Reflexión 188 – Caritas in veritate N° 19 (Charla 26)

 

  

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Para que se pueda hablar de un verdadero desarrollo, éste  tiene que alcanzar a todos

 

En las páginas anteriores hemos continuado el estudio la  presentación que en su encíclica Caritas in veritate hace Benedicto XVI sobre  las enseñanzas de Pablo  VI en Populorum progressio, la encíclica sobre el desarrollo de los pueblos.

 

Hemos estado reflexionando sobre lo  que significa desarrollo integral porque, como estos dos Papas  explican, el verdadero desarrollo tiene que ser integral o no se estaría hablando  de verdadero desarrollo. Y claro, surge la pregunta: ¿qué quiere decir que el desarrollo debe ser integral? Pablo VI y Benedicto XVI nos dicen que desarrollo integral significa que el desarrollo debe ser de todo el hombre y de todos los hombres. Mientras haya un número tan grande de personas sin posibilidades de progresar: de alimentarse, de vivir en una vivienda digna, de acceder a planes adecuados de salud, de educación, de trabajo, no se puede pensar que se ha alcanzado el desarrollo integral. Para que se pueda hablar de un verdadero desarrollo, éste  tiene que alcanzar a todos. No es lo que sucede en el mundo en este momento, a pesar de los avances tecnológicos .

 

925 millones de personas padecen hambre

 

El miércoles 15 de septiembre (2010) salieron los últimos datos sobre el hambre en el mundo (Cf El Tiempo, Bogotá, 15 Sept. 2010, 1-8). Según la noticia que se origina en la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y a Alimentación (FAO), por primera vez en 15 años, el número de personas que padecen hambre en el mundo descendió a 925 millones, cifra que se considera de todos modos inadmisible. El director general de la FAO comentó que el descenso de 1023 millones el año 2009 a  925 millones no es para alegrarse, porque cada diez segundos un niño muere debida a desnutrición. “El hambre es la mayor tragedia de la humanidad, dijo.

No se puede hablar de un mundo desarrollado, frente a esas cifras escalofriantes.

 

Y, ¿qué quiere decir  que el desarrollo integral debe ser de todo el hombre? Benedicto  XVI afirma que el mensaje central de Populorum progressio, válido hoy y siempre, es una respuesta a la vocación a que estamos llamados por Dios Creador, que abarca el desarrollo del ser humano tanto en su dimensión natural como en la sobrenatural. 

 

El  ser humano vacío de Dios queda así: vacío, hueco, así tenga sus arcas llenas de dinero y su cerebro atiborrado de conocimientos naturales. Por  eso  el desarrollo integral no se puede reducir a solo el progreso material, porque se limitaría, se achicaría al ser humano al dejar por fuera de él nada menos que su dimensión espiritual y sobrenatural, que son lo que hace al ser humano imagen de Dios, realmente grande y digno.

 

El reto de Dios  al crearnos a su imagen

 

Recordemos la reflexión que hacíamos la semana pasada: al crearnos Dios a su imagen y semejanza, nos presenta al mismo tiempo un reto; nos presenta el ideal de perfección al que nos llama, la vocación a la perfección, al desarrollo al que el Creador nos invita cuando nos llama a la vida.  En la encíclica Redemptor hominis, Juan Pablo II nos recuerda que en Cristo Dios se ha revelado plenamente a la humanidad y se ha acercado definitivamente a ella y, al mismo tiempo, en Cristo y por Cristo, el hombre ha conseguido plena conciencia de su dignidad, de su elevación, del valor transcendental de la propia humanidad, del sentido de su existencia.

 

Dios  quiere que busquemos nuestra mayor plenitud

 

Dice Benedicto XVI en Caritas in veritate, que el mensaje central de la Populorum progressio, válido hoy y siempre, es el desarrollo humano integral como llamamiento de Dios y nuestra respuesta a esa vocación de Dios creador. Un sí nuestro, que consiste en buscar nuestra mayor plenitud, que abarca tanto el plano natural como el sobrenatural; ésta es la finalidad suprema del desarrollo personal». Éste es el motivo por el que, «cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el “bien”, empieza a disiparse»[1], en palabras de Benedicto XVI a los jóvenes asistentes a la Jornada de la Juventud en Australia, en julio de 2008.No es posible, entonces, alcanzar el desarrollo integral ignorando a Dios; «cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el “bien”, empieza a disiparse».

Refiriéndose a cómo la visión secularizada del mundo intenta explicar la vida humana y plasmar la sociedad con pocas o ninguna referencia al Creador, dijo Benedicto XVI a los jóvenes que,

 

 

Si Dios es irrelevante en la vida pública, la sociedad podrá plasmarse según una perspectiva carente de Dios. Sin embargo, la experiencia enseña que el alejamiento del designio de Dios creador provoca un desorden que tiene repercusiones inevitables sobre el resto de la creación (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1990, 5). Cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el «bien», empieza a disiparse. Lo que se ha promovido ostentosamente como ingeniosidad humana se ha manifestado bien pronto como locura, avidez y explotación egoísta. Y así nos damos cuenta cada vez más de lo necesaria que es la humildad ante la delicada complejidad del mundo de Dios.

 

Los  no creyentes no tienen  la  capacidad de reconocer la dimensión sobrenatural

 

El físico Stephen Hawking sostiene ahora la teoría de que no es necesario acudir a un Dios Creador para explicar el origen del universo. A ese físico inglés se le disipa la capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el bien porque  pasa por un eclipse de Dios. En esa oscuridad los no creyentes no pueden comprender lo que es el desarrollo integral. No reconocen las dimensiones espiritual y sobrenatural de la persona humana.

 

La admiración que hoy despierta  el físico inglés se cambiará  algún día porel reconocimiento de que Hawking presentaba  no una verdad probada, sino sólo una teoría más, que se descartará por una nueva teoría, que de nuevo causará admiración antes de que se descarte para intentar otra nueva teoría.

 

¿Qué sucede a la sociedad, cuando Dios se eclipsa ante el aparente brillo del ingenio humano?

 

El domingo 5 de septiembre en su columna de opinión “Un alto en el camino”, (El Tiempo, Bogotá), el P. Alfonso Llano escribió su interesante “Radiografía de la sociedad” que nos muestra el vacío de nuestra era. Cita el P. Llano al sociólogo francés Gilles Lipovetski, quien en una conferencia en la pasada Feria del Libro de Bogotá presentó su obra “La era del vacío” y en ella una realista radiografía de la sociedad. Nos dice el P. Llano que a esa conferencia asistieron unas tres mil personas y el libro de ese autor francés se agotó.

 

La circunstancia de tantas personas interesadas en temas como el vacío de nuestra sociedad, me hace pensar que a pesar de la impresión que los medios de comunicación puedan dejar, de que a la gente, hoy solo le interesa lo banal, muchas personas empiezan a darse cuenta de que el vacío de nuestra sociedad no es bueno, que hay que buscar remedio a esta pandemia que tiene consecuencias destructoras en todo el organismo social.

 

¿Qué síntomas de enfermedad grave presenta nuestra sociedad? ¿qué datos preocupantes ofrece la radiografía?

Estas líneas las cita el P.Llano del mencionado sociólogo autor francés:

 

¿Quién cree hoy en la familia, cuando los índices de divorcios no paran de aumentar, cuando los ancianos son expulsados a los asilos, cuando los padres quieren permanecer  ‘ jóvenes’ y reclaman la ayuda de las terapias, cuando las parejas se vuelven ‘libres’, cuando la  eutanasia, el aborto, la anticoncepción y la esterilización son legalizados…

 

Sigue a continuación el P. Llano:

 

A todo esto, él quiso añadir la inconstancia en los propósitos, la deserción en los compromisos, el adiós a la grandeza de miras, el hundimiento de los ideales, el culto a la personalidad y al cuerpo, el ansia desmedida de autonomía, la obsesión por las marcas de las modas, la obsesión por la música, la carencia de utopías y de sueños, entre otros.

 

Todo esto conduce a la insatisfacción, a la ansiedad, a la soledad y al vacío. Aquí brotan, fácilmente, las tendencias al suicidio, en personas mayores pero, también, en menores, en adolescentes, cosa que no se daba en generaciones anteriores. Cunde por todas partes, el miedo al mañana y la angustia, sin encontrar cómo calmarla, fuera de un falso recurso a una dosis cada vez mayor de éxtasis sexual, de licor y de droga, falso recurso, ya que, en vez de calmar la angustia, la refuerza y la agudiza, en dolorosa escalada. En resumen, el diagnóstico dice: hemos (matado) a Dios de la escena y estamos huérfanos.  Lipovetski se contenta con el diagnóstico.

 

Y anota el P. Llano: Tenemos que buscar la causa de semejante situación para tratar de encontrarles una salida. Claro, ante síntomas tan graves no es suficiente el diagnóstico.

 

 

El “Dios ha muerto”, de Nietzsche

 

 

Dice luego el P. Llano que el filósofo alemán Nietzsche, hace más de cien años había pronosticado lo que sucedería con el deicidio, con la muerte de Dios perpetrada por todos nosotros. ¿A qué muerte de Dios se refería Nietzsche? , porque sabemos bien que Dios es eterno, no puede morir jamás, pero sí podemos, para mal nuestro, tratar de vivir como si Dios no existiera. Es lo que sucede en nuestro tiempo.

 

Nietzsche en su obra “La gaya ciencia”, escribió uno de sus textos más citados,  bajo el título de El Loco. El P. Llano lo cita y es bueno que lo conozcamos. Leamos una traducción de Nietzsche. Por cierto, el mercado del que escribe Nietzsche, por el comportamiento de la gente, se parece a nuestro mundo. El desconcierto ante el vacío parece que también se parece a nuestro desconcierto:

 

¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: “¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!?”. Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado? – así gritaban y reían alborozadamente.

 

El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “¿Qué a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos su asesino. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia delante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene de continuo la noche y cada vez más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No nos llega todavía ningún olor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se pudren! ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados tendremos que inventar? [2]

El siguientes es el  comentario del P. Llano luego de la lectura de El loco, de Nietzsche y anotar que no es el Papa quien habla, sino:

 

Nietzsche, el vidente alemán, y predice lo que sucedería con el correr de los tiempos, que ya se está cumpliendo: perdido el ‘centro de gravedad espiritual’, Dios, quedamos a la deriva, al vaivén de los deseos, vagando por la vida sin sentido, con la terrible sensación de caer en el vacío sin nunca tocar fondo. Flotamos en una nada infinita. Nos persigue el vacío. Se acerca de continuo la noche, cada vez más cerrada, la ausencia de Dios.

 

El diagnóstico no pudo ser más cruel y descarnado. La explicación no pudo ser más acertada. Tenemos a la mano buena materia de meditación.

 

El papel de la caridad en el desarrollo

 

 

Continuemos ahora con el N° 19 de Caritas in veritate. Después de enseñarnos lo que la visión cristiana del ser humano entiende por desarrollo integral, como vocación a la que estamos llamados por el Creador, nos enseña el papel de la caridad en el desarrollo. Dice el Papa:

 

 

19. Finalmente, la visión del desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad. En la Encíclica Populorum progressio, Pablo VI señaló que las causas del subdesarrollo no son principalmente de orden material. Nos invitó a buscarlas en otras dimensiones del hombre. Ante todo, en la voluntad, que con frecuencia se desentiende  de los deberes de la solidaridad. Después, en el pensamiento, que no siempre sabe orientar adecuadamente el deseo. Por eso, para alcanzar el desarrollo hacen falta «pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo»[3]. Pero eso no es todo. El subdesarrollo tiene una causa más importante aún que la falta de pensamiento: es «la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos»[4]. Esta fraternidad, ¿podrán lograrla alguna vez los hombres por sí solos? La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos. La razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad. Ésta nace de una vocación transcendente de Dios Padre, el primero que nos ha amado, y que nos ha enseñado mediante el Hijo lo que es la caridad fraterna. Pablo VI, presentando los diversos niveles del proceso de desarrollo del hombre, puso en lo más alto, después de haber mencionado la fe, «la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres»[5].

 

Destaquemos algunas ideas de este  N° 19 de Caritas in veritate:

 

      Ante  todo,  la visión del desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad. Si entendemos el desarrollo con la visión cristiana del ser humano, la  actitud de amor hacia los demás es necesariamente el centro y el motor del desarrollo.

 

      Las causas del subdesarrollo no son principalmente de orden material. Las debemos buscar en otras dimensiones del ser humano, como en  la falta de voluntad por ser solidario. Podríamos decir en el egoísmo, porque nos fijamos sólo en nuestro interés y no nos conmueve el sufrimiento de nuestros hermanos que tienen un menor acceso al desarrollo.

 

       Las causas del subdesarrollo se encuentran también en un pensamiento equivocado. La razón nos debería orientar por el camino correcto, buscando el verdadero bien del hombre, pero con frecuencia nos orientamos sólo por lo que aconseja la técnica y olvidamos que la técnica sola es fría, y no tiene en cuenta si su aplicación hace daño a otros. Es el caso de la economía, cuando no se utiliza para el bien común ni tiene en cuenta las necesidades de los más débiles. Las causas de la actual crisis económica mundial hay que buscarlas en fallas éticas.

 

En búsqueda desinteresada de la verdad científica que, como tal, coincide con la verdad del hombre

 

Es oportuno citar  algunas palabras de las conclusiones de la XVI Sesión Plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales,  presentadas en la plenaria del  miércoles 5 de mayo (2010). La Academia se reunió con el fin de que, ante la crisis económica mundial, teólogos y moralistas, sociólogos y politólogos, abogados y economistas de todo el mundo  pusieran sus conocimientos al servicio de la comunidad, al servicio de la familia humana, en la búsqueda desinteresada de la verdad científica que, como tal, coincide con la verdad del hombre.[6]  Se trata de un  documento muy interesante y  claro,  en  el que nos explican que la economía sola no es la solución a la crisis  de los mercados mundiales. Terminemos hoy con algunas de sus reflexiones:

Es evidente que la actividad económica es un aspecto de la actividad humana y que, por esta razón, está condicionada por los criterios, evaluaciones y objetivos de la persona que, a diario, toma decisiones que causan efectos económicos, tanto para él como para la sociedad en su conjunto. No debemos olvidar las palabras de Benedicto XVI: “… toda decisión económica tiene una consecuencia moral …” (Caritas in veritate,37). Por lo tanto, el análisis económico de la crisis también se ha centrado en la consideración del hombre y los valores presentes en su comportamiento.

Es evidente que el hombre vive hoy inmerso en un materialismo que le impide ver el horizonte de la trascendencia que forma parte integrante de él,(…). El corto plazo se ha convertido en la única dimensión aceptable, y el beneficio inmediato en gran cantidad prevalece sobre la penalización de un futuro incierto, debido a que la tasa de descuento para estimar el valor actual de ambos es extraordinariamente alta. Lo cuantitativo ha sustituido a lo cualitativo, y cualquier elemento material que pueda ser medido, ponderado y valorado en términos monetarios, cancela toda consideración o referencia de carácter espiritual, referencias que se encuentran en el corazón del hombre. (…)

(…) el sujeto renuncia a su propio ser para convertirse en un eslabón más en la cadena de la actividad económica. Al mismo tiempo que el trabajador, el productor, el consumidor, el ahorrador, inversor, etc aparecen en el escenario, el hombre de trabajo, el hombre de la producción, el sujeto de consumo, etc desaparece. Esta es la abstracción que en última instancia, hace del hombre un esclavo de la economía, el servidor de un principio que no constituye la esencia de su verdadero ser; hablamos de la presentación de un mandamiento nuevo: la ética de la eficiencia o, si lo prefieren, del beneficio, como el principio que rige cada una de las actividades humanas. Tal es así que, que cualquier medio es válido si conduce finalmente a la meta deseada. El engaño, el fraude, la coacción, todos ellos son instrumentos útiles para, volviendo a la moral, para conseguir el objetivo establecido: el mayor beneficio y el mayor poder.

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Discurso en la ceremonia de acogida de los jóvenes (17 julio 2008): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (25 julio 2008), pp. 4-5.

[2] WEB la gaya ciencia, 125 El Loco

[3] Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 20: l.c., 267.

[4] Ibíd., 66: l.c., 289-290.

[5] Ibíd., 21: l.c., 267-268.

[6] Cf ZENIT.org, WEB, jueves 6 de mayo 2010