Reeflexión 168 – Caritas in veritate (6)

Escuche estas Reflexiones en vivo en Radio María los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente; en la columna de la derecha, las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.


Utilice los
Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como la Constitución Gaudium et Spes, algunas encíclicas como: Populorum progressio, Deus caritas est, Spe salvi, Caritas in veritate, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.

Haga clic a continuación para orar todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso: Orar frente al computador, con método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses. Lo encuentra aquí también entre los enlaces.

La caridad criterio supremo y universal de toda la ética social

Repasemos lo que hemos aprendido del número 2 de Caritas in veritate.

La caridad está en el corazón de la DSI, en torno al principio caridad en la verdad gira toda la doctrina de la Iglesia sobre la justicia y la sociedad, es decir sobre nuestras relaciones personales y sociales, sobre nuestras relaciones individuales con otras personas y con los grupos e instituciones que conforman la sociedad. Si esto lo llevamos a la práctica tiene implicaciones muy importantes. Si nuestras relaciones con los demás giran en torno a la caridad, a la justicia y a la verdad viviremos en armonía, en paz.

Es importante que consultemos lo que el Compendio de la DSI nos enseña sobre el papel de la práctica de la caridad según la DSI. Podremos así confirmar que la DSI se caracteriza por la continuidad y al mismo tiempo la renovación; ha estado siempre orientada por la luz perenne del Evangelio y está constantemente atenta a la evolución de la sociedad.[1] Después de presentar los principios de la DSI,[2] el Compendio trata sobre los valores fundamentales de la vida social: la verdad, la libertad y la justicia, y explica la relación que hay entre los principios y los valores.[3] Allí podemos ver la importancia primordial de la caridad.

En el N° 204 nos enseña el Compendio de la DSI:

Entre las virtudes en su conjunto y, especialmente entre las virtudes, los valores sociales y la caridad, existe un vínculo profundo que debe ser reconocido cada vez más profundamente. La caridad, a menudo limitada al ámbito de las relaciones de proximidad, o circunscrita únicamente a los aspectos meramente subjetivos de la actuación en favor del otro, debe ser reconsiderada en su auténtico valor de criterio supremo y universal de toda la ética social. De todas las vías, incluidas las que se buscan y recorren para afrontar las formas siempre nuevas de la actual cuestión social, la « más excelente » (1 Co 12,31) es la vía trazada por la caridad.

No podemos pasar por alto la afirmación de la DSI, según la cual, la caridad es el criterio supremo y universal de toda la ética social.

Relación de la caridad con la verdad, la justicia y la libertad

Dice el Compendio en los Nos 205-207:

205. Los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, nacen y se desarrollan de la fuente interior de la caridad

Qué bien concuerda esta afirmación con la unión íntima de la caridad y la verdad, como la presenta Benedicto XVI. Fijémonos bien en esta afirmación: la fuente de los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, dice el Compendio, es la caridad

la convivencia humana resulta ordenada, fecunda en el bien y apropiada a la dignidad del hombre, cuando se funda en la verdad; cuando se realiza según la justicia, es decir, en el efectivo respeto de los derechos y en el leal cumplimiento de los respectivos deberes; cuando es realizada en la libertad que corresponde a la dignidad de los hombres, impulsados por su misma naturaleza racional a asumir la responsabilidad de sus propias acciones; cuando es vivificada por el amor, que hace sentir como propias las necesidades y las exigencias de los demás e intensifica cada vez más la comunión en los valores espirituales y la solicitud por las necesidades materiales.[4] Estos valores constituyen los pilares que dan solidez y consistencia al edificio del vivir y del actuar: son valores que determinan la cualidad de toda acción e institución social.

Relación de la caridad con la justicia

La relación de la caridad con la justicia la explica el Compendio de la DSI en el 206:

La caridad presupone y trasciende la justicia: (no puede haber caridad si no está acompañada de la justicia) esta última « ha de complementarse con la caridad ».[5] Si la justicia es « de por sí apta para servir de “árbitro” entre los hombres en la recíproca repartición de los bienes objetivos según una medida adecuada, el amor en cambio, y solamente el amor (también ese amor benigno que llamamos “misericordia”), es capaz de restituir el hombre a sí mismo ».[6] Estas últimas son palabras de Juan Pablo II en Dives in misericordia. Dice en esta encíclica, en el N° 14, que La auténtica misericordia es por decirlo así la fuente más profunda de la justicia. El N° 206 del Compendio, que estamos leyendo, continúa así:

No se pueden regular las relaciones humanas únicamente con la medida de la justicia: « La experiencia del pasado y de nuestros tiempos demuestra que la justicia por sí sola no es suficiente y que, más aún, puede conducir a la negación y al aniquilamiento de sí misma… Ha sido ni más ni menos la experiencia histórica la que entre otras cosas ha llevado a formular esta aserción: summum ius, summa iniuria ».[7]

Esa frase del orador latino Marco Tulio Cicerón, summum ius, summa iniuria, que se ha convertido en una regla del derecho, quiere decir que la justicia llevada al extremo se puede convertir en una gran injusticia. En cristiano significa que, la aplicación de la justicia tiene que estar moderada por la misericordia. Así continúa el Compendio de la DSI:

La justicia, en efecto, « en todas las esferas de las relaciones interhumanas, debe experimentar, por decirlo así, una notable “corrección” por parte del amor que —como proclama San Pablo— “es paciente” y “benigno”, o dicho en otras palabras, lleva en sí los caracteres del amor misericordioso, tan esenciales al evangelio y al cristianismo ».[8]

Con mucho provecho podemos complementar nuestro estudio sobre la relación del amor y la justicia, con la lectura de la encíclica Dives in misericordia, de Juan Pablo II. Les sugiero leer desde el N° 12, que lleva por título ¿ Basta la justicia ?

La caridad da forma, articula entre sí a las demás virtudes

El Compendio se extiende en la explicación de la relación de la caridad con la justicia en el 207:

Ninguna legislación, ningún sistema de reglas o de estipulaciones lograrán persuadir a hombres y pueblos a vivir en la unidad, en la fraternidad y en la paz; ningún argumento podrá superar la llamada de la caridad. Sólo la caridad, en su calidad de « forma virtutum »,[9] puede animar y plasmar la actuación social para edificar la paz, en el contexto de un mundo cada vez más complejo.

Sólo la caridad, en su calidad de forma virtutum… El Catecismo en el N° 1827 nos explica qué significa que la caridad sea forma virtutum, la forma de las virtudes, la que da forma a las demás virtudes, cuando dice que la caridad articula, ordena entre sí a todas las virtudes, que la caridad asegura y purifica nuestra facultad de amar, la eleva a la perfección sobrenatural del amor divino.

Estas enseñanzas nos convencen cada día más de que, si el Evangelio, con su mensaje central del amor no llega a los que manejan la política y la economía, los problemas de pobreza y de inequidad en el mundo no se van a resolver. Leamos cómo sigue el Compendio en el mismo N° 207:

Para que todo esto suceda – (edificar la paz, en el contexto de un mundo cada vez más complejo) – es necesario que se muestre la caridad no sólo como inspiradora de la acción individual, sino también como fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos. En esta perspectiva la caridad se convierte en caridad social y política: la caridad social nos hace amar el bien común [10] y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une.

La caridad social y la caridad política

En su momento veremos la enorme importancia que el tema del bien común tiene en la encíclica Caridad en la verdad. Terminemos esta reflexión del Compendio con la lectura del N° 208, que nos ayudará a comprender por qué la DSI tiene qué decir en la política, ante la necesidad de renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos. Nos viene muy bien tener esto claro en vísperas de las elecciones:

La caridad social y política no se agota en las relaciones entre las personas, sino que se despliega en la red en la que estas relaciones se insertan, que es precisamente la comunidad social y política, e interviene sobre ésta, procurando el bien posible para la comunidad en su conjunto. En muchos aspectos, el prójimo que tenemos que amar se presenta « en sociedad », de modo que amarlo realmente, socorrer su necesidad o su indigencia, puede significar algo distinto del bien que se le puede desear en el plano puramente individual: amarlo en el plano social significa, según las situaciones, servirse de las mediaciones sociales para mejorar su vida, o bien eliminar los factores sociales que causan su indigencia. La obra de misericordia con la que se responde aquí y ahora a una necesidad real y urgente del prójimo es, indudablemente, un acto de caridad; pero es un acto de caridad igualmente indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria, sobre todo cuando ésta se convierte / en la situación en que se debate un inmenso número de personas y hasta de pueblos enteros, situación que asume, hoy, las proporciones de una verdadera y propia cuestión social mundial.

Me parece muy interesante y digno de ahondar en esta idea de que intervenir en política en procura de del bien de la comunidad puede constituir un acto de caridad. Habla la doctrina social de caridad social y política. Y esto de que es un acto de caridad igualmente indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria…

El más grande regalo que nos ha hecho Dios

Otra lección que hemos aprendido en la introducción de la encíclica Caridad en la verdad es que el Amor es el más grande regalo que nos ha hecho Dios. Él nos ama con amor infinito al crearnos a su imagen y semejanza nos dotó de la capacidad de amar y de ser amados. No hay nada más grande.

Nos enseña también la encíclica desde su introducción, que toda nuestra vida debe estar dirigida por la Caridad, por el Amor: toda nuestra vida quiere decir toda, sin excusas para dejar resquicios a nuestro egoísmo: nuestra vida personal, familiar, de trabajo, en el cumplimiento de nuestros deberes comunitarios y con la sociedad debe estar dirigida por el amor. No sólo debemos practicar el amor en lo grande; también en las pequeñas cosas. No sólo el asesinato y el secuestro son faltas contra el amor; el irrespeto a los demás y a sus bienes, por ejemplo, es una señal de que no se practica la caridad. Y se falta al respeto de mil maneras…

El amor hace creíble nuestra fe

En el contexto social y cultural en que se desenvuelve nuestra sociedad, – en el que se pretende relativizar la verdad, – la práctica de la Caridad, – nuestro Amor, adquiere una enorme dimensión, porque hace creíble nuestra verdad. Ahora cada quien quiere construir su propia verdad. Hoy les encantan frases como que no hay verdades absolutas, que nadie es dueño de la verdad…Aquella frase del Evangelio: Por sus frutos los conoceréis, va muy bien con esta idea de Caridad en la verdad: nuestra caridad, nuestro amor hace creíble la fe que decimos profesar. No hay mejor testimonio de nuestra fe que la práctica de la caridad en la verdad. Si amamos en la verdad, – es decir, de verdad, – quiere decir que hay coherencia entre nuestras creencias y nuestra vida.

San Juan en el capítulo 4, versículo 20 de su primera carta, advierte que si alguien dice que ama a Dios y no ama a sus hermanos es un mentiroso: Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Un amor sólo de palabra es una fe apenas de fachada. También en su primera carta, 3,18 nos exhorta San Juan: Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad.

La “economía” de la caridad

Continuemos la lectura del N° 2 de la Introducción de Caritas in veritate. Dice así Benedicto XVI:

Soy consciente de las desviaciones y la pérdida de sentido que ha sufrido y sufre la caridad, con el consiguiente riesgo de ser mal entendida, o excluida de la ética vivida y, en cualquier caso, de impedir su correcta valoración. En el ámbito social, jurídico, cultural, político y económico, es decir, en los contextos más expuestos a dicho peligro, se afirma fácilmente su irrelevancia para interpretar y orientar las responsabilidades morales. De aquí la necesidad de unir no sólo la caridad con la verdad, en el sentido señalado por San Pablo de la «veritas in caritate» (Ef 4,15), sino también en el sentido inverso y complementario, de «caritas in veritate». Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad. De este modo, no sólo prestaremos un servicio a la caridad, iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza a la verdad, mostrando su capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social. Y esto no es algo de poca importancia hoy, en un contexto social y cultural, que con frecuencia relativiza la verdad, bien desentendiéndose de ella, bien rechazándola.

El Papa nos advierte que, cuando se habla de caridad, de amor, no todos entienden lo mismo; hay desviaciones en el modo de comprender el amor, desviaciones que conducen a que pierda su verdadero sentido, a que el amor se entienda mal, se valore mal y aun se excluya de la práctica en lo social, lo jurídico, lo cultural, lo político y lo económico.

A veces nos quedamos en la teoría, de manera que veamos algunos casos particulares sobre una comprensión del amor cuando se aleja de la verdad.

Caridad sin justicia es caridad sin verdad

Es perfectamente lícito que en las empresas se busquen ganancias legítimas y justas, pero eso no excluye la práctica de la caridad y de la justicia en la administración de esas empresas. Caridad sin justicia es un contrasentido; sería una caridad sin verdad. Aun en el extremo de tener que prescindir justamente de los servicios de un trabajador, ese proceso no sólo debe manejarse con justicia sino también con caridad. Hay jefes no sólo fríos en la administración del personal sino déspotas; pareciera que para su satisfacción como jefes necesitaran humillar a los demás. En los demás ámbitos señalados por el Papa: el social, el jurídico, el cultural, el político y el económico se podrían citar casos prácticos parecidos. En todos ellos, se trata a la caridad como si fuera irrelevante, sin importancia para interpretar y orientar las responsabilidades morales. Como si en la administración de lo privado y de lo público y aun en la misma administración de la Iglesia, sólo se debieran tener en cuenta las normas, y la caridad estuviera en el lugar equivocado…

Caridad en el chiste social…

En otro campo, pensemos en algo que se podría pensar que es trivial, cuando se trata del ambiente de la cultura: sin duda el campo de la comedia y de la caricatura pertenecen al ambiente cultural; bien, en esas actividades, como en la práctica del chiste social, también se debe practicar la caridad, el amor, porque con frecuencia los que practican esas actividades, amparados en la libertad de expresión, se llevan por delante los sentimientos de los demás; parece que el criterio para que una expresión considerada artística, cómica o literaria se considere aceptable, es que sea capaz de hacer reír a los demás, sin tener en cuenta si se ofende a otro.

La práctica de la caridad, del amor, no se puede circunscribir solamente a la ayuda a nuestros hermanos necesitados; esa caridad es muy importante y es el “tiquete” para entrar al reino de los cielos (Venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre…), pero el amor tiene que penetrar toda nuestra vida, sea social, política, económica, o de trabajo o, hasta nuestra vida religiosa. No es suficiente ni coherente, dar una limosna ocasional y en la empresa o en la casa tratar con injusticia o irrespeto a quien nos presta un servicio, como sucede con frecuencia.

Volvamos a leer el párrafo de la encíclica Caritas in veritate en el que Benedicto XVI nos invita a ahondar en el sentido de caridad en la verdad:

Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad. De este modo, no sólo prestaremos un servicio a la caridad, iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza a la verdad, mostrando su capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social.

Hagamos un esfuerzo por comprender estas palabras: Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad.

De manera que debemos esforzarnos en la búsqueda y expresión de la verdad en la práctica de la caridad. Menciona el Papa la “economía” de la caridad.

¿Qué es la economía de la caridad?

En el lenguaje de la teología, cuando se utiliza el término “economía”, por ejemplo economía de la salvación, se refiere al plan salvífico de Dios para los seres humanos, revelado especialmente en Jesucristo. Cuando se habla de la economía de un país, se trata de la administración de los bienes, de los recursos que tiene y puede conseguir para su desarrollo y la satisfacción de las necesidades de sus habitantes. Podemos decir que la economía de la salvación es la manera como se desarrolla el plan salvífico de Dios, como se manifiesta en la historia de la salvación, en la cual aparece la sabiduría y bondad de Dios guiando a su pueblo y proporcionándole los medios para llegar a la meta final.

Entonces, la economía de la caridad es la manera como Dios entiende la práctica del amor, en su plan para la humanidad. Podemos decir que la historia de la salvación es la historia del amor misericordioso de Dios. Jesucristo en su predicación, y especialmente con su vida nos enseñó cómo debemos entender el amor, que proclamó como su mandamiento nuevo, por cuya práctica el mundo reconocerá a sus seguidores. Esa es la caridad que debemos practicar como cristianos, la caridad, el amor capaz de comprometerse, de entregarse, como el amor de Dios, expresado en la creación y la encarnación, la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo; no una caridad reducida solo a un sentimentalismo y apenas expresada en palabras.

El Papa nos dice que en la práctica de la caridad se debe expresar la verdad, es decir que la práctica de la caridad tiene que estar de acuerdo con la verdad. Y añade que a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad. No es un juego de palabras; el Papa como profundo teólogo, integra la fe y la razón. En los números siguientes amplía la encíclica estas ideas.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a:

reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia N° 85

[2] Los principios de la DSI son: el destino universal de los bienes, el de subsidiaridad, el deber y derecho de la participación en la comunidad civil, el principio de solidaridad

[3] Los valores esenciales son: la verdad, la libertad, la justicia, el amor. Cf Compendio de la DSI, N° 197

[4] Cf Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris, 265-266

[5] Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, N° 10

[6] Juan Pablo II, Carta enc. Dives in misericordia, 14

[7] Juan Pablo II, ibídem, 12 y Cicerón, De officiis, 1.10.33

[8] Juan Pablo II, Dives in misericordia, 14; Catecismo de Iglesia Católica, 2212

[9] Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q.23, a 8, Catecismo de la Iglesia Católica, 1827

[10] Cf Pablo VI, Discurso en la sede de la FAO, en el XXV aniversario de la institución (16 de noviembre de 1970)