REFLEXIÓN 93

Abril 3 2008

Compendio Doctrina Social de la Iglesia N° 72

¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia?

Vamos a comenzar hoy la segunda parte del Capítulo II del Compendio. Recordemos que el título general de este capítulo segundo es Misión de la Iglesia y Doctrina Social.

En la primera parte de este capítulo, estudiamos ya la relación que tiene la Doctrina Social con el fin para el cual Jesucristo fundó a su Iglesia, que no es otro que la salvación, por medio de la Evangelización.

La segunda parte de este capítulo trata sobre La Naturaleza de la Doctrina Social. Es decir, ¿de qué clase de doctrina, de qué clase de conocimientos se trata?

Si logramos comprender la naturaleza, es decir, qué es y qué no es la D.S.I. nos vacunamos contra las ideologías, que son corrientes del pensamiento que buscan soluciones en los campos de la economía y de la política, basadas en posiciones de derecha o de izquierda. La D.S.I. no se basa en el pensamiento político ni de la derecha ni de la izquierda. Vamos a poner atención a esta parte, fundamental para nuestro conocimiento de la D.S. Comencemos por leer el N° 72 del Compendio de la D.S.I. Leámoslo primero completo, y luego nos detendremos en el estudio de algunas palabras o conceptos que pueden ofrecer dificultad. Dice así el N° 72:

Naturaleza de la Doctrina Social

a) Un conocimiento iluminado por la fe

72 La doctrina social de la Iglesia no ha sido pensada desde el principio como un sistema orgánico, sino que se ha formado en el curso del tiempo, a través de las numerosas intervenciones del Magisterio sobre temas sociales. Esta génesis explica el hecho de que hayan podido darse algunas oscilaciones / acerca de la naturaleza, el método y la estructura epistemológica de la doctrina social de la Iglesia. Una clarificación decisiva en este sentido la encontramos, precedida por una significativa indicación / en la «Laborem exercens»,[1] en la encíclica «Sollicitudo rei socialis»: la doctrina social de la Iglesia «no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral».[2] No se puede definir según parámetros socioeconómicos. No es un sistema ideológico o pragmático, que tiende a definir y componer las relaciones económicas, políticas y sociales, sino una categoría propia: es « la cuidadosa formulación / del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad / y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia / con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en consecuencia / la conducta cristiana ».[3]

De manera que la Doctrina Social se ha formado en el curso del tiempo, no se pensó desde el principio como un sistema orgánico. Leamos de nuevo las palabras del Compendio:

La doctrina social de la Iglesia no ha sido pensada desde el principio como un sistema orgánico, sino que se ha formado en el curso del tiempo, a través de las numerosas intervenciones del Magisterio sobre temas sociales.

Un libro oficial de la Iglesia

Cuando uno toma el Compendio de la D.S.I., encuentra toda la doctrina social organizada. Es que este libro es el resultado de un grupo de trabajo que, por encargo del Santo Padre Juan Pablo II, asumió el reto de presentar de manera completa, sistemática, aunque sintética, resumida, la enseñanza social de la Iglesia. Por eso el libro tiene el nombre de Compendio, porque es una exposición breve, de lo sustancial de la D.S.I. El equipo de trabajo que preparó el libro tomó los aspectos teológicos, filosóficos, morales, culturales y pastorales más importantes de las enseñanzas de la Iglesia en relación con las cuestiones sociales y los presenta iluminados por el Evangelio, bajo la guía del Magisterio y de la Tradición.

Antes de que existiera esta obra, existían libros que trataban estos temas, – escritos por expertos, pero no un libro oficial de la Iglesia que tomara la Sagrada Escritura y los documentos producidos por los Papas, los Obispos y por la reflexión teológica, es decir el, por el fruto del estudio de los teólogos, y que presentara todo ese rico tesoro doctrinal de manera estructurada, organizada. No existía un libro oficial así.[4]

Nos dice el Compendio, como acabamos de leer, que la doctrina social se ha formado en el curso del tiempo, a través de las numerosas intervenciones del Magisterio sobre temas sociales.

Es muy importante tener presente que la D.S.I. no apareció como resultado de una junta de sabios que se reunieron a pensar sobre cuál debe ser la doctrina católica sobre las cuestiones sociales. La D.S.I. es el resultado de la reflexión que, a la luz de la Escritura y de la tradición hace la Iglesia, sobre la vida del hombre en la sociedad. La Iglesia, en este caso está representada por el Magisterio; el Papa, los Obispos, – especialmente a través del Concilio Vaticano II, – las Conferencias Episcopales como las de América Latina reunidas en Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida. También los laicos han hecho aportes en esas Conferencias. El Magisterio de la Iglesia, representado por sus diversas instancias, ha ido respondiendo a las inquietudes de la sociedad, sacudida por los problemas sociales. La D.S.I. es entonces, el resultado de la meditación,- a la luz del Evangelio y de la Tradición, – sobre los problemas de la vida del hombre en la sociedad. La enseñanza social de la Iglesia nace cuando se encuentran: el mensaje evangélico y sus exigencias, con los problemas que surgen en la vida de la sociedad, para orientar la conducta del cristiano.

No se trata de una meditación realizada en unos retiros espirituales, en una semana o un mes dedicado a pensar en fórmulas de solución para los problemas de la humanidad. La D.S.I. se ha ido formando a lo largo del tiempo, como respuesta a los interrogantes sobre los problemas que van surgiendo en la vida en sociedad. En esas situaciones, la Iglesia se pregunta: frente a esta o a aquella situación particular ¿qué orientación nos dan los criterios basados en el Evangelio? Según esos criterios ¿cuál debe ser mi comportamiento? Por ejemplo, frente a la injusticia laboral, frente al desplazamiento de familias que huyen de la violencia, frente a la corrupción, la guerra, frente a la sistemática campaña contra el matrimonio y la familia, frente a esas situaciones, ¿cuál debe ser el comportamiento del cristiano, según las enseñanzas de la Sagrada Escritura y la Tradición? ¿Qué posición debo asumir para ser coherente con mi fe?

Mi posición como cristiano frente a los problemas sociales

La D.S.I. nos ofrece los criterios que deben formar nuestra conciencia, a la luz del Evangelio. Es de allí de donde sale la D.S.I.: del Evangelio. En esta época difícil, a veces confusa, para saber cómo vivir de acuerdo con la fe, la D.S.I. nos ofrece orientación que se basa en criterios extraídos del Evangelio. Y claro, tenemos que estar preparados, porque los criterios que a nosotros, católicos, nos deben guiar, no siempre coinciden con los que se promueven a través de los partidos y movimientos políticos y de los medios de comunicación; criterios que se venden como lo conveniente, como lo actual. Lo demás, nos dicen, es vivir en el pasado, cuando no lo tildan de estar viciado de fundamentalismo. Sabemos bien que lo fundamental no lo podemos quitar simplemente porque es lo que ahora dice la palabra de los hombres, que es como la arena; no es firme, cambia, se la lleva el viento y el edificio construido sobre arena se cae…

Podemos entonces decir que, de la reflexión de la Iglesia sobre el hombre y su vida en la sociedad terrena, a la luz del Evangelio, se ha ido conformando lo que Juan Pablo II llamó un cuerpo doctrinal, que es la D.S. católica, la que de forma organizada nos entrega el libro Compendio de la D.S.I. A la D.S. así organizada la llamó cuerpo doctrinal, Juan Pablo II, porque no es simplemente una lista de ideas teóricas, sueltas, sino un conjunto coherente de conceptos, de criterios, de principios, con una estructura firme. Nada más coherente y firme que la Palabra de Dios.

Como hemos visto, Juan Pablo II en la encíclica Sollicitudo rei socialis nos enseña que la D.S.I. ha ido tomando forma poco a poco, a medida que la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, lee, interpreta, los hechos como se van presentando en la historia.

Una Doctrina nunca definitiva

Podemos así comprender que la D.S., como nos va llegando, nunca está terminada, no está completa ni es definitiva, porque se va renovando con la ayuda del Espíritu Santo, a medida que la Iglesia va interpretando los hechos nuevos de la historia, a la luz del Evangelio. Las situaciones del hombre en la historia han ido cambiando. La sociedad ha ido tomando caminos distintos en su desarrollo. Hay una enorme diferencia en la relación entre las personas que vivieron en la Edad Media y la relación que vivieron en la época de la revolución industrial y luego en las sociedades comunistas o capitalistas. Las nuevas situaciones van pidiendo respuestas nuevas, basadas, eso sí, en principios y criterios firmes que no cambian. Por eso, desde el punto de vista práctico, al leer los documentos de la D.S.I., hay que tener en cuenta el momento histórico en que fueron escritos. Muchas veces el Magisterio respondía en esos documentos a problemas particulares de la época.


Principios permanentes y afirmaciones provisionales


Tengamos presente que los documentos que conforman la D.S.I. contienen
principios permanentes, que no van a cambiar; e igualmente pueden contener afirmaciones provisionales, que tienen que entenderse en su contexto histórico, y que se van renovando según la época e incluso las regiones. Claro que cuando hablamos de esa parte provisional de la D.S.I., no nos referimos a dogmas, ni a doctrinas de fe, ni a principios permanentes, como por ejemplo la dignidad de la persona y la libertad, que obviamente, no cambian.


Una doctrina viva


Una manera de comprender esta renovación de la D.S.I., es que estos cambios se van dando como un desarrollo. Análogamente a un ser vivo que crece manteniendo su identidad sustancial, la doctrina social se desarrolla, manteniéndose siempre fiel a la verdad revelada; la Iglesia va aclarando, determinando cada vez más los contenidos implícitos de su doctrina, ante situaciones nuevas”.[5]

Para comprender este perfeccionamiento de la D.S.I., en el tiempo, podemos hacer un rápido recorrido de algunas encíclicas sociales, desde la Rerum Novarum de León XIII, escrita en 1.891,- como respuesta a las injusticias que surgieron con la llamada revolución industrial,- hasta las encíclicas de Juan Pablo II. Podemos ver así un giro en la presentación de la D.S., de acuerdo con la misión universal de la Iglesia; doctrina que se ha ido renovando, para responder a situaciones nuevas que el hombre debe enfrentar. A estas situaciones se refiere la constitución Gaudium et Spes cuando habla de los signos de los tiempos, que son los acontecimientos que nos van indicando la presencia y los planes de Dios. La Iglesia tiene que ir descifrando, entendiendo los planes de Dios, como van apareciendo en los acontecimientos en la historia, y comparar la respuesta que da la sociedad a esos signos, con la que el Evangelio espera.

Respuestas iluminadas por el Evangelio

Nos enseña la Iglesia, que la respuesta a las incógnitas que nos presenta el mundo, la tenemos que buscar iluminados por la luz del Evangelio. Allí, en el Evangelio, encontraremos también los valores perennes, los que no cambian, los que son siempre actuales, como la dignidad del hombre; y los criterios que deben guiar nuestra conducta y el sentido de nuestro trabajo en el universo.

Es importante que comprendamos bien, cómo la D.S. es una manifestación de la vocación que tiene la Iglesia, de ser Madre y Maestra, de ser evangelizadora, al ir presentando el pensamiento cristiano sobre los problemas sociales, como un conjunto coherente, que es la D.S.I.


Acabamos de reflexionar sobre la primera parte del N° 72 que dice:

La doctrina social de la Iglesia no ha sido pensada desde el principio como un sistema orgánico, sino que se ha formado en el curso del tiempo, a través de las numerosas intervenciones del Magisterio sobre temas sociales.


Ahora podemos continuar y vamos a entender bien lo que dice el siguiente párrafo. Lo que nos quede pendiente lo estudiaremos luego. Leámoslo:

Esta génesis explica el hecho de que hayan podido darse algunas oscilaciones acerca de la naturaleza, el método y la estructura epistemológica de la doctrina social de la Iglesia. Una clarificación decisiva en este sentido la encontramos, precedida por una significativa indicación / en la « Laborem exercens »,[6] en la encíclica «Sollicitudo rei socialis»: la doctrina social de la Iglesia «no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral».[7] No se puede definir según parámetros socioeconómicos. No es un sistema ideológico o pragmático, que tiende a definir y componer las relaciones económicas, políticas y sociales, sino una categoría propia: es «la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión / sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial.

Dudas, titubeos, vacilaciones…

Entonces, como la D.S. católica ha sido el resultado de la meditación de la Iglesia, a lo largo de los años, sobre los acontecimientos cambiantes en la historia del hombre y su vida en sociedad, – meditación a la luz del Evangelio, – es humano que se hayan presentado en el tiempo dudas, titubeos, oscilaciones, – las llama el Compendio, – sobre la naturaleza, sobre el método de la D.S.I. No se refiere a dudas sobre los criterios permanentes. Ahora, con las intervenciones de los Papas, desde León XIII hasta Juan Pablo II y Benedicto XVI, tenemos mucha más claridad sobre la D.S.I.

El pensamiento sistemático de la D.S.I. empezó como respuesta a la Revolución Industrial

Para que comprendamos bien este asunto sobre el desarrollo de la D.S., vayamos al año 1.891, cuando León XIII escribió su encíclica Rerum Novarum. Ya en los inicios del siglo XVIII, el problema social había ido adquiriendo nuevas dimensiones. Con la revolución industrial comenzó un cambio, que significó la transformación de los sistemas de trabajo en las fábricas, y al mismo tiempo la transición a una economía que desde entonces se desarrolla, principalmente, en las zonas urbanas: Inglaterra primero, y luego los otros países de Europa, fueron cambiando de países agrícolas a países industrializados. Se considera que el invento que revolucionó la industria fue el de la máquina de vapor. Este invento y los demás inventos mecánicos que le siguieron, trajeron como consecuencia la utilización a gran escala del hierro, y el reemplazo de la madera por el carbón mineral. Antes el combustible utilizado era básicamente la madera.

Esta transformación de la industria, tuvo como consecuencia que se multiplicara la capacidad de producción de artículos manufacturados, y el enorme crecimiento del comercio. Como la sociedad experimentó un cambio profundo, la Iglesia tenía que orientar al mundo cristiano, para que esos nuevos caminos del desarrollo, fueran humanos y justos. Comenzó así la presentación sistemática del pensamiento cristiano sobre la realidad social, y el Papa León XIII expuso, en su encíclica Rerum Novarum, las ideas cristianas sobre el problema social de su tiempo. En esta forma se inició y continúa hasta hoy / la enseñanza de la Iglesia, por medio de encíclicas pontificias sobre temas sociales. Esto significó un cambio grande / en la manera de llevar el mensaje evangélico, como vamos a ver.

Los cambios en la sociedad, hasta esa época no habían sido tan drásticos. Por eso, las enseñanzas de la Iglesia se habían orientado hasta entonces, sobre todo a hacer comprender qué es la Iglesia en el mundo, como sociedad perfecta, fundada por Jesucristo para nuestra salvación por medio de la evangelización. El enorme cambio en el funcionamiento de la sociedad,- por la revolución industrial,- llevó a la Iglesia a asumir una actitud y una presencia de servidora, una relación entre la Iglesia y el mundo, marcada por su carácter misionero, de evangelización, no sólo en las tierras de infieles. Ya entonces, como nos pasa ahora, se vio la necesidad de una nueva evangelización. No sólo la Iglesia tenía que llevar el Evangelio a los países lejanos. Se palpó la necesidad de Evangelizar también a los cristianos. Se empezó a comprender que la responsabilidad del cristiano de llevar la fe a quienes no conocen a Dios, se extiende también a hacernos comprender que, en nuestra sociedad, que se supone cristiana, debemos vivir la fe de acuerdo con el Evangelio, en las relaciones humanas.[8] No en vano decimos que en nuestra época Europa y América, igual que el resto del mundo, son territorios de misión. Necesitamos una nueva evangelización. Recibimos la fe por el bautismo, pero no vivimos de acuerdo con ella.

Una consecuencia negativa de la revolución industrial, fue que se empezó desde entonces a tratar de imponer la concepción laica del mundo, con el establecimiento de valores que contradecían los de una sociedad que se había considerado cristiana. A los principios y valores cristianos, se anteponían los nuevos cánones que eran sólo racionales y económicos.[9] Ese mal se ha ido extendiendo y arraigando, de manera que ahora lo padecemos peor que antes, y nos lo quieren vender como un valor, como lo único válido. El dinero es el que maneja el mundo.

Lo social es parte esencial de la misión evangelizadora

Si uno recorre las encíclicas sociales, desde la Rerum novarum de León XIII hasta Centesimus annus, de Juan Pablo II, – 100 años después, – pasando por los documentos de las Conferencias Episcopales de América Latina, por ejemplo, podemos ver la confirmación de que, para la Iglesia, lo social es parte esencial de su misión evangelizadora, porque su preocupación pastoral implica una visión integral del ser humano y se siente (la Iglesia) en el deber de defender (su dignidad) la dignidad del ser humano, de denunciar cualquier violación ejercida sobre él y de orientar los cambios”[10] para que esos cambios sean humanos.

León XIII dice en la Rerum Novarum (#21) que No se ha de pensar (…) que todos los desvelos de la Iglesia / estén tan fijos en el cuidado de las almas, que se olvide de lo que atañe a la vida mortal y terrena. Esas son sus palabras. Por su parte Juan XXIII en la Mater et Magistra (# 2 y 3) dice que la doctrina de Cristo une… la tierra con el cielo, ya que considera al hombre completo, alma y cuerpo… y que, aunque la Iglesia tiene como misión principal santificar las almas / y hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo, de las necesidades que la vida diaria plantea a los hombresy nos recuerda cómo Cristo, si bien atendió principalmente a la salvación eterna del hombre, demostró que se preocupaba también por las necesidades materiales de los pueblos / y no sólo de palabra, sino con hechos, como cuando multiplicó milagrosamente los panes, para satisfacer el hambre de la muchedumbre (M et M # 4 ).

La D.S. el rostro humano, compasivo, amoroso de la Iglesia

De manera que el origen de la doctrina social de la Iglesia, es su preocupación por el hombre, por el hombre completo. Podríamos decir que la doctrina social, nos muestra el rostro humano, compasivo, amoroso, de la Iglesia.

La Iglesia comenzó denunciando, por medio de la encíclica Rerum Novarum, la situación calamitosa de los humildes (N° 1). El Papa Pío XI en su encíclica Quadragesimo Anno, recuerda que su antecesor León XIII asumió con toda valentía, la causa de los obreros (N° 10). Juan XXIII señala que León XIII no se limitó a predicar a los pobres la resignación, y a los ricos la generosidad, sino que no vaciló en proclamar y defender valientemente los sagrados derechos de los trabajadores. (M. et M. N° 16)[11]

Esta preocupación se fue extendiendo, hacia la defensa de los derechos del pobre, sea en la realidad del obrero, (M. et M. 68-70), del emigrante (P.P. N° 69, Oct. Adv. N° 17; Lab. Ex. N° 23), de los minusválidos (Lab. Ex. N° 22), de los campesinos (M. et M. N° 123-149), de los pueblos pobres (P.P. N° 1, M. et M. N° 157-184)… en fin, la Iglesia a través de su doctrina social muestra su preocupación por toda situación humana de marginación.[12]

En su libro Moral Social, el P.Tony Mifsud concluye así esta idea:

la preocupación por los marginados y los explotados sociales constituye una de las raíces más profundas de la Doctrina Social de la Iglesia. Juan Pablo II llega a afirmar que la causa de los marginados / confirma la misión y el servicio de la Iglesia “como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la Iglesia de los pobres.[13]

La D.S. Católica es entonces, el resultado de la reflexión de la Iglesia sobre la situación del hombre en la sociedad, a la luz del evangelio y de la tradición. Es la respuesta de la Iglesia a las angustias y las esperanzas que el hombre completo, cuerpo y espíritu, experimenta en su vida en la sociedad. La D.S.I. traducida a la vida diaria, es vivir en sociedad según los criterios del Evangelio, que son criterios de humanidad. La Iglesia es experta en humanidad.[14] Con valentía defiende siempre la dignidad del ser humano, criado a imagen de Dios, y con el mandato de “gobernar el mundo en justicia y santidad, como dice la Constitución Gaudium et Spes, en el N° 34.

Dios mediante la próxima semana terminaremos el estudio de este interesante número 72 del Compendio, que nos va aclarando cuál es la naturaleza de la D.S.I. Ya vemos por donde es la cosa: cuando estudiamos la D.S. católica no pretendemos adquirir conocimientos puramente humanos, puramente racionales. Para comprenderla, la razón tiene que ir iluminada por la fe. Se trata de un conocimiento iluminado por la fe.



 

[1] Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 3

 

[2] Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41

 

[3] Ibidem

 

[4] Para una explicación de la autoridad oficial del Compendio de la D.S.I. véase la Reflexión 3, del jueves 26 de enero, 2006, en este mismo blog. En palabras del teólogo de la Universidad Pontificia Bolivariana, P. Alberto Restrepo, a quien citamos allí: (…) en el caso de los documentos del Magisterio no todo tiene
igual valor ni es vinculante (
es decir obligatorio), en el mismo sentido. Los documentos que producen los organismos por medio de los cuales el Papa orienta a la comunidad cristiana, como es el caso del Compendio de la D.S.I. aunque no son dogmáticos en un sentido estricto, constituyen el pensamiento oficial del Magisterio de la Iglesia. Podemos pues decir, que el Compendio de la D.S.I. contiene la doctrina oficial de la Iglesia. El criterio que tenemos para valorar estos documentos es que deben ser tenidos en cuenta como el criterio más seguro para formarse los juicios de conciencia.

 

[5] Cf Fe y Razón, la Iglesia y el Capitalismo. En Internet www.feyrazon.org/capital Cita no textual.

 

[6] Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 3

 

[7] Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41

 

[8] Tony Mifsud, S.J., Moral Social, Lectura solidaria del continente, Colección de Textos Básicos para Seminarios Latinoamericanos, 2° ed., Vol. II, CELAM, Bogotá, 1998, página 19s y obras allí citadas.

 

[9] Doctrina Social de la Iglesia en América Latina, Memorias del Primer Congreso Latinoamericano de Doctrina Social de la Iglesia, Santiago de Chile, Octubre 14-19 de 1991, CELAM, segunda edición, ponencia de Jaime Rodríguez F., S.D.B.,, Pg. 766

 

[10] Mifsud, opus cit., pg. 23

 

[11] Mifsud, opus cit. Pg. 23s

 

[12] Ibidem, Pg. 24

 

[13] Mifsud,opus cit., Pg. 24, cita a Mater et Magistra N° 97-103, 144; Pacem in Terris, N° 123; Populorum Progressio, N° 65: Laborem Exercens, N° 15; Sollicitudo Rei Socialis,N° 44

 

[14] Cfr. Jaime Rodríguez F., S.D.B., profesor de sociología en la Universidad Nacional de Colombia, en su ponencia en el Congreso Latinoamericanote D.S.I. Ver obra citada, Pg. 765.