Reflexión 172 – Caritas in veritate (10)

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El amor tiene su origen en Dios. Es un regalo divino

 

 

Continuemos con el estudio del N° 5 de la encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad o Amor en la verdad, de Benedicto XVI. Repasemos lo que alcanzamos a ver en la  reflexión anterior.

 

Nos dice Benedicto XVI en el N° 5, que La caridad es amor recibido y ofrecido. La caridad, el amor, es un don que nos viene de Dios y que debemos difundir a los demás. Leamos la primera parte del N° 5:

La caridad es amor recibido y ofrecido. Es «gracia» (xáris). Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5). Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad.

No sobra ninguna palabra: La caridad es amor recibido y ofrecido. La caridad es el amor de doble vía: lo recibimos de Dios y lo ofrecemos a los demás. Dios nos amó primero.

 

La encíclica nos describe las características de la caridad o amor cristiano: nos dice que el amor es un don que recibimos, es una gracia, y para mayor abundancia en su explicación añade la palabra xaris en griego, que quiere decir gracia, regalo de Dios. Es «gracia» (xáris), dice y enseguida añade que Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo.

 

 Como decíamos en la Reflexión 165, el amor cristiano viene de Dios,  es un don de Dios, no lo alcanzamos por nuestra voluntad, su origen es Dios y a Él se lo pedimos: “Señor, que te ame cada vez más y que ame a mis hermanos.”   Recibimos de Dios el amor; con ese amor que él nos da, lo amamos y lo comunicamos a nuestros prójimos.

 

De manera que el amor cristiano no lo conseguimos con nuestro esfuerzo / ni se origina en nuestra naturaleza humana; no es una característica o virtud de nuestra personalidad; el amor se origina en Dios. Ya en el N° 1 de Caritas in veritate nos enseña Benedicto XVI que el amor Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta.  Dios, el Amor eterno, se nos comunica ya cuando por amor nos crea a su imagen y semejanza.

 

 

Si no difundimos el amor las redes sociales se rompen

 

 

En el N° 5, la encíclica profundiza en lo que  significa el amor, que se origina en Dios y que como instrumentos debemos difundirlo entre los demás, en redes de caridad. Entre todos formamos una red y por ella debe circular el amor que es fuerza y es vida. Podemos recordar aquí como ayuda, la figura de la viña. Si no amamos de verdad, – si no estamos unidos por el amor, – esa parte de la red, o de la planta de la cual somos parte, tiende a romperse o a secarse.

 

Dinámica de la fuerza del amor en la Trinidad

 

Veamos la dinámica, es decir la forma como se mueve esa fuerza que viene de Dios y se llama amor. No vamos a profundizar en la explicación de cómo funciona la dinámica del amor de Dios en la Trinidad, porque sería pretender entrar en el Misterio. Dejemos esa profundidad a los teólogos, que tienen elementos para bucear en ella. Los grandes teólogos, como San Agustín, lo han intentado, tomando analogías de la filosofía y de la experiencia humana, pero sería una pretensión mía entrar en ese campo. Sin embargo, si logramos comprender siquiera un poquito el amor de Dios, nuestra fe se va a fortificar, la vamos a amar más, la vamos a  vivir con entusiasmo y alegría. Utilicemos las enseñanzas del Magisterio.

 

Tomemos la palabras de Benedicto XVI en el N° 5 de Caritas in veritate que acabamos de leer y que nos señalan las manifestaciones del amor infinito de Dios. Nos enseña el Papa que el origen del amor que recibimos como regalo

 

(…) es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5).

 

Tomemos la primera frase: es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Allí empieza el amor; su primer movimiento brota del Padre hacia el Hijo. En un segundo paso, el amor desciende sobre nosotros.

 

Cuando estudiamos los números 30 y 31 del Compendio de la DSI, nos habíamos encontrado con que es fundamental en nuestra vida cristiana llegar a tener consciencia del amor de Dios por sus creaturas y comprender que las relaciones de amor entre nosotros, los seres humanos, se basan en el modelo de la relación de Dios en su vida trinitaria, – es decir en el modelo de la relación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es un buen momento para repasar este bellísimo tema que corresponde a los fundamentos de la DSI.

 

La Trinidad fundamento de la DSI

 

Los invito a repasar el primer capítulo del Compendio de la DSI, que tiene como título El Designio de Amor de Dios para la Humanidad, desde el N° 20 en adelante (Ese libro lo encuentran entre los enlaces de este blog). Allí la Iglesia nos explica cómo se ha manifestado el amor de Dios en la historia de la salvación. Nos enseña que en Jesucristo se cumple el acontecimiento decisivo de la historia de Dios con los hombres; cómo el Amor Trinitario es el origen y la meta de la persona humana. En los  N° 34ss del Compendio de la DSI comprendemos la íntima relación de la encíclica Caritas in veritate con la DSI. Dice:

 La revelación en Cristo del misterio de Dios como Amor trinitario  está unida a la revelación de la vocación de la persona humana al amor (De manera que cuando Dios nos reveló el misterio de la Trinidad, al mismo tiempo nos reveló que al crear al ser humano, lo marcó con la vocación al amor). Esta revelación ilumina la dignidad y la libertad personal del hombre y de la mujer y la intrínseca sociabilidad humana en toda su profundidad: « Ser persona a imagen y semejanza de Dios comporta… existir en relación con otro “yo” »,36 porque Dios mismo, uno y trino, es comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Es una bellísima doctrina: es de nuestra naturaleza, como Dios la creó, el ser sociables, el tender a relacionarnos con los demás, porque somos imagen de Dios que es relación, comunión, comunicación de las tres divinas personas).

El ser humano es sociable porque su naturaleza se asemeja a Dios

En la comunión de amor que es Dios, en la que las tres Personas divinas se aman recíprocamente y son el Único Dios, la persona humana está llamada a descubrir el origen y la meta de su existencia y de la historia. Los Padres Conciliares, en la Constitución pastoral «Gaudium et spes», enseñan que

« el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno (Jn 17, 21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás (cf. Lc 17,33) ».[1]

En los números 30 y siguientes del Compendio de la DSI encontramos bellamente explicada la revelación del Amor Trinitario y cómo Jesús vino a comunicarnos la experiencia de su relación con el Padre y el Espíritu Santo y nos enseñó que estamos llamados como hijos de Dios, criados a su imagen y semejanza, a una relación con la Trinidad y a una vida de amor entre nosotros.

 

Volvamos a las palabras de Caritas in veritate que estamos considerando, donde dice que el origen del amor que recibimos como regalo

 

(…) es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5).

 

 

El amor creador, por el que nosotros somos

 

 

De manera que el amor de Dios por nosotros se manifiesta desde la creación: Es amor creador, por el que nosotros somos. El amor de Dios se manifiesta en nuestra existencia. El solo hecho de que nos haya llamado Dios a la existencia es una manifestación de amor.  Cuando no éramos nada Él pensó en nosotros, nos quiso, nos creó. Somos obra de sus manos.

 

Volvamos una vez más al Compendio de la DSI, donde estudiamos el amor de Dios, el amor de las Tres divinas Personas, como origen y meta de la persona humana. [2]

 

Llamados a ser cultivadores y guardianes de los bienes de la creación 

 

Al llamar Dios al hombre a la vida gratuitamente, además lo rodeó, – también gratuitamente,- de la naturaleza rica y llena de belleza, y nos puso como cultivadores y guardianes de los bienes de la creación. Pero no se quedó allí el amor de Dios; en Jesucristo se cumplió el evento decisivo de la historia de Dios con los hombres: Jesús manifestó tangiblemente y de modo definitivo / quién es Dios y cómo se comporta con los hombres.

 

Jesucristo, el Verbo, la Palabra, es la Expresión de Dios

Él nos dio a conocer algo maravilloso, inimaginable: el Misterio que, antes de su venida, sólo se vislumbraba en el Antiguo Testamento: nos dio a conocer que Dios es Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, realmente distintos y realmente uno, porque son comunión infinita de amor.

Esta consideración es fundamental, para comprender las raíces de la Doctrina Social de Iglesia. Por eso es conveniente volver una vez más sobre ella.

El Hijo de Dios hecho hombre nos revela, – hasta donde nuestra inteligencia tiene capacidad de entender, – algo del misterio de Dios en sí mismo, es decir, nos da a conocer algo de la vida íntima de Dios. El Verbo, la Palabra, es decir Jesucristo, nos dio a conocer cómo es Dios, al descubrirnos el misterio de la Trinidad; al darnos a conocer al Padre y al Espíritu Santo. Y en esa revelación sobre cómo es Dios, se nos revela que la Trinidad es una expresión de Amor.

Al hablarnos del Padre, “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9), al enseñarnos a orar a su Padre-, en el Padre Nuestro-, nos reveló que la vida íntima de Dios es una relación de amor de las Tres Personas. Jesús vino a comunicarnos esa experiencia de su relación con el Padre y el Espíritu Santo, y nos enseñó que también nosotros estamos llamados, como hijos de Dios, criados a su imagen y semejanza,- por una parte, – a una relación con la Trinidad y, – además, – por otra, a una vida de amor entre nosotros, en nuestra comunidad de hermanos, de familia, como hijos de Dios. No sólo entonces como imágenes de Dios / estamos llamados al amor fraterno, sino como hijos que somos de Dios.

La vida trinitaria de Dios que es Uno y Trino,  una expresión de vida de amor

 

El modo de vida de Dios, es decir la vida trinitaria de Dios que es Uno y Trino, es una expresión de vida de amor. Eso nos expresan los nombres mismos de la Trinidad que Jesús nos reveló: los nombres de Padre y de Hijo, hablan por sí mismos de relación de Amor: amor de Padre, amor filial. La Escritura en el Antiguo Testamento nos había ido preparando para comprender el amor de Dios Padre. Por eso el salmista, por ejemplo en el Salmo 103 canta: Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahvéh.

Cuando Jesús hablaba del Padre, nos revelaba que había una relación especial entre Dios Padre y Él. Jesús hablaba del Padre en forma cariñosa, tan familiar como cualquiera de nosotros habla de su papá, a quien ama y respeta; lo llamaba Abba, que es la forma cariñosa con que el niño judío llama a su papá; pero al mismo tiempo, Jesús nos revelaba que su relación con Dios Padre, era distinta a la de Dios Padre con nosotros. Él habló de ser ‘el’ Hijo, no de ser un hijo de Dios. Eso en cuanto a los nombres del Padre y del Hijo, que nos indican que la vida de Dios es una vida de amorosa relación.

El Espíritu Santo es persona-amor

Como la encíclica Caritas in veritate nos enseña que el amor que recibimos de Dios Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm  5,5), repasemos también lo que nos enseña la Iglesia acerca del Espíritu Santo en la Vida Trinitaria. Nos dice la Iglesia que lo propio del Espíritu Santo es ser “comunión”, ser “amor”. Juan Pablo II nos enseñó en su encíclica Dominum et vivificantem, sobre el Espíritu Santo, que el Espíritu Santo es persona-amor. Amor es el nombre propio del Espíritu Santo. Y añade que Dios, en su vida íntima ‘es amor´ (cf 1 Jn, 4, 8-16), amor esencial, común a las tres personas divinas. En esta misma encíclica, el Papa Juan Pablo II afirma que el Espíritu Santo, como amor, es “el eterno don increado”, es decir que recibimos al Espíritu Santo, amor, que es un regalo. Y agrega que “el don del Espíritu’ significa una llamada a la amistad, en la que las trascendentales ‘profundidades de Dios’ están abiertas, en cierto modo, a la participación del hombre”.

De manera que, al darnos su amistad, Dios nos da la posibilidad de conocerlo y de vivir, en cierto modo, su misma vida, una vida de amor. Sabemos que por el Bautismo nos es posible participar de la vida divina. Las siguientes palabras son de Juan Pablo II en su encíclica Dominum et vivificantem, Señor y dador de vida, sobre el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo:

En el marco de la ” Imagen y semejanza ” de Dios, ” el don del Espíritu ” significa, finalmente, una llamada a la amistad, en la que las trascendentales ” profundidades de Dios ” están abiertas, en cierto modo, a la participación del hombre. El Concilio Vaticano II enseña: “Dios invisible (cf. Col 1, 15; 1 Tim 1, 17) movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos (cf. Bar 3, 38) para invitarlos y recibirlos en su compañía.”

Vamos a añadir una enseñanza más, ésta de Benedicto XVI en la audiencia general del 15 de noviembre de 2006. Ese día dedicó su catequesis el Papa a la presencia del Espíritu Santo en nosotros según San Pablo. La frase que vamos a leer sigue la misma línea de las enseñanzas de Juan Pablo II, que acabamos de leer. Dijo Benedicto XVI:

(…) el otro aspecto típico del Espíritu que nos enseña san Pablo es su conexión con el Amor. El Espíritu es aquella potencia interior que armoniza el corazón de los creyentes con el corazón de Cristo y los mueve a amar a los hermanos como los ama Él”. El fruto del Espíritu es por tanto: amor, alegría y paz.

 

El amor, eje de la DSI

 

Ya tenemos suficientes elementos para comprender mejor por qué el Amor es tan importante en la vida del cristiano y es el eje de la DSI. Leamos el último párrafo del Nº 31 del Compendio de la D.S.I., porque sintetiza, de la mejor manera posible, nuestra reflexión sobre la Trinidad y lo que ella significa en nuestra relación con Dios y entre nosotros. Nos completa también la explicación de Caritas in veritate, sobre  cómo  se manifiesta el amor de Dios por nosotros, no sólo en la creación y en el don inefable del Espíritu Santo, sino en Jesucristo que se nos dio como Redentor. Recordemos las palabras de la encíclica, que leímos antes: (…) es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5).

Ahora  volvamos al Nº 31 del Compendio de la DSI:

Con las palabras y con las obras y, de forma plena y definitiva, con su muerte y resurrección, Jesucristo revela a la humanidad que Dios es Padre y que todos estamos llamados por gracia a hacernos hijos suyos en el Espíritu (Cf Rm 8,15; Ga 4,6), y por tanto hermanos y hermanas entre nosotros. Por esta razón la Iglesia cree firmemente “que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro”.

Recordemos que estas últimas palabras están tomadas de la Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, al final de la exposición preliminar, que trata sobre la Situación del Hombre en el Mundo de Hoy”.

El dogma de la Trinidad, de Dios Uno y Trino: tres personas divinas y un solo Dios, tiene unas profundas implicaciones en nuestra vida de fe. El Compendio de la DSI nos enseña que, la práctica del mandamiento del amor de hermanos, traza el camino para vivir en Cristo la vida trinitaria en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y transformar con Él la historia / hasta su plenitud en la Jerusalén celeste.

 

Nuestra vida será como la vida de la Trinidad, si amamos a nuestros hermanos

En otras palabras: la manera de vivir nosotros en la tierra, – una vida como la vida de la Trinidad, que es vida de Amor, mientras llegamos a vivir la vida con Dios, plenamente, en el cielo, – es amándonos unos a otros como Jesús nos amó a nosotros. Ese es el modelo de vida. Nuestra vida será como la vida de Dios, en la Trinidad, si amamos a nuestros hermanos. Eso sí transformaría el mundo. ¿No sería grandioso vivir plenamente el Evangelio?

Benedicto XVI nos dice en Caritas in veritate, que el amor es el principio y criterio supremo y universal de la ética social. Para los creyentes, que formamos el pueblo de Dios, la ley del amor constituye la ley de vida, es la esencia de la ética cristiana, y su práctica debe distinguir al pueblo de Dios. En el Pueblo de Dios tenemos una ley de vida, una ley fundamental, que es la ley del amor. Eso quiere decir, que la ley del amor debe inspirar, purificar y elevar todas las relaciones humanas en la vida social y política. No sólo en nuestra vida privada debe guiarnos la ley del amor, sino también en la vida social y política (Compendio de la DSI  N° 33).

Volvamos al final del N° 5 de Caritas in veritate que hemos estudiado hoy. Ahora podemos comprender mejor el mensaje de Benedicto XVI. Tengamos presente que el Papa se refiere al amor de Dios por nosotros:

Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5)). Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad.

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Gaudium et spes 24

[2] Estas consideraciones se encuentran en las Reflexiones  15 y 16 en este blog