Reflexión 217-Caritas in veritate Nº43-44, Junio 16,2011

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Repasemos la reflexión anterior

Vamos a continuar el estudio del Nº  44, en el capítulo 4º de la encíclica Caridad en la verdad, titulado Desarrollo de los pueblos, Derechos y Deberes,
Ambiente
. La semana pasada reflexionamos sobre el primer número de este capítulo. Hagamos un ràpido repaso. Vimos que aunque en la sociedad se habla más de derechos que de deberes, los derechos y los deberes deben ir siempre juntos. Comprendimos que los derechos tienen límites y no nos conceden licencia para hacer con ellos lo que queramos. Aprendimos que precisamente los deberes refuerzan los derechos al defenderlos y promoverlos. Nos quedó claro también, que la solidaridad humana impone deberes, de manera que los países económicamente poderosos no pueden ignorar las necesidades urgentes de otros pueblos, que constituyen  derechos fundametales, como son el acceso a la alimentación y al agua, por ejemplo. Los países económicamente poderosos, antes que gastar sus recursos en caprichos o bienes superfluos, deben acudir primero a colaborar en la satisfacción de las necesidades fundamentales de los pobres del mundo. Porque es verdad que ellos tienen derecho a poseer y disfrutar de
sus bienes, pero los derechos se fundan en principios éticos y no pueden defender esos derechos, por encima de los derechos fundamentales de los demás. Lo mismo que decimos de los derechos de los países de altos ingresos es aplicable, en sus debidas proporciones, a los derechos de las personas, a nuestros derechos, de acuerdo con nuestras posibilidades.

Los Derechos Humanos no se fundamentan en la ONU

Aprendimos también la semana pasada qué significa que los derechos humanos se fundamenten en la naturaleza humana y que no existen porque
los conceda la voluntad de los legisladores o gobernantes. Cuando la ONU proclamó los derechos humanos, lo que hizo fue reconocer su obligatoriedad
universal; no fue esa organización la que los concedió. A ellos tienen derecho las personas por ser personas humanas, es decir, por su naturaleza humana, no porque una autoridad los reconozca.

El Bien Común Universal

También nos enseñó el Papa, siguiendo a Juan XXIII en su encíclica Pacem in terris, Paz en la tierra,el concepto de biencomún universal.  Generalmente nos referimos al bien común en asuntos locales y nacionales, pero ya en 1963, el Beato Juan XXIII llamó  la atención sobre la interdependencia de los Estados en lo social, lo politico y lo económico, de manera que (…) la prosperidad o el progreso de cada país son en parte efecto y en parte causa de la prosperidad y del progreso de los demás pueblos (Pacem in terris, 131). Por eso debemos cuidar del bien común universal, que el mismo Papa Juan XXIII define comoel que afecta a toda la familia humana.

El Desarrollo entendido en cristiano

Otro punto muyinteresante en que se nos insiste en la encíclica y vimos la semana pasada, fue en el significado de desarrollo, entendido en cristiano, es decir según nos enseña la fe. Vimos que cuando se habla de desarrollo, – si se hace teniendo en cuenta la fe católica, – tenemos que tener en cuenta dos elementos esenciales: que se trata 1. del desarrollo del ser humanoy 2. en el mundo. El ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios; no es solomaterial y si se busca un desarrollo integral, no se puede pretender solamentesu desarrollo material, porque el ser humano es tambien espiritual y tiene un destino sobrenatural. Si se buscara solo un desarrollo material, se buscaría entonces un desarrollo recortado, incompleto, de solo una parte del ser humano.

El mundo no es la hacienda de los países ricos

En segundo lugar, se trata del desarrollo de la persona humana en este mundo material que Dios nos dio para que lo administremos para todos, para que lo hagamos crecer y mejorar para bien de todos. No es el mundo, la hacienda de propiedad, únicamente, de los países más avanzados.

De manera que para comprender las enseñanzas sociales de la Iglesia, hay temas fundamentales que debemos tener en cuenta, y el primero es el enfoque de fe. Sin Dios de por medio, no puede haber desarrollo integral de los pueblos.

Los creyentes entendemos al ser humano de manera diferente a como lo entienden los no creyentes. Para nosotros el ser humano es la obra cumbre
del mayor artista posible: del Creador de las maravillas del universo. A esta obra cumbre la dotó Dios de capacidad de amar, no  sólo de sentir, porque Dios es Amor y somos hecho a su imagen. Renunciar al amor es por eso una monstruosidad; eso es la violencia;  a ninguna otra creatura sino a la persona humana la dotó el Creador de inteligencia, no sólo de instinto. Por eso el ser humano tiene la capacidad, si la usa bien, de administrar el mundo. A la persona humana así diseñada, la preparó para que un día pudiera recibir a la Segunda Persona de la Trinidad, que se encarnaría en ella y así el Dios invisible se haría, en alguna forma, visible a nuestros ojos.

El modo cristiano de concebir al ser humano completo

No podemos equivocarnos, pensando que el único desarrollo por el que debemos esforzarnos es el desarrollo material. Hay que buscarlo, claro, y por eso es importante el crecimiento económico, pero no es suficiente si no alcanza a todos y si no es parte de un crecimiento integral, que tenga en cuenta al ser humano espiritual, intelectual, moral. Cuando se habla de antropología cristiana nos referimos al modo de concebir al ser humano  completo,
con un destino sobrenatural, que no termina en polvo y que es capaz de relacionarse con el Ser Absoluto, su Creador y Señor.

Desarrollo y crecimiento de la población

Continuemos ahora con el Nº 44, que se refiere a los problema relacionados con el crecimientodemográfico, es decir con el crecimiento de la población mundial. Veamos de qué se trata: cuando se habla de derechos, a veces se utiliza un lenguaje no claro sobre los problemas que tienen que ver con el crecimiento de la población. La apertura responsable a la vida es un rico recurso social y económico que debemos defender contra las políticas estatales restrictivas. Se llega a extremos, como en China, donde las mujeres no tienen prácticamente derecho a nacer.

El Papa sostiene con serios argumentos que el crecimiento demográfico no es causa del subdesarrollo. Los países de más altos ingresos tienen menor mortalidad infantil, pero los altos índices de disminución de la natalidad, son signo de una crisis grave (la población mundial dentro de algunos años tendrá una distribución diferente: si la restricción de la natalidad continúa, ¿Francia será de los franceses, España de los españoles, los EE.UU. de los anglosajones? ¿Qué pensar de los problemas migratorios de los países de más altos ingresos?). Y habrá una pequeña población de jóvenes para  sostener a una mayor de ancianos.

Procreación responsable

Nos dice la encíclica Caridad en la verdad que la procreación responsable evita la sexualidad como simple y única fuente de placer y al ser responsable, evita que se regule con políticas obligatorias de planificación de la natalidad. Enseña también el Papa que la procreación es competencia primordial de la familia; no es ese un campo en el que la autoridad se pueda arrogar el derecho de decidir. Hay una afirmación audaz: nos dice Caritas in veritate, Caridad en la verdad, que una apertura moralmente responsible a la vida es una riqueza social y económica. Finalmente advierte que los estados están llamados a establecer políticas que promuevan la centralidad e integralidad de la familia.[1] Leamos la primera parte del Nº 44 de la encíclica Caridad en la verdad.

La concepción de los derechos y de los deberes respecto al desarrollo, debe tener también en cuenta los problemas relacionados con el crecimiento demográfico. Es un aspecto muy importante del verdadero desarrollo, porque afecta a los valores irrenunciables de la vida y de la familia[2]. No es
correcto considerar el aumento de población como la primera causa del subdesarrollo, incluso desde el punto de vista económico: baste pensar, por un  lado, en la notable disminución de la mortalidad infantil y el aumento de la    edad media que se produce en los países económicamente desarrollados y, por otra, en los signos de crisis que se perciben en la sociedades en las que se constata una preocupante disminución de la natalidad. Obviamente, se ha de seguir prestando la debida atención a una procreación responsable que, por lo demás, es una contribución efectiva al desarrollo humano integral. La Iglesia, que se interesa por el verdadero desarrollo del hombre, exhorta a éste a que respete los valores humanos también en el ejercicio de la sexualidad: ésta no puede quedar reducida a un mero hecho hedonista y lúdico, del mismo modo que la educación sexual no se puede limitar a una instrucción técnica, con la única  preocupación de proteger a los interesados de eventuales contagios o del «riesgo» de          procrear. Esto equivaldría a empobrecer y descuidar el significado profundo de la sexualidad, que debe ser en cambio reconocido y asumido con
responsabilidad por la persona y la comunidad. En efecto, la responsabilidad  evita tanto que se considere la sexualidad como una simple fuente de placer, como que se regule con políticas de planificación forzada de la natalidad. Enambos casos se trata de concepciones y políticas materialistas, en las que las personas acaban padeciendo diversas formas de violencia. Frente a todo esto, se debe resaltar la competencia primordial que en este campo tienen las familias[3] respecto del Estado y sus políticas restrictivas, así como una adecuada educación de los padres.

¿Los países ricos han medido las consecuencias de
sus políticas demográficas?

Sin duda los problemas del crecimiento demográfico no se pueden ignorar. Tampoco se puede tomar sin más, el camino fácil de solucionarlos con la decisión tajante  de disminuir los nacimientos, sin asumir el criterio rector, de la sexualidad  responsable. Ese camino lo han tomado especialmente algunos países de altos ingresos. ¿Las consecuencias las han medido?

No olvidemos que el desarrollo que nuestra fe promueve y acepta, es el desarrollo integral, que considera a la persona humana en todas sus  dimensiones, no sólo en la satisfacción de sus necesidades materiales. El Santo Padre habló poco tiempo después de la publicación de Caridad en la verdad y de la reunión de los poderosos del mundo llamados el G8, el año 2009. Se refirió el Papa a que las soluciones de los problemas de la
humanidad no son sólo técnicas. Leamos unas líneas de esa intervención del Santo Padre, que nos ayudan en nuestra reflexión:

Y a el gran pontífice Pablo VI, en la encíclica “Populorum progressio” reconoció e indicó la perspectiva mundial de la cuestión social, (…) que en nuestra época se ha convertido en una cuestión radicalmente antropológica, ya que implica la forma de concebir al ser humano puesto cada vez más en las manos del hombre a través de las biotecnologías modernas.
Las soluciones a los problemas actuales de la humanidad no pueden ser exclusivamente técnicas – subrayó el Santo Padre-, sino que deben tener en
cuenta todas las exigencias de la persona, que está dotada de cuerpo y alma, y por lo tanto deben tener también en cuenta a su Creador. El  absolutismo de la técnica, que encuentra su máxima expresión en algunas prácticas contrarias a la vida, podría dibujar oscuros escenarios para el futuro de la humanidad. Los actos que no respetan la verdadera dignidad de la persona, aunque su motivo parezca ser una elección de amor, son en realidad el fruto de una “concepción material y mecanicista de la vida humana” que reduce el amor sin verdad a un “envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente”.[4]

Concepción materialista y mecanicista de la vida

De la vida humana tienen una concepción materialista y mecanicista los que ven en ella sólo masas en movimiento,  regidas desde su inicio únicamente por fuerzas físico químicas; no aceptan la intervención de Dios, sino que consideran la vida sólo como un proceso físico químico. Ni siquiera aceptan la voluntad humana en la dirección de las acciones. Éstas ocurren necesariamente, como una reacción química, si se dan las condiciones. El amor no cabe en una concepción así del ser humano, máquina.

El Papa nos dice que Se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de
la familia cristiana y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y dignidad de la persona
.

Los problemas que para el desarrollo puede significar el crecimiento demográfico, nos hacen reflexionar sobre la posición  frente a la vida, que necesariamente tenemos que plantear desde el punto de vista cristiano: ¿qué es la vida, para la persona de fe? ¿qué es la persona humana en el mundo?
¿cuál es su papel? ¿cuál es su destino? En resumen, la vida en sociedad, para nosotros los creyentes tiene que plantearse necesariamente teniendo en cuenta la antropología cristiana, es decir la concepción cristiana del hombre, que no es sino la respuesta de qué es la persona humana y para qué existe.

Cuando hablamos de desarrollo, en cristiano, hablamos del derecho y a la vez deber, de la persona humana, del  perfeccionamiento de su ser,
en todas sus dimensiones, no sólo en las materiales, no sólo en las biológicas, sino también en sus dimensiones espirituales, intelectuales,  sobrenaturales. Dios  dotó de tantas maravillas al ser humano, que no podemos reducir su identidad a lo solo biológico. Cuando hablamos de sexualidad no podemos reducirla a sólo su dimensión biológica, porque se trata de la sexualidad humana. Cuando hablamos de desarrollo hablamos del don de la vida, destinada a desarrollarse en libertad, sin violencia externa; perfeccionarse y llegar a ser lo que está destinado a ser: una persona humana en toda su plenitud, destinada a utilizar sus atributos en su perfeccionamiento y en el perfeccionamiento del mundo, en camino a la vida plena con Dios en la eternidad.

La semana entrante, Dios mediante, veremos el último párrafo del Nº 44, que trata sobre la apertura moralmente responsable a la vida como una riqueza social y económica.


[1] Cf Resumen
de
Caritas in veritate, Center of Concern, traducido por www.instituto-social-leon xiii.org

[2] Cf Populorum progressio, 36,37
[3] Cf. Ibid., 36-37

[4] VIS (Vatican information service), 090713 (460)