Agradecidos con Benedicto XVI, como lo es Francisco
Hace una semana dedicamos la reflexión a la alegría que nos contagió a todos los católicos, la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio, jesuita arzobispo de Buenos Aires, quien tomó el nombre de Francisco, como nuevo Sumo Pontífice. Podemos decir como el salmo: El Señor ha sido grande con nosotros y estamos alegres.
Antes de continuar nuestras consideraciones sobre la DSI, que es el fin de estas reflexiones, y siguiendo el espíritu agradecido del Papa Francisco, me parece de justicia dedicar por lo menos parte de la reflexión de hoy a Benedicto XVI, papa emérito, quien dirigió con sabiduría y pulso firme la barca de San Pedro, lo mismo en el mar de brisa suave que en medio de olas embravecidas. Como pudimos verlo en la TV, el Papa Francisco, en el primer saludo a su pueblo le pidió que rezaran con él, por Benedicto XVI. Es que no podemos olvidar a quien tanto bien hizo a la Iglesia; la ilustró sobre la fe con sus palabras y sus iluminadores escritos en momentos de mucha confusión en la doctrina y nos hizo amar más el don de la fe. El gesto agradecido del Papa Francisco, se volvió a escuchar en la homilía de la eucaristía de inauguración de su pontificado, el 19 de marzo, que empezó con estas palabras:
“Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud.
Recordemos que el nombre de bautismo de Benedicto XVI es Joseph (José) Ratzinger. Por la tarde del mismo 19 de marzo, nos dicen las noticias del Vaticano que el Papa Francisco llamó por teléfono al Papa emérito Benedicto XVI para felicitarlo con motivo de su onomástico y manifestarle, una vez más, su gratitud y la de la Iglesia por su servicio. La conversación fue larga y cordial, dice la noticia de la Santa Sede.
Todos llamados a llevar la buena nueva
Por otra parte, también quisiera comunicarles algunas reflexiones sobre la responsabilidad que he asumido, de volver a tomar el programa sobre la DSI. Creo que son reflexiones aplicables, no solo a mí, como colaborador de Radio María, sino a todos los que con generosidad ofrecen su tiempo para la catequesis, y aplicables a todos los bautizados, pues todos estamos llamados a comunicar la buena nueva a nuestra sociedad.
Cuando las fuerzas decaen
Empecemos por algunas reflexiones sobre la persona del papa emérito. Benedicto XVI, después de considerarlo delante del Señor, tomó esa decisión valiente, inteligente, humilde, de renunciar, porque no tenía ya el vigor necesario para conducir la barca de Pedro. Ya el año 2010, en entrevista al periodista Peter Seewald, había confesado que confiaba en que Dios le daría toda la fuerza que le hacía falta para hacer lo necesario, y añadía: “Pero noto también que las fuerzas decaen”. (Luz del Mundo, Herder, Pg. 24). El mismo periodista le preguntó en esa entrevista:
Y cuando ya las fuerzas no son suficientes…
Por tanto ¿puede pensarse en una situación en la que usted considere apropiada una renuncia del papa? Su respuesta fue, Sí. Si el papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar.” (Luz del Mundo, Pg. 43)
Siempre que Benedicto se dirigió a la Iglesia lo hizo, no solo con sabiduría, sino con palabras que trascendían unción, no fingida espiritualidad, amor a Dios. De los últimos días de su pontificado, se puede decir lo mismo. De entre las muchas frases del Santo Padre en sus últimos días como Sumo Pontífice, debo escoger solo algunas, y son éstas, de su última audiencia general, el miércoles 27 de febrero de este año 2013. Refiriéndose a que en estos años de pontificado siempre se sintió acompañado del Señor, dijo:
“Ha sido un trozo del camino de la Iglesia, que ha tenido momentos de alegría y de luz, pero también momentos difíciles; me he sentido como San Pedro con los Apóstoles en la barca del lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa ligera, días en que la pesca ha sido abundante; también ha habido momentos en que las aguas estaban agitadas y el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre supe que en aquella barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda: es Él quien conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, porque así lo quiso. Esta ha sido una certeza que nada puede empañar.”
Tener en cuenta el bien de la Iglesia y no el de uno mismo
Para explicar los motivos de su renuncia, dijo también en esa última audiencia general:
“En estos últimos meses, he sentido que mis fuerzas han disminuido, y he pedido a Dios con insistencia en la oración que me iluminase con su luz para que me hiciera tomar la decisión más justa, no para mi bien, sino para el bien de la Iglesia. He dado este paso con plena conciencia de su gravedad y también de su novedad, pero con una profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre delante el bien de la Iglesia y no el de uno mismo.”
De muchas virtudes nos dio ejemplo Benedicto XVI durante su pontificado y también en su renuncia. Merece destacarse la virtud del desprendimiento. Nos demostró que no estaba apegado al poder. El Papa tiene un poder temporal muy restringido, pero no se puede negar que su poder espiritual en la Iglesia y su influencia en el mundo, son enormes. Fue sincero cuando el día de su elección, en su primera aparición desde el balcón central de la basílica de San Pedro, dijo que después del gran papa Juan Pablo II Dios lo había elegido a él, “un simple y humilde trabajador de la viña del Señor” (Peter Seewald, Luz del Mundo, Herder, Pg.82). Con su renuncia probó que no estaba apegado al poder, que suele ser la máxima motivación de algunos para aferrarse a un cargo; ni estaba apegado a él por satisfacción personal sino por su entrega a la voluntad del Señor.
Con sentimiento de amor lo eligió
También Francisco se siente llamado sin merecerlo y así lo consignó en el lema de su escudo:
“Miserando atque eligendo” ( Con sentimiento de amor lo eligió), procede de un pasaje de una homilía de San Beda el Venerable, comentando el relato evangélico de la vocación de San Mateo y tiene un significado especial para el Papa, ya que a los 17 años, en la festividad de San Mateo en 1953, después de confesarse, percibió la misericordia de Dios en su vida y sintió la llamada al sacerdocio siguiendo el ejemplo de San Ignacio de Loyola. (Noticias del Vaticano)
Cuando observamos la maldad que tan profundamente daña a nuestra sociedad, nos podemos dejar acobardar, sentirnos tristes y asumir una actitud pesimista. Si sentimos a Dios ausente, se cierra el horizonte. El Salmo 27 nos da razones para ser optimistas. El Señor es mi luz y mi salvación, a quién temeré. El Señor, refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar? Claro lo tenía Juan Pablo II, cuando salió a saludar el primer día de su pontificado. “No tengan miedo”, nos dijo. Y Francisco nos anima a tener y a dar esperanza, como Abraham, basados en la fe: También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza (Francisco, Homilía 19 de marzo,2013).
Al ser testigos de situaciones difíciles, como el auge del ateísmo en regiones que fueron ejemplos de fe, como lo fue España, y que se encargan de amplificar los medios de comunicación, nos anima a los que por gracia de Dios seguimos creyendo, a esforzarnos en nuestra tarea de discípulos y misioneros.
Sacar nuevamente a la luz la prioridad de Dios
Benedicto XVI, con esa claridad que lo caracterizó en su tarea de Maestro, dijo que su gran tarea, como Sumo Pontífice, consistía “en sacar nuevamente a la luz la prioridad de Dios. Hoy lo importante es que se vea de nuevo que Dios existe, que Dios nos incumbe y que Él nos responde. Y que, a la inversa, si Dios desaparece, por más ilustradas que sean todas las demás cosas, el hombre pierde su dignidad y su auténtica humanidad, con lo cual se derrumba lo esencial. Por eso (…) hoy debemos colocar, con nuevo acento, la prioridad de la pregunta sobre Dios. (Luz del mundo, Pg. 78)
Dones que implican responsabilidades
Como podemos darnos cuenta, nuestro deber de bautizados no es muy fácil. Porque la evangelización nos incumbe a todos los bautizados. La fe nos fue dada como un regalo y ese regalo lleva consigo responsabilidades a las que no podemos renunciar. No solo tenemos que ser coherentes, viviendo como la fe nos exige, sino que no podemos esconder la luz que nos fue entregada para que llevemos en medio de la oscuridad y con ella iluminemos el mundo. No podemos callar la alegría de la que nos inunda la fe.
Hoy tenemos a nuestro alcance medios nuevos que nos pueden ayudar a llevar la presencia de Dios a todos los rincones de la tierra, sin necesidad de hacernos físicamente presentes. Sin embargo, no podemos lanzarnos a la actividad sin nada qué ofrecer. Tenemos que hacer una realidad la presencia de Dios en cada uno de nosotros. Eso supone una purificación interior nuestra, una conversión, un cambio en nuestra vida, para que podamos irradiar a Dios, no solo de palabra, sino por la caridad que brote naturalmente de nuestras palabras y de nuestras obras. Los sacramentos y la oración, son la ayuda que el Señor nos dejó.
Necesitamos encontrarnos con Jesucristo
Refiriéndose a este llevar hoy a Dios al mundo que se aparta de Él, Benedicto XVI, decía que la conversión que necesita nuestra sociedad viene de la necesidad de sanación que los seres humanos tenemos. Nosotros, después de un sincero examen de conciencia, debemos reconocer que necesitamos la sanación que se nos ofrece en la gracia de los sacramentos. Aparecida nos decía que los discípulos y misioneros necesitamos encontrarnos con Jesucristo, vivir en intimidad con Él. (Aparecida, Discurso de Benedicto XI, Pg. 257; N°276ss, 356, )
También nuestra sociedad debe llegar a reconocer que, si Dios está ausente, la existencia se enferma y el hombre no puede subsistir; que necesita una respuesta que él mismo no es capaz de dar. Solo así la sociedad volverá a poner a Dios en primer término. El Papa emérito, tiene esta frase interesante: “debemos arriesgarnos nuevamente a hacer el experimento con Dios, a fin de dejarlo actuar en nuestra sociedad” (Ibidem, Pg.76).
“Heme aquí, envíame”
Es tremenda nuestra responsabilidad, como bautizados, pues de nosotros se espera que comuniquemos la “buena nueva”. ¿Cómo cumplimos con esa tarea? Es normal que sintamos temor de no poder cumplir con las expectativas de semejante vocación. Temor sintió Isaías cuando sintió la llamada y exclamó: “¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito…” Eso mismo podemos sentir nosotros y con mayor razón. El Señor dio a entender al profeta que Él estaba con su elegido y ante la voz divina que preguntó. “¿A quien enviaré? ¿Y quién irá de parte nuestra?” Isaías ya confiado en el Señor, le respondió: “Heme aquí: envíame”. La vocación de Isaías la encontramos en el capítulo 6° de este profeta.
También podemos leer con provecho la muy bella vocación de Jeremías como la cuenta en el primer capítulo de sus escritos. Ante el llamamiento de Dios, el joven exclamó: “¡Ah, Señor Yahvé! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho”. El Señor lo tranquilizó: “No les tengas miedo, que contigo estoy para salvarte” Tocó sus labios y le dijo: “Mira que he puesto mis palabras en tu boca…”
Recordemos también que Moisés, aterrado de tener que ir en nombre de Dios a hablar a su pueblo y al Faraón, se sintió incapaz de semejante tarea y rebuscó argumentos para que el Señor le encomendara esa misión a otro, como nos cuenta el Libro del Éxodo en los capítulos 3° y 4°. Dios llegó a enfadarse porque hasta le había ofrecido el don de hacer milagros, como ayuda para su misión y Moisés todavía se sentía incapaz. Ante su súplica: “¡Óyeme, Señor!, te ruego que encomiendes a otro esa misión”, al fin, Dios le sugirió que su hermano Aarón, que hablaba bien, le ayudaría y Él, el Señor estaría con los dos. Esto le dijo Dios: “…yo estaré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer.”
Si Dios nos da una tarea, y nos la ha encomendado a todos los bautizados, tenemos que poner necesariamente nuestra parte, así sea pequeña, débil, -al fin y al cabo humana,- que Dios pondrá la suya, poderosa, la que hará fructificar la pequeña semilla que sembremos.
Puede ser grande la dificultad para llevar nuestra fe, cuando se trata de hablar de Dios ante ciertas personas del pueblo cristiano y especial dificultad puede tener llevarla ante los no creyentes. Y parece increíble, pero con frecuencia sentimos que es muy difícil cuando se trata de nuestra propia familia. Para los padres, hablar de Dios a los hijos, por ejemplo y hacerlo correctamente, para conseguir aceptación, puede ser difícil. Sin duda todos tenemos experiencias con y sin éxito, y la menos recomendable es la permanente prédica a los hijos.
Yo les adelanto que creo que la mejor manera de hablar de Dios, especialmente a los hijos adultos, es el propio comportamiento. Que nuestra conducta coherente con nuestra fe hable de lo que es ser cristiano. Cuando se habla mucho de Dios y se obra contra lo que se habla, hacemos mucho daño. El famoso dicho popular “predica pero no aplica” no es en vano; el que hace lo contrario de lo que predica hace más daño que el no creyente que ataca a la Iglesia. Y el primer ejemplo debe estar en el trato respetuoso, amable.
Esto no quiere decir que no debemos hablar, no. En nuestras convicciones tenemos que ser firmes y pedir al Señor que nos inspire lo que debemos decir; que no hablemos para lucirnos, sino para presentar su verdad. Que seamos prudentes, pero que no tengamos miedo. Que nuestra firmeza no revele arrogancia. Que seamos humildes.
No creen ustedes que nuestra Papa Francisco ha predicado desde el primer momento, no solo con sus palabras sino con sus gestos y sus acciones? ¿Quién, no ve en él, al padre misericordioso, cuando habló de la incansable misericordia de Dios? ¿Quién no ve en él al sacerdote humilde, cuando pidió a su pueblo que antes de impartirles la bendición, pidieran que el Señor lo bendijera a él?
Ahora conocemos que la Conferencia Episcopal de América Latina y del Caribe que se reunió en Aparecida, encargó al entonces cardenal Bergoglio, la concreción de sus deliberaciones en el documento final. Qué interesante encontrar en ese documento de Aparecida, tantos lugares que hablan con claridad sobre la necesidad de la coherencia entre fe y vida, sobre la necesidad de comunicar los valores evangélicos de manera positiva y propositiva, sobre la familia como primera escuela de fe (N° 302ss). Sobre la predicación en el documento de Aparecida, en el N° 497, se lee:
Son muchos los que se dicen descontentos, no tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino con la forma como es presentada.
Es tan rico el documento de Aparecida que daría para muchas reflexiones. Termino sólo con estas palabras del discurso inaugural del Papa Benedicto XVI:
La Iglesia tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, recordar también a los fieles de este continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo. Esto conlleva seguirlo, vivir en intimidad con Él, imitar su ejemplo y dar testimonio. (Pg 257)
Lo invito a hacer clic enseguida y ver un magnífico video del Papa Francisco en su visita a Benedicto el Papa emérito. El video está en inglés, pero las fotos son excelentes si quiere verlas. So tomadas de la revista America.
Francis and Benedict: Side by Side