muy bien escritas, pero lastimosamente, por lo menos en la concepción del hombre y de su mundo, como se presenta en los principios y fundamentos, en el documento del Ministerio de Educación, no se encuentra ni un resquicio para pensar en el hombre como un ser que tiene algo de espiritual, algo que ver con Dios. Y se supone que estas ideas sobre el hombre son los fundamentos sobre los que debe descansar el trabajo de educar. De verdad, como decíamos hace una semana, el mundo está en una crisis de la verdad sobre el hombre. Juan Pablo II fue un gran maestro, para enseñarnos cuál es nuestra verdadera dignidad. En cuanto al documento del Ministerio de Educación que comentamos, vamos a ver que, afortunadamente, el panorama puede mejorar.

Aunque parezca contradictorio, en el título Dimensiones del desarrollo humano / e indicadores de logros curriculares, se tiene en cuenta la Dimensión espiritual. En el comienzo de esa parte del documento, pareciera se hiciera una confesión de que en la educación no se da la importancia que debería darse a la dimensión espiritual, porque dice:

Esta dimensión se menciona muy poco en los documentos autorizados sobre educación y desarrollo integral humano / y en algunos casos no forma parte de la caracterización de dicho desarrollo integral. Esto no quiere decir / que tanto padres de familia como maestros y alumnos no esperen, no sueñen con que la educación, a través de sus procesos, los abra a los valores espirituales y entre éstos a los valores trascendentes con base en las respectivas culturas.

Me parece que este documento fue preparado por diversas personas, con distinta concepción del hombre y de la educación del hombre, porque no es coherente con lo que antes leímos sobre la persona humana. Y es que el Ministerio no se puede apartar de lo ordenado por la Ley General de Educación que obliga a tratar la dimensión espiritual en el desarrollo de la personalidad. Así lo expresa este documento que comentamos:

 El artículo 5o. de la Ley General, que se refiere al “pleno desarrollo de la personalidad… dentro de un proceso de formación integral” como primer fin de la educación, explicita entre los componentes de este desarrollo el componente ESPIRITUAL, tal como se ha mencionado antes.

Y ¿cómo se interpreta ese componente espiritual? Esto nos dice el documento del Ministerio de Educación, que pareciera quiere contradecir lo que antes había expuesto, sobre su concepción del ser humano, pura corporeidad, pues dice:

El hecho de que el ser humano sólo pueda existir por la cultura creando y renovando las culturas, es la evidencia de que su naturaleza es en su integralidad espiritual y que la dimensión corporal que hace presente su espíritu en el mundo y por tanto en la historia, es su expresión tangible y su medio de comunicación.

¡Qué bien! El cuerpo es la expresión del espíritu. Eso, sí. Y continúa:

Todas las dimensiones del desarrollo humano que se explicitan en documentos autorizados de orden educativo (corporal, ético, cognitivo, estético, por ejemplo), tienen la impronta del espíritu humano y están estructuradas por él mismo.

Y ¿qué es lo que caracteriza en general el espíritu humano?- continúa – Lo que caracteriza al espíritu humano es la subjetividad, la interioridad y la conciencia, que se manifiestan en su inteligencia y en su voluntad  que determinan su sensibilidad por la verdad, la belleza y la bondad. Y fijémonos en lo que sigue:

En la propuesta de lineamientos para el área de ética y valores humanos  hay un párrafo que puede resultar útil para caracterizar la naturaleza de la condición humana  en cuanto humana, o sea en cuanto espiritual.

Esas palabras afirman la espiritualidad del hombre, cuando dicen que la naturaleza de la condición humana, en cuanto humana, se caracteriza por ser espiritual. De modo que si se quita lo espiritual al hombre, se lo deshumaniza. Antes nos había dicho que no podemos ser, sin el cuerpo. Así continúa:

¿Qué se ha de entender por dimensión espiritual dentro de las dimensiones del desarrollo humano para la formación integral del educando como propósito de la educación – según la Ley 115? Se intenta una caracterización que se expresa en los siguientes enunciados:

  • La dimensión espiritual del ser humano es aquella que se expresa por la necesidad de y por la apertura a valores universales, a creencias, doctrinas, ritos, convicciones para dar sentido global y profundo  a la experiencia de la propia vida  y desde ella a la del mundo, a la de la historia, a la de la cultura. Se trata de valores y convicciones no negociables  y por las cuales se puede estar dispuesto a dar  inclusive la propia vida.

Bueno, mis amables lectores, ¿por qué hemos intentado entrar un poquito, a ver lo que piensan en el Ministerio de Educación sobre el desarrollo de nuestra juventud, en un mundo que parece orientado sólo a lo terreno, a lo material? Porque debemos saber a dónde nos quieren llevar en medio de la crisis mundial, en particular en occidente, sobre la verdad del hombre. Y debemos conocer qué podemos exigir, en la educación de nuestros jóvenes.

Hay algo sobre lo que debemos permanecer alerta siempre, y es el uso que los enemigos de la Iglesia hacen de la ley, en beneficio de sus fines. Son muy hábiles, utilizan la ley que existe o consiguen que se aprueben nuevas leyes que les abran el camino. Los fallos en la Corte Constitucional nos lo demuestran. Donde hay que poner especial cuidado es en la aprobación de la ley. Aunque a veces, algunos magistrados saben cómo aprovechar su conocimiento de la Constitución, para llevar el agua a su molino. El trato que dieron al manejo de la objeción de conciencia es una muestra. En Colombia, según la Constitución, en su artículo 18, se garantiza la libertad de conciencia, pero lo Corte se las ingenió para poner límites a esa libertad de conciencia.

Debemos estar alerta también, para exigir que se cumpla la ley. Si la ley general de educación concede importancia a la formación de los valores espirituales, los padres de familia tienen derecho a exigir, que a sus hijos se les dé esa formación. No es una tarea fácil. El Ministerio es consciente de la dificultad que presenta, para señalar indicadores de logros para la dimensión espiritual. Le parece, y creo que tiene razón, que en este caso, indicadores son los comportamientos, la manera de relacionarse consigo mismo y con los demás, con la naturaleza, con la ciencia y la cultura.

Es verdad que se trata de un tema difícil. ¿Cómo saber si uno aprovecha lo que le enseñan? ¿Cómo saber si los alumnos aprenden o no para su vida, lo que es su dimensión espiritual? En matemáticas puede ser fácil, en idiomas también, pero en religión, en lo que llaman dimensión espiritual, sólo nuestro comportamiento indica qué tanto aprovechamos.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1]Véase la información en http://www.infojardin.net/foro_jardineria/viewtopic.php?t=16068

[2] http://www.mineducacion.gov.co/1621/channel.html