Reflexión 72 Octubre 4, 2007

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, N° 60 (II)

EVANGELIZACIÓN Y DOCTRINA SOCIAL

 

 

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Las Reflexiones que se publican aquí son originalmente programas transmitidos por Radio María de Colombia. Es un estudio de la Doctrina Social de la Iglesia, como se presenta en el libro Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz. Usted puede escucharlos los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia. Puede sintonizar la radio por internet en www.radiomariacol.org

 En la columna azul, a la derecha, en “Categorías”, encuentra en orden todos los programas, según la numeración del libro “Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.

Encuentra usted también enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes y también agencias de noticias y publicaciones católicas.

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Misión de la Iglesia y Doctrina Social

 

Continuemos el estudio del capítulo 2° del Compendio. Recordemos que este capítulo trata sobre la Misión de la Iglesia y  la Doctrina Social”. La reflexión pasada la dedicamos al primer punto: EVANGELIZACIÓN Y DOCTRINA SOCIAL, que empieza con un tema muy interesante y consolador que lleva por título: La Iglesia, morada de Dios con los hombres.

 

De manera que los temas que comenzamos son: la Misión de la Iglesia y la Doctrina Social o sea  la relación de la Evangelización con la Doctrina Social, y la presencia de la Iglesia en la vida del hombre contemporáneo.

 

Repasemos y ampliemos, el contenido de nuestra pasada reflexión.  Nos va a ayudar mucho el documento de Aparecida.

 

         La Iglesia, morada de Dios con los hombres, nos dice el N° 60 del Compendio y nos explica bellamente lo que quiere decir esa frase:

La Iglesia, partícipe de los gozos y de las esperanzas, de las angustias y de las tristezas de los hombres, es solidaria con cada hombre y cada mujer, de cualquier lugar y tiempo, y les lleva la alegre noticia del Reino de Dios, que con Jesucristo ha venido y viene en medio de ellos.

Todo lo verdaderamente humano, debe encontrar eco en nuestro corazón

 

Después de Aparecida, cuando vamos haciéndonos más conscientes de que somos discípulos de Cristo  y que tenemos la misión de llevar la Buena Noticia al mundo; cuando reafirmamos que somos Iglesia, nuestra actitud y nuestro comportamiento con los pobres y con los que sufren tienen que ser la actitud y el comportamiento de la Iglesia: es decir, tenemos que aprender a sentir como propios los gozos y los sufrimientos de nuestros hermanos y a obrar en consecuencia. Todo lo verdaderamente humano, debe encontrar eco en nuestro corazón. Como discípulos de Cristo, como Iglesia, no podemos ser indiferentes con los pobres y con los que sufren.

 

Comentábamos en la reflexión anterior, que la Iglesia nos dice:Yo estoy en medio de ustedes; sus angustias son mis angustias, sus tristezas, son también mis tristezas, y la Buena Noticia que les traigo es que Jesucristo resucitado está con todos nosotros; y añadíamos que ese es el mensaje que nuestra palabra, y sobre todo nuestra vida, deben transmitir.

 

Prestarle nuestras manos, nuestra palabra, nuestro corazón

 

 La presencia de cada cristiano en medio del mundo, debería llevar el mensaje del Señor: “No tengan miedo. Yo estoy con ustedes”; y nuestro comportamiento con los demás, especialmente con los pobres y con los que sufren, debería reflejar que es verdad, que no son sólo palabras, aquellas de: Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en nuestro corazón. Jesús quiere estar presente con los pobres y los que sufren, por medio nuestro. Somos Iglesia, todos, y la Iglesia hace presente a Jesús resucitado en el mundo. Tenemos que prestarle nuestras manos, nuestra palabra, nuestro corazón.

 

Vimos también en la pasada reflexión que Evangelizar, – que es la misión de la Iglesia, – es construir el Reino, y que Evangelizar no es barnizar; es transformar en profundidad. Por eso, como nos enseñó Pablo VI en Evangelii nuntiandi, Evangelizar es prestar un servicio a la humanidad.[1]

Cambiar desde dentro

 

 

Lo que la Evangelización, la comunicación de la Buena Nueva trata de alcanzar, es que los hombres cambiemos desde dentro: cambiemos nuestro pensamiento, los criterios sobre los cuales juzgamos y decidimos, las fuentes en las cuales inspiramos nuestra acción, los modelos de vida que seguimos; que cambiemos nuestro modo de pensar, nuestras actitudes y nuestro comportamiento, cuando las fuerzas que nos mueven no estén de acuerdo con los planes de Dios para el hombre, como nos lo ha comunicado en su Palabra. Eso sería un cambio en profundidad y no sólo un barniz exterior. Pensar, juzgar, decidir, actuar, de acuerdo con el modelo que nos presenta el Evangelio.

 

El capítulo 8° de Aparecida  trata el tema del Reino de Dios y la Promoción de la Dignidad Humana, y destaca algunos grandes campos, prioridades y tareas para la misión de los discípulos de Jesucristo, hoy, en nuestro continente. Tengámoslos presentes, si de verdad queremos ser discípulos. Éstos deben ser algunos de los campos y tareas prioritarias en nuestro desempeño como obreros del Reino, según Aparecida:[2]

 

 Reino de Dios, Justicia Social y Caridad Cristiana

 

Sobre la construcción del Reino, la Justicia Social y la Caridad Cristiana, el documento de Aparecida insiste más de una vez en que no nos quedemos sólo en palabras. Dice en el N° 386:

 

Es oportuno recordar que el amor se muestra en las obras más que en las palabras (…). Los discípulos misioneros de Jesucristo tenemos la tarea prioritaria de dar testimonio del amor a Dios y al prójimo con obras concretas.

 

Y cita las palabras de San Alberto Hurtado, el jesuita chileno, apóstol social y de la juventud, quien decía: “En nuestras obras, nuestro pueblo sabe que comprendemos su dolor.”Y para que no pensemos que es suficiente la limosna que ocasionalmente podamos dar, añade Aparecida, en el N° 385, que Se requiere que las obras de misericordia estén acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social y nos aclara la tarea de la política y de la Iglesia, en la consecución del orden justo de la sociedad. La Iglesia no puede asumir las tareas propias de la política, pero “no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia”. [3]

La verdad sobre el ser humano y la dignidad de toda persona humana

 

El segundo campo de acción en la construcción del Reino, que nos propone Aparecida,  es proclamar en público y en privado y desde todas las instancias de la vida y misión de la Iglesia, la verdad sobre el ser humano y la dignidad de toda persona humana. La Iglesia se siente urgida por la  misión de entregar a nuestros pueblos la vida plena y feliz que Jesús nos trae, para que cada persona humana  viva de acuerdo con la dignidad que Dios le ha dado.[4]

 

Los estilos de ser y de vivir de la cultura actual

 

Como dice el mismo documento de Aparecida en el N° 387: La cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano.

 

Esta es una realidad también en nuestro país, donde no sólo algunos de los grandes medios de comunicación  promueven estilos de vida contrarios a la dignidad de la persona humana, sino que desde el Ministerio de Protección Social, desde algunas Secretarías de Salud, y algunos parlamentarios ya reconocidos por su poco afecto a la Iglesia, lo mismo que algunos Alcaldes, secundan y a veces lideran, movimientos abortistas y pro eutanasia, por nombrar sólo algunas de las propuestas degradantes de la dignidad de la persona humana y del derecho inalienable de la vida, que hoy defienden en público quienes deberían ser abanderados de la defensa de la persona humana (Esto sucedía en el Ministerio de Salud en tiempos del ministro Diego Palacio. No puedo afirmar lo mismo del año 2012, cuando actualizo esta reflexión. Ciertamente la ctitud del actual Procurador General de la Nación, doctor Ordóñez, es de defensa de la dignidad humana, de la ética y por eso es ridiculizado por los enemigos de la Iglesia).

Por cierto que los católicos y todos los defensores de la dignidad de la persona, en particular del valor de la vida, en el momento de nuestras decisiones políticas, a las que tenemos derecho como  ciudadanos, debemos tener en cuenta quiénes son los defensores del aborto y de la eutanasia. Yo creo que no debemos apoyarlos.

 

Según el periódico El Tiempo, del miércoles 3 de octubre de 2007, en la página 1-3, los siguientes integrantes de la Comisión Primera del Senado son partidarios del proyecto de ley que reglamenta la eutanasia: Armando Benedetti, autor de la iniciativa, Juan Fernando Cristo, Luis Fernando Velasco, (el ponente), Jesús García, Héctor Helí Rojas, Gustavo Petro, Parmenio Cuellar y Samuel Arrieta. También es partidaria de la eutanasia, como lo es del aborto, la senadora Gina Parody. Yo, en conciencia, no podría votar por ellos en futuras elecciones, a no ser que públicamente declararan un cambio de actitud y de posición en estas materias.

 

Con su estilo, no de informar sino de conducir el pensamiento del lector, el periodista que redactó la noticia escribió: A quienes se oponen al proyecto no los convence que éste tenga el aval del Ministerio de Protección Social, de expertos en bioética o de asociaciones de pacientes terminales. ¿Será que ese periodista no se enteró de las opiniones de los defensores de la dignidad de la persona humana y de la vida, cuando presentaron fundamentados argumentos contra esa iniciativa, en la misma Comisión Primera del Senado? Hicieron oír su voz no pocas personas, muy representativas, de la Academia, de instituciones de Bioética, de Medicina, del Derecho, y eran de diversas Religiones, todos de acuerdo en que no se debía aprobar esa iniciativa por la muerte. Que los partidarios de la eutanasia tuvieran entonces el aval del Ministerio de Protección Social no es extraño; ese Ministerio es también promotor del aborto. Yo no lo citaría como ejemplo en el manejo ético de la salud…

 

Volvamos al comentario sobre El capítulo 8° de Aparecida  que nos presenta algunos grandes campos, prioridades y tareas para la misión de los discípulos de Jesucristo, en nuestro continente. El primer campo es el Reino de Dios, la Justicia Social y la Caridad Cristiana. El segundo campo es el de la verdad del ser humano y la dignidad de toda persona humana. Vayamos ahora al tercero:

 

La Opción Preferencial por los Pobres y Excluidos

 

 

El tercer campo de acción que nos propone Aparecida es La Opción Preferencial por los Pobres y Excluidos.[5]

Por qué la opción preferencial por los pobres, nos la explica en profundidad Aparecida. Oigamos estas palabras: Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”[6]. Por eso “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos en su pobreza.[7]

Leamos de nuevo, completo, el párrafo sobre las razones para la Opción preferencial por los pobres, que cita a Juan Pablo II y a Benedicto XVI, en el N° 392 de Aparecida:

 

Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”. Por eso “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos en su pobreza.” Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf. Hb 2,11-12). Ella, sin embargo, – (la opción por los pobres) – no es exclusiva, ni excluyente.”

 

Las líneas que siguen, también de Juan Pablo II en el documento Ecclesia in América, nos aclaran más su pensamiento: 

 

Cada cristiano podrá llevar a cabo eficazmente su misión  en la medida en que asuma la vida del Hijo de Dios hecho hombre  como el modelo perfecto de su acción evangelizadora. La sencillez de su estilo y sus opciones  han de ser normativas para todos en la tarea de la evangelización. En esta perspectiva, los pobres han de ser considerados ciertamente  entre los primeros destinatarios de la evangelización, a semejanza de Jesús, que decía de sí mismo: « El Espíritu del Señor […] me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva»  (Lc 4, 18).

 

El amor por los pobres ha de ser preferencial, pero no excluyente

 

 

Lo que sigue es muy importante y nos aclara el pensamiento de Juan Pablo II. Como ya he indicado antes, el amor por los pobres ha de ser preferencial, pero no excluyente. El haber descuidado (…) la atención pastoral de los ambientes dirigentes de la sociedad, con el consiguiente alejamiento de la Iglesia de no pocos de ellos, se debe, en parte, a un planteamiento del cuidado pastoral de los pobres con un cierto exclusivismo. Los daños derivados de la difusión del secularismo en dichos ambientes, tanto políticos, como económicos, sindicales, militares, sociales o culturales, muestran la urgencia de una evangelización de los mismos, la cual debe ser alentada y guiada por los Pastores, llamados por Dios para atender a todos.

 

El mejor antídoto  frente a tantos casos de incoherencia y, a veces, de corrupción

 

 Es necesario evangelizar a los dirigentes, hombres y mujeres, con renovado ardor y nuevos métodos, insistiendo principalmente en la formación de sus conciencias mediante la doctrina social de la Iglesia. Esta formación será el mejor antídoto frente a tantos casos de incoherencia y, a veces, de corrupción  que afectan a las estructuras sociopolíticas. Por el contrario, si se descuida esta evangelización de los dirigentes, no debe sorprender que muchos de ellos sigan criterios ajenos al Evangelio y, a veces, abiertamente contrarios a él. A pesar de todo, y en claro contraste con quienes carecen de una mentalidad cristiana, hay que reconocer «los intentos de no pocos […] dirigentes por construir una sociedad justa y solidaria».

 

Como podemos entender, por la situación religiosa de nuestros pueblos, es muy importante lo que Juan Pablo dijo en esa exhortación apostólica, Ecclesia in America (La Iglesia en América), en 1999, dirigida a los obispos, a los presbíteros y diáconos a los consagrados y a todos los fieles laicos sobre el encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América.

 

El N° 395 de Aparecida dice:

El Santo Padre nos ha recordado que la Iglesia está convocada a ser “abogada de la justicia y defensora de los pobres”[8] ante intolerables desigualdades sociales y económicas”[9], “que claman al cielo”[10].

 

Ese N° 395 de Aparecida, termina con estas palabras de la Exhortación apostólica Pastores gregis, (Pastores de la grey), sobre el Obispo, Servidor del Evangelio de Jesucristo para la Esperanza del Mundo, de Juan Pablo II. En esa exhortación, después de mencionar el cuadro dramático de la humanidad, agobiada por la pobreza, la expansión del sida, el analfabetismo, la falta de porvenir de los niños abandonados, la explotación de las mujeres, la pornografía, la intolerancia, entre otras calamidades, exclama:

 

 ¿Cómo callarse frente al drama persistente del hambre y la pobreza extrema en una época en la cual la humanidad posee como nunca los medios para un reparto equitativo?

 

No cabe duda de que la doctrina social de la Iglesia es capaz de suscitar esperanza incluso en las situaciones más difíciles, porque, si no hay esperanza para los pobres, no la habrá para nadie, ni siquiera para los llamados ricos.

 

 

La Evangelización tiene que llegar a los responsables del gobierno y del desarrollo de los pueblos

La Iglesia es consciente de que la Evangelización tiene que llegar a los responsables del gobierno y del desarrollo de los pueblos, por eso termina así el N° 395 de Aparecida:

 

La opción preferencial por los pobres exige que prestemos especial atención a aquellos profesionales católicos que son responsables de las finanzas de las naciones, a quienes fomentan el empleo, los políticos que deben crear las condiciones para el desarrollo económico de los países, a fin de darles orientaciones éticas  coherentes con su fe.

 

Recordemos que nuestro tema de hoy es la “Misión de la Iglesia y  la Doctrina Social”. Que es lo mismo que la EVANGELIZACIÓN Y la DOCTRINA SOCIAL. La Iglesia declara su actitud ante el hombre contemporáneo, a quien le dice que es Ella, – la Iglesia, – partícipe de los gozos y de las esperanzas, de las angustias y de las tristezas de los hombres, es solidaria con cada hombre y cada mujer, de cualquier lugar y tiempo, y les lleva la alegre noticia del Reino de Dios, que con Jesucristo ha venido y viene en medio de ellos.(Compendio, 60).

 

 
La Iglesia tiene que empezar por evangelizarse a sí misma

 

 

Para cumplir con esta difícil labor de la Evangelización, la Iglesia tiene que empezar por evangelizarse a sí misma. Todos, Pastores y Fieles, tenemos que estar en permanente unión con el Señor, atentos a lo que Él quiera de nosotros. Volvamos a leer las palabras de Pablo VI  en el N° 15 de Evangelii nuntiandi:

 

Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma. Comunidad de creyentes, comunidad de esperanza vivida y comunicada, comunidad de amor fraterno, tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor.

 

Hay por cierto, en este momento,  un gran fervor por conocer el mensaje de la Iglesia, luego de la V Conferencia General del Episcopado de nuestro continente en Aparecida. No podemos dejar pasar esta gracia de Dios. Es la esperanza de nuestro continente, que necesita volver a Dios.

 

En la reflexión pasada tratamos precisamente sobre estos temas de Aparecida:

 

Sobre dar vigor y continuar la renovación de la Iglesia, sobre la  falta de aplicación creativa en la pastoral, que observaron los obispos en el análisis de la situación, sobre el punto de partida de nuestra respuesta, que debe ser nuestro encuentro con Jesucristo. Dios mediante continuaremos en la próxima reflexión. La encuentra en este blog. Es la N° 073. Está a un clic.

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cfr Exhortación apostólica “Evangelii nuntiandi, de Pablo VI, 1998, y el documento Para una Pastoral de la Cultura, firmado por el Cardenal Poupard, en la Solemnidad de Pentecostés, 23 de mayo, 1999.  Véanse las citas al pie de página en el programa anterior.

 [2] Aparecida 380-430

 

[3] Ibidem 385

[4] Ibidem 389-390

[5] Aparecida, 391-398

[6] Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal, Ecclesia in America,  22 de enero 1999, N° 67

[7] Benedicto XVI, Discurso inaugural Aparecida, 3

[8] Aparecida, Benedicto XVI, Discurso inaugural, 4

[9] Tertio millenio ineunte, 51

[10]  Exhortación apostólica Ecclesia in America, 56a