Reflexión 21 Jueves 29 de junio, 2006

Los Medios de Comunicación y la Iglesia

 

La Iglesia interviene en lo social por razones teológicas

Desde el comienzo de nuestro estudio de la Doctrina Social de la Iglesia vimos por qué la Iglesia tiene qué decir en lo social, y comprendimos que la razón que mueve a la Iglesia a enseñarnos en esta materia, es teológica, muy profunda.[1]

Nos dice el Compendio en el Nº 1, que el Señor Jesús pagó un precio muy alto por nuestra salvación, que los justos alcanzarán esa salvación después de la muerte, y que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres; y cuando se habla de la salvación del hombre, de modo integral, se incluye también la salvación de este mundo, donde vive y se desarrolla el hombre; es decir no sólo se considera la salvación individual de cada persona, sino además los ámbitos de la economía y del trabajo, de la técnica y de la comunicación, de la familia y de la sociedad, de la política, de la comunidad internacional y de las relaciones entre las culturas y los pueblos. Se trata de construir el Reino de Dios. La Iglesia tiene que hacer este esfuerzo de evangelizar campos aparentemente neutros en materia de religión, como son la economía, los mercados, la política, la cultura y las comunicaciones.

Como muy bien lo anotó una de nuestras oyentes: María,  en llamada al aire en uno de los últimos programas, hay que evangelizar la política. No se trata de politizar el Evangelio, sino de evangelizar la política. Y añadamos, que la Iglesia tiene la misión de evangelizar la sociedad entera en la cual vive el hombre, evangelizarla toda, para así salvar a todo el hombre.

En esta tarea de evangelizar tienen una enorme responsabilidad los medios de comunicación, porque a través de ellos se pueden iluminar u oscurecer las conciencias, formar opiniones con el manejo diáfano de la información. También se pueden formar opiniones perversas con la manipulación de la información y se puede ayudar a pensar o se puede bloquear el raciocinio con argumentos amañados. Se puede mostrar la belleza de la fe vivida por la caridad o ridiculizarla por los errores humanos de los creyentes. Se puede servir a la verdad y promover la paz y la justicia, pero también los medios de comunicación están, hoy quizás como nunca, sometidos a las presiones de ideologías indiferentes y hasta hostiles hacia Cristo y su mensaje.[2]

Una posición razonada frente a la hostilidad de algunos medios

 

Vamos a hacer un paréntesis en nuestro estudio del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, para tratar oportunamente sobre el papel de los medios de comunicación y prepararnos a asumir una posición razonada, ante el editorial del diario El Tiempo, del sábado 17 de junio de 2006. De todas maneras el manejo de la información hace parte de la Doctrina Social. El Compendio trata este asunto en el capítulo IV de la segunda parte. En profundidad lo estudiaremos en su momento, pero adelantemos hoy unas reflexiones, para ser oportunos. No estamos, entonces, fuera de ámbito que toca a la Doctrina Social.

Empecemos por leer las palabras de Juan Pablo II en su mensaje para la 34ª Jornada mundial para las Comunicaciones Sociales, el 24 de enero del año 2000. Es doctrina que debemos tener siempre presente, quienes tenemos el privilegio de utilizar la Radio u otros medios de comunicación. Dijo el Santo Padre:

Es indispensable la proclamación personal y directa, en la que una persona comparte con otra  su fe en el Resucitado. Igualmente lo son otras formas tradicionales de sembrar la Palabra de Dios. No obstante, al mismo tiempo debe realizarse hoy una proclamación en y a través de los medios de comunicación social.”[3]

No se exagera al insistir en el impacto de los medios sobre el mundo actual. El surgimiento de la sociedad de la información es una verdadera revolución cultural, que transforma a los medios en “el primer Areópago de nuestra época”[4], en el cual se intercambian constantemente ideas y valores.

Recordemos que el Areópago era, en la antigua Grecia, un tribunal que funcionaba en una colina en Atenas y tenía autoridad legal y religiosa. San Pablo predicó a los griegos en el Areópago. Los medios de comunicación son el nuevo Areópago para expresar las ideas y predicar el Evangelio.[5] Y continúa el Papa:

 

En el contacto con los medios

se configura el modo de entender el sentido de la vida

A través de los medios la gente entra en contacto con personas y acontecimientos, y se forma sus opiniones sobre el mundo en el que vive. Incluso ahí se configura su modo de entender el sentido de la vida. Para muchos su propia experiencia vital es en gran medida una prolongación de la experiencia de los medios de comunicación.[6] El anuncio de Cristo debe formar parte de esta experiencia. Es decir: en los medios de comunicación, que son el nuevo centro de expresión de las ideas, se debe anunciar a Cristo.

De manera que, de acuerdo con Juan Pablo II, a través de los medios de comunicación, la gente configura su modo de entender el sentido de la vida. Considerado el enorme impacto de los medios, debemos tener claridad sobre la posición que asumen, en asuntos que tienen que ver con la ética y con la Iglesia, para que sepamos qué tan confiables son sus informaciones y dónde nos debemos situar nosotros.

 

Una neutralidad aparente

 

Es preocupante que en Colombia tengamos ahora un solo periódico diario, de circulación nacional, y que ese medio, El Tiempo, muy poderoso, pues además es dueño de revistas y asociado ahora a una cadena radial, en su editorial del sábado 17 de junio, reconoce que en materia religiosa es neutro. Eso no tendría problema si de verdad fuera neutral. Pero no es tan clara su neutralidad, si se examina su posición en defensa del aborto, y en otros temas en que niega a la Iglesia su derecho a orientar a la opinión, en favor de la promoción integral de la persona, de la familia, de la justicia y del bien común.

El Tiempo, no solo editorializa a favor de opiniones contra la moral natural defendida por la Iglesia, sino que el manejo de la información está claramente dirigida a apoyar su posición ideológica. Así por ejemplo los titulares, la redacción, su vocabulario, su publicidad, indican claramente que el periódico no es neutral. Un ejemplo sencillo pero claro, fue la manifestación que se realizó en Bogotá, en contra del aborto. Se trató de una inmensa marcha, que no sólo llenó la Plaza de Bolívar sino también las calles adyacentes. La fotografía de esa multitudinaria expresión del pensamiento de la gente, la publicó El Tiempo en una página secundaria y el contenido no correspondió con el hecho. Hechos triviales son materia de grandes fotografías en la primera página.

Si El Tiempo fuera neutral en asuntos religiosos y morales, haría una clara diferenciación entre su opinión, que se reflejaría en sus editoriales, y el manejo de la información. Éste y otros medios de comunicación, tienden a mezclar los hechos que registran, con sus opiniones, para favorecer su punto de vista. Lo hacen, por ejemplo, con los titulares, con los calificativos que otorgan a quienes piensan como ellos: los llaman progresistas, de avanzada, civilizados, mientras que en la información que no les parece conveniente para su causa, como es el caso en temas como el aborto, la eutanasia o la experimentación con embriones, a sus oponentes los tachan de anticuados, retardatarios, de fanáticos, de ultra conservadores. Infortunadamente en su trato a la Iglesia también se nota su talante, no neutral, sino anticatólico. Se nota esto claramente cuando aprovechan cualquier noticia que se pueda destacar como negativa o dañina para la Iglesia. Esa noticia la titulan hábilmente y en lugar destacado. Se nota el esfuerzo por restar a la Iglesia la autoridad moral de que goza.

Su aparente neutralidad la defienden, diciendo que han dado espacio a algún sacerdote columnista, y que les complace tener ocasionales colaboraciones de un obispo y de representantes de la curia y de los laicos. Hay que reconocerles que otorgan esas ocasionales participaciones. Y los católicos deben utilizar ese medio, mientras lo permitan; pero eso no desvirtúa que en su pensamiento editorial y en el hábil manejo de la información, asumen posiciones anticatólicas y en algunos casos como los citados, en nuestro criterio-, también posiciones contra la ética. No son neutrales.

 

Quejarse ante el Mono de la Pila[7]

 

El Tiempo tiene un Defensor del Lector. Al defensor llegan permanentemente quejas por el trato inadecuado de la información. Hay que utilizar ese medio para que el periódico sepa cuando los lectores no están de acuerdo con el manejo de la publicidad y de la información. No es un medio muy eficaz, pero no perdamos la esperanza de que alguna mella les haga.

El papel del Defensor del Lector, en El Tiempo, por lo menos en este momento, parece carente de fuerza. Es como “Quejarse ante el “Mono de la Pila”. La columna de la Defensora, el domingo 25 de junio, en la página 1-20, lleva por título De la moral y las buenas costumbres. Se refiere allí a las quejas de algunos lectores, por 3 artículos, una frase de la primera página y una foto. La fuerza del comentario de la Defensora la pueden juzgar ustedes. Este es el último párrafo de su columna, conclusión de su análisis:

En los cinco casos se trata del registro de fenómenos sociales que hacen parte de la realidad. Son palabras de la Defensora. Es un hecho que los medios son reflejo de su época y que el lenguaje del periódico ha cambiado. Sin embargo, esta nueva tendencia – que seguramente atrae a los adultos jóvenes- puede herir susceptibilidades en los lectores tradicionales y, a juicio de la Defensora, más que atentar contra la moral y las buenas costumbres, tiene, en algunos casos, un tinte sensacionalista. ¡Qué floja respuesta a los lectores!

Yo creo que por lo menos una de las cinco quejas, no concuerda con el juicio de la Defensora. Se trata de la queja por la publicidad de los burdeles, que aparece en el periódico. La lectora que envía la queja dice: Por ética, moral y, sobre todo, responsabilidad social, El Tiempo no debería favorecer a estos mercaderes de personas publicitando sus negocios.

La reacción de la defensora indica qué poca importancia dan en el periódico a lo que los lectores y la Defensora opinen. Comenta ella: Las secciones editorial y publicitaria del periódico son independientes  y para el Departamento de Publicidad  es imposible controlar el contenido de los avisos clasificados. Pero se atreve a añadir que Sería deseable (no opina que debería, sino que sería deseable) que El Tiempo estableciera mecanismos para evitar en sus páginas la publicidad de este tipo de establecimientos, que si bien se acogen a la libertad de prensa para anunciarse, tienen connotaciones de prostitución, y ésta es una razón válida para que el periódico se abstenga de publicarlos. Pero acaba de decir que para el departamento de Publicidad es imposible controlar el contenido de los avisos. De manera que tranquilamente les pueden infiltrar en los avisos publicidad del terrorismo o del narcotráfico, porque para ese Departamento es imposible el control…

Para profundizar en este tema, vamos a leer unos párrafos del mensaje de Juan Pablo II, con motivo de la Jornada de las Comunicaciones Sociales del año 2004:

 

«Los medios en la familia: un riesgo y una riqueza»

 

1. El extraordinario crecimiento de los medios de comunicación social y su mayor disponibilidad han brindado oportunidades excepcionales  para enriquecer la vida  no sólo de los individuos, sino también de las familias. Al mismo tiempo, las familias afrontan hoy nuevos desafíos, que brotan de los diversos mensajes, a menudo contradictorios, que transmiten los medios de comunicación social. El tema elegido para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 2004, es decir, «Los medios en la familia: un riesgo y una riqueza», es muy oportuno, puesto que invita a una sobria reflexión  sobre el uso que hacen las familias de los medios de comunicación, y también sobre el modo en que los medios de comunicación tratan a la familia y las cuestiones que afectan a la familia.

El tema de este año sirve, además, para recordar a todos, tanto a los agentes de la comunicación como a las personas a las que se dirigen, que toda comunicación tiene una dimensión moral. Como dijo el Señor mismo, de la abundancia del corazón habla la boca (cf. Mt 12, 34-35). La estatura moral de las personas crece o disminuye según las palabras que pronuncian y los mensajes que eligen oír. En consecuencia, los agentes de la comunicación, los padres y los educadores, tienen especial necesidad de sabiduría y discernimiento  en el uso de los medios de comunicación social, pues sus decisiones influyen en gran medida en los niños y en los jóvenes de los que son responsables y que, en definitiva, son el futuro de la sociedad.

2. Gracias a la expansión sin precedentes del mercado de las comunicaciones sociales en las últimas décadas, muchas familias en todo el mundo, incluso las que disponen de medios más bien modestos, ahora tienen acceso desde su casa a los inmensos y variados recursos de los medios de comunicación social. En consecuencia, gozan de oportunidades prácticamente ilimitadas de información, educación, enriquecimiento cultural e incluso crecimiento espiritual, oportunidades muy superiores a las que tenían en el pasado reciente la mayoría de las familias.

Con todo, estos mismos medios de comunicación tienen la capacidad de producir gran daño a las familias, presentándoles una visión inadecuada o incluso deformada de la vida, de la familia, de la religión y de la moralidad. El concilio Vaticano II captó muy bien esta capacidad de fortalecer o minar valores tradicionales como la religión, la cultura y la familia; por eso, enseñó que «para el recto uso de estos medios es absolutamente necesario que todos los que los utilizan conozcan las normas del orden moral en este campo y las lleven fielmente a la práctica» (Inter mirifica, 4). La comunicación, en todas sus formas, debe inspirarse siempre en el criterio ético del respeto a la verdad y a la dignidad de la persona humana.

3. Estas consideraciones se aplican especialmente al modo como los medios de comunicación tratan a la familia. Por una parte, el matrimonio y la vida familiar se presentan a menudo de un modo sensible, realista pero también benévolo, que exalta virtudes como el amor, la fidelidad, el perdón y la entrega generosa a los demás. Esto vale también para los programas de los medios de comunicación social que reconocen los fracasos y las decepciones que sufren inevitablemente los matrimonios y las familias -tensiones, conflictos, contrariedades, decisiones equivocadas y hechos dolorosos-, pero al mismo tiempo se esfuerzan por discernir lo correcto de lo incorrecto, distinguir el amor auténtico de sus falsificaciones, y mostrar la importancia insustituible de la familia como unidad fundamental de la sociedad.

Continúa el Papa: La infidelidad, la actividad sexual fuera del matrimonio y la ausencia de una visión moral y espiritual del pacto matrimonial se presentan de modo acrítico, y a veces, al mismo tiempo, apoyan el divorcio, la anticoncepción, el aborto y la homosexualidad. Esas presentaciones, al promover causas contrarias al matrimonio y a la familia, perjudican al bien común de la sociedad.

4. Una reflexión atenta sobre la dimensión ética de las comunicaciones debe desembocar en iniciativas prácticas orientadas a eliminar los peligros para el bienestar de la familia planteados por los medios de comunicación social, y asegurar que esos poderosos medios de comunicación sigan siendo auténticas fuentes de enriquecimiento. A este respecto, tienen una responsabilidad especial los agentes de la comunicación, las autoridades públicas y los padres.

El Papa Pablo VI subrayó que los agentes de la comunicación «deben conocer y respetar las exigencias de la familia. Esto supone en ellos a veces una gran valentía y siempre un hondo sentido de responsabilidad».[8] No es tan fácil resistir a las presiones comerciales o a las exigencias de adecuarse a las ideologías seculares, pero eso es precisamente lo que los agentes de la comunicación responsables  deben hacer. Es mucho lo que está en juego, pues cualquier ataque al valor fundamental de la familia es un ataque al bien auténtico de la humanidad.

Las autoridades públicas tienen el grave deber de apoyar el matrimonio y la familia en beneficio de la sociedad misma. En cambio, muchos ahora aceptan y actúan basándose en argumentos libertarios infundados de algunos grupos que defienden prácticas que contribuyen al grave fenómeno de la crisis de la familia y al debilitamiento del concepto auténtico de familia. Sin recurrir a la censura, es necesario que las autoridades públicas pongan en práctica políticas y procedimientos de reglamentación para asegurar que los medios de comunicación social no actúen contra el bien de la familia. Los representantes de las familias deben participar en la elaboración de esas políticas.

¿De acuerdo con la pastoral o con la doctrina?

 

Hagamos un paréntesis en la lectura de Juan Pablo II, para una observación: El editorial de El Tiempo al que nos hemos referido, dice que le preocupa que la Iglesia pretenda extender su jurisdicción ideológica a las autoridades civiles y políticas y los organismos jurisdiccionales. Es claro que se refiere a las intervenciones públicas de la Iglesia sobre asuntos en que el Estado legisla y que tocan la ética, como lo hace la Jerarquía para orientar a la sociedad en la defensa de la vida, en casos como los del aborto y la eutanasia. Y dice El Tiempo al Cardenal López Trujillo, para quien va dirigido el editorial: En este punto, estimado cardenal, puede estar seguro de que ni hemos coincidido ni coincidiremos con la pastoral católica.

Creo que sería más de acuerdo con su posición si su declaración estableciera que no están de acuerdo con la moral católica. Y el periódico sigue con la trasnochada idea de que la Iglesia no debe salir de la sacristía. Pero a ellos la libertad de expresión les permite inmiscuirse en la Iglesia y llegar a los hogares y a todos los rincones para propagar sus ideas.

Aclaremos que la Iglesia cuando orienta en asuntos que conciernen al bien común y a la moral natural, no extiende ninguna jurisdicción “ideológica”, como dice El Tiempo. Las ideologías connotan posiciones políticas, y la Iglesia asume posiciones de doctrina, basadas en la moral natural y fortalecidas por la doctrina del Evangelio; no asume posiciones políticas. El Tiempo y los políticos no afectos a la Iglesia no aceptan su orientación en materia de ética; pero ellos sí se sienten con el derecho de extender con su poder mediático sus propias opiniones y doctrinas a todas las instancias de la vida social, civil y religiosa. Por algo la prensa se considera un poder. Pero la Iglesia tiene que estar presente en defensa de los valores auténticos del hombre. Como dice Juan Pablo II: Es mucho lo que está en juego, cuando se atacan valores fundamentales como la vida y la familia, pues en esos casos se ataca el bien auténtico de la humanidad.

Sigamos con el mensaje de Juan Pablo II. Es muy importante lo que el Papa dice a los Padres de familia, sobre el uso de los medios de comunicación:

Los padres, educadores en el uso de los medios

Los padres, como primeros y principales educadores de sus hijos, son también los primeros en explicarles cómo usar los medios de comunicación. Están llamados a formar a sus hijos «en el uso moderado, crítico, vigilante y prudente de tales medios» en el hogar. [9] Cuando los padres lo hacen bien y con continuidad, la vida familiar se enriquece mucho. Incluso a los niños pequeños se les pueden dar importantes explicaciones sobre los medios de comunicación social: que son producidos por personas interesadas en transmitir mensajes; que esos mensajes a menudo inducen a hacer algo -a comprar un producto, a tener una conducta discutible- que no beneficia al niño o no corresponde a la verdad moral; que los niños no deben aceptar o imitar de modo acrítico lo que encuentran en los medios de comunicación social.

Sabios consejos los de Juan Pablo II. Tenemos que prevenir a los hijos desde pequeños, para que no se dejen meter los dedos en la boca, como dice la frase popular. Hay personas que aceptan como verdad todo lo que dice el periódico o la radio o la TV. “Lo oí en la radio”, “salió en el periódico”, “lo dijeron en el noticiero”, dicen algunos. Y lo toman como si fuera “Palabra de Dios”.

Dice Juan Pablo II más adelante, que Las familias deberían manifestar claramente a los productores, a los que hacen publicidad y a las autoridades públicas lo que les agrada y lo que les desagrada.

Deberíamos practicar esto más. Hacer saber a los medios cuando no estamos de acuerdo con lo que dicen o con la forma como lo dicen. Y también felicitarlos cuando lo hacen bien.

Sigamos con Juan Pablo II. Continúa así su mensaje:

 

Practicar la sabiduría, el buen juicio y la honradez

 

6. Los medios de comunicación social poseen un inmenso potencial positivo para promover sanos valores humanos y familiares, contribuyendo así a la renovación de la sociedad. Conscientes de su gran fuerza para modelar las ideas e influir en la conducta de las personas, los agentes de la comunicación social deben reconocer que no sólo tienen la responsabilidad de brindar a las familias todo el estímulo, la ayuda y el apoyo que les sea posible con vistas a ese fin, sino también de practicar la sabiduría, el buen juicio y la honradez al presentar las cuestiones que atañen a la sexualidad, al matrimonio y a la vida familiar.

Los medios de comunicación cada día son acogidos como huéspedes habituales en muchos hogares y familias. –Sigue el Papa-…, exhorto tanto a los agentes de la comunicación como a las familias a reconocer este privilegio único, así como la responsabilidad que implica. Ojalá que todos los que están comprometidos en el ámbito de las comunicaciones sociales sean conscientes de que son los auténticos «dispensadores y administradores de un inmenso poder espiritual que pertenece al patrimonio de la humanidad y está destinado al enriquecimiento de toda la comunidad humana»[10]. Y ojalá que las familias logren encontrar siempre en los medios de comunicación una fuente de apoyo, estímulo e inspiración al tratar de vivir como comunidades de vida y amor, educar a los jóvenes en los sanos valores morales y promover una cultura de solidaridad, libertad y paz. Hasta allí Juan Pablo II.

Espero que estas reflexiones nos ayuden a asumir una actitud constructiva y crítica, frente a los medios de comunicación. Si conocemos lo que se proponen, podemos ayudarnos de ellos en nuestro progreso personal, y además, no nos tomarán por sorpresa.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a:  reflexionesdsi@gmail.com


[1] Reflexión 1, jueves 12 de enero de 2006

[2] cfr. Entre otros documentos, Mensaje de los obispos de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social (CEMCS), 28 de mayo 2006, Nº 5; Benedicto XVI, Discurso a la plenaria del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales, Roma, 17/3/2006

[3]Cita el Papa a Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 45

[4]Redemptoris Missio, 37

[5] Hechos, 17, 16-34

[6] cfr Pontificio Consejo para las Comunic. Sociales, Aetatis Novae, 2

[7] Es un refrán popular en Colombia: es tan poco eficaz como ir a quejarse ante el personaje que adorna una fuente, una pila…

[8]L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de mayo de 1969, p. 2

[9]Familiaris consortio, 76.

[10]Discurso a las personas comprometidas en el campo de las comunicaciones sociales, Los Ángeles, 15 de septiembre de 1987, n. 8: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de octubre de 1987, p. 14)