Reflexión 100

Junio 5 de 2008

Compendio Doctrina Social de la Iglesia N° 72

Doctrina Social y Política

¿Incursionar directamente en la acción política?

En la reflexión anterior vimos que la Doctrina Social de la Iglesia asume también en su reflexión temas como los procesos de cambio social, el análisis de los sistemas económicos y políticos, la democracia, la justicia social. Decíamos que, aunque se trate de temas terrenales, humanos, la D.S.I. los trata porque de ellos puede depender que el proyecto de Dios para la humanidad sea posible. Si Dios quiere un mundo de justicia, el tema de la justicia y por lo tanto el tema político y el tema económico, adquieren una dimensión social que los hace parte necesaria de la reflexión teológica,[1] sobre nuestra conducta en la sociedad. De lo contrario, estaríamos dejando el Evangelio en la teoría y en las buenas intenciones.

Y nos preguntamos: ¿Es entonces correcto que la D.S.I. se inmiscuya en temas como los sistemas económicos y políticos, la democracia, la justicia social? Y respondimos que sí, porque esas realidades (la economía, la política), pueden facilitar o al contrario, impedir, que los designios de Dios se hagan realidad. Pero que, temas como la política y la economía sean parte de la reflexión teológica, no significa que la Iglesia jerárquica, – que nuestros pastores, – deban incursionar directamente en la acción política.

Al final del programa anterior, uno de nuestros radioescuchas se preguntaba al aire, por qué la jerarquía es tímida al pronunciarse sobre aspectos que tienen que ver con la política y la economía y se opone cuando algún miembro del clero se siente llamado a participar en esos campos. Como se estaba terminando el tiempo del programa no pude comentar la inquietud de nuestro oyente, pero creo que es algo importante y por eso lo voy a hacer ahora. Lo que voy a decir al respecto lo tomo de los documentos de la Iglesia. Y gracias, José, porque su intervención al aire nos da la oportunidad de aclarar conceptos y profundizar en nuestra fe.

Si somos objetivos, tenemos que aceptar que la Jerarquía: los Papas, los Obispos, se han manifestado en muchísimas oportunidades sobre temas de política y economía nacional e internacional. Encontramos la doctrina de la Iglesia sobre los temas sociales, de modo particular desde León XIII en adelante, quien, -como dice Juan Pablo II, en la encíclica Centesimus annus, 5, – siguiendo las huellas de sus antecesores, con la encíclica Rerum novarum estableció un paradigma, es decir un modelo, sobre cómo analizar las realidades sociales, pronunciarse sobre ellas y dar orientaciones para la justa solución de los problemas que se derivan de esas situaciones.

Juan Pablo II lo hizo de manera muy clara, en muchas de sus intervenciones y de manera especial en sus 3 encíclicas sociales, Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus. A éstas se debería sumar su primera encíclica, la Redemptor hominis, Redentor del hombre, que trata en su tercera parte del HOMBRE REDIMIDO Y SU SITUACION EN EL MUNDO CONTEMPORANEO. En Dives in misericordia Juan Pablo II dice que dedicó su primera encíclica,Redemptor hominis, Redentor del hombre, – a la verdad sobre el hombre, en correspondencia con las necesidades de nuestro tiempo. [2] Añade que la verdad sobre el hombre nos es revelada en Cristo, en toda su plenitud y profundidad.

No fue sólo en sus encíclicas, como Juan Pablo II orientó al mundo con la doctrina social. Recordemos que no pocos atribuyen la caída del comunismo en Europa, a efectos de su visita a Polonia. En nuestros días, la Iglesia, por medio de sus obispos, sigue orientando con claridad y energía en países como España y Venezuela, donde los gobiernos de orientación izquierdista han tomado caminos equivocados en asuntos como la educación y la familia.

La Conferencia Episcopal Colombiana

Siempre quisiéramos más

Si leemos los documentos de la Conferencia Episcopal de Colombia, nos podemos dar cuenta de que los principios, criterios y directrices de acción de la Doctrina Social de la Iglesia, se han repetido una y otra vez y se siguen repitiendo, en los temas de pobreza, de derechos humanos, en particular en defensa de las víctimas de la violencia,de la libertad y de la vida. Igualmente la Iglesia ha manifestado sus puntos de vista sobre los programas políticos de los diversos partidos, para orientarnos en momentos de decisión sobre nuestro voto en tiempo de elecciones. Ni para qué mencionar el papel de la Iglesia en el tema de la paz, donde su intervención ha sido reconocida e indispensable, ni la labor práctica de ayuda humanitaria a los desplazados y en general a todos los pobres y oprimidos.

Sin embargo, a pesar de toda esta inmensa actividad, que es innegable, – como lo manifestó José, – nuestro radioescucha, – no es suficiente lo que se hace. Quizás en algunos puntos concretos, como ha sido la actividad negativa del Ministerio de Protección Social en asuntos laborales, nos hubiera gustado escuchar más la voz de nuestros pastores. No sabemos si la prudencia los ha obligado manejar el asunto con discreción y sí se han manifestado, aunque no lo conozcamos. En todo caso, no importa cuánto se haga en este campo social, siempre quisiéramos más.

Los sacerdotes en la política

Sobre la intervención directa de sacerdotes en la política, creo que la mayoría de los católicos estamos de acuerdo en que eso no es conveniente. La Iglesia ha tenido malas experiencias. Los sacerdotes que dejaron la acción pastoral por las armas de la guerrilla hicieron más mal que bien. ¿Cómo puede un sacerdote justificar con su presencia en las filas guerrilleras, acciones como el secuestro, las minas antipersona, los ataques a las poblaciones y la financiación por medio del narcotráfico? ¿Cómo pensar siquiera que la violencia esté de acuerdo con el Evangelio, que predica el amor, la compasión, la misericordia? [3]

Pablo VI dijo en discurso en Bogotá el 23 de agosto de 1968:

Debemos decir y reafirmar que la violencia no es ni cristiana ni evangélica y que los cambios bruscos y violentos de las estructuras serán engañosos, ineficaces en sí mismos y ciertamente no conformes con la dignidad del pueblo. En Evangelii nuntiandi en el N° 36 añade Pablo VI: la iglesia es consciente de que las mejores estructuras y los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones del hombre no son saneadas, si no hay conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen.

Estas palabras y las pronunciadas por Pablo VI en Bogotá se encuentran en el documento de Puebla, en el N° 534.

Si se trata de intervención de la Iglesia en política partidista, no le hizo bien a nuestra fe la predicación politizada desde los púlpitos. En cuanto a los sacerdotes que han dejado su actividad pastoral para ser elegidos popularmente como alcaldes, no hay claridad o unanimidad sobre el beneficio o no de sus gobiernos. Quizás habrían beneficiado más a sus conciudadanos si, aprovechando su aceptación en la comunidad, hubieran seguido actuando como pastores que aconsejan y orientan a los políticos y dedican su esfuerzo a la actividad social por los pobres.

El Obispo Presidente de Paraguay

Se presenta ahora un caso complicado, en Paraguay. Como recordamos, el presidente recientemente elegido en ese país es obispo católico. En el programa del 17 de enero pasado tratamos este asunto. Si alguien desea volver sobre él, lo encuentra en este ‘blog’ bajo el título Reflexión 083, Doctrina Social y Política.

Repitamos sólo un pequeño fragmento de la Reflexión 083, cuando estudiamos los números 69 a 71 del Compendio de la D.S.I. Dijimos entonces:

La Iglesia Jerárquica, cuando predica su Doctrina Social, no pretende arrogarse ni invadir competencias ajenas, descuidando las propias. Por eso la Iglesia no acepta que los sacerdotes mezclen su actividad pastoral con la actividad política, proselitista ni se presenten como candidatos para desempeñar cargos políticos. En Colombia más de un sacerdote ha sido elegido alcalde, pero ha dejado su ejercicio pastoral para dedicarse a la política y en ninguna forma porque su obispo lo haya designado para ese trabajo; más bien, – podemos suponer, – que quienes han optado por ese camino, lo han hecho a pesar de sus superiores.

En el caso de los obispos, la Iglesia es más exigente. Para comprender este pensamiento de la Iglesia nos puede ayudar enterarnos del caso del obispo paraguayo Fernando Lugo Méndez, quien aceptó la candidatura presidencial en su país.

Con el fin de dedicarse a la política, Monseñor Lugo había presentado al Santo Padre la “renuncia al ministerio eclesial”, “a los derechos, deberes y privilegios del estado clerical”, “para retornar a la condición de laico en la Iglesia”. El criterio de la Iglesia, (…) es que un Obispo no puede renunciar al episcopado para dedicarse a la política. El 4 de enero de 2007, la (…) Congregación para los Obispos respondió así a Monseñor Lugo Méndez:

El Santo Padre ha recibido su carta del 18 de diciembre de 2006, con la cual Usted exponía su intención de aceptar la candidatura a Presidente de la República de esa Nación, que le ha sido ofrecida por un movimiento formado por varios partidos políticos.

(…)

La tarea de un Obispo / es estar al lado de los fieles siguiendo en todo la suprema ley de la Iglesia / que es efectivamente la salvación de las almas y no el gobierno de la comunidad política. La colaboración del Obispo en procurar el bien de la sociedad civil / debe ser desempeñada siempre en modo pastoral, actuando como padre, hermano y amigo / y ayudando con su ministerio a construir caminos de justicia y de reconciliación, como está justamente subrayado por la Exhortación Apostólica “Pastores gregis”.

A la luz de tales consideraciones, usted comprende cuánto el servicio de un Obispo sea diverso / de aquel de quien desempeña funciones políticas. Usted justamente observa que también la política es una forma de caridad, pero ella tiene un rol, leyes y finalidades propias, bien distintas de la misión de un Obispo, llamado a iluminar con el Evangelio / todos los ámbitos de la sociedad / y a formar las conciencias. Tarea del Obispo es la de anunciar la esperanza cristiana, para defender la dignidad de cada hombre, para tutelar y proclamar con firmeza aquellos valores, que el Santo Padre ha definido “no negociables”.

Durante la historia, y también hoy, numerosos Obispos han debido luchar y sufrir para conservar la propia libertad de Pastores ante toda forma de poder, para ser únicamente al servicio de Jesucristo y de su Evangelio.

Hasta allí la carta de la Congregación de los obispos a monseñor Lugo.

Ante los hechos cumplidos, pues monseñor Lugo, a pesar de la posición de la Santa Sede aceptó la candidatura y fue elegido presidente del Paraguay, se ha creado una situación no sencilla que la Santa Sede sabrá manejar con sabiduría.

Descubramos lo divino de las realidades temporales

Quedémonos con lo esencial de esta discusión: la fe nos permite descubrir lo divino de las realidades temporales, es decir su relación con Dios, y por eso es posible que desde la fe se hable de lo político y de lo económico. En la D.S.I. se trata sobre lo económico y lo político, en cuanto pueden ser vistos a la luz de Dios, como ayuda o como obstáculo, para realizar los planes del Creador para el ser humano. La Iglesia no orienta sobre lo técnicamente correcto en economía o en política, sino sobre si la economía, la política y las demás realidades sociales, cumplen con los fines queridos por Dios. Se trata de leer lo político y lo económico a partir del Evangelio.[4] Lo económico y lo político deben estar al servicio del hombre y no al contrario.

A los que deseen profundizar en estos temas, los invito a leer el documento de Puebla, del N° 507 en adelante, bajo el título Evangelización, Ideologías y Política. Allí nos dicen los obispos que La Iglesia (…) siente como su deber y derecho / estar presente en este campo de la realidad: porque el cristianismo debe evangelizar la totalidad de la existencia humana, incluida la dimensión política. Critica por esto, a quienes tienden a reducir el espacio de la fe a la vida personal o familiar, excluyendo el orden profesional, económico, social y político, como si el pecado, el amor, la oración y el perdón no tuviesen allí relevancia.

No podemos reducir nuestra vida cristiana a un solo aspecto. Nuestra vida la tenemos que vivir de modo integral, toda, no sólo una parte, de acuerdo con el proyecto de Dios. No podemos dividir nuestra vida en compartimentos separados. No es coherente que en la intimidad sigamos el Evangelio y en la vida de trabajo, en la vida de familia o en la vida pública, tengamos una guía distinta.

Deber de los laicos en política y economía

El sacerdote y el obispo formadores de conciencias

La Iglesia, desde el Magisterio, por medio de nuestros pastores nos orienta, como hemos visto, ofreciéndonos en su doctrina social, principios permanentes, criterios de juicio y directrices de acción. En la política y la economía, es deber de los laicos, actuar como políticos, como economistas o como empresarios, de acuerdo con la D.S.I. Los laicos sí debemos asumir responsabilidades políticas y de dirección en las empresas e iluminar esas actividades con la luz del Evangelio. El campo del sacerdote y del obispo no es directamente el de la política, actuando como políticos, sino como formadores de las conciencias. Como la Santa Sede aclaró al obispo Lugo: la misión de un Obispo, es su llamado a iluminar con el Evangelio / todos los ámbitos de la sociedad y a formar las conciencias.

Los laicos esperamos siempre más de nuestros pastores, y no está mal que les hagamos saber lo que pensamos y cómo nos sentimos, pero necesitan mayor presión nuestra los laicos católicos que no parecen conocer la doctrina social de la Iglesia cuando manejan el poder en las corporaciones públicas, en el ejecutivo o en cargos de la rama jurisdiccional. Por hoy, es suficiente lo que hemos estudiado sobre el papel de la Iglesia en la política, la economía y demás realidades sociales.

Reflexión sistemática, metódica sobre la conducta

En la reflexión anterior terminamos nuestro estudio sobre lo que significa que la D.S.I. no sea una ideología[5] sino que pertenezca a la Teología Moral. Vimos que la D.S.I. está en el campo de la teología, que es la ciencia de Dios, porque, aunque no estudie las grandes verdades sobre Dios mismo como la Santísima Trinidad, la Cristología, etc., que se estudian en la teología dogmática, la D.S.I. tiene que ver con Dios, en cuanto se ocupa de estudiar las relaciones del hombre y la sociedad con Dios. La teología moral nos ofrece una reflexión sistemática, metódica, ordenada, sobre cómo debe ser la conducta cristiana, según nos lo ha revelado el Señor en la Sagrada Escritura. La teología moral se ayuda en esta tarea del razonamiento filosófico, es decir, de la ética, y se apoya en la experiencia y las enseñanzas de la Iglesia.

Comprendimos que la reflexión que sobre la conducta cristiana nos ofrece la D.S.I. / se refiere en particular a nuestra conducta en relación con los demás; a nuestro comportamiento social. La D.S.I. nos presenta el proyecto que Dios ideó para el hombre y la sociedad, para que vivamos de acuerdo con ese plan divino. Naturalmente la guía para conocer el proyecto de Dios la tiene la Iglesia en la Sagrada Escritura, en la Tradición y el Magisterio. En síntesis, la D.S.I. de la Iglesia nos enseña, cómo debe ser nuestra vida en sociedad, según el proyecto de Dios.

No sólo VER y JUZGAR

La D.S.I. nos ofrece los principios, los criterios y valores del Evangelio que deben regir las relaciones sociales. Siguiendo el método VER-JUZGAR-ACTUAR, la Iglesia nos ofrece en su Doctrina social los principios, es decir las normas e ideas fundamentales y los criterios de juicio, para que observemos y juzguemos si el comportamiento de nuestra sociedad, según esos principios y criterios, está de acuerdo con el proyecto de Dios. El resultado de nuestro VER y JUZGAR el comportamiento de nuestra sociedad, nos debe conducir al tercer paso: ACTUAR. No nos podemos quedar en ver, juzgar y lamentarnos, sino que tenemos que actuar.

Decíamos en la reflexión pasada que, la sociedad como Dios la ideó, es la que Jesús llamó Reino de Dios. Estamos llamados a vivir de tal manera en sociedad, que hagamos posible la construcción del Reino de Dios. Es cierto que el Reino será una realidad perfecta al final de los tiempos, pero tenemos que empezar a construirlo aquí y ahora. La sociedad que los creyentes debemos desarrollar es la proyectada por Dios, que no es otra que su Reino.

Volvamos sobre algunas de las ideas que tratamos la semana pasada, para que nos queden claras y firmes.

¿Cómo conocer el proyecto de Dios?

Veíamos que el proyecto de Dios lo podemos conocer a través de la Escritura, especialmente en la predicación y en la vida de Jesús. Si lo seguimos vamos por el camino seguro. Nos dijo Jesús que Él es el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6). Jesús vino a hablarnos del Padre, a dárnoslo a conocer y a darnos a conocer su Voluntad. Y nos advirtió que lo que vino a enseñarnos es para que lo pongamos por obra; que esa será la prueba de que lo amamos. Si me amáis, guardaréis mis mandamientos, dijo Jesús en ese mismo discurso, en Jn 14, 15. Más adelante, también en el mismo capítulo 14 de Jn, en los vv. 23 y siguiente añadió:

“Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.
24 El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado
.

¿Cómo es el Dios de la Escritura?

La Sagrada Escritura nos da a conocer a Dios, al Padre a quien debemos imitar, según las palabras de Jesús: nos dijo que fuéramos perfectos como el Padre celestial es perfecto (Mt 5,48). Y ¿cómo es el Dios que encontramos en la Escritura? El Dios que nos revela Jesús es compasivo y misericordioso, es Dios que ama la justicia y abomina la iniquidad, que es sensible al grito del oprimido, y que el culto que quiere debe ser expresión de la justicia, de la misericordia y la fidelidad.[6] Es contundente la frase de Jesús en Mt. 9, 13 cuando lo criticaron por reunirse a comer con publicanos y pecadores: Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores.[7] En esa oportunidad, Jesús recordaba a los fariseos las duras frases del Señor a través de los profetas Oseas y Amós. Los profetas se pronunciaron a menudo contra la hipocresía religiosa de quienes creen que están bien con Dios porque cumplen ciertos ritos externos de culto, y desprecian los preceptos más elementales de justicia social y de amor al prójimo.[8]

Ustedes oyeron que se dijo…pero yo les digo…

En la reflexión anterior recordamos un pasaje del Evangelio, fundamental para comprender cómo quiere el Señor que sea el comportamiento cristiano, a imitación del Padre. Es todo el capítulo 5 de Mateo, que nos trae el Sermón del Monte. Sobre el Sermón del Monte tendremos que volver una y otra vez; tengamos hoy presente el final del capítulo, desde el v 43 al 48, donde dice:

43 Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; 45 así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
46 Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
47 Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
48 Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.

Para que no nos quedemos en las nubes, en lo abstracto, y seamos de verdad sensibles a la revelación que nos habla de un Dios misericordioso, que nos interpela, en particular a partir de los pobres y de los oprimidos, la D.S.I. nos invita, no sólo a reflexionar sobre el amor de Dios por los pobres y los oprimidos, y quedarnos allí, lamentándonos de la situación, sino que nos plantea la necesidad de reflexionar y actuar sobre temas que, aunque no son directamente teológicos, pues son temas terrenales, sin embargo, como todas las cosas, tienen una conexión con Dios y su proyecto para el ser humano y la sociedad. Por eso, – como ya hemos visto lo suficiente, – la D.S.I. asume en su reflexión, temas como los procesos de cambio social, el análisis de los sistemas económicos y políticos, la democracia, la justicia social. Son temas terrenales, humanos, pero de ellos puede depender que el proyecto de Dios para la humanidad sea posible.

Significado de nuestra fe y las obligaciones sociales que nos impone

Decíamos la semana pasada que veces se entiende la teología moral, sólo como la reflexión sobre un código de comportamiento íntimo, y se corre el riesgo de reducir la vida cristiana a algunos aspectos personales, olvidando que somos miembros del Pueblo de Dios y que eso debe tener implicaciones en nuestra vida social.

Empezamos en el programa anterior, a considerar las ideas del P. Peter McVerry, quien ante la desigualdad en la distribución de la riqueza que vemos en el mundo, plantea el debate sobre el significado de nuestra fe y las obligaciones que nos impone el hecho de pertenecer a la comunidad cristiana.

Serguiremos con este tema en la próxima reflexión.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Reflexión teológica: se dice que la teología es la fe reflexiva. Es un esfuerzo de la persona humana por penetrar con la razón en la experiencia y contenidos de la fe. La teología contempla primero a Dios a la luz de la fe revelada y luego todo lo demás lo contempla a la luz de Dios, porque el teólogo, como creyente, contempla todo el universo a la luz de Dios.

[2] Cf Juan Pablo II, Dives in misericordia, 1.2., donde dice: “Siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II y en correspondencia con las necesidades particulares de los tiempos en que vivimos, he dedicado la Encíclica Redemptor Hominis a la verdad sobre el hombre, verdad que nos es revelada en Cristo, en toda su plenitud y profundidad. Una exigencia de no menor importancia, en estos tiempos críticos y nada fáciles, me impulsa a descubrir una vez más en el mismo Cristo el rostro del Padre, que es “misericordioso y Dios de todo consuelo”.

[3] Cf Puebla 5,4 Reflexión sobre la violencia política, 531-534

[4] Cf Puebla, 559

[5] Sobre evangelización e ideologías véase en el documento de Puebla, 5.5, 535-562

[6] Fe cristiana y compromiso social, Pg 170

[7] Citaba el Señor a Oseas 6, 3-6 y a Amós, 5,21-23

[8] Cf comentarios de la Biblia de Jerusalén.