Reflexión 183 – Caritas in veritate (21)

 Caritas in veritate  N° 15 (21)

 

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Coherencia del pensamiento de Pablo VI en el conjunto de su doctrina social

 

Estamos estudiando ahora el capítulo primero de Caritas in veritate, Caridad en la verdad, encíclica social de Benedicto XVI. Es un capítulo dedicado a recorrer el mensaje social de Pablo VI en su encíclica Populorum progressio, sobre el desarrollo de los pueblos; nos muestra el Papa Benedicto la coherencia del pensamiento de Pablo VI en el conjunto de su doctrina social; en particular la coherencia en la doctrina que se enseña en la encíclica Populorum progressio, en la carta apostólica Octogesima adveniens,  en la encíclica Humanae vitae y la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi. A propósito de Humane vitae y Evangelii nuntiandi  advierte Benedicto XVI, – en el N° 15 de Caritas in veritate, – que aunque esos dos documentos no estén tan estrechamente relacionados con la doctrina social, son muy importantes para delinear el sentido plenamente humano del desarrollo propuesto por la Iglesia. Lo que defiende la Iglesia sobre el desarrollo es que sea plenamente humano.

En la reflexión anterior estudiamos lo que nos enseña la carta apostólica Octogesima adveniens sobre temas tan interesantes como la responsabilidad de la comunidad cristiana en la vida social y política, sobre la incompatibilidad del cristianismo con las ideologías marxista y liberal y la necesidad para el cristiano, de no caer en la trampa de las ideologías.

 

Recordamos que por ideología se entiende una manera de ver  al ser humano y a la sociedad, para sobre esa base construir un proyecto de sociedad que responda a esa visión. Una ideología construye mentalmente la clase de sociedad que desea, y por medio de la acción política se propone volver realidad esa sociedad que se tiene en mente.

 

¿Se puede hablar de una Ideología cristiana?

 

Vimos que se podría hablar de ideología cristiana, a la visión del ser humano y de la sociedad que está de acuerdo con la antropología cristiana, la que ve al ser humano como creado a imagen y semejanza de Dios y propone una sociedad regida por los planes del Creador, como se describen en la Sagrada Escritura.  

 

Nos preguntamos también, qué quería decir Pablo VI, cuando en su carta apostólica Octogesima adveniensnos previene que no caigamos en las trampas de las ideologías; decíamos que la advertencia del Santo Padre es sobre esas posturas ideológicas, que encierran al ser humano en sí mismo como autosuficiente, independiente de Dios, las ideologías que no aceptan el puesto de Dios en la sociedad, y por lo tanto niegan la trascendencia. Esas maneras de considerar al hombre y a la sociedad lejos de su relación con Dios, tienen implicaciones que los cristianos debemos tener en cuenta, para no adherir a ellas. Implicaciones que son distintas en el socialismo y en el liberalismo, pero de todas formas son inaceptables. Algunas implicaciones pueden ser comunes al pensamiento tanto del socialismo como del liberalismo, por ejemplo  su materialismo.

 

La ideología socialista

 

En el caso de la ideología socialista hay que estar atentos, en particular, a las limitaciones inadmisibles a la libertad,  a la incitación a la violencia y a la negación de Dios. Es claro cómo funciona un régimen socialista, porque tenemos ejemplos vivos en los regímenes que atacan la libertad de opinión y de información, los que persiguen a quienes se niegan a pensar como ellos y la emprenden contra la Iglesia.

 

La ideología liberal

 

En la ideología liberal se concibe una sociedad con libertad absoluta, en la cual el ser humano es el centro y el determinador último del manejo de toda actividad, empezando por la económica, que busca sobre todo el bien individual, aun a costa del perjuicio de los demás; de ahí la falta de equidad, característica del individualismo. Se predica la libertad por encima de todo. La presentación de ser adalides de la libertad es muy atractiva; sin duda esa es una trampa. Vemos en nuestra sociedad a qué extremos se llega cuando se abraza la libertad sin limitaciones.

 

Papel de la jerarquía y de los laicos en la política

 

Sobre la actividad política del cristiano, recordemos que, según las enseñanzas de Pablo VI en Octogesima adveniens, el papel de la Jerarquía en la orientación doctrinal es muy importante; las enseñanzas del magisterio, basadas en el Evangelio, proporcionan al cristiano  principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción.

 

Según nos enseña  Pablo VI, para el análisis de la realidad es indispensable, además de la orientación doctrinal del magisterio, el aporte de la comunidad creyente, el aporte de los laicos. La presencia de los laicos es necesaria en la acción, de manera particular en el campo de la política. Ese no es el campo propio de la jerarquía.

 

En el ejercicio de la política, la responsabilidad del laico católico es muy grande. Con sus votos se aprueban o niegan leyes a favor o en contra de los planes de Dios para la sociedad. Allí se prueba el católico de verdad a diferencia del católico sólo de palabra.

 

 

Humanae vitae y doctrina social

Pasando a la coherencia del pensamiento social de Pablo VI y cómo se refleja en la encíclica Humanae vitae, Benedicto XVI en el N° 15 de Caritas in veritate nos enseña que la Humanae vitae no trata sólo sobre un tema de moral individual, sino que tiene que ver con la moral social. La moral individual se refiere a los deberes particulares de los individuos, mientras que la moral social tiene que ver con los compromisos que el individuo tiene con la sociedad. Puesto que vivimos con otras personas, nuestras acciones, cuando tienen que ver con los demás, no son correctas o incorrectas, buenas o malas, sólo porque individualmente consideradas así parezcan, sino que hay que tener en cuenta si afectan a la sociedad. Cuando se ejerce el deber del voto, por ej., siempre se debe decidir en conciencia y se debe tener en cuenta no sólo cómo la consecuencia del voto lo afecta a uno personalmente, sino cómo afecta mi voto a la sociedad.

 

 ¿Puede haber una sociedad con bases más débiles que una sociedad que no respeta la vida?

 

 

Es un contrasentido pretender que se defienden los derechos humanos, si al mismo tiempo se menosprecia la vida de los demás. Una sociedad que acepta y tolera la violación de la vida humana, sobre todo si se trata de la débil vida de un niño por nacer, el ser humano más indefenso, o  de la vida de un marginado, es una sociedad que se desmorona. ¿Puede haber una sociedad con bases más débiles que una sociedad que no respeta la vida?

 

Se dice, a veces, que se defienden los derechos humanos, mientras se pisotean los derechos de las familias. ¿Tiene eso sentido? En Argentina se pretendió defender los derechos de los homosexuales, aprobando el matrimonio de personas del mismo sexo. Esos votos fueron en detrimento de la familia según los planes de Dios, como aparecen en la Sagrada Escritura. ¿Cómo entienden su cristianismo los parlamentarios que aprobaron esa ley y la presidenta de Argentina que la promovió?

 

Para terminar el repaso de nuestra reflexión anterior voy a leer las frases del doctor Hernán Vergara Delgado, en su estudio sobre la Humanae vitae. Con esas palabras terminamos la reflexión anterior:

Defender la posibilidad de que una vida humana llegue a la existencia porque en ella se actúa el poder creador de Dios y el ejercicio de la libertad y de su amor sólo puede ser un acto de fe.

 

Defender la vida humana en cuanto es sólo posibilidad es la más sublime defensa de la vida que puede darse y, como el que puede lo más puede lo menos, es también la mayor garantía posible de que la vida sea defendida en personas ya existentes, que es la pretensión de los derechos humanos.[1]

 

Pensamiento social de Pablo XVI en Populorum progressio y la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi

 

Leamos las palabras del Papa en el N°15 de Caritas in veritate, Caridad en la verdad:

La Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi guarda una relación muy estrecha con el desarrollo, en cuanto «la evangelización —escribe Pablo VI— no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre»[2]. «Entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes»[3]: partiendo de esta convicción, Pablo VI aclaró la relación entre el anuncio de Cristo y la promoción de la persona en la sociedad.

El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre. Sobre estas importantes enseñanzas se funda el aspecto misionero [4] de la doctrina social de la Iglesia, como un elemento esencial de evangelización[5]. Es anuncio y testimonio de la fe. Es instrumento y fuente imprescindible para educarse en ella.

Destaquemos algunas frases de Benedicto XVI sobre la estrecha relación de la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, de Pablo VI y el desarrollo que promueve la Iglesia:

 

Un Evangelio para la persona de carne y hueso

 

Nos dice el Papa actual, que según Pablo VI, la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta el diálogo que se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre».Es que el Evangelio no es un mensaje etéreo, abstracto, teórico, sino que va directo a nuestra vida; el Evangelio es para vivirlo, no sólo para citarlo de memoria. Por eso la Iglesia nos puede reclamar que seamos coherentes, cuando nos decimos cristianos, pero no obramos de acuerdo con lo que nos enseña el Evangelio. Leamos las palabras de Evangelii nuntiandi en el N° 29, donde nos enseña Pablo VI que el Evangelio es Un mensaje que afecta a toda la vida:

29. La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre. Precisamente por esto la evangelización lleva consigo un mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar sin la cual apenas es posible el progreso personal[6], sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación.

En agosto del año 2009 tratamos este tema del desarrollo integral, el progreso humano y la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi. Vamos a recordar lo que estudiamos entonces.[7]

 

Los sínodos de 1971 y 1974

 

 

Entre las contribuciones de Pablo VI a la DSI se cuentan los documentos finales de los Sínodos de los obispos celebrados en 1971 y 1974, cuyo sentido social salta a la vista con solo una rápida mirada a su contenido. Examinemos primero el documento del Sínodo de 1971. Los documentos de ambos sínodos, el de 1971 y de 1974 fueron base para la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi.

En el año 1971, el Sínodo de los obispos estudió el tema de la justicia. El documento final de ese Sínodo trata sobre la misión de la Iglesia y la promoción de la justicia. Notemos que cuando se habla de la Misión de la Iglesia, hay que entender que Iglesia no es sólo la jerarquía, se refiere a la misión de la jerarquía y la misión de todos los cristianos; misión que se concreta en dar testimonio del amor y de la justicia como se encuentran en el Evangelio. 

Se ve claramente que, con Pablo VI a la cabeza, en los sínodos de los obispos después del Vaticano II, la Iglesia demostraba su firme decisión de responder a las necesidades del ser humano en el mundo moderno. La Iglesia quería y quiere, ofrecer sus aportes a la solución de los problemas sociales.

 

El Sínodo de 1971

 

 

Demos una mirada al documento del Sínodo de 1971. En la introducción se plantea como punto de partida,  el clamor de los que padecen injusticia, y nos enseña que la acción a favor de la justicia es una dimensión constitutiva de la evangelización. Esto nos ayuda a aclarar los fines de la doctrina social, que están íntimamente ligados a la salvación y por lo tanto a la evangelización. Evangelizar es proclamar la salvación. La acción a favor de la justicia es parte de la evangelización. La doctrina social y su práctica no se pueden desligar de la evangelización. Como discípulos y misioneros no podemos olvidar esa afirmación. Si trabajamos en la evangelización debemos conocer y vivir la DSI.

 

 

La Justicia y la Sociedad Mundial

  La primera parte del documento final del sínodo de los obispos de 1971 lleva como título: La Justicia y la Sociedad Mundial. Trata allí sobre la crisis de la solidaridad universal, el derecho al desarrollo, las injusticias sin voz y  la necesidad del diálogo como la mejor forma de mediación.

 

 

Anuncio del Evangelio y Misión de la Iglesia

 

 

La parte segunda del documento del Sínodo de 1971, trata sobre el anuncio del Evangelio y la Misión de la Iglesia. Nos dice allí que la situación actual del mundo nos invita a volver al mensaje evangélico para descubrir su sentido profundo y sus exigencias. Añade que la Iglesia tiene como misión dar testimonio de la experiencia de amor y justicia contenida en el Evangelio, y que, aunque la Iglesia no ofrece soluciones concretas, susmiembros nos debemos comprometer en la búsqueda del bien común, en todos los campos.

 

El Sínodo de los obispos de 1974

 

Si en el Sínodo de 1971 se había estudiado la justicia como parte de la evangelización, en este nuevo Sínodo era conveniente profundizar en la evangelización para dar luz al tema de la promoción de la justicia.[8]

  El Papa Pablo VI tomó un año, después del Sínodo de 1974, para presentar a la Iglesia el documento final de esa reunión, que recogió los frutos de la preparación del Sínodo y de las reflexiones de los obispos. Ese documento lo publicó el Santo Padre el 8 de diciembre de 1975 con el nombre de Evangelii nuntiandi.

 

 A lo largo de todo el documento se analiza la situación del mundo. Es clara allí la sensibilidad de Pablo VI ante la persona humana de nuestro tiempo y su profundidad teológica. En ese momento se presentaba confusión entre algunos católicos sobre la orientación que debía tener su actividad apostólica; algunos pretendían dirigir la evangelización a sólo un aspecto del ser humano, el de su vida terrena, su vida en la sociedad; pensaban que debían dirigir su actividad sólo a la solución de los problemas de injusticia que aquejaban y siguen ahora aquejando al mundo. Pablo VI nos enseñó enEvangelii nuntiandiqué es evangelizar, el contenido, los medios, el espíritu de la evangelización y sus destinatarios. Como vemos,Evangelii nuntiandi lo deberíamos leer, releer y meditar todos los que en alguna forma trabajamos en grupos apostólicos.

 

La salvación y la promoción humana en la evangelización

 

 Ante la pregunta sobre cómo articular en el mensaje evangelizador  la salvación y la promoción del ser humano, – es decir, el desarrollo humano, – Evangelii nuntiandienseña que lo esencial esla revelación de Dios como Padre; mediante esa revelación se nos ofrece la salvación en Cristo, de manera gratuita, como un don de la gracia y de la misericordia de Dios (EN 27). Esta salvación es trascendente, lo cual quiere decir que no se completa en este mundo sino más allá del tiempo y de la historia. Esas características de la salvación, de ser gratuita y ser trascedente, constituyen lo esencial de la salvación.

 

¿El mensaje del Evangelio, el mensaje de salvación se dirige entonces sólo a comunicarnos cuál es el camino hacia el cielo y no tiene en cuenta las necesidades del ser humano en su vida terrena?  ¿No queda lugar a la acción del hombre y a sus necesidades terrenas? ¿Es acaso el desarrollo humano ajeno a la salvación, a la evangelización? No. Leamos de nuevo  la respuesta a esta inquietud, en el N° 29 de Evangelii nuntiandi, palabras que cita Benedicto XVI en el N° 15 de Caritas in veritate:

 

La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre.

 

De manera que entre el evangelio y la persona humana hay un diálogo, una interpelación permanente; si interrumpimos ese diálogo lo hacemos con daño para el ser humano. La Palabra, el Evangelio, nos hace preguntas todo el tiempo.Sigue asíEvangelii nuntiandi:  

 

Precisamente por eso la evangelización lleva siempre un mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar, sin la cual apenas es posible el progreso personal, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación.

 

Los lazos muy fuertes que unen la evangelización y el desarrollo humano

 

De manera que la evangelización y la promoción humana están unidas por lazos muy fuertes, como dice Pablo VI en el N° 31 de Evangelii nuntiandi donde nos explica que existen lazos, vínculos, muy fuertes

 

Vínculos de orden antropológico, (es decir que se relacionan con el ser humano en cuanto a su origen, su naturaleza, su destino) porque, el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden  teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención, que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a las que hay que combatir, y de justicia, que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico, como es el de la caridad; en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el auténtico crecimiento del hombre? (EN 31)

 

El cristianismo tiene su origen divino, en Jesucristo, Dios y hombre y por eso comprende al ser humano de manera integral y la salvación también integral, de todo el hombre. Hay que salvar a todo el hombre, no a un ser humano sin carne ni piel. Esa es la antropología cristiana, – la que interpreta al ser humano completo. Vivimos aquí, en la tierra, pero nuestro destino es la eternidad, es el Reino de Dios y el camino para llegar allá es el que nos enseña el Evangelio.

 

El progreso del ser humano, creado a imagen de Dios, no es un progreso real si sólo se busca el progreso terrenal, pero tampoco se puede ignorar al ser humano que vive en la tierra y tiene  necesidades materiales.

 

El Sínodo de 1971 trató el tema de la salvación y el progreso humano, en el sentido de que todo el mensaje evangélico  va junto con el progreso del ser humano.  No debemos separar el progreso humano de la evangelización, como si no tuvieran nada qué ver.

 

Jesús, el hombre según el diseño de Dios

 

La fe cristiana exige que la sociedad se construya según el designio de Dios. ¿Y, dónde encontramos el modo de realizar ese diseño de Dios? En Jesús, el hombre perfecto, que es el camino, la verdad y la vida; y a Jesús lo encontramos en su Palabra, en el Evangelio. Allí encontramos al hombre como Dios lo quiere. Es muy bello comprender que cuando se habla del desarrollo integral, como la Iglesia lo pide, está pidiendo el desarrollo para que el ser humano llegue a ser el ser humano según los designios, el diseño de Dios. No es posible imaginar a una persona humana con un diseño mejor que el que salió de la creatividad de Dios.

 

No se puede pensar en un progreso humano que sea contrario al designio, al plan de Dios. El modelo perfecto de ejecución del plan de Dios se realizó en Jesucristo, Dios y hombre. En la tierra vivió como hombre: sintió hambre, sed, cansancio, trabajó para sostenerse y contribuir con su trabajo al bienestar de otros. Pensó en el hambre de los demás: por eso multiplicó los panes y los peces y preparó el pescado a los Apóstoles que regresaban luego de una dura faena de pesca, como narra San Juan en ese bello pasaje de Jesús Resucitado, a orillas del mar de Galilea (Jn 21). 

 

A Jesús lo vieron sus vecinos como un ser humano común y corriente casi toda su vida. Así quiso  que lo conocieran las personas que vivieron con él en su pueblo: simplemente como el hijo de María, como el hijo de José, como el carpintero. Por eso quedaron perplejos cuando, en el comienzo de su vida pública se presentó en la sinagoga de Nazaret, ya no más como otro de los habitantes del pueblo, sino como el Mesías anunciado (Lc 4, 16-23).

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

 

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Hernán Vergara Delgado, Soberanía de la fe” (1996)  2° edición octubre 2006,  Pg 21, publicado por la Comunidad Humanae vitae, humanaevitae@cable.net.co

[2] E.N. 29: AAS 68 (1976), 25.

[3] Ibíd., 31: l.c., 26.

[4] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41: l.c., 570-572.

[5] Ibíd.; Id., Carta enc. Centesimus annus, 5. 54: l.c., 799. 859-860.

[6]Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 47-52: AAS 58 (1966), pp. 1067-1074; Pablo VI, Encicl. Humanae vitae: AAS 60 (1968), pp. 481-503.

[7] Cf Reflexión 148, Caritas in veritate (VII)

[8] Cf Ildefonso Camacho, S.J., Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, PG425ss