Reflexión 255 agosto 1 2013, León XIII, la libertad

 

 

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Repasemos la doctrina católica sobre el estado y la autoridad

 

En el programa anterior continuamos el estudio de la encíclica Immortale Dei, de León XIII, que nos dejó ideas claras sobre el pensamiento cristiano acerca del estado y la autoridad: lo que son y su origen. Hoy, después de repasar rápidamente los temas tratados, vamos a empezar el estudio, de la encíclica Libertas prestantissimum, sobre la libertad, también de León XIII. Su primera frase nos explica de qué trata la encíclica; dice así: La libertad, don excelente de la Naturaleza, propio y exclusivo de los seres racionales, confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío y de ser dueño de sus acciones.

 

Muchos hablan de la libertad y la elogian, pero hay distintas maneras de entender este don maravilloso de que hemos sido dotados los seres humanos. ¿Cómo entendemos los creyentes la libertad? Lo veremos en la encíclica Libertas prestantissimum.

 

Repasemos lo que estudiamos ya de  la encíclica Immortale Dei, sobre el estado y la autoridad. El santo padre León XIII nos explicó con claridad el origen del estado; nos enseña que el ser humano, viviendo solo, aislado,  no puede procurarse lo que la vida le exige para satisfacer sus necesidades materiales ni tampoco las espirituales y por eso nace inclinado a asociarse, a vivir en comunidad. La ideología de los librepensadores, por el contrario, sostiene que los seres humanos no se asocian por una inclinación natural sino porque así lo deciden, por un libre acuerdo de voluntades, por el que llaman, “contrato social”.

 

Como vemos, hay una diferencia grande en la concepción cristiana  de la sociedad y la concebida por el liberalismo nacido de la revolución francesa. Con la concepción de la autoridad, nos señala León XIII que sucede algo parecido: mientras que para el cristiano la autoridad es necesaria y proviene de Dios, el derecho nacido en la revolución francesa sostiene que, la autoridad no se funda en Dios, sino en la voluntad del pueblo que la delega en la persona que el pueblo escoja.

 

Con esta explicación de León XIII, podemos entender qué ideología inspiró a los constituyentes del 91 a quitar de nuestra constitución política la frase con que se iniciaba y decía: En nombre de Dios, suprema autoridad… y la sustituyeron con una clara alusión a que la autoridad se deriva del pueblo y no de Dios;en el artículo 3 de su preámbulo dice ahora la Constitución del 91: La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público.  Claro que no se atrevieron los constituyentes a quitar a Dios del todo; de reconocerlo como suprema autoridad, pasan a una tibia mención en el preámbulo, una  frase; después de afirmar que promulgan la constitución en representación del  pueblo de Colombia, en ejercicio de su poder soberano, añaden la frase: “invocando  la protección de Dios”.

 

Sigamos con la encíclica Immortale Dei.  Además de tratar sobre el estado y la autoridad, esta encíclica trata también sobre la relación Iglesia-Estado. Como estudiamos, la Iglesia ha vivido a través de su historia experiencias muy diversas en cuanto a sus relaciones con los estados. Ha conocido desde las persecuciones de parte de las autoridades judías y romanas, cuando apenas empezaba su labor de evangelización, hasta la aceptación completa, en naciones que le concedieron inclusive autoridad civil y militar, como sucedió en lo que fue el imperio romano, después  de la conversión del emperador Constantino, quien cedió al obispo de Roma el poder en los territorios de Italia. Esos territorios se transformaron en los Estados pontificios, de los que el papa era, no solo jefe religioso sino jefe civil y militar. En esas condiciones, las relaciones del Sumo Pontífice con los demás monarcas europeos eran de tú a tú y no siempre fueron relaciones solo espirituales sino políticas y algunas veces llevaron a los Estados Pontificios a involucrarse en conflictos bélicos. Esa situación no era sana como lo mostró la historia.

 

Por esos plenos poderes civiles y militares pasó la Iglesia;  probó también una época en que apenas la toleraban para sobrevivir como institución, y también ese ingrato tiempo en que la intromisión de los príncipes en el gobierno de la Iglesia llegó a veces a intervenir no solo en el nombramiento de los obispos sino aun en la elección del Papa. En algunos casos, en la tolerancia se escondía un  soterrado hostigamiento. Esas diversas condiciones de hostigamiento, de persecución, de intolerancia, se viven aún hoy en distintas regiones del mundo, de diversas maneras. También hoy hay mártires de la fe. En algunos países como actualmente en China, han intentado inclusive crear  Iglesias católicas oficiales, cismáticas, para desorientar a los fieles, privándolos de la comunidad con el papa.

 

Como la razón de existir la Iglesia es llevar al mundo la doctrina de Jesucristo muerto y resucitado, con su mensaje de amor y esperanza, necesariamente debe entablar relaciones con los estados, que organizan y administran la sociedad. Sin la libertad religiosa, que la Iglesia ha defendido siempre, no le sería posible cumplir con la misión que Jesucristo le encomendó.

 

La doctrina católica, como ya el papa Bonifacio VIII nos enseña en la bula Unam sanctam, desde la edad media, parte de principios muy sabios; nos dice que  Dios ha repartido … el gobierno del género humano entre dos poderes: el poder eclesiástico y el poder civil. El poder eclesiástico, puesto al frente de los intereses divinos. El poder civil, encargado de los intereses humanos. Ambas potestades son soberanas en su género. 

 

El ser humano necesita vivir en comunidad


 

Desde la antigüedad, por inclinación natural, el ser humano se organiza en comunidades, porque necesita de los demás. Para trabajar unidos por el bien común también requiere el ser humano la intervención de la autoridad civil; no que cada cual trate de hacer las cosas según su conveniencia, sin tener en cuenta el bien común. La DSI nos enseña que la autoridad también se origina en Dios, quien es el supremo gobernador del universo.

 

Sin embargo ese claro reconocimiento de la legitimidad de la existencia del estado y de la autoridad, no implica que la Iglesia reconozca más legitimidad en un sistema de gobierno que en otro; no escoge como mejor un sistema político u otro, sino que La elección de una u otra forma política es posible y lícita, con tal de que esta forma garantice eficazmente el bien común y la utilidad de todos (León XIII, Immortale Dei, 2). Tengamos esto en cuenta: la  iglesia en ningún momento manifiesta por ejemplo, que la monarquía sea mejor o peor que otro sistema de gobierno; sin embargo, en el desarrollo de la DSI sí encontraremos que la Iglesia prefiere los gobiernos democráticos a las dictaduras que no respetan la libertad ni los derechos de los ciudadanos.

 

No olvidemos  que la Iglesia reclama también la libertad religiosa, sin la cual no podría cumplir su misión. El estado colombiano garantiza esta libertad en al artículo 19 de la constitución, que reza:

 

Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva.

 

Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley.

 

Hasta aquí nuestro repaso del programa anterior. Continuemos con la encíclica Libertas prestantissimum, de León XIII, sobre la libertad.

 

La encíclica Libertas pestantissmum


 

Como dijimos ya, la encíclica Libertas prestantissimum, es sobre la libertad humana, y comienza: La libertad, don excelente de la Naturaleza, propio y exclusivo de los seres racionales, confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío y de ser dueño de sus acciones.Esta encíclica fue publicada por León XIII en 1888, y aunque su título nos dice que es en general sobre la libertad, en realidad es una toma de posición sobre la esencia del liberalismo librepensador y estudia su esencia, sus formas y las llamadas libertades modernas. Es muy de actualidad.

 

En la presentación de estas ideas me baso en el libro muchas veces citado del P. Ildefonso Camacho, S.J., Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica (Pgs 98ss).

 

De verdad, ¿tiene este tema alguna importancia en nuestros días? Sí la tiene, no solo para comprender nuestra pasada historia religiosa, sino para entender el pensamiento de los que hoy se ufanan de llamarse a sí mismos librepensadores, como si fuera un timbre de honor. Sí, permanecen vivas las huellas de la ideología librepensadora. Sin ir lejos, el martes por la mañana 23 de julio (2013), escuché en una entrevista radial al rector de la universidad Externado de Colombia, el doctor Juan Carlos Henao, exmagistrado de la Corte Constitucional, quien destacaba lo humano de su universidaddesde su origen, porque según su interpretación, había sido fundada por librepensadores. Si ser librepensador significara solo ser un ser humano libre, libre de prejuicios, abierto a las ideas, defensor del ser humano, sería un título honorífico. Estudiemos la encíclica Libertas pestantissimum,  para entender cuál era la esencia de esa clase de liberalismo librepensador.

Dos pensamientos contrapuestos sobre la libertad

 

La encíclica está dividida en tres partes; en las dos primeras expone que hay dos concepciones contrapuestas sobre la libertad y en la tercera presenta las consecuencias prácticas de esas dos concepciones de la libertad. Claramente se verá que son incompatibles las dos concepciones de la libertad. En la misma encíclica se aclara que una es la concepción de la Iglesia sobre la libertad y otra la del liberalismo extremo (N° 25, en la numeración de Actae Sanctae Saedis XX). Al final del estudio de la encíclica Libertas prestantissimum espero podamos ver las distintas formas de liberalismo, como lo presenta León XIII.

 

Nos explica el santo padre en la encíclica cuál es la esencia de la libertad. Esta parte está basada en la filosofía y nos dice que es en su concepción filosófica de la libertad donde radica la desviación del liberalismo extremo: en la concepción esencial de lo que es la libertad.

 

Tomo del citado libro del P. Ildefonso Camacho, en la página 99, la siguiente explicación de la enseñanza de la encíclica; primero nos habla de la libertad natural (N° 3) y luego menciona la libertad moral (N° 5):

 

La verdadera libertad deriva de la naturaleza específica del hombre como ser dotado de inteligencia, lo que le permite adherirse al bien a través de la voluntad (libertad moral) (Lpr, 5). La voluntad sigue a la razón. Y la razón queda ordenada por la ley: ante todo por la ley natural, “escrita y grabada en el corazón del hombre (Lpr,6), por quien tiene autoridad para establecer obligaciones, atribuir derechos e imponer sanciones. Es evidente, pues, que la verdadera libertad “incluye la necesidad de obedecer a una razón suprema y eterna, que no es otra que la autoridad de Dios” (Lpr 8).

 

Como es perfectamente comprensible, esta concepción filosófica de lo que es la libertad, tiene consecuencias en la vida de la sociedad que se organiza y maneja por medio de las leyes, y la encíclica nos explica que la libertad nos es dada porque estamos dotados de inteligencia, la cual nos permite elegir entre el bien y el mal o entre dos bienes; y la voluntad adhiere a lo que la inteligencia señala como lo correcto. De manera que somos libres porque estamos dotados de inteligencia y gracias a ese don, podemos ver qué es correcto hacer. En el siguiente paso, se supone que decidimos lo correcto.

 

Ahora bien, en la sociedad, regida por leyes, se espera que las leyes dictadas por la autoridad hagan el papel de señalar lo correcto que debe hacer el ciudadano, y además tiene de guía  la ley natural, que el estado tiene obligación de reconocer y exigir que se respete.

 

Queda claro que la ley y la libertad no se oponen. La ley se supone que es una ayuda a la inteligencia para elegir lo conveniente; la libertad no se puede entender como una licencia para acatar o rechazar la ley, sea la  natural o la positiva. Las leyes positivas son las dictadas por la autoridad competente, en el caso de las leyes, las autoridades humanas encargadas de legislar.

La libertad de elegir, en la práctica

 

 

En la vida práctica ¿qué sucede? Si utilizamos la luz de la razón para elegir y la voluntad la sigue, como sería lo correcto, todo marcha en orden. Pero sabemos que el ser humano no siempre obra correctamente: su razón está obnubilada, no es pura, interfieren, o el peso del pecado original y no sigue el bien sino lo que le agrada, o principios filosóficos que se basan en el naturalismo, entendamos el materialismo, o el racionalismo. La sociedad no siempre está regida por personas creyentes, sino por personas que no quieren saber de Dios. Eso pasa con el liberalismo librepensador que aplica al terreno moral y a la política los principios del naturalismo y del racionalismo. Para ellos es la razón humana la soberana, no aceptan una autoridad venida de lo alto, su filosofía de la vida es de absoluta independencia de Dios. No siempre las leyes que ellos hacen aprobar son justas ni siguen la orientación de Dios.

Como ya lo he manifestado, cuando hablamos de liberalismo librepensador no nos referimos al partido político colombiano. Es importante aclarar esto porque no puede quedar la sensación de que en este blog se hace política. Considero al mismo tiempo, que si estudiamos la DSI tenemos que estudiarla completa y no omitir asuntos porque puedan parecer espinosos; tenemos que estudiar la DSI como es y en este asunto del liberalismo, vemos que León XIII y otros papas lo han tratado desde el punto de vista de sus bases filosóficas. Es claro que hay diversas clases de liberalismo, unas radicales, que se rigen por las ideas librepensadoras de atender a la razón humana antes que a Dios, otras formas mitigadas que aceptan a Dios, limitando esa aceptación al contenido de la ley natural y otras formas que  tienen la aceptación de la autoridad divina plena.  Como se supone que los partidos tienen una base filosófica, unos principios, depende de esa base filosófica y sus principios, que los sitúa frente a Dios, el que los haga aceptables o no frente a la doctrina de la Iglesia, que es la del evangelio.

 

Podríamos decir que por sus frutos los conoceréis: los gobiernos que llaman radicales y se fundan en esa filosofía sobre la libertad, el origen de la sociedad y de la autoridad,  han dejado huellas de su alejamiento de Dios en nuestra historia. No solo en nuestro país; si repasamos historias como la de México o del Ecuador, tenemos ejemplos claros. Personajes como Calles en México o Eloy Alfaro en el Ecuador fueron practicantes del sectarismo contra la Iglesia.

Hacia Gaudium et spes

 

En el desarrollo de la DSI iremos viendo que la Iglesia va  respondiendo a los tiempos con la doctrina del evangelio, conservando sus principios inmodificables y adaptándose a las exigencias de su misión evangelizadora. El mundo que vivió León XIII y las necesidades espirituales que surgían entonces no eran las que la Iglesia vive desde el siglo XX. En este sentido de la respuesta de la Iglesia al mundo moderno, el documento clave es Gaudium et spes, del Vaticano II.

 

León XIII tenía que clarificar, como lo hizo, las concepciones cristianas y laicas de la sociedad y del estado y lo que debemos entender por libertad. En cuanto a la política, el estado y la Iglesia se mueven en ámbitos distintos; de allí que dependiendo de los países, a la Iglesia se le han reconocido plenos derechos o derechos restringidos. Lo que la Iglesia no puede aceptar es que le impidan cumplir con la misión para la que fue fundada y seguirá luchando porque la sociedad siga los planes de Dios.

 

En el N° 6 de Immortale Dei León XIII expone clarísimamente su pensamiento sobre la separación Iglesia-Estado. No alcanzamos a verlo hoy. Dios mediante lo haremos en la siguiente entrega.