Reflexión 2. Jueves 19 de enero de 2006

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Nº 2-7

¿Qué es el Compendio de la D.S.I.?, objetivos, contenido, organización

En la Reflexión 1 comenzamos una serie de programas sobre la D.S.I. Seguiremos como texto el libro que tiene portítulo Compendio de la D.S.I. que fue preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz para la Iglesia Universal, por encargo de Juan Pablo II. A este libro lo podríamos llamar familiarmente, el Catecismo de la Doctrina Social, porque es una exposición breve, organizada, de lo más importante que, en los documentos de la Iglesia sobre la doctrina social, se ha presentado hasta ahora. Es al mismo tiempo un instrumento de evangelización muy seguro, pues presenta el pensamiento oficial de la Iglesia, no simplemente las opiniones de algunos estudiosos sobre la doctrina social. Sobre el alcance que tiene el Compendio, como autoridad doctrinal, lo veremos más adelante. Como esta obra se basa en documentos de diverso origen, por ejemplo en la Sagrada Escritura, en las encíclicas, etc., hay que tener en cuenta su procedencia para entender el grado de autoridad con que se presentan los diversos temas.

En el programa anterior dimos un vistazo a los contenidos del libro, para que tengamos una idea general de las materias que trataremos en el programa. Continuemos ahora con el Nº 2 del Compendio. Lo vamos a leer sin comentarios, pues con lo dicho hasta ahora queda muy claro. Dice así:

En esta alba del tercer milenio, la Iglesia no se cansa de anunciar el Evangelio que dona salvación y libertad auténtica también en las cosas temporales, recordando la solemne recomendación dirigida por San Pablo a su discípulo Timoteo:

Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio. (2 Tim 4, 2-5)

Parece que San Pablo nos hubiera dirigido esta carta a nosotros, porque hoy sí que es verdad que mucha gente no soporta la sana doctrina, y busca a los que le ofrecen una doctrina acomodada a sus intereses. La doctrina de la Iglesia les parece muy estricta, y quisieran unas normas que les hicieran la vida más fácil.

El Nº 3 del Compendio, de manera muy resumida, nos dice qué es lo que la iglesia nos enseña en su doctrina social. Dice así:

A los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sus compañeros de viaje, la Iglesia ofrece… su doctrina social. Y cita al respecto el Catecismo en su número 2419.Dice que, en efecto cuando la Iglesia cumple su misión de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina.

Difícil hacer un mejor resumen de lo que el Evangelio nos enseña en materia social; de manera que según el Catecismo, la Iglesia en su evangelización nos enseña nuestra propia dignidad de hijos de Dios, criados a su imagen; nos recuerda que todo ser humano está llamado a vivir en comunión con los demás y nos descubre lo que son la justicia y la paz que deben reinar en nuestras relaciones, de acuerdo con la sabiduría divina.

Y continúa diciendo que Esta doctrina tiene una profunda unidad, que brota de la Fe en una salvación integral, (ya vimos que una salvación integral quiere decir: que la salvación del hombre hay que tomarla no sólo para la vida eterna, sino también en el mundo terrenal en el que está de viaje…) Entonces: Esta doctrina tiene una profunda unidad, que brota de la Fe en una salvación integral, de la Esperanza en una justicia plena, de la Caridad que hace verdaderamente hermanos a todos los hombres en Cristo: es una expresión del amor de Dios por el mundo, que Él ha amado tanto “que dio a su Hijo único” (Jn 3,16). La ley nueva del amor abarca a la humanidad entera y no conoce fronteras, porque el anuncio de la salvación en Cristo se extiende “hasta los confines de la tierra” (Hch, 1,8)

En el Nº 4, nos explica el Compendio cómo se puede transformar el mundo, si se vive su doctrina social, que es lo que enseña el Evangelio. Ese es el trabajo que nos toca, como colaboradores en la construcción del Reino. Leamos:

Descubriéndose amado por Dios, el hombre comprende la propia dignidad trascendente, aprende a no contentarse consigo mismo y a salir al encuentro del otro en una red de relaciones cada vez más auténticamente humanas.

¿Será que podemos cambiar así, hacia unas relaciones auténticamente humanas? Porque es fácil decir: “unas relaciones auténticamente humanas”, pero esas palabras tienen muchas implicaciones. Bueno, el Compendio es optimista en cuanto a lo que es capaz de hacer el verdadero amor, pues dice que: Los hombres renovados por el amor de Dios son capaces de cambiar las reglas, la calidad de las relaciones y las estructuras sociales: son personas capaces de llevar paz donde hay conflictos, de construir y cultivar relaciones fraternas donde hay odio, de buscar la justicia donde domina la explotación del hombre por el hombre. Sólo el amor es capaz de transformar de modo radical las relaciones que los seres humanos tienen entre sí. Desde esta perspectiva, todo hombre de buena voluntad puede entrever los vastos horizontes de la justicia y del desarrollo humano en la verdad y en el bien.

De todos estos cambios debe ser capaz el hombre renovado por el amor de Dios. El trabajo que nos espera es urgente y la doctrina social debe guiarnos en este camino. En el Nº 5 el Compendio nos presenta ese inmenso campo de acción al que estamos llamados. Dice así:

5. El amor tiene por delante un vasto trabajo al que la Iglesia quiere contribuir también con su doctrina social, que concierne a todo hombre y se dirige a todos los hombres. Existen muchos hermanos necesitados que esperan ayuda, muchos oprimidos que esperan justicia, muchos desocupados que esperan trabajo, muchos pueblos que esperan respeto. A continuación cita el Compendio a Juan Pablo II, en su Carta Apostólica Novo millenio ineunte, Nº 50-51. El panorama que presenta Juan Pablo II es muy realista y presenta el campo inmenso en el que tiene que trabajar el hombre, para cambiar su mundo. Dice así:

¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre; quien está condenado al analfabetismo; quien carece de la asistencia médica más elemental; quien no tiene techo donde cobijarse? El panorama de la pobreza puede extenderse indefinidamente, si a las antiguas añadimos las nuevas pobrezas, que afectan a menudo a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero expuestos a la desesperación del sin sentido, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social… ¿Podemos quedar al margen ante las perspectivas de un desequilibrio ecológico, que hace inhabitables y enemigas del hombre vastas áreas del planeta? ¿O ante los problemas de la paz, amenazada a menudo por la pesadilla de guerras catastróficas? ¿O frente al vilipendio de los derechos humanos fundamentales de tantas personas, especialmente de los niños?[1]

La voz de Juan Pablo II se pregunta cómo es posible que en nuestro tiempo haya tanta injusticia, tanta pobreza, que la gente muera de hambre, que haya tanta gente sin techo, y tantas personas víctimas de esas otras que él llama “nuevas pobrezas”, como son la insidia de la droga, la desesperanza de una vida sin sentido, el abandono de los ancianos y de los enfermos, la marginación y discriminación… Y menciona también Juan Pablo II las perspectivas de los desequilibrios en la ecología, la paz amenazada por guerras catastróficas… (en nuestros días vuelve preocupar la posibilidad de una guerra con armas atómicas…), y ¿cómo es posible que se desprecie como ahora se hace, los derechos humanos, especialmente de los niños?

Si ciertas personas se hicieran un examen de conciencia, a ver qué responsabilidad les cabe en esas desgracias enumeradas por Juan Pablo II, creo que habría muchos supuestamente defensores de los pobres, y otros muchos defensores de la libertad de mercados y de muchas otras libertades, que tendrían que dar cuenta de todas estas desgracias, que hacen sufrir a gran parte de la humanidad.

El Nº 6 del Compendio, nos ilustra sobre el papel del cristiano antes esta situación. Leámoslo:

6. El amor cristiano impulsa a la denuncia, a la propuesta y al compromiso con proyección cultural y social, a una laboriosidad eficaz, que apremia a cuantos sienten en su corazón una sincera preocupación por la suerte del hombre a ofrecer su propia contribución.

De manera que la Iglesia nos invita a denunciar las injusticias, pero va más allá: nos pide propuestas y compromiso y una laboriosidad eficaz. A medida que avancemos en el estudio de la D.S.I. veremos en concreto qué se espera de nosotros, porque la Iglesia es clara en cuanto al papel del laico, como ya lo hemos visto. Nos dice la Iglesia que (…) los fieles laicos estamos llamados, como recuerda el Concilio Ecuménico Vaticano II, a ocuparnos de las realidades temporales ordenándolas según Dios. (Lumen Gentium, 31).

La Iglesia insiste mucho en la necesidad de la solidaridad. Y es que ¿cómo podemos afirmar que practicamos la caridad, si no somos solidarios con los que sufren? El Compendio dice en el mismo Nº 6:

La humanidad comprende cada vez con mayor claridad que se halla ligada por un destino único que exige asumir la responsabilidad en común, inspirada por un humanismo integral y solidario: ve que esta unidad de destino con frecuencia está condicionada e incluso impuesta por la técnica o por la economíay percibe la necesidad de una mayor conciencia moral que oriente el camino común. Estupefactos ante las múltiples innovaciones tecnológicas, los hombres de nuestro tiempo desean ardientemente que el progreso esté orientado al verdadero bien de la humanidad de hoy y del mañana.

Cada párrafo del Compendio nos lleva a reflexionar sobre lo que implican sus afirmaciones. Es cada vez más claro que los hombres tenemos un destino común, no importa qué tan distantes vivamos y qué tan diferentes sean nuestras culturas. Tenemos entonces que asumir la responsabilidad que nos corresponda, para que la técnica y la economía, se orienten de acuerdo con una conciencia moral. Sin moral, la técnica y la economía, en vez de servir al hombre pueden destruirlo. La economía y la técnica tienen que repensarse como instrumentos para el progreso del hombre, de todos los hombres. No de unos pocos privilegiados. La orientación correcta de la economía y de la técnica debe tener en cuenta que su fin es el beneficio del hombre. El hombre no se puede convertir en un simple instrumento de la economía y de la técnica.

Significado de este documento: nos enseña principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción

Del Nº 7 al 13, el Compendio de la D.S.I. se dedica a explicar el significado de este documento.

El Nº 7 nos indica que el cristiano puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia, los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices de acción como base para promover un humanismo integral y solidario.

A lo largo del estudio iremos viendo a qué se refiere el humanismo integral y solidario. Digamos por ahora, que el cristianismo contempla al hombre completo, íntegro, en todas sus dimensiones, físicas, intelectuales, emocionales y espirituales y con las consecuencias de tender, por la forma como está hecho, a vivir en relación con los demás. No estamos hechos para que todos los seres humanos vivan aislados, cada uno independiente, arreglándoselas solo, como pueda. En la D.S.I. podemos encontrar principios que orienten nuestra reflexión, criterios de juicio y directrices para saber con seguridad el camino correcto que debemos tomar, para trabajar por el logro de una sociedad solidaria, que viva de acuerdo con los valores humanos.

La difusión de la D.S.I. es por eso una prioridad pastoral, para que las personas, iluminadas por ella, sean capaces de interpretar la realidad de hoy y de buscar caminos apropiados para la acción. Ya veíamos que para Juan Pablo II, como lo dice en la encíclica Sollicitudo rei socialis, en el Nº 41, La enseñanza y la difusión de esta doctrina social forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia.

Hemos visto que es necesario que conozcamos la realidad en que vivimos. El Concilio Vaticano II sintió la necesidad de acercarse, de penetrar…la sociedad circundante para captarla, para comprenderla, casi de perseguirla en su rápido y continuo cambio. Nosotros como Iglesia, tenemos que sentir la necesidad permanente de conocer el mundo en que vivimos, la sociedad en que vivimos; de acercarnos a ella, de comprenderla. El Papa Pablo VI usó el verbo penetrarla, es decir ser capaces de meternos profundamente dentro de la realidad, para captarla, para conocerla. Y el Papa usó además la expresión “perseguirla” en su rápido y continuo cambio. Porque vivimos en una sociedad cambiante, en la cual todos los días se dan elementos de juicio nuevos; por lo tanto nunca podemos decir que hemos hecho ya un análisis suficiente de la realidad.[2]

La doctrina social de la Iglesia nos da elementos muy importantes para interpretar la realidad, y tomar el camino correcto, en nuestra labor de participar en la construcción del reino, es decir de una sociedad justa y en paz.

Nos dice el Compendio en el mismo Nº 7, que se consideró útil la publicación de este documento, para ilustrar las líneas fundamentales de la doctrina social de la Iglesia, y la relación que existe entre esta doctrina y la nueva evangelización. Deja claro también, que este libro fue elaborado por el Pontificio Consejo “Justicia y Paz” y que asume plenamente la responsabilidad. Nos informa que en su elaboración, ese Consejo hizo una amplia consulta, no sólo a sus propios consultores, – como es de rigor, -sino también a algunas Congregaciones de la Curia Romana, a las Conferencias Episcopales de varios países, a Obispos y expertos en las cuestiones tratadas.

En el Nº 8, el Compendio continúa explicándonos lo que es y se pretende con esta obra. Es un muy buen resumen que nos dice que Este documento pretende presentar, de manera completa y sistemática, aunque sintética, la enseñanza social, que es fruto de la sabia reflexión magisterial y expresión constante de la Iglesia, fiel a la Gracia de la salvación de Cristo y a la amorosa solicitud por la suerte dela humanidad.

Fuentes de la Doctrina Social de la Iglesia

De manera que en el Compendio de la D.S.I., podemos esperar encontrar la enseñanza social de manera completa y organizada.¿De dónde se han tomado esas enseñanzas, es decir cuáles son las fuentes de las que se han valido en la preparación de esta obra? Es muy importante tener esto en cuenta: las fuentes, si vemos en el índice de las referencias o citas a lo largo del libro, empiezan con la Sagrada Escritura, siguen luego los Concilios Ecuménicos, luego los documentos pontificios, desde el Papa León XIII hasta Juan Pablo II, pasando por Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI. Otra fuente doctrinal son los documentos eclesiales, en particular el Catecismo de la Iglesia Católica, lo mismo que instrucciones de las Congregaciones de la Sede Apostólica, el Derecho Canónico y los Consejos Pontificios. Naturalmente tienen mucha importancia también los escritores eclesiásticos, comenzando por los Padres de la Iglesia y los doctores como Santo Tomás de Aquino y Santa Teresita del Niño Jesús.

Puede llamar la atención que se cite también a las Naciones Unidas, en documentos como la Declaración universal de los derechos del hombre y la Convención de los derechos de los niños. Esto se comprende pues a,demás de tratar el contenido teológico de la D.S.I. y los aspectos pastorales y morales se deben incluir también aspectos filosóficos y culturales. Recordemos que se trata de la salvación integral del hombre. Como dice el mismo Compendio, De este modo se atestigua la fecundidad del encuentro entre el Evangelio y los problemas que el hombre afronta en su camino histórico.

La doctrina social tiene su origen en la Iglesia, en la meditación de la Escritura, es decir en la consideración de los problemas del hombre en la sociedad, a la luz del Evangelio y de la tradición. De esa reflexión del hombre en la sociedad, a la luz del Evangelio, obtenemos los criterios que nos señalan cómo vivir en sociedad de acuerdo con nuestra fe, de acuerdo con el Evangelio. Nuestra conciencia social se forma a la luz de esos criterios, emanados del Evangelio.

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[1] Juan Pablo II, Carta ap. Novo millenio ineunte, 50-51: AAS 93 (2001) 303-304

[2] Esta explicación sobre el conocimiento de la realidad esta tomada de Mons. Rubén Isaza Restrepo, arzobispo de Barranquilla, en Encuentro de Formación “Testigos de Esperanza”, Secretariado de Pastoral Social, Conferencia Episcopal de Colombia, noviembre 2005.