Reflexión 82 Diciembre 20 2007

ESPECIAL DE NAVIDAD

Navidad y Doctrina Social

 

La Navidad, claro está, tiene que ver con la Doctrina Social de la Iglesia. ¿Cómo no va a tener que ver, si lo que celebramos es la irrupción del Amor que se hizo presente en un Niño Pequeñito en Belén? Vino el Hijo de Dios a enseñarnos la Doctrina Social  con el testimonio de su vida, desde cuando estaba en el vientre de su Madre santísima. Recordemos la Visita de La Virgen María a su Prima Santa Isabel: con María fue también a la visita, Jesús, – aún en el vientre de su Madre, – y tan pronto las dos primas se encontraron, en el mismo saludo Isabel sintió esa presencia misteriosa que la llenó de gozo, que llenaba el ambiente, que lo llenaba todo; y no sólo ella sintió que con María Dios estaba presente, también lo sintió Juan, que era igualmente un niño por nacer, y porque lo sintió, saltó de alegría en el vientre de su madre.

 

Recordemos la escena como nos la trae San Lucas en el capítulo 1° de su Evangelio. [1]Después del anuncio más grande que se ha producido sobre la tierra, el del Ángel, en Nazaret, y de la aceptación de María de la misión maravillosa para la que Dios la escogió, continúa así su relato el evangelista:

 

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá;
entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;
y exclamando con gran voz, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído  que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”

En Ella vemos el retrato de Jesús

La respuesta de María a su prima, nos daría tema para toda una reflexión,si nos detuviéramos sólo a meditar el Magníficat. En las conferencias de Mariología Bíblica con que la doctora María Lucía Jiménez de Zitzman nos enriqueció en Radio María, nos hizo comprender que San Lucas en el Evangelio de la Infancia de Jesús, hace la presentación de las identidades de Jesús y de María, y en consecuencia, nos enseñó Lucas, cómo debemos ser nosotros, cristianos, sus seguidores. Porque la identidad del discípulo tiene que parecerse a la del Maestro. María es la primera Discípula y Creyente, y por Ella, por su personalidad, podemos entender un poquito, quién es Jesús. En Ella vemos el retrato de Jesús. La identidad de María está indisolublemente unida  a la identidad de Jesús.

En el pasaje de la Anunciación y en los que siguen, describe Lucas el retrato de María como la ve Dios, – porque El Evangelio es la Palabra de Dios revelada, – y describe también Lucas cómo se ve Ella. Porque María se retrató a sí misma en el Magnificat.

¿Cómo aparece María? ¿Cómo las reinas terrenas? No, María aparece, así canta Ella en el Magnificat, humilde, sencilla, alegre, obediente, como su Hijo, que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz; María como Él, estuvo desde el primer momento,  disponible. Así respondió al Ángel; le manifestó que estaba completamente disponible a la voluntad de Dios, y humilde y pobre de espíritu, para cumplir su misión. Se llamó a sí misma sierva del Señor.

 

Coherentes con nuestro destino

Nos explicaba la doctora María Lucía, que ser pobre, como el Evangelio nos pide, es ser desprendidos de los bienes de la tierra. Es ser coherentes con nuestro destino, que no es perecedero; es no vivir pegados a lo que un día desaparecerá. Tenemos todos la tentación de ser ricos: de tener más, y nos apegamos a lo poco o a lo mucho que ya tenemos o al deseo de tener lo que no tenemos. Es la actitud frente a las cosas, lo que nos vuelve ricos o pobres de espíritu; la actitud de ricos nos vuelve apegados a lo que se acaba, nos dejamos oprimir por la avaricia, por la inquietud de guardar, de ahorrar, de atesorar.

 

Con la D.S.I. de la Iglesia, tiene mucho que ver también nuestra actitud y comportamiento con los pobres. Ya en el A.T. dejó Dios claro, que Él hace suya la causa de los pobres, porque Él, el Señor, sabe escuchar sus súplicas. El poder opresor que aniquila, que quita los derechos a los demás  se opone al mismo Dios, en virtud de la Alianza de amor que Él hizo con los seres humanos. “Cuando yo maltrato a un ser humano, nos decía la doctora María Lucía, maltrato a Dios, porque el querer de Dios es el amor.”

 

El verdadero pobre de espíritu, se vacía de autosuficiencias y no acepta seguridades humanas que puedan coartar su libertad. Vive en la esperanza, porque siente que confía en quien no le puede fallar. Y el verdadero pobre ha ido construyendo una jerarquía de valores basada en Jesucristo. Para él, Dios es el valor máximo, y luego, enseguida, el prójimo. Eso significa amar a los demás incluyendo al enemigo, y significa perdón, y misericordia.

 

Prototipo de los pobres de Yahvé

 

Bien, sobre este tema podríamos seguir y nunca terminar. Dejemos allí esta consideración. Añadamos solamente que, como también nos explicó la doctora María Lucía Jiménez de Zitzman, los personajes que aparecen en el Evangelio de la Infancia, son auténticos pobres de Yahvé, los anawim, – como se los suele llamar, – personajes que representan lo más alto de la espiritualidad de Israel, quienes por su comunión con Dios, saben discernir los signos de los tiempos; por eso, esos pobres de espíritu, supieron ver al Salvador bajo las apariencias humildes de un niño. Ante todo la Virgen María, el prototipo de los pobres de Yahvé, y luego Simeón y Ana, y los pastores de Belén, que no se escandalizaron ante la noticia de que el Mesías había nacido en la pobreza. Discernir los signos de los tiempos, podemos decir que es sentir en nuestra vida la presencia de Dios, que se deja ver y oír igual en la alegría del arco iris o en medio de la angustia que produce la tormenta.

 

Vamos a aprovechar esta reflexión de Navidad de la mejor manera posible. Vamos a leer algunos pasajes de escritores cumbres, muy diversos. Algunos, reconocidos autores cristianos, arraigados en la fe, que escribieron sobre el Nacimiento de Jesucristo; y un autor, que fue católico, pero más tarde marxista, ateo. Se trata de Sartre, el filósofo francés. Tampoco él se pudo escapar a la atracción de Jesucristo. Como es tiempo de esperanza, de alegría, vamos a disfrutar de la presencia del Señor, el Dios del amor y la alegría.

Empecemos por leer con actitud de meditación, en nuestra intimidad, el Magnificat. Sin duda nos prepara para el gran día de la llegada del Señor. Lo encontramos en Lucas, 1,46-55

 

Lope de Vega: “Los Pastores de Belén”

Y vayamos ahora a un clásico español, Lope de Vega, ese prolífico dramaturgo, que en 1612 escribió “Los Pastores de Belén”. Leamos algunos fragmentos:

I

Nace el alba María – y el sol con ella, – desterrando la noche

 de nuestras penas. – Nace el alba clara, la noche pisa;

 del cielo la risa su paz declara; el tiempo se para – por solo vella –

 desterrando la noche – de nuestras penas.

 

Para ser señora del cielo, levanta – esta niña santa

 su luz como aurora; él canta, ella llora divinas perlas,

 desterrando la noche – de nuestras penas.

II

¿Dónde vais, zagala, – sola en el monte?

Mas quien lleva el sol – no teme la noche.

¿Dónde vais, María, – divina esposa,- madre gloriosa

De quien os cría? – ¿Qué haréis si el día – se va al Ocaso –

Y en el monte acaso – la noche os coge?

Mas quien lleva el sol – no teme la noche.

El ver las estrellas – me causa enojos,

Pero vuestros ojos – más lucen que ellas.

Ya sale con ellas – la noche oscura;

A vuestra hermosura la luz se esconde;

Mas quien lleva el sol – no teme la noche.

 

VI

Hoy al hielo nace – en Belén mi Dios, – cántale su Madre

Y él llora de amor. – Aquel Verbo santo, – luz y resplandor

de su Padre eterno, – que es quien lo engendró,

en la tierra nace por los hombres hoy, cántale su Madre

y él llora de amor.- Como fue su madre – de tal perfección,

un precioso nácar – sólo abierto al sol, – las que llora al Niño

finas perlas son. – Cántale su Madre y él llora de amor.

San Juan de la Cruz: Romances

Vayamos ahora a otro clásico de la lengua española, éste sí un santo: San Juan de la Cruz. En el Romance 7°, el Santo poeta pone a hablar al Eterno Padre con el Hijo, cuando le propone la necesidad de la Encarnación, a lo cual responde el Hijo:

Mi voluntad es tuya, – el Hijo le respondía,

y la gloria que yo tengo,

es tu voluntad ser mía.

Y a mí me conviene, Padre,

lo que tu alteza decía,

porque por esta manera

tu bondad más se vería;

veráse tu gran potencia,

justicia y sabiduría.

Irélo a decir al mundo,

y noticia le daría

de tu belleza y dulzura

y de tu soberanía.

 

En el Romance 8°, San Juan de la Cruz describe así la Anunciación:

 

Entonces llamó a un arcángel,

que San Gabriel se decía

y enviólo a una doncella

que se llamaba María,

de cuyo consentimiento

el misterio se hacía;

en la cual la Trinidad

de carne al Verbo vestía.

Y aunque tres hacen la obra,

en el uno se hacía;

y quedó el Verbo encarnado

en el vientre de María.

Y el que tenía solo Padre,

ya también Madre tenía,

aunque no como cualquiera

que de varón concebía;

que de las entrañas de ella

él su carne recebía:

por lo cual Hijo de Dios

y del hombre se decía.

Santa Teresita y una Navidad en su vida

Avancemos ahora, a algo más conocido, a SantaTeresa de Lisieux; Santa Teresita y una Navidad en su vida. En la Historia de un Alma cuenta lo que ella consideró un pequeño milagro. Era apenas una niña, Teresita; era consentida, por ser la menor de la casa y lloraba mucho. Así cuenta lo que le pasó en la Navidad de 1885.[2]

 

¡No sé cómo soñaba con la dulce ilusión de entrar en el Carmelo, cuando estaba todavía en pañales!… Fue necesario que Dios hiciese un pequeño milagro para hacerme crecer en un instante y ese milagro lo hizo un inolvidable día de Navidad. En esa noche luminosa que iluminaba las delicias de la Santísima Trinidad, Jesús, el dulce niñito de una hora, cambió la noche en mi alma en torrentes de luz.

En esa noche en que se hizo débil y capaz de sufrir por mi amor, me hizo fuerte y valiente, me revistió con sus armas. Desde esa noche bendita no fui vencida en ningún combate, sino al contrario, caminé de victoria en victoria y comencé, por decirlo así, “¡una carrera de gigante!”… (Cita aquí Santa Teresita el salmo 18, 6). La fuente de mis lágrimas se secó y en adelante brotó raras veces y difícilmente, lo que justificó aquello que se me había dicho: “Lloras tanto en tu niñez que más tarde no tendrás más lágrimas para derramar…”

Todos hemos llorado o nos hemos quejado, de pronto en exceso, algunas veces. Tenemos una patrona que nos puede ayudar a no quejarnos tanto… Si quieren conocer la anécdota completa, de la curación del llanto de la niña Teresita, la encuentran en el capítulo 5° de la Historia de un Alma.

Leamos ahora esta página de Giovanni Papini en su Historia de Cristo:[3]

Jesús nació en un establo

Un establo, un auténtico establo, no es el portal simpático y agradable que los pintores cristianos dispusieron para el Hijo de David, avergonzados casi de que su Dios hubiese yacido en la miseria y en la porquería. No es tampoco el pesebre en escayola  que la fantasía confiteril de los imagineros ha ideado en los tiempos modernos; el establo limpio y bonito, de lindos colores, con el pesebre aseadito y repulido, el borriquillo en éxtasis y el buey contrito, los ángeles encima del tejado con el festón que ondea al viento, las figuritas de los reyes con sus mantos y las de los pastores con sus capuchas, de hinojos a uno y otro lado del cobertizo. Todo eso puede ser un sueño para novicios, un lujo para párrocos, un juguete para niños pequeños…, pero no es en verdad el Establo en que nació Jesús.

Un establo, un auténtico establo, es una casa de las bestias, es la cárcel de las bestias que trabajan para el hombre. El viejo y pobre establo de los países antiguos, de los países pobres, del país de Jesús, no es el pórtico de columnas y capiteles, ni la caballeriza científica de los ricos de hoy en día, ni el belén elegante de la Nochebuena. El establo no es otra cosa que cuatro paredes toscas, un empedrado mugriento y un techo de vigas y de lajas. El verdadero establo es lóbrego, sucio, maloliente; lo único limpio en él es el pesebre, donde el amo dispone el heno y los piensos.

Los párrafos de Papini que siguen, son aún más duros. Leamos sólo algunas líneas escogidas:

Una noche, sobre esa pocilga pasajera que es la tierra… apareció Jesús, parido por una Virgen sin mancha, armado sólo de inocencia.

Los primeros en adorarlo fueron los animales y no los hombres. Buscaba Él entre los hombres a los simples, y entre los simples a los niños; más simples aún que los niños, más mansos, lo acogieron los animales domésticos. El asno y el buey, aunque humildes, aunque siervos de otros seres más débiles y feroces que ellos, habían visto a las muchedumbres postradas de hinojos ante ellos.

Se refiere Papini a la idolatría de Israel, que adoró al becerro de oro, a la idolatría de griegos, persas y romanos, que se inclinaron con reverencia antes los bueyes y los asnos. Hace una bella descripción luego, de los pastores. Oigamos sólo algunas líneas:

Los pastores antiguos eran pobres y no despreciaban a los pobres; eran simples como niños y gozaban contemplando a los niños… Pastores habían sido sus primeros reyes, Saúl y David ; pastores de rebaños antes de ser pastores de tribus… Había nacido entre ellos un pobre y ellos lo contemplaban con amor, y con amor le ofrendaban aquellas pobres riquezas…
El libro de Papini es descarnado, nos puede parecer duro en exceso. Pero estas palabras son tiernas, sobre lo que vieron los pastores:

Y apenas distinguieron en la penumbra del establo a una mujer joven y hermosa que contemplaba en silencio a su hijito, y vieron al niño con los ojos recién abiertos, sus carnes sonrosadas y finas, su boca que aún no sabía lo que era comer, se estremeció su corazón.

Sartre: el ateo que escribió sobre la Navidad

Y ahora vamos a Sartre, el marxista ateo, que escribió una obra de teatro sobre la Navidad. Encontré esta perla en la página de los jesuitas irlandeses, que nos ofrecen la manera de orar todos los días, con la Escritura, y la publicamos como enlace en el blog donde colgamos en internet estas reflexiones sobre la D.S.I.[4] El escrito es del P. Paul Andrews y he tratado de traducirlo con la mayor fidelidad. Dice así:

En el otoño de 1940 los Nazis capturaron y deportaron a Sartre, a un campo de concentración en Alemania. Antes de la Navidad, un jesuita, el P. Paul Feller, su compañero en la prisión, persuadió a Jean-Paul Sartre, que escribiera una obra de teatro sobre la Navidad  para los cristianos franceses que compartían su cautiverio. Para Sartre, bautizado católico, pero quien entonces era ateo declarado, escribir una obra de teatro sobre la Navidad iba contra sus principios, pero como gesto de solidaridad con sus compatriotas franceses, prisioneros, escribió “Barjona“, una obra de teatro en 6 cuadros.

Leamos sólo algo de esta obra, aunque bien valdría la pena leerla toda. Describe Sartre así cómo ve a María ante la presencia de Jesús recién nacido:

La Virgen, pálida, mira el Bebé. Como pintaría su rostro, sería un rostro de ansiosa admiración, como nunca antes se ha visto en un rostro humano. Porque Cristo es su hijo, carne de su carne, el fruto de su vientre. Ella lo ha llevado durante nueve meses, lo alimentará con sus pechos y su leche se convertirá en la sangre de Dios. Hay momentos en que la tentación es tan fuerte que Ella olvida que Él es Dios. Lo mece en sus brazos y le dice: “Mi chiquito”

Pero en otros momentos María se siente una extraña, y entonces piensa: Dios está allí, y se encuentra sobrecogida con estupor sagrado delante de este Dios que no habla, este infante que da miedo. Todas las madres se encuentran a veces así sorprendidas ante este fragmento de ellas mismas, su bebé. Se sienten ellas en exilio, a sólo dos pasos de esta nueva vida que ellas han creado de su propia vida y que es ahora habitada por los pensamientos de otro. Pero ningún bebé ha sido separado tan cruelmente y tan de repente de su madre, porque él es Dios, y sobrepasa todo lo que ella se pueda imaginar. Es una dura prueba para una madre sentirse avergonzada de sí misma y de su humana condición, delante de su hijo.

Pero creo que hay otros rápidos, fugaces momentos, cuando ella se da cuenta enseguida de que Cristo es su hijo, su propio bebé, y que él es Dios. Entonces lo mira y piensa: Este Dios es mi bebé, Esta carne divina es mi carne. Está hecho de mí. Tiene mis ojos, las líneas de su boca son las líneas de la mía. Se parece a mí. Es Dios y se parece a mí.”

Ninguna otra mujer ha tenido a un Dios para ella sola, un Dios pequeño, a quien ella puede abrazar y cubrirlo de besos, un Dios encarnado en un cuerpecito caliente que sonríe, que respira, un Dios a quien ella puede tocar, un Dios vivo. Y es en ese momento cuando yo pintaría a María, – si fuera yo un pintor, – y trataría de capturar el aire de radiante ternura y timidez con las cuales ella levanta su dedo para tocar la dulce piel de su bebé-Dios cuyo caliente peso siente en sus rodillas, y que sonríe.

 Hasta allí sobre Jesús y la Virgen María. ¿Y José? Dice Sartre:

Yo no pintaría a José. Mostraría sólo una sombra al fondo del establo y dos ojos luminosos. Porque no sé qué decir de José, y José no sabe qué decir de sí mismo. Él está en adoración y está feliz de adorar, y se siente un poquito fuera de lugar. Creo que sufre, aunque no lo admita. Sufre porque ve cuánto esta mujer que él ama se parece a Dios; cómo ella está ya junto a Dios. Porque Dios ha estallado como una bomba en la intimidad de esta familia. José y María están separados para siempre por esta explosión de luz. Creo que José estará durante toda su vida aprendiendo a aceptar esto.

Fue así como Jean-Paul Sartre, un hombre, ex cristiano, prisionero en un campo de concentración, vio a la Sagrada Familia. ¿Sorprende acaso, – escribe el P. Paul Andrews, – que al final haya vuelto a la fe de su bautismo?

 

Teilhard de Chardin: Jesús cima de la perfección humana y cósmica

 

Vamos a terminar este especial de Navidad con algunos pensamientos de un sabio sacerdote antropólogo, geólogo y paleontólogo, el P. Pierre Teilhard de Chardin, que ve la Navidad como la llegada de Jesús, resumen y cima de toda perfección humana y cósmica. Dice en sus Pensamientos sobre el Cristo Total:

Tú eres, Jesús, el resumen y la cima de toda perfección humana y cósmica. No hay una brizna de hermosura, ni un encanto de bondad, ni un elemento de fuerza que no encuentre en ti su expresión más pura y su coronación…[5]

Y sobre la presencia de Dios en el mundo, se expresa así de la Navidad:

Las prodigiosas duraciones que preceden a la primera Navidad no están vacías de Cristo, sino penetradas de su influjo poderoso. El bullir de su concepción es el que remueve las masas cósmicas y dirige las primeras corrientes de la biosfera.[6]La preparación de su alumbramiento es la que acelera los progresos del instinto y la eclosión del pensamiento sobre la Tierra. No nos escandalicemos tontamente de las esperas interminables que nos ha impuesto el Mesías. Eran necesarios nada menos que los trabajos tremendos y anónimos del hombre primitivo, y la larga hermosura egipcia, y la espera inquieta de Israel, y el perfume lentamente destilado de las místicas orientales, y la sabiduría cien veces refinada de los griegos para que sobre el árbol de Jesé y de la Humanidad pudiese brotar la Flor. Todas estas preparaciones eran cósmicamente, biológicamente, necesarias para que Cristo hiciera su entrada en la escena humana. Y todo este trabajo estaba maduro para el despertar activo y creador de su alma en cuanto esta alma humana había sido elegida para animar al Universo. Cuando Cristo apareció entre los brazos de María, acababa de revolucionar el Mundo.[7]

Queridos lectores, gracias por llegar aquí en su búsqueda de lo que Dios nos enseña a través de la Palabra, en la Escritura, y de la Doctrina Social transmitida por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Dios mediante, cuando Él lo disponga  volveremos a encontrar.

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com

Nos interesa mucho su aporte: ¿cómo podemos mejorar


[1] Lc 1, 39-45[2] Historia de un Alma, Capítulo V[3] Giovanni Papini, OBRAS, Tomo IV, Historia de Cristo, Aguilar, Pg 29ss[4] http://www.sacredspace.ie/latestspace/latestspace17.htm#content2[5] Pierre Teilhard de Chardin, Himno del Universo, Editorial Trotta,, Presencia de Dios en el Mundo, II, Pg. 70[6] Biosfera: 1. Conjunto de los medios donde se desarrollan los seres vivos. 2. Conjunto de los seres vivos del planeta Tierra. (DRAE)[7] Teilhard de Chardin, ibidem, Pg. 116