Reflexión 227, Caritas in veritate N° 49

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Nuestra relación con el medio ambiente

 

Vamos a continuar nuestro estudio de la encíclica Caridad en la verdad, Caritas in veritate, de Benedicto XVI. – Sigamos hoy con el N° 49, del capítulo cuarto, que se titula Desarrollo de los Pueblos, Derechos y Deberes, Ambiente. Ya estudiamos lo concerniente a Derechos y Deberes; vamos a seguir ahora con lo que se refiere a nuestra relación con el medio ambiente y hoy en particular dedicaremos este rato a reflexionar sobre el uso de los recursos energéticos. Leamos el primer párrafo del N° 49: 49.


Hoy, las cuestiones relacionadas con el cuidado y salvaguardia del ambiente han de tener debidamente en cuenta los problemas
energéticos. En efecto, el acaparamiento por parte de algunos estados, grupos de poder y empresas de recursos energéticos no renovables, es un grave obstáculo para el desarrollo de los países pobres. Éstos no tienen medios económicos ni para acceder a las fuentes energéticas no renovables ya existentes ni para financiar la búsqueda de fuentes nuevas y alternativas. La
acumulación de recursos naturales, que en muchos casos se encuentran precisamente en países pobres, causa explotación y conflictos frecuentes entre las naciones y en su interior. Dichos conflictos se producen con frecuencia precisamente en el territorio de esos países, con graves consecuencias de muertes, destrucción y mayor degradación aún. La comunidad internacional tiene el deber imprescindible de encontrar los modos institucionales para ordenar el aprovechamiento de los recursos no renovables, con la participación también de los países pobres, y planificar así conjuntamente el futuro.
El uso de las fuentes de energía no renovables no podía pasarse por alto en la encíclica Caritas in veritate, que trata sobre el desarrollo integral. Las fuentes de energía no renovables son parte de los bienes dados por Dios a la humanidad. En el proceso de desarrollo humano integral se necesita utilizar la energía y la energía no renovable tiene ese nombre porque es limitada, en algún momento se acaba.

 ¿Cuáles son las fuentes de energía no renovables?

Por ser una energía  necesaria  y no ser renovable, la comunidadinternacional tiene el deber  apremiantede encontrar formas equitativas de regular el uso de esas fuentes, de esos recursos que necesitamos todos y que una vez consumidos no se pueden
reproducir. En agricultura podemos sembrar trigo y papas una y otra vez, el ganado se reproduce;  en cambio el petróleo no se reproduce, no se puede sembrar; una vez extraído todo el petróleo de un pozo, simplemente se agotó; hay que buscarlo en otra parte.

Tener petróleo u otros recursos energéticos o no tenerlos, hace una gran diferenciaen la capacidad de desarrollo de los países, y esto es de modo particular preocupante tratándose de los países pobres. Si estos países tienen petróleo, por ejemplo, carecen de tecnología y de suficientes recursos económicos para encontrarlo y extraerlo. Necesitan la intervención de empresas poderosas, de
países ricos. Los países que no tienen petróleo tienen que pagar por él; se ven obligados a vender mucho de lo demás que poseen, – alimentos, por ejemplo y otros bienes materiales, para suplir la necesidad de energía. 
La responsabilidad de los países ricos es grande; se les pide que bajen el consumo de energía, que no la derrochen, que hagan esfuerzos en la investigación de nuevas fuentes de energía renovable. También se les debe pedir que paguen sin tacañería los productos básicos que importan de los países pobres. Los países industrializados utilizan mucha más energía, petróleo y carbón y tienen los medios para acudir a la energía nuclear que reemplaza a la energía renovable aunque con serias limitaciones de otro tipo.

Ventajas y desventajas de la energía nuclear

 El Japón tiene una triste historia: es el único país que ha sufrido los destrozos de la bomba atómica, al final de la II Guerra Mundial, y a pesar de esa historia, debido a la escasez de recursos energéticos no renovables, prefirió no tener en cuenta los sufrimientos que siguieron a la destrucción de sus ciudades Hiroshima y Nagasaki con la bomba atómica, y optó por la construcción de plantas nucleares, no con fines bélicos sino para la producción de la energía necesaria para su desarrollo; tiene ahora el Japón algo así como 50 plantas nucleares para producir energía.  El Japón quería transformarse en una potencia mundial y no tenía petróleo ni suficiente carbón. Éste no es el único país que ha optado por el riesgo nuclear. Hasta nuestro vecino  Venezuela, que es tan rico en petróleo, andaba con ese embeleco con la ayuda de Irán. Dicen que Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del mundo.

Chernóbil, Fukushima

Lo que significan los riesgos de las plantas de energía nuclear lo probó primerola Unión Soviética, con la explosión de la planta de Chernóbil, en la región  que hoy hace parte de Ucrania. Ese accidente nuclear sucedido el 26 de abril de 1986, ha sido considerado el accidente nuclear más grave y el mayor de los  desastres medioambientales de la historia. También el Japón ha sufrido las consecuencias de un accidente nuclear, cuando su planta de  Fukushima, fue afectada en marzo de este año 2011, por un terremoto y el consiguiente tsunami.

En un interesantecomentario en finanzas.com [1], que se encuentra en internet,  hay interesantes observaciones sobre la situación del Japón por el terremoto y el accidente de la planta nuclear. Dice que el terremoto en Japón ha reabierto un doloroso debate sobre la energía nuclear. El tsunami que se produjo como consecuencia del terremoto dañó, además de otras centrales nucleares, la de Fukushima. Tres explosiones y un incendio provocaron un alto riesgo radiactivo que pone a los habitantes del país en peligro. Y como era de esperar, los gobernantes de países que tienen plantas nucleares se alarmaron; así por ejemplo, la canciller alemana, Angela Merkel anunció la paralización de las centrales atómicas más antiguas de Alemania, mientras se verifica la seguridad de las centrales nucleares de ese país. Como observa la autora del comentario en finanzas.com, Estos episodios dañan aún más la deteriorada imagen que tiene este tipo de energía. Japón es el tercer productor de energía nuclear, por detrás de Estados Unidos y Francia. De hecho, el 80% de la energía que produce (Francia) provienen de las 59 centrales nucleares y es el principal exportador de energía en Europa.

¿Por qué se insiste en la energía nuclear?

Nos podemos preguntar por qué se insiste en la energía nuclear conociendo sus peligros. Es que los argumentos económicos dominan nuestro mundo. Se quiere progresar materialmente y para eso el uso de la energía es indispensable. No hay ningún interés en hacer un alto, en contentarnos con menos, en aceptar una vida más sencilla. Sólo la voz de la Iglesia clama en ese sentido;  no pide que se paralice el desarrollo, sino que nos llama a reflexionar si lo más conveniente no es ir más despacio, no intentar dar saltos gigantescos, cuando se pone en peligro a la humanidad.

Los economistas saben bien que el uso de la energía nuclear reduce la dependencia del petróleo, que con menos uso del petróleo se disminuye el riesgo de la inflación, porque el petróleo no aumentaría demasiado su precio, lo cual incrementa a su vez el precio de los demás productos manufacturados. Ese es un lado positivo del uso de la energía nuclear, desde el punto de vista económico. Pero, si la economía se utiliza, no como un instrumento para el bien común, sino que se considera un bien en sí misma, que beneficia a quienes la manejan, a los dueños del mercado, que son la minoría, se pone a lo que es un instrumento para uso de todos, por encima de bienes superiores. Es entonces la economía, vestida de codicia, la que manda, es el lucro, el ansia de ganar más para tener más.  s verdad que la energía nuclear es más limpia: no emite carbono a la atmósfera, pero a pesar de sus ventajas, la energía  nuclear genera muchas críticas y miedos motivados por el almacenamiento de los residuos nucleares y por posibles accidentes.  (…) Chérnobil en 1986 se llevó la palma. Las imágenes de la destrucción siguen en la retina de medio mundo y han despertado con la difícil situación de Fukushima.[2]

 ¿Dónde centrar el debate sobre el uso de la energía nuclear?

 Dado el riesgo que representa, la pregunta que nos debemos hacer no es necesariamente, si usar o no la energía nuclear; el debate se podría centrar más bien,  en la necesidad de que haya garantías de seguridad de la construcción y en el mantenimiento de las plantas productoras de esa clase de energía, que deben ser resistentes a catástrofes naturales. Este planteamiento abre un nuevo interrogante sobre la utilización de la energía nuclear por los países pobres. Si se nos ofreciera instalar plantas nucleares, ¿estarían nuestros países en capacidad de garantizar la seguridad de su población y la de los países vecinos?

Los  países pobres tienen derecho a acceder a las fuentes de energía. No olvidemos  que Dios entregó los bienes de la tierra para el uso de todos. En cuanto a  Colombia, aunque no se nos cuente entre los países poderosos, nos podemos  considerar bendecidos en recursos naturales que tenemos que aprender a  administrar: tenemos petróleo en cantidad que por ahora no nos obliga a  importarlo y somos un país rico en carbón, nuestro país es rico en agua, el más  precioso de los bienes. No olvidemos que somos responsables del buen uso que  hagamos de los bienes que Dios nos ha dado.

Tener petróleo y administrarlo en favor de todos

 La encíclica advierte que los países pobres no tienen medios económicos ni para acceder a las fuentes energéticas no renovables ya existentes ni para financiar la búsqueda de fuentes nuevas y alternativas y que La acumulación de recursos naturales, que en muchos casos se encuentran precisamente en países pobres, causa explotación y conflictos frecuentes entre las naciones y en su
interior.
Se atribuyen muchos problemas bélicos, a la abundancia de petróleo en un país o en un área geográfica. Es un hecho que el tener abundancia de petróleo con frecuencia provoca situaciones de explotación y de conflicto en los países pobres que tienen petróleo en abundancia, provocados por el comportamiento de los países poderosos y de sus también poderosas empresas. En algunos países, de las ventajas económicas de sus riquezas naturales se apropian sólo algunos, mientras la población sigue en la pobreza.

La comunidad internacional tiene el deber de encontrar los medios para que los países regulen la explotación de los recursos no renovables; debe incluir en las decisiones a los países pobres y planificar conjuntamente con ellos el futuro.  Es verdad que se trata de un deseo que supone dejar de lado el egoísmo y la ambición. Son actitudes que implican la conversión profunda de la que hemos hablado en otras oportunidades, para que sea posible vivir en la justicia y el amor. Infortunadamente, lo que vemos hoy no es  precisamente esa actitud. Quien tiene petróleo aprovecha la situación para tomar posiciones geopolíticas de dominio de esos territorios y se arma para supuestamente defenderse o para amedrentar a sus vecinos.

 Tendremos que dar cuenta de los recursos que hemos recibido gratuitamente

Todos debemos reconocer el impacto que tendrá en las futuras generaciones la mala administración de los recursos naturales no renovables en nuestro tiempo. La parábola de los talentos tiene plena aplicación: hemos recibido muchos recursos y tendremos que dar cuenta de su administración.

 En la segunda parte del N° 49 y en el siguiente número, Benedicto XVI insiste en la necesidad de practicar la solidaridad en el uso de los recursos energéticos. Se trata de una justicia que la encíclica llama intergeneracional, es decir, que debemos practicar con los que vienen detrás de nosotros. ¿Vamos a dejar la casa vacía, depredada, a las futuras generaciones? Seremos malos administradores? Otros pueblos y las futuras generaciones no se deben ver obligadas a cargar con las consecuencias de nuestra incapacidad de manejar con visión los bienes que el Señor nos entregó.

Veamos  lo que nos enseña la encíclica sobre el uso de la energía y la solidaridad:

En  este sentido, hay también una urgente  necesidad moral de una renovada solidaridad, especialmente en las  relaciones entre países en vías de desarrollo y países altamente  industrializados[3]. Las sociedades tecnológicamente  avanzadas pueden y deben disminuir el propio gasto energético, bien porque las  actividades manufactureras evolucionan, bien porque entre sus ciudadanos se  difunde una mayor sensibilidad ecológica. Además, se debe añadir que hoy se  puede mejorar la eficacia energética y al mismo tiempo progresar en la búsqueda  de energías alternativas. Pero es también necesaria una redistribución  planetaria de los recursos energéticos, de manera que también los países que no  los tienen puedan acceder a ellos. Su destino no puede dejarse en manos del  primero que llega o depender de la lógica del más fuerte. Se trata de  problemas relevantes que, para ser afrontados de manera adecuada, requieren por  parte de todos una responsable toma de conciencia de las consecuencias que  afectarán a las nuevas generaciones, y sobre todo a los numerosos jóvenes que  viven en los pueblos pobres, los cuales «reclaman tener su parte activa en la  construcción de un mundo mejor»[4]

50.  Esta responsabilidad es global, porque no concierne sólo a la energía, sino a  toda la creación, para no dejarla a las nuevas generaciones empobrecida en sus  recursos. Es lícito que el hombre gobierne  responsablemente la naturaleza para custodiarla, hacerla productiva y  cultivarla también con métodos nuevos y tecnologías avanzadas, de modo que  pueda acoger y alimentar dignamente a la población que la habita. En nuestra  tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encontrar los  recursos necesarios para vivir dignamente, con la ayuda de la naturaleza misma,  don de Dios a sus hijos, con el tesón del propio trabajo y de la propia  inventiva. Pero debemos considerar un deber muy grave el dejar la tierra a las  nuevas generaciones en un estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir  cultivándola.

Después de leer estas  consideraciones de Benedicto XVI sobre el uso de los recursos energéticos,  comprendemos mejor que el mundo será mejor si atiende al Evangelio; que si  vivimos de acuerdo con la ética, con la justicia, en el amor que el Señor nos  enseña, viviremos en un mundo de paz, sin los sobresaltos en el presente y las  angustias frente a las incertidumbres del futuro.


[1] http://www.finanzas.com/noticias/economia/opinion/2011-03-16/447376_riesgo-energia-nuclear-japon-estaba.html

[2] Cf
http://www.finanzas.com/noticias/economia/opinion/2011-03-16/447376_riesgo-energia-nuclear-japon-estaba.html

[3] Cf. Juan  Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial  de la Paz,  1990, 10

[4] Pablo VI,  Carta encic. Populorum progressio, 65