Reflexión 187 – Caritas in veritate N° 18 (Charla 25)

 

  

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Llamados por Dios a nuestro desarrollo personal

 

En nuestro estudio de la DSI vamos a continuar  hoy con el final del capítulo 1° de la encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad, de Benedicto XVI. Este primer capítulo lo dedica el Santo Padre a presentar, de manera condensada, el mensaje de Pablo VI sobre el desarrollo, en su encíclica Populorum progressio.

 

Vimos en el programa anterior, que Pablo VI nos enseña que todos estamos llamados por Dios a trabajar por nuestro propio desarrollo como personas y a trabajar por el desarrollo de la sociedad. Tenemos la vocación al desarrollo. Nuestro trabajo, cualquier él sea, es una colaboración nuestra en el desarrollo de la obra de Dios. Bellamente nos enseñó el significado del trabajo el Papa Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens, sobre la dignidad de  la persona y el trabajo humano. Volvamos a leer sus maravillosas palabras.

 

El trabajo es un bien del hombre – es un bien de la humanidad -, porque, mediante el trabajo, el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre; es más en un cierto sentido, <se hace más hombre>.[1]

 

Y sobre el trabajo como participación en la obra del Creador, afirma en la misma encíclica:

 

En la palabra de la divina Revelación está inscrita muy profundamente esta verdad fundamental: que el hombre, creado a imagen de Dios, mediante su trabajo, participa en la obra del Creador, y según la medida de sus propias posibilidades, en cierto sentido, continúa desarrollándola y la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado.

 

El desarrollo es nuestra vocación desde el momento en que Dios nos llamó a la vida. Nadie puede pretender quitarnos ese derecho que Dios nos dio. Sólo Él es el dueño de la vida. Nuestra vocación es al crecimiento armónico, a caminar hacia la perfección a que estamos llamados como hijos de Dios.

 

Benedicto XVI tomó esta enseñanza de Pablo VI en Populorum progressio, en el N° 15, donde dice:

 

En los designios de Dios, cada hombre está llamado a desarrollarse, porque toda vida es una vocación. Desde su nacimiento, ha sido dado a todos como un germen, un conjunto de aptitudes y de cualidades para hacerlas fructificar (…)

 

Toda vida es una vocación y esa vocación viene de Dios

 

Repasemos lo que vimos ya sobre la vocación del ser humano a su propio progreso o desarrollo en los números 16 y 17 de Caritas in veritate:

 

En primer lugar,  como lo afirmó Pablo VI, toda vida es una vocación y esa vocación viene de Dios: al llamarnos a la vida, Dios nos llamó a realizarnos plenamente, a terminar la obra que Él diseñó, con su inteligencia de artista inigualable. Esa obra se consumará cuando lleguemos a encontrarnos con Él en la eternidad. En esta vida,  con nuestra labor humana hacemos el camino hacia la perfecta felicidad.

 

Nuestra obra en la tierra es la obra de Dios

 

Nuestra respuesta a la llamada de Dios debe ser  una respuesta libre y responsable. Requiere un sí de cada uno de nosotros y de la sociedad. Está en nuestras manos ir haciendo, con la ayuda de la gracia, la obra de Dios, que es en la tierra nuestra obra. A este propósito recordamos las palabras de Kennedy en su discurso de posesión:

 

“Con la única recompensa segura, que es nuestra buena conciencia, con la historia como  último juez  de nuestros actos, llevemos adelante la tierra que amamos, pidiendo la bendición y la ayuda de Dios, pero sabiendo que aquí en la tierra el trabajo de Dios debe ser el nuestro.”  (“knowing that here on earth God’s work must truly be our own.”)

 

Ser colaboradores en la obra creadora de Dios es una fuente de inmenso gozo

 

Citamos también, a este propósito, en un programa anterior, las palabras del P. Teilhard de Chardin, que nos ayudan a comprender que el ser colaboradores en la obra creadora de Dios es una fuente de inmenso gozo. Dice el P. Teilhard de Chardin:

 

“Podemos imaginar quizás, que la creación terminó hace tiempos. Pero eso no es así. La creación continúa y todavía con mayor magnificencia, y en los niveles más altos del mundo… Y nosotros servimos para completarla, aun con el trabajo más humilde de nuestras manos. Ese es en últimas, el sentido y el valor de nuestros actos.”[2] [3]

 

Es oportuno repetir  en estos días las palabras de un científico creyente, como el P. Teilhard de Chardin, cuando los medios de comunicación difunden la noticia de que el físico inglés Stephen Hawking sostiene la teoría de que no es necesario acudir a un Dios Creador para explicar el origen del universo. Según los informes de prensa, No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y poner en marcha el universo.

 

Continuemos con la reflexión sobre nuestra vocación de ser colaboradores de Dios Creador.

 

Primero, toda vida es una vocación y esa vocación viene de Dios: al llamarnos a la vida. Segundo: Nuestra respuesta a la llamada de Dios requiere una respuesta libre y responsable. En tercer lugar, podemos dar una respuesta libre y responsable a nuestra llamada al desarrollo, porque Dios nos dotó de inteligencia y de libertad y nos acompaña siempre con su gracia. Sin la gracia de Dios no podemos nada.  El hombre es responsable de su crecimiento, lo mismo que de su salvación. Necesitamos la gracia de Dios y nuestro esfuerzo: el que te creó a ti sin ti, no te salvará a ti, sin ti, decía San Agustín.

 

La sociedad y las instituciones que la conforman están llamadas a progresar en beneficio del bien común

 

No sólo cada persona está llamada por Dios a progresar sino también están llamadas la sociedad y las instituciones que la conforman. Las organizaciones no sólo existen para beneficiar a sus dueños sino a la sociedad, al bien común. Estamos llamados a asumir una responsabilidad común. No nos podemos desentender de lo que sucede en nuestra comunidad, en nuestro país, especialmente lo que sucede a los que tienen menos acceso a su desarrollo.

 

El desarrollo humano integral como vocación exige también que se respete la verdad

 

En el N° 18 de Caritas in veritate, Benedicto XVI continúa su explicación de lo que significa la vocación al desarrollo integral; dice que Además de la libertad, el desarrollo humano integral como vocación exige también que se respete la verdad.

 

El N° 18 de Caritas in veritate, recoge la doctrina sobre el desarrollo integral de documentos muy importantes de Pablo VI, de Juan Pablo II y de la constitución Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II. Aunque nos detengamos algo más en este punto, se justifica que lo hagamos. Les sugiero que cuando lean la encíclica Caritas in veritate, si les es posible lean las citas de los documentos que se mencionan al pie de página. Comprendemos así mejor las enseñanzas sociales de la Iglesia. Uno puede con algún provecho leer las encíclicas de corrido, pero si queremos profundizar en ellas, no tengamos miedo a ir despacio y degustarlas. Así las aprovechamos mejor para crecer espiritualmente.

 

Refiriéndose de nuevo a las palabras de Pablo VI en Populorum progressio sobre lo que significa el desarrollo humano integral, dice Benedicto XVI in Caritas in veritate:

 

Además de la libertad, el desarrollo humano integral como vocación exige también que se respete la verdad. La vocación al progreso impulsa a los hombres a «hacer, conocer y tener más para ser más»[4]. Pero la cuestión es: ¿qué significa «ser más»? A esta pregunta, Pablo VI responde indicando lo que comporta esencialmente el «auténtico desarrollo»: «debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre»[5].

 

No temamos presentar la visión cristiana del desarrollo

 

Aunque algunas de estas citas que menciona Caritas in veritate las hemos leído y comentado antes, lo vamos a volver a hacer para reafirmar nuestro conocimiento de la DSI. Empecemos por repetir que el desarrollo humano integral como vocación exige que se respete la verdad. Entiendo que el Papa nos pide que no nos dé temor de presentar la visión cristiana del desarrollo, que es el verdadero desarrollo, y no nos limitemos a hablar de un desarrollo sólo   material, del que se jactan muchos. Esa clase de desarrollo no es suficiente. Para conseguir el verdadero desarrollo nos sentimos todos impulsados a  «hacer, conocer y tener más para ser más».  Estamos dispuestos a hacer más, a esforzarnos más para conocer y tener más, porque de esa manera  no nos quedamos sólo en la satisfacción de ampliar nuestros conocimientos y poseer más bienes, sino que así podemos llegar a SER más.

 

¿Qué significa «ser más»?

 

Benedicto XVI añade con toda razón: Pero la cuestión es: ¿qué significa «ser más»? A esta pregunta, dice el Papa actual, Pablo VI responde indicando lo que comporta esencialmente el «auténtico desarrollo»: «debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre».

 

Según esto, el ser humano es más si consigue su propio desarrollo integral y el de los demás que conforman la comunidad. Un desarrollo de todo lo que hace al ser humano: cuerpo, espíritu, habilidades intelectuales, corporales, virtudes naturales y sobrenaturales. Y no sólo se trata de conseguir el desarrollo de cada uno, sino el de todos; es decir, el del Cuerpo Místico de Cristo. Con estas palabras lo expresa el Papa Benedicto, basándose en sus predecesores:

 

En la concurrencia entre las diferentes visiones del hombre que, más aún que en la sociedad de Pablo VI, se proponen también en la de hoy, la visión cristiana tiene la peculiaridad de afirmar y justificar el valor incondicional de la persona humana y el sentido de su crecimiento. La vocación cristiana al desarrollo ayuda a buscar la promoción de todos los hombres y de todo el hombre. Pablo VI escribe: «Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera»[6].

 

El hombre es la única criatura que Dios ha querido por sí misma y sobre la cual tiene su proyecto, es decir, la participación en la salvación eterna

 

Cita Benedicto XVI dos encíclicas de Juan Pablo II: Centesimus annus y Redemptor hominis. En Centesimus annus, el Santo Padre manifiesta por qué el interés de la Iglesia por el ser humano, la responsabilidad que del hombre tiene la Iglesia, confiado a ella por el mismo Cristo, este hombre, – dice,que, como el Concilio Vaticano II recuerda, es la única criatura que Dios ha querido por sí misma y sobre la cual tiene su proyecto, es decir, la participación en la salvación eterna. No se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e histórico: se trata de cada hombre, porque a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio

 

El desarrollo integral implica crecer en todas las dimensiones del ser humano. Es muy importante por eso la labor de los padres de familia, de los evangelizadores, de los catequistas, de los maestros, de los gobernantes y legisladores que orientan el desarrollo de sus pueblos. Cuánto bien pueden hacer y también cuánto mal…

 

Es muy importante la labor de los evangelizadores, porque a través del Evangelio nos podemos conocer como realmente somos, podemos comprender a lo que estamos llamados a ser y aprender cuál es el camino para llegar a ser.

 

Quizás no se piense con frecuencia en la relación que tiene la evangelización con el desarrollo integral. Son profundos estos pensamientos sobre lo que es el ser humano, llamado por Dios a la vida terrena sólo por un tiempo, porque está destinado a la vida eterna!

 

Las implicaciones de estas realidades para la educación integral no se pueden olvidar. Ahora se busca ante todo que el colegio para los hijos sea bilingüe y que tenga buenas instalaciones, dotadas de la tecnología que exige la vida moderna. Eso está bien; hay que buscar el desarrollo integral y los idiomas y la tecnología hacen parte de ella; pero eso hay que hacerlo sin omitir lo único que es realmente necesario.

 

Papel de la Iglesia en la formación humana:

 

En el N° 55 de Centesimus annus, la encíclica de Juan Pablo II escrita para conmemorar los 100 años de Rerum novarum, dice sobre el papel de la Iglesia en la formación humana:

 

La Iglesia conoce el «sentido del hombre» gracias a la Revelación divina. «Para conocer al hombre, el hombre verdadero, el hombre integral, hay que conocer a Dios», decía Pablo VI, citando a continuación a santa Catalina de Siena, que en una oración expresaba la misma idea: «En la naturaleza divina, Deidad eterna, conoceré la naturaleza mía». (Pablo VI, Homilía en la última sesión pública del Concilio Vaticano II (7 diciembre 1965): AAS 58 (1966), 58)

 

Cuando se nos enseña que la persona humana es creada a imagen y semejanza de Dios, al mismo tiempo se nos presenta el ideal de perfección al que estamos llamados. En la encíclica Redemptor hominis, Juan Pablo II nos recuerda que en Cristo Dios se ha revelado plenamente a la humanidad y se ha acercado definitivamente a ella y, al mismo tiempo, en Cristo y por Cristo, el hombre ha conseguido plena conciencia de su dignidad, de su elevación, del valor transcendental de la propia humanidad, del sentido de su existencia.

 

Para el cristiano, como vemos, la meta del desarrollo es un reto  grande. Creo que en nuestra época ni siquiera se piensa en ello, de manera que la misión del cristiano, la misión de la Iglesia, es especialmente difícil y como nunca, necesaria. Y no debemos desmayar frente a la misión que Dios nos ha encomendado, pues como nos dice Juan Pablo II, también en Redemptor hominis, no en vano en los planes de salvación, de Dios, están unidos

 

la salvación y la gracia con la Cruz. No en vano Jesucristo dijo que el «reino de los cielos está en tensión, y los esforzados lo arrebatan»; y además que «los hijos de este siglo son más avisados… que los hijos de la luz»  (Mt 11, 12, Lc 16, 8).

 

 

El Evangelio es un elemento fundamental del desarrollo

 

Volvamos al N° 18 de Caritas in veritate, donde Benedicto XVI, después de afirmar que la vocación al progreso, es decir al desarrollo, impulsa a los hombres a “hacer, conocer y tener más para ser más”, pregunta:”¿qué es ser más?” Así continúa el Papa Benedicto XVI:

 

 La fe cristiana se ocupa del desarrollo, no apoyándose en privilegios o posiciones de poder, ni tampoco en los méritos de los cristianos, que ciertamente se han dado y también hoy se dan, junto con sus naturales limitaciones[7], sino sólo en Cristo, al cual debe remitirse toda vocación auténtica al desarrollo humano integral. El Evangelio es un elemento fundamental del desarrollo porque, en él, Cristo, «en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre» [8]. Con las enseñanzas de su Señor, la Iglesia escruta los signos de los tiempos, los interpreta y ofrece al mundo «lo que ella posee como propio: una visión global del hombre y de la humanidad»[9]. Precisamente porque Dios pronuncia el «sí» más grande al hombre[10], el hombre no puede dejar de abrirse a la vocación divina para realizar el propio desarrollo. La verdad del desarrollo consiste en su totalidad: si no es de todo el hombre y de todos los hombres, no es verdadero desarrollo.

 

Éste es el mensaje central de la Populorum progressio, válido hoy y siempre. El desarrollo humano integral en el plano natural, al ser respuesta a una vocación de Dios creador[11], requiere su autentificación en «un humanismo trascendental, que da [al hombre] su mayor plenitud; ésta es la finalidad suprema del desarrollo personal»[12]. Por tanto, la vocación cristiana a dicho desarrollo abarca tanto el plano natural como el sobrenatural; éste es el motivo por el que, «cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el “bien”, empieza a disiparse».[13]

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com

 


[1] Juan Pablo II, Laborem Exercens, Nº 9

[2] Teilhard de Chardin, “The Divine Milieu”,  An Essay on the Interior Life, Harper & Row, Publishers, New York , página  62 Th, de Ch. escribió “El Medio Divino” en 1927, mientras trabajaba como miembro de un equipo de paleotólogos en China. El escenario para la visión mística y profunda de Dios del P. Th de Ch era el mundo material en que se hallaba inmerso por su trabajo. Según Th. De Ch. el mundo mismo, como lo ven los ojos de la ciencia, es donde son más claras las obras de Dios. (Comentario en “Toward a Science Charged of Faith”, Chapter 5 of God and Science, by Charles P. Henderson, tomado de internet.

[3] El P. Th. De Ch. sostiene que las ciencias naturales validan las afirmaciones fundamentales de la fe cristiana. Afirma que la única manera de salvar a la ciencia de su autodestrucción es volver a poner a Dios en el centro, en el corazón de la ciencia. Los científicos ateos, en cambio, pretenden mantener a Dios lejos de la ciencia.

[4] Populorum progressio, 6: l.c., 260.

[5] Ibíd., 14: l.c., 264.

[6] Ibíd.; cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 53-62: l.c., 859-867; Id., Carta enc. Redemptor hominis (4 marzo 1979), 1314: AAS 71 (1979), 282-286.

[7] Cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 12: l.c., 262-263.

[8] Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 22.

[9] Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 13: l.c., 263-264.

[10] Cf. Discurso a los participantes en la IV Asamblea Eclesial Nacional Italiana (19 octubre 2006): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (27 octubre 2006), pp. 8-10.

[11] Cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 16: l.c., 265.

[12] Ibíd.

[13] Discurso en la ceremonia de acogida de los jóvenes (17 julio 2008): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (25 julio 2008), pp. 4-5.