Reflexión 117 Desarrollo para el hombre (III)

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Desarrollo para el hombre (III)

En nuestro estudio de la D.S.I. hemos estado reflexionando sobre la dimensión humana del desarrollo económico, o lo que es lo mismo, sobre el desarrollo económico visto con los ojos de la fe cristiana. Porque no hay nada más humano que el Evangelio. En este estudio hemos seguido la conferencia que el P. Sergio Bernal, S.J., dictó en el V Congreso Nacional de Reconciliación, en la conmemoración del 40° aniversario de la encíclica Populorum progressio, de Pablo VI.

Vimos en la reflexión anterior que el magisterio de Juan Pablo II estuvo marcado por un profundo sentido social y que continuó sus enseñanzas sobre el desarrollo económico en la misma línea de Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio.

La visión neoliberal del hombre lo reduce a la dimensión económica: a su capacidad de productor y consumidor

De las ideas de Juan Pablo II que vimos al final del programa anterior, es conveniente recordar hoy algunos puntos; el Santo Padre nos enseñó que la concepción neoliberal reduce al ser humano a una única dimensión: la dimensión económica, y por eso, lo trata como quien es útil para la sociedad solamente en su capacidad de productor y consumidor. De manera que el capitalismo neoliberal aliena a hombres y mujeres; es decir, los deshumaniza, pues los trata simplemente como a instrumentos de producción y de consumo. El comunismo igualmente demostró que aliena al hombre, pues lo trata de manera inhumana, en particular privándolo de la libertad y reduciéndolo, también, a instrumento, a medio, para conseguir fines de dominio político.

El desarrollo es un desafío moral; no sólo un desafío técnico

El desarrollo verdadero tiene que ser integral y solidario, nos había enseñado Pablo VI. Juan Pablo II presentó la solidaridad como una virtud cristiana. Juan Pablo II insiste en que la virtud de la solidaridad debe acompañar, inspirar, – podemos decir, – la producción y el consumo. Según esto, al producir los bienes y servicios y al consumirlos, productores y consumidores debemos pensar en los demás, no sólo en el lucro y el beneficio personal. La colaboración entre los países, como parte de la solidaridad, fue también destacada por Juan Pablo II.

Como vemos, el cristiano no puede enfocar la economía sólo como algo técnico, que no tiene nada que ver con su fe. Una actitud así, conduce a la incoherencia de quienes reducen la práctica de la religión al rito externo. Las últimas ideas que vimos en la reflexión anterior, acerca del pensamiento social de Juan Pablo II sobre el desarrollo, nos enseñaban que, considerado desde el punto de vista cristiano, como un desarrollo integral y solidario, el desarrollo económico nos presenta un desafío moral y no solamente un desafío económico y técnico.

Dijo el P. Sergio Bernal en su conferencia: que esa

es la conclusión a que se llega desde el misterio de la Encarnación del Verbo y el plan divino de reconciliar en Cristo todas las cosas.

En la economía no podemos sacar a Dios de en medio

Qué interesante aplicación de la frase de San Pablo: reconciliar en Cristo todas las cosas (Col 1,20). Estas palabras nos indican que por la muerte y resurrección de Jesús, todas las cosas, que por el pecado no mantenían su recto orden hacia Dios, se reconcilian y se dirigen ordenada y armónicamente hacia Cristo. Por la muerte y resurrección de Cristo, se restablece el recto orden entre las criaturas y el Creador; se forma un concierto único y universal y se orienta a Cristo, su centro de unidad. La obra de Cristo se completó con su vida, muerte y resurrección. Falta nuestra parte, que con dificultad debemos realizar, por el peso del pecado, pero debemos completar lo que falta a la pasión de Cristo ( Col 1,24) y donde abunda el pecado sobreabunda la gracia (Rom 5,20); es cierto que somos débiles, pecadores, pero la gracia no nos será negada.

Si tratáramos de verlo todo desde la perspectiva del Evangelio, tratando de comprender cómo se ha ido cumpliendo el plan de Dios para la humanidad, y cómo debemos orientar nuestra vida, nuestras actividades, de acuerdo con ese plan divino, en ninguna decisión, en ninguna actividad sacaríamos a Dios de en medio. Tampoco en el manejo económico lo sacaríamos de en medio. Es que, como dice Juan Pablo II, en el plan divino, que comienza desde la eternidad en Cristo, (…) se inserta nuestra historia, marcada por nuestro esfuerzo personal y colectivo para elevar la condición humana, vencer los obstáculos que surgen siempre en nuestro camino…

Nos preguntaríamos siempre si nuestro pensamiento, si nuestra acción están de acuerdo con lo que Dios quiere de nosotros. La perspectiva desde la cual miramos el mundo y nuestra vida, es muy distinta si tenemos en cuenta a Jesús muerto y resucitado. Desde el misterio de la Encarnación, el mundo y nuestra vida se ven muy bien, con los ojos del Evangelio, con los ojos de Dios. Si los que manejan la economía vieran las cosas así, no andaría el mundo como anda, en la injusticia.

El sueño cristiano de un progreso indefinido

Sigue el P. Sergio Bernal:

La Ilustración proponía un progreso indefinido finalizado a sí mismo y hecho posible por ese súper hombre que resultaba de la liberación de toda ley superior. Respondiendo a ese desafío histórico que poco a poco va resucitando en nuestros días, el Papa responde magistralmente:

El sueño de un « progreso indefinido » se verifica, transformado radicalmente por la nueva óptica que abre la fe cristiana, asegurándonos que este progreso es posible solamente porque Dios Padre ha decidido desde el principio hacer al hombre partícipe de su gloria en Jesucristo resucitado, porque « en él tenemos por medio de su sangre el perdón de los delitos » (Ef 1, 7), y en él ha querido vencer al pecado y hacerlo servir para nuestro bien más grande, que supera infinitamente lo que el progreso podría realizar.

Podemos decir, pues, —mientras nos debatimos en medio de las oscuridades y carencias del subdesarrollo y del superdesarrollo— que un día, cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad » (1 Cor 15, 54), cuando el Señor « entregue a Dios Padre el Reino » (Ibid.,15,24), todas las obras y acciones, dignas del hombre, serán rescatadas (SRS 31).

Y concluye este punto el P. Bernal con estas palabras:

(…) por este motivo (…) la Iglesia siente ser su deber ocuparse de la problemática del desarrollo y quiere invitar a los cristianos a comprometerse en su orientación.

El desarrollo visto con los ojos del Evangelio: camino hacia la perfección

Según esto, podemos decir que el desarrollo, visto con los ojos de la fe, el verdadero desarrollo, integral y solidario, puede ser un camino a la perfección que Dios quiere, la que se puede lograr, siguiendo el camino que Jesucristo nos enseña en el Evangelio. De lo contrario nos quedaremos en un seudo desarrollo, únicamente material, imperfecto, corruptible.

Un amable radioescucha no católico, quien dice que oye Radio María, me escribió que

En cuanto a la doctrina católica, lástima que no distingan entre el Reino de Dios y los reinos o Estados del mundo. Añadía en su comunicación, que El pueblo singular de Dios, (es) una nación única entre las naciones del mundo, pero nunca “revuelta” con él, porque el Señor es Dios celoso.

En realidad, los católicos no confundimos al Reino de Dios con los reinos terrenales. Como hemos visto a lo largo de nuestras reflexiones, el Reino de Dios es uno solo, el que predicó Jesús, el reino de justicia, de amor y de paz, que tenemos que ir construyendo con la evangelización de todas las naciones, y sólo al final de los tiempos llegará a la perfección; mientras tanto nos debatimos en medio de las oscuridades y carencias, como acabamos de leer en Juan Pablo II. Por eso tenemos la misión de ir iluminando el mundo, a todas las naciones, con el Evangelio, y los políticos y economistas cristianos deberían dirigir su acción hacia la construcción del Reino de Dios. El Reino de Dios está en construcción y los cristianos somos obreros de ese Reino.

Una promesa y un mandato grandes: dilatar el Reino de Dios

De manera bellísima, el Concilio Vaticano II nos explica lo que se espera de los laicos en la construcción del Reino, con estas palabras:

(…) el Señor desea dilatar su Reino también por mediación de los fieles laicos; un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de paz, en el cual la misma criatura quedará libre de la servidumbre de la corrupción/ en la libertad de la gloria de los hijos de Dios (cf. Rom 8,21). Grande, realmente, es la promesa, y grande el mandato que se da a los discípulos. “Todas las cosas son vuestras, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios” (1 Cor 3,23).

Como veremos más adelante, los laicos tenemos una responsabilidad grande, en la construcción del Reino de Dios. De nosotros se espera, en palabras de Pablo VI, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que vivimos. De los laicos, el documento de Aparecida dice, citando palabras de Puebla, que Son “hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”. Eso deberíamos ser: “hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”.

Derechos humanos y ecología en el desarrollo integral

Cada día se habla más de derechos humanos y de ecología. En su conferencia el P. Bernal explica así el lugar que en el desarrollo deben ocupar los derechos humanos y la ecología:

Consecuencia lógica de todo lo anterior, y sobre todo del carácter moral del desarrollo es la íntima relación que existe entre éste y el respeto por los derechos humanos, como también el respeto por la creación, o sea la preocupación ecológica. Esta última nos acerca con mucho a quienes luchan en este campo, pero, también aquí tenemos algo propio qué ofrecer / desde nuestra concepción de la persona humana y su centralidad, como también de su afinidad con todas las demás creaturas. Tenemos la esperanza de cielos nuevos y tierra nueva, de una creación toda llamada a la inmortalidad.

Economía, ecología, he aquí dos componentes fundamentales del desarrollo actual. La afinidad entre las creaturas todas y la fraternidad universal, junto con la vocación de la creación y las creaturas a su perfeccionamiento, son elementos que deben ser tenidos en cuenta por todos los operadores económicos y por todos nosotros que, de un modo o de otro somos responsables del progreso o retroceso de la humanidad. En la explotación de los recursos naturales, incluyendo el aire y el agua, en los que poco se pensó por generaciones, hay que buscar y asegurar la calidad de la vida. Se enfatiza la limitación de los recursos casi como el único criterio para la preocupación ecológica. Pero, mientras no se ponga al centro la persona humana, su dignidad y sus derechos, corremos el peligro de refugiarnos en la técnica y en la ciencia, acelerando, en realidad, la catástrofe ambiental ya bien evidente. Ya Pablo VI había advertido que se trata de un problema social de envergadura que incumbe a la familia humana toda entera

En la carta apostólica Octogesima adveniens (en el octogésimo aniversario de la encíclica Rerum novarum), Pablo VI advierte ya que, con la explotación inconsiderada de la naturaleza (el hombre) corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación (N° 21).

La familia necesita una casa a su medida. Para la familia humana, esta casa es la tierra

Y avanzando en el recorrido histórico del magisterio de la Iglesia sobre el desarrollo dice el P. Bernal:

En tiempos más recientes Benedicto XVI ha manifestado en repetidas ocasiones su preocupación por el cuidado del ambiente. En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2008 leemos:

La familia necesita una casa a su medida, un ambiente donde vivir sus propias relaciones. Para la familia humana, esta casa es la tierra, el ambiente que Dios Creador nos ha dado para que lo habitemos con creatividad y responsabilidad. Hemos de cuidar el medio ambiente: éste ha sido confiado al hombre para que lo cuide y lo cultive con libertad responsable, teniendo siempre como criterio orientador el bien de todos. Obviamente, el valor del ser humano está por encima de toda la creación.

Respetar a la naturaleza es respetar a Dios

Una opinión interesante sobre la ecología, es que, respetar a la naturaleza es respetar a Dios, su Creador. Una actitud de respeto a la naturaleza, es una actitud teocéntrica, es decir centrada en Dios, dador de todos los bienes. En realidad si alguien le hace a uno un regalo y uno lo destruye, es porque no lo estima y destruyéndolo despreciaría a la persona que hace el regalo.

Papel de la Iglesia en el desarrollo: formar nuestras conciencias

Es posible que algunos se pregunten sobre el papel de la Iglesia en el empeño mundial por el desarrollo. Como hemos visto, el papel de la D.S.I. es formar nuestras conciencias, orientarnos para que sepamos VER y JUZGAR las situaciones con los ojos de la fe y ACTUAR en consecuencia. Sin duda surgen preguntas prácticas. A este respecto nos ayudan las siguientes palabras del P. Sergio Bernal, cuando va terminando en su ponencia / el recorrido histórico de la doctrina católica sobre el desarrollo:

Al terminar este recorrido histórico nos viene a la mente la pregunta sobre las conclusiones prácticas de la reflexión del Magisterio sobre el complejo problema del desarrollo. Existe una gran confusión sobre el término Iglesia cuando hablamos de la Doctrina Social. Tradicionalmente se ha entendido por Iglesia a la Jerarquía y, en el caso concreto de la Doctrina Social, al Magisterio Pontificio. ¿Corresponde, pues, al Papa y los Obispos encargarse de los procesos de desarrollo? La Doctrina Social tiene una función de iluminación de las conciencias, de indicadora de compromisos, pero siempre cuidándose de no proponer sistemas o modelos concretos de sociedad, tarea que corresponde a esa porción privilegiada de la Iglesia que son los laicos. Son ellos los que por estar en el mundo y ser los expertos en todas las materias que se ocupan de la realidad social, política y económica, deben asumir su responsabilidad de ciudadanos responsables.

Papel de los seglares: renovación del orden temporal

Pablo VI, concluyendo la encíclica Populorum progressio, con la claridad que caracterizó su discurso hace un llamado al compromiso:

Nos conjuramos en primer lugar a todos nuestros hijos. En los países en vía de desarrollo no menos que en los otros, los seglares deben asumir como tarea propia la renovación del orden temporal. Si el papel de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en este terreno, a los seglares les corresponde con su libre iniciativa / y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven. Los cambios son necesarios, las reformas profundas, indispensables: deben emplearse resueltamente en infundirles el espíritu evangélico. A nuestros hijos católicos de los países más favorecidos (Nos) pedimos que aporten su competencia y su activa participación en las organizaciones oficiales o privadas, civiles o religiosas, dedicadas a superar las dificultades de los países en vía de desarrollo. Estamos seguros de que ellos pondrán todo empeño para hallarse en primera fila entre aquellos que trabajan por llevar a la realidad de los hechos una moral internacional de justicia y de equidad .

¡Cómo hace de falta que nuestros políticos, gobernantes y empresarios oigan esa exhortación de Pablo VI! Volvamos a leer unas líneas:

a los seglares les corresponde con su libre iniciativa (…), penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven.

Sin duda una de las causas de la inactividad de nuestros políticos y empresarios, en el terreno de la construcción del Reino de Dios, es la superficial preparación en la doctrina católica, en muchos de ellos, y su ambigüedad, por no decir falta de compromiso, cuando se espera que tomen posiciones firmes para defenderla. Hace falta una actividad pastoral de altura y profundidad que corrija esta falla. El documento de Aparecida dice en el N° 218, que

Para cumplir su misión con responsabilidad personal, los laicos necesitan una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y cultural.

Valioso material de formación desconocido por los católicos

Yo estoy convencido de que, por lo menos algunos de nuestros políticos estarían dispuestos a aprovechar un esfuerzo de la Iglesia en esa dirección. A este respecto dice el P. Bernal:

Una vez más se plantea el problema de la formación de los agentes de transformación de la realidad. Desafortunadamente los llamados al compromiso hechos por la Jerarquía raramente vienen acompañados de programas de formación adecuada. Ésta tiene que ser un elemento central de los planes de pastoral. Tenemos instrumentos sumamente valiosos como el Catecismo y el Compendio del Catecismo, y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, ampliamente difundidos materialmente, pero aún desconocidos por la mayoría de los católicos. Es urgente diseñar programas de formación serios, muy orientados al compromiso práctico / en la transformación de las estructuras. En este diseño tienen que tomar parte activa los laicos con su experiencia y experticia. Por ello, con toda razón los Obispos reunidos en Aparecida nos recuerdan que los laicos “han de ser parte activa y creativa en la elaboración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la comunidad”, lo cual supone que los pastores comprendan y reconozcan el carácter secular de los laicos / así como su ser y su hacer. La Iglesia debe hacer una clara opción por la formación de los laicos (ib. 276).

Las universidades católicas tienen una especial responsabilidad en la formación de nuestros dirigentes, pues muchos de ellos pasan por sus aulas. Y podrían ofrecer programas especiales para los que ya se graduaron en sus claustros o en otros.

El desarrollo de todas las criaturas es la voluntad de Dios

Vamos a terminar ahora con la conferencia del P. Sergio Bernal. Esta es su conclusión:

Incursionar en el vasto campo de la Doctrina Social de la Iglesia nos descubre la centralidad del tema del desarrollo que aparece como la voluntad del Creador sobre todas las criaturas racionales e irracionales. La obra de Dios no terminó el séptimo día y supone un compromiso serio y continuo por parte de la humanidad, que va preparando responsable y libremente el camino hacia los cielos nuevos y la tierra nueva liberada de la esclavitud del pecado.

El crecimiento es responsabilidad de todos y en él la economía desempeña un papel central. Pero se trata de una economía al servicio de la persona y de todas las personas que conforman la sociedad, de una economía que trata de racionalizar el uso de los bienes para el bien de todos, no para el enriquecimiento de unos pocos que terminan ejerciendo un poder irracional y opresivo sobre aquellos que no logran ser beneficiarios del proceso de crecimiento.

Ser sujeto implica poder participar activamente en todas las decisiones que tienen consecuencias sobre sí mismos y sobre la sociedad

En los procesos de desarrollo la persona debe ser sujeto, no objeto del mismo porque, precisamente, el objetivo del proceso debe ser crear las condiciones necesarias para que cada persona pueda realizarse plena e integralmente y vivir su triple relación con Dios, con los demás y con la creación. Ser sujeto implica poder participar activamente en todas las decisiones que tienen consecuencias sobre sí mismos y sobre la sociedad. Desarrollo y democracia participativa deben crecer juntos. Para la participación es necesario el respeto por la iniciativa económica libre y responsable, bien diferente del concepto que maneja la ideología neoliberal.

Y todo lo anterior, precisamente porque el desarrollo, por ser la vocación de la humanidad, constituye un derecho inalienable de cada persona.

Pero la participación y el ejercicio de los derechos y de la iniciativa, no se improvisan. Siendo la evangelización un proceso eminentemente pedagógico, en los planes de pastoral hay que pensar en procesos educativos de formación de la conciencia ciudadana, del ejercicio de los derechos y de las obligaciones que éste comporta hacia los demás. Y aquí la Doctrina Social de la Iglesia, esa pobre desconocida, debe entrar a constituir el eje fundamental de todos los planes de pastoral.

Finalmente, el desarrollo tiene múltiples dimensiones y fuertes implicaciones morales porque de su éxito o fracaso depende la vida de los miembros de la sociedad. La creación de riqueza con equidad debe ser un criterio rector que supone leer la historia y guiar los procesos desde la óptica de los pobres, de los excluidos, de los más débiles miembros de la sociedad y es aquí donde la Iglesia está llamada a desempeñar un papel profético y protagónico, fiel a la opción hecha por el mismo Jesús de Nazaret, dolorosamente ignorada por algunos, pero abiertamente renovada por las Iglesias que están en América Latina, especialmente en las Conferencias de Medellín y Puebla / que fueron el camino hacia la opción de la Iglesia Universal y su explícita formulación en el magisterio pontificio.

El deseo ignorado de Jesús: que todos tengan vida y la tengan en abundancia

Con esta consciencia esperamos lograr la realización del deseo de Jesús, que todos tengan vida y la tengan en abundancia (Jo. 10,10) mediante la realización de un desarrollo integral y solidario, seguro camino para la paz que desesperadamente anhelamos.

La promoción humana integral es la dimensión privilegiada de la nueva evangelización y por ello podemos concluir esta presentación con las palabras del Documento final de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano: “El rico magisterio social de la Iglesia/ nos indica que no podemos concebir una oferta de vida en Cristo/ sin un dinamismo de liberación integral, de humanización, de reconciliación y de inserción social” (Aparecida, 359).


Cf La Sagrada Escritura, texto y comentario por profesores de la Compañía de Jesús, Nuevo Testamento, II, Cartas de San Pablo, BAC 211 carta a los Colosenses está traducida y comentada por el P.Pastor Gutiérrez, S.J.

Cf Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 31

Cf Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 31

Cf Concilio Vaticano iII, Constitución dogmática Lumen Gentium, 36

Cf Populorum progressio, 81

Cf Aparecida 209, Puebla 786.

Cf Pablo VI, carta apostólica Octogesima adveniens, 21 (año 1971)

Cf Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 2008, 7

La posición de la Iglesia frente a los problemas de la ecología ha sido clara en diversos documentos. Copio a continuación un comentario interesante de los editores de la revista AMERICA, el semanario católico, en su edición del 10 de noviembre 2008. Dice: The Vatican’s Pontifical Council for Justice and Peace has listed damage to the environment as a new deadly sin. Respect for the world is respect for God the Creator. The attitude advocated is neither anthropocentric nor ecocentric but theocentric, centered on God, the giver of all good gifts. Perhaps speaking of the rights of nature is simply a new way to speak of environmental ethics. In light of the multiple threats to our environment, we hope it is an effective way that does not lead to legal absurdities and skewed public policy.

Cf Pablo VI, Populorum progressio, 81

Aparecida, 213