Reflexión 190 Caritas in veritate N° 19 (Charla 27)

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Repasemos lo que es el desarrollo humano integral

 

Vamos a terminar  hoy el N° 19, del capítulo 1° de Caritas in veritate que Benedicto XVI dedica al mensaje de Pablo VI en Populorum progressio, la encíclica  sobre el desarrollo  de los  pueblos.

 

Dedicamos algunas reflexiones anteriores a profundizar en  lo que significa el desarrollo humano integral. Comprendimos que cuando en la DSI se sostiene que la sociedad tiene que trabajar  por conseguir un desarrollo humano integral, no se trata de conseguir sólo un crecimiento económico, un crecimiento de los bienes materiales, sino un desarrollo de todo el ser humano, en todas sus dimensiones, -digamos, con todos sus componentes – como lo entiende la antropología cristiana.

 

Recordemos que la antropología cristiana es la manera de entender, de concebir al ser humano, como se entiende desde la fe; es decir, como Dios nos lo ha revelado en su Palabra. Según la concepción cristiana del ser  humano, para que su desarrollo y el desarrollo de la sociedad sea completo, es decir, integral, tiene que ser un desarrollo de la persona humana tanto en sus dimensiones naturales como en sus dimensiones sobrenaturales.

 

Naturales son las propiedades de las que todas las personas humanas han sido dotadas por Dios al ser creadas; naturales son las virtudes o cualidades que se pueden adquirir con las fuerzas normales de la naturaleza, como las que adquirimos con el estudio, con el ejercicio o entrenamiento;  mientras que virtudes sobrenaturales son aquellas que Dios nos comunica, gratuitamente, como la fe, la esperanza y la caridad. El ser humano alcanza su pleno desarrollo cuando llegue a vivir la vida plena en Dios. Eso seá en la eternidad, cuando vivamos la vida de Dios.

  

No es suficiente buscar el crecimiento del ser humano concebido sólo como alguien transitorio, no permanente, que está algunos años en la tierra y al final de su vida desaparece en la nada. El ser humano tiene como principio y como meta final a Dios su Creador y ha sido dotado por Él de dones naturales y sobrenaturales. Tenemos como centro de nuestra existencia a Dios. En Él vivimos, nos movemos y existimos (Hch, 17,28). De Dios hemos recibido el ser, por Él subsistimos, a Él tendemos, Porque de él, por él y para él son todas las cosas (Rom 11,36).

 

Cuando el ser humano pierde su centro, que es Dios, y en cambio se centra en sí mismo, se precipita en el caos. Como si nuestro planeta tierra  se desprendiera de su órbita y saliera disparada dando  vueltas sobre sí misma y tumbos por el espacio.

 

El desarrollo tiene que alcanzar a todos

 

Para que el desarrollo sea integral, además de cubrir al ser humano en todas sus dimensiones, – naturales y sobrenaturales, – hay que buscar que ese desarrollo alcance a todos los seres humanos. No se puede tener la pretensión de creer que un país ya ha adquirido un desarrollo integral aceptable si un número grande de sus habitantes padece hambre todavía. El mundo está lejos de alcanzar el desarrollo porque, como sucede actualmente, 925 millones de personas padecen hambre.[1]

 

Dios quiere nuestro pleno desarrollo y nos encomendó esa tarea

 

Aprendimos también que Dios quiere nuestro pleno desarrollo; que desde el instante en que nos llamó a la vida nos dio la vocación a la plenitud que tenemos que buscar con la ayuda de su gracia. No se puede separar a Dios de los planes de desarrollo. Cuando la sociedad se aleja de los designios de Dios; cuando pretende ignorar a Dios, provoca un desorden que tiene repercusiones destructivas inevitables. Lo estamos viviendo en lo local, en la situación nacional y mundial. Los noticieros son ahora muestrarios de un mundo sin Dios. Si sacamos a Dios (nuestro Padre), de la escena del mundo,  quedamos huérfanos, nos sentimos solos, desamparados. No podemos matar a Dios, pero sí podemos vivir como si lo hubiéramos expulsado de nuestra vida y no existiera.

 

Dios y los mineros de Chile

 

Por cierto, en los momentos más difíciles de la vida, normalmente todos miramos al cielo. Fue alentador escuchar la confesión de fe del presidente de Chile, cuando agradeció a quienes hicieron posible el rescate de los mineros y empezó por agradecer a Dios, sin cuya intervención esa hazaña no hubiera sido posible. Los mineros salían de la profudidad de la mina con una camiseta que tenía estampada la frase: Gracias, Señor. Uno de los mineros rescatados dijo que había estado con Dios y con el diablo, pero que él se había agarrado de la mano de Dios. El diablo era la tristeza y desesperación; Dios es siempre la esperanza.

 

La visión del desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad

 

Después de exponer lo que significa el desarrollo humano integral, en el N° 19 de Caritas in veritate, y cómo todos tenemos la vocación al pleno desarrollo desde  el instante en que Dios nos llamó a la existencia, Benedicto XVI expone el papel de la caridad en el desarrollo. Nos dice que la visión del desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad.

 

Nos viene bien repasar lo que ya vimos sobre el papel de la caridad en el desarrollo. Leamos lo que dice el Papa al comienzo del N° 19 de Caritas in veritate:

 

19. Finalmente, la visión del desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad. En la Encíclica Populorum progressio, Pablo VI señaló que las causas del subdesarrollo no son principalmente de orden material. Nos invitó a buscarlas en otras dimensiones del hombre. Ante todo, en la voluntad, que con frecuencia se desentiende  de los deberes de la solidaridad. Después, en el pensamiento, que no siempre sabe orientar adecuadamente el deseo. Por eso, para alcanzar el desarrollo hacen falta «pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo»[2]. Pero eso no es todo. El subdesarrollo tiene una causa más importante aún que la falta de pensamiento: es «la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos»[3].

 

Destaquemos algunas ideas de este  N° 19 de Caritas in veritate:

 

El amor fraterno motor del desarrollo

 

      Ante  todo,  la visión del desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad. Si entendemos el desarrollo con la visión cristiana del ser humano, la  actitud de amor hacia los demás es necesariamente el centro y el motor del desarrollo.

 

 

Observemos que la caridad o el amor al que el Papa se refiere como centro del desarrollo es el amor que nos enseña  el Evangelio. Para que de verdad funcione el desarrollo integral, de todo el ser humano y de todos los seres humanos, no es suficiente la filantropía ni una solidaridad, – llamémosla, cívica, – la que responde al llamado de las autoridades y organizaciones, que surge en momentos de calamidad pública y luego todos vuelven a la rutina. La caridad es permanente, está alerta siempre a las necesidades de los hermanos y se incrementa con la mayor  necesidad.

El Papa nos habla del desarrollo como vocación a la que todos estamos llamados. Llamados ¿por quién? Por  Dios. Antes Benedicto XVI, en concordancia con el Vaticano II en Gaudium et spes, con Pablo VI en Populorum progressio (N°15)  y Juan Pablo II, en Laborem exercens (N° 9), nos había enseñado que todos estamos llamados por Dios a trabajar por nuestro propio desarrollo como personas y a trabajar por el desarrollo de la sociedad. Tenemos la vocación al desarrollo. Nuestro trabajo, cualquier él sea, es una colaboración nuestra en el desarrollo de la obra de Dios. Toda vida es una vocación y esa vocación viene de Dios: en el momento en que nos llamó a la vida, Dios nos llamó a realizarnos plenamente, a terminar la obra que Él diseñó, con su inteligencia de artista inigualable.

    Tenemos el reto del desarrollo. Es nuestra tarea. Aquí en la tierra,  el trabajo que desempeñemos debe ser el trabajo de Dios, nuestra contribución pequeña o grande a continuar su obra. Cuando las cifras de hambre y desigualdad en el mundo nos horroricen, no pensemos sólo en que los gobiernos y los ricos no están haciendo su tarea. Preguntémonos igualmente  ¿cuál es nuestra parte y qué calificación merecemos?

    

Las causas del subdesarrollo no son principalmente de orden material

    También las debemos buscar en otras dimensiones del ser humano, como en  la falta de voluntad por ser solidario. Podríamos decir que una causa del subdesarrollo es el egoísmo, porque nos fijamos sólo en nuestro interés y no nos conmueve el sufrimiento de nuestros hermanos que tienen un menor acceso al desarrollo. Los países desarrollados podrían hacer mucho más por los países pobres, pero no están dispuestos a hacerlo, si ese esfuerzo les merma su nivel de comodidad. ¿No nos sucede a todos lo mismo? ¿No damos  sólo de lo que nos sobra?

Personalmente ¿no obramos como los países ricos?

Hemos visto que el desarrollo es una vocación a la que todos los seres humanos estamos llamados por Dios desde el momento en que nos dio la existencia. Dios quiere que nos realicemos plenamente; nos llamó a continuar la obra que Él diseñó, con su inteligencia de artista inigualable. Nos fijó Dios, a todos los seres humanos, una meta muy exigente, porque nos creó a su imagen y semejanza. Como sus colaboradores, no sólo tenemos que esforzarnos por conseguir nuestro desarrollo personal, sino que nuestro esfuerzo debe ser activo en la ayuda para que nuestros hermanos y nuestra sociedad avancen también por su  camino del desarrollo.

Como vemos, la tarea que puso Dios a los gobernantes,  a los padres de familia, a los maestros, a todos los que tienen que ver con la formación  de los demás es bellísima: es colaborar con la obra del Creador. Con mayor razón se puede aplicar la misma idea a los evangelizadores y formadores espirituales.

Si buscamos las causas del subdesarrollo o del mal desarrollo, nos dice el Papa que no son sólo de orden  material y sugiere algunas:

Las causas del subdesarrollo

 

Las causas del subdesarrollo se encuentran también en un pensamiento equivocado. La razón nos debería orientar por el camino correcto, buscando el verdadero bien del hombre, pero con frecuencia nos orientamos sólo por lo que aconseja la técnica y olvidamos que la técnica sola es fría, y no tiene en cuenta si su aplicación hace daño a otros. Es el caso de la economía, por ejemplo, cuando no se utiliza para el bien común ni tiene en cuenta las necesidades de los más débiles. Nos dice el Papa que las causas de la actual crisis económica mundial hay que buscarlas en fallas éticas; no sólo en fallas tenicas.

 

Las decisiones en la actividad económica tienen consecuencias morales

 

La actividad económica es una actividad humana muy importante porque puede ayudar o entorpecer el desarrollo integral de la sociedad. Son seres humanos los que toman las decisiones que encauzan las actividades económicas del gobierno y de los particulares (el comercio, las finanzas, la agricultura y ganadería, la industria, las obras públicas, etc), y sus decisiones y las de los que toman las suyas en cada campo, tienen consecuencias morales  (Caritas in veritate, 37).

Las decisiones de quienes orientan los caminos del desarrollo se basan en sus conocimientos, en su orientación filosófica e ideológica, en sus propios criterios y es difícil que no influyan también sus propios intereses. Si se analiza el estado del desarrollo de una sociedad, hay que tener cuenta los valores de quienes la dirigen. Las escuelas económicas, por ejemplo, no aparecen automáticamente, por generación espontánea. Se originan en el pensamiento humano.

En un programa anterior leímos algunas de las conclusiones que la Academia Pontificia de Ciencias Sociales presentó el 5 de mayo de 2010, como contribución en la búsqueda de la verdad de la crisis económica mundial.[4] Nos dice esa Academia que

Es evidente que el hombre vive hoy inmerso en un materialismo que le impide ver el horizonte de la trascendencia que forma parte integrante de él (…). El corto plazo se ha convertido en la única dimensión aceptable, y el beneficio inmediato en gran cantidad prevalece sobre la penalización de un futuro incierto (…). Lo cuantitativo ha sustituido a lo cualitativo, y cualquier elemento material que pueda ser medido, ponderado y valorado en términos monetarios, cancela toda consideración o referencia de carácter espiritual, referencias que se encuentran en el corazón del hombre. (…)

(…) el sujeto renuncia a su propio ser para convertirse en un eslabón más en la cadena de la actividad económica. Al mismo tiempo que el trabajador, el productor, el consumidor, el ahorrador, inversor, etc aparecen en el escenario, el hombre de trabajo, el hombre de la producción, el sujeto de consumo, etc desaparece. Esta es la abstracción que en última instancia, hace del hombre un esclavo de la economía, el servidor de un principio que no constituye la esencia de su verdadero ser; hablamos de la presentación de un mandamiento nuevo: la ética de la eficiencia o, si lo prefieren, del beneficio, como el principio que rige cada una de las actividades humanas. Tal es así que, que cualquier medio es válido si conduce finalmente a la meta deseada. El engaño, el fraude, la coacción, todos ellos son instrumentos útiles para, volviendo a la moral, para conseguir el objetivo establecido: el mayor beneficio y el mayor poder.

¿Se puede llegar al desarrollo integral, si no está impulsado   por el amor cristiano?

 

Es difícil imaginar cómo se puede llegar al desarrollo integral, si no está impulsado por la fraternidad, por el amor cristiano. Se requiere un esfuerzo sacrificado, dispuesto a renunciar de lo propio a favor de otros. El Papa continúa así, en el  N° 19 de Caritas in veritate:

 

El subdesarrollo tiene una causa más importante aún que la falta de pensamiento: es «la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Populorum progressio, 66). Esta fraternidad, ¿podrán lograrla alguna vez los hombres por sí solos? La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos. La razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad. Ésta nace de una vocación transcendente de Dios Padre, el primero que nos ha amado, y que nos ha enseñado mediante el Hijo lo que es la caridad fraterna. Pablo VI, presentando los diversos niveles del proceso de desarrollo del hombre, puso en lo más alto, después de haber mencionado la fe, «la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres »(Populorum progressio 21)


[1] Dato e la FAO, 15 Sept. 2010

[2] Cf Populorum progressio, 20

[3] Ibid., 66

[4] ZENIT.org, jueves 6 de mayo, 2010