Reflexión 252 , julio 4, 2013, Objeción de conciencia IV

 

DOCTRINA SOCIAL DE  LA IGLESIA

 

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 Usted encuentra en este blog los programas sobre la Doctrina social de la Iglesia que se transmiten por Radio María de Colombia los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:     Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.

 Por internet, también en vivo, en http://www.radiomariacol.org/

 Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente, que es el contenido del último programa de esta serie, transmitido por Radio María de Colombia y preparado por Fernando Díaz del Castillo Z. En la columna de la derecha están las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro “Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.

 Utilice los Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como la Constitución Gaudium et Spes, algunas encíclicas como: Populorum progressio, Deus caritas est, Spe salvi, Caritas in veritate, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.

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 REPASEMOS LO VISTO SOBRE OBJECIÓN DE CONCIENCIA

 

Dedicamos los tres programas anteriores a estudiar la objeción de conciencia, un derecho que la Constitución política colombiana reconoce explícitamente en el artículo 18. Dedicamos el final del programa pasado a aclarar la diferencia entre objeción de conciencia y desobediencia civil, que algunos pueden erróneamente confundir. Recordemos lo que ya expusimos:

Decíamos que los dos conceptos: objeción de conciencia y desobediencia civil se asemejan en que las dos manifiestan una oposición a una obligación jurídica, pero se diferencian en  sujeto, contenido, procedimiento, objeto y el tratamiento jurídico de cada una (Falcón y Tella, María José, Objeción de conciencia y desobediencia civil: similitudes y diferencias. Anuario de Derechos Humanos. Nueva Época, Vol. 10, 2009, 171-182).

La primera diferencia entre objeción de conciencia y desobediencia civil es en referencia al sujeto, es decir en referencia a la persona que hace uso de ese derecho, que es el objetor de conciencia. La objeción de conciencia es un acto individual, no se requiere que lo presente una organización, no es necesario un acto colectivo, de un grupo de personas; la desobediencia civil en cambio sí es un acto colectivo, organizado. La segunda diferencia es en contenido, es decir en el fundamento de la objeción de conciencia que son razones éticas, religiosas, humanitarias o filosóficas las que motivan a esta objeción, mientras que la desobediencia civil tiene componentes de carácter político; en cuanto al procedimiento que se sigue en una y en otra, a la desobediencia civil se acude como último recurso, después de haber agotado todas las vías legales, mientras que la objeción de conciencia es ella misma una vía legal, reconocida por la Constitución de Colombia y de la mayoría de los regímenes democráticos; no necesita la objeción de conciencia haber agotado otros recursos. No es necesario, por ejemplo, haber presentado primero una demanda o una tutela.

Nos  falta por examinar  la diferencia entre la objeción de conciencia y la desobediencia civil en el objeto, es decir a qué se oponen una y otra. La objeción de conciencia  se opone a obligaciones “personales,” a “mandatos”, no a prohibiciones. Por ejemplo, el médico a quien se ordena practicar un aborto, puede oponer su objeción de conciencia, porque se le manda algo que su conciencia declara que sería algo malo que debe evitar, y si lo hiciera, la conciencia, la voz interior de Dios se lo reprocharía. La Constitución, al declarar que la objeción de conciencia es un derecho fundamental, concede la inmunidad al objetor de conciencia; de ahí que ninguna autoridad puede condenar a quien hace uso de la objeción de conciencia, porque hace algo autorizado expresamente por la Constitución.

A pesar de la claridad que para nosotros tiene la objeción de conciencia como derecho fundamental, así declarado por la Constitución colombiana, se ha tornado un asunto muy importante en nuestros días porque no podemos negar que nuestra sociedad está contagiada del pluralismo ético que ha creado un clima moral dominado por el relativismo, en el que cada quien se cree libre para vivir su vida según sus propios intereses y deseos sin ataduras a normas.

Tristemente este comportamiento no es exclusivo de países desde hace tiempo dominados por el relativismo, sino que nos ha llegado a países que eran respetuosos de la ética cristiana como Colombia y España. Han llegado librepensadores a los parlamentos y a las altas cortes, que se creen autorizados para modificar a su favor las normas que tocan a la bioética y a la familia y así trastornarían los valores tradicionales de asuntos tan importantes como la constitución de la familia. Como es claro, la aprobación de esas nuevas normas modificaría a la sociedad misma.

LOS CATÓLICOS QUE INCURSIONAN EL CAMPO DE LA POLÍTICA

 

Es de lamentar que no haya siempre parlamentarios y jueces que defiendan la posición ética católica, y no tengan presente su obligación como creyentes, de ser testigos de la verdad. Qué oportuno sería enviar a los parlamentarios y jueces que se consideran católicos, esta frase de la Constitución Lumen gentium del Concilio Vaticano II en el N° 43: A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena”, y como los laicos necesitamos la orientación de la Iglesia, recordar también a los sacerdotes la frase que sigue en ese mismo documento: “de los sacerdotes, los laicos pueden esperar orientación e impulso espiritual.”

En la Iglesia universal ha habido sacerdotes con vocación para orientar a los políticos. Yo creería que no tiene que ser una labor muy distinta al trabajo de evangelización que se desarrolla con los demás seglares. Todos necesitamos de la evangelización, creyentes y no creyentes; sin embargo hace falta acercarse a ellos y ofrecerles los servicios que la Iglesia presta, de manera oportuna y adecuada a su especial obligación.

 La falta de evangelizadores en nuestra sociedad

 Las necesidades de evangelización son tantas y tan variadas en nuestro tiempo, que no alcanzan los obreros para atender los campos listos para la siega, y la mies corre el peligro de ser ahogada por la maleza, por la cizaña.

El documento base para el plan de nueva evangelización en la arquidiócesis de Bogotá nos presenta la realidad de esta ciudad región y parece imposible de abarcar un campo tan vasto, no solo por su tamaño sino por la variedad de aspectos que hay que considerar; como evangelizadores, tenemos que considerar que Bogotá se caracteriza no por su homogeneidad sino porque camina una transición socio-cultural y religiosa; nadie puede negar que su identidad ha cambiado por la pluralidad cultural de sus habitantes que llegan de todas las regiones, y las desigualdades sociales no solo permanecen sino que crecen como una mancha en toda la gran ciudad. Si no nos ponemos todos a cumplir con nuestra misión de discípulos misioneros, – cada uno según sus posibilidades, – será imposible cumplir con  la responsabilidad de mantener en esta región la luz de Jesucristo, y esa es la vocación de los católicos que hacemos parte de la arquidiócesis de Bogotá. Y lo mismo se puede decir de las demás diócesis colombianas.

HACEN FALTA LÍDERES CATÓLICOS DE FUERTE PERSONALIDAD

Volviendo al papel de los católicos que se desempeñan en el  campo de la política, el documento final de Aparecida dedica el N° 501 y siguientes a los Discípulos y Misioneros en la Vida Pública. El N° 502 cita palabras de Benedicto XVI en el discurso inaugural de esa conferencia episcopal, que se refieren al tema de los católicos en la vida política: La realidad actual de nuestro continente pone de manifiesto que hay

una notable ausencia en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas.

Es claro Benedicto XVI: hacen falta líderes católicos de fuerte personalidad y no solo en la política sino en los medios de comunicación y en el medio universitario; católicos a quienes no dé temor ni vergüenza hablar como creyentes. Cuando uno escucha a los comunicadores de las grandes cadenas se pregunta ¿por qué todos parecen agnósticos? Lo mismo sucede con la mayoría de los que orientan la prensa escrita o escriben en ella. El martes 2 de julio (2013), un columnista de El Tiempo (Christian Valencia) afirmaba que el Procurador general de la nación tiene derecho a pensar como quiera pero no a convencernos a todos de sus creencias. Y añade que el Procurador no representa a la mayoría de los colombianos que son las minorías. Es una afirmación gratuita o ¿es que tiene datos fidedignos que demuestren su afirmación? Para esta clase de ataques tenemos que estar preparados los creyentes. Si ataca al Procurador porque es creyente, pero no se rebaten sus argumentos que son éticos, no religiosos.

SEÑALES DE PREOCUPACIÓN

 

El documento final de Aparecida es muy importante y no puedo resistirme a leer algunos números más que nos retratan el escenario en que nos corresponde actuar como discípulos y misioneros y que no podemos ignorar. El N°  503 se refiere a algunos asuntos de especial preocupación en la realidad de nuestro continente y señala:

Entre las señales de preocupación, se destaca como una de las más relevantes, la concepción del ser humano, hombre y mujer, que se ha ido plasmando. Agresiones a la vida, en todas sus instancias, especialmente contra los más inocentes y desvalidos, pobreza aguda y exclusión social, corrupción y relativismo ético, entre otros aspectos, tienen como referencia un ser humano, en la práctica cerrado a Dios y al otro.

Y así continúa el documento de Aparecida en el N° 504 esta radiografía de la realidad continental:

Sea un viejo laicismo exacerbado, sea un relativismo ético que se propone como fundamento de la democracia, animan a fuertes poderes que pretenden rechazar toda presencia  y contribución de la Iglesia en la vida pública de las naciones, y la presionan para que se repliegue en los templos y sus servicios “religiosos”. Consciente de la distinción entre comunidad política y comunidad, base de sana laicidad, la Iglesia no cejará de preocuparse por el bien común de los pueblos y, en especial, por la defensa de principios éticos no negociables porque están arraigados en la naturaleza humana.

 Cuando meditamos en nuestra misión como cristianos, que por una parte debemos mantener viva la propia llama de la fe que se nos entregó en el bautismo y debe contribuir a que esa gracia que Dios nos regaló se extienda en nuestro país y en el mundo, me recuerda lo que cuenta la vida de San Ignacio de Loyola que empezó su sueño de la Compañía de Jesús con menos de 10 compañeros y cuando en 1540, el rey de Portugal le pidió 10 para enviar de misioneros a las Indias,  le contestó: “Si de diez, van seis a las Indias (eran los que estaban en Roma), ¿Qué deja V.S. para el resto del mundo?” (José Ignacio Tellechea Idígoras, Ignacio de Loyola solo y a pie, Ediciones Sígueme, Pg 306). Sí, el campo de trabajo es inmenso y tenemos por eso que pedir luz al Espíritu Santo para que si queremos dedicarnos a extender el reino de Dios hagamos las tareas que convenga, que no escojamos las más fáciles, sino las que el Señor quiera que hagamos. Hay mucho campo sin manos que cultiven y quizás se dedica el esfuerzo a otros ya bien atendidos.

La tarea que tenemos hoy por delante parece imposible de cumplir, y lo sería si contáramos solo con nuestras fuerzas, pero contamos con la compañía del Señor que cuando ordenó difundir sus enseñanzas por el mundo añadió: “sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”, Mt 28,20.

El evangelio que leímos el martes pasado, de la tempestad que Jesús calmó, nos recuerda que Él es poderoso y camina con nosotros.

¿CUÁL ES NUESTRO PAPEL COMO LAICOS CATÓLICOS?


De cuál sea nuestro papel como laicos católicos nos instruye una vez más la Iglesia en el documento de Aparecida en el N° 505:

Son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamada a la santidad en virtud de su vocación bautismal, los que tienen que actuar a manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios. La coherencia entre fe y vida en el ámbito político, económico y social exige la formación de la conciencia, que se traduce en un conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia. Para una adecuada formación en la misma, será de mucha utilidad el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. La V Conferencia se compromete a  llevar a cabo una catequesis social incisiva, porque “la vida cristiana no se expresa solamente con virtudes personales, sino en las virtudes sociales y políticas”.

Es triste, pero muchos de los laicos dedicados al campo de la política y de la economía, pareciera que no comprendieran que la coherencia entre fe y vida también se debe aplicar en esos campos, y obran como si su campo de trabajo le fuera vedado a la fe. Algunos viven esa tensión, por ejemplo, entre la formación que reciben de algunas universidades en economía y lo que conocen en la DSI, y les hace falta profundizar en la doctrina de la Iglesia que es la del evangelio. Se necesitan católicos, sacerdotes y laicos bien formados en esas disciplinas y con vocación para trabajar con empresarios, políticos y economistas, que sientan la llamada para ser obreros en ese campo de evangelización. ¿Llega allá el Evangelio? Es muy importante que comprendamos que no es suficiente que se hable de ellos, es necesario conversar con ellos, oírlos con respeto, entenderlos y hacerles entender el mensaje.

Aparecida continúa así en el N° 506:

El discípulo y misionero que se desempeña en los ámbitos de la política, de la economía y en los centros de decisiones sufre el influjo de una cultura frecuentemente dominada por el materialismo, los interés egoístas y una concepción del hombre contraria a la visión cristiana. Por eso, es imprescindible que el discípulo se cimiente en su seguimiento del Señor, que le dé la fuerza necesaria no solo para no sucumbir ante las insidias del materialismo y del egoísmo, sino para construir en torno a él un consenso moral sobre los valores fundamentales que hacen posible la construcción de una sociedad justa.

Dedica el documento de Aparecida el N° 507 a los problemas endémicos de la corrupción en nuestro continente. Para no alargarme hoy quisiera terminar con algunas frases del N° 508, en el cual los señores obispos reafirman su compromiso de acompañar a los que llama “constructores de la sociedad”, a formar las conciencias,  de ser la Iglesia abogada de la justicia y de la verdad y educar en las virtudes individuales y políticas.” Finalmente llama la atención de los laicos el sentido de responsabilidad para estar presentes en la vida pública y en concreto en la formación de los consensos necesarios y  en la oposición contra las injusticias.

A este campo hemos llegado en nuestras reflexiones sobre la objeción de conciencia, un asunto de la mayor importancia en la vida pública, un medio que nos reconoce la Constitución en nuestra participación en la construcción de una sociedad justa, según los planes de Dios.